You are on page 1of 6
TA MARISABIDILIA. por D*. Piuar Pasccat pe Saxgvay. 1 emprender Ja descripcion del tipo que nos hemos propues- ~ to, no nos arredra el temor de disgustar & nuestras compa-. Heras, las que con mas 6 menos suerte han emprendido la * escubrosa carrera de Ja literatura, ni el de ver dibujarso una sonrisa burlona en Ios labios de los hombres. Las personas de juicio recto nos hacen justicia, y saben que la marisabiditla es & la mujer modesta 6 instruida lo que los pedantes 4 Jos hombres ilustrados, =” Siium escritor francés ha ridiculizado el ente de mi articulo bajo Ja denominacion de las Aujeres Stibias, otro de la misma wacionali dad, nada sospechoso por cierto, el ilustrado eseritor é insigne preledo monseiior Dupanloup, ha vuelto por Jos fueros de la mujer instruida en su precioso Libro Las mujeres sibias y las mujoves estudiosas. El ha probado que sin ser vana ni pretenciosa, se puede poseer un caudal de conocimientos tiles, mil veces mas valioso que el oro y las joyas, y aplicable en infinidad de casos desde el gobierno interior y el érden en los asuntos domésticos, hasta Ja intervencion en los negocios mas arduos del esposo, que a veces acude 4 LAS MUJERES RSPANOLAS, AMERICANAS ¥ LUSITAXAS £28 pedir un eonsejo 4 su compafiera, fiado en que la sutileza y finura del tastinto fe- menino Hega muchas veces 4 donde Hegur no pueden Ios edloulos del hombre. Que dejen eso del instinto para su porra, y concediéndonos wna razon tan per- fecta como la suya, que traten de ilustrarla con una educacion sélida, y & medi~ da que crezea el niimero de las mujeres estudiosas, ind siendo menor el de las ma- sisabidillas. Pero jsi invaden nuestro terreno! Si se ponen 4 eseritoras! dicen ellos. Que nos dejen en paz y si no quieren leer auestros eseritos que no los lean. Nosotras no escribimos para los hombres; porque los stbios no necesitan nuestros Hhumildes consejos, ni nada de cuanto pudiéramos decitles, y los ignorantes des defian nuestras obras. Ellos saben que no hay planta tan despreciable entre las que alfombran el verde prado que no tenga 6 una virtud medicinal 0 otro chjeto menos util, pero siempre interesante; que un grano de arena reunide con muchos millones puede formar parte del msterial de un magnifico edificio y que la natu- raleza entera esta compuesta de pequetios étomos. Si supieran esto ya no serian del todo ignorantes, y por ende no tendrian la soberbia de despreciar; sin conocerlas, las obras de 1a mujer, y exeminarian nues- tros libritos para ver si contenian algo bueno. La que estas lineas escribe se ditige alguna ver 4 las personas de su sexo per- suadida de que por escasa que sea su instruceion hallard por desgracia muchas que necesiten sus advertengias, y sobre todo eseribe para los nifios, para esas al mas virgenes y cdndidas, 4 quienes es necesario adoctrinar con la verdad en los labios y lafé en ef corazon.” ‘Humildemente pedimos se nos perdone tan enojosa y larga digresion, y entra mos on materia. No hemos inventado un euadro: hacemos un retrato, Hemos conocido 4 la marisabidilla, Se Hamaba Paquita, por mas sefias. ‘No era ni tan hermosa que, arrebatados los hombres al contemplar su belleza, le perdonaran su pedanteria; ni tan fea, que compadecidas las mujeres dejaran de sentir el peso de lo que muchas creian su superioridad, porque lo deplorable es que no pocas veees y por detorminadas personas, se confunden las pretensiones del ignorante con las aspiraciones del verdadero mérito. Paquita tenia mediana estatura, tez ligera y suavemente rosada, facciones regulares y correctas, pero que oftecian un conjunto vulgar; Ja boca un poco grande, los labios delgados, los dientes claros, ojos pardos, pequetios y animados; 824 LAS MUJERES ESPANOLAS pero no com esa luz profunda que revela el génio y el talento, Era, en fin, su mi- yada ila de algunas mujeres de mérite que hemos conocido, Io que es la luz de una antorcha reflejada en un espejo al brillante disco de la luna rielando en las movibles ondas del mar. Coronaba su frente, pequefia y deprimida, una abundante cabellera castaiia, peinada segua Ja ailtima moda, que seguia con bastante exageracion; es decir, qne enando se estilaba el peinado bajo, el suyo cain hasta media espalda; y euan- do, caido sobre Ja frente, sus ricitos descendian hasta el arrangue de la nariz. Paquita no era mal formada, y si bien su talle era algo grueso, en cambio tenia los piés y las manos pequeiios y bonitos. El traje estaba en armonia con el peinado, ¢¢ decir, arreglado al ultimo figurin; porque deeia, y tenia razon quelo cortés no quita 4 lo valiente, y que puede una mujer ser discreta é instruida, sin dejar de ser elegante. Era nuestra herofna hija unica de un militar de alta gradnacion, y desde su mas tierna infancia habia sido el encanto y la admiracion de los autores de sus. dias. Como no tenia mela indole, los mimos y la excesiva condescendencia de sus naturales edueadores, que en otros niitos fomentan iciosas inclinaciones, no die- ron en ella otro resultado que el de engréirla, haciéndole formar ventajosa idea, de si misma. ¢ iQué mucho que asi fuese, cuando a todas horas oia ponderar la precocidad de su talento, Ia fidelidad de su memoria, la agudeza de su ingenio y Ja oportu- * nidad de sus ocurrencias! E] pueblo, con el buen sentido que le caracterize, suele resumir en una bre— ye sentencia un pensamiento filosdfico 6 un heche que vé frecuentemente repeti- do, y que consigna en un adagio sin examinar la causa. El que no tiene mas que una. hija (suele decir), la mal casa é la mal aria, Y muchas veces suceden las dos cosas. La mala crianza, tan general, en Jos hijos inieos de uno 4 otro sexo, procede en nuestro concepto, de que no habiendo con quien comparar el pequetio sér que en el sono de Ja familia se desarrolla, cada uno de los movimientos naturales de su inteligencia sorprende 4 sus padres y educadores con el atractivo de una gra- ta novedad, y Ia oturtencia 6 la gracia infantil, que en las familias numerosas paga la madre con una sonrisa 6 con un beso, en Jas easas como la de Paquita se recibe con una explosion de gozo, se telata hasta la sociedad, se comenta con encomio, y le eriatura, que de fijo no esperaba tam ruidoso éxito, repite la frase 6 AMERICANAS Y LUSITANAS 825, Aiscurre otra semejante, con intencion de verse aplaudida, y asf es como se con- vierte en vana y orgullosa, Pagnita tenia Jo que se Mame vulgarmente una memoria feliz, que suplia en ella otras cualidades de que carecia; memoria mecdnica, que retenia los euentos, los versitos, las oraciones sin cuidarse mucho de su significado. Ingresé en el co- Jogio, aprendié & leer eon bastante facilidad, y 4 eseribir con una letrita mediana- mente legible y con algunas faltas de ortogratia, porque aunque sabia Tas reglas de memoria perfectamente, prescindia muchas veces de aplicarlas & la préctica. En el estudio de Ja geografia, de ls historia, ete., hizo lo mismo: nombres y mas nombres, fechas y mas fechas, todo quedaba con pocos repasos en la memo- rin de la nifia y eva ficlnente reproducido, como lo reproduce en smestros dias el fonégrafo, y como han hecho entonces, ahora y siempre los papaguayos. Paquita no adquitia ideas, pero en cambio se lucia en los eximenes; cosa que no hubiera sucedido si se hubiera invertido el érden de las preguntas, 6 se hubie- ra variado la forma de ellass Io que los profesores se guardaban muy bien de hacer, porque el lucimiento de la nifia era el suyo y su fracaso el fracaso do ellos; puesto que aunque habia muchas alurmnas que Ja aventajaban en talento, habia muy poca que cual ella xecitasen las leceiones al pié de la otra eon tanta gracia y sol- tura. ‘ TY los discursos de gracias! ;Quién como nuestra pequeiia heroina los apren- dia pronto y los devia con despejo, sin omitix una palabra ni olvidar ninguno de los estudiados ademanes, volviendo 4 tiempo sus ojuelos y acompaiiando sus fra- ses con el movimiento de sus pequefias manos? Si las compaiieras se permitian alguna vez decirle que todos sus triunfos eran debidos 4 la memoria inicamente, sin que el talento ni la aplicacion tavieran en ello ninguna parte; contestaba con altaneria, que las almas superiores eran siem- pre objeto.de la envidia de los que no podian competir con ellas, y que desprecia- ba y compadecia 4 los envidiosos. Con semejantes frases aprendidas de memoria en los libros, 6 con bachillerfas de su propia cosecha, respondia tambien 4 sus padres y maestros, cuando la reprendian por su poca aficion @ las labores, en las cuales, como en el dibujo yen la masice hizo escasisimos progresos; afirmaba que Dios la Hamaba por otros caminos, que si carecia de paciencia para manejar el lapiz y la aguja, como para otros ejercieios mecdnicos, su espiritu se remonta- ba como el dguila & la region serena de Ja oiencia y la literatura, desde Ja eval consideraba camo pigmeos a las mujeres empleadas en coser 6 remendar la ropa, 826 LAS MUJERES ESPAROLAS en torpes faenas domésticas, 6 en bajos quehaceres culinarios; y lo decia con tanta conviecion, y, sobre todo, con tanta gracia, que eva preciso creerla. Muris su padre, y Paquita solié del colegio, tanto porque la viudedad de su madre no permitia seguir pagando la pension, cuanto porque habia terminado la edueneion de li adoleseente, tal como ella la comprendia y como era capaz de ro- cibirla. Lamenté con sentidas freses, dignas de una elegia, Ia péndida del autor de sus dias, se despidié con un estudiado discurso de sus profesores y condisci~ pulas, y asogurd, que enamorada del estudio, no por abandonar el colegio dejaria de adornar su espfritu con multiples y yariados conocimientos, Y ley6 en efecto, leys muchisimo, que era a lo que ella Iamaba estudiar. Ley6 obras religiosas y obras filoséficas, novelas histricas y novelas de eostum— bres, algunas de dudosa moralidad; periddicos politicos, desde los mas reaceiona- rios hasta los de mas subido color democratico y revistas literarias, en las que aprendié infinidad de letrillas, romanees y sonetos. Su madre respetaba aquella mania literaria. y mientras la jéven devoraba li- ‘bros y periddicos, ella zurcia la ropa de la colada y ayudaba 4 limpiar y arreglar Jas habitaciones; se comia a gusto de la cocinera, é quien Paquita dirigia de cuando en cuando un discurso acerca de las excelencias del érden, el aseo y la economia domestica; la madre la escuchaba encantada, pero la fimula, que no entendia la mayor parte de aquellos preceptos, los ofa como quien oye lover, bien persuadida de que despues de pronunciar tan bonitas palabras, la seffcrite no entraria 4 ver silos ermarios estabon limpios 6 sucios, sila vajilla de cobre estaba 6 no oxidaday 6 si hacia mas comida que la necésaria, desperdiciando ol resto, y se perdian los mendrugos de pan én los rincones de Ja cocina. Paquita tenia modista y costurera, lo cual no permitia 4 la viuda hacer nin- gun ahorro, los Yestidos de madre ¢ hija eran modestos, pero en cambio los de esta tiltima ya hemos dicho que eran de moda y es preciso aiiadir que los Jevaba con bastante gracia. 4Qué importaba, empero, 4 la viuda y 4 la huérfana carecer de recursos para el porvenir? gQué valian las economtas que el trabajo de la marisabidilla pudie— ra proporcionarles, en cambio de la satisfaceion de su amor propio que de la in- cesante lectura reportaba? En las visitas, en las reuniones, en cualquier parte donde se juntaban unos cuantos amigos 6 conocidos, alli estaba Paquita en el uso de la palabra. $i su au- ditorio era femenino, deploraba la frivolidad de su conversacion, Jas exhortaba al AMBRICANAS Y LUSITANAS 827 qo eee estudio y se citaba 4 si misma como modelo de ilustracion; las mujeres de talen- te le compadectan, las mas ignorantes, ereyendo de buena fé que era sdbia, la envidiaban; la mayor parte tomaban 4 risa sus filipicas. Si hablaba con hombres, despues de asegurarles quo preferia su conversacion 4 1a de las mujeres, 4 causa de la supina ignorancia quo en ellas observaba; sol- taba la lengua, citaba nombres de eseritores nacionales y extranjeros, hablaba de historia, de eiencias, de artes, de viajes, de politica, de todo. A veces recitaba tambien poesias, con un tonillo que daba sueito, Los hombres instruidos se eneogian de hombres, los bromistas la rodeaban para pasar un rato divertido, no faltaba algun tonto quela aplandiera, Nadie la amabe. Si escribia sobre ol asunto mas sencillo sus términos eran rebuseados, ‘sus conceptos hinchados y exagerada la expresion de sus sentimientos, La pobre Paguita veia con amargura que sus amigas y perientas, ignoranter ¥ todo, se iban casando; y ella, entre tantos admiradores, no tenia un- novio; y se decia 4 si misma, y 4 veces 4 los demas, que los hombres envidian 4 Jas mu- jeves de talento y aman d las tontas. Por fin, un empleado con catorce mil reales le ha dado su mano y su nombre, es feo y enclenque y tan ignorante que toma on sério cuanto dice su mujer y eree que de veras tiene talento; pero sus diseursos le marean 6 le hacen bostezar, segun el tong thas 6 menos vivo que en ellos emplea. La marisabidilla tiene, por fin, la dicha de éer madre. La suya y el esposo lo aconsejaban que eriase al nisio; pero ella, despues de asegurar que la leche de Ia wadre era al mejor alimento para el recien nacido, citando en apoyo de su asoxto varias notabilidades facultativas, doploré, con sentido acento y ampuloso lengua Je, qne sus ocupaciones y el mal estado de su salud no le peimitiesen cumpliz con este grato deber, y entregé el niffo a la nodriza 4 la que espeté un elocuente discurso sobre la higiene de Ja infancia, que la buena mujer comprendié como si se lo hubiera dicho en griego. Nuestra heroina sigue entendiendo de todo menos de eumplir con sus dcberes, metiendo la cuchara en todo, menos en las cosas de su casas su madre y su mari- do van perdiendo inuchas ilusiones y preferirian habérselas con wna mujer menos sabia y mejor ama de gobierno; y en cuanto al pobre nifo, que vive endeble y enfermizo, 1éjos del paterno hogar y privado de Las carfeias maternales, compron= deria, si tuviese uso de razon, que una madre de familia marisabidilla es una yerdadera calamidad.

You might also like