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CAPITULO VII De la buena voluntad, del rigor de la vida y de las riquezas que tenemos Excelencia de la buena voluntad.- Si no puedes ser tan perfecto como deseas, humillate y restgnate, conformdndote con la voluntad de Dios. Alégrate de coraz6n por el bien de los que son perfectos y alaba a Dios y dale gracias por la perfeccién que tienen. Suele permitir el Sefior, que en los mas sus escogidos y muy amigos haya siempre algiin resabio de algtin vicio o imperfeccién para que se desprecien a si mismos y perseveren en la humildad. Realmente alcanzaron algunos la salud de su alma y llegaron a tan alto grado de virtud, que confiadamente darfan de mejor gana la vida, que hacer adrede un pecado; y, con todo eso, por no estar ciertos de este buen estado de su alma, siempre temen y se an- gustian y no se pueden persuadir de otra cosa sino que son flacos y miserables. Por la gran fidelidad y amor que el benignisimo y sapientisimo Criador nos tiene, sustenta en ellos, mientras viven, semejante ignorancia, temor y congoja. Conoce muy bien cudn flacos son y que si supiesen cierto su convalescencia, luego se volverfan a si, contentandose vanamente de si mismos. Es mucho mejor para ellos padecer esa miseria con la cual estén humildemente resignados en Dios; mas suele el piadoso Senor sacarlos de semejante ignorancia y largas tinieblas cuando estan para morir; ddndoles entonces una firme confianza en El, con la cual parten de esta vida gozosamente. Fuerza de la buena voluntad.- Por mds imperfecto que seas, en ninguna manera has de desconfiar, ni perder el dnimo. Porque no es posible que Dios deseche de si al hombre de buena 41 voluntad. El sabe muy bien tu flaqueza, y te consuela suavemente en el Evangelio, donde dice que, en naciendo Cristo, cantaron los santos Angeles estas muy delicadas palabras: “Paz a los hombres de buena voluntad” ' . No dijeron : Paz a los hombres de grande o perfecta santidad (aunque si esto dijeran mucha verdad dijeran), mas, para que los flacos y pequefiitos que son de buena voluntad se consolasen, alegres dijeron: “Paz a los hombres de buena voluntad”. Si razonablemente haces lo que es de tu parte y deseas de veras agradar a Dios, sin duda que él premiard algtin dia excelen- tisimamente tu buen 4nimo, tu trabajo tu deseo, y buena voluntad, aunque tus buenas obras, ejercicios y oraciones tengan mucha desigualdad, y estén mezcladas con muchos defectos. Porque mientras no apartas tu voluntad de Dios, y te pesa y lloras muchas veces por tu imperfeccién y por tus muchas faltas, e/ Sevior, por su inefable bondad juzga que tus obras merecen premio eterno. Otra vez te digo, que mientras sustentas la buena voluntad, y te ocupas en la humildad y en las demés verdaderas virtudes, y con diligencia te apartas de los pecados, estds en gracia de Dios y puedes morar y descansar alegremente en tu buena conciencia como en un paraiso ameno y deleitoso. Es cosa cierta que todos los bienes proceden de la buena voluntad y cuando deseas tener humildad, caridad y otras cualesquiera virtudes, y eso lo quieres con toda la voluntad y haces lo que puedes; sin duda ninguna que las tienes ya delante de Dios. De la misma suerte, cuando con todo corazén deseas hacer alguna buena obra pero no puedes, Dios recibe la buena voluntad, como si fuera la misma obra. Y delante de Dios tan grande es tu deseo, cuan grande lo deseas tener y cuan grande querrtas que fuese. Pues con grande dnimo puedes orar de esta manera: “jOjala, Sefior, ojal4! por la gloria de tu nombre, te tuviera tanto amor y tanta aficién, cuanta te tuvo jamés criatura ninguna. Piadosfsimo Jestis, pido y deseo vehementisimamente estar siempre en ti elevado con entera voluntad y deseo perfecto; " Lucas, 2, 14. 42 con todo corazén pido y deseo agradarte perfectamente, conforme a tu voluntad. No todos son Ilamados a un gran rigor de vida.- No te acobardes, ni pienses que est4s muy lejos de Dios, porque acaso no le puedes ofrecer grande austeridad y rigor de vida, o porque no sientes que all4 dentro eres movido y levado a imitarla; porque no consiste en ella la perfeccién, ni la santidad verdadera sino en la mortificacién de la propia voluntad y de los vicios, y en la humildad y caridad. No leemos que fuese tan rigurosa y 4spera la vida de Ja santfsima Virgen Marfa como la de la viuda Judit, y con todo eso fué més perfecta que la misma Judit. No van por el mismo camino en sus ejercicios exteriores todos los varones perfectos y amigos de Dios; aunque en lo interior todos, sin faltar ninguno, han de seguir el mismo camino, han de guardar la misma vereda, esto es; la de la humildad, y verdadera caridad o santo amor. Porque en su vida diferente traza siguié San Juan Bautista, de la que siguié San Juan Evangelista, mas porque entrambos eran humildes de veras y amaban de veras a Dios y al prdjimo, por eso ambos agradaron mucho a Dios. Alegrate y alaba a Dios, quien con su gracia hizo que muchos de sus siervos viviesen con grande rigor y aspereza; porque con ese devoto agradecimiento y perfecto amor, hards que sus mere- cimientos sean en alguna manera tuyos, y recibirds de Dios pre- mio y gloria por los bienes que puramente por amor de Dios amas en los otros. Y fuera de eso puedes ofrecer a Dios Padre, Por la aspereza de vida que te falta, los ayunos, vigilias, tribu- laciones y la muy dspera pasidn de Jesucristo. Pero si, ayudén- dote Dios, siguieres algiin dia mayor aspereza de vida, mira que sea absolutamente a gloria: de Dios; y no estribes mucho, ni con- fies en vida semejante, 0 en tus merecimientos, mas principal- mente has de poner toda tu esperanza en la pasién de Cristo, en lo que satisfizo y ofrecié por nosotros, y en sus merecimientos. Los imperfectos no hay por qué teman.- No hay por qué 43

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