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“SIMON PEDRO, ‘EL PRIMERO ENTRE LOS. ‘APOSTOLES Rafael Aguire Monasterio En todas las listas de los apéstoles que encontramos en el Nuevo Testamento el primero es siempre Simon Pedro. Pedro es también el mds citado en los evange- lios, el mds cercano a Jests y el que hace normalmente de portavoz del grupo. Su memoria se mantuvo muy viva en las comunidades cristianas, por muy diferentes que fueran entre st. En nuestros dias, sin embargo, su memoria y su tradicion se han convertido en manzana de discordia. Se la veivindica como ministerio de unidad, probable- mente muy de acuerdo con lo que fue el Pedro de la historia, pero de hecho es causa de discrepancias entre los cristia- nos y obstéculo para la unidad. En este articulo se presentan los prime- vos pasos de la tradicién petrina, que nos llevan al corazén de la Iglesia pri- mitiva, que nos recuerdan posibilidades olvidadas y que tal vez puedan servir- nos para eliminar dificultades que la historia posterior ha ido creando. Pag. 13 1, 81 Simén Pedro de la historia 4) Durante el ministeria de Jess Los evangelios y las cartas del NT tienen una orienta- ci6n profundamente teolégica, pero nos permiten, in- terpretados con las debidas cautelas, descubrir una serie de rasgos histéricos de Pedro, que se pueden oftecer con un grado alco de probabilidad. Sim6n Pedro es uno de los primeros seguidores de Jesiis. Oriundo de Betsaida (Ja 1,44), se habia traslada- ‘do a vivir a Cafarnatin, una localidad mejor para la pesca, actividad a la que se dedicaba. Tuvo un papel descollante entre los discipulos de Jestis, pertenecié e su circulo més {ntimo, fue testigo de experiencias privile- giadas del Maestro y formé parte del grupo de “los Doce”. Su nombre era Simén y Jestis fe puso el sobre- nombre de “piedra” (efas en arameo, perros en griego) por alguna razén concreta que no nos ¢s posible saber con certeza, Es notable que, en el grupo de los Doce, 2 quienes tienen el mismo nombre se les distinga con un sobrenombre (Simén Pedro y Sim6n el Celoso; Santiago Boanerges y Santiago el de Alfeo). La interprecacién que del sobrenombre da Mateo en 16,18 (piedsa sobre la que se edifica la comunidad) es muy discutible que se remonte a Jestis Sin duda, los discipulos siguieron a Jesiis porque su persona y la predicacién del Reino de Dios suscitaron enormes esperanzas en ellos. Hay un momento clave, en el que Simén, como portavoz del grupo, confiesa a Jestis como el Mesias (Mc 8,29 y patalelos; Jn 6,69). Sin em- argo, se pone de manifiesco que ellos estén pensando en el Mesfas segtin las categorfas judias convencionales, que Jestis rechaza tajantemente, Con toda probabilidad, hubo un proceso en la comprensién que Jestis cavo de su misién, @ medida que crecfa la oposicién de las auto- ridades y se hacfa més plausible su fracaso hist6rico, Pag. 14 que los discfpulos no acepraron en absoluto. Las cosas estin contadas de una forma muy ceologizada en los evangelios, pero el intento de Pedro de apartat a Jests del camino que Ilevaba a la cruz tiene con toda probabi- lidad un fondo histérico. Se entiende asf que Simén Pedro y los demés disefpulos dejasen solo a Jestis en el momento de su detencién. Dificilmente puede ser invencién comunitaria el que Pedro negase haber sido discfpulo de Jests. b) Simén Pedro en la primitiva comunidad cristiana La cradici6n oficial afirma que el Resucitado se apareci6 a Simén Pedro en primer lugar (1 Cor 15,5; Mc 16,7; Lc 24,34), con mucha probabilidad sobreponiéndose a orra tradicién més antigua que hacia de Jas mujeres las primeras testigos de la resurreccién, Sin duda, Simén Pedro tuvo un papel destacado en el reagrupamiento de los discfpulos eras la crucifixién. Se erigié en lider del grupo. Su experiencia del Sefior Resucicado, inseparable de su vinculaci6n hist6rica a Jestis, fue decisiva para que el grupo confesase a Jestis como Sefior Resucitado y obtuviese una nueva com- prensién de sf mismo. Responde a la realidad histérica el protagonismo que los primeros capitulos de los Hechos de los Apéstoles atribuyen a Pedro en la primi~ tiva comunidad cristiana de Jerusalén. Es su portavoz ante el pueblo y ante las autoridades (2,14; 3,12; 4,8); tiene poderes carisméticos (3,1-9) y disciplinares en el seno de la comunidad (5,1-10). La consideracién espe- cial de que gozaba Pedro en la comunidad de Jerusalén se ve en el hecho de que Pablo se entrevistase ante todo con él cuando visits la ciudad tres afios después de su conversién, aunque también se vio con Santiago, el her mano del Sefior (Gal 1,18-19). Pedro, sin embargo, no se quedé en Jetusalén, sino que dejé Ja ciudad paca llevar a cabo una tarea misione- ra, Segtin los Hechos de los Apéstoles, recorrié la zona costera de Palestina, que estaba muy helenizada donde. los judios eran muy minoricarios (9,32-3: 10.1-11,18). En 1 Cor Pablo habla de los desplaza mientos misioneros de Pedro acompafiado de su mujer (1 Cor 9,5), y de la exiscencia en Corinto de un grupo que se sentia especialmente vinculado con él (los que dicen "yo soy de Cefas") parece deducirse su paso por esta ciudad griega (1 Cor 1,12). Cuando Pedro abandona Jerusalén, Santiago, el herma- no del Seffor, se convierte en Lider de la comunidad de esta ciudad, ¢Cémo se explica esto? Sin duda, influyé su parentesco con Jestis, pero también el ser un judio de estricta observancia. ¥ es que el nacionalismo judfo co- nocié un auge notable en torno al afio 40 y la comuni- dad cristiana de Jerusalén se acompasé a esta situacién De hecho, en el Concilio de Jerusalén, Santiago es cita- do en primer lugar entre los Iideres judeocristianos (Gal 2,9) y su opinién resulté decisiva para zanjar el problema (Hich 15,13-21). El famoso conflicto que sostuvieron en Antioqufa Pedro y Pablo pone de relieve que Pedro era un judeo- ccistiano fiel, pero mas abierco que Santiago. Parece qué sostuvo una acticud intermedia y de equilibrio encte los judeoctistianos de Jerusalén y los paganoctis- tianos paulinos. Asi se explica que, al principio, com- partiese la mesa sin problemas con los paganocristianos de Antioquia, pero que, cuando Ilegaron algunos parti- darios de Santiago, modificase su postura, cosa que Pablo no acepté de ninguna manera (Gal 2,11-14). Lo més probable es que se legase a una solucién interme- inspirada por Pedro: los paganocristianos mancen- drian su libertad, pero debian aceptar algunas limitaciones (Hich 15,19-20.28-29) para no herir la sensibilidad de los judeocristianos y hacer asf posible compartir la mesa entre ambos sectores. ©) Martirio de Pedro en Roma La presencia de Pedro en Roma y su martirio en esta ciudad no son explicitamence afirmados antes de la se- gunda mitad del siglo IL Sin embargo, se trata de datos razonablemence fundados. En la primera carca de Pedro, escrita desde Roma (5,13), €l apéstol se presenta como testigo (“martin”) de los suftimientos de Cristo y parcicipe de la gloria fucura G1). Si, como es probable, la carta fue escrita por un discfpulo de Pedro unos diez afios después de su muer- te, nos encontramos un testimonio de su muerte glorio- sa, aunque el cétmino “mértie” no tenga atin el sentido téenico que adquirié més tarde En el evangelio de Juan encontramos otro eco de ta muerte de Pedro. Tras preguntarle si le ama y confiarle sus ovejas, Jesiis le dice: “Cuando llegues a viejo, excen- derés tus manos y otro te cefiird y te Hevard a donde tu ‘no quieras” (21,18). El mismo evangelista nos da la in- terpretacién de estas palabras tan enigméticas: “Con esto indicaba la muerte con que iba a glorificar a Dios” (21,19). Quien habfa sido incapaz de seguir a Jestis en vida (Jn 13,36-38), al final, tras confesar su amor, lo seguiré hasta la muerte. Escribiendo a los corintios en torno al afio 95, Clemente, uno de los Iideres de la comunidad de Roma, reine en un mismo recuerdo a los dos apéstoles mérti- res: "Pedro, por una envidia injusta, euvo que soportar muchos suftimientos... y después de haber dado testi- monio marché al lugar de Ia gloria que le era debido. Por la envidia y la discordia mostré el galardén de la paciencia” (5,4-5). Segtin la opinién més comin, Pedro habria sido martirizado ducante la persecucién de Netén (afio 64), que nos ¢s bien conocida por el histo- riador Tacito. Eusebio de Cesarea (siglo IV) afirma: “Bajo su impetio {el de Nerén} Pablo fue decapicado en la misma Roma y Pedro fue crucificado” (Historia Pag. 15 eclesidstica, UW, 2, 5). Bn otto lugar dice que “fue crucifi- cado con la cabeza para abajo, como él mismo habta pe- dido perecer” (HE IL, 1, 2). De especial importancia es el testimonio de un hombre ilustre, Cayo, de finales del siglo II, recogido por el mismo Busebio, en el que pone de manifiesto la con~ ciencia de la Iglesia de Roma de estar fundada sobre los mértites Pedro y Pablo: “Puedo mostearte los ttofeos de los apéstoles, porque, si quieres it al Vaticano o al camino de Ostia, encontaris los crofeos (sepulcros © reliquias) de los que fundaron esta Iglesia”. Las excava~ ciones arqueolégicas realizadas en el Vaticano han con- firmado la antigiiedad del sepulcro que se venera en la ceipta de San Pedro. Pedro en la iradicion sinéptica a) Pedro en el evangelio de Marcos Papfas, en corno al aflo 70, consideraba a Marcos “ineér- prete de la tradicién de Pedro”, Ciertamente, esté claro ‘1 papel prominente de Pedro en la eradiciéa narrative que transmite las palabras y Ia vida de Jestis. En Mc es el primer llamado, el que con Santiago y Juan es testigo de tres hechos claves de la vida de Jesis (resurreccién de la hija de Jairo, transfiguracién de Jess y oracién de Gersemani), el portavoz de los discfpulos en varias oca- siones, particularmente en Ia confesién-incomprensién, de Cesarea (8,27-33). No hay duda de que las comuni- dades en que surgieron los evangelios veneraban su me- motia. Sin embargo, es notable que no se idealicen los recuerdos ni exisca ningtin tipo de “culeo a la personali- dad”. Pedro, representante de los demés discfpulos, no comprende a Jestis (8,32; 9,5-6), le abandona como todos (14,50) y niega reiteradamente haberle conocido. Gracias a Pedro, que esté siempre con Jestis, se nos transmiten fidedignamente sus palabras y sus obras. Pag. 16 Pero Pedro es también sepresentante de una Iglesia in- separable de Jesiis que conserva la fe ortodoxa (8,29), pero que no acaba de comprender los valores alternaci- vvos del Reino de Dios ni es capaz de seguir al Sefior por el camino de la cruz, b) Pedro en el evangelio de Mateo Mateo desarrolla el evangelio de Marcos también en lo que se refiere a la presentacién de Pedro. En este evan- gelio Pedro es, en primer lugar, tipo del disefpulo, con su confianza en Jestis, sus titubeos, su necesidad de la ayuda del Sefior! todo esto, y mucho més, se refleja en el bellisimo texto, propio de Me, de 14,22-33, cuya lec- cuca y meditacién personal son insusticuibles. Pero, en segundo lugar, Pedro ocupa un puesto clave & ircepetible. Hay una serie de textos propios de Me en los que Pedro pregunta a Jestis sobre cuestiones canden- tes para una comunidad judeocristiana, y es él quien re- cibe la respuesta del Sefior y debe transmitirla; sobre las normas de pureza (15,15), sobre el perdén de los peca~ dos (18,21), sobre Las relaciones con las instituciones judias (17,24-17). Pero, sobre todo, hay que mencionar el famoso texto de Mr 16,17-19, que ha sido objeto de apasionadas discusiones exegéticas y confesionales, ‘Aqui me limito a una breve referencia, que prescinde del origen de esta tradicién y de las controversias ecle- siol6gicas posteriores. Nos interesa el sentido que tiene en el primer evangelio, a Iglesia de Mt se considera fundada sobre la doctrina de Jestis, cuya transmisi6n ¢ interpretaciéa son garanti zadas por Pedro. El es la roca sobre la que esté fundada la Iglesia (16,18), porque Jestis le entrega las Ilaves, de modo que recibe el poder de “atar y desatar” (16,19), es decie, de interprecar legitimamente fa doctrina de Jestis. Asf se garantizan la unidad y permanencia de la iglesia conera los enemigos externos y las contradiccio- nes internas (16,18). La Iglesia de Me reivindica a Pedeo como el garante de sus opciones y de su tradicién. Se ha dicho que, para esta comunidad judeocristiana, Pedro es “el rab{ supremo”. Probablemence este evangelio procede de Ancioquia y esté reflejando la autoridad que Pedro al- canz6 en aquella ciudad, en la que prevalecié su postuca tras el incidente con Pablo. El evangelio de Mc, lo mismo que Pedro, su gran figura, es el represenrance de tun judafsmo flexible, que se abre a la misién universal ©) Pedro en la obra lucana En el evangelio de Le y en los Hechos de los Apéstoles Ja personalidad de Pedio tiene muchos matices, pero un rasgo destaca sobre los dems: su dimensién misionere y el recurso a su prestigio y autoridad para legitimar la misién a los gentiles. Hay que tener en cuenta que la comunidad lucana esté compuesta fundamencalmente por paganocristianos, lo cual explica el interés por mos- Sie Uathoad a santa cena” (1763) aS omeda, Boe eel eve Nie cles ceca inane) Ties Date ate fore trar que su tipo de cristianismo y su audaz tarea misio- nera son un desarrollo fiel del movimiento de Jests. En el evangelio, la escena de la vocacién de Pedro (5,1-L1) es muy diferente a la de Mc y Mr. En ella se refiere la llamada al seguimiento, pero se insiste sobre todo en la misién. Pedro ser4 “pescador de hombres” (5,10), Es invitado por Jestis a echar las redes en el mar, ese @ que ha estado faenando en vano toda la noche, pero esta vez consigue una pesca asombrosa, que simbo- liza el éxito de la misién cristiana. En los Hechos, tras los primeros capitulos, en los que Pedso, como cabeza de los Doce, permanece en Jerusalén anunciando a Jestis como el Resucitado, co- ‘mienza su ministerio itinerante por la costa helenizada de Palestina (9,32-36). Bl episodio més importante es el encuentro con Cornelio, el centurién de Cesatea, que se cuenta detalladamente (10-11,18). Con singular maestria literaria y teolégica se va describiendo cémo tun judeocristieno flexible, Pedro, y un pagano simpati- zante del judaismo, Cornelio (10,1-2), se van acercando movidos por el Espfcitu. El episodio suele titularse “conversin de Cornelio y su casa”, peto también po- defamos Ilamarlo “la conversién de Pedro”. Ea efecto, poco a poco el horizonte mental de Pedro se va abrien- do hasta llegar a comprender que no hey alimentos impuros (10.10-16) y que puede entrar en casa de Cornelio y compartir su mesa (L0,24-28; 11,3-10), Cornelio y su casa se convierten por la predicacién de Pedro y reciben el Espfritu Santo, Ahora bien, las referencias a Pedro en Hechos no tratan sélo de justificar la misién a los paganos, Lo que esta en juego es algo mds: una misi6n que leva a la formacién de comunidades mixtas, en les que judeocristianos y pa- ganocristianos comparten la misma mesa, Pedro, judeo- Cristiano abierto, ¢s ef apéstol y misionero que est en el origen del cristianismo culturalmente mestizo de Asia Menor. Sin embargo, hay algo muy notable: Pedro Pag. 18 tiene que dar explicaciones @ los judeocristianos de Jerusalén, que no entienden su actitud (11,2). ‘Los Hechos ponen en boca de Pedro afirmaciones muy paulinas (15,10-11) y reivindican su aucotidad para le~ gitimar un tipo de cristianismo extendido por lo que habia sido el campo de misién de Pablo, Pero al mismo tiempo presentan un Pablo desprovisto de las aristas més polémicas con el judafsmo. Es muy significa- tivo que Hechos no cuente el incidente de Antioquia (Gal 2,11-14). La obra lucana da una visién idealizada de los orfgenes cristianos y reconcilia a Pedto y a Pablo, a la tradici6n pettina y a la paulina, porque ambas con- fluyen en sus comunidades. 3. Pedro en la tradicién jodnica ‘ABLAMOS ahora de una tradicién muy pe- / culiar, Su comunidad se caractetiza por unas relaciones incernas intensas y afectivas y por una actitud de rechazo de la sociedad que le rodea. En ella, las palabras de Jestis han sido pro- fandamente teologizadas. Se habla de Pedro més que de ningéin otro discipulo, pero, sin embargo, esta ttadici6n, se vincula con otra figura, “el Discfpulo Amado”, en cuyo testimonio se basa (21,24) y a quien tiene por modelo, Conserva muchos rasgos de Pedro de la tradicién comin: su confesién de fe (6,67-69), su entusiasmo falco de comprensién (13,6-11; 18,10-11), las negacio- nes de conocer a Jestis (18,15-18.25-27). Es importante Simén Pedro, pero mucho mas “el Discfpulo Amado”. Es EL quien tiene més cercania a Jests, y a él debe ditigiese Pedro para llegar al Maestro (13,21-26). Ambos corren juntos al sepulcro, pero “el Discipulo Amado” es quien primero cree (20,8), como también es quien ceconoce al Resucitado en primer lugar (21,7). Particular interés ciene el capitulo 21, probablemence afiadido en un momento posterior, quiz con el deseo de realzar la figura de Pedro y hacer asi més aceptable este evangelio para la Gran Iglesia, Se presenta la triple afir- macién de amor de Pedro por Jestis (21,15-17), que se contrapone a las negaciones anteriores. ¥ se aftaden dos rasgos que suponen una evolucién en la presencaci6n de Pedro: recibe el encargo de Jestis de pastorear su rebafio y se le anuncia veladamente su martirio (21,18-19). 4, Pedro en las cartas de Pedro AS dos cartas de Pedro del NT son pseudoepi- Braficas, es decir, no son de Pedro, pero el auror se las atribuye al apéstol para avalarlas ‘con su autoridad. Bste procedimiento era una convenciéa social muy extendida en aquel tiempo, que también usan los discfpulos de Pablo. Las cartas de Pedro son, en realidad, muy posteriores a su muerce. La primera presenta a Pedro como apéstol de Jesucristo (LD y se ditige a comunidades que viven desperdiga- das por regiones de Asia Menor, algunas fundadas por Pablo y ottas (las de Ponto y Bitinia) probablemenre por grupos de Santiago o de Pedro. Lo que esté claro es que proceden del paganismo y son pequefios grupos en medio de una gran sociedad pagana (1,1) que se sienten como desterrados (1,17), extranjeros y forasteros (2,11), porque experimencan, por su fe, la marginacién social y, quiz, hasta la persecucién (4,12). La amplitud de los destinatarios de 1 Pe (1,1) refleja la extensién y el prestigio de la tradicién petrina a finales del siglo I. Pretende que esas Iglesias reafirmen su identi- dad, se consuelen con la consideracién de los suftimiencos de Cristo (1,11; 2,20-21; 3,14-17; 4,1,13-19; 5,10), @ la ver que les invita a ser respettosos con el orden social establecido, para capar la boca a quienes les critican (212-15; 2,18ss; 3,15-16), Pedro se presenta como presbftero, como pastor que ex- horta a los pastores de fas comunidades (5,1) y basa su autoridad s6lo en su experiencia de fe: ser testigo de la pasin de Cristo (5,1), con lo que alude no tanto @ lo que ptesencié en el pasado como a lo que él mismo ha suftido por su Sefior. La carta se presenta como esctita desde Roma (5,13) debido probablemente a la impor- tancia que esta Iglesia adquiri6 y a que en ella se encon- traba el origen de la tradicién martitial de Pedro. La segunda carta de Pedro, que procede de mediados del sigio IL y es el escrito més reciente del NT, posee sobre todo una intencidn de tipo doctrinal: combatir f&- bulas (1,11) y doctrinas falsas (2,3; 3,3-4), probable- mente de cardcter libertino (2,10-22) y gnéstico. Es sumamente interesante noar que esta carta, en nombre de Pedro, combate doctrinas que, al parecer, se presen- tan como paulinas 0 apoyadas en las cactas de Pablo G,15-16). Pedro es el garante de los recuerdos anténti- 0s (1,12-15) porque ha visto su majestad y ha escucha- do la voz del cielo estando con Jestis en el monte (1,16-18). Esta fundamentacién de la autoridad de Pedro en la experiencia de la transfiguraci6n es utiliza da por algunos escritos apécrifos. 5. Pedro en la tradicién primitiva exivacanbniva ‘A gran importancia que adquirié Pedro en la Iglesia primitive desborda los limices del _peanony se refleja en muchas escritos de muy 4 distintas tendencias, Bl judeworistianismo radical reivindica la figura de Pedeo, y su testimonio més claro son Lor escritos pseudoclementi- ines, que presentan al apdstol como un misionero que impone toda la ley judfa y no acepta compartir Ia mesa con los paganocristianos. Combate a Pablo, “el hombre enemigo”, y venera Santiago, cabeza de la Iglesia de Jerusaléa, Pedro se asienta en Roma y antes de su mar- Pag. 19 tirio transmice su autoridad, basada en Mt 16,185s, Clemente, que queda constituido obispo de la ciudad. La tradicién gnéstica, esotérica y elitista, produjo mucha literatura. Muchas obras se legitiman en nombre de otras figuras (Tomés, Felipe, Marfa Magdalena) y com- bacen a Pedro, a quien tienen como representance de la Gran Iglesia. Pero también hay grupos gnéscicos que se apoyan en Pedro. Mencionemos dos obras del siglo Ill descubiertas en Nag Hammadi, Hechas de Pedro y de los doce apéstoles y Apocalipsis de Pedro, que también se basan en Me 16,18ss, incerpretado como la concesién a Pedro de un conocimiento superior, y no como el origen de un ministerio eclesial como lo vio la Ifnea que devendria en ortodoxia. Hubo también una sradiciin popular, no hecerodoxa, que buscaba la edificacién de los fieles con leyendas popula- res, Las tradiciones sobre Pedro fueron muchas y muy excendidas geogréficamente. Citemos el Apocalipsis de Pedro (diferente al de Nag Hammadi), en el que Pedro es depositario de enseiianzas para los tiempos dificiles que esperan a la Iglesia. E/ evangelio de Pedro, de media- dos del siglo I, centrado en la pasién y resusreccidn de Jesis. En Me y sobre todo en Me, Pedro era el garance de la tradicién, aqui es el autor mismo del texto. Se trata de una obra muy importante, cuya relacién con los sinépticos es muy discutida. Heehos de Pedvo, de finales del siglo II, narra la refundacién de la Iglesia de Roma tras su deseruccién por Siméa Mago y describe el mat- tirio de Pedro tras la escena tan conocida y bella del Quo Vadis?’ “Cuando estaba Pedro a punto de atravesar la puerta de la ciudad, vio a Cristo, que le salfa al encuentro. Le adoré y le dijo: ‘eSehor, nde vas2". Cristo le respondié: “Vuelvo a Roma para ser crucificado de nuevo’. Pedro le dijo: ‘Seftor, 10s a ser oracificada de naev0?". El Seon insist6: ‘Si, ser€ cracificade de nuevo. Pedro repli: ‘Senor, doy la vuelta para seguirte’. Entonces el Sefior se fue al cielo, Pedro le ‘acompaiié con la vista 9 Worando de consalacién. Desputs Pag. 20 ‘volviendo en sf, comprendié que aquellas palabras se refe- whan a su martirio”. 6. Conclusiones A Teen tradicién del cristianismo na~ ciente tuvo una difusién geogréfica tan am- YY plia como La pecrina: Sitia y Antioquia A (Mc, evangelio de Pedro), Asia Menor {1'Pe, Hechos de Pedto), Grecia (1'Cot), Alejandefa (Apocalipsis de Pedro), Roma (1 Pe, Clemence) Pedro es presentado desde diversas perspectives que van evolucionando: discfpulo de Jestis, el primer llamado (ceadicién sindptica), el primero de los Doce y su porta~ voz, roca de la Iglesia (Mo), columna de la Iglesia Gal 2,9), garante de la tradici6n de Jess (Mr, Mc), misionero que abre caminos nuevos (Le, Heh), pri-~ mer testigo del Resucitado (cradicién oficial segtin 1 Cor 15,5), pastor y presbicero Jn 21, 1 Pe), mércic (1 Pe, Jn 21, Hechos de Pedro, Clemente), La tradicién pecrina se caracteriza por ser flexible y at- monizadora de diversidades. Bs notable que tanto el ju~ deocristianismo como el gnosticismo en sus expresiones, més radicales se apoyen en otras figuras del cristianismo primitivo, y no en Pedro, Probablemente, el mismo Pedro de la historia mantuvo ya una posture de media- cién y comunién entre Pablo y Santiago, La tradici6n petrina no s6lo se caracteriza por su capaci- dad de integracién, sino también por la de convivie con ‘otras tradiciones cristianas. El mejor ejemplo esca en la reconciliacién de la teadici6n petrina con la paulina en Roma, cuya Iglesia se considera fundada inseparable- mente sobre ambes. Lo que hoy entendemos por “mi- isterio de Pedro” tiene en la capacidad de comunién € integracién de la primitiva tradicién pettina el mejor acicace para configurarse de modo que sisva a la catoli- cidad de la Iglesia una y plural al mismo tiempo.

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