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CONTAR A JESUS oe Lectura orante de 24 textos del Evangelio Dolores Aleixandre, rscj yen Colecciin CLAVES CRISTIANAS/Serie Minor 1. Somos Iglesia. Antonio Calero 2. Bioética. Una apuesta por la vida. Eugenio Alburquerque 3. Vivir como Dios. Indicadores de la identidad cristiana. Antonio Gonzalez 4, Contar a Jesiis. Lectura orante de 24 textos del Evangelio, Dolores Aleixandre 5. Introduccién a la lectura del Antiguo Testamento, Gianfranco Barbieri CLAVES CRISTIANAS Serie Minor Dolores Aleixandre, rscj CONTAR A JESUS LECTURA ORANTE DE 24 TEXTOS DEL EVANGELIO EDITORIAL CCS Sexta eaicién. octubre 2004. Pagina Web de Editorial CCS: www.editorialccs.com © Dolores Aleixandre, rsc) © 2002 EDITORIAL CCS, Alcala, 166 / 28028 MADRID ‘Queda profibida, salvo excepcion prevista en la ley, cualquier forma de reproduccion, aistrbucton, comunicacion publica y transformacion de esta obra sin contar con autonzacion de derechos {a propiedad intelectual (arts 270 y ss. del Codigo Penal) £1 Centro Espafol de Derechos Reprograficos vela por el respeto de los citados derechos Disefo de portada Olga Rodriguez Gambarte ISBN 84-8316-600-3 Deposito legal M-46031-2004 Fotocomposicion M&A, Becernl de la Sierra (Madrid) Imprime Franjograf, SL (Madnd) Indice Introducci6n eee ee AnNERBN = oe . Encuentro en el Jordan . Un hombre hibre . Llamados y atraidos . Buenas noticias en Nazaret éQuién es este hombre? . Servidor de todos . La sabiduria del Reino . Médico compasivo . Enemigo de la codicia . Una myer en la frontera . Alguien abrié mis oidos . Un hombre segtin Dios . La mejor parte . El corazén del Padre . Una luz en el monte . Preferir a los pequefios 19 29 39 51 61 7 81 93 105 115 125 137 147 161 175 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. Cémo heredar vida eterna Un hombre polémico Ungido para la vida Un orante en la noche El juego de perder-ganar Una tumba nueva Nos precede en Galilea Lo que Maria guardaba en su corazén 187 199 211 223 235 249 265 275 Introduccién Mientras escribia estas paginas (casi nunca seguidas, siempre en tiempos entrecortados por mil interrupciones...), he pasado momentos de desaliento pensando que no iba a terminar nunca el trabajo emprendido. Para darme animos, trataba de imaginar a quiénes podria ser util este libro y para qué: — | 5. ELEGIR LA VIDA: . | 11 Alguien abrié mis oidos 114 TSI 1, LEER EL TEXTO De vuelta de Ia regidn de Tiro, pas6 Jestis por Sidon y llegé al lago de Galilea por la parte central de la Decdpolis. Le llevaron un sordo tartamudo, y le pidieron que le aplicase la mano. El lo aparte de la gente; a solas con él, le metié los dedos en los oidos y le tocé la lengua con saliva. Luego, levan- tando los ojos al cielo, suspiré y le dijo: «Effatd» (esto es: «dbrete»). Inmediatamen- te se le abrieron los oidos, se le solté la tra- ba de la lengua y hablaba normalmente. Les prohibié decirselo a nadie, pero, cuanto mds se lo prohibia, mds lo pregonaban ellos. En el colmo del asombro decian: «iQué bien lo hace todo! Hace oir a los sor- dos y hablar a los mudos» (Mc 7,31-37). 2. RELEER DESDE LA MEMORIA DEL CORAZON 2.1. Ala luz del contexto biblico... Segtin el primer relato de la creacién, Dios llama a sus criaturas a existir por medio de una Palabra y al terminar 116 su obra creadora, expresa su satisfaccion: «Vio que era muy bueno» (Gen 1,31). Al crear al ser humano a su ima- gen y semejanza, lo ha hecho capaz de comunicacién con El y de ahi la llamada: «iEscucha, Israel!» (Dt 6,4) que marca toda la existencia de Israel. La respuesta que Dios espera de su pueblo es que esté dispuesto a acoger una Palabra que le hard vivir, aunque para eso tenga que transformar la espontaneidad de sus opciones. «iEscuchadme y viviréis!» (1s 55,3). La escucha en su significado profundo es la verdadera condici6n para vivir. «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si escuchas los mandatos del Seftor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Senor, tu Dios, siguiendo sus ca- minos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivi- ras y crecerds; el Sefior, tu Dios, te bendeciré en la tierra adonde vas a entrar para conquistarla. (...) Hoy te pongo delante vida y muerte, bendicién y maldicion. Elige la vida, y viviréis ti y tu descendencia, amando al Senor, tu Dios, escuchando su voz, pegdndote a él, pues él es tu vida y tus muchos ajios en la tierra que habia prometido dar a tus pa- dres, Abrahdn, Isaac y Jacob» (Dt 30,15-20). Los profetas denuncian la sordera voluntaria de quienes endurecen su coraz6n y cierran sus ofdos a la invitacion divi- na: «A quién he de hablar, a quién conjurar para que atienda? Sus oidos estén cerrados, no pueden escuchar, se burlan de la palabra del Sefior porque ya no les agrada» (Jer 6,10). La escucha en Israel no es para saber sino para obede- cer y quien vive encerrado en si mismo esta ya alcanzado por los poderes de la muerte y sdlo puede renacer en el momento en que decida abrirse a Dios y a sus palabras de vida. La facultad de hablar esta intimamente unida a la es- cucha: la sordera total hace imposible el lenguaje. Por 117 otra parte, la dificultad de palabra se convierte en un pre- texto para resistirse a una misién: «Yo no soy un hombre de palabra facil, soy tardo en el hablar y torpe de lengua, de- cia Moisés» (Ex 3,10) y Jeremias: «/Ay, Senor!, mira que no sé hablar, que soy un muchacho...» (Jer 1,6). EI que los sordos puedan oir y los mudos hablen es un signo de la llegada de los tiempos mesidnicos: «Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcird y os salvard. Se despegardn los ojos del ciego, los oidos del sordo se abriran, saltaré como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantard» (Is 35,6) EI reproche de Jestis a sus discipulos, unos versos después de la curacién del sordomudo: «Si alguno tiene oidos, que oiga (...) éTambién vosotros estdis sin inteligen- cia?» (Mc 7,16.18), plantean la cuestién de quién esta real- mente sordo y si no habré otra sordera diferente de la fi- sica instalada en los que piensan estarle siguiendo. 2.2. ... descubrir el texto... E] texto nos hace recorrer todo el esquema corporal: de Jestis se nombran las manos, los dedos, la saliva, los ojos y la respiracion; del sordomudo, los ofdos y la lengua. Al comienzo del relato el sordomudo aparece encerrado en su silencio, Mevado ante Jestis por otros y luego apartado de ellos por el mismo Jestis. Se diria que no sélo esta ata- do y trabado por su problema de comunicacién, sino tam- bién impedido para tomar iniciativas y decisiones libres. El contacto con Jestis en intensa cercania corporal con él y la fuerza de su imperativo: «iAbrete!», le sueltan todas sus ataduras y le permiten de nuevo pronunciar su propia palabra. Como por un efecto contagioso, todos los pre- 118 sentes se ponen a pregonar lo ocurrido y escuchamos su rumor admirado, como un eco de las palabras de Dios en la creaci6n: «/Todo lo ha hecho bien!» Sin nombrarlo ex- plicitamente, estan celebrando la Ilegada del que viene en persona a salvar, a hacer oir a los sordos y cantar a los mudos. Un gesto expresivo de Jestis: «Levanté los ojos al cielo y suspiré», nos pone en la pista de donde buscaba el po- der de regenerar con su soplo vivo a alguien que necesi- taba ser recreado y liberado. Su «gemido» es un movi- miento profundo de llamada a Dios, con la conciencia de una tarea dificil, de una dura posicion a vencer. Nadie obedece en el texto la orden de silencio dada por Jestis (también aparece en Mc 1,44; 5,43; 7,36): la acti- vidad divina que es oculta y misteriosa, tiene también un inaudito poder de irradiacién. 2.3. ... como Palabra para hoy E] relato encierra una llamada a hacernos conscientes de las «sorderas» que pueden estar presentes en nosotros, El Dios de Jestis aparece descrito en el AT como el que «escucha el clamor de su pueblo» y es a esa apertura de oi- do a la que estamos Ilamados. Lo mismo que el sordo- mudo, podemos vivir rodeados de vallas que nos «insono- rizan» y que impiden que Ilegue hasta nosotros el rumor de la vida de los demas, con sus problemas y sus alegrias; © permanecer encerrados dentro de nuestras pequefias fronteras, con dificultades para expresar lo que sentimos y vivimos. La curacién del sordomudo nos invita a dejar que Je- stis siga realizando con cada uno de nosotros su gesto creador, como hizo Dios en la primera mafiana de la crea- 119 cién, modelando con sus manos e insuflandole su aliento, curando nuestras sorderas y tartamudeos. La misma pala- bra dirigida al sordomudo: «Abrete!», puede resonar hoy en nuestros ofdos y en nuestro corazén, invitandonos a seguir realizando pequefios gestos creadores y ofreciendo signos de vida, también entre aquellos que no comparten nuestra misma fe. DEJAR RESONAR LA PALABRA Habla el sordomudo curado Vivo en la Decapolis, cerca del mar de Galilea, en una comarca abierta, poblada de gentes venidas de todas partes y atravesada por innumerables caravanas de comerciantes que llevan y traen mil rumores y noticias de paises lejanos. Pero yo, que naci com- pletamente sordo y apenas puedo balbucir sonidos inarticula- dos, no podré escucharlas nunca y vivo desde mi infancia aisla- do y al margen de todo. Cuando de pequefio lloraba porque no podia participar en los juegos de los demas nifios, mi madre, apenada, solia coger- me en sus brazos humedecia sus dedos con su saliva y acarici: ba mis ofdos y mi boca como si pudiera curarme con ella, mien- tras susurraba palabras que yo era incapaz de entender. Entre nosotros, lo mismo que en otros pueblos cercanos, son los pa- dres quienes comunican a sus hijos el tesoro de nuestras tradi- ciones, pero como yo no he podido recibirla de ellos, tampoco podré comunicarsela nunca a nadie y la soledad ha hecho de mi un hombre hurafio y retraido, préximo a los silenciosos habi- tantes del mundo de las sombras. Lo poco que conozco de la religi6n y de las costumbres de mi pueblo se lo debo a la paciencia de un anciano maestro que me ensefié a leer en sus labios pero, a pesar de ello, vivo como 120 encerrado en una habitacién sin puertas ni ventanas, aislado del rumor de una vida que se queda siempre fuera de mis um- brales. Asi he vivido hasta que, repentinamente, he sido arras- trado de manera violenta fuera de la morada del silencio. Todo ocurrié la mafana en que vi arremolinarse a la gente en la plaza del pueblo y me acerqué atraido por la curiosidad. El gentio no me permitia ver mas que la espalda de un hombre cuya figura no me resultaba familiar y al que todos miraban con atenci6n. Alguien me dijo por sefias que se trataba de un judio y me extrafi6 su presencia. Apenas nos tratamos con ellos por- que nos desprecian y se sienten superiores a nosotros por no se sabe qué historias de su religién y de su Dios. Yo s6lo tenia intencién de mirar, pero de pronto senti que me empujaban al centro y me encontré, paralizado y confuso, frente a un desconocido de quien lo ignoraba todo pero que su- puse debia ser un curandero al que estaban pidiendo que de- mostrara conmigo sus poderes de sanacién. Conocia a algunos de esos charlatanes que se ganan la vida aprovechandose de la ingenuidad y del ansia milagrera de la gente y, en este caso, yo iba a convertirme en la ocasi6n de su lucimiento y su fama. Pero entonces él hizo precisamente lo que yo no esperaba: me agarro del brazo y me sacé fuera del grupo que se qued6 mirandole desconcertado, mientras nos dirigiamos lejos de ellos. Senti miedo, équé pretendia hacer conmigo?, épor qué no queria que lo presenciara nadie? Como si presintiera mi te- mor, solté mi brazo y, humedeciendo sus dedos con saliva, rea- liz6 el mismo gesto de mi madre, tocando con sus manos mis oidos y mi boca. Lef en sus labios la palabra «/Effeta!», iAbrios!, y fue como si los batientes de una puerta se abrieran de par en par por la fuerza de un huracan. Tuve la sensacién de que to- dos los murmullos y las voces de la tierra entraban en mi, como la masica de los instrumentos que nunca habfa podido oir, y de mi boca desatada brotaron como torrentes las palabras que nunca habia podido pronunciar. La gente se habia ido acercando aténita y entonces él hizo de nuevo algo sorprendente: nos ordené de manera tajante que 121 no diyéramos nada de Jo sucedido y se marcho Nadie hizo caso de su prohibicion y yo menos que ninguno «Todo lo ha hecho No me he guardado en el pecho tu defensa, bien», decian «Ha hecho orr a los sordos y hablar a los mudos» he contado tu fidehdad y w salvacton, no he negado tu lealtad y fidelidad ante Pero en el secreto de mi corazon yo sabia algo mas alguien la gran asamblea me habia sacado del mundo del silencio y habia abierto mi vida Tu, Sefior, no me cierres tus entranas, entera sacandome a espacio abierto Y lo hizo no como quien que tu lealtad y fidelidad me guarden siempre, realiza un acto magico y espectacular, sino con la ternura del porque me cercan desgracias sin cuento, gesto de una madre que acaricia al mas debi! de sus hyos Se me echan encima mis culpas y no pucdo hur, con mas que los pelos de mi cabeza, y me falta el valor Dios mo, dignate librarme, 2 Senor, date prisa en socorrerme (_ ) bs | 4, ENTRAR EN LA ORACION yo soy pobre y desgraciado, pero el Senor cuda de ma, DE JESUS tu eres mu auxtlto y mi ltberacton Dios mo, no tardes» En el Salmo 40, un orante expresa ante Dios su disponibilidad absoluta a su voluntad Frente a la posibilidad de hacerlo a traves de los sacrificios cultuales, el ha descubierto algo mejor la escucha obediente Podemos leerlo una primera vez fyan- donos en las palabras que tienen que ver con la co- municacion, ponerlo luego en labios de Jesus e maginarle rezando este salmo en un tiempo de oracion despues de la escena de Ja curacion del sordomudo «Cuantas maravillas has hecho, Senor, Dios mo, cuantos planes en favor nuestro nade se te puede comparar Intento dectrlas y contarlas, pero superan todo numero Tu no quieres sacrificios nt ofrendas, Y, en cambio, me abriste el oido, no pides holocaustos nt sacrificios expiatonios, entonces yo dye “Aqui estoy’, porque esta prescruo en el bro que cumpla tu voluntad Dios mo, lo quiero, levo tu ley en las entrafias He proclamado que eres justo ante la gran asamblea, no he cerrado los labwos, Senor tu lo sabes 122 123 | 5. ELEGIR LA VIDA: 12 Un hombre segun Dios ra, lo llevé a una posada y lo cuid6. Al dia siguiente sacé dos denarios y, ddndoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gas- tes de mds te lo pagaré a la vuelta». éQué te parece? éCudl de estos tres se hizo préjimo del que cayé en manos de los bandidos? EI escriba contest6: —El que tuvo miseri- cordia con él. Jestis le dijo: —Pues anda, 1, LEER EL TEXTO haz tt lo mismo (Le 10, 25-37). En esto se levanté un escriba y le pregunté para ponerlo a prueba: —Maestro, équé tengo que hacer para heredar vida eterna? El le dijo: —éQué esta escrito en la Ley? éCémo es eso que recitas? El jurista contes- | DEL CORAZON t6: «Amards al Seftor tu Dios con todo tu | 2.1. A la luz del contexto biblico... g 2, RELEER DESDE LA MEMORIA coraz6n, con toda aima, con todas tus fuer- zas y con toda tu mente. Y a tu prdjimo co- La pregunta del escriba, «éQué tengo que hacer para here- mo a ti mismo». n dar vida eterna?», arranca la preocupacién constante del El le dijo: —Bien contestado. Haz eso y AT por conocer cuales son los caminos de encuentro con tendrds vida. Pero el otro, queriendo justifi- Dios: «Sefior équién puede hospedarse en tu tienda y habi- carse, pregunt6 a Jestis: —Y cquién es mi tar en tu monte santo?» (Sal 15,2). projimo? Jestis le contesté: —Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericé y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron «éQuién puede subir al monte del Senor?, équién puede estar en el recinto sacro?» (Sal 24,3). a palos y se marcharon dejandolo medio «éCon qué me presentaré al Senior, muerto. Coincidié que bajaba un sacerdote inclindndome al Dios del cielo? por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y éMe presentaré con holocaustos, pasé de largo. Lo mismo hizo un levita que con becerros afiojos? Ileg6 a aquel sitio; al verlo dio un rodeo y éAceptard el Senior un millar de carneros pasé de largo. Pero un samaritano, que iba 0 diez mil arroyos de aceite? éLe ofreceré mi primogénito por mi culpa de viaje, Negé a donde estaba el hombre y, o el fruto de mi vientre por mi pecado?» (Mig 6, 6-7). al verlo, sintié compasion; se acercé a él y le vend6 las heridas, echandoles aceite y vi- Tanto el Deuteronomio como los profetas ofrecen la no; luego lo monté en su propia cabalgadu- respuesta acorde con el deseo de Dios: 126 \ 127

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