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Regla de los

MANAKEL
SárAmorifer

REGLA DE LOS ADEPTOS DE


LA ROSA+CRUZ
Incluyendo unas cartas anónimas

Manakel
Madrid, 2011
Director de la Colección: Diego Cerrato Barragán

© Geimme, para esta edición


© Editorial Dilema, 2011
Ibáñez Marín, 11 - 28019 Madrid
Teléfono y Fax: 914729071
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www.editorialdilema.com
EAN/ISBN: 978-84-9827-239-0
Depósito legal: M-----------------------

Portada: María Pérez-Aguilera


mariap.aguilera@gmail.com
Maquetación: Violeta Cabal
violetacbal@gmail.com

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da la reproducción total o parcial de este libro por cual­
quier procedimiento electrónico o mecánico, incluso foto­
copia, grabación magnética, óptica o informática, o
cualquier sistema de almacenamiento de información o
sistema de recuperación, sin permiso escrito del editor.
Regla de los Adeptos de la
Rosa+Cruz
Praesentia muriamur Ejes in Obitu Nostro.
Ex Deo nascimur
in lesu morimur
per Spiritum Sanctum Reviviscimus.
Prólogo

HISTORIA DEL MOVIMIENTO ROSA*CRUZ


DEL SIGLO XVII
Por Yves-Fred Boisset1
Los historiadores toman como referencia el año 1453 para mar­
car el final de la Edad Media y el comienzo del «Renacimiento».
En efecto, fue en 1453 cuando los Otomanos se apoderaron de
Constantinopla que, después de ser Bizancio en la Antigüedad,
se convertirá más tarde en Estambul. La segunda mitad del si­
glo xv fue particularmente rica en acontecimientos importantes
propios para abrir una nueva era: la reconquista del Reino de

1 Actual Director Internacional de la Revista L'Initiation, fundada por Pa-


pus en 1888 y reeditada por su hijo Philippe Encausse en 1953. Autor
también de varias obras que tratan sobre la Sinarquía según Saint-Yves
d’Alveydre, en 1977 publicó un ensayo titulado «Las Llaves Tradicionales
y Sinárquicas del Arqueómetro». Tras más de 35 años de trabajo iniciá-
tico intenso, Yves-Fred ha sido al mismo tiempo un impulsor de nuestra
Tradición Iniciática de Occidente a través de sus publicaciones y confe­
rencias sobre la historia del cristianismo, la Tradición esotérica occidental,
el Martinismo y la Francmasonería.

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Regla Rosa*Cruz

Granada (último bastión de los musulmanes en España) por los


Reyes Católicos, el descubrimiento de América por Cristóbal
Colón y el invento de la imprenta por Gutenberg. A partir de
aquella época, el mundo occidental iba a cambiar de imagen y
los poderes intelectuales, políticos y espirituales, hasta entonces
centralizados y absolutistas, empezaron a reivindicar su autono­
mía, al darse cuenta de que Europa occidental ya no estaba en el
centro del mundo y que otras formas de pensamientos filosófi­
cos y religiosos pedían salir a la luz, frente al pensamiento único
que tenía el todo poderoso pontificado romano.
Aquel siglo xv (que los italianos denominaron el «Quattro-
cento») también estuvo marcado por una intensa actividad ar­
tística y literaria a la vez que por el redescubrimiento de las artes
y modos de pensamiento antiguos que (reprimidos durante mu­
cho tiempo por la dictadura intelectual que imperó durante la
época medieval) procedentes de Italia, se preparaban para inva­
dir Europa, legándonos esos tesoros arquitectónicos y plásticos
que conforman nuestro patrimonio común.
Se puede decir que un viento de libertad recorrió Europa y
que la disputa religiosa surgió en varios puntos; es cierto que la
total hegemonía de la Iglesia romana llevaba un peso cada vez
más insoportable, cuanto más la gente redescubría otras formas
religiosas gracias a las investigaciones de los historiadores y a su
difusión por la imprenta, inventada con este propósito.
Destacamos que la gran figura de esta protesta anti-romana
fue Lutero, uno de los hijos de este siglo, nacido en el año 1483.
Sin embargo, sería injusto y deshonesto pasar por alto a uno de
los precursores de aquella protesta, quien estuvo en el periodo bi­
sagra de los siglos xiv y xv,Jean Hus. Nació en Bohéme hacia el
año 1371, foe un rector díscolo de la Universidad de Praga donde,

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Prólogo

desde lo alto de su cátedra, denunciaba los abusos de la jerarquía


católica romana y los crímenes de simonía a los que se dedicaba
sin escrúpulos. La simonía, como lo sabemos, consiste en comer­
ciar con los objetos y los oficios del culto, llegando a vender las
«Indulgencias», es decir, los sitios reservados y privilegiados en el
paraíso. Los señores de la época, quienes no siempre tenían unos
usos y costumbres irreprochables y eran conscientes de ello, com­
praban a precio de oro esas «indulgencias», seguros de escapar de
este modo a las «llamas del infierno».
Se puede entender que numerosos letrados de la época es­
tuviesen escandalizados por aquellos procedimientos pero, por
temor hacia su libertad y su vida, fingían aceptarlos.
Jean Hus tuvo la valentía de denunciar públicamente el es­
cándalo, lo que le valió la excomunión, la condena suprema que
conllevaba la pérdida de sus derechos cívicos y el destierro. A
pesar del apoyo del emperador, quien le concedió un salvocon­
ducto, tuvo que comparecer, en 1412, ante el Concilio de Cons­
tanza, que lo declaró hereje, mandó encarcelarle y le condenó a
la hoguera.
Sabemos que si es cierto que siempre se puede condenar y
ejecutar a un individuo que incomoda, nada puede impedir que
sus ideas sigan su camino y encuentren discípulos que las per­
petúen.
Así es como un teólogo alemán, monje agustino, retoma la
obra iniciada por Jean Hus y la conduce hasta la escisión con
Roma. Lutero tenía una visión rigurosa del ejercicio religioso
y no soportaba ninguna desviación. Cuando sus superiores le
enviaron en misión a Roma en 1510, quedó escandalizado por
las costumbres que imperaban alrededor de la Santa Sede y que,
a pesar de haber sido denunciadas un siglo atrás por Jean Hus,

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Regla Rosa*Cruz

no hacían más que incrementarse. También había visto cómo el


Papa y sus cardenales invertían el dinero de las donaciones de
las «indulgencias» en la construcción de palacios, unos más sun­
tuosos que otros y decorados por los artistas más célebres y más
caros de la época, mientras la miseria más escandalosa se prodi­
gaba muy cerca de los monumentos. A su regreso a Alemania,
fue nombrado doctor en teología, obteniendo una cátedra en
Santas Escrituras en la Universidad de Wittenberg, en Sajonia.
Fue en la puerta de la iglesia de esta ciudad donde fijará el 31
de octubre de 1517 sus noventa y cinco propuestas anunciando
la Reforma.
Nadie ignora que aquel cisma resquebrajó Europa, siguien­
do una línea virtual horizontal que separó el norte y el sur, antes
de prenderle fuego en los siglos xvi y xvn. Lutero obtuvo el
apoyo directo de los principados alemanes que veían en esta
«Reforma», llevada contra Roma, un medio de rebajar la in­
fluencia de los Hasburgo que reinaban sobre el Imperio austro-
húngaro, heredero del Santo Imperio Romano Germano de
Cario Magno sometido a la Iglesia católica de la cual fueron el
brazo secular durante un tiempo. No olvidemos que entonces
Alemania no existía como tal sino que estaba constituida por
un puzzle de principados más o menos extendidos, más o me­
nos ricos y más o menos poblados, que se libraban guerras bajo
diversos pretextos.
A Lutero, muy estricto, no le gustaban los «herejes». Sin em­
bargo, fue bajo su involuntaria protección cuando surgieron de
la clandestinidad ciertas corrientes esotéricas de las que el Ro­
sacrucismo constituirá el punto culminante y, de alguna forma,
la síntesis.

10
Prólogo

Es verdad que se conoce menos esta «reforma» filosófica


y mística que surgió en Alemania al principio del siglo xvn y
se propagará principalmente en Inglaterra y en las Provincias
Unidas, actualmente los Países-Bajos. En razón de su carácter
místico e iniciático, esta reforma permanecerá mucho más dis­
creta y elitista que la Reforma luterana. Sin embargo, no dejó de
desempeñar un eminente papel en la historia del Renacimiento;
por eso merece ser conocida, y esto será el objeto de la presente
charla.
Situémonos en París, en agosto de 1623. La sombra de En­
rique IV se extiende aún sobre la capital francesa. Siendo Luis
XIII menor de edad, la Regencia con sus intrigas dirigen los
asuntos en Francia, debilitándola. La sombra del terrible Ri-
chelieu se perfila ya en el horizonte político y la paz religiosa
establecida en 1598 por el Edicto de Nantes a instigación de
Enrique IV parece muy frágil.
París se deshace en medio del calor pestilente del verano. Los
ricos de la época huyeron hacia los bosques colindantes, dejando
la ciudad a los pobres, en aquel contexto, a iletrados analfabetos.
Por este motivo, los carteles2 fijados por los misteriosos Rosa-

2 Estos carteles fueron fijados durante la noche en las paredes de París, y de­
cían así: «Nosotros, Diputados del Colegio Prinápal de los Hermanos de la
Rosa-Cruz, permanecemos en forma visible e invisible en esta ciudad por
gracia del Altísimo, hacia el cual se inclina el corazón de los Justos. Nosotros
mostramos y enseñamos sin libros ni máscara a hablar toda clase de lenguas de
lospaíses donde queremos estar, para sacar a los hombres, nuestros semejantes,
de errores mortales». Unos días más tarde aparecieron otros anuncios con el
siguiente escrito: «Nosotros, Diputados del Colegio Rosa-Cruz, prometemos
a todos los que deseen entrar en nuestra Sociedady Congregación, enseñarles
en perfecto conocimiento delAltísimo, departe del cual haremos boy asamblea
y los volveremos, como nosotros, de visibles en invisibles y de invisibles en vi­
sibles, y serán transportadospor todos los países extranjeros donde su deseo los

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Regla Rosa*Cruz

cruces pasan casi desapercibidos. Sólo algunos eclesiásticos se


despiertan sobresaltados y van a ver aquellos carteles. Su prime­
ra reacción fue atribuirlo apresuradamente a una farsa estudian­
til o a una provocación de jesuitas contra unos Reformados o
unos Reformados contra unos jesuitas. Otros quisieron también
ver una publicidad de una vidente, echadora de buenaventura, de
las que proliferaban cerca de los puentes del Sena.
Como no sabían qué decir ni qué pensar, fueron a buscar a
un joven erudito llamado Gabriel Naudé. El joven de 23 años,
historiador y bibliógrafo, seguidor de las teorías gubernamenta ­
les de Machiavel y ya muy ambicioso, llegaría a ser bibliotecario
sucesivamente de Richelieu y de Mazarin. Dio a entender en ese
momento que había oído hablar de una sociedad misteriosa que
residía en Alemania y que se denominaba Rosa-Cruz. Nada más
se supo en aquel momento.
Los hombres son muy aficionados a los misterios y, al mismo
tiempo, les tienen miedo. Durante mucho tiempo se creyó que
los esotéricos tenían poderes secretos que hacían de ellos seres
superiores capaces de realizar prodigios. Las palabras alquimia,
cábala, hermetismo, arrastran un aura que fascina a aquellos que
no ven sino leyendas sin buscar explorar la realidad que encie­
rran. Sólo mentes liberadas de las supersticiones y de lo mara­
villoso pueden acercarse a su sentido profundo, a su verdadero

lleve. Pero,para llegar al conocimiento de esas maravillas, advertimos al lector


que nosotros conocemos su pensamiento y que, si la voluntad lo lleva a vemos
solo por curiosidad, jamás se comunicará con nosotros, pero si la voluntad lo
impulsa realmente a inscribirse en los registros de nuestra Confraternidad,
nosotros, quejuzgamos lospensamientos, le haremos ver la verdad de nuestras
promesas así como no colocamos el lugar donde vivimos puesto que los pensa­
mientos,junto con la voluntad real del lector, serán capaces de hacemos conocer
a ély él a nosotros».

12
Prólogo

misticismo y a la espiritualidad que transmiten. Lejos de los


espejismos fantásticos y caprichosos que no dejan de ser diverti­
dos, tienen su lugar en la gran corriente humanista que irriga la
inteligencia occidental desde el Renacimiento. Sin olvidar que
el esoterismo encuentra sus fuentes en las corrientes filosóficas
helenísticas: socrática, platónica, pitagórica, gnóstica, etc., así es
como también en esta corriente el cristianismo johánico, el de
los gnósticos, hundió sus raíces antes de ser desfigurado y trivia-
lizado concilio tras concilio.
¿De dónde venían aquellos Rosacruces y quiénes eran? En
este prólogo sólo me interesaré por el Rosacrucismo del siglo
xvn, pasando por alto adrede los movimientos que tomaron este
nombre más tarde. No los critico, ni los juzgo, pero no formarán
parte de mis reflexiones.
Del mismo modo, me limitaré exclusivamente a los aspectos
históricos, guardándome de cualquier consideración de naturale­
za mítica. Sin embargo no se me escapa que en este tipo de traba­
jos, uno deambula constantemente entre la leyenda y la historia y
a veces las dos se cruzan y no es siempre fácil distinguirlas.
Una ciudad y un nombre vienen a la mente en cuanto se
habla de Rosacruces. Es la ciudad de Tübingen, aldea de Bade-
Wurtemberg situada en el sur de Estutgart, en lo que es ahora la
Alemania renana. El nombre es el de Johann-Valentin Andrae,
nacido en 1586 en una familia protestante. Se dice de él que te­
nía una amplia erudición, muy instruido en teología, en historia,
en geografía tanto como en matemáticas. Era hijo de un pastor
y sobrino de un teólogo famoso. Toda su juventud se desarrolló
en la Reforma que estaba en sus comienzos por entonces. Ade­
más, se dice también que dominaba varias lenguas antiguas y
modernas.

13
Regla Rosa*Cruz

Convertido en pastor y
escritor, capellán de la Cor­
te y consejero consistorio en
Estutgart, firmó unas obras
escritas dentro del espíritu
«utopista» entonces muy de
moda gracias a las publica­
ciones de los Ingleses Tho-
mas More y Francis Bacon
y las del Francés Cyrano
Savignan de Bergerac, que
el escritor francés Edmond
Rostand pondrá en escena,
tres siglos más tarde, en una
interpretación muy libre.
Se le atribuye a este personaje oficial muy respetable, la fun­
dación de un círculo de investigadores curtidos en materias de
misticismo (volveremos a ello) y la redacción de tres manifiestos
publicados entre 1614 y 1619. Aquellas publicaciones eran, se­
gún parece, aptas para servir de testimonio sobre el movimiento
rosacruz, en sus orígenes y sus metas. Más tarde, Andrae negaría
ser el autor, al menos en lo que se refiere a las dos primeras, sin
duda para no llevar a cuestas la sombra sulfurosa capaz de per­
judicarle en su carrera pública.
Pero veamos ahora lo que encierran estos tres Manifiestos
que, parece ser, armaron un gran ruido en su momento.
El primero, titulado «Fama Fraternitatis», fue publicado en
1614 en Cassel, en Alemania. Tenía un prefacio seguido por un
comentario y luego la biografía de cierto personaje designado
sólo por sus iniciales: C.R., finalmente un mensaje redactado

14
Prólogo

como profesión de fe. Esta publicación fue objeto de numerosos


ataques, ya que al año siguiente, en 1615, se creyó oportuno pu­
blicar un segundo manifiesto titulado «Confessio Fraternitatis»
que constituía una especie de alegato a favor de lo que se deno­
minó la «Fraternidad». Observamos, en el segundo manifiesto,
una orientación de carácter apocalíptico; observamos también
que el personaje designado sólo por sus iniciales C.R. en el pri­
mer manifiesto es nombrado aquí con todas las letras: se trata
de un tal Christian Rozenkreutz, fundador epónimo del Ro­
sacrucismo y cuya biografía seguramente alegórica será objeto
del tercer y último manifiesto, titulado: «Las bodas químicas de
Christian Rozenkreutz, anno (año) 1459».
Este tercer manifiesto está exclusivamente dedicado a con­
tarnos en detalle la vida y la iniciación alegórica de este Chris­
tian Rozenkreutz. Este personaje, legendario, repitámoslo, habría
nacido en Alemania (foco muy dinámico del hermetismo en el
Renacimiento), habría viajado por la Cuenca mediterránea (Siria,
Norte de África) antes de volver a España. Durante este periplo,
se habría encontrado con personajes muy instruidos en las ciencias
secretas, unos sufíes, entre otros, y sufrido pruebas físicas y psico­
lógicas capaces de fortalecer a la vez su cuerpo, su psique y su alma.
Este simbolismo del viaje es una constante iniciática muy
fuerte; lo encontramos en todas las formas de iniciación desde la
más lejana Antigüedad y bajo todas las latitudes. Incluso Baden-
Powell, quien no ignoraba nada de todo esto, lo retomó en ciertos
ritos de los boys scout. El «scutismo», por lo menos en su origen,
es una institución iniciática y no es casualidad que al boy scout se
le llame explorador, dicho de otro modo, el que enseña la Luz, la
que las tinieblas no comprendieron, según el prólogo del Evan­
gelio de San Juan.

15
Regla Rosa* Cruz

No se podría negar el carácter del todo alegórico de esta


aventura; incluso el nombre del héroe es transparente: Christian
Rozenkreutz puede traducirse fácilmente por «Cristiano Rosa-
cruz», lo que se entiende mejor cuando sabemos que el movi­
miento rosacruz reclamaba para si el cristianismo más puro e
iluminado.
La leyenda de Cristian Rozenkreutz consiste pues en:

• los viajes, cuya carga iniciática está más que probada;


• las enseñanzas recibidas (sufismo, quizás), sabiendo que
todos los esotéricos siempre tienen la mirada puesta en
Oriente, más particularmente el Oriente Medio, cuna de
nuestras civilizaciones y nuestras tradiciones religiosas. Sin
embargo, no podríamos afirmar rotundamente que el rosa-
crucismo sea una adaptación fiel del sufismo transferido a
Occidente, aunque las dos corrientes iniciáticas presenten
algunos puntos de encuentro;
• las «Bodas químicas», verdadero relato esotérico que
nos cuenta en un lenguaje a la vez poético y simbólico
la aventura que vive Christian Rozenkreutz cuando al­
canzó la venerable edad de 81 años. 81 es el cuadrado de
9, número que, en la tradición gnóstica, está relacionado
a la muerte profana y al renacimiento iniciático. Según
los detalles ofrecidos por él o los redactores del relato,
la aventura de nuestro héroe habría empezado la víspera
de Pascuas de 1459 y se habría desarrollado en siete días
(SIETE siendo, siempre según las mismas fuentes tradi­
cionales gnósticas, el número de la Sabiduría). Durante
los primeros seis días (referencia a los seis días de la crea­
ción), habiendo atravesado vastos bosques y oído muchas

16
Prólogo

sentencias ligadas a la alquimia y a sus prácticas, Chris-


tian Rozenkreutz habría llegado, en el séptimo día, a un
palacio donde habría recibido la suprema iniciación, la de
la «Gran Obra». Notaremos, no sin curiosidad, que esta
iniciación está transmitida por una mujer, igual que siete
días antes fue una mujer la que vino a buscarle y enseñarle
el camino. Esto no es un hecho desprovisto de impor­
tancia. Pero es otro debate. La historia de las corrientes
iniciáticas podría traernos una aclaración original sobre el
«feminismo». Ahora remontémonos al hilo que nos debe
conducir a los Rosacruces.

La tradición esotérica occidental reconoce como grandes


ancestros de referencia, por una parte, al filósofo griego Platón
quien acariciaba ya la utopía de una sociedad ideal en la que
reinaría la justicia y la fraternidad, y por otra parte a Pitágo-
ras, quien veía en la disposición de los números la fuente de
los grandes secretos de la naturaleza y de la vida, tanto en este
mundo como en los demás.
Bajo el nombre genérico de «gnosis cristiana», se entiende el
conjunto de las escuelas de investigación que, primero en Ale­
jandría, capital cultural del helenismo desde su fundación por
Alejandro Magno en 331 antes de Jesús Cristo, luego en todo el
imperio romano, se libraron, en los primeros tiempos del cris­
tianismo, a un estudio crítico de las doctrinas religiosas judeo-
cristianas llevadas a la luz de las enseñanzas de Platón. En su
interpretación particular del Génesis, veían a Dios, el Eterno,
como el «Fuego Fijo» alrededor del cual gravitaban los espíritus
puros (ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc.), «Fuego
Fijo» que el ángel rebelde Lucifer movilizóy se llevó. Fue a partir

17
Regla Rosa*Cruz

de este «Fuego móvil» que fueron generados los «Eones», partí­


culas luminosas creadoras del universo y de todo lo que contie­
ne. En torno al siglo xn, la cabala judeo-islámica recurrirá am­
pliamente a los gnósticos para la elaboración de su explicación
de la creación del mundo y de los «principios» que participaron
en ello. En los años 50, unos investigadores estadounidenses de
la Universidad de Princetón (llamados a veces neo-gnósticos)
quisieron asimilar estos «Eones» a los fotones, estas partículas
ondulatorias de luz puestas en evidencia por unos físicos a partir
del siglo xix.
Hacia el final de la Edad Media, diversos grupos eclosionaron
simultáneamente alrededor de la cuenca mediterránea y sobre las
riberas del Rin así como del Danubio, uniéndose al movimiento
hermetista que saca su nombre de Hermes Trismegisto (equi­
valente del dios egipcio Thot y que no hay que confundir con
el dios griego Hermes equivalente del dios romano Mercurio).
«Trismegisto» significa literalmente «Tres veces Mago», es decir
«Tres veces Maestro», ya que sabemos que Mago y Maestro tie­
nen la misma etimología. Se le atribuye a Hermes Trismegisto la
famosa sentencia tan querida por los esotéricos: «/o que es arriba
es como lo que es abajo y lo que es abajo es como lo que es arriba para
cumplir el milagro de la unidad». Esta fórmula está considerada
por el conjunto de los esotéricos como la base de la ley de ana­
logía, la cual requiere, con razón, que el macrocosmos, es decir
lo infinitamente grande o el universo, sea de la misma natura­
leza que el microcosmos, es decir, lo infinitamente pequeño o el
átomo. La ciencia nos ha demostrado ahora lo bien fundado de
esta afirmación apriori empírica. Sabemos que las gravitaciones
galácticas (dominio de lo infinitamente grande) responden a las

18
Prólogo

mismas leyes que las gravitaciones atómicas (dominio de lo infi­


nitamente pequeño).
Por su parte, la alquimia, que tanto ha excitado la curiosidad y
lo sigue haciendo para numerosos contemporáneos, no se podría
limitar a una simple escuela de manipulación de metales, la cual
debe desembocar idealmente, después de una serie de operacio­
nes estrictas y rigurosamente codificadas, en la transmutación del
plomo en oro y en la fabricación del elixir de la inmortalidad al
mismo tiempo. Si no se puede descartar la validez de esta prácti­
ca, sin embargo hay que retener de ella una lección de espiritua­
lidad. La alquimia, en su dimensión espiritual, tiene por finalidad
conducir al hombre ordinario, bruto y preso de sus instintos, al
hombre regenerado, lleno de Sabiduría.
Todos estos movimientos y muchos más aún, tenían un punto
común, pese a la diversidad de sus doctrinas y de sus métodos:
el rechazo de las presiones confesionales. En cambio, sus discí­
pulos vivieron la excomunión y, a menudo, el encarcelamiento,
la tortura y la hoguera.

19
Regla Rosa*Cruz

A principios del siglo xvn, estas diferentes corrientes de


pensamiento esotérico convergieron hacia el rosacrucismo sin
llegar a fundirse en él ni perder sus propias especificidades.
En este pequeño mundo del rosacrucismo podemos encon­
trar a algunos personajes curiosos e interesantes. Vamos al en­
cuentro de dos de los más famosos precursores.
Theophrastus Bombastus von Hohenheim, nació en 1493 y
murió en 1541 Se le conoce mejor bajo el nombre de Paracelso.
Gran erudito, dicen de él que había dado la vuelta a todos los co­
nocimientos divinos, humanos y universales. Verdadero discípulo
de la «Verdadera Sabiduría» de los gnósticos, puso al servicio de la
filosofía su mente singularmente sintética. Su pensamiento cos­
mogónico proclamaba «la Unidad en Todo»: el mundo es UNO
en su esencia, el mundo inferior está ligado al mundo superior, la
materia y el espíritu no son sino dos grados de una misma entidad.
Convencido de que la enfermedad no es una fatalidad sino un
desequilibrio de la fuerza vital, aconsejaba una medicina fundada
en la alquimia y la espagiria. Aunque dominara perfectamente
el latín, como todos los doctos de su época, enseñaba en alemán
(su lengua materna), lo cual representaba una grave herejía que le
ocasionó grandes problemas con sus cofrades. Enseñando delibe­
radamente en su lengua, quería que el mayor número de personas
pudieran seguir sus clases aunque no entendieran latín.
Jacob Boehme nació en 1575 en Górlitz, en Halta-Silesia
(región cercana a Checoslovaquia, famosa por ser la más fría
e inhóspita de la Europa del este). Fue en esta misma ciudad
donde murió en 1624. Hijo de campesinos, la precariedad de
su estado de salud le alejó de los trabajos agrícolas y aprendió el
oficio de zapatero después de recibir una somera instrucción. La
modestia de su condición social no le impidió seguir instruyén­

20
Prólogo

dose (como autodidacta) y adquirir, lejos de las universidades, un


bagaje importante de conocimientos. Místico inspirado, dejó va­
rias obras importantes. En el centro de su pensamiento se sitúa
el tema de la «libertad original», especie de «nada dinámica» que
ni es «el Acto puro» de los filósofos, ni el Dios Todo-Poderoso
de los teólogos, sino que expresa una fuerza indeterminada que
contiene el fuego y la luz. Emite la hipótesis de un «sin fondo»
de donde surgirían las fuerzas inseparables de lo positivo y de lo
negativo en acción en todos los mundos y en todos los reinos:
divino, angélico, animal, vegetal, mineral y por supuesto, huma­
no. En la filigrana de su pensamiento, se perfila el eterno axioma
«Todo está en Todo», bien conocido por los adeptos del esoteris-
mo. Algunos de sus contemporáneos pretendieron que Boehme
habría tenido «visiones» capaces de dictarle sus análisis. No sé
qué pensar de ello pero es cierto que, en aquellos tiempos, uno
se inclinaba por calificar de «visionarios» a todos aquellos cuyas
investigaciones se apartaban de los ámbitos rígidos y oficiales
del «pensamiento único» de la Universidad. Su influencia estará
sin embargo muy presente, principalmente en dos filósofos ale­
manes de principios del siglo xix, Hegel y Schelling, así como
en el movimiento iluminista de finales del xvm cuya figura más
destacada será Louis-Claude de Saint-Martin.
De alguna forma, los rosacruces han procurado llevar a cabo
una síntesis de las enseñanzas espiritualistas directa o indirecta­
mente procedentes de la corriente neo-platónica de los gnósti­
cos de principios de nuestra era. Por lo tanto, la reforma rosacruz
consistió en drenar y canalizar las diferentes corrientes filosófi­
cas y espiritualistas, en ordenarlas, en purgarlas de las inevitables
desviaciones y protuberancias accesorias, en filtrar los modos de
pensamiento con la finalidad de purificarlos, de crear un orden

21
Regla Rosa*Cruz

nuevo en el campo de la filosofía espiritualista, lo cual será en


parte realizado, pero sólo en parte. Si la Reforma luterana fue
esencialmente teológica y política, la reforma rosacruz fue, en
cambio, teosófica y mística. Hay una diferencia notoria entre la
«teología» y la «teosofía»: la primera trata de los saberes religio­
sos (los del ministerio), la segunda, de los conocimientos espiri­
tuales (los del magisterio).
¡Veamos ahora lo que significa realmente esta denominación
de Rosacruz!
Su iconografía más extendida se representa por una cruz cu­
yas dos ramas son iguales y se cruzan en medio. En el centro de
la cruz, es decir, en el punto de intersección de las dos ramas, se
encuentra una rosa abierta. La cruz es un símbolo muy antiguo,
quizás el más antiguo conocido. Sus múltiples variantes no re­
sultan sino de la colocación de las dos ramas.
La cruz simboliza los cuatro horizontes y está ligada al nú­
mero «4», número de la materia creada y al cuadrado, estático
por naturaleza. En otro orden de ideas, se puede concebir que la
rama horizontal de la cruz se refiere a la transmisión humana,
es decir la filosófica y especulativa, mientras que la rama vertical
está en relación con la transmisión divina, es decir iluminativa
e intuitiva.
La rosa es una flor de cinco pétalos cuya existencia es efíme­
ra. Abriéndose al amanecer, cuando el sol regresa desde Oriente,
simboliza el conocimiento y está relacionada con el número «5»,
número del espíritu volátil y la estrella de cinco puntas, dinámi­
ca por naturaleza. Los rosetones que encontramos en numerosos
edificios sagrados son desarrollos artísticos de la rosa simbólica.
También sabemos que en heráldica, arte del blasón, se le llama a
la rosa «quintefeuille» [quinta hoja].

22
Prólogo

Si sumamos los dos números «4» y «5», tenemos «9», número


del renacimiento iniciático o, si se prefiere, del paso de la vida
puramente material a la vida espiritual, o más aún, de la sustan­
cia a la esencia, de las tinieblas a la Luz. Como el rosacrucismo
inicial se había dado por misión despertar la consciencia espiri­
tual de sus adeptos, se entiende mejor que sus iniciadores hayan
elegido estos dos símbolos (la cruz y la rosa) los cuales por su
unión, invitan a «dar el paso» hacia la espiritualidad. Hay que
señalar, de paso, que la tradición druídica de los Celtas llega a
las mismas conclusiones en lo que concierne a este número «9»
que, para ella, simboliza «/« plenitud del conocimiento en el seno
de Dios» y se refiere al «mundo de la Luz hacia el cual tendemos».
Si nos situamos en un plano simbólico, podemos decir que el
«4», en razón de su carácter estático, evoca «lo que retiene, lo que
encierra, lo que guarda celosamente» mientras que el número «5»,
en razón de su carácter dinámico, evoca «lo que difunde, lo que
libera, lo que distribuye generosamente». Por el «4», recibimos los
influjos divinos, por el «5» los transmitimos. Por fin, para termi­
nar con este resumen sucinto del simbolismo de la Rosacruz, y
basándonos en el simbolismo del fuego, podríamos asimilar el
número «4», la cruz y el cuadrado al fuego que incuba lentamen­
te, es decir «la brasa», y al número «5», la rosa y el pentagrama al
fuego que salta bruscamente, o sea a la «chispa».
Podemos recordar que el símbolo de la rosa y la cruz figuraba
ya en las armas de Lutero, lo que permitió a algunos autores
pensar que el rosacrucismo no habría sido sino una filial de la
Reforma, incluso un invento de los Reformadores. Esta inter­
pretación reductora nunca me pareció satisfactoria.
Los rosacruces del círculo deTübingen habían elaborado una
doctrina para sus discípulos.

23
Regla Rosa*Cruz

Pero, en primer lugar hay que insistir en la distinción que


existe entre Rosacruz y rosacruciano. Si alguien les dice: «soy un
Rosacruz», o bien es un charlatán o bien un individuo que no
ha entendido nada del asunto. Porque no se es Rosacruz por el
mero hecho de que uno se interese por este gran movimiento
filosófico del Renacimiento o porque uno pertenezca a tal o cual
organización que se reclama como tal. Uno es Rosacruz como se
es «dvijas» en India, es decir «dos veces nacido», o sea que uno
ha recibido un sello de naturaleza extra-humana y del que puede
no tener conciencia. Un adepto del rosacrucismo, de su pensa­
miento y de sus enseñanzas, es sencillamente un rosacruciano,
igual que un adepto del pensamiento y de las enseñanzas del
cristianismo es sencillamente un «cristiano» y no un «Cristo».
La enseñanza rosacruciana permanece desnuda y en ningún
modo es dogmática. Consiste más bien en un modo de vida, en
un comportamiento, no en una dialéctica. Quiere ser una ayuda
hacia el conocimiento universal, un soporte para el desarrollo
de las facultades espirituales latentes en cada uno de nosotros,
una reanimación de la pequeña lámpara del alma que brilla en
«nuestro jardín secreto» y espera la chispa que hará saltar la Luz.
Los Rosacruces tenían seis obligaciones. Aunque la libertad
de conciencia y de pensamiento fue uno de los pilares del rosa­
crucismo en sus principios, sus pioneros determinaron, de co­
mún acuerdo, en un ímpetu de autodisciplina, seis obligaciones
ligadas a la vez a su deseo de mostrarse buenos cristianos (se
reivindican como tal y querían ser defensores celosos del cristia­
nismo más puro) y al misma tiempo, desmarcarse de unos usos
y unas prácticas ordinarios predicados por la Iglesia de Roma.
Las seis obligaciones eran las siguientes:

24
Prólogo

• Ia obligación: Hacer un único voto de curar y sanar gratui­


tamente. Hay que recordar que la práctica de la medicina no
era objeto de ninguna carrera particular como lo es hoy en
día sino que era privativo de aquellos que lo querían, con tal
de que hubiesen adquirido unos conocimientos en alquimia
y ciencia hermética. Hay que recordar que la fitoterapia pri­
maba en la medicina del Renacimiento. Aún no se pensaba
en denunciar a nadie por el ejercicio ilegal de la medicina.
• 2a obligación: no llevar ninguna vestimenta particular, es
decir, no enseñar ningún signo distintivo externo que les
habría identificado en la vida diaria. Los primeros rosacru-
cianos querían permanecer en el anonimato, no sólo por
temor a las persecuciones aún posibles en una sociedad que
se desgarraba en torno a las opciones religiosas, sino sobre
todo por el deseo de poder «infiltrar» todos los medios con
el fin de encontrar a nuevos adeptos. El proselitismo no
estaba ausente de sus proyectos.
• 3a obligación: reunirse, cada año, en el «Día C», en el
Templo del Espíritu Santo, o dar a conocer la razón de
la ausencia. Si, en efecto, los rosacrucianos tenían por mi­
sión dispersarse para acercarse a sus semejantes con el fin
de ayudarles material y espiritualmente y curarles, parece
natural que pudieran volver a encontrarse al menos una
vez al año. Hemos sabido luego que aquel famoso «Día C»
no es otro que el Jueves Santo, dado que, no lo perdamos
de vista, los rosacrucianos se declaraban cristianos y por
este motivo conmemoraban las fechas litúrgicas del cris­
tianismo. La tradición requería que en este día se comiera
el cordero en el encuentro obligatorio, salvo caso de fuerza
mayor, debidamente justificada. Era sin duda, más allá del

25
Regla Rosa*Cruz

hecho religioso, una especie de asamblea general anual en


la que los miembros intercambiaban sus informaciones y
presentaban sus propuestas.
• 4a obligación: elegir a un discípulo. No se trataba en abso­
luto en este caso de multiplicar los efectivos puesto que no
estaban obsesionados por el número de miembros, sino de
asegurar la continuidad de la obra, asegurándose que des­
pués de la muerte de cada uno de los miembros alguien de
confianza y entregado a las exigencias del camino espiritual
podría continuarla.
• 5a obligación: mantener en secreto la palabra R+C que era
el sello. Por supuesto la palabra R+C es la abreviatura del
nombre de Rosacruz. Detrás de esta palabra se ocultaba en
realidad un secreto que es el de la vida y mensaje del fun­
dador epónimo de la sociedad rosacruciana, Cristian Ro-
zenkreutz, al que nos hemos referido hace unos minutos.
• 6a obligación: permanecer oculto durante ciento veinte
años. Según una regla tácita, el rosacrucismo no debía apa­
recer sino por ciclos de 120 años alternando con ciclos de
la misma duración durante los cuales no debía manifestarse
bajo ninguna forma.

Además, se ha disertado mucho sobre las otras dos cualidades


prometidas a los adeptos del rosacrucismo. Consisten en adqui­
rir el «don de lenguas» y la posibilidad de «hacerse invisible» a
los demás hombres. ¿Qué hay que pensar de esto? ¿Habrá que
caer en los fantasmas del ocultismo menor? ¿O, al contrario, es­
caparse de la «letra» para buscar sólo el «espíritu»?
No creo que en lo que se refiere al «don de lenguas» se haya
podido prometer a los adeptos la poco frecuente facultad de co­

26
Prólogo

nocer y dominar todos los idiomas hablados en el mundo. Sería


un reto, porque ningún cerebro humano, por muy dotado que
fuera, podría conseguir esta proeza. Más bien creo que se trata
de adquirir esta facultad reservada a seres enviados y que consis­
te en poder conversar sin dificultades tanto con los grandes de
este mundo, los cultos y poderosos, como con la gente humilde
y poco versada en la retórica.
En cuanto a la facultad de «hacerse invisible», se relaciona
verosímilmente con el afán ya evocado en la prohibición de lle­
var vestimenta particular. Hacerse invisible, es permanecer en el
anonimato. Y sobre todo, no sacar ninguna vanidad de su estado.
Es en este contexto que las expresiones de «Philosophe Incon-
nu - Filósofo Desconocido», de «Supérieur Inconnu - Superior
Incógnito» o de «Serviteur Inconnu - Servidor Desconocido»
adquieren todo su valor, su sentido verdadero y su fuerza real. El
«Inconnu - Desconocido/Incógnito» no es un eremita, un soli­
tario, alguien que huye de sus deberes cívicos y sociales; es el que
proporciona ayuda moral y espiritual a los demás sin desvelarse
y sobre todo sin sacar ninguna gloria o provecho de sus acciones.
Después de los dos ilustres precursores con los que nos he­
mos cruzado, Paracelso y Jacob Boehme, después de los actores
del rosacrucismo, el legendario Christian Rozenkreutz y el his­
tórico Jehann-Valentin Andrae, debemos ir al encuentro de los
sucesores más famosos, presentar a unos adeptos de primera fila.
En Alemania, nos encontramos con Michel Maier (nació
en 1568 y murió en 1622) quien reunía los títulos de médico
personal del emperador Rodolfo II y de alquimista. No se co­
noce con claridad el alcance de sus relaciones con el Círculo
de Tübingen pero se sabe que fue en todos los casos un feroz
defensor de la Rosacruz. Se piensa que habría participado igual­

27
Regla Rosa*Cruz

mente de forma activa en la exportación del rosacrucismo hacia


Inglaterra. Volveremos a ello. Además, quizás fuera en un exceso
de entusiasmo hacia los rosacruces o por un efecto de inflación
literaria que quiso en una de sus obras titulada «Silentium post
clamores» relacionar los rosacruces con un montón de prestigio­
sos ancestros, tal como los colegios de brahmanes hindúes, los
Eulmopides de Eleúsis, los Misterios de Samothrace y algunos
otros, los que, en realidad, no tienen ninguna relación, ni histó­
rica ni legendaria, con el rosacrucismo tal como fue divulgado a
principios del siglo xvn.
En Francia, quizás inesperado en este contexto, encontra­
mos al filósofo René Descartes. Los franceses tienen la costum­
bre de evocar a Descartes siempre, hablando a diestro y sinies­
tro de «cartesianismo» como si esta palabra fuera sinónima de
racionalismo y de positivismo. Uno no llegará a desconfiar lo
suficiente de los sinónimos. En realidad, Descartes era un hom­
bre curioso de todo y abierto a todas las formas de pensamiento,
incluidas las que están relacionadas con la espiritualidad. Vivió
en una época que presenció el divorcio de la espiritualidad y la
religión, las cuales, hasta entonces, estaban estrechamente liga­
das. La rebelión filosófica que nació en el siglo xvn en Francia
justamente con Descartes y que vivió su apogeo en el siglo xvm
con Voltaire, entre otros, no estaba dirigida contra Dios (no era
ni atea ni agnóstica) sino dirigida sólo contra el poder exorbi­
tante de la Iglesia Romana y de sus representantes. Para estos
filósofos, se trataba de liberar las consciencias del pensamiento
único impuesto por un clero que también quería regir los asun­
tos del estado.
Descartes nació en 1596, e igual que su coetáneo Blaise
Pascal, fue a la vez investigador científico y filósofo. Descubrió

28
Prólogo

varias leyes matemáticas y físicas, la de la refracción de la luz,


entre otras, y llevó paralelamente investigaciones metafísicas.
Gran viajero, recorrió Europa e intentó encontrarse con los Ro-
sacruces. No hay nada que pruebe que se encontró realmente
con ellos ni que se hubiese convertido en uno de sus discípulos.
Su búsqueda iniciática duró nueve años, después de los cuales
vivió en Holanda antes de establecerse en Suecia donde murió
en 1650.
En los Países Bajos, nos encontramos con otro filósofo inte­
resado por el rosacrucismo. Se trata del célebre Espinoza. Nació
en 1632 en Amsterdam, de confesión judía, fue, a la edad de
veinticuatro años, excluido de esta comunidad y se refugió en un
grupo de obediencia protestante. En aquella época, no se ima­
ginaba a nadie vivir sin pertenecer a un grupo religioso; todavía
no había sitio para los «libre-pensadores». De su rica filosofía,
destacaremos dos puntos importantes que parecen estar en per­
fecta armonía con el rosacrucismo.
Primero, Espinoza veía a Dios no como un arquetipo dis­
tinto de la creación, sino como el principio medio y mediador
de los dos aspectos en apariencia opuestos de la vida: esencia y
substancia, y afirmaba que Dios y la naturaleza no son sino una
misma cosa y que la única distinción se establecía entre la «na­
turaleza naturante» (principio o agente activo) y la «naturaleza
naturada» (agente pasivo).
Luego, en otro orden de ideas, pero siempre de acuerdo con
el rosacrucismo, Espinoza, en una primera obra publicada en
1670, quiso demostrar que el ser espiritual no debía desmarcarse
de sus preocupaciones ciudadanas, que no se debía trazar una
frontera entre la vida religiosa y la vida civil, que los «iniciados»
tenían el deber de participar en la vida de la ciudad en sus di­

29
Regla Rosa*Cruz

versas expresiones. Recordemos lo que dijimos antes a propósito


de las obligaciones de los Rosacruces: hacerse invisible, es decir
anónimos, en la ciudad, para compartir el día a día en la vida de
sus conciudadanos.
Les invito ahora a ir al encuentro de un ser extraordinario.
De todos, es mi preferido. Nació en marzo de 1592 en Mo-
ravia, un tal Jean-Amnos Komensky quien latinizó su nombre
como Comenius, porque debía ser en la época el «gran chic» a
no ser que fuera el paso obligatorio para acceder a las funciones
universitarias. Discípulo de Jean Hus, cuya memoria defendió,
libertario por naturaleza, espíritu independiente y por lo tanto
poco proclive a seguir una dogmática confesional, se convirtió
en un adepto del rosacrucismo que había descubierto visitando
el Círculo de Tübingen y entablando amistad con Andrae.
Comenius, de quien los Moravos en particular y los Checos
en general han conservado la memoria, era un erudito, una para­
doja cuando se tiene en cuenta que no recibió ninguna instruc­
ción hasta los dieciséis años. Supo recuperar el tiempo perdido
dado que, unos años más tarde, se graduó en teología, siendo
pastor y maestro de escuela. La Guerra de los Treinta Años, que
tuvo lugar de 1618 a 1648, le arrebató a su mujer, a sus hijos y sus
bienes. Se refugió en Polonia. Aquel al que el historiador francés
Jules Michelet llamará el «Galileo de la educación» emprendió
la tarea de poner las primeras piedras de una pedagogía nueva
basada en una enseñanza más natural que escolástica. Potenciar
más la reflexión y la comprensión de la memoria, permitir a los
niños descubrir por ellos mismos los tesoros del conocimiento,
fomentar la práctica de los juegos colectivos, regular la enseñan­
za según las capacidades progresivas de cada alumno, tales son
los grandes rasgos de la pedagogía comeniana. Comenius decía

30
Prólogo

que «la educación no está limitada al marco escolar o familiar,


también es asunto de toda la sociedad». Sin embargo, en este
campo de la educación, fue aún más lejos, ya que reclamaba la
instrucción para todos, más allá de cualquier consideración de
nacimiento y de sexo. Declaraba que toda la juventud de ambos
sexos debe ir a las escuelas públicas y que no hay ninguna razón
válida para privar a las chicas del estudio de las ciencias, ya que
están dotadas de igual inteligencia y tanto para ellas como para
los chicos, les están abiertas las vías de los más altos destinos.
Recordemos que estamos al principio del siglo xvn y que hizo
falta esperar aún mucho tiempo para que estos principios de
educación fuesen aceptados por la sociedad en su conjunto.
Adepto del rosacrucismo, Comenius lo demostró también
en su filosofía que se articulaba alrededor de un eje que con­
viene llamar la «Pansofía» y cuyo principio fundamental reside
en la afirmación de que todos los conocimientos humanos, to­
das las ciencias al igual que todas las tradiciones, proceden de
una verdad única primordial y que todas las enseñanzas, todas
las culturas y todas las investigaciones deben converger en su
finalidad en un solo punto trascendental. El hombre está do­
tado de dos luces que son la gracia divina y la razón natural y
ambas contribuyen a iluminar su inteligencia; por ello, debe de
esforzarse, a lo largo de su existencia, en descubrir la unidad
esencial que subyace y anima todo lo que le es dado observar y
comprender.
Comenius, particularmente atrayente, es a quien considero,
por mi parte, no sólo el mejor representante del rosacrucismo del
siglo xvn sino también uno de los más grandes filósofos del Re­
nacimiento. Su influencia fue grande sobre filósofos como Leib-
niz y Malbranche y sobre los enciclopedistas franceses del siglo

31
Regla Rosa*Cruz

xviii. Hizo salir el pensamiento rosacruciano de los círculos ce­


rrados en los que había eclosionado primitivamente para hacerlo
irradiar y darle una dimensión universal. En 1958, la Unesco le
rindió un homenaje público patrocinando la publicación de sus
obras completas.
Comenius fue un espiritualista, en el sentido más amplio de
la palabra, porque participó activamente en la vida de la ciudad y
nunca nos cansaremos en decirlo, un verdadero iniciado, sea cual
sea su escuela, debe actuar en la vida pública con el fin de aportar
el alma que tanto necesita.
Vimos que el rosacrucismo había nacido en Alemania en el
contexto enturbiado por las querellas religiosas que iban a en­
sangrentar Europa una vez más. Francia vivía todavía bajo la
monarquía absolutista y las corrientes esotéricas y gnósticas no
tenían sitio allí. En cambio, Inglaterra, ya mucho más liberal en
materia religiosa y liberada de la tutela romana desde Enrique
VIII en el siglo xvi, acogió el rosacrucismo que se convirtió in­
cluso en su porta-antorcha. El primero que se apasionó por este
movimiento fue Robert Fludd, nacido en Milgate, en Kent, en
1574. De buena cuna, hijo de un tesorero de la reina Elisabeth
Ia, se había beneficiado de una educación avanzada que le lle­
vó a obtener el doctorado en medicina. Luego, como todos los
jóvenes de su rango, recorrió Europa antes de volver a Londres
para abrir una consulta médica. No se sabe con precisión y en
qué circunstancias se encontró con unos rosacrucianos: posible­
mente en Alemania, durante sus viajes (su regreso es anterior a
la publicación del primer Manifiesto en 1614), o bien en casa,
cuando Michel Maier, como ya dijimos, viajó a Inglaterra. Lo
cierto es que, nada más instalarse en Londres, se esforzó en pre­
parar nueve grandes volúmenes cuyo conjunto constituye una

32
Prólogo

verdadera enciclopedia científica, astrológica, alquímica, cabalís­


tica y mágica casi única en su género.
Pronto adquirió fama internacional, por lo amplio y ecléctico
de la extensión de sus conocimientos científicos y filosóficos.
Apoyándose en ambos, explicaba la creación del mundo como el
producto de un rayo de la luz activa de Dios, lanzado en el vacío
y disminuyendo gradualmente a medida que se va alejando de su
fuente. El «Arqueómetro» de Saint-Yves d'Alveydre ilustra esta
visión, por el juego de colores que son vivos en el centro y tami­
zados en la periferia del planisferio arqueométrico. Alrededor
de este radio, las tinieblas se agregan bajo la forma de materia.
El mundo se divide en tres grandes regiones: el mundo empíreo,
es decir el cielo, donde la luz excede a las tinieblas, el mundo
etéreo donde la luz y las tinieblas se equilibran bajo la forma de
una substancia llamada «éter», el mundo elemental donde las
tinieblas predominan sobre la luz, produciendo de esta forma
los cuatro estados tradicionales de la materia: ígneo, gaseoso, lí­
quido y sólido.
Este tipo de investigación es sintomática del espíritu rosa-
cruciano que combina un examen práctico de la naturaleza con
una vista espiritual del universo concebido como una jerarquía
inteligible de seres y que quiere sacar su sabiduría de todas las
fuentes posibles.
Contemporáneo de Fludd, aunque mayor que él trece años,
Francis Bacon había adquirido la celebridad llevando a cabo tres
carreras: jurídica, política y literaria. Hijo natural de la reina Elisa-
beth Ia, quien le mandó criar por uno de sus consejeros y su es­
posa, los cuales le dieron su nombre, recibió una sólida formación
de letrado antes de entrar en la carrera política que le proporcionó
satisfacciones alternando con fracasos. Fue elegido en la Cámara

33
Regla Rosa*Cruz

de los Comunes, y encontró a un protector en la persona influ­


yente del conde de Essex que se beneficiaba de los favores de Su
Majestad, hasta que un embrollo político le hizo caer en desgra­
cia. Bacon tuvo la habilidad de desmarcarse de él y salvar así su
carrera. Essex fue decapitado en 1601 y, dos años más tarde, la
reina Élisabeth desapareció a su vez, aparentemente de muerte
natural. Como político hábil, Bacon se convirtió en el favorito
del nuevo rey, el Escocés Jacques II quien, al ocupar el trono de
Inglaterra se convirtió en Jacques I. En 1618, Bacon es ascendido
a Gran Canciller del Reino. Tres años más tarde, el viento cambia
de rumbo y se le acusa de malversación y corrupción, lo cual pone
fin definitivamente a su carrera política.
Se puede imaginar que nunca fue desbordado por sus tareas
oficiales ya que, paralelamente a su vida pública, había cursado
estudios filosóficos y científicos. Ya en 1620, un año antes de
su desgracia definitiva, había publicado el «Novum Organum»,
verdadero alegato a favor del método experimental e inductivo
que, en aquellos tiempos, era todavía fuertemente controvertido
por razón de la presión religiosa. Quería que se rechazaran los
prejuicios y las ideologías que frenaban el progreso científico.
En 1624, Bacon publica su segunda gran obra: la «Nova At-
lantis» o «La Nueva Atlántida» que es una utopía escrita bajo
forma alegórica y que lleva al lector a una isla imaginaria llama­
da «Bensalem», en la cual se desarrolla una sociedad ideal con­
cebida según la forma de una sociedad iniciática. Todos aquellos
que manifestaban aptitud recibían unas enseñanzas sucesivas y
graduadas que les conducían progresivamente de los primeros
secretos de la naturaleza hasta los grandes misterios cosmogó­
nicos. Como en Robert Fludd, pero con modos de expresiones
diferentes, encontramos en Bacon esta búsqueda de una alianza

34
Prólogo

sintética entre la ciencia y la religión que está en el corazón de la


dinámica rosacruciana después de haber sido anteriormente el
sustrato del pensamiento gnóstico.
He intentado esbozar los retratos de algunos personajes
importantes del movimiento rosacruciano a principios del si­
glo xvii. Se habrá notado que no eran unos mansos soñadores
retirados lejos de los ruidos de la ciudad y de los asuntos de su
tiempo. Más bien al contrario, ocupaban su sitio en la sociedad,
ya fuesen pastores o profesores, e incluso a veces tenían altas
funciones. En ningún momento de su historia el rosacrucismo
auténtico pidió a sus adeptos que se desinteresaran por los pro­
blemas sociales y políticos.
¿El movimiento rosacruciano de principios del siglo xvn ha
sobrevivido a sus pioneros y primeros adeptos? ¿Se propagó en
su forma inicial más allá de la desaparición de las figuras emble­
máticas que acabamos de ver? ¿Y cuál ha podido ser su influen­
cia más allá de esta época?
No se puede negar la influencia que el rosacrucismo ejerció
sobre el romanticismo aleman: Novalis, Goethe, y tantos otros
que forjaron el alma alemana al son de las músicas wagnerianas
hasta que el fanatismo se apoderara de esta para llevarla a la bar­
barie del siglo xx. No olvidemos tampoco notar de paso la in­
fluencia rosacruciana en la formación de las ideas socialistas que
se enraizaron en la Alemania del siglo xix con la filosofía mar-
xista, sabiendo que esta filosofía relacionada con el romanticismo
no es responsable de las desviaciones que conocimos más tarde.
La influencia rosacruciana se ejerció de otra forma en Ingla­
terra. Una «Fraternidad de la R.C.» nació en Londres y, según
varias fuentes que coinciden, la asociación estaría en el origen de
la «Royal Society», club muy cerrado como sólo lo saben hacer

35
Regla Rosa*Cruz

los Ingleses. En este punto de la ponencia, es imposible no ha­


blar de la franc-masonería, cuyos orígenes son británicos, según
sabemos.
En verdad, la franc-masonería histórica (debemos hacer
abstracción de los numerosos mitos fundadores que rodean
su nacimiento) nació en Escocia y en Irlanda. Es en Irlanda,
una especie de colonia inglesa cuyos ciudadanos eran menos­
preciados por los Ingleses, donde un hombre destacado por la
amplitud de sus conocimientos y la profundidad de su espíritu,
un tal Elias Ashmole, fue, según sus propios términos, «creado
franc-masón». Había sentido germinar en él una idea: depositar
el pensamiento rosacruciano en la franc-masonería con el fin de
que se mantuviera y se propagara a través de los símbolos pres­
tados a los constructores.
Sin embargo, fue sólo a partir de 1707 (año que, por el Acta
de Unión, puso un final ilusorio a la guerra multisecular que li­
braban Ingleses y Escoceses) cuando unos pastores londinenses
se interesaron por la franc-masonería y, en 1717, nació la Gran
Logia Unida de Londres. No seamos ni ingenuos ni idealis­
tas. Aquella franc-masonería no tenía aspiración iniciática, ni
mucho menos mística. Era un «club» como los demás, cuyos
miembros estaban más preocupados por los ágapes generosa­
mente copiosos que por la filosofía. Sin embargo, a espaldas
de sus fundadores pero haciendo eco al deseo de Ashmole, la
franc-masonería se convertirá en una Orden iniciática al cruzar
la mancha, Orden que se relaciona con la herencia rosacruciana
en numerosos puntos.
En Francia, la franc-masonería del siglo xvm fue antes que
nada un asunto de aristócratas sin un gran ideal filosófico, aun­
que gente como Diderot o d’Alembert, los fundadores de la

36
Prólogo

Enciclopedia, fuesen miembros. Pero, he aquí que a partir de


los años 1760, una corriente de obediencia gnóstica y mística
aparece y, gracias a Martínez de Pasqually, Louis-Claude de
Saint-Martin y Jean-Baptiste Willermoz, va a recuperar el brillo
y el esplendor del blasón de la franc-masonería, instalándola por
fin en su verdadera morada, la de la espiritualidad. Restaurando
en la Orden de los franc-masones los dos valores espiritual y
humanista, el movimiento iluminista de finales del siglo xvin
cumple con el deseo de los Rosacruces que no querían separar la
espiritualidad de la ciudadanía.
Louis-Claude de Saint-Martin, gentilhombre nacido en Am-
boise al borde del Loira en 1743, murió cerca de París en 1803.
Fue primero discípulo y secretario de Martínez de Pasqually y de
sus prácticas teúrgicas. Más tarde, se encontró con el pensamien­
to místico de Jacob Boehme por intermedio de un tal Rodolphe
Saltzman que residía en Estrasburgo. Este encuentro fue para él
decisivo y, después de traducir por primera vez al francés algunas
obras de Boehme, se convirtió en su discípulo más fiel, como lo
testimonian sus escritos. Colocó en el centro de la vía iniciática la
«vía cardiaca». Cuando hablamos de «vía cardiaca», hay que saber
que no se trata de una vía carismática, aunque la beneficencia for­
ma parte de toda búsqueda espiritual. La «vía cardiaca» nos invita
a buscar a Dios en nosotros mismos y no en no se sabe qué regio­
nes hipotéticas. El Dios de los Rosacruces es el dios de las emo­
ciones y de las pasiones cuya sede se encuentra justamente en el
pecho, lo cual los anatomistas llaman el «sitio cardio-pulmonar».
Sin la cultura de nuestras emociones y sin pasión, no seríamos
sino unos «robots», ya que sabemos que nuestro intelecto no es
nada más que un «banco de datos» y que la inteligencia cerebral,
dominio del saber, es decir del almacenamiento de información,

37
Regla Rosa* Cruz

no es sino una fruta seca si no está equilibrada por «la inteli­


gencia del corazón», dominio del conocimiento, es decir de la
intuición y del amor. Como hemos dicho hace unos instantes,
el saber es del dominio de la teología y el conocimiento de la
teosofía.
La espiritualidad auténtica no necesita grandes discursos ni
ruidosas manifestaciones; solo necesita calma y discreción por­
que Dios no se encuentra sino en el «silencio interior», lejos de
los fastos ruidosos de las grandes ceremonias. El iniciado no
busca brillar sino irradiar: tiene el deseo de la Verdadera Luz de
la que hablaba justamente Louis-Claude de Saint-Martin.
Un siglo más tarde, este pensamiento saint-martiniano lleva
a Papus a fundar el martinismo que, como la franc-masonería
tradicional, se inspira ampliamente de los temas rosacrucianos.
Se puede afirmar que actualmente, la franc-masonería tra­
dicional y el martinismo son los dos conservadores del pensa­
miento de los Rosacruces del Renacimiento y que les compete
hacerlo vivir y perpetuarlo porque es atemporal y puede hacer
un gran bien a la humanidad, la cual parece desorientada en este
siglo xxi, en el sentido propio de este verbo que significa: aquél
que está desorientado está privado de luz, ya que es en oriente
donde sale cada día en el momento en que se abren las rosas.
La rosa sobre la cruz, símbolo de la luz iluminando y su­
blimando la materia, he aquí quizás el eterno mensaje que el
rosacrucismo quiso ofrecer a nuestra reflexión.

38
En el pórtico del templo del
verdadero Rosa+Cruz

«Nuestra salvación es la vida de Cristo en nosotros»

El lugar o ESTADO en donde el verdadero Rosacruz vive es


demasiado glorioso y exaltado para describirlo con palabras.
Cuando entramos en el vestíbulo del Templo del verdadero Ro­
sacruz, nos introducimos en una región de indescriptible be­
lleza y felicidad. Hay allí una refulgencia de luz supraterrestre,
en donde todo pensamiento afanoso y ejercicio de imaginación
para describir por lógicas inferencias lo desconocido cesa, por
cuanto en esa luz está el Reino del Conocimiento Puro.
Vivir allí es percibir, y percibir es conocer.
Ningún lugar hay en ese sitio para la carne y sangre terrenal,
porque los seres espirituales que habitan ese Reino, están hechos
con la carne y el cuerpo de «Cristo»; en otros términos, con la
substancia del alma espiritual.
La Historia de «La Fraternidad» es la historia de la evolu­
ción del Mundo y de la regeneración espiritual del alma y el
cuerpo del hombre, porque, aunque cada uno de esos seres in­

39
Regla Rosa*Cruz

dividuales tienen su propia historia terrestre, y las experiencias


pasadas a través de muchas encarnaciones en este planeta, no
obstante, en su punto esencial, la historia de todos es la misma,
consistente en la conquista de lo inferior, por el desarrollo de
lo superior.
Todos ellos tuvieron que cargar la cruz del sufrimiento antes
de ser coronados por la victoria; todos ellos, tuvieron que crucificar
su orgullo y voluntad personal, y morir para todo aquello que atrae
el alma a la esfera de los deseos y las ilusiones mundanas, antes de
alcanzar las facultades espirituales de sus almas desplegadas como
la rosa, cuyas hojas se expanden por los rayos del vivificante sol.
Para alcanzar el status que corresponde a un aspirante al in­
greso en eso que también se ha llamado la Congregación Invi­
sible, la condición fundamental es haber franqueado la llamada
iniciación de la medianoche. Pero incluso entonces, el contacto
no será consciente, pues en ese momento solo se está admitido
al trabajo preparatorio. Durante el sueño es posible que se incre­
menten las experiencias psíquicas y que no observemos otra cosa
objetiva más que una clara protección que hace que el trabajo
interior y esotérico siempre sea posible.
Más adelante, cuando nace en el candidato una perceptible
inclinación hacia el servicio y ayuda a los demás, es cuando em­
pieza a acceder a la Escuela de la Noche, en la cual hay cuatro
cámaras de formación.
Respecto a los contactos con eventuales maestros, éstos apa­
recerán o no según las características individuales de cada uno,
pero indudablemente se encontrará el iniciado con otros inte­
grantes de la Escuela Invisible y sabrá reconocerlos.
Recordemos que el verdadero maestro que le enseñará todo
lo que necesita es su propio ser interno.

40
En el pórtico del templo del verdadero R.osa*Cruz

La enseñanza, sea simbólica o directa, no dejará entonces de


revelarse, siguiendo el esquema de experiencias que a partir de ese
momento tendrá que atravesar.
El orden de estas experiencias se corresponde con los cuatro
elementos según la secuencia: tierra, agua, aire y fuego.
Este esquema se reproducirá en adelante durante tantas oca­
siones, cada nueva vez a un nivel superior, como iniciaciones
existen, a lo largo de todas las existencias.

41
apítuío.1... ■.

Reglas Rosacuces

1. AMA A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS


Amar a Dios significa amar a la Sabiduría y la Verdad. No po­
demos amar a Dios en otra forma, que siendo obedientes a sus
leyes, y para estar capacitados a ejercitar esa obediencia cons­
cientemente, se requiere el conocimiento de la ley, la cual sólo es
alcanzable por la práctica.

2. DEDICA TU TIEMPO A TU PROGRESO ESPIRITUAL


Así como el Sol, sin abandonar su sitio en el cielo, envía sus rayos
sobre la Tierra, brillando sobre lo puro y lo impuro, e iluminando
aún el más pequeño objeto material con su luz, del mismo modo
el espíritu del hombre puede enviar sus rayos mentales dentro de
la materia y obtener el conocimiento terrenal de todas las cosas,
pero no es necesario que él mismo deba perder su propia concien­
cia divina, y resulte absorto por los objetos de sus percepciones.

3. ABANDONA POR COMPLETO TODO EGOISMO


El conocimiento espiritual empieza, solamente, donde todo
sentimiento del Yo cesa. Donde el error que motiva en el hom­

43
Regla Rosa*Cruz

bre imaginarse un ser separado y aislado de los otros, termina.


Entonces comienza a realizar su verdadero estado como una
abrazante, universal y divina conciencia del poder.

4. SE SOBRIO, MODESTO, ENERGICO Y SILENCIOSO


La Puerta del Interno Templo se llama «Satisfacción», pero
ningún animal puede penetrar en él, sólo el que camina recta­
mente, estando consciente de su verdadera dignidad como un
ser humano. Sin energía, cosa alguna puede ser cumplida; y solo
en el silencio, cuando todos los deseos y pensamientos están
aquietados, pueden las armonías divinas penetrar en el interno
oído.

5. APRENDE A CONOCER EL ORIGEN DE


LOS «METALES» CONTENIDOS DENTRO DE TI MISMO
La ignorancia es la causa del sufrimiento. Eso que es material
debe ser crucificado y morir, de modo que lo espiritual pueda
resucitar y vivir.

6. CUIDATE DE CHARLATANES Y PRETENCIOSOS


El que proclama estar en posesión del conocimiento, nada sabe;
sólo El, por quien la palabra de sabiduría habla, es Sabio.

7. VIVE EN CONSTANTE ADORACION


DEL MÁS ELEVADO BIEN
Sólo el gusano busca por placer, entre lo abominable y lo co­
rrupto, pero la libre águila extiende sus alas y se eleva hacia el
sol.

8. APRENDE LA TEORÍA,
ANTES DE INTENTAR LA PRÁCTICA
Aquel que viaja con seguro guía, estará seguro de él, si rehúsa
progresar por medio de las experiencias ajenas.

44
Reglas Rosacruces

9. EJERCITA LA CARIDAD HACIA TODOS LOS SERES


Todos los seres son UNO en el espíritu, divididos entre sí sim­
plemente por la ilusión de la forma. El que es caritativo hacia
otra forma en la cual la Universal VIDA UNA se manifiesta, sal­
va el sufrimiento de su propio Yo.

10. LEE LOS ANTIGUOS LIBROS DE SABIDURÍA


Los libros son para la inexperta mente, lo que la leche de la ma­
dre al niño de pecho. Debemos recibir la bebida de otros, hasta
que hayamos logrado suficiente fuerza y experiencia para des­
cender a la fuente de vida dentro de nosotros mismos, y extraer
de ahí, las aguas de la verdad.

11. TRATA DE COMPRENDER SU SECRETO SIGNIFICADO


Eso que es externo, puede ser visto con los ojos externos, pero
aquello que es espiritual, puede solamente ser visto con los ojos
del espíritu.

Estas son las once reglas que deben ser seguidas por quienes
desean entrar en el Templo de la Rosacruz, pero los Rosacru­
ces tienen una duodécima Regla, un ARCANUM, en el cual los
grandes poderes residen, mas de ello nos está prohibido hablar.
Este ARCANUM será dado a aquellos que lo merezcan, y
con su ayuda, ellos hallarán la luz en la oscuridad y un cicerone
en el laberinto.
Este ARCANUM es inexpresable en el lenguaje de los mor­
tales y puede, por esto, sólo ser comunicado de «corazón a cora­
zón». No existe tortura lo suficiente fuerte capaz de arrancarlo
a un verdadero Rosacruz; pero aún, si éste estuviera dispuesto a
revelarlo, los que no merezcan tal revelación, no serán capaces
de recibirlo.

45
Capítulo
Los deberes de un Rosa^Cruz

Los que han muerto en la carne, leerán las siguientes líneas con
el entendimiento externo, pero los que viven en el espíritu, verán
su significado interno, y de acuerdo a ello, obrarán.

1 . - Aliviar los sufrimientos y curar al enfermo sin aceptar


remuneración alguna.
La medicina que ellos dan, tiene más valor que el oro. Ella es de
una clase invisible y puede hallarse gratis en todas partes.

2 . - Adoptar el estilo de los vestidos y las costumbres del País


donde ellos residan y por el tiempo que estén.
El vestido del espíritu es la forma en la cual habita y debe estar
adaptado a las condiciones del Planeta en donde reside.

3 . - Reunirse una vez al año en un cierto lugar.


Obligación para cada Hermano de reunirse el día C en la mo­
rada del Espíritu Santo o de explicar los motivos de su ausencia.
Aquellos que no se encuentren en ese sitio, cuando su carrera
terrestre termine, tendrán sus nombres quitados del libro de la
vida.

47
Regla Rosa* Cruz

Se debe comprender que el lugar al que se hace referencia, el


Templo del Espíritu Santo, no es un lugar físico sino más bien
un lugar o estado espiritual de comunión. Será de gran utilidad
para el aspirante buscar ese Templo en su propio interior. Para
encontrar el día adecuado, el conocimiento de los ciclos y la pro­
pia intuición sabrán revelarlo paulatinamente.

4 .- Cada miembro tiene que elegir una persona adecuada,


que ha de ser su sucesor.
Cada hombre es, él mismo, el creador de ese ser, cuya personali­
dad adopta en su próximo paso en la escala de la evolución.
La espada de la sabiduría hay que saber dejarla en su sitio
para que otros puedan acceder a ella.

5 .- Las letras «R. C.» son el emblema de la Orden.


Aquellos que verdaderamente han entrado en la Orden, llevarán
las marcas sobre sus cuerpos, que no pueden ser confundidas por
el que es capaz de reconocerlas.
El misterio que supone el alcanzar el estado de realización
representado por los términos Rosa* Cruz, son las únicas señas
de identidad que mantienen estos seres y, por tanto, sólo pueden
ser reconocidos por aquellos que han conseguido el mismo nivel
de conciencia. Por ello es inútil hacerse reconocer por vestiduras
o símbolos externos, pues aquel que verdaderamente sabe no
tiene ninguna dificultad para reconocer el estado de los que le
rodean.

6 .- La existencia de la «Fraternidad» debe ser guardada en


secreto por cien años, empezando desde el tiempo cuando
ella se estableció.
No estarán cumplidos los «Cien años», hasta que el hombre
haya despertado a la conciencia de su Naturaleza Divina.

48
Los deberes de un Rosa*Cruz

Vemos en esta frase una alegoría de los aspectos cíclicos de


actuación y reserva en los medios sociales.

49
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Los signos secretos


de los Rosacruces

Hay dieciséis signos por los cuales un miembro de la Orden


puede ser reconocido. El que posee tan sólo algunos, no es un
miembro de elevado rango, ya que, el verdadero Rosacruz, los
posee todos.

1. - EL ROSACRUZ ES PACIENTE
Su principal y más importante victoria, es la conquista de su pro­
pio YO. Es la victoria sobre el LEON, que ha injuriado amarga­
mente a algunos de los mejores partidarios de la Rosacruz.
El no será sojuzgado por el feroz y desconsiderado ataque
que se le hizo, sino que está hecho para vencer por la paciencia
y grandeza de alma.
El verdadero Rosacruz trata de vencer a sus enemigos con la
bondad y a los que lo odian, con presentes. No los maldice, por
el contrario, les envía ferviente fuego de amor sobre sus cabezas.
No persigue a sus enemigos con la espada, o con haces de
lefia, sino que sufre la cizaña que crece como el trigo, hasta que
ellas maduren y sean separadas por la Naturaleza.

51
Regla Rosa*Cruz

2. - EL ROSACRUZ ES BONDADOSO
Nunca aparece triste o melancólico, ceñudo o con una mirada
de desprecio en su rostro, actúa bondadosa y amablemente hacia
todos y está siempre listo a prestar ayuda a su prójimo.
Aunque es diferente de la mayoría que le rodea, trata de
amoldarse a ella en sus hábitos y costumbres, tanto como su
dignidad lo permita. Resulta por esto una agradable compañía,
y sabe cómo conversar, tanto con el rico como con el pobre, y
actuar en cualquier clase de sociedad, imponiendo su respeto,
por cuanto él ha dominado la vulgaridad.

3. - EL ROSACRUZ NO CONOCE LA ENVIDIA


Antes de ser aceptado en la Orden, debe pasar por la ordalía de
cortar la cabeza a la serpiente de la envidia, labor muy ardua, por
cuanto ese reptil es escurridizo y fácilmente se esconde en algu­
na esquina. El verdadero Rosacruz está siempre contento con
su suerte, sabiendo que tiene tanto como merece tener. Nun­
ca se lamenta acerca de las ventajas o riquezas que poseen los
otros, mas siempre desea lo mejor para todos. Sabe que obtendrá
cuanto desee, sin cuidarse si otro posee más que él. No espera re­
cibir favores sino que distribuye los suyos sin parcialidad alguna.

4. - EL ROSACRUZ NO ES ORGULLOSO
Sabe que el hombre no es otra cosa que instrumento en las ma­
nos de Dios, y que nada útil puede realizar por su propia volun­
tad. Esta, no siendo más que la voluntad de Dios, pervertida por
el hombre. A Dios dedica todas sus alabanzas y a todo aquello
que es mortal su reprobación.
No muestra una desordenada precipitación para realizar al­
guna cosa, sino que espera hasta que recibe las órdenes de su
Maestro, que reside por encima y dentro de él.

52
Los signos secretos de los Rosacruces

5. - EL ROSACRUZ NO ES VANIDOSO
Prueba con esto que hay algo real en él, y que no es un talego
inflado con aire.
Los aplausos y los reproches le dejan indiferente, y no se
siente agraviado si se le contradice o encuentra desprecio. Vive
dentro de sí mismo y goza las bellezas de su mundo interno, pero
nunca desea hacer ostentación de sus posesiones, ni se muestra
orgulloso por aquellos presentes espirituales que ha alcanzado.
De los más grandes presentes, él posee su modestia y su vo­
luntad de ser obediente a la Ley.

6. - EL ROSACRUZ NO ES DESORDENADO
Se esfuerza siempre por cumplir con su deber y actúa de acuerdo
al orden establecido por la Ley. No se preocupa por frivolidades
externas ni ceremonias. La Ley está escrita dentro de su cora­
zón, y de allí que todos sus pensamientos y actos son gobernados
por Ella.
Su respetabilidad no reside en su aspecto exterior, sino en
su real ser, el cual puede ser comparado a una raíz, desde donde
todas las acciones surgen.
La belleza interior de su alma está reflejada en su aspecto
externo, y estampa en él todos sus actos con indeleble sello; la
luz existente en su corazón puede ser percibida en sus ojos por
el experto. Es ella el espejo de la Imagen Divina, subyacente en
su interno YO.

7. - EL ROSACRUZ NO ES AMBICIOSO
Nada hay más injurioso al progreso espiritual, y a la expansión
del alma, que una estrecha mente y un carácter egoísta. El ver­
dadero Rosacruz siempre cuida mucho más el bienestar de sus
semejantes que el propio.

53
Regla Rosa* Cruz

El no tiene intereses privados o personales que nutrir o de­


fender, siempre busca el bien y jamás evita una oportunidad que
pueda presentársele para ese propósito.

8. - EL ROSACRUZ NO SE IRRITA
Es evidente que una persona que trabaja para el beneficio de to­
dos sea odiada por aquellos cuyos intereses personales no resul­
ten beneficiados, ya que el egoísmo es el opuesto de lo magná­
nimo, y los derechos de unos pocos no siempre son compatibles
con los intereses de la comunidad.
Los Rosacruces, en razón de esto, serán siempre resistidos
por las personas de mentes estrechas o corta visión. El será di­
famado por calumniadores, sus razones serán tergiversadas, será
maljuzgado por el ignorante, ridiculizado por el pseudo-sabio, y
mofado por el necio.
No obstante, tales procederes no podrán excitar o irritar la
mente del verdadero Rosacruz, ni perdurar la divina armonía de
su alma, porque su fe descansa en la percepción y conocimiento
de la verdad que en él residen.
La oposición de un millar de personas ignorantes no le indu­
cirá a desistir o hacer aquello que él conoce como noble y justo,
y lo hará, aunque esa acción represente la pérdida de su fortuna
o de su vida. Siendo capaz, y estando acostumbrado a dirigir su
vista hacia lo divino, no puede ser engañado por las ilusiones de
la materia, pero no obstante, se adhiere a la realidad externa.
Estando rodeado de influencias angélicas y atento a esas vo­
ces, no se afecta por el ruido que hacen los animales.

9. - EL ROSACRUZ NO PIENSA MAL DE LOS OTROS


Aquellos que piensan mal de los otros, sólo ven lo malo que en
ellos existe, reflejado como en un espejo.

54
Los signos secretos de los Rosacruces

El Rosacruz siempre está atento y dispuesto a reconocer lo


bueno existente en cada cosa.
La tolerancia es una virtud en la cual el Rosacruz se destaca
eminentemente de sus semejantes, y lo hace fácilmente distin­
guible.
Si en el transcurso de la conversación, algo aparece ambi­
guo, él suspende su juicio acerca de esto hasta que investiga su
naturaleza, mas como sabe que su razonamiento no es perfecto,
siempre se muestra inclinado a formarse una buena opinión, que
una mala, de cuanto le rodea.

1O. - EL ROSACRUZ AMA LA JUSTICIA


El, no obstante, nunca se excita al juzgar las faltas ajenas, ni
desea aparecer como sabio para censurar los errores de los otros.
No se regocija en habladurías, le preocupan las necedades de
otros, como si se tratase del zumbido de una mosca o las cabrio­
las de un mono.
No haya placer en escuchar altercados o discusiones de ca­
rácter político o personal, o recriminaciones mutuas.
Le tiene sin cuidado la astucia del zorro, el disimulo del co­
codrilo, o la rapacidad del lobo, ni se alegra cuando el cieno es
sacudido.
Su nobleza de carácter lo eleva a una esfera que está muy
lejos de tales fruslerías y absurdidades, y estando por encima
del plano sensual, en el cual los mortales comunes encuentran
su felicidad y gozo, vive con aquellos que no piensan mal de los
otros, no goza en la injusticia hecha a un hermano, ni se alegra
de su ignorancia o desgracia.
Sólo vive en compañía de quienes aman la verdad, y están
rodeados por la paz y la armonía del espíritu.

55
Regla Rosa*Cruz

11. - EL ROSACRUZ AMA LA VERDAD


No hay demonio peor que la falsedad y la calumnia. La ignoran­
cia no es dañosa, pero la falsedad es la substancia del mal.
El calumniador se regocija, así sea el objeto de su calumnia,
de tamaño reducida, sobre el cual apoyar su mentira y hacer que
ellas crezcan como montañas.
Opuesta a ella, está la Verdad, la que es un rayo de la eterna
fuente del BIEN, la que tiene el poder de transformar al hombre
en un ser divino.
El Rosacruz, en razón de esto, no busca otra luz que la de la
verdad, y esta luz no la goza él solo, sino en compañía de quienes
son buenos, y están pictóricos de majestad divina, así vivan en
esta tierra o en estado espiritual; y él la gusta con aquellos que
son perseguidos, inocentes, o están oprimidos, pero que serán
salvados por la verdad.

12. - EL ROSACRUZ SABE GUARDAR SILENCIO


Los que son falsos no aman a la verdad. El verdadero Rosacruz
prefiere la compañía de quienes estiman la Verdad, a la de aque­
llos que la pisotean. El guardará aquello que conoce, encerrado
en su corazón, porque en el silencio, está el poder.
Como un Ministro de Estado, no va de un lado para otro
contando a todos los Secretos del Rey, porque el Rosacruz no
hace desfilar ante el público las revelaciones hechas a él por el
REY INTERNO, que es más noble y sabio que cualquier mun­
dano o príncipe; él tiene, como única y segura guía, la autoridad
y el poder que deriva de ellos mismos.
Su secreto cesa sólo cuando el Rey le ordena hablar, pero en
tal caso no es él quien habla, sino la verdad que se expresa por
su intermedio.

56
Los signos secretos de los Rosacruces

13. - EL ROS ACRUZ CREE EN AQUELLO QUE CONOCE


Cree en la inmutabilidad de la Ley Eterna, y que cada causa
tiene un cierto efecto. Conoce que la verdad «no puede mentir»,
y que las promesas que su Rey le hace, siempre son cumplidas, si
él no impide su completa realización.
De allí que es inaccesible a la duda o el temor, y pone implíci­
ta confianza en los principios divinos de la Verdad, que está viva
y conciente dentro de su corazón.

14. - LA ESPERANZA DEL ROSACRUZ ES FIRME


La esperanza espiritual que proviene de cierta convicción como
resultante del conocimiento de la Ley, que la Verdad reconoce
por la Fe, crecerá y será colmada. Es el conocimiento del cora­
zón, y por cierto muy diferente de las especulaciones y razona­
mientos del cerebro.
Su fe descansa sobre la roca de su propia percepción, y no
puede ser destruida.
El sabe que en todas las cosas que parecen malas, por malo­
gradas que aparezcan éstas, está el bien en germen, y tiene espe­
ranza que en el curso de la evolución, ese germen se desarrolle y
así el mal sea transformado en bien.

15. - EL ROSACRUZ
NO PUEDE SER VENCIDO POR EL SUFRIMIENTO
Sabe que no hay luz sin sombra, no hay mal sin algún bien, y que
la fuerza crece en relación a la resistencia.
Habiendo reconocido la existencia del principio Divino en
todas las cosas, los cambios externos son para él de poca impor­
tancia, y no merecen mayor atención.
Su principal objetivo es sostener sus posiciones espirituales y
jamás perder la corona que ganó en la batalla de la vida.

57
Regla Rosa*Cruz

16. - EL ROS ACRUZ


SERÁ SIEMPRE MIEMBRO DE LA SOCIEDAD
Los nombres tienen poca importancia. El principio que preside
a la Sociedad Rosacruz es la Verdad, y él, que la conoce y sigue
su práctica, es por eso miembro de ella.
Si todos los nombres fueran cambiados y el lenguaje altera­
do, la Verdad permanecería siendo siempre la misma, porque el
que vive en la Verdad, seguirá viviendo aunque todas las nacio­
nes se extinguiesen.

Estos son los dieciséis signos del verdadero Rosacruz que han
sido revelados a un peregrino por un ángel que le arrancó el
corazón, dejando en su lugar, un ígneo carbón, que está ahora
incesantemente ardiendo y animado con el amor de la UNI­
VERSAL FRATERNIDAD HUMANA.

58
Leges Societatis

ESTATUTOS DE LA SOCIEDAD
PARA EL ESTUDIO DE LA SABIDURÍA DIVINA
Jesús dijo que cuando dos personas se reunieran en su nombre
para rogar a su Padre, su pedido sería concedido, pues entonces
él estará en medio de ellas.

1. - Cada miembro de la Sociedad deberá querer a sus hermanos.


«Todos nosotros, judíos o griegos, esclavos o libres, nos hemos
bautizado en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo, y he­
mos absorbido un solo Espíritu» (Romanos, XII, 13).
«Acerca del amor fraterno no hace falta escribiros, pues vo­
sotros habéis aprendido de Dios a amaros mutuamente,...» (Ia
Tesalocinenceses IV, 9).
«Que el amor fraterno sea duradero» (Hebreos XIII, 1).
«Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como
yo os amé» (Juan XV, 12).
«Busque cada cual la satisfacción del prójimo para lo bueno y
lo constructivo» (Romanos XV, 2).

59
Regla Rosa*Cruz

«No serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos.


Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.» (Leví-
tico XIX, 18).
«. ..Amarás al prójimo como a ti mismo» (Mateo XXII, 39).
«De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no
codiciarás y cualquier otro precepto se resume en este: Amarás al
prójimo como a ti mismo» (Romanos XIII, 9).
«Pues la ley entera se cumple con un precepto: Amarás a tu
prójimo como a tí mismo» (Gálatas V, 14).
«Esto es lo que pido: que vuestro amor crezca más y más en
conocimiento y en toda clase de percepción,...»(Filipenses 1,9).
«La multitud de los creyentes tenía un alma y un corazón»
(Hechos IV, 32).
«Cuando David acabó de hablar con Saúl, Jonatán se encari­
ñó con David; lo quiso como a sí mismo» (I Samuel XVIII, 1).
«... esforzándoos por mantener la unidad del espíritu con el
vínculo de la paz. Uno es el cuerpo, uno el Espíritu, como es una
la esperanza a que habéis sido llamados,...» (Efesios IV, 3,4).
«... os tengo dicho que en muerte o en vida os llevo en el
corazón» (2a Corintios VII, 3).
«Tal afecto os teníamos, que estábamos dispuesto a daros, no
solo la buena noticia de Dios, sino nuestra vida: tanto os quería­
mos» (Ia Tesalonicenses II, 8).
2. - Los miembros no deben maldecirse unos a otros ni des­
preciarse mutuamente.
«No me avergüenzo de saludar a un amigo ni me escondo de su
vista; ...» (EclesiásticoXXII, 25).
«¡Quién pusiera un centinela en mi boca / y un cerrojo de
prudencia en mis labios / para no caer por su causa, / para que
no me pierda la lengua!» (Eclesiástico XXII, 25).

60
Leges Societatis

3. - Deben ser fieles unos a otros.


«No hagas daño, ni poco ni mucho, no te conviertas de amigo en
enemigo. Pues ganarás mala fama, baldón y afrenta: de hombre
perverso y doblado» (Eclesiástico V, 15 y VI, 1).
«Por ser su primogénito lo educa y porque le dio la luz de su
amor no lo abandona» (Eclesiástico XXVII, 18).
«Avergüénzate ante tu padre y tu madre de inmoralidad; ante
el jefe y el magistrado, de mentir;...» (Eclesiástico XLI, 17).
«No hay en el mundo nadie tan honrado que haga el bien sin
pecar nunca» (Eclesiástico VII, 20).
«Hermano ofendido peor que plaza fuerte, las pendencias
son cerrojo de castillo» (Proverbios XVIII, 19).
«Hay camaradas que se maltratan / y un amigo más unido
que un hermano» (Proverbios XVIII, 24).
«Cuidado, que nadie devuelva mal por mal; buscad siempre
el bien entre vosotros y para todos» (Ia Tesalonicenses V, 15).

4. - Igualmente deben ser veraces.


«Esto es lo tenéis que hacer: Decir la verdad al prójimo, juzgar
con integridad en los tribunales, no tramar males unos contra
otros, no aficionaros al perjurio» (Zacarías VIII, 16 y 17).
«Así que, eliminando la mentira, decios la verdad unos a
otros, pues somos por igual miembros» (Efesios IV, 25).
«Sea vuestro lenguaje sí, sí, no, no. Lo que pase de ahí proce­
de del maligno» (Mateo V, 37).
«Dios me es testigo de que cuando me dirijo a vosotros, no
confundo el sí y el no;...» (2a Corintios 1,18).
«Quien acepta al Hijo posee la vida; quien no acepta al Hijo
de Dios no posee la vida» (Ia Juan V, 12).

61
Regla Rosa*Cruz

5. - Humildes y serviciales entre sí.


«No hagáis nada por ambición o vanagloria, antes con humildad
tened a los otros por mejores. Nadie busque su interés, sino el de
los demás» (Filipenses II, 3 y 4).
«No te juntes con el colérico ni vayas con el iracundo,...»
(Proverbios XXII, 24).
«El Sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento
a la sabiduría se alegrará. El agua apaga el fuego ardiente y la
limosna expía el pecado» (Eclesiástico III, 29 y 30).
«A quien toca la pez se le pega la mano, quien se junta con el
cínico aprende sus costumbres» (Eclesiástico XIII, 1).
«Lo mismo vosotros, jóvenes, someteos a los ancianos. Y to­
dos, en el trato mutuo, vestid como un delantal la humildad,
pues Dios resiste a los soberbios y otorga su favor a los humil­
des» (Ia Pedro V, 5).

6- No deben reírse de sus elevados estudios.


«La mente es la raíz de toda conducta, y produce cuatro ramas:
bien y mal, vida y muerte; su señor absoluto es la lengua» (Ecle­
siástico XXXVII, 17 y 18).
«Hijo mío, deja de aceptar la corrección y te perderás por
falta de principios» (Proverbios XIX, 27).

7. - Deben guardar el secreto de cuanto aprenden.


«El que descubre secretos destruye la confianza y no encontrará
amigo íntimo; ama a tu amigo y séle fiel, pero si revelas su secre- ,
to no vayas en su busca» (Eclesiástico XXVII, 16 y 17).
«... se puede vendar una herida, se puede remediar un in­
sulto; el que revela un secreto no tiene esperanza» (Eclesiástico
XXVII, 21).

62
Leges Societatis

«¡Quién pusiera un centinela en mi boca / y un cerrojo de


prudencia en mis labios / para no caer por su causa, / para que
no me pierda la lengua!» (Eclesiástico XXII, 27).

8. - Deben repartir su fortuna entre ellos.


«... [Dios] hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigran­
te, dándole pan y vestido» (Deuteronomio X, 18).
«Gánate la confianza del prójimo mientras es pobre, y goza­
rás con él de su prosperidad; durante la tribulación hazle com­
pañía, y repartirás la herencia con él» (Eclesiástico XXII, 23).
«... pierde tu dinero por el hermano y el prójimo, no dejes
que se oxide bajo una piedra; invierte tu tesoro según el mandato
del Altísimo, y te producirá más que el oro; guarda limosnas en
tu despensa, y ellas te librarán de todo mal; mejor que escudo re­
sistente o poderosa lanza, lucharán contra el enemigo a tu favor»
(Eclesiástico XXIX, 10-13).
«Si uno posee bienes del mundo y ve a su hermano necesita­
do y le cierra las entrañas y no se compadece de él, ¿cómo puede
conservar el amor de Dios?» (Ia Juan III, 17).
«Que vuestra abundancia remedie por ahora su escasez, de
modo que un día la abundancia de ellos remedie vuestra escasez.
Así habrá igualdad. Como está escrito: A quien recogía mucho
no le sobraba, a quien recogía poco no le faltaba» (2a Corintios
VIII, 14 y 15).
«El catecúmeno debe compartir sus bienes con su catequis­
ta.» (Gálatas VI, 6).
«No nos cansemos de hacer el bien, que a su debido tiempo
cosecharemos sin fatiga. Por tanto, mientras se ofrece ocasión,
hagamos el bien a todos, especialmente a la familia de los cre­
yentes» (Gálatas VI, 9 y 10).

63
Regla Rosa+Cruz

«Si nosotros sembramos en vosotros lo espiritual, ¿será exce­


sivo que cosechemos lo corporal?» (Ia Corintios IX, 11).
«¿No sabéis que los ministros del culto comen de los dones
del templo y los que atienden al altar participan de los dones del
altar?» (Ia Corintios IX, 13).
«... el que reparte, con generosidad...» (Romanos XII, 8).
«Pues los de Macedonia y Acaya han decidido solidarizarse
con los cristianos pobres de Jerusalén. Lo han decidido como
era su obligación: pues, si los paganos se beneficiaron de sus bie­
nes espirituales, es justo que ellos los socorran en los materiales»
(Romanos XV, 26 y 27).

9. - El Miembro de mayor consideración de esta Sociedad


es el Señor Jesús, Hijo de Dios; pues ella es llevada en su
nombre, y su propia palabra da la certeza de su presencia.
Así, todos los miembros tendrán la obligación estricta de
observar con respecto a El las reglas de la Sociedad3.

3 Estos Estatutos y las Reglas que siguen están traducidos de Madathanus.

64
Capítulo V Jllilli.

Reglas de conducta

REGLAS DE CONDUCTA DE UN DISCÍPULO


DE LA MAGIA CELESTE PARA CON DIOS,
PARA CON SU RECEPTOR Y PARA CONSIGO
MISMO Y LOS OTROS (POR EL AUTOR DEL ECHO)

1- El discípulo debe temer a Dios; pues el temor de Dios es


el comienzo, la raíz y la corona de la Sabiduría.
«Respetar al Señor es el principio del saber; los necios despre­
cian la sensatez y la educación». (Proverbios 1,7).
«El comienzo de la Sensatez es respetar al Señor, y conocer
al Santo es inteligencia». (Proverbios IX, 10).
«El principio de la Sabiduría es respetar al Señor, tienen buen
juicio los que lo realizan. El elogio del Señor dura por siempre».
(Salmos CXI, 10).
«El principio de la Sabiduría es respetar al Señor: ya en el
seno se crea con el fiel». (Eclesiástico 1,14).
«La plenitud de la Sabiduría es respetar al Señor: con sus
frutos embriaga a sus fieles». (Eclesiástico 1,16).

65
Regla Rosa*Cruz

«La raíz de la Sabiduría es respetar al Señor, y sus ramos son


una vida larga. El respeto del Señor rechaza los pecados y aparta
sin cesar la cólera». (Eclesiástico 1,20 y 21).
«Y dijo al hombre: Respetar al Señor es sabiduría, apartarse
del mal es prudencia». (Job XXVIII, 28).
«Respetar al Señor es síntesis de la sabiduría, cumplir su ley
es toda la sabiduría». (Eclesiástico XIX, 20).
«Aunque siguiéramos, no acabaríamos la última palabra: El
lo es todo». (Eclesiástico XLIII, 27).
«... el que respeta al Señor no se alarmará ni se acobardará,
porque El es su esperanza». (Eclesiástico XXXIV, 14).
«Reflexiona sobre el respeto al Altísimo y medita sin cesar
sus mandamientos: Él te dará la inteligencia y según tus deseos
te hará sabio». (Eclesiastés VI, 37).
«¿Quién es ese que respeta al Señor? Le indicará el camino
que ha de escoger: la dicha será su morada y su descendencia po­
seerá un terreno. El Señor se confía a sus fieles y con su alianza
los instruye». (Salmos XXV, 12-14).

2. - Debe poner atención en la disciplina.


«No rechaces, hijo mío, el castigo del Señor, no te enfades por
su reprensión, porque al que ama lo reprende el Señor, como un
padre al hijo querido». (Proverbios III, 11 y 12).
«Agárrate a la corrección, no la sueltes; consérvala, porque te
va la vida». (Proverbios IV, 13).
«Si me amáis [al Espíritu], guardad mis mandamientos».
(Juan XIV, 15).

3. - Debe tener poca relación con el mundo; porque según


las palabras del Apóstol Juan (Ia Carta IV, 4 y 5), la amistad
del mundo es la enemistad de Dios.

66
Reglas de conducta

«Huye de todas las pasiones juveniles, persigue la justicia, la fe, el


amor, la paz con todos los que invocan sinceramente al Señor».
(2a Timoteo II, 22).
«No os ajustéis a este mundo, antes transformaos con una
mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es
bueno y aceptable y perfecto». (Romanos XII, 2).
«El poder divino nos ha otorgado cuanto conduce a la vida y
a la piedad, por medio del conocimiento del que nos llamó con
su propia gloria y mérito. Con ellas nos ha otorgado las prome­
sas más grandes y valiosas, para que por ellas participéis de la
naturaleza divina y escapéis de la corrupción que habita en el
mundo por la concupiscencia». (2a Pedro 1,3 y 4).
«... pues la profecía nunca sucedió por iniciativa humana,
sino que los hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu
Santo». (2a Pedro 1,21).
«No améis el mundo ni lo que hay en él: quien ama el mundo
no posee el amor del Padre. Cuanto hay en el mundo, la codicia
sensual, la codicia de lo que se ve, el jactarse de la buena vida,
no procede del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa con sus
codicias; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece por
siempre». (Ia Juan II, 15-17).
«Sabemos que procedemos de Dios, mientras que el mundo
entero pertenece al Maligno». (Ia Juan V, 19).
«El sembrado entre cardos es el que escucha el discurso; pero
la preocupaciones mundanas y la seducción de las riquezas lo
ahogan, y no da fruto». (Mateo XIII, 22).
«... pero las preocupaciones mundanas y la seducción de las
riquezas y el afán por todo lo demás se les mete, los ahoga y los
deja sin fruto». (Marcos IV, 19).

67
Regla Rosa*Cruz

4. - Debe ser piadoso, puro y no pecar.


«... porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de
la gloria del Omnipotente, por eso nada inmundo se le pega».
(Sabiduría VII, 25).
«La Sabiduría no entra en el alma de mala ley ni habita en
cuerpo deudor del pecado». (Sabiduría 1,4).
«... la incorruptibilidad acerca a Dios». (Sabiduría VI, 19).
«El Señor está lejos de los malvados y escucha la oración de
los honrados». (Proverbios XV, 29).
«Porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los
hombres rectos». (Proverbios III, 32).
«¿Quién puede subir al monte del Señor?, ¿quién podrá estar
en el recinto sacro? El de manos inocentes y puro de corazón, el
que no acude a los ídolos ni jura en falso. Ese recibirá del Señor la
bendición y la justicia de Dios su Salvador». (Salmos XXIV, 3-5).
«Buena es la riqueza adquirida sin culpa, mala es la pobreza
causada por la arrogancia». (Eclesiástico XIII, 24).
«... si te conservas puro y recto, él velará por ti y restaurará tu
legítima morada». (Job VIII, 6).
«Son los que no se han contaminado con mujeres y se con­
servan vírgenes. Éstos acompañan al Cordero por donde vaya.
Han sido rescatados de la humanidad como primicias para Dios
y para el Cordero». (Apocalipsis XIV, 4).
«Si con Cristo habéis muerto a los elementos del cosmos,
¿por qué seguís los dictados de los que viven en el mundo?».
(Colosenses II, 20).
«Así pues, disponiendo de tales promesas, queridos míos,
purifiquémonos de toda impureza de cuerpo y espíritu, comple­
tando nuestra consagración y respetando a Dios». (2a Corintios
VII, 1).

68
Reglas de conducta

«Quien se mantenga limpio de todo lo dicho será utensilio


noble, consagrado, útil para el dueño, disponible para cualquier
buena tarea». (2a Timoteo II, 21).
«Se ha manifestado la gracia de Dios que salva a todos los
hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y los deseos
mundanos y a vivir en esta edad con templanza, justicia y pie­
dad...» (Tito II, 11 y 12).

5. - Debe ser prudente y circunspecto.


«Poned atención: que no se os embote la mente con el vicio,
la embriaguez y las preocupaciones de la vida, de modo que os
sorprenda de repente aquel día». (Lucas XXI, 34).
«Tú vigila continuamente, aguanta las penalidades, ejecuta
la tarea de anunciar la buena noticia, cumple tu ministerio». (2a
Timoteo IV, 5).
«... con integridad, penetración, paciencia y bondad; con Es­
píritu Santo, amor no fingido,...» (2a Corintios VI, 6).
«Vino y mujeres extravían a hombres inteligentes, el que
anda con prostitutas se vuelve descarado». (Eclesiástico XIX, 2).
«El vino es insolente, el licor es ruidoso; quien pierde por él
el tino no se hará sensato». (Proverbios XX, 1).
«Pues el salario del pecado es la muerte; el don de Dios, por
Jesucristo Señor nuestro, es la vida eterna». (Romanos VI, 23).

6. - Casto.
«... porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de
la gloria del Omnipotente, por eso nada inmundo se le pega».
(Sabiduría VII, 25).
«Así que estamos siempre animosos y sabemos que mientras
sea el cuerpo nuestra patria, estamos desterrados del Señor». (2a
Corintios V, 6).

69
Regla Rosa*Cruz

«En cuanto a lo que escribíais, que es mejor que el hombre


no tenga relaciones con la mujer, os digo que, para evitar la in­
moralidad, cada hombre tenga su mujer y cada mujer su mari­
do». (Ia Corintios VII, 1).
«Quiero que estéis libres de preocupaciones: el soltero se pre­
ocupa de los asuntos del Señor y procura agradar al Señor. El
casado se preocupa de los asuntos del mundo y procura agradar
a su mujer, y está dividido». (Ia Corintios VII, 32 y 33).
«A los casados les ordeno, no yo, sino el Señor, que la mujer
no se separe del marido». (Ia Corintios VII, 10).
«A los demás les digo yo, no el Señor: si un hermano tiene
una mujer no cristiana y ella consiente en vivir con él, no debe
divorciarse de ella». (Ia Corintios VII, 12).
«No os privéis unos de otros, si no es de mutuo acuerdo y
por un tiempo, para dedicaros a la oración. Después unios de
nuevo para que Satanás no os tiente aprovechándose de vuestra
incontinencia». (Ia Corintios VII, 5).
«Las acciones del instinto son manifiestas: fornicación, inde­
cencia, desenfreno...» (Gálatas V, 19).
«Por el contrario, el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio
propio. Contra eso no hay ley que valga». (Gálatas V, 22 y 23).
«Que nadie te desprecie por ser joven; procura ser modelo de
los creyentes en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza».
(Ia Timoteo, IV, 12).
«[Los últimos tiempos] Los hombres serán egoístas y co­
diciosos, fanfarrones, arrogantes, injuriosos, desobedientes a los
padres, ingratos, impíos, despiadados, implacables, difamadores,
incontrolados, inhumanos, hostiles a lo bueno, pérfidos, teme­
rarios, vanidosos, más amigos del placer que de Dios; aunque

70
Reglas de conducta

salvan las formas de la religiosidad, reniegan de sus efectos. A


esos tales evítalos». (2a Timoteo 111,2-5).
«Pues hay eunucos que son así de nacimiento; los hay cas­
trados por los hombres y los hay que se han castrado por el
reinado de Dios. El que pueda con ello que lo acepte». (Mateo
XIX, 12).

7. - Debe ser humilde.


«El les dijo: vosotros pasáis por justos ante los hombres, pero
Dios os conoce por dentro. Pues lo que los hombres exaltan lo
aborrece Dios». (Lucas XVI, 15).
«Lo mismo vosotros, jóvenes, someteos a los ancianos. Y to­
dos, en el trato mutuo, vestid como un delantal la humildad,
pues Dios resiste a los soberbios y otorga su favor a los humil­
des». (Ia Pedro V, 5).
«... la soberbia es odiosa al Señor y a los hombres; para uno
y otros es delito de opresión». (Eclesiástico X, 7).
«...[la sabiduría] se queda lejos de los cínicos y los embuste­
ros no se acuerdan de ella». (Eclesiástico XV, 8).
«No digas: Dios mirará mis muchas ofrendas, el Altísimo
recibirá mis súplicas». (Eclesiástico VII, 9).
«... porque es grande la compasión de Dios, y revela sus se­
cretos a los humildes. No pretendas lo que te sobrepasa ni escu­
driñes lo que se te esconde». (Eclesiastés III, 20 y 21).
«Someted el cuello a su yugo / y aceptad de buena gana su
carga; / pues se acerca al que la busca, / el que se entrega la en­
cuentra. / Ved con vuestros ojos que, siendo yo pequeño, / la serví
y la conseguí [la sabiduría]». (Eclesiástico LI, 26 y 27).
«Donde entra la insolencia, entra el baldón; pero la sensatez
acompaña a los humildes». (Proverbios XI, 2).

71
Regla Rosa*Cruz

«La soberbia de un hombre lo humillará, el humilde conser­


vará su honor». (Proverbios XXIX, 23).
«Respetar al Señor es escuela de sensatez, delante de la gloria
va la humildad». (Proverbios XV, 33).
«Porque El humilla a los arrogantes y salva a los que se hu­
millan». (Job XXII, 29).
«Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será en­
salzado». (Mateo XXIII, 12).
«Todo barranco se rellenará, montes y colinas se abajarán, lo
torcido se enderezará y lo escabroso se igualará». (Lucas III, 5).
«... Porque quien se ensalza será humillado, quien se humilla
será ensalzado». (Lucas XVIII, 14).
«Que nadie se engañe: si uno se considera sabio en las cosas
de este mundo, vuélvase loco para llegar a sabio». (Ia Corintios
III, 18).

8. - Debe despreciar el dinero.


«El principio de la sensatez es: adquiere sensatez, con todos tus
haberes adquiere prudencia». (Proverbios IV, 7).
«Más vale poco con temor de Dios que grandes tesoros con
sobresalto» (Proverbios XV, 16).
«Inclina mi corazón a tus preceptos y no al lucro». (Salmos
CXIX, 36).
«... crueldad y arrogancia destruyen la hacienda, la casa del
soberbio quedará desierta; la súplica del pobre va de la boca a los
oídos y Dios le hace justicia enseguida». (Eclesiástico XXI, 4 y 5).
«¿Qué aprovecha el hombre ganar el mundo entero a costa
de su vida?». (Marcos VIII, 36).
«¡Atención!, guardaos de cualquier codicia, que, por más rico
que uno sea, la vida no depende de los bienes». (Lucas XII, 15).

72
Reglas de conducta

«Sed desinteresados en vuestra conducta y estad contentos


con lo que tenéis; pues El dijo: No te dejaré ni te abandonaré».
(Hebreos XIII, 5).
«El codicioso no se harta de dinero y el avaro no lo aprove­
cha: también esto es vanidad». (Eclesiastés V, 9).
«Como salió del vientre de su madre, así volverá: desnudo;
y nada se llevará del trabajo de sus manos». (Eclesiastés V, 14).
«Nadie puede servir a dos amos a la vez». (Mateo VI, 24).

9. - Tiene en poca estima la sabiduría y la previsión de los


hombres.
«¿Dónde hay un sabio, dónde un letrado, dónde un investigador
de este mundo? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría
mundana? Como, por la sabia disposición de Dios, el mundo
con su sabiduría no reconoció a Dios, dispuso Dios salvar a los
creyentes por la locura de la cruz». (Ia Corintios 1,20 y 21).
«Que nadie se engañe: si uno se considera sabio en las cosas
de este mundo, vuélvase loco para llegar a sabio; pues la sabidu­
ría de este mundo es locura para Dios, como está escrito: El que
enreda a los sabios con su misma astucia, y también: El Señor conoce
que los pensamientos de los sabios son insustanciales». (Ia Corintios
III, 18-20).
«El instinto tiende a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y
a la paz. Porque la tendencia del instinto es hostil a Dios; pues
no se somete a la ley de Dios ni puede hacerlo». (Romanos VIII,
6 y 7).
«... el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir,
puesto que no lo ve ni lo conoce». (Juan XIV, 17).
«Confía en el Señor de todo corazón y no te fíes de tu propia
inteligencia; en todos tus caminos tenlo presente, y él allanará

73
Regla Rosa* Cruz

tus sendas. No te tengas por sabio, respeta al Señor y evita el


mal». (Proverbios III, 5-7).

10. - Debe alimentar un ardiente deseo por la Sabiduría


divina.
«La Sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad
los que la aman, y los que van buscándola la encuentran». (Sa­
biduría VI, 12).
«... por tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino». (Sa­
biduría VI, 20).
«El sabio aprecia la sentencia de los sabios, el oído atento a la
sabiduría se alegrará». (Eclesiástico III, 29).
«Dichoso el hombre que piensa en la Sabiduría y pretende la
Prudencia». (Eclesiástico XIV, 20).
«... la deseé ardientemente [a la Sabiduría] y no me retiraré;
la deseé arduamente y no descansaré en sus alturas; mi mano
abrió sus puertas; contemplaré sus secretos». (Eclesiástico LI,
19).

11. - Debe ser obediente,...


«Así que, si os gustan los tronos y los cetros, soberanos de las
naciones, respetad la sabiduría y reinareis eternamente». (Sabi­
duría VI, 21).
«Quien rechaza la corrección se odia a sí mismo, quien escu­
cha la reprensión adquiere juicio». (Proverbios XV, 32).
«Escucha el consejo, acepta la corrección y llegarás a ser sen­
sato». (Proverbios XIX, 20).
«... el afán por la instrucción es amor; el amor es la obser­
vancia de sus leyes; la custodia de las leyes es garantía de inco­
rruptibilidad; la incorruptibilidad acerca a Dios». (Sabiduría VI,
18 y 19).

74
Reglas de conducta

«Asiste a la reunión de los ancianos, y si hay uno sensato,


pégate a él». (Eclesiástico VI, 34).
«Obedeced y someteos a vuestros guías, pues velan como res­
ponsables por vuestras vidas; así lo harán contentos y sin lamen­
tarse, cosa que no os aprovecharía». (Hebreos XIII, 17).

12. - ...Aplicado.
«Me limpié las palmas... Con sus consejos [los de la Sabiduría]
adquirí prudencia y no la abandonaré». (Eclesiástico LI, 20).
«Venid a mí los ignorantes [a la Sabiduría], y habitad en mi
escuela». (Eclesiástico LI, 23).»
«Acércate a ella [a la Sabiduría] como quien ara y siega, es­
perando abundante cosecha; cultivándola trabajarás un poco, y
mañana comerás sus frutos. Al necio le resulta fatigosa, y el in­
sensato no puede con ella». (Eclesiástico VI, 19 y 20).
«El primero no acabará de comprenderla [a la Sabiduría] y el
último no podrá rastrearla, pues su pensamiento es más dilatado
que el mar y su consejo más que el océano». (Eclesiástico XXIV,
28 y 29).
«Haré brillar mi enseñanza [la Sabiduría] como la aurora
para que ilumine las distancias». (Eclesiástico XXIV, 32).
«En cambio, el que se entrega de lleno a meditar la Ley del
Altísimo indaga la Sabiduría de sus predecesores y estudia las
profecías». (Eclesiástico XXXIX, 1).
«Que el libro de esa Ley no se te caiga de los labios; medítalo
día y noche, para poner por obra todas sus cláusulas; así prospe­
raran tus empresas y tendrás éxito». (Josué 1,8).
«... [La Sabiduría] ella misma va de un lado a otro buscando
a los que la merecen, los aborda benigna por los caminos y les
sale al paso en cada pensamiento». (Sabiduría VI, 16).

75
Regla Rosa*Cruz

13. - En el comienzo, no debe indagar los grandes secretos.


«Yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales,
sino como a simples hombres, como a niños en la vida cristiana.
Leche os di de beber y no alimento sólido, pues aún no podíais
con él; ni ahora podéis, dado que aún os guía el instinto». (Ia
Corintios III, 1-3).
«Sobre este tema [la Perseverancia] tenemos mucho que de­
cir, y es difícil de explicarlo porque os habéis vuelto perezosos
para escuchar. Pues, cuando debíais con el tiempo ser maestros,
hace falta que os enseñen los rudimentos del mensaje de Dios;
estáis necesitados de leche y no de alimento sólido. Quien vive
de leche es una criatura y no entiende de rectitud. El alimento
sólido es para los maduros, que con la práctica y el entrenamien­
to de los sentidos saben distinguir el bien del mal». (Hebreos V,
11-14).
«Apelando al don que me han hecho, me dirijo a cada uno de
vuestra comunidad: no tengáis pretensiones desmedidas, antes
tended a la mesura, cada uno según el grado de fe que Dios le
haya asignado». (Romanos XII, 3).

14. - Debe venerar esos elevados estudios.


«... la instrucción es para el inteligente joya de oro, brazalete en
el brazo derecho». (Eclesiástico XXI, 21).
«El cínico busca sensatez y no la encuentra, el saber es fácil
para el inteligente». (Proverbios XIV, 6).
«El ingenuo se adorna con necedad, el sagaz se corona con
saber». (Proverbios XIV, 18).

15. - Debe ser reconocido, dulce y generoso con su maestro.


«El catecúmeno debe compartir sus bienes con su catequista».
(Gálatas VI, 6).

76
Reglas de conducta

«... pues, si los paganos se beneficiaron de sus bienes espiri­


tuales, es justo que ellos los socorran en los materiales». (Roma­
nos XV, 27).
«¿Somos Bernabé y yo [Pablo] los únicos que no tenemos
derecho a prescindir del trabajo? ¿Quién ha servido como solda­
do a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come sus
frutos?, ¿quién cuida un rebaño y no se alimenta de su leche?».
(Ia Corintios IX, 6 y 7).
«Si nosotros sembramos en vosotros lo espiritual, ¿será exce­
sivo que cosechemos lo corporal?». (Ia Corintios IX, 11).
«¿No sabéis que los ministros del culto comen de los dones
del templo y los que atienden al altar participan de los dones del
altar?». (Ia Corintios IX, 13).

16. - Debe practicar la limosna de buen grado.


«Dichoso del que cuida del desvalido: el día aciago lo pondrá a
salvo el Señor. El Señor lo guardará y conservará en vida, y será
dichoso en la tierra, no lo entregará a la saña de sus enemigos».
(Salmos XLI, 2 y 3).
«Si tienes, no digas al prójimo: vete y vuelve, mañana te lo
daré». (Proverbios 111,28).
«El que da al pobre no pasará necesidad, el que se desentien­
de se colmará de maldiciones». (Proverbios XXVIII, 27).
«Hijo mío, cuando haces un favor, no reprendas, ni ofendas
con las palabras cuando haces limosna». (Eclesiástico XVIII, 15).
«Vended vuestros bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que
no envejezcan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladro­
nes no llegan ni los roe la polilla». (Lucas XII, 33).

77
Regla Rosa*Cruz

«Bajó a toda prisa y lo recibió muy contento [Zaqueo4 a Je­


sús]. Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse
en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Se­
ñor: Mira Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a
quien le haya defraudado le restituyo cuatro veces más». (Lucas
XIX, 6-8).
«Jesús le miró con cariño y le dijo: - Una cosa te falta: anda,
vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en
el cielo. Después vente conmigo». (Marcos X, 21).
«Vivía en Cesárea un tal Cornelio, capitán e la cohorte Itá­
lica; hombre piadoso, que veneraba a Dios con toda su familia.
Hacía muchas limosnas al pueblo y oraba asiduamente a Dios.
A eso de las tres de la tarde, vio claramente en una visión a un
ángel de Dios que entraba en su habitación y le decía: - Corne­
lio. El lo miró asustado y dijo: - ¿Qué quieres Señor? Le contes­
tó: - Tus oraciones y limosnas han subido a la presencia de Dios
y se tienen en cuenta». (Hechos X, 1-4).
«No descuidéis la beneficencia y la solidaridad: tales son los
sacrificios que agradan a Dios». (Hebreos XIII, 16).

4 Zaqueo era jefe de los recaudadores y considerado como un personaje rico.

78
la pítu i o Wr JIL Ji
Joyas Rosacruces

La joya de más valor de los Rosacruces es la SABIDURIA, que


está representada por un puro DIAMANTE en el Centro de la
ROSA; pero la CRUZ está adornada con doce joyas de inesti­
mable valor, y en todas las cuales reside el poder de la VERDAD.
Estas joyas son:

RAMA SUPERIOR

• JASPE (verde oscuro). El poder de la LUZ activa multipli­


cándose en siete estados de la LUZ UNA, por la cual esos
siete estados de tinieblas pueden ser consumidos.

• JACINTO (amarillo). AMOR nacido de la matriz de la


Luz, manifestándose por su crecimiento y emitiendo rayos
rojos. Su poder vence al espíritu de ira y violencia.

• CRISOLITO (blanco). Símbolo de PUREZA. SABI­


DURÍA AUGUSTA. Ella confunde aquello que es necio y
vano, lo somete y resulta victoriosa.

79
Regla. Rosa* Cruz

RAMA DERECHA.

• ZAFIRO (azul). Signo de la VERDAD.

• ESMERALDA (verde). La florida primavera en su eterna


justicia, destruyendo los injustos atributos de una perverti­
da y degenerada naturaleza, y abriendo las fuentes de infi­
nitos tesoros.

• TOPACIO (dorado). El símbolo de la paz, dulce y agra­


dable. La impureza y división en él no existe ni admite eso
que origina separación y lucha. Cicatriza los daños y cura
las heridas.

RAMA INFERIOR.

• AMATISTA (violeta). Imparcialidad, equilibrio de JUS­


TICIA y juicio. No puede ser falsificado, tendencioso o
imitado. Mide todas las cosas con la escala de la justicia y
se opone al fraude, crueldad o tiranía.

• BERILO (colores varios, abigarrado). Mansedumbre,


HUMILDAD, la justa temperanza del Espíritu. Ser ama­
ble y bueno que vence la ira, la obstinación y la amargura.

• SARDIO (rojo claro). La elevada y mágica FE, creciendo


en poder y destruyendo el temor, el escepticismo y la su­
perstición.

RAMA IZQUIERDA.

• CRISOPRASA (verde claro). Poder y FUERZA DE LA


LEY; invisible, venciendo toda oposición y no permitiendo
cosa alguna que pueda transgredir la Ley.

80
Joya» Rosacrtwes

• SARDÓNICA (rayada). BEATITUD y júbilo triunfante


y satisfacción surgiendo de la eterna fuente de la felicidad, y
destruyendo toda aflicción y tristeza.

• CALCEDONIA (rayada). La corona de la VICTORIA,


dominio y gloria. La clase del más grande milagro, tornando
todo a la glorificación de Dios.

81
Capítulo W . ... .. *•»
Del estudio
de la sabiduría divina
Con sus referencias en el Antiguo y el Nuevo Testamento
por el autor del Echo oder exemplarischer Beweís.

DE DIOS

1. Que el discípulo reconozca a Dios como lo más elevado


y precioso de todas las riquezas de este mundo.
«... quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y
comprender que soy el Señor, que en la tierra establece la leal­
tad, el derecho y la justicia y se complace en ellos —oráculo del
Señor—». (Jeremías IX, 23).
«Conocerte a Tí [a Dios] es justicia perfecta, y acatar tu po­
der es la raíz de la inmortalidad». (Sabiduría XV, 3).

2. Que crea en Dios firmemente y con todo su corazón.


«Por tanto, dejaos instruir por mi discurso [el de la Sabiduría], y
sacaréis provecho». (Sabiduría VI, 25).
«Así pues, ya que habéis recibido a Cristo Jesús como Señor,
proceded unidos con El, arraigados y cimentados en El, confir­
mados en la fe que os enseñaron, derrochando agradecimiento».
(Colosenses II, 6 y 7).
«Jesús les respondió: - Tened fe en Dios». (Marcos XI, 22).

83
Regla Rosa*Cruz

«Sin fe es imposible agradarle. Quien se acerca a Dios ha de


creer que existe y que recompensa a los que lo buscan». (Hebreos
XI, 6).
«Si el oro, que perece, se aquilata al fuego, vuestra fe, que es
más preciosa, será aquilatada para recibir alabanza, honor y glo­
ria cuando se revele Jesucristo». (Ia Pedro 1,7).
«Por medio de El creéis en Dios, que lo resucitó de la muerte
y lo glorificó; de ese modo vuestra fe y esperanza se dirigen a
Dios». (Ia Pedro 1,21).
«Este es el mensaje que le oímos y os anunciamos: que Dios
es Luz sin mezcla de tinieblas». (Ia Juan, 1,5).
«Contestó Felipe: ¿crees de todo corazón? Respondió el eu­
nuco: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios». (Hechos VIII, 37).

3. Que por temor de Dios desee más su gracia y su favor que


toda la amistad de los hombres.
«Si deseas la Sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te
la concederá; porque el respeto del Señor es sabiduría y educa­
ción, y se complace en la fidelidad y la humildad». (Eclesiástico
1,26 y 27).
«... el hombre prudente entiende la palabra del Señor y su
consejo es de fiar como un oráculo». (Eclesiástico XXXIII, 3).
«Respetar al Señor es firme confianza que servirá de refugio
a los hijos. Respetar al Señor es manantial de vida que aparta de
los lazos de la muerte». (Proverbios XIV, 26 y 27).
«Más vale poco con temor de Dios que grandes tesoros con
sobresalto». (Proverbios XV, 16).
«Por lo demás, hermanos, ocupaos de cuanto es verdadero,
noble, justo, puro, amable y loable, de toda virtud y de todo va­
lor». (Filipenses IV, 8).

84
Del estudio de la sabiduría divina

«... pues Dios ama sólo a quien convive con la Sabiduría».


(Sabiduría VII, 28).
«Por fe, abandonó Egipto sin temer la cólera del rey, pues se
asía a lo invisible como si fuera visible». (Hebreos XI, 27).
«¡Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor,
y no acude a idolatrías que extravían con engaños!». (Salmos
XL,5).
«Dichosos cuando os odien los hombres y os destierren y
os insulten y denigren vuestro nombre a causa de este Hombre
[Jesús Cristo]». (Lucas VI, 22).

4. Que se esmere en amar y temer a Dios con todo su co­


razón y en conservar una conciencia pura para con él y con
los hombres.
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el
alma, con todas las fuerzas». (Deuteronomio VI, 5).
«Por tus palabras te absolverán, por tus palabras te condena­
rán». (Mateo XII, 37).
«Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con toda el alma,
con todas tus fuerzas, con toda la mente, y al prójimo como a ti
mismo». (Lucas X, 27).
«El principio de la Sabiduría es respetar al Señor: ya en el
seno se crea con el fiel». (Eclesiástico 1,14).
«El objetivo de esta exhortación es un amor que brote de un
corazón limpio, de una buena conciencia y una fe no fingida».
(Ia Timoteo 1,5).
«Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitan­
tes del orbe». (Salmos XXXIII, 8).
«Mira: el ojo del Señor sobre sus fieles, que esperan en su
misericordia». (Salmos XXXIII, 18).

85
Regla Rosa*Cruz

«El principio de la Sabiduría es respetar al Señor, tienen buen


juicio los que lo realizan. El elogio del Señor dura por siempre».
(Salmos CXI, 10).
«Respetar al Señor es el principio del saber; los necios des­
precian la sensatez y la educación». (Proverbios 1,7).
«El comienzo de la Sensatez es respetar al Señor, y conocer
al Santo es inteligencia». (Proverbios IX, 10).
«La plenitud de la sabiduría es respetar al Señor: con sus
frutos embriaga a sus fieles». (Eclesiástico 1,16).
«Tesoro de sabiduría son los proverbios atinados, pero el pe­
cador aborrece la religión». (Eclesiástico 1,25).
«... honra a Dios y respeta al sacerdote, y dale su porción
como está mandado: grano escogido, contribución para el culto,
sacrificios rituales, ofrendas consagradas». (Eclesiástico VII, 31).
«... porque es un Dios justo que no puede ser parcial». (Ecle­
siástico XXXV, 15).
«Riqueza y poder alegran el corazón: mejor que los dos el
temor de Dios. A quien respeta a Dios nada le falta: ni tiene
que buscar apoyo. El temor de Dios es paraíso de bendiciones y
baldaquino lleno de gloria». (Eclesiástico XL, 26 y 27).
«... la fidelidad será su adorno [de Sión], la sabiduría y el
conocimiento serán su provisión salvadora, el respeto del Señor
será su tesoro». (Isaías XXXIII, 6).
«... honrad a todos, amad a los hermanos, respetad a Dios,
honrad al rey». (Ia Pedro II, 17).
«Y así, también yo procuro mantener en todo una conciencia
irreprochable ante Dios y ante los hombres». (Hechos XXIV, 16).
«Al Rey de los siglos, al Dios único, inmortal e invisible, ho­
nor y gloria por los siglos de los siglos. Amén». (Ia Timoteo I,
17).

86
Del estudio de la sabiduría divina

«... con fe y buena conciencia. Al abandonarlas, algunos nau­


fragaron en la fe». (Ia Timoteo 1,19).
«Asimismo los diáconos sean dignos, sin doblez, no dados a
la bebida ni al lucro vergonzoso; han de conservar con concien­
cia limpia el misterio de la fe». (Ia Timoteo, 8 y 9).
«Rezad por nosotros. Creemos tener la conciencia limpia y
deseos de proceder en todo honradamente». (Hebreos XIII, 18).

5. Que esté convencido de que el Señor recompensará a los


buenos y castigará a los malvados.
«La desgracia persigue al pecador, a los honrados la paz y el
bien». (Proverbios XIII, 21).
«... qué grande es quien alcanza sabiduría, pero nadie como
quien respeta al Señor; el temor del Señor lo supera todo, el que
lo posee es incomparable». (Eclesiástico XXV, 10 y 11).
«El Hijo del hombre ha de venir con la gloria de su Padre y
acompañado de sus ángeles. Entonces pagará a cada uno según
su conducta». (Mateo XVI, 27).
«... [Dios] que pagará a cada uno según sus obras». (Roma­
nos II, 6).
«Sin fe es imposible agradarle. Quien se acerca a Dios ha de
creer que existe y que recompensa a los que le buscan». (Hebreos
XI, 6).

87
Regla Rosa* Cruz

DE LA PALABRA DIVINA

1. Que considere cuanto está dado en la Escritura como pa­


labra divina, de la más elevada e indubitable verdad.
«... para que aprendieran tus hijos queridos, Señor, que no ali­
menta al hombre la variedad de frutos, sino que es tu palabra
quien mantiene a los que creen en ti». (Sabiduría XVI, 26).
«Caigamos en manos de Dios y no en manos de hombre, pues
como es su grandeza así es su misericordia». (Eclesiástico II, 18).
«... el hombre prudente entiende la palabra del Señor y su
consejo es de fiar como un oráculo». (Eclesiástico XXXIII, 3).
«Ahora, mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son
de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo». (2 Samuel VII, 28).
«Las palabras que tú me comunicaste yo se las comuniqué;
ellos las recibieron y comprendieron realmente que vine de tu
parte, y han creído que tu me enviaste». (Juan XVII, 8).
«El compendio de tu palabra es la verdad, es eterno tu justo
mandamiento». (Salmos CXIX, 160).
«Os aseguro que quien oye mi palabra [la de Jesús] y cree a
quien me envió tiene vida eterna y no es sometido a juicio, sino
que ha pasado de la muerte a la vida». (Juan V, 24).
«Estudiáis la Escritura pensando que encierra vida eterna,
pues ella da testimonio de mí». (Juan V, 39).
«Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad». (XVII, 17).
«... mensaje auténtico y fuerza de Dios». (2a Corintios VI, 7).
«Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad,
la buena noticia de vuestra salvación, creisteis en él y fuisteis
sellados con el Espíritu Santo prometido». (Efesios 1,13).
«... fruto de vuestra esperanza [el amor fraternal] que os
está reservada en el cielo, de la cual habíais oído hablar cuando

88
Del estudio de la sabiduría divina

os llegó el mensaje verdadero de la buena noticia». (Colosenses


1,5).
«Quien cree en el Hijo de Dios posee el testimonio; quien no
cree a Dios lo deja por mentiroso al no creer el testimonio que
Dios ha dejado acerca de su Hijo». (Ia Juan V, 10).
«Me dijo: Escribe: Dichosos los convidados a las bodas del
Cordero, y añadió: Son palabras auténticas de Dios». (Apoca­
lipsis XIX, 9).

2. Que dé más crédito a la palabra divina que a la palabra


humana; que jamás abandone esta escuela divina por las lec­
ciones de un hombre.
«Tú nos guardarás, Señor, nos librarás siempre de esta gente, de
esos malvados que merodean como sabandijas en torno a los
hombres». (Salmos XII, 8 y 9).
«Dios cuyo camino es perfecto, la palabra del Señor es acen­
drada, es escudo para los que a El se acogen». (Salmos XVIII, 31).
«Tus mandatos son eficaces; a tu casa corresponde la santi­
dad, Señor, por días sin término». (Salmos XCIII, 5).
«Soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus
preceptos [los preceptos del Señor]». (Salmos CXIX, 99).
«Reflexiono sobre tus decretos [los decretos del Señor], por
eso detesto toda senda falsa». (Salmos CXIX, 104).
«Pues la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que
espada de dos filos; penetra hasta la separación de alma y espí­
ritu, articulaciones y médula, y discierne sentimientos y pensa­
mientos del corazón». (Hebreos IV, 12).
«Sólo un soplo son los plebeyos, mentira son los nobles: to­
dos juntos en la balanza subirán más livianos que un soplo».
(Salmos LXII, 10).

89
Regla Rosa*Cruz

«Mucha paz tienen los que aman tu ley, nada los hace trope­
zar». (Salmos CXIX, 165).
«Dios se mostrará fiel aunque todos los hombres sean falsos.
Como está escrito: En la sentencia tendrás razón, del juicio sal­
drás inocente». (Romanos III, 4).
«Pero, protegido por Dios hasta hoy, he podido atestiguar a
pequeños y grandes, sin enseñar otra cosa que lo que predijeron
los profetas y Moisés...». (Hechos XXVI, 22).
«No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada;
cumplid los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando
hoy». (Deuteronomio IV, 2).
«... si os desviáis a derecha o izquierda, tus oídos oirán una •
llamada a la espalda: éste es el camino, caminad por él». (Isaías
XXX, 21).
«En cambio, la Ley se ha de cumplir sin falta; la sabiduría
es la perfección de una boca sincera». (Eclesiástico XXXIV, 8).
«Pero no osaré hablar si no es de lo que Cristo ha realizado
por mi medio para la conversión de los paganos: de palabra y de
obra». (Romanos XV, 18).
«Porque no vamos, como muchos, traficando con la palabra
de Dios, sino que hablamos con sinceridad, como de parte de
Dios, delante de Dios, y como miembros de Cristo». (2a Corin­
tios II, 17).
«No procedemos con astucia, falsificando la palabra de Dios,
sino que, declarando la verdad, nos encomendamos delante de
Dios a la conciencia de quien sea». (2a Corintios IV, 2).
«¡Atención!, que nadie os secuestre con especulaciones, con
engaños hueros de tradición humana, siguiendo los elementos
del cosmos y no a Jesucristo». (Colosenses II, 8).

90
Del estudio de la sabiduría divina

«Yo amonesto a los que escuchan las palabras proféticas de


este libro: si alguien añade algo, Dios le añadirá las plagas escri­
tas en este libro. Si alguien quita algo de las palabras proféticas
de este libro, Dios le quitará su participación en el árbol de la
vida y en la ciudad santa, que se describen en este libro». (Apo­
calipsis XXII, 18 y 19).
«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí; el culto que me dan es inútil, pues la doctrina que
enseñan son preceptos humanos». (Mateo XV, 8 y 9).
«Me maravilla que tan pronto hayáis dejado al que os llamó
por puro favor, para pasaros a un evangelio diverso; no es que
sea otro, sino que algunos os están turbando para reformar el
evangelio del Mesías. Pero si nosotros o un ángel del cielo os
anunciara un evangelio diverso del que os hemos anunciado, sea
maldito. Como os tengo dicho y ahora os lo repito, si alguien os
anuncia un evangelio diverso del que recibisteis, sea maldito».
(Gálatas 1,6-9).
«Quien enseña otra cosa y no se atiene a las palabras salu­
dables del Señor nuestro Jesucristo y a su enseñanza religiosa,
es un vanidoso que no entiende nada, un enfermo de disputas
y controversias de palabras. De ahí brotan envidias, discordias,
maledicencia, sospechas malignas, altercados interminables pro­
pios de personas corrompidas mentalmente, ajenas a la verdad,
que piensan que la religión es un negocio». (laTimoteo VI, 3-5).
«No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas. Con­
viene afianzar el corazón con la gracia, no con dietas que no
aprovecharon los que las observaban». (Hebreos XIII, 8).

3. Que esté persuadido de que la palabra de Dios le permi­


tirá concebir, en su sentido interior y secreto, muchos de los

91
Regla Rosa*Cruz

grandes misterios que pasarán desapercibidos para aquéllos


que se atienen al sentido exterior de la Escritura.
«Que os colméis del conocimiento de su voluntad con toda sa­
biduría e inteligencia espiritual». (Colosenses 1,9).
«Pues en Él [en Cristo] reside corporalmente la plenitud de
la divinidad y de El recibís vuestra plenitud». (Colosenses II, 9).
«Yo os bautizo con agua en señal de arrepentimiento. Detrás
de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo dere­
cho a llevarme sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo
y fuego». (Mateo III, 11).
«A vosotros se os comunica el secreto del reinado de Dios; a
los de fuera todo se les propone en parábolas». (Marcos IV, 11).
«A vosotros se os concede conocer los secretos del reinado de
Dios, a los demás se les habla en parábolas, para que viendo, no
vean, y oyendo, no entiendan». (Lucas VIII, 10).
«Proponemos la sabiduría de Dios, misterio oculto, decidido
por Dios desde antiguo para vuestra gloria». (Ia Corintios II, 7).
«Leed mi carta y podréis apreciar cómo entiendo el misterio
de Cristo: en las generaciones pasadas no se dio a conocer a los
hombres; ahora, en cambio, se ha revelado a sus santos apóstoles
y profetas inspirados». (Efesios III, 4 y 5).
«Por disposición de Dios he sido nombrado [Ministerio de
Pablo] ministro de ella [la Iglesia] a vuestro servicio, para dar
cumplimiento al secreto de Dios: el secreto escondido por siglos
y generaciones y ahora revelado a sus consagrados». (Colosenses
1,25 y 26).
«Despeja mis ojos y contemplaré las maravillas de tu ley».
(Salmos CXIX, 18).
«Cualquier visión os resultará como el texto de un libro sella­
do: se lo entregan a uno que sabe leer, diciéndole: Por favor, lee

92
Del estudio de la sabiduría divina

esto; y él responde: No puedo, que está sellado. Se lo entregan a


uno que no sabe leer, diciéndole: Por favor, lee esto: y él respon­
de: Si no se leer. Dice el Señor: Ya que este pueblo se me acerca
con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón
está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina, yo
seguiré prodigando prodigios maravillosos: fracasará la sabidu­
ría de sus sabios y se eclipsará la prudencia de sus prudentes».
(Isaías XXIX, 11-14).
«Andáis descaminados, porque no entendéis la Escritura ni
el poder de Dios». (Mateo XXII, 29).
«Andáis descaminados, porque no entendéis la Escritura ni
el poder de Dios». (Marcos XII, 24).
«... que Juan bautizó con agua, vosotros seréis bautizados
dentro de poco con Espíritu Santo». (Hechos 1,5).
«Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre
vosotros...». (Hechos 1,8).
«En los últimos tiempos, dice Dios, derramaré mi espíritu
sobre todos: vuestros hijos profetizarán, vuestros jóvenes verán
visiones y vuestras ancianas soñarán sueños; también sobre mis
siervos y mis siervas derramaré mi espíritu aquel día y profetiza­
rán». (Hechos II, 17 y 18).

DEL HOMBRE INTERIOR


1. Que según la enseñanza del Verbo crea que el hombre
interior, o el alma, es mucho más perfecta que el cuerpo; y
que por consiguiente debe tener más apego a su espíritu que
al mundo entero y a todos los bienes terrestres.
«Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo,
sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser
vivo». (Génesis II, 7).

93
Regla Rosa*Cruz

«... y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva a


Dios, que lo dio». (Eclesiastés XII, 7).
«¿Es compatible el templo de Dios con los ídolos? Pues no­
sotros somos templo de Dios vivo. Como dijo él: Habitaré entre
ellos y me trasladaré con ellos. Seré su Dios y ellos serán mi
pueblo». (2a Corintios VI, 16).
«No os hagáis ilusiones: de Dios nadie se burla. Quien siem­
bra para el instinto, del instinto cosechará corrupción; quien
siembra para el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna».
(Gálatas VI, 7 y 8).
«Vosotros conservad la unción que recibisteis de él [de Cris­
to] y no tendréis necesidad de que nadie os enseñe; pues su un­
ción, que es verdadera e infalible, os instruirá acerca de todo. Lo
que os enseñe conservadlo». (Ia Juan 11,27).
«¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero a costa
de su vida?». (Marcos VIII, 36).
2. Que de tal manera estime no sólo la salud eterna y la bea­
titud del espíritu sino también su cultivo y su iluminación
durante esta vida terrestre.
«Si el oro, que perece, se aquilata con el fuego, vuestra fe, que
es más preciosa, será aquilatada para recibir alabanza, honor y
gloria cuando se revele Jesucristo». (Ia Pedro 1,7).
«El poder divino nos ha otorgado cuanto conduce a la vida y
la piedad, por medio del conocimiento del que nos llamó con su
propia gloria y mérito. Con ellas nos ha otorgado las promesas
más grandes y valiosas, para que por ellas participéis de la natu­
raleza divina y escapéis de la corrupción que habita en el mundo
por la concupiscencia». (2a Pedro 1,3 y 4).
«Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la gloria,
os conceda un Espíritu de sabiduría y revelación que os lo haga

94
Del estudio de la sabiduría divina

conocer y os ilumine los ojos de la mente para apreciar la espe­


ranza a la que os llama, la espléndida riqueza de la herencia que
promete a los consagrados y la grandeza extraordinaria de su po­
der a favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza
poderosa». (Efesios 1,17 y 18).
«... para presentar una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga
ni cosa semejante, sino santa e irreprochable». (Efesios V, 27).

DE LA VIDA FUTURA Y ETERNA


1. Que el discípulo crea en una vida futura, mejor y sin fin.
«Pues el salario del pecado es la muerte; el don de Dios, por
Jesucristo Señor nuestro, es la vida eterna». (Romanos VI, 23).
«... con Cristo Jesús nos resucitó y nos sentó en el cielo, para
que se revele a los siglos venideros la extraordinaria riqueza de
su gracia y la bondad con que nos trató por medio de Cristo
Jesús». (Efesios II, 6 y 7).
«... pues no tenemos aquí ciudad permanente, sino que bus­
camos la futura». (Hebreos XIII, 14).
«... una herencia incorruptible, incontaminable e inmarce­
sible, reservada para vosotros en el cielo. Por la fe os custodia el
poder de Dios para una salvación dispuesta a revelarse el último
día. Por eso estáis alegres, aunque por poco tiempo tengáis que
soportar pruebas diversas. Si el oro, que perece, se aquilata al
fuego, vuestra fe, que es más preciosa, será aquilatada para recibir
alabanza, honor y gloria cuando se revele Jesucristo. No lo ha­
béis visto, y lo amáis; sin verlo, creéis en él y os alegráis con gozo
indecible y glorioso, pues vais a recibir, como término de vuestra
fe, la salvación personal». (Ia Pedro 1,4-9).
«Pues tal es la promesa que nos hizo: la vida eterna». (Ia Juan
11,25).

95
Regla Rosa*Cruz

«El testimonio declara que Dios nos ha dado vida eterna y


que esa vida está en su Hijo». (Ia Juan V, 11).

2. Que, en esa vida eterna, hay diferencias entre los elegidos.


«Los maestros brillarán como brilla el firmamento, y los que
convierten a los demás, como estrellas, perpetuamente». (Daniel
XII, 3).
«Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de los
astros; un astro se distingue de otro en resplandor. Así pasa con
la resurrección de los muertos». (Ia Corintios XV, 41 y 42).

DE LA SABIDURÍA DIVINA

1. Que tenga confianza en la promesa divina que nos dice


que si buscamos con toda sinceridad la Sabiduría la obten­
dremos según la voluntad de Dios.
«... si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la pro­
curas como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces com­
prenderás el respeto del Señor y alcanzarás el conocimiento de
Dios». (Proverbios II, 3-5).
«El [Dios] posee la sabiduría y el poder, él cambia tiempos
y estaciones, destrona y entroniza a los reyes. El da la sabiduría
a los sabios y ciencia a los expertos, revela los secretos más pro­
fundos y conoce lo que ocultan las tinieblas». (Daniel II, 20-22).
«La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad
los que la aman, y los que van buscándola, la encuentran; ella mis­
ma se da a conocer a los que la desean». (Sabiduría VI, 12 y 13).
«Su comienzo auténtico [el de la sabiduría] es un deseo de
instrucción». (Sabiduría VI, 17).
«Con toda el alma acude a ella [a la Sabiduría], con todas
tus fuerzas sigue sus caminos; rastréala, búscala y la alcanzarás;

96
Del estudio de la sabiduría, divina

cuando la poseas, ya no la sueltes; al fin alcanzarás su descanso, y


se te convertirá en placer». (Eclesiástico VI, 26-28).
«Siendo joven, antes de extraviarme, la busqué [la Sabiduría].
Vino hasta mí tan bella que hasta lo último la procuré». (Ecle­
siástico LI, 13 y 14).
«... la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la compren­
dieron». (Juan 1,5).

2. Que desee celosamente esta Sabiduría divina y todas sus


ventajas.
«El principio de la sensatez es: Adquiere sensatez, con todos tus
haberes adquiere prudencia». (Proverbios IV, 7).
«Dichoso el hombre que alcanza sensatez, el hombre que
adquiere inteligencia: es mejor mercancía que la plata, produce
más rentas que el oro, es más valiosa que los corales, no se la
compara joya alguna; en la diestra trae largos años, en la izquier­
da honor y riqueza; sus caminos son deleitosos y sus sendas son
tranquilas, es árbol de vida para los que la agarran, son dichosos
los que la retienen». (Proverbios III, 13-18).
«... mis entrañas se conmovían al mirarla [a la Sabiduría],
por eso la adquirí como posesión preciosa». (LI, 21).

3. Que frente a la Sabiduría divina, considere la sabiduría


humana como un desatino.
«... porque soy un bruto, menos que hombre, y no tengo inte­
ligencia humana, no he aprendido a ser sensato ni he llegado a
comprender al Santo». (Proverbios XXX, 2).
«Que nadie se engañe: si uno se considera sabio en las cosas
de este mundo, vuélvase loco para llegar a sabio; pues la sabiduría de
este mundo es locura para Dios, como está escrito: El que enreda
a los sabios con su misma astucia». (Ia Corintios III, 18 y 19).

97
Regla Rosa*Cruz

4. Que se atenga así a la Sabiduría divina y la prefiera a la


sabiduría, la filosofía y las artes de este mundo.
«La prefería [a la sabiduría] a cetros y tronos, y en su compara­
ción tuve en nada la riqueza; no la equiparé la piedra más pre­
ciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena, y, junto
a ella, la plata vale lo que el barro; la quise más que a la salud y
la belleza y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no
tiene ocaso». (Sabiduría VII, 8-10).
«El instinto tiende a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y
la paz. Porque la tendencia del instinto es hostil a Dios; pues no
se somete a la ley de Dios ni puede hacerlo; y los que siguen el
instinto no pueden agradar a Dios». (Romanos VIII, 6-8).
«Hay sabios que lo son para sí, y cargan con el fruto de su
saber; hay sabios que lo son para su pueblo, y el fruto de su saber
es duradero. Quien es sabio para sí se sacia de placeres, los que lo
ven lo felicitan; el sabio para su pueblo hereda gloria, y su fama
vive para siempre». (Eclesiástico XXXVII, 22-26).
5. Que en esos estudios no tenga en cuenta los honores tem­
porales, sino tan sólo el cultivo de su alma y su iluminación
eterna y temporal.
«Inclina mi corazón a tus preceptos y no al lucro». (Salmos
CXIX, 36).
«El que codicia el oro no quedará impune, el que ama el di­
nero se extraviará por él». (Eclesiástico XXXI, 5).
«Vanidad de vanidades -dice el Predicador-, todo es vani­
dad». (Eclesiastés XII, 8).
«Dichoso el hombre que piensa en la Sabiduría y pretende la
Prudencia, el que presta atención a sus caminos y se fija en sus
sendas; sale tras ella a espiarla y acecha a su puerta». (Eclesiás­
tico XIV, 20-22).

98
Del estudio de la sabiduría divina

«Pues bien, ya comáis o bebáis o hagáis lo que sea, hacedlo


todo a gloria de Dios». (Ia Corintios X, 31).
«Siendo una sola [la Sabiduría], todo lo puede; sin cambiar
en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas
de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas».
(Sabiduría VII, 27).
«Todo es por vosotros, de modo que, al multiplicarse la gracia
entre muchos, abunde la acción de gracias a gloria de Dios. Por
tanto no nos acobardamos: si nuestro exterior se va deshaciendo,
nuestro interior se va renovando cada día». (2a Corintios IV, 15
y 16).
«... renovaos en espíritu y mentalidad». (Efesios IV, 23).
«Fuente de vida es el consejo sabio que aparta de los lazos de
la muerte». (Proverbios XIII, 14).
«Gracias a ella [a la Sabiduría] me elogiará la asamblea, y,
aún siendo joven, me honrarán los ancianos; en los procesos lu­
cirá mi agudeza y seré la admiración de los monarcas». (Sabidu­
ría VIII, 10 y 11).
«... la fidelidad será su adorno, la sabiduría y el conocimiento
serán su provisión salvadora, el respeto del Señor será su tesoro».
(Isaías XXXIII, 6).
«Por eso supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y
vino a mí el espíritu de sabiduría». (Sabiduría VII, 7).
«Si la riqueza es un bien apetecible en la vida, ¿quién es más
rico que la sabiduría, que lo realiza todo? Y si es la prudencia
quien lo realiza, ¿quién es artífice de cuanto existe más que ella?
Si alguien ama la rectitud, las virtudes son fruto de sus afanes; es
maestra de templanza y prudencia, de justicia y fortaleza; para
los hombres no hay en la vida nada más provechoso que esto».
(Sabiduría VIII, 5-7).

99
Regla Rosa*Cruz

«Hijo mío, desde la juventud acepta la instrucción, y hasta la


vejez te encontrarás con sabiduría». (Eclesiástico VI, 18).

6. Que prefiera el tesoro celeste a todos los tesoros terrestres.


«No acumuléis riquezas en la tierra, donde roen la polilla y la
carcoma, donde los ladrones abren brechas y roban. Acumulad
riquezas en el cielo, donde no roen polilla ni carcoma, donde los
ladrones no abren brechas ni roban. Pues donde está tu riqueza,
allí estará tu corazón». (Mateo VI, 19-21).
«El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un
campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, todo con­
tento, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. El
reino de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas:
al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y
la compra. El reinado de Dios se parece a una red echada al mar,
que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, la sacan a la
orilla, se sientan, reúnen los buenos en una cesta y los que no
valen los tiran». (Mateo XIII, 44-48).
«Vended vuestros bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que
no envejezcan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladro­
nes no llegan ni los roe la polilla». (Lucas XII, 33).
«Pues Dios no absuelve a los que escuchan la ley, sino a los
que la cumplen». (Romanos II, 13).
«... para que se sientan animosos y concordes en el amor; para
que se colmen de toda clase de riquezas de conocimiento y com­
prendan el secreto de Dios, que es Cristo». (Colosenses II, 2).
«A los ricos de este mundo recomiéndales que no se enva­
nezcan, que pongan su esperanza no en riquezas inciertas, sino
en Dios, que nos permite disfrutar abundantemente de todo.
Que sean ricos de buenas obras, generosos y solidarios. Así acu­

100
Del estudio de la sabiduría divina

mularan un buen capital para el futuro y alcanzarán la vida au­


téntica». (Ia Timoteo VI, 17-19).
«Respetar al Señor es sabiduría, apartarse del mal es pruden­
cia». (Job XXVIII, 28).
«No aprovecha la fortuna el día de la ira, pero la justicia libra
de la muerte». (Proverbios XI, 4).
«... porque la fortuna no dura siempre ni la corona de edad
en edad». (Proverbios XXVII, 24).
«Dichoso el hombre que piensa en la Sabiduría y pretende la
Prudencia, el que presta atención a sus caminos y se fija en sus
sendas». (Eclesiástico XIV, 20 y 21).
«El que codicia el oro no quedará impune, el que ama el di­
nero se extraviará por él». (Eclesiástico XXXI, 5).

7. Que se esfuerce en apartar cada vez más su corazón de los


asuntos temporales, para librarlo por entero al estudio de la
Sabiduría divina y someterse a ella absolutamente.
«Nadie puede estar al servicio de dos amos, pues u odia a uno
y ama al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No podéis
estar al servicio de Dios y del Dinero». (Mateo VI, 24).
«Jesús le contestó: - Si quieres ser perfecto, anda, vende tus
bienes, dáselo a los pobre y tendrás un tesoro en el cielo; después
sígueme». (Mateo XIX, 21).
«Y todo el que por mí deje casas, hermanos o hermanas, pa­
dre o madre, mujer o hijos, o campos, recibirá cien veces más y
heredará vida perpetua». (Mateo XIX, 29).
«Pelead para entrar por la puerta estrecha, porque os digo
que muchos intentarán y no podrán». (Lucas XIII, 24).
«Con ellas [la vida y la piedad] nos ha otorgado las promesas
más grandes y valiosas, para que por ellas participéis de la natu­

101
Regla Rosa* Cruz

raleza divina y escapéis de la corrupción que habita en el mundo


por la concupiscencia». (2a Pedro 1,4).
«El principio de la sensatez es: Adquiere sensatez, con todos
tus haberes adquiere prudencia; estímala, y te hará noble; abrá­
zala, y te hará rico; pondrá en tu cabeza una diadema hermosa,
te ceñirá una corona esplendente». (Proverbios IV, 7-9).
«... ella misma [la sabiduría] va de un lado a otro buscando a
los que la merecen, los aborda benigna por los caminos y les sale
al paso en cada pensamiento». (Sabiduría VI, 16).
«... la incorruptibilidad acerca a Dios». (Sabiduría VI, 19).
«La quise [a la sabiduría] y la rondé desde muchacho y la
pretendí como esposa, enamorado de su hermosura». (Sabiduría
VIII, 2).
«Siendo joven, antes de extraviarme, la busqué [a la sabidu­
ría]. Vino hasta mí tan bella que hasta lo último la procuré».
(Eclesiástico LI, 13 y 14).

8. Que no se inquiete si por obediencia a esta Sabiduría se


granjea la burla de los sabios de este mundo y pasa ante ellos
por un loco.
«... antes bien, Dios ha elegido a los locos del mundo para hu­
millar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para
humillar a los fuertes». (Ia Corintios 1,27).
«Como está escrito: Acabaré con la sabiduría de los sabios y
confundiré la inteligencia de los inteligentes». (Ia Corintios 1,19).
«Que nadie se engañe: si uno se considera sabio en las cosas
de este mundo, vuélvase loco para llegar a sabio». (Ia Corintios
111,18).

102
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Del iniciado Rosa+Cruz

La vida de los Rosacruces va por 5:


«Los magos reales no dejan nombre alguno en la memoria de
los caminantes y les son por siempre desconocidos. Su número
es el mismo número desde todos los tiempos; pero forman un
solo espíritu5».
«Para el exterior parecemos gente de baja condición por las
ropas y el género de vida». (Orenaeus Agnostus).
«Hay Hermanos que han tenido hijos; nosotros aceptamos
todas las condiciones sociales, pero desde el momento en que
son admitidos deben vivir en perfecta continencia». (Idem).
«Sabemos todo lo que está en los libros». (Idem).
«Ofrecemos los intereses de nuestro tesoro, conservamos el
capital». (Idem).

5 Villiers de l’Isle-Adam: Axel.

103
Regla Rosa*Cruz

Desde el punto de vista interior, no podríamos caracterizar


mejor la actividad del Rosacruz que diciendo que actúa en el
Cielo, o que escribe en el libro de la vida, con la misma seguri­
dad que el jardinero cuando cultiva su huerta o el contable que
transcribe el debe y el haber. La imagen es burda, pero perfec­
tamente justa.

Metal 1° Principio 2o Principio


$ Avaricia Compasión
5 Envidia Beneficencia
Cólera Dulzura
O Vanidad Humildad
<? Impudicia Castidad
% Astucia Sabiduría
D Carne La carne de Cristo

Terminamos resumiendo el breve libelo de Irenaeus Agnostus:


Frater non Frater6.

6 Frater non frater, das ist Eine Hochnotdürflige Verwamung an die Gott-
selige, fromme Discipul per H. Gebenedeyten Societet de Rosencreutzes,
Das sie sich fiir den flaschen Brüdern unnd Propheten fleissig vorsehen, so
unter dem Ñamen, und Deckmantel wolermelter Gesesischafft ad S.S. in
der Welt herumb streichen: Neben andeutung gewisser Kennzeichen und
gemerck, dadurch ein falscher von einem warhafften Rosencreutzer ohn-
felbar, und sicherlich zuunderscheiden, und abzunemen, Irenaeus Agnos­
tus C.W. elusdem Fraternitatis per Germaniam indignus Notarius. 1619.

104
Del iniciado Rosa*Cruz

Para diferenciar a un verdadero Rosacruz de uno falso, po­


demos observar:
Io. La unidad de doctrina, de palabras.
2o. Sus ropas son humildes.
3o. Son silenciosos, serenos, humildes y benéficos, castos.
4o. Curan la lepra, la gota, la epilepsia y el cáncer.
5o. Cada uno de ellos lleva un pequeño instrumento llama­
do Cosmolothrentas, que puede destruir cualquier edifi­
cio.
6o. Otro instrumento, Astronikita, para ver las estrellas a pe­
sar de las nubes.
7o. Saben interpretar los sueños y las visiones.
8o. Conocen el futuro de cada persona y de cada país.
9o. Y mucho de ciencias milagrosas.

105
Notas

La interiorización de esta Regla debe ir acompañada de un estu­


dio minucioso y reflexivo de los siguientes textos:
• La imitación de Cristo, Tomás de Kempis
• La iglesia interior, Conde Lopoukhine
• La nube sobre el santuario, Karl von Eckhartshausen
• Fama Fratemitatis R. C., La llamada de la Fraternidad de la
Rosacruz.
• Confessio Fratemitatis R. C., La Confesión de la Fraterni­
dad de la Rosacruz.
• Chymische Hochzeit Christiani Rosenkreutz, Las Bodas Al-
químicas de Cristián Rosacruz.
• Emblemas rosacruces, Daniel Cramer
Todo estudiante debe siempre ir más allá de la literalidad de lo escrito
y acceder al verdadero sentido al que nos inducen las palabras.
Se da por entendido que todo aspirante al sendero de la Rosa
y de la Cruz es un fiel seguidor del mensaje del Evangelio de
Cristo, nuestro Maestro y Salvador. En él está «el Camino, la
Verdad y la Vida».

107
Cartas Rosacruces

Las Cartas rosacruces jugaron en su momento el papel de «ma­


nual de iniciación» de los llamados por la Orden Rosacruz de
Europa para integrarse en sus filas. Prueba de ello es que fueron
redactadas en los primeros idiomas de la Orden: alemán e inglés.
Las Cartas rosacruces eran la guía espiritual básica de todo
recién iniciado en el primer grado de los misterios de la Orden;
en ellas se condensaban las nociones fundamentales que debía
comprender, y llevar a la práctica, todo neófito, si quería ascen­
der con éxito los peldaños de la progresión mística. En defini­
tiva, puede decirse que el texto instruía en lo arcano a quienes
habían sido escogidos por la pureza de su corazón y su poten­
cia espiritual. Por esta razón, quizá, el primer y más importante
consejo que se da al lector es que para ser científico es preciso ser
previamente virtuoso, es decir, que para recibir la luz divina en el
corazón y comprender los secretos divinos es condición sine qua
non haber penetrado en los dominios del Señor Todopoderoso.
Sin comprender esto con el corazón, no se puede iniciar la larga
y tortuosa andadura de la transmutación del individuo.

109
Regla Rosa* Cruz

Carta I: SABIDURÍA DIVINA


No intentes estudiar la más elevada de todas las ciencias si no
has decidido de antemano entrar en el sendero de la virtud, por­
que aquellos que no son capaces de sentir la verdad no com­
prenderán mis palabras. Unicamente aquellos que entren en el
reino de Dios comprenderán los misterios divinos, y cada uno
de ellos aprenderá la verdad y la sabiduría sólo en la medida de
su capacidad para recibir en el corazón la luz divina de la verdad.
Para aquellos cuya vida consiste Unicamente en la mera luz de
su inteligencia, los misterios divinos de la naturaleza no serán
comprensibles, porque las palabras que pronuncia la luz no son
oídas por sus almas; únicamente aquel que abandona su propio
yo puede conocer la verdad, porque la verdad sólo es posible
conocerla en la región del bien absoluto.
Todo cuanto existe es producto de la actividad del espíritu.
La más elevada de todas las ciencias es aquella por cuyo medio
aprende el hombre a conocer el lazo de unión entre la inteli­
gencia espiritual y las formas corpóreas. Entre el espíritu y la
materia no existen las líneas de separación marcadas, pues entre
ambos extremos se presentan todas las gradaciones posibles.

110
Cartas Rosacruces

Dios es Fuego, emitiendo la Luz más pura. Esta Luz es Vida,


y las gradaciones existentes entre la Luz y las Tinieblas se hallan
fuera de la concepción humana. Cuanto más nos aproximamos al
centro de la Luz, tanto mayor es la fuerza que recibimos, y tanto
mayor poder y actividad resultan. El destino del hombre es ele­
varse hasta aquel centro espiritual de Luz. El hombre primordial
era un hijo de aquella Luz. Permanecía en un estado de perfec­
ción espiritual muchísimo más elevado que en el presente, en que
ha descendido a un estado más material asumiendo una forma
corpórea y grosera. Para ascender de nuevo a su altitud primera,
tiene que volver atrás en el sendero por el cual descendió.
Cada uno de los objetos animados de este mundo obtiene su
vida y su actividad gracias al poder del espíritu; los elementos
groseros háyanse regidos por los más sutiles, y estos a su vez por
otros que lo son todavía más, hasta llegar al poder puramente
espiritual y divino, y de este modo, Dios influye en todo y lo
gobierna todo. En el hombre existe un germen de poder divino,
germen que desarrollándose, puede llegar a convertirse en un
árbol del cual cuelguen frutos maravillosos. Pero este germen
puede únicamente desenvolverse gracias a la influencia del calor
que radia en torno del centro flamígero del gran sol espiritual,
y en la medida en que nos aproximamos a la luz, es este calor
sentido.
Desde el centro o causa suprema y original, radian conti­
nuamente poderes activos, difundiéndose a través de las formas
que su actividad eterna ha producido, y desde estas formas ra­
dian otra vez hacia la causa primera, dando lugar con esto a una
cadena ininterrumpida en donde todo es actividad, luz y vida.
Habiendo el hombre abandonado la radiante esfera de luz, se
ha hecho incapaz de contemplar el pensamiento, la voluntad y

111
Regla Rosa*Cruz

la actividad del Infinito en su unidad, y en la actualidad tan sólo


percibe la imagen de Dios en una multiplicidad de imágenes va­
rias. Así es que él contempla a Dios bajo un número de aspectos
casi infinito, pero el mismo Dios permanece uno. Todas estas
imágenes deben recordarle la exaltada situación que un tiempo
ocupó y a la reconquista de la misma deben tender todos sus
esfuerzos. A menos que se esfuerce en elevarse a mayor altura
espiritual, ira sumiéndose cada vez más profundamente en la
sensualidad, y le será entonces mucho más difícil el volver a su
estado primero.
Durante nuestra vida terrestre actual nos encontramos rodea­
dos de peligros, y para defendernos nuestro poder es bien poco.
Nuestros cuerpos materiales nos mantienen encadenados al rei­
no de lo sensual y un millar de tentaciones se lanzan sobre noso­
tros todos los días. De hecho, sin la reacción del espíritu, la acción
del principio animal en el hombre rápidamente lo arrastraría al
cieno de la sensualidad, en donde su humanidad desaparecería
en último resultado. Sin embargo, este contacto con lo sensual es
necesario para el hombre, pues le proporciona la fuerza sin la cual
no sería capaz de elevarse. El poder de la voluntad es el que per­
mite al hombre elevarse, y aquel en quien la voluntad ha llegado
a un tal estado de pureza que es una y la misma con la voluntad
de Dios, puede, incluso durante su vida en la tierra, llegar a ser
tan espiritual que contemple y comprenda en su unidad al reino
de la inteligencia. Un hombre tal puede llevar a cabo cualquier
cosa; porque unido con el Dios universal, todos los poderes de
la naturaleza son sus propios poderes, y en él se manifestarán la
armonía y la unidad del todo. Viviendo en lo eterno, no se halla
sujeto a las condiciones de espacio y de tiempo, porque participa
del poder de Dios sobre todos los elementos y poderes que en los

112
Cartas Rosacruces

mundos visible e invisible existen, y comparte y goza de la gloria


(conciencia) de lo que es eterno. Diríjanse todos tus esfuerzos a
alimentar la tierna planta de virtud que en tu seno crece. Para
facilitar su desarrollo purifica tu Voluntad y no permitas que las
ilusiones de la sensualidad y del tiempo te tienten y te engañen;
y cada uno de los pasos que des en el sendero que a la vida eterna
conduce, te encontrarás con un aire más puro, con una vida nue­
va, con una luz más clara, y a medida que asciendas hacia lo alto
aumentará la expansión de tu horizonte mental.
La inteligencia sola no conduce a la sabiduría. El espíritu
lo conoce todo, y sin embargo ningún hombre le conoce. La
inteligencia sin Dios enloquece, empieza a adorarse a sí misma y
rechaza la influencia del Espíritu Santo. ¡Ah, cuán poco satisfac­
toria y engañosa es una tal inteligencia sin espiritualidad! ¡Cuán
pronto perecerá! El espíritu es la causa de todo, ¡y cuán pronto
cesará de brillar la luz de la más brillante de las inteligencias una
vez abandonada por los rayos de vida del sol del espíritu!
Para comprender los secretos de la sabiduría no basta el
especular y el inventar teorías acerca de los mismos. Lo que
principalmente se necesita es sabiduría. Solamente aquel que se
conduce sabiamente es en realidad sabio, aunque no haya re­
cibido jamás la menor instrucción intelectual. Para poder ver
necesitamos tener ojos, y no podemos prescindir de los oídos si
queremos oír. Para poder percibir las cosas del espíritu necesi­
tamos el poder de la percepción espiritual. Es el espíritu y no la
inteligencia quien da la vida a todas las cosas, desde el ángel pla­
netario hasta el molusco del fondo del océano. Esta influencia
espiritual siempre desciende de arriba abajo, y nunca asciende
de abajo arriba, en otras palabras: siempre radia desde el centro
a la periferia, pero jamás de la periferia al centro. Esto explica

113
Regla Rosa*Cruz

por qué siendo tan sólo la inteligencia del hombre el producto


o efecto de la luz del espíritu que brilla en la materia no puede
nunca elevarse por encima de su propia esfera de la luz, que pro­
cede del espíritu. La inteligencia del hombre será capaz de com­
prender las verdades espirituales. Unicamente con la condición
de que su conciencia entre en el reino de la luz espiritual. Esta es
una verdad que la gran mayoría de las personas científicas e ilus­
tradas no querrán comprender. No pueden elevarse a un estado
superior al de las esferas intelectuales creadas por ellas mismas,
y consideran todo lo que se halla fuera de ellas como vagueda­
des y sueños ilusorios. Por lo tanto, su comprensión es oscura,
en su corazón residen las pasiones, y no se les permite a ellos el
contemplar la luz de la verdad. Aquel cuyo juicio es determi­
nado por lo que percibe con sus sentidos extremos no puede
realizar las verdades espirituales. Un hombre dominado por los
sentidos se mantiene adherido a su yo individual, el cual es una
ilusión, y naturalmente, odia la verdad, porque el conocimiento
de la misma destruye su personalidad. El instinto natural del yo
inferior del hombre le impulsa a considerarse a sí mismo como
un ser aislado, distinto del Dios universal. El conocimiento de la
verdad destruye aquella ilusión, y por lo tanto, el hombre sensual
odia la verdad. El hombre espiritual es un hijo de la Luz. La
regeneración del hombre y su restauración a su primer estado
de perfección, en el cual sobrepasa a todos los demás seres del
universo, depende de la destrucción y remoción de todo cuanto
oscurece o vela su verdadera naturaleza interna. El hombre es,
por decirlo así un fuego concentrado en el interior de una cás­
cara material y grosera. Es su destino el disolver en este fuego
las porciones materiales y groseras (del alma) y unirse de nuevo
con el flamígero centro, del cual es a manera de centella duran­

114
Cartas Rosacruces

te su vida terrestre. Si la conciencia y la actividad del hombre


háyanse continuamente concentradas en las cosas externas, la
luz que radia de la centella divina desde el interior del corazón
va debilitándose poco a poco, y desaparece finalmente. Pero si
el fuego interno se cultiva y alimenta, destruye los elementos
groseros, atrae otros principios más etéreos, hace al hombre más
y más espiritual y le concede poderes divinos. No sólo cambia
el estado del alma (la actividad interna), cambia también el es­
tado receptivo más perfecto para las influencias puras y divinas,
y ennoblece por completo la constitución del hombre hasta que
se convierte en el verdadero Señor de la creación. La Sabiduría
Divina o «Teosofía» no consiste en conocer intelectualmente
muchas cosas, en ser sabio en pensamientos, palabras y acciones. No
puede existir ninguna Teosofía especial ni cristiana. La Sabidu­
ría en absoluto (Sabiduría Divina) no posee calificaciones. Es el
reconocimiento práctico de la verdad absoluta, y esta verdad es
sólo UNA.

Carta II: EL MEDIO PRÁCTICO


PARA APROXIMARSE A LA LUZ
Aquel que por medio de la gratificación de los deseos sensuales
intenta llenar el vacío que en su alma existe no lo logrará nunca,
ni pueden tampoco los anhelos que el corazón experimenta ha­
cia la verdad ser satisfechos por la aplicación de la inteligencia
a las cosas externas. EL hombre no puede entrar en el puente
de la paz mientras no ha vencido en su interior todo cuanto es
incompatible con su ego divino y con sus aspiraciones.
Para obtener esta victoria debe el hombre tratar de aproxi­
marse a la Luz, obedeciendo la ley de la Luz. El deseo hacia lo

115
Regla Rosa*Cruz

sensual y lo externo debe cesar en él, tiene que dirigir su visión


espiritual hacia la Luz, y tratar de disipar las nubes que de la
misma lo separan. El primer paso, y el necesario, es el tener con­
ciencia de la existencia del germen divino dentro de uno mis­
mo, para dirigir el poder de la Voluntad hacia aquel centro, para
llevar una vida interna y para cumplir estrictamente todos los
deberes internos y externos.
Existe una ley oculta, de la cual se ha hecho mención con
frecuencia en escritos ocultos, pero que todavía es compren­
dida tan sólo por unos pocos, que dice «Cada una de las cosas
de abajo tiene su contrapartida arriba, y nada existe, absolu­
tamente nada, por insignificante que sea, que no dependa de
algo que le corresponda mucho más elevado; así es que si el
inferior obra, el superior reacciona sobre él». Según esta ley,
todo deseo, pensamiento o aspiración, bueno o malo, es seguido
inmediatamente de una reacción correspondiente que procede
de lo alto. Cuanto más pura es la voluntad del hombre y menos
adulterada por deseos egoístas está, tanto más enérgica será la
reacción divina.
En el hombre, el propósito de progresar espiritualmente no
depende en manera alguna de süs propios esfuerzos, al contrario,
cuanto menos intente establecer leyes por sí mismo y cuanto más
se somete a la ley universal, tanto más rápidos serán sus progre­
sos. El hombre no puede en manera alguna poner su Voluntad en
juego en sentido diferente del de la Voluntad universal de Dios.
Si su voluntad no es idéntica a la voluntad divina, se convierte
en una mera perversión de esta última y su efecto se anula. Sólo
cuando la voluntad individual del hombre armoniza por comple­
to y coopera con la voluntad de Dios, se convierte en poderosa
y efectiva.

116
Cartas Rosacruces

Además, en todos los tiempos han existido entidades celes­


tiales o espirituales que han comunicado con el hombre para
transmitirle un conocimiento de verdades espirituales, o para re­
frescar su memoria cuando semejantes verdades estaban a punto
de olvidarse, y establecer así un fuerte lazo de unión entre el
hombre intelectual y el hombre divino. Los hombres que son
lo suficientemente puros pueden, aun durante esta vida, entrar
en comunicación y conocer a estos mensajeros celestiales, pero
pocos son lo suficientemente puros y espirituales para lograrlo.
Como quiera que sea, es la Voluntad y no la inteligencia, la que
debe ser purificada y regenerada, y por lo tanto la mejor de las
instrucciones es inútil si no posee uno la Voluntad para llevarla
a la práctica; y como nadie contra su Voluntad puede ser salvado,
el deseo más íntimo del corazón debe ser el conocer y el practi­
car la verdad.
Aquel cuya Voluntad sea así de buena, logrará el saber y la po­
tencia de la Fe verdadera, sin necesidad de ninguna clase de sig­
nos externos o de razones lógicas para convencerle de la verdad
de aquello que él sabe que es cierto; únicamente el pretendido
sabio del mundo pide semejantes pruebas; porque su corazón
háyase lleno de presunción y su voluntad es mala, y por lo tanto
no posee ni conocimiento espiritual ni fe, sin lo cual nada puede
saber más que aquello que viene por medios externos; mientras
que aquellos cuyas mentes son puras y sin duplicidad, con el
tiempo adquieren la conciencia de aquellas verdades en las que
instintivamente han creído.
Todas las ciencias culminan en un punto. Aquel que conoce
al Uno, lo conoce todo. Aquel que cree conocer muchas cosas,
cree en ilusiones. Cuanto más te aproximes a este punto (en
otras palabras, cuanto más Intima sea tu unión con Dios) tanto

117
Regla Rosa*Cruz

más clara será tu percepción de la verdad. Si a aquel punto llegas,


encontrarás que existen cosas en la naturaleza que trascienden a
la imaginación de nuestros filósofos y acerca de las cuales nues­
tros sabios no se atreven ni a soñar.
En Dios está la vida toda; fuera de Dios no existe vida algu­
na, y aquello que parece vivir fuera de Dios es meramente una
ilusión. Si deseamos saber la verdad, debemos contemplarla a
la luz de Dios y no a la luz falsa y engañosa de nuestra espe­
culación intelectual. No existe otro camino para llegar al cono­
cimiento perfecto de la verdad que la unión con ella misma, y
sin embargo, son bien pocos los que conocen este sendero. De
aquellos que por él transitan, el mundo se burla y ríe; pero este
mundo no conoce la verdad, porque es un mundo de ilusiones
lleno de desgraciados, ciegos ante la luz de la misma.
El aprender a callar y a permanecer tranquilo, el permanecer
impasible ante la risa del necio, ante el desdén del ignorante y
en presencia del desprecio del orgulloso, es la primera señal de
que comienza a brillar ya la aurora de la luz de la sabiduría. Sin
embargo, la verdad, en cuanto ha sido plenamente realizada, es
capaz de resistir aun el escrutinio intelectual más sereno y los
ataques de la lógica más potente, sólo las inteligencias de aque­
llos que sienten la verdad, pero que todavía no la perciben, son
las que pueden ser trastornadas por la sacudida. Aquellos que
conocen y comprenden la verdad, permanecen firmes como una
roca.
Durante tan largo tiempo, como no buscamos más que la
gratificación de nuestros sentidos, o deseamos tan sólo la satis­
facción de nuestra curiosidad, no es la verdad lo que buscamos.
Para encontrarla tenemos que entrar en el reino de Dios, y en­
tonces descenderá la verdad sobre nuestra inteligencia. No es

118
Cartas Rosacruces

necesario para lograrlo que torturemos nuestro cuerpo o que


arruinemos nuestros nervios, pero sí es necesario que creamos
en ciertas verdades fundamentales, que son instintivamente
percibidas por todos aquellos en quienes no está pervertida la
inteligencia. Estas verdades fundamentales son la existencia de
un Dios universal (origen de todo bien) y la posibilidad de la in­
mortalidad del alma humana. Posee el hombre una inteligencia
razonadora, y por lo tanto tiene el derecho y la facultad de hacer
uso de la misma; lo cual quiere decir que puede emplearla en un
sentido que esté en oposición con la ley del bien, la cual es la Ley
del Amor Divino, la Ley del Orden y de la Armonía. No debe
él profanar los dones que Dios le ha concedido por medio de la
naturaleza, debe considerar todas las cosas como dones divinos,
y considerarse él mismo a manera de templo viviente de Dios, y
como un instrumento por medio del cual el divino poder puede
manifestarse.
Un hombre fuera de Dios es cosa inconcebible porque la
naturaleza entera, incluyendo al hombre, es sencillamente una
mera manifestación de Dios. Si la luz penetra en nuestro inte­
rior ésta no es obra nuestra, el sol es quien nos la concede; pero
si nos ocultamos del sol, la luz desaparece. Dios es el sol del
espíritu; nuestro deber es permanecer iluminados por sus rayos,
gozar de los mismos y llamar a otros para que entren en la luz.
No existe mal alguno en procurar conocer esta luz intelectual­
mente si nuestra voluntad hacia ella se dirige, pero si la voluntad
es atraída por una luz falsa a la que tomamos equivocadamente
por el Sol, caemos necesariamente en el error.
Existe una relación definida y exacta entre la causa de todas
las cosas y las cosas que aquella causa ha creado (producido).
Puede el hombre, aun en esta vida, llegar al conocimiento de es­

119
Regla Rosa*Cruz

tas relaciones, aprendiendo a conocerse a sí mismo. El mundo en


el cual vivimos es un mundo de fenómenos (o sea, de ilusiones),
puesto que aquello a lo que se acostumbra calificar como «real»
aparece así únicamente mientras duran ciertas condiciones o re­
laciones entre el que percibe y el objeto de su percepción.
Lo que nosotros percibimos no depende tanto de la cualidad
de las cosas que constituyen los objetos de nuestra percepción
como de las condiciones de nuestro propio organismo. Si nues­
tra organización fuese diferente, cada cosa se nos presentaría
bajo un aspecto diferente también.
Si hemos aprendido a realizar esta verdad por completo y a
distinguir entre lo que es real y lo que es meramente ilusorio,
podemos entonces entrar en el reino de aquella elevada ciencia
asistidos por la luz del espíritu divino. Los misterios de que se
ocupa esta ciencia exaltada son los siguientes:
El reino interno de la naturaleza.
El lazo que une al mundo interno espiritual con las formas
corpóreas externas.
Las relaciones existentes entre el hombre y los seres invisibles.
Los poderes ocultos en el hombre por medio de los cuales
puede obrar sobre lo interior en la naturaleza.
En esta ciencia se hallan contenidos todos los misterios de
la naturaleza. Si con corazón puro deseas la verdad, la encon­
trarás; pero si tus intenciones son egoístas, pon a un lado estas
cartas, porque no serás capaz de comprenderlas, ni en tal caso
te reportarán el menor beneficio. Los misterios de la naturaleza
son sagrados, pero no los comprenderá aquel cuya voluntad es
malvada. Pero si el malvado logra descubrir los misterios de la
naturaleza, su luz se convertirá en un fuego consumidor en el
interior de su alma, el cual le destruirá, y cesara de existir.

120
Cartas Rosacruces

Carta III: VERDAD ABSOLUTA Y RELATIVA


Toda la ciencia del mundo se funda en que las cosas son actual­
mente como parecen ser, y sin embargo, bien poco es lo que se
necesita pensar para comprender lo erróneo de la suposición,
puesto que la apariencia de las cosas no depende meramente de
lo que son en la actualidad, sino que además depende de nuestra
propia organización y de la constitución de nuestras facultades
perceptivas. El mayor de los obstáculos que en el camino del
progreso encuentra el estudiante de las ciencias ocultas es el ha­
berse desarrollado en él la creencia errónea de que las cosas son
lo que a él le parecen ser, y a menos que pueda elevarse por enci­
ma de esta superstición y considerar las cosas, no desde el mero
punto de vista relativo de su ego limitado, sino desde el infinito
y el Absoluto, no será capaz de conocer la verdad absoluta. Antes
de que adelantemos más en nuestras instrucciones respecto al
modo práctico de aproximarse a la Luz, será necesario que im­
primas con más energía en tu mente el carácter ilusorio de todos
los fenómenos externos.
Todo cuanto el hombre sensual conoce acerca del mundo
externo lo ha aprendido por medio de las impresiones que lle­
gan a su conciencia a través de los sentidos. Recibiendo repetida
o continuamente semejantes impresiones, comparándolas unas
con otras, y tomando aquello que él cree conocer como base para
especulaciones acerca de cosas que no conoce, puede tomar cier­
tas opiniones referentes a cosas que trascienden a su poder de
percepción sensual; pero en cuanto al carácter verdadero o falso
de sus opiniones con respecto a cosas internas o externas puede
su opinión ser lo que es únicamente con respecto a él y con re­
lación a otros seres que se hallan constituidos lo mismo que él;

121
Regla Rosa*Cruz

en cuanto a todos los demás seres cuyas organizaciones son por


completo diferentes de la suya, sus argumentos y especulaciones
lógicas no encuentran aplicación, y pueden existir en el universo
incalculables millones de seres de organización superior o infe­
rior a la nuestra, pero por completo distinta de ella, para quienes
el mundo y cada una de las cosas aparezcan bajo un aspecto
diferente por completo, y que todo lo vean según una luz ente­
ramente distinta. Semejantes seres, aun viviendo en el mismo
mundo en el que nosotros vivimos, pueden no conocer nada, en
absoluto, de este mundo que es el único concebible para noso­
tros; y podemos nosotros no saber nada intelectualmente acerca
de su mundo, al desear de ser este uno e idéntico con el nuestro,
en el cual vivimos. Para poder lanzar una mirada en su mundo
necesitamos de la suficiente energía para arrojar de nosotros to­
dos los errores y preocupaciones heredados y adquiridos; debe­
mos elevarnos a un nivel superior al del yo que se halla atado al
mundo sensual por un millar de cadenas, y ocupar mentalmente
aquel lugar desde el cual podemos contemplar al mundo bajo un
aspecto superior; debemos morir por decirlo así, lo cual quiere
decir vivir inconscientes de nuestra propia existencia como seres
humanos individuales, hasta que podamos adquirir la conciencia
de la vida superior y mirar al mundo desde el plan y el punto de
vista de un dios.
Toda nuestra ciencia moderna es por lo tanto sólo ciencia
relativa, lo cual equivale a decir que todos nuestros sistemas
científicos enseñan únicamente las relaciones que existen entre
las cosas externas y mutables y una cosa tan transitoria e ilu­
soria como es el ser humano y que no es en realidad más que
una aparición externa originada por una cierta actividad interna,
acerca de la cual nada sabe la ciencia externa. Todos estos co­

122
Cartas Rosacruces

nocimientos tan alabados y encomiados, son, por lo tanto, nada


más que conocimientos superficiales, refiriéndose únicamente a
uno, quizá, de los aspectos infinitos, por medio de los cuales
Dios se manifiesta.
La ignorancia ilustrada cree que su manera especial de con­
siderar el mundo de los fenómenos es la única verdadera, y se
agarra desesperadamente a estas ilusiones, que cree que son las
únicas realidades, y a aquellos que realizan el carácter ilusorio de
las mismas, los califica de soñadores; pero durante tanto tiempo
como se mantenga adherida a estas ilusiones, no se elevará por
encima de ellas; continuará siendo una ciencia ilusoria; no será
capaz de realizar el carácter verdadero de la naturaleza, y en vano
pedirá una ciencia semejante que le demuestre a Dios, mientras
cierre sus ojos y aparte de los mismos la luz eterna.
No es, después de todo, en manera alguna, nuestra intención
el pedir que la ciencia moderna se coloque en el plano del Ab­
soluto, porque en este caso cesaría de ser relativa para las cosas
externas, y con respecto a las mismas se convertiría en inútil.
Se ha admitido que los colores no son realidades existentes por
sí mismas, sino que cierto número de ondulaciones de la luz
los originan; pero este hecho no es impedimento, en manera
alguna, para la fabricación de los colores y el empleo útil de los
mismos. En cuanto a todas las demás ciencias externas, pueden
presentarse argumentos semejantes, y no tienen por objeto las
afirmaciones anteriores el desanimar los trabajos de investiga­
ción científica puramente externos, sino el instruir a aquellos
para los que no es suficiente un mero conocimiento superficial
y externo, y también el moderar si es posible, la presunción de
todos aquellos que creen saberlo todo, y que, encadenados a sus
ilusiones, pierden de vista lo Eterno y Real, y llegan en su pre­

123
Regla Rosa*Cruz

sanción y vanidad ciega hasta el punto de negar su existencia


misma.
Se admitirá que no es el cuerpo externo quien ve, oye, huele,
razona y piensa, sino que es el hombre interno, y para nosotros
invisible, quien desempeña estas funciones por medio de los ór­
ganos físicos. No existe razón para que creamos que este hombre
interno cesa de existir cuando el cuerpo muere; por el contrario,
como veremos después, el suponer una cosa semejante está en
contra de la razón. Pero si este hombre interno pierde, gracias a
la muerte del organismo físico, el poder de recibir impresiones
sensibles del mundo externo, si a consecuencia de la pérdida del
cerebro, pierde también el poder de pensar, cambiarán por com­
pleto las relaciones mediante las cuales permanecía en el mundo,
y las condiciones de su existencia serán por completo distintas de
las nuestras; su mundo no será nuestro mundo, aunque en el sen­
tido absoluto de la palabra ambos mundos son sólo uno. Así es
que en este mismo mundo pueden existir un millón de mundos
diferentes, con tal de que exista un millón de seres cuyas consti­
tuciones difieran unas de otras; en otras palabras, sólo existe una
naturaleza, pero puede aparecer quizá bajo un número infinito
de aspectos. A cada uno de los cambios de nuestra organización,
el antiguo mundo se nos presenta según un prisma distinto; a
cada muerte entramos en un mundo nuevo, aunque no es nece­
sariamente el mundo el que cambia, sino únicamente nuestras
relaciones con el mismo las que varían gracias a tal suceso.
¿Qué es lo que conoce el mundo acerca de la verdad absolu­
ta? ¿Qué es lo que realmente sabemos? No pueden existir ni sol,
ni luna, ni tierra; ni el fuego ni el aire ni el agua pueden tener
existencia real; todas estas cosas existen con relación a nosotros
mismos sólo mientras nos hallamos en un cierto estado de con­

124
Cartas Rosacruces

ciencia durante el cual creemos que existen; en el reino de los


fenómenos la verdad absoluta no existe; ni siquiera en las ma­
temáticas encontramos la verdad absoluta, puesto que todas las
reglas matemáticas son relativas y se hallan fundadas en ciertas
suposiciones referentes a la magnitud y a la extensión, las cuales
en sí mismas no poseen más que un mero carácter fenoménico.
Cámbiense los conceptos fundamentales sobre los que nuestras
matemáticas se apoyan, y el sistema entero necesitará un cam­
bio completo; lo mismo puede decirse con referencia a nuestros
conceptos de la materia, del movimiento y del espacio. Son estas
palabras, pura y sencillamente, expresiones tan sólo para indi­
car ciertos conceptos que acerca de cosas inconcebibles hemos
formado nosotros; en otras palabras, indican ciertos estados de
nuestra conciencia.
Si miramos un árbol, una imagen se forma en nuestra men­
te, lo cual equivale a decir que entramos en un cierto estado de
conciencia que nos pone en relación con un fenómeno externo
acerca de cuya naturaleza real nada sabemos, pero al cual damos
el nombre de árbol. Para un ser organizado de un modo distin­
to por completo, puede no ser lo que nosotros llamamos árbol,
sino algo enteramente diferente, quizás transparente y sin soli­
dez material; de hecho, a un millar de seres, cuyas constituciones
difieran unas de otras, les aparecerá bajo mil aspectos distintos.
Podemos nosotros ver en el sol solamente un globo de fuego pero
un ser cuya facultad comprensiva sea superior podrá ver en lo que
nosotros llamamos sol algo que para nosotros es indescriptible,
porque careciendo de las facultades necesarias para describirlo,
no nos es concebible.
El hombre externo guarda una cierta relación con el mun­
do externo, y sólo puede conocer del mundo esta relación ex­

125
Regla Rosa*Cruz

terna. Algunas personas pueden objetar que debe contentarse


con aquellos conocimientos y no intentar en manera alguna el
profundizar más. Esto, sin embargo, equivale a privarle de todo
progreso ulterior y condenarle a permanecer sumido en el error y
en la ignorancia, porque una ciencia que depende por completo
de ilusiones externas no es más que una ciencia ilusoria. Además,
el aspecto externo de las cosas es la consecuencia de una actividad
interior y a menos que el verdadero carácter de esta actividad in­
terna se conozca, el carácter verdadero del fenómeno externo no
será en realidad comprendido. Además, el hombre real e interno,
que reside en la forma externa, mantiene ciertas relaciones con
la actividad interna del cosmos, las cuales no son menos estrictas
y definidas que las relaciones existentes entre el hombre externo
y la naturaleza externa. Y a menos que el hombre conozca las
revelaciones que le ligan a aquel poder, en otras palabras a Dios,
jamás comprenderá su propia naturaleza divina, y nunca alcan­
zará el verdadero conocimiento de sí mismo. El enseñar la ver­
dadera relación que existe entre el hombre y el infinito todo, y el
elevarle a aquel plano de existencia exaltado que debe ocupar en
la naturaleza, es y tiene que ser el único y verdadero objeto de la
religión verdadera y de la verdadera ciencia. El hecho de que un
hombre haya nacido en una cierta casa o en una cierta ciudad no
indica en manera alguna que tenga que permanecer allí durante
toda su vida; el hecho de que un hombre permanezca en una
condición física, moral o intelectual inferior no impone sobre él
la necesidad de permanecer siempre en tal estado y que no pueda
hacer ningún esfuerzo para elevarse a mayores alturas.
La ciencia más elevada que es posible que exista es aquella
cuyo objetivo es el más elevado de todos los conocimientos; y
no puede existir objeto más elevado ni más digno de ser cono­

126
Cartas Rosacruces

cido que la causa universal de todo bien. Dios es, por lo tanto,
el objeto más elevado de los conocimientos humanos, y nada
podemos saber de El que no sea la manifestación de su actividad
en el interior de nosotros mismos. Obtener el conocimiento del
yo equivale a obtener el conocimiento del principio divino den­
tro de nosotros mismos; en otras palabras, un conocimiento de
nuestro propio yo, después de que aquel yo se haya convertido
en divino y despertado a la conciencia de su divinidad. Entonces
el yo interno y divino reconocerá, por decirlo así, las relaciones
que existen entre sí y el divino principio en el universo, si es que
podemos hablar de relaciones existentes entre dos cosas que no
son dos, sino que son una misma e idénticas. Para expresarnos
con más corrección, deberíamos decir: el Conocimiento Espiri­
tual de Sí Mismo tiene lugar cuando Dios reconoce su propia
divinidad en el hombre.
Todo poder, pertenezca al cuerpo, al alma, o al principio inte­
ligente en el hombre, se origina desde el centro, el espíritu. A la
actividad espiritual se debe que el hombre vea, sienta, oiga y per­
ciba con sus sentidos externos. En la mayor parte de los hombres
esta fuerza espiritual e interna ha despertado sólo la potencia
intelectual y hecho entrar en actividad los sentidos exteriores.
Pero existen personas excepcionales en quienes esta actividad
espiritual ha llegado a un grado mucho mayor, y en las cuales
se han desenvuelto las facultades más elevadas o internas de la
percepción. Semejantes personas pueden en estos casos percibir
cosas que para las demás son imperceptibles, y poner en ejercicio
poderes que no poseen el resto de los mortales. Si los llamados
sabios se encuentran con un caso práctico referente a lo ante­
rior, lo consideran como causado por un estado enfermizo del
cuerpo, y lo califican como efecto de una «condición patológi­

127
Regla Rosa*Cruz

ca»; puesto que es un hecho fundado en la experiencia de todos


los días que la ciencia externa y superficial, que nada conoce
en absoluto respecto a las leyes fundamentales de la naturaleza,
toma continua y equivocadamente las causas como efectos y los
efectos como causas. Con igual razón y con la misma lógica, po­
drían los carneros de un rebaño, si uno de ellos hubiese obtenido
la facultad de hablar como un hombre, decir de este que estaba
enfermo, y ocuparse de su «condición patológica». Así es que
la sabiduría aparece como locura para el loco; al ciego, la luz le
resulta tinieblas; la virtud como vicio al vicioso; la verdad como
embuste al falso, y en todo vemos que el hombre no percibe las
cosas tal cual son, sino tal como él las imagina.
Así es que vemos que todo cuanto los hombres acostumbran
a llamar bueno o malo, verdadero o falso, útil o inútil, etc., es, a lo
más, relativo en su sentido. Puede ser así en relación con uno y ser
por completo contrario con respecto a otro, cuyas opiniones, ob­
jetivos o aspiraciones son distintos. Es también una consecuencia
necesaria de este estado de cosas, el que siempre que comienza el
lenguaje la confusión empieza, puesto que diferenciándose siem­
pre en algo las diversas constituciones de los hombres, la manera
de concebir las cosas de cada uno de ellos es siempre distinta de
las concepciones de los otros. Esto que es verdad en lo referente
a asuntos ordinarios, se hace todavía más evidente en cuestiones
relacionadas con lo oculto, acerca de las cuales la mayor parte de
los hombres sólo poseen ideas falsas, y es dudoso si la pronun­
ciación de una sentencia no daría tan sólo origen a disputas y a
interpretaciones falsas. Las únicas verdades que se hallan fuera
del alcance de toda disputa son las verdades absolutas, y estas no
necesitan ser pronunciadas, pues son evidentes por sí mismas; el
expresarlas por medio del lenguaje equivale a decir lo que todo

128
Cartas Rosacruces

el mundo sabe y que nadie pone en tela de juicio; el decir por


ejemplo, que Dios es la causa de todo bien, equivale sencillamen­
te a que simbolicemos al origen desconocido de todo bien con la
palabra «Dios».
Toda verdad relativa refiérese únicamente a las personalida­
des inestables de los hombres y nadie puede conocer la Verdad
en el Absoluto, excepto aquel que elevándose por encima de la
esfera del yo y del fenómeno llega a la región de lo Real, eterno
e inmutable. El hacer esto es en cierto sentido morir para el
mundo; o lo que es lo mismo, desembarazare por completo de
la noción del yo, el cual es tan sólo una ilusión, y llegar a ser uno
mismo con lo universal, en cuyo seno ni el menor sentimiento
de separación existe. Si estás dispuesto a morir así puedes pe­
netrar por la puerta en el santuario de la ciencia oculta; pero si
las ilusiones de los mundos exteriores, y sobre todo, si la ilusión
de tu propia existencia personal te atrae, en vano buscarás el
conocimiento de aquello que existe por sí mismo, y que es por
completo independiente de toda relación con las cosas; que es el
eterno centro del cual todo procede y al cual todo vuelve, que es
el centro flamígero; el Padre, a quien nadie puede acercarse más
que el Hijo, la Luz, la Vida y la Verdad Suprema.

Carta IV: LA DOCTRINA SECRETA


El fundamento de la entera Doctrina Secreta, fundamento del
cual resulta el conocimiento de los más profundos misterios
del universo, es tan sencillo que su significación puede com­
prenderla un niño, pero en razón de su simplicidad es umversal­
mente desdeñado y no comprendido por aquellos que anhelan
lo complejo y las ilusiones. Ama a Dios sobre todas las cosas y al

129
Regla Rosa*Cruz

prójimo como a ti mismo. Un conocimiento práctico de esta ver­


dad es todo cuanto se requiere para entrar en el templo en donde
puede uno obtener la sabiduría divina.
No podemos conocer la causa de todo bien a menos que nos
aproximemos a ella; y no podemos aproximarnos a ella, a menos
que la amemos y que por nuestro amor seamos a ella atraídos. No
podemos amarla a no ser que la sintamos, y no podemos sentirla
a menos que exista en nosotros mismos. Para amar al bien, debe­
mos ser nosotros mismos buenos; para amar al bien sobre todas
las cosas, el sentimiento de verdad, el de justicia y el de armonía
deben sobrepasar y absorber a cada uno de los otros sentimien­
tos; debemos cesar de vivir en la esfera del yo, que es la del mal, y
empezar a vivir en el seno del elemento divino de la humanidad
como en un todo; debemos amar aquello que es divino en la hu­
manidad, tanto como aquello que dentro de nosotros mismos es
divino. Si es alcanzado este estado supremo, en el cual habremos
olvidado por completo nuestros egos, el intelectual y el animal, y
en el que gracias a nuestro amor a Dios nos habremos conver­
tido en uno mismo con Dios, no existirán entonces secretos ni
en los cielos ni en la tierra que sean inaccesibles para nosotros.
¿Qué es el conocimiento de Dios más que el conocimiento
del bien y del mal? Dios es la causa de todo bien, y el bien es el
origen del mal. El mal es la reacción del bien en el mismo senti­
do en que las tinieblas son la reacción de la luz. El fuego divino
del cual procede la luz no es causa de la menor oscuridad, pero
la luz que radia del centro flamígero no puede llegar a manifes­
tarse sin la presencia de las tinieblas, ni, sin la presencia de la luz,
serían las tinieblas conocidas.
Existen por consiguiente, dos principios: el principio del
bien y el principio del mal, brotando ambos de la misma raíz, en

130
Cartas Rosacruces

la cual no existe, como quiera que sea, mal alguno; sólo reside en
ella el bien absoluto e inconcebible. Es el hombre un producto
de la manifestación del principio del bien y únicamente en el
bien puede encontrar la felicidad, puesto que la condición que
necesita todo ser para ser feliz es el vivir en el elemento al cual
su naturaleza pertenece. Aquellos que han nacido en el bien se­
rán felices en el bien; aquellos que han nacido para el mal, nada
desearán más que el mal. Aquellos que han nacido en la luz,
buscarán la luz, y los que pertenecen a las tinieblas, sólo bus­
carán las tinieblas. Siendo el hombre un hijo de la luz, no será
feliz mientras exista en su naturaleza una sombra de tinieblas.
El hombre cuyo principio fundamental es el bien no encontrará
la paz mientras exista en su interior una chispa tan sólo de mal.
El alma del hombre es como un jardín, en el cual existen
sembradas un número casi infinito de semillas diferentes. Estas
semillas pueden dar origen a plantas bellas y saludables o a plan­
tas deformes y nocivas. El fuego del cual estas plantas reciben el
calor necesario para su desarrollo es la voluntad. Si la voluntad
es buena, desarrollará plantas bellas; si es mala, dará lugar a que
crezcan plantas deformes. El principal objeto de la existencia del
hombre en esta tierra es la purificación de la voluntad y el culti­
vo de la misma hasta que se convierta en una enérgica potencia
espiritual. El único medio para purificar la voluntad es la acción,
y para lograrlo, todas nuestras acciones tienen que ser buenas,
hasta que el obrar bien se convierta en una mera cuestión de
costumbre cuando en la voluntad cese todo deseo hacia el mal.
¿De qué provecho sería para ti el conocer intelectualmente
los misterios de la Trinidad y el poder hablar sabiamente acerca
de los atributos del Logos, si en el altar de tu corazón no ardiese
el fuego del amor divino y si la Luz del Cristo no brillase en tu

131
Regla Rosa*Cruz

templo? Tu inteligencia abandonada por el espíritu que da la vida


se desvanecerá y perecerá, y con ella perecerás tú, a menos que la
llama del amor espiritual arda en tu corazón con la luz de la con­
ciencia eterna. Si no estás en posesión del amor hacia el bien, más
te vale permanecer sumido en la ignorancia, porque así pecarás
ignorantemente y no serás responsable de tus actos; pero aquellos
que la verdad conocen, y que la desprecian a causa de su mala
voluntad, son los que sufrirán, puesto que cometen un «pecado
imperdonable», conscientemente y a sabiendas, el pecado contra
la verdad santa y espiritual. Al verdadero Rosacruz, cuyo corazón
arde con el fuego del amor divino hacia el bien, la luz de éste
iluminará su mente, le inspirará buenos sentimientos y le hará
llevar a efecto buenas acciones. No necesitará de maestro mortal
alguno que le enseñe la verdad, porque se encontrará penetrado
por el espíritu de sabiduría, que será su verdadero Maestro.
Todas las ciencias y artes mundanas son despreciables y pue­
riles ante la excelencia de esta sabiduría divina. La posesión de
la sabiduría del mundo no tiene valor permanente; pero la pose­
sión de la sabiduría divina es imperecedera y eterna. No puede
en manera alguna existir la sabiduría divina sin el amor divino,
porque la sabiduría es la unión del saber espiritual con el amor
espiritual, de lo que resulta el poder espiritual. Aquel que no co­
noce el amor divino no conoce a Dios, porque Dios es la fuente
y el centro flamígero del amor. Y por esto se ha dicho que, aun­
que penetremos todos los misterios, poseamos el entero saber
y hagamos obras buenas, si no poseemos amor divino, no sirve
de nada, puesto que únicamente por medio del amor podemos
conquistar la inmortalidad.
¿Qué es el amor? Un poder universal que procede del centro
del cual el Universo ha sido desenvuelto. En los reinos elemen­

132
Cartas Rosacruces

tal y animal obra a manera de fuerza ciega de atracción; en el


reino vegetal obtiene los rudimentos de los instintos, que en el
reino animal se desarrollan por completo; en el reino humano
se convierte en pasión, la cual si obra en la dirección debida,
hacia su fuente eterna, elevará al hombre hasta un estado di­
vino; pero si es pervertida, lo conducirá a la destrucción. En el
reino espiritual, es decir en el del hombre regenerado, el amor se
transforma en un poder espiritual, consciente y viviente. Para la
mayoría de los hombres de nuestra civilización actual el amor
no es más que un sentimiento, y el amor verdaderamente di­
vino y poderoso es casi desconocido entre la humanidad. Aquel
sentimiento superficial al que los hombres llaman amor es un
elemento semianimal, débil e impotente; pero, sin embargo, lo
suficientemente poderoso para guiar o extraviar a la humanidad.
Podemos elegir entre amar una cosa o no amarla, pero un amor
tan superficial no penetra más allá de los estados superficiales
del alma del objeto amado. El poseer el amor divino no depende
de la elección, es un don del espíritu que reside en lo interior, es
un producto de nuestra propia evolución espiritual, y únicamente
los que han llegado a aquel estado pueden poseerlo. No es posible
que alguien más que aquel que ha alcanzado este estado de exis­
tencia conozca lo que es este amor espiritual y divino; pero aquel
que lo ha obtenido sabe que es un poder omnipenetrante que,
brotando del centro del corazón y penetrando en el corazón de
aquello que se ama, evoca a la vida a los gérmenes de amor allí
contenidos. A este Amor espiritual, llámale, si te parece mejor,
Voluntad espiritual, Vida espiritual, Luz espiritual, pues es todo
esto y mucho más porque todos los poderes espirituales brotan
de un solo centro eterno, y culminan por fin otra vez en un po­
der, a manera del vértice de una pirámide de muchos lados. A

133
Regla Rosa*Cruz

este punto, a este poder, a este centro, a esta luz, a esta vida, a este
todo se le llama Dios, la causa de todo bien, aunque la palabra
es un mero vocablo sin significación para aquellos que no están
en posesión de ella, y que ni siquiera pueden concebirla, pues ni
sienten ni conocen a Dios en sus propios corazones.
¿Cómo podemos obtener este poder espiritual de amar, de
buena voluntad, de luz y de vida eterna? No podemos amar una
cosa a menos que sepamos que es buena; no podemos conocer
si una cosa es buena o mala sin sentirla; no podemos sentirla a
menos que nos aproximemos a ella; no podemos aproximarnos
a una cosa si no la amamos, y giraríamos eternamente en un
circulo vicioso sin acercarnos jamás a la eterna verdad si no fuera
por la influencia continua del Sol Espiritual de Verdad, que al
centro del corazón humano lanza sus rayos, y atrayéndolo ins­
tintiva e inconscientemente, transforma el movimiento circular
en movimiento en espiral, arrastrando de este modo, debido a la
«Luz de gracia», a los hombres hacia aquel centro, a pesar y en
contra de sus propias inclinaciones.
Se ha dicho que la inclinación del hombre hacia el mal es
más fuerte que la que experimenta hacia el bien, y esto es in­
dudablemente cierto, puesto que con el estado presente de la
evolución del hombre, sus actividades y tendencias animales son
todavía muy fuertes, mientras que sus principios más espiritua­
les y elevados no se han desarrollado lo suficiente para poseer la
conciencia de sí mismos y la fuerza consiguiente. Pero mientras
las inclinaciones animales del hombre son más enérgicas que sus
propios poderes espirituales, la luz eterna y divina que le atrae
hacia el centro es mucho más poderosa, y a menos que el hom­
bre se resista al poder del amor divino, prefiriendo ser absorbido
por el mal, será atraído continua e inconscientemente hacia el

134
Cartas Rosacruc.es

centro de amor. Por lo tanto, el hombre, aunque hasta cierto


punto es víctima indefensa de poderes invisibles, es, sin embar­
go, hasta el punto en que hace uso de su razón, un agente libre;
pero hasta que su razón es perfecta no puede ser por completo
libre, y su razón puede únicamente convertirse en perfecta si
vibra al unísono y en armonía con la Razón Divina (universal).
El hombre por lo tanto sólo puede llegar a ser completamente libre
obedeciendo la Ley.
Sólo puede existir una Razón Suprema, una Ley Suprema,
una Sabiduría Suprema; en otras palabras UN DIOS, porque la
palabra Dios significa el punto culminante de todos los pode­
res, tanto espirituales como físicos, que existen en el Universo;
significa el Centro Único, del cual todas las cosas, todas las ac­
tividades, todos los atributos, facultades, funciones y principios
han procedido, y en el cual todos ellos culminarán por fin. El
hombre sólo puede esperar la realización de su objeto mientras
obre siempre en armonía con la ley universal, puesto que la teo­
ría universalmente reconocida de la supervivencia de los más
aptos, y la verdad absoluta de que el fuerte es más fuerte que el
débil, son tan ciertas en el reino del espíritu como en el reino de
la mecánica. Una gota de agua no puede por sus propios esfuer­
zos discurrir en sentido contrario al de la corriente en la cual
existe, ¿y qué es el hombre, con toda su vanidad y pretensiones
de sabiduría, más que una gota en el océano de la vida universal?
Para poder obedecer la Ley, necesitamos aprender a conocer­
la; pero ¿en dónde puede uno esperar aprender la ley pura y la
ley adulterada, más que en el estudio de la naturaleza espiritual
y material, o sea en sus aspectos interno y externo? Sólo existe
Un Libro, de cuyo estudio necesita el ocultista, y en el cual la
totalidad de la Doctrina Secreta, con todos los misterios, que co­

135
Regla Rosa*Cruz

nocen únicamente los Iniciados, se halla contenida. Es un libro


que jamás ha sufrido falsificaciones ni traducciones erróneas; es
un libro que nunca ha sido objeto de fraudes piadosos ni de in­
terpretaciones absurdas; es un libro que, sin el menor desembol­
so, cualquiera y en cualquier lugar puede obtenerlo. Está escrito
en un lenguaje que todos pueden comprender importando bien
poco cuál sea su nacionalidad. El título de este libro es M., que
significa: El Macrocosmo y el Microcosmo de la Naturaleza reuni­
dos en un volumen. El poder leer este libro correctamente exige
poderlo hacer no sólo con el ojo de la inteligencia, sino que es
necesario además leerlo con el ojo del Espíritu. Si sus páginas
son iluminadas solamente por la fría luz de la luna, por la luz del
cerebro, parecerán muertas, y aprenderemos únicamente lo que
en su superficie figura impreso; pero si la luz divina del amor ilu­
mina sus páginas radiando del centro del corazón, comenzarán
a vivir y los siete sellos con que algunos de sus capítulos están
sellados, serán rotos, y levantados unos velos tras otros, conoce­
remos los misterios divinos que el Santuario de la Naturaleza
contiene.
Sin esta luz divina del amor es inútil intentar penetrar en
las tinieblas en donde los más profundos misterios permanecen.
Aquellos que estudian la naturaleza con la mera luz externa de
los sentidos, nada conocerán de ella más que su máscara exterior,
en vano pedirán que se les enseñen los misterios que únicamen­
te con la luz del espíritu pueden ser contemplados, porque la
luz del espíritu ha brillado eternamente en las tinieblas, pero las
tinieblas no la comprendieron.
¿En dónde podemos esperar encontrar esta luz del espíritu,
más que en el interior de nosotros mismos? El hombre nada
puede conocer excepto aquello que ya dentro de sí mismo existe.

136
Cartas Rosacruces

No puede ver, oír ni percibir cosa alguna externa; puede única­


mente contemplar las imágenes y experimentar las sensaciones
a que den lugar los objetos exteriores en su conciencia. Todo
cuanto pertenece al hombre, excepto su forma externa, es un
epítome, una imagen, una contraparte del universo. El hombre
es el Microcosmo de la naturaleza, y en él se halla contenido,
germinalmente o en un estado más o menos desarrollado, todo
cuanto la naturaleza contiene. En él residen Dios, Cristo y el
Espíritu Santo. En él la Trinidad se halla contenida, así como los
elementos de los reinos mineral, vegetal, animal y espiritual; él
contiene el Cielo, el Infierno y el Purgatorio; todo en él se halla
contenido, porque es la imagen de Dios, y Dios es la causa de
cada una de las cosas que existen, y nada existe que no sea una
manifestación de Dios, y acerca de lo cual pueda dejar de decirse
en cierto sentido que sea Dios o la sustancia de Dios.
La totalidad del universo y todo cuanto el mismo contiene
es la manifestación exterior de aquella Causa o Poder interno,
al cual los hombres llaman «Dios». Para estudiar las manifesta­
ciones externas de aquel poder tenemos que estudiar las impre­
siones que producen en el interior de nosotros mismos. Nada
podemos conocer, sea lo que sea, fuera de lo que existe dentro de
nosotros mismos, y por lo tanto, aun el estudio de la naturaleza
externa no es ni puede ser nada más que el estudio del yo, o en
otras palabras, el estudio de las sensaciones internas que causas
externas han originado dentro de nosotros mismos. No puede
el hombre positivamente y en manera alguna conocer nada ex­
cepto aquello que ve, siente o percibe en el interior de sí mismo;
todos sus llamados conocimientos acerca de las cosas exteriores
son meras especulaciones y suposiciones o, todo lo más, verdades
relativas.

137
Regla Rosa*Cruz

Si no es posible que el hombre conozca nada respecto a las


cosas externas, excepto aquello que ve, siente o percibe dentro de
sí mismo, ¿cómo es posible que pueda saber nada en lo referente
a las cosas internas como no sean sus manifestaciones en su pro­
pio interior? Todos aquellos que buscan un Dios externo, mien­
tras que niegan a Dios en sus corazones, le buscarán en vano;
todos aquellos que adoran a un rey desconocido de la creación,
mientras ahogan al rey recién nacido en la cuna de sus propios
corazones, adoran una mera ilusión. Si deseamos conocer a Dios
y obtener la Sabiduría Divina, tenemos que estudiar la activi­
dad del Divino Principio en el interior de nuestros corazones,
escuchar su voz con el oído de la inteligencia y leer sus palabras
con la luz de su amor divino, porque el único Dios acerca del
cual puede el hombre conocer algo es su propio Dios personal,
uno e idéntico con el Dios del Universo. En otras palabras, es el
Dios universal entrando en relación con el hombre, en el mismo
hombre, y alcanzando personalidad por medio del organismo
que llamamos hombre; y así es como Dios se convierte en hom­
bre, y el hombre se transforma en Dios, convirtiéndose de este
modo el hombre en un Dios, cuando obtiene el conocimiento
perfecto de su propio ego divino, o en otras palabras, cuando
Dios se ha hecho consciente de sí mismo y ha logrado en el
hombre el conocimiento de sí mismo.
No puede, por lo tanto, existir Sabiduría Divina sin el cono­
cimiento del propio yo Divino de uno mismo, y aquel que ha
encontrado su propio ego divino se ha convertido en sabio. No
vayan nuestros especuladores científicos y teológicos a ser tan
presumidos como para figurarse que han encontrado a su propio
y divino ego. Si lo hubiesen encontrado estarían en posesión de
poderes divinos, a los que llaman los hombres «sobrenaturales»,

138
Cartas Rosacruces

porque han llegado a ser casi desconocidos entre la humanidad.


Si los hombres hubiesen encontrado sus propios egos divinos, no
necesitarían ni más predicadores ni más doctores, ni más libros, ni
más instrucciones que su propio Dios interno; pero la sabiduría de
nuestros sabios no es de Dios; procede de libros y fuentes externas
y falibles. Aquel sentimiento del ego que los hombres experimen­
tan en sí mismos, y al cual llaman su propio yo, no es el del ego
divino, es el de su yo animal o intelectual, en el que su conciencia
se halla concentrada, y en cada hombre existen un gran número
de variedades de estos egos o yoes. Estos perecerán todos, y tienen
que desaparecer antes de que el yo Divino, que es universal y om­
nipresente, pueda entrar en existencia en el hombre. Los hombres
no conocen a sus propios yoes, animal y semianimal; de otra
manera, su aparición les llenaría de horror. Los nombres de la
ambición principal de muchos hombres, son envidia o codicia,
sibaritismo o dinero, etc. Estos son los poderes o dioses que go­
biernan a los hombres y a las mujeres, y a los cuales los hombres se
agarran, a los cuales abrazan y acarician, y a los cuales consideran
como sus propios yoes. Estos yoes o egos asumen en cada alma de
hombre una forma que corresponde a su carácter, porque cada
carácter corresponde a una forma o la produce. Pero estos yoes son
ilusorios. Carecen de vida propia, y se alimentan del principio
de vida en el hombre; viven gracias a su voluntad, y perecen
con la vida del cuerpo o inmediatamente después. Lo que en el
hombre es inmortal, aquello que ha existido siempre y que para
siempre existirá, es el Espíritu Divino, y sólo aquellos elementos
del hombre que son perfectos y puros, y que se han unido con el
espíritu, continuarán viviendo en él y por medio de él.
Este ego divino no experimenta el sentimiento de separación
que domina a nuestros yoes inferiores, es universal como el es­

139
Regla Rosa*Cruz

pació, no establece distinción alguna entre sí mismo y cualquier


otro de los seres humanos, se ve a sí mismo, y se reconoce él mis­
mo en todos los demás seres, vive y siente en otros, pero no mue­
re con los otros, porque siendo ya perfecto, no requiere ya más
transformaciones. Este es el Dios o Brahm, a quien únicamente
puede conocer el que se ha convertido en divino, es el Cristo que
jamás puede ser comprendido por el Anticristo, que lleva sobre
su frente el signo de la Bestia, que simboliza el Intelectualismo
sin Espiritualidad o la ciencia sin amor divino. Este Dios puede
ser conocido únicamente por medio del poder de la Fe verdade­
ra, la cual significa sabiduría espiritual, la cual penetra hasta el
centro ardiente de amor que en el propio corazón de uno existe.
Este es el centro de Amor, de Vida y de Luz, el origen de todos
los poderes; en él se hallan contenidos todos los gérmenes y mis­
terios, fuente de la revelación divina; y si encuentras tú la luz que
desde aquel centro radia, no necesitarás más enseñanzas, pues
habrás encontrado la vida eterna y la verdad absoluta.
El gran error de nuestra época intelectual es el que crean los
hombres poder llegar al conocimiento de la verdad por mera
especulación intelectual, científica, filosófica o teológica y con
sólo el raciocinio. Esto es falso por completo, porque si bien un
conocimiento de la teoría oculta debe preceder a la práctica, sin
embargo, si la verdad de una cosa no es confirmada, experimen­
tada y realizada por medio de la práctica, un mero conocimiento
de la teoría no sirve de nada. ¿De qué le servirá a un hombre el
hablar mucho acerca del amor y el repetir a manera de papagayo
lo que ha oído, si no siente en su corazón el poder divino del
amor? ¿De qué le servirá a uno el hablar sabiamente acerca de
la sabiduría mientras no sea él sabio? Nadie puede llegar a ser
un buen artista, músico, soldado u hombre político con sólo leer

140
Cartas Rosacruces

libros; el poder no es obtenido por la mera especulación, sino


que requiere práctica. Para conocer el bien, tenemos que pensar
y obrar el bien; para experimentar la sabiduría, tenemos que ser
sabios. Un amor que no encuentra expresión alguna en acciones,
no obtiene fuerza; una caridad que sólo en nuestra imaginación
existe, permanecerá siempre imaginaria, a menos que sea expre­
sada por medio de actos. Siempre que tiene lugar una acción,
una reacción es la consecuencia. Por lo tanto, la práctica de bue­
nas acciones robustecerá nuestro amor al bien, y en donde tal
amor exista, se manifestará en forma de acciones buenas.
Aquel que obra mal porque no sabe cómo obrar bien es dig­
no de compasión; pero aquel que sabe cómo obrar bien, y que
intelectualmente está convencido de que debe obrar así y sin
embargo obra mal, es digno de condena. Es, por lo tanto, peli­
groso para los hombres el recibir instrucción, en lo que a la vida
superior se refiere, durante tan largo tiempo como su voluntad
sea mala, puesto que después de saber distinguir entre el bien y
el mal, si a pesar de esto escogen el sendero del mal, su respon­
sabilidad es todavía mucho mayor. Estas cartas no hubieran sido
jamás escritas si no se hubiese esperado que al menos algunos
de los lectores no se limitaran a comprender intelectualmen­
te su contenido, sino que entrarían en el camino práctico, cuya
puerta es el conocimiento del yo, que conduce por fin a la unión
con Dios, y cuya consecuencia primera es el reconocimiento del
principio de la Fraternidad Universal de la Humanidad.

Carta V: LOS ADEPTOS


En la contestación a mi carta última, has manifestado la opinión
de que el exponente de espiritualidad (significando intelectuali­

141
Regla Rosa*Cruz

dad y moralidad combinadas) exigido por nuestro sistema de


filosofía es en exceso elevado para que el hombre pueda alcan­
zarlo, y dudas tú si alguien ha llegado alguna vez a él. Permite
que te diga que muchos de aquellos a quienes la Iglesia cristiana
llama santos, y otros muchos que no han pertenecido jamás a
aquella Iglesia y a quienes se acostumbra llamar «paganos», han
obtenido aquel estado, y por lo tanto han alcanzado poderes es­
pirituales que les han permitido llevar a cabo cosas bien extraor­
dinarias, llamadas milagros.
Si examinas la historia de las vidas de los santos, encontrarás
en ellas una gran cantidad de cosas grotescas, fabulosas y falsas,
puesto que aquellos que escriben las leyendas conocen bien poco
o nada acerca de las leyes misteriosas de la naturaleza; ellos han
registrado fenómenos que han tenido lugar, o que por lo menos
se cree que han sucedido; pero no pueden ellos explicar las cau­
sas que les han dado origen, y han inventado las explicaciones
que les han parecido más probables o creíbles, según su manera
de pensar. Pero entre todos estos escombros, encontrarás una
gran parte de verdad, lo cual viene a demostrar que aun la misma
inteligencia de personas sin ilustración puede ser iluminada por
la sabiduría divina, si aquellas personas viven pura y santamen­
te. Verás cómo en muchas ocasiones, frailes y monjas, pobres e
ignorantes, y según el mundo, sin instrucción, alcanzaron una
sabiduría tal, siendo consultados por papas y reyes en asuntos
importantes, y cómo muchos de ellos lograron el poder de aban­
donar sus cuerpos físicos para visitar lugares distantes en sus
cuerpos espirituales, formados por la sustancia del pensamiento,
y llegaron hasta a aparecer en forma material en puntos remotos.
Las ocurrencias de esta especie han sido tan numerosas que, si
leemos sus relaciones, cesarán de parecer extraordinarias, y será

142
Cartas Rosacruces

de todo punto innecesario el mencionar estos casos, puesto que


todos ellos son ya bien conocidos. En la Vida de Santa Catalina
de Sena en la de San Francisco Javier y en muchos otros libros
encontrarás la descripción de semejantes incidentes. La historia
profana rebosa también de narraciones referentes a hombres y
mujeres extraordinarios, y me limitaré a recordarte la historia
de Juana de Arco, que poseyó dones espirituales, y la de Jacobo
Boheme, el zapatero ignorante, al cual la sabiduría divina ilu­
minaba.
Dudamos de si puede existir nada más absurdo que el inten­
tar argüir y disputar acerca de semejantes cosas con un escéptico
o materialista que niega que sean posibles. El intentarlo equival­
dría a disputar acerca de la existencia de la luz con un ciego de
nacimiento, ni puede ningún tribunal de ciegos fallar acerca de si
la luz existe o no existe. Sin embargo, ha existido y todavía exis­
te, y podemos darles a los ciegos una idea de la misma, pero no
podemos probársela científicamente, durante tanto tiempo como
permanezcan ciegos a la razón y a la lógica.
En muchos puntos del mundo han sido las gentes degra­
dadas hasta un punto tal por la «civilización moderna» que ha
llegado a ser para ellos completamente incomprensible el que
una persona pueda verificar acto alguno, sea el que fuera, excepto
con el objeto de ganar dinero, obtener comodidades o por afi­
ción al lujo; el único móvil de su vida es el hacerse ricos, comer,
beber, dormir y volver a comer, y gozar de todo el confort de la
vida externa. Sin embargo, semejantes personas no son felices;
viven en un estado de fiebre y excitación continuas, corriendo
siempre tras de sombras que desaparecen en cuanto se acercan,
o que crean deseos más violentos hacia otras sombras, si son
asimiladas y absorbidas.

143
Regla Rosa*Cruz

Pero afortunadamente, existen todavía otros en quienes la


centella divina de espiritualidad no ha sido velada por la huma­
reda del materialismo, y algunos existen en quienes esta centella
se ha convertido en una llama, gracias al soplo del Espíritu San­
to, emitiendo una luz que ilumina sus inteligencias y que hasta
penetra sus cuerpos físicos de un modo tal que aun un obser­
vador superficial puede ver que el carácter de estas personas es
extraordinario.
Personas semejantes existen en distintas partes del mundo,
y constituyen una Fraternidad, cuya existencia es conocida sólo
por muy pocos, ni es de desear que cualesquiera detalles acerca
de esta Fraternidad sean conocidos públicamente, puesto que
semejantes noticias no harían más que excitar la envidia y la có­
lera del ignorante y del malvado y poner en actividad una fuerza
que ningún daño causaría a los Adeptos, pero sí a aquellas vo­
luntades perversas que contra los Adeptos se levantaran.
Sin embargo, como tú deseas conocer la verdad, no por cu­
riosidad frívola, sino por el deseo de seguir el camino de la mis­
ma, me es permitido darte las noticias siguientes7:
Los Hermanos de quienes hablamos, viven desconocidos para
el mundo; la historia nada sabe acerca de los mismos, y sin em­
bargo, son ellos los más grandes de entre toda la humanidad. Los
monumentos que en honor de los conquistadores del mundo han
sido erigidos se habrán convertido en polvo; reinos y tronos ha­
brán desaparecido, pero estos elegidos vivirán todavía. Llegará un
tiempo en el que el mundo quedará convencido de la indignidad
de las ilusiones externas, y empezará a estimar sólo aquello que

7 La carta original de donde se ha extractado lo que sigue, fue escrita por Karl von
Eckhartshaussen, en Munich, el año 1792.

144
Cartas Rosacruces

es digno de ser apreciado; entonces será conocida la existencia


de los Hermanos y se apreciará su sabiduría. Los nombres de los
grandes de la tierra están escritos en el polvo, los nombres de estos
Hijos de la Luz inscritos están en el Templo de la Eternidad. Yo
te haré conocer a estos Hermanos, y podrás tú convertirte en uno
de ellos.
Estos Hermanos están iniciados en los misterios de la reli­
gión, pero no vayas a comprenderme mal, ni a suponer que per­
tenecen ellos a alguna sociedad secreta exterior, como las que
acostumbran a profanar lo que es sagrado, por la verificación de
ceremonias externas, y cuyos miembros se llaman a si mismos
Iniciados. ¡No! Unicamente el espíritu de Dios es quien puede
iniciar al hombre en la Sabiduría Divina e iluminar su inteligen­
cia. Únicamente el hombre puede guiar al hombre al altar donde
arde el fuego divino, el segundo debe llegar a él por sí mismo; si
desea ser iniciado, debe por sí mismo hacerse digno de obtener
dones espirituales, él mismo debe beber en la fuente, que para
todos existe, y de la cual nadie es excluido más que aquellos que
a sí mismos se excluyan.
Mientras los ateos, materialistas y escépticos de nuestra
civilización moderna falsean la palabra «filosofía», con objeto
de preconizar como sabiduría divina las elucubraciones de sus
propios cerebros, estos Hermanos viven tranquilamente bajo la
influencia de una luz más elevada, y construyen un templo para
el eterno espíritu, un templo que continuará existiendo después
de que más de un mundo haya perecido. Su trabajo consiste en
cultivar los poderes del alma; ni el torbellino del mundo externo
ni sus ilusiones les afectan; leen las letras vivientes de Dios en el
libro misterioso de la naturaleza; ellos reconocen y gozan de las
armonías divinas del universo. Mientras los sabios del mundo

145
Regla Rosa*Cruz

procuran reducir a su propio nivel intelectual y moral todo lo


que es sagrado y exaltado, estos Hermanos se elevan al plano de
la luz divina y encuentran en él todo cuanto en la naturaleza es
bueno, verdadero y bello. Son ellos los que no se limitan a creer
meramente, sino que conocen la verdad por contemplación es­
piritual o Fe, y sus obras hállense en armonía con su Fe, porque
ellos obran bien por amor al bien y porque saben qué es el bien.
No creen que pueda un hombre convertirse en un verdade­
ro cristiano por la mera profesión de una cierta creencia, o por
unirse a una Iglesia cristiana en el sentido literal de la palabra.
Convertirse en un verdadero cristiano significa convertirse en
un Cristo, elevarse por encima de la esfera de la personalidad e
incluir y poseer en el seno del yo propio y divino de uno mismo
todo cuanto existe en los cielos o sobre la tierra. Es un esta­
do que se halla fuera de la concepción de aquel que no lo ha
alcanzado; significa una condición en la cual uno es actual y
conscientemente un templo en donde la Trinidad Divina, con
todo su poder, reside. Unicamente en esta luz o principio al cual
nosotros llamamos Cristo, y al cual otras naciones conocen con
otros nombres, podemos encontrar nosotros la verdad. Entra en
aquella luz, y aprenderás a conocer a los Hermanos que en la
misma viven. En aquel santuario residen todos los poderes y los
llamados medios sobrenaturales, por cuyo medio la humanidad
puede recibir la energía necesaria para que quede restablecido el
lazo, en la actualidad quebrantado, que en épocas remotas unía
al hombre con la fuente divina de la cual procede. Si los hombres
conociesen tan sólo la dignidad de sus propias almas y las posi­
bilidades de los poderes que latentes en las mismas permanecen,
el deseo tan sólo de encontrar sus propios egos les llenaría de
temor respetuoso.

146
Cartas Rosacruces

Sólo existe un Dios, una verdad, una ciencia y un camino


para llegar a ella; a este camino se le da el nombre de religión,
y por lo tanto, sólo existe una religión práctica, aunque existan
mil teorías diferentes. Todo cuanto se necesita para obtener un
conocimiento de Dios está contenido en la naturaleza. Todas
cuantas verdades la religión de verdad puede enseñar han existi­
do desde el principio del mundo y existirán hasta que el mundo
concluya. En todas y cada una de las naciones de este planeta
ha brillado siempre la luz en las tinieblas, a pesar de que las
tinieblas no la han comprendido. En algunos puntos esta luz ha
sido muy brillante, en otros menos, en proporción a la facultad
receptiva del pueblo y a la pureza de su voluntad. Siempre que
ha encontrado una receptividad grande ha aparecido con gran
resplandor y ha sido percibida en un estado mayor de concen­
tración según la capacidad de los hombres para percibirla. La
verdad es universal y no puede ser monopolizada por hombre
alguno, ni por ninguna colectividad de hombres; los misterios
más augustos de la religión, tales como la Trinidad, la caída o di­
ferenciación de la mónada humana, su Redención por amor, etc.,
se encuentran tanto en los antiguos sistemas religiosos como en
los modernos. El conocimiento de los mismos es el conocimien­
to del universo; en otras palabras, es la Ciencia Universal, una
ciencia que es infinitamente superior a todas las ciencias mate­
riales del mundo, cada una de las cuales entra todo lo más en
algún detalle ínfimo de la existencia, pero que deja a las grandes
verdades universales, en las que toda existencia se funda, fuera
de consideración, y hasta trata quizá semejantes conocimientos
con desprecio, porque sus ojos están cerrados a la luz del espíritu.
Las cosas externas pueden ser examinadas con la luz externa;
las especulaciones intelectuales requieren la luz de la inteligen­

147
Regla Rosa*Cruz

cia, pero la luz del espíritu es indispensable para la percepción


de las verdades espirituales, y una luz intelectual sin la ilumi­
nación espiritual conducirá a los hombres al error. Aquellos
que deseen conocer verdades espirituales, deben buscar la luz
en el interior de sí mismos, y no esperar que la obtendrán por
ninguna especie de formas o ceremonias externas; únicamente,
cuando dentro de sí mismos hayan encontrado a Cristo, serán
dignos del nombre de cristiano8.
Esta era la religión práctica, la ciencia y el saber de los sa­
bios antiguos largo tiempo antes de que la palabra cristianismo
fuese conocida; era también la religión práctica de los primitivos
cristianos, que eran gentes iluminadas espiritualmente y verda­
deros seguidores de Cristo. Sólo a medida que el cristianismo se
hizo popular y, por consiguiente, comprendió erróneamente el
sistema de religión, las interpretaciones falsas han suplantado a
las verdaderas doctrinas, y los símbolos sagrados han perdido su
significación verdadera. Organizaciones eclesiásticas y socieda­
des secretas se han apropiado las formas y alegorías exteriores;
fraudes eclesiásticos y misticismo han usurpado el trono de la
religión y de la verdad. Los hombres han destronado a Dios, y se
han colocado ellos mismos en el trono. La ciencia de semejan­
tes hombres no es sabiduría; sus experiencias prácticas háyanse
limitadas por sus sensaciones corpóreas; su lógica háyase fun­
dada en argumentos que son fundamentalmente falsos, jamás
han conocido ellos las relaciones existentes entre el Infinito Es­
píritu y el hombre finito; ellos se arrogan poderes divinos, que

8 En alemán un Cristo, significa un cristiano, y también uno que es una encamación del
principio Cristo-, ambas palabras son idénticas y ninguna diferencia se hace entre un
cristiano y un Cristo.

148
Cartas Rosacruces

no poseen, induciendo así a los hombres a que busquen en ellos


la luz, la cual puede únicamente encontrarse en el interior de
uno mismo; ellos engañan al hombre con esperanzas falsas, y
aletargándolo en una falsa seguridad, lo conducen a la perdición.
Un tal estado de cosas es la consecuencia necesaria del poder
exterior que las modernas iglesias han alcanzado. Demuestra la
historia que según una iglesia ha aumentado en poder exter­
no, ha disminuido su poder interno. Ya no puede decir por más
tiempo: «No poseo ni oro ni plata», y tampoco a los enfermos
«Levántate y anda».
A menos que a los antiguos sistemas se les infunda una nue­
va vida, su decadencia es segura. Su disolución es sólo en exceso
aparente en el desarrollo universal de las perniciosas supersti­
ciones del materialismo, escepticismo y libertinaje. No puede a
la religión infundírsele una vida nueva, dando fuerza al poder
externo y autoridad material al clero; debe serle infundida en su
centro mismo. El poder central que da vida a todas las cosas y
que a todas las pone en movimiento, es el Amor, y sólo estando
penetrada por el amor su religión puede ser fuerte y duradera;
una religión fundada en el amor universal de la humanidad con­
tendría los elementos de una religión universal.
A menos que el principio de amor sea prácticamente recono­
cido por la Iglesia no se desarrollará en su seno Cristo alguno, ni
adeptos ni guías espirituales verdaderos, y los poderes espirituales
que los clérigos pretenden poseer existirán tan sólo en su imagi­
nación. Cese el clero de distintas denominaciones de excitar el
espíritu de intolerancia, desista de invitar al pueblo a la guerra
y a la sangre, a disputas y querellas. Reconozcan que todos los
hombres, pertenezcan a la nación que pertenezcan, y profesen la
religión que profesen, tienen un solo origen común, y que un solo

149
Regla Rosa*Cruz

destino colectivo es el que les espera, y que todos ellos son fun­
damentalmente uno, diferenciándose meramente en sus condi­
ciones externas. Entonces, cuando se piense más en el interés de
la humanidad que en los intereses temporales de las iglesias, en­
tonces la verdadera iglesia recobrará su poder interno; entonces
se encontrarán de nuevo en la Iglesia adeptos, Cristos y santos,
otra vez se obtendrán dones espirituales, y hechos milagrosos se
llevarán a cabo, los cuales serán más a propósito para convencer
a la humanidad que todas las especulaciones teológicas acerca de
que más allá del reino sensible de la ilusión material, existe un
poder más elevado, universal y divino, y que, a aquellos que están
en posesión del mismo, además de darles derecho de llamarse a
sí mismos divinos, les hace realmente divinos y les permite llevar
a efecto actos divinos.
La verdadera religión consiste en el reconocimiento de Dios,
pero Dios no puede ser reconocido más que por medio de su
manifestación, y aunque toda la naturaleza es una manifestación
de Dios, sin embargo, el grado más alto de esta manifestación es
la divinidad en el hombre. El hacer a todos los hombres divinos
es el objetivo final de la religión, y el reconocer a la Divinidad
universal (Cristo) en todos es el medio para lograr aquel fin. El
reconocimiento de Dios significa el reconocimiento del univer­
sal principio de amor divino. Aquel que reconozca plenamente
este principio, no meramente en la teoría sino en la práctica, le
serán abiertos sus sentidos internos, y su mente será iluminada
por la Sabiduría Espiritual y Divina. Cuando todos los hombres
hayan llegado a aquel estado, entonces la luz divina del espirito
iluminará al mundo y será reconocida del mismo modo que la
luz del sol es umversalmente vista. Entonces el saber sustituirá
a la opinión, la fe a la nueva creencia, y el amor universal do­

150
Cartas Rosacruces

minará en lugar del amor personal. Entonces serán reconocidas


en la naturaleza y en el hombre la majestad del Dios universal y
la armonía de sus leyes. Y en las joyas que adornan al trono del
Eterno, joyas que conocen los Adeptos, se verá resplandecer la
Luz del Espíritu.

Carta VI: EXPERIENCIAS PERSONALES


Existen en la naturaleza misterios innumerables que desea el
hombre descubrir. La creencia de que existen ciertas sociedades
en posesión de secretos determinados que podrían, si quisie­
sen, comunicar a otras personas que no han llegado al grado de
desarrollo espiritual de los que las constituyen, es una creencia
errónea. El hombre que cree que el verdadero saber puede ser
obtenido por medio de favores, en lugar de por desarrollo espi­
ritual, cesa de esforzarse en lograr su propia evolución y se une a
sociedades secretas o a iglesias, esperando con ello obtener algo
que no se merece; pero siempre al final es para él un desencanto.
En el verano de 1787, estando yo sentado en uno de los ban­
cos de los jardines cercanos al castillo de Buró en Munich, y
pensando profundamente acerca de lo anterior, vi a un extran­
jero de aspecto digno e imponente, si bien vestido, sin la menor
clase de pretensiones, paseándose por una de las calles del jardín.
Algo había en él que atrajo mi atención; quizás fue la tranquili­
dad suprema de su alma que se reflejaba en sus ojos. Su cabello
era gris, pero su mirada era tan bondadosa que, cuando pasó
por delante de mí, instintivamente llevé la mano al sombrero,
saludándome él también de un modo muy amable. Me sentí im­
pulsado a seguirle y a hablarle, pero no teniendo la menor excusa
para hacerlo, me contuve, y el extranjero desapareció.

151
Regla Rosa*Cruz

Al día siguiente, y poco más o menos a la misma hora, volví


al mismo sitio, esperando encontrar de nuevo al extranjero. Es­
taba allí, sentado en un banco y leyendo un libro; no me atreví a
interrumpirle. Paseé durante un rato por el jardín, y cuando volví
el extranjero ya no estaba. Sin embargo, había dejado encima del
banco un libro pequeño, que me apresuré a coger, esperando po­
der tener la oportunidad de devolvérselo, y con ello una ocasión
para conocerle. Miré el libro, pero no pude leerlo, pues estaba es­
crito en caracteres caldeos. Sólo una breve sentencia, que figura­
ba en la página del título, estaba escrita en latín, la cual pude leer,
y decía: «Aquel que se levanta temprano en busca de la sabiduría,
no tendrá que ir muy lejos para encontrarla, porque la encontrará
sentada frente a su puerta.» Los caracteres en que estaba im­
preso el libro eran muy hermosos, de un rojo muy brillante, y la
encuadernación del libro era de un azul magnífico. El papel era
finísimo, blanco, y parecía emitir todos los colores del arco iris,
a manera del nácar. Un olor exquisito penetraba cada una de las
hojas de aquel libro, y tenía también un cierre de oro.
Durante tres días consecutivos fui a aquel lugar a las doce, con
la esperanza de encontrar allí al extranjero, pero fue en vano. Por
fin hice la descripción del personaje a uno de los guardas, y logré
saber que se le veía con frecuencia a las cuatro de la mañana pa­
seando por la orilla del Isar, cerca de una pequeña cascada, en un
sitio llamado Prater. Fui allí al día siguiente, y quedé sorprendido
al verle leer otro libro pequeño parecido al que yo había encon­
trado. Me acerqué a él y ofrecí devolverle el libro, explicándole
cómo había llegado a mis manos, pero me rogó que lo aceptase
en su nombre, y que lo considerase como un regalo de un amigo
desconocido. Le dije que no podía leer su contenido, excepto el
primer verso de la página primera, a lo cual contestó que todo

152
Cartas Rosacruces

cuanto decía el libro se refería a lo que aquella sentencia expre­


saba. Entonces le pedí que me explicase el contenido del libro.
Paseamos un rato por la orilla,y el extranjero me dijo muchas
cosas importantes acerca de las leyes de la naturaleza. Había via­
jado mucho y poseía un verdadero tesoro de experiencias. Cuan­
do el sol comenzó a salir, dijo: «Voy a hacerle ver a usted algo
curioso». Sacó entonces del bolsillo un frasco pequeño y vertió
en el agua unas pocas gotas del líquido que contenía e inme­
diatamente las aguas del río comenzaron a brillar con todos los
colores del arco iris, hasta una distancia de más de treinta pies de
la orilla. Algunos trabajadores de las inmediaciones se acercaron
y se admiraron del fenómeno. Uno de ellos estaba enfermo de
reumatismo. El extranjero le dio algún dinero y ciertos consejos,
y le dijo que si los seguía, en tres días estaría bueno. El obrero le
dio las gracias; pero el extranjero le contestó: «No me des a mí
las gracias, dalas al poder omnipotente del bien».
Entramos en la ciudad, y el extranjero me dejó, citándome
para el día siguiente, pero sin decirme ni su nombre ni el lugar
de su residencia. Le encontré de nuevo al día siguiente, y supe
por él cosas de un género tal que sobrepasaron por completo
todo cuanto podía figurarme. Hablamos acerca de los miste­
rios de la naturaleza, y siempre que él hablaba de la magnitud
y grandeza de la creación, parecía estar penetrado de un fuego
sobrenatural.
Me sentía algo confuso y deprimido ante su sabiduría supe­
rior, y me maravillaba el pensar cómo podía haber adquirido sus
conocimientos. El extranjero, leyendo mis pensamientos, dijo:
—Veo que no acaba de decidirse usted respecto a la especie
de ser humano en la que clasificarme; pero yo le aseguro a us­
ted que no pertenezco a ninguna sociedad secreta, aunque los

153
Regla Rosa*Cruz

secretos de todas las sociedades semejantes son bien conocidos


por mí. Ahora tengo varias cosas que hacer; pero mañana le daré
más explicaciones.
—¿Tiene V. negocios? —exclamé yo— ¿Desempeña V. al­
gún cargo público?
—Querido amigo —contestó el extranjero—, el que es bue­
no siempre encuentra en qué ocuparse, y el hacer el bien es el
más alto empleo que puede desempeñar el hombre y al cual pue­
de aspirar.
Con esto me dejó, y no le vi más durante cuatro días; pero al
quinto me llamó por mi nombre, a las cuatro de la mañana, por
la ventana de mi cuarto, y me invitó a dar un paseo con él. Me
levanté, me vestí, y salimos. Me dijo entonces algunas cosas acer­
ca de su vida pasada, y entre ellas, que cuando tenía veinticinco
años había trabado conocimiento con un extranjero que le había
enseñado muchas cosas y regalado un manuscrito que contenía
enseñanzas notables. Me enseñó este manuscrito, y lo leimos
juntos. Lo siguiente constituye algunos extractos del mismo.
Nuevas Ruinas descubiertas del Templo de Salomón: «Así como
la imagen de un objeto puede ser vista en el agua, del mismo
modo los corazones de los hombres pueden ser vistos por el
sabio; Dios te bendice, hijo mío, y te permite publicar lo que
yo digo, para que con ello las gentes puedan recibir beneficios».
Filium Vitis (Hijo de la Vid): «Uno de los Hermanos me ha
enseñado el sendero hacia los misterios de la naturaleza; pero
las ilusiones que flotan a los lados del camino han llamado mi
atención durante largo tiempo, y durante el mismo he perma­
necido detenido; pero por fin me convencí de la inutilidad de
semejantes ilusiones, y he abierto mi corazón de nuevo a los
cálidos rayos dispensadores de vida del amor divino, del gran sol

154
Cartas Rosacruces

espiritual. Entonces es cuando he reconocido la verdad de que la


posesión de la sabiduría divina sobrepasa la posesión de todo lo
demás; y que aquello a lo cual los hombres llaman saber, es nada,
y que nada es el hombre a menos que se convierta en un instru­
mento de la sabiduría divina. La divina sabiduría es desconocida
para el sabio del mundo; pero algunas personas existen que la
conocen. Océanos existen en el país en el cual viven los sabios y
aquel que constituye la residencia de los hijos del error, y hasta
que los hombres hayan acostumbrado sus ojos a la radiación de
la luz divina no será descubierta la región en la que aquéllos
viven. En su país es donde el templo de la sabiduría existe, en el
cual hay una inscripción que dice: «Este templo es sagrado, por
la contemplación de las divinas manifestaciones de Dios en la
naturaleza». Sin verdad no existe sabiduría, ni verdad sin bon­
dad. La bondad se encuentra raras veces en el mundo, y por lo
tanto, así las verdades como la llamada sabiduría del mundo no
son con frecuencia más que locuras.
«Estamos nosotros libres de preocupaciones, y con los brazos
abiertos recibimos a cada uno de los que a nosotros vienen y que
llevan en sí mismos el sello de la divinidad. A nadie preguntamos
si es cristiano, pagano o judío; todo cuanto exigimos de un hom­
bre es que se mantenga fiel a su humanidad. El amor es el lazo
de unión entre nosotros, y nuestro trabajo es en pro del bien de
la humanidad. Por nuestras obras nos conocemos unos a otros,
y aquel que goza de la más elevada sabiduría es el que obtiene
el grado más elevado. Ningún hombre puede recibir más de lo
que merece. El amor divino y la ciencia, a cada uno se dan en
proporción a su capacidad para amar y saber. La fraternidad de
los sabios es unión para la eternidad en lo absoluto, y la luz del
sol de la verdad eterna ilumina su templo. La luz del sol calienta

155
Regla Rosa*Cruz

el cristal en el cual penetra; si se le separa de la luz, se enfría. Del


mismo modo, la mente del hombre penetrada por el amor divino
obtiene sabiduría; pero si se aparta de la verdad, la sabiduría se
desvanece. Las sociedades secretas y sectarias han perdido la ver­
dad, y la sabiduría ha desaparecido de entre las mismas. No aman
ellas al hombre más que en proporción a como pertenece a su
partido y sirve para sus intereses sectarios; ellas emplean símbo­
los y formas cuya significación no comprenden. De hijos de la luz
se han convertido en hijos de las tinieblas, el templo de Salomón
que sus antepasados estaban construyendo, está ahora destruido
y no existe en él piedra sobre piedra; la mayor confusión reina
ahora en sus doctrinas. Las columnas del templo han caído, y el
lugar que ocupaba el santuario lo ocupan serpientes venenosas. Si
deseas saber si lo que os digo es o no la verdad, empuña la antor­
cha de la razón y entra en las tinieblas; contempla las acciones de
las sociedades sectarias cometidas durante el pasado y el presente,
y sólo verás egoísmo, superstición, crueldad y asesinato.»
«El número de seres humanos que viven sumidos en las ti­
nieblas es de millones, pero el número de los sabios es muy cor­
to. Viven ellos en diferentes partes del mundo, a gran distancia
unos de otros, y sin embargo se hallan inseparablamente unidos
en el espíritu. Hablan ellos diferentes lenguas, y sin embargo,
cada uno de ellos entiende a los otros, porque la lengua del sabio
es espiritual. Son ellos quienes se oponen a las tinieblas, y nin­
guno que esté mal dispuesto puede aproximarse a su luz, pues
sus tinieblas mismas lo destruirán. Para los hombres son ellos
desconocidos, y sin embargo, día llegará en que la obra que ha
necesitado algunos siglos para ser llevada a cabo por los mal­
vados, será en un momento destruida por ellos como por un
impulso del dedo de Dios.»

156
Cartas Rosacruc.es

«No busques la luz en las tinieblas, ni en los corazones de los


malvados la sabiduría; si te acercas a la verdadera luz la conoce­
rás, porque iluminará tu alma.»
Estas notas son algunos extractos del manuscrito. Contenía
muchas noticias acerca de los Hermanos de la Cruz y de la Rosa
de Oro. No me está permitido decir todo cuanto aprendí en el
mismo; pero en resumen, del manuscrito se desprende que los
verdaderos rosacruces son una sociedad espiritual por completo,
y que nada tienen que ver absolutamente con cualquiera de las
sociedades secretas conocidas en el mundo. La verdad es que no
se les puede considerar como una sociedad en el sentido acep­
tado de la palabra, puesto que no constituyen una corporación
organizada, ni tienen leyes, ni reglas, ni ceremonias, ni cargos, ni
reuniones, ni ninguna de las muchas formas que configuran la
vida de las sociedades secretas. Es un cierto grado de sabiduría,
cuya obtención es lo que hace de un hombre un rosacruz, y el
que llega a aquella sabiduría, es un iniciado ya.
El es entonces un rosacruz, porque comprende prácticamente
el misterio de la rosa y de la cruz. Este misterio se refiere a la ley
de la evolución de la Vida, y su conocimiento práctico no puede
ser comprendido sólo por medios teóricos, especulativos o inte­
lectuales. Inútil es el meditar acerca de cuestiones místicas que se
hallan más allá de nuestro horizonte mental; inútil es el intentar
penetrar en los misterios espirituales antes de que nos hayamos
espiritualizado. El conocimiento práctico, supone práctica, y sólo
puede ser adquirido por medio de la práctica. Para obtener poder
espiritual es necesario practicar las virtudes espirituales de Fe,
Esperanza y Caridad; la única manera de llegar a ser sabio es
cumplir durante la vida con los deberes de uno mismo. El amar a
Dios en toda la humanidad, cumpliendo con el deber, constituye

157
Regla Rosa*Cruz

la sabiduría humana suprema, y de ésta únicamente puede bro­


tar la Sabiduría Divina. A medida que en los hombres el amor y
la inteligencia aumentan, la fuerza del poder espiritual que a sus
corazones eleva en energía aumenta también, y sus horizontes
mentales se ensanchan. Lenta y casi imperceptiblemente óbren­
se los sentidos internos, y los hombres van adquiriendo mayor
capacidad receptiva, y cada paso hacia lo alto concede a la visión
más ancho campo.
Dignas de lástima son aquellas sectas y sociedades que in­
tentan obtener el conocimiento de las verdades espirituales por
medio de la especulación filosófica sin la práctica de la verdad.
Inútiles son las ceremonias si sólo se celebran exteriormente,
sin comprender su significado oculto. Una ceremonia externa no
tiene significación alguna, a menos que sea la expresión de un
proceso interno que está teniendo lugar en el alma; de no ser así,
la ceremonia es tan sólo una ilusión y una vergüenza. Si el pro­
cedimiento interno se verifica, el significado del símbolo externo
será comprendido fácilmente. El hecho de que la significación
de los símbolos no sea comprendida, y que se haya convertido en
origen de disputas y diferencia de opiniones entre las distintas
sectas demuestra la pérdida del poder interno y que todas aque­
llas sectas únicamente poseen la forma muerta exterior.
La base en que la religión de sectas y sociedades secretas se
funda es el amor y la admiración egoísta del yo. Si bien algunas
personas generosas y antiegoístas pueden encontrarse entre las
sectas y las sociedades secretas, sin embargo, el verdadero secta­
rio sólo espera obtener beneficios para sí mismo. Para sí mismo
y por su propia salvación es sólo por lo que ruega y reza, y si lleva
a cabo alguna buena acción es con el objeto de obtener algún
premio.

158
Cartas Rosacruces

Por lo tanto, vemos al cristinianismo dividido en algunos


centenares de sociedades, sectas y religiones diferentes, muchas
de las cuales se odian y procuran perjudicarse unas a otras, mi­
rándose mutuamente con desprecio. Y vemos al clero de todos
los países tratando de obtener poder político y de promover sus
intereses egoístas o el interés egoísta de su Iglesia. Han perdido
de vista al Dios Universal de la Humanidad, y han colocado al
dios del yo en su lugar. Pretenden ellos estar en posesión de po­
deres divinos que no tienen, y sea cual fuere el poder que poseen,
lo emplean para obtener beneficios materiales para su iglesia.
Así vemos que el divino principio de verdad es prostituido
todos los días y a todas horas en las iglesias, que son tan sólo
mercados para los que las ocupan. El templo del alma háyase
todavía ocupado por mercaderes, y de él permanece todavía ex­
cluido el espíritu de Cristo.
Cristo, la Luz Universal del Logos Manifestado, la Vida y la
Verdad, está en todas partes y no puede ser encerrado ni en una
Iglesia ni en una Sociedad Secreta. Su Iglesia es el Universo, y
sus altares el corazón de cada ser humano en el cual su luz es
admitida. El seguidor verdadero de Cristo no conoce yo alguno,
y no sabe lo que es un deseo egoísta. No se preocupa por el bien­
estar de más iglesias que por el de aquella que es lo suficiente­
mente ancha para contener a la humanidad entera, sin tener en
cuenta ni diferencias ni opiniones. Se preocupa muy poco de su
salvación personal, y mucho menos espera obtenerla a costa de
otra persona. Sintiéndose él mismo sumido en el amor inmortal,
sabe que él es ya inmortal en aquel principio; sabiendo que su
ego individual tiene sus raíces en la conciencia eterna de Dios,
bien poco se preocupa de aquel yo personal, que no es más que
una ilusión hija del contacto del espíritu eterno con la materia.

159
Regla. Rosa*Cruz

El verdadero seguidor de la Luz no posee más voluntad, pen­


samiento o deseo que aquello que el Espíritu Universal quiere,
piensa o desea por medio de él. Poner el yo de uno en situación
receptiva para la luz divina, ejecutar lo que su voluntad indica,
y convertirse así en un instrumento por medio del cual pueda
Dios manifestar su divino poder sobre la tierra es el único medio
de obtener la ciencia espiritual y de convertirse en un Hermano de
la Cruz y de la Rosa de oro.

Carta VII: LOS HERMANOS


Lo que sigue a continuación son extractos de una carta (oculta)
escrita por K. von Eckhartshaussen. La carta es de 1801, y ca­
rece de firma.
Para satisfacer tu deseo de obtener noticias acerca del Círcu­
lo Interno de los Hermanos, te comunicamos lo siguiente: no
preguntes quiénes son las personas que han escrito estas cartas;
juzga el valor de los escritos por sus propios méritos. Consi­
dera el espíritu con el que están escritas y no meramente las
palabras en ellas contenidas. No nos mueve motivo egoísta al­
guno; es la luz que dentro de nosotros existe lo que nos instiga
a obrar. Es esta luz interna la que nos impulsa a escribirte, y
nuestras credenciales son las verdades que poseemos, que se­
rán fácilmente reconocidas por todos aquellos para quienes la
verdad es todo. Te las comunicaremos en la medida en que
seas capaz de recibirlas, y estás en libertad de aceptar o de no
aceptar lo que te digamos; porque la Sabiduría Divina no cla­
ma por admisión, es una luz que brilla con tranquilidad eterna,
y que espera pacientemente el día en que es reconocida y se la
admite.

160
Cartas Rosacruces

Nuestra comunidad ha existido desde el día primero de la


creación9 y continuará existiendo hasta el último; es la Sociedad
de los Hijos de la Luz, y sus miembros son aquellos que conocen
la luz que brilla en el interior y el exterior de las tinieblas; noso­
tros conocemos la naturaleza del destino del hombre; nosotros
tenemos una escuela en la cual la misma sabiduría Divina es el
Maestro, y ella enseña a todos aquellos que desean la verdad, por
la verdad misma y no meramente en razón de cualquier benefi­
cio mundano que pueda resultar de su posesión. Los misterios
explicados en aquella escuela, se refieren a cada una de las cosas
que es posible conocer con respecto a Dios, a la Naturaleza y
al Hombre; todos los antiguos sabios han aprendido en nues­
tra escuela, y ninguno ha aprendido jamás la sabiduría en otro
lugar. Entre sus miembros, los hay que son habitantes también
de otros mundos distintos de éste. Ellos están esparcidos por el
universo entero pero un Espíritu Unico es quien los une, y las
diferencias de opiniones entre ellos no existen. Todos estudian
un solo libro, y el método de estudio es para todos el mismo.
Nuestra sociedad se halla compuesta de Elegidos, o sea de
aquellos que buscan la luz y que son capaces de recibirla, y aquel
que posee la mayor receptividad para aquella luz, es nuestro Jefe.
Nuestro punto de reunión es conocido intuitivamente por cada
miembro, y fácilmente alcanzado por todos, importando bien
poco el lugar en donde residan. Está muy cerca, y sin embargo
se halla oculto a los ojos del mundo, y nadie puede encontrarlo

9 Se dice que aquellos hijos de Manu, Nacidos de la Mente que no procrearon, y cuya
misión fue instruir a la humanidad, formaron la primera Sociedad Oculta, y que to­
dos los Adeptos, desde entonces, trazan su descendencia a uno y a otro de los Hijos
de la Mente del Primer Señor.

161
Regla. Rosa*Cruz

como no sea un iniciado. Aquellos que están maduros, pueden


entrar; aquellos que no lo están, tienen que esperar.
Nuestra orden tiene tres grados. Al primero se llega por el
poder de la inspiración divina, al segundo por medio de la ilumi­
nación interior y al tercero y más elevado, gracias a la contempla­
ción y la adoración. En nuestra Sociedad no existen ni disputas
ni controversias, ni especulaciones, ni sofismas, ni dudas, ni es­
cepticismos, y aquel a quien se le presenta la mejor oportunidad
para hacer el bien, es el más feliz entre nosotros. Estamos en
posesión de los misterios más grandes, y sin embargo, no somos
ninguna Sociedad secreta, porque nuestros secretos son un libro
abierto para cada uno que se encuentre en disposición de leer en
él. El secreto no es debido a tener nosotros poco deseo de ense­
ñar; débese a la debilidad de aquellos que piden que se les enseñe.
Nuestros secretos ni pueden ser comprados por dinero alguno ni
pueden ser públicamente demostrados; son comprensibles única­
mente por aquellos cuyos corazones son capaces de recibir sabi­
duría y amor fraternal y en quienes estos poderes han comenzado
a despertar. Aquel en quien el fuego sagrado ha comenzado, es
feliz y está contento. El percibe la causa de las miserias humanas
y la necesidad inevitable del mal y de los sufrimientos; su visión
clara le permite ver el fundamento de todos los sistemas religio­
sos y reconoce a estos últimos como modificaciones de verdades
relativas, que no han entrado todavía en equilibrio gracias a no
haber obtenido aún los conocimientos necesarios para ello.
La humanidad vive en un mundo de símbolos, cuya signifi­
cación no es comprendida todavía por muchos; pero se acerca el
día en que el espíritu viviente que encierran estos símbolos, será
conocido en general y revelados los sagrados misterios. Perfecto
conocimiento de Dios, perfecto conocimiento de la naturaleza

162
Cartas Rosacruces

y perfecto conocimiento del hombre, son las tres luces que so­
bre el altar de la verdad iluminan el santuario del templo de la
sabiduría.
Existe sólo una religión fundamental y una fraternidad uni­
versal tan sólo. Formas externas, sistemas y asociaciones religio­
sas, todo son cáscaras bajo las cuales una porción de la verdad per­
manece oculta, y estas cosas externas son únicamente verdaderas
en la medida en que representan las verdades que en su interior
encierran. Son necesarias para todos aquellos que no han obte­
nido todavía el poder de reconocer la verdad invisible e informe,
a menos que un símbolo la represente, y el hacerles comprender
poco a poco que la verdad, aunque para ellos invisible, existe, es
dar lugar a que en ellos nazca esta creencia que servirá a mane­
ra de base desde la cual su fe, o sea su conocimiento espiritual,
podrá comenzar a desenvolverse; pero sin las formas externas de
un sentimiento religioso representan verdades internas que no
existen en aquel sistema, entonces no representan más que mo­
jigangas desvergonzadas. Existen tantos errores como formas y
teorías existen, porque las teorías pueden ser sólo relativamente
ciertas, y siendo infinita la verdad absoluta, no puede ser circuns­
crita a una forma limitada. Los hombres han tomado equivoca­
damente la forma por el espíritu, el símbolo por la verdad, y de
esta equivocación han brotado errores infinitos. Estos errores no
pueden ser corregidos por medio de denuncias, ni con ardientes
controversias, ni asumiendo una actitud hostil contra aquellos
que viven en el error; las tinieblas no pueden ser desvanecidas
combatiéndolas con armas; es la luz quien acaba con ellas, y allí
donde entra el saber, cesa la ignorancia.
En este siglo presente, que acaba de comenzar, aparecerá la luz.
Cosas ocultas durante siglos serán conocidas, muchos velos se­

163
Regla Rosa*Cruz

rán descorridos, y será revelada la verdad que existe en la forma


y más allá de ella; la humanidad como un todo se acercará más
a Dios. No podemos decirte ahora por qué tendrá lugar esto
en este siglo; nos limitaremos únicamente a decir que para cada
una de las cosas existe su tiempo y su lugar correspondiente, y
que todas las cosas en el Universo se hallan reguladas por una
ley divina de orden y de armonía. Primero vino el símbolo que
contenía la verdad, vino después la explicación del símbolo, y
después de esto, la verdad misma será recibida y conocida; no
de otra manera a un árbol se le ve y se le percibe después que de
la semilla ha brotado, siendo la semilla el símbolo en el cual su
entero carácter permanecía sintetizado. Nuestro deber es pres­
tar ayuda al nacimiento de la verdad, y abrir las cáscaras en las
cuales la verdad se halla contenida, reavivando en todas partes
los jeroglíficos muertos. Hacemos nosotros esto, no por nuestro
propio poder, sino gracias al poder de la Luz, que obra en noso­
tros a manera de instrumento.
Nosotros no pertenecemos a secta alguna, no tenemos otra
ambición que satisfacer, no deseamos ser conocidos, ni somos
de aquellos a quienes disgusta el presente estado de cosas en el
mundo y que desean gobernar para imponer sobre la humanidad
sus opiniones. No existe persona ni partido alguno que influya
sobre nosotros, ni esperamos premio personal por nuestros tra­
bajos. Poseemos una Luz, que nos permite conocer los misterios
más profundos de la Naturaleza, y un Fuego poseemos que es
el que nos alimenta, y por medio del cual podemos obrar sobre
todas cuantas cosas en la naturaleza existen. Poseemos las claves
para todos los secretos, y el conocimiento del lazo que une nues­
tro planeta con los otros mundos. Nuestra ciencia es una Ciencia
Universal, porque abraza el universo entero, y su historia co­

164
Cartas Rosacruces

mienza con el día primero de la creación. Estamos en posesión


de todos los antiguos libros de sabiduría. Todo en la naturaleza
se halla sujeto a nuestra voluntad, porque nuestra voluntad es
una con la del Espíritu Universal, que es la potencia motriz del
universo entero, y el origen eterno de toda vida. No necesitamos
de informe alguno, ya sea de hombres, ya sea de libros, porque
tenemos el poder de percibir todo cuanto existe, y el de leer en
el libro de la naturaleza, libro en el cual no existen errores. En
nuestra escuela se enseña todo, porque la Luz que ha producido
todas las cosas es nuestro Maestro.
Podemos hablarte de lo más maravilloso que conocemos no­
sotros, lo cual está tan por completo fuera del alcance aun del
filósofo más erudito de nuestros tiempos como lo está el Sol de
la Tierra; pero que está tan cercano a nosotros como lo está la
luz del espíritu del cual emana; pero no es nuestra intención el
excitar tu curiosidad. Deseamos crear dentro de ti la sed de sabi­
duría y el hambre de amor fraternal, a fin de que puedas abrir tus
ojos a la luz, y contemplar por ti mismo la verdad divina. No nos
corresponde a nosotros el acercarnos a ti y abrir tu entendimien­
to; es el poder de la verdad misma el que entra en el corazón; es
el desposado divino del alma quien llama a la puerta, y muchos
son los que no lo quieren admitir porque se encuentran sumidos
en las ilusiones de la existencia externa.
¿Deseas llegar a ser un miembro de nuestra Sociedad? Si es
así, penetra en tu corazón. ¿Deseas conocer a los Hermanos? Si
es así, aprende a conocer a la divinidad manifestándose por sí
misma dentro de tu propia alma. Busca dentro de ti aquello que
es perfecto, inmortal y no está sujeto a cambio alguno, y cuando
lo hayas encontrado, habrás entrado en nuestra Sociedad y nos
conocerás a nosotros. En nuestro círculo no pueden admitirse

165
Regla Rosa*Cruz

imperfecciones de ningún género, y antes de que puedas en­


trar en él tienes que arrojar de ti todas las imperfecciones de tu
naturaleza. Los elementos corruptibles de tu interior deben ser
consumidos por el fuego del Amor Divino. Debes ser bautizado
con el agua de la verdad, y estar revestido de una sustancia inco­
rruptible que es producida por pensamientos puros. El interno
sensorium debe ser abierto a la percepción de las verdades espiri­
tuales, e iluminada la mente por la sabiduría divina. Entonces se
desarrollarán dentro de tu propia alma grandes poderes, ahora
para ti desconocidos, y podrás entonces vencer el mal. Tu entero
ser será restaurado y transformado en un ser de luz, y tu cuerpo
servirá de mansión para el espíritu divino.
Preguntas tú, ¿cuáles son nuestras doctrinas? No tenemos
ninguna para proclamar, porque cualquiera que sea la que pre­
sentemos, no puede ser para ti más que una opinión dudosa,
durante tanto tiempo como carezcas del conocimiento de ti
mismo. Este conocimiento tiene que ser obtenido por medio
de la instrucción externa y debe ir desarrollándose dentro de ti
mismo. Interroga al espíritu divino en tu interior, abre tus senti­
dos internos a la comprensión de lo que dice, y contestará a tus
preguntas. Todo cuanto podemos hacer es darte algunas teorías
para que las consideres y examines. No para que las creas me­
ramente porque proceden de nosotros, sin examinarlas antes y
quedar de ellas satisfecho, sino para que puedan servirte a ma­
nera de jalones y señales durante tus excursiones por el laberinto
del examen propio.
Una de las proposiciones que deseamos someter a tu consi­
deración es que la humanidad, como un todo, no será feliz de .
un modo permanente hasta que haya absorbido el espíritu de la
sabiduría divina y del amor fraternal. Cuando esto tenga lugar,

166
Cartas Rosacruces

las coronas de los que rigen el mundo serán razón pura y no


adulterada, sus cetros serán amor; serán ungidos con poder para
libertar a los pueblos de la superstición y de las tinieblas, y las
condiciones externas de la humanidad mejorarán después de que
haya tenido lugar el perfeccionamiento interno. La pobreza, el
crimen y la enfermedad desaparecerán entonces.
Otra proposición es que una de las causas por las que no son
los hombres más espirituales e inteligentes, se debe a la grosería
y densidad de las partículas materiales que componen sus cuer­
pos, que impiden la libre acción del elemento espiritual en ellos
contenido, y que cuanto más groseramente vivan, y cuanto más
se dejen dominar por los placeres sensuales, animales y semiani-
males, tanto menos serán capaces de lanzarse en pensamiento a
las regiones superiores del mundo ideal y de percibir las eternas
realidades del espíritu. Mira las formas humanas que por las ca­
lles encuentras; repletas de carne llena de impurezas animales y
con el sello de la intemperancia y de la sensualidad impresos en
sus rostros, y pregúntate a ti mismo, si están o no adaptadas para
las manifestaciones internas de la sabiduría divina.
También decimos nosotros que espíritu es sustancia, reali­
dad. Sus atributos son: indestructibilidad, impenetrabilidad y
duración. Materia es una agregación, que produce la ilusión de la
forma; es divisible, penetrable, corruptible, y está sujeta a cam­
bios continuos. El reino espiritual es un mundo indestructible
actualmente existente, cuyo centro es el Cristo (el Lagos) y sus
habitantes son poderes conscientes e inteligentes; el mundo fí­
sico es un mundo de ilusiones, que no contiene verdad absoluta
alguna. Cada una de las cosas existentes dentro del mundo ex­
terno son sólo relativas y fenoménicas; es este mundo, por de­
cirlo así, la pintura sombría del mundo interno y real, producida

167
Regla Rosa*Cruz

por la luz del espíritu viviente que obra en el interior y en el


exterior de la materia animada.
La inteligencia inferior del hombre toma sus ideas prestadas
del reino siempre inestable de lo sensual, y háyase, por lo tanto,
sujeta a un cambio continuo; la inteligencia espiritual del hom­
bre, o sea su intuición, es un atributo del espíritu, y por lo tanto,
inmutable y divina. Cuanto más etéreas, refinadas y movibles
sean las partículas que el organismo físico del hombre constitu­
yen, con tanta mayor facilidad penetrará en ellas la luz divina de
la inteligencia y la sabiduría espiritual.
Un sistema racional de educación tiene que fundarse en un
conocimiento de la constitución física, psíquica y espiritual del
hombre, y será únicamente posible el día en que sea conocida
por completo la entera constitución del hombre, y no meramen­
te el aspecto material de la misma, sino además su aspecto espi­
ritual. El aspecto externo de la constitución humana puede ser
estudiado valiéndose de métodos externos, pero el conocimiento
de su organismo invisible puede sólo ser obtenido por medio de
la introspección y del estudio de sí mismo. El más importante
consejo que tenemos para darte es, por lo tanto:
APRENDE A CONOCER TU PROPIO YO.
Las proposiciones anteriores son suficientes para que las
medites y examines a la luz del espíritu, hasta que recibas más
enseñanzas.

168
Cartas Rosacruces

169
Alocución para un capítulo
martinista Rosa^Cruz

Honorables Maestros Martinistas Rosa* Cruz:


Hemos tenido tiempo para conocer las herramientas que la
Orden pone a nuestra disposición, de adquirir el conocimiento
básico sobre las mismas, y ahora toca profundizar y desarrollar
esta herencia de tal forma que a través de ello podamos conocer­
nos mejor a nosotros mismos y dirigir nuestra conciencia al des­
pertar espiritual que deseamos y buscamos y que sólo podemos
hallar en el centro de nuestro ser. «Pero ahora conocemos el camino.
Hemos percibido el poder que está en el Centro y nuestra existencia
ya no está del todo restringida a la Circunferencia». Hablaremos de
esto.
En primer lugar, revisemos atentamente el objeto de este Ca­
pítulo Rosa* Cruz:
— «...liberemos nuestras mentes de las inquietudesypreocu­
paciones inherentes a nuestras asociaciones mundanas». Al abrir
este espacio sagrado, el tiempo desaparece y participamos de una
comunión espiritual con nuestros Hermanos y con los Maes­
tros Pasados, protegidos de toda influencia externa o profana.

171
Regla Rosa* Cruz

Para que este aislamiento sea verdaderamente hermético, hemos


de evitar que la influencia profana se «cuele» a través de nuestros
pensamientos y, especialmente, a través de nuestra actitud ante
nuestros Hermanos. El ambiente que debe reinar en el Capí­
tulo es el propio de una fraternidad sustentada por la caridad
cristiana, la bondad, la comprensión y el reconocimiento mutuo.
Ningún mal pensamiento debe ser permitido, de tal forma que
el estado vibratorio de conciencia que aspiramos a presenciar
sea lo más puro posible y nos permita compartir el pan y el vino
unidos en una verdadera comunión espiritual. Este es el primer
punto al que debemos prestar atención para constituir adecua­
damente el Capítulo Rosa*Cruz.
— «...para serenar mejor nuestro yo interior y preparamos
para recibir los influjos de la Divina Sabiduría». Recordad que
«la Serenidad es el privilegio de aquellos que portan el título de
Maestros»10, esto es, de aquellos que han maestrizado nuestros
principios «restableciendo la primitiva alianza con la morada di­
vina y participando de su calor y de su eterna serenidad»11. «Porque
en la medida en que estás en Dios, estás en paz. En la medida en
que estás lejos de Dios, no estás en paz. Tanto en Dios, tanto en paz.
Hasta quépunto estás en Dios o no lo estás, reconócelo por el hecho de
tenerpaz o no tenerla. Si no tienes paz, ello significa, necesariamente,
que no estás en Dios, porque la ausencia de paz viene de la criatura,
no de Dios. Del mismo modo, no hay en Dios nada que temer: todo
lo que está en Dios no puede más que ser amado. Del mismo modo no
hay nada de él que pueda producir tristeza»12.

10 Ritual Martinista.
11 El Hombre de Deseo. Saint-Martin. Epígrafe 35.
12 Instrucciones Espirituales. Maestro Eckhart.

172
Alocución para un capítulo martinista Rosa*Cruz

Esta alianza divina mantiene a nuestro «yo interior» anclado


en el centro, centrado, conectado con la fuente de Amor y Sabi­
duría que el hombre porta en su corazón. De ahí que la Culmi­
nación Martinista esté «diseñada para simbolizar nuestra perfecta
unión con este Centro, este Dios que está en nuestro interior». Para
mantenernos, en la medida de lo posible, cercanos a este Centro,
debemos apaciguar nuestra naturaleza pasional y observar que
la serenidad reine en nuestras palabras, en nuestros gestos y en
nuestros corazones. Esta preparación debe abrir la puerta a «los
influjos de la Divina Sabiduría» que a buen seguro nos abrazará
con su inspiración luminosa y podrá manifestarse entre nosotros
y a través de nosotros fecundando nuestras mentes y nuestros
corazones.
— «...a través de la intensidad de nuestro deseo individual y
porta intercesión de nuestros Maestros Pasadosy antiguos Herma­
nos, nuestrospredecesores». El Martinista es un Hombre de Deseo,
puesto que el Deseo de unión con Dios es el motor de la inicia­
ción Martinista. El Martinista tiene siempre presentes a aquellos
que, formando parte de su cadena tradicional, dieron testimonio
de las Luminarias. Siempre son invocados ritualmente y tienen
un lugar reservado en el Oriente de nuestros Templos. Para in­
vocar a los Maestros Pasados en nuestros rituales establecemos
una condición previa y necesaria: «podemos invocar a los Maestros
Invisibles de nuestra cadena invisible si ¿os corazones de los Herma­
nos aquí presentes están animados por el más puro deseo»13. En de­
finitiva, la intensidad de nuestro deseo individual (que sumado en
nuestro Templo es la de nuestro deseo colectivo), y la pureza de
este mismo deseo, van a permitir que podamos recibir los influjos

13 Ritual Martinista.

173
Regla Rosa* Cruz

de la Divina Sabiduría y que nuestros predecesores, los Maestros


del Pasado, invisibles pero presentes, intercedan por nosotros y
vivifiquen con su presencia las influencias invisibles de nuestro
Templo.
Vemos pues, Honorables Maestros, que de forma ordenada
abrimos el Capítulo evocando el objeto y el sentido de la obra
que queremos realizar en el Templo, y las condiciones necesa­
rias que ayudarán a que ello sea posible. Tomar conciencia de
cada palabra, de cada gesto, de cada símbolo y de cada movi­
miento conducirá sin duda a potenciar la presencia espiritual
que invocamos y que, con mayor o menor conciencia por nuestra
parte, siempre dejará sentir su efecto reparador en nuestro co­
razón.
Y ahora centrémonos en el objeto que quiere representar la
Ceremonia de Culminación Martinista y que nos ha traído has­
ta aquí: «nuestraperfecta unión con este Centro, este Dios que está
en nuestro corazón». En primer lugar, apercibámonos de que esta
unión celestial es de naturaleza mística, y no se sustenta en la
razón humana que en todo caso queda supeditada a su servicio.
«Esta tarea, en la que nadiepuede ayudamos, es la descubrir a Dios
que está en vuestro verdadero Centro, establecer contacto con este Cen­
tro y eventualmente permanecer por completo absorto en este Centro
que luego expandirá todo vuestro ser y toda la Creación. Este trabajo
será totalmente personal e individual. Seréis al mismo tiempo el Tra­
bajador, la Herramienta y la Materia Prima; el Constructor, el Esco­
plo y la Piedra. El único Templo necesario son vuestros propios cora­
zones en los que llevaréis a cabo esta tarea de Reintegración personal».
La tarea que nos compete no se haya pues en los libros, ni
tiene nada que ver con acumular información o conocimientos
especulativos, filosóficos o científicos. Esto último produce eru­

174
Alocucicm para un capítulo martinista Rosa*Cruz

ditos, pero no iniciados. Hablamos más bien de una vivencia in­


terior, de una experiencia íntima, sapiencial, transformadora según
el orden sublime e inefable del espíritu: el verdadero conocimiento
de Dios en míy de mí en Dios, pues «es en el centro más profundo
del ser que puede producirse el conocimiento auténtico de Dios, es en
el invisible reencuentro interior que se desarrolla la ‘operación secreta
de la unión del alma con el Unico, en un descubrimiento de la ‘co-
naturalidad’ substancial en la que Divinidad y criatura comulgan
en una idéntica y esencial Verdad»14. Y este conocimiento íntimo,
¿acaso no es la Llave de toda Iniciación? Recordemos, una vez
más, las sabias palabras de Saint-Martín: «La única iniciación que
propongo y procuro con todo el ardor de mi alma es aquella que nos
permite penetrar en el corazón de Dios y hacer penetrar el corazón
de Dios en nosotros para así hacer un matrimonio indisoluble, trans­
formándonos en amigo, hermano y esposa del Divino Reparador. No
existe otro misterio para llegar a esta santa iniciación sino éste: pe­
netrar cada vez más las profundidades de nuestro ser hasta aflorar
en la viva y vivificante raíz; porque, entonces, todos los frutos que
deberemos portar, según nuestra especie, irán a producir naturalmen­
te en nosotros yfuera de nosotros, como aquellos que vemos nacer en
nuestros árboles terrestres, porque están adheridos a su raíz particu­
lar y porque no dejan de absorber su savia».
Este conocimiento no radica en la dialéctica argumental del
intelecto, sino en la misteriosa intuición divina representada por el
corazón, órgano por el cual Dios se revela al hombre en sus formas
epifánicas: si el ojo es el sol del cuerpo, el corazón es el sol espiri­
tual. Ver con el ojo invisible del corazón nos hace mirar el mundo

14 René Guénon y el RER, Jean Marc Vivenza. VII: La increíble confusión de


Guénon ante la teosofía «sanmartiniana». Ed. Manakel, 2009.

175
Regla. Rosa*Cruz

sensible (el mundo perceptible por los sentidos) prolongando la


visión del ojo por una visión del espíritu, atravesando la envoltura
material de las cosas hasta el mismo punto del que se desprende
su materialidad. A través del corazón, el hombre se convierte en
foco de la Consciencia divina y Dios pasa a ser el foco y la esencia
de la consciencia del hombre. En este estado de develación o ma­
nifestación, el corazón del hombre, según su capacidad, pasa a ser
como un espejo en el cual se refleja la Luz de Dios, abriéndose así
la visión del ojo del espíritu cuya mirada contempla nuestros mis­
terios y secretos ya desnudos de toda figuración o alegoría: la pre­
sencia de Dios limpia este espejo, cuya pureza permite entonces
la asimilación del reflejo en lo reflejado. «Quien posee así a Dios en
su esencia capta a Dios según el modo de Dios. Para él Dios resplandece
en todas las cosas. Todas las cosas tienen para él el gusto de Dios. El ve
su imagen en todas las cosas. En él brilla Dios en todo tiempo. En él se
realiza una separación y un abandono de todo y la imagen de su Dios,
bienamado y presente, se imprime en él. [...] Este hombre no busca el
reposo, porque ninguna inquietud lo agita»15.
El corazón del hombre es pues el único Templo necesario para
la reintegración, donde todo pasa entre Dios y el hombre, por la
mediación única de Cristo y los desposorios de la Sabiduría. La
vía Martinista es una vía cardiaca.
El hombre se convierte así en centro a través del cual se ex­
presan las verdades del espíritu, pasando a ser con Cristo y en
Cristo un verdadero Hijo de Dios, «Cristo en nosotros», Emma-
nuel, Templo vivo edificado por el Espíritu Santo y Santuario
donde la presencia, la palabra y la acción del Eterno pueden ser
evocadas. La verdadera Tradición subyace por tanto en el fondo

15 Instrucciones Espirituales. Maestro Eckhart.

176
Alocución para un capítulo martinista Rosa*Cruz

del Alma de la humanidad y en lo más íntimo del Corazón del


hombre, único lugar donde el Cielo puede abrirse de nuevo para
dar comienzo a una nueva Vida en la Luz verdadera que pro­
clama el Espíritu, según su naturaleza divina, y que conduce a la
humanidad a la reintegración en la eternidad del amor de Dios.
«Esto es el Cristianismo, la Cristiandad: una sociedad espiritual,
no porque no tenga preocupaciones mundanas, sino porque todos sus
miembros, en cuanto tales, han nacido del Espíritu, y se mantienen
vivos, animados y gobernados por el Espíritu de Dios. La religión
cristiana es llamada constantemente por nuestro Señor el Reino de
Dios, o de los Cielos, porque todo su ministerio y servicio, todo lo que
en ella se hace, se hace en obediencia y sujeción a este Espíritu...[..]
El Reino de Cristo es el Espíritu y Poder de Dios habitando y mani­
festándose en el nacimiento de un nuevo hombre interior; y nadie es
miembro ele este Reino, sino en la medida en que dentro de él haya
tenido lugar un verdadero nacimiento del Espíritu»™. Establecer
contacto con el Centro conduce necesariamente a este verdadero
nacimiento en Espíritu y en Verdad, porque aquello que no nace
del Espíritu procede del reino de las sombras y del ensueño que
en ellas toma su efímera existencia: «Despiértate tú que duermes
(nos dice San Pablo) y levántate de entre los muertos, y te ilumi­
nará Cristo» (Efesios 5:14): hablamos aquí de una generación
espiritual. Pues el alma humana «estápor entero en el cuerpo, donde
se ve sometida al maly al sufrimiento, viviendo entonces en la aflic­
ción y en el deseo, en el temor y en todos los demás males. ¿No es el
cuerpo para ella una prisión y una tumba, y el mundo a su vez una

16 Wilian Law (1686-1761): El Espíritu de Oración. Místico más relevante


de la Iglesia Anglicana y seguidor, al final de su vida, de la obra de Jakob
Bohme.

177
Regla Rosa*Cruz

caverna y un antro?17» No hallaremos pues la justicia y la bondad


en este mundo, sino en el centro espiritual de nuestro ser que
manifiesta nuestra naturaleza divina, por lo que es a través de
nuestro verdadero ser como el hombre santifica las cosas de este
mundo fundamentando la naturaleza de sus obras: «No pienses
que la santidad sefunda en los actos, debefundarse la santidad en el
ser, porque no son las obras las que santifican, somos nosotros quienes
debemos santificar las obras»18.
La cuestión que nos ocupa no puede limitarse a ser tratada
en pequeños o amplios espacios de reflexión, no puede reducirse
a una teoría más; es una toma de contacto continua y perma­
nente con nosotros mismos, es una conscienciación del ser en el
aquí y en el ahora, en el eterno presente. En esta presencia y en
este presente se encuentran el Alfa y la Omega, la Fuente de la
Vida eterna19, la conexión con el Templo del Espíritu Santo que
el devenir ilusorio del espacio-tiempo mantiene a salvo de toda
profanación, en definitiva, la puerta al Reino de Dios: «El Reino
de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: 'vedlo aquí o allá', porque
el Reino de Dios ya está entre vosotros» (Le. 17:20-21). No es algo
que debamos dejar para mañana, que deba esperar a que se den
tales o cuales circunstancias en el espacio y en el tiempo, sino que,
al igual que el ser siempre está presente, esta presencia ha de ser
exaltada a través del deseo continuado de realizarla en plenitud:
«Cuando más se concentre uno en sí mismo y más simple sea en su
interior, tanto más y mayores cosas entenderá sin dificultad, porque

17 Plotino: Enéada, IV, 8,3 (Sobre el descenso del alma a los cuerpos).
18 Instrucciones Espirituales. Maestro Eckhart.
19 «Yo soy elAlfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin. Dichosos
los que laven sus vestiduras, asípodrán disponer del árbol de la Vida y entrarán par
laspuertas en la Ciudad» (Ap. 22:13-14).

178
Alocución para un capítulo martinista Rosa*Cruz

recibe de lo alto la luz de la inteligencia». «Dichoso aquél a quien la


•verdad enseñapor sí misma, es decir, no porfiguras o palabrasfugaces,
sino tal como ella es»™.
Esta nueva dimensión del ser exige, finalmente, un estado
desnudo de alerta, de atención continuada, alineada con los he­
chos que la realidad nos impone pero por encima de los mis­
mos, dejando que la identificación con la Consciencia pura nos
sorprenda como ladrón en la noche, guiándonos desde el centro
mismo del ser... Exige igualmente un desprendimiento total, un
giro radical del tener al ser, un actuar iluminado desde lo alto,
una renuncia absoluta a sí mismo y al mundo, sin dejar de estar
en el mundo, pero reconociendo que no somos de este mundo.
«¿Quées un espíritu que ha hecho renuncia de sí? Un espíritu que ha
renunciado a sí mismo es aquel a quien nada perturba, que a nada
está ligado, que no ha vinculado su bien supremo a nada en parti­
cular, que no considera de ninguna manera lo que es suyo, que se ha
entregado por completo a la carísima voluntad divina y salido de
sí. [...] En verdad, si un hombre abandonara un reino y el mundo
entero y se guardara a sí mismo, no habría abandonado nada; y si
un hombre se hubiera abandonado a sí mismo, aun cuando conser­
vara riquezas, honores o lo que queráis, habría abandonado todas
las cosas»21. Porque el hombre que sigue su propia voluntad, se
ve arrastrado por las cosas exteriores, y no encuentra más que
tribulación e insatisfacción en todas partes, hallándose en un
estado continuo de inquietud: «Las gentes buscan la paz en las
cosas exteriores, en lugares o modos de ser, en personas, en obras o en

20 Imitación de Cristo. Tomás H. de Kempis. Libro I, Capítulo 3: La Ciencia


de la Verdad.
21 Instrucciones Espirituales. Maestro Eckhart.

179
Regla Rosa*Cruz

países lejanos, en la pobreza o en la sumisión. Todo esto, sin embargo,


no les da la paz. Los que así buscan lo hacen de un modo totalmente
erróneo: más se alejan y menos encuentran lo que pretenden hallar.
Van como aquél que ha perdido el camino: cuanto más avanza, más
se pierde^.
A pesar de que esta tarea sólo puede ser resuelta individual­
mente, pues se trata de una experiencia íntima e intransferible,
el Martinista no está solo. En primer lugar, como ya hemos vis­
to, tenemos a los Maestros Pasados y también a los Hermanos
presentes. «Estos teósofos de ayer os enseñarán a conocerles, a recono­
cerles y a seguir su guía. Caminando a su lado, tomando por guía al
Filósofo Desconocido, entraréis por sí mismo en la cadena mística de
los teósofos de ayer y de hoy, y de los íntimos de Saint-Martín cuya
casta ciertamente no se ha extinguido. Buscar con ellos significa, en
efecto, unir la familia espiritual de los teósofos dispersados a través
del mundo, y estafamilia, sabedlo, no constituye ni culto, ni Orden,
ni capilla, ya que los teósofos, pequeños o grandes, pertenecen en esta
cualidad a la única Iglesia Interior»13. Y será «A través de la Unión
con el Centro [que] deberemos ser admitidos en el Colegio Invisible
y nuestros Venerables Maestros serán armonizados con nuestra con­
ciencia expandida cuando llegue el momento».
En Segundo lugar, en la Ceremonia de Culminación hemos
sido vinculados para siempre con SOPHIA, la Sabiduría Celes­
tial, que será a partir de este momento nuestra esposa y compa­
ñera. El Martinista se convierte así, finalmente en un teósofo. So-
phia le ayudará a comprender gradualmente el conocimiento de la

22 ídem.
23 Curso de Introducción al Martinismo, Serge Caillet. Edición privada del
GEIMME. Cap. I.

180
Alocución para un capítulo martinista Rosa*Cruz

verdad, del camino y de la vida, si mantiene su deseo puro y vivo.


Como teósofo buscará la sabiduría de Dios, la fecunda y transfor­
madora experiencia sapiencial. Recordemos en este sentido parte
de un escrito anónimo recogido por nuestro Q^H. Serge Caillet
en su Curso de Introducción al Martinismo:
«Se entiende por teósofo un amigo de Dios y de la sabiduría.
El verdadero teósofo no rechaza ninguna de las inspiraciones que
Dios le envía para desvelarle las maravillas de sus obras y de su amor,
afin de que él inspire este amor a sus semejantes mediante su ejemplo
y por sus consejos. Yo digo al verdadero teósofo: todos los que se ocupan
sólo de la teosofía especulativa no son por ello teósofos, pero pueden
esperar llegar a serlo si tienen un verdadero deseo, si persisten en la
resolución que han tomado de imitar las virtudes del Reparador, y
ponen en El toda su confianza. Un verdadero teósofo es por lo tanto
un verdadero cristiano, así que se le puede convencer por su doctrina
que es la misma. Esta doctrina está fundada sobre las eternas rela­
ciones que existen entre Dios, el hombre y el Universo; y estas bases
se encuentran afirmadas por los libros teogónicos de todos los pueblos,
y sobre todo por las Escrituras Sagradas interpretadas siguiendo al
espíritu y no a la letra.
Los teósofosfundamentados en susprincipios no varían jamás, no
discuten nunca; ellos intentan convencer por el razonamiento y por
los hechos; si no pueden llegar a esto, guardan el másprofundo silencio
y lamentan los errores que confunden el espíritu de sus semejantes;
ruegan a Dios que les ilumine y les prepare para recibir la verdad:
pues la verdad conlleva por sí misma su evidencia, sólo es necesario
que los espíritus estén preparados para recibirla.
[•••]
El teósofo es aquel, o aquella, que tiende a transformarse ante el
espejo, afin de reflexionar sobre la verdad, la vida, la sabiduría. Esta

181
Regla Rosa*Cruz

transformación se consigue por purificaciones sucesivas del cuerpo y


del alma, de los cuerpos y de las almas; se consigue en la iniciación
interna de la cual la iniciación externa es a menudo el símbolo, o más
raramente el medio. Según esto nos purificamos separando el mal que
está en nosotros y en el que Dios no está. Separándonos de esto nos
aproximamos al camino, a la verdad, a la vida; es decir a Dios, que
es nuestro principio».
El Martinista puede parecer, ante las miradas profanas, un ser
solitario y mal comprendido, y en realidad es difícil mostrar des­
nuda su Ciencia, pues no todos pueden entenderla sin una pre­
paración previa, pero en todo caso, no es alguien que se olvide del
mundo, de este mundo. El Martinista coopera «para la Reintegra­
ción de toda la Humanidad con objeto de precipitar la Reintegración
delArquetipo, la reabsorción de la diversidad en la Unidad», «Consi­
derando que el trabajo más importante de la Orden Martinista es el
de despertar al Hombre de Deseo a su destino glorioso». El Martinista
busca su Centro para encontrar a Dios en él, para encontrarse a
sí mismo en Dios y para operar desde él, «pues en él vivimos, nos
movemos y existimos» (Hch. Ap. 17:28).
Honorables Maestros, creemos las condiciones necesa­
rias, tanto internas como externas, para que en este Capítulo
Rosa*Cruz podamos verdaderamente recibir los influjos de la
Sabiduría divina, la inspiración de la Sophia Celeste, para que de
nuestro corazón mane agua viva que calme la sed de los Hombres
de Deseo que están comenzando a ver la luz, y para que nuestra
presencia física pueda servir de alimento a aquellos que tienen
hambre de amor. Solamente desde el Centro podremos com­
prometernos a ello, solamente en Dios podemos hallar la forta­
leza que asegure nuestra misión, solamente en Cristo, Ieshuah,
podremos algún día formar parte de un mismo cuerpo místico

182
Alocución para un capítulo martinista Rosa*Cruz

y comprender que toda diferencia no fue más que un sueño pa­


sajero.
Busquemos siempre en este Centro la Luz que ilumine nues­
tra Cruz y que haga manar la Rosa de nuestro corazón. Que el
fuego de la Shin, el hálito de Dios, se fije en el centro de esta
Cruz y que desde allí anime con su Fuego divino, con su Amor,
al Tetragramma. Y que de esta forma se manifieste en nuestros
corazones el amor y la compasión de Ieshuah, el Reparador.
Ad crucem per rosam, ad rosam per Crucem.

SárAmorifer
Madrid, 21 de Junio de 2009

183
índice

PRÓLOGO
Historia del movimiento Rosa* Cruz del siglo xvn
(Por Yves-Fred Boisset)............................................................. 7

I En el pórtico del templo del verdadero Rosa* Cruz.......... 39


II Reglas Rosacuces.................................................................... 43
III Los deberes de un Rosa*Cruz.......................................... 47
IV Los signos secretos de los Rosacruces............................... 51
V Leges Societatis....................................................................... 59
VI Reglas de conducta................................................................ 65
VII Joyas Rosacruces.................................................................. 79
VIII Del estudio de la sabiduría divina.................................. 83
de dios.................................................................................... 83
DE LA PALABRA DIVINA.................................................................... 88
DEL HOMBRE INTERIOR.................................................................... 93
DE LA VIDA FUTURA Y ETERNA..................................................... 95
DE LA SABIDURÍA DIVINA................................................................ 96

185
Regla. Rosa* Cruz

IX Del iniciado Rosa*Cruz...................................................... 103


X Notas......................................................................................... 107
XI Cartas Rosacruces.................................................................. 109
Carta i: sabiduría divina................................................... 110
Carta n: el medio práctico para aproximarse a la luz. .115
Carta ni: verdad absoluta y relativa.......................... 121
Carta iv: la doctrina secreta.........................................129
Carta v: los adeptos............................................................ 141
Carta vi: experiencias personales.................................. 151
Carta vn: los hermanos..................................................... 160
XII Alocución para un capítulo martinista Rosa*Cruz........... 171

186
GRUPO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES
MARINISTAS Y MARTINEZ1STAS DE ESPAÑA

CATÁLOGO DE PUBLICACIONES
De ¡os números
Louis-Claude de Saint-Martín
136 x 204 mm * 226 págs.
12,50 €

Para Saint-Martín, los números son la traducción de verdades y


leyes, cuyo texto está en Dios, en el hombre y en la naturaleza.
De acuerdo a la tradición recibida y repercutida por Martínez
de Pasqually: los números sólo son una simple marca donde
estarían representados los seres.

De Templo Salomonis Líber


Eduardo R. Callaey
136 x 204 mm • 162 págs.
10,00 €

Expone las bases del simbolismo masónico desde una visión


cristiana, tal como fue escrita por los monjes que inspiraron la
construcción de abadías y catedrales durante los siglos del me­
dioevo. Afirma el autor que la masonería moderna ha perdido
contacto con su primitiva dimensión espiritual.

Ecce Homo
Louis-Claude de Saint-Martín
136 x 204 mm • 138 págs.
9,50 €

En esta obra, escrita en 1792, Saint-Martín advierte de los peli­


gros de buscar la excitación de las emociones de las experiencias
mágicas de bajo nivel, las premoniciones, de los fenómenos que
no pasan de ser expresiones de estados psico-físicos anormales
del ser humano.

El hombre de deseo
Louis-Claude de Saint-Martín
160 x 230 mm • 300 págs.
20,00 €

Su objetivo es mostrar que el hombre debe confiar en la Rege­


neración, llamando su atención hacia la necesidad del retorno al
Mundo Divino de donde salió y al trabajo que deberá realizar
para alcanzar ese objetivo, concentrando sus fuerzas por el de­
seo ardiente de perfeccionarse.
El Kybalión
Tres Itúdados
Louis-Claude de Saint-Martín
El Kybalión 115 x 190 mm • 204 págs.
6,00 €

El Kybalión, acompañando el texto por las explicaciones que


tres almas generosas, bajo un respetuoso anonimato, ofrecen
para acercar estos principios herméticos a una interpretación ac­
tualizada, será una ayuda valiosa para todo Hombre de Deseo
que quiera recordar el contenido del Libro de la Naturaleza.

El libro de los símbolos


El libro de ¡os
Rudolph Koch
símbolos
Rudoíph Koch 136 x 204 mm • 128 págs.
07 ? w m, 7,50 €
>i< d» Al $
o'? Ti "■ 9 $I Este libro contiene 493 símbolos que fueron usados desde los
m a hr® tg 41 tiempos remotos hasta la edad media, y fueron recogidos por
? )A# Koch en la búsqueda de inscripciones, grabados y manuscritos
4- & A e»
B f a í M
de tiempos pasados. Monogramas bizantinos, cruces, iniciales
sagradas, símbolos masónicos, alquímicos...

El Morfinismo
Jean-Louis de Biasi
136 x 204 mm • 270 págs.
17,00 €

Abordando su historia, su filosofía, sus relaciones con la Franc-


Masonería y la Iglesia, presentamos la Tradición Martinista, la
naturaleza de sus Templos y de los trabajos que en ellos se llevan
a cabo, descubriendo en esta obra un panorama que jamás ha
sido desvelado de una forma tan precisa.

El retorno de Henoch
o la Masonería Primigenia
Fermín Vale Amesti
160 x 230 mm • 228 págs.
25,00 €
El autor enfoca una Masonería que retorna a sus orígenes, des­
pués de una época de oscurecimiento y degeneración, propia
de la era que vivimos. Es un retorno a la verdadera Gnosis Ma­
sónica ignorada y preferida y, al mismo tiempo, la restauración
de la tradición iniciática auténtica.
Francmasonería llumlnista
Papus
160 x 230 mm • 190 págs.
10,00 e

Ante una masonería racionalista y desorientada, ocupada en lu­


chas internas de poder, se opone la Tradición Martinista marca­
da por la sobriedad y el anonimato de sus miembros, arraigada
en el Iluminismo cristiano a través de las doctrinas de Martínez
de Pasqually, Louis-Clauda de Saint-Martin y Jakob Bohme.

Iglesia Gnóstico
Grupo de Estudios
e Investigaciones Martinistas
160 x 230 mm • 328 págs.
17,50 €
Cuando descubrimos quiénes somos, descubrimos que lo único
que hay es Dios. En 1888, el masón Jules-Benoti S. Doniel da
comienzo a un movimiento de restauración del antiguo gnosti­
cismo que maduraría en conexión con el iluminismo francés de
la época representado por las corrientes martinista y rosacruz.

Instrucciones Cohén
Louis-Claude de Saint-Martin
160x230 mm • 182 págs.
11,50 €

Hacia 1758 en Francia, un hombre enigmático aunque inspirado,


de nombre Jaime Joaquín de la Torre de la Casa Martínez de
Pasqually, daría inicio a lo que iba a constituir la Gran Obra de
su vida: la fundación de la Orden de los Caballeros Masones Élus
: Cohén del Universo.

I La Llave. Sex puncta


Jakob Bohme
136 x 204 mm • 164 págs.
10,00 €

Bohme tenía consciencia de la dificultad de sus libros y, conse-


Icuentemente, escribió «La Llave» como un resumen de las ideas
principales contenidas en su sistema. «La llave» nos provee de
una introducción simple a los puntos más importantes de su fi-
I losofía y simplifica el acceso a sus obras mayores.
Las enseñanzas secretas
del Morfinismo
]ean Marc Vivenza
160 x 230 mm • 272 págs.
18,00 €
Ei Martinismo es una escuela secreta de perfeccionamiento y
descubrimiento de las leyes ocultas que gobiernan el mundo
sensible. Es también un formidable instrumento de realización
espiritual. Posee una doctrina que nos enseña que el hombre no
está actualmente en el estado que tenía primitivamente.

Los grandes Iniciados


Edouard Schuré
160 x 230 mm • 404 págs.
15,00 €

Reúne las enseñanzas de los grandes iniciados como Rama (El


Ciclo Ario); Krishna (La India y la iniciación Brahmánica); Her-
mes (Los Misterios de Egipto); Moisés (La Misión de Israel); Pi-
tágoras (Los Misesús y los eseniosterios de los Delfos); Platón
(Los Misterios de Eleusis); Jesús (La Misión del Christo)...

Réné Guénon
y el rito escocés rectificado
Jean-Marc Vivenza
136 x 204 mm • 176 págs.
10,00 €

El gran estudioso de las religiones René Guénon (1886-1951)


mantuvo una relación ambigua respecto al Rito Escocés Rectifi­
cado. El libro pretende explicar está relación.

Teosofía revelada
Jakob Bohme
136 x 204 mm • 178 págs.
10,00 €

En esta obra el autor expone, a través de un diálogo entre


maestro y discípulo, sus conocimientos teosóficos. místicos y
alquímicos. Las antítesis amor-dolor, bien-mal, son resueltas
de forma dialéctica, pues si el alma sufre, ya tiene un motivo
para amar a su verdadera sustancia y liberarla del dolor.
Martines de Pasqualiy
Textos seleccionados y presentados
por Diego Cerrato Barragán
Martines de Pasqualiy
S» dMfiVM y ;* akm 160 x 230 mm • 362 págs.
Textos seirn Sonados y ptcsenlados 22,00 €
por Diego Cerrak» Barragán

Martines de Pasqualiy (1710-1774) funda­


dor de la Orden de los Caballeros Ma­
Mr

sones Elus Cohens del Universo, se ha


convertido en una figura fundamental
del Iluminismo, marcando para siempre
el siglo xviii y proyectando su influencia
hasta el día de hoy. «Sólo soy un simple
instrumento del que Dios ha querido, in­
digno como soy, servirse, para recordar a
los hombres, su primer estado de masón,
a fin de hacerles ver que ellos son real­
mente hombres-Dios, creados a imagen
y semejanza de este ser todo-poderoso.»
La presente obra no es un libro más sobre la historia de los movimientos
rosacruces, pues consideramos que existe suficiente bibliografía al res­
pecto publicada en castellano, además de las numerosas Órdenes y altos
grados masónicos que utilizan el término Rosa+Cruz para denominarse o
decorar sus símbolos y textos doctrinales.

Lo Que presentamos aquí es una recopilación de los códigos morales y


espirituales que preparan al buscador sincero a alcanzar la entrada del
Templo Invisible de los Adeptos de la Rosa+Cruz. Esta entrada siempre
estuvo, está y seguirá estando en el corazón de cada hombre, a pesar de
Que muchos la buscan en los lugares más recónditos y lejanos, en los libros
más extrañosy en las Órdenes más exóticas y selectas. En la mayoría de los
casos, el buscador se empeña en una peregrinación tan larga y complicada
como inútil, porque de nada sirven los mejores tesoros Que pueda hallar si
desde lo más interior de su ser no logra activarlos.

Invitamos al buscador a meditar seriamente en la guía Que le ofrecemos,


a hacer de sus preceptos una forma de vida, un anhelo vibrante Que le
transforme día a día, con la ayuda de la oracióny una fe inquebrantable en
el mensaje de Cristo.

Incluimos un conjunto de cartas inspiradoras y una alocución Ma,rtinista


que nos dirige continuamente al verdadero centro donde el ser se encuen­
tra con la presencia divina de Cristo para glorificar su existenciay hacerle
recordar su origen, su misión presentey su destino eterno.

MANAKEL

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