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166 Revista de libros BERLIN, Isaiah: Karl Marx. Trad. por Roberto Bixio. Madrid: Alianza, 1973. Escribir una biograffa intelectual de un autor famoso e influyente es una tarea mucho més arriesgada de lo que el continuo torrente editorial pudiera dar a entender. Y si el autor tratado es Karl Marx la empresa casi est4 condena- da al fracaso. Porque las dos tinicas formas validas de tra tar a tales hitos de la humanidad son la erudicién supercui dada (al estilo de Cornu por ejemplo) o la breve y conden- sada intuicién genial de lo que constituye el "nticleo'''de su aportacién, de lo que se considera realmente vital de tal autor en este momento histérico (de lo cual veo un ejem- plo en el Lenin de Lukacs). Para el primer caso son nece- sarios muchos aflos de paciente compenetracién, para el segundo hace falta, ademas, otro tipo de compenctracién y una mente realmente totalizadora. Fuera de estos cami- nos la medianfa mAs absoluta, cuando no la desfachatez m&s descarada, parece encontrar su paraiso terrenal, Sus razones: la "necesidad pedag6gica" de introducir, necesi- dad divulgadora, 1a posibilidad ( a priori!) de un nuevo en- foque y ... ( quién sabe cudntos mas!) el arsenal académi- co-editorial suele ser largo). Sus efectos: una cierta (di- gamoslo asi) "castracién educativa', una barrera obstacu- lizadora de la lectura directa, una "saturacién'' del tema por parte del desamparado lector (efecto de la inexorable medianfa biogréfica caracterizada sobre todo porque lo que jamAs produce es est{mulo) y un consiguiente-deseo de des prenderse rapidamente de 1. Lo mas positivo (0 lo tmico, mAs bien): recordar una fecha, un titulo, una cita, una anécdota que el dia anterior se resistfa a nuestra memoria. ‘Lo ms evidente: el hastfo. La obra de Berlin es una buena muestra de esas biogra~ fias medias". Aparecida en 1939, est4 escrita en un len- guaje que se pretende objetivo pero que m4s bien es la apa- riencia que proporciona un estilo frio e insulso. Si algo hay que destacar en este libro es la inconsciente incompren- sion por parte de Berlin de lo que la obra de Marx supuso y, sobre todo, supone. Es verdad que el autor nos dice qué Marx es un jalén important{simo en el pensamiento social cuya aportacién es hoy bAsica en muchas de las "ciencias Revista de libros 167 sociales". Pero a la hora de prodigar elogios concretos Berlin muestra que se entusiasma m4s con el "'tono vigo- roso" del Manifiesto que con las aportaciones del Capital. fu atencién se centra, muchas veces, mAs en los rasgos caracteriolégicos - a partir de los cuales busca estable- cer, alguna vez, conexiones con sus escritos y teorfas- que en el materialismo hist6rico. De este dice que "su es~ tructura es vigorosamente hegeliana" y que al igual que Hegel, Marx "trata la historia como una fenomenologfa"’. No es que esto sea como para escandalizarse, no; Berlin ni atin en estas cosas sale de la medianfa, y, por otra par, te, slo son muestras de la abulia que indudablemente de- bid sentir el autor al comenzar la obra, El Marx que Ber+ lin presenta, a pesar de su lenguaje anémico, es poco me~ nos que un profeta entregado en alma y cuerpo -sobre to- do en cuerpo- a la diffcil tarea de meter en los sesos de sus contempordneos la "racionalidad de la historia". De profeta, Berlin realza muchos rasgos (caracter{sticos por su "'sintomaticidad'': como el hecho mismo de que la revo- lucién socialista triunfase en Rusia en donde "las masas populares no estaban evidentemente maduras para sit ta~ rea", o el no menos sorprendente fracaso de Marx al no prever ni el fascismo ni la guerra estatal. Datos como es ‘tos son los que revelan lo que uno ve en la obra de Marx: profecfas y mAs profecfas, Con la ayuda de la "realidad", la premisa menor es "'evidente" -cémo no? - y la conclu- sién inequivoca y, sobre todo, satisfactoria. No hay ni que dar suspiros) y se asombra ante algunos otros. Porque he aqui que el judfo alemén (si leen ustedes a Berlin se da- ran cuenta de que éste es un dato importante a tener en cuenta) es una figura un tanto especial: lee cuanto cae en sus manos durante dias y noches, explota incansablemente Ja Biblioteca del Museo Britanico, agobia a su amigo En- gels para que le proporcione datos prActicos y cuida en sus obras, la informacién al maximo. Alguien pensar4 que tras todo ello hay rigor cientffico; le aconsejamos que no se exceda. Porque Berlin nos ensefia que las obras de Marx son una mezcla extrafia y original (que la extrafio en, tre algunos intelectuales es considerado original) de mu- chos elementos. Ahora bien: de un vigor inusitado (lo del vigor que no se lo quiten a Berlin), Porque, a ver si no: 168 Revista de libros “eémo puede deducirse un precepto moral, un mandamien- to, de la verdad de una teoria de la historia?". Esta refle- xién sencilla hecha a propésito de las tesis sobre Feuer- bach es decisiva, Berlin intuye que los tiros de Marx no van por ahf, pero de esa inmediatez no pasa. Por algo di- ce que sus escritos son una mezcla extrafia. Aquf tenemos ya a Marx convertido al final, (0 al princi- pio porque el andlisis de su desarrollo est hecho -una vez méas!- en futuro anterior) en el gran artifice de las armas teéricas y prdcticas de un movimiento dispuesto a ser mar, xista (ya que, como es sabido, y sino lo saben leanse a Berlin, 1a intolerancia del creador no aceptaba otra cosa). Pero y Engels?. No'teman, el autor no se ha olvidado de él. Marx es el gran creador y Engels es simplemente En- gels. Su mayor mérito consiste en haber intuido la gran genialidad de su amigo y en haberse entregado con devo- cién a aguantarle su agrio genio para con sus contempord- neos, a ser su bastién incondicional y a procurar que no se muriese de hambre sino de un absceso en el pulmén, y a su muerte la misma extensién de sus doctrinas venia a refutar lo que Marx siempre habia rechazado: que'"las ide as determinan decisivamente el curso de la historia". Pe ro no se preocupen, a pesar de todo esto, Marx tiene co- sas muy decisivas, se lo dice Berlin, Francesc Agiles

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