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‘TucibipEs: Cefalenia, navegando hasta all; esté situada frente @ Acarnania y Léw- cade, y en ella hay cuatro ciudades: Pala, Cranios, Sama 7 Pron, No mucho después las naves regresaron a Atenas, - 31. En el otofo del mismo afo los atenienses, todos juntos y acom- pafados de los metecos, hicieron tna incursién contra el teritorio de Mégara, bajo el mando de Pericles, hijo de Jantipo. Y cuando los ate. rienses gue coa las cien naves daban ta vuelta al Peloponeso —puce ge hullaban ya en Egina en su viaje de regreso—, se enteraton de que Tos de la ciudad estaban en Mégara con todo el ejército, fueron hedis cllos y se les unieron. Este fut el mayor ejército ateniense que se reunié rmunca, pues la ciudad estaba atin en la cima de su poder y todavia no baba sufrido la peste. Sdlo os atenienses eran unos diez mil hombres (ademés tenian los tres mil de Potidea), y avancaron con ellos no menos de tres mil metecos y ademés un gran cuerpo de soldados armadlorlge- ramnente, Una vez que arrssaron la mayor parte del territorio de Mégara, 4 retiraron. Hubo también més adelante en esta guerra otras incutsiones anuales de los atenienses en el territorio de Megara, tanto de la caballeris como del ejército completo, hasta que Nisea fué tomada por les ate. ienses 32. Ademés, al final de este verano, loe atenienses fuifcaron ¥ convirieron en plaza fuerte Atalanta, la isla de la Lécride Opuntia, a fin de que pitatas procedentes de Opunte y el resto de Lécride ne causaran dafios en Eubea. Estas son las cosas que sucedieron durante ‘este verano después de In retrada del Atica de los peloponesiog. 33._En el inviemo siguiente, Enarco el acamanio, quetiendo ser restaundo en Astaco, persuadi6 a les corintios a que le repusicien ‘mediante un expedicion naval con noventa naves y mil quinientes hopl- ts, y €1 mismo procuré como ayuda algunos mercenario; los jefes el cecto eran: Eufimidas, hijo de Aristénimo, Timéjeno, hijo de Tine- cxates, y Edimaco, hijo de Crisis. Partieron y Ie restaurazon, y quetiendo sttuer @ su bando algunos lugares del resto del lroral de Acarnania, lo intentaron, y al fracasar emprendieron el regreso. Al pasar se detuvieron en Cefalenia, y en un desembarco en el territorio de los crantos fueron ttsicionados por este pueblo y perdieron algunos hombres al atacarles de improviso los cranios; reembarcaron con dificultad y volvieron ¢ sa patria 34. En el mismo invierno los atenienses, siguiendo la costumbre tradicional, hicieron las ceremonias fiinebres en honor de los que primers Po. Teooas en cats gue, como sini, ene verano 0 buena eackn 9 inlay in pmaveray pave de te, 88 ‘ i | Kdgarcia@cownex-my HISTORIA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO habian muerto en esta guerra, procediendo del modo siguiente. Exponen durante tres dia los huesos™ de los muertos en una tienda que instalan, y tade uno lleva al suyo la oftenda que quiere; y cuando tiene hugar él entieso, diez cars transportan las caja, que son de ciprés, cada tuna de una tibu; los huesos de cada uno de los muertos estén en Ie caja de la tibu a que pertenecia. Ademés se lleva un féretro vacio ¥ cubierto en honor de los desaparecidos que no hayan sido hellados y recogidos. Acompafian al entierto los que lo desean de los ciudadanos y extranjeros, y las mujeres de Ia familia se hallan junto a la tumba lo- rando. Los enticnran en el sepulero publico, que esta en el més hermoso arrabal de la ciudad * y donde siempre entierran alos muertos en guerra, excepto los de Maratéa, pues considerando excepcional su valor, los enterraron all mismo. Y una vez que Jos cubren de tierra, un ciudadano clegido por la ciudad que sea considerado hombre de talento y que sea primero en ta estimacién publics, pronancia en si honor el elogio apropiado; y después de esto, se retiran. Ast llevan a cabo el entierro; ya lo largo de toda la guerra, cuando se presentaba la ocasién, segulan esta costumbre. En honor de estos bee macros fu depo par hablar Pericles, hijo de Jantipo, y una vez que llegé el momento oportano, Coane ae ree ioe ae eles aris vada, a fin de que puciera ser ofdo por la multitud a la mayor distancia posible, hab as: 35. “Le mayorfa de los que han pronunciado discursos en este lugar logian. al que afiadi6 a Ia costumbre tradicional esta ocacién finebre, Por ser hermoso que fuera pronunciada en honor de los soldados muertos en Ja guezta que reciben sepulture. A mi, en eambio, me pareceria sufi ciente que, ya que han sido de hecho nos valientes, les honratamos también de hecho, de la manera que veis ahora mismo en esta ceremonia fanebre celebrada publicamente; y que ls aceptacién del herofsmo de mucho no dependiera peligrosamente de un solo hombre, que puede hablar bien © menos bien. Pues es dificil expresarse con justeza en ci- ccunstancias en que In creencia en le verdad queda apenas asegurada. Yes que el oyente que ha sido testigo de los hechos y lleva buena volun- tad, quid crea que aquel heroismo es expuesto como infetior a lo que quiere y sabe, mientras que el que los desconoce puede creet por enviia, al oft algo superior 4 su natural, que se cxagera, Porque los elogios de otro son soportables en la medida en que cada uno cree que es capaz de hacer algo de lo que oy6; pero los horabres, por envidia de lo que oe ese 2 Pepe Se etnsenennniae 9 ‘rucibes ‘esté por encima de ellos, no lo creen. Mas ya que los antiguos spr cote duro ee opitno, epoca cup I ye nen ot facer en todo lo posible el deseo y Ia expectacién de cada cual. 36. Comenzaré por nuestros antepasados, pues es justo y hermoso al mismo tiempo que en esta ocasién se les ofrezca el honor del recuerdo, Porque fueron ellos quienes, habitando siempre este pais hasta hoy dia mediante la sucesién de las generaciones, nos lo entregaron libre gracias ‘su valor. Son merecedozes de encomio y ain més lo son nuestros padres, [puesto que se aduefaron, no sin trabajo, del imperio que tenemos, « ‘as de lo que habian heredado, y n0s lo dejaron a nosotros los hombres dehoy juntamente con aquello Yel imperio, en su mayor pert, lo hemos decide nosotros mismos, los que vivimos todavie, y sobre todo los de edad madura; y hemos hecho a Ia ciudad muy poderosa en la ‘goers y en le paz en todos los aspectos. Mas de entre estas cosas dcjaré ‘unlado las empresas guetreras con que adguitimos cada una de estras posesiones efgualmente el que hayamos rechazado valezosamente a ene- ‘migos birberos y griegos, pues no quiero extenderme sobre ello ante gentes que ya lo conocen; y mostraré, en cambio, lo primero, la politica mediante la cual legamos # adguirtas, y el sistema de gobierno y la ‘manera de ser por los cuales erecieron, ¥ pasaté después al elogio de ete mu pets ee In ocasién prevente no e¢ inadecuado, ue estas cosas sean expuestas, y es conveniente que todo este concus de cudadancsy extaneros las escoche, Scena: 37. Tenemos un régimen de gobiemo que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que més somos ejemplo pare otros que imitadores de los demés, Su nombre es democracia, por no depender el gobiemo de pocos, sino de un nimero meyor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual est en situacion de igualdad de derechos en las disensiones privadas, mientras que segin el renombre que cade uno, s juicio de Ja estimaciOn piblic, tiene en algin respecto, es bonrado en la cosa piiblica; y no tanto por la clase social a que pertenece™ como por #0 tnérito, ai tampoco, en caso de pobreze, si uno puede hacer cualquier beneficio a le ciudad, se le impide por la oscuridad de su fama. Y nos regimos liberalmente no sélo en lo relativo a los negocios piblicos, sino también en lo que se refiere a las sospechas reciprocas sobre la vida diarie, no tomando a mala projimo que obre segrin su gusto, ni poniendo rostros lenos de reproche, que no son un castigo, pevo sf penosos de ver. ¥ al tiempo que no nos estorbammos en las relaciones privadas, n0 infringimos la ley en los asuntos piblicos, més que nada por un temor 53. Nosenee en ls contsposciones as conus sluscnes a Espast 30 [MISTORIA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO respetuoso, ya que obedecemos 2 los que en cada ocasién desempesian fas magitraturas y a las leyes, y de entre ellas, sobse todo a las que ‘atin legisladas en eneficio de los que sufren Ia injustcia,y a ls que por su ealided de leyes no escrites, raen una vergien2s manfiesa al Gue las incumple *, ¥ ademas nos hemos procarado muchos recreos del EEpicte, pues tenemos juegos y sacrificios anuales y hermoses casas pat Tealares, cosas eayo disérute diario aleja las preocupaciones; y a causa el gran ndimero de hebitantes de fa ciudad, entran en ell Is riquezss de toda Ia tierra, y asi sucede que la utilidad que obtenemos de los ‘Bienes que se producen en nuestro pals no es menos real que Ia que obtenemos de los demés pueblos. 59. En lo relativo a la guerra diferimos de nnestros enemigos en lo siguiente: tenemos la ciudad abierta a todos y nunca impedimos « radic, expulsando a los extranjeros, que Js visite o contemple ~a no er Haténdore de alguna cosa seereta de que pudieta sacar provecho fon enemigo al verla—, pues confiamos no tanto en los preparativos y tstratagemas como en nuestro vigor de elma en Is accién; y en lo referente tla educacién, hay quienes desde nities buscan el valor con un fatigoso fentrenamiento, mientras que nosotros, aunque vivimos plicidamente, no Dor e20 nos lanzsimos menos a aquellos peligros que estén en relacién Fon nuestra fuerza. He aqui una prucba: los lacedemonios no organizan EXpedltones pur sfsulos contra mucatzo tezstoso, sino en unig de todos {us aliados, mientras que nosotros, cuando avenzamos contra otros, [as ‘nds veces les vencemos con facilided en batalla, aunque son gentes que fe defienden luchando por sus bienes; y con nuestras fuerzas reunidas jamés ha entablado combate ningéin enemigo, « causa tanto de la impor. fancia que damos a la marina, como de que algunos de los nuestros {on enviados con varies finalidades a diversos puntos del imperio; pero 4§ nueetzos enemigos hichan en algin sitio con una parte de nuestras foeress, en easo de victotia sobre algunos de nosotros, se jactan de que todos hemos sido rechazados, yen el de dettota, de que han sido veneidos porla totalidad. ¥ a pesar de todo, si queremos correrpeligros con tran- {uilided de-espititu y no con el ejerccio de trabajos penosos, y no con Byes, sino con costumbces de valentia, queda a nuestro favor que no suftimos con antelacién por las contrariedades futuras, que cuando vamos fs0 encuentro nos encontramos no infetiores en audacia alos que viven ontinuamente con durezs, y que por estos motives y otros més ain nuestsa ciudad es digna de admiracin. 40. Pues amamos la belleza con poco gesto y Ia sabidusia sin rela- jacién; y utlizamos la riqueza como el medio para Ia accién més que Sh Las Toys no esc” so las lepes atures. 91 ‘como motivo de jactancia, ¥ no es vergonzoso entre nosotros confesar Ja pobreze, sino que lo es més el no hula de hecho. Por otra parte, ‘nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los pablicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente Ia cosa publica; ‘pues somes los tnicos que consideramos no hombre pacifico, sino inti, al que nada particips ea ella, y ademds, o nos formamos tun jaicio propio ‘menos estudiamos con exactitud los negocios piiblicos, no consi derando las palabras dafio para la acci6n, sino mayor dafio el no enterarse previamente mediante la palabra antes de poner en obra lo que es preciso, Pues tenemos también en alto grado esta peculiatided: set los mas auda” ces y reflexionar ademés sobre lo que emprendemos; mientras que a los otros la ignorancia les da osadia, y la reflexién, demons, Seria justo, por el contrat, considerar como los de énimo mas esforzado a aquéllos {que mejor conocen las cosas teribles y las agradables, y que n0 por cello rehuyen los peligros. Y en cuanto a nobleza de conducts, diferimos de la mayoria en que no adquirimos amigos recibiendo beneficos, sino ._hciéndotos; pues el que ha hecho el favor esté en situacién més firme ps mantenelo vivo por Is amitad qu le debe aud» quien se lo izo, mientras que el que lo debe tiene menos garantia, ya que sabe {que ha de devolver el buen comporsamiento no como haciendo un bene- ficio, sino como pagendo una deude. Y somos los inicos que sin poner reparns hacemos benaficios no tanto por edleulo de la conveniencia como por la confianza que dala libertad. 41. En tesumen, afirmo que la ciudad entera es la escuela de Gre- cia, y creo que cuelquier ateniense puede fograr una personalidad com: pleta en los mas distintos aspectos y dotuda de la mayor flexibilidad, ‘yal mismo tiempo el encanto personal. ¥ que esto no es una exageracién tetécca, sino la realidad, lo demuestra el poderio mismo de le ciudad, que hemos adquitido con este cardctes; pues es Atenas la Gnica de las iudades de hoy que va ala prucba con un poderio superior a la fara ‘que tiene, y la Gnica que ni despierta en el enemigo que Ia ataca una indignecién producida por Ia manera de ser de le ciudad que le causa datios, ni provoca en los sblitos el reproche de que no son gobernados por hombres dignos de ello. Y como hacemos gala con pruebas decisivas de una fuerza que no carece de testigos, seremos admirados por los hhombres de hoy y del tiempo venidero sin necesitar para nada como ppanegerista a Homero ni a ningin otro que con sus epopeyas produzcs placer de momento, pero cuya exposicion de los hechos desmienta la verdad, sino teniendo suficiente con obligar a todos los maces y tierras ser accesibles 1 nuestra audacia, y con fundar en todas partes tes- timonios inmortales de nuestras desgracias y vencuras”. Fué por una 35. Las colonin y crocus, a veces de mal xt, 92 HISTOR DE LA GUERRA DEL, PELOPONESO ciudad asf por la que murieron éstos, considerando justo, con toda noble- ‘a, gue no les fuera arrebatada, y por In que todos los que quedamos ces natural que queramos suftir penalidades 42. Por estas razones me he extendido en lo relativo « la ciudad, rmostrdndoos que no hichamos por una cosa igual noxotros y los que no poseen a su vez nada de esto, y demostrando con pracbas la verdad del elogio de aguéllos en cayo honor hablo chore. He expuesto ya la pparte més importante de él; pues mis encomios en honor de la ciudad son aquellos de los cuales la han hecho digna los méritos de éstos y de otros hombres semejantes, y no hay muchos griegos cuyo elogio, como el de éstos, sea proporcionado @ sus hechos. Y me parece que el fin que estos soldados han tenido demuestra el mérito de un hombre como primer indicio y como confirmacién final. Poes, en efecto, a Jos que son inferiores en las demés cosas, es justo que se les tenga en cuenta lo primero el valor guerrero en defense de la patra, ya que oscureciendo Jo malo con lo bueno fueron més stiles en beneficio piblico de lo que pperjudicaron como particulates. Ninguno de éstes flaqueé poniendo delante el goce de le riqueza que le estaba reservado, nirctard6 el peligro ppor Ia esperanza de su pobreza de que podria enriquecerse todavia si ‘quedaba indemne, sino que considerando mas deseable que estas cosas el castigo def enemigo, y juzgando ademés que éste era el més hermoso de los peigros, decidicron, atricseandose a el, castigar al enemigo y pri varse de aquellos bienes, confiando s la esperanza la incertidumbre del Gxito, y atreviéndose, en cambio, al obra, a confiar en si mismos para To que ya estaba ante sus ojos. Consideraron, pues, en el trance mismo dela lucha, que se debia suftir la muerte antes que salvarse huyendo, y evitaron una fama vergonzosa, sostuvieron la lucha al precio de la vida, ¥en un breve instante de azar, en Ja culminacién de su gloria y no de su miedo, murieron. 43, Tales fueron éstos, como eta digno de la ciudad; y es necesario aque los demés deseen tener ante el enemigo una decisién més firme no se contenten con tenerla menos audaz, no limitindoos a considerar su utilidad a través de un discurso; la cual se podria exponer largamente ante vosotros —-que la conoctis igual de bien—, com sblo explicar las ventajas que hay en defenderse del enemigo; par el contrario, debéis aadquiri esa firme decisién contemplando cada dia el poderio de la ciudad yhaciéndoos amanies de él, y pensando cuando os perezca que es grande, ‘gue lo fundaron unos hombres audaces, conocedores del deber y que obraban con honor, los cuales, cuando fracasaban en algiin intento, no se crefan autorizades a privar « le ciudad de sv valor, sino que la entre- gaban el més bello tributo; pues dando sus vidas por el interés comtin, recibfan para s{ mismos una slabanza inmortal y més gloriosa turaba’ 8 ructbies rno tanto el lagar en que yacen, como aquella otra en que queda a per- pethided su gloria, hechainmoral en el corazin de todos los hombres en ef momento de Ja palabra o de la acci6n. Pues la tia entera es ln rumba de los hombres iustres y no esta indicada tan s6lo por la ins- cripcién de las columnas sepulcrales en el pais propio, sino que aun en cl extrafio vive en cada hombre un recuerdo no escrito grabado mis en el corazén que en algo material. Emuladlos, pues, y pensando que su libertad es su felicidad y su valor su libertad, no og angustiis en ‘exceso por los peligros de Ja guerra, pues no son los infortunados, que no tienen esperanza de ventura, quienes deben con més raz6n ser libe- rales de su vida, sino aquellos cuya vide esta expueste ain al peligro del cambio en sentido contrario y para quienes mayor es la diferencia sisuften un fracaso, Porque pere el hombre con dignicad es més doloroso el dafio sufrido por cobardia que la muerte sin suftimiento que viene cen medio de la plenitud del vigor fisico y de la esperanza comin. 44. Por ello no os compadezto ahora a vosotros sus padres, cuantos ests presentes, sino que intentaré consolaros; pues eriados en medio de toda clase de adversidades sabéis que le buena fortuna pertenece alos que reciben, como éstos ahora, la muerte més hermosa, al tiempo ‘que vosotros recibfs el dolor, y a aquiéllos para quienes el destino dispuso {que obsavierin la felicidad y Inego la muerte. Sé que es cose dificil el pessuadiros de ello, ya que mil veces tendréis ocasin en las venturas de fos otros para recordarles, puesto que también vosotros en otro tiempo 08 gloriabais de ellos; pues el dolor no surge por las cosas agradables ‘de que sno es privado sin haberlas probado, sino por aquello que le e arrebatado evando estaba acostumbrado a ello. Sin embargo, debéis ‘mostrar valor ante la esperanza de otros hijos, los que atin tenéis edad para engendrarlos; pues los que nazcan serén para algunos un consuelo por los ya muertos, y ademis esto seré ttl a [a ciudad por dos lacos, porque no se despoblari y por la seguridad de que serén cause; pues no es posible que fomen una resolucion equitativa y justa los que no corren el peligro arriesgando sus hijos como los dems. ¥ los que habéis traspuesto la juventud, pensad que Is parte de vuestra vida en que fuisteis, felices es vuestra mayor ganancia, y que esta otra seré breve, y consolaos on Ia gloria de wuestros hijos. Porque of deseo de honores es la tnica cosa que no envejece, y en la parte induil de la vide no es el lucrarse Jo que més gusta, como algunos dicen, sino el reetbir honoces. 45, Por otra parte, preveo una dura lacha para los hijos o hermanos de los muertos que me ofs; pues todos suelen alabar al muerto, y apenas si con un exceso de mérito podtiais ser considerados no digo ya iauales, sino ligeramente inferioes a ellos. Porque los vivos estén sujetos « la nvidia de sos enemigos, mientras que lo que no estorbs es honrado 94 » HISTORIA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO ‘con una benevolencia que carece de rivalidad, ¥ si debo hacer también ‘una mencién de fa vireud de las mujeres que desde ahora quedarén viu- ds, con una breve indicacion lo diré todo, Vuestra gran glia consistia en no ser inferiores a yuestea condicién natural, yen que entre los hom bres haya sobre vosotra las menores conversacfones posibles en buena o mala parte. ‘46. He dicho yo también, cumpliendo Ia ley, lo que era del caso, ‘y los que enterramos han recibido ya los honores funerarios; y por si part, la ciudad criaré a expensas publicas hasta lajuventud a sus hijs, bfreciendo una itil corona & los muertos y alos sobrevivientes de estos Juegos; y es que en la ciudad que propone mejores premios al valor ts donde hay mejores soldados. ¥ ahora, una vez que habéis hecho las Tamentacionesfonerras en honor cada. uno des fami, machaot sit 47. De esta forma se celebe6 el entierro en este inviemo; y pasado ‘dl mismo, acabé el primer afio de fa guerra del Peloponeso. Apenas comenzé la buena estaciSn, los peloponesios y sus aliedos invadieron al Atica con los dos tercios de sus tropas, al mando, igual que antes, de Arquidamo, rey de los lacedemonios; y haciendo alto se dedicaron 1 atzsar fa campifis. ¥ cuando no levaban atin muchos dias en el Atice, comenz6 por primeta vez a propagarse entre los atenienses la famosa tpidemia®?, que se dice que ya antes habla sobrevenido en muchos hige- Fes, por ejemplo en Lemnos y en otras partes, aunque una epidemia tan grande y un sniquilamiento de hombres como éste no se recordaba que hubiers tenido lugar en ningin sitio; pues al principio los médicos, por ignorancis, no tenfan éxito en la curacién, sino que precisamente ‘ellos moran en mayor niimero porque eran los que més se acereabar: 4 los enfermos, ni tampoco ningSn otro remedio humano; y fue inde suplicar en los teroplos y zecurir @ los onfculos y medios semejantes, 5, finalmente, as gentes desistieron de usaslos vencidas por el mal 48 Comenaé éste primeramente, segiin se dice, en Etiopia, que cestd al sur de Egipto, y luego baj6 a Egipto y Libia y'2 la mayor parte del imperio dle Rey, En Atenas surgié de repente, y donde primero atacd ala gente fué en el Peeo, hasta el punto que dijeron que los peloponesios |habian envenenado los pozos, pues todavie no habia all fuentes. Después llag6 ala ciudad del interior, y la mortandad fué ya mucho mayor. Acerca 36 La gn por a paria Son metres trades dees ones aos. 53t, Lnemated ge dnc equ Teter pce lentes con una epidemia pet, psblemen de forma pees, fo qo Deve» pena aida pope $e itent, den a empl y Unga de qe een pelle ons banles 3 lescnetctcn de nents. Dato may nest del comer de Suede en Pc, y go lar stn qo pedan lr sna do aoe So pscipel eet eo ropes da pone %

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