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SOBRE EL ANALISIS DE LOS RELATOS DE VIDa* Nicole Gagnon Entre las diversas escuelas de sociologia que estan a la busqueda de nuevas fuentes de inspiracién existe. actualmente, una convergencia de in- tereses en torno a la perspectiva biografica. Hermanado con este interés se aprecia un malestar creciente. provocado por «lo inadecuado de la investi- gacion sociolégica que depende de cuestionarios rigidamente estructura- dos» ‘2. Mientras que una escuela reconoce la autonomia metodolégica potencial de la perspectiva biografica, otra recomienda su empleo conjua- tamente con los métodos clasicos. Y, por ultimo, otra insiste en su integra- cidn prioritaria dentro del paradigma hist6rico-sociologico. Consiguien- temente, todos los que se acercan a los cuestionarios basados en encuestas biograficas o longitudinales sin presuponer un cuestionamiento de la natu- raleza problematica de los métodos cuantitativos, no Hlegan a sacar prove- cho del movimiento biografico. I. Los limites de los métodos de encuesta por cuestionario Contra la metodologia de encuestas, los promotores del método bio- grafico han exhibido su arsenal critico completo acusando a este paradig- ma de positivismo, cientificismo, atomismo, psicologismo., ahistoricismo y adialectisismo. 1. Al tiempo que reproduce el mismo error de etiquetado que Comte, Bertaux. por ejemplo, ataca al posirivismo.en contra del verdadero legado comtiano —el tecnocratismo ''\—. De todos modos, es pertinente indicar - como Bertaux mismo demuestra en otro lugar “— que. la perspectiva * «On the Analysis of Life Accounts», Nicole Cagnon, Biography on Society, Sage Pu- blications inc., 22 ed., 1983, California. °2 F. Ferrarotti, «Sobre la autonomia del método biografico», en este volumen, pp. 121-128. 8D, Bertaux, «De fa perspectiva de ta historia de vida a Ja transformacién de la précti- ca socioldgican, en este volumen, pp. 19-34. 12D. Bertaux, Histoires de vie ou récits de pratiques? Méthodologie de lapproche bio~ graphique en sociologie. Paris, Cordes, 1976, p. 72 35 piografica en sociologia hablaba desde uau ideologia perfectamente bien las investigaciones de Tho- establecida de corte tecnocratico-cientificisti mus acerca del campesino pulaco estaban motivadas por ef propdsito con- fesado de controlar-el cambio social a través del descubrimiento de las leyes psicologicas que lo gobdiernan. De un modo aproximado, si acepta- mos como definicion det «positivismor el rechavo de la especulacion y la norma de sumision absoluta a2 los Rechos, el movimiento biografice es, en su mismo nuclee, un avatar Nagraate de la vieja doctrina: el so logo restaura {2 palabra a los «hechos» sociales, el material que recoge no Rece” sita analisis, puesto que «habia por si mismo». 2. El fusil cientificista se carga con una municiéa mayor. Por una parte sostiene la nocién de ley, con el ahistoricismo que ésta implica: por otra, el propdsite tecnoeratico esta implicito en la nocion de control. Esta aocién comprende, sin embargo. dos significados: en tanto que el tecnd- crata persigue el control de la realidad social. el cientifico (,0 el adepto al cientificismo?) busca el controi sdlo de los procesos de adguisicion de co- nocimiento. Y es sabido que el control de variables. ma: incluso que su medicién real, constituye la caracteristica esencial del método experimen- tal y de su derivado. ef método de encuesta. Asi pues, es una practica anticientificista la que hace posible la perspectiva del relato de vida, pues ja naturaieza real de esta técnica prohibe intervenir en la estructuracion que el aarrador hace de su relato: una vez que ha abdicado de todo con- trol acerca de la produccioa del material por el informante. el socidlogo no puede hacer una trasposicion cieatifica de dicho material sin ponerse en ridiculo él mismo’. Agut hacemes una resumida evaluacion de esit fendmeno. La metodoiogia del cuestionario de encuesta socioldgica de- muestra, ciertamente, como el control de las variables, que en la situacion experimentai ocurre @ priori, resulta aqui a posteriori. De un modo u otro, al dejar al narrador fa determinacion de su propia narracién, se da preci- samente un control @ priori de la variable «efecto de la intervenciéa del jnvestigador» que, al contrario de la intencién positivist. condiciona et cardcter espontaneo det material producido Por muy contrario que uno sea al tecnocratismo 0 al confinamienwo del pensamiento deniro de la légica de las relaciones entre variables. 20 esta obligado a bajarse del corcel cientificista, incluso si ello significa que ocasionalmente se encuentra uno a si mismo cabalgando a la vez en dos caballos. ,O es que fa tarea del socidlogo debe limitarse a rebuscar relatos de vida y a la transmisién de las significaciones sociales que se encuentran en ellos? {No se trataria, mé bien, de hacer que los hechos habien un tenguaje sociolégico? A traves de los analisis de relatos de vida. los socié- logos pueden incrementar su conocimiento cientifico, contando con que es 5 Ibid. p. 114. 36 un conocimiento controlado. Poco importa si los criterios son la logica clasica de la refutacion contrahipdtesis, la consistencia tanto del método estructural como del método hermenéutico o la repercusion social de la intervencion: el cientificismo encuentra aqui lo que le es propio. Teniéndo- se en cuenta que el socidlogo puede ofrecer garantias contra la arbitrarie- dad de proyectar su propia percepcién tedrico-ideoldgica en su objeto. 3. El aromismo y su corolario aparente, el psicologismo, necesita una mayor aclaracion. Por definicidn, el método cuantitativo obtiene su cono- cimiento en la medicion, cuya operacién basica es delimitar las unidades pertinentes de medida. Este atomismo del método no es, con todo, indiso- ciable de una percegcidn liberal (la sociedad como un agregado de indiv: duos), ni tampoco del psicologismo que se desprende de él. Cuando se estudian los medios o una ciudad, no se miden estatus 0 actitudes, sino mas bien pautas y significaciones. Para el comunicdlogo 0 el ecdlogo, las unidades de medida no son individuales, sino extractos espaciales y tex- tuales, artificialmente aislados para el propdsito de la evaluacion: y los objetos que estudian no tienen nada que ver con lo psicoldgico, fa expe- riencia vivida (vécu). la subjetividad, la conciencia o cualquier cosa que uno quiera asoGiar con la nocién de sentido comin de lo que es un in- dividue. El atomismo, junto con el sesgo psicologizante, no es inherente a la cuantificacién, y, reciprocamente. la perspectiva biografica no constituye en si misma una garantia contra estas dos afiagazas. Es perfectamente posible recoger una serie de relatos de vida. cualitativamente representati- vos de una poblacién homogénea, siguiendo un criterio particular, y apli- carles la légica topoldgica, que es en si misma una operacién de medida (una medida compleja de nivel nominal): por ejemplo, las diferentes onto- logias del yo en la poblacién trabajadora (Hankiss) '*, los tipos de habla que se dan entre empleados publicos que administran los programas de seguridad social (Aaron-Schnapper) '’. el tipo de experiencias vividas de los quebequenses (Morin) *. En estos trabajos no se ha rechazado la légi- ca de la medida y de las relaciones entre variables. Incluso si la operacion de medida presupone un largo andlisis hermenéutico o una técnica semio- légica refinada. las conclusiones alcanzadas son invariablemente del tipo siguiente: existe, por ejemplo, una relacién entre el estatus ocupacional (0 1 Véase en este volumen el articulo de Hankiss «Oatologias del yo: la recomposicioa mitolégica de la propia historia de vida», pp. 251-256. 17 -B. Aron-Schnapper y otros, «L application de la méthode des archives oraies 4 Yhis- toire de la sécurité sociale: essai d'une typologie des discours», Nancy, Committe of the History of Social Security, 103 National Congress of Learned Society. 1978. 18 Louis Morin, La méthodologie de Uhistoire de vie. If, Quebec, Institut Supérieur des Sciences Humaines. Université Laval, 1975, 55 pp. («Cahiers de TISSH: Instruments de travail, 133. 37 el tipo de movilidad social) y la representzcion de una institucion (0 la receptividad al cambio). Como ocurre con el atomismo tedrico, Ferrarotti presenta una solu- cin clara, que, gracias a su coherencia, se vincula con las normas cientifi- cas. Inspirandose en Sartre, Ferrarotti apela ala légica de las mediaciones dialécticas como opuestas:a las relaciones entre variables, y supera el ato- mismo mediante una sustitucién decidida del individualismo por el grupo, en el que esté comprendida la totalidad social. El inconveniente es que la historia del grupo es algo distinto de una biografia. Se aborda aqui uno de los problemas més cruciales de la perspectiva biografica, pero parcialmen- te: gestd legitimado pensar en una sociologia de lo individual? El sentido comtn y determinados tedricos considerarian esto absolutamente sin sen- tido, dado que el «individuo», como opuesto a lo «social», cae dentro del territorio de la psicologia. Lucien Séve, por tomar un ejemplo pertinente, ha propuesto una «psicologia de la personalidad» que constituye, en rea~ lidad, una sociologia det individuo humano ”. Por suerte, J.-C. Patiente ha despejado no hace mucho la epistemolo- gia de tas ciencias humanas de los obstaculos derivados de identificar al individuo con lo psicolégico ®. Hay que distinguir el concepto légico, el in- dividuo, de la nocién comén, la persona (el individuo humano), al igual que ‘la nocién comin debe ser distinguida de la nocion matematica de elemento, o de la nocién psicolégica de sujeto. Mientras que una escala numera elementos, una comprensi6n individualizada de una realidad em- pirica procede a partir de un conocimiento monogrfico. o de un modelo de conocimiento puramente conceptual. Llamamos psicolégico al conoci- miento del'ser humano, cuando implica mas la conducta de un sujeto que las practicas de un actor que no es él mismo su propio centro. 4. Queda aun en pie la cuestion del ahistoricismo. estrechamente li- gada al adialecticismo sefialado por Ferrarotti. Para quien quiera estudiar las transformaciones culturaies, determinar las leyes del cambio social 0 dilucidar los procesos histéricos de las relaciones socioestructurales, la biografia —la experiencia vivida, Ja trayectoria vital o el relato de las practicas— emerge espontaneamente como el material por excelencia. Las dificultades surgen cuando uno plantea la cuestién de la relaciOn entre esta temporalidad individual y los procesos sociales, a Cuya luz suponemos que surge aquélla. Es decir tan pronto como uno sé enfrenta con el problema practico dei andlisis. A partir de aqui, plantearé la forma en la que nos hemos enfrentado con esta dificultad en el contexto de nuestra investiga- cién sobre «las transformaciones culturales en el Quebec contemporaneo». 1 Lucien Seve, Marxisme et théorie de la personnalité, Paris, Editions Sociales, 3.* ed. 1974, 598 pp. 2 Jean-Claude Pariente, Le langage et lindividuel. Paris, Colin. 1973, 304 pp. («Philo- sophies pour I’age de la science»). : 38 ll, El andlisis de la experiencia interior (lo vivide} En 1962, en el contexto de una investigacion bidisciplinar (sociologia/ historia), recogimos unas 150 entrevistas biograficas con la perspectiva de responder a la pregunta: «.cdmo se han experimentado los cambios socia- les que han tenido lugar en Quebec desde 1940?» En orden a mantener la representatividad cualitativa de nuestra nocién intuitiva de «la juventud de Quebec de 1940», la muestra Pecogia categorias ocupacionales y regiona- les, pero se concentraba en las edades entre 50 y 60 afios. Las entrevistas fueron hechas por cinco estudiantes. y la primera fase de andlisis corria a cargo de un investigador joven y sin experiencia +. Nuestro corpus tenia limitaciones en el sentido de que estaba recogido sin controles, tanto desde el punto de vista tedrico —no teniamos una problematica precisa— como operativo (las cuotas de muestra, los proto- colos y técnicas de entrevista quedaban a discrecién del entrevistador). Unos pocos jévenes se limitaban a pedir a los viejos quebequenses —con- tactados Dios sabe cémo— que contasen su vida, por la pura y simple razon de que querian saber lo que ocurria en Québec desde 1940. Nuestro analista Morin estaba completamente desbordado por este material, tan penosamente recogido y tan heterogéneo si lo comparamos, por ejemplo, con los relatos de Los hijos de Sanchez, que casualmente estaban ausentes de la cabeza de los instigadores de este estudio. De todos modos, aproxi- madamente 150 quebequenses hablaron acerca de si mismos. durante dos horas cada uno. ;Cémo iba a ser digerido este material? (a) Una teoria metodoldgica de la experiencia interior En todo caso, teniamos un gran problema de metodologia en nuestras manos y Morin se puso a trabajar en él. La nocién de base de {a investiga- cién nos proporcioné un marco de referencia: se trataba de la nocién de experiencia interior (vécw). Morin proponia entenderla como «una dimen- sidn real y constrictiva de la realidad sociocultural», como un objeto de conocimiento para cuya observacién el relato ‘de vida era la técnica apro- piada. Perfeccioné entonces una teoria auxiliar, tomada de la escuela dei interaccionismo simbélico, mediante la cual definié fos datos recogidos utilizando la técnica del relato de vida: cada relato expresa una‘ /ectura critica de una situacién: una lectura determinada por un proyecto; y esta construido con la ayuda de las significaciones adquiridas a través de la experiencia biogrdfica. Para conducir esta investigacion hacia el nivel ma- crosociolégico, bastaba con proceder mediante la substruccién tipolégica 2 Factores institucionales, en particular los objetivos del organismo que subsidiaba, pusieron en claro lo que podia ser una practiea aberrante (véase N. Gagnon y B. Jean, «Les histoires de vie et la transformation du Québec contemporain», Sound Heritage, Victoria, BC, LY, t: 56-63, 57,0 1. 39 de un conjunto de evpertencias de vida observadas. Por via de ejemplo: al comparar la lectura cruca del empieado pitblico «L-5» con otras cinco lecturas, ésta podia set saracterizada por los siguientes rasgos distintivos: una concepcién o fro: s-to tradicional de sociedad, la incongruencia de su situacién de vida respecto a este provecto y una mirada nostdlgica hacia el pasado. Este camino a, de hecho, la creacién de una medida de ja adaptacidn pe: da. En dlumo término, asi es como se interpretaba en el ejemplo. Lo gue rerseguia el trabajo de Morin era asegurar la contiaui- dad de la comprensien. evaluando sistematicamente cada acontecimiento segtin jas tres d 3 delimitadas por la operacién de substruccion (proyecto isadic: rai o desarrollista: congruencia o incongruencia de la situacién: actizd ¢2 nostalgia, accién individual o accidn colectiva). Al apoyarse en ©: eralizacion puramente exploratoria, el modelo asi obtenido era. toric. Era una representacion de sentido comin {los tres provect uaba como una teoria sociolégica sustantiva. Al reducir la experiencia vivida a la adaptacién, se incurria en el conduc- tismo. Pretend 3 Morin— interpretar los relatos mas que me- dirlos segin cat fabricadas al efecto. Por encima de todo, el modelo desviaba 1a -=-2stfgacion de su objetive inicial de reconstruir la historia tal come esta da. Sabedor de que toda historia es inevita- blemente el pres ado sobre ei pasado, Morin repudié el objeti- ~vo de explotar i j2l material biografico: el proceso histérico que éste recorre 2: inverse. Consiguientemente. para observar la experiencia inte; 9 ai la definio. cualquier entrevista en profun- didad podria ser: nente equivalente al relato de vida ~ De acuerdo con 6 ipologia heredada de Morin, con- tinuames el an. elatos de vida en otras tres direcciones: «la movilidad», «la 2 on social» y «la conciencia histérica». Cada una de estas per estaba, para nosotros, basada en una nocién mediadora entre y lo social. En la medida en que cada una de elas apunta ctiva sociolégica global (los sistemas de pro- duccién, jos g 2. cambio social) como-a un modo de construccién de la identidad > . iid carrera, la categoria social dentro de la cual uno se identifica ¥ airibucion a ja historia). Liberamos ia xcvien d@ experiencia vivida de su estatuto de objeto, perm uy bien otra investigacién en el Quebec de la época. Con Revert Sevigny emplea la entrevista en profundidad sobre la 1a trazar la autoimagen. Mas alld de sefialar la coincidencia, adiisis suyos estén perfectamente de acuerdo con los nues- zn aéritage. Montreal.) Véase también Gabriel Gagnon, «Po- stes quebecois». Recherches Socfographiques (Quebec) XVU 2 Esta equivaie una perspectiva experiencia interior dé perspectivas, de: ros. (R. Sevigny. Le pulisme et progr (1) (1976): 23-34, 40 para retomarla desde una perspectiva metodoldgica: el estudio de la cons- truccion social desde la conciencia subjetiva del actor social. Ya habiamos explorado esta via por medio de un modelo anali ico secundario de la experiencia vivida, elaborado en paralelo al trabajo de Morin. Larouche, tomando el esquema dialéctico de Touraine acerca de la estructura del sujeto (identidad. alteridad, totalidad), mostré como algu- nas significaciones culturales eran utilizadas por los informantes como una imagen globalizadora de su experiencia. asi. por ejemplo, el ama de casa que vive en un medio rural, que acepta el trabajo pesado de su rutina cotidiana como los atributos de la «reina del hogar»... cada una (de sus acciones) es una actualizacién de esta imagen de «reina del hogar» en cuyo interior se ha de encontrar la totalidad significante que sirve como horizonte y soporte para la tarea diaria. Esta totalidad signi- ficante constituye. a su vez. una actualizacién de la totalidad mds amplia, de la estructura significante con la que se vincula. Asi, la realeza de la «reina del hogar» deriva de su obediencia a la voluntad de Dios: Dios. en todo caso. resulta ser esta totalidad significante mas amplia que es actualizada en la nocién de «reina del hogar», en la medida que se va trascendiendo ™. Rastrear la historia de la destruccién y reconstruccién de estas image- nes globalizadoras. no podria ser una via adecuada para enfrentarnos con el proceso de las transformaciones culturales? (b) Conctencia histérica De las tres perspectivas utilizadas en la segunda fase de anilisis. la de la conciencia histérica resuitd ser la mas sugerente, asi como la mejor adaptada a la meta general de la investigacién. Por ésta, como ya hacia la conceptualizacién fiioséfica, entendiamos «la repercusion, sentida por et individuo, que surge de su insercién en la historia». En la practica. esto equivalia al examen de cémo se ha experimentado y comprendido el cam- bio social. Una primera férmula operativa de esta concepcion consistia en rastrear los puntos de referencia histéricos (fechas. acontecimientos, carac- teres) utilizados para sefializar ei relato de vida. Aqui nos encontramos con una definicién mds precisa de F. Dumont: «La transcripcién de los puntos de referencia que ordenan el tiempo social en los territorios perso- nales en los que el sujeto consciente reconoce su temporalidad» *. Este modo analitico nos resulté fructifero cuando lo aplicamos a los 2 Fernand Larouche, «Le vécu». Quebec, Institut Supérieur des Sciences Humaines. Université Laval, 1973. 5 pp. (mecanografiado). * Gadtan Tremblay, «La conscience historique ¢t la société globale», Quebec, Départe- ment de Sociologie, Université Laval, 1971. 25 Fernand Dumont, Le liew de !homme. La culture comme distance et mémoire. Mon- weal: HMH, 1968, 233 pp., p. 197. 4 “relatos de profesionales, de personal de gestion y de militantes obreros, que tienen un cierto sentimiento de haber participado en la historia de la sociedad. Trabajando a partir de determinados puntos de referencia, pu- dimos desentrafiar las significaciones globales de las historias personales: la «genealogia mitica» del ministro y diputado retirado que situaba toda su historia. personal dentro de la historia oficial: el «destino perdido» del no- tario que elegia retirarse a la vida familiar; el wespiritu misionero», contra- partida personal de la historia de «la salvacion de la légica interior, co- mun al diputado, al trabajador social y al ex militante obrero. En el relato del trabajador textil, el profesor o la camarera, sin embargo, no se encon- tré ningan punto de referencia que diese crédito a la existencia incipiente de una conciencia histérica: es decir el sentimiento de un salto entre la vocacién personal y el destino colectivo. Existe, de todos modos, una representacién del tiempo por debajo de cada relato. Debido a que los informantes han adoptado la postura de testigos del cambio, es posible detectar en muchos relatos una representa- cién social de la historia*, es decir un esquema cognitivo que permite —en ef contexto de una conversacion de tipo entrevista— referirse al pa- sado de una manera objetiva. El modelo mds frecuente es el de la oposi- cién.«en aquellos dias/ahora»?’, Es la manera mas simple en que un in- formante mayor se dirige a un entrevistador joven nacido en una nueva cultura, a fin de moldear su memoria. Y este modelo no es el tinico que ericontramos. En el caso de un trabajador de una fabrica de aviones (un militante obrero), por ejemplo, el esquema tipo es «en un determinado momento ia gente comenzé a...» La historia aqui no aparece como un cambio estructural que separa dos épocas, sino mas bien como un proceso colectivo que va adquiriendo sentido como acontecimiento: éste es el caso del despertar-de los quebequénses*. Con mayor frecuencia aun, encon- tramos que el esquema accidental era «desde que el dinero empezé a cir- cular» >. Asi, el trabajador textil no tiene a su disposiciédn ninguna representa- cién social para expresar las significaciones implicitas en este relato. Niel de «en aquellos dias» de su primer trabajo (como empleado de una granja) ni wel despertar de los quebequenses», ni tampoco la intrusién de un nuevo poder adquisitivo encontraban eco alguno en esta historia. De todos mo- 2% Este remite al concepto perfeccionado por Serge Moscovici (véase La psychanalyse. son image et son public, Paris, PUF, 1961, 650 pp:). 27 Véase R. Dominique, «L'ethnohistoire de la Moyenne-Céte Nord», Recherches So- ciographiques (Quebec) XVII (2) (1976) 189-220. 78 Jean Bourassa, Liouvrier de la avionnerie, Quebec, Institut Supérieur des Sciences Humaines, Université Laval, 1977, 80 pp. (mecanografiado). ® Dominique, op. cit.; véase también Osvaldo Urbano, Répresentation et histoire de vie. La fonction agricole, Quebec, Institut Supérieur des Sciences Humaines, Univ. Laval, 1975, 81 pp. (mecanografiado). 42 dos, las referencias aparentemente sin sentido, cuando fueron descifradas pacientemente, revelaron una representacion de «nuestra historia mas ver- dadera», a través de la cual transpira claramente el sentido de los procesos biograficos, afectados por la historia y concebidos como destino colec- tivo *, EI relato de la camarera es incluso mas simple, aparentemente despro- visto de una conceptualizacion histérica. Sin embargo, el analista puede detectar una imagen globalizada del proceso biografico que produce un excelente relato de su proceso objetivo. La camarera, originariamente una empleada de lavanderia, se convirtio en trabajadora de una fAbrica de municiones en 1940, antes de formar parte del sector de servicios de la sociedad opuienta de la posguerra, Explica lo siguiente: «Cuando me pro- pongo cambiar. cambio de verdad; sigo el curso de la vida.» Confrontando esta imagen sugerente con las observaciones del trabajador textil, el anali: ta propone esta interpretacion: mientras que el trabajador «rueda su ma- quina» a pesar de los obstaculos y en contra del trafico, la camarera tran- quilamente permite que su barca sea Hevada por las corrientes de la vida. Bajo la nocién de conciencia histérica debemos, por consiguiente, dis- tinguir tres modalidades diferentes de reconstruccién del tiempo: la con- ciencia historica per se, cuando se ha entrevistado acerca de la historia oficial o se ha logrado expresar «nuestra verdadera historia»; la represen- tacion social del cambio que permite la objetivizacién del pasado; y final- mente, una imagen personal del tiempo. Ademas de esta delimitacion o incluso medicién de las herramientas mentales utilizadas para totalizar los procesos biograficos, el andlisis hermenéutico revela ei contenido cultural que esta operacién conlleva (la figura ancestral o la imagen del viaje, la visién cristiana de la salvacién o el esquema determinista de la evolucién, «la reina del hogar» o el «patrén a bordo», etc.). Frente al andlisis de Morin, basado en la lectura critica de la situacién en curso, esta via permi- te una mejor aprehensidn de cémo se comprende el pasado. De todos modos, al centrar nuestro andlisis en las significaciones, seguimos corrien- do el riesgo de producir un corte en la secuencia logica dei conocimiento historico —proyeccidn del presente sobre el pasado—. Y sin ella no po- driamos lograr una reconstruccién arqueologica de la emergencia de cada figura de la historicidad. Aqui nos topamos con la ambigiiedad de nuestro presupuesto, la no- cién de conciencia historica. En principio se trata de un concepto sociolé- gico, indisociable de la idea de accién: la historia, en su hacerse, se encar- Jean Bruno, «Un ouvrier du textilen, Recherches sociographiques, Quebec, XVI (1) (1976): 73-14. . # Carmen Bouchard, La fille de table, Quebec, Institut Supérieur des Sciences Humai- nes. Univ. Laval, 1977, 16 pp. (mecanografiado).. 43 na virtualmente en las normas de accién . En esta perspectiva, la idea de recoger datos de vida cra un camino pars comprender fa cultura en su hacerse, por mediacién de una ética, Era la transcripcion metodologica de una cierta concepcidn tedrica de ta historicidad. Si el futuro,.a todos los efectos y propésitos, es una profundidad temporal ao existente. inicamen- te puede ser actualizado a través de fa iemporalidad inversa. Como la historiografia para la comunidad, asi el relato de vida no es sino !a pro- fundidad temporal de una identidad que se proyecta en la realidad. (cj) La memoria Dado el cardcter bidisciplinar de nuestra investigacion, nos limitamos a despachar rapidamente el concepto de historicidad. atribuyendo a la conciencia historica una funcién de memoria. Mientras que la conciencia histérica —en el sentido preciso del término— alberga ef pasado en un espacio cognitive constituide en funciona de la historia todavia no hecha, as fa presencia inmediata de un pasado solidamente retenido. La memoria no esta hecha de conocimientos, sino de imagenes. de senti- mientos inscritos en el cerebro. Su punto de referencia social no es el conocimiento sino el contexte fisico de esos sentimientos "*. Unestudio serio sobre la memoria hubiera requerido una estrategia de investigaciéa infinitamente mas precisa: hubiera implicado preguatar al informante en ia escena real de su pasado. Nosotros, por el contrario, recurrimos a los puntos de referencia abstractos de la historia oficial, para asi poder dotarnos de un primer soporte comin para el didiogo. Sin em- pareo. cuando el informante no tenia a su disposicion puntos de referencia cognitiva, o una representacin social del cambio, nes quedabamos limi- tados a extraer de sus observaciones una imagen hipotética del tiempo. Y esto en la medida en que el relato mismo no hubiera degenerado hacia una expresion insulsa de opiniones estereotipadas. Por eso, el recurso al méto- do radical de «vuelta a la escena» ao es indispensable. Im iicaria ef aban- dono de la autonemia de! método diogrdfico. Incluso sin ei uso de una sofisticada andmnesis técnica —como hizo Millar, por ejemplo ¥—. se ha descubierto que moria es espontaneamente activa en la may! de los acontecimientos vitales, Esta expresada esencialmente de forma anecdética. Esta comunmente admitido que la recoleccién de anécdotas solo sale a a superficie a través de las significaciones de la experiencia vivida actual, y en funcién del interlocutor que solicita el relato. A menu- or parte ¢ parte 2 Cir. Dumont, op. cit. cap. 6: «La culture en tant que conscience historiquen. 3 Pueden aqui reconocerse tas tesis clasicas de Halbwachs. 3 D. Millar, «Mémoire, histoire orale et conscience historique». en N. Gagnon y J Hamelin (eds,), L histoire orale, Saint-Hyacinthe (Quedec), Edisemn 1978, 96 pp. («Métho- des des sciences humaines». 1). 44 do también el tiempo la desgasta. Por otro lado, la forma sensible en que se manifiesta es garantia suficiente de que nos enfrentames a una expe- riencia vivida que viene del pasado. Tomemos por ejemplo el caso del trabajador de la fabrica de aviones que cuenta sus viajes de juventud con un amigo: «Cuando la gente nos veia, pensaba en Mutt y Jeff.» Esté 0 no filtrado el recurso al pasado por los esquemas de interpreta- clon contemporineos. la realidad de quien habla esta realmente presente, de forma pura y completa, Poco importa si llega a la superficie caminando por la escaiera 0 a través de una escalera mecanica, el caso es que esta aqui. y, gracias a suem . la distancia gue mos separa del pasado se convierte en ua muro transparente. Esta realidad simbdlica que es la interpretacion de ta escena histérica particular ao ha sido superada “, Adin no esta superada pero, por otra parte, est completamente situada en el pasado. Si el trabajador recuerda sus viajes es porque continua so- Aando con ellos. mas 0 menos porque su matrimonio puso fin a esos via- jes. La eseena esta en el presente intacta, precisamente porque ha dejado de ser provectada. La anéedota es, entonces, una experiencia vivida, per- durabie Rasta el punto de que ha tenido su dia: es una auténtica traza det pasado ¥ el certificado de detuncion de una época. Ill. Una evaluacién provisional El que nuestro método utilizara una muestra dispersa y estuviera basa- do en analisis en profundidad de casos individuales arrojd sobre nosotros una acusacion, apenas velada. de psicologismo: «Los aspectos sociolégicos ceden ef paso al andtisis de la experiencia vivida» *. Si le damos importan- cia a la definiciéa de fo psicoldgico mencionada anteriormente. la critica es admisible. Ciertamente. hemos tratado de comprender cada relato como surgiendo de un sujeto que es su propio centro. Desde el momento en que el sujeto al que preguntamos no es un montaje de facultades, ni una maquina deseante ni una mera cristalizacion de actitudes. Tampoco es un efecto del discurso, sino mas bien un nudo y una fuente de significacio~ nes. Nuestra presuposicién podria ser definida como una psicologia social en el sentido de Thomas —el estudio del-aspecto subjetivo de la cultura—. Y en titima instancia. como una sociologia real— que nos proporciona la facultad de ao limitar el dominio de la sociologia al poder de {as relacio- 3 Jean Bourassa, Dossier Méthodologique, Quebec. Institut Supérieur des Sciences Humaines, Univ, Laval. te Yves Chevalier, «La biographie et'son usage en sociologies, Archives des Sciences Sociales de la Coopération et du Développement 43 (1978): 77-90. 86. 45 nes estructurales ~reinterpretando is definicién de Thomas, en el sentido en que la hemos intentado complementar: la cultura estudiada como la materializacion en el individuo de un mundo de significaciones y, recipro- camente, como la convergencia de la practica simbolica de una pluralidad de sujetos ©. (Hasta qué punto era necesario nuestro rodeo a través de la experien- cia vivida de un conjunto de sujetos —o por et contrario no tenia senti- do, si fo que intentamos es rescatar la historia de la cultura de una colectividad? Pensamos que esto estaba justificado por una preocupacion epistemoldgica, que ya Blumer expresd en su trabajo critico acerca de Thomas. Es evidente, escribia Blumer, que las concepciones teoricas de! propio Thomas 10 surgian del material analizado: por el contrario, es la interpretacion la que derivaba de categorias preconcebidas que eran apli- cadas al relato “. Desde nuestro punto de vista, de acuerdo con los requi- sitos cientificistas que subyacen a las anotaciones de Blumer, interpretar un relato consistiria mas bien en inducir categorias adecuadas a partir del material mismo. Por esto es por lo que hemos dejado nuestro material descargado de aparato teorico: por lo mismo que todavia estamos 4 la busqueda de nuestro objeto: la cultura. \ lo largo de! proceso, nuestro despojamiento tedrico era relativo: si edcepluamos un sesgo positivista riguroso, la inconsciencia sociolégica so- lamente puede ser ilusoria. Un analisis de relatos de vida es una relacion social entre una conciencia cultural y una conciencia sociolégica. Es una relacion estructurante, desde el momento en que uno logra insertar las signiticaciones recogidas en un discurso sociolégico. Una relacién de otro tipo haria funcionar este discurso unicamente como mera herramienta para desenterrar significaciones. De la misma manera que el cuantitativis- ta reeurre a fa teorfa estadistica para construir sus variables, el analista, en otras palabras, necesita una teoria metodologica para transformar su ma- terial en datos sociologicamente analizables. Nos queda le tarea.de ‘hacer converger las significaciones detectadas para ampliar esta perspectiva. Si, al final de nuestro recorrido, consegut- ox un relato para los warchivos de la memoria» y hacemos que los es- quemus culturales de la conciencia historica sirvan para reconstruir la his- ja de investigacién puede reconocer que ha toria de la cultura, nuestra Vi quedado justificada. Gaajendo una reciprocidad entre la nocién de cultura y la nocién de persona, nues- so podria entenderse en {a misma tinea de pensamiento que el de Kardiner sobre la ceustura bésica de la personalidad. Pese a ello, no aludimos a la perspectiva psicoanalitica ni a una determninada teoria psicoldgica. ee ert Blumer, Critiques of Research in the Social Sciences: ¢, An Appraisal of rihonnas and Znaniecki’s «The Polish Peasant in Europe and Americay, Nueva York, Social Research Council, 1939. pp. 74, 78, 109. Selene Le &

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