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CARL G. JUNG y M. L. VON FRANZ, JOSEPH L. HENDERSON, JOLANDE JACOBI, ANIELA JAFFE EL HOMBRE Y SUS SIMBOLOS Traduccién del inglés por LUIS ESCOLAR BARENO Se AGUILAR Introduceién por John Freeman Los origenes de este libro son lo bastante inusitados para que sean de interés y mantienen relacién directa con su contenido y con la labor que expone. Por lo cual, permitaseme contar cémo se empez6 a escribir, Cierto dia de la primavera de 1959, la British Broadcasting Cor- poration me invité a que entrevistara, en la televisién ingiesa, al doc- tor Carl Gustav Jung. La entrevista tenia que hacerse “a fondo”. Por entonces, yo sabia muy poco acerca de Jung y su obra e inmediata- mente fui a conocerle a su hermosa residencia a orillas del lago de Zurich, Eso fue el comienzo de una amistad que significé mucho para mi y, confio, fuera agradable para Jung en los ultimos afios de su vida. La entrevista para la televisién no tiene més espacio en este relato salvo que se la consideré de buen éxito y que este libro, por una casual combinacién de circunstancias, es el resultado final de aquel acontecimiento. Uno de los que vieron a Jung en la pantalla del televisor fue Wolfgang Foges, gerente de la editorial Aldus Books. Foges se habia interesado vivamente, desde su infancia, por el desarrollo de la psi- cologia moderna, cuando vivia cerca de los Freud en Viena. Y mien- tras observaba a Jung hablando de su vida, su obra y sus ideas, Foges _ reflexion qué léstima era que, mientras el esquema general de la obra de Freud era conocido de sobra por los lectores cultos en todo el mundo occidental, Jung jamas habia conseguido abrirse paso hacia el piblico general y siempre se le consideré demasiado dificil para el lector popular. De hecho, Foges es el creador de EI hombre y sus simbolos. Al saber por la TV que existfa una cilida amistad entre Jung y yo, me pregunté si querria unirme a sus intentos de persuadir a Jung para que expusiera sus ideas mas importantes y basicas en un lenguaje y una amplitud que resultaran inteligibles e interesantes para los lec- tores adultos pero no especializados. Acepté inmediatamente la idea y parti de nuevo para Zurich seguro de que podria convencer a Jung del valor y la importancia de semejante labor. Jung me escuchd en su jardin durante dos horas casi sin interrupcién y después dijo no. Lo dijo de la forma mis amable posible, pero con gran firmeza; nun- ca habia intentado popularizar su obra y no estaba seguro de que pudiera hacerlo ahora con buen éxito; en todo caso, ya era viejo, se sentia un tanto cansado y poco inclinado a aceptar un compromiso tan largo acerca del cual tenia tantas dudas, Todos los amigos de Jung estarin de acuerdo conmigo en que era un hombre de lo més absoluto en sus decisiones. Sopesaba un pro blema con cuidado y sin prisa; pero cuando daba su respuesta, co- munmente er definitiva. Regresé a Londres muy desilusionado pero convencido de que la negativa de Jung era el final de la cuestion, ‘Asi hubiera sido a no ser por la intervencién de dos factores que yo no habia podido prever. Uno de ellos fue la pertinacia de Foges, el cual insistié en que volviera a dirigirme a Jung antes de aceptar la derrota. El otro fue tun suceso que, cuando vuelvo a recordarlo, ain me sigue asombrando. Como dije, el programa de televisidn se considers de muy buen éxito, Hizo que le Megaran a Jung muchisimas cartas de toda clase de gente, muchas de ellas de personas comunes sin conocimientos mé- dicos ni psicolégicos que se habian sentido cautivadas por la presencia autoritaria, el humor y la encantadora modestia de este verdadero grande hombre, el cual habia entrevisto en su idea de la vida y de la persona humana algo que podria serles dtil. Y Jung quedé muy complacido, no solo por recibir las cartas (el volumen de su correo era siempre enorme) sino por recibirlas de gentes que, normalmen- te, no hubicran tenido contacto con él. Fue entonces cuando tuvo un sueio de la mayor importancia para éi (y al leer este libro, se comprenderé lo importante que fue). Sofié que, en vez de estar sentado en su despacho y hablando a los grandes doctores y psiquiatras que solfan acudir de todo el mundo a verle, estaba sentado en una plaza publica y dirigiéndose a una mul- titud de gente que le escuchaba con embebida atencién y entendien- do to que decta... Cuando, una 0 dos semanas después, Foges renové su ruego de que Jung se deberia encargar de un nuevo libro proyectado,” no para el estudio clinieo 0 el filoséfico, sino para el piblico general del mercado librero, Jung se dejé persuadir. Puso dos condiciones. Pri- mera, que el libro no fuera de uno solo, sino el esfuerzo colectivo de 4 mismo y de un grupo de sus mas intimos seguidores, por medio de los cuales habia intentado perpetuar sus métodos y sus ensefianzas. Segunda, que se me encargara a mi la tarea de coordinar la obra y de resolver todos los problemas que pudieran surgir entre los auto- res y los editores. Para que no parezca que esta introduccién rebasa los limites de una modestia adecuada, me apresuraré a decir que me halagé esa se- gunda condicién, aunque comedidamente. Porque muy pronto me en- teré de que la razén por ta cual me escogié Jung fue, esencialmente, que me consideraba de inteligencia adecuada, pero no excepcional, y sin el menor conocimiento serio de psicologia. As{ es que, para Jung, yo era el “lector medio” de este libro; lo que yo pudiera entender ia inteligible para todo cl que tuviera interés; donde yo me atas- fuera demasiado diffcil u oscuro para algunos. Aunque no me sentia indebidamente halagado con esta apreciacién de mi pa- pel, no por eso dejé de insistir escrupulosamente (temo que, a veces, para exasperacién de los autores) para que todos los pirrafos estu- vieran escritos y, si era necesario, vueltos a escribir con una claridad y una brevedad que me permitieran decir con confianza que este libro, en su totalidad, esté destinado y dirigido al lector general y que los temas complejos de que versa estén tratados con una sencillez poco frecuente y alentadora. Después de mucha discusién, se acordé que el tema general del libro seria el hombre y sus simbolos; y el propio Jung escogié a sus colaboradores en la obra: la doctora Marie-Louise von Franz, de Zu- rich, quizd su mds intima confidente profesional y amiga; el doctor Joseph L. Henderson, de San Francisco, uno de los mas eminentes y leales seguidores norteamericanos de Jung; la sefiora Aniela Jatfé, de Zurich, quien, ademés de ser una experimentada analista, era se- cretaria privada de Jung y su bidgrafa; y la doctora Jolande Jacobi que, después del propio Jung, es la autoridad de mayor experiencia en el circulo de Jung en Zurich. Estas cuatro personas fueron elegi- das, en parte, por su destreza y experiencia en los temas particulares que se les asignaron y, en parte, porque todas ellas tenian la plena confianza de Jung de que trabajarian desinteresadamente, bajo sus instrucciones, como miembros de un equipo. El cometido personal de Jung era planear la estructura total del libro, supervisar y dirigir la obra de sus colaboradores y escribir, por su parte, el capitulo clave “Acercamiento al Inconsciente”. El ditimo afio de su vida lo dedicé casi totilmente a este libro; y cuando murié en junio de 1961, su seccién estaba completa (de he- cho, la terminé solo unos diez dias antes de su enfermedad final) y habia aprobado todos los borradores de los capitulos de sus colegas. Después de su muerte, la doctora Von Franz asumié toda la respon- sabilidad para la conclusién del libro, de acuerdo con las instruccio- nes expresas de Jung. Por tanto, el tema de El hombre y sus simbolos y su bosquejo fueron determinados—hasta en sus detalles—por Jung. El capitulo que lleva su nombre es obra suya y (aparte algunas Jeves ampliaciones editoriales para mejorar la comprensiGn del lector general) de nadie mas. Fortuitamente, fue escrito en inglés. Los de- més capitulos fueron escritos por los otros autores segin las instruc- ciones de Jung y bajo su supervisién. La labor final de la edicién de la obra completa, después de la muerte de Jung, la realiz6 la doctora Von Franz con una paciencia, comprensién y buen humor que nos dejaron a los editores y a mf mismo muy agradecidos. Por iiltimo, respecto al contenido del libro: El pensamiento de Jung transformé el mundo de la psicologia mo- derna m4s de lo que puedan comprender muchos de los que solo tie- nen conocimientos someros. Términos taa conocidos como, p. ej. “ex- travertido”, “introvertido” y “arquetipo” son todos conceptos jun- guianos, tomados y, a veces, mal usados por otros. Pero su abruma- dora contribucién a la comprensién psicolégica es su concepto del inconsciente; no (como el “subconsciente” de Freud), un mero tipo de desvin de los deseos reprimidos, sino un mundo que es precisa- mente una parte tan vital y tan real de la vida de un individuo como Ja consciencia, el mundo “cogitativo” del ego, e infinitamente mis rico. El lenguaje y la “gente” del inconsciente son simbolos, y los medios de comunicacién son los sueios, Por to cual, el examen del hombre y de ‘sus simbolos es, de hecho, cl examen de la relacién del hombre con su propio inconsciente. Y como, sein las ideas de Jung, et inconsciente es el gran guia, amigo ¥ Consejero de lo consciente, este libro se refiere en los términos més directos al estudio de los seres humanos y sus problemas espiritua- Jes. Conocemos el inconsciente y comunicamos con él (un servicio de doble camino) principalmente por medio de los sueiios; y a lo largo de este libro (sobre todo en el capitulo del propio Jung) se encontraré tuna notable insistencia en la importancia del soar en la vida de la persona, . Seria una impertinencia por mi parte el intento de interpretar a los lectores ta obra de Jung, pues muchos de ¢los, con seguridad, tenurian mayor capacidad para comprenderla que yo mismo. Recuér- dese que mi papel cra meramente el de servir de “filtro de inteligil Jidud", pero en modo alguno el de intérprete. No obstante, me atre~ ¥o a ofrecer dos puntos generales que, como profano en la materia, me parecen importantes y que pudieran ayudar a otros indoctos, El primero es acerca de los suefios. Para los junguianos el suefio no es tuna especie de criptograma tipico que puede descifrarse mediante un slosario de significados simbélicos. Es una expresién integral, impor- tante y personal del inconsciente individual. Y es, precisamente, tan “real” como cualquier otro fenémeno concerniente al individuo. El inconsciente individual del sofiante est4 en comunicacién con el so- fiante solo para ese fin y estd seleccionando simbolos que tengan sig- nificado para el sofiante y para nadie mds, Por tanto, la interpreta- cidn de los suefios, ya sea por el analista o por el propio sofiante, es para los psic6logos junguianos un asunto totalmente personal e in- idual (y, a veces, también experimental y muy largo) que, en modo alguno, puede confiarse a normas empiticas. Lo contrario de esto es que las comunicaciones del inconsciente son de la mayor importancia para el sofiante—es natural que asi sea, ya que el inconsciente es, por lo menos, la mitad de su ser—y con frecuencia le ofrece consejo 0 guia que no podria obtener de ningin otro origen. As{ es que, cuando describi el suefio que tuvo Jung re- ferente a que hablaba a una multitud, no estaba deseribiendo un cuadro de magia 0 sugiriendo que Jung probaba a echar la buena ventura. Lo que yo hacia era volver a contar en los términos senci- Mos de la experiencia diaria cémo Jung fue “aconsejado” por su propio inconsciente que recapacitara sobre un juicio inadecuado he- cho por la parte consciente de su mente, Ahora bien: de aquf se deduce que el sofiar no es una cuestién que los junguianos consecuentes puedan considerar tan sencilla como una cuestién casual, Contrariamente, la capacidad para establecer co- municacién con el inconsciente es una parte de la totalidad del hom- bre, y los junguianos “ensefian” (no se me ocurre un término me- jor) a ser receptivo para los suefios. Por tanto, cuando el propio Jung se hallé frente a la decisién critica de si escribir este libro o no escribirlo, pudo acudir al doble recurso de su consciente y su incons- ciente para decidirse. Y en todo este libro se encontraré que al suefio se le trata como una comunicacién directa, personal y significativa al sofiante, una comunicacién que utiliza los simbolos comunes a toda la humanidad, pero#que los utiliza en todas las ocasiones de una for- ma completamente individual que solo puede ser interpretada con una “clave” por entero individual, EI segundo punto que deseo sefialar se refiere a una caracteristica particular del método argumentativo que es comtn a todos los escri- tores de este libro y, quizé, de todos los junguianos. Quienes se han limitado a vivir totalmente en el mundo de lo consciente y rechazan la comunicacién con el inconsciente, se atan por las leyes de la vida consciente y convencional. Con la légica infalible (pero frecuentemen- te sin sentido) de la ecuacién algébrica, razonan con premisas supues- tas para deducir conclusiones incontestables. Me parece que Jung y sus colegas, se den o no cuenta de ello, rechazan las limitaciones de ese método de argumentacién, No es que desdefien la ldgica sino que, en todo momento, parecen estar argumentando para el inconsciente y ef consciente. Su método dialéctico es simbélico y, con frecuenci indirecto. Coavencen no por medio de la luz minuciosamente enfoc da del silogismo, sino bordeando, repitiendo, presentando una visién reiterada del mismo tema visto, cada vez, desde un dngulo ligera- mente distinto, hasta que, de repente, el lector, que en ningih mo- mento se dio cuenta de que hubiera ninguna demostracién conclu va, halla que se ha apoderado, e incorporado dentro de si, de alguna verdad mas amplia. Los argumentos de Jung (y los de sus colegas) se elevan en espi- ral sobre su tema como un pijaro volando en torno a un drbol. Al principio, cerca del suelo, solo ve una confusién de hojas y ramas. Paulatinamente. segdn va ascendiendo mas y mas en sus vueltas, los reiterados aspectos del arbol forman un todo y estan en relacién con sus contornos. Algunos lectores pueden encontrar este método de argumentacién “en espiral" un tanto oscuro y hasta confuso en unas pocas piiginas pero no creo que mas, Es caracteristico del método de Jung, y el lector bien pronto se verd arrastrado por él a un viaje per- suasivo y absorbente. Las diferentes secciones de este libro hablan por sf mismas y apenas necesitan introduccién mia, El capitulo de Jung introduce al lector en el inconsciente, en los arquetipos y simbolos que forman su lenguaje ¥ en los suefios por fos cuales se comunica. En el capitulo siguiente, ef doctor Henderson explica la aparicién de diversos ar- quetipos en la mitologia antigua, la leyenda popular y el ritual pi mitivo. En el capitulo titulado “El proceso de individuacién”, la doctora Von Franz describe el proceso por el cual el consciente y el inconsciente, dentro de un individuo, aprenden a conocerse, res- petarse y acomodarse reciprocamente. En cierto sentido, este capitu- lo no solo contiene el quid de todo et libro, sino, quizd, la filosotia de Jung acerca de la vida: el hombre se totaliza, integra, calma, se hace fertil y feliz cuando (y solo entonces) se completa et proceso de individuacisa, cuando el consciente y el inconsciente ha aprendido a vivir en paz y a complementarse reciprocamente. La sefiora Jaffé, al igual que e! doctor Henderson, se ocupa en demostrar el reiter do interés del hombre—casi una obsesién—por los simbolos del in- consciente, Tienen para él una intima atraccién profundamente sig- 1 nificativa, casi nutricia y fortalecedora, ya se produzcan en los mitos y cuentos de hadas que analiza el doctor Henderson 0 en las artés plés- ticas que, como demuestra la sefiora Jaffé, nos satisfacen y deleitan con la incitacién continua al inconsciente. Finalmente, debo decir unas palabras acerca del capitulo de la doctora Jacobi que, en cierto modo, se separa del resto del libro. En realidad, es el resumen de la historia clinica de un anilisis interesante y positivo. Es evidente e! valor de un capitulo éemejante en un libro como este; sin embargo, son necesarias dos palabras de advertencia. Primero, como sefiala !a doctora Von Franz, no hay lo que podria lla- marse andlisis tipico junguiano. No puede haberlo porque cada sueio es una comunicacién individual y privada y no hay dos sueiios que utilicen los simbolos del inconsciente de la misma manera. Por lo cual, cada anilisis junguiano es tinico; y es erréneo tomar este, saca- do del archivo clinico de la doctora Jacobi (0 cualquier otro de los que haya), como “representativo” 0 “tipico”. Todo lo que se puede decir del caso de Henry y sus suefios, a veces sombrios, es que for- man un ejemplo auténtico de la forma en que el método junguiano puede aplicarse a un caso particular. Segundo, la historia completa, aun de un caso relativamente sencillo, requeriria un libro entero para contarla. Inevitablemente, la historia del andlisis de Henry se per- judica un poco al resumirse. Las referencias, p. ej., al Ching, han quedado un tanto oscuras y le dan un sabor artificioso (y para mi in- satisfactorio) de ocultismo al ser presentadas fuera de su contexto, No obstante, Megamos a la conclusién—y estoy seguro de que el lec- tor estaré de acuerdo—de que, con las advertencias hechas, la cla- ridad, por no mencionar el interés humano, del andlisis de Henry en- riquece mucho este libro. Comencé describiendo cémo Jung Megs a escribir El hombre y sus simbolos. Concluyo recordando al lector la notabilidad—quiza tinica—de esta publicacién. Carl Gustav Jung fue uno de los grandes doctores de todos los tiempos y uno de los grandes pensadores de este siglo. Su finalidad fue siempre ayudar a los hombres y a las mu- jeres a conocerse a si mismos, de tal modo que, conociéndose y uti- lizéndose sensatamente, pudieran Nevar una vida plena, fértil y fe- liz. En el mismo final de su vida, que fue tan plena, fértil y feliz como jamés he conocido otra, decidié utilizar la fuerza que le quedaba para dirigir su mensaje a un pdblico més amplio que el intentado alcanzar hasta entonces. Terminé su tarea y su vida en el mismo mes, Este libro es un legado al amplio pablico lector. Contenido Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Acercamiento al inconsciente Carl G, Jung. Los mites antigues y el hombre moderno Joseph L. Henderson. El proceso de individuacién M-L. von Franz. El simbolismo en las artes visuales Aniela Jaffé. Simbolos en un anilisi al Jolande Jacobi. Conelusién: Ia ciencia y el inconsciente MeL. von Franz Notas Indice Procedencia de las ilustraciones 104 158 230 272 304 31 316 319

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