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FRAGMENTO DE HIPERION Johann Christian Friedrich Hélderlin Prdlogo, traduccién y notas de Manuel Barrios Casares. Universidad de Sevilla En 1793, Hélderlin y Hegel abandonan la fundacién seminarista protestante (Stift) de Tubingen, se despojan de sus oscuros habitos de estudiantes de teologia con la misma sensacién de alivio con que dejan atras el “sobrenaturalismo” de Storr, asi como demas artificiosos intentos de la ortodoxia eclesidstica por compagi- nar el espiritu de la Iustracién con la creencia tradicional en los milagros, y emprenden la aventura prerromantica del naciente Idealismo alemén, la tarea, vital y filosofica a un tiempo, de concebir la union de lo real y lo ideal, de lo finito y lo infinito, devolviendo asi su divinidad perdida a la tierra de los hombres. Es una empresa a la que inicialmente ambos acceden alentados por la obra critica de Kant, atraidos por su reivindicacién de la soberania de la razén frente a las apariencias sensibles, la autoridad y el dogma. Y, sin embargo, muy pronto los limites que el sujeto transcendental Kantiano evidencia ante un proyecto filos6fico de tales caracteristicas son advertidos por sus jévenes y entusiastas herederos; de hecho, éstos amplian el talante critico observable en el pensador de Konigsberg, hasta el punto de llegar a concebir y fundar finalmente la sospecha de que la propia filosofia Kantiana termina por albergar dentro de si restos de aquella 6ptica del Sana que ellos pretenden superar, como otra justificacion ideolégica mas le la misma. No llama la atenci6n, por tanto, en medio de tal ambiente, la circunstancia de que Holderlin haya ido madurando sus personales convicciones filos6ficas a partir del contraste con la letra y el espiritu Kantianos, dotando también de cierta ambigiiedad su postura al respecto, desde la admiraci6n inicial hasta el enfrenta- miento claro y decidido con dicho pensamiento, en base a presupuestos tedricos de alcance ontoldgico y orientacién panteista. ! “Nadie contribuyé més que Kant a levantar el entusiasmo escatolégico y, sin embargo, de éste precisamente proviene la raiz de la critica contra Kant, la correspondencia de Hegel a Berna muestra ya la conciencia expresa de que su generaci6n es la encargada de construir un nuevo mundo, ante el que todos los grandes nombres del momento son precursores. De ella extraen los amigos de Tubinga y Frankfurt el impulso creador. y la independencia frente a los hombres que admiran. Ast creen descubir en esta filosofia la misma dominacién despética a que se oponen en la vida real. Ya a primera pagina de las Cartas sobre Dogmatismo y Criticismo de Schelling, y més ain la figura de Alabanda en el Hyperion, acusaban a la filosofia de la reflexin de interiorizar fielmente una situacién despética, siendo asi incapaz de alcanzar la reconciliaci6n”. (Ripalda, J. M*., La Nacién Dividida. Raices de un pensador burgués: G.W.F. Hegel. Madrid, F.C.E., 1978, pég. 225). 150 Friedrich Hélderlin En efecto: por una parte, Hélderlin aprende del Kantismo a reconocer en la religién cristiana meramente sus valores humanos, desligindolos de todo tipo dentro de su universo especulativo con la funcién afirmativa y revolucionaria que posee ahi su propia imagen idealizada del pasado helénico. Asi nos lo indica una carta suya, escrita desde Walterhausen, en 1794, donde cuenta a su amigo Hegel: “Kant y los griegos son casi mi tinica lectura. Sobre todo trato de asimilar la parte estética de la filosofia critica”. ? Precisamente por representar para él una sintesis modélica de todos los elemen- tos idénticos ahi aludidos y gratos a su mentalidad (el helenismo), la filosofia Kantiana, las reflexiones estéticas), es por lo que Schiller hubo de causar tan honda conmocién en el animo del poeta. Fue ciertamente bajo su sombra protectora como llevé a buen término una de sus producciones poéticas iniciales mas logradas, los Himnos a los Ideales de la Humanidad. Mediante ellos, tal como sefala W. Dilthey en Vida y Poesia, “Holderlin rebasa (...) el idealismo Kantiano con la coincidencia de la afinidad entre el hombre y la fuerza divina” *. Por lo demas, debemos subrayar a propésito el hecho de que Holderlin consigue tal objetivo en sus Himnos sin separarse tampoco por ello de las peculiaridades mismas inscritas en la comprensi6n schilleriana del pensamiento Kantiano, antes al contrario: pues sucede que es propiamente de Schiller de quien él recibe tanto la valoracion positiva de ciertas ideas de Kant, cuando la voluntad de superar la filosofia critica en lo que ésta posee de imagen dualista del individuo y de la realidad, y ello en la direccién especulativa que sugiere el ensayo schilleriano Gracia y Dignidad, o sus Cartas sobre la educacién estética del hombre. Es por eso por lo que ya desde la época de su estancia en Walterhausen, donde prosiguié la redaccion de su obra, comenzada en Tiibingen, Hyperion, oder der Eremit in Griechenland, intensifican- do este ultimo aspecto, Hdlderlin desarrolla, por otra parte, una actitud critica bastante radical contra la diseccion Kantiana del hombre en facultades aisladas, e incluso contrapuestas. De dicho rasgo nos ofrece igualmente un fiel reflejo el fragmento de su novela Hiperion, terminado hacia el otofio de 1794 y publicado por Schiller ese mismo afio en la revista Thalia: razon por la cual el texto que aqui presentamos, el Fragment von Hyperion, se conoce también con el nombre de Thalia- Fragment. La filosofia de Holderlin surge, asi pues, en relacién dialéctica de contraste con el Kantismo, pero en comunidad de dilogo con las concepciones estéticas y filos6ficas de Schiller. Ahora bien, su proceso de maduracién intelectual no se detiene en esta etapa de influencia schilleriana, dentro de la cual los Himnos Tepresentan su mas depurada plasmaci6n; todo lo contrario: muy pronto avanza hasta posiciones idénticas mds definidas y auténomas. De ahi el gran interés que posee el Fragment von Hyperion con vistas a un estudio histérico-filos6fico de la génesis de las primeras formulaciones metafisicas del pensamiento hdlderliano; no s6lo porque dicho texto esboza ya con claridad una “Weltanschauung” alternativa que responde a los limites del criticismo Kantiano, sino ademas y muy especialmen- te porque debido a ello Hélderlin establece, de paso, los principios teéricos funda- 2 Correspondencia de Hegel con Holderlin y Schelling (1794-1795), en Hegel, G.W.F., Escritos de Juventud (Edicién de J.MS, Ripalda; traduccién de Z. Szankay y J.M®, Ripalda), Madrid, F.C.E., 1978, pag. 50. 3 Dilthey, Wilhelm, Vida y Poesia (Obras de W. Dilthey, vol. IV), México, F.CE., 1953 (2%. reimp., 1978), pag. 351. Fragmento de Hiperién 151 mentales de su alejamiento respecto de Shiller, en direcci6n hacia su propio Idealismo prerroméntico. En ese sentido, vemos, por ejemplo, cémo el Hyperionfragment, de manera similar al joven Schiller, hace del amor una fuerza vivificadora de todos los objetos, més auin, una especie de potencia césmica que vincula armoniosamente la totalidad de lo real. Sdlo que, “a diferencia de lo que ocurre en los Himnos, aqui esta fuerza se concibe ya de un modo panteista” *. Y, por todo lo dicho anteriormente, se entiende que tal diferencia es instituida asimismo frente a la visién filoséfica schilleriana, A: en la medida en que integra este concepto de amor dentro de su propia ideacion de la naturaleza como esencia unificadora de toda la relidad, como verdadero Ser del ente *, como Absoluto en fin, Holderlin transciende con ello la comprensi6n schilleriana al respecto. Del mismo modo deja atrés una consideracién del entusiasmo de valor casi exclusivamente practico 0 estético, en favor de una articulacién suya de orden metafisico. Pues bien: todo ello ha de ser tenido en cuenta a la hora de apreciar el influjo (relativo en este caso) de las ideas filoséficas de Schiller sobre el planteamiento Programatico que al inicio del Fragmento realiza Hélderlin; porque, de hecho, €ste puede parecer en principio puramente schilleriano: el punto de partida es la simple e ingenua organizacién que nos ha dado la naturaleza, y la meta esa organizacién ideal que nosotros mismos podemos alcanzar mediante la més eleva- da cultura. No obstante, la dimensién hist6rico-evolutiva de la novela Hyperion, que ya en el Fragment muestra nitidamente los caracteres clasicos de toda “Bildungsro- man” ®, se presenta dentro de la formulacion hélderliniana con un rigor filoséfico y un alcance distintos, mds amplios y profundos a los suministrados por la técnica narrativa propia de Schiller. En lo que se refiere al plano del contenido, ello viene determinado, en primer lugar, por la concrecion del panteismo hélderliniano bajo la figura privilegiada de la Naturaleza. Ciertamente, es el hecho de que la Naturaleza sea concebida aqui como un Absoluto de signo panteista lo que confiere su peso especifico, su peculiarisimo sentido, al desarrollo espiritual del sujeto que se describe en el Hyperionfragment. Totalidad ¢ individuo se confunden en el transcurso mismo del proceso, y, por idéntico motivo, origen y fin, Naturaleza y Cultura, revelan asi su parentesco esencial; de tal forma que el acceso definitivo al ultimo estadio de evolucién del espiritu se descubre a la vez como principio de retorno al momento primigenio, a la inmediata comunidad con el mundo natural. Ideal de la Naturaleza e ideal de la Cultura constituyen, por tanto, dos senderos alternativos, dos estilos paralelos de aspirar a una unica e indisoluble realidad. Entre ambos extremos se despliega la via excéntrica recorrida por el héroe, Hiperién, de la que Hélderlin nos ofrece un extracto en su Fragment. 4 Dilthey, op. cit., pag. 356. 5 Heidegger, Martin, Interpretaciones sobre la poesia de Holderlin (Introduccion de E, Trias; traduccion de J.M®, Valverde), Barcelona, Ariel, 1983, pag. 147: “La belleza es la presencia del ser. EI ser es lo verdadero del ente. A lo verdadero del ente, el poeta del Hyperion, el Holderlin del tiempo de su salida a lo extrafo, lo llama siempre la Naturaleza.” 5 “Bildungsroman”: “novela pedagécia” o “novela de formacién” (Bildung: Cultura); género literario tipicamente germano, que florece con el romanticismo y se extiende hasta nuestro siglo, en novelistas como Herman Hesse. El Wilhelm Meister de Goethe puede considerarse propiamente como el iniciador de este género, donde lo que se trata bésicamente es de narrar la historia espiritual del individuo, desde su infancia o juventud hasta el pleno desarrollo de su madurez vital ¢ intelectual. 152 Friedrich Holderlin Sobre el concepto hdlderliniano de “exzentrische Bahn” se hace preciso en este punto, por cierto, desarrollar una aclaracién més detallada, en tanto en cuanto que su posicién sistematica dentro del conjunto de la obra lo confirma como genuino niicleo eidético de la misma. Teniendo en cuenta esto, no es de extraiiar que aquellos estudiosos que han pretendido acercarse al Fragment von Hyperion se hayan encontrado de entrada con la cuestién de dilucidar el sentido que Holder- lin le confiere ahi a dicho término ’. Sin duda, ha sido el articulo de Wolfgang Schadewaldt *, que en cierta forma inaugur6 esta linea de investigacién en los estudios hlderlinianos, el que ha logrado aproximarse del modo més certero a su significacion primordial, al afirmar que el término “excéntrico” esté formado aqui originalmente en su primitiva acepcién astronémica °. En qué sentido, esto es algo que por su parte se ha encargado de explicar con mayor profundidad analitica Pierre Bertaux ', destacando a propésito de ello la admiracién que Holderlin sentia por la obra astronémica de otro ilustre ex—seminarista tubingués, Johannes Kepler. " Holderlin habia compuesto, efectivamente, una Ode an Kepler en 1789, vincu- lando asi de manera simbélica la revolucién en las érbitras celestes con la orbita terrena la Revolucién Francesa. Por lo demas, el acceso del poeta a los escritos de Kepler no debia ser algo infrecuente o problematico, toda vez que éstos se hallaban en la biblioteca del “Stift” de Tabingen por el tiempo en que él cursaba alli sus estudios. En particular una obra suya en 1596, De admirabili proportione orbium celestium, es seiialada por Bertaux como mas que probable texto inspirador del significado astronémico originario al cual remite la concepcién hdlderliniana de la via excéntrica. Primero, porque ahi Kepler utiliza, en efecto, el término “via eccentricae” para referirse a ciertas trayectorias en su explicacion del movimiento de los planetas; pero sobre todo porque, en una de sus tablas astrondémicas, ofrece una descripcién grafica del modo en que la trayectoria de los sitemas de Saturno y Jupiter resulta enlazada a través de una “via excéntrica”, que reviste una impor- tancia capital para la comprensién del planteamiento hdlderlianiano en torno al punto de partida de su Hyperionfragment: pues cabe decir, sin temor a equivocarse, que la imagen de Hélderlin se forja entonces del vinculo existente entre las dos esferas ideales, Naturaleza y Cultura, asi como la funcién relacional que entre ambas desempeiia la via excéntrica, responden en gran medida al modelo propor- cionado por el esquema kepleriano. En cierto modo, dicha conexion esta explicita- mente reconocida por el propio Holderlin, quien da a uno de sus poemas el significativo y esclarecedor titulo de Naturaleza y Arte, o Saturno y Jupiter... Las metaforas mediante las cuales Hélderlin desinga ahi los reinos del Arte (=Cultura) 7 Para una descripcién sintética de las diferentes interpretaciones al respecto, puede consultarse el capitulo VII del importante estudio de Friedrich Strack, Asthetik und Freiheit. Holderlins Idee von ‘Schonheit, Sittlichkeit und Geschichte in der Franzeit, Tubingen, Max Niemeyer, 1976, pp. 179-196. ® ‘Schadewaldt, Wolfgang, “Das Bild der exzentrische Bahn bei Holderlin”, en Holderlin-Jahrbuch, Tubingen, Mohr, 1952, pp. 1-16. 9 ‘Schadewaldt, po. cit., pag. 2. 10 Bertaux, Pierre, Holderlin und die Franzosische Revolution, Frankfurt, Suhrkamp. 1969. 4 Bertaux, op. cit., pag. 156: “Ubrigens hat Kepler nicht nur astronomische Werke geschrieben, sondern auch Abhandlungen aber die Harmonien der Welt, deren mogliche Wirkung auf Holderlin zu untersuchen ware. Die Sterne, die astronomischen Ausdricke und Begriffe spielen bei Holderlin eine vorrangige Rolle. Wir darfen auch nicht vergessen, dass das Wort “Revolution” eigentlich zuerst zum astronomischen Wortschatz gehort und die Bewebung eines Himmelskorpers bezeichnet. Die politisch-historische Bedeutung des Wortes ist nur eine dbertragene. Nun wissen wir, dass bei Hélderlin, der am Quell der Sprache schopfi, die ursprungliche Bedeutung eines Wortes immer durchblickt, oder -anders gesagt- mitklingt.” Fragmento de Hiperién 153 y de la Naturaleza no son tan solo nombres de dioses griegos o figuras mitolégicas, sino también planetas, cuyo recorrido ha sido descrito y calculado con minuciosi- dad por Kepler. De esa manera, su mencionado esquema, traducido al lenguaje hdlderliniano, quedaria tal como lo expresa el siguiente dibujo: Trayectoria de oe iter (= Arte: Cultura) Saturno (= Naturaleza) Jupiter oS ) — - ~S io Trayectora excéntrica (= Revolucion) “Ambas trayectorias” —comenta Bertaux (de quien tomamos la figura reprodu- cida arriba)-, “la de Saturno y de Jupiter, resultan unidas a través de una “via excéntrica”, que sefala el transito desde una trayectoria concéntrica (asi la de Saturno) hasta otra trayectoria concéntrica (asi la de Jupiter). Dentro de la cosmovisin de Hélderlin, la via excéntrica representa “la revolu- cién”, la travesia desde una antigua patria hasta otra nueva. Las trayectorias concénctricas representan esas dos patrias, donde el hombre, en cada ocasion, se encuentra en casa.” ' Y bien, tal como anunciamos anteriormente, es en esta estructura tedrica donde se funda la significacién filosdfica primordial del escrito hélderliniano: el proceso de evolucion espiritual del hombre ha de entenderse, segtin esto, como un camino de regreso al Hogar, hacia la intimidad perdida con el Todo, a fin de poseer ahora conscientemente lo que antafio se tuvo de forma ingénua y natural. El eterno retorno de lo idéntico que asi supone, pues, la via excéntrica, manifiesta al mismo tiempo su constitutiva ambigtedad, en la medida en que sin cesar oscila entre lo celeste y lo terreno, entre la aspiracion ideal y las limitaciones de la realidad cotidiana. Pero ademés, por otro lado, la importancia de centrar la atencién en dicho elemento viene determinada por la circunstancia de que es eso lo que nos capacita verdaderamente para comprender hasta qué punto la trama argumental del Hype- rionfragmet coincide ya en lo esencial con la redaccién definitiva de la novela, pese a la mayor complejidad estructural de esta ultima, A grandes rasgos, el trayecto excéntrico de Hiperién es, en ambos casos, el mismo: tras desengafiarse del suefio de una fraternidad universal, de su utopia del amor entre todos los hombres (a quienes Holderlin habia exaltado en sus Himnos a los Ideales de la Humanidad), "2 Bertaux, op. cit., pag. 158 154 Friedrich Holderlin Hiperién huye del mundo y se refugia en el amor a un solo ser, Melita (Diotima, mas tarde), el cual resulta a su vez sustituido, cuando la relacién fracasa, por el amor a la Naturaleza, en cuya secreta fuerza unicamente halla consuelo y nuevas energias. El Fragment von Hyperion es, asi entre los dos polos de la vida de la Naturaleza y la vida del Espiritu, un paseo por el amor y el desgarro, un continuo transitar desde el entusiasmo creador hasta el reconocimiento de los limites inherentes a cualquier anhelo humano de Absoluto. En medio de todas esas peripecias del cuerpo y del alma se extiende la tragica certeza que una y otra vez ensombrece el peregrinaje de Hiperién. Ni la promesa futura de un tiempo mejor, ni los gentiles recuerdos de una infancia dorada del mundo (Hélade), ni tan siquiera el calido afecto de Melita, puede “quitar de su frente el triste soar”: incluso en el amor mismo existen para el amante prerromantico cintas y lazos que lo atan permanente- mente a un destino de soledad y melancolia, a una Teiterada evocacion nostalgica, tal vez de unos tristes ojos claros, tal vez de unos cabellos bafiados en crepuslo, siempre de un horizonte infinito, que le reaparece, por mucho que él se esconda tras escritos y palabras, tras artificios de la cultura o rigores éticos, por mucho que camine calles de luna Ilena eclipsada, procurando borrar en esa oscuridad nocturna la estela de una presencia divina. El sabor de lo Absoluto, prendido en los labios de Hiperi6n, es también complice metafisico del sino tragico que acompafia a su relacion amorosa con Melita. No se trata unicamente del conflicto tal como lo explicita el propio Fragment von Hyperion, esto es, a causa del doloroso sentimien- to de inferioridad que el protagonista experimenta con respecto a su idealizada compafiera; también debe considerarse a propdsito la otra faceta de dicha proble- miatica, inmejorablemente resumida por W. Dilthey al decir que de lo que aqui se trata en realidad es de “las penas secretas de un alma apasionada y juvenil, que jamés se basta a si misma y a la que no bastan tampoco los demas” ! Al fin y al cabo, no es sino en este preciso rasgo de su talante donde encarna de la manera més intensa la voluntad de infinito que anima a Hiperi6n, el pathos de la distancia y la noble elevacién del espiritu, que, en su caso, hace mas evidente que en el comun de los mortales esa irresistible tendencia del hombre a retornar al hogar perdido, a la Naturaleza hélderliniana, bien mediante el ideal de la Cultura, bien mediante una sintesis superior, definitiva, que engloba ambos aspectos. Por- que, efectivamente, dentro del Fragment von Hyperion se describen en primera instancia las andanzas espirituales del héroe desde el ideal de la Naturaleza hasta la consumacién de la Paideia en un orden cultural armonico y autoconsciente; pero también es cierto que, finalmente, una vez que los equivocos e infortunios provocan la separacion entre Melita e Hiperion, éste termina refugiandose sin mas en los amables brazos de la Naturaleza. De ese modo queda cerrado el circulo de las ideas holderlinianas, segin éstas se formulan en el citado Fragmento: la odisea desde la unidad e inocencia primiti- vas hasta el proyecto de reparacién espiritual de la escisién historica es colmada, por tiltimo, con el retorno al unico y verdadero Hogar, el de la Naturaleza, “lo que existe desde siempre, lo que pervive bajo mil formas distintas, lo que es, fue y sera” La conciencia tragica y escindida (mas por eso mismo hticida ante su desgarro) 3 Dilthey, po. cit., pag. 355. \4 Holderlin, J.C.F., Fragment von Hyperion; en Holderlin Werke und Briefe, 1, Frankfurt, Insel, 1969. Fragmento de Hiperién 155 que va desarrollandose a lo largo de todo el peregrinar intermedio desde un estado ideal hasta otro es, sin embargo, el tema fundamental que se expresa a través de las paginas del Hyperionfragment. Asi |o exige la honestidad vital ¢ intelectual que caracteriza a Holderlin. Y quizds es debido igualmente a dicho motivo por lo que, en Ultimo término, no son ni la poesia, ni las excelencias del espiritu, ni los insondables misterios de la Naturaleza, los que hacen vibrar con mayor intensidad su coraz6n inquieto, sino un daimon generoso al tiempo que indigente, a medias divino, a medias humano, que le precipita en el abismo y en la noche sagrada, Pero que antes le impulsa a exclamar: “;Qué vale todo lo que los hombres hacen y piensan durante milenios frente a un solo momento de amor?” "5, La presente traduccion del Fragmento de Hiperi6n, de Friedrich Holderlin, se ha basado en el texto de la edicén de sus obras, Holderlin Werke und Briefe, publicadas en tres voltimenes por la editorial Insel, de Frankfurt am Main, en 1969, al cuidado de Friedrich Beissner y Jochen Schmit. Esta obra, a su vez, tiene su fundamento filolégico en la principal edicion critica de los escritos hdlderlinianos publicada hasta la fecha, la Holderlins Samtliche Werke, Grosse Stuttgarter Ausga- be, preparada por el propio F. Beissner. Es por eso por lo que el referido texto del Fragment von Hyperion, que sirve de base a nuestra traduccion, conserva los arcaismos en lengua alemana de la version original que Holderlin publicé en la revista Thalia de Schiller. Por nuestra parte, hemos optado por una traduccién lo mas literal posible, en razon del interés primordialmente filosdfico, antes que literario, que reviste el escrito de Holderlin en este contexto. No se trataba, ademas, de ofrecer una edicion critica (aun cuando igualmente hemos consultado la Grosse Stuttgarter Ausgabe, III), sino una simple edicién de lectura que suscite su conocimiento y estudio en nuestro idioma. De ahi que s6lo unas breves notas, al final, acompafien al texto. Los subrayados son del propio Hélderlin. A fin de facilitar el cotejo de la version en castellano con el original, hemos indicado en el margen derecho la paginacion correspondiente a la edicion (HWB....) en lengua alemana utilizada preferentemen- te por nosotros. FRAGMENTO DE HIPERION Johann Christian Friedrich Holderlin Hay dos ideales para nuestra existencia: un estado de la mds alta inocencia, donde nuestras necesidades concuerdan reciprocamente consigo mismas, con nues- tras fuerzas y con todo aquello con lo que estamos en contacto, a través de la simple organizacién de la Naturaleza, sin nuestra intervencién, y un estado de la més elevada cultura, donde ocurre lo mismo con respecto a necesidades y fuerzas infinitamente multiplicadas e intensificadas, a través de la organizacion que noso- tros mismos estamos en situacién de poder darnos. La via excéntrica, que el Hombre, en comunidad y en solitario, recorre desde un punto (que mas 0 menos 13 Holdertin, J.CF. Hiperion o el eremita en Grecia (traduccién de Jesis Mundrriz), Madrid, Peralta, 1976, pég. 83. Podriamos decir que, asi como el proyecto ut6pico de retorno a la unidad originaria en el seno de la Naturaleza representa la conclusi6n filos6fica positiva del Hyperion fragment en el orden metafisico, su contribucién de nivel ontoldgico al Sistema det idealismo prerroméntico, del mismo modo la articulacién tedrica del amor como recurso intramundano supone la tnica conclusi6n positiva posible en el plano de la conciencia desdichada del desgarro... “En el amor del hombre por la naturaleza, por su familia, por su pueblo” -dice Jean Hyppolite, en su caso propésito de Hegel- “hay una inmanencia de lo infinito en lo finito.” (Génése et Structure de la Phénomenologie de L'Esprit, Paris, Aubier, 1946, pag. 185). HWB, 4: HWB, 44 156 Friedrich Holderlin es Inocencia pura) hasta otro (que es mas o menos Cultura consumada), parece ser siempre igual en sus tendencias esenciales. Algunas de estas tendencias, junto con su posible rectificacién critica, han de ser descritas en las cartas (de Hiperién), de las cuales las siguientes con s6lo un ex- tracto. El hombre desearia estar a la vez en todo y por encima de todo, y la sentencia en la losa sepulcral de Loyola, “non coerceri maximo, contineri tamen a minimo”, puede asi mismo servir muy bien para caracterizar esa faceta absolutamente subyu- gante y peligrosa del hombre como el mds elevado y bello estado a su alcance. En qué sentido ha de ser ello valido para cada uno, eso es algo que debe decidirlo su libre voluntad. Desde Zante. Quiero ahora regresar nuevamente a mi Jonia; en vano abandoné mi tierra natal y busqué la Verdad. {C6mo podrian, pues, bastar tan sélo palabras a mi alma sedienta?. Por todas partes encontré palabras; nubes, y ninguna Juno. ! Yo las odio como a la misma muerte, a todas esas miserables mezcolanzas de algo y nada. Mi alma entera se indigna ante su irrealidad. Lo que para mi no es el Todo, y eterno Todo, es Nada para mi. iOh, mi Belarmino! Dende hallaremos nosotros la unica cosa que nos puede proporcionar la paz? ,Dénde podremos escuchar nuevamente la melodia de nuestro coraz6n, como en los bienaventurados dias de la infancia‘ iAh!, en otros tiempos la busqué en la Fraternidad con los hombres. Pensaba ' Clara utilizacion, por parte de Holderlin, del «motivo-Ixién», el cual constituye una referencia literaria algo frecuente en una época donde la técnica de alusiones mitologicas se difundis ampliamente. La significacion fundamental de la leyenda de Ixi6n para la Tépica conceptual del espiritu prerromantico alemédn -en tanto que reflejo de su propia busqueda quimérica de un Absoluto-, asf como, de manera especial, su tratameinto especifico dentro de la obra holderliniana han sido puestos de relieve por F. Stracken su ya citado estudio Asthetik un Freiheit. Holderlinnnns Idee von Schonheit, Sittlichkeit und Geschichte in der Franzeit. No obstante, pese a la diversidad de posibles influjos al respecto, parece fundado el afirmar, tanto por el contenido literal de la alusion poética que Holderlin realiza aqui, cuanto por su intencién subyacente, que la fuente directa en la que se inspiré para tal evocacién fue un pasaje de la obra de Kant, Fundamentacion de la Metafisica de las costumbres (México, Porria, 1972), donde puede leerse:(...) «Todo aquello, pues, que sea empirico es una dicién al principio de la moralidad, y, como tal, no sdlo inaplicable, sino altamente perjudicial para la pureza de las costumbres mismas (...) Contra esa negligencia y hasta bajeza del modo de pensar, que busca el principio en causas y leyes empiricas de movimiento, no seré nunca demasiado frecuente ¢ intensa la reconversién; porque la razon humana, cuando se cansa, va gustosa a reposar en esa poltrona, y en los ensuefios de dulces ilusiones -que le hacen abrazar una nube en lugar de Juno- sustituye a la moralidad un bastardo compuesto de miembros procedentes de distintos origenes, (...) etc. «op. cit., pp. 42-43) No deja de ser sintomatico el hecho de que el contexto de la cita de Kant sea una discusion entorno al tema de la moralidad: el vinculo entre la dimensiGn ética y la dimension metafisica de la metéfora de Ixion, héroe griego que, engafiado por Zeus, creyé abrazar a Hera (Juno), cuando en realidad slo abrazaba a unas nubes que habian adoptado su apariencia, est4 igualmente presente en el texto del Hype- rionfragment. Fragmento de Hiperion 187 que la indigencia de nuestro ser deberia convertirse en riqueza, tan pronto como un par de esos pobres individuos formarn un solo corazon, una vida indisoluble, como si todo el dolor de nuestra existencia radicase unicamente en la separacion de lo que una vez habia estado unido. Con placer y melancolia recuerdo cémo todo mi ser anhelaba entonces, y solo entonces, capturar alguna sonrisa de afecto, como me entregaba a una sombra del Amor, cémo me rebajaba a mi mismo. jAh!, jCudntas veces crei hallar a lo Innombrable, apropiarmelo, simplemente porque me aventuré a perderme en lo que amaba! ;Cuantas veces crei haber alcanzado el sagrado cambio!; pero entonces urgaba, urgaba un poco en mi, y ahi estaba el pobre ser, extraviado y confuso, incluso, a menudo, algo agresivo —jé1 queria solamente un poco de diversién, no algo tan serio! jFui un nifio ciego, querido Belarmino! Quise comprar perlas a mendigos que eran mas pobres que yo, tan pobres, tan enterrados en su miseria, que no sabian hasta qué punto lo eran, y que se complacian largamente en los harapos con que se habian cubierto. Todos esos diversos desengafios me deprimieron de manera indecible. Realmente, crei perecer. Es un dolor sin igual, un continuo sentimiento de aniquilacion, el que surge cuando la existencia ha perdido asi su sentido de modo tan absoluto. Me oprimia un desaliento inconcebible. No era capaza de alzar la vista ante los hombres. Incluso temia la risa de un nifio. Con todo y con eso, usualmente me sentia muy tranquilo y relajado; solia poseer ademés una singular fe supersticiosa en la virtud curativa de algunas cosas; a menudo podia esperar calladamente Io que buscaba de una pequefia compra, de un paseo en barca, del valle que una montarfia me ocultaba. Pero con el animo, también mis fuerzas disminuyeron ostensiblemente. A veces me tomaba la molestia de recoger las ruinas de pensamientos concebi- dos por mi en otro tiempo; pero el espiritu, activo no hace mucho, habia envejecido; y yo sentia cémo su celeste luz, que antes apenas habia despuntado para mi, poco a poco se iba ya eclipsando. Lo cierto es que cuando alguna vez me parecia que el ultimo resto de mi perdida existencia valia algo, cuando mi orgullo despertaba era entonces cuando yo entraba en plena actividad y la omnipotencia de esa deseperacion se alojaba en mi; cuando mi marchita ¢ indigente naturaleza se habia empapado de un torpe contento, entonces penetraba yo con impetu entre los hombres, hablaba como un inspirado por la divinidad, ¢ incluso sentia a veces las lagrimas del bienaventurado en mis ojos; y cuando alguna otra vez un pensamiento, o la imagen de un héroe en la noche, iluminaban mi alma, me sorprendia y regocijaba, como si un dios habitase en tan empobrecidos lugares, y me parecia como como si un mundo debiera forjarse en mi; pero cuanto mas profundamente se habian animado mis fuerzas dormidas, con tanto mayor cansancio desfallecian, y la infeliz naturaleza regresaba a su dolor, ahora incrementado. jDichoso, Belarmino, dichoso aquél que ha superado esta prueba de fuego del coraz6n, aquél que ha llegado a comprender el gemido del coraz6n, aquél que ha Megado a comprender el gemido de la criatura, el sentimiento del paraiso perdido! jCudnto mis alto se eleva la Naturaleza sobre lo animal, tanto mayor es el peligro de morir en tierra de lo pasajero! ‘HWB, 44 HWB, 4 158 Friedrich Holderlin !Pero todavia he de contarte algunas cosas mds, corazén hermano! Yo atin tenia miedo de ciertos vividos recuerdos cuando nos conocimos ante las ruinas de la antigua Roma. jNuestro espiritu se desvia tan facilmente de su camino! ;A menudo debemos alejarnos del susurro de una hoja, para no molestarla en su callado negocio! Ahora puedo jugar de vez en cuando con los espiritus de horas pasadas. Mi vieja amiga, la primavera, me habia sorprendido en medio de mis tinieblas. En otro tiempo, hubiese esperado de ella alivio para todas mis penas. Pero la esperanza y los presentimientos habian ido desapareciendo poco a poco de mi alma. Y ahora ella estaba ahi, en toda la gloria de su juventud. Me parecié que también yo tenia que recuperar de nuevo Ia alegria. Abri mis ventanas y me vesti como para una fiesta. También a mi debia visitarme ese celeste viajero. Vi cémo en el campo, en el amigable mar de Esmirna y su costa, todo brotaba como un torrente. Extrafias esperanzas nacieron en mi. También yo florecia. Entonces se revel verdaderamente la omnipotencia de la Naturaleza. Casi todos los rostros eran mas cordiales; por todas partes se reia de forma mas abierta, y quienes anteriormente se habian saludado de modo ceremonioso, ahora se estrechaban la mano. Todo lo rejuvenecia y llenaba de entusiasmo la espléndida dulzura de la primavera. El puerto rebosaba de barcos con un jubiloso griterio, donde ondeaban las coronas de flores y resplandecia el vino de Quios; las hojas de mirto entonaban alegres melodias, y danza y juego susurraban a través de los olmos y pldtanos. iAh!, pero yo buscaba algo mas que eso. Eso no podfa librarme de la muerte. Absorto en mi pesar, vine a dar involuntaramente en el jardin de Gorgonda Notara, un conocido mio. Un ruido procedente de un pasillo lateral me sobresalté. Entonces —en medio de ese doloroso sentimiento de mi soledad, con el coraz6n sangrante, carente de alegria ella aparecié ante mf; encantadora y sagrada, como una sacerdotisa del Amor, asi estaba ella; como tejida de luz y fragancia, tan espiritual y delicada; sobre la sonrisa, impregnada de calma y celeste bondad, reinaban con majestad divina sus grandes ojos, llenos de entusiasmo, y, como nubecillas alrededor de la luz matinal, los dorados rizos flotaban en vientos de primavera por su frente. iBelarmino! ;gComo podria expresarte por entero, vivamente, esa sensacion indescriptible que entonces experimenté?! :Dénde estaban ahora los sufrimientos de mi vida, su noche y su miseria? ,Dénde la absoluta indegincia de su finitud? Ciertamente, lo mas elevado y santo que la inagotable Naturaleza acoge en su seno es un instante tal de liberacion. jE] compensa eones de nuestra existencia vegetando! Muerta estaba mi vida terrena, el tiempo ya no existia, y mi espiritu, libre de sus cadenas y renacido, presentia su parentesco y su origen. HWB Fragmento de Hiperion 159 Han pasado los afios; las primaveras vinieron y se fueron; mas de una espléndi- da imagen de la Naturaleza, mds de una reliquia de tu Italia, producto de una fantasia celeste, alegr6 mi vista; pero la mayoria las borré el tiempo; sdlo su imagen, con todo lo que a ella va ligado, ha permanecido viva para mi. Aun esta ella ahi, ante mi, como en los sagrados y embriagadores momentos en que la conoci; aprieto ese dulce fantasma contra mi ardiente coraz6n; escucho su voz, el murmullo de ‘su arpa; y como una apacible Arcadia, donde las flores y semillas se balancean en un aire siempre tranquilo, donde la cosecha madura sin el bochorno del mediodia y la uva dulce se cria bien, donde ningin temor inquieta al sereno pais, donde de nada se sabe sino de la eterna primavera del mundo, de un cielo despejado y su sol, y de sus amistosas estrellas, asi veo abrirse ante mi el templo de su coraz6n y de su espiritu. jMelita! {Oh, Melita! ?;Criatura celeste! Quisiera saber si todavia ella piensa en mi de vez en cuando. Quizé me compadece. Pero sé que la volveré a encontrar en algun periodo de la eterna existen- cla. iEs seguro! Porque lo que una vez ha estado unido, no puede permanecer eternamente separado. jAhl, el dios que habita en nosotros esta siempre solitario ¢ indigente. ~Donde encontraré él a todos sus semejantes? ZA aquéllos que un dia lo fueron, que algin dia lo seran? Cuando Iegard el gran reencuentro de los espiritus? Pues una vez todos nosotros, segtin creo, estuvimos unidos. jBuenas noches, Belarmino, buenas noches! Majiana seguiré conténdote con més calma. Desde Zante. La tarde de aquel dia de mis dias, con todo lo que, atin en mi embriaguez, he podido conservar, es para mi inolvidable. Fue lo mas bello que pudieron concederme la primavera del mundo y el cielo y su luz. El crepusculo la bafiaba como a una gloria de lo sagrado, y las suaves nubes doradas del Eter sonreian mirando hacia abajo, como genios celestes que se alegraran por su hermana en la tierra, mientras ella caminaba entre nosotros con todo el esplendor de los espiritus: tan buena y amigable era para con todo lo que la rodeaba. Todo se sentia impulsado hacia ella. Parecia como si una parte de su ser participase en todo lo demas. Un nuevo sentido mas sutil, una dulce intimidad, habia penetrado en todas las cosas, y éstas no sabian qué les habia ocurrido. Sin preguntarlo, averigié que ella venia de la costa de Pactol, de un solitario valle del Tmolus, a donde su padre, un hombre singular, por disconformidad con Tespecto a la actual situacién de los griegos y tras largo tiempo alejado ya de 2. Melita, nombre del principal personaje femenino en el Fragment von Hyperion; seria sustituido por Holderlin, dentro de la versin definitiva de su obra, por el de Diotima, en quien encarnan ya caracteres de la personalidad de su propia amada, Susette Gontard. HWB, 44 160 Friedrich Holderlin Esmirna, se habia retirado finalmente, para cuidar alli de su triste pesar; y que su madre, en otro tiempo la flor de Jonia, era pariente de Gorgonda Notara. Notara nos pidié que pasdramos la tarde con él a la sombra de sus arboles, y en la disposicion de animo en que nos encontrabamos, no pensé con muchas ganas en una separacion. Poco a poco iba legando hasta nosotros mas vida y més espiritu. Conversamos largamente de los nobles hijos de la antigua Jonia, de Safo y Alceo, de Anacreonte, y, en especial, de Homero, de su tumba en Nio, de cierta gruta rocosa proxima, a orillas del Meles, donde el Magnifico debia haber celebrado mas de una hora de inspiracion, y de otras muchas cosas; como en torno a nosotros los amables arboles del jardin, donde las flores, liberadas por el soplo primaveral, se plegaban sobre la tierra con la Iluvia, asi nuestras almas se comunicaban entre si; cada cual a su manera, e incluso la mas pobre, aportaba algo. Melita pronuncié mds de una celeste palabra, sin arte, sin plena intenci6n, con una pura y santa simplicidad. A menudo, cuando la escuchaba hablar, me venian a la mente las obras de Dédalo, de quien Pausanias dijo que su mirada habia poseido, en su inocencia, algo divino. Estuve sentado largo rato, sin decir nada, embebido en la belleza celestial que, como si se tratase de rayos de la aurora, penetraba en mi interior y Ilamaba a la vida a los marchitos gérmenes de mi ser. Finalmente, hablamos también de tantos diversos milagros de la amistad griega, de los Dioscuros, de Aquiles y Patroclo, de la falange de los espartanos, de todos los amantes y amados que amanecieron y anochecieron por encima del mundo, inseparable, como las eternas luces del firmamento. Entonces desperté “No deberiamos hablais de eso”, grité: -Indigentes como estamos, tal esplendor nos aniquila. Ciertamente, hubo dias dorados, en los que las armas se intercambiaron y se amo hasta la muerte, en los que el culto al amor y_a la belleza engendro hijos inmortales, actos heroicos por la partia, celestes himnos, y eternas palabras de sabiduria; jah!, dias en los que un sacerdote ceipcio atin reprochaba a Solén: “jVosotros, los griegos, siempre seréis adolescentes!”. Y ahora nosotros, mas inteligentes que todos esos magnificos individuos que han muerto, nos hemos convertido en ancianos; js6lo lamento que tanta fuerza se haya desperdiciado en esta atmosfera extraiia!”. va ral vids €80 al menos por hoy, Hiperion! exclamo Notara; y yo tuve que darle la razon. Los ojos de Melita reposaban sobre mi con tal seriedad y grandeza... Quién no lo habria olvidado todo. Por el camino de vuelta hacia la ciudad, fui a su lado. Apretaba los brazos con fuerza contra mi agitado corazon. Tenia que dominar el desconcertante tumul- to que se producia en mi interior para poder hablar. iOh, Belarmino! jCémo la comprendia yo, y cémo le alegraba esto a ella! iComo cualquier palabra suya, pronunciada al azar, era capaz de suscitar en mi todo un mundo de pensamientos! Esta silenciosa alianza de nuestro pensamiento 7 ea palabra era un auténtico triunfo de los espiritus sobre todo lo pequefio y débil Nos separamos ante la casa de Notara. Yo caminaba dando traspiés, inmerso HWB HWB Fragmento de Hiperién 161 en una sibita alegria; censuraba y me refa a la vez de la pusilanimidad de mi coraz6n en los dias pasados, mientras con orgullo indecible veia cémo mis viejos sufrimientos habian quedado atrés. Mas cuando entonces llegué a casa y, dirigiéndome hacia las ventanas abiertas, contemplé mis flores, cubiertas de maleza, medio secas, y elevando la vista, observé la ruinosa ciudadela de Esmiura, que yacia ante mi en medio de luces crepusculares, Iqué extrafia sensacién me produjo todo esto!. jAh! jCuantas veces habia permanecido yo en otro tiempo despierto hasta la medianoche, cuando no pude conciliar el suefio en mi solitaria cama, y habia entonado mi lamento por las ruinas y fantasmas de una época mejor!. Ahora habia regresado la primavera de mi coraz6n. Ahora tenia lo que buscaba. Lo habia vuelto a encontrar en la celeste gracia de Melita. De nuevo amanecia en mi. Ese sublime ser habia arrancado a mi espiritu de su tumba. Pero lo que yo era, lo era a través de ella. Su bondad se alegraba de la luz que brillaba en mi, y no entendia que era tan slo un reflejo de la suya. Comprendi que muy pronto me haria mas pobre que una sombra, cuando ella no viviese en mi, a mi alrededor y para mi, cuando ya no fuese mia; que me veria reducido a la nada si ella se apartaba de mi lado. No podia ser de otro modo. Asi que yo tenia que preguntarme,con una angustia de muerte, a cada gesto, a cada palabra suya, seguir su mirada, como si la vida quisiera escapar de mi, dirigirse hacia el cielo o Ja tierra; joh, Dios! Cada una de las sonrisas de su paz sagrada, cada una de sus celestes palabras, que me decian como a ella le bastaba su propio coraz6n, debian ser para mi como un mensajero de la muerte: si, tuvo que apoderarse de mi la deseperacion, en cuanto supe que el excelso objeto de mi amor era tan excelso que no me necesitaba. Que me perdone ese sagrado ser! Con frecuencia maldije el momento en que la conoci, y mentalmente le reproché a esa criatura celeste el que me hubiese devuelto a la vida s6lo para hundirme de nuevo con su nobleza. {Puede albergarse un grado tan alto de inhumanidad en el alma de un hombre?. Desde Pirgo, en Morsa El sueiio, la inquietud y algtin que otro extrafio fendmeno, que a medias se formaba en mi y desaparecia, no me permitieron antes llegar a expresar nada de lo que deseaba comunicarte. A menudo tuve hermosos dias. Entonces dejaba que mi interior reinase a su antojo, que sofiase y meditara; pasaba la mayor parte del tiempo al aire libre, y las sagradas cumbres y valles de Morea solian templar amistosamente mi alma en sus mas puros tonos. Todo debe suceder tal y como sucede. Todo est bien, He de dejar dormir al pasado. Nosotros no hemos sido creados para un solo objetivo, para algo limitado. ¢No es cierto, Belarmino? Si ninguna Arcadia florece en torno a mi, es s6lo porque fa indigencia que piensa y vive en mi interior debe enriquecerse y abrazar lo Infinito. Esto es lo que yo deseo. ;Oh, y como lo deseo! Quisiera anular la finitud que pesa sobre nosotros y que se burla de nuestro sagrado amor; como un hombre enterrado vivo, asi se revuelve mi espiritu contra las tinieblas en las que esta cautivo. HWB, 4 162 Friedrich Holderlin Querfa contarte algo. Ahora lo haré. Nada del exterior me estorba en mis recuerdos. Mar y tierra duermen en el bochorno del mediodia, e incluso la fuente que en otro tiempo fluia aqui debajo se ha secado. Ningtin soplo de viento susurra a través de las ramas. De vez en cuando escucho un leve gemido de la tierra, cuando el ardiente rayo hiere el suelo. Pero esto no me molesta en absoluto. Ademias, el ciprés que llora sobre mi me da suficiente sombra. La tarde en que me separé de ella se habia convertido ya en noche en dia; més no para mi. En mi vida ya no habia lugar para ningun descanso ni para ningun despertar mas. Solo existia un feliz y doloroso sofar con ella, una lucha entre la angustia y la esperanza. Finalmente, fui en su busca. Al verla entonces ante mi, tan completamente diferente del estado en que yo me encontraba, tan serena y feliz, en la absoluta plenitud de una criatura celeste, me inquieté. Estaba confuso y sin habla. Mi espiritu habia huido de mi. No creo que ella lo notase del todo, como quiera que, por lo demas, en su celeste bondad, no parecia fijarse demasiado en lo que ocurria a su alrededor. Se tom6 la molestia de llevarme nuevamente al lugar donde habiamos pasado la tarde anterior. Y al fin aqui y alla fueron naciendo en mi pensamientos que se unieron felizmente a los suyos. Ella no se daba cuenta de la infinidad de cosas que me decia, ni de cémo su imagen se enaltecfa hasta limites insospechados, cuando la elevacién de sus pensa- mientos se revelaba en su frente y la realeza de su espiritu se unia a la benevolencia de su corazén inocente y Ileno de amor. Cuando junto a su gracia se hacia visible lo que en ella habia de aut6nomo, de sagrado, era como si el sol marchara a través del amistoso Eter, 0 como si un dios hubiese descendido hasta aqui abajo para caminar entre un pueblo sin tacha. Mientras estaba junto a ella y su ser vivificante me alzaba por encima de toda la miseria de los hombres, solia olvidar también las preocupaciones y deseos de mi pobre corazon. Pero cuando me alejaba, entonces en vano me escondia de mi mismo, pues algo en mi interior me gritaba, lamentandose en voz alta jella no te ama! Me enfurecia y luchaba contra eso. Sin embargo, mi pensar no me abandona- ba. El desasogiego aumentaba dia tras dia. Cuanto mas alto y poderoso resplandecia su ser sobre mi, tanto mas sombria y salvaje se tornaba mi alma. Por ultimo, me pareci6 que ella me evitaba. También yo decidi no verla nunca més, y, asi, tuve que resistir, ciertamente bajo un tormento indecible para mi corazon, el estar varios dias alejado de ella. Por aquel entonces, precisamente cuando regresaba del desierto de Korax, a donde habia marchado antes del amanecer, me encontré con Notara y su esposa. El me dijo que habian sido invitados a casa de un pariente cercano,/y que pensaban estar de vuelta a la tarde. Melita, afiadié, se habia quedado en casa; la fiel hija tenia que escribir una carta a sus padres. Todos mis deseos reprimidos despertaron nuevamente. No obstante, me reco- bré de inmediato, asegurandole a la tempestad que alentaba en mi que en absoluto queria verla a ella en ese dia; de todos modos, pasé por delante de su casa con la mente en blanco y temblando, como si planeara un crimen. Después, me obligué a volver a mi casa, cerré la puerta, me desvesti, abri, tras haber dudado largo rato HWE HWE Fragmento de Hiperion 163 en mi eleccién, Ayax portador de ldtigo +, y me sumergi en su lectura. Mas mi espiritu no pudo retener ni una sola silaba. Donde quiera que yo mirase, ahi estaba ella. El ruido de cada paso me sobresaltaba. Involuntariamente, musitaba si pensar frases sueltas que habia escuchado de su boca. A menudo tendia los brazos hacia ella, a menudo los retiraba, cuando se me aparecia. Finalmente llegué a enfurecerme ante mi delirio, y pensé seriamente en extir- par de raiz ese ansia mortal. Pero mi espiritu me negaba todo servicio. E incluso me parecia como si falsos demonios se precipitasen sobre m{ y me ofrecieran filtros méagicos para arruinarme por completo con su medicina infernal. Exhausto por tan terrible combate, al fin me desplomé. Mis ojos se cerraron, mi corazon latia mds suavemente, y, como el arco iris tras la tormenta, asi todo su celeste se broté de nuevo a mi. Esa paz sagrada de su corazon, de la que con frecuencia ella me habia hecho participe en algun instante a través de sus palabras y actitudes, haciendo que me sintiera como si volviese a caminar por el paraiso abandonado de la infancia; su piadosa timidez, que le impedia profanar nada, ya fuese en broma o en serio, que pudiera estar emparentado, atin de lejos, con la belleza y la bondad; su modesta complacencia, su espiritu y sus nobles ideales, de los cuales su callado amor dependia de forma tan exclusiva que nada mas buscaba ni temia ella en el mundo; —todas las queridas y profundas tardes que yo habia pasado con ella, su voz y el juego de tonos de sus cuerdas vocales, el encanto de cada uno de sus gestos, que bien paseara 0 estuviese quieta, denotaban su bondad y su grandeza: jah!, todo esto y mas atin era lo que ahora revivia en mi. iY a esa criatura celeste le guardaba yo rencor? ¢Y por qué lo hacia? ,Porque no era tan indigente como yo, porque todavia llevaba el cielo en su corazon y no se habia perdido a si misma, como lo habia hecho yo?; porque no necesitaba de otro ser ni de una riqueza ajena para llenar sus propios lugares desiertos? ;Porque no podia temer hundirse ni depender de otro con una angustia de muerte, como yo?; jah!, ahora que lo més divino habitaba en ella, yo habia profanado esa calma, ese celeste plenitud suya, con mi mal humor, habia enviado su paraiso en la bajeza de mi rencor. ,Podia ella ocuparse de una criatura tal, tan arruinada? 4A caso no debia huir? Seguro que su genio la habia prevenido contra mi. Todo esto me atravesaba el alma como una espada. Yo queria llegar a ser otro. jOh!, queria llegar a ser como ella. Escuchaba ya de sus bees la celeste palabra de perdén, y sentia con mil deleites como eso me re- generaba. Asf que me encaminé rapidamente hacia su casa. Pero a cada paso me ponia mas nervioso. Cuando entré alli, Melita palidecio. Esto me Ilev6 a perder la calma por completo. Mas el silencio absoluto por ambas partes, que por lo demas tan poco duré, era demasiado doloroso como para que yo no intentara romperlo con todas mis fuerzas. 3 yax Mastigophoros, tragedia de Séfocles, de la que posteriormente el propio Holderlin habria de traducir un fragmento, Como ha observado con acierto Jean Laplanche (Holderlin y el problema del padre,Buenos Aires, Corregidor, 1975, pag. 86), el tenso ambiente de la obra soféclea sirve muy bien a Holderlin para sugerir el estado animico de Hiperién en tales momentos, afin al de la locura de Ayax alli relatada, HWB, 4: 164 Friedrich Hélderlin — «Tenia que venim, dije. «Te lo debia, Melita.» La moderacién de mi tono parecié tranquilizarla; ella me pregunt6 entonces, algo sorprendida, por qué decia yo que tenia que venir. — «He de excusarme ante ti por muchas cosas, Melita!, exclamé. — «TU no me has ofendido en nada». - «Oh, Melita! ;Cémo me castiga tu divina bondad! Pues seguramente no te habra pasado desapercibido mi desanimo.» ~ «Pero no me ha ofendido. ;Tu no querias hacer algo asi, Hiperién! Y, ;por qué no deberia decirtelo? Me he sentido triste por tu culpa. Hubiera deseado para ti una paz més grata. A menudo quise pedirte también que estuvieras mds tranquilo. iEres tan enteramente distinto en tus buenas horas! Te confieso qué temo por ti cuando te veo tan sombrio y violento. {No es cierto, buen Hiperion, que abandona- rds esa actitud?» No podia pronunciar ni una s6la palabra. Sin duda, ti has de entender, hermano de mi alma, como debié ser aquello para mi: tan celestial fué la magia con la que ella habl6, tan inexpresable mi dolor. — «A veces me he preguntado, prosiguié ella, a qué puede deberse el que tu seas tan extrafio. Es un enigma tan doloroso el que un espiritu como el tuyo tenga que ser abrumado por tales sufrimientos... Sin duda hubo un tiempo en que estuviste libre de ese desasosiego. ;Ya no existe ese tiempo para ti actualmente? iSi yo pudiera devolvértelo, traerte de nuevo ese silencioso dia de fiesta, esa sagrada quietud interior en medio de la cual hasta el mas leve sonido procedente de lo profundo del espiritu, asi como el mas leve contacto con el exterior, con el cielo, las ramas 0 las flores, resultan perceptibles -no puedo expresar lo que solia sentir cuando me encontraba asi ante la divina naturaleza, y todo lo que en mi habia de terreno enmudecia-, entonces los Invisible estaria tan cerca de nosotros» Ella se callé, y parecia afectada, como si hubiese traicionado un secreto. — «jHiperién!», comenz6 de nuevo, «tti poses poder sobre ti mismo; lo sé. Di a tu corazén que en vano se busca la paz fuera de uno mismo cuando no se la lleva dentro de si. Siempre he tenido en muy alta consideracion estas palabras. Son palabras de mi padre, un fruto de sus penas, como él dice. {Date a ti mismo esta paz y sé feliz! Hazlo, Es mi primera peticion. No me la negards.» — «\Lo que tui quieras, cémo tu quieras, angel del cielo!», exclamé, mientras que, sin darme cuenta de cémo lo hacia, tomé su mano y la apreté con fuerza contra mi doliente corazén. Ella se sobresalt6, como al despertar bruscamente de un suefio, y se solt6, con el mayor miramiento posible, pero aniquilandome con la majestad de su mirada. ~ «Debes cambiar!», grité ella un poco més fuerte que de costumbre. Yo estaba desesperado. Sentia cudn pequetio era y luchaba en vano por elevarme. ;Ah, Fragmento de Hiperién 165 que a eso hubiera podido llegar yo!: como las almas vulgares, busqué consuelo para mi nada en empequefiecer su grandeza, su divinidad. -jBelarmino! Es un dolor sin igual que una mancha tan infame aparezca en ‘uno mismo. Ella/quiere librarse de ti, pensé, eso es todo—-. «Ciertamente, ahora si quiero cambiar.» Esto fué todo lo que, en mi lamentable estado, alcancé a decir, con una sonrisa forzada, y luego me marché apresuradamente. Como alguien impulsado por espiritus malignos, corri hacia el bosque y vagabundeé por él, hasta que finalmente me desplomé sobre la hierba seca. El pasado yacia ante mi como un interminable y terrible desierto; con furia infernal, destrui todo resto de aquello con lo que una vez mi corazon se habia deleitado y sentido elevado. Luego volvi a incorporarme, riéndome con feroz sarcasmo de mi mismo y de todo; escuchaba con placer el horrible eco, y el aullido del chacal, que a través de la noche llegaba hasta mi desde todas partes, realemente le hacia bien a mi alma tras- tornada. Un silencio ahogado, terrible, siguié a esas aniquiladoreas horas, un auténtico silencio de muerte. Ahora yo ya no buscaba salvacion alguna. No apreciaba nada. Era como un animal bajo la mano del carnicero. ~ «También ella! {También ella!» Este fué el primer sonido que, tras largo rato, me vino a los labios, y las lagrimas brotaron en mis ojos. — «Ciertamente, ella no puede actuar de otro modo; no va a darse aquello que no puede tener, tu probreza y tu amon», me dije finalmente a mi mismo. Poco a poco, volvi a estar tranquilo y sereno, como un nifio. En verdad, ahora ya no queria buscar nada mds; tan solo seguir ayudandome dia tras dia tan bien como pudiera; nada mds era yo para mi mismo, ni tampoco pedia el tener que serlo para los otros; e incluso habia momentos en que me parecia posible verla a ella, la Unica, y, atin, asi, no desear nada. De ese modo habia vivido yo algun tiempo, cuando un dia Notara vino a mi casa, acompafiado de un joven Tiniota; se quej6 de mi extrafio aislamiento y me pidid que acudiese al dia siguiente, por la tarde, a la gruta de Homero: él habia pensado en algo apropiado para agradar al tiniota, quien verdaderamente estaba unido con toda el alma de la antigua tierra de los griegos, y se encontraba ahora de paso para ir a visitar la costa edlica y la vieja Troya; seria saludable para mi, afiadié, acompafiar a su amigo hasta alli; ademas, él recordaba que una vez yo habia manifestado el deseo de conocer esta parte de Asia Menor. El tiniota me lo pidié también, y acepté, del mismo modo que habria aceptado cualquier otra cosa, casi con abulica docilidad. EI dia siguiente paso entre los preparativos para la partida, y, ya por la tarde, Ademas —que asi Ilamaba el tiniota- vino a buscarme, para ir juntos a la gruta. — «No es nada sorprendente» (comencé a decir, después de haber paseado ambos un rato a lo largo de la orilla del Meles, bajo los mirtos y platanos, para no dejar sitio en mi mente a otros pensamientos) «que las ciudades disputasen entre si acerca del lugar de origen de Homero, pues jes tan seductora la idea de HWB, 45: HWB, 4! 166 Friedrich Holderlin imaginar al encantador nifio jugando ahi en la arena y recibiendo las primeras impresiones, a partir de las cuales se fue desarrollando poco a poco su bello y poderoso espiritu!» - «Tienes raz6n», respondid él, «y vosotros los de Esmirna no debéis dejar que os arrebaten esa grata creencia. ;Para mi son sagrados este agua y esta costa! jQuién sabe cudnta de esta tierra, incluso de este mar y de este cielo, ha participado en la inmortalidad de los Mednidas! La ingenua mirada del nifio acoge en su contemplacién del mundo presentimientos y emociones, que hacen que nos aver- goncemos de lo que més tarde nuestro espiritu conquista con tanto esfuerzo». Prosiguié en este tono, hasta que Notara lleg6 al lugar, junto con Melita y algunos otros. Yo estaba sereno. Pude acercarme a ella sin experimentar un cambio notable en mi interior. Estuvo bien el que yo no me hubiese dejado ir muy poco antes. Ella también sufria. Se notaba. Pero, joh Dios!, jcon qué infinita grandeza! Su corazén se habia refugiado en las regiones del Bien y de la Verdad. Un callado dolor, como nunca antes lo habia percibido en ella, habia prendido en los alegres gestos de su rostro; mas no en los de su espiritu. Este, en medio de una calma inalterable, brillaba a través de sus celestes ojos, y en ellos terminaba su melancolia, como en un divino consuelo. Adamas continu por donde habja sido interrumpido; Melita tomo parte en la conversaci6n; también yo pronuncié de vez en cuando alguna frase. Asi llegamos a la gruta de Homero. Pausados y entristecedores acordes nos recibieron desde la pefia por debajo de la cual entramos; la melodia se derramaba por mi/interior como una célida lluvia de primavera sobre la tierra reseca. Dentro, en la magica penumbra de la gruta, cuya luz crepuscular se filtraba a través de las diversas aberturas de la roca, por entre hojas y ramas, habia un busto de mérmol del divino rapsoda, y sonreia a sus devotos descendientes. Nos sentamos alrededor suyo, como los nifios en torno a su padre, y leimos algunos cantos sueltos de /a /liada, eligiéndolos cada uno segun su criterio; pues todos estabamos familiarizados con la obra. Después, cantamos una cancion de cuna a la sombra del amado ciego y su tiempo, que me conmovi6 en lo mas intimo de mi ser. Todos nos hallabamos profundamente emocionados. Melita contemplaba fijamente la efigie de marmol, mientras lagrimas de melancolia y entusiamo hacian brillar sus ojos. Todo estaba ahora en silencio. No pronuncidbamos ni una séla palabra, no nos roz4bamos: tan seguras de su armonia parecfan estar todas las almas en ese instante, tan por encima de la palabra y de la expresién parecia ocurrir lo que ahora vivia en ellas. Era el sentimiento del pasado, la conmemoraci6n de todo lo que una vez existié alli. HWB Fragmento de Hiperion 167 Finalmente, Melita, ruborizandose, se incliné hacia Notara y le susurr6 algo. Notara sonrié, lleno de alegria por la ocurrencia de la dulce criatura, tomo las tijeras que ella le ofrecia y se corté un mechon del pelo. Comprendi qué era lo debido y, sin decir nada, hice lo mismo. - «A quién sino a ti2», exclamé el tiniota, mientras sostenia un rizo de su cabello ante el busto de mdrmol. También los demds, conmovidos por nuestra seriedad, hicieron su oftenda. _ Melita cogié otro mechén para la suya, lo anud6 en una cinta y lo deposité bajo el busto, en tanto que el resto de nosotros volvia a entonar una cancién de cu- na. Todo ello sélo sirvi6 para arrancar a mi ser de la calma en la que habia estado sumido. Mis ojos volvieron a posarse en ella, y mi amor y mi sufrimiento me abrazaron con mayor fuerza que nunca. En vano me esforcé en resistir. Tuve que/retirarme. Mi tristeza era realmente inmensa. Bajé hasta la ribera del Meles, me eché en la orilla y loré ruidosamente. Mas de una vez murmuré su nombre, y parecia que con ello mi dolor se iba apaciguando. Pero ocurria asi tan s6lo para luego regresar con mayor impetu. jAh! jNo me era posible hallar refugio alguno en ningun lugar del mundo! Estar cerca © lejos de ella, a la que amaba de modo indecible y a la que también habia sometido a tormentos sin nombre, a una vergienza inefable, me daba lo mismo. Ambas cosas se habian convertido para mi en un infierno. No podia abandonarla, ni tampoco permanecer a su lado. En medio de ese tumulto, of cémo se movia a través de los mirtos. Me incorporé y, joh, cielos!, era Melita. Seguramente debié asustarse al ver ante si a una criatura tan deshecha. En mi desesperacién, me precipité sobre ella, gesticulé ¢ imploré de su bondad una, una sola palabra. Melita palideci6, y apenas si podia hablar. Al fin, con celestes lagrimas, me pidié que aprendiese a conocer la parte mas noble y poderosa de mi ser, tal y como ella la conocia, que volviese mis ojos hacia lo aut6nomo, indomable y divino que, al igual que en todas las demas cosas, también debia exisitir en mi, —pues lo que no surgiera de esa fuente, se encaminaria hacia la muerte; lo que de ella procediera y a ella retornase, seria eterno; lo que la indigencia y la necesidad reunieran, dejaria de ser uno tan pronto como la necesidad cesara; por el contrario, el vinculo que se estableciera unicamente en y por aquello que es grande, sagrado e inquebrantable, ése si deberia existir siempre, como el elemento eterno a través del cual y para el cual dicha union se constituye, y asi... Aqui tuvo ella que interrumpirse. Los otros habian Ilegado. Habria dado mil vidas en ese instante por poder seguir escuchandola. Jamas pude hacerlo. Tal vez algun dia, mds alla de las estrellas, escuche el resto. Ya cerca de la gruta, a la que de nuevo regresabamos, ella comenz6 a hablarme de mi viaje, y me pidié que saludara en su nombre las orillas del Escamandro, el Ida y toda la tierra de la antigua Troya. Le conjuré a no decir ni una sola palabra més sobre ese odioso viaje, y quise pedirle directamente a Adamas que me librase de la palabra dada. Mas con toda su gracia Melita me rog6 que no/lo hiciera. Estaba convencida de que nada podria restablecer la paz y la alegria entre nosotros tanto como ese viaje; parecia como si para ella vida y muerte dependieran de nos HWB, 4: HWB, 4: 168 Friedrich Holderlin separasemos durante una breve temporada; me confes que no estaba demasiado claro, ni siquiera para ella misma, por qué debia insistirme tanto en ello, pero que tenia que hacerlo, y, atin cuando le costase la vida, asi lo haria. La contemplé con admiracién y no dije nada. Fue para mi como si hubiese escuchado a la sacerdotisa de Dodona. Estaba decidido a partir, aunque me costara la misma vida. Habia anochecido ya, y las estrellas se elevaban en el firmamen- to. La gruta estaba iluminada. Nubes de incienso ascendian desde el interior de la roca, y la musica, tras pequefias disonancias, brotaba con majestuoso jubilo. Entonamos cantos sagrados por todo lo que existe, lo que sobrevive bajo mil formas diferentes, cambiantes, por lo que fue, es y sera, esto es, por el vinculo indisoluble de los espiritus y por cémo ellos han sido siempre Uno, desde el origen y sin cesar, por mucho que nubes y noches los hayan separado; y todos nuestros ojos se llenaron del sentimiento de este parentesco y esta inmortalidad. Yo me habia convertido en alguien completamente distinto -«Dejad que perezca lo que ha de perecer», exclamé, en medio de aquellos individuos entusias- mados; «pues perece para poder regresar, cambia para rejuvenecer, se separa para reunirse mas intimamente, muere para vivir con mayor vitalidad». - «Asi», prosiguié el tiniota poco después, «deben desaparecer los presenti- mientos de la infancia, para que luego se alcen como verdades en el espiritu del hombre maduro. Asi se marchitaron los hermosos y jovenes mitos del mundo antiguo, los poemas de Homero y de su época, las profecias y revelaciones, pero el germen que en ellos yacia brot6 como un fruto maduro en el otofio. La ingenui- dad e inocencia de los primeros tiempos muri6, para reaparecer en forma de una Cultura mas plena, y la sagrada paz del paraiso sucumbi6, a fin de que lo que slo era un regalo de la Naturaleza vuelva a florecer nuevamente como merecida adquisicién de la humanidad». - «{Magnifico!, ;magnifico!», exclamé Notara. - «No obstante, la perfeccién Iegara primero a un lejano pais», dijo Melita, «al pais del Reencuentro y de la eterna juventud. Aqui s6lo queda ahora el creptisculo. Pero sin duda, én otro lugar, la sagrada aurora nos despertara; pienso con placer en ello; entonces, también todos nosotros nos volveremos a encontrar, en medio de la gran reunificacién de todo lo escindido». Melita estaba extraordinariamente commovida. Hablamos muy poco a la vuelta. Ya ante la casa de Notara, me tendio la mano: «jAdiés, buen Hiperion!» Esas fueron sus ultimas palabras, y luego desaparecid. jAdis, Melita, adis! No podré pensar en ti con frecuencia. Debo guardarme de los sufrimientos y las alegrias del recuerdo. Soy como una planta enferma, que no puede soportar el sol. ;Y adids también a ti Belarmino! Te habras acercado mientras tanto al templo de la Verdad? {Ojala pudiese buscarlo con calma, como tut. jAh! Con s6lo una vez que yo hubiese llegado hasta alli, él habria hecho otro de mi. Entonces el rio del tiempo, con los escombros que arrastra, correria mas profundamente bajo nuestros pies, y no suspirariamos més que cuando el lamento HW, Fragmento de Hiperion 169 de quien es tragado por su corriente llegara hasta las silenciosas cumbres de la Verdad y de lo Eterno. Desde Castri, en el Parnaso jHablar del presente, otra vez sera! jY también de mi viaje con Adamas, quizas en otra ocasién! Especialmente inolvidable es para mi la noche anterior a nuestra partida, cuando nosotros, a orillas de la antigua Ili6n, entre timulos mortuorios que tal vez fueron erigidos para Aquiles y Patroclo, para Antioco y Ayax Telamén, hablamos de la Grecia pasada y futura, y de otras muchas cosas que desde lo profundo y hasta lo profundo de nuestro ser iban y venian. La afectuosa despedida de Melita, el espiritu de Adamas, los herdicos pensa- mientos y fantasias que, como estrellas en la noche, nos elevaban ms alla de las tumbas y ruinas del mundo antiguo, la misteriosa fuerza de la Naturaleza, que se expresa alli donde luz y tierra, cielo y mar nos rodean, todo esto me habia fotalecido de tal manera, que ahora algo mas que tan sdlo mi pobre coraz6n latia en mi; jMelita se sentird satisfecha de ti!, me decia a menudo a mi mismo en secreto, con intimo placer, y mil doradas esperanzas se unian a ese pensamiento. Tras eso, sin embargo, nuevamente podia apoderarse de mi una extrafia angustia, la de si ain la volveria a ver otra vez, pero tomaba esta idea por un resto de mi una extrafia angustia, la de si atin la volveria a ver otra vez, pero tomaba esta idea por un resto de mi sombria existencia de ayer y la borraba de mi mente. Habia encontrado en el cabo de Sigais un barco que navegaba directamente hacia Esmirna, y me resulté muy agradable la idea de hacer el viaje de regreso por mar, costeando Tenedos y Lesbos. Navegabamos tranquilamente hacia el puerto de Esmirna. Sobre nosotros, en medio de la dulce paz de la noche, caminaban los héroes del cielo estrellado. Las olas del mar apenas si se encrespaban ante la luz de la luna. Mas en mi alma no todo estaba tan sereno. Sin embargo, hacia el amanecer me sumi en un ligero suefio. Me despertaron el jubilo de las golondrinas y los primeros ruidos en la nave. Con todas sus esperanzas, mi coraz6n lanzaba gritos de alegria ante las amigables costas de mi patria y ante la luz matinal, que caia sobre la cima del Pago, atin en penunbra, asi como sobre su envejecida ciudadela, sobre los techos de las mezquitas y los oscuros cipresales; y yo sonreia ingénuamente al divisar las pequeiias casas de la orilla, que, con sus ventanas reflejando la luz del sol, resplande- cian como castillos encantados por detras de olivos y palmeras. El viento soplaba alegremente entre mis cabellos. Alegremente retozaban las pequefias olas ante el barco, camino de la costa. Yo veia y sentia esto, y sonreia. Es hermoso que el enfermo no presienta nada, cuando la muerte se cierne ya sobre su coraz6n. Fui corriendo desde el puerto hasta casa de Notara. Melita se habia ido. Ella habia tenido que marcharse rapidamente por orden de su padre, me dijo Notara, a d6nde no lo sabia. Su padre habia abandonado la region del Tmolus, y él no habia podido averiguar ni su actual paradero ni la causa de su alejamiento. Segura- mente ni la propia Melita lo sabia. Por lo demds, el dia de su despedida, ella apenas si habia dicho algo mas. Le habia encargado que me diese recuerdos de su parte. HWB, 45 170 Friedrich Holderlin Fue para mi como si se hubiera pronunciado mi sentencia de muerte. Pero me mantuve completamente sereno. Regresé a casa, puse en orden las menudencias indispensables y estuve, en suma, tan enteramente ausente como suelen estarlo los demas. Evitaba todo lo que me pudiera recordar el pasado; paraba lejos del jardin de Notara y de la ribera del Meles. Huia de todo aquello que pudiera conmover en algo mi animo, y lo que ya antes me era indiferente, acabé por hacérseme mas indiferente ain. Capacidad para alejarme de todo lo viviente, eso era lo que yo buscaba. Meditaba dia y noche sobre los venerables productos del profundo genio de la antigua Grecia. Me refugiaba en su capacidad para alejarse de todo lo viviente. Poco a poco se me fue haciendo tan ajeno lo que normalmente se suele tener ante Jos ojos, que en ocasiones Ilegué a contemplarlo casi con asombro. A menudo, cuando escuchaba voces humanas, me parecia como si éstas me exhortasen a huir de una tierra a la cual yo no pertenecia, y me encontraba como un fantasma que se ha entretenido excesivamente més alla de la hora de medianoche y oye el canto del gallo. Durante todo ese tiempo, yo no habia vuelto a salir. Pero mi corazon aun latia demasiado juvenilmente: todavia no estaba muerto en mi el padre de toda vida, el inconcebible Amor. Un enigmatico deseo se apoderé de mi. Sali al exterior. Era un tranquilo dia de otofio. La dulzura del aire, que parecia cuidar de que las hojas marchitas permanecieran atin un poco mas unidas al tronco maternal, me llené de una alegria maravillosa. Siempre habia sido sagrado para mi un circulo de plétanos, desde donde uno podia asomarse al mar mas alla de la rocosa costa. Alli me senté un rato y luego estuve paseando por los alrededores. Habia sido una hermosa tarde, y ningtin sonido se escuch6 por el lugar. Ahi llegué a ser lo que ahora soy. Desde el coraz6n del bosque, algo parecia —_— gritarme desde lo profundo de la tierra y del mar, ¢por qué ti no me amas Desde entonces, ya no pude seguir pensando mas como pensaba antes; el mundo se me habia vuelto mas sagrado, pero también més misterioso. Nuevos pensamientos, que conmovian lo més intimo de mi, resplandecieron como llamas a través de mi alma. No me era posible retenerlos, ni meditar tranquilamente sobre ellos. Dejé mi patria para encontrar, mas alld del mar, la Verdad. jCémo latia mi coraz6n, lleno de grandes esperanzas! No te encontré nada mas que a ti. Te lo digo en serio, Belarmino. Tampoco tu encontraste a nadie mas que a mi. Nosotros no somos nada; aquéllo que buscamos, lo es Todo. Sobre el Citerén HWB, HWB, Fragmento de Hiperion 171 Aiin sigo presintiendo, mas sin encontrar nada. Pregunto a las estrellas, y éstas callan; pregunto al dia y a la noche, pero no me responden. En mi mismo, si me interrogo, solo suenan misticas sentencias, suefios sin interpretacion. A menudo mi coraz6n se complace en este creptisculo. No sé qué es lo que me pasa cuando contemplo la insondable Naturaleza; pero son sagradas y felices lagrimas las que yo derramo ante ésa mi Bienamada, cubierta de velos. Todo mi ser enmudece y escucha, cuando el leve y misterioso soplo de la tarde me envuelve. Perdido en las lejanias azules, con frecuencia elevo mis ojos hacia el Eter, o los inclino sobre el mar sagrado; entonces, me parece como si se abriera ante mi la puerta de lo Invisible y yo me diluyese junto con todo lo que me rodea, hasta que un ruido en los matorrales me despierta de esta bienaventurada muerte y me hace volver de mala gana al lugar de donde parti. Mi corazon se complace en este crepusculo. ;Por qué no puedo descansar en él? Recientemente, vi a un nifio acostado junto al camino. La madre, que velaba por él, habia extendido con cuidado una tela sobre su cabeza, para que durmiese dulcemente a la sombra y el sol no le deslumbrara. Pero el nifio no queria permanecer asi, se quito la tela de encima, y vi como intentaba mirar a la amistosa luz y de nuevo volvia a intentarlo, hasta que los ojos le dolian y, lorando, giraba su rostro hacia el suelo. iPobre nifio!, pensé; a otros no les va mejor, y yo casi he estado dispuesto a renunciar a esta audaz curiosidad. !Pero no puedp hacerlo! No tengo derecho. Ha de desvelarse algun dia el gran-misterio, del que espero la vida, o la muerte.

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