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LIrnGlA POan a 4) ACAACOR 7 EL PODER Y LA GLORIA 7.1. La cesura que divide la naturaleza de los angeles yarticula sus 6rdenes en asistentes y administradores, en cantores de la gloria y ministros del gobierno, corresponde auna doble figura del poder que ha llegado el momento de interrogar. Quiz sdlo en la tensién entre gloria y gu- bernatio, la articulacién de Reino y Gobierno —que hemos tatado pacientemente de reconstruir a través de la historia del paradigma teolégico-econémico— alcanza al mismo tiempo su plena inteligibilidad y su maxima opacidad. Inteligibilidad, porque en la oposicién entre asistentes y ministros la diferencia entre Reino y Gobierno se vuelve més efectiva que nunca; opacidad, porque una politica no del gobierno sino de la lit accin sino del himno, no del poder sino Para contestar esta pregunta, localizar el hilo oculto que conect: sobre los angeles de 1935 con la disertacién que el joven tedlogo, todavia no convertido al catolicismo, publica €n 1926 con el titulo Heis Theos. Epigraphische, formges- chichtliche und religiongeschichtliche Untersuchungen [Un Dios. Una investigacion sobre epigrafia, historia de la forma équé puede ser urgia, no de la de la gloria? ante todo es necesario a el ensayo de Peterson 293 Giorgio Agamben mn). Afios después, abordan bier definia como “finden iieracén de Peterson. El subtitulo, que vincula y, agora Holgi cm coneepsor que provienen de ce, eolbgicas, desorienta. No se tata, en realidad >>, Giorgio Agamben términos como “insignias” y “simbolos”; Prefiere, en cambio, las formulas —no necesariamente ms precisas, A decir verdad— de “signos del dominio (Herrschafisccichen y “simbologia del Estado” (Staatssymbolik) (ibid), Aunque Schramm se detiene muchas veces en adver. tencias terminoldgicas y de método, y habla, Siguiendo las Pathosformeln de Warburg, de “formulas de majestaq” (Majestatsformeln) y de “imdgenes-modelo (Bildmode)), el libro es, de hecho, un inmenso poema dedicado a los signos del poder. En las casi mil doscientas Paginas en las que se articula la investigacién, nada o casi nada escapa ala minuciosa pasién ecfrastica del autor yal rigor catalogador de sus colaboradores: desde la trabea triunfal del empe- rador romano hasta la mitra y la tiara de los pontifices y los soberanos; desde la santa lanza de los reyes germanicos y longobardos hasta las campanillas (tintinnabula) que adornan los vestidos de los eclesidsticos y los teyes; desde las infinitas formas de las coronas reales e imperiales hasta la rica fenomenologya del trono en todas sus variantes; desde la cathedra Petri hasta los tronos de los Teyes ingleses, aragoneses, polacos, suecos, sicilianos, Particularmente interesante es la seccién sobre los monogramas y los sellos, como el de Teodorico, a propé- sito del cual Schramm, con una observacién que habria merecido més desarrollo, escri ‘Ograma no se limita a explicar la imagen, si » Sino que hace Presente por sf solo al re (stellt... baler ee y (tel den Konig dar)” (ibid, vo), 1, p. 226). En el segundo El poder y la gloria jumen amerita una atencién particular la seccién sobre deras (bandum, vandum, baniere) y los estandartes, Aqui el caracter y la especial fuerza performativa de las insignias aparecen con una evidencia que, por desgracia, ¢{autor parece nO advertir del todo. Schramm se refiere a Jos trabajos de un historiador del derecho, Carl Erdmann, quien habia mostrado que el poder especifico de la bande- rano estd en los distintivos o en los colores que contiene, sino que emana de la cosa misma. Por esto, “al igual que — la corona, la bandera del rey tampoco debe perderse; asi como en la corona puede ser herido el honor del rey, asi también en la bandera [...] la bandera puede sustituirse por el soberano, ella muestra dénde reina su paz y hasta dénde llega su poder” (ibid., vol. 2, p. 653). | Al inicio de su investigacién, el autor habia expresado su expectativa de contribuir al pasaje “desde un tratamiento hasta ahora arbitrario y subjetivista de los signos del poder” hacia una ciencia tan exacta y rigurosa como aquellas a las que nos ha acostumbrado la investigacién histérica. Al final del libro, la conclusién en la que Schramm trata de precisar los Grundbegriffe (ibid., vol. 3, p. 1068) que han guiado su trabajo, no alcanza su objetivo. Asi como, en la portada del primer volumen, habia colocado su investigacién bajo el signo de la definicién goethiana del simbolo (“El simbolo es la cosa, sin ser la cosa, y sin embargo es la cosa, una ima- gen contraida en el espejo espiritual y sin embargo idéntica 4 su objeto”), ahora evoca un pasaje de Hegel, que define la simbologia como “una cosa oscura, que se vuelve cada vez més oscura cuantas mds formas aprendemos a conocer” voll las ban “= Giorgio Agamben Orr (ibid, vl. 3, p. 1965). A causa de las oscuridades y de ambigiedades de estos conceptos, Schramm no logey eat nunca dominar el tema. La ciencia de los signos del pode, todavia espera su fundacién. 7.7. En su investigacion, Schramm evoca a Katl yon Amira, un historiador que se comprometié con el nazismng Y que propuso la existencia de una ciencia denominad, “arqueologia del derecho”. Un ejemplo evidente del mézy, do arqueoldgico de Amira es el ensayo sobre los gestos de las manos en las miniaturas del cédigo medieval conocide como Sachsenspiegel, cuya mimica exuberante habia side comparada con la gesticulacién del pueblo napolitane descrita por De Jorio. En la disputa entre aquellos que, como Jacob Grimm, consideraban las pequefas figuras Pintadas exclusivamente desde la perspectiva de la historia del arte, como una “simbologia del artista” (Simbolyk de Kinsler’), y aquellos que, por el contratio, velan en ella la expresién de una mimica auténticamente juridica, Amira introduce resueltamente el camino medio, movilizando los recursos de ambas disciplinas. Amira distingue asi gestos auténticos (echte Handgebairden), en los que la mano es inmediatamente el simbolo de un proceso espititual, y estos inauténticos, donde la mano es sélo el “instrumento de un simbolo”, destinado no ala expresion eficaz de una voluntad, sino a hacer visible algun atributo social de la Persona (Amira, p. 168). La atencién del estudioso se concentra s6lo sobre los primeros, para verificar en qué 316 El poder y la gloria medida los gestos de las miniaturas Pueden adscribirse con certeza ala simbologia juridica. i Ladistinci6n entre gestos auténticos (o Puros) y gestos jnauténticos sugiere una direccién de busqueda conceptual que Amira, preocupado tinicamente Por la identificacién de los usos juridicos que se expresan en ellos, no profun- diza. Una de las categorias mimicas mas interesantes entre los hallazgos del ensayo es el esto que acompaiia el dis- curso, el gesto lingitistico (Redegestus), Aqui un gesto, que deriva de la ingens manus que expresaba la eficacia especial del poder imperial (la mano extendida y levantada junto alantebrazo, formando un Angulo més o menos recto con el brazo), se funde con los gestos que, segtin la retérica antigua, debfan acompajiar la actio [accién] del orador, para luego finalmente fijarse en aquel gesto del Légos que bendice, que debia asumir una funcién tan importante en la liturgia y en la iconografia cristianas (la Benedictio latina (bendicién latina], con pulgar, indice y dedo medio extendidos y los otros dos dedos doblados sobre la palma, 0 la variante conocida como benedictio graeca [bendicién gricga], con el mefique también levantado). Quintiliano, quien en sus Jnstitutiones oratoriae describe minuciosa- mente el gesto lingiifstico en todas sus posibles variantes, esctibe a propésito de su indudable eficacia que aqui son las propias manos las que hablan (“ipsae loquuntur”, II, 3, 85). No se podria definir con més precisién la potencia del esto lings istico, que no se agota ni en una escansién ni $n una simple enfatizacién del discurso: donde los gestos S convierten en palabras, las palabras se convierten en ae Giorgio Agamben Serer Ceee hechos. Estamos aqui en presencia de un fenémeno que corresponde, aunque a través de un proceso en apariencia inverso, a aquel insoluble enredo de palabras y hechos, de realidad y significado que define la esfera del lenguaje que los lingiiistas aman performativa y que ha conseguido ciudadania filoséfica a través del libro de John L. Austin How to do things with words' (1962). El performativo es, en efecto, un enunciado lingiifstico que es en si mismo también un hecho real, en la medida en que su significado coincide con una realidad que él mismo produce. ¢De qué manera, sin embargo, el performativo realiza su especial eficacia? ;Qué permite a cierto sintagma, por ejemplo, “yo juro”, adquirir el valor de un hecho, desmin- tiendo el antiguo principio que pretende que el dicho y el hecho estan separados por un abismo? Los lingiiistas no lo dicen, como si se encontraran aqui frente a un Ultimo estrato, propiamente magico, de la lengua. Para responder estas preguntas, ante todo es necesario recordar que el performativo se constituye siempre por una suspensién del cardcter denotativo normal del lenguaje. El verbo performativo se construye, en efecto, necesariamente con un dictum que, considerado en si mismo, tiene una naturaleza puramente constativa y sin el cual permanece vacio e ineficaz (“yo juro” tiene valor sélo si es seguido 0 precedido por un dictum; por ejemplo: “que ayer me encontraba en Roma”). Este carécter denotativo normal del dictum se suspende y de algtin modo se transforma en ' Existe traduccién castellana: Cémo hacer cosas con palabras, Buenos Aires, Paidés, 1971. (N. de T] 318 El poder y la gloria Oe a momento en que se convierte en objeto de un sintagma ,formativo. Esto significa, mirdndolo bien, que el enunciado per- formativo no es un signo sino una signatura, que signa el dictum para suspender su valor y desplazarlo en una nueva esfera no denotativa, que vale en lugar de la primera. Es asi que debemos entender los gestos y los signos del poder de los que nos ocupamos aqui. Ellos son signaturas que se refieren a otros signos u objetos y les confieren una eficacia particular. No es casualidad, por lo tanto, que la esfera del derecho y la del performativo estén desde siempre estrecha- mente unidas y que los actos del soberano sean aquellos en los que el gesto y la palabra son inmediatamente eficaces. 7.8. Las insignias del poder no han existido sdlo en la edad imperial. Por el contrario, la Republica romana conocia un objeto en el que la particular naturaleza de la insignia sale fuertemente a la luz. Se trata de los fasces lictoriae (haces lictores], a los que curiosamente ni Alféldi ni Schramm hacen referencia. Su historia, que comienza con la monarquia, tiene su apogeo en la edad republicana y todavia sobrevive, si bien en las sombras, en la edad imperial. Ademds, como ya se sabe, conocen junto a los laudes regiae una resurreccién provisional en el siglo XX. Los 5 fasces eran varas de olmo o abedul de aproximadamen- te un metro y treinta de largo, unidas por una correa de color rojo sobre las que se insertaba lateralmente un hacha. Ellos eran confiados a una corporacién especial, mitad srgio Agamben ee mitad verdugos, llamados fictores, que lleva: Mobre el hombro izquierdo. En la epublica, que estamos mejor informados, os fae, del consul y del magistrado provisto qe res, doce en total, debian acompafiar 4 circunstancia, no sélo en las ocasiones servidores ban los fasces so periodo sobre el eran privilegios imperium. Los licto rmagistrado en toda cite . i piblicas. Cuando el cénsul estaba en ee los dictres permanecian en el vestibulo; si sala, incluso para ica las termas o al teatro, inevitablemente lo acompafiaban, Definir los fasces, como a veces se ha hecho, como “simbolo del imperium” no dice nada en relacién a sy naturaleza y su funcién especifica. Eran tan poco simbé- licos, que més bien servian para infligit materialmente la pena capital, en sus dos formas: el azote (las varas) y la decapitacién (el hacha). Comenzamos a darnos cuenta de la naturaleza de los fasces s6lo cuando examinamos cémo se articulaba, en los detalles, el nexo que los ligaba al impe- rium. Esto define inmediatamente la naturaleza y la efec- tividad del imperium. Si por alguna razén un cénsul no ejercia su imperium, no tenia derecho a los fasces. (Cuando en el afio 19 a.C. el senado otorgé a Augusto, que en aquel entonces estaba privado del imperium consular, el derecho a los fascs, precisamente este hecho sefialé el principio de una involucién, que culminard en la edad imperial). Es particularmente significativa la circunstancia de que de los faces del magistrado debia quitarse el hacha cuando este estaba dentro del [derecho de matar] do por el Pomerium, porque aqui el ius necs inherente al imperium estaba limite- | derecho que le correspondia a cada ciudadano 320 El poder y la gloria _Orrorererv— 9 de apelar al pueblo contra la pena de muerte. Por some a razon, el magistrado debia hacer bajar los fasces me ide las asambleas populares. is fies no simbolizan el imperium: lo efectian y lo deerminan de modo tal que a cada una de sus articula- tiones juridicas le corresponde una articulacién material, yviceversa. Por esto fasces attollere significa la entrada en fancién del magistrado, ast como la rotura de los fasces cortesponde a su destitucién, Esta conexién entre el fascio y¢l imperium era tan inmediata y absoluta, que entre el magistrado y su lictor ninguno podia interponerse (excep- roel hijo imptiber, que segiin el derecho romano ya estaba sometido al ius necisgue potestas (derecho y potestad de muerte] del padre). Por la misma tazén, en cierto sentido al litor no tiene existencia propia: no sélo su vestimenta se regula segiin la del magistrado a quien acompafia (sagum militar fuera del pomerium, toga dentro de los muros), sino que el mismo término lictor es sinénimo de fasces. Bs particularmente instructiva la relacién de los fasces con un fenémeno que tuvo un significado decisivo en la forma- cién del poder imperial. Se trata del triunfo, cuya conexién on las aclamaciones ya hemos hecho notat. La prohibicién Para el magistrado de exhibir los fasces con el hacha dentro delos limites de la ciudad conoce dos importantes excepcio- nes: el dictador y el general triunfante. Esto significa que el triunfo implica una indeterminacién de la diferencia domi- militiae, que desde el punto de vista del derecho piiblico distingue el tertitorio de la ciudad del territorio de Italia ¥ de las provincias. Sabemos que el magistrado que habia Giorgio Agamben ido que le fuera concedido el triunfo, debja €sperar |g decxén del senado fuera del pomeriiom, en el Campo Marte, de otro modo perdia irrevocablemente el derecho al triunfo, que le correspondia sdlo at general Victoriosg provisto efectivamente de mee cit, acompatiado de los fasces. Fasces e imperium ee aqui una vez ma, su consustancialidad. Y a su vez, al triunfo se tevela como el germen del que se desarrollara el poder imperial. $j ¢ triunfo puede definirse técnicamente como la extensién, al interior del pomerium, de las prerrogativas que sélo le competen al émperator fuera de él, el nuevo poder imperial se definird justamente como la extensién y la fijacién del de- recho triunfal en una nueva figura. Y si, seguin la penetrante férmula de Mommeen, la centralizacién del imperium en manos del principe transforma el triunfo en un derecho re- servado al emperador (Aaiserliches Reservatrecht, Mommsen, vol. 1, p. 135), a su vez se podré definir al emperador como aquel que tiene el monopolio del triunfo y posee sus insig- nias y privilegios de manera permanente. Un fendémeno -el ius triumphi (derecho de triunfo]— que en general se analiza como si tuviera que ver tinicamente con el aparato formal y la pompa del poder, se revela en cambio como el nucleo juridico original de una transformacién esencial del dere- cho piiblico romano. Aquello que parecfa solamente una Ccuestidn de vestuario y de lujo (la vestimenta pUrpura del general triunfante, la corona de laurel que le cifie la frente, el hacha como simbolo del poder de vida y de muerte) s¢ Convierte en la clave para entender cambios decisivos en !a Constitucién. Con lo cual el camino esté abierto para una ped 322 . El poder y la gloria capension mds exacta del significado y la naturaleza de orgs aclamaciones y, mas en general, de laesfera w ns definido con el tring “pri 79, En la primera mitad del siglo X, el emperador cunsantino VII Porfirogéneta recopila en un amplio ciao las «radiciones y las prescripciones relativas al ‘cgemonial (basileios tdxis) imperial. En la introduccién, Constantino presenta su empresa como “la més intima 7 deseable, porque @ través de un laudable ceremonial, {poder imperial parece més ordenado y majeseuoso” (Const. Porph. Cer, 1, p. 1). Sin embargo, es claro desde dleomienzo que el objetivo de esta gigantesca coreografia del poder no es simplemente estético. Se trata, escribe demperador, de poner en el centro del palacio real una especie de dispositive dptico, “un espejo limpido y bien pulido, de modo que, contemplindonos atentamente ela imagen del poder imperial [...] sea posible sujetar sus tiendas con orden y dignidad” (ibid., 1, p. 2)- Nunca como en estas paginas la locura ceremonial del poder ha alcamzado una puntillosidad tan obsesiva y livirgica. No hay gesto ni vestido ni adorno ni palabra ni silencio ni lugar que no esté ritualmente cristalizado y minuciosa- mente catalogado. El incipit de los capitulos enuncia en «ada momento “qué se debe observat” (hésa paraphylas- tin) en tal o cual ocasién, qué se debe “saber” (istéon) ¥ he i ia) se deben pronunciar en cada . Una jerarquia Giorgio Agamben oe infinita de funcionatios y ayudantes, divididos en dog grandes clases, los “barbudos” y los “eunucos”,vela pays que el protocolo sea observado y medido en cada instar, Los hostiariosaclaman las entradas de los dignatatos y og silenciarios regulan sus silencios y eufemias en presencia del soberano; manglavitas y heteriotes lo escoltan durante las procesiones solemnes; dietatios y vestidores (beste) cuidan del servicio personal; cartularios y protonotarios siguen las firmas y los asuntos de la cancillerfa ‘Cuando todo esté listo ~empieza la descripcién del ce- remonial para la coronacién imperial (ibid, 1, 47)-, el emperador sale del Augusteo, vistiendo su scharamangion y el saghion prirpura, escoltado por los criados encar- gados de su persona, y llega hasta el vestibulo llamado Onopodion; aqui recibe los primeros homenajes de los patricios. El maestro de ceremonias dice: “;Aclamad [eleiisatel!” y ellos aclaman: “Muchos afios felices leis pollois kai agathois chrénous}!”. Luego todos bajan hasta el gran consistorio, donde los cénsules y los otros senadores se reiinen en asamblea. Los soberanos quedan de pie bajo el tabernéculo, mientras que todos los sena- dores y los patricios se echan al suelo. Cuando se han levantado, los soberanos dirigen una sefal al prepésito del Sagrado Cubiculo y el silenciario dice: “;Aclamad!”, y ellos auguran: “;Muchos afios felices!”. Luego el grupo de os reales se ditige hacia la catedral, pasando entre las Scholae, mientras las facciones estin de pie en su lugar, en habitos de ceremonia, persignindose con la sefal de 324 El poder y la glotia oO ia eruz Cuando el emperador ha llegado al Rel, se feanta la cortina y entra en el metarorion; viste el dvn tuion y el tzitzakion y, sobre este, el saghion, entonces hace su entrada con el patriarca. Enciende los cirios en las puertas de plata, recorre la nave central, avanza a lo largo de a sole; reza delante de las sagradas puertas y, después de haber encendido otros citios, sube al ambén con el pariarca. Bl patriarca recita entonces la plegaria sobre el manto y, cuando ha terminado, los eriados dela habitacidn levantan el manto y visten con él a soberano, Bl patriarca recita Ia plegaria sobre la corona del soberano ydespués de haberla completado, toma en sus manos la corona {stémmal y la pone sobre la cabeza del emperador. Enel mismo instante el pueblo [dads] lanza tres veces la achimacién [anakrdzei): “Santo, Santo, Santo [Hégios, Higios, Helgios}! Gloria en lo alto de los cielos [Déxa en Anpsstois|y paz en la tierra!” Y luego, ademés: “;Muchos afios al emperador [autokrdtoros] y al gran rey!” y lo que sigue. Cefiido de la corona, el soberano baja y se dirige hacia el metatorion, se sienta sobre el sitio real [sellion] mientras hacen su entrada las dignidades [#8 axidmata], que se echan al suelo y le besan las rodillas. En primer lugar entran los magistrados. Segundo, los patricios y los ‘strategas. Tercero, los protospatarios; cuarto, el logoteta, ¢l domestikés de los Excubitores, el de los Hikanatoi y el z—— Excubitors,Scolas, Arithmos e Hikanatoi eran unidades de caballeria de a itstosbizantinos. Noumeroi yTeikhon (o Murallas) eran los batallones Nuit. Komets,sriboni, ibunory domesthéreran cargos jerdrquics. Nan es, shriboni, y Giorgio Agamben ——__ de los Noumeroi, los espatarios miembros del senadg y los cénsules. Quinto, los espataros:sxto, los excuderey séptimo, los condes [tomers] de los Scolas; octavo, jn Candidaros dela cbaletss noveno, los sriton cog des de lo Excubitors} y los domésticos; décimo, jog secretaries, los vestidores y los silenciatios; undécimo, los mandatarios imperiales y los Candidatos de la in, fanterfa; duodécimo, los condes de los Arithmos, de log Hikanatoi, los tribunos y los condes de la flota. A todos dice el prepésio: “jAclamad!”,y ellos aclaman; “Muchos afios felices!”. 7-10. El papel central que desarrollan las aclamaciones en los ceremoniales imperiales y en laliturgia no neces ser subrayado, En el eratado de Constantino VIL, en tanta constituyen parte esencial de toda ceremonia, as aclama, ciones, cuando no son competencia del maestro de cere. ‘monias o del slenciario, son confiadas a los funcionatios especiales, llamados krdkeai (“cantores") que, actuando Como una especie de jefes de clague-t6, mas bien, como los presbferos que entonan la salmodia en lp celebracién ltdrgica), ls ariculan con el pueblo en forme de respon- ~Satios. Asien la procesién por la Navidad de Cristo, en el ‘momento en que los soberanos se juntan en los Lychni, os krdhtai gritan: “Pol muchos (implici oll pollé” (Muchos, muchos, Aos)], y el pueblo [lads] contest: , El poder y la gloria To «pole is polld (Muchos afios, por muchos afos). Yde nuevo los hraktai: “Muchos afios [chrénos] a voso. «os, oh divina soberania’; y el pueblo grica tres veces: “Muchos afios a vosotros”. Los hrdkeai entonces: “Mu. chos alos a vosottos, servidores del Sefor’,y el pueblo grta tes veces: “Muchos afios a vosotros”. Los hrdkeai entonces: “Muchos afios a vosotros, tal y tal, autécratas de los romanos”; y tres veces el pueblo grita: “Muchos afios a vosottos”, Los krdktai: “Muchos afios a vosotros, ally tl, Augustos de los romanos”, y tres veces el pueblo: “Muchos afios a vosotros”... (Ibid, p. 30.) Es significativo, aunque a primera vista desconcertante, que la misma ritualizacién de las aclamaciones tiene lu- garen las carreras de caballos en ef hipddromo. También ‘aqui los cantores gritan: “Muchos, muchos, muchos” y el pueblo contesta, exactamente como en la ceremonia na- Videiia: “Muchos aftos, por muchos afios”, reemplazando luego al nombre del emperador por el del vencedor de la ‘arrera. El hecho es que en Bizancio, yaa partir de la época | de Justiniano, las dos faccloneyen las que se divide a los &pecaores en el hipddromo, los Azules y los Verdes, ‘ienen_una fuerte caracterizacién politica y constituyen ~ mis bien, por asi decir, la tinica forma de expresién politica, Que le queda al pueblo. No sorprendé, por lo tanto, que! lis aclamaciones deportivas estén investidas por el mismo Proceso de ritualizacién que define las aclamaciones de los ‘mperadores y que de esta forma, justamente bajo el reino 4c Justiniano, una sublevacién que convulsioné la ciudad Giorgio Agamben _ OO por casi una semana cuviera ome Eas sama deportiva (mika, “vence!”s exactamy s © hoy, en Jes, Tig una faccidn politica importante extrae su nombre qe tuna aclamacidn en los estadios). / ‘Alfoldi muestra que a estas aclamaciones en Jos hy. pédromos bizantinos les corresponden en Roma, ya en épocas aneriores,aclamaciones andlogas que las fuentes nos describen en detalle. Dién Casio nos refiere que elas, aque llegaban a implicar a miles de hombres aplaudiendo, no se producfan de manera casual, sino que mas bien se parecian, segiin las palabras de un testigo atento como él, “a un coro esmeradamente preparado [hésper tis akribes chiros dediddgmenos)” (Alfoldi, p. 81). ¥ con aclamaciones del mismo género, la muchedumbre se dirigird més tarde cn los estadios al emperador y a la emperatriz, en una impresionante coreografia que parece recotrer y animar como una ola coloreada la masa de los espectadores: De improviso resuena un estruendo de jibilo: con mil voces la plebe augura tiempos dorados a los principes. “Vida a Justino y a la augusta Sofia’, aclaman por todas artes. Resuenan los aplausos, las voces de alegria y las Slas se contestan las unas a las otras con voces alternas. Todos juntos levantan el brazo derecho y todos juntos lo bajan. En todo el estadio el pueblo certatim micat (hace sefias con luces, palpita) y se producen densas olas de ‘manos cdndidas (manicis albentibus). Entonan los cantos Y Toscantos se suman al movimiento... [Jbid, p. 82] peommmmmMMin EL poder y la gloria —_— agg ue le dedica un amplio espacio al ands del litico de las aclamaciones, no logea sin em- significado pol v defini su nacuraleza especifica, En general él percibe gue-cuand emerge ecto eamatoro y ceremonial del en el mismo movimiento el soberano se alza por dela comunidad de los ciudadanos, lo que opera es ‘nto de algiin modo antagénico del derecho: — un deme Juno con la formulacién juridica dl poder de principe formativo de la omnipoten- acional sind subjetivo vemos actuar otro princ cia imperial, que no es obj ccimaginario. Lo que llega a la palabra en él noes la razén ‘ino elsentimiento. (/bid., pp. 186-187] ¥, sin embargo, debe admitir poco después que no se comprenden correctamente fenémenos como las acla- maciones si se ve en ellas sélo una forma de adulacién puramente subjetiva: Es completamente equivocado ver aqui algo as{ como una effmera adulacién individual, desde el momento en que la alabanza esté, por el contrario, objetivamente vinculada, de principio a fin. Los discursos oficiales del Principe, asf como las aclamaciones dirigidas a, revelan la misma constriccién formal que las obras de poesia 0 de arte. [/bid., p. 188.) Al final del estudio de 1935, Alféldi parece contrapo- ner, en el proceso que lleva a la constitucién del Estado Giorgio Agamben peril, derecho (Recht(j) poder (Mach), “incorpo, dos respectivamente en el e)Cit0 Yen el senate co otorgan al imperio el poder (Gewal]fictica yg ae formal” (p. 272). Pero la simple oposicign ¢ EAL viol a ‘ysancién formal deja en la sombra Precisamente ee cho decisivo, esto es que nos encontramos aqui et ne procedimientos de legitimacién que, en tltima inane se presentan ambos bajo la forma de tuna aclamacign, f igualmenteinsuficiene la contraposicién entre un clemer ‘0 juridico y uno zligioso (p. 186), porque la adams ¢s precisamente el lugar en que ellos parecen coine, residuos. A propésito del vestido purpura del emperador, es mds pertinente la observacién, que sin embargo Alfldi no continds, segin la cual “lo que funda jurdicamens 'asoberania ya no es la auctoritas de los atistScaty ni ) | erenns del pueblo, sino este simi | sin bolo consagrado del poder [dieses geheiligte Machtsymbol)” (p. 169). La aclamacién sefiala, entonces, arcaica que recuerda aquella que Gernet llamaba, con un | sérmino no por cierto feliz, pre-derecho, en la cual ead menos que estamos acostumbrados a considerarjutiicos Parecen actuar de maneras mégico-religiosas, Mas que en un estadio cronolégicamente mas antiguo, debemos Pensar aquf en algo asi como un umbral de indistincién siempre operante en el que ; sestine lo juridico y lo religioso se ‘elven precisamente indiscerniBles, Um umbral te ote tipo es el que hemos definido e hacia una esfera mis 'n otro lugar como sacertas, en el que una doble excepcidn, tanto del derecho humano como del divino, dejaba aparecer une Figura, el homo sae, 330 pita El poder y la gloria cya relevancia para el derecho hemos tratado de reconstruir. $i sluzona incierta en la que se m remonias, liturgia ¢ insignias, veremos entreabritse ante nosotros un campo de investigacién igualmente relevante yal menos en parte, todavia inexplorado. Y la politica occidental lamamos ahora “glria® 'ueven aclamaciones, ce- 7.11, Kantorowicz le ha dedicado un estudio cjemplar alahistoria de una aclamacién livtitgica: las Laudes regiae. Fue publicado en 1946, pero escrito en gran parte entre 1934y 1940, cuando el estudioso, que se habia peleado a los veine afios contra los consejos revolucionatios obretos ca Munich, ya figuraba entre los Displaced Foreign Scholars (Estudiantes Extranjeros Desplazados] (es por esta razén ue, para terminar la investigacién, recibe un subsidio ‘special en Berkeley). El libro reconstruye la historia de una aclamacién en particular, un laude o laetania ‘ue empieza con la formula “Christus vincit, Christus (gnat, Christus imperat” (Cristo vence, Cristo reina, Ctisto impera]— en uso en la iglesia galo-francesa a partir del siglo VIII y desde alli difundido por toda Europa en lifeentes versiones y variantes. La particularidad de esta ‘Bt aclamacién, que se ditige a Cristo vencedor, rey y ‘PPetador, es unir a la figura divina no sélo los nombres, eos santos, sino tambi n la del pontifie yel emperador. PSPUE de haber invocado tes ueres.a Cito vencedor, =e haber in blaba ida fErmula aclamatoria exaudi y | alabanza pasa aa repetida formula a “a primer al porefice y uogo a emperador con una 331

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