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1. La tierra y las estrategias matrimoniales Keheo Bove nc; P. (are) [1785] Llseahdopaichvo Tadnd: Bury. ‘El beneficiario del mayorazgo, ef primogénito, pertenece ala tera, Ella lo hereda», K. Marx. Contribucion ala ortica de ‘a economia politica Sila mayorfa de los analistas han caracterizado el sistema de Sucesién bearnés por el «derecho de primogenitura integral», que Puede favorecer a la hija tanto como al hijo, es porque las anteo, Jeras de su cultura juridica les llevaban a aprehender la concesion a Jas mujeres no solo de una parte de la herencia, sino, ademas, del estatus de heredero, como el rasgo distintivo de este sis, tema '; en realidad, esta transgresion del Principio de la prece- dencia masculina, principal instrumento para la cefensa de los intereses del lingj, 0, lo que viene a ser igual, del patrimonio, no Fepresentaba mas que un timo recurso en la defensa del linaje ' ¥ del patrimonio *, Solo en un caso de fuerea mayor como el que Constituye Ia ausencia de descendiente varén, la necesidad de mantener a cualquier precio el patrimonio en el linaje puede Conducir a la solucién desesperada que consiste en confiar a una ‘mujer la carga de asegurar la transmisiGn del patr:monio, fun- damento de la continuidad del linaje (se sabe que el estatus de heredero no recac en el primogénito sino en el primer varon, aunque por nacimiento venga en ultimo lugar). El matrimonio de cada uno de sus hijos, mayor 0 menor, var6n o mujer, plantea a cualquier familia un problema particular que ésta solo puede resolver jugando con todas las posibilidades que le oftece la tra. sett texto es una version profundamente modifcada de un arculo que ‘spageci6 por primera vez en Annales, 4-5, julio-octubre 1972, pgs. 1105¢1 125, iL etoresinherentes al juridismo nunca son tan evidentes como exis {wabajos de los historiadores del Derecho y de la costumbre, a los cus tods su en. ‘macién y tambien la naturaleza de los documentos que wtlizan (como son les Actas notariales, combinacin de precaucionesjuridicas producides por los nots, Fos rofesionales, conservadores de una tradiciOn docta[savante, y de los pro, {edimientos efectivamente propuestos por los usuarios de sus servicwos) esha & sanonizar bajo forma de replas formales las estratepias de sucesin y matte, niaes, 245 dicién sucesoria o matrimonial para asegurar la perpetuacion del patrimonio. Todos los medios son buenos para cumplir con esta funcion suprema, y puede suceder que se recurra a estrategias que las taxonomias del juridismo antropol6gico levarian a conside- rar como incompatibles, bien porque se transgreda el «principio del predominio del linaje», tan querido por Fortes, y se confie a las mujeres la perpetuacién del patrimonio, bien porque se tienda ‘a minimizar o, incluso, a anular, aunque fuera mediante artfi- cios juridicos, las consecuencias nefastas de las inevitables con- cesiones al régimen bilateral de sucesi6n, bien porque, més ge- neralmente, se haga sufrir a las relaciones objetivamente inscritas ‘en el drbol geneal6gico todas las manipulaciones necesarias para justificar ex ante o ex post los acercamientos 0 las alianzas mas ‘conformes al interés del linaje, es decir, a la salvaguarda o el in- cremento de su capital material o simbélico. ‘Si se admite que el matrimonio de cada uno de los hijos re- presenta para una familia el equivalente de una jugada en una partida de cartas, se entenderd que el valor de esta jugada (me- ido segiin los criterios del sistema) depende de la calidad del juego, en el doble sentido, es decir, de la mano como conjunto de cartas recibidas, cuya fuerza es definida por las reglas del juego, {ye la manera més o menos habil de utilizar estas cartas. En otras palabras, dado que las estrategias matrimoniales persiguen siem- pre, al menos en las familias mAs acomodadas, hacer un «buen matrimonio» y no meramente un matrimonio, es decir, maxi mizar los beneficios econémicos y simbélicos asociados a la ins- tauracién de una nueva relacién, estén gobernadas en cada caso por el valor del patrimonio material y simbélico que puede ha- cerse intervenir en la transaccién y por el modo de transmision {que define los sistemas de intereses propios de los diferentes pre- tendientes a la propiedad del patrimonio, asignandoles unos de. rechos sobre el patrimonio diferentes segiin su sexo y su rango de nacimiento. En suma, el modo de sucesién especifica, en funcién el sexo y del rango de nacimiento, las oportunidades matrimo- niales genéricamente asociadas a los descendientes de una misma familia en funcién de su posicin social, referida fundamental- ‘mente, aunque no exclusivamente, al valor econémico de su pa- trimonio. : Si la estrategia matrimonial tiene por funcion primera y recta procurar los medios que aseguren la reproduccién del li- naje, la reproduccién de la fuerza de trabajo por tanto, también debe asegurar la salvaguarda de la integridad del patrimonio, y 246 oe nau universo econémico dominado por la escasez de . Debido a que la parte de patrimonio tradici heredada y la compensacién dt eae d jesembolsada en el moment. Matrimonio no son mas que una is ee i y la misma cosa, el valor Drop eso ue marca I evant de aor (de ado, cael n, dotar), dirigiendo a su vez las ambiciones moniales de su detentador, al mis it ‘montante del les r ismo titulo que el mont: ‘adot exigido por la familia del futui ee ede lam i a ro cényuge depende de la it Portancia de sus bienes. Se sigue de i del . aqui que, por mediacién del ‘adot, la economia rige los intercambi i , ten ? mnfa ri reambios matrimoniales, ten- endo los matrimonios a hacerse entre familias del mismo ag ese el punto de visa eronémico, a oposicién que separa de la masa de campesi sicion gi :mpesino: Stasi aon ime en menos a cand Tib ie Dormer ann Secon en (nope) ugar omar 2 tr emery ne ni ge morn er Sexe an eho cleo ua jena coh a ert parimonion (cP. A 85 anos en 1960), 254 esta solucién extrema: «El mayor de la casa Ba. no Podia irse, Habfa sido el primero de la aldea en llevar chaqueta. Era un hombre importante, un concejal de ayuntamierto, No podia irse. Y ademas no era capaz de ganarse la vida Por su cuenta, Estaba demasiado “ensenoritado” (emmoussurit, de moussu. senor). Més atin, mientras los padres estaban vivos los derechos del he- redero sobre la propiedad permanecfan virtuales, de modo que no siempre disponia de los medios para mantener su rango y te- ‘nia menos libertad que los hermanos menores o que los mayores de rango inferior: «lo tendras todo” (qu’at aberas tow), decian los padres y, mientras tanto, no soltaban nada», Esta f6rmula, a menudo pronunciada con ironia porque se presenta como sim- bolo de la arbitrariedad y de la tirania de los «viejosn, conduce hasta el origen de las tensiones que engendra todo modo de re. Produccién que, como éste, hace pasar sin transicién de la clase de los herederos sin bienes a la de los propietarios legitimos: se trata, en efecto, de obtener de los herederos que acepten las ser- vidumbres y los sacrificios de un estado de meroria prolongado, en nombre de las lejanas gratificaciones relacionadas con el ma. yorazgo. Y la autoridad parental, que constituia el instrumento principal de perpetuaci6n del linaje, podia volverse contra su fin legitimo y condenar al celibato, unico medio de hacer frente a un matrimonio rechazado, a los mayores que no podian rebelarse ante el dominio de sus padres ni renunciar a sus sentimientos. Lo que no siempre se obtiene con facilidad del heredero, prie vilegiado del sistema, ,c6mo obtenerlo de los hijos menores a quienes la ley de la tierra sacrifica? Sin duda, es preciso procurar no olvidar, como empujaria a hacerlo Ia autonomizacién de las estrategias matrimoniales, que las estrategias de fecundidad pue- den también contribuir a resolver la dificultad haciéndola desa- parecer, cuando, con la complicidad del azar bioldgico que hace del primogénito un varén, es posible confiar la sucesién a un {jo Unico, De ahi la importancia capital del azar bioldgico que hace que el primogénito sea un vardn o una mujer. Ea el primer caso, se puede limitar ya el niimero de hijos, no asi en el otro. Si la egada al mundo de una nifa nunca es recibida con entusiasmo («cuando nace una nia en una casa —dice el proverbio— cae una viga maestran), es porque representa en todos los casos una mala carta, aunque, circulando de abajo hacia arriba, ignore los obstdculos sociales que se le imponen al varén y pueda, de hecho y de derecho, casarse por encima de su condicin: heredera, es decir, hija unica (caso muy raro, pues se espera siempre tener un 255 it i 1as, Slo puede eredero») 0 primogénita de una o varias hermanas, slo puede = rar een y la transmision del oan i io con ul r linaje, ya que en caso de matrimonic eres en cierto modo anexionada a otra y, eae de matrimonio eon un menor, el poder doméstic es confiado (tras la muerte de los padres por lo menos) a un extranio; “me on s6lo es posible casarla, darle la dote por tanto, porque n : pose desear, como para un muchacho, que marche ee ae Guede soltera en casa, pues Ia fuerza de trabajo que puede pro: Sorcionar no compensa por Ia carga que impone a Sea ahora el caso en que la dexcendencia conleva al menos hijo, evalquiera se surango: el heredero puede se io Unico no, en este iltimo caso puede tener un hermano (0 ¥ os) 0 tina hermana (0 varias) 0 un hermano y una hernasa (0 vares ermat hermanas en proporciones varia ). Cad sas jugor fr, pr st ao, probabidaes muy eis exito en ‘igualdad de estrategias), autoriza diferentes est ara og desigualmente sencillas y desigualmente rentables. Cuan¢ tedero es hij nico ®, la estrateaia matrimonial no pujarta por biro objeto fenjeu) que la obtencion, gracias al ratrimono con aa ria hija menor, de wn adot tan elevado como sea posible entrada de dinero sin contrapartida, si la busqueda de a zacion dl tenfico matralosimbdico ave punt esperar del trimonio, aunque fuera mediante estrategias de bluf sempre Slice ysregndas en un univers deitereonocimin' c sissy sic ee nl) elticos que encicra un matrimonio desproporcionado 0, come fe dice, de abajo hacia arriba. El riesgo econémico e reese do por la restitucion de la dote (ournadot) ave puede ser exi- fda en el caso de que el marido ola esposa mera anes en imi tin hijo, y que provoca temores des ate See 2a iene iene geet i ila, Ella le aporta una ; ce th gn a 7 algunas grandes familias que tenn os medos parapets ta ts cath tate eee aera ae eee et cee aire tae ea ioe Ee nets oun voi come ner on 256 un buen negocio. En realidad, te estas echando de casa. Has ree cibido una dote por contrato. Vas a gastar una parte. Tienes un accidente. Si tienes que devolver geémo lo harés? No podras"y. De manera general, se evitaba tocar el ador “. El riesgo que po. demos llamar politico es, probablemente, mas directamente to- mado en cuenta en las estrategias, pues afecta a uno de los prin- Cipios basicos de todas las practicas: la disimetria que la tradicion cultural establece en favor del hombre y que exige que nos situe- ‘mos en el punto de vista masculino para juzgar un matrimonio (ade arriba hacia abajo» significa siempre, implititamente, entre un hombre de rango superior y una mujer de rango inferior), hace Que, aparte de los obstéculos econémicos, nada se oponga a que luna primogénita de familia modesta se case con un menor de gran familia, mientras que un primogénito de familia modesta no se Puede casar con una menor de gran familia. Dicho de otro modo, entre todos los matrimonios que impone la necesidad econd. mica, solo estén plenamente reconocidas las uniones en que la disimetria que 1a arbitrariedad cultural establece en favor del hombre es redoblada por una disimetria del mismo sentido entre las situaciones econémicas y sociales de los esposos. Cuanto mas elevada es la cuantia del ador mas reforzada se encuentra la po- sicion del cnyuge adventicio. Aunque, como se ha visto, el po- der doméstico sea relativamente independiente del poder econd- mico, el montante del ador constituye uno de los fundamentos de la distribucién de la autoridad en el seno de la familia y, en articular, de las respectivas fuerzas de la suegra y de la nuera en el conflicto estructural que las opone. De una suegra autoritaria, se acostumbra decir: «No quiere dejar e! cucharén», simbolo de la autoridad en los asuntos caseros. El manejo del cucharén es el atributo del ama de casa: en el momento de pasar 2 comer, mientras bulle el puchero, pone «las sopas» de pan en la sopera, ‘cha all la sopa y las verduras; cuando todo el mundo esta sentado, pone la sopera sobre la mesa, la revuelve con el cucharén para mezclar la sopa, ‘* Entregado normaimente al padre o a la madre del cSnyuge y. s6lo como excepcion, es decir, en el caso que éste no tuviera a sus padres, 2! heredero mismo. ¢l adot debia integrarse en el patrimonio de la familia que resultaba del matri, ‘monio; en caso de disolucién de la union, o de muerte de uno de los esposos ‘asaba a manos de los hijos, cuando les habia, conservando el ednyuge supers, ‘iente el usufructo; 0 bien, en el caso contrario, volvia ala femilia de quien lo habia aportado. Algunos contratos matrimoniales preven que, en cas0 de sepa, ‘acion, el suegro pueda contentarse con pagar los intereses del adot aportado por ‘su yerno, que puede confiar en volver a su casa tras la reconeiliacion, 257 I mie el cucharén enfrente del cabeza de familia (abuelo, padre 0 tio) que se sve el primero, Mientras ant la vera est ocupada en otra parte, Para llamar la atencién de la nuera sobre su rango, la madre le dice: «No te doy todavia el cucharom». Ast, a titulo de dueia del interior, la madre que, en otros ca- 0s, podia emplear todos los medios a su alcance para impedir un matrimonio «de arriba hacia abajo» era la primera en oponerse ‘al matrimonio de su hijo con una mujer de condicién demasiado alta (relativamente), consciente de que se someterfa més facil- mente a su autoridad una joven de baja extraccién que una de esas jévenes de gran familia de las que se dice que «entran (como) sefloras de la casa (daune)» en su nueva familia (la evocacién del aporte inicial es el ultimo argumento en las crisis del poder do- méstico en que se denuncia la verdad «evonémica», ordinaria- mente negada /déniée): «(Cuando se sepa lo que has puestol»; el desequilibrio, en ocasiones, es tal que solo a la muerte de la sue- ‘gra se puede decir de la joven nuera: «Ahora es daune»). El riesgo de disimetria nunca es tan grande como en el caso de que el he- redero se case con una menor de familia numerosa: dada la equi- valencia aproximativa (que testimonia la anfibologia de la pala- bra ador) entre el adot pagado con ocasién del matrimonio y la parte del patrimonio, y, por tanto, permaneciendo igual el resto, entre los patrimonios que tienen probabilidades de emparejarse, el adot de una joven de familia rica pero numerosa puede no ser superior al de una menor tinica de familia media. El equilibrio que se establece entonces, en apariencia, entre el valor del adot aportado y el valor del patrimonio de la familia, puede disimular una discordancia generadora de conflicts, ya que la autoridad y la pretension a la autoridad dependen tanto del capital material y simbélico de la familia de origen como del montante de la dote. Asi, defendiendo su autoridad, es decir, sus intereses de ama de casa, con una autoridad que depende ella misma de su aporte inicial (de aqui que toda la historia matrimonial del linaje esté comprometida en cada matrimonio), la madre no hace més que defender los intereses del linaje contra las usurpaciones del exte~ rior. En efecto, el matrimonio «de abajo hacia arriba» amenaza la preeminencia que el grupo reconoce a los miembros masculi- nos, tanto en la vida social como en el trabajo y en los asuntos econdmicos ', [La madre esta tanto mejor situada para seguir la via abierta por su matri= 258 EI matrimonio del heredero con una primogénita plantea con Ja mas extrema agudeza la cuestin de la autoridad politica en la familia, sobre todo cuando existe una disimetria en favor de la heredera. Salvo en el caso que, asociando a dos vecinos, reine dos propiedades, este tipo de matrimonio tiende a instalar a los cOnyuges en la inestabilidad entre los dos hogares, cuando no en la pura y simple separacién de residencias. (De donde proviene la reprobacién undnime que suscita: «is el caso de Tr. que se cas6 con la hija Da. Va y viene de una propiedad a otra. Siempre esta en camino, esté en todas partes y nunca estd en su casa. El amo tiene que estar en su sitio»). En el conflicto atierto 0 larvado a propésito de la residencia, lo que est en juego, aqui como en otras partes, es la dominacién de uno u otro linaje, la desapari- cion de una de las dos «casas» y del nombre que la acompaia. (Es significativo que, en todos los casos atestiguados, las propic~ dades reunidas en un momento se hayan separado, a menudo en la generacién siguiente, recibiendo cada uno de los hijos una de ellas como herencia). Quizd porque la cuestion de los fundamentos econdmicos del poder doméstico ha sido abordada aqui con mas realismo que en otras partes (se cuenta que, para asegurar su autoridad sobre la pareja, el novio debia poner el pie sobre el vestido de la novia, a poder ser en el momento de la bendicién nupcial, mientras que Ja novia debia doblar el dedo para evitar que el rovio pudiera en- cajar por entero el anillo nupcial), quizé porque, por ello mismo, las representaciones y las estrategias estén aqui més proximas de la verdad objetiva, la sociedad bearnesa sugiere que la sociologia de la familia, a menudo abandonada a los buenos sentimientos, podria no ser mds que un caso particular de la sociologia politica: la posicién de los cOnyuges en las relaciones de fuerza domésticas y sus probabilidades de éxito en la competencia por la autoridad familiar, es decir, por el monopolio del ejercicio legitimo del po- der en los asuntos domésticos, no son nunca independientes del capital material y simbélico (cuya naturaleza puede variar segin las épocas y las sociedades) que detentan o que han aportado. Pero el heredero tinico es, a pesar de todo, relativamente raro. En los otros casos, es del matrimonio del primogénito que de- pende, en buena medida, el montante del adot que podra pagarse los menores, y el matrimonio, por tanto, que éstos podran ha- ‘monio, s decir, para casar a su hijo en su pueblo o su barrio de origen, y para reforzarasi su posicién en la familia, cuanto mas importante ala dote aportada, 259 cere, incluso, si podrén 0 no casase en ete caso la buena eta tegia consiste por ello en obtener de la familia de la expos un ado stent para pega el adot de los menores odes meno- 7 igad hipotecar la pt in verse obl jo a partir o a hip ai hacer pesat, sin embargo, sobre el patrimonio la amenaza de na resitucion de doteexcesiva o impasible. De abi que, en contra de Ia tradicién antropogica qué trata cada matrimonio como i jén matrimonial sdlo pt idad autonoma, cada transacci : e bios materiales y simbolicos, ependiendo el capital econémico simboico que una familia puede invent en el matrimonio de Juno de sus hijos, en buena parte, del rango gue ete ntereambio el conjunto de los matrimonios i tila y del balance de los intercambios. Esto se advert evando el primogénito absorbs todos los recursos dela famiin. © cuando Ja hija menor se casa antes que la mayor, quien, de ahora et lante, resulta més dificil de «colocar» en el mercado matrim« a porque se vuelve sospechosa de cca alin deta on ee caso oa dice del padre: «Ha puesto el yugo | Fenolte "antes que al terete —labimos).A psa das apariencias, la situacién es muy Sea hemane (o bermantay it hermana (0 hermanas) o un eco inolean esponténeamente todos los informantes, . ot a las mujeres es casi siempre superior al de los eee ee i ibilidades de matrimonio, es porque tiende a aumentar sus posibilidades ioe porque no :medio, como se ha visto, que casat rice pols a esas bocas inutiles. El caso de los varones tes notes dea mas libertad. En primer lugar, la abundancia, incluso sobreabundancia, de mano de obra que crea su presencia en 1a familia limenta una sed de tea que no puede sino benefit imonio. Se sigue de aqui que es menos wi f srenor (excepto, tal vez, al primer menor: on ae yi la mayor. Se puede, y ¢s que a la menor 9, incluso, a ia ul fea citar intereses si no el normal y el mas conforme a sus it ee uae intereses del linaje, casarle con una sa en dine Tamil del mismo rango (caso ms Arecuene), edi i le pre ic ‘un buen adot y se impone por su fuerza Succi de reproduccién (el proverbio lo one Sh ana capén nos lo comeremos; si es gallo, Le ), honrad tata como verdadero ame; ees conan, 3 ando se casa «de abajo hacia arriba», del ° fodo'aTa nucva cas, s0 ado, su trabajo y, en ocasiones, su nom 260 bre (convirtiéndose, por ejemplo, Jean Casenave en «Yan dou Tinou», Jean de la casa Tinou), por una transgresién severa- mente juzgada del principio de preeminencia masculina cuyo li. mite es el matrimonio entre criado y patrona. Dado que, de un lado, eran escasos aquellos ‘ue no se echaran atras ante los ries- gos del matrimonio con una hija menor, a veces llamado este ib» (esterlow) 0 «matrimonio del hambre con Ia sed» (a los que los mas pobres sélo pueden escapar colocandose con sus mujeres como «criados sin pensién»), y, de otro lado, Ia posibilidad de fundar un hogar quedéndose en la casa paterna era un privilegio reservado al primoggnito, los menores que no conseguian casarse con una heredera gracias a su adot, a veces aumentado con un Pequefio peculio laboriosamente reunido (lou cabaw), no tenian otra eleccion que la emigracién a la ciudad o hacia América y la esperanza de conseguir un oficio y establecerse, cel celibato y la condicién de criado, en su Propia casa 0 en la de otros. (en el caso de los mas pobres). No es exagerado decir ‘que no urge casar a los menores; se one poco empeio en ello, y, en un universo de dirigismo ma. trimonial, este dejar-hacer basta Para disminuir considerable- mente sus posibiidades de matrimonio. Se puede, incluso, legar a subordinar la entrega del adot al hecho de que el menor con- sienta en trabajar junto al primogénito durante unos cuantos aiios, o firmar con él verdaderos contratos de trabajo, o incluso hacerle esperar un aumento de su Parte de la herencia. Pero exis- ‘tian otras muchas razones Para que un menor quedase soltero, desde el matrimonio fallido hasta el insensible acomodamiento que hacia que se «pasara la edad» del Matrimonio, con la com- plicidad de las familias, consciente 0 ‘inconscientemente Ievadas a retener al servicio de la casa, al menos por un tiempo, a este «criado sin salarion. Por caminos opuestos, aquel que partia para Banarse la vida en la ciudad o que iba a buscar fortuna en Amé- rica y el que quedaba en casa, aportando su fuerza de trabajo sin aumentar la carga de la casa y sin mermar la Propiedad, contri- bufan a la salvaguarda del patrimonio. (El menor guardaba, en Principio, el usuftucto vitalicio de su hijuela que, si quedaba sol, teTo, le tocaba después de su muerte al heredero). Asi, el menor aparece, si se permite la expresidn, como la vic- tima estructural, es decir, socialmente de nada, resignada por tanto, de un sistema que rodea de todo lujo de protecciones la «casa», entidad colectiva y unidad econémica, entidad colectiva definida por su unidad econémica, La adhesion inculcada desde 261 1a infancia alos valores traicionales y a la division consuetudl- naria de tareas y poderes entre los aah Mie bert i milia y monio familiar, a la casa, a la tierra, a laf todo, a los hijos del primonito, pod inclingr numeroses aaceptar esta vida que, segin 0 funcionalita a Le Play, «proporciona al mee del cana fave il i todo les empt ro las alegrias de la familia». Debido aque z tir investi y sobreinvertir /surinvestir] en una Shona y un a ii i i tivos para consic trimonio que tienen todos los mot on (deste el i ue quedan en casa representan (d mrp dist Je la wean dec, del sisters) limit ideal Set criado que, a menudo tratado como «miembro de eer lia, ve su vida privada invadida y como anexionada por Ia vida familiar de su patrén, se encuentra consciente o inconsciente- mente esimulado para invertir una parte importante de su ‘tiempo y de sus afectos privados en su furan oe ee xe °- irticular, en los hijos, y debe pagar en muchas s a Fenuncia al matrimonio la seguridad econémica y afectiva ase gurada por la participacion en la vida de la familia. a que vous, cvando el mayor no tenia hijs 0 mori sin essen, pain aun ij menos, ote, que se csr con lf de asegurar la continuidad del linaje. Sin que Megue a ee rae src ttn namo cel menos ona vin del mayor que hereda (levirato) era Lampaenp yee Desput aoe et os matamonio Geen io feron bastante numer Scare xcs. En Eee os padre orate xe set, eae NG ia fm, por los ios, ¥ los jvenes ae miraban los sentimientos» (A.B.). Las formas larvadas, 0 mejor, negadas /déniées) de 1a explo- tacon, yen conereto, aquelis que basan buss paris de #4 cacia en la ldgica especifica de las relaciones oes i ienci del deber y del sentimiento, cir, en la experiencia y en el lenguaje del sentiment, rehendidas en su ambigdedad esencial: creer ada que reduce brutalmente esas telaciones a st verdad scbjetivan no es menos falsa, en igo, que la vision que, ala me nea de Le Ply, solo retene ta represntacin subjetva e deci, mstificada, de la relacién; el no-reconocimiento /méconnais- ance] de la verdad «objetivan de la relacién de exoltaion form i6n que sdlo pue . ‘de la verdad completa de esta relacién que Taare como tal en la medida que es no-reconocida a Lejos de que la economia de los intercambios entre los conyug 262 © entre los ascendientes y los descendientes, que se vive y se ex- resa solo en la negacion /dénégation) y en la sublimacién y que, a este titulo, est4 predispuesta a servir de modelo a todas las for. ‘mas suaves (paternalistas) de explotacidn, pueda ser reducida al modelo tedrico de la relacion «objetivan entre los detentadores de los medios de produccién y los vendedores de fuerza de tra- bajo, esa economia obliga, mas bien, a darse cuenta de que la verdad «objetivay de esta relacién no habria sido tan dificil de conquistar ¢ imponer si constituyera en todos los casos la verdad de la relacién subjetiva con el trabajo, con todas las formas de inversion/inmersion (investissement] en la actividad misma, las sratificaciones materiales y simbélicas que procura, los asuntos en juego fenjeux] especificos, asociados a la profesién y a las re- laciones profesionales ¢, incluso, en muchos casos, el apego a la empresa 0 a su propietario. Se comprende cudn antficial y totalmente extrinseca es la in- terrogaci6n sobre las relaciones entre las estructuras y los senti ‘mientos: los individuos e, incluso, las familias pueden reconocer s6lo los criterios mas abiertamente confesables, como la virtud, Ja salud y la belleza de las mujeres, la dignidad y el ardor en el trabajo de los varones, sin dejar por ello de identificar, bajo estos disfraces, los criterios realmente pertinentes, es decir, el valor del patrimonio y el montante del adot. Si el sistema puede funcionar en la gran mayoria de los casos sobre la base de los criterios me- nos pertinentes desde el punto de vista de los principios reales de su funcionamiento, es, en primer lugar, porque la educacién fa- miliar tiende a asegurar una correlacién muy estrecha entre los ctiterios basicos desde el punto de vista del sistema y las carac- teristicas primordiales bajo el punto de vista de los agentes: asi como el primogénito de una gran casa se siente inclinado més que cualquier otro hacia las virtudes que forjan al «ombre de ho- nor» y al «buen campesino», asimismo la «gran heredera» 0 la «hija menor» no podria permitirse la virtud que se permite a las hijas de familia modesta. Es, ademas, porque la primera educa- cién, reforzada por todas las experiencias sociales, tiende a im- poner unos principios /schémes] de percepcion y apreciacién, en una palabra, unos gustos, que se aplican, entre otros objetos, a las potenciales parejas y que, fuera incluso de todo célculo pro- piamente econdmico o social, tienden a impedir la mésalliance: el amor socialmente aprobado, predispuesto por tanto al éxito, no es otra cosa que este amor al propio destino sccial, que reuine a los partenaires socialmente predestinados por las vias aparen- 263 temente azarosas y arbitrarias de una eleccién libre. Y los casos patolégicos, siempre excepcionales, en que la autoridad debe afirmarse expresamente para reprimir los sentimientos indivi- duales, no deben hacer olvidar todos aquellos otros en que la norma puede permanecer técita porque las disposiciones de los agentes estén objetivamente ajustadas a las estructuras objetivas, esta «conveniencia» esponténea que dispensa de toda llamada a las conveniencias. El lenguaje del andlisis, y las mismas afirmaciones de los in- formantes que, elegidos por su especial lucidez, son impelidos a la lucidez por la interrogaciOn, no debe llevar a engatio, Aqui como en otros ambitos, los agentes obedecen a los impulsos del sentimiento 0 a las exhortaciones del deber mas que a los calcu- los del interés, incluso cuando, actuando asi, se acomodan a la economia del sistema de constricciones y exigencias del que sus disposiciones éticas y afectivas son producto. La verdad negada {[déniée) de la economia de los intercambios entre parientes se ¢x- presa abiertamente sélo con ocasiOn de las crisis que tienen por efecto precisamente hacer resurgir el célculo continuamente re- primido 0 sublimado en la generosidad ciega del sentimiento. Esta verdad objetiva (u objetivista) queda como verdad parcial, ni mas fai menos verdadera que la experiencia encantada de los inter- cambios ordinarios. Las acciones que intentan superar la contra- diccion especifica de este sistema y, mas precisamente, las ame- nazas que todo matrimonio hace pesar sobre la propiedad, y a través de ella sobre el linaje, porque las compensaciones debidas a los menores llevan consigo el riesgo de fragmentar el patrim nio, es decir, aquello mismo que el privilegio otorgado al pri- ‘mogénito tiene por finalidad evitar, no son, como podria hacer creer el lenguaje que inevitablemente se emplea para describirlas, esos procedimientos que la imaginacién juridica inventa para manejar el derecho, ni siquiera unas estrategias sabiamente cal- culadas, a la manera de las «jugadas» de esgrima o de ajedrez. Es el habitus el que, al ser producto de unas estructuras que tiende a reproducir y porque, més precisamente, implica la sumisién «espontanea» al orden establecido y a las érdenes de los guard nes de este orden, es decir, a los ancianos, encierra el principio de las soluciones, fenomenologicamente muy diferentes, limita- cién de los nacimientos, emigracién o celibato de los menores, etcétera, que, en funcién de su posicién en la jerarquia social, de su rango en la familia, de su sexo, dan los diferentes agentes a las antinomias practicas engendradas por unos sistemas de exigen- 264 cias que no son automaticamente compatibles. Indisoci: las estraegias de sucesion, dels estrateias de fecundida, one cluso, de las estrategias pedagdgicas, es decir, cel conjunto de las estrategias de reproduccién biol6gica, cultural y social que todo grupo pone en accién para transmitir a la gereraci6n siguiente, mantenidos o aumentados, los poderes y los privilegios hereda- dos, las estrategias matrimoniales no tienen por principio la ra. zon calculadora ni las determinaciones mecénicas de la necesi- dad econémica, sino las disposiciones inculcadas por las condiciones de existencia, especie de instinto socialmente cons. tituido que lleva a vivir como necesidad inclustable del deber o como impulso irresistible del sentimiento las exigencias objeti- vamente calculables de una forma particular de economia. 265

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