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CaPtTuLo 8& CONSERVADURISMO Aunque algunos de la generacién napolednica creyesen que el nue- vo siglo tenfa que traer un renacimiento de la libertad, otros extraje- ron,uina conclusién distinta de la cataclismica Revolucién francesa y de Sus consecuencias. No es que estos hombres quisiesen perpetuar una dictadura de tipo napoleénico. Querian también, por ef contra- rio, un renacimiento de Ja libertad, pero definian esa libertad de un ‘modo completamente distinto a como lo hacfan los liberales. Los con- servadores crefan que él mantenimiento de la libertad sélo era posi- ble dentro del marco de la tradicién histérica. Las ideas de ley natu- ral y de progreso habian conducido a la desintegracién del orden en la revolucién, Solo concediendo importancia a la historia y al-sistema jerarquico que la tradicién (es decir, la historia) santificaba se podia preservar el orden y, en consecuencia, la libertad. Para los conserva- dores, la libertad equivalia a un concepto de orden de origen histéri- co y este concepto exigia la preservacion de Ja jerarqufa social y poli- tica. La piedra angular de este orden habria de ser «legitimidads, el Jemma que dominé el Congreso de Viena. Habia varios enfoques posibles de la historia, el orden y la libertad sobre estas bases ideolégicas. De Maistre se oponia a todo cambio: lo que es histérico no debe cambiarse. Burke, por su parte, veia en la propia historia elementos de cambio (sel pasado debe crear el pre- sente») y en esta misma frase iba implicita una idea de evolucién pa- cifica, Lo que Burke y De Maistre tenan en comiin era la creencia de que la libertad no es una innovaci6n, como habia pensado Constant, puesto que la libertad no pueden «crearla» Jos hombres. Es evidente, segiin el pensamiento que representaban estos hombres, que la histo- ria desplazaba a las leyes naturales del siglo xvi como la verdad to- tal. Ya hemos visto que los liberales creian también que la historia Justificaba su credo. Pero su concepto de la historia, tal como lo sim- bolizaba Vico, unia el progreso historico a las leyes naturales, y era 158 LA CULTURA EUROPEA DEL SIGLO XIX precisamente esta combinacién lo que rechazaban los conservadores. Edmund Burke rechazaba el concepto de libertad y de democracia de masas. Los derechos universales, los derechos del hombre, pare- cfan haber conducido, no hacia la libertad, sino hacia el gobierno del populacho, La dictadura jacobina durante la Revoluci6n francesa re- forz6 esta tendencia de su pensamiento. Babia que preservar los de- rechos individuales sobre una base distinta. Como para él el pasado creaba el presente, buscé un origen feudal de estos derechos. El ius medieval, vinculado al estatus de clase y al desarrollo de la costum bre, habfa garantizado en el pasado las libertades inglesas y se con- vertiria en una libertad mas amplia en el presente. En la visin con- servadora de la historia inglesa, de la que Burke estaba imbuido, las libertades feudales habfan evolucionado de forma continuada, a tra- vés de la Carta Magna y de la soberania del Parlamento, hacia una mayor libertad para los ingleses. Esto era lo que significaba para Burke la tradicién histérica y ésta era la esperanza que él albergaba para el futuro, EI conservadurismo de Burke inclufa otras dos creencias mas. Todo el mundo debe tener algunos derechos individuales basicos, pues Ia historia, por la que él entendia la evolucién del feudalismo, habia otorgado esos derechos. Burke se oponta por tanto a la esclavi- tud y apoyé a los colonos de América en su lucha contra lo que con- sideraba una «dictadura» antihistérica del Parlamento, Pero estos de rechos no habfan entrafado libertad politica 0 econémica més que en la Edad Media, y mucho menos igualdad social. Los derechos indivi- duales y el igualitarismo eran dos conceptos completamente distin- tos. Igualitarismo significaba gobierno del populacho y, al final, des- truccién de los derechos individuales. Sélo una sociedad jerarquica podia mantener esos derechos, pues se habjan mantenido de ese modo a lo largo de la historia. Si la primera aplicacién de su pensamiento al presente era que hacia falta preservar los derechos individuales, la segunda era que esos derechos s6lo podian preservarse dentro de un sistema social y polftico jerérquico. Por tanto, la aristocracia tenfa la tarea de asumir la jefatura que habia aportado en el pasado. Sélo esa jefatura hereditaria podfa poner coto a la marea de revolucién iguali- taria, Esta exaltacion de la jefatura aristocratica le llevé a decir, en su discurso al electorado de Bristol, que una vez que un miembro del Parlamento habia sido elegido, debia atenerse a su propia conciencia y no a los deseos de aquellos que le habfan elegido. Asf pues, Burke aunaba ideas de derechos individuales con un concepto de jefatura fuerte. Burke habfa apoyado al principio la Revolucién francesa porque pensaba que defendia los derechos histéricos del hombre, pero la CONSERVADURISMO 159 destruccién de la nobleza, el experimento jacobino, la liquidacién del pasado por la revolucién, le fueron haciendo oponerse a ella. Y pasé a insistir cada vez mas en la necesidad de una jefatura aristocratica, de privilegios para la nobleza. Que el hombre del comin esperase, con sus derechos individuales garantizados, y la historia inglesa evo. lucionarfa gradualmente hacia una libertad mas amplia; ya lo habia hecho antes. El hombre se mantiene quieto, pero la historia evolucio- na y asi el pasado estaba vinculado al presente. El concepto conser- vador de la historia estaba presente en Ja raiz misma del pensamien- to de Burke; se habia convertido ya en la versién nacionalista de la historia inglesa. El conservadurismo de Burke no rechazaba la liber- tad; rechazaba la hipétesis liberal de la igualdad del hombre. Negaba la posibilidad de que el hombre pudiese elevarse en la escala social y politica a traves de su propio esfuerzo. Para Burke, la historia no era la ascensién y el dominio de los hombres simplemente a través de sus propios estuerzos individuales o a través de su asuncién del tipo co- rrecto de moralidad, Comparese la importancia que Burke atribuye a la aprescripcién» (es decir, la importancia de la tradicién definida como costumbre) con lo que dice sobre el tema John Stuart Mill: “... aunque la costumbre sea buena como costumbre y adecuada para el hombre, ajustarse a la costumbre, meramente como tal costumbre, no educa ni desarrolla en el hombre ninguna de las cualidades que son distintivas de un ser humano.» Para Mill y para muchos liberales, el hombre era un individuo en el sentido del siglo xvm: sometido a la ley natural, libre para desa- rrollar cualidades que permitiesen al mas bajo elevarse hasta adquirir una posicién de importancia en todos los Ambitos de la sociedad, Después de todo, Samuel Smiles sefialé el camino para el éxito mate. tial y moral a wavés del desarrollo del caracter individual. Pero para Burke y para los conservadores, el hombre era una parte integrante de la historia, y Burke habla en uno de sus pasajes més famosos de Ja unién indisoluble del hombre contemporaneo con sus ancestros, Cuando se rompfa el vinculo de derechos prescriptivos y privilegios aristocradticos toda la sociedad corrfa un gran peligro, como habian demostrado sobradamente los acontecimientos de Francia. Los libe- ales eran un producto, no séio de la Revolucién francesa, sino tam- bién de Ja Revolucién Industrial; los conservadores tendfan a recha- zar ambas. Burke escribié nostélgicamente sebre la «gracia no comprada de la vida» de la aristocracia en contraste con los comerciantes ricos y los industriales nouveaux riches. Se rechazaba la moralidad liberal en nombre de una forma de vida aristocratica idealizada. Este conserva- durismo era, bésicamente, una reaccién al nuevo hecho de una so- 160 LA CULTURA EUROPEA DEL SIGLO XIX ciedad de masas, una tentativa de impedir que esta sociedad alterase el orden. Una elite hist6rica garantizaria la libertad; la chusma sélo la aplastaria. Aqui Burke anunciaba toda una serie de teorias elitistas, teorias que resultaron ser una de las respuestas aceptadas a la demo- cratizacién de la época. Pero, a diferencia de Burke, otras teorfas pos- teriores de la elite se fueron centrando cada vez mas en una elite ba- sada en e] poder real mas que en derechos historicos, Aun ast, la combinacién de libertad y aristocracia hecha por Burke jugé un pa- pel importante en la ideologia de la democracia conservadora inglesa. Porque este tipo de conservadurisme mostré més conciencia social de los problemas de los pobres de Inglaterra del que demostraron nunca los liberales. Para ellos los pobres no tenfan suficiente caracter, ya que todos podian subir en la sociedad si se esforzaban por lograr- Jo, Pero el conservadurismo, que no creia en este tipo de progreso, veia a los pobres como parte de la responsabilidad de Ja jefatura. Des- pués de todo, en el pasado el sefior de la mansién rural se cuidaba de sus campesinos, cuyos derechos, como los de todos los miembros de la sociedad medieval, habjan estado protegidos por el ius feudal. Esta proteccién debja ampliarse a los pobres de la Inglaterra contempord- nea. La Revolucion Industrial habfa roto en clos la nacién y corres- pondia a la aristocracia restaurar Ja armonia de los antiguos tiempos. Aunque e) idea! social de estos conservadores era [a «alegre Inglate- rra» del pasado feudal, no negaban la evolucién histérica. Pero las mismas técnicas que se habian aplicado para mejorar la suerte de las clases feudales mas bajas podian aplicarse, modificadas, al trabajador industrial. Este planteamiento social no sélo estaba vivo en Inglaterra. En la Dieta Bavara, un diputado lo resumié muy bien: el amor debia regir la relacin entre trabajador y patrén, como habia regido la rela- cion entre el seftor y el campesino en la Edad Media. Este pensa- miento conservador se remontaba a una era de armonia social que se habia esfumado con la aparicién de la sociedad de masas industrial. Para restaurar esta armonia, el pensamiento conservador de la Europa continental se apoyé cada vez més en otro ejemplo histérico de la Edad Media, ef de fos gremios. Para los conservadores estos gre- mios representaban una sociedad corporativa en la que el oficial, el peon y el aprendiz formaban parte de un orden armonioso y jerar- quico. Ademés, en este caso cada profesién se regulaba ella misma dentro del marco de la totalidad de la sociedad, y esta regulacién se basaba en Ja costumbre. A este pensamiento corporativo le propor- cionaron respetabilidad hist6rica historiadores como Gierke, para el que e] ideal corporativo constituia el elemento basico de todo el de- sarrollo hist6rico. Esta estructura de la sociedad se apoyaba, no sélo en la tradici6n, sino también en la iglesia. Parecia que las dos colum- CONSERVADURISMO 161 nas del orden, tradici6n y religisn, trabajaban persiguiendo el mismo fin. Pues los conservadores vetan en la evolucién del pasado, no sélo Ja influencia de la wadicién, sino también el poder de un cristianismo revelado. De hecho, la iglesia catolica habria de apropiarse esta teo- ia corporativa en el siglo xIx, propugnandola como la forma mas deseable de gobierno en los tiempos de la Revolucién Industrial. La enciclica Rerum Novarum (1891) de Leén XIII convirtié esto en un hecho oficial. Esta transposicion de la estructura artesanal de la Edad Media a la sociedad industrial entrafiaba que se consideraba a) zra- bajador moderno como el sucesor del artesano medieval, El trabaja- dor moderno, lo mismo que su predecesor medieval, debia poseer la dignidad que corresponde a un artesano y el mismo orgullo por su trabajo, Se pulsaba aqui una nota de Ja que se hacfan eco los roman- ticos. En el final mismo de Die Meistersinger, de Wagner, Hans Sachs dice al piblico: «No desprecitis a los maestros artesanos», una tenta- tiva mds de trasladar un concepto mas antiguo del trabajo a la socie- dad industrial moderna. E] cristianismo se convirti6 en parte integrante de la corriente principal del pensamiento conservador en la Europa continental. El conservadurismo estimuld ast el resurgimiento religioso, catdlico, que era un aspecto del romanticismo. Fue una tentativa consciente de ci- mentar el estado sobre una base cristiana en vez de sobre una base de racionalismo y ley natural, como estaba intentando la Iustracion. En el caso de Burke, la historia fue el primer adversario de ese ra- cionalismo que habia conducido a la revolucién; los pensadores de la Europa continental unieron a esta fe en la historia la creencia de que en la historia se manifestaba la mano de Dios. La monarqufa era para ellos no sélo algo santificado por la costumbre y la tradicién, sino un fenémeno cristiano y divino. El exponente de estas ideas en Europa fue la Santa Alianza. Se trataba de un tratado que acabaron firmando Rusia, Austria, Prusia y Francia (1815), que sostenia que las relaciones entre los diversos es- tados debian regirse por los principios cristianos. Establecia una alianza entre los monarcas de estos pafses, que se consideraban «de- signados por la providencia» para regir a sus naciones. E] gobierno monérquico como fenémeno divino debia unir a Jas diversas nacio- nes segiin los preceptos de «justicia, caridad cristiana y paz». La San- ta Alianza fue una creacién de Alejandro I que, sobre todo después de que vio arder Moscii durante Ja guerra napolednica, se habia conver- tido en un mfstico cristiano. Estaba ademas influido por El genio del cristianismo, de Chateaubriand, asi como por otras obras que pro- pugnaban la identificacién de politica y religién. Sélo asi se podfan superar las secuelas de Ja Revolucién francesa. 162 La CULTURA JOPEA DEL SIGLO XIX Metternich (1773-1859), que no se hallaba posefdo de ningtin mis: ticismo cristiano semejante, calific6 al principio a la Santa Alianza de enada escandalosa». Pero, después de reflexionar, llegé a la conclu- sién de que podia ser util. Fortalecia la Cuddruple Alianza ya forma- da y cuyo objetivo era imponer el acuerdo pacifico y acabar con cual- quier futura revolucién. Para los liberales, la Santa Alianza vino a simbolizar las fuerzas de la reaccién, y la mezcla de cristianismo y derecho divino monarquico tipificé un conservadurismo empefiado en aplastar el progreso por la fuerza. También expresaron y amplia- ron este conservadurismo pensadores importantes, especialmente en Francia. E] mas destacado de ellos fue el conde Joseph de Maistre (1753-1821). Para De Maistre «todo es historias, sélo la historia puede crear, no los hombres; pero la historia era una manifestacién de lo divino y, por tanto, el gobierno que poseyese cierta antigtiedad historica era divino. Hasta la misma palabra «reformas era blasfema. Como la mo- narqufa era una forma histéricamente antigua de gobierno, era divi na, y de esto se seguia que los hombres debian amar y obedecer has- ta a un monarca absolutamente malvado. La monarqufa era una for- ma jerarquica de gobierno, y De Maistre daba a la jerarquia tanta importancia como se la daba Burke, aunque con una orientacién dis- tinta. El universo entero era una estructura jerérquica con Dios en la cispide, La autoridad inmediatamente subordinada a El, en el mun- do de los hombres, debe ser un reflejo de la unidad de Dios. Debe au- nar, pues, dentro de si tanto la soberania espiritual como la temporal. Pero el rey sélo poseia soberanfa temporal; el auténtico soberano del mundo, el verdadero bastién de todo e} orden humano, habia de ser por tanto el papa. De Maistre resucité un argumento t6pico medieval para poder salvaguardar la sociedad y la politica de las maniobras de cintelectuales entrometidos» en nombre de una autoridad absoluta. No es extrato que defendiese la Inquisicién como un bien. El rey to- maba decisiones para el estado bajo la autoridad del papa. Pero el es- tado era una parte del universo catélico, cristiano, y para De Maistre la primacia de la historia se basaba en la primacia absoluta del uni- verso cristiano. La historia era importante porque se manifestaba en ella este sistema jerarquico. Para este absolutismo era fundamental centrarse en la necesidad de tomar decisiones claramente definidas y en las perniciosas const cuencias que resultaban de hacer concesiones. El objetivo del absolu- tismo de De Maistre era hacer frente al socavamiento del orden esta- blecido y de la autoridad por parte de las nuevas fuerzas de la época. El individuo debe comprometerse con la causa de la verdad, tal como la concebia De Maistre, sin hacer concesiones. Como decfa a media- CONSERVADURISMO 163 dos de siglo el espaiiol Donoso Cortés: eres 0 Cristo 0 Barrabas. El cardenal Newman habria de escribir mas tarde que no existia térmi- no medio entre el cristianismo, tal como lo entendia él, y el atefsmo. La reaccién a la arremetida del liberalismo se hizo, pues, intelectual mente rigida. De Maistre aplicé esta rigidez a la esfera politica: «Todo gobierno es bueno si esta establecido. Lo que debe interesarnos no ha de ser si se resuelve un problema de esta manera o de la otra, sino que se resuelva sin dilacién y sin apelacién.» En este sentido, el con- servadurismo era una ética de la decision dirigida contra las nuevas fuerzas de la sociedad, pero un proceso de toma de decisiones del que estaban excluidos todos menos los que se hallaban en la cima de la Jerarqu, el papa y el rey. Estos evan, por su propia naturaleza, in- falibles. Este conservadurismo era ultramontano; ponfa al papa «al otro lado de las montafias (los Alpes)» como garante del orden y de la ar- monfa. Era, para el francés De Maistre, lo que la costumbre y la tra- dicién habjan sido para el liberal inglés Edmund Burke. Las ideas de De Maistre legaron a ser influyentes en la corte papal; proporciona- ban una imagen en la que el papado vefa reflejadas sus funciones. Fueron popularizadas en Francia por Lamennais, que apoy6 activa mente la causa entre 1824 y 1826. Pero Lamennais habria de cam- bia, pues percibfa una contradiccién entre las cabezas supremas del sistema jeratquico de De Maistre, el papa y el rey. Al final, acabarfa atacando al papado por vincularse a la causa agonizante de la mo- narquia en Europa. Pero, al hacerse més liberal en su periédico Lavenir (1830-1832), Lamennais fue entrando en creciente conflicto con un papado vitalmente influido por las mismas ideas que él mis- mo se habfa esforzado antes por popularizar. EI papado parecfa inmerso en el conservadurismo més extremado. Un historiador inglés liberal ha escrito sobre la guerra de la iglesia contra la civilizacién moderna en el siglo x1x. Esto es verdad desde un punto de vista liberal, pero no desde uno conservador: La iglesia rechazaba la libertad de pensamiento. La carta enciclica de Grego- rio XVI contra Lamennais calificaba la libertad de conciencia de «ab- surda» y decfa que la libertad de prensa era una libertad detestable que extraviaba a las personas corrientes. Se recordaba a los fieles que hasta los apéstoles habfan quemado libros. La iglesia habia perdido mucho durante la Revoluci6n francesa y el reinado de Napoleon; su reaccién fue intensa. Ademés, el papado se sirvi6 de los Habsburgo austriacos para reprimir la insurreccién en los Estados Papales y se vincul6 con ello a la principal potencia conservadora. Por otra parte, el papado era italiano y el catolicismo italiano levaba mucho tiempo siendo intelectualmente ester. 164 LA CULTURA EUROPEA DEL SIGLO XIX Quizé fuese una desgracia que en ese momento de reacci6n estu- viese gobernada la iglesia por un aparato dominado por ef sector in- telectualmente mas atrasado del catolicismo europeo, pues la actitud simbolizada por la enciclica Mirari vos habria de dominar la politica de la iglesia durante el siglo. Rechazaba el liberalismo catélico: no sélo a Lamennais en Francia, sino pasteriormente a Doellinger (1799- 1890) y a Ketteler (1811-1877) en Alemania. E] rechazo de la revolu- cién condujo al extremo de aceptar el pensamiento conservador de De Maistre. Pfo IX, aterrado por la revolucién de 1848 en Roma, con- tinud esa politica, castigando como pecaminoso el liberalismo en to- das sus formas. Esta politica de conservadurismo autoritario alcanzé su apogeo con el Concilio Vaticano de 1870 y la proclamacién de la infalibilidad papal. Para los liberales esto sefials Ja consagracién de- finitiva de} absolutismo dentro de ta Igiesia en nombre del orden y la disciplina entre los fieles, ‘Sin embargo, esta reaccién catélica, como se le lama a veces, no fue tan estéril como han dicho los liberales. Acepté la teoria corpora- tiva det estado y de la sociedad que, como ya hemos indicado, culmi- né en la enciclica Rerum Novarum de Le6n XIII. La iglesia nunca lle- 26 a ser liberal pero, a través de este ideal corporativo, afronté las cuestiones sociales de la época, Ya veremos esto con mayor detalle en un capitulo posterior. E] conservadurismo fue, pues, el pensamiento dominante del papado durante el siglo y el papado estuvo politica- mente vinculado a Austria, mientras que recibfa apoyo intelectual de Francia. Este conservadurismo no era monopolio del Vaticano ni de Francia; también existia en Alemania. ‘Adam Mueller (1779-1829) fue su representante mas caracteristico allt. Pero el conservadurismo de Mueller diferia de su modela francés en un aspecto importante. De Maistre habia considerado el cristia- nismo catélico como la garantia de la armonia histérica del mundo. Mueller transfirié esta funcién al estado aleman. El estado no era una creacién artificial y transitoria, un instr mento util de la humanidad. Abarcaba en realidad todo el) canjunto de la vida, No podia concebirse al individuo fuera del marco del es- tado; éste era un elemento constitutivo necesario del «corazdn, el es- piritu y el cuerpo» del ser humano, Lo mismo que un hombre no puede abandonar su propio yo, po puede abandonar tampaco el esta- do. Mueller resumié esto cuando escr No todos los errores desdichados de Ia Revolucion francesa coinciden ep Ja Jiusién de que el sujeto individual podeva apartarse de Ia sociedad y, desde fuera, abandonar y destruir lo que no le interesa; que el indiv- ‘duo podfa protestar contra la obra de miles de afos y, en vez de Ja vie ‘CONSERVADURISMO_ 165 ja constituetén, si no perfecta, si probada, dar [al estado) una nueva, perfecta af menos para la quincena siguiente. Estos eran sentimientos conservadores habituales a principios del siglo, y Mueller los combing con una visién jerarquica de la sociedad. eAutoridad y servicio» constituian la relacidn basica de la sociedad, una relacién que no habia cambiado en los tiempos modernos y atin era la clave del equilibrio de intereses necesario dentro del estado. Para Mueller el estado, que lo abarcaba todo, y la relaci6n jerdrquica dentro de él estaban santificados tanto por Dies como por la historia; ninguna de estas dos cosas estaba sometida a cambio. Y el estada no s6lo estaba vinculado a Dios y a la historia, sino que debia ser un es- tado cristiano, por lo que Mueller entendia, como De Maistre, un es- tado catélico. El mismo estaba estrechamente vinculado a la reaécin clerical que siguié en Baviera a la cafda de Napole6n. Fue uno de Jos espiritus rectores de la fundacién de la Universidad de Munich (1826) y responsable en parte de su espiritu predominantemente ultra- montano, Sin embargo, la suprema autoridad y el garante del orden era el estado mas que el papa. Mueller tenia también vinculos con el ro- manticismo, especialmente por su idea de que todo debe «integrarses con el estado, Para él, el estado no sélo era una entidad politica, sino también una entidad que satisfacfa las necesidades emocionales hu- manas. Este estado mantenfa un agrio combate contra las-nuevas fuerzas politicas, sociales y econdémicas. Debido a ta base cristiana explicita que un estado tal debfa tener, Mueller crefa que estas nuevas fuerzas formaban parte de una conspiracién contra el propio cristia~ nismo. No debe sorprendernos pues que identificase a los judios con esta conspiracién y vinculase asf el conservadurismo centrado en la nacién con e] pensamiento racial. Los judios, «cdnceres y diviesos en el cuerpo del estado», perturbaban su naturaleza orgénica. Mueller, ademas de su exaltaci6n del estado aleman, destacé la importancia de sus fundamentos cristianos y eché asi un cimiento importante para el futuro pensamiento racista. Lo que result6 de esas ideas se puede aclarar a través de la cita de un destacado conservador aleman de Ia década de 1870, Constantin Frantz: «E] pueblo judio ha recha- zado a Cristo, el verdadero mediador y mesias, y se ha excluido por tanto de la historia, pues el pueblo alemén se convirtié en el pueblo elegido por Dios.» Este conservadurisma tenia por tanto vinculos, no sélo con el ro- ‘manticismo, sino también con el desarrollo del pensamiento racista Ademas, al resaltar el cardcter cristiano del estado aleman en este sentido, anunciaba la translatio Christi de los judios de la Biblia a los 166 LA CULTURA EUROPEA DEL SIGLO XIX alemanes del presente y del pasado, que abrazarfan Richard Wagner y Houston Stewart Chamberlain, ademas de Constantin Frantz. Si De Maistre influyo en el catolicismo, Mueller influyé en el creciente na- cionalismo alemdn. Ambos contrastan con Burke, que influy6, a su vez, en la conciencia nacional inglesa. Ni De Maistre ni Mueller te- nfan una tradicién liberal de la historia en la que apoyarse, una tra- dicién que significaba para Burke la posibilidad segura de que la so- ciedad evolucionara, en vez del absolutismo conservador inflexible de los europeos continentales. Estas diversas variantes del liberalismo eran ajenas a aquel hom- bre que, para muchos contempordneos, Ilegé a ser el simbolo de la reaccién después de la Revolucién francesa: Metternich. Este esta- dista austriaca no sélo era un reaccionario para los liberales; hasta la mayorfa de los conservadores lo consideraban asi. Pues, a diferencia de De Maistre, no basaba sus ideas en el catolicismo ni en el cristia- nismo, y, a diferencia de Mueller, su mentalidad era ajena a la exalta- cién del estado. A Metternich, un grand seigneur del siglo xvi, no le interesaban ni el resurgir religioso ni el nacionalismo de su época. Se oponia al nacionalismo y enfocaba las cuestiones religiosas con es- cepticismo, desde el punto de observacién privilegiado de la Ilustra- cién; por eso les parecia un extraito a aquellos conservadores. Era, de todos modos, un conservador, tan intolerante con el liberalismo y la herencia de la Revolucién como con aquellas otras fuerzas de su épo- ca. Su ideario se centraba en la necesidad de mantener un equilibrio. de fuerzas dentro del estado, algo de importancia similar a la que te- nfa mantenerlo en las relaciones entre los propios estados. El medio de poner estas nuevas fuerzas al servicio del estado era lograr un equilibrio entre las clases de una nacién y garantizar el manteni- miento de este equilibrio por medio de la monarquia absoluta. Tam- bién Metternich pensaba que la historia tenfa una importancia deci- siva; cimentaba esa estructura social. No se podfa permitir que se crearan nuevos estados © nuevas constituciones antihist6ricos. E] na- cionalismo era para é] una de estas nuevas fuerzas y, a diferencia de Mueller, lo consideraba quimérico (una aventura sin un objetivo pre- visible), pues de acuerdo con su mentalidad del siglo xvmi, no tenfa ningin fundamento hist6rico. El nacionalismo perturbarfa el equili- brio histérico internacional del poder, lo mismo que el liberalismo perturbaria el equilibrio interno del poder dentro de un estado. En opinién de Metternich, eran las clases medias las que pertur~ baban este equilibrio a través de su dindmica. En esto el estadista austriaco coincidia con la corriente principal del pensamiento con- servador de su época. Este estaba orientado hacia un pasado en el que las clases medias no habjan jugado ningtin papel y cuya estabili- CONSERVADURISMO 167 dad dependia del trono y de Ia aristocracia. El adversario del nacio- nalismo y los nacionalistas compartian esa preocupacién por las cla- ses medias. Los nacionalistas alemanes vefan en la «inguietud» de la clase media un peligro para el arraigo del Volk, mientras que Metter- nich vefa en ella un peligro para todo el orden civil. Los ataques de la burguesfa a la monarquia conducirfan inevitablemente, en su opi- nién, a que el populacho atacase a la burguesia. Asi que las clase: medias se estaban encaminando directamente a la anarquia demo- cratica, Metternich compartia otro prejuicio con otros conservadores: el antiintelectualismo. Menospreciaba a profesores y estudiantes, con- vencido de que, aunque conspiraban contra el orden, eran unos cons- piradores ineficaces. La oposicién a la libertad de pensamiento y de expresion también dio una orientacién antiintelectual a conservado- res como De Maistre y los dirigentes de la iglesia. Sin embargo, en los Decretos de Carlsbad (1819) se fijé una vigilancia estricta de las uni- versidades y se dio orden de disolver las organizaciones estudiantiles. Estos decretos eran una respuesta a las manifestaciones en favor de la unidad alemana y a los ataques al acuerdo de Viena, en las que habian participado estudiantes y profesores de las universidades ale- manas. Se establecié ademas un control estricto de la prensa y de toda agitacién politica, Metternich consiguié que aprobara los decre- tos la Dieta Federal alemana, y dicen que nunca en su vida se sintié tan satisfecho como entonces. Crefa, segiin parece, que habia sofoca- do de una vez por todas las revoluciones y que Carlsbad concluirfa la tarea iniciada en Viena. Esto puede parecer falso mirando la historia retrospectivamente, pero los decretos mantuvieron tranquila a Ale- mania durante una generaci6n. La confianza de Metternich se apoya- ba en un optimismo que formaba parte de la estructura de su pensa- miento. Crefa, como habian crefdo muchos antes que él, que Dios es- taba del lado del orden, no de la revolucién, y que conseguiria por ello acabar con los conflictos tanto entre los estados europeos como dentro de ellos. Se domesticaria a las clases medias, y eso fue lo que sucedié en Alemania, pero no por obra de Metternich, sino del na- iente nacionalismo, El gran estadista tenfa una pobre opinién de la naturaleza humana, y atin més pobre de los individuos como «popu- lacho», pero abrigaba el sentimiento optimista de que él estaba reali- zando la obra de Dios. El conservadurismo de Metternich esté dominado, en una pers- pectiva general, por un deseo de orden y una fe en que ese orden sélo podia lograrse sobre la base del gobierno tradicional. Invita a la com- paracién con el conservadurismo de Bismarck, en la generacién si- guiente. Los dos rechazaban un nacionalismo basado en el criterio 168 LA CULTURA EUROPEA DEI SIGLO XIX romantico del Volk, orientado hacia el dominio de una nacién sobre todas las demas. Ambos compartfan una visién de Europa en funcién del orden y ambos veian en las revoluciones la principal amenaza. En la época de Metternich esa amenaza venta del nacienalismo, en la de Bismarck del marxismo. Asi, Bismarck declaré ilegal el partido so- cialdemécrata, mientras que Metternich fue el autor de los Decretos de Carlsbad. Ademas, Bismarck pensaba también que el orden podia apoyarse en una tradicién monérquica fuerte, y los dos estimaban mas el espiritu practico que la superioridad intelectual. Si existe una diferencia entre sus conservadurismos puede que se halle en la importancia cada vez mayor que Bismarck atribuye al es tado como instrumento de poder. El estado fuerte débia apoyarse en una base que era conservadora en el sentido de que conservabs las instituciones tradicionales como un marco para ef gobierno ordena- do, Metternich creia también en un estado austriaco fuerte y recha- zaba la idea de un parlamento imperial como medio para conciliar los intereses de las diversas nacionalidades del imperio. El empera- dor debe ser el poder supremo. Pero Metternich vefa, sintomatica- mente, el problema austriaco una vez mas como una cuestién de equilibrio de poderes. Un emperador como poder supremo serfa un Arbitro que estaria por encima de las nacionalidades enfrentadas. Para Bismarck, el estado era el poder supremo y lo que a él le preo- cupaba, mas que el equilibrio de poderes dentro de Alemania, era ese equilibrio en la politica exterior Pero, en realidad, los problemas de un imperio multinacional y los problemas de Alemania eran distintos. Ambos hombres pensaban, en su conservadurismo, que estaban realizando la obra de Dios y que esta obra consistia en conservar el estado en vez de hacer innovaciones que conducirian a un cambio basico. Bismarck era protestante, proximo a ciertas sectas pietistas, y su visin del deber estaba regida por el ideal de una responsabilidad directa frente a Dios. La religién de Metternich carecia de dogmas y estaba orientada de una forma muy similar: los ideales conservadores se expresaban para él en una ley moral. Este conservadurismo s6lo se parecia al de Jos conservadores ingleses en que se interesaba también por el bienestar del pueblo. Metternich intenté introducir reformas sociales moderadas en Austria, Bismarck, una generacién después, estaba mas interesado por las masas, que podian sentirse atraidas por al socialismo. Su programa de asistencia médica estatal obligatoria les parece a los conservadores estadounidenses actuales «socialismo encubierto», Bismarck comprendié lo que olvidan los neoconservado- res de hoy, que a través de la accidn social del estado, los elementos mas pobres estén mas estrechamente vinculados al propio estado y, en consecuencia, al orden. Por tanto, no estarfan ya interesados en (CONSERVADURISMO 169) cambiar la sociedad en beneficio propio, sino mas bien en ayudar a preservarla. Tanto Metternich como Disraeli compartian una vision similar de las «masas» Este tipo de conservadurismo era muy distinto en su textura del de De Maistre o el de Mueller. Era mucho mas flexible en el sentido de que estaba orientado hacia la accién politica prictica, y carecia tanto del contenido religioso y catélico como del roméntico. Ademas de esto, mostraba una preocupacién mayor por el bienestar inmedia- to de las masas que el conservadurismo evolutivo de Edmund Burke. Aestas variedades de conservadurismo del siglo xix hay que afadir otro tipo, mas dificil de clasificar. El conservadurismo, como la ma- yorfa de las ideologias, penetré en otras formas de pensamiento, has ta en las que deploraba. Pues hubo un conservadurismo liberal, en- tendiendo por ello un liberalismo que compartia ideales conserva- dores. El liberalismo crefa en la libertad, Se basaba en gran medida en la dindmica de las clases medias; ¢c6mo podia ser entonces conserva- dor? En el capitulo sobre el liberalismo se mencioné a los modera- dos, entre los que la influencia dominante era Edmund Burke. Fue Burke quien present6 a Jos liberales esa Inglaterra que tanto admira~ ban. Debemos recordar también el papel que jugé la historia en el pensamiento liberal, una historia de libertad que Burke habria recha- zado. Puede alegarse que los moderados aprendieron de Burke las malas lecciones. Leyeron sobre la reforma de la aristocracia inglesa, sobre la de la ampliacién del derecho de sufragio, lograda sin revolu- cién, y atribuyeron todo esto al espiritu histérico de Inglaterra. Pero ellos, por su parte, quisieron imitar estas acciones inmediatamente, sin aguardar a que sus naciones evolucionasen dle forma lenta y pack fica como habia propugnado Burke. Esta contradiccién no debe ocul- tar lo que tomaron de Burke: la oposicion a la revolucién violenta y tuna concepeion de la libertad compatible can el orden. Los liberales moderados querian preservar todo Jo posible la historia y la tradi- cién, pero querfan aunarlas con la libertad para la clase media. Guizot es up ejemplo notorio del conservador liberal. Es induda- ble que consideraba necesaria la libertad para el libre desarrollo del hombre, pero tras esto, limitaba de nuevo esa libertad en nombre del orden y de la oposicién a la revolucién. Guizot limitaba la libertad precisamente donde liberales como Tocqueville veian que era necesa- rio ampliarla: en el campo de la participacién politica en el gobierno. Guizot creia gue sélo la razén era soberana y que esta razén exigfa que ta gente viviese bajo un gobierno. Pero como también era impor- tante la libertad, ese gobierno debia ser constitucional. No todos los hombres podian participar en los asuntos del gobierno, sin embargo. 170 LA CULTURA EUROPEA DEL SIGLO XIX El hombre era impuro. Necesitaba gobernantes firmes, pero esta fir~ meza sélo podfa proceder de una clase de dirigentes. Guizot lleg6 in- cluso a aceptar, en determinado momento, una aristocracia heredita- ria. Haba sido, en otro tiempo, profesor de historia, un motivo por el que defendia, no sélo un gobierno fuerte, sino también una continui- dad histérica. Pero cuando escribis «l’histoire, c'est la nation» no se referfa al rey y a la iglesia, sino al desarrollo de una monarqufa cons tisicional; para él, Inglaterra y Francia compartian la misma tradi- cién histérica. Guizot vefa con horror los experimentos democraticos franceses de 1848 porque parecian abrir paso a una perspectiva de cambio in- finito y alentaban promesas que ningén gobierno podfa cumplir si querfa gobernar. Como ya indicamos en el capitulo anterior, el libera- lismo transitaba un camino intermedio entre la democracia y el ar- cien régime. En el caso de Guizot, este camino medio le empujé al conservadurismo por el temor a la revolucién y el deseo de un go- bierno fuerte. La «gran tranquilidads, que él alabé y que era el nicleo de su visién de una sociedad buena, no le impedia intervenir en los procesos econémicos de la nacién ni propugnar la censura de la pren- sa. El lema «enriqueceosr ampliaba la base del poder politico, pero sélo para unos pocos y sélo para los que tenfan la moralidad adecua- da para ascender por ia escala econémica. Estos hombres no eran ya, presumiblemente, impuros y, garantizada su funcién como custodios de la nacién, se podia permitic que desapareciera la nobleza heredi- taria. Guizot compartia con los conservadores e} deseo de preservar el maximo posible de lo tradicional en nombre del orden; diserepaba en que crefa que esa «gran tranquilidad» conduciria automaticamente a una sociedad libre en la que reinarfa la libertad. Tampoco él crefa en el nuevo nacionalismo y no vela ningin futuro, por ejemplo, en la agitacién de la vecina Italia. Lo mismo que el conservadurismo podia fundirse.con este tipo de liberalismo, podia fundirse con el naciona- lismo de un modo atin més decisivo. Conservadores conto De Maistre © De Bonnald no eran nacionalistas; en su pensamiento, que estaba formulado en términos catlicos universales, jugaba también un gran papel el papado. Pero Adam Mueller era un nacionalista. En su esta- do omnipresente, que descansaba sobre bases cristianas, habfa con- servadurismo y el tipo de nacionalismo que Metternich y Bismarck aborrecfan. También el conservadurismo de Benjamin Disraeli mez- claba el romanticismo y un nacionalismo que ensalzaba la gloria de un imperio sobre el que nunca se ponfa el sol. La democracia con- servadora queria unir la nacién en torno al concepto idealizado del pasado ing! CONSERVADURISMO. a7 E] elemento hist6rico del conservadurismo compartia la impor- tancia otorgada a la historia por el romanticismo y el nacionalismo. Todos ellos querfan estar en sintonfa con el pasado lejano. Ademés, todas estas ideologias aborrecfan las revoluciones. Por otra parte, el paternalismo social de] conservadurismo se fundia con el ideal de la nacién, que unia a todos sus ciudadanos en un vinculo comin de in- terés mutuo y de tradicién reverenciada. E] \iberalismo parecia ezo- céntrico y divisionista en comparacién con esto. Los nacionalistas eran conservadores en todos estos casos. Se apartaban del conserva- durismo por su deseo de destruir los estados existentes, tanto antes de 1870 como después. Ademés, estaban comprometidos, a través de su nacionalismo, con una politica de desorden internacional. Pero es- tos hombres consideraban sus actuaciones conservadoras, pues que- vfan recuperar las raices del Volk y vefan en la civilizacién moderna cambios revolucionarios que habfa que impedir. Se oponfan al cina- mismo de las clases medias; su visién estaba centrada en un pasado lejano, estable y agricola. La fusién de conservadurismno y nacionalis- mo era tan completa que suele denominarse movitnientos conserva dores a los movimientos nacionalistas. El conservadurismo era una ideologia difusa. Evidentemente, no todos los conservadores eran nacionalistas 0 roménticos. Algunos se consideraban Jiberales. Habia conservadores que compartfan el pen- samiento de Metternich y de Bismarck, y los habfa que segufan a De Maistre y la corriente de pensamiento clerical y catdlica. No esta cla- ro del todo a cual de las tradiciones conservadoras pretenden volver los neoconservadores modernos; el propio carécter difuso de la ideo- Jogia constituye un obstaculo. Pero en el siglo XIX, el conservaduris- mo tenia ciertos rasgos comunes que ya se esbozaron al principio de este capitulo y que se pueden definir aqui. Los conservadores pretendfan enfrentarse a las nuevas fuerzas que surgian a principios de siglo apoydndose en la historia y en el orden, Crefan que la Revolucién Industrial y Ia Revolucién francesa amena- zaban la existencia misma de la sociedad y, con ello, cualquier liber~ tad que pudiese poseer el hombre. A Burke le interesaba la libertad, pero a otros conservadores de la Europa continental les payecfa mas importante la autoridad que Ja libertad. Todos miraban hacia el pa- sado y pretendfan aplicar sus directrices a los males del presente. Burke concebfa la libertad en términos feudales y medievales; otros pretendfan aplicar los principios del estado corporativo a la sociedad industrial. Revivian la visi6n cristiana de la politica a través de la his- toria. Es dificil hacer un anilisis de clase de aquellos que apoyaron el conservadurismo, Habfa conservadores de la clase media y de la cla- 172 LA CULTURA EUROPEA DEL SIGLO XIX se trabajadora, lo mismo que habia arist6cratas liberales. Pero, gene- ralmente, los ideales conservadores atraian 2 dos clases distintas de la poblacién: a la aristocracia, que queria preservar su situacién, y a miembros de la clase trabajadora, que vefan en el paternalismo una mejora gure no proporcionaba el ideal liberal de «autoayuda». Esto sucedié sobre todo en Inglaterra, y Disraeli construyé una democra- cia conservadora con el apoyo de la aristocracia y de la.clase trabaja- dora. Fue menos cierto en Francia, donde arraigaron antes que en ninguna otra parte las ideas socialistas, mientras que en Alemania, la atraccién creciente que ejercia el nacionalismo afectaba a todas las clases. Esa atraccién podia estar acompafiada por el tipo de conser- vadurismo que habfa propugnado Mueller. No hay duda de que la evocacién romantica del pasado ayudé a todos los conservadores en. toda la Europa occidental. Con el paso del tiempo, las teorfas conser- vadoras se ampliaron en una miriada de combinaciones. Tendieron a convertirse en un «talantes, més que en un cuerpo global de pensa- miento politico, como eran el liberalismo y el romanticismo. Estos habitos de pensamiento no fueron los tinicos que se mani- festaron con fuerza a principios de siglo y a lo largo de todo él idealismo alemén tenfa muchos vinculos con el conservadurismo y con el romanticism, menos con el liberalismo. Sus consecuencias habrian de ser igualmente trascendentales, aunque todavia mas difu- sas, ya que de él surgieron, no sélo redefiniciones del nacionalismo, sino también Jas doctrinas de Karl Marx.

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