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Gottlob Frege Fundamentos de la Aritmética Investigacién 1égico-matemitica sobre el concepto de niimero Con un estudio de Claude Imbert y prologo de Jestis Mosterin editorial laia/bafcélona jcada_en Breslau, con ediclén original slemana fue publinda . BieGranalagen der Aritimetit, por im etoriat Max und Mascus. El estudio de Claude Imbert fue publicado en Paris, por Bd Seuil, en 1969 © by Dr, Theodor Marcus, Grono/Graubiinden (Schweiz) TORE Sinn Ae Stes Nouns imern ein castellano, 172 Sept lane sano relion dl cbr: Ene Satué ei presente edn inion ht rads, sno Toor acto de a suber), Eitri Cal, S.A, Conta Imre en Grifias Saturno, Andrés Doria, 2, Barelona3 Deposit eg B, 954173 EBA Usk : Prélogo Si lo que hoy entendemos por Idgica comienza en 1879 con Ja publicacién de Begriffsschrift, de Frege, lo que hoy enten- demos por filosofia de la matemidtica se inicia cinco afios més tarde, en 1884, con la publicacién de la (en opinién de Michael Dummet)! obra maestra de Frege, Die Grundlagen der Arith- metik (Los fundamentos de Ia aritmética), Toda la obra —incluso toda la vida— de Frege est dedi- cada al esfuerzo por entender a fondo qué son los mimeros naturales y de dénde les viene a los teoremas aritméticos su peculiar inigualable seguridad. En especial, Die Grundlagen der Arithmetik es la obra destinada a dilucidar la naturaleza de los mimeros. Bertrand Russell ha escrito: «La cuestion de qué sea un néimero ha sido planteada con frecuencia, pero s6lo ha encontrado una respuesta correcta hasta ahora: la dada por Frege en 1884, en su Die Grundlagen der Arithme- tik.»* Y Ernst Zermelo, el fundador de la teoria axiomatica de conjuntos, no ha vacilado en afirmar que esta obra contic- ne lo mejor y lo més claro que nunca se haya escrito sobre el concepto de'ntimero? Primera aproximacién Frege empieza diciendo lo que los mimeros no son: los mie meros no'son cosas materiales, ni conjuntos, montones 0 con. figuraciones de cosas materiales; y no son propiedades de co. fostichael, Dunst: Gottlob Frege. En The Encyclopedia of Philosophy (ed. P. Edwards), vol. 3, p. 22, New York, 1967, 2 qbetttand Russstt: Introduction to Mathematical Philosophy p. 11, London, 1919, imeinst Zermelo, en nota a la recensién de Die Grundlagen der Arithmetik por Cantor, publicada en Georg Caxton: Gesarnmelte Abhare dlugen (editadas por B. Zermelo), p. 441. Berlin, 1933, 6 GOTTLOB FREGE sas materiales. Pero tampoco son algo subjetivo. ¥ no se con- funden con los signos que se refieren a ellos. Qué son, pues, los nimeros? Siguiendo su propio princi- pio de no preguntar por el significado de las palabras aisla- damente, sino en el contexto de los enunciados en que apare- cen, Frege constata que los enunciados numéricos dicen algo no acerca de objetos, sino acerca de conceptos. Y, en una primera aproximacién, propone definir recursiva y contex- tualmente (en el contexto de un enunciado del tipo «el niéme- ro n corresponde al concepto P») los nmeros naturales det siguiente modo: 2) El niimero 0 corresponde al concepto P si ningtin ob- jeto cae bajo P. 'b) El nimero n+1 corresponde al concepto P si hay un objeto a, tal que a cae bajo P y el mimero m corresponde al concepto «cae bajo P, pero es distinto de a. ‘As{ sélo habriamos definido cada ntimero natural n en enunciados del tipo «el nimero n corresponde al concepto P», pero no en las ecuaciones, que constituyen el tipo mas fre- Cuente de teorema matemitico. Y tampoco habriamos defini do el concepto de niimero, en general. La primera aproxima- cidn es, pues, insuficiente. 'A continuacién nos ofrece Frege su concepcién de lo que son los nttmeros. ‘La dilucidacién definitiva del concepto de nimero por Fre- ge se realiza en dos etapas: en la primera se define el concep- to de ntimero cardinal, en general; en la segunda, se precisa el de ntimero natural 0 finito. Definicién de niimero cardinal Una relacién de equivalencia entre elementos de una clase determinada es una relacién reflexiva, simétrica y transitiva en esa clase. Una relacién de equivalencia R en una clase determinada ‘A da lugar a una particion de esa clase en clases de equivalen- ‘cia. Si b es un elemento de A, la clase de equivalencia de b es la clase de todos los elementos de A que estén con b en la relaci6n R. ‘Una manera frecuente de definir entidades matematicas © Gottlob Frece: Die Grundlagen der Arithmetik. § 35. Bresiau, 1884 LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 7 consiste en definirlas como las clases de equivalencia induci- Gas por una determinada relacidn de equivalencia en una cla- se previamente dada de elementos. ‘Consideremos la clase de las rectas de un plano. Y supon- gamos dada la relacién de paralelismo entre ellas. La relacién Ge paralelismo es una relacién de equivalencia, Por tanto, la relacién de paralelismo da lugar a una particién de Ja clase de Ins rectas en clases de equivalencia, a las que Tamamos direcciones. La direccién de una recta b no es sino la clase de equivalencia de b respecto a Ia relacién de paralelismo, es decir, la clase de todas las rectas paralelas a b. La idea central de Frege consiste en aplicar este mismo proceso para obtener una definicién de ntimero cardinal, Ello éxige contar con un dominio previamente dado de elementos y definir en él una adecuada relacién de equivalencia. ‘Como dominio previo de elementos elige Frege la clase de los conceptos. Como relacién de equivalencia entre conceptos define Frege la relacion de biyectabilidad: El concepto P es biyectabie (o est en la relacién de biyectabilidad) con el concepto O si y sélo si hay una biyeccién (0 aplicacién biu- nivoca) entre los objetos que caen bajo P y los objetos que caen bajo Q. Con otras palabras, P es biyectable con Q si y solo si hay una relacién que relaciona cada objeto que cae bajo P con un (y solo un) objeto que cae bajo Q, y a Ja inversa. Esti claro que la relacién de biyectabilidad es una relacién de equivalencia. Por tanto, la relacién de biyectabilidad. da lugar a una particién de la clase de los conceptos en clases de equivalencia, a las que llamamos ntimeros cardinales. Fl niimero cardinal de un concepto P no es sino la clase de equivalencia de P respecto a la relacién de biyectabilidad, es decir, la clase de todos los conceptos biyectables con P. Es lo que Frege expresa en su peculiar terminologia diciendo que el mimero que corresponde a un concepto P es la extension del concepto «equinumérico al concepto P»* 5 Tbid,, § 68, § 72. Frege no dispone explicitamente de la nocién de clase de equivalencia, Su exposicién sigue el siguiente orden: primero fine In relacion de equinumericidad (0 biyectabilidad); en funcién de tlla define después Ia nocién de niimero del concepto..; y, en fur Ge clla, define finalmente ruimero, en general: una cosa ¢s un mimero J solo si, hay algdn concepto P, tal que esa cosa es el ntimero de P. Esta definicién no es circular, pues la nocién de mtintero del concepto se define con independencia de la de mimero, 8 GorTLop FREcE Definicién de nimero natural Con esto queda definido el concepto de mi i eda defin nimero (cardi mogeneral, finito o infinito. Pero la aritmétiea trate Ge lene apanaturales, es decir, de los mimeros finitos, Altes oie la elucidacién del concepto de néme tr i . nas definiciones previas, eeemeen gee E10 se define como el niimero 10 : con ue corresponde al oe eens ef mlsmos En otras palabra al bck see le todos los conceptos vactos, es decin de ney bajo Tos que no eae objeto alguno, es se define como el ntimero que corres 4 sponde al concept ceptor uni mctt8s Palabras, el les la clase de todos ln oe 2 aris, es decir, d i Gites untatis es le todos los conceptos bajo los que Que in es ef siguiente de m significa seein Frege que hay muimero de P y'm es ef ae baj distingo de 924 7&8 & miimero del concept seae bajo Ps ce Una ver. definido el 0 y ef sigui A iguiente, Frege est ick Ge darnos su definicién de nimero naturale “st ° Posieién és un mimero natural (0 cardinal fnito) signifi 3 > natural it ifca Pertenece a ln serie numérica que empican pot mics eM Ty pag,0.9 que n cae bajo cada concepto bajo el que cae el bajo cis” ©! WE ene el siguiente de cada objeto gue eae Fécilmente se f Ibid, § 74, 2 Wid, § 76, * Tid, § 79, § 83, LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 9 ge tampoco pretende ofrecer aqui pruebas rigurosas de los principios aritméticos, Analitico y sintético Kant habia establecido la distincién entre enunciados ana- Itticos y sintéticos. {Basndose en el insuficiente anélisis de Ja estructura de los enunciados ofrecido por la légica aris totélico-tradicional, Kant supone que todos los enunciados (al menos todos los enunciados cientificos) son del tipo suje- topredicado, es decir, tienen Ia forma «todos los A son B», donde A y B son conceptoss Kant piensa también que todo concepto ‘es una suma de caracteristicas (0 propiedades co- munes a los objetos que caen bajo él). Pues bien, Kant define Jos enunciados analfticos como aquellos en que el predicado esta contenido en el sujeto (es decir, en que todas las carac- teristicas del concepto B son también caracteristicas del con- cepto A), y los sintéticos como aquellos en que el predi- cado no esta contenido en el sujeto (es decir, en que algunas caracteristicas de B no se encuentran entre las caracteristi- cas de A)? Ly vit < ‘¥Sin embargo, esta claro que esta definicién kantiana s6lo ¢s aplicable a enunciados del tipo «todos los A son By. Pero la Kritik der reinen Vernunft de Kant esta fundamentalmente dedicada a analizar el status epistemolégico de los teoremas de la aritmética, la geometria euclidea y Ia mecénica newto- niana. De estos teoremas se pregunta Kant si son analiticos © sintéticos (y, en este tiltimo caso, si a priori o a posteriori). Ahora bien, esta pregunta carece de sentido si tomamos al pie de la letra la definicién kantiana de analitico y sintético. En efecto, los tipicos teoremas de estas teorias (enunciados como: «para cualesquiera n, m: (n-+m)’ = n’+-m'+2nm; «hay al menos tres puntos distintos que no estan en la misma rec- tay; «dos cuerpos cualesquiera se atraen con una fuerza di- rectamente proporcional al producto de sus masas e inver- samente proporcional al cuadrado de su distancia», etc.) tie. nen una estructura completamente distinta a los del tipo «to- dos los A son B», que son los tinicos a Jos que se aplica la definicién kantiana. Agualmente se puede comprobar sin dificultad que la con- 4 Immanuel Kant: Kritik der reinem Vernunft. Einleitung IV (pp. 67 de la 1 ediciOn, Riga, 1781; 0 pp. 10-11 de la 2+ edicién, Riga, 1781). 10 GOTTLOB FREGE cepcién leibniziano-kantiana segéin la cual los conceptos serfan definibles como sumas de caracteristicas es insostenible en la mayor parte de los casos. Otra razén més para rechazar Ta definicién kantiana, ‘Aunque Frege formula estas criticas," considera sin em- bargo que la distincién entre analitico y sintético sigue siendo interesante. Pero estos términos han de ser definidos de nuevo. Segiin Frege un enunciado verdadero es analitico si pue- de ser probado o deducido a partir tinicamente de leyes légi- cas y definiciones. En caso contrario decimos que se trata de un enunciado sintético." || Ya en el prologo a Bégriffsschrift Frege se habla pregun- tado si los teoremas aritméticos son deducibles a partir de sélo leyes légicas o si es preciso traer a colacién hechos em- piricos para su prueba. ¥ aqu{, en Die Grundlagen der Arith- ‘metik, vuelve Frege a plantearse el mismo problema: ¢son los enunciados verdaderos de la aritmética analiticos 0 sintéticos? EI programa logicista La conclusién de Die Grundlagen der Arithmetik se inicia con la solemne formulacién de Ia tesis logicista: Los teoremas aritméticos son enunciados analiticos. Cada concepto aritméti- co ¢s definible en fincién de conceptos puramente légicos. Cada teorema aritmético es deducible a partir de leyes pura- mente légicas. Calcular es deducir. La aritmética se reduce a la légica, De todos modos Frege reconoce que en esta obra no ha probado la tesis logicista, sino que se ha limitado a motivarla, exponerla y hacerla verosimil. Su demostracién definitiva ha de venir de la formalizacién de la légica y de la deduccién formal de Jos teoremas aritméticos con los solos medios del céiculo légico. La primera tarea —la formalizacién de la 16- gica— ya se habia llevado a cabo por Frege cinco afios antes, en Begriffsschrift. La segunda tarea —la deduccién formal de Jos teoremas aritméticos con los solos medios de célculo 16- gico— quedaba pendiente. El programa logicista consistia pre- cisamente en demostrar definitivamente Ia tesis logicista —la reduccién de Ia aritmética a la légica— mediante la realiza- cién de esa segunda tarea, w Goxtiob Fens: Die Grundlagen der Aritheti,§ 8. Breslau. 184, " Ibid, § 3. : Los FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA rv Frege dedicé los veinte afios siguientes a la publicacién de Ja obra aqui presentada, a llevar a cabo Ja tarea sefialada por el programa logicista. Con Ia publicacién en 1893 y 1903 de los Gos tomos de Die Grundgesetze der Arithmetik, parecia que l programa logicista habia llegado a feliz. término. Los princ- pales teoremas aritméticos quedaban formalmente deducidos Hentro del célculo Iégico (uma versién ligeramente modificada del presentado en Begriffsschrift). Pero resulta que mientras el segundo volumen de Die Grundgesetze der Arithmetik esta: ‘ba en prensa, Frege recibié una carta en que Bertrand Russell Je comunicaba que habia descubierto una contradiccién en su cdilculo légico.* Con ello, el programa logicista se venia abajo. La contradiccién descubierta por Russell no era peculiar al sistema de Frege, sino comtin a todos los sistemas (incluida Ta teorfa de conjuntos de Cantor) que emplearan de un modo ingenuo ¢ intuitivo la idea de clase o de conjunto. Esta idea estaba representada en Die Grundgesetze der Arithmetik por la nocién de recorrido (Wertverlauj) y en Die Grundge-/ setze/ der Arithmetik (la obra aqui presentada) por Ia nocién de extensién de un concepto (Umfang eines Begriffes). Y no deja de tener cierta ironia el hecho de que Frege, que con tanta sutileza, cuidado e incluso pedanteria analiza y define cada nocién técnica que emplea, se conforme con despachar la nocién de extensidn de un concepto en una nota a pie de pa gina, en la que se limita a suponer que «ya se sabe lo que es Ia extension de un concepto».” En realidad, en 1884 se estaba muy lejos de saber lo que era Ia extensién de un concepto y no se sospechaba siquiera cudnta complejidad y peligro encerraba la (equivalente) idea de clase. Desde 1902, en que Russell comunicé a Frege la contradic- cién que habia descubierto en su sistema légico, hasta su muerte, Frege Iuché en vano por encontrar una solucién que salvase la tesis logicista y evitara la contradiccién descubierta por Russell, Finalmente, desesperé de poder encontrar solu: cidn al problema e incluso, poco antes de su muerte, renuncié a la tesis logicista y empez6 a explorar Ia posibilidad de en- contrar en la geometria la fundamentacién de la aritmética 1 ‘Traduceién inglesa de la carta de Bertrand Russell (eserita originariamente en aleman) en Van Heusnooxr: From Frege to Gddel, pp. 124125. Cambridge Mass., 1957 8” Gottlob Favce: Die Grundlangen der Arithmetik. § 68, nota, Bres- Tau, 1884, R COTTLOB FREGE Un afio antes de su muerte, Frege escribe en su diario: «Mis esfuerzos por aclarar lo que sean los miimeros han con. dlucido a un completo fracaso.»" ¥ en el ultimo mennecnes conservado de Frege leemos: «Me he visto obligado a abande, pay it opinién de que la aritmética sea una rama de la losin ¥ Por tanto que todo en la aritmética puede ser probade 1a, gicamente.»* No s6lo acabé el viejo Frege renunciande a ty kesis logicista, sino que también fue consciente de que el tr, caso de su construccién se debia al uso de la noc dene raurign de wn concepto, equivalente a Ia de clase 6 conjante, fucluso ego a sostener que no hay objeto al 1 extension de un concept, La expresion ela creat se esa tr i i fos, gu"PS al querer considerar los niimeros como conjum La filosofia posterior de Ia mateméti i 0 lemética ha girado en to1 a Peoblema de e6mo salir de la trampa en que Frege y Cone. eegon, Aunque se han propuesto diversas salidas ) cc hoy GBLeraAO nuevos caminos, atin estamos lejos de una colic feanitiva, ¥ mucho de lo que hemos ganado en teenie ween Trescara 2econocimiento, 1o hemos perdido en contundencis rescura creadora y entusiasmo. Por eco o : volver a Jose a°rt¥ entisiasmo, Por eso estan reconfortante Jesus Mosterin- Barcelona, julio de 1972 J Gottlob Frece: Nachgelassene Sch it Fr Rngott ZN ssene Schriften (editados por H. Hermes, Bea GY apg Xtulbach), p. 282. Hamburg, 1969, ” Lp. * Ibid, pp. 288.289, Introduccién Ala pregunta de qué es el ntimero uno, o de qué denota et signo 1, se suele responder: pues una cosa. Y si se hace notar entonces que el enunciado «el mimero uno es una cosa» no es una definicién, porque a un lado se halla el articulo determinado y al otro, el indeterminado, y que tal enunciado sdlo expresa que el rimero uno pertenece a las cosas, pero no nos dice qué cosa es, entonces quizd quien nos ha formu- lado 1a pregunta nos invitard a que escojamos una cosa cual- quiera, a la que decidamos lamar uno. Pero si todos tuviesen derecho a entender bajo este nombre lo que quisieran, resul- taria que el enunciado anterior sobre el uno se referiria a cosas distintas para distintas personas; no habria ningiin contenido comin a tales enunciados. Algunos rechazardn tal vex esta cuestion, seftalando que tampoco puede especificarse el significado de la letra a en la aritmética; y si se dice: a se tefiere a un mimero, se caeria en el mismo error que en la definicion: uno es una cosa. Ahora bien, rechazar ta cuestin en el caso de a estd totalmente justificado: no se refiere a nin- guin niimero determinado, especificable, sino que sirve para expresar la generalizacion de ciertos enunciados. Si en «a+a —a=ae, se sustituye a por un mimero cualquiera, pero el mismo en todas partes, se obtiene siempre una ecuacién ver- dadera. Es en este sentido que se utiliza la letra a. Pero en el caso del uno, en cambio, la cuestin aparece esencialmente distinta. En la ecuacién «1-+1=2n, epodemos acaso sustituir ZL las dos veces por el mismo objeto, la luna, por ejemplo? Mas bien parece que lo que sustituya al primer uno debe ser algo distinto de lo que sustituya al segundo. ¢Por qué razén tiene que ocurrir agut precisamente lo que en el otro caso seria un error? La aritmética no puede contentarse con la sola letra a, sino que tiene que utilizar ademds b, c, etc., 4 GOTTLos FREGE para poder expresar con generatidad las relaciones entre di- Yersos mimeros. Asi, pues, podria pensarse que el niimero 1 tampoco es suficiente, sies que sirve, de manera andloga, para proporcionar generalidad a los enunciados. ¢Pero no aparece @l mimero 1 como objeto determinado, con propiedades es- pecificables, por ejemplo, la de que no varia al ser multipli- Gado por si mismo? De a, en cambio, no puede especificarse ninguna propiedad en este sentido; pues lo que se afirma de aes una propiedad comuin alos nimeros, mientras que «1'= I» no afirma nada de ta luna, ni det sol, ni del Séhara, ni det Pico de Tenerife; en efecto, ¢qué sentido podria tener una afirmacién semejante? ‘La mayoria de matemdticos tampoco dispondrdn de una respuesta satisfactoria a tales preguntas. ¢Pero no es ver- gonzoso para la ciencia que se halle en este estado de confu- ‘sidn ante el objeto que mds le atafie y que es, aparentemen- te, tan simple? Todavia menos podré decirse lo que es et mimero. Cuando un concepto que estd en Ia base de una gran ciencia ofrece dificultades, es, sin duda, tarea ineludible in- Yestigarlo detenidamente y superar estas dificultades, espe- cialmente porque resultard dificil Wegar a clarificar comple- tamente los niimeros negativos, quebrados 0 complejos, mientras siga siendo defectuosa la comprensién de tos fun- damentos del edificio de 1a aritmética. Naturalmente, muchos considerardn que esto no merece dedicarle esfuerzo alguno. Este concepto estd ya tratado suft- cientemente, opinan ellos, en los libros de texto elementales, en los cuales se despacha la cuestidn para toda ta vida. (Quién cree poder aprender algo todavia acerca de una cosa tan sen- cillal Tan libre de dificultades se considera el concepto de mimero entero positivo que es posible explicarlo a los nifios cientifica y exhaustivamente, y ademds cada uno estd bien informado sobre él, sin ulterior reflexidn y sin tener conoci- miento de lo que otros han pensado. Restilta, por tanto, que falta aqui, totalmente, el primer requisito det aprender: el ‘conocimiento de la ignorancia. La consecuencia es que la gente todavia se contenta con una concepcién burda, si bien ya Herbart! ha ensefiado una concepcién mds correcta. Es la- imentable y descorazonador que, de este modo, perdure la amenaza de la pérdida de un conocimiento que ya se habia + Obras completas, editadas por Hartenstein, t. X, 1 parte: Uim- iss pldagogischer Vortesungen, 252, nota 2: «Dos no quiere decir dos cosas, sino duplicar», ete. LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMUSTICA 15 Jogrado, que tanto trabajo parezca asi ser en vano, porque en tl paraiso de los hombres ilustrados nos creamos que no es necesario asimilar los frutos de un conocimiento trabajosa- mente adquirido. También este trabajo, lo veo claro, estd expuesto a semejante peligro. La vulgaridad de esta concep- Gian se me hace patente cuando se describe el cdlculo como ‘pensamiento agregativo, mecdnico? Dudo que exista tal pen- famiento en absoluto. La imaginacion agregativa podria, in. cluso, dejarse pasar; pero carece de significacién para el cdlculo, El pensamiento es, en lo esencial, el mismo en todas partes: no pueden considerarse distintos tipos de leyes del ‘pensantiento segiin el objeto a que se refieren. Las diferencias Consisten solamente en la mayor o menor pureza ¢ indepen- dencia de influencias psicoldgicas y de auziliares externos del pensamiento, como lenguaje, signos numéricos y cosas pareck das, y quizd también en la precisién de la construccion de los conceplos; pero precisamente en este respecto pretende Ia matemdtica no ser superada por ninguna otra ciencia, ni si- quiera por la filosofia. ‘De la presente obra podrd desprenderse que incluso una inferencia matemdtica aparentemente singular, como la que pasa de nan +1, se basa en las leyes ldgicas universales, que no necesita, por tanto, de leyes particulares del pensamiento agregativo. Naturalmente, los signos numéricos pueden usar- se mecdnicamente, al igual que se puede hablar como un papagayo; pero apenas puede lamarse a esto pensamiento. Esto tan sdlo es posible después de que el lenguaje simbdlico matemdtico se ha constituido por medio del pensamiento, de modo que piense por nosotros, como a veces se dice. Esto no prueba que los niimeros estén constituidos de una manera especialmente mecdnica, como un monton de arena estd for- mado por granulos de cuarzo. Creo que es del interés de los matemdticos combatir una opinidn semejante, encaminada a desacreditar un objeto fundamental de su ciencia y, con él, ala ciencia misma, Pero incluso entre los matemdticos halla- ‘mos declaraciones muy parecidas. Por el contrario, habré que reconocer al concepto de niimero una estructura mds fina que la de la mayoria de conceptos de otras ciencias, si bien noes mds que uno de los conceptos aritméticos mas simples. Y, para refutar la ilusién de que, con relacién a tos 2K, Fiscster: System der Logik und Metaphysik oder Wissens chaftslehre (Sistema de Idgica ¥ metafisica o teoria de la ciencia), 2+ edicién, apartado 16 GOTTLOB FREGE, mimeros enteros positives no existe ninguna dificultad, sino que hay un acuerdo general, me ha parecido bien comentar algunas opiniones de fildsofos y matemdticos sobre las cues- tiones que aqui entran en consideracidn. Veremos cudn poco acuerdo puede hallarse, hasta el punto de que aparecen afir. maciones exactamente'contrapuestas, Los unos dicen, por ejemplo: «las unidades son iguales entre sin; los otros las Con. sideran distintas, y las razones que ambos ofrecen para sus afirmaciones no pueden desestimarse sin més. Con esto trato de despertar el interés por una investigacién mds exacta Al mismo tiempo, mediante et examen previo de las ideas ina. nifestadas por otros, quiero preparar el terreno para mi propia concepcidn, para convencer de antemano de que esos otros caminos no llevan a la meta y de que mi opinion no es una mds, entre otras muchas igualmente justificables; 2 con ello espero actarar y definir definitivamente la cues- tion, por lo menos en lo fundamental, En consecuencia, mis argumentaciones serdn, ciertamente, mds filosoficas de lo que a muchos matemdticos puede pare. cerles adecuado; pero una investigacién fundamental del concepto de nitmero resultard siempre algo filosdtica, Esta tarca es comin a la matemdtica y a la filosofta. Si la colaboracién entre estas dos ciencias, a pesar de algunos intentos por ambas partes, no estd tan desarrollada como seria de desear y como seria, sin duda, posible, radica esto, segtin creo, en el predominio de consideraciones psico- logicas en filosofia, que penetran incluso en la légica, Con esta orientacién no tiene ia matemdtica ningtin punto de con. facto, y por ello se explica facilmente la aversion de muchos ‘matemdticos a las consideraciones filoséficas. Cuando Stric. ker," por ejemplo, dice que las imdgenes de tos mimeros son ‘motoricas, dependientes de sensaciones musculares, el mate- mdtico no puede reconocer ahi sus niimeros y no sabe qué hacer con este enunciado. Una aritmética que estuviera ba- sada en sensaciones musculares seria, ciertamente, muy sensitiva, pero resultaria tan confusa como su base, No, la aritmética no tiene nada que ver con las sensaciones. Tam. Poco con representaciones internas que se han formado a partir de las huellas de impresiones sensoriales anteriores, La vacilacion e indeterminacién que tienen de comin todas estas formas contrasta fuertemente con la determinacion y firme. 2 Siuidien ilber Association der Vorstellungen (Estudios sobre ta ‘asociacion de imagenes). Viena, 1883, LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 17 aa de tos conceptos y objetos matemdticos. Ciertamente, pue- de ser util examinar las imagenes que aparecen en el pensa. miento matemdtico y ver sus cambios; pero que no se figure {a psicologia que va a poder aportar algo a la fundamentacién. de a aritmética. Al matemdtico en cuanto tal le son indife. rentes estas representaciones internas, su nacimiento y mo. dificacién. El propio Stricker dice que, con la palabra «ciens, no se imagina nada mds que el signo 100. Otros pueden ima ginarse Ia letra Co cualquier otra cosa; gno se desprende de ello que estas representaciones internas son, en jicstro caso, completamente indiferentes y casuales para lo esem. cial de ta cuestion, tan casuales como una pizarra negra y un pedazo de tiea, y que no merecen, pues, ser calificadas de imdgenes del mimero cien? jLo esencial del problema no puede encontrarse en tales imagenes! No hay que tomar por definicidn la descripcién de cémo surge una imagen, ni hay que considerar que la indicacién de las condiciones mentales J corporales, para hacernos conscientes de un enunciado, constituyen su demostracién, ni tampoco confundir el acto de pensar un enunciado con'su verdad. Parece que hay que recordar que un enunciado no deja de ser verdadero ewando 30 dejo de pensar en él, como el sol no es aniquilado cian. do yo cierro los ojos. De to contrario, acabaremos por conside. yar necesario que, en la demostracién del teorema de Pitdgo- ras, se tenga en cuenta el fdsforo que contiene nuestro cerebro; ¥ 10s astronomos temerdn extender sus conclusiones a Cpocas muy remotas, por miedo a que se les objete: «Estds caleulan. do aqui 2- 2=4; pero la imagen numérica tiene una evolucion, una historia. eCémo sabes ti que en esa época pasada ya valid este enunciado? No pudieron tener Ios seres entonces vivien, tes el enunciado 2-2=5, det cual sdlo por seleccién natural en Ja lucha por ta existencia se desarrollé el enunciado 2; 2=4, el cual, a su vee, estd destinado a transformarse, por el mismo camino, en 2-2=32» Est modus in rebus, ‘sant Gerti denique fines! El modo de consideracion historico, que trata de detectar el devenir de las cosas y de descubrir su Speci @ partir de su devenir, tiene, sin duda, una gran jus. ificacién; pero también tiene’ sus limites. Si en el flujo com. linuo de todas las cosas no persistiera nada firme, eterno, des. Gpareceria la inteligibitidad del mundo y todo se precipitaria en la confusion. Parece que algunos piensan que los corn ceptos nacen en el alma individual como las hojas en los arboles, y ereen que pueden averiguar su esencia investigar do su surgimiento y tratando de explicarlo psicoldgicamsnte 18 GOTTLOB FREGE @ partir de la naturateza del alma humana. Pero esta con- cepcién lo aboca todo a lo subjetivo y, si se prosigue hasta el fin, suprime la verdad. Lo que sé Uama historia de tos conceptos es 0 bien una historia de nuestro conocimiento ide los conceptos, 0 bien de los significados de las palabras. Es frecuente que sdlo a través de una gran labor intelectual, ‘que puede durar siglos enteros, se consiga conocer un concep- io en su pureza, despojandolo de envolturas extrafias que le escondian al ojo de la mente. {Qué puede dectrsele a alguien que, en vez de proseguir esta labor en el punto en el que aparece inacabada, considera que ésta no vale nada, se va al cuarto de los nifios 0 evoca los estadios evolutivos de la Iumanidad mds antiguos imaginables, para descubrir alli, como hace J. St. Mill, una aritmética de tarta de nueces 0 de guijarros! Séto falta atribuir al sabor de la tarta una significacion especial para el concepto de numero. Pero esto es lo exactamente opuesto a un procedimiento racional y, en todo caso, no puede ser mds antimatemdtico. No es de ex- trafiar que los matemdticos no quieran saber nada de todo esto! En vez de hallar una pureza especial de los concep- tos allt donde parece estar mds cerca su origen, todo se ve confuso e indiferenciado, como a través de la niebla. Es como si alguien, para conocer bien América, quisiera retrotraerse a la situacién de Colén cuando, por primera vez, vislumbrd vagamente su supuesta India. Naturalmente, esta comparacion ‘no prueba nada; pero espero que aclare mi opinién. Puede muy bien ser que la historia de tos descubrimientos sea en muchos casos util para preparar investigaciones posteriores; pero no debe tratar de sustituir a estas tiltimas. Respecto al matemdtico, apenas habria sido necesario com- batir tales concepciones; pero dado que yo también queria solventar en lo posible para los fildsofos las cuestiones dis- cutidas, me he visto obligado a inmiscuirme un poco en la psicologia, aunque sdlo sea para rechacar su invasion en las mateméticas. Por lo demds, también en libros de texto matemdticos aparecen expresiones psicoldgicas. Cuando uno se siente en el dever de dar una definicién sin poder darla, se intenta en- tonces describir por lo menos la manera cdmo se llega al ob- jeto 0 concepto en cuestidn. Este tipo de casos se detectan facilmente por el hecho de que en el curso posterior de la exposicin nunca mds se vuelve a echar mano de tal explica- cidn. Para fines diddcticos, una introduccién en el asunto es muy pertinente; sdlo que habria que distinguirla siempre cla- LOS FUNDAMBNTOS DE LA ARITMISTICA 19 ramente de una definicién. También los matemdticos pueden confundir los argumentos de una prueba con condiciones internas 0 externas de Ia realizacién de ta misma; un ejem- jlo divertido de esto lo proporciona E. Schrider‘, cuando bajo el encabezamiento de «axioma tinico», nos ofrece lo si- guiente: «El principio en el que estoy pensando podria bien Tamarse axioma de ta adherencia de tos signos... Nos da la seguridad de que en todas nuestras argumentaciones y de- ducciones, los signos permanecen en nuestra memoria—o aiin mds firmemente sobre el papel, etc.» “Ahora bien, si las matemdticas no deben admitir ningiin gusilio por parte de la psicologia, en cambio, no pueden hegar su estrecha conexién con la ldgica. Estoy de acuerdo incluso con Ia opinién de aquellos que consideran inviable una separacién tajante entre ambas. Por lo menos hay que jadmitir que cualquier examen del cardcter concluyente de ‘una demostracién o de la justificacién de una definicién tiene (que discurrir segtin Ia ldgica. Tales cuestiones, empero, no pueden ser eliminadas de la matemdtica, ya que sdlo res- pondiendo a ellas puede alcanzarse la seguridad necesaria. También en esta direccién voy ciertamente algo mds alld de lo usual. En investigaciones de este tipo, 1a mayoria de matemdticos quedan contentos cuando han satisfecho sus ne- cesidades mds inmediatas. Cuando una definicién se presta la intervenir en demostraciones, cuando nunca da lugar a con- ‘tradicciones, cuando por medio de ella se pueden establecer conexiones entre cosas aparentemente dispares, resultando asi un orden y una regularidad superiores, entonces se suele considerar la definicion suficientemente segura y se hacen pocas preguntas sobre su justificacion ldgica. Lo bueno de este procedimiento, en todo caso, es que hace dificil perder el hilo. También yo creo que las definiciones deben ser ga- rantizadas por su fertilidad, por la posibilidad de hacer de- mostraciones con ellas. Pero hay que tener en cuenta que el rigor de la demostracion sigue siendo una ilusién, aunque ten- gamos todos los eslabones de la deduccién, si las definiciones ‘solo se justifican posteriormente por el hecho de que no se haya chocado con ninguna contradiccién. De este modo, en definitiva, sélo se ha conseguido una seguridad empirica y, en realidad, hay que tener en cuenta 1a posibilidad de encon- trar al final una contradiccién que derrumbe el edificio ente- « Lehrbuch der Arithmetik: und Algebra (Manual de aritmética y dlgebra). 20 GorTLon FREGE 0. Por eso he ereido que debia retroceder hasta los fundamen- tos logicos generales, mds de lo que quizd la mayoria de los matemdticos consideran necesario. ; En esta investigacidn me mantendré en tos siguientes Principios fundamentales: hay que separar tajantemente lo psicoldgico de lo lgico, lo subjetivo de to objetivo; el significado de las palabras debe ser buscado en el contexto de todo el enunciado, nunca en las palabras aisladas; hay que tener siempre presente la diferencia entre con. cepto y objeto. Para seguir el primer principio, he empleado Ia palabra simagen» siempre en sentido psicoldgico, y he distinguido las imdgenes de los conceptos y los objetos. Si no se tiene en cuenta el segundo principio, uno se ve casi forzado a tomar por significados de las palabras representaciones internas 0 actos de ta mente individual, con to cual también se entra en conflicto con el primer principio. Por to que respecta al tercer punto, es sdlo una ilusion el creer que se puede hacer de un concepto un objeto, sin modificarlo. De ahi resulta insostenible una teoria formal ampliamente difundida de las fracciones, nimeros negativos, etc.* En esta obra sélo podré indicar eémo pienso perfeccionar esta teoria. De lo que sé trata en todos estos casos, to mismo que para los mimeros enteros positivos, es de fijar el sentido de una ecuacién. Creo que mis resultados obtendrdn, por to menos en to fundamental, la aprobacién de tos matemdticos que acepten el trabajo de tomar en consideracién mis razones. Estas me parece que estén en el aire y todas ellas, o por lo menos otras muy parecidas, han sido quizds manifesiadas ya, cada una Por separado; pero relacionadas entre si, puede que apa rezcan como nuevas. A veces me he asombrado de que expo. siciones que en un punto se acercan mucho a mi concepcién, en otros, en cambio, se aparten tan radicalmente. La aceptacion, por parte de los fildsofos, sera diversa se- gin los puntos de vista; ta peor, seguramente, vendrd de Parte de aquellos empiristas que sdlo estan dispuestos a admi. ir como modo de inferencia originario la induccién, y a ésta ni siquiera como modo de inferencia, sino como habito. Quizds * abtere se refiere aqui sobre todo a Ia teoria formalista de Hankel, ue luego eriticard detalladamente en los apartados 97 ss. (N del F) LOS FUNDAMENTOS DE LA ARTTMLETICA a alguno aproveche esta ocasién para someter a una nueva prueba los fundamentos de su teoria del conocimiento. A aquellos a quienes mis definiciones pueden parecerles anti- naturales, les querrta recordar que de lo que aqui se trata no es de si son naturales, sino de si llegan al nucleo de la cuestion y de si son logicamente irreprochables, Me permito tener 1a esperanza de que, después de un exa- men sin prejuicios, también los fildsofos hallardn alguna utili. dad en este escrito. PRIMERA PARTE Gottlob Frege Los fundamentos de la aritmética 1, Después de haberse alejado por cierto tiempo del rigor euclideo, la matemdtica retorna a él ahora e incluso trata de sobrepasarlo. En Ia aritmética, a consecuencia del origen indio de muchos de sus procedimientos y nociones, habia aparecido un tipo de razonamiento més iaxo que el de la geometria, creada principalmente por los griegos. Esta ten. dencia atin fue més acentuada por el descubrimiento del and. lisis superior; pues, por una parte, al tratamiento riguroso de estas teorfas se oponian dificultades casi insuperables, cuya superacién, por otra parte, no parecia ofrecer recom. pensa suficiente a los esfuerzos empleados en ella, No obs. tante, el desarrollo posterior ha mostrado cada vez mas cla. ramente que en las mateméticas no es suficiente un conven. cimiento puramente moral, apoyado por muchas aplicaciones convincentes. Para muchas cosas, que antes pasaban por evi. dentes, se exige ahora una demostracién, Sélo ast se han po. dido establecer, en algunos casos, los limites de Ia validez. Los conceptos de funcién, de continuidad, de limite y de infi nito han demostrado necesitar definiciones mas precisas. Los niimeros negativos e irracionales, que habjan sido admitidos en la ciencia desde hacfa tiempo, han tenido que ser some. tidos, para quedar justificados, a un examen mas preciso. En todas partes se constata el mismo esfuerzo por demos- trar con rigor, trazar con precisién los limites de validez y, Para poder hacer todo esto, comprender exactamente los conceptos. 2. Si proseguimos por este camino, deberé conducirnos al concepto de mimero y a los enunciados mas simples vali dos para los nimeros enteros positivos, que constituyen la base de toda la aritmética, Evidentemente, férmulas numé Ticas como «5+7=12» y leyes como la ley asociativa de la adicién estan tan bien confirmadas por las incontables apli- caciones que se hacen de cllas cotidianamente, que puede Parecer casi ridiculo ponerlas en duda, al exigir demostra. 26 GOTTLOB FREGE ciones de elas, Pero es esencial a la naturaleza misma de la matematica que, siempre que sea posible una prueba, prefiera ésta a la confirmacién ‘por induccién. Euclides demuestra muchas cosas que cualquier otro admitiria sin més. Y al no contentarnos ni siquiera con el rigor euclideo, nos vimos lle- vados a las investigaciones relacionadas con el axioma de las paralelas. De este modo, este movimiento dirigido al maximo rigor posible ha trascendido ya en mucho las necesidades sentidas originariamente y se ha desarrollado cada vez mas en exten- sin e intensidad. La prueba no tiene, ciertamente, como tinica finalidad es- tablecer la verdad de un enunciado fuera de toda duda, sino también_Ja de proporcionarnos la comprensién de Ia depen- dencia de las verdades entre si. Después de que uno se haya convencido de la inconmovilidad de wna roca ante la inu- tilidad de los esfuerzos para moverla, se puede preguntar qué es Jo que la sostiene con tanta firmeza. A medida que se prosigue en estas investigaciones, se retrotrae todo a un miimero cada vez menor de verdades originarias; y esta sim- plificacién es, por si misma ya, un objetivo que merece la pena, Quiza también se pueda’ confirmar asi la esperanza de que es posible obtener modos generales de formacién de conceptos 0 de fundamentacién de enunciados, que tambic sean aplicables a casos mas complejos, al poner de manifiesto lo que los hombres han hecho instintivamente en la mayoria de los casos, sacando de aqui lo que pueda tener validez uni- versal. 3. A tales investigaciones me han impulsado también motivaciones filoséficas. Las preguntas por la naturaleza a priori o a posteriori, sintética o analitica, de las verdades aritméticas esperan de este mismo campo su contestacién. Pues, si bien estos conceptos, en s{ mismos, pertenecen a Ia fi- losofia, creo, no obstante, que la decision no podra obtenerse sin el auxilio de Ia matematica, Naturalmente, esto depende del sentido que se atribuya a estas preguntas. No es un caso infrecuente el de que primero se dé con el contenido de un enunciado y que luego, por un camino més fatigoso, se consiga la prueba rigurosa, por medio de Ia cual también suelen determinarse mas exactamente las condicio- nes de validez. De ah{ que, en general, haya que deslindar la cuestién de cémo hemos Ilegado al contenido de un juicio, de Ja referente a la justificacién de nuestra afirmacién. Las distinciones antes mencionadas entre a priori y a pos- LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA a teriori, sintético y analitico no atafien, segém mi opinién, al contenido del juicio, sino a la legitimidad del acto de juz- gar. All{ donde falta ésta, desaparece también la posibilidad de esta division, Un error a priori es, entonces, un absurdo igual que un concepto azul. Si un enunciado es calificado de a posteriori o analitico, desde mi punto de vista, no se estén juzgando las circunstancias psicolégicas, fisiolégicas y fi eas que han hecho posible formar el contenido del enuncia- do en Ja conciencia, ni tampoco de qué manera ha Ilegado otra persona, quizds erréneamente, a considerarlo verdadero, sino cudl es la raz6n titima en que esta basada Ja justificacién de tenerlo por verdadero. De este modo se arranca a cuestién del campo de la psi- cologia y se asigna al de la matematica, si es que se trata de una verdad matematica. Su objetivo, pues, es encontrar la prucba y retrotraerla hasta las verdades originarias. Si, por este camino se Hega a leyes Iégicas generales y a definicio- nes, entonces se tiene una verdad analitica, para lo cual se presupone que también se toman en consideracién los enun- ciados en los que se basa la admisibilidad de una definicién. Si, por el contrario, no es posible Hevar a término la prueba sin utilizar verdades que no son de naturaleza légica gene- ral, sino que estan relacionadas con un campo particular del saber, entonces el enunciado serd sintético. Para que una verdad sea a posteriori se exige que su prueba no pueda ser validada sin alguna apelacién a los hechos; es decir, a verda- des indemostrables y sin universalidad, que contienen aseve- raciones sobre objetos particulares. Si, por el contrario, es posible Mevar a cabo la prueba partiendo de leyes generales Ginicamente, que no pueden ni precisan ser demostradas, entonces la verdad es a priori? 4. Partiendo de estas cuestiones filosdficas, llegamos a la misma exigencia que, independientemente de ellas, ha surgido * Con esto, naturalmente, no quiero introducir un nuevo sentido, sino referirme Selo a lo que han querido decir autores anteriores, Kant fen especial. *”'Si se acepta una verdad general, también hay que admitir que existen tales leyes primitivas, porque de puros hechos aislados no se sigue nada, como no sea por medio de una ley. Incluso Ia induccion se basa en el enunciado general de que este procedimiento puede funda- mentar la verdad, o por lo menos cierta probabilidad, de una ley. Para el que niegue esto, Ia induccién no es mas que un fenémeno psicol6gico, tun modo por el que los hombres Hegan a creer en Ja verdad de un enun= ciado, sin que esta creencia pueda ser justificada por ello de alguna 28 GOTTLOB FREGE en el dominio de Ia propia matemética: demostrar con el méximo rigor los principios de la aritmética, siempre que sea posible; pues tinicamente si se evita, de la manera ms cuida- dosa posible, cualquier hueco que pueda aparecer en la cade- na deductiva, podré decirse con seguridad en qué verdades originarias se basa la prueba; y solamente cuando éstas sean conocidas, podré contestarse a aquellas cuestiones. Si se intenta satisfacer esta exigencia, muy pronto se Mega a enunciados cuya demostracién es imposible hasta tanto no se consigue descomponer los conceptos que aparccen eu ellos en otros conceptos més simples, o bien reducirlos a algo més general. En nuestro caso es sobre todo el nimero lo que tiene que ser definido o ser reconocido como indefinible. Tal seré Ja tarea de este libro. De su resolucién dependera la decision sobre Ia naturaleza de Jas leyes aritméticas. Pero antes de abordar estas cuestiones, quiero anticipar algo que puede servir como indicador para la respuesta, Pues si, desde otros puntos de vista, resulta que hay razones para pensar que los principios de la aritmética son analiticos, éstas serdn también un apoyo para la demostrabilidad de estos principios y para la definibilidad del concepto de mimero. * Efecto inverso tendrén las razones en favor del cardcter a Posteriori de estas verdades. Por esto vamos a someter estos Puntos de discusién, en primer lugar, a una clarificacién répida, En Io que sigue, pues, si no se dice otra cosa, no se tratard de més niimeros que de los enteros positivos, los cuales Tesponden a Ja Pregunta: {cudntos? | Capitulo primero Opiniones de algunos autores sobre la naturaleza de los enunciados aritméticos ¢Son demostrables las formulas numéricas ? 5. Hay que distinguir las f6rmulas numéricas que tratan de mimeros concretos, como «2+3=5», de las leyes generales que valen para todos los nimeros enteros. Las primeras son consideradas por algunos filésofos * como indemostrables y tan claras e inmediatas como los axiomas. Kant? afirma que son indemostrables y sintéticas, pero no se atreve a Iamarlas axiomas, porque no son generales. y Porque su ntimero es infinito, Con razén califica Hankel esta admisién de un mimero infinito de verdades primitivas, de inadecuada y paradéjica. Entra en conflicto con el hecho de que la raz6n necesita aprehender de una sola vez los prime. 0s principios. Y, por lo demas, es acaso evidente que 135 664 + 37 863 = 173527? iNo! ¥ precisamente esto le leva a Kant a sostener el caréc- ter sintético de estos enunciados. Pero lo anterior més bien habla en contra de su indemostrabilidad. Pues, gde qué otra manera pueden ser aceptados, como no sea mediante una demostraci6n, dado que no son’ directamente evidentes? Kant quiere ayudarse con la intuicién de dedos o puntos, con lo cual cae en el peligro de hacer que estos enunciados aparez. can como empfricos, en contra de su propia opinién; pues Ia intuicién de 37 863 dedos no es, en cualquier caso, una intui. aya, Lacs, Newson, V, Buon: ie Lehrer yon Za, Ras und Mathamanie (Eds teorlas dct tiompor el epee fe nein Pp. 241 y 242, pp. 365 ss., p. 475. bee 4 Giisg de a vacén pura, eaitada por Hartenstein, 1, p. 157 (W, det Pn In paginacionesrignnles ue son ie atin ete mente, esta ca corseapende’s Sie as 1 Werlasungen Uber die completen “ation und thren Punctionen (esciones sobre fos nameros complojos 5 ous one 30 GOTTLOB FREGE cién pura. La expresién «intuicién» tampoco parece apropia- da, pues ya sélo 10 dedos, segiin las posiciones relativas que ocupen entre sf, pueden producir las mas diversas intuicio- nes, ¢Tenemos una intuicién, del tipo que sea, de 135 664 de- dos 0 puntos? Si la tuviésemos, y tuviésemos también una intuicién de 37863 y otra de 173 527 dedos, serfa inmediata- mente evidente la correccién de nuestra ecuacién, si ésta fuera indemostrable; pero éste no es el caso. Es manifiesto que Kant pensaba s6lo en niimeros peque- fios. Entonces, las formulas para grandes mimeros serfan demostrables, mientras que para ntimeros pequefios resulta- rian inmediatamente evidentes para la intuicién. Pero es espi- noso establecer una diferencia de principio entre mimeros pequefios y grandes, particularmente porque no parece posi- ble trazar una frontera clara entre ellos. Si las formulas numéricas fueran demostrables a partir de 10, pongamos por caso, entonces seria justo preguntar: ¢por qué no a partir de 5, de 2, de 1? 6. Otros filésofos y matemiticos, en cambio, han sosteni: do que las formulas numéricas son demostrables. Leibniz * dice: «No es una verdad inmediata que 2 y 2 son 4; supongamos que 4 significa 3 y 1. Se la puede demostrar de esta manera: Definiciones: 1. 2eslyl, 2 3es2yl, 3. des3 yl. Axioma: Si se reemplaza una cosa por otra igual, la igual- dad persiste..| Prueba: 2+2=2+1+1=3+1=4. Def. 1. Def. 2. Def. 3 Luego: por el axioma 2+2=4». Esta prueba parece estar construida, a primera vista, en- teramente a partir de definiciones y del axioma citado. Inclu- so éste podria ser transformado en una definicién, como hace el propio Leibniz en otro lugar.’ Perece que de 1, 2, 3, 4 no se necesita saber nada mas de lo que esta contenido en las definiciones. No obstante, ante un examen mas detenido, se descubre una laguna, encubierta por la omisién de paréntesis. Estrictamente, habrfa que escrib “ Nouveaux Essais, IV, 10 (ed, de Erdmann, p. 363). 5 Non inelegans specimen demonstrandi in abstractis (ed. de Erd- mann, p. 94). LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 31 (241)+1=341=4. ‘Aqui falta el enunciado 24(U4)=Q41)4+1, ‘que es un caso especial de at(bt+c)=(a+b)+e. Si se presupone esta ley, es facil ver que asf es sencillo de- mostrar cualquier formula de la suma de uno. Entonces, habré que definir cada mimero a partir del precedente. De hecho, no veo que un mimero como el 437986 pueda venirnos dado de otra manera mas adecuada que la de Leibniz. As{ lo obte- nemos, incluso sin tener una imagen de él, gracias a la po- tencia de nuestros medios, Mediante tales definiciones, el conjunto infinito de los mimeros es reducido al uno y al aumento en uno, y cualquiera de las infinitas formulas numé- ricas puede ser demostrada a partir de algunos enunciados generales. Esta es también la opinién de H. Grassmann y de H. Han- kel. El primero pretende obtener la ley at(b+1)=(a+b)41 por medio de una definicién, cuando di «Si ay b son dos miembros cualesquiera de la serie bé- sica, se entiende por la suma a+b aquel miembro de la serie bésica para el cual vale Ja formula a+(b+e)=a+b+ex ‘Aqui e significa la unidad positiva, A esta explicacién pue- den objetarse dos cosas. Primero, la suma es definida en términos de ella misma. Si no se sabe todavia lo que signi- fica a+b, tampoco se entenderé la expresion a+(b+e). Pero esta objecién quizas atin se podrfa evitar diciendo, en eviden- * Lehrbuch der Mathematik filr héhere Lehranstalten (Manual de mateméticas para Institutos de segunda ensefianza). Parte I: Aritméti- ca, p.4, Stettin, 1860. 32 GOTTLOB FREGE te contradiccién con el texto, que no es la suma, sino la adicién lo que tiene que ser definido. A ello podria’ seguirse objetando que a+b seria un signo vacio si no hubiera ningan miembro de la serie basica, 0 bien hubiera varios, que cum. Plieran lo exigido. Grassmann presupone sencillamente que esto no ocurre, sin demostrarlo, con lo cual el rigor es solo aparente. 7. Podria pensarse que las formulas numéricas son sin- {éticas 0 analiticas, a posteriori o a priori, segiin que lo sean las leyes generales en las que se apoya su‘prucba, A esto, sin embargo, se opone la concepcién de John Stuart Mill. Es verdad que primero parece que pretende, como Leibniz, fun- damentar la ciencia en definiciones,’ dado que define cada tuno de los niimeros igual que éste; pero su prejuicio de que todo saber es empirico echa a perder en seguida esta idea correcta. En efecto, nos ensefia* que esas definiciones no son definiciones en sentido légico, que no sélo fijan el signifi cado de una expresién, sino que con ello también afirman un hecho observado. ¢Qué hay en el mundo que pueda ser ¢l hecho observado 0, como Mill también dice, el hecho fisico que se afirma en la definicién del nimero 777 864? De todo el reino de hechos fisicos que aqui se nos presenta, Mill s6lo nos nombra un tinico hecho que se supone que se afitma en la definicién del ntimero 3. Este hecho consiste, segin él, en que existen configuraciones de objetos que, si bien impresio- nan los sentidos con Ia imagen °°, pueden ser descompuestas en dos partes, tal como sigue: 00 0. {Qué bien, pues, que no todo en el mundo esté firmemente clavado, ya que entonces no podriamos llevar a cabo esta separacién, y 2+1 no seria 31 iQué pena que Mill no haya ilustrado también los hechos fisicos que estan a la base de los niimeros 0 y 1! Mill prosigue: «Admitido este enunciado, a todas las di- visiones similares las lamamos 3.» De ahi se desprende que, en realidad, es incorrecto hablar de tres campanadas cuando en el reloj dan las tres, o decir que dulce, dcido y amargo son tres sensaciones del gusto; Presién «tres modos de resolucién de una ecuacién»; pues en ninguno de estos casos se tiene una impresin sensible como la de °°, Ahora bien, dice Mill: «Los célculos no se siguen de la *, System of Logie, Libro U1, cap. XXIV, 5 (traducido al alemén por J. Schiel). "Op. cit, Libro I, cap. VI, 2, tampoco hay que admitir la ex- | \ | LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMUTICA 33 definicién misma, sino de los hechos observados.» Pero, gen qué punto de la prueba antes expuesta del enunciado 24+2"4, nabria tenido que apelar Leibniz al mencionado hecho? Mill se olvida de sefialar la citada laguna, si bien da una prueba del enunciado «5+-2=7» que se corresponde exactamente con Ja leibniziana.* La laguna realmente existente, que radica en Ja omisién de los paréntesis, la pasa por alto Mill, igual que Leibniz. Sila definicién de cada uno de los nitmeros afirmase real- mente un hecho fisico particular, no se admirarian suficien- temente los conocimientos de fisica de un hombre que calcu- ase con niimeros de nueve cifras, Con todo, quizi la con. cepcién de Mill no Mega tan lejos, hasta sostener que todos estos hechos deben ser observados cada uno en particular, sino que bastaria haber inferido, por induccién, una ley ge. neral, en la que estuvieran incluidos todos ellos. Pero tratese de expresar esta ley y se verd que es imposible. No es sufi- ciente decir: hay grandes colecciones de cosas que pueden ser descompuestas; pues con ello no se ha dicho que existan colecciones exactamente tan grandes y exactamente del tipo ‘que se exigen para la definicién del néimero 1 000 000, por ejem. plo, y'tampoco se detalla el modo de descomposicién. La con. cepcién de Mill conduce necesariamente a la exigencia de gue, para cada mimero, se observe especialmente un hecho, porque en una ley general se perderfa justamente lo peculiar del niimero 1,000 000, que pertenece necesariamente a su defi nicién, En efecto, segin Mill, no deberia ponerse 1 000 000= =999999+1 si no se hubiese observado precisamente este modo peculiar de descomposicion de una coleccién de cosas, que es distinto del que pueda corresponder a otro numero cualquiera. 8. Parece que Mill opina que las definiciones 2=141, 3=2+1, 4=3+1, etc, no debieran hacerse mientras no se hubiesen observado los hechos mencionados por él. Es verdad que no se debe definir 3 como (2+1), si previamente no se ha asociado a (2+1) algun sentido. Pero la cuestién es saber si Para ello es necesario observar esa coleccién y su descompo- sicion. El mimero 0 serfa entonces enigmatico; pues hasta ahora nadie ha visto 0 tocado 0 guijarros. Sin duda, Mill ex- plicarfa el 0 como algo sin sentido, como un mero modo de hablar; los célculos con 0 serian un mero juego con sigtids.va- * Op. cit, Libro TIL, cap. XXIV, 5. 34 GOTTLOB FREGE cfos, y Ia tinica’ maravilla seria que de esto resultase algo re. zonable, Pero si estos calculos tienen un significado en serio, el propio signo 0 no puede ser totalmente sin sentido. ¥ surge la posibilidad de que 2+1, de manera andloga al 0, pudiera tener algin sentido, incluso si no se observara el hecho men. cionado por Mill. 2Quién afirmaria realmente que se haya ob- servado alguna vez el hecho que, segin Mill, se halla conte- nido en Ja definicién de un mimero de 18 cifras, y quién nega- ra que, a pesar de esto, semejante signo numérico tiene un sentido? Quizés se diga que los hechos fisicos s6lo se utilizarian para los néimeros més pequefios, hasta 10 por ejemplo, mien- tras los restantes se compondrian a partir de éstos. Pero si se puede formar el 11 a partir del 10 y el 1 por simple definicién, sin haber visto la coleccién correspondiente, no hay razén por Ja que no pueda formarse asf también el 2 a partir del 1 y el 1, Si los cdlculos con el niimero 11 no se siguen de un hecho caracterfstico de este ntimero, ¢cémo es que los célculos con el 2 tienen que basarse en la observacin de cierta coleccién y de su descomposici6n peculiar? Quizés se pregunte cémo llegarfa a existir la aritmética, si no pudiéramos distinguir por los sentidos ninguna cosa o sdlo tres. Para nuestro conocimiento de los enunciados aritméti- cos y de sus aplicaciones, un tal estado serfa ciertamente algo precario, gpero lo seria también para su verdad? Sia un enunciado se le Hama empfrico, porque hayamos tenido que hacer observaciones para hacernos conscientes de su conteni- do, entonces es que no se emplea el término nos choca.’ Si se tiene en cuenta todo lo que se Haman magnitu- des: ntimeros, longitudes, Areas, volimenes, angulos, curva: © Op. cit, t. I, p. 6. % Lehrbuch ‘der Analysis (Manual de Andlisis), t. 1, p. 1- 1" Theorie der complexen Zaltlensysteme (Teoria de los sistemas de mimeros complejos), pp. 54 y 55. 40 GOTTLOB FREGE turas, masas, velocidades, fuerzas, intensidades de luz, co- rrientes galvanicas, etc., se puede comprender, ciertamente, cémo se puede subordinar todo esto a un concepto de mag. nitud; pero la expresin «intuicién de la magnitud> y més atin, «intuicién pura de la magnitud», no puede ser admitida como adecuada, No puedo admitir ni siquiera una intuicién de 100000, menos atin del mimero en general o de Ia mag tud en general. Es demasiado facil apelar a Ia intuicién inte- rior, cuando no puede darse otro fundamento. Pero, con todo, no deberfamos perder totalmente de vista ol sentido de le palabra «intuicin». Kant la define en la Légica (ed. de Hartenstein, VII, P. 88) con estas palabras: «La intuicién es una representacién individual (repraesen- tatio singularis), el concepto es una representacién general (repraesentatio per notas communes) o reflejada (repraesen- tatio discursiva).» La relacién con Ia sensibilidad no se expresa aqui en abso- Iuto; en cambio, aparece incluida en la estética trascendental, y sin ella, la intuicién no puede servir como principio de Conocimiento para los juicios sintéticos a priori. En la Critica de la razon pura (ed. de Hartenstein, III, p. 55) * se nos dice: «Por medio de la sensibilidad, pues, nos vienen dados ob- Jetos, y ella sola nos proporciona intuiciones.» EI sentido de este término, por consiguiente, es distinto del que tiene en Ja estética trascendental. En el sentido légi- co, se podria llamar quizés a 100 000 una intuicién; pues no es un concepto general. Pero en este sentido, la intuicién no Puede servir como fundamentacién de las leyes aritméticas, 13, En general, sera bueno no sobrevalorar el parentesco de la aritmética con la geometria. En contra de esto, he citado ya un pasaje leibniziano. Un punto geométrico, consi- derado en s{ mismo, no se puede distinguir de otro cualquie- ra; Io mismo vale para rectas y superficies. Unicamente cuan- do se aprehenden simulténeamente en una tinica intuicién va- rios puntos, rectas o superficies se hacen distinciones entre ellos. Si en la geometria se pueden obtener leyes generales a partir de la intuicién, ello se explica por el hecho de que los Puntos, rectas 0 superficies intuidos no son, en realidad, par- ticulares, y pueden servir, por tanto, como representantes de toda su especie. La cuestién es diferente en el caso de los " PaginaciGn en las ediciones originales: A19/B33. (N. del T,) ) | LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA al mtimeros: cada uno tiene su peculiaridad. No puede decirse de buenas a primeras hasta qué punto un nimero determina- do puede representar a todos los demas sin explicar todas sus particularidades, 14, También Ia comparacién de las clases de verdades con respecto al dominio ejercido por cada una de estas clases hace poco plausible la suposicién de la naturaleza empfrica y sintética de las leyes aritméticas. Los enunciados empiricos son validos para la realidad fisica o psicolégica; las verdades geométricas rigen el dominio de lo espacialmente intuitivo, ya sea realidad 0 producto de Ja imaginacién. Las més extravagantes de las fantasias febri- les, Jas invenciones més atrevidas de leyendas y poetas, en Jas gue los animales hablan, las estrellas se quedan quietas, las piedras se hacen hombres y los hombres drboles, en las que se nos ensefia cémo uno puede salirse de un cenagal ti- rando de su propia peluca, siguen estando sujetas, en la medida en que son intuibles, a los axiomas de la geometria. Sélo el pensamiento conceptual puede liberarse, en cierto modo, de éstos, cuando acepta, por ejemplo, un espacio de cuatro dimensiones o una medida de curvatura positiva. Tales consideraciones no son intitiles en absoluto; pero se apartan totalmente del terreno de la intuicién. Si en estos casos tam- bién se echa mano de ella, se trata, en cualquier caso, siem- pre de la intuicién del espacio euclideo, del timico de cuya estructura tenemos una intuicién, Pero ésta no se toma, en- tonces, por lo que es, sino como simbolo de algo distinto; se Mama, por ejemplo, recta o plano Jo que se intuye curvo. Para el pensamiento conceptual se puede aceptar siempre el opues- to de este o aquel axioma, sin que uno entre en contradiccio- nes consigo mismo, cuando saca conclusiones de tales hipéte- sis contrarias a la intuicién. Esta posibilidad muestra que los axiomas geométricos son independientes entre s{ y de las eyes Idgicas primitivas; 0 sea, que son sintéticos. ¢Puede decirse lo mismo de los principios fundamentales de la cien- cia de los ntimeros? :No entra todo en confusién si se quiere negar uno de éstos? ¢Seria entonces posible atin el pensa- miento? ¢No es més profundo el fundamento de la aritmé- tica que el de todo saber empirico, mas profundo incluso que el de 1a geometria? Las verdades aritméticas rigen el dominio de lo numerable. Este lo abarca todo, pues no sdlo le pertenece lo real, no sélo lo intuible, sino también todo lo pensable. éNo deberfan estar, pues, las leyes de los niimeros en {ntima conexién con las del pensamiento? 42 ct OB FREGE 15. Que las aseveraciones de Leibniz sélo pueden inter- pretarse a favor de Ia naturaleza analitica de las leyes numé- ricas, se desprende de que para él lo a priori coincide con to analftico, As{ dice él? que el Algebra debe sus ventajas a un arte muy superior, a saber, la verdadera ldgica, En otro lugar,? compara las verdaderas necesarias y las contingentes con las magnitudes conmensurables e inconmensurables, y sos- tiene que para las verdades necesarias es posible una prueba (© una reduccién a identidades. No obstante, estas manifesta- ciones pierden peso, porque Leibniz se inclina a considerar, en el caso de las verdades demostrables:* «... que cada ver- dad tiene su prueba a priori, sacada del concepto de los tér minos, si bien no siempre esta en nuestro poder el llegar a este andlisis», La comparacién con la conmensurabilidad ¢ inconmensurabilidad nos vuelve a proporcionar una barrera insuperable, por lo menos para nosotros, entre verdades casuales y necesarias. Decididamente a favor de Ja naturaleza analitica de las eyes numéricas se pronuncia W. Stanley Jevons **: «E] niime- ro es sélo una distincién l6gica, y cl dlgebra es una légica al- tamente desarrollada.» 16. Pero también esta opinién tiene sus dificultades. ¢Aca so debe estar enraizado este altisimo 4rbol, tan ramificado y siempre en crecimiento, que es la ciencia de los némeros, en meras identidades? ¢¥ cémo Megan Jas formas vacias de la logica a extraer de sf mismas un contenido tal? ‘Mill opina: «La doctrina de que por medio de la manipu- lacién artificiosa del lenguaje podemos descubrir hechos y desvelar ocultos procesos naturales es tan contraria al sano sentido comin, que se requiere ya haber hecho progresos en filosofia para poder creer en ella.» Lo cual es cierto si uno no piensa en nada durante la manipulacién artificiosa. Mill ataca aqui un formalismo que apenas es defendido por nadie. Todo aquel que emplea pala- bras 0 signos matemiticos pretende que éstos significan algo, y nadie puede esperar que de signos vacios vaya a resultar ‘alguna cosa con sentido. Pero es posible que un matematico Ileve a cabo largos célculos, sin referirse con sus signos a Baumann: Op. cit, t. II, p. 56 (ed. de Erdmann, p. 424), » Baumann: Op. cit., Ti, p. 57 (ed. de Erdmann, p. 83). BAUMANN: Op. cif, t. Il, p. 57 (ed. de Pertz, t. Il, p. 55). The principles of science (Los principios de’ la ciencia), Londres, 1879, p. 156. LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA a3 nada intuible 0 perceptible por los sentidos. Pero ello no bas- ta para que estos signos carezcan de sentido; se puede distin- todavia entre ellos mismos y su contenido, incluso si éste s6l0 es aprehensible mediante signos. Nos damos cuenta de que se habrian podido estipular otros signos para Io mismo. Basta con saber cémo hay que manejar ldgicamente el conte- nido hecho sensible por medio de los signos, y, si se quieren hacer aplicaciones a Ia fisica, cémo hay que Ilevar a término el paso a los fenémenos. Pero en tales aplicaciones no hay que ver el sentido verdadero de los enunciados matematicos, Con ellas se pierde siempre gran parte de la generalidad de éstos, y se introduce siempre algin elemento particular, que en otras aplicaciones sera reemplazado por otra cosa. 17. Por mucho que se menosprecie la deduccién, no se puede negar que las leyes fundadas en la induccién son insu- ficientes. De éstas tltimas deben deducirse nuevos enun- ciados que no estan contenidos en ninguna de ellas. Que és- tos se hallen, en cierto modo, incluidos en todas ellas juntas, no nos exime de la tarea de extraerlos de ahi y establecerlos por si mismos. Con ello se abre Ia siguiente posibilidad: en vez de hacer depender una deduccién directamente de un hecho, se puede dejar éste tal como esta y admitir su contenido como condicién. Si en un razonamiento se sustituyen de este modo todos los hechos por condiciones, se obtendra el resul- tado de manera que, de una serie de condiciones, se desprende una conclusién, Esta verdad estarfa fundamentada tinicamen- te en el pensamiento 0, para decirlo como Mill, en el manejo artificioso del Jenguaje. No es imposible que las leyes numé- ricas sean de este tipo. Serian entonces juicios analiticos, aunque no tendrian por qué ser descubiertas por el pensa- miento solo, pues no se trata aquf de la manera de descu- brirlas, sino del tipo de razones en que se basa la prueba; o, como dice Leibniz:#? «No se trata aguf de la historia de nuestros descubrimientos, que es distinta en los distintos hombres, sino de la conexién y del orden natural de las ver- dades, que siempre es el mismo.» La observacién entonces deberia decidir, en ultimo término, si se cumplen las condi- ciones contenidas en las leyes asf fundamentadas. De este modo se legarfa finalmente all{ donde también se habria Megado por medio de la dependencia inmediata de la deduc- cién respecto de los hechos observados. Pero en muchos ca- Nouveaux Essais, IV, 9 (ed. de Erdmann, p. 360). 44 GOTTLOB FREGE I sos es preferible el tipo de procedimiento aqui indicado, por- que éste conduce a un enunciado general, que no tiene por qué ser sélo aplicable exactamente a los hechos presentes, | Las verdades de la aritmética serian entonces a las de la | Jégica lo que los teoremas son a los axiomas de la geome- trfa, Cada una de ellas contendria concentrado en su interior | todo un encadenamiento deductivo para usos futuros, y su utilidad consistiria en que ya no hubiera que hacer las de | ducciones por separado, sino que se podria expresar de golpe | el resultado de toda Ia’ cadena.** Teniendo en cuenta el im. presionante desarrollo de los estudios aritméticos y sus mil } tiples aplicaciones, ya no se podré sostener, evidentemente, el menosprecio, tan ampliamente difundido, hacia los juicios analiticos y la leyenda de la esterilidad de la Iégica pura. Si esta idea, mahifestada aqui no por primera vez, pudiera ser claborada en detalle, de modo que no restara la menor duda, no seria éste, segin creo, un resultado totalmente in- significante, | x Es notable que también Mut, Op. cit, libro TI, cap. VI, 4, parece Sostener esta concepcién. Su sensatez le permite superar de ver en cuan. | do su prejuicio en favor de Io empirico. Pero este ultimo hace entrar de nuevo todo en confusién, al hacerie confundir las aplicaciones fish ‘cas de la aritmética con esta misma. Parece no saber que st juicio hi otético también puede ser verdadero cuando no lo es la condicion, Capitulo segundo Opiniones de algunos autores sobre el concepto de ntimero 18. Si nos volvemos ahora hacia los objetos primarios de la aritmética, debemos distinguir los nimeros individua- les 3, 4, etc., del concepto de nimero en general. Ahora bien, nosotros ya hemos decidido considerar que la mejor manera de deducir los niimeros individuales es como lo hacen Leib- niz, Mill, H. Grassmann y otros, a partir del uno y cada vez por adicién del uno; pero también consideramos que estas definiciones seguirén siendo incompletas, hasta tanto el uno y Ia adicion del uno no sean definidas. Hemos visto que se necesitan enunciados generales para deducir de estas defini- ciones las formulas numéricas. Tales leyes, precisamente de- bido a su generalidad, no pueden ser deducidas de las defi- niciones de cada uno de los mimeros, sino solo a partir del concepto general de nimero. Vamos a someter ahora este concepto a un examen més detenido. Es probable que con ello también tengamos que discutir el uno y Ia adicién del uno, Y, por lo tanto, podemos esperar también completar las definiciones de cada uno de los ntimeros. 19. Aqui quisiera oponerme, ante todo, al intento de con- cebir el niimero geométricamente, como proporcidn de longi- tudes o superficies. Se crefa con ello, evidentemente, que se facilitarian las miltiples aplicaciones de la aritmética a la geometrfa, poniendo sus origenes, inmediatamente, en intima conexién. Newton * propone entender por mimero no tanto un con- Junto de unidades, como la relacién abstracta de cada una de las magnitudes con otra de la misma clase, que se toma como unidad. Puede reconocerse que de este modo se des- cribe adecuadamente el niimero en sentido amplio, al que pertenecen también Jas fracciones y los mimeros irraciona- es; no obstante, en este caso se presuponen los conceptos de magnitud y de relacién entre magnitudes. En consecuen- " Bavtann: Op. cit, t. 1, p. 475. 46 GOTTLOB FREGE cia, parece que no es superflua una definicién del niimero en sentido estricto, es decir, del mimero natural; pues Euclides emplea el concepto de equimultiplicidad para definir la igual- dad de dos longitudes, y Ia equimultiplicidad nos hace retro. ceder de nuevo a una ecuacién numérica. Pero puede ser que Ia igualdad de longitudes sea definible independientemente del concepto de mimero. Con todo, se seguirfa desconociendo en qué relacién esté el mimero asf definido geométricamente con el mimero de la vida cotidiana. Esta quedaria entonces completamente separada de la ciencia. Y, no obstante, bien se puede exigir de la aritmética que nos ofrezca los puntos de conexién para toda aplicacién del nimero, si bien la apli- cacién misma no es asunto suyo. Incluso el calculo ordinario debe tener la fundamentacién de su proceder en la ciencia Y, ademés, se plantea la cuestin de si la aritmetica misma puede bastarse con un concepto geométrico de mimero, por ejemplo, cuando se piensa en el mimero de rafces de una ecua- cidn, 0 de los néimeros que son primos con un nimero y menores que él, u otros casos parecidos. El ntimero, en cam- bio, que responde a Ia pregunta ¢cudntos?, puede determinar también cudntas unidades estén contenidas en una longitud. El cAlculo con ntimeros negativos, fraccionarios, irraciona- les, puede reducirse al célculo con los ntimeros naturales, Pero quiz4 lo que Newton entendia por magnitudes, mediante cuyas relaciones puede definirse el ntimero, no son sélo las magnitudes geométricas, sino también conjuntos. Sin embar- g0, en tal caso la definicién es inservible para nuestro propé: sito, porque de las expresiones «ntimero por el que viene definido un conjunto» y erelacién de un conjunto con la unidad de conjuntos», él iltimo no nos proporciona mayor informacién que el primero, 20. La primera cuestién ser4, pues, la de si el mimero es definible. Hankel? opina que no es posible: «Lo que significa pensar o poner un objeto 1 vez, 2 veces, 3 veces... no puede definirse debido a la simplicidad, por principio, a partir del concepto de poner.» De Jo que se trata aqui, empero, no es tanto del poner, como del 1 vez, 2 veces, 3 veces. Si esto pudiera ser definido, Ja indefinibilidad del poner nos preocuparia poco. Leibniz se inclina por considerar el mimero, por lo menos aproxima- damente, como idea adecuada, es decir, una idea tal, que es * Theorie der complexen Zahlensysteme, p. 1. LOS FUNDAMENTOS DE La aRrmucérrca a7 tan clara, que todo lo que se da en ella se hace a su vez claro. Si, por lo general, hay mayor inclinacién a tomar el mime- yo como indefinible, esto proviene mas del fracaso de los jntentos encaminados a dar una definicién, que a razones en contra debidas a la naturaleza misma de la cuestién, 8s el nimero una propiedad de las cosas externas? 21, Tratemos, por lo menos, de asignarle al ntimero un lugar entre nuestros conceptos! En el lenguaje, los mimeros aparecen generalmente en forma de adjetivos y en relacién atributiva, andlogamente a las palabras duro, dificil, rojo, ‘que se refieren a propiedades de las cosas externas, Es natu- ral preguntarse si los némeros individuales también deben concebirse asi, y si, en consecuencia, el concepto de mimero en general puede compararse, digamos, con el de color. Esta parece ser la opinién de M. Cantor,* cuando dice que Ja matemética es una ciencia empirica, en el sentido de que tiene su origen en la consideracién de objetos del mundo exterior. El néimero surge tinicamente por abstraccién de objetos. ‘Segtin E. Schréider,* el miimero est4 copiado de Ia realidad, es sacado de ella, por medio de la representacién de las unt dades mediante unos. A esto lo denomina él la abstraccién del mimero. En esta representacién, las unidades sélo se con- sideran en cuanto a su frecuencia, prescindiéndose de todas las demds cualificaciones de las cosas, como colores y formas. Frecuencia es aqu{ solamente otro nombre de mimero. Schrider pone, pues, la frecuencia 0 ntimero al mismo nivel que el color y la forma, considerandola como una propiedad de las cosas. 22, Baumann * rechaza la idea de que los niéimeros son conceptos extraidos de las cosas externas: «Porque las cosas externas no nos presentan unidades rigurosas; se nos pre- sentan en grupos delimitados o en puntos sensibles, pero tenemos la libertad de volver a tomarlos como multiplicida- des» De hecho, mientras por un simple cambio de concep- > Grundelige einer Elementarmathematik (Caracteres esenciales de una matemdtica elemental), p. 2, 4. Andlogamente, Lipschitz: Lehrbuch der Analysis, Bonn, 1877, p. 1. { Lehrbtch der Arithmetik und Algebra, Leipzig, 1873, pp. 6, 10 y 11 5 Op. cit, t. ML, p. 668. 48 GOTTLOB FREGE cién no soy capaz de modificar en lo mas minimo el color de luna cosa o su dureza, puedo considerar, en cambio, Ia Iliada como sn poema, como 24 cantos 0 como un gran ntimero de versos. ¢Acaso no se habla en un sentido completamente distinto de las 1000 hojas de un Arbol y de las hojas verdes del mismo? El color verde Io atribuimos a cada hoja, no asi el mimero 1000, Podemos agrupar todas las hojas del arbol bajo el nombre de follaje. También éste es verde, pero no 1000, ¢A quién, pues, le corresponde realmente la propie- dad 1 000? Casi parece que no se trata ni de cada una de las hojas ni de su totalidad; quiz4 no corresponda en realidad a las cosas del mundo exterior. Si le doy a alguien una piedra, diciéndole: determina el peso de esto, con ello le he dado todo el objeto de investigacién. Pero si le entrego un paquete de barajas con las palabras: determina el ntimero de esto, él no sabra si yo quiero saber el mimero de cartas, o de juegos completos © quiz las unidades de valor en el caso del tresi- llo. Por el simple hecho de entregarle el paquete, todavia no Ie he dado completamente el objeto de investigacién; debo afiadir una palabra: carta, juego, unidad de valor. Tampoco puede decirse que los diversos ntimeros se hallan yuxtapues- tos como los diversos colores. Puedo seffalar una superficie coloreada dada, sin decir una palabra, pero no asi un néime- ro dado. Si de un objeto puedo decir, con igual derecho, que es verde y que es rojo, esto significa que este objeto no es el verdadero portador del color verde. Tal portador sélo puede ser una superficie que sea tinicamente verde. Asi también un objeto al que puedo adscribir diversos mimeros con el mismo derecho, no puede ser el verdadero portador de:un ntimero. Una diferencia esencial entre color y ntimero consiste, por Jo tanto, en que el color azul se atribuye a una superficie independientemente de nuestra voluntad. Es la capacidad de eflejar determinados rayos de luz y de absorber otros en mayor 0 menor medida. Y nuestro ‘modo de consideracién no puede modificar esto en lo mas minimo. En el caso del paquete de barajas, por el contrario, yo no puedo decir que le corresponda en s{ mismo el mimero 1 6 100 o cualquier otro, sino, a Io sumo, con respecto a nuestro modo arbitrario de consideracién; ¢ incluso asf, no puedo asignarle el nimero simplemente como predicado. Preguntarse a qué queremos lamar un juego completo es evidentemente una estipulacién arbitraria, y el paquete de barajas ni se entera. Pero al exa- minar el paquete desde este punto de vista, descubriremos LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 49 quizé que podemos denominarlo dos juegos completos. Al- jen que no supiera a qué se llama un jucgo completo ha- Ilaria probablemente cualquier otro niméro, en vez del dos, samente, 23. A la pregunta de a quién le corresponde el niimero como propiedad, contesta Mill * asi: «El nombre de un nimero denota uma propiedad que per- tenece al agregado de cosas que designamos con este nom- bre; y esta propiedad es el modo caracteristico de estar cons- tituido el agregado o de poder descomponerse en partes.» Aqut, en primer lugar, el articulo determinado en la ex- presién «el modo caracteristico» es un error, pues hay mo- dos muy diversos de descomponer un agregado, y no puede decirse” que s6lo uno sea caracteristico. Un haz de paja, por ejemplo, puede descomponerse de tal modo que se partan en dos todas Jas briznas, 0 de modo que se separen las briznas una a una, o de modo que se obtengan dos haces. c¥ esté un montén de cien granos de arena compuesto igual que un haz de 100 briznas de paja? No obstante, en ambos casos se tiene el mismo niimero, El numeral «uno», en la expresion «una brizna de paja», no expresa, sin embargo, la manera como esta brizna esté compuesta de células 0 de moléculas. ‘Mas dificultades atin presenta el numero 0. Por lo demas, ¢deben las briznas formar un haz para que puedan ser con. tadas? ¢Hay que concentrar en una reunion a todos los ciegos del Imperio alemén para que la expresin «ntimero de ciegos en el Imperio alemén» tenga un sentido? ¢Acaso mil granos de trigo, después de haber sido sembrados, no son ya mil granos de trigo? ¢Hay realmente agregados de demostracio- nes de un teorema o de acontecimientos? Y, no obstante, és- tos también se pueden contar. En este caso ¢s indiferente que los acontecimientos sean simulténeos o estén separados por milenios. 24, Con ello Ilegamos a otra razén por la que no hay que equiparar el niimero con el color y Ia solidez: su aplicabilidad mucho mayor, Mill opina que la verdad de que todo lo que estd com puesto de partes, est4 compuesto de partes de estas partes, es valida para todos los fenémenos naturales, porque todos pueden ser contados, ¢Pero acaso no se pueden contar mu- £ Op. cit, Libro IIT, cap. XXIV, 5, * Op. cit, Libro TIT, cap. XXIV, 5. 4 50 GOTTLOB FREGE chas mas cosas? Locke * dice: «El mimero encuentra aplica. cién en hombres, angeles, acciones, pensamientos, cualquier cosa que exista o que pueda ser imaginada.» Leibniz ® rechaza Ia opinién de los escolisticos, segtin la cual el numero es inaplicable a las cosas incorpéreas, y dice que el mimero €s, en cierto modo, una figura incorpérea, surgida de Ia unién de cosas cualesquiera, por ejemplo, de Dios, un 4ngel, un hombre y el movimiento, que juntos son cuatro. De ahi que el ntimero ‘es, segiin él, algo totalmente universal, que perte- nece a Ia metafisica. En otro lugar,’ dice: «No puede ser pesado lo que no tiene fuerza ni potencia; Io que no tiene partes no tiene, en consecuencia, ninguna medida; pero no hay nada que no admita el niimero. Por esto es el ntimero, en cierto modo, la figura metafisica.» De hecho serfa asombroso que una propiedad abstraida de cosas externas pudiera ser trasladada a sucesos, a image- nes, a:conceptos, sin modificacién de su sentido. Seria exac- tamente como si se quisiera hablar de un suceso fundible, de una imagen azul, de un concepto salado, de un juicio rigido. Es disparatado que en lo no sensible aparezca lo que, por su naturaleza, es sensible, Cuando vemos una superficie azul, tenemos una impresién peculiar, a la que corresponde la pa- labra «azul, y esa impresién la reconocemos de nitevo cuan- do vemos otra superficie azul. Si quisiéramos suponer que, del mismo modo, al contemplar un tridngulo, a la palabra «tres» le corresponde algo sensible, esto deberiamos reencon- trarlo también en tres conceptos; algo no sensible contendria algo sensible, Puede admitirse, sin duda, que a la palabra «triangular» le corresponde cierta especie de impresiones sensibles, pero en tal caso hay que tomar dicha palabra como todo. El tres que hay en ella no Jo vemos inmediata- mente, sino que vemos algo con Jo que puede relacionarse una actividad intelectual, la cual, a su vez, leva a emitir un juicio en el que entra el mimero 3. ¢Cémo percibimos, por ejemplo, el .mimero de figuras del silogismo que presenta Aristételes? gCon los ojos quiz4? Vemos a lo sumo ciertos signos para estas figuras, no las figuras mismas. ¢Cémo po- demos ver su niimero, si ellas mismas son invisibles? Pero, quiz diga alguno, basta con ver los signos; su ntimero es igual al ntimero de las figuras del silogismo. Pero, entonces, © Baumann: Op eit, tT, p. 408 » Edem, tI, p. 56. w “tdent, 1. Th, p. 2 LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 51 gobmo se sabe esto? Para ello, tendremos que haber determi- fado por otroxcamino el iltimo ntimero. ¢O es el enunciado cel mimero de las figuras del silogismo es cuatro» solamente otra forma de expresar «el ntimero de los signos de las figu- yas del silogismo es cuatro»? Evidentemente, no. De los signos no hay que decir nada; nadie quiere saber nada de los sig- nos, @ No ser que su propiedad exprese también alguna pro- edad de lo designado por ellos. Dado que una misma cosa puede tener distintos signos, sin que por ello cometamos error Jégico, no es preciso siquiera que el ntimero de signos coin- ida con el mimero de lo designado. 25, Mientras que para Mill el ndmero es algo fisico, para Locke y Leibniz consiste tinicamente en una idea, De hecho, como dice Mill, dos manzanas son fisicamente distintas de tres manzanas, y dos caballos de un caballo; son fenémenos visual y téctilmente distintos. ¢Pero puede concluirse de aqui que la dualidad, la trinidad, son algo fisico? Un par de botas puede ser el mismo fenémeno visible y tangible que dos botas. Tenemos aquf una diferencia numérica, a la que no co- rresponde ninguna diferencia fisica, pues dos y un par no son, en absoluto, lo mismo, como extrafiamente parece creer Mill. En fin, gc6mo es posible que dos conceptos se diferen- cien fisicamente de tres conceptos? Asi, dice Berkeley:!* «Es de notar que el nimero no es algo fijo y determinado que exista realmente en las cosas mismas. is totalmente creacién del espiritu, producida cuan- do éste considera una idea en s{ misma o bien una combina- cién de ideas, a la que quiere dar un nombre, haciéndola pasar asi por unidad, Segin los variados modos en que el frit combina sus ideas, la unidad varia, y con la unidad varia el mimero, que es sélo una coleccién de unida- des, Decimos de una ventana que es una, de una chimenea que es uma, y, con todo, una casa en la que haya muchas ventanas y muchas chimeneas es, con el mismo derecho, una, y muchas ‘casas constituyen una ciudad.» * Op, cit, Libro TIT, cap. XXIV, 5. = Esirictamente hablando, habria que afadir: hasta tanto sean fe- némenos, Pero si alguien tiene un caballo en Alemania y otro en Amé- rica (y ninguno més), entonces posee dos caballos. Pero éstos no consti tuyen un solo fendmeno, sino que solamente cada caballo por si mismo podria ser Hamado ast Baumann: Op. cit, t. HL, p. 426. 52 GOTTLOB FREGE eEs el ntimero algo subjetivo? 26. Siguiendo este razonamiento, es facil Uegar a Ia com clusién de que el ntimero es algo subjetivo. Parece como si el modo en que el ntimero surge en nosotros, nos diera le clave de su esencia. Seria cuestién, entonces, ‘de hacer uns investigacién psicol6gica. En este sentido, ciertamente, dice Lipschitz: «Quien quiera obtener una visién de conjunto de ciertas cosas, empezara con una cosa determinada ¢ ird afiadiende siempre una nueva cosa a las anteriores.» Esto parece ade. cuarse mucho mejor al modo como obtenemos la vision de una constelacién, que no a Ia formacién de mimeros, EL Propésito de obtener una visién de conjunte es inesencial; Pues casi nadie diria que un rebaito se hace mas visible en conjunto cuando se lega a saber de cudntas cabezas consta, Una descripcién semejante de los procesos internos que preceden a la emisin de un juicio sobre mimeros, aunque sea adecuada, nunca podré sustituir a una verdadera definicién conceptual. Nunca podria ser empleada en la demostracin de un enunciado aritmético; mediante ella no adquitimos conocimiento de ninguna propiedad de los ntimeros. Pues el niimero es un objeto de la psicologia o un resultado de Procesos psiquicos tanto como lo pueda ser, digamos, el mar del Norte. La objetividad del mar del Norte no viene afectada por el hecho de que dependa de nuestro arbitrio qué parte de toda la superficie de agua en ta Tierra delimitemos y ct. bramos bajo el nombre de «mar del Norte». Esto no es motivo Para querer estudiar este mar por via psicolégica. As{ también el mimero es algo objetivo. Cuando se dice que «el mar del Norte tiene 10000 millas cuadradas de extensién», no nos estamos refiriendo, ni con «mar del norte» ni con «10000», a un estado o proceso en nuestro interior, sino que se afirma algo totalmente objetivo, que es independiente de nuestras imégenes 0 cosas parecidas. Si otra vez, pongamos por caso, modificdsemos algo los limites del mar del Norte, 0 enten. diésemos por «10000» algo distinto, no seria ahora falso el contenido que antes era verdadero, sino que el contenido verdadero habria sido reemplazado quiz4 por uno falso, con i belrbuch der Analysis, p. 1. Supongo que Lipschitz piensa en un proceso interno, LOS FUNDAMENTOS DE LA ARTTMETICA 33 Jo cual no se habria suprimido en absoluto la verdad del rimero. El botdnico quiere expresar algo igualmente factual cuan- do-cuenta el niimero de pétalos de una flor, que cuando ex. plica su color. Lo uno depende tan poco como Io otro de suestro arbitrio, Existe, pues, una cierta analogia entre mime. soy color, pero ésta no consiste en que ambos sean sensible. mente perceptibles en cosas externas, sino en que ambos son objetivos. Distingo Io objetivo de lo que es palpable, espacial o real, El eje terrestre, el centro de masas del sistema solar, son ob- Jetivos, pero no quisiera Hamarlos reales, como lo es la Tierra misma, Es frecuente lamar al Ecuador linea imagina- ria, pero serfa falso amarlo linea inventada; no ha nacido en el pensamiento, no es el resultado de un proceso animico, sino que s6lo ha sido conocido, aprehendido por el pensamien. to. Siel ser conocido fuera equivalente al surgir, no podriamos decir nada positivo sobre el Ecuador con respecto a una época que hubiese precedido a este supuesto surgimiento, El espacio, segtin Kant, pertenece a la apariencia. Serfa posible que otros seres racionales se lo representasen de ma- nera completamente distinta a nosotros. Ni siquiera podemos saber si aparece a un hombre igual que a otro, pues no pode- mos colocar Ia intuicién del espacio del uno al lado de la del otro para compararlas. Pero, con todo, hay algo objetivo contenido en esta intuicién; todos admiten los mismos axio- mas geométricos, aunque s6lo sea en sus acciones, y deben admitirlos para poder orientarse en el mundo. Lo objetivo aqui es lo regular, conceptual, enjuiciable, lo que puede ex- presarse en palabras. Lo puramente intuitivo no es comunica- ble. Para aclarar esto, supongamos a dos seres racionales, a los cuales s6lo resulten intuibles las propiedades y relaciones proyectivas: el estar tres puntos en una recta, cuatro puntos en un plano, etc.; para el uno podrfa aparecer como plano Jo que el otro intuye como punto, y viceversa. Lo que para uno seria la linea de conexién entre dos puntos, seria para el otro la linea de interseccién de dos planos, etc., siempre en correspondencia dual. Entonces, podrian entenderse muy bien entre si y no se darian cuenta nunca de la diferencia de sus intuiciones, porque en la geometria proyectiva a cada teorema le corresponde otro, dualmente; pues el diferir en las apre- ciaciones estéticas no serfa ningtin signo seguro. Con respecto @ todos los teoremas geométricos estarian en completo acuer- do, sdlo que las palabras se traducirian distintamente en su 54 GOTTLOB FREGE intuicién, A la palabra «punto», el uno asociarfa esta intuicién, el otro la otra. A pesar de esto, se puede decir que esta palabra significa algo objetivo para ellos; sélo que no hay que entender por este significado lo particular de su intuicién, Y en este sentido también el eje terrestre es objetivo. Ante Ja palabra eblancos, se piensa habitualmente en una cierta sensacién que, naturalmente, es del todo subjetiva; pero ya en el uso corriente del lenguaje me parece que muchas veces se pone de manifiesto un sentido objetivo. Cuando se dice que la nieve es blanca, se quiere expresar una caracteris. tica objetiva, que a la luz corriente del dia, reconocemos en una cierta sensacién, Si se la ilumina con determinado color, Jo tenemos en cuenta al hacer el juicio. Se diré quizé: ahora aparece roja, pero es blanca. También el daltdnico puede hablar de rojo y verde, si bien no distingue estos colores en Ja sensacién, Reconoce la distincién en el hecho de que otros la hagan, 0 quizé por medio de un experimento fisico. Asf, pues, el término cromitico frecuentemente no designa nues- tra sensacién subjetiva, de la que no podemos saber que concuerde con la de otro —pues evidentemente esto no queda gatantizado porque la designacién sea igual—, sino que de- signa una caracteristica objetiva. Asi entiendo por objetivi- dad la independencia de nuestras sensaciones, intuiciones imégenes, de Ia proyeccién de representaciones internas a partir de los recuerdos de sensaciones anteriores, pero no Ja independencia de la razén; pues responder a la’ pregunta de qué son las cosas independientemente de la raz6n signifi- carfa juzgar sin juzgar, lavar la piel sin mojarla, 27. Por esto tampoco puedo estar de acuerdo con Schloe- milch,!® cuando dice que el ntimero es la imagen del lugar de un objeto en una seric."* Si cl ntimero fuera una imagen, aratgfiangonch der aleebratechen Analysts (Manual de andtste alge rico), D. 1. " Contia esto también puede objetarse que, en tal caso, siempre que se diese el mismo nimero, deberia aparecer la misma imagen de un lugar, Io cual es manifiestamente falso. Lo que sigue no haria al caso, si él entendiera por imagen una idea objetiva; gpero qué diferencia ha: bria entonces entre la imagen del lugar y el lugar mismo? ‘La imagen en sentido subjetivo es aquelio a que se refieren las le- yes psicoldgicas de asociacidn; tiene un cardcter sensible, representativo. La imagen en sentido objetivo pertenece a la légica y es esencialmente no sensible, si bien el término que se refiere a una imagen objetiva fre- ‘cuentemente connota también una imagen subjetiva, la cual, sin embar- 0, no es su referencia, La imagen subjetiva suele ser demostrablemen- te distinta en distintos hombres, mientras que la objetiva es la misma \ | LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITAUETICA 55 Ja aritmética seria psicologia. ¥ lo es tanto como Ia astrono- mia. As{ como ésta no se ocupa de las imagenes de los pla- neta, sino de los planetas mismos, tampoco el objeto de la aritinética es una imagen, Si el dos fuera una imagen, ésta gerfa ante todo solamente mia, La imagen que tiene otro es ya, en cuanto tal, otra imagen. Entonces tendriamos quiz Inuchos millones de doses. Deberia decirse: mi dos, tu dos, tun dos, todos los doses. Si se aceptan imagenes latentes 0 jnconscientes, se tendrfan también doses inconscientes, que ms tarde volverian a ser conscientes. Con los seres huma- pos'en crecimiento, irfan surgiendo nuevos doses, y quién sabe si, con el paso de Ios milenios se modificarian tanto que legaria a ser 2X2=5. A pesar de todo esto, seria dudoso que hubiera infinitos nimeros, como se cree generalmente. Quizé 10! seria solo un signo vacio y no habria en ningiin ser alguna imagen que pudiera designarse asi. ‘Vemos a qué maravillas se llega cuando se concreta algo [més la idea de que el nimero es una imagen, Y legamos a la } conclusién de que el namero no es ni espacial ni fisico, como Hos montones de guijarros 0 de nueces de Mill, ni tampoco es subjetivo, como las imagenes, sino no sensible y objetivo. | El fundamento de su objetividad no puede radicar en las | impresiones sensoriales, que, en cuanto afecciones de nues- | tra mente, son completamente subjetivas, sino que sdlo pue- | de radicar, hasta donde alcanzo a ver, en la razén. L™ Seria asombroso que la ciencia mas exacta se basara en la psicologia, que todavia anda a tientas, insegura. El mimero como conjunto 28. Algunos autores definen el mimero como un conjun- to, una multiplicidad 0 pluralidad. El inconveniente radica aqui en que los nimeros 0 y 1 quedan excluidos del concep- to. Las expresiones anteriores son bastante vagas: tan pronto se acercan més al significado de «montén», «grupo», «agregar do» —con lo cual se piensa en una yuxtaposicién espacial—, para todos. Las imAgenes objetivas pueden dividirse en objetos y con- ceptos. Para evitar confusiones, usaré «imagen» s6lo en sentido sub- Jetivo, Debido a la asociacién de ambos significados en esta misma pa- Jabra, dio Kant a su doctrina un matiz muy subjetivo, idealista, di caltando el hallazgo de sus verdaderas opiniones. La distincidn hecha aqui esté tan justifiada como Ia distincién entre psicologia y logica. iOjald se deslindaran éstas siempre rigurosamente! 56 GOTTLOB FREGE como se usan, otras veces, casi como equivalentes a «ntime. To», slo que mas vagamente. En una tal definicién no puede enconirarse, por tanto, un andlisis del concepto de mimero, Thomae '” exige, para’ la construccin del mimero, que a diferentes conjuntos de objetos se les dé diferentes nombres. Con ello se refiere, evidentemente, a que hay que determinar con mayor precisién esos conjuntos de objetos, respecto de los cuales la denominacién es solamente el signo externo. La cuestin es saber de qué tipo ha de ser esta determinacién, Esta claro que no surgiria la idea de ntimero si se quisieran introducir nombres para «3 estrellas», «3 dedos», ¢7 estre- Has», en los cuales no se puede ver ningtin componente co. miin. No se trata de dar nombres sin mis, sino de que se designe por si mismo Jo que es el ntimero en estas denomi- naciones, Para ello es necesario que reconozcamos a éste en su peculiaridad, Ademés, hay que tener en cuenta el punto de discrepancia siguiente: algunos dicen que el ntimero es un conjunto de cosas u objetos; otros lo definen, como ya hizo Buclides,* como un conjunto de unidades. Esta ultima expresin requie- re una discusién especial. ® Elementare Theorie der analytischen Functionen (Teorta elemen- tal de tas funciones analiticas), D. © Blementos, libro 7°, al pri DIO! Movds €or, x20"Ay Exaarov rév Grrev By Mbyerat, "ApiOuds 38 +8 dx povdBav ouyxelevoy mAO0G. («Unidad es aquello segtin lo cual, cada cosa que existe se dice que es tuna, Numero es lo que esté compuesto de una reunién de unidadess) Capitulo tercero Opiniones sobre la unidad y el uno aBxpresa el numeral cunoy una propiedad de objetos? 29. En las definiciones que Euclides da al principio del libro 7.° de los Elementos, tan pronto parece que con la pa- abra . Al justi ficar Baumann su opinién de que las cosas exteriores no re. Presentan unidades rigurosas por el hecho de que tenemos la libertad de considerarlas como multiplicidades, abandona también la indescomponibilidad como caracteristica de la uni dad en sentido estricto. Al elevar la cohesién interna a la categoria de lo incondicionado, es evidente que se pretende obtener una caracteristica de la unidad que sea independiente de puntos de vista arbitrarios. Este intento fracasa porque entonces no quedarfa casi nada que pudier’a ser llamado uni- dad y que pudiera ser contado. Por esto se da en seguida un Paso atras y no se propone como caracteristica la indescom. ponibilidad misma, sino al ser pensado como indescomponible. Con ello se Mega de nuevo a la anterior concepcién vacilante. é¥ se gana realmente algo con pensar las cosas de manera distinta a como son? {Todo lo contrario! De una hipétesis falsa pueden seguirse consecuencias falsas. Pero si no se quiere inferir nada de la indescomponibilidad, entonces, ¢de qué sirve? Si se puede, e incluso se debe, abandonar algo del rigor del concepto sin perjuicio, entonces, gpara qué tanto rigor? O quizés lo que hay que hacer es no pensar en Ja descomponibilidad. {Como si con una carencia de pensa- miento pretendiera conseguirse algo! Pero hay casos en los que no se puede evitar el pensar en la descomponibilidad, en Jos que una conclusién se basa en la composicién de la unidad; por ejemplo, en el problema: un dia tiene 24 horas, gcudntas horas tienen tres dias? Schularithmetik (Aritmética escolar). Bisenach, 1847, pp. 5 y 6 LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 6 gSon las unidades iguales entre si? 4h. Ast, pues, fracasa todo intento de definir la propiedad ‘ tiene aqui un signifi cad especial. jora podemos responder facilmente a la pregunta de cé- mo puede reconciliarse la igualdad con la indivisibilidad de las umidades. La palabra «unidad» se emplea aqui en un doble sentido. Iguales lo son las unidades en el sentido antes expli- cado de la palabra, En el enunciado: «Jtipiter tiene cuatro lu- nas», Ia unidad es «luna de Kipiter». Bajo este concepto caen tanto I como IT, como IIT, como IV. De ahi que pueda decirse: jaunidad a la que se refiere I es igual a Ia unidad a Ia que se refiere II y asf sucesivamente. Con esto tenemos la igualdad. Pero si se afirma que las unidades son distinguibles, se enten- deré por ella la capacidad de distincién de las cosas contadas. Capitulo cuarto El concepto de ntimero Cada nimero es un objeto independiente * 55. Después de haber visto que una asignacién de niime- ro contiene una afirmacién sobre un concepto, podemos tra- tar de completar las definiciones leibnizianas de cada uno de los nimeros con las definiciones del 0 y del 1. Parece natural definir: a un concepto le corresponde el nt mero 0 cuando ningiin objeto cae bajo él. Pero aqut parece que el 0 ha sido reemplazado por «ningun», que tiene el mis- | mo significado; por esto es preferible la siguiente formula. cién: a un concepto le corresponde el mimero 0 cuando, sea lo que sea a, vale con toda generalidad el enunciado de que a ino cae bajo este concepto. | De manera similar podria decirse: a un concepto F le co- | mresponde el mimero 1, cuando, sea lo que sea a, no vale con |. toda generalidad el enunciado de que a no cae bajo F, y cuan- | do de los enunciados «a cae bajo Fo y «b cae bajo F» se sigue con toda generalidad que a y b son el mismo. Solo falta atin definir el paso de un mimero al siguiente, | Intentamos la siguiente formulacién: al concepto F le corres. ponde el ntimero (n+1) cuando existe un objeto a que cae bajo F y tal que al concepto «que cae bajo F, pero no a», le | corresponde el nimero n. 56. Estas definiciones surgen de una forma tan natural después de nuestros resultados anteriores, que es precisa una discusion especial de por qué no nos bastan, * Utilizaremos Jos términos «objeto independienter y «auténomos Indistintamente, como traduccién equivalente del alemén eselbstaindigy, ue retine ambos matices; es decir, se trata de un objeto que existe © subsiste por si mismo, independicntemente de otros objetos, un ob- eto que es «autosuficientes. (N. del 1.) 6 2 GOTTLOB FREGE Los inconvenientes provendran ante todo de Ia ultima de. finicién; pues, tomado estrictamente, el sentido de la expre. sién «al concepto G le corresponde el mimero n» nos es tan desconocido como el de la expresién «al concepto F le corres. ponde el mimero (n-+1)». Cierto que por medio de esta tiltima definicién y de la pentiltima podemos decir lo que significa «al concepto F le corresponde el mimero 1+1», y luego, utilizando esto, podemos indicar el sentido de la ex. presién «al concept F le corresponde el mimero 141+», etc; pero, mediante nuestras definiciones, nunca podremos decidir —para dar un ejemplo burdo— sia un concepto le corresponde el ntimero Julio César, ni si este famoso conquis. tador de las Galias es un mimero 0 no. Ademés, con el auxilio de nuestros intentos de definicién, no podemos demostrar que debe ser a=b, cuando al concepto F Ie corresponde el ntime- ro ay cuando al mismo le corresponde el nimero b. La expre- ién «el numero’ que corresponde al concepto F» no podria justificarse, por tanto, y as{ seria en general imposible pro- bar una igualdad numérica, porque nunca podriamos conce. FE | | bir un nimero determinado. Hemos definido el 0 y el 1 sdlo | aparentemente; en realidad, s6lo hemos fijado el sentido de las frases «el mimero 0 corresponde a», «el mamero 1 corresponde a»; pero de ahi no resulta que esté permitido distinguir el 0 y el 1 como objetos independientes, reconocibles siempre que se quiera. 57. Este es el Iugar en que conviene examinar més de cerca nuestra expresién de que una asignacién de mimero con- tiene una afirmacién sobre un concepto. En el enunciado eal concepto F le corresponde el ntimero 0», 0 es tnicamente una parte del predicado, si consideramos el concepto F como su- jeto real. Por esto he evitado llamar a un ntimero como 0, 1, 2, propiedad de un concepto. Cada uno de los mimeros apare- ce como objeto auténomo, precisamente porque constituye tnicamente una parte de la afirmacién, Més arriba ya he he- cho notar que se dice «el 1», con lo cual, por medio del articu- LOS FUNDAMENTOS DE LA ARETMCETICA 83 Jo determinado, 1 es caracterizado de objeto. Esta autonomia aparece, en la aritmética, por todas partes, por ejemplo, en Ia jgualdad 14+1=2. Dado que aqui nos interesa constituir el contepto de mimero de modo que sea ttil para Ja ciencia, no debe embarazarnos el hecho de que en el uso cotidiano’ del Jenguaje, el nimero aparezca también con un caracter atribu- tivo. Esto siempre puede evitarse. Por ejemplo, el enunciado , De este modo, estableceremos un criterio general para la igual dad de néimeros. Después de haber conseguido un medio tal de concebir un nimero determinado y de reconocerlo como el mismo, podremos darle un numeral como nombre propio. 63. Un medio tal lo mencioné ya Hume:* «Si se combi- nan dos ntimeros de manera que el uno tenga siempre una unk 5 Baunann: Op. cit, t. TT, p. 56. | | LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 87 dad que corresponda a toda la unidad del otro, entonces los declararemos iguales.» Parece que en tiempos recientes, la opipién de que la igualdad de ntimeros debe definirse median- te una aplicacién biyectiva ha recibido muy buena acogida por parte de los matematicos.* Pero se presentan aqui en seguida ciertos inconvenientes y dificultades légicas, que no debemos sar por alto, sin antes examinarlos. La relacién de igualdad no se da solamente entre los ni- meros. De esto parece desprenderse que esta relacién no debe definirse especialmente para este caso. Habria que pensar que el concepto de igualdad ha sido fijado de antemano, y que Juego, partiendo de é1 y del concepto de mimero, deberla in- ferirse cuéndo son iguales los mimeros, sin que fuera preciso afiadir para ello una definicién especial. Contra esto hay que observar que todavia no hemos fijado el concepto de niimero, sino que éste quedard determinado ‘inicamente mediante nuestra definicién. Nuestro propésito es formar el contenido de un juicio que pueda concebirse como tuna ecuacién tal, que cada uno de sus miembros sea un mi mero. No pretendemos, pues, definir la igualdad especialmen- te para este caso, sino obtener, mediante el concepto ya cono- ido de igualdad, lo que debe ser considerado igual. Natural- mente, esto pareceré un tipo muy extrafio de definicién, que ciertamente todavia no ha sido estudiado suficientemente por Jos légicos; pero que este modo de definir no es inaudito, pueden mostrarlo algunos ejemplos. 64, El juicio: «la recta a es paralela a Ia recta b», simbé- ficamente a/ /b, puede tomarse como una ecuacién. Si lo hacemos asi, obtene- mos el concepto de direccién y podemos decir: «la direccién de la recta aes igual a la direccién de la recta by. Sustituimos, pues, el signo // por el més general de «=», distribuyendo el contenido particular del primero entre a y b. Fragmenta- mos el contenido de manera distinta a la originaria y obtene- « V. E, Scurntoar: Op. cit, pp. Ty 8. E. Kossas, Die Elemente der Arithmetik, Programm des Friedrichs-Werder'schen’ Gymnasiums (Los elementos de la Aritmética. Programa del Instituto de segunda ensefian- 24 Friedrich Werder). Berlin, 1877, p. 16, G. Cantor, Grundlagen einer allgemeinen Mannigfaltigkeitslehre (Fundamentos de’una teoria general de multiplicidades). Leipzig, 1833. 88 GOTTLOB FREGE ‘mos as{ un nuevo concept. Naturalmente, es frecuente que Ta cuestién se conciba al revés, y algunos maestros definen; rectas paralelas son aquellas que tienen la misma direccién, El enunciado: «si dos rectas son paralelas a una teréera, son paralelas entre sf», puede demostrarse muy cémodamente, apelando al enunciado de igualdad formulado anélogamente’ iLastima, sdlo, que el verdadero estado de cosas se ponga, en este caso, invertido! Pues, sin duda, todo lo geométrico debe ser originariamente intuitive. Y yo me pregunto si alguien tiene alguna intuicién de Ia direccién de una recta. De la ree. ta se tiene una intuicién, ciertamente, pero gacaso en Ia intui. cidn de esta recta se distingue ademés su direccién? (Dificil. mente! Este concepto se descubre tan sélo a través de una actividad intelectual dependiente de la intuicion. En cambio, se tiene una imagen de las rectas paralelas. La demostracién antes mencionada se consigue sdlo presuponiendo subrepti- ciamente, con el uso de la palabra «direcciéns, Io que hay que demostrar; pues si el enunciado: «si dos rectas son paralelas ‘una tercera, son paralelas entre si» fuera incorrecto, enton- ces a/ /b no se podria transformar en una ecuacién, Andlogamente, del paralelismo de planos puede obtenerse un concepto que corresponde a la direccién de las rectas, Para denominarlo he visto escrito el nombre «orientaciéno, De la semejanza geométrica se deriva el concepto de forma, de modo que, por ejemplo, en vez de «ambos tridngulos son’ se- mejantes», se dice: «ambos triéngulos tienen igual forma» 0 «la forma de un trigngulo es igual a Ia forma del otro». Asi, de Ia semejanza colinear de figuras geométricas puede obte- nerse un concepto, al que todavia falta dar un nombre. | 65. Para pasar ahora, por ejemplo, del paralelismo? al | concepto de direccién, intentemos la siguiente definicion: el enunciado | sla recta a es paralela a la recta b» tiene el mismo significado que «la direccién de Ja recta a es igual a la direccién de la recta bo. ? Para poderme expresar mis cémodamente y ser comprendido més fécilmente, hablaré aqui del paralelismo. Lo esencial de esta discu: sién puede traducirse fécilmente al caso de Ia igualdad numérica, LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 89 Esta definicién se aparta de lo acostumbrado en la medi- da en que aparentemente determina algo més la relacién ya congcida de igualdad, mientras que, en realidad, deberia in- fucir Ja expresién «la direccién de Ia recta a», la cual s6lo aparece de pasada. De aqui surge una segunda objecién: Ia de que con semejante estipulacién podriamos entrar en con- tradiccién con las leyes conocidas de Ia igualdad. ¢Cudles son éstas? En cuanto verdades analiticas, podran ser formuladas a partir del concepto mismo. La definicién de Leibniz es:* «Eadem sunt, quorum unum potest substitui alteri salva veritate.»® Adoptaré esta definicién de 1a igualdad. Que se diga, como Leibniz, «lo mismo», o bien «igual» es irrelevante. «Lo mismo» parece expresar ciertamente una coincidencia perfecta, «igual» sélo una coincidencia en este 0 aquel respecto; pero se puede adoptar un modo de hablar en el que desaparezca esta diferen- cia, diciendo, por ejemplo, en vez de «los segmentos son igua- Jes en longitudy, «las longitudes de los segmentos son igua- les» 0 elas mismas»; en vez de «las superficies son iguales en color», «los colores de las superficies son iguales». Y asi es como hemos utilizado este término antes en los ejemplos, Aho- ra bien, es en la sustituibilidad generalizada, de hecho, en don- de estén incluidas todas las leyes de la igualdad. Para justificar nuestro intento de definicion de la direccién de una recta, deberiamos mostrar, pues, que la direccién de a puede sustituirse en todas partes por la direccién de b, cuando la recta a es paralela a la recta b. Esto queda simpli- ficado, en primer lugar, por el hecho de que, con respecto a la direccién de una recta, no conocemos otra aseveracién po- sible que la de coincidencia con Ia direccién de otra recta. Solo necesitarfamos, pues, demostrar la sustituibilidad en una ‘Non inelegans specimen demonstrandi in abstractis (ed. de Erd- mann, p. 94). 'B08 Cosas son lo mismo, si una de ellas puede ser sustituida Por la otra sin perjuicio de Ia verdad.» (N, de! 7) 90 GorrLos FREGE igualdad de este tipo o en contenidos que incluyeran tales igualdades como elementos componentes.!® Todas las demés aseveraciones sobre direcciones deberian ser definidas prime- ro, y para estas definiciones, podemos estipular la regla de que debe admitirse la sustituibilidad de la direccién de una recta por la de otra paralela a ella. 66. Pero una tercera objecién puede alzarse todavia con- tra nuestro intento de definicién, En el enunciado «la direccién de a es igual a la direccién de b», Ja direccién de a aparece como objeto," y con nuestra defini- cién tenemos un medio de reconocer este objeto, cuando apa. rezca quizas bajo otro ropaje, pongamos por caso, como di- reccién de b. Pero este medio no es suficiente para todos los, casos. Siguiéndolo, no se puede decidir, por ejemplo, si Ingla- terra es lo mismo que la direccién del eje de la Tierra. (Que se nos perdone este ejemplo que parece absurdo! Naturalmen- te, nadie confundira Inglaterra con el eje de la Tierra; pero esto no es un mérito de nuestra definicién. Esta no nos dice nada acerca de si el enunciado ala direccién de a es igual a q> debe ser afirmado o negado, si q mismo no viene dado en la forma «la direccién de b». Nos falta el concepto de direccién; pues, si lo tuviésemos, podriamos establecer: si q no es una direccién, hay que negar el enunciado anterior; si q es una di- reccién, habré que decidirlo segén Ia definicién de antes. Nos vemos tentados a dar la definicién: qes una direccién, si hay una recta b, cuya direccién es q. ® En un juiclo hipotético, por ejemplo, una igualdad de direccio- nes podria aparecer como condicién como consecuencia. Pop) articulo determinado alude a este hecho. Para mf, un com cepto es un predicado posible de un contenido de juicio singular; ob- Jeto es un sujeto posible de un contenido tal, Si en el enunciado’ ‘a direccién del eje del telescopio es igual a la direccién del eje de la Tierras, tomamos la direccién del eje del telescopio como sujeto, entonces et predicado «igual a Ia direcctén del eje de Ia Tierra» es el predicado. Pero la direccién del eje de la Tierra es solamente una parte del pre dicado; es tin objeto, puesto que también puede tomarse como sujeto. LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITNUETICA on Pero esté claro, entonces, que hemos cafdo en un cfrculo, Para poder aplicar esta definicién, debemos saber ya en cada caso, sief enunciado «q es igual a la direccién de b» debe ser afirmado o negado. 61. Si quisiéramos decir: g es una direccién, si se ha introducido segin Ja definicién arriba formulada, entonces tomariamos el modo en que el objeto q ha sido introducido como propiedad del mismo, lo cual no es cierto. La definicién de un objeto, en sf misma, no afirma en realidad nada sobre el objeto, sino que fija el significado de un signo. Después de haber ocurrido esto, se transforma en un juicio, que trata del objeto; pero ahora ya no lo introduce y sé halla al mismo nivel que otras afirmaciones hechas sobre él. Si se eligiera esta solucién, se presupondria que un objeto sélo puede darse de una tinica manera; pues, de lo contrario, del hecho de que q no hubiera sido introducido por nuestra definicién, no se seguiria que no puede ser introducido asi. Todas las ecua- ciones se reducirfan a afirmar que se reconoce como igual aquello que nos viene dado de la misma manera. Pero esto es tan obvio y estéril que no merecerfa la pena afirmarlo. De ‘hecho, no se podria sacar ninguna conclusién que fuera dis- tinta de cada uno de los presupuestos. La aplicabilidad mdl- tiple y significativa de las ecuaciones proviene més bien de que con ellas se puede reconocer algo que se ha dado de ma- neras distintas. 68. Dado que de este modo no podemos obtener ningéin concepto claramente delimitado de la direccién y, por los mismos motivos, tampoco lo podemos obtener para el miime- ro, probemos otra via. Si la recta a es paralela a la recta b, la extensién del concepto «recta paralela a la recta a» es igual a la extensién del concepto «recta paralela a la recta b», y recfprocamente: si las extensiones de estos conceptos son iguales, a es paralela a b. Intentemos, pues, definir: La direccién de la recta a es la extensién del concepto «paralelo a la recta as. La forma del triangulo t es la extensién del concepto «se- mejante al tridngulo t». Si queremos aplicar esto a nuestro caso, en lugar de rectas © de triéngulos, tenemos que poner conceptos, y en lugar del paralelismo o de la semejanza, la posibilidad de establecer una aplicacién biyectiva entre los objetos que caen bajo un 92 GOTTLOB FREGE ec jn in aras de la brevedad, concepto y los que caen bajo el otro. En aras diré que el concepto F es equinumérico al concepto G, si existe la antedicha posibilidad; pero pido que este térming se tome como una designacién escogida arbitrariamente, cuyo significado no debe inferirse de su composicién lingiifstica, sino de esta estipulacién. Por consiguiente, defino: el nimero que corresponde al concepto F es Ia extensién del concepto «equinumerico al concepto F», 69. De momento, quizé sea poco evidente que esta defi. nicién es adecuada, ¢Pues no se entiende por extensién de un concepto algo distinto? Lo que se entiende por ella resulta claro de las afirmaciones basicas que se pueden hacer sobre Jas extensiones de conceptos. Son las siguientes: 1. La igualdad. 2, Que el uno abarca més cosas que el otro. Ahora bien, el enunciado: : Ja extensién del concepto «equinumérico al concepto Fr es igual a la extensién del concepto «equinumérico al con. cepto G» es verdadero si y sélo si también es verdadero el enunciado 7 «al concepto F le corresponde el mismo niéimero que al concepto G», En esto hay, pues, acuerdo completo. Cierto que no se dice que un mimero abarca més cosas + Se inaice al eminent, on eng Hee, uel elo ten tech He eg ease es erase {of eta euler PE ee esata dine se a ed aaa, Pe de iD Smee Ste ncn ane ete fy mie soon ane 2 ANE an ce a ma Sim oe renin pune ser de aman ci, in xia Sao gu pte cps pins ning eon ey as ses pies x tata ee LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMTICA 3 que otro, en el sentido que Ia extensién de un concepto abarca més cosas que Ia de otto; pero tampoco puede pre. septarse el easo de que Ja extensién del concepto «equinumérico al concepto F» abarque mas cosas que la extensiGn del concepto , imaginamos que sustituimos a y A por otros objetos cuales. | quiera, la parte que queda inmodificada en este enunciadg | constituye la esencia de Ia relacién, Generalicemos esto. | Si en el contenido de un juicio que trata de un objeto a | y de un objeto b, separamos a y b, nos quedard un concepto | relacional, que, por consiguiente, deberé ser doblemente completado. Si en el enunciado «da Tierra tiene més masa que la Luna», I separamos ela Tierra», obtenemos el concepto «tiene mis ‘masa que la Lunas. Si, en cambio, separamos el objeto ela Luna», obtenemos el concepto «tiene menos masa que la Tierra>. Si separamos ambos a Ia vez, nos queda un concepto relacional, que por sf solo tiene tan poco sentido como un concepto ‘simple: exige siempre una complecién para con. vertirse en un juicio con contenido. Pero esta complecién pue- de ocurrir de diversas maneras: en vez de la Tierra y la Luna, puedo poner, por ejemplo, el sol y la Tierra, y por ello se efectia precisamente Ia separacién. Cada uno de los pares de objetos correlacionados esté enlazado con el concepto relacional —podria decirse como sujeto— de manera andloga a como lo esta el objeto individual con el concepto bajo el cual cae. El sujeto, en nuestro caso, es compuesto. A veces, cuando la relacién es reversible, esta situacién también queda de manifiesto en el lenguaje, como en el enunciado «Peleo y Tetis eran los padres de Aquiles».™ En otros casos, como, por ejemplo, en el enunciado «la Tierra es mayor que la Luna», apenas serfa posible reproducir el contenido del mismo de tal modo que ela Tierra y la Luna» apareciese como sujeto compuesto, porque el «y» siempre | indica una cierta equiparacién. Pero esto no atafie a la} cuestién, El concepto relacional, pues, 1o mismo que el simple, per tenece a Ja légica pura. No nos interesa aqui el contenido particular de la relacién, sino solamente la forma légica. Y sea lo que sea lo que pueda afirmarse sobre ésta, se trataré % Este caso no debe ser confundido con aquel en que el sy» sélo aparentemente une los sujetos, tratandose en realidad de dos enuncis ciados, F LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITAUETICA 95 de algo conocido analiticamente y a priori. Esto es vilido tan- to para los conceptos relacionales como para los demés. ‘Asf como «a cae bajo el concepto F» ¢s la forma general del contenido de un juicio, que trata de un objeto a, también puede admitirse que «a se halla en Ja relacién © con b» ¢s la forma general del contenido de un juicio, que trata del objeto a y del objeto b. 71. Ahora bien, si todo objeto que cae bajo el concepto F, se halla en la relacién con un objeto que caiga bajo el con- cepto G, y si con todo objeto que cae bajo el concepto G esta ena relacién © un objeto que cae bajo F, entonces los obje- tos que cacn bajo F y G estén correlacionados por la re- lacién ©. Todavia podemos preguntar qué significa la expresion. «todo objeto que cae bajo F, se halla en la relacin @ con tun objeto que cae bajo G», cuando ningtin objeto cae bajo F. Lo que entiendo por esto es: Jos dos enunciados «a cae bajo Fo y «ano sc halla en la relacién @ con ninguno de los objetos que caen bajo G» no pueden coexistir juntos, sea lo que sea Io que a designe, de modo que, o bien el primero, o bien el segundo, o bien ambos a la vez son falsos. De aqui se desprende que «todo objeto que cae bajo F esta en la relacién @ con un objeto que cae bajo G», cuando no existe ningtin objeto que caiga bajo F, porque entonces hay que negar siempre el primer enunciado «a cae bajo Fs, sea lo que sea a, Asimismo, el enunciado 96 GOTTLOB FREGE «con cada objeto que cae bajo G, esté en la relacién @ un objeto que cae bajo Fx, ‘ significa que ambos enunciados «a cae bajo G» y «ninguno de Ios objetos que caen bajo F se halla en la relacién @ con a> no pueden coexistir juntos, sea lo que sea a. : 72. Hemos visto, pues, cuando los objetos que caen bajo los conceptos F y G estan correlacionados por la relacién @, Ahora bien, esta correspondencia debe ser aqui univoca en ambos sentidos."* Lo que entiendo por esto es que son vali dos los dos enunciados siguientes: . 1. Sid estd en la relacién @ con a, y si d esté en la rela cién @ con e, entonces, en general, sean lo que sean d, a y ¢, aes lo mismo que e. A 2. Sid esté en la relacién @ con a, y si b esté en la rela cién © con a, entonces, en general, sean lo que sean d, b y a, des lo mismo que b. a Con ello hemos reducido Ia aplicacién biyectiva a una rela- cién puramente légica y ahora podemos defini la expresion «el concepto F es equinumérico al concepto G» significa lo mismo que la expresién . De este modo se ha definido el concepto de mimero, claro que aparentemente por si mismo, pero, con todo, no nos he- mos equivocado, porque «el ntimero que corresponde al con- cepto F» ya ha sido definido antes. 73. Ahora queremos mostrar que el nimero que corres- ponde al concepto F es igual al nimero que corresponde al concepto G, si el concepto F es equinumérico al concepto G. Naturalmente, esto suena a tautologia, pero no lo es, ya que al significado del término «equinumérico» no proviene de su ‘composicién lingilistica, sino de la definicién que acabamos de dar. Con otras palabras: hay que demostrar que, bajo este presupuesto valen, generalmente, los enunciados: si el concepto H es equinumérico al concepto F, entonces también es equinumérico al concepto G; y si el concepto H es equinumérico al concepto G, entonces también es equinumérico al concepto F. El primer enunciado equivale a decir que existe una rela- eign que aplica biyectivamente los objetos que caen bajo el concepto H a los objetos que caen bajo el concepto G, si existe una relacién @ que aplica biyectivamente los objetos que caen bajo el concepto F a los que caen bajo el concepto G, y si existe una relacién W que aplica biyectivamente los obje- tos que caen bajo el concepto H a los que caen bajo el con. cepto F. La siguiente ordenacién de las letras hard esto més claro: HWFOG. Tal relacién puede indicarse de hecho: do de juicio ¢ halla en el conteni- 98 GOTTLOB FREGE a | eexiste un objeto con el que c esté en Ia relacion ¥, y que | esta con b en la relacién S», si separamos ¢ y b de abi (es decir, si los consideramos como ‘términos de la relacién). Puede mostrarse que esta relacién es biyectiva, y que aplica los objetos que caen bajo el concepto a los que caen bajo el concepto G. De manera similar puede demostrarse también el segundo enunciado.® Espero que estas indicaciones sean suficientes para hacer ver que en todo esto no necesitamos tomar como fundamento de la prueba la intuicién, y que nuestras defini ciones pueden servir para algo. 74, Podemos pasar ahora a las definiciones de cada uno de los mimeros. Dado que bajo el concepto «desigual consigo mismo» no cae nada, defino: 0 es el mimero que corresponde al concepto «desigual consigo mismo». Quizé resulte chocante que yo hable agui de un concepto, Puede que se objete que en ello esté contenida una contradic cidn, y se recuerden nuestros viejos. tépicos, tales como el hierro de madera y el circulo cuadrado, Ahora bien, yo creo que estos tiltimos no son tan malos como se Jes pinta. Cierto que no son precisamente muy titiles; pero no pueden causar | ningin dafio, siempre que no se presuponga que algo cae bajo tllos; y esto no se presupone por el mero uso de los concep- tos. Que un concepto contenga una contradiccién, no siempre es tan evidente que no necesite de alguna investigacion; para ello, primero hay que tenerlo y tratarlo légicamente como cualquier otro concepto. Todo To que de parte de Ja légica y para el rigor de la demostracién puede exigirse de un com | cepto, es una delimitacién clara seguin la cual para cada objeto esié determinado si cae bajo el concepto dado o no. Pues bien, esta exigencia es satisfecha completamente por los con- ceptos que contienen una contradiccién, tales como «desigual consigo mismo», pues de todo objeto se sabe que no cae bajo tal concepto.'* Lo mismo para el reciproco: si el mimero que corresponde al concepto F es €] mismo que el ale corresponde al concepto G, entonces fl concepto F es equinumérico al concepto G. f Cuestién totalmente distinta es la definicién de un objeto a parts de un concepto bajo el cual el primero caiga, La expresion ela mayor LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMUSTICA 99 Empleo el término «concepto» de modo que ) «a cae bajo el concepto F> ‘es la forma general del contenido de un juicio, que fc lo de » que trata de un objeto a y que sigue siendo un juicio, sea lo que sea lo que reemplace a a. Y en este sentido, «a cae bajo el concepto desigual consigo mismo»; tiene el mismo significado que «a es desigual consigo mismo» ° «a no es igual a a>. Para Ia definicién del 0, podria haber tomado cualquier otro concepio bajo el cual no caiga nada. Pero me interesaba elegir uno del que pudiera demostrarse esto tiltimo con me- dios puramente légicos; y para ello, el mas cémodo que se nos ofrece es «desigual consigo mismo», entendiendo por igual» la definicién antes mencionada de Leibniz, que es puramente Idgica. 75. Mediante las estipulaciones anteriores, : ani puede demos- trarse ya que cualquier concepto, bajo el cual nada caiga, es equinumérico a cualquier otro concepto, bajo el cual nada caiga, y solamente con uno tal, de lo cual resulta que 0 es el nimero que corresponde a semejante concepto, y que ningiin objeto cae bajo un concepto cuando el mimero que correspon. dea éste es el 0. Supongamos que no cae ningtin objeto ni baj bongs jjeto ni bajo el concep- to F ni bajo el concepto G; para demostrar la equinumeriey fracci6n propia», por ejemplo, no tiene ningin contenido, sEleuo decrmitaio manifesta i pretension de telesise tn Obieto flcrminado. ‘Por el contario, el concepto «traceon. que es_mchor auc I'y que estd formada de tol manera que ninguna traccién que sea Menor gue 1 la sobrepasa en magnitude es totalmente inobjetable. y are poder demostrar qe no exist tal fracton, ae necesita ineisd fste concepto, si bien contiene na contradiesion. Pero’ si se fefinir un objeto mediante este concepto, seria neve do cas0, tpi un obeto media to, sein necesario, en todo caso, 1 Que bajo este concepto cae un objet. 2. Que bajo él cae un tinico objeto. Dado que ya el primer ertuneiado es falso para ela mayor fraccién ropia, resulta que esta expresion earece de Sonido. 100 GOTTLOB FREGE dad, necesitamos una relacién @, para la cual valgan los enunciados: todo objeto que cae bajo F esté en la relacién @ con un objeto que cae bajo G; con todo objeto que cae bajo G esta un objeto que cae bajo F en la relacién 2. Después de lo que antes se ha dicho sobre el significado de estas expresiones, por hipétesis cumple estas condiciones cualquier relacién; por tanto, también la igualdad, que ade. ectiva, pues con ella se cumplen los dos enunciados idos para ella. | Si, por el contrario bajo G cae un objeto, por ejemplo, a mientras que bajo F no cae ninguno, entonces los dos enn. ciados «a cae bajo G» y «ninguno de los objetos que caen bajo F esta con a en la relacién 2» son vlidos conjuntamente para toda relacién @; pues el pri- mero es verdadero por la primera hipétesis, y el segundo lo es por la segunda. En efecto, no existe ningiin objeto que caiga bajo F, tampoco habré ningtin objeto que esté en una relacién cualquiera con a. No existe, pues, ninguna relacién que, segiin nuestra definicién, aplique los objetos que caen bajo F a los que caen bajo G, y, por consiguiente, los concep. tos F y G son no equinuméricos. 76. Ahora voy a definir la relacién en la que estén dos miembros adyacentes de la serie de los nimeros naturales, El enunciado: «existe un concepto F y un objeto x que cac bajo él de tal tipo que el nimero que corresponde al concepto F es 1, y que el mimero que corresponde al concepto “que cae bajo F, pero no es igual a 2” es m> se tomaré como equivalente a sigue inmediatamente al 0 en la serie de los nimeros naturales. Si definimos ahora: Jes el nimero que corresponde'al concepto «igual a 0>, podemos expresar el tiltimo enunciado ast: 1 sigue inmediatamente al 0 en Ja serie de los néimeros na- turales. Quizé no sea superfluo hacer notar que Ia definicién del 1 no presupone ningiin hecho observado,"* para su legitimidad objetiva; pues es facil confundirse por el hecho de que deben cumplirse ciertas condiciones subjetivas para hacernos po- sible la definicién y de que a esta definicién nos inducen percepciones sensoriales.*® No obstante, todo esto puede ser ® Véase Ia nota anterior, ® Enunciado sin generalidad. * V. B. ERDMANN: Die Axiome der Geometrie (Los axiomas de ta ‘teometria), p. 164 102 GOTTLOB FREGE correcto, sin que los enunciados deducidos dejen de ser a prio. ti, Entre tales condiciones est4, por ejemplo, la de que la sangre debe llegar al cerebro en suficiente cantidad y compo. sicién adecuada —al menos, por lo que sabemos—; pero la verdad de nuestro ultimo enunciado es independiente de esto; persiste hasta cuando esto ya no ocurre; ¢ incluso si alguna ver todos los seres racionales se sumieran en un Ie. targo invernal, no por ello desapareceria esa verdad durante todo el letargo, sino que quedaria totalmente inalterada, La verdad-de un enunciado no es justamente su ser-pensada. ‘78. Presento a continuacién algunos enunciados que se demuestran mediante nuestras definiciones. El lector verg facilmente, de una ojeada, cémo puede hacerse esto. 1. Sia sigue inmediatamente a 0 en la serie de Jos mame. ros naturales, entonces es a=1. ‘2, Si Les el niimero que corresponde a un concepto, exis, te un objeto que cae bajo el concepto. 3. Sil es el mimero que corresponde a un concepto F; si el objeto x cae bajo el concepto F, y si_y cae bajo el concey to F, entonces es x=; esto es, x es lo mismo que y. 4, Si bajo un concepto F cae un objeto, y Si de ello se sigue en general que del hecho de que x caiga bajo el con. cepto F y de que y caiga bajo el concepto F, se deduce que ir=y, entonces 1 es el ntimero que corresponde al concepto F, 3 La relacién de m con n, que se establece con el, enun- ciado. an sigue inmediatamente a m en la serie de los nimeros naturales», es biyectiva. | Con esto, todavia no se ha establecido que para cada mimero existe otro que Ie sigue, o al cual el primero sigue inmediatamente en la serie de los ntimeros naturales. 6. Todo nimero, fuera del 0, sigue inmediatamente a un mimero en la serie de los néimeros naturales. 79. Para poder demostrar ahora que a todo mimero (n) le sigue inmediatamente un mimero en la serie de los nitme- ros naturales, hay que presentar un concepto que correspon- de a este tiltimo nimero. Como tal concepto elegimos «perteneciente a la serie de ntimeros naturales que termi- na con n», LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMHETICA 103 que primero tiene que ser definido. ‘Ante todo, voy a repetir con palabras algo distintas la defigicion que he dado en mi obra Begriffschift de la suce- sion en una serie. BI enunciado «si todo objeto con el que x esté en la relacién @ cae bajo el concepto F, y si del hecho de que d caiga bajo el concepto F, se sigue, en general, sea lo que sea d, que todo objeto con el que d, esta en la relacion @, cae bajo el concepto F, entonces y cae bajo el concepto F, sea F el concepto que sea» tiene ¢l mismo significado que «y sigue a x en Ia serie-B> yque «x precede a y en la serie-B», 80. Algunas observaciones a esto no serén superfluas. Como Ia relacién @ se ha dejado indeterminada, Ia serie no debe imaginarse necesariamente bajo la forma de una orde- nacién espacial y temporal, si bien estos casos no estan excluidos. Quiz se podria considerar més natural una definicién dis- tinta, por ejemplo: si, partiendo de x, dirigimos nuestra aten- cién siempre de un objeto a otro con el que esté en Ia rela- cién ©, y si de este modo podemos aleanzar finalmente y, se dira entonces que y sigue a x en la serie-. Esto es un modo de investigar la cuestién, no una defini- cién, Que en la marcha de nuestra atencién alcancemos y, puede depender de ciertas circunstancias accesorias subjeti- vas, por ejemplo, del tiempo que tengamos a nuestra disposi: cién, o de nuestro conocimiento de las cosas, Que y siga a x en fh serie-@, en general, no tiene nada que ver con nuestra atencién ni con las condiciones de su traslacién, sino que es tuna cuestién de hecho, como lo es el hecho de que una hoja verde refleja determinados rayos de luz, tanto si éstos van a parar a mis ojos, produciendo una sensacién, como si no, de que un grano de sal es soluble en agua, tanto si yo lo tiro en el agua y observo el proceso 0 no, y de que sigue siendo soluble incluso cuando yo no tengo ninguna posibilidad de hacer un experimento con él. 104 GorrLos FREGE Mediante mi definicién, la cuestin ha pasado del campo de las posibilidades subjetivas a la determinacién objetiva, De hecho: que de ciertos enunciados se siga otro, es algo objeti. Vo, independiente de las leyes del movimiento de nuestra aten, cién, y para ello da lo mismo que saquemos realmente la conclusion o no, Se trata aqui de un criterio que permite de. cidir la cuestién siempre que ésta pueda plantearse, aunque en casos particulares dificultades externas nos puedan impe. dir Hegar a tal decisién. Esto es irrelevante para la cuestién en sf misma, No siempre tenemos que recorrer todos los miembros intermedios de la serie, desde el primero hasta el objeto de. seado, para estar seguros de que éste se sigue del primero. Si, por ejemplo, en la serie-@ se ha establecido ya que b se sigue de ay que c se sigue de 8, de nuestra definicién podemos con. cluir que ¢ se sigue de a, sin conocer siquiera los miembros intermedios entre ambos pares. ‘Sélo mediante esta definicién de Ia sucesién en una serie es posible reducir la inferencia de n a (n+1), que aparente. mente es peculiar de la matemética, a las leyes légicas gene- rales. 81. Si por la relacién @ tomamos la que se establece en- tre m yn por medio del enunciado «n sigue inmediatamente a m en Ia serie de los niimeros naturales», en vez de «serie-», hablaremos de «serie de los mimeros na- turales», Prosigo definiendo: el enunciado «y sigue a x en la serie-@, 0 y es lo mismo que x» tiene el mismo significado que «y pertenece a la serie-@ que empieza con x» yque «x pertenece a la serie-@ que termina con y», LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITuOTICA 105 Por consiguiente, @ pertenece a Ia serie de los niimeros naturales que termina con », si, o bien n sigue a aen la serie de Ips numeros naturales, o bien es igual a a.*1 2. Hay que probar ahora que —bajo una condicién que todavia hay que dar— el mimero que corresponde al concepto «perteneciente a la serie de los mimeros naturales que termina con n», sigue inmediatamente a n en Ia serie de los nimeros natura- ks. ¥ con ello quedara demostrado que existe un ntimero que sigue inmediatamente a n en Ia serie de los mimeros natura. Jes, por tanto, que no existe ningtin ultimo miembro de esta serie. Es evidente que por via empirica 0 por medio de la induccién, no puede fundamentarse este enunciado. Nos Hlevaria demasiado lejos aqu{ realizar Ia demostracién misma. Sélo indicaremos brevemente sus Iineas generales, Hay que demostrar qu 1. Sia sigue inmediatamente a d en la serie de los niime- ros naturales, y si para d vale que: el mimero que corresponde al concepto «perteneciente a la serie de los mimeros naturales que termina con n» sigue inmediatamente a d en la serie de los ntimeros natura- les, entonces también vale para a que: el ntimero que corresponde al concepto «perteneciente a la serie de los ntimeros naturales que termina con a> sigue inmediatamente a a en la serie de los nimeros natu- rales. En segundo lugar, hay que demostrar que para el 0 vale lo que acabamos de afirmar para d y para a en los enunciados anteriores, y entonces hay que deducir que también vale para 1, si m pertenece a la serie de los ntimeros naturales que em- Pieza con 0, Este modo de inferencia es una aplicacién de la definicién que he dado de la expresién ® Sin no es un némero, sene de los mimeros naturales renda la expresién! entonces s6lo m mismo pertenece a la ‘que termina con m, (Que no nos ‘sor- 106 GOTTLOB FREGE «y sigue a x en la serie de los ntimeros naturales», toméndose como concepto F la afirmacién comin para d y | traay sustituyendo a éstos porO ym | 33.” Para demostrar el enunciado 1 del dltimo apartado, tenemos que demostrar que @ es el niimero que corresponde Hreoncepto «perteneciente a la serie de los mimeros natura. Tes que termina con a, pero que no es igual a a». Y para ello Haye demostrar, a 84 vez, que este concepto es de igual Peteasion que el concepto «perteneciente a la serie de log “iimeros naturales que termina con d>, Para esto se necesita vimereciado de que ningtin objeto que pertenezca a la setie Ge los mimeros naturales que empieza con 0, puede seguirse {si mismo en la serie de los ndmeros naturales. Esto debe Gemostrarse, asimismo, mediante nuestra definicién de suce. sién en una serie, como se ha indicado mas arriba? . Por esto nos vemos obligados a afiadir una condicién al enunciado de que el numero que corresponde al concepto «perteneciente a Ja serie de los mimeros naturales que termina con n», sigue inmediatamente a n en la serie de los mimeros natura. jes; esta condicién es que n pertenezca a la serie de los ni- meros naturales que empieza con 0, Para ello es conveniente una expresién abreviada que defino ahora: el enunciado an pertenece a Ia serie de los mimeros naturales que empieza con 0» tiene el mismo significado que anes un mimero finito». 1 B, sehrdder (Op, ct» p. 2) parce consderar este enunciado op Sx Sed te arco pura gina sna ta ‘én aqui es de notar el inconveniente, perjudica toda su ex: Tambien saul question, de que uno no sibe realmente si el nimero post tc sion oe sgifeat o hen a's justameye Ss um seo, Y cul seta lotr dlnoo, de mods que ten viva esta simi. a asorends odivia dus ton sgtoy sight tone estan Entonces podemos expresar asi el ultimo enunciado: nin- mimero finito se sigue a si mismo en la serie de los ‘Niimeros infinitos 84. A los néimeros finitos se contraponen los infinitos. BI nimero que corresponde al coneepto enitinero finito» es ‘an mimero infinito, Designémoslo por <,. Si fuera finito, no podria seguirse a si mismo en la serie dé los mimeros natu- rales. Pero puede probarse que o , cumple esto. En el ntimero infinito co, as{ definido no radica nada mis- terioso 0 maravilloso: «El himero que corresponde al con- cepto F es oo,» significa ni mas ni menos que: existe una relacién que aplica biyectivamente los objetos que caen bajo el concepto F a los mimeros finitos. Siguiendo nuestras definiciones, esto tiene un sentido perfectamente claro e inequivoco; y esto es suficiente para justificar el uso del signo <>, para asegurarle un significado. Que no podamos formarnos ninguna imagen de un nimero infinito es total- ‘mente irrelevante y, por lo dems, ocurre también con nuime- 10s finitos. Nuestro mimero eo, ‘pose, de este modo, una nituraleza tan determinada como cualquier niimero finito: puede ser reconocido sin duda alguna como el mismo ntime- ro y puede ser distinguido de cualquier otro. 85. Recientemente, en una obra notable,”® G. Cantor ha introducido Ios ntimeros infinitos. Estoy completamente de acuerdo con él en Ia valoracién que hace de la opiniéa segiin la cual s6lo Ios niimeros finitos deben ser admitidos como reales. Sensorialmente perceptibles y espaciales no lo son ni estos tiltimos, ni las fracciones, ni los mimeros negativos, iracionales y'complejos, y si se denomina real lo que actia sobre los sentidos, 0 por lo menos, lo que tiene efectos que pueden dar como consecuencias préximas 0 remotas per- cepciones sensoriales, entonces, naturalmente, no es real ninguno de estos nimeros. Pero tampoco necesitamos estas percepciones como fundamentos para las pruebas de nuestros teoremas. Un nombre o un signo, que haya sido introducido de manera légicamente inobjetable, podemos utilizarlo sin temor en nuestras investigaciones, y por esto esté nuestro nimero co, tan justificado como el dos o el tres. » Op. cit, Leipzig, 1883, 108 GOTTLOB FREGE i: Si bien, segiin creo, concuerdo con Cantor en este punto me aparto de él, en cambio, en cierta medida, por 10 que hace a la denominacién. A mi nimero lo Mama él «potencias mientras que su concepto** de nimero lo refiere a Ja ordena, cién. Para ntimeros finitos, naturalmente, se da una indepen, dencia respecto de su orden en la serie, pero esto no ocurre para los infinitamente grandes. Ahora bien, el uso corriente en el lenguaje de la palabra «mimero» y de la pregunta «:cudn tos?» no contiene ninguna referencia a una determinada on denacién, Bl nimero de Cantor respoude més blen a la pre. | gunta: «¢Qué miembro en la sucesién es el miembro final? Por esto me parece que mi denominacién concuerda mejor con el uso corriente. Si se emplia el significado de una pala bra, habré que procurar que conserven su validez el mayor nimero posible de enunciados generales, tanto mas uno tan fundamental, como el de que el ntimero es independiente del orden en la serie, Nosotros no hemos precisado ninguna am- pliacién, porque nuestro concepto de ntimero comprende inmediatamente también los mimeros infinitos. 86. Para obtener sus ntimeros infinitos, introduce Cantor el concepto relacional de seguir en una sucesin, que se aparta de mi «seguir en una series. Segin él, surgiria una sw. cesién, por ejemplo, si se ordenaran los mimeros enteros positivos finitos de tal manera que los impares se sucedieran unos a otros segin el orden natural, y asimismo los pares, estipuldndose ademas que cada nimero par debe seguir @ cada nimero impar. En esta sucesién, el 0, por ejemplo, se- guirfa al 13. Pero ningiin nimero precederia inmediatamente al 0. Ahora bien, éste es un caso que no puede ocurrir segin la definicién que yo he dado de seguir en la serie. Puede de- mostrarse rigurosamente, sin utilizar ningén axioma de la intuicién, que si y sigue a x en la serie-©, existe un objeto que precede inmediatamente a y en esta serie. Me parece que atin nos faltan definiciones precisas del seguir en una suce sign y del mimero cantoriano. Asi, Cantor apela a la algo misteriosa «intuicién interna» en casos en que deberia inten- tarse una prueba a partir de las definiciones y en que esto serfa sin duda posible. Pues creo poder prever cémo se defi nirfan estos conceptos. En todo caso, con estas observaciones % Esta expresién puede parecer contradecir la objetividad del con- cepto antes puesta de relieve; pero subjetiva aqut lo es solamente la denominacién. 10S FUNDAMENTOS DE LA aRrrMérrca 109 no quiero atacar en absoluto su justificacién y fertilidad. Por el contrario, saludo a estas investigaciones como una exten. sid de la ciencia, especialmente porque, mediante cllas, se ha‘trazado una via puramente aritmética para legar ntime- 10s infinitos (potencias) de orden superior. Capitulo quinto Conclusién 87. Espero haber hecho verosimil en esta obra la idea de que las leyes aritméticas son juicios analiticos y que, por consiguienie, son a priori. La’ aritmética, por tanto, seria solamente una légica mds extensamente desarrollada, y cada enunciado aritmético seria una ley légica, aunque una ley derivada. Las aplicaciones de la aritmética en la explicacién de Ja naturaleza serfan elaboraciones Iégicas de hechos obser- yados;} calcular seria deducir. Las leyes numéricas no nece- sitan, como cree Baumann, una confirmacién préctica para ser aplicables en el mundo exterior; pues en el mundo exte- rior, la totalidad de lo espacial, no hay conceptos ni propie- dades de conceptos, ni mimeros. O sea, que las leyes numé- ricas no son propiamente aplicables a las cosas externas: no son eyes naturales. Pero sf, en cambio, son aplicables a juicios validos para cosas del mundo exterior: son leyes de has leyes naturales. No afirman una conexién entre fenémenos naturales, sino una conexién entre juicios, y a éstos pertene- cen también las leyes naturales. 88. Kant? subestimé claramente el valor de los juicios analiticos —ciertamente a consecuencia de una delimitacin conceptual demasiado estrecha—, si bien parece que también barrunté el concepto mas amplio aqui utilizado.* Si se parte de su definicién, la division de los juicios en analiticos y sin- téticos no es exhaustiva, Kant estaba pensando, al hablar asi, en el caso del juicio afirmativo universal. Entonces puede hablarse de un concepto de sujeto y preguntarse si el concep- to de predicado esté contenido en’él —a consecuencia de su ‘EL observar mismo incluye ya una actividad I6gica, * Op. cit, t. UL, B. 670. » Op. eit, TH, 'p. 39 y ss. (Ed. originales: A 6 y ss/B 10 y ss). « En Ia pag. 43. Dice que un enunciado sintético puede admitirse por el principio de contradiccién, winicamente cuando se presupone otro fenumciado sintético 12 GOTTLOB FREGE misma definicién, Pero, gqué ocurre cuando el sujeto es un objeto tinico? g¥ qué cuando se trata de un juicio de exis. tencia? En este sentido no se puede hablar entonces de un concepto de sujeto en absoluto. Parece que Kant cree que e| concepto viene definido por las caracteristicas que se le aso. cian; pero éste es uno de los modos menos fructiferos de for. mar conceptos. Si se echa una ojeada a las definiciones dadas mis arriba, apenas se hallard ninguna de este tipo. Lo mismo vale también para las definiciones realmente fructiferas en Ia matemética, por ejemplo, Ia de continuidad de una funcién, No tenemos en tal caso una serie de caracteristicas asociadas, sino una conexién més fntima, me atreverfa a decir més ongénica, de las determinaciones. Podemos hacer intuitiva esta diferencia mediante una imagen geométrica. Si represen. tamos los conceptos (0 sus extensiones) por medio de areas de una superficie, al concepto definido por caracteristicas asociadas le corresponde el area que es comtn a todas las reas de las caracteristicas; aquélla esta delimitada por seg. mentos de las lineas fronterizas de éstas. En una definicién semejante se trata, pues —para hablar figuradamente— de utilizar las Ifneas ya dadas de una manera distinta para la delimitacién de un Area.* Pero en tal caso no surge nada esencialmente nuevo. Las definiciones conceptuales més titiles son las que marcan Ifneas fronterizas que atin no habfan sido trazadas en absoluto. Lo que pueda inferirse a partir de ellas no puede determinarse de antemano; en este caso no se vuelve simplemente a sacar de la caja lo que se habia metido en ella. Las conclusiones que sacamos de este tipo de defini- cién aumentan nuestro conocimiento, y, siguiendo a Kant, deberfan ser consideradas en consecuencia como sintéticas, no obstante, pueden ser demostradas de modo puramente Ié- gico y, por lo tanto, son analiticas, Estan contenidas de hecho en las definiciones, pero lo estén como la planta en la semilla, no como las vigas en la casa. Es frecuente que se precisen varias definiciones para la demostracién de un enunciado, el cual, por consiguiente, no se halla contenido en ninguna de ellas por separado y, con todo, se sigue Igicamente de todas juntas, PQ. Debo también contradecir ta universalidad de la afir macién de Kant:® Ia de que sin la sensibitid serfa dado ningin objeto. El cero, el uno, son objetos que no * Op. cit, TH, p. 82. LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMETICA 113 nos pueden venir dados por los sentidos. Incluso aquellos que consideran intuitivos los mimeros pequefios deberan congeder que no les puede venir dado intuitivamente ninguno de Jos mimeros mayores que 1.000 (100), y acerca de los cuales, no obstante, sabemos bastantes cosas. Quiz utilizaba Kant el término «objeto en un sentido algo distinto; pero entonces caen fuera de su consideracién el cero, el uno, 0 guestro oo; Pues tampoco son conceptos, y también de los conceptos exige Kant que se les atribuya un objeto en la intuicion, Para no atraer sobre m{ Ia acusacién de hacer una critica mezquina a un genio, al que s6lo podemos ver con admiracién agradecida, creo que estoy obligado a poner de relieve las coincidencias, que superan en mucho las discrepancias. Para referitnos sélo a lo que nos atafie mas de cerca, Kant tiene el gran mérito de haber establecido la diferenciacion entre juicios sintéticos y analiticos, Al calificar las verdades geomé- tricas de sintéticas y a priori, revelé su verdadera naturaleza, ¥ todavia hoy vale la pena repetir esto, porque es atin fre cuente que se ignore. Si Kant se equivocé respecto a la arit. mética, esto no representa, segun creo, ninguna disminucin gsencial en sus méritos. Lo que le importaba a él es que hu- biera juicios sintéticos a priori; que éstos aparezcan s6lo cn Ja geometria o también en la aritmética es una cuestién de menor importancia, j 90. No tengo la pretensién de haber hecho mds que ve- rosimil la naturaleza analitica de los enunciados aritméticos, Porque siempre puede seguirse dudando de si su prueba pue- de llevarse a cabo enteramente a partir de leyes puramente \bgicas, de si no se infiltraré en algdn lugar de la prueba un fundamento de otro tipo. Esta objecién no resulta totalmente desvirtuada por las indicaciones que he dado para la demos. tracion de algunos enunciados; la objecién sélo puede ser ciminada mediante una deduccién completamente formal, de modo que no haya ningun paso que no se dé conforme a al. guna de las reglas de inferencia reconocidas como puramente 'Bgicas. Asi, no se ha evado a cabo hasta ahora casi ninguna prueba, porque el matemético se contenta con que cada tran: sicién a un nuevo juicio aparezca como evidentemente co- Hecta, sin preguntarse por la naturaleza de esta evidencia, sin averiguar si es légica o intuitiva. Un paso de éstos es fre. cuentemente muy complejo y equivalente a varias inferencias simples, junto a las cuales puede intervenir algo procedente de la intuici6n, Se procede a saltos, y de ahi surge la multipli: rE m4 GOTTLOB FREGE cidad, aparentemente abundante, de modos de inferencia en la matemética; pues cuanto mayores son los saltos, tanto més variadas son las combinaciones de inferencias simples y | axiomas de Ia intuicién que los pueden representar. No obs. tante, es frecuente que uno de estos pasos se nos aparezca como evidentemente inmediato, sin que seamos conscientes de los pasos intermedios, y dado que no se presenta como una de las reglas de inferencia légica admitidas, estamos dispuestos a considerar que esta evidencia es intuitiva y que la verdad descubierta es sintética, incluso cuando es mani. fiesto que el dominio de su validez alcanza mucho mas de lo que es intuitivo, Por esta via no es posible deslindar tajantemente lo sinté. tico, que se basa en la intuicién, de lo analitico. Tampoco se consigue asf reunir con certeza un conjunto completo de axio. mas de la intuicién, de modo que toda prueba matematica pudiese ser realizada tinicamente a partir de estos axiomas, segin las leyes légicas. 91. Es ineludible, pues, la exigencia de evitar todo salto en la deduccién, Que resulte tan dificil satisfacer esta exigen- ‘cia proviene de lo penoso que es proceder paso a paso. Toda prueba solamente algo complicada amenaza con adquirir una extensién enorme. A ello se afiade que la excesiva variedad de formas légicas acufiadas en el lenguaje dificulta Ia delimita- cién de un conjunto de reglas de inferencia que sea suficiente para todos los casos y que sea facil de examinar. Para minimizar estos inconvenientes he inventado mi ideo. grafia (Begriffschrift). Esté destinada a permitir una mayor brevedad y claridad en Ja expresién y a proceder segiin unas pocas formas fijas, como en un cilculo, de modo que no se permite ningtin paso que no sea conforme a las reglas este Dlecidas de una vez por todas.’ Ningdn fundamento de Ia prueba puede introducirse, entonces, sin someterlo a estrecha vigilancia. De esta manera, sin pedir prestado a la intuicién ningdin axioma, he demostrado un enunciado,* que a primera vista podrfa parecer sintético, y al que aqui voy a expre sar ast Cuando Ia relacién de cada término de una serie con su inmediatamente siguiente es univoca, y si me y siguen ax + Sin embargo, no sélo debe ser capaz de expresar Ia forma légica, como la notacion booleana, sino también el contenido. * Begriffschrift, Halle a/S., 1879, p. 86, Formula 133. I + Frege quiere decir «univoca por la derecha», es decir, si Ia rel cién sinmediatamente siguiente a» es una funcién. (N. del T.) LOS FUNDAMENTOS DE 1A ARITAETICA 15 ‘en esta serie, entonces y precede a m en esta serie, 0 coincide con m 0 sigue am. nt esta prueba se echa de ver que enunciados que extien- den/ nuestros conocimientos pueden contener juicios ana ticos." Otros niimeros 92. Hasta aqu{ hemos limitado nuestro estudio a los mimeros naturales. Echemos una mirada ahora a otras es- pecies de ntimeros y tratemos de hacer aplicable a este campo mds ampli lo que hemos aprendido en el mas estrecho. Para aclarar el sentido de la cuestién de la posibilidad de un cierto nimero, dice Hankel:?” «Hoy dia el ntimero no es ya una cosa, una sustancia, que existe independientemente fuera del sujeto pensante y de los objetos que Jo han inducido, un principio auténomo, como Jo era, por ejemplo, para los pitagéricos. La pregunta por su existencia, por consiguiente, sélo puede ser referida al sujeto pensante 0 a los objetos pensados, cuyas relaciones represen- tan los ntimeros. En rigor, para el matemdtico sélo es impo- sible lo que es légicamente imposible, es decir, lo que es contradictorio consigo mismo. Que, en este sentido, no puedan ser admitidos mimeros imposibles, no requiere ninguna prue- ba, Pero si los ntimeros en cuestién son légicamente posibles, su concepto claro y bien definido y, por tanto, sin contradic. cign, entonces la antedicha pregunta s6lo puede consistir en saber si cn el dominio de lo real, de lo dado en la intuicién, de lo actual, hay un substrato de los mimeros, de si hay ob- jetos en los que aparecen los ntimeros, 0'sea, las relaciones intelectuales del tipo definido.» 93, Ante la primera frase, puede dudarse de si, segén Hankel, los némeros existen en el sujeto pensante o en los objetos que los inducen o en ambos. En sentido espacial, en 4% Se encontrard que esta prueba es atin demasiado larga, desventa- 4a que quiza parezca pesar mas que la certeza casi incondicionada ante tn error o un lueco. Mi objetivo, por aquel entonces, era reducir todo niimero mas pequefio posible de Teves légicas lo més simples pose he Bn consecuencla, empleé una ola regla de Inferenca, Boro ya. tances indiqué en ef prologo, p. VIE, que para la aplicacién ‘ulterior seria aconsejable admitir més reglas de-inferencia. Esto puede hacerse fin perjuicio de la trabazén de las deducciones, y con ello se consigue tna brevedad significativamente mayor. Op, cit, p.6 YT.

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