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. Corazin ~ eset e eset Ro ~~ a . , Yolanda C. Martinez ee CORAZON LADINO Yolanda C. Martinez NOTA A LA PRIMERA EDICION La novela salvadorefia da un nuevo paso con esta obra de Yolanda C. Martinez *). Sin formalismos académicos y sin propositos deliberados de mantener en los lectores/una; actitud de suspeuso, CORAZON LADINO es wna novela que ha dado un salto de lo vernacular campesino a la problemética urbana. La vida del personaje central de la obra, Leonor Palacios, transcurre en tres puntos geogréficos bien definidos: San Cristébal de Atitlin, Repiiblica de Guatemala, su tierra natal; Albany, N. Y., Estados Unidos de América, y la ciudad de Guatemala, capital del hermano pais. También los otros -protagonistas se suueven en tres planos espirituales distintos, basados en cuestioies de raza y de cultura, Leonor Palacios, es amma mestiza. Su padre es un criollo, hijo de espafioles. Su madre una india de San Cristébal. El que llega mds tarde a ser st esposo, es un norteamericano de Albany, blanco, como sit padre. La autora sabe combinar con bastante acierto los ingredientes humanos del relato. La personalidad de cada uno de los protago- nistas es presentada con caracteres de indiscutible realisio. Don Francisco Palacios, el padre de Leonor, no permitié que su esposa amamantara @ sus hijos porque “se le iban a deformar los senos”. Y se le oia decir en tono sentencioso: “El mundo es de los hombres"... “La mujer viene al mundo pare dar y para sufrir”. La senora de Palacios es india “hija de indios". Tiene la con viecién de que “todo lo que dice y hace su esposo es lo que de beria decirse y hacerse”. Leonor Palacios es mestiza. Cuando rtia, el padre la lamaba siempre “para reprenderla”... Su madre se ‘limitaba a ser bella’. Jamés la acariciaba... Jamds la tomd en sus brazos... Nunca la bess... Nunca le permitié vestir como los Iadinos. Pedro Palacios, hermano de Leonor, munca tvo para elfa “uaa frase amable”. Siendo estudiante universitario, la vejé ho- rriblemente al saber de su amistad con Andrew Hess, el antrojs logo norteamericano con quien Leonor se casé mds tarde. Pedro habia devenido antiyanki. Andrew Hess, antropélogo norteamericano, considera a Leo- nor Palacios, su esposa, “algo mejor” que “un objeto indigena” para st coleccién. Eleine Hess, la suegra de Leonor, no parece “nna madre sino un sargento. Y asi actiia”. Estos son algunos elementos del ambiente humano que se respira en la novela. Todos, sin excepoidn, resultan sujetos del sicoandlisis, Yolanda C. Martinez muestra en CORAZON LADINO un profundo conocimiento de la sicologia humana. Y entrega en su obra una contribucién valiosa a la literatura centroamericana. Luis Aparicio “STUDIO PRELIMINAR DATOS BIOGRAFICOS Yolanda C. Martinez parece un pseudénimo, pero no lo es. El nombre completo de la escritora salvado- refia es Yolanda Consuegra Martinez. Vino al mundo en la ciudad de Zacatecoluea y fue en Abuachapan donde realizé sus estudios de primaria y secundari Luego, en San Salvador culinind la carrera dé Fra- bajo Social. Posteriormente completé estudios en la Universidad de Loyola, New Orleans: en Cleveland. en la Western Reserve University y en Denver Uni- versity, en Denver. Su carrera profesional se ha visto enriquecida con la asistencia a varios seminarios nacionales, en Gua- temala y Costa Rica. Ha viajado por México, Cen- troamerica y Estados Unidos, viajes que le han per- mitido conocer muchas culturas y muchas personas de distintos estratos sociales, lo cul le ha servido de base para algunos cuentos y novelas. Su experiencia como T.S. en la Procuraduria Ge- neral de Pobres, el Hospital Psiquidtrico y Hospital Rosales le ha brindado contacto con personas de con- diciones sociales y econémicas nity eriticas y con en- fermeras y médicos que también han sido fuentes valiosas para algunos temas. El ambiente familiar en que erecid ha sido deter- minante ‘para su cultivo de las letras. Sus padres le imceulearon el hdbito de la buena lectura, la cual se vio estimulada por su hermana mayor, quien fue su profesora de gramética y literatura en la secundaria; asi como por la nutrida biblioteca que sus padres te- nian. Alli pasaba sus vacaciones leyendo a Julio Ver- ne, Victor Hugo, Alejandro Dumas. Charles Dickens, Dostoiewsky y otros autores inolvidables. 7 OBRA Su produccion consta de obras publicadas y de obras inéditas. Entre su obra inédita esta la novela A LA ZAGA ¥ una coleccién de seis cuentos. Publicadas: SEIS CUENTOS, SUS FRIOS OJOS AZULES y CORAZON LADINO. Algunos cuentos fueron publicados en ACENTOS LITERARIOS AMERI- CANOS, revista de Washington. 10 Anilisis de la obra CORAZON LADINO AMBIENTE FISICO La obra centra su accién en un pueblecito de Gua- temala: San Cristdbal de Atitlan, donde la vida trans- curre con la quietud propiciada por su dmbito &eo- grijico, por sus pocos habitantes, por el tipo de vida semirrural: “...un pueblo de cuatrocientas casas, un pueblo tan triste como sus habitantes, jzmas ha dado un suicida’. Luego hay un trasplante de Leonor Palacios, la pbrotagonista, a Albany, Nueva York, donde su vida cambia tan radicalmente que llega al borde de a lo= cura. : Enseguida. el regreso a la ciudad de Guatemala donde recobr. su equilibrio emocional y encuentra, por fin, la felicidad. AMBITO CULTURAL El mestizaje y su desenvolverse entre blancos ¢ indios problematiza la novela. El mestizaje, esa nueva gran fuerza de los pueblos americanos, constituye el gran problema de la novela. Contrasta la vida de nuesiros pueblos: opaca, con el peso de la tradicion y la vida en las grandes cinda- des donde el progreso es més visible y ha dado tn poco de libertad social a las personas. Establece las grandes diferencias de raza, costum= bres y tradiciones exitre dos pueblos, Guatemala ¥ at Estados Unidos. Dentro de las familias, se vive con los patrones culturales propios de cada uno de ellos, Tnteresante es senalar, también, el injerto de la raza alemana en Guatemala, fendmeno social recogido en la novela. Dice la protagonista: “De ambos lugares tengo un recuerdo vago,(refiriéndose a Miami y Nueva York), los edificios altisimos... las calles atestadas de ve- hiculos. .. las inmensas multitudes... ambas ciudades me producian la impresién de monstruos dispuestos a devorarme”. AMBIENTE PSICOLOGICO Bajo una aparente quietud de vida Sana, pueble- rina, se desata la pasién que avasalla con fuerza arro- ladora a los protagonistas. Cada uno de los personajes tiene su propia confi- Suracion: Leonor, timida, con una vida espiritual muy intensa. Los sentimientos encontrados, sentidos en lo mits profundo de su ser y sin capacidad para exte- riorizarlos. Mutilada en su expresividad por Siglos de sSometimiento femenino ala virilidad del hombre, her- mano, esposo o padre; del hombre dueiio de baciendas y destinos. ‘ La mujer educada para la renuncia perpetua, en la renuncia cotidiang de sus gustos, deseos, entrete- nimientos, amistades y diversiones, Relegada a ser- vidumbre y con mulas berspectivas de liberacién, 12 Veamos, ante la pregunta de Leonor: “Maméd, gse alegra de que me case con él? 3Le parece bien?”, la respuesta de la madre: “Tu padre aprueba tu matri- monio con el doctor Hess. ¥ si él lo ha aceptado, también lo acepto yo”. Como vemos, la mujer carece de opinion propia, aun en las cosas mas importantes de la vida. En otra parte leemos: “Mi madre acepté ese ca- pricho como lo ha aceptado todo: mansamente, con la conviccién de que todo lo que hace y dice su es- poso es lo que deberia decirse y hacerse”. El mundo de la familia es el mismo de la ciudad y del pais. Ciretlos concéntricos que al fedacirse, oprimen y asfixian a sus habitantes. Hay una secreta admiracién por el blanco Gustaf. un amor platénico y una antipatia por su hermana Johanna, que representa todo lo que Leonor no puede ser. A lo largo de la obra, seré Leonor la que esta- blezca siempre las comparaciones raciales, sociales y personales. PEDRO, su hermano, sigue la tradicidn: es el hombre que puede hacer, decidir su destino, escoger la clase de vida y carrera en que realizarse. La ber- mana es siempre ignorada, subvalorada, recordada sélo cuando se la necesita como criada. Son profun- das y sin perspectivas de superacidn las posiciones familiares. 13 La protagonista se enorgullece de su condicion de mestiza pura: “Pedro y yo somtos mestizos, verdaderos mestizos. No hijos de mestizos, como los que Henan las calles de Guatemala. Pedro y yo somos hijos de un blanco y de una india, de un blanco que es hijo de blancos y de una india que es hija de indios”. Por otro lado, sentimos su inferioridad, manifestada en sus relaciones con sus primos medio alemanes, con su es- poso Andrews y con su suegra, norteamericanos. Po- dria decirse que toda manifestacidn, toda relacion humana, es sentida a través de la raza. Un dia, Andrews, recién legado a Guatemala, dice a Leonor: “Me interesa aprender el quiché, épuedes ensenirmelo, Leonor?” veamoy su-reaccion: “Me senti injuriada. Cémo se atrevia a tratarme asi? Se ereia con derecho por su sangre blanca y su titulo de doctor? Sélo mi familia me trataba en esa forma. Las deméas, la gente del pueblo, me Maniaba “sefiorita Palacios”. Todo el desenvolvimiento de la obra va a girar sobre este punto: “Nunca tuve amigas y jrmits me hicieron falta’. Luego llegar la lucha entre el rechazo y la acep- tacion del amor de Andrews. En su casa de Albany est¢ FLORENCE, “una negra de mediana edad, alta y gruesa”. Pronto, una corriente de simpatia las unird: “Junto a Florence mi melancolia y mi frio desaparectan en seguida’. No- tese que pertenece a otra raza tradicionalmente miar- ginada y reducida a servidumbre. 14 En las relaciones con el esposo, “ser arisca. Ser hosca. Ser antipatica. Esa era mi venganza’”. El antropélogo, Andrews Hess, ve normal que Leonor vista los distintos trajes tipicos de Guatemala. Tejidos mmty ricos en el color y el dibujo; bordados artisticamente con seda, constituyen vestidos elegan- tes para llevar en fiestas y recepciones. Las indias de Guatemala los llevan todo el tiempo, pues es su ves- timenta tradicional. Cuando Leonor manifiesta su enojo porque Ja obligan a levarlos en Estados Unidos, dice Andrews: “No sé por qué te enoja vestir esa ropa. He visto nuichas mutjeres japonesas ¢ hindties que llevan sus trajes nacionales a todas partes, con naturalidad y or- gullo”. “;Son sus propios vestidos! -respondt quitin- dome el collar de plata. Pero yo no soy india. Bajo esta ropa y bajo esta piel soy una mestiza. Me siento incomoda, disfrazada, llevando esa ropa que no es mia”. Sin embargo, en San Cristobal de Atitlin siem- pre las uso. En cierta ocasion, Leonor busca proteccién en si esposo. Siente miedo ante la presencia de um negro que ha visto en los muelles y que la ha seguido hasta su casa. Andrews dice: “;Por qué te afliges?- me pre- gunto sin levantar los ojos del libro que leia. Sélo las mujeres blancas se mueren cuando las toca un negro”. ANDRES HESS Caracterizado por su afan cien- tifico, es el hombre paciente, ecudnime; cualquiera pensaria que es indeferente al amor. De eran cultura, 15 | viaja, hace wna vida intelectual intensa. Escribe obras sabre las culturas indigenas y sus manifestaciones como la mitisica, las artesanias, la lengua. Su gusto y su estudio por estas creaciones nos hacen suponer gue bajo su exterior frio hay una sen- sibilidad exquisita. En el pueblo de San Cristobal de Atitlin nunca se ha registrado un suicidio. Esto habla de la salud metal de sus habitantes. Varias veces se insiste en este hecho y sin embargo, la protagonista, al estilo shakespeareano, busca en la muerte la solucién a su coujlicto personal, Bajo fuerte descontrol emocional se meterd en el rio: “cuando mis pies tocaron el-agua helada un targo escalofrio me recorrié la espalda. Pero el corazon se me paralizd. Yano se movia. Yano me dolia. Segui caminando ... lentamente .. . torpemen- te... hasta que el agua me llegd al pecho. ¥ al sentir el cuerpo rigido, cerré los ojos”. EL parrafo final nos conducira al triunfo del amor. Han sido superadas las diferencias raciales y cultu- rales. Ese lazo que une indisolublemente alas personas, es capaz de hacer desaparecer las barreras de idioma, color de piel y forma de ojos. Dice Leonor: “he ven- cido asu madre y a su amante. Pero el triunfo no me ha cambiado el rostro. Sigue siendo el rostro de nti madre: sereno, dulcemente melancdlico y levemente altivo”. La resistencia pasiva también es un arma po- derosa. Rosa Serrano pr Lopez. 16 CAPITULO I : jQué lentas pasan las horas cuando soy desdichada! {Qué perezosa y languida mujer se me antoja el dia! Como un collar de cuentas infinitas que jamés acaban de desgranarse. La noche nunca llega, pero cuando las sombras preludian su venida, me aterra pensar en esas ocho, nueve o diez horas que tendré que pasar en la oscuridad... sola... sin més compafiia que mis recuerdos y mis temores. Entonces, angustiada e impaciente, velo para esperar Ja llega- da del alba, pensando tontamente que la luz del sol me traerd de nuevo el deseo de vivir. Y asi pasan los dias, sin que Ja ansiedad me abandone un momento, el tiempo que necesito para rehacer mis nervios des- trozados. En la pared de enfrente, encima de Ja cémoda, est colgado 17 un espejo, un buen espejo de marco blanco que es el primer ob- jeto que recibe Ja Iuz cuando el sol entra en ii cuarto. El espejo me atrae, me llama, pero evito acercarme. Sé cual es la imagen que reflejard, el mismo rostro que tienen todos los pacientes de la clinica: hinchados, abotagados, bestiales. iNo quiero ver mi tos- tro! No quiero ver en lo que me han convertido dieciocho meses de matrimonio con Andrew. Lo odiarfa. Si, lo odiarfa, Y no quiero ediarlo porque eso, la aversion, deformaria més mi cara. Prefiero seguir pensando que mi rostro es una copia fiel del de mi madre. Eso me hace sentirme mejor. Yo creo que nadie, con un tostro hinchado por las drogas, puede sentir el deseo de vivir. Cuando se tiene conciencia de un rostro bestial, uno se odia asi mismo. Y odia a los dems porque adivina Ja repugnancia que despierta. E Creo que ese temor, llegar a tener Ja misma expresign esttipida de los pacientes de la clinica me ha hecho rechazar las drogas. | Unas simples gotas... unas simples pastillas... me darian noches tranquilas, de teposo, de sueno. Pero, cual es el cambio? ¢Una cara en Ja que cuesta reconocer un ser humano? Sin embargo, los primeros dias las acepté sin el menor inten- to de rebeldia. jNecesitaba tanto dormir. . | Olvidar, aunque fue- ¥a por unas pocas horas, la sittacién humillante en que he cafdo. Pero al cabo de dos semanas, cuando me permitieron salir del _ cuarto y vi a los otros pacientes, me rebelé por primera vez desde _ hace mucho tiempo. No quise que los médicos, con el pretexto de darme noches tranquilas, me convirtieran en eso: un muneco torpe que mira estipidamente. . . que sonrie estépidamente. . . que habla estapidamente. ss Debo conservar mi Tosizo, esta cara que no es sélo mia, sino de mi'madie y de mi raza. iRazal Mientras mis ojos miran brillar el sol, este tibio sol de primavera, sobre la hierba fresca, pienso en las palabras de Andrew. “La raza es un mito... un mito mo- 18 kb demo. Un falso concepto que sélo existe en las mentes intoxicadas por las teorias revolucionarias de Darwin” Me gustaria saber cudntos kilémetros me se momento de Andrew. ¢Gien? ¢Mil? ” Y en sus ojos azules se lela facilmente el temor de herir e] orgullo de Jos indios. Caminaba a mi lado en silencio, sin hacerme preguntas ni observaciones. Su silencio me incomodaba, pero nunca hice ¢] a ee & 5. g z. a s = 5 E Ss & E Z z Hi 8 Qa. z & A : B. E mis preguntas o comentarios. Y preferi callac”. Este era Kevin El menos simpatico de los tres éra Andrew Hess. ;Pobre Andrew Hess! Nadie Parecfa simpatizar con él. Ni mi padre, ni los hombres, ni Jas mujeres, ni los nifios, ni Jacinto Castillo, Atin ignoro el motiyo. Andrew no era pedante, nj altanero, ni brusco, ~ ni burlén. Pero habia algo en sus ojos verdes y en su boca de labios delgados que despertaba recelo, I Miento al decir que nadie parecia simpatizar con él. Elvira Vega no ocultaba su interés por el doctor Hess. Pero Andrew parecia molesto por el interés de ella, Yo Io comprendia bien. No es halagador para un hombre el interés de una mujer vieja y fea. Hacia las preguntas con tono seco, sin sonrefr nunca, Miraba ala gente de San Cristébal como miraban iis ojos la coleccién de conchas y caracoles que los Koberg tenfan en Ja sala de su casa. Su enorme deseo de conocer la historia de] pueblo lo volyiz = 50 impertinente. Desde que saliamos de mi casa hasta que volvia- mos, me fastidiaba con su inmensa curiosidad. Parecfa un nifio. . . un nino como Nicolds, que desean tener respuesta para todo. Y siempre proponicndo cosas inconcebibles para la mente de los indios. Que Jos nitios sirvieran de “intéxpretes”. Que las mu- jeres participaran cn Ja conversacién. Que las entrevistas se hicie- ran en el patio. Fue necesario aclararle que los indios no acostumbran que las mujeres y los nifios intervengan en las conversaciones de los hombres. Le hablé también de su descortesia al rehusar entrar en la casa y al decir que preferia el patio porque alli habia mas luz y menos calor. Sus casas eran Cuartos con paredes de “adobes” y piso de tierra, sin ventanas y sin sillas; pero esa era su casa y ser invitado ‘a entrar en ella significaba un honor... una sefial de confianza. ene El escuchaba con atencién mis aclaraciones, sin parccer molesto. Me era fécil disculparlo porque sabia que lo hacia por ignorancia y no por deseo de ofender. Pero los indios no Jo sabian y eso era lo que yo trataba de hacerle entender. Desde el primer dia que lo acompaiié a Jas casas del pueblo, me traté con familiaridad. Y esa fue otra de las razones que motivaron mi enojo. —Mc interesa aprender el quiché —me dijo apenas habiamos salido de mi casa—. ¢Puedes cnsefiérmelo, Leonor? Me senti injuriada. ¢Cémo se atrevia a tratarme asi? ¢Se creia con ese derecho por su sangre blanca y su titulo de doctor? Séle mi familia me trataba en esa forma. Los demas, la gente del pueblo, me Ilamaba “sefiorita Palacios”. Pero él no advirtié mi enojo porque siguié hablando en el mismo tono. —Cuando estuve en Yucatan aprendi el dialecto local. ¢Cono- ces Ja leyenda de la princesa Sac-Nicté? Significa... Blanca Flor. 51 A las seis, cuando volvimos a mi casa, me detuve junto a la cerca y dije con rostro adusto: =No se moleste en entrar. Son las seis y tiene que regresar a Panajachel, —Bien. El viernes a las dos vendré a Tecogerte. Me volvé bruscamente para entrar en Ia casa, pero él me Jo impidié al poner una mano en el cerrojo. —No has respondido a la pregunta que te hice hace cuatro horas. ¢Puedes ensefiarme el quiché, Leonor? —No tengo tiempo. Adiés. —Adiés, Leonor. Cémo se dice adids en quiché? —Chabee-chic —respondi secamente. ~Vendré el viernes a las dos. Chabec-chic, Leonor. Solté el cerrojo y subié, serio y tieso, al automévil veyde gue habia estacionado junto a la cerca, i Entré en Ia casa con el Cuerpo tembloroso por la rabia y pasé junto a mi padre, que fumaba tranquilamente en el corredor, sin saludarlo. —Buenas tardes, Leonor, Qué te ha pasado? —Nada —repuse ocultando la cara y dirigiéndome a mi cuarto, — ¢No sabe - acaso que los Jazos familiares, entre los indios de San Cristobal, | son muy fuertes> 5 —Lo sé. Ya lo he notado. > —Entonces no se lo diga. La ofenderé. iPedirle que se separe de su hijo. . .! Qué le quedar4 entonces? Habfames Iegado a casa y lo invité a entrar. Mi madre esta- ba en el corredor. No vi seal de disgusto en su rostro y me tran- quilicé. Andrew se acosté en la hamaca del patio y alli, meciéndo- Se, estuvo hasta la hora del almuerzo. Mientras mi madre terminaba de preparar la comida, puse Ia mesa. Saqué todo lo mejor, el mantel de hilo. - + los platos de por- celana. .. los cubiertos de Plata... los vasos de cristal. z sin que mi madre me Jo Pidiera, cubri las baldo. - Después, sas del corredor 68 y del patio con frescas ramas de pino. Sentf el impulso de echar sobre la cabeza de Andrew las tiltimas ramitas que quedaban en el fondo del canasto, pero me detuvo esta pregunta: ¢ Andrew, sin demostrar Pena ni enojo por la conducta de Pe- dro, se incorporé 4gilmente —No me gustarla causar dificultades en tu familia. Me temo que tu hermano no sienta ninguna simpatia hacia mi... —|No me importa! —lo interrumpi desafiante—. {No me im- porta lo que dl piensa o dice, siente o hace! Gallé. La procesién salfa en ese momento y nos detuyimos en una esquina de Ja plaza para verla pasar. El cortejo, mientras re- picaban todas Jas campanas de la iglesia, bajé las gradas del atrio. Permanecimos en el mismo sitio hasta que pasé todo el cortejo, el sacerdote... el alcalde... los consejeros... los “principales”... el “mayordomo”.. .. los portaestandartes. . . Ja vieja imagen de San Cristébal cargada por cuatro indios fuertes... la “cofradia”. .. los musicos... las mujeres y los nifios. La procesién inicié su lento y silencioso desfile. Andrew y yo, sin decir palabra, nos unimos a ella. Al pasar frente a Ja escuela distinguimos a los Frick y a Kevin, yestido con una camisa verde de algodén y unos pantalones grises. En muchas ocasiones Andrew se habia referido a Ja manera de vestir de su amigo. —Los Kevin Hamilton son los que hacen creer a Ja gente que los norteamericanos son los hombres peor vestidos del mundo. El doctor Frick sonrefa, daba una chupada a su pipa y decfa. —Eso es verdad. Kevin Hamilton viste mal; pero tiene un gran corazén. .. Es incapaz de causar, conscientemente, el menor dao. La procesién avanzaba lentamente por las calles principales de San Cristébal. Al pasar por la casa de] mayodormo de la fiesta, los musicos comenzaron a tocar sus instrumentos, tambores y flautas cuya mi sica monétona y melancélica, me hizo estremecer. El lamento de timbales y chirimias hallaba eco en mi pecho. Emocionada, con los ojos llenos de lagrimas, abandoné Ja procesion y me alejé presurosa. Y dos cuadras més all4, al Megar a una calle solitaria, me eché a Jorar junto a una cerca cubierta de claveles. ak — Qué te pasa, Leono; donaste Ja procesién? Sentf junto a mf Ia voz ansiosa de Andrew. ~iEs esa misical —sollocé_. iMe hace sentirme triste. . + des- dichada! —Desdichada? Crej que en San Cristébal no habsa gente des- dichada. La historia del pueblo no tegistra suicidios. Pero si Ja gente no es permanente y totalmente feliz... ga qué se debe el fenédmeno? ?

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