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~~~ " MATERIALES | Criica de a cultura ‘Gneocsbatue exvoodnaio m2 _GRAMSCI Este nimera contiene : FRANCISCO FERNANDEZ BUEY; Antonio Gramsci-y los origenes del fascism italiano, JOAQUIM LLEIKA; Hegemonia y estado en el periodo de entreguerras Elpensamiento politica de Gramsci. RAFAEL ARGULLOL; Gramsci sobre Dante. ANTON! DOMENECH; He fa vigencia de Gramsci; estozo para una cantroversia. MASSIMO L, SALVADORI; Gramsci y £1 PC.1. ; dos concepciones de 1a hegemonia, VALENTINO GERRATANA; La nueva estrategia que se alire paso en os QUADERHI, LEONARDO PAGGI ; Después dela derrata de fa revotuciin en occidente. BAGIODE GIOVANNI: Gramsci y Togliatti: novedad y continuidad. lttra wy ractor periodsta rector deriodista susordoe tazetae Sirector xarasiste consejo de radaccide ‘Sonus cee taeazio eaneata de revaccige onsale edsoral ‘Saneel ed to etre ete se eiernegaite redaccidn y_sdrainigatibn recace’d ( admisista0is radazion eta sammie Tedeceron © adrinisracion singe mars stareen dd imprme Sepaste leoat east legal laganko depostve ‘nose Teast precio dal ejompiae Shrew on [oxemplsr precio de oxamlar Soseribeia anual publicuctn bimestral bite bin" behinga. er Marina Be tik Ae ieee Pe ea SSE aioe at eu (eet nner Aes Hate tet cio Collett, Valantine Gerratana. Wolfgang Fritz Hows, {Gavia Mactelian, Adam Sehafl, Goran Therborn Materiales, §. A, do Estudios y Publicaciones Escipion 21, aiea, Tels 212.61 50: Bercelone- 20) Griticas Diamante, Zamora 8 « Barcelona (18! 2001-1977 an — pias. cepata 1000 plas Europe 4.09 pas Amivies — 2.000— pus. publicacié bimestral ublicseltn bimostal Nota introductoria. : Antonio Gramsci y los origenes del fascismo italéano, por Francisco Fernandez Bucy . : Hegemonia » Estado ipensamiento pol Leia. el periodo de entreguerras. El ico de Gramsci, por Joaquim Dela vigencia de Gramsci: esboo para la controversia, por Antoni Domenech . Gramsci sobre Dante, por Rafael Argullol Gramsci y et PCI: dos concepciones de la hegemonta, por Massimo L. Salvadori +e La nueva estrategia que se abre paso en los «Quaderni», por Velentino Gerratana i Después de ta derrota de la revolucién on occidente, por Leonardo Paggi . . : 7 Gramsci y Togliatti: novedad y continuidad, por Biagio de Giovanni BImLiocRArIA Guta para la lectura de Gramsci, por Francisco Fernin- dez Buey : 101 4s 133 1st Nota introductoria El cuarenta aniversario de la muerte de Antonio Gramsci ha coincidido con un notable aumento del interés por ia abra del revolucionario sardo en toda Europa. Ademés de los varios homenajes, celebraciones y seminatios teéricos que han teaido lugar en Francia, en Inglaterra, en Espafia y, desde luego, en Italia, se han publicado, sobre todo en su pals de origen, algu- nos textos que arrojan ‘nueva luz para el conocimiento de st vida y de su obra, Se trata de publicaciones en las que se reco- gen los recuerdos de hoy viejos militantes vinculados en un momento u otto al propio Gramsci, de resultados de investi gaciones historiograficas en las que se aportan nuevos datos para la aclaracién de algunos pantos todavia discutides de su biografia, y también de reflexiones documentadas sobre la sus- tancia de la estrategia esbozada entre 1930 y 1936 por el enton- ces dirigente del partido comunista de Italia preso del fascis- ‘mo mussoliniano. No nos detendremos en ellas, puesto que a algunas de esas aportaciones recientes se hace referencia en la nota bibliogréfica que cierra este mismo volumen. ‘Tal vez valga la pena, en cambio, sefialar aqui que la difusién de la ediciOn critica de los Quaderni del carcere, preparada por Gerratana y pubiicada a finales de 1975, ha sido sin duca un factor importante que, si bien (como es natural, dado el aps- rato cientifico-filolégico de esta edicién) no explica por si solo se considerable aumento del interés por Gramsci en Europa, hha contribuido de manera efectiva a una mejor comprensién de Ia fragmentaria produccién gramsciana. Junto a éste, €5 posk ble apuntar ademas otros factores explicativos, mis generales, del hecho de que Gramsci se haya convertido en el te6rico ¥ revolucionario marxista probablemente més estudiado y leido ‘en los uiltimos tiempos. En primer higer, la expectacién que en los medios raaraisias y revolucionarios en general despierta actualmente Ja politica del partido comunista italiano, del partido de Gramsci» como suele decirse. Expectacién justificada casi undnimemente (aun fen fos casas en que se discute de forma global esa politica 0 aspectos determinados de ella) no sélo por el hecho de. que éste es el partido comunista curopeo com mayor realidad $0- cial detras y con mayor incidencia cultural en la sociedad on {que se mueve, sino tambien por la combinacion de inteligen- cla tictica y ayudeza tedrico-critica que tradicionalmente se expresa en sus files. Otro motivo es que fuera de Italia y después de la crisis tedrica ¥y politica abierta sobre todo a partir de 1968 en el movimiento Zomunista se tiende a ver en el pensamiento politico de Gram- sci la tinica versién del leninismo que resiste en la actuslidad; que resiste precisamente por el hecho de que Gramsci fue uno de los escasos comunistas que ya & finales de los afios veinte supo plantearse la cuestién central del movimiento obrero en los paises capitalistas de la Europa occidental: las razones de ‘su derrota en 1919-1923 y las posibilidades de una estratexia Ge recambio de largo aleance para un perfodo de consolidacién del capitalismno imperialista Por ultimo, seguramente ha influido también el que en esa cri: sis abierta se haya puesto de manifiesto la insuficiencia de las principales reflexiones tedricas de los alos sesenta sobre la Feorientacién del marxismo y del comunismo. Lo cual leva 2 ver en Gramsci una formulacién de la relacidn entre politica Weorfa profundamente antidogmatica y por lo general perdida en otros desarrallas més recientes, Claro esté que Ja urgencia con que se acude a Gramsci en busca de respuestas para problemas politicos y politico-cultu- rales de hoy tiene a veces como consecuencia uma Tectura ins: trumental 0 el renacimiento de la hagiogratia sobre su obra, particularmente fuera de Utalia. En este sentido no faltan, Entre las més recientes publicaciones sobre Gramsci, las de quienes creyendo estar hablando de Gramsci hablan en reali dad sobre la politica actual de! PCI, ni tampoco aquellas otras ‘que olvidan que nuestra crisis de hoy no es la misma que vivié Gramsci_a principios de los afios treinta. Brota de abi un xgramscismo» de orientaciones contrapuestas pero que Coit cide en la intencién instrumentalizadora: en unos casos ese sgramscismo» sirve como cobertura para deshacerse global- mente de aquel otro sismo» que se supone en crisis, el eleni- hismoe; y en otras casos, descubriendo a veces tardfamente (que Granisci es también un leninista, se exige presuntuosamen te del PCI que rompa con el conjunto de su tradicién de la cual Gramsci es parte esencial. Entre ese doble reduccionismo y la negativa de los mas soli- 4 dos estudiosos de la obra de Gramsci a convertir ésta en un cuerpo de doctrina, en un nuevo rétulo que sustituya a otros mas deteriorados (véase al respecto el trabajo de Gerratana aqui traducido) esta discurriendo el debate durante los wltimos meses. Un debate que, como se ve, privilegia el aspecto més directamente politico del pensamlento de Gramsci, que pone el acento en sus consideraciones sobre el estado y'la concep- cién de la hegemonie, y que arranca casi siempre de una preo- cupacién sélo parciaimente ajena al conocimiento de la obra del propio Gramsci: la continuidad 0 no respecto de Gramsci de una politica que hoy se expresa en la formula de cheyemo: nia en el pluralismon. En ese contexto sepuramente conviene explicar el titulo de este volumen. «Gramsci hoy» significa para nosotros la lectura yeel estudio de la obra de Gramsci, como wn clasico que es del pensamiento politico revolucionario, en su entorno histérico. Con Ia idea, eso sf, de que de ese estudio, sin beateria ni ins trumentalizacién, es posible extraer algunas lecciones que pue den ayudarnos de manera positiva en la lucha entre las clases, actualmente Dicho eso, y ya en referencia al presente volumen, hay que afiadir un’ par de cosas més. Una, que lamentamos ¢] retraso con que finalmente es publicado, Nuestra intencién inicial era haberlo hecho durante el afio 1977. No ha sido posible. Y dos, que lamentamos igualmente no haber podido incluir todes los textos en un principio anunciados, y especialmente el de Me uel Sacristn, Este, junto con otros articulas de Paolo Spria- no («Gramsci en la cArcel y el partidos) y de Valentino Gerra- tana («Gramsci como pensador revolucionario»), se publicari en proximes nimeros ordinarios de la revista. Finalmente una breve referencia a los textos aqui recogidos. El articulo de M. L. Salvadori fue publicado en enero de 1977 por la revista del partido socialista italiano Mondaperaio y constituyé el comienzo de una polémica (a la cual se hace refe- rencia en los otros articulos italianos traducidas en este mis mo volumen) que ha estado presente también en el reciente TIL Convegno de estudios gramscianos celebrado en Florencia. Los tetos de V. Gerratana, L, Paggi y B. de Giovanni proceden del seminario de estudio que se desarroll6 a principios del pa- sado afio en el Instituto Togliatti de Frattocchie por iniciativa de la seccidn cultural y de la seccién central de formacién del PCI; fueron publicados en Rinascita del 4 de febrero de 1977. (Los trabajos de Salvadori y Gerratana han sido traducidos también al catalan por la revista Tawa de canvi). Por dltimo, los artfculos de R. Argullol, A. Domenech, F. Fernandez Buey y J. Lleixa son reelaboraciones en mayor o menor medida— de sus intervenciones en varios seminarios 1 homenajes dedi- cados a Gramsci y que tuvieron lugar durante el pasado af en Barcelona y Zaragoza. A los orgenizadores de los mismos, y sefialadamente a los estudiantes de la Facultad de Geografia e Historia de la Universtdad de Barcelona, nuestro, agrad miento, MATERIALES / 4 Antonio Gramsci y los origenes del fascismo italiano FRANCISCO FeRNANnrZ, BUEY Si se tiene en cuenta que los historiadores de formacién mar- xista siguen discutiendo todavia hoy acerca de la naturaleza del fascismo italiano, de sus origenes y de sus componentes de clase! no hay por qué extrafarse de que la gran mayoria de los dirigentes proletarios de los aflos veinte, momento en el cual surge y se impone el fascismo en Italia, se sintieran bas tante perplejos ante aquel nuevo fenémeno social y experimen- taran considerables dificultades para proporcionar una carac- teriaacién adecuada de la situacion que estaban viviendo. Esta fase de perplejided de la vanguardia del movimiento obrero ante In aparicién del fendmeno fascista comprende los meses que van desde la conclusién de Ia primera guerra mundial has. ta octubre de 1922, aunque es justo afadir que en esa tltima fecha —cuando tiene lugar Ia Marcha sobre Roma— no eran ya tan excepcionales los comunistas y socialistas que en Italia y fuera de ftalia habfan comprendido por Jo menos los raseos generales de la coyuntura politico-social asf como el sentido central del fascisme italiano en el nuevo estado. Aqui se trata, pues, de dar a conocer las opiniones de Antonio Gramsci sobre el fascismo desde que éste empieza a actuar como movimiento hasta la Marcha sobre Roma, la cual ratifi- 6 la derrota de las organizaciones politicas y sindicales de la clase obrera al tiempo que posibilitaba la toma del poder por Benito Mussolini y la formacién de su primer gobierno. La ex- posicién de las opiniones de Gramsci al respecto y su contras- tacién con las incidencias de la Iucha entre las ciases sociales italianas durante aquellos meses tiene ante todo un interés historico. Pues el Gramsci de 1921-1922 suele ser el menos cono- 1. Ge sestimonp bastante reciente sobre algunos aspectos de esta dscusion Buel ein ls Ranveadbaensnfedde gor Micbael A kc cop ones FEF plplcln por ie tort Lauda (ot 6s) cou tle de 7 ido y, cuando es conocido, el més criticado, Pero, dadas las frecuentes comparaciones que hoy se hacen entre la situacién italiana actual y la ctisis del estado liberal desencadenadora del movimiento fascista de los primeros aftos veinte, la consi- deracién histérica, por limitada que sea en este caso, puede ser también un factor no despreciable para ayudar a compren- der algunas de las contradictorias manifestaciones politico- sociales nuevas que nos afectan de manera més directa e in- niediata Hay un hecho que por encima de cualquier otra consideracién txplica las perplejidades, las dudas, las vacaciones de los di gentes politicos y sindiesles de la clase obrera de la época con Tespeco al fasciome, Ese hecho —-convene wubrayarlo desde el principio es el fulgurante ascenso de lo que primero seria movimiento y luego partido fescista’ a finales de 1919 el fas cismo era un fendmeno social casi marginal en la vida itali za, una organizacién tan minoritaria que no contaba con més de'cinco mil voros en Ja ciudad que fue st cuna, Milan; tres afios después, sin embargo, estaba en ¢l poder. Pese a ello, es decir, pese a la enorme rapide de ese desarrollo, tampoco el crecimiento del fascismo fue lineal; conocié sus altibajos, sus crisis, sus contradicciones internas y precisamente la existen- cia de estas hicieron nacer en sectores iimportantes de las cla ses trabajadoras la ihisiGn de que se trataba en realidad de un fenémeno efimero, llamado @ desaparecer con la misma velocidad con que habla surgido, En ese desarrollo es posible distinguir tres momentos. El primero se extiende desde la primavera de 1919 hasta och bre de 1920. Es la épaca del fascismo minoritario, ambiguo, ambivalente tanto por Ia retdrica que de un modo consciente utilizan sus dirigentes como por los elementos sociales que lo componen; la época en que sufre un primer revés electoral im- portante, se presenta a si mismo como un movimiento contra la corriente dominante y trata de amalgamar en su seno la primaria, elemental y bsica vocacién antiobrera, antisocialis ta, con Jas hucces y demagégicas exclamaciones insultantes contra la monarqufa, contra el capitalismo, contra la iglesia catdlica en general y contra el papado en particular. Esa amal- gama, con sus aspectos contradictorios, expresa muy bien la senacimiento del facismo en Furops con formas més o menos expre. Jas‘ tgebrtas viene’ lento observege desde ladntge dogulog rues atalino lov adon eee tts a elt, sa embargy i Greaen de. gran difesion durante el glue ‘ato’ en reluclbn con' el Inlorme EPI Goi teal ice Is Sngsberasiidad de as" depocraca® ce avnraace, swoon antideinaerdtice ‘apt aepables Pens AE tus lr onsigicign abierintante:anticomunista de algunos sectoce= ‘movimeato estudiant y"juven tease, Por To.aue hace 4 isa ‘s compars: ‘dn ds i suscida actual Gon ts erate de principjos de los abos veloc se ha sonst 3 en un usar coma (no std para la dreosion Get PCH cuca nS tino este 8 procedencia diversa de los iniciadores del movimiento: sindi- allistas y pseudorrevolucionarios que un dia tuvieron como meta la anarqufa y que en los fragores de la guerra imperia. lista acabaron identificando su objetivo etéreo con la grandeza de ta nacign italiana, con el nacionalismo; ex-socialistas que empezaron criticando el reformismo de las organizaciones obreras y acabaron vendiéndose al gran capital; legionatios gue aprendieron a afirmar su prepotencia en los cuerpos mili- tares especializados en el asalto y que no pudieron soportar luego la marginacin social; intelectuales y artistas que, cons- cientes de la crisis de Ia civilizacién burguesa, vieron’ en el primer fascismo la continuacién de su obra de destruccion cultural de los valores establecidos; y también, desde luego, Jovenes herederos de ta burguesia terrateniente en quienes Ia defensa del interés de clase sc unié al deseo de emular las gestas militares de sus antepasados. En total, no obstante, ‘unos centenares en toda Italia. Por ello, por su composicia y or su mimero, es natural que en ese primer momento el fas- scismo fuera tan aficionado a la glorificacién idealista e indis- criminada de la voluntad, El segundo momento se inicia en el invierno de 1920 y llega hrasta noviembre de 1921. Fue ese ua afio critico y contradic. torio en la historia del fascismo, un afio que habria de resul tar decisivo para su futuro, un afio que estuvo marcado por la Primera derrota importante del proletariado industrial des- pugs de su gesta en la ocupacién de las fabricas durante el otofio de 1920. ¥ no sdlo por esa derrota sino también por la emergencia y el predominio del fascismo rural particularmente en Bolonia, por el enfrentamiento entre los dirigentes parla mentarios del fascismo y los representantes en el movimiento de la reaceién agraria asi como por la decisiva colaboracion con ellos de las autoridades del estado. El objetivo central del escuadrismo fascista durante esos meses fue miner, a tra- ves del terror, las bases principales que, en largos afos de lucha y de actividad parlamentaria, el movimiento obrero de Jas ciudades y de las zonas rurales habia conseguido implantar em la sociedad italiana. A pesar de los enfrentamientos, a pesar de la crisis que en un determinado momerie estuvo a punto de convertirse en ruptura entre el escuadrismo y el faseismo par. lamentario, el movimiento siguié creciendo durante esos me. ses. Y no sélo por la colaboracién gubernamental directa o indirecta sino ademas por el progresivo decantamiento hacia el fescigmo de vectores importantes de fa industria pesada y de la alta Finanza. El tercer momento s¢ inaugura con el congreso fascista que tuvo luger en Roma durante la segunda semana de noviembre de 1921 y concluye el 28 de octubre de 1922 con Ia Marcha sobre Roma. La primera fecha sefiala el final de las principales el efascismo par faverpencias entre el fascismo: de Mussoll ‘| afasci qi ivernessins rg ae fe liamé entonces, 7 et fascisma de bot sar Gepredomlnio. arario, ol efssiome acto escuadriseas & Bautizarie sus priacpales dirigentes, EA Sema Ge Roma ot prs store del fs 1 Se ge converte en partido contalizado, = aie fos Tegionalismos, toma nota de sw erecimion\o ae Pudi os reac) factor central de su fuerza 5 1a vio Jencia de las escuadras. Desde entonces la evolucién dela cin econémico-social, con I ne ee eae io oo ete las dificultades de Ta. gran industria panargice y al notable crecimiento de la tasa de parade Lis Sere a yatilante recuperacion econconca global Sachsen en 1922— acelerar Ta ures 7 10¢ yaralelo que era ya el fascismo en esos, para el sal] poder Porte armas, Aproveckand la miopta meses coma coypreros mayoritarias con respecte = 18 Pro Blemiien de Jos parades, 2 tant fi vileaia en st 20 lente base fire por sus excuaes, ¥ as en el verane de 1972 mnultiplica Jas violencias, las ocupactones de citdades i relic a prueba la preparacién de sus milicias y #6 poniendo 2 Prue ys como nin cuerpo de efército, Finalments, 32 om Seje septiembre, con ocaston de la buclga general Jf priceios 2 voce lon sinaentos obreros, el fascia rompia las ultimas defensas obreras aumentando °@ y desmoralizacion existente en las filas proletarias. ec esta sumaria enumeracion de los momentos: del desarro! miento y dela funcionalidad clasista de la actividad’ BA it a oh econ meme a9 por ultimo, en el tercer momento, fas dos categories anterio: bales del gran capital sag gaan, gina BOS TERS ER Bae cere ane. cede MO EEE nou ato ee eae Sit ezmarg, con Wien Ge NGG eres ie fa msocecin dT expe? ABIES: A ace Lo que corresponde ahora es describir cémo concebia Gramsci el fenémeno fascista en cada uno de esos tres momentos para intentar dar al final un julcio conclusive de conjunto. 1. El fascismo como consecuencia de ta degeneracion enor. mals del estado capitalista. Para entender bien, y no desvittuar, la escasa atencién presta da por Antonio Gramasci al fendmeno fascista antes de novien- tbre de 1920 convione no perder de viste Lo dicho antes sobre el primer momento del desarrollo de ese movimiento, Pero es necesario afiadir ademds una consideraci6n sobre el contex- to general del pais. Como otras naciones de Europa, Italia vivig durante todo el aio 1919 una progresiva agudizacion de las luchas entre las clases sociales. BI porcentaje de los conflictos obreros, cuyo objetivo era el aumento de salaries, la resistencia ante la carestia de la vida y la reduccién de la jomada de trabajo, superé ampliamente todas las cifras de afios anteriores. A Ia ofensiva de los trabajadores de la indus. tria se fue afiadiendo la movilizacién de los jornaleros del campo orientads hacia ta oeupacién de les tierras. Con todo ello el mimero de militantes del partido socialista aurmenté no- tablemente durante todo el afio y siguié aumentando en el si- guiente; la cifra de sindicados en la Confederacién General del ‘Trabajo dio un salto de importancia pasando de Jos 320.000 sin dicados antes de la guerra mundial al millén de 1919 y a su- perar los dos millones a finales de 1920. Este aumento de la militancia obrera y 1a exasperacién de la lucha de clases tuvo también su repercusién politica interna en el partido socialista configurandose una orientacién hacia la jequierda que, entre otras cosas, influy6 notablemente en le adhesin formal del partido 2 la Tnternacional Comunista. De este modo el ala derecha del socialismo italiano, representada por el grupo parlamentario y los dirigentes sindicales, se vio acosada una y otra ver desde la base y por los cuadros mismos de las principales ciudades industrialés una parte de los cuales se sintié inmediatamente atraida por el ejemplo de los bolche- vigues Tasos. La propia orientacién teformista y burocrética dela dizeccion sindical contribuy6 de manera no despreciable, fen aguel momento de erisis, al auge que precisamente como ‘oposicién a la burocracia sindical fueron cobrando en Turin, desde mediacios de 1919, Jos consejos de fébrica. Las clecsiones de noviembre de ese afio confirmaran, por Té demas, la exten- sién de la esperanza en una transformacién radical de Ia soci dads el partido socialista obtuvo més de 1.800.000 votos y 136 mandatos de dipvtados en la Camara convirticndose ast en el més fuerte de los partidos italianos del momento, En ese contexto de constante crecimiento de las organizaciones obreras en [as cuales estaba muy presente cl ejemplo de la revolucién musa de 1917 se comprende que la primera reunién fascista del 23 de marzo de esc mismo afio pasara casi desaper- cibida, La atencion de los trabajadores estaba centrada enton- ces, por lo que hace a la situacién internacional, en el lema- miento para la fundacién de Ja ILI Internacional o en ¢l desa- rrollo de los acontecimientos revolucionarios en Alemania y, en el 4mbite interior, en la lucha de los obreros metalirgicos, Tos cuales consegufan precisamente en ese mes la implantacién de Iq jornada laboral de ocho horas. Por eso cuando el 15 de abril se produjo el asalto fascista a la redaccién milanese del ‘Avanti, organo del partido socialists, Ia posicién mayoritaria de fos agredidos fue afrontar con calma la provocacién, exigir de los tribunales el castigo de los culpables y abrir una sus- cripcién popular para reparar los dajios causados por la bar- barie, El argumento que entonces s¢ dio para explicar la acti jud de) partido fue éste: «No quemar el matiana precipltin dose en la respuesta puntual de provocaciones minoritarias» Gramsci, quien desde el mes de mayo formaba parte de la co misién ejecutiva de la seccién torinesa del PSI, compartié ese punto de vista y lo defendig en polémica con el meridionali Gaetano Salvemini, uno de los intelectuales que mas habian influido en su formacién durante los afios anteriores. En efecto, inmediatamente después del incendio por un grupo fascista de la sede del Avoneé! Salvemiai habla escrito en st pe- xiédico un articulo llamando la atencién sobre el peligro fas- cista para el futuro y considerando como una derrota el hecho de qué los socialistas se hubieran limitado a levantar acta del asalto sin lanzarse a un répido contrataque. Gramsel Te con- test6 en L'Ordine Nuovo con una diatriba en la que, recogien- do sustancialmente la argumentacién del partido socialista, domina el tono del discfpulo que aprovecha Ja oportunidad para romper abiertamente con Ia admiracién de antafio por el maestro: y a un desarrollo de las «energie na- Hionali» en su conjunto, De ahi que todo Estado sea <ético» ¢ educador, puesto que etende a crearé ¢ @ mantenerse un certo tipo di civilta ¢ di cittadino (e quindi di convivenza © Gi rapporti individuali), tende a far sparire certi costumi ¢ attitudini © a diffonderae alirie* entre las masas populares, a tenor de las necesidades de desarrollo de las fuerzas produc tivas —por tanto, de los intereses de las clases dominantes— y de las necesidades del organismo politico.® En suma, la revs?) Jucién burguesa por lo gue respecta al derecho y al Estado consiste en. su voluntad de conformacién del hombre-masa, en su «conformisinon Resulta inteligible, asi, la ampliacién, inaudita de la categoria de los intelectuales en el mundo mo- demo —en el «sistema sociale democratice-burocratico-—, la ‘cual a menudo se justifica por las necesidades politicas del 304 pp 25) y 30-3 La elena de as potas a Js Quorn! dongs ace Boe eels Audltlo, Saattsme ed 'egemonn in Gramsci ® Hough Be bohsto, Bart 9, pp. 6. BG. te SOB iy a as SL 8, Bo grupo dominante y no por las exigencias del aparato de pro- duccién, . _ Esta concepeién dal Estado educador se refiere al mundo bur-* gués en general y, en particular, al Estado burgués que Gram sci tiene ante sus ojos, el cual se presenta, en la nueva relacién politica-economfa que se afirmaba on esos afios, como «uno strumento di ‘razionalizzazione’, di accelerazione e di tayloriz{ zaione», el cual wopera secondo un piano, preme, inci, solle-, cita, e ‘punisce’s" Sin embargo, parece claro que dicha con-, cepcién comprende también a la URSS, y que le experien-’ cia sovigtica constituye una referencia de primer orden para Gramsci La correspondencia entre los términos antitéticos fuerza y com- 5 senso 9 Ja aciion de lx superesructira on dos pianos da luzar a la soci tica y la sociedad civil. La sociedad polt- | tic esté definida por la coeteldn, por el domino diresto tun. | que_exprese también un cofisenso. Li focleda F Faaletio, ARE BO-ERENYE- A Copal. Tas Fela “eV ialujo ético-cultural, y en la hegemonja. La sociedad civil se configura como el «conte? | nido ético del Estado», Gramsci —segin manifiesta explicita- mente— otorga a dicho concepto la misma significacién que Hegel tedrico de Ja especificidad del Estado moderno por su concepcién de los intelectuales y de la sociedad civil. El} Estado gora de] consenso de Jos gobernados, pero también}. ceduca» este consenso mediante asociaciones politicas y sindi-| cales, que son organismos privados, en manos de Ia iniciativa} privada de la clase dirigente. En la sociedad civil, hase del Fstado, prevalecen algumos o Hamoe-Uglésia, sindicatss, escuela ete) que constituyen el aparato hegemdnico de la clase dominante, en euanto que so ‘oFganismos «comisionados» por ella. Ua papel especial desen? peta el partido politico, también organismo privado, ya que, permaréciendo @Ta sodiedad civil, cregna e governa» al pro: pio tiempo. Es pues un exponente de la presencia de la socie. dad civil en la Sociedad politica, dol movimiento que impulsa la sociedad civil @ actuar en forma juridica, Se manifiesta exf este entrelazamiento cémo el principio activo del poder estata radica en el seno de la sociedad cli ‘ : & Ball no idicao recemement cimo of Bstado “io dp Hog, sepe- ‘Sao dein sbedat gs coosiosends cn ia supueeclosdeSnte ae fe ‘Bon 2) "barana ent, pcr aia op oeen lr) Fee ew HERS aka SR te SS a Biel abe pSoptdad 9 Oe ts Se dela nnn Vente Dasbene Cott, Societa civile ¢ Stato politico in Hegel, De Donato, Bari, 194, pp. 83-22. a a7 No todos los grupos son asimilables por el grupo que expresa] | su fuerza en el Estado, cuya faceta coercitiva es perfectamentef | visible para aquellos. Entonces, la sociedad cixil, emplazamien} | to de les grupos subalternos y ambit de actuacién.del Esta | do, deviene el teatro de un enfrenitamilento. Dichos grupos Sor “BBjeto de la accién que el yrupo hegeménico —parte de la sotiedad civil— ejerce como Estado en la entera sociedad civil ‘Asi pues, la existencia de] Estado expresa que la particularidad del grupo hegeménico subsiste. Una plena hegemonta haria in- necesario el Estado. No hay hegemonia sin que la voluntad ‘educativa y asimiladora de la clase dirlgente asuma la forma de poder estatal. De modo que la fuerza tiene un papel cierto fen toda construccidn ético-politica —coea que In histogratia de Croce, ligada al consenso, ha querido ignorar—. Sociedad politica y sociedad civil aparecen, pues, entretejidas y par- Gialmente identificadas. Sus relaciones configuran la realidad como un equilibrio de fuerza y consenso, de publico y privado. El Estado integral es sintesis de los dos momentos, y no sélo sociedad politica, o dictadura, 0 aparato coercitivo. En este sentido, puede afirmarse que el Estado es esocieta politica + societa civile, cio’ egemonia corazzata di coerciziones* La dis- tincién entre Fstado y sociedad civil es meramente metodol6- fica, De abi la critica radical de todo eeconomismo», del sin- dicalismo teérico y, singularmente, de Ia teoria politica 1 ral, que considerando la actividad cconémica como propia de [a sociedad civil, olvida que también «il liberismo & una ‘rego lamentazone’ di carattere statale, introdatto e mantenuto per via legislativa € cocrcitivan.® En otro orden de cosas, Ia concepcién del Estado integral per- mite reformular la perspectiva marxista de la extincion del Estado, A través de diversas fases que Gramsci bosqueja, «I'ele: mento Stato-coercizione si pud Immaginare esaurentes! mano a. mano che si affermano elementi sempre pit! cospicui di so- ciera regolata (o Stato etico o societa civile)».* En este proceso hhistérico resulta decisive la creacién de intelectuales orsé nicos del proletatiado, la cual est ligada a Ia superacién de la division social del trabajo propia del capitalismo y a la tendencia a cegar Ia divisidn entre gobernantes y gobernados, asi como a la progresiva elaboracién de una cultura no subal- terna® No sélo to politico se distingue de lo estatal sino que en ciertas fases historicas lo limita, provoca su crisis orgénica. Las clases BR oor Gf, ,Giseppe, Vacca oa story erpieiasans es fo eucang pail deett SEISIRLSAELOGE eT a anti a 48 subalternas logran su autonomia y consiguen aliados, de modo que se origina una separacidn entre sociedad civil y sociedad politica, esto es, «si & posto un nuove problema di egemonia, cio’ la base storica dello Stato si & spostata. Si ha una forma estrema di societa politica» * y las dictaduras contemporéneas que entonces surgen —Gramsci tiene ante sus ojos el fascis- mo— destruyen las aformas de autonomia» (partidos, sindica tos, asociaciones culturales) y «si sforzano di incorporarle neli’attivitd statale». «Statolatrias y caccentramento legale. ‘totalitario's.® En su papel medianero entre estructura eo: némico-social y Estado, la sociedad civil participa de una dind- mica que la enlaza con la estructura y es ambito, al propio tiempo. de la accién hegeménica y estatal, Se configura pues como un auténtico campo de fuerzas. De abi que, a partir de la crisis de hexemonia y la nueva relacién politica-cconomia que observaba Gramsci, el Estado se adentre y arraigue, desde entonces, cada ver mas profundamente en la sociedad civil y se afirme una forma de Estado mds eintervencionista» en re fuerzo de las posiciones hegeménicas del grupo dominante. Lo politico hunde sus raices en lo econémico, y el Estado, me- diante su actuacién ético-politica, expande él rea lo politico, Guerra de posiciones La concepcién del Estado es inseparable de la concepcién de la revolucidn. Asi, el concepto de heyemonia constituye el nie cleo teérico y politico de una nueva propuesta estratégica: la guerra de posiciones. La astruttura massiccia delle democrszie moderne, sia come organizzazioni statali che come complesso di associazioni nella vita civile costitulscono per Varte politi ca come le ‘trincee’ ¢ Ia fortificazioni permanente del fronte nella guerra di posizione: essi rendono solo ‘parziale’ Yele- mento del movimento che prima era ‘tutta’ Ia guerra ec.” Por ello, tras el Octubre sovietico, tltimo episodio de la guerra de movimientos, es preciso pasar, en tanto no sea posible el atague frontal, a la guerra de posiciones, en Occidente y en| Oriente. EI papel medular del partido politico del proterariado —en su doble dimension de alternativa westatal> y de agente unificador cultural de Ia masa a través de la disgregacién del | blogue intelectual tradicional— deriva también de la inaudita relevancia de los mecanismos de dominio burgués en la socie dad civil. Asimismo, Gramsci parece llegar a la conclusién de que un pro- & Qu p SO: B ae 5, 8: 5 1st. Geamaci observa que la exisencia de las grandes organiza io pasado, ca fs premisa hubtbricn del coacepto de hewermonia, 4” ceso de revolucion pasiva impone una estrategia de guerra de posieiones. En’ todo caso, asf sucede en las revolucienes pasivas generadas tras la primera guerra mundial. De este modo el fascismo es el adversario en una guerra de posiciones y la ideologia moderada de Croce —incitadora de una dialéc- tica innovacién-conservaciOn— una modalidad de ideologfa re- formista, y en cuanto tal obstaculizadora de Ia necesaria ees- isin» del proletariado y sus aliados en ef curso de la revo- ucién pasiva, La ciencia politica de Gramsci, su conceptualizacién de la ex: periencia politica, esta alentada por la necesidad de reforrmu- lar la eactualidad de la revolucion» (Lenin) en los paises de capitalismo tardio, y por la exigencia de una época de guerra de posiciones —que todavia es la nuestra— necesitada de la elevacién de la teorfa al rango de guia de Ja lucha revolucio- 50 De la vigencia de Gramsci: esbozo para la contraversia Awtont DoMENEH Dedico estas paginas a la memoria de mi padre, bondadoso y paciente interlocuror mio (y al qué por serlo le hubiera gustado leerlas), cuya temprana muerte, serena y valiente, se. produjo en el entretiempo de su redaccién. El cuadragésimo aniversario de Ia muerte de Gramsci se con: memora probablemente en el momento culminante de la ccle- bracién de su obra y de su vida on diversos amblentes obre- ros y revolucionarios. A su espléndida divulgacién y a su ex tendido conocimiento en Italia, y a su posterior difusidn en Francia y en Espaia, hay que afadir la creciente infiuencia que ejerce ya su reflexidn ea la cultura sociatisia anglosajona, asi como el brote de un esponténeo, casi repentino, interés por el marsismo a Antonio Gramsci en la Repablica Federal ‘Alemana, Puede, puss, registrarse sin mayor incomodo el he- cho de que Gramsci constituye hoy un punto de referencia obligado para la contraversia en torno de las cuestiones que, por rotularlas de un modo operativo, suclen incluirse en la problemética de la Revolucién en Occidente. Por eso la oon emoracién en estos momentos del aniversario del fin de su atormentada y admicable vida, hecha como es el caso de la presente desde el punto de vista de Ia discusion de la actua- Tidad, de la vigencia, de su reflexién, no puede sino situarlo + ei presente trabajo aprovecha parcialmente los materiales de las charlas sourg Anime tepan talendas nb de ft eh 6 eaacragtsina annarse HOG 'a'tauares de Antcovo Groimser en le Bscleia Je Sociologia te Je Dip ‘Rasta fe Barcelona 7 ea ls Fncultad’ de Historia do le Universidad de Parcs. ga Etior‘materstes parcnimente repraducidos agul so han relaborado obe la Base de las eeleas y eugerenctas recbidag de varios sigay so, {snes ¥ Coparticipantes. Sobre, todo, de. Francisca Feradides Bucy, Manuel Stirbida, Poaguice wa, fords Guia, Enrique Feree Nady Vietor Bow ¥ esep Mt! Domingo st respecto de la disputa sobre la actualidad de la misma Revolu- cién en Occidente y respecto de Ia vigencia de la nocién mar- xiana de la Revolucién. O cuando menos intentarlo. La constatacién de Ia especificidad de los procesos revolucto- narios en Occidente no hay que cargarla sin mas en el exclu sivo haber de Gramsci. Frente a la degeneracién reformista del marxismo occidental de la II Internacional, y frente a la tendencia de un sector mayoritario de le III's entender la Revolucién en Occidente como un tuplo de la Revolucién rasa, se alzaron en el seno mismo de la Internacional Comunista voces tan diversas como las de Paul Levi, Karl Radeck y Eugen ‘Varga, o Anton Pannekoek y Amadeo Bordiga, por mencionar nombres notorios y relevantes de la derecha y de la izqulerda comunista de principios de los atios veinte.' Pero ya la aparien- cia de que se polemizara en torno de los problemas que ofte- cfa la interpretacién de) proceso revolucionario en el Occi- dente desarrollado como si de una controversia marxista temé- ticamente nueva se tratara tiene algo de paraddjico: pues las ‘cipales contribuciones de Marx y Engels 2 la fundamenta- de la posibilidad emancipatoria estaban circunscritas pre- cisamente a esa zona geogréfica, en la que el despezue indus- trial habia originado una clase obrera moderna. Es claro que esta paradoja remite a un fendmeno de mayor alcance: el estallide de la primera Revolucién socialista en un pais de capitalisme «poco desarrollado». Mas lo que tiene agut que m recer nuestra atencidn es otra cosa, a saber: que Gramsci, y | Jos marxistas comunistas con sensibilidad revolucionaria «occi- \ dental» polemizan duraderamente sobre todo —ya lo procla- men abiertamente, ya se desprenda, en cambio, del sentido historico de su dispitta— con Ia herencia «ortodexa» del mar. xismo occidental reformisticamente degenerado de la social: { democracia —con el telén de fondo, naturalmente, de la Revo. | lucién rusa—. Y sélo secundariamente con el marxismo dé} cufo eslavo cuyo sucedéneo en Occidente, como tendremos| | focasién de ver, vino a representar el papel-de ala fzquierda del kautskysmo en algunos aspectos. En todo caso, por lo menos, es conviceign de] autor de estas lineas que resulta més pro- ductivo enfocar de exe modo el problema, vérselas con é de esta manera y tomar luego si acaso en consideracién la otra perspectiva, Sélo conteraplada asi la cosa, la originalidad y la fecundidad de la reflexion gramsciana resaltan y adquieren autentico relleve respecto de aportaciones antecedentes y coc- tineas —y posteriores— de ella, Senha am meni ae cn ah re Sri Snel eitin's ration EES ome RRR SERS «Bl comunismo es un movimento real...» En la tradicién marxista clisica las contribuciones intelectus- les propias se han entendido siempre como fundamentacisn de la plausibilidad de la emancipacién social. El marxismo asi practicado es ante todo basamentacién cientifica de la tarea emancipatoria, «socialisma cientificos como lo califies Engels, © «teorfa de la Revolucién» como quiso Lukacs. De modo que le resultan atinentes dos tipos de problemas: los derivados de Ia naturaleza misma del mal social, de su legaliformidad,}) ¥ los que tienen que ver con Ia constitucién del sujeto refi Yolucionario, del agente emancipatorio en primera instancia |} ‘Ambos aspectos de la «teorla de la Keyolucion» estan estre’ chamente imbricados en la idea que de ellos se ha hecho el marxismo porque el mal social engendra a su propio cirujano: Gue no es otro que el enfermo més grave. E! joven Marx ex] presé esta concepeidn calificando al agente emancipador def Ia humanidad, esto es, a la clase obrera, como el sujeto mi desposefdo histérieamente de las caractcricticas esenciales del la especie humana. Sin embargo, Marx cambié y matiz6 v rias veces en su vida su posicién en lo que hace al modo d Constituirse el sujeto revolucionario a partir det mal social especificamente capitalista, En el Manifiesto Comunista, pow ejemplo, puede encontrarse expresada Is calibration optimis- jenteLa formacién social basada en el modo de pro- n capitalista agudiaa como ninguna otra formaciéa ante- Hr las contraposiciones de clases, reduciéndolas cada vez mas a dos antagonisias hostilmente enfrentados. Eso en primer Tugar“Bn segundo lugar, la implantaciéa del capitalismo truye Jos nexos aparentemente personales de las relaciones sociales precapitalistas y crea unas relaciones sociales nuevas, objetivadas, entre los hombres, relaciones en las que ha desa- parecido la ilusign —medieval, sobre todo— personalizante de! los vinculos sociales, dando a la explotacién del hombre por| el hombre una apariencia objetiva, independiente de los indi, viduos, Bse factor bastaba, pues, en el Manifiesto Comunista para inferir que la formacién de la consciencia de clase det proleteriado industrial moderno era cosa mucho mas sencilla, Fipida y continuada que la de cualquier otra clase explotada inserta en un marco social diferente? Las previsiones, no ob tante, del Marx de 1847 se vieron convulsionadas por in derr ta de la Revolucién de 1848. Esa experiencia indujo a Mai 4 Ta investigacién pormenorizada del mal social burgués, a la exploracion cientifica de las tendencias objetivas a fa longue del capitalismo y a atemperar su entusiasmo respecto de lay facilidad con que la consciencia proletaria de clase encarnabs | 2, No poco debieroy fete ey be eeluin, el Muniesto lao tis Gooclusfones 2 que habia legado antes Engels en La situacion de ta clase ‘trere en Inglaterra. en los trabajadores sometidos a la explotacién del capital He abi algunos de los resultados a los que lleg6: b as relaciones sociales de produccién que actéan en el capital ‘mo diluyen, clertamente, la dlusidn de que se trate de vinculos| personales 9 aparecer: ante sus agentes como relaciones objc- tivas independientes de su vofuntad y de su hacer. Mas atin: como relaciones entre cosas y no entre hombres. Por es0 ef | Pitaliimo engeadis UA nuevo tipo de Falsa consciencia —es; Gificamente social— respecto de las relaciones de producsién} pues éstas se constituyen como entes auténomos de los indivi} duos, con una legaliformidad propia, semejante a la que tis los procesos de la naturaleza y que como ésia se impone a Jos individuos «ciegamente>. En cambio, la falsa consciencia ilusoria precapitalista no era propiamente social, sino que afec taba primordialmente al entorno raturaf de los hombres —a las «condiciones materiales» de la producidn—, y sélo indi rectamente a las relaciones entre ellos, esto es, sdlo en la medida en que esas relaciones no eran sino vinculos y nexos atin insuficientemente desprendidos de la naturaleza* Cuanto mis desarrolado, por tanto, el tejido social cuyas fibras son Jas relaciones sociales capitalistas, tanto més naturalmente apa recerd la legaliformidad que orienta su constitucién y su Te produccién como algo sobrehistdrico —o sea, sobresocial-— y de eterna vigencia. La evalucién del capitalismo conlleva, pu tuna indiscutible tendencia al fortalecimiento de la idealogi como falsa consciencia social; como obstaculo, por ende, par la formacisn de la consciencia de clase. Tal es la contrapar® tida de la euférica estimacién engelsiana ya evocada a prop6- sito de las ventajas revolucionarias que ofrecia la concen- tracién obrera provocada por la industrializacién capitalista, Marx ha descubjerto, empero, en el movimiento evalutivo del capital un elemento que es de importancia cardinal: el proce so de acumulacidn conlleva unas interrupciones bruscas y pe "iodicas derivadas de la ley dl descenso tendencial dela tsa de ganancia que, aunque funcionales en principio al desarrollo capitalist producen cawide spuresca ee Sie de haeites Conse. Giencias sociales. En la medida en que la envergadura del pro- ceso acumulativo crece, mayores son también las costes socla- Jes de las crisis que le son inherentes. Y entre esos costes esti, el que sigue: la destruccién de la apariencia de naturalided;'s y eternidad, de sobrehistoricidad, de [as relaciones sociales, burguesas; tanto més intensa, cuanto mayor alcance y enti! | dad cobre la crisis econémico-social La constitucién, por lo\| RaGthbstonl Domboech Idec, sonciminnte » coreienct, de, sess”. side df" iatnodutir'a ia setimlante ytaliads rien qe lea i fobre 2 ideclogia ¥ i consciencs de Case realiraron en su ale Tost MM" Ro Bf iidlane enconett el tector mov a nates stfirmacidn stint eee tanto, del sujeto de la Revolucién —entendiendo por tal e] com junto de la clase obrera'— tiene ahora que ver con los trans- tornos ciclicos de ta vida del capital. El que Marx no diera, ‘hasta los borradores de El Capital con la clave explicativa de! Ja diferencia cualitativa de las relaciones sociales burguesas, respecto de los nexos precaplialistas se debe probablemente a Ia influencia de la dicotomia entre la esociedad natural» ang ‘igue y la moderna «sociedad civil burguesa establecida pod los politélogos ingleses dieciochescos y por la autropologiq filoséfica de la segunda Tlustracién alemana. La asimilacidn dé la economia politica y el descubrimiento del reino de las cons- tricciones materiales-sociales, aclara el cambio de actitud y la consiguiente matizacion de las expeciativas. De manera que] 4] descubrimiento de la limitacién histérica del capitalismo y, de la necesaria conflictividad de su evoludin a través de pei iodos crticos arzojaba a la vex el resultado de una mayor pre-} cisién en lo que concierne a la evaluactén del proceso de for-t macién de! agente emancipatorio, a su naturaleza y al modo! —puntual, discontinuo— de su génesis a partir de los meca-| nismos reguladores de la sociedad borguesa. Sin embargo, las hipétesis marxianas bésicas acerca del mun} do burgués no fueron cabalmente entendidas (no lo son auin,, en gran parte) por le mayoria de sus seguidores, sobre todo por los epigonos de 1a sortodoniay socialdemécrata alemana, Se impuso, en cambio, de otdinario la idea segin la cual log males que aquejaban al capitalismo estaban originados por I depauperizacién creciente de las masas trabajadoras y Ia coi siguiente desproporcionlidad surgida entre el creciente ap: rato productivo del capital y la menguante esfera del consurmd, que restringia los mercados, El capitalismo, segiin esta concep: | ida, tendrfa un problema crénico de realizacién de la ganam- cia que no podria sino agravarse‘ Aparte de otras considera- ciones, esta concepcién errénea de la naturaleza de las crisis resultaba incapaz de explicar las fases y los periodos culminan+ tes del capitalismo (estando paradéjicamente formulsda en uno! de ellos)": los tiempos de vacas flacas y las épocas de vacas) vide as ells sevoluclomarls impli ea More fn Henican oss Sotiris at a ee ‘Resi api Seb Ws Susans abl toga SESE es, une concen refi a iro por fs hechas s Safa mes ame Quen seas le ote hh es fate ale ede Berd nah ae ana) ePa is SCLIN Saas CaaS tga Blaine Bs See eae Sie evade Ae Re Manes, aaa es ee Petar ten ebb ante ase ei Expansion colpsiatSmpera EY eigettador de is supuestamente ereciente“ivealpabticad® de is gunancie. 1'Gie a excelonte eitica ae toda fg metria eaten subyactaco af razors: lind” Zusspmmcntrachgetett ues kaptaltachon ysteing 198), Faakot, 1861 (reprint), page's Puede eheontrarse nau tampice ‘ina devistsdors 55 gordas se solapaban en una solucién de continuidad tan gra- dualista como fatal: de paularina pero irreversible evolucién del capitalismo hacia su ruina final, Qué estrategia podia deri- varse de aqui? ¢Cémo debia responder el movimiento obrero ante las expectativas que ese andlisis le ofrecia? ¢Oué conse- cuencias tenia ese andlisis para la conducta del proletariado organizado? Vesimoslo sin perdemos en los detalles histéricos. No describiendo una primera o una tercera elaboracién estra ‘égica suelta; ni mucho menos la serie entera de las sucesivas disputas socialdemécratas sobre los fuindamentos de su accin. Consideremos sélo una de ellas: una elaboracién estratégica ejemplar porque deja aflorar todos sus presupuestos. En 1910 se desarrollé en las paginas de la Neue Zeit una po- Yemica entre Karl Kautsky y Rosa Luxemburg a raiz de ua articulo de aquél en el que se defendia una «estrategia del can- sancio» (Ermattungstrategie). Segin Kautsky la clase obrera debia conducirse de modo que contribuyera al desgaste del ad- versario: se trataba de una estrategia a largo plazo en la que no se descartaba el momento de la ruptura revolucionaria, pero se la postergaba hasta que hubiera condiciones para ello. ¥ esas condiciones no eran otras que el cansancio del enemigo de clase, la llegada de su postrer aliento y acaso su rendido desmayo. Como es natural, el background que hacia plausible esta estrategia era la estimacion de que el capitalismo padecta lunas insuficiencias crénicas que paulatina y gradualmente con- ducirfan a su derrumbe, Kautsky opuso esta actitud téctica a la «estrategia de aniquilamiento» (Niederwerfunstrategie) 0 de asalto frontal a los valladares enemigos! El comportamien- to politico estrictamente electoral y parlamentario, la organi- zacién y la lucha sindicales meramente reivindicatives y otras caracteristicas de menor relieve de la politica socialdemdcra- ta se desprendian de un modo nada artificial de aquella esti macién del capitalismo y encontraban un marco programatico- estratégico adecuado en Ia Ermactungstrategie kautskyana? Como se puede apreciar (y como se comprobé luego catastréti- rf de 1a pervivencle dg esas {deus ex ta Internaclopal Comuptsta Var. FeaBajtrn, NEM“ Ipp 8 Se jE que hace a. args el infgpents Eonomlgea communist “el Polonl’ de Stal” como le Uammarta Tuege despec: Beamon hrouiy puete Contuarse ua inteceante agtologia deus tag fpalirata por Elia Aitvace” Fugen Varga, Dic Krise des Rapiiallmius und tire"patdichen Felgen. ranktort Igoe telulta esclarseedor, core todo. et STE naga ie Bipetce ie Seggee oe Ea fermroloaty recibla aes Seles altar aechgannica signa, 20 it der Strateqe Prieriohs wid Napoleons, Berlin, fehl)” inspirado 8 tae fait shea de Gisanncwl~ doe opis se Texrsirie dh cpPeancoy, de fat Hopes pruslanasestrstega Garaceristen semum dt de lat facts aemadat delanctow Regine: In “estate. aaiguliniote’ rapide napolesiica, estes Semin uv convleclon de fe irrupctin ce [ar-mavas en in historia Lat opiniones ae Delbrick, aturalmeate, fusron ‘drksticamente eensursday” por critica Siuig Ue 1s inet Brahe (Sled set algo ls aus un aaa cui Brey ge Mohriag se sumdra indirectuente cso cencura). SH a que agulamence In Lanembare Je opoate uaa estatagla “de Tachs" 56 Sn Re ESS aR camente}, las principales implicaciones que esa estrategia, fan- dada en una falsa concepeién de la conflictividad del desarro- llo capitalista, tiene para el movimiento obrero son: en primer lugar, la desorientacion en que sume a éste respecto de las di vversas fases —criticas o pujantes— por las que de verdad pasa cl capitalismo, puesto que la vida del capital es presentada de} tun modo duraderamente agonizante; en Segundo lugar, la int tiligacién del movimiento obrero organizado en las situacione: auténticamente criticas del capital, puesto que en esas situa, ciones —ya sea con guerras interimperialistas, ya con el as censo de regimenes de excepcion, ya con ambas cosas a hi vez— resulta irremediablemente socavado el terreno en el qui se afirma la eestrategia del cansancio» (por lo menos en la ctisis del estilo de las que se conocen desde comienzos del siglo xx). Asi, cuando se produjo la convulsién capitalista que dio lugar a la primera Guerra Mundial, la socialdemocracia se encontraba organizativa y doctrinalmente desprevenida y fue sorprendida por el marasmo del mundo burgués: de otro moda no resultan explicables el chauvinismo con que contem plé el advenimiento del conflict bélico y las consiguientes votaciones de los créditos de guerra de los. parlamentarios socialdemécratas alemanes (por atender a las més llamativas muestras tempranas de su degeneracién). La guerra, la Revo- lucién socialista rusa y las insurrecciones proletarias en ca- dena en la Europa Central y Oriental refutaron sin paliatives Ja errdnea concepeién kautskyana del capitalismo y las expec- tativas politicas en ella basadas. La escisién comunista se pro- dujo en polémica con esa concepcién y motivada por la cri sis general en que se debatia el capitalismo europeo de la postguecra) El presidié los primeros tiempos de la Internacional Comunista En 1919 escribe Zinoviev: «E! movimiento evoluciona a una ve focidad tan vertiginosa que podemos sostener con certeza que en un afio empezaremos a desmentir que se haya combatido en Europa por cl comunismo: en un afo toda Europa sera comu- nista», Sdlo un par de aflos mas tarde, en el IIT Congreso de la Komintern, Trotsky llega, sin embargo, a la conelusién de que sno estamos tan cerca del objetivo final, de la conquista del po- der, de la revolucién mundial. En 1919 deciamos: es cuestion de meses; hoy decimos que incluso es cuestidn de afios». Entre 10, Crisis que se malentendi6 deste el principio como irreversible @ irsaou parable 3 que, soydn se data (pe! Lube, por eieaplo): bninte na Coe aia de’ “Secian parcabCFewseknioek ae Beucseeee2, Mapas 1918 y 1921 se consuma, en efecto, Ia derrota de Ia Revolucién en Buropa y comienza un largo perfodo de repliegue del movi- fniento ebsero: [a tActica de frente nico constituye el primer momento de este repliegue. Se trata, no obstante, de un replie- Fue realizado durante baslantes afios en cl marco de uo capita: fismo eronicamente estancado, 0 —como se le calificé en me- dios comunistas a partir de 192325— s6lo relarivamente estabi- Tizado que acabé por desembocar en el fenomenal crash mu dial de [a economia capitalista en 1929, La reflexién gramsciani | postordinovista —que es le gue nos interesa considerar agui— be bdsicamente una reflexién sobre la derrota de la Revalucion tnt Oecidente y una reconsideracion de las hipatesis | Gcerca de las crisis sociales revolucionarias, Es una manifes~ ftacion de perplejidad ante el hecho de que una crisis como Ja de 1929 —antecedida de un largo periodo depresivo— no abriera una sbrecha decisiva» en el cerco enemigo ¢ impusiera, j por el contratio, una estrategia defensiva al movimiento obre- fo occidental. Es el recooncimiento veraz de esa situacién, renuncia a la busqueda ce una salida revolucionaria a la mis- ma ni a la afirmacién de los principios de una politica comu- nista, en unas circunstancias en las que la eactualidad de la Revolucién» habia desaparecido ya del horizonte. Eso distin- gue radicalmente la aportacién de Gramsci respecto del espec- fro socialista de su tiempo! ala revoluctén es como ta guerra... La distingue en primer lugar del kautskysmo: la soeialdemo=| cracia es Integrada culturalmente por el marco burgués en Tos] Giclos altos del capital (ella misma es, en realidad, un expo-| Slate de éstos) y se desrompone en sus fases depresivas. (Relj Cordemos ahora cuanto contribuye a ello su falsa concepcién Ge la naturaleza de los Iimites del capitalismo.) La diferencia {ambien de la cultura politica estalinista: ésta, a pesar de la relativa intuieién téctica que la caracteriza, de su sorprendente capacidad de adaptaciéu a las circunstancias, lo corrompe toda} con la falsaria estimacién a que constantemente somete su! propio hacer politica: no ha dado nunca un paso atrés:| Jamas dice retroceder 0 articular una estrategia defensiva para ponerse a cubierto de los embates del capital (ey qué otra cosa Eran, pongamos por caso, los frentes populares?): va de evic torla en victorias poniendo —eso si— constantemente plazos | a la Revolucién, introduciendo «ctapas» y «fases» a la conquis-| ta proletaria del poder y a la realizacién del comunismo: ésta | practica, en suma, un inveterado optimismo de la inteligencia|’ Cuyo sablo «realisino» tacticista se encarga muy bien de refutar’ aunque no lo confiese nunca. Asf, el estalinismo ha acabadg, representando de alguna manera en Occidente el papel de ala\ i2quierda del kautskysmo. Al igual que éste desasiste al movi 1 mignto obrero en lo que hace a la consciencia de su sittacién|| reapecto de los clelos del capital y de Ias involuciones de [ vida civil y politica burguesa” aunque, en cambio, gracias} 2's ferres'dlsciplina organizariva que lo reviste, resista lo temporales del capitalismo (a diferencia esta vez de la tradi cién socialdemécrata), En cierto modo, empero, el falsario subl jetiviomo estalinista no.es sing Ja prolongacidn del positivisiv jmecabicista Kautskyano. El lema que define centraimente la metodica de [a actitud de Gramsci es, sin embargo, bien dife- rente: apreciacién clara y explicita de la situacién objetiva] y por lo tanto consciencia licida respecto del propio hacer! y_ Fevolucion: tsrismo no obliterador de esta cons! ‘ciéncla: «pesimismo de la inteligencia, optimismo de la volun. mismo. Vale ln pena detenerse ahora en elas i lo que se pr fende es elaridad acerca del optimismo voluntarista con el Gramsci lo acompaiia. : tada. Ya hemos apuniado antes a las motivaciones de ese = EI que Gramsci fuera capaz —sobre todo a partir de 1929— de recomponer el cuadro de ls derrota de la Revolucién en Occi- dente definiendo a la vez las condiciones que éste imponia a vuna politica comunista tfene sin duda que ver con la génesis, con el proceso de formacién de su marxismo, De un modo su} mario, podemos comenzar registrando el hecha de que su cultu. ra socialista esté filoséficamente mediada por el idealismo cro eeano. (Su temprana reflexi6n sobre el papel de los intclec- tuales es una expresién entre muchas otras— de esa influen- cis; como lo es también su decidida oposicion al marxismo positivista socialdemderata.) Este es, de todos modos, un pun- to ya muy prolijamente abordado. Menos lo es la circunstan- cia —que podemos, pues, registrar en segundo lugar— = constituye espeeificamente al movimiento obrexo italiano res pecio de la tradicion alemana, hingara o rusa. Cireunstancia’ 4 la que se adapta el consejismo del Gramsci ordinovista —pre- sidido aun por la eactualidad de Ja Revolucién»— y que con- tribuye también a ponerlo en una situacién particularmente adecuada para entender y elaborar politicamente luego el re- pliegue: en Italia se desarrollé un ‘movimiento para el cof] trol de la producién mucho antes de que se dieran las condi | ciones para el asalto al poder burgués. (A diferencia de Rosial do que significaron [os Gobiernos de Kerensky 0 Karoly em pez6 a tomar aliento un movimiento semejante. ¥ a diferencia de la Ratebewegung alemana, la cual —aunque mas compleja y articuladamente formada que los soviets rusos— encontré HL Coracteristieg compartida com ol pensamiento trotskysta tradicional Bisada, sobre todo, en el Programa dd ransuion™= Gayo miope eatstretin SepoaieS Mod aerate por fe Meiplt:h de a len, Sosy eae ae fe escaluiomo~ lo ha eonvérido ex uh ndufragy police‘ 1a, desesperada ‘Sy Bo Bor ere satnoy etrablirta™ buegueda de gna isa la Que scar i su primer y més relevante impulso en Ia crisis de disolucién que afectaba al Reich guillermino al perfilarse la catéstrofe militar.) El modelo organizativo del que se dot6 la clase obre- re italiana —la Camera del lavoro—, si bien revelaba un grado menor de estructuracién interna de ta clase obrera y resuitaba incapaz de constituirse plenamente sobre la base de las fede- raciones de oficios —segin el modelo alemén avalado por los reformistas—, expresaba una mayor disponibilidad polt fica, una capacidad interna mayor para resistir a las desviar ciones tradeunionistas caracteristicas de los movimientos obre: ros de otros paises europeos «mis desarrollados». Ese mode Jo era sélo un indice de la particularidad histérica del movi. miento obrero italiano, saber: su estrecha dependencia del proceso histérico que concluyé con la formacién del Estado lnitario y que hacia inmediatamente evidente el nexo entre la lucha econémica y la lucha politica. Sin duda, el jovei) Gramsci, interesado ya centralmente por Jos problemas del Estado desde su contacto con la filosoffa politica de caracteri zados intelectuales meridionales —Salvemini, seftaladamente—, encontré en ello un motivo de meditacién que rebasaba la festricta inguietud intelectual: 1a cualificacion de la fabrica como «organisme politico» viene a dotar a dsta de una capaci dad epara unificar en profundidad a la clase obrera, indepei dientemente de las diversificaciones introducidas por los oft cios y las cualificaciones, para convertirse en la base de una) nueva forma de organizacién horizontal en le que las masas| obreras encuentran la posibilidad de expresar, no sélo episé-| dica y discontinuamente, su presencia decisiva en la socie} dad» Gramsci, buen lector de las Leceiones de filosofia de Ia historia de Tegel, no ha pasado nunca por alto el proble- ma del Estado: con Hegel ha entendido desde joven la histo- ria como un proceso incontenible de liberacién humana desa- rrollada a través de sucesivas modificaciones del Estado. Eso le Ilevo, precisamente en los momentos de mayor actualidad de la Revolucién, a tener constantemente presente el problema| de la transicién, de Ta dictadura proletaria, tentando formas ori ginales de realizacién de [a misma en Italia y concibiendo ante} todo el movimiento de los soviets rusos como proceso de fun-|} dacién de un nuevo Estado. La influencia filoséfica det vita Tismo organicista, por otro lado, contribuyé 0 poco a apar- tara Grama del consejismo eapontanlste tan wsitado pot los intelectuales.comunisias del momento, Ja bisqueda, ci efecto, de un orden orgénico capaz de remontar la cadtica cri- Sis por Ia que atravesaba el eapitalismo™" estaba estrechament 12, Leonardo Page, Antonio Gramsci ¢ 1 modemo principe 1, Walle ert Gel Section tcaanay Roma, TD. po 205. Para iy foumaeidn bistdetc cel imines Mish Beene Ba tote di cae tite ot ROM oge eee iy © Neg a “noe tae etic te peat inkutide a aagebiege Clase onde Su Eto esl tte deh catie vpericey Milan 9 Bee ainusl Sacred Scam ef tempo, 1g Revolusin en Gseidenie’s que ve pusliaxs ea tn provitno mimers de Meterer yfundar-aguel, esto es, al Pertidd Comuplata que, en Tas viel | sifudes de su nacimiento en Italia, describe como «fuerza que emerge del eaos>." Unos meses antes, a proposito de i dere. ta hingara, abre unos inguletantes interrogantes: =¢Significa sin mas Ia descomposicin de la burguesia potenciarsiento del proletariado? ¢Qué signos indican en el proletariado la real voluntad de fundar un Estado obrero? ¢Qué tactica debe Seguir el Partido Comunista en relaciin a stros partidos feos de a case obrern?»" Lasgo de as ocupactones dr ab | cas, desarrolladas en la Italia industrial a lo largo de 1920, y cuyo relativo fracaso induce a Gramsci a un notable pesimis| Imo, éste refuerzn crecientemente sus conviceiones acerca dell! papel central que ha de deseinpefiar el Partido Comunista: «cl Partido Comunista cxiste y se desarrolla en cuanto es la organizacion disctplinada de la voluntad de fundar un Estado, de la voluntad de dar una estructuracién proletaria a la orde- nacién de las fuerzas fisicas existentes y de poner las bases de Ja libertad populars.” _ La exaltacién de la funcién del Partido Comunista es paralela ‘* ~y resultanie— de la nueva estimacion de la situacion der | vada del intento fallido de control de la produccién por parte | del movimiento obrero italiano, de las derrotas de Baviera y | ‘Hungria y, en general, de los primeros sintomas de agotamien- to de la perspectiva revolucionaria en Europa; es el primer } indicio ~y acaso uno de los mas relevantes— de abandono de Ja prospectiva ordinovista y del comienzo de la reflexion sobre | Ja derrota de In Revolucion en Occidente: «... un movimientdy | revolucionario no puede fundarse més que en la vanguardial ! | proletaria y tiene que ser conducido sin consultas previas sin aparato de asambleas representativas. La revolucién como la guerra; debe preparerse minuciosamiente por un es. tado mayor del ejército, [...] A la vanguardia proletaria com pete mantener vivo en las masas el espiritu revolucionario, crear las condiciones que predisponen a las masas pera lal| accién, crear las condiciones en las que las masas responden} ea consignas revolucionarias».” Es verdac —como queda dicho— que ya Ja. consepain congejista gran Sclana contenia los gézmenés qué posibilitaron el buen enten- dimiento del repliegue: su comentario critica del Massenstreik Texembut iista, su desconfianza de la «eficacia pedagégica» espontanea que la Luxemburg suponfa en el desarrollo tapi lista mismo —en sus periodos criticos— bastaria ya para de. 44, Gramsci, Scrtt 19151921 (edicién a cargo de S. Coproglio), Torin, 1, 4 Io Gl eer inva ree abe ue as Saran iy rye wren, Orbe So? SP cael Tora nape ede pte iets lo RR al Wolfe i, Te Gramsci, LOrdine Nuovo, of. its pA mostrarlo convincentemente." Pero en los afios siguientes An- tonlo Gramsci encontré. motivos sobrados para abonar sus hipdtesis y reclaborar afirmativamente su disputa con la re- Nolusionatia polaca. La experiencia del fascismo le situa, efee- Hvamente, de un modo terminante y sin paliativos ante el si fpuiente dilema: la crisis y decadencia econdmica del capite fain 9 el periodo histérico de decadencia segiin la no muy feliz pero infuyente formalacién de Eugen Varga—, 0 36107 no engendraba por si sola a su propio enterrador, sino que’ desencadenaba fuerzas sociales reacclonarias agresivas, prec dio de Ta conrafesig del capil stoigndos ov. a Te Gramsci registra le navedad de ese fendoseno (uo previsto poF ta idea gue Mars se formd dens crisis sonales-texoluclona- rigs nl, much¢ :, POF la tri Igarizacion.que-deella hizo la socigldericeracia) ¢ individualiza, como es bien cone) ido, sir subsianeia en Ta potencia y vitalidad de la sobrestruc-| tura de la sociedad civil burguesa desarroflada. Por es0 su) deseripcién de Ia cosa adopta la formula litereria de la oposi- Gién Oriente/Ocidente 0 pafses avanzados/paises atrasados. Como, por lo demas, la mayorfa de contribuciones a la litera- tura de este género. Asi, el exquisito analista holandés Anton Pannekock —representante de la extrema izquierda comunis- ta escribe a propésito de Ia derrota alemana: «La experien Gia alemana sitia exactamente ante et eran problema de la revolucién en la Europa occidental. En estos palses el antigua sistema burgués de produccidn, y Ta cultura burguesa desarro Tada que de él se deriva, han marcado totalmente con su ir pronta el pensamiento y el sentimiento de Jas masas popula. res, Por eso el caracter espiritual, interior, de las masas popu: lares es aqui completamente distinto del que se da en los paf- ses orientales, los cuales no conocen ese dominio de la cultura Burguesa. De ahi, sobre todo, deriva la diferencia entre el curso a jem Donegan seal Onde Sas os 2812 Be Se GOS E ehict et hag srs fea ia ear ce aera eat | Pe alse i Gon eat a RV RSIR SS Sais Rania a etc bal Se Batata abies teen pte lag Bea a Sa SAAR RE BP Pac Pee eer seein cue ier ots bata Dace o on, Fe als Sn Gout lie ct hc es Sn et es Seidl Bae mat Manica amet trates | 2g SSG ea et a 28 ie th res eee aa hh ae ST de Ia rovolucién en Oriente y en Occidentos® Pero a diveren cia de Pannekoek —y de ottes revolucionarios con sensibili ad para estos problemas— e] andlisis de esa civeunstancia en Gramsci s6lo un momento de una elaborucién de mayor Aleance motivada por el interrogante siguiente: zeémo situa se ante la derrata, cémo combatir el y en el terreno gue la Ki procucido? Nada puede entenderse de los Cuadernos de earce Sin tomar en cuenta este interrogente, sin lerlos como aproxi~) maciones —dispersas, fragmentarias, contradictorias inclaso— |? fla respuesta que reclama. Cizamonos de momento —puesta quc ya hemos hecho una cala en ella— a su disputa con Rosa Tuxemipurg, a la remodelacton que de so antigua diserepancia hace Gramsel en los Quaderni Hecla 1932 Gramset polemiza de nuevo con Ia presuncion 2 que las crisis capitalistas espoleen sin més el animo revolu- cionario de las masas -—jcon el wasfondo esta vez de la terri, ble depresién econémica mundial de 1929, det fascismo musso liniano en Itaila y de la ya muy perceptible amenaza del ascen so de Hitler al poder en Alemania!). Resume la posici6n de la Luxemburg def modo siguiente: «El elemento econém g mediato (crisis, etcétera) se considera como la artilleria de, cerco que abre en la guerra una brecha en la defensa enemiga, rotura suficiente para que las tropas propias irrumpan dentrd y obtengan un éxito definitivo (estratégico) 0, por lo menos, tun éxito importante segin la orientacién de la linea estra gican. Para Gramsci, en cambio: «... la ‘sociedad civil’ se hi Convertido en una estructura muy compleja y resistente a los, ‘asaltos’ catastrdficos del elemento econdmico inmediato (cri- sis, depresiones, eac,): las sobrestructuras de la sociedad civil | son como el sistema de trincheras de Ia guerra moderna. Asi ) como en ésta ocurrfa que tn encarnizado ataque artillero paretia haber destruido todo el sistema defensivo del adver- sario, cuando en realidad no habfa desiruido mas que la super ficie externa, de modo que en el momento del asalto los asal tantes se encontraban con una linea defensiva todavia ast también ocurre en la politica durante las grandes crisis Sconomicas; ni lag tropas asaltantes pueder® por efecto mero li venel de la crisis, onganlzae ANTEMERUS oA of ‘espacio ni—-avin menos) adquicren por la cfisis espiritu agte- sivo, v en_el otro do Ack Sait eg ce se-desmosslizan ni} eoahnan isto as, aunque se encuenizen entre ruings, ni | plerden Ja confianza sn_su_propia fuerza y en su propio porve-{ } if Fs verdad que las cosas no quedan como estaban antes de!” crisis econémica, pero no se tiene ya ¢] elemento de rapidez, de aceleracién de tiempo, de marcha progresiva definitiva. como lo esperarian los estrategas del cadornismo politico»! El marco occidental de la lucha de clases ha vuelto caduca la B.A. Fannekoes Qreaniagsiqne rvotucionaria ¢ consgl! operat Miléo, 170 ‘ik: Citede pat Leonard Pong ops, D- Bi Rntotopla, Sp. clic pp. 49 VB ai guerra de movimientos» como estrategia central basica edu {endo su funcién a momento téctico de una estrategia basads fe la wguerra de posicioness, del snismo modo que la primera Guerra Mundial habla convertido el asedio en un auxiliar to tico de ia maniobra, Por guerra de posiciones. se entiende 12), batalla_en Ia sobre de Tg jottedad chil por Ta eeu |) pacién de sus trincheras defensivaS, intentamaS ganar en este || Tocreno una parte sustancial de la hegemonia proletaria (entene || Gida como captacién del consenso) cuyo corolario es la com) | uista del poder politico y Ia Fundacion de un Estado de nuevo) | tipo (entendiéndola aqui ya como organizacién del consengo} acorazado de coercién), La estrategia basada en Is guerra 49) Pouisiones, formulada en la elreunstancia de una honda erisif| econémica capitalista, tiene por objetivo completar sobrestrug | turalmente esa ctisis y convertirla en una scrisis orgénica| testo es, basica y sobrestructural a la vez, aniguilando el disp>-| Sitivo defensive —y potencialmente contraofensivo— esencial | Gel mundo burgues de su época, No serd inaitil detenersé hora en las similitudes formales y en las diferencias de fondo entre esa guerva de posiciones —contrapuesta al asedio, a la’ muerre de movimientos— y la kautskyana cestrategia del can, Sanciow —opuesta a la eestrategia de aniquilamiento-—. La principal de ellas radica en el factor que a continuacién se] cenuncia: «la estrategia del cansancio» esta pensada por Kaus; ky en un periodo de notorio equilibrio del capital y, por I tanto, de tranguilidad y calma de la sociedad burguesa, conf todas las manifestaciones que le son propias: estabilidad de la forma de Estado democratico-parlamentaria, ejército indus trial de reserva de proporciones «normalese, posibilidad de un Sindicalisme ampliamente organizado sobre bases estrictarmen- te alinentes a la sobrepuja del nivel de vida econémico —sin cuestionamiento del plano contractual de las relaciones bur- guesas de propiedad—, posibilidad, en fin, de ensanchar pau- Iatinamente el espacio politico y fa influencia del partido en {as sucesivos concursos electorales. La conducta politica subya. cente a esa estrategia se hacia plausible sobre la base de le suporicidn de que el capitalismo caminaba, paulatinamente hacia su ruina finat, La primera Guerra Mundial evidencié in- controvertiblemente que el capitalismo tiene unos limites his- téricos que se manifiestan s6lo ciclicamence en las crisis perid- dicas de envergadura crecientemente superior y de consccuen- Clas sociales y politicas catastrdficas » que conduce la acu- Toulacion de capil. Si na est claro, pues, que el capital tienda ineluctablemente sin més a, su autodestricci6n, meno: lo esta, desde luego, el que tienda a ello gradutinente, sin| awudas’ convulsiones ciclicas, sin traumas sociales, politicos Y culturales tan discontinuos como recurrentes que devastan| @l tablero en el que se podria practicar un ejercicio parecida a la Ermatiunstrategie. La guerra de posiciones gramclana est, en. cambio, pensad come Jett ba dicho, en el 1oates de un’ cielo bajo de la vi del capital v no puede e —y no se hace—, por Jo tant ‘Tastones gradual itresponsablemente optimistas respe. ode 1a via al socialistic» por ella guiada. La guerra de pos? jones flenia abrir una sbrecha decisive» en el cerco ene migo (no espera a que se produzca) introduciéndose en las| trincheras y casamatas, éi Tos Valladares de la defensa enemi-| gn, presuponendo el ogo de ailerta de Ines econdmical yabriendo. iva del asedio a la sociedad politica bur-| guesa”Creando en definitiva una crisis orgdnica detsistome de \ : producir, de vivir y de sentir y pensar capitalista, y doténdose como elemento decisivo de esa riciativa de un Partido Com} Rint efendide como intelectual erganicocoectivo dela case «La critica de la religion desengana al hombre...» Sélo en el contento de estabilizacion y prosperidad burguesas| | de las tltimas décadas, sélo en el auge de la segunda postgue-|} rma, resulta pensable la interpretacion reformista, o gradua- inte olpstimontanate (9 dal Gramel de lo Cuaderros de Gircel. Asi, por ejemplo, la versién socialdemécrata defendida por Giuseppe Tamburrano *—por considerar un caso residual, pero influyente en nuestro pais en ambientes de extrema de echa comunista—, segin ks cual la estrategia implicada por] los Quaciernt conllevaria 1a lucha por la hegemonta (entendits | solo como eonenae) en la sociedad evil, Seummienda la neni | {dlad del Esto Dangutsy Ta sislidad, en consecuenia, de luchar S616 en agiiella para robustecer —parlat op intlaenaiven ol hasta su control. Version | que —“avialles flolégicos aparte— olvida: Primera: que Gram 4 sel ha escrito sus motas encaresao por un Estado fascita fe excepcién. Segundo: que, en consectiencia con Ia época que fe ho tocado ef aterte, su reflexion presupone la crisis e némica del capital como conditio sine qua tion ¢ 2B, Tal ce Jaden ave ast etrady on una age culminate de Ia su Soteuide Te ctr 21'S, dePaconne sete Beae ta epee fica thene guerra _de movfolento mientras ge_trats de congulstar posicncs BStutethas Scr andy us ee mowlazan toss fae cecureos dee Ronen 2a Bear Bes po whe en coun, un aloes an rede stag eee omar, igo eeu esen canals er fpriets poski de todas ny aparienciay’y el ieco Hello de que el domigarte Rona ae sacar a releit todon sus recuysps prey ai calcio que ha hecho peteg dt “verano Chnilogi, op. cede 37 ‘mo elemento, por lo tant cele déspravisio de fa nasvidad det part dopromagaaises eattaksang. Gramech te acasrda. bo) bor casualdat SERIES se tONeSStis olintantine Set Renscinencoretiaiads {[pesmneziva pare hacerse une Imagen det Petido Comunsta ‘adltetade por Geechee Trmbucrane, Antonio Gramgcl, La vita, i ponsiero, Patione, Sei MPR aa Meee BA Farade: Socal Vaan 65 de trincheras en la sociedad civil burguesa, pues los periodos \ expansivos_del capital conlievan la integ ie las, lasas trabaladoras. Tercero qué las inflexfones cilicas ‘del Gapitalismo ewropeo han sido hasta ahora —y no hay indicios | de que cso vaya a cambiar— preludios de destruccion de las | instituciones democratico-formales. Cuarto: que el Estado bury guts smo, po el papel especfica que desempota en el pro ‘ee30 de reproduccién del organismo social, tiende a adoptar| una apariencia de neutralidad respecto de los conflictos social les que es asimismo un factor precisamente ideoldgico, viola dor de la consciencia de las masas y generador tambien di consenso favorable a la clase dominante (como Gramsci iis mo ha entendido muy bien por lo general Pero hay otra interpretacién del legado gramsclano, acaso m3) Extcndide em dmbitos comunistas, que tiene que ver con el talante epoliticista» de la cultura socialista de la segunda post) guerra, En la medida en que las tiltimas décadas —hasta « Entcnzos de los atos setenta, poco mas o menos ban consti tuido un periodo particularmente esplendoroso de la vida del capital” (y en Ia medida en que el movimiento comunista} se habia ya insensibilizado en la entreguerra respecto de las! Miclttudes de Ta Base econdmica como conseeuencia de Iv idea gun la cual ef capitalismo habrie entrado en su periodo hise {55co de decadeneta), se propagd una lectura de los Quaderni” Seodete «haere a acest vod» pescndr ea Grins del capital come presupeusto includiblg de la gcrsis or) nica que Ig Tciutlva poliieaenltural comanisté Habla Seretouk a products, de éeuerdo con la interpertacién contex- tualizada més plausible de la reflexién gramsciana de eércel, Ast por elemplo “cero elemplo documentador del sobred- cho talante— e! gran economista del P.C.L, recientemente fa- Tteido. Antonio Peseatcacrbla en 1959 en un debate sobre la ley del descenso tendencia) de la tasa de ganancia desarro- lado en las paginas de la prestigiosa revista norteamericana Science and Society lo siguiente: «Para el destino del capita lismo y para los resultados de la lucha de clases creciente- rnonte fadiclizada Ta disputa sobre la valider de i Tey del des. Censo tendenciel de la tava de ganancia, incluso desde el panto de vista de In Tégiea absiraca, earece’de sentido»? Desputs, Glaro ests, de anatemizar Hiloscficaametne sl aturalismo 9 el tnecanicismo en que Teeaetia le opinion contraria 25. Cie te iscusién bastante, unloteratiads, 2 obetanto— do ests punto hy, tarde Peary Andagen, “The Ananomiss ef Antooio Gramser, New bree. bit algunas de tag perticularidedes de ese periodo smo, earocomismo, prospective Tevolucionarie, Mae sg “he rating Rate of Prot Boa" Vchimen envet age ee igeigen cf vento de iskevoin'do Mars, Mattick, Bobb, Meck, ee) (recopide, en Kapiti dnd Hrtre Fronktot ‘ontrioulonss 2 le 66 Pero en una fase. slismo, como aquella de la que ‘Fabamos de_salir, nad’ més alejado de Ta realidad, a menos yerosimil, quc la posibilidad de indtcir al capitalism aj ‘una «crisis organicas, La actividad de los graiidles partidos co munistas Becidentales —y de otras formaciones revoluciona- rias minoritarias— ha quedado en ese perfodo reducida a algo bien diferente: bloqueados por la guerra frla, acomple- Jados por la onda expansiva del capital, se han visto forzados desempefiar mera in papel de resistaricia politica y tural fevolucionatiacn una sitidcidn” vo revolucionaria de “Failiasti¢a ¥ duradera estabilidad capitalista. (En tanto que los partidos socialistas o soctaldémderatas procedentes de la IT In ternacional claudicaban sin excepcién ante la recuperada rea lided burguesa, convirtiéndose en muchos casos en celosos ad- | ministradores de su hacienda.) No, por supuesto, sin conse. cuiencias negativas para su identidad comunista. Por de pronto, en mayor o menor grado, y a pesar de su estancamiento du: ante afios en un reducto relativamente retringido del espec- tro social, el take off burgués de la postguerra los ha integrado culturalmente en el peor de los casos o los ha deteriorado doc- trinal y politicamente en el mejor de ellos. Y, ast, cuando TE prosperidad capitalist de Ia postguerra ha tecado a su fin para dar paso @ una crisis de dimensiones y consecuencias, en vl futuro inmediato— seguramente mayores y proba blemente también més espectaculares. — \ sis_con_complicaciones. sobrestructurales, ¢ sobrestructural a la ver, civilizatoriaesto es, una «crisis argi- icax_cuasiespantneamente producida—, Tos partiios comu, hhistas se enfrentan a ella todavia con exquemas politicos pent sados y elaborados para una situacion de estabilidad capita! lista, y s6lo tacticistica ¢ incoherentemente comienzan a regis: trar politicamente sus efectos” gl gspitalismo. se enuentre de_nusvo. on xan, fave sptice asta, empero, para inferir que sea la nuestra una epoca andloga a ka que fe tocd en suerte 2 Antonio Gramsci, Podria sintetizarse, por el contrario, la diferencia principal as{: "Sj Ja crisis econémica de la primera posteuerra no fue suficien! 24 Ash ol partido comunista europea de ‘radicida més cerradaments esta af de candy shor dee nae ns os Sala Vac fartde, mes bsorbide ‘culturlinente por le ldeolowa domitantc. Bast ia riera evocacion del calnadgdo” contepio de “fuetzes del trabaic.y de. J .cgailegs sobre i aeons dullest a cree grea de porter el Elie gb abst ale, cou ea ‘aliments ha forjado Su afopis cultura de partido, al de mas lateral dad orgites totenor y

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