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Gunizrmo Feud Cauz Barros Arana, Historiador LOS PRIMEROS ESCRITOS HISTORICOS Posici6N CRITICA ANTE LA HISTORIOGRATIA NACIONAL. Sus OPINIONES EN 1850, 1851 ¥ 1853.-Tan precozmente como Amundtegui y Vicufia Mackenna, comenzé Barros Arana ‘a publicar los primeros escritos historicos @ los diez y nueve aitos. En esos escritos inicia- les, el estilo literario no tiene ya las inse, ridades de 1848, como las del Ensayo sobre la regencia del Duque de Orleans. Adv ese, ademis, Ia posicién de un critico, Aprovecha la oportunidad del relato del te- ma para hacer consideraciones generales acerca de la historiografia nacional, sobre el estado en que se encuentra y de lo que es indispensable llevar a cabo para su adelan- tamiento. E) escritor demuestra un dominio general del pasado y de las fuentes origina- rias que lo contienen. Esa familiaridad es a que le permitié sefialar algunas orienta- ciones. En la primera etapa de la obra del historiador — (1850-1852), y en la segunda (1883) —, en que ya ha ganado sin discu- sign ese titulo, no es dificil captar sus aspi- raciones para Iegar a una ordenacién del conocimiento histérico. Recuérdese que habia dicho a Gutiérrez que se figuraba des- tinado por la Providencia para aclarar nuestra historia, y ser la crénica viva de todo lo que nas concierne. Si este concepto ¢s de 1852, un afio antes tenia el mismo pensamiento, y sus ideas al respecto no eran, asi no mds, sin fundamento, Habia concebido métodos y sistemas de investi- gacion, ya por él mismo resueltos en la ‘campulsa de los archivos. No es posible su- poner que hacia esta época hubiera deli- neado lo qué seria su {utura obra, Pero enuncid entonces, sin quererlo acaso, el ca- mino que habria de tomar. Hablé, por ejemplo, de Ja necesidad de editar las vie- jas crénicas, de acuerdo a un plan de valo- racidn critica de tos textos; expresé Ja con- veniencia de estimular los estudios de era- dicién para determinar el crédito de las fuentes; sefiald la importancia de la pu- Dlicacién de los documentos expurgados de xI 16, (1850-1852) imperfecciones_y anotados conveniente- mente, y se refirié a ta urgencia de buscar en los archivos extranjeros, 1a ampliacion de los conocimientos histéricos para llegar a establecerlo en su integridad, y contra nerlo al que arrojaba la crénica. Gay hal hablado del mismo modo, y Bello, insis do em la necesidad de procedimientos se- mejantes. De los historiadores jévenes de entonces, ningurto habia usado este lengua- ja todavla. El pensamiento de Barros Arana aplicado a ta historia nacional tenia un sentido moderno. Estaba_ concebido en una metodizacién cientifica, En 1850, ge6mo ve a los cronistas y cudl es el valor que les asigna a sus libros? Dice: —"Pillcil es preveer el dia en que nues- tra historia Megue a escribitse 2 la mane- ra lacénica y parca de Ticito o de Lingard; pero nuestros cronicones y nuestras memo- Fas son Ia historia mds completa, més exicta y mis pintoresca que darse pueda. Concebida deste este punto de vista, la his- toria nacional se puede decir que esta es- crita de afio en ailo, a par de los aconteci- mientos, y en la que vemos figurar no s6lo al escritor con st pluma, sino también con su espada, Es0s cronistas nos colocan en medio de los sucesos y de las costumbres de los tiempos pasados. Ideas, usos, idiomas, todo se nos presenta al leer a Tesillo, Ro- jas, Bascuiian, o cualesquiera otros escrito- res de las glotias militares de los hijos de Arauco. Pero sus obras permanecen inédi- tas, cubiertas por el polvo de los tiempos s6lo por la incuria de los hombres. De los tres autores que acabamos de nombrar, to- dos tres contemporaneos, s6lo el primero ha obtenido los honores de ta impresién (1647) . Los manuscritos de Ios dos uiltimos, interesantisimos para conocer nuestra his- toria, estén como perdidos, y pocos son los gue van a buscarlos para averiguar Jos por- menores de guerras tan importantes como curiosas” (Barros Arana, Bascuridn y el Cautiverio Feliz, Revista’ de Santiago, to- Barnos ARANA, HISTORIADOR 137 mo V, Santiago de Chile, pag. 365 y tam- bién Obras Completas, tomo VIII, Santia- go de Chile, 1910, pag. 283) El joven erudito conocia en 1850 y habi: Iefdo la mayor parte de las crénicas inéditas que se guardaban en los archivos piblicos y particulares. Su juicio habria de variar acerca del valor de’ellas, cuando una com- pulsa mas atenta le permitiera controlarlas. Con otra documentacién. Dos lustros mas tarde, habria él mismo de editar esas créni- cas, precediéndolas de interesantes intro- ducciones biograficas de los autores y de valiosas observaciones criticas sobre los tex- tos, para darlas a luz en la Coleccién de Historiadores de Chile, publicada en 1861 por Juan, Pablo Uraia, Ese conocimiento jué para Barros Arana el mis sdlido funda- mento de la versacién suya sobre el pasado colonial y la frecuentacién con esos escrito- res, lo que determind a Garcia Reyes, como recordamos, a incluftlo junto con Amuné- tegui, entre los miembros de la Comision Universitaria de la Facultad de Filosofia y, Humanidades para formar una compila- Gién de los historiadores chilenos, Carva- Mo y Goyeneche y Pérez Garcia, entonces inéditos, no tenian secretos para él; tam- poco Caro de Torres, Suirez de Figueroa, ‘Tribaldos de Toledo, Olivares, Bueno, Ma- tifio de Lobera y otros mas. De algunos de ellos habia dado a conocer parte de sus obras en los periddicos santiaguinos. Con elementos tan preciosos, como consideraba hacia entonces los escritos de estos autores, sin reparar atin en cuanto modificarian el relato de las crénicas los documentos de otro origen, Barros Arana pensd en la conveniencia de tener ya una historia ge- neral de Chile. Nétese que esta idea surge de él antes de los veinte afios, y que no la abandonaré hasta que cumpla este propé- sito en dos ocasiones. Antes dle 1853, al pro- yectar la Historia General de la Indepen- dencia de Chile y en 1884, treinta y un afios después, cuando did a las prensas la Histo- ria General de Chile. Es una especie de ob- sesién la de las historias generales. :Por qué esta preferencia? La mayor parte de la obra histérica de Barros Arana fué de eru- dicién y de critica histérica, de comproba- cin y de analisis. En las historias genera- les, gveia el procedimiento de sintetizar et resultado de las investigaciones suyas y aje- nas, y presentar el cuadro resumido de una época 0 de un perfodo? Pero no siempre siguid esa linea. La pasién erudita, dema- siado poderosa en el historiador, le’ condu- jo en las historias generales que escribié a inmiscuirse en detalles histéricos, a porme- morizar en la crénica y a discutir cuestio- nes bibliogrificas que no eran del domi- nio de la historia general. Por otra parte, en su opinién, en Ia ejecucién de las histo- rias nacionales de los paises de América, habiase fracasado. La causa? Sélo recono- cié el hecho sin explicarlo. En 1851, escri- bia al hacer la critica de una de estas histo- rrias generales nacionales, de Ia cual era au- tor el sacerdote chileno José Ignacio Victor Eyzaguirre: —"Por una“desgracia verdade- ramente lamentable, hemos visto a cada uno de los estados americanos agitarse en busca de una historia nacional sin que los esiuerzos hayan sido coronados por un éxi- to feliz. Venemela es quizis el tinico que ha producido un libro a que le correspon- da el nombre de Historta. La obra de Ba- ralt y Diaz esta colocada en un rango muy Superior a las que de igual clase se Han pur blicado en otras repiblicas hermanas, La historia de las provincias argentinas del Dean Funes, aunque de no poco mérito, no puede ponerse al lado de aquélla ni mu cho menos considerarse como Ia historia nacional de los Estados del Plata. Chile ha trabajado también por poseer una, pero o sus autores se han’ desanimado antes de concluirlas, o han quelado inéditas, y, por tanto, fuera del alcance del. pitblico. Uno solo de estos ensayos que obtitvo los hono- res de la impresién, merecié una acogida muy superior a su escaso mérito (EI chi- leno instruido en la historia tibogréfica, ci- vil y politica de su pais, por Fray José Ja- vier de Guzman del orden Seratico de 'N. P. S. Francisco, 2 vols. Santiago de Chile, 1834-1835)=. Pero nuestro Gobierno, celoso siempre en el adelanto intelectual, celebrd una contrata con M. Gay para que se en- cargara de escribirla. Innumerables fueron las erénicas y documentos que recogid con este objeto; pero el pliblico que esperaba ansioso su publicacién, ha visto que no ha correspondido a las esperanzas que se con- cibieron, Nuestra historia ha, pues, queda- do reducida a las memorias universitarias, de no poco mérito las mis, pero éstas no son sino elementos dispersos y_heterogé- rncos, Ios cuales carecen de unidad, y por tanto distan mucho de ser consideradas co- mo verdadera historia” (Barros Arana, ar- ticulo critico sobre la Historia eclesidstica, politica y literaria de Chile de Eyeagui- tre. La Tribuna, Santiago de Chile, aiio IL, N.os 583 y 585 de 19 y 22 de abril de 1851, revista Sud América, tomo I, 1851, pag. 353) 138 Un afio y meses mas tarde, en agosto de 1858, al comentar eat un articulo critico Ia Vida de don José Miguel Infante, esctita por Domingo Santa Maria, explicé las cau- sas que habian impedido a la literatura chi- Tena tener una historia nacional, “Mucho distamos nosotros los chilenos —dijo enton- ces— de poscer una historia nacional, com- pacta y regularmente escrita. Los primeros ensayos han sido desgraciados, y la opinion sensata y general les ha puesto el sello de Ja desaprobacién con mis 0 menos indul- gencia: la misma opinién que no juzg6 buena a la obra del padre Guzman, taché de pésima a Ia de Eyzaguirre que se pre sent6 con las altaspretensiones de comple ta y exacta, No es dificil descubrir la causa de estos desaciertos: se ha creido reas del historiador se reducen Gnicamente 2 compilar hechos, tomados sin critica ni examen de las muchas obras inéditas 0 pu- Dlicadas, sin consultar los documentos ni investigar el espiritu y tendencias de cada época. Se han apuntado aserciones mas 0 ‘menos erradas de un autor en patente con- tradiccién con la de otros que también se han anotado, sin querer pertsar en que el historiador necesita estudios preparatorios que no se pueden hacer en pacos meses. Es- ta misma superficialidad de estudios se no- ta en algunos de esos cortos ensayos histé- 08 que, abrazando su astinto uno 0 dos afios de Ia historia nacional, han revelado de vez en cuando la importancia ‘de una época y Ia tendencia dle grandes sucesos. Es- tos ensayos heterogéneos y dlispersos no son rasta ahora mis que los primeros prepa- rativos para un trabajo que se reclama con urgencia, pero todos ellUs, por escasos que sean sus méritos, servirin’ de algo para la formacién de esa gran obra.” gNo era, a su entender, la de Gay una gran historia? ¢Pensaba en su obra furura? Para Ilegar a ella, desde ia aparicién de su primer articulo historico de 1850, hasta que las prensas lanzaran el volumen inicial de la Historia General de Chile, en 1884, correrian treinta y cuatro aiivs y dieciocho hasta coronarla, en 1902, con el tiltimo to- mo, el XVI. Et’ PRIMER ESTUDIO HISTORIco: TuPac AMmakt (1850)—El primer articulo de Barros Arana encontré acogida en el diario politico santiaguino fundado por los jovenes pelucones Manuel Antonio Tocor- nal y Antonio Garcia Reyes, impulsador del escritor en las investigiciones historicas. Llamibase ese diario, que literariamente se las to ‘ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE encontraba a cargo de Juan Maria Gutié trez, La Tribuna. Alli se publicé el 19 de mario de 1850, en el nimero 263, en Ia seccidn Correspondencia, el estudio biogr’- fico intitulado Tupac-Amaru. Estaba sus. crito con las iniciales D. B. A. El asunto no tenia un carécter nacional, Pensaba el au- tor que e! nombre del arrogante caudillo, era muy poco conocido entre nosotros, y que los altos hechos de su vida pertenecian mis que a la historia, a la poesia. Preten- dia divulgar una existencia digna del re- cuerdo y de Ia gloria. Pero al rehabilitarla con el relato del martirologio del Inca_y cle sut familia, la condenacién de Jz poit- tica espafiola’en América era ineludible. ‘Subyugada la libertad indigena de Ia América por sus feroces conquistadores “asienta-, quedé sumido en la esclavitud mis espantosa. Sin embargo, aquella opre- 1a dominacién tuvo un sistema; ctando Jos mandatarios abusaban del poder que la corona ponis en sus manos; cuando, en fin el corregidor y el cura, lejos de ser el padre ye pastor de aquellos infelices in- dios eran sus mds crueles opresores en des- pecho de las leyes y de la virtud, fué todo confusién.” Tupac-Amaru, en nombre de la libertad le los indigenas, se habia levan- tado para sacarlos del estado de degrada. Gén en que se encontraban, La sublevacién ocurrié en el Perit, en 1780, en Tungasaca. Barros Arana sentiase obligado a glorificar a} hombre que le parecia un precursor de la independencia americana. "La historia “anotaba— debe dedicar una de sus mis preciosas hojas a este joven intrépido, cuyo nico mévil era el mids acendrado patrio- tismo. No presenta, es verdad, el timbre de conquistadlor; pero, gse necesita mas que el amor a la libertad ¢ independencia de la patria para ocupar la mis brillante de las piginas de Jos anales del mundo?” Todas estas reflexiones aparecen aisladas en el curso de una nartacién biogrifica incom- pleta. No alcanza ella a informar al lector suficientemente acerca de la personalidad curiosa de Tupac-Amaru, ¢Qué pretendié Barros Arana con este relato biogrético? aPerfilar una trigica existencia? En es fe caso, el estudio no satisface. Queria destacar la corrupcién de los corregidor y de otras autoridades espafiolas en Améri- a, especialmente en el Peri? La fuente nutricia en que se apoya es discutible. Las Noticias Secretas de América de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, han sido sometidas a un riguroso examen y se presume que el manuscrito fué interpolado en Londres en Barros ARAWA, HISTORIADOR 1826 por el editor David Barry para escar- necer la politica espafiola en sus colonias gDeseaba justificar la conducta cruel de Tupac-Amaru durante a revuelta, a fin de hacer mis odiosa la de los espafioles con motivo de la represién? Quizis aqui en- contremos el objeto del estudio. Habiase dicho por alguzos autores, y entre ellos por ¢! General Miller en sus Memorias, las que cita Barros Arana, que TupacAmaru traté con igual crueldad: tanto a los espaitoles como a los americanos en el curso de las ac- ciones de armas que hubo de sostener. Para demostrar lo contrario, hacia caudal el bid- grafo de un hecho. En Sangararé atacé Tupac-Amaru a los espafioles. Al verse é- tos rodeados por fuervas muy superiores, refugidronse en el templo. “TupacAmaru =dice el historiador— odiaba a fos espaiio- les, -pero a los americanos, es decir, a los hijos de los conquistadores, que tanto su- frian el orgullo castellano, a és0s, mis des dichados alin que os indios, puesto que sufrian toda clase de vejaciones de aquellos que los debian mirar como hermanos, Jos queria como amigos. En conformidad con este principio ofrecié a los americanos re- fugiados en el templo un puesto en las fi las de su ejército, pero los espafioles empe- fiaron, espada en mano, una lucha sacrile- a, puesto que se hacia en Ja casa de Dios, pura impedir que salieran los miscrables criollos, como ellos los Hamaban.” “Salvé- ronse del templo veintiocho americanos, todos heridos, los cuales fueron acogidos y curados por e] mismo Tupac-Amaru, como nos consta_por documentos auténticos” dice el propio Barros Arana. Y como prueba de la veracidad de los sentimientos que animaban al Inca, copia una carta suya fechada en Lampa el 3 de diciembre de 1780, en la que escribe: “S6lo siento — (la muerte)— de los paisanos criollos, a quie- nes ha sido mi dnimo no se les siga algin perjuicio, sino gue vivamos como herma- nos y todos congregados en cuerpo destru- yendo a los europeos.” La revolucién de ‘Tupac-Amaru tuvo una consecuencia util en la organizacién administrativa colonial, a pesar de las nu- merosas vidas que cegé, Por ella, se logré abolir el sistema de los repartimientos, que significaron tan duros abusos para los in- dios americanos. “De éste modo y después del derramamiento de tanta sangte, quedé abolido en el Peri parte de lo que consi- guieron echar por tierra en Chile las elo Cuentes palabras del padre Luis Valdivia.” 139 Con estas palabras concluia el articulo de Barros Arana. Nunca se le ha recogido, ni la critica lo ha considerado como un doc mento capaz de ilustrar Ja personalidad li- teraria de! aator. Sin embargo, écémo ne- gar que en ese articulo del muchacho de diez y nueve afios se encuentran sefialadas las wstudes v defectos del futuro historiae dor? En primer lugar, la pasién antiespa- Hols. Despuds, la vencracion de la idea de libertad. En otro orden de cosas, el espi- rito erudito, la precision documental y bi- bliografica; el sacrificio de tods ostenta- cién de las galas [iterarias: Ia claridad, Ja sencillez. Sabemos lo que le costaba escribir. Cada linea le imponia un gran trabajo, Aqui habiase superado, sin du- ¢a alguna. ¢Hay, por otra parte, alguna diferencia entre ‘la opinién historiea de Barros Arana a los veinte afos y la misma suya a los treinta y cinco, respecto del Inca, cuando publica la Historia de América en 1865? En ef fondo, el juicio es el mismo, pero su proyeccién mais amplia. EL secuNvo Estupio HIsTORICO: VICENTE BENAVIDES ¥ LAS CAMPANAS DE SUR (1850).— En las mismas piginas del diario La Tribu. na aparecieron, a partir del 5 de junio hasta el 5 de septiembre de 1850, con varias inte rrupciones entre esos meses, los articulos de un nuevo trabajo del escritor. Mucho mis extenso que el primero, revelaba la profun- da seriedad con que habia sido ejecutado, el espiritu acucioso que lo habia presidido y la versacién con que trataba el asunto. Estos articulos llevaban por titulo Estudios histé: ricos sobre Vicente Benavides y las campa- fias del sur (1818-1822), Eran’ el fruto de ‘largas lecturas y extensas investigaciones en los archivos. Barros Arana habia comenza- do a interesatse por el vasto episodio hist6- rico al finalizar ef aiio 1848 como conse- cuencia de la lectura de las Memorias del General Miller, y desde entonces juntado materiales para'la monografia. Su hermano José Ie escribia al afo siguiente, 1849, en una carta sin fecha estas palabras: ... Aqui concluyo con la satisfaccién de que ya te dejo libre para volver a tus papeles, ya tu historia de Benavides, en cuya empresa, co- mo en otra cualquiera cuya, te deseo el mas feliz éxito.” E15 de junio deciale: “... Por ahora, renuevo con’ doble fuerza mis de- seos por el éxito literario de tu Benaviada; y me parece entreverlo con toda claridad después que el puiblico Ia conozca, su fa- lo te pondré en las puertas, quizi en el santuario del templo de la celebridad.” 140 ‘ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE El asunto que tocaba el historiador era extremadamente novedoso y referfase a un largo episodio de Ia historia nacional, tris- te por su barbarie, sin gloria por sus he- chos y sin resultados en la fatalidad de su miserable término. Lo habia estudiado con suma prolijidad. Todo cuanto pudo informarle lo consult6 sin desmayo. En las oficinas de gobierno, los archivos de los Mi- nisterios de ia Guerra y de la Marina, fue- ron el arsenal mas rico que encontré para reconstituir una historia militar de guerri- las, combates, asaltos y emboscadas, en una sucesion que abruma, Dentro del ‘cardcter epis6dico en que se desarroll6, tuvo en- cuentros epopéyicos, feroces, sanguinarios. En los papeles de esos archivos palpitaba el drama en los partes de los jefes de las campaiias y en los informes de’los goberna- dores. En las cartas y en los memoriales de algunos de los actores, los dolores indeci bles. Con toda esa documentacién pudo Barros Arana reconstituir la historia sinies tra de Benavides. Recogié también el tes- timonio directo de los actores de aquellos acontecimientos. Interrogé al protagonista principal de todos ellos, el General Ramén Freire, Oyé el relato del vencedor de las Vegas de Saldias, el General Joaquin Pri to. Convers6 con el Auditor de Guerra del Ejército del Sur, José Gabriel Palma, Pidié informaciones al Coronel Domingo Urru- tia y Vicente Sanchez, que traté a Benavi- des con intimidad, le’ pinté el caricter del sombrio bandolero. Atendida la informa- cidn documenta! sobre que reposaba la his- toria de! guerrillero, el relato era completo. Lo circunscribié, en medio de la extensa rea que fué el teatro de las campafias de Ia Independencia desde 1818, al caracter biogrifico. Sdlo destacé la actuacién del birbaro caudillo en lo que a él concernia, en su. accién personal. De todos modos, ha- bia dado relieve a una figura histérica, des- graciadamente despreciable, que aparece co mo un baldén de la historia; habia ordena- do escrupulosamente la narracién de hechos mal conocidos o ignorados, y, por iiltimo, presentado el cuadro en el que se abarcaba Jo que habia sido Ia guerra de finalizacién de ta Independencia en el sur, sostenida por algunos jefes espatioles, sin conciencia al- guinos y fansiticos otros, que no titubearon én armar a los arsucanos, lanzindolos al pillaje y al saquco, al crimen y al extermi- Rio. or wna fatalidad, el jete de esas hot. das habia sido on chileno. En Ia puntuali- zacién de los accidentes histéricos que for- zosamente hubo de tocar Barros Arana al confrontar ta documentacién conocida has- ta entonces con las fuentes escritas, casi na- da dejé por investigar, mejor dicho, todo cayé bajo su examen. Los periédicos de la época le sirvieron de gufa. Aprovechd las informaciones de Lo Gazeta Ministerial de Chile, redaciacla entonces por el quitefio Ignacio Torres; El Sol, por el venezolano Juan Francisco Ribas; El Telégrafo, por el granadino Juan Garcia del Rio y recurrié también a El Argos, de Buenos Aires y a la Carta de un Americano al “Observador Esparol” en Londres, publicada en esta ci dad por Antonio José de Irisarri, en defen sa de la Indepenilencia. Pero en el curso de su estudio, Barros Arana debid consultar y aprovechar otra clase de libros y folletos. Un lugar muy especial ocupan los viajeros que fueron abonados testigos de los hechos, algunos horrorosos y sangrientos. Barros ‘Arana cita menudamente, por ejemplo, al norteamericano Coffin, al inglés Basilio Hall y al francés Lafond de Lurcy. Las memorias del General Guillermo Miller, sirvigronte en forma preciosa. Buen obser- vador, habia sito testigo de aquellas in- gratas campafias, Aunque servia en las filas, de los ejércitos de la patria, y por su causa sentfa verdatlera devocidn, el buen crite: rio y la independencia de’su espiritu, ha- cianle ver las cosas en sus reales dimens En el mismo caso se encontraba el co- ronel espaiiol José Rodriguez Ballesteros, cronista de los sucesos en que haba toma. do parte en las interminables guerrillas. Su testimonio ecuinime y ponderado, obje- tivo y claro, Barros Arana lo acogié como fuente de primer orden al consultar el ma- nuscrito que contenia Ia Revista de la gue- ra de la'Independencia de Chile, ain no publicada. En cambio, distinguié hasta ASnde era aprovechable Ia narrativa de oto espaiiol que escribid sobre la historia de la Independencia, sin estar en estos paises, por intormaciones mis 0 menos exactas, pero con una pluma recargada de odio y de desprecio para “los revoltosos y sacrilegos patriotas”. Nos referimos a Mariano To- trente, autor de la extensa Historia d¢ la revolucién hispano-americana, De ella jo en un juicio muy certero. Barros Ara- na: "...$u obra exacta y veridica las mis de las veces, aunque lena de necios epite- tos, bastard para hacer recomendable a su autor por haber podido ejecutar un tra- bajo que se presentaba con los visos imposibilidad... Su narracién, fundada las mas de las veces en ofddas, es mis veri Banos ARANA, HISTORIADOR 141 dica de lo que permiten las comunicacio- nes de una sola parte.” Las citas bibliogri- ficas de los autores chilenos a que debié recurrir para fundamentar el ensayo histo- ico, muestran la debilidad de los elementos en que descansaba entonces la historiografia de fa Independencia, Algunas veces son es critos polémicos, de defensa, de ataque. Pe- ro tenia que recurrir a e305 testimonios, por- jue eran directos y no aparecian contradi- ehos. Un caso citemos: el del folleto de Agustin Aldea, aparecido en 1828 a Ja cai- da de O'Higgins y destinado a vindicarse de as acusaciones que se le hacian de ha- ber servido a las étdenes de Benavides y ayudado a incendiar pueblos. No obstante esta infamia, el Ministro de Hacienda José Antonio Rodriguer Aldea, su primo, 10 hi- zo elegir miembro de Ia Convencién de 1822, En su escrito La inocencia vindicada, conté parte de algunos hechos de las cam pailas surefias; y por ello Barros Arana le concedié “...un mérito particular por lo ue toca a estos tiltimos sucesos por ser tes- tigo de vista ocular”. Juan Egaiis, como memorialista, autor de Bl Chileno consolado en los presidios, publicado en Londres en 1826, fué rectificado por el escritor. El padre franciscano José Javier Guzman, autor de la obra El Chiléno instruido en la histo- ria topogrdfica, civil y politica de su pais, en quien Barros Arana debié beber en mas de una ocasién, Te merece este juicio: sainucioso en la mayor parte dé nues- tra Revolucion” ... “tiene un mérito par- ticular en la época de la Revolucién. Tes- tigo de vista, 1o mira con todo su colorido que cuida de hacerlo aparecer rojo. Exage- a las mis veces los hechos y otras cae en pequefios errores; pero por lo que toca a epitetos, s6lo se puede comparar con To rrente que los prodiga en mayor niimero a Jos que él ensalza”. En mis de una ocasién el joven historiador hubo de recurrir tam- ‘bign en sus atestiguaciones al historiador universitario Diego José Benavente, autor de la segunda memoria histitica sobre Las primeras campatias de la guerra de la Inde- pendencia de Chile, 1845, Su encuentro con €1no fué grato. “Mucho se empefia —anoté— en presentar con negros coloridos lo triste de la situacién del ejército desde que toms el mando el General O'Higgins. Parece que el objeto del autor —continéia— fuera en- salzar de este modo a Carrera.” ¥ concluye lapidariamente diciendo... “Si la obra del seftor Benavente careciera de este dis- culpable defecto, seria un precioso docu- mento de la historia nacional por los mu- chos y curiosos datos que contiene.” Otra es la opinién que suscribe acerca de la memoria también universitaria de Garcia Reyes sobre La frimera escuadra nacional, cuyo texto cita para establecer el desampa’ ro en que quedaba Chile al partir para el Pert la Escuadra Libertadora, en agosto de 1820. Dejaba el sur del pais des guarnecido completamente. Escribe acerca de su mérito: “... Entre las memorias pre- sentadas a la Universidad de Chile apare- ce en primer orden la del sefior Garcia Re- yes. No es la fluidez ni la elegancia lo que sais brilla en ella: un patriotismo, un es piritu republicano que no se ha desmenti- do jamés y que prueba no hay ficcién en sus sentimientos, es lo que luce alii. Sus cuadros estan Ilenos de animacién y colo- rido. Sin embargo, confidse mucho en las comunicaciones oficiales y en memorias exageradas que Io indujeron a pequefias exageraciones que quizis rectifique el au- tor en una nueva edicién.” También en el curso de la crénica hubo de reproducir pirrafos enteros del hermoso articulo del sscitor cextumbrisia Jotabeche, Jose, Joa quin Vallejo, destinades a contar la haza- fla de uno de los soldados de Freite en la guerra contra Benavides. Se llamaba Fran- cisco Montero. Recuerdos del afio 1820. Lo califieé de “brillante episodio, en que el autor ha cultivado con bastante luci- miento un ramo tan dificil, que lo hace uno de los mas originales de nuestra escasa literatura y del que mis se debe enorgulle cer... El autor ha sabido ponerse exacta- mente en las circunstancias.... Hay alli brillantes descripciones que las hacen mas amenas atin, y su lenguaje castizo lo eleva al numero de los que mejor ban usado ei espafiol”, Estas consideraciones criticas se encuen- tran en las notas del estudio. Son como di- gresiones del autor con las cuales informa al lector ampliamente, despertando en él un mayor interés por conocer el asunto. Desde ahora, y pata siempre, tal método no variard, En las notas también, desde ahora, y en lo sucesivo, discutiré ‘cuanto estime necesario para esclarecer, para fijar, el verdadero terreno en que se desenvuel- ven los hechos en todos sus accidentes. Con gstos recursos cumple su labor historica. Narra sucesos, acontecimientos y episodios, y luego la veracidad de ellos los discute en hotas prefiadas de antecedentes que reve- lan considerable sabiduria. Es asi un histo- M2 riador y un erudito: lo que él queria ser. En el estudio historico-biografico sobre Be- navides, més biogrifico que historico, pre- domina la exposicién de los hechos’ muy bien presentados. Es decir, se atiene rigu- rosamente a la cronologia. El estilo del cro- nista no es agil, Es forzado a veces y de or- dinario embarazoso. Los epitetos, que tan- to ha criticado en los cronistas ¢ historia- dores que le precedieron, los ha desterrado de su prosa, y cuando los usa, son de pura f6rmula. Pero el estilo tiene un tono dig- no y elevado. Algunas de las paginas de la vida del guerrillero, encuéntranse Henas de dramaticidad, de tragedia, de caracteres sombrios y siniestros. Todo en esta existen- cia fué una aventura, desde ef nacimiento de Benavides en [a célda de una circel de Quirihue, de la cual era su padre el alcai- de, hasta’ su muerte en el patibulo de la Plaza de Armas de Santiago. No era ne- cesario buscar motivaciones para encender en el cuadro borrascoso de esta vida los caracteres de la tragedia y del drama. El dolor, las ligtimas, el martirio, la feroci- dad, la infamia, la duplicidad, ¢? engafo, Ia ausencia de normas morales, todo surge cle Benavides aviesamente. No ¢s necesatio acentuar los pérfidos sentimientos del gue- rrillero, convertido en bandolero, para que sus pasiones se impongan en quien estudia su existencia. Mas bien el esctitor debe re- frenar la pluma para no parecer exagera- do en la pintura de tantos crimenes, de tantos despreciables ardides y de tantos recursos vedados y abominables. Pero Ba- yros Arana no tiene nada que refrenar an- te la inmutabilidad con que cuenta los he- chos. Su prosa dificil y embarazada_por tuna disposicién del temperamento, y que la constancia inflexible convertira’en ele- gante, adquiere un sentido de narracién que €s extraordinario en el relato prolijo y documentado, siempre bien dispuesto en {a ordenacién de} desarrollo de Ios hechos Los expone en una natural sucesién, sin violencia ni atropello. Hay que insistir en este aspecto. El tema de las campafas mili- tares de Benavides ¢s, sin duda, interesante por la dramaticidad que algunas de ellas envuelven con sus cuadros de horror; pero en el conjunto, esas campafias conviértense, al fin, en tediosas. Ejércitos, mesnadas que ‘caminan de un punto a otro; tropas que atraviesan rios; guerrillas que se baten; asaltos ripidos; Iluvias torrenciales; asona- das, crimenes, violaciones de mujeres, ham- bre, pillaje, robo, desolacién y muerte. Es DE LA UNivensinap bE Crite ANALE todo y mucho mis lo ue presenta el telén. a cada momento. Al fin, surge el cansan- cio. Pues bien, con un estilo frio, inaltera- ble en el tono, siempre mesurado, como te: meroso de olvidar la circunspeccién que cree propia de la historia y del historia- dor, sin-una emocién, adem4s, narra sin cansarse, sin demostrar pesar, y ni aburre ni fatiga al lector. ¢Cual es el secreto de este éxito? Nada mas que el orden con que relata; la disposicién natural para engar- tar los hechos como los eslabones de una cadena. El lector esti obligado a seguirlo por el interés de saber lo qze contin, lle- vado por Ja cadena de la cual no logra cesasitse Ficilmente, En este primer ensayo de Barros Arana estas cualidades se presen- tan casi en su totalidad. Con el tiempo, la perfeccién del estilo, el arte en el adies. tramiento y desenvoltura de Ja narrativa, podrin mejorarse; ipero la sustancia de la cualidad que anotamos es la misma que se dlestaca en este primer ensayo, Adviértase que logta este triunfo sin que se detenga fen [05 accidentes que pueden dar valor a su prosa, Es indiferente al paisaje surefio, a las peligrosas aventuras, al ambiente extra- ordinario en que viven las hordas. Los sa- tificios de los soldados de la patria y las costumbres curiosas no lo distraen, Los he- chos novelescos no le representan la nece- sidad de simbolizarlos. Unicamente narra, EL mismo poder de narracién —ya Jo dijimos— se encuentra en Vicufia Ma- ckenna al historiar idénticos acontecimien- tos en La Guerra a Muerte, diez y ocho mas tarde, en 1868, en la parte relati- va a Benavides. A Vicufia Mackenna todo le sirve para iluminar el mismo relato. Su imaginacién aprovecha todos los recursos, todos los detalles de la naturaleza y del co- razén humano para describir el drama. No puede negarse que su natracién apasiona; pero tambien la de. Barros Arana tiene igual efecto. gPor qué los dos historiadores con maneras distintas de natrar nos cauti- van? Porque uno es brillante casi hasta ce- garnos y porque el otro, con orden, sin de- Jarse sentir, expone los hechos. Tal es la ‘diferencia. Durante veintidés dias La Tribuna pu- blieé en Ia seccién Variedades, al comien- zo, el estudio sobre Benavides. Los articu- los apatecieron sin firma de autor, andni mos. En el ambiente literario Hamaron po- derosamente la atencién. Hermégenes de Irisarri, apenas los ley6, le decia a Ra- fael Mienvielle: “Sabes’ti quién escribe BARROS ARANA, HISTORIADOR en La Tribuna unos estudios histéricos sobre Benavides que me han interesado mucho por lo completos que son y lo bien madurades que parecen? Me di- cen que un joven muy distinguido, pero no dan el nombre.” La carta es del 26 de julio. El anonimato de los articulos se man- tuvo hasta el final de la publicacién, el 5 de septiembre. El 7, en un suelto de créni- ca de La Tribuna, deciase: —"Como versién a los asuntos de mera politica, he- mos publicado en nuestras columnas los Estudios histdricos sobre el famoso caudi- lo Benavides, escritos por el sefior don Diego Barros Arana; joven que no cuenta todavia veinte afios, y tiene, sin embargo, muchas de as dotes del historiador. El se- for Barros ha hecho un servicio importan- te venciendo las dificultades que trae siem- Pre eh iustrar un punto cualquiera de ta istoria donde no se hallan reunidos toda via los documentos que la ilustran, El cam- po de Ia historia es fecundo, y quisiéramos ver entrar en él a la juventud que, prepa- rada con buenos estudios quiera’ aplicar fructuosamente los dotes del espiritu.” En otra parte agregaban: —"De este escrito del sefior Barros Arana se ha hecho por esta imprenta una bellisima edicién a dos columnas que se repartira a los suscripto- res de La Tribuna en los proximos dias so- lemnes de septiembre.” Etectivamente, did- se a luz entonces un folleto in 4%, de 42 paginas, con el titulo siguiente: Estudios histovicos sobre Vicente Benavides y' las campanas del sur. 1818-1822. Por Diego Ba- ros Arana (Epigrafe de Tacito, Vita Agri- cole). Santiago, Imprenta de Julio Belin y Compania, 1850. Era la primera obra del historiador. Al anunciarla en el diario, la redaccién habia cuidado de reproducir el prélogo con que Antonio Garcia Reyes la presentaba. Para un muchacho como el autor, el juicio del padrino significaba un honor. Garcia Re- yes era un escritor ilustre, el mejor orador arlamentario, un brillante estadista y un istoriador notable. Tal espaldarazo con- sagré a Barros Arana. Reconocia el prologuista que la aten- cién de los historiadores de la Indepen- dencia habia abarcado de preferencia el estudio de los hechos hasta la batalla de Maipo y de las campaiias navales que lle- varon la libertad al Peri, Sefialaba que al mismo tiempo que esas gloriosas empresas levabanse a cabo, al margen de ellas “habia en el cuadro de nuestros hechos 13 militares un rincén obscuro, del cual todos apartaban la vista con horror, y en donde Ja tradicién suponia charcos de sangre y horrores de tristisimo recuerdo. De alli se alzaba el fantasma de Benavides, sombrio y atroz, imponiendo al pueblo sus pinicos terrores”. La relacién de las campafias del sur durante los afios de 1818 a 1822, decia en seguida Garcia Reyes, proyectaba luz sobre un acontecimiento que aparecia con caracteres misteriosos en Ia historia nacio- nal. Su esclarecimiento habia tenido la suerte de destacar con perfiles claros, figu- ras dignas de la gratitud nacional, las cua- les Ia accién del tiempo casi_habia borra- do del sentimiento popular. Guerreros que combatieron cien veces por la causa co- min, en un batallar obscuro, en un am- Diente en el que sélo se veia el asesinato del vencido y la venganza del vencedor, debia la historia presentarlos como ejem: plos de sacrificios por la patria. “Las cam- pafias del sur —continuaba mas adelante Garcia Reyes~ ofrecen, es cierto, ef cuadro desolador de la guerra’ en su horrible des- nudez. Lejos de aquel teatro, todo lo que pueda dignificar el ejercicio de las armas, slo la sed del pillaje, la venganza, los ren: cores engendrados por la persecucién he- cha al crimen, alimentaba al ejército ene- migo; y por nuestra parte el frio senti- miento del deber venia a sostener Jos bra- zos consagrados a dar y recibir la muerte ‘en encuentros sin porvenir, sin gloria.” El juicio del prologuista, convertido en segui- da en critico de la obra del joven escritor, era el siguiente: —“El autor de esta intere- sante relacién —anotaba— ha hecho un buen servicio a nuestra historia. Sin pre- tensiones de una filosofia muchas veces va- na y postiza, se ha contentado con echar las bases s6lidas sobre las cuales debe formu- latse algiin dia. El ha sabido distribuir con método y clatidad Ios sucesos para sugerir- os noticias exactas de su curso e influen: cia reciproca y ha derramado sobre ellos no poco interés por la manera animada con que los describe.” El prélogo estaba fecha: do en 1° de septiembre de 1850. Otro cri- tico se ocupé por ese mismo tiempo del es- tudio de Barros Arana. El redactor de El Mercurio de Valparaiso, el uruguayo Juan Carlos Gémez manifesté que el ensayo de Barros Arana Io acreditaba como el futuro hhistoriador de Chite. El tiempo no haria mis que confirmar tal juicio intuitivamen- te adivinado. Tanto Garcia Reyes como Gémez per- at ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE tenecian a una generacién de escritores an- terior a la de Barros Arana. Esos juicios so- bre ef fibro eran correctos. Los merecia. Pero es necesario conocer también la de los escritores de su propio tiempo. El de Vicu- fia Mackenna, por ejemplo. En 1866, de- claré que con’su trabajo “Barros Arana co- menzaba por descubrir las relevantes dotes que reunia para ser el historiador chile no...” Que el estudio estaba destinado a esclarecer' una parte muy obscura y desco- hocida de Ia historia de nuestra revolu: cidn, la guerra que contra la repiiblica sos- tuvieron en las provincias meridionales al- gunos atrevidos y astutos montoneros que se Iamaban defensores de los derechos del Rey de Espafia” (Vicufia Mackenna, Histo- ria General de Ia Repiblica de Chile, Me morias Universicarias, Tomo I, 1,866. Bio- grafia de Barros Arana, p. 270). Domingo Arteaga Alemparte fué més exigente: “El libro tevelaba las serias investigaciones que habia emprendido su joven autor sobre la historia nacional —escribia— e ilustraba abundantemente uno de los capitulos de ella mas sangrientos y menos conocidos; pe- ro en cuanto al arte de fa composicién’y al estilo, era un ensayo poco feliz. Se divisa- ba alli al investigador sagaz y paciente, no se columbraba todavia al esctitor” (Domin- go Arteaga Alemparte, Don Diego Barros Arana en Los Constituyentes de 1870, en colaboracién con su hermano Justo, pig, 417 de la edic. de la Biblioteca de Escritores de Chile, 1910). ‘Todavia nosotros podemos encontrar en el ensayo de Barros Arana algunos rasgos de su espiritu que en nuestro tiempo ad- quieren importancia y que entonces nada significaron. Sefialemos uno. El epigrafe de Ticito colocado a la obra y copiado de la Vida de Julio Agricola, es el punto de partida para revelarnos Ia preocupacién de Barros Arana por la voluntad del hom- bre que hace la historia con su accién. “Ha sido uso transmitir a la posteridad los hechos y las costumbres de los hom- bres ilustres”, reza In traduccién latina del epigrafe ‘de Ticito que el escritor refirié para su libro. ¢Etan ilustres los Rechos af Benavides? Era él mzismo ius te? De esa exiscencia turbulenta, degra- dada, feroz, equé merecia transmitirse a la posteridad? Tlustres fueron los héroes que combatieron al bandolero; ilustres las vic- timas que inmolé en atroces sacrilicios; ilustres también, los que sufrieron los mar- tirios del salvaje guerrillero. Convenga- ‘mos que para el tema, para el asunto, pa- ra el lepitodio que habla escogido Bartos ‘Arana, de indole principalmente biogra- fica, no era el epigrafe de Tcito, ni el mis conveniente ni el mas adecuado para re- ferir la vida de un birbaro. El historiador latino habia escrito aquella sentencia para inmortalizar ta prudencia politica y el bri- ilante valor del cénsul y general romano. En Benavides estaban muy lejos de concu- rir esas circunstancias. El epigrafe que us6 Barros Arana nos sirve para conocer su concepcién social de la historia. De ella tenfa un sentido plutarquiano, La historia y la biografia debian desprender siempre ensefianzas. Les correspondia una mision moralizadora. En la biografia era donde mejor cumpliase esta finalidad. El hom- bre, con su accién personal, con el poder de su voluntad, por el influjo de su poder dominador, Ienaba la historia de ‘utiles lecciones y era el héroe de ella. Barros Arana, moralista plutarguiano, semtia ef culto del héroe. Recuérdese que su siglo Vié difundirse 1a idea del hombre provi- dencial, El libro de Carlyle On Heroes, Herowarship and heroic in History lo pu: so en boga. “La historia universal, la histo- ia de 10 que el hombre ha hecho en el mundo —escribié alli el historiador in- glés—, es en el fondo la historia de Jos grandes hombres que han trabajado aqui abajo. Esos grandes hombres fueron los guias de los pueblos, los modeladores, los Sxquetipos y, en un, amplio| sentido, os creadores de’ cuanto ha llegado a hacer y alcanzar la masa de los hombres conside- rados en conjunto, Todas las cosas que ve- mos cumplidas en el mundo, son propia. mente el resultado material’ exterior, la realizacién prictica_y Ia encarnacién de Jos pensamientos que habitaron en los grandes hombres enviados al mundo. El alma de la historia entera del mundo se- ria la historia de ellos..." “El héroe es un mensajero enviado del misterioro In- finito con noticias para nosotros. Procede de la substancia interior de las cosas, Alli vive y debe vivir en comunién conti nua...” “Viene del corazén del mundo, de la fe primordial del omnipotente que le da la inteligencia, y lo que pronuncia es realmente una especie de revelacién ...” Todavia en los Disewrsos y cartas de Cron- well habia escrito: “Las obras de un hom- bre, asi las sepultaseis en montafias de guano, bajo las obsceaas inmundiclas de todos ‘tos buhos anticuarios, no perecen, Barros ARANA, HISTORIADOR fo pueden iperecer. La luz eterna que habia en un hombre y en su vida, se agre- ga a las eternidades, subsiste por siempre Como una nueva y divina porcién de la suma de las cosas”. En esas palabras hallase el fundamento de las ideas de Carlyle sobre el culto de los héroes, del hombre providencial, si se quiere. En América, encontraron entusias- tas admiradores. Sirvieron esas ideas para celebrar Ia aventura bérbara del caudillis- mo militar y civil que siguid a la Indepen- dencia en la lucha por la formacién de los nuevos estados. Aun en los pocos pafses donde éste se otganizd sipidamente en situacién estable el régimen legal, las ideas de Carlyle no dejaron de impresionar. En Chile, donde la historia tendié a la exal- tacién de las individualidades, mediante la proliferacin del estudio biografico, Carlyle desperté simpatias, Barros Arana fué un fecundo bidgtafo. Se inicié en las letras escribiendo biografias. Igual camino recorrieron Amundtegui y Vicuiia Mac- Kenna, Este tiltimo, sobre todo, sintié apa- sionadamente el culto de los’ héroes. En Barros Arana todavie en otro libro de ju- ventud, escrito a los treinta y cinco afios, en 1865, en la Historia de America, esta admiracién por el héroe tendri plena va- lidez, Anotemos aqui por ahora el hecho. Hay también otros puntos que estas pri meras piginas del historiador nos permiten aprehender. Son los que inciden en sus afec- Ciones espirituales: las circunstancias que de- terminan esas afecciones. En el esbozo acerca del inforcunado Tupac-Amaru hemos visto su antipatia hacia la obra de la colonizacién de Espaiia. :Hasta dénde las vicisitudes de las guerras de la Independencia, de las cua- les To separaban cuatro lustros, lo habian hecho despreciar todo lo espafol? En el estudio sobre Vicente Benavides, en el an- gulo adverso al espaiiol, en el de los patrio- tas, se_perfila, aunque veiadamente, la distancia que profesa a José Miguel Carre- ra y la preferencia por O'Higgins. En las primeras palabras de su estudio, la frase est calculada para indisponer el aprecio por el Dictador de 1812. Refiérese, por ejemplo, al abandono del sitio de Chillin por el General. Aprovecha el suceso para decir que desde aquel momento: “...2u- ‘menté la impopularidad que un falso des- potismo habia acarreado al General Ca- trera. O'Higgins, hombre de espada y de dictamen, soldado en quien se reunian las mds brillantes cualidades, lo reempla- 145 za..." La comparacién eleva a uno y en- sombrece al otto. Expone en seguida las relaciones de Benavides con Carrera, Aun- que dice que ellas son desconocidas, aiia- de que “.. segiin papeles hallados a aquél es evidente que Aubo comunicaciones en- tre ellos y su declaracién por estar en con- formidad. En el momento en que el cri- minal se desprende de todo el pasado pa- ra dar cuenta de sus actos a sus jueces, ra- ra ver desprecia la verdad. En ese momen- to confess — (Benavides) — que entre am- bos habian convenido la divisién de la Reptiblica en dos porciones. Siz embargo, en las proclamas qae él dirigia a la tropa, y em una especie de memorial destinado, al parecer, a mandarselo y que se hallé en su equipaje, dice que solo desea resta- blecer un Gobierno Nacional echando pa- ra siempre de Chile a San Martin y dems argentinos.” Era lo suficiente para echar sombra sobre el General Carrera. La investigacién historica, antes de mu- cho, hizo perder at estudio de Barras Ara- na ta importancia que con justa razén al- canz6 en sus dias, y que seiialé el camino para trabajos mis completos. Fué él mis- mo quien primero contribuyé a rehacer el Vicente Benavides en otros libros suyos. En 1858, al publicar el tomo IV de la Historia General de la Independencia de Chile, narré las primeras camparias del ejército patriota para someter el sur del pals, y alli amplid el conocimiento de los sucesos, y rectificé errores de detalle. Vi- fia Mackenna, en 1868, con la publica- cién de Ia memoria histérica universitaria La Guerra a Muerte, dejé muy atrés, li- teraria e historicamente, el primer ensayo de Barros Arana. Desde ese afio, fué ya simplemente un recuerdo bibliografico. Sin embargo, debia ser ef propio autor de Ja Historia General de Chile, quien en de- finitiva agotara la investigacion. En los vo- Timenes IX y XIII de esa obra, editados entre los afios 1888 a 1894, Barros Arana escribié la crénica mas prolija sobre Bena- vides, ¢ hizo de todas las campafias del sur, hasta su término, una historia tan completa que ella hasta hoy no ha sido reemplazada. En el curso de todo el exten- so relato de la Historia —vale la pena con- signar el dato— Barros Arana no cité para nada su libro Bstudios histricos so. wre Vicente Benavides y las campanas det Sur, que en 1850 habia consagrado el nom- bre’ del historiador. ¢Desprecio la insufi- ciencia de su primera obra de juventud? 146 ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHiLE ¢Estaba_convencido de su escasa impor- tancia? En el curso de los afios, pudo Ba- rros Arana rehacer el material sobre cl guerrillero casi completamente. Los apor- tes mds serios que recibié inmediatamente después de la publicacién del estudio, fue- ron las observaciones y rectificaciones del General José Marfa de la Cruz y del Co- ronel Benjamin Viel. Estas informaciones modificaron substancialmente, entre otros hechos, el de la accién del Pangal. Por su parte, el General Manuel Riquelme, actor y testigo de importantes campaiias contra al guerrillero, le proporcioné nuevos datos que Barros Arana no pudo utilizar por estar ya impresa la obra. Por iiltimo, encon- a@indose en Lima, Barros Arana en 1860, el General Guillermo Miller le obsequid la minuciosa relacién que Juan Castellon habia escrito sobre la campafia de Bena- vides contra Chillin, que contenia infor- maciones totalmente desconocidas. Caste- llén habia sido amigo de confianza del bandolero. Estas fuentes, nuevas e impor- tantes, restaban al estudio anterior del his- toriador una curiosa novedad, las que va- cié mis tarde, como hemos dicho, en la Historia General de Chile. He aqui, por tiltimo, un juicio de Clau- dio Gay acerca del Vicente Benavides. En una carta inédita escrita en castellano des- de Paris, sin fecha, pero indudablemente de 1850, le decia: “A'mi vuelta de un via- je que acabo de hacer a Espafia para com- pulsar los archivos de Indias depositados como Ud. sabe en Sevilla, el senior [Fran- cisco Javier] Rosales me entregd su carta y el cuaderno que Ud. ha publicado sobre las campafias. de Benavides. Le agradezco muchisimo su buena atencién que aprecio tanto mds que este trabajo, escrito. muy concienzudamente y a la vista de documen- tos auténticos, seré para mi de la mayor utilidad cuando mi Historia alcance a di- cha época. Como Ud, yo habia pensado que este hombre tan singular merecia ser bien conocido y mientras mi permanencia en las provincias del sud no perdoné ni gin cuidado para proporcionarme las m jores noticias sobre su carécter y los dife- rentes actos de su vida piiblica; a este res pecto el sefior Castellén, que fué muy ami- go de su casa y en toda circunstancia su protector, allané muy particularmente mis eseos poniéndome en comunicacién con las personas que habian seguido su bande- ray atin con su mujer que vivia en aquel entonces en la ciudad de la Concepei asi_es que mis manuscritos sefialan una infinidad de notas sobre sus campafias, sus acciones y su vida privada, las cuales re- unidas a lo mucho que Ud. tiene publi- cado, me permitiran dar algtin interés a esta época de mi Historia.” ‘Terminaba con estas palabras: “Le ase- guro que es con sumo placer que veo el Benio de la juventud chilena dirigitse ha- Cia los estudios histéricos; bajo todos los puntos de vista, Chile ofrece por ello la Mayor ventaja, porque su Historia ha sido siempre muy descuidada. Si he sido bastan- te atrevido para emprender tan digno tra- bajo ha sido no tanto para lenar’ un va- cfo que la Repiiblica ya echaba de menos, gue pot dar a mis publicaciones demasia lo clentificas, un meérito algo més al al- cance de la generalidad de los chilenos; ello fué s6lo el motivo que me sugirié la idea de reunir todos los materiales posibles y gracias a estos materiales, que después he aumentado considerablemente, he podido dar a luz esta Historia, que hoy dia no pu- blicaria sino estuviese persuadido que los chilenos la harin mucho mejor. Ya esta por concluitse; el quinto tomo que acaba de salir alcanza hasta el afto 1814, el sexto, que sera el dltimo, incluira hasta la época en que la Independencia fué cimentada y entonces puede ser que publique'otro tomo de estadistica razonada del tiempo de la monarquia para el cual tengo reunido una gran cantidad de documentos sacados en Chile, Pert y, sobre todo, en Espaiia: este trabajo esti subordinado a algunas circuns- tancias.” EL TERGER ESTUDIO: LA CRITICA HISTORICA AL, Ligko pe BascuNAN, Et Cavriverio Feviz (1850) —La sistematizacién de los conoci- mientos hist6ricos obtigaba al_historiador con frecuencia a volver la curiosidad eru- dita hacia un pasado mucho més lejano, ya semiborroso por su considerable distancia de aquel de la Independencia que acababa de dejar al recordar las odiosas campafias de Benavides. Ese distante pasado corres- pondia al siglo XVII. En él habia nacido, mas o menos orginicamente, en la vida ru ral, en la célula de la encomienda, la socie- dad chilena. Ya el campamento militar del siglo anterior habia tomado también los contornos de la ciudad, y en ella podian distinguirse, fuera del espaiiol, los otros dos elementos de Ia sociedad: los criollos y los mestizos. Sobre esas dos sabanas se iba a es- tructurar la nacionalidad futura y ella se~ ria el cimiento de la colonia. Como de Barros ARANA, HISTORIADOR un crisol surgié la sociedad en este siglo. Tiene un sello propio. La fisonomia la dan grandes catistrofes, las epidemias, los temblores y terremotos, los aguaceros y las sequias. Es a la vez el siglo de los grandes estandatos ptiblicos y privados. Reina la corrupeién administrativa. Impera la rela- jacién eclesidstica. Domina una brutal re- ligiosidad que hace eclosién en una sexu lidad lujuriosa, Las supersticiones se agu- dizan, La riqueza publica es miserable. La privada no tiene comparacién con aquélla, Sonstitdyense feudos en las familias y se engendran rivalidades. El poderio lo da la posesién de la tierra y el comercio agrico- la, Desarréllase la pasién del juego y del lujo. Pero juego y lujo contribuyen a fo- mentar las ‘manifestaciones de la sociabili- dad, Se evan a cabo fiestas publicas Privadas. Al comenzar el siglo, desde antes, a fi- nes del XVI, en 1598, en seis afios, hasta 1604, siete de las ciudades fundadas por los espafioles al sur del Bio-Bio, fueron des- truidas por los araucanos. La civilizacién espafiola parecié hundirse definitivamente después de la catistrofe. Pero otra también amenaz6 consumarla. Los corsarios holan- teses aparecieron en el Pacifico y pusieron en peligro la estabilidad de las colonias his- Ppanoamericanas. Para contener al_indige- nha en su guertear incesante por Ia libertad, el misticismo jesuitico impuso Ja guerra defensiva. Més pérdidas de vidas, mas ca- lamidades ‘significé ella, todavia. En la literatura chilena colonial ha quedado impresa el alma del siglo XVII. El ca- ricterprincipalmente dominante ¢s su asombrosa masculinidad. La adversidad ha- ce al hombre més fuerte y parece compla- cerse en recordar sus apremios, los sinsabo- res, las viscisitudes, los derrotas, en fin, que el siglo le ha deparado. Pero toda la lite- ratura tiene un fondo comtin, siempre uni- forme y cuyo telén de fondo 's6lo varia en Jos accidentes. Los escritores son numero- 08 y el tinico asunto que abordan tiene co- mo principal objeto las guerras de Arau- co, He aqui el motivo del tema inagotable, explotado con delectacién. Los cronistas, ya sea en verso o em prosa, no pueden ni quieren sustraerse del relato de un asunto que era el motivo principal de la vida colonial. Son muchos estos escritores. El soldado Melchor Jufré del Aguila, lo hace en versos heroicos, muy malos. E jesuita Alonso de Ovalle en una lengua pura, li- sica y con una candorosa e ingenua acep- 147 tacién de la crénica milagrera. El misione- ro jesuita Diego de Rosales, con formal sentido de la historia. Jerénimo de Quiro- ga, militar, narra rasgos generales simple- mente, Otro soldado, José Basilio de Rojas y Fuentes, lo hace en’ la forma de un ma- nual, serio y bien informado. Los bidgrafos se extasiaron, por su parte, contando las ha- zafias de los guerreros contra los araucanos. Los cronistas de los sucesos particulares vol- vieron siempre los ojos a la frontera que trazaba el rio Bio-Bio, Santiago «de Tesillo diserté con elegancia y profundidad como conocedor de la cuestidn de las “guerras de Chile, causas de su duracién, advertencias para su fin, ejemplarizadas en el gobierno de don Francisco Laso de la Vega”. O sea, con el pretexto de esas guerras, ttazé la his- toria de ese gobernador. Igual procedimien- to empleé el mismo autor para exaltar Jas campaiias de Meneses en ef optisculo Res- fauracién del estado de Arauco. Con Ani- mo distinto, esto es, sin Ia abundancia del elogio y del adulo rastrero, con un pro- pésito de condenacién apasionada, el au- tor que escribid las Memorias ide Chile y de don Francisco de Meneses, bajo el pseti dénimo de Fray Juan de Jesiis Marfa, tra- 2 el cuadro paipitante de una sociedad agitada por la corrupcién administrativa y social. Este escritor anénimo gno pudo ser Bascufidn? En el numero de esos escritores hay uno que no se encuadra en ninguno de los géneros literarios que se han sefalado: erénicas generales, poemas histéricos, bio- grafias, relatos de sucesos particulares, au- tobiografias, etc. Es éste el mismo Fran- cisco Nuifier de Pineda y Bascufiin. El li- bro que escribié contiene en gran medida todos los géneros antedichos. Es cronica, porque hace historia. Es autobiogrifico, porque narra lo que le ocurrid en su vida. Es el relato de sucesos particulares, porque ‘con ocasién de su cautiverio entre los arau- canos, cuenta menudamente las mas diver- sas formas de civilizacién de ese pueblo barbaro. Participa el libro de otros ras- gos propios. En é) hay poesfas y un buen poeta. Hay también un averado traductor. Un tedlogo y un exégeta revelan las diser- taciones morales. Surge también muy ni- ¥damente el pantletsta, Este es el hombre de protesta, el inconformista, el individuo que anota los agravios contra el régimen politico y social y los denuncia en una acu- sacién grave, solemne y fundada. No es un precursor de la Independencia, porque sus 18 sentimientos sinceramente mondrquicos ja- més se lo hubieran permitido, pero sin querer acumula los hechos para justificar €l proceso de la liberacién. Podemos asi considerarlo. Sin embargo, es mejor no arrancarlo de st medio, porque su vida ex- plica su siglo, lo representa con fidelidad en cuanto a lo que un hombre de su estirpe y condicién, un soldado, un individuo cul- to, un buen y leal vasallo, un hidalgo, era en Chile en el siglo XVII. Sefialemos que Bascufiin era chileno, Junto con el jesuita Alonso Ovalle es el segundo escritor de ese siglo, y como aquél también debié su formacién intelectual y literaria a fa es cuela de la Compaiiia de Jestis. Ovalle ha- bia nacido en Santiago eh 1601 y fallecié en Lima en 1651. Vivid justamente la mi- tad de su siglo. Bascufian vid la luz en San Bartolomé de Chillin en 1607 y mu- rid en Locumba, en el Peri, en 1680. Su existencia alcanz6, pues, a los setenta y tres aiios. Adviértase que los dos escritores chi- lenos son clisicos de la lengua y literatura espafiolas. Con tal rango figuran en nues- tras letras coloniales. Ovalle dié a la estarn- a en Roma la Historica Relacién del Rei- no de Chile en el aio de 1646. Bascuitin concluyé de componer el manuscrito de El Cautiverio Feliz y Razén de las guerras di- latadas de Chile en 1673. Para ver las \e- tras de molde debié su obra esperar cien- to noventa afios. Sélo en 1863, era publi- cada por el mismo Barros Arana. El libro, sin embargo, habia cixculado en abundan- tes copias manuscritas en Chile y en el Pert, como el relato novelesco del cautive- rio de un soldado entre los araucanos. También habia despertado interés por las disertaciones morales, teolégicas y exegé- ticas que acompafiaban las relaciones de los actos ejecutados durante la cautividad. Estas disgresiones, que para el gusto de hoy tanto hacen desmerecer el libro de Baseuridn, eran entonces leidas con especial devocién y acreditaban Ia sapiencia de un autor. Un tal Floriin de la Sal, fraile de Ja Orden de la Merced, Provincial de San- tiago de Chile, en alabanza del libro del escritor que habia leido en una de esas copias, le decia: Ninguno como vos, Marte elacuente, Unit supo tan bien fas facltades, Con de ptuma mostrando suavidades, Con Ia fsbada mezclando lo. prudente. ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE Cite En vor de Chille, capitin valiente, Estas s6lo se han visto calidades: Con [a pluma escribir divinidades, Con la lansa matar tan birbara gente. on estas armas de Minerva y Palas, Silo fee Barat, habs pido Phony fo tiger de sus als Liegaten por dicha al regio nido: Gul enters lucirin fos dents Bion de Chile, eapian valent. Otro fraile que también leyé una de es. tas copias manuscritas. El Padre Fray Buenaventura Aringuiz, dijo en elogio del libro: Guando 1 libro mire Stentcrto destrovado, Lo ton con dean, Fu exterior constderd Te abyd 9 on tated halle 1 Oreo faa, Mincroe of una eta sl Marte pacsto en te vod, Ya an'tado Ven lovande, En el Cautiverio Feliz, no es lo noveles- co, no son las consideraciones morales, bos tinicos motivos que Ilenan la obra. Es bien discutible si todo lo que narra del cautive- rio es una novela, Pudo parecer tal la rela- cién de las costumbres, habitos € intirnida- des de los araucanos, generalmente desco- nocidas de los esparioes y para quienes era ciertemente una novedad Ia narracién que proporcionaba el escritor. La visién que abarcé su pupila fué adornada por el poe- ta, sin duda, Enaltecié al barbaro explota- do sin misericordia por el castellano. ‘Tam- bién esa visién fué deformada por el dis- cipulo y admirador de la Compaftia de Jestis. Puso de manifiesto la docilidad de Jos araucanos, la benevolenciz y equidad que los distinguéz. En cambio, la rapiiia, la avaricia, el maltrato, la violacién de las mujeres, la captura de los nifios, los robos, la mala fe, las crueldades, las violencias cometidas impunemente por los castella- nos, obraron en los araucanos como furerzas impulsoras en defensa de la libertad de la familia, del hogar y de la persona. Estas fueron’ las razones que los determing 2 tomar las armas, El escritor recordaba cémo la propagacién del cristianismo habia obrado milagros en el corazén de los barbaros. En el fondo, lo que Bas- cuitin desenvolyia en el libro eran fas ideas gus abonaron la justificacion de Ia guerra jefensiva. Considerado el escritor deste es- BakRos ARANA, HISTORIADOR te punto de vista, es un propagandista mas de los jesuitas Luis de Valdivia y Alonso de Ovalle. Son los mismos principios cari- tativos los que defiende y expone con vigor y pasién. Evidentemente, no fueron éstos Jos tinicos propésitos que tuvo en vista Bascufién para escribir el libro. “Sélo se podré decir y dar a entender lo que me ha movido a coger Ia pluma en la mano y es- cribir algunos sucesos de este Reino con verdaderas experiencias (aunque con hu- milde y Ilano estilo) : el haber reconocido algunos escritos y obras de historia que han salido a luz y estén para salir, de algunos acontecimientos de esta guerra de Chile, tan agenos de la verdad como Ilevados de To adulacién los mis...” “Mis convenien- te y justo fuera —dice en otra parte— que semejantes escritos y escritores fuesen sepul- tados y faltasen del mundo, pues de ellos no se puede originar otra cosa que un gran descrédito de la guerra de Chile y de los gue an derramatlo su sangre en servicio le su Rey y sefior, y padecido varios tra- bajos y desvelos por acreditar en sus histo- rias a los que con potestad y dineros han adquirido el aplauso de tales cronistas li- sonjeros, que con relaciones siniestras y contemplativas dependencias intentan des- lucir calificados méritos y engrandecer fan- tdsticas opiniones.” Decia después: “*... el principal blanco a que se encaminan mis discursos, no es otro que hacer las verda- des _patentes. Con que daremos principio a mi Cautiverio Feliz, de donde sacaremos el fundamento de Ia dilacién de esta gue- ra de Chile, pues lo uno y lo otro viene a ser directo blanco de este libro. El Cautiverio Feliz gparticipa de esa masculinidad que advertimos en la litera- tura del siglo XVII? Precisamente, no es el arquetipo de esa literatura. Pero, Barros Arana, ¢percibié el cardcter de la obra en este aspecto? En realidad, aqui debemos de- tenernos para conocer la opinién, el juicio del primer critico de Bascufiin, no sélo como escritor y cronista, sino como hom bre representativo de. ete siglo, prefiado para Chile de tantas visicitudes, y del cual es Bascufidn un buen modelo como expre- sién de Ia reciedumbre del alma espafola en el torbellino, en el crisol, en que fun- diase la sociedad chilena. El estudio de Barros Arana vié la luz en octubre de 1850, en el tomo V de la Revista de San- tiago, que dirigian y publicaban José Vic- torino Lastarria y Francisco de Paula Mat- ta, El titulo: Bascuiién y El Cautiverio 149 Feliz. En su ensayo, el autor pretendio desarrollar dos propésitos, sin conseguir ninguno. Mediante ‘una breve semblanza Diogrdfica dar a conocer el cardcter del autor del Cautiverio, y, después, analizar ‘el contenido de la obra. El fracaso se pro- dujo ineludiblemente por no haber com- prendido al hombre, a Bascufién. Ya en el padre del escritor, ‘un noble andaluz, a quien Menéndez y’Pelayo lamé “un viejo heroico y digno de epopeya”, habla rasgos suficientes para evidenciar la contextura moral del hogar en que se formé el hijo. Era cuestién de escogerlos. He aqui uno bien decidor del caricter de Alvaro Niifier de Pineda y Bascufiin, narrado por el au- tor del Cautiverio que habria servido a Ba- stos Arana para destacar la fisonomia del soldado, Tratdbase de un servicio que el Gobernador habia querido hacer al Maes- tre de Campo, en favor de su hijo, “El Gobernador era caballero de todas pren- das, gran soldado, cortés y atento a los méritos y servicios’ de los que le servian a S. M,, —cuenta Bascufiin— y considerando los calificados de mi padre, le habia en- viado a ofrecer una bandera 0 compafiia de infanteria para que yo fuese a servir al Rey, nuestro sefior, con mis comodidad y lucimiento a uno de los tercios, dejindolo a su disposicién y gusto, de lo cual le hice recordacién diciéndole que parecia mas bien que como hijo suyo me diferenciase de otros, aceptando la merced y ofreci- miento del Capitan General y Presidente: razones que en sus oidos hicieron tal diso- nancia que lo obligaron a sentarse en la cama (que de ordinario a mas no poder la asistia), a decirme con palabras desabridas y dsperas que no sabia lo que hablaba, que como pretendia entrar sirviendo al Rey, nuestro sefior, con oficio de capitin, si no sabia ser soldado, que cémo me habia de atrever a ordenar ni mandar a los experi- mentados y antiguos en la guerra sin saber lo que mandaba: que sélo serviria darles que notary que decir, porque no habia aprendido a obedecer era imposible que supiese bien mandar.’ Asi era el hombre. El hijodalgo andaluz, habia comenzado la carrera de las armas a los catorce afios. Cuarenta habria de ser- vir en las guerras de Arauco. A Chile habia Megado como gentilhombre del ejército del Gobernador Alonso de Sotomayor, en 1558. Larga, dificil y aspera habia sido la jorada de esas tropas. Desde Espafia, ha- bian tomado la ruta del Atlintico y desem- 150 TANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE. bareado en el Rio de la Plata. De aqui, internaronse en las pampas argentinas. E prendieron la travesia de la cordillera andi- na, a fin de llegar a Santiago de Chile y partir a Concepciéa, en la linea de la fron- tera araucatia. En 1585, Alvaro Néiiez de ineda y Bascuiidn ya habia acreditado, co- mo soldado raso, fama de guerrero. En el correr deslumbrante de una carrera heroi- ca, fué Maestre de Campo de cuatro Capi tanes Generales. Lo tespetaban y en él te- nian fe. Un Obispo de Concepcién decia del viejo militar: —"Fué asombro y espanto de os indios, pues sélo con oir su vor se retiraban.” Temian al militar, al_impla- cable conductor de las huestes espafiolas al triunfo, porque siempre los habia derrota- do. La’ verdad es que sentian su imperio cuando dirigia los combates, y admiraban —jcosa curiosal— al hombre’ de sentimien- tos generosos, al espiritu justiciero, que otorgaba buen trato a los prisioneros y que preocupabase de su suerte. Maltincampo, como Jos araucanos Ilamaban al Maestre de Campo General, lo sabian enemigo de las violencias y crueldades, dispuesto siem- pre a hacer Ievadera la desgracia del ven- Gido. En la rigider de una férrea disciplina como la que se habia impuesto para s{ mis- mo en el cumplimiento de sus deberes y que en igual forma exigia de sus subalter- nos, Niifiez de Pineda y Bascuiién repre- senté en las luchas de Arauco al guerrero gentil de los tiempos caballerescos. El mis- to sentimiento de consideracion y de res- peto que guardé para con el enemigo, Io tuyo en mayor grado para con su Rey, a quien pricticamente sacrificd, en sw {eal- tad, la vida en el servicio miliar. Lo aban- doné cuando las fuerzas totalmente lo im- posibilitaron, Habia perdido el uso de las jiernas, y en uno de los inniimeros com- ates a que habia concurrido, perdié uno de los ojos. La devocidn por las armas, por otra parte, habia sido tan celosa en el cur- so de su carrera, que sus reducidos intere- ses, al no haber estado administrados por un hermano, se hubieran concluido en el abandono. Al licenciarse del servicio, lin- daba en la pobreza. Cuenta el hijo que su despreocupacién por el manejo y control de su hacienda fué tal, que no distinguia el valor de las monedas. Estos datos dan a la silueta del padre de Bascufién, un relieve de medall6n y nos muestran su ca- ricter. El hogar suyo era el de un antiguo hidalgo espanol en que las virtudes del honor, la sobriedad de las costumbres, el espiritu de sacriticio, el rigido concepto de la honradez, la pureza de las costumbres, conformaban una naturaleza recia, firme, austera, independiente y estoica, La mascu- linidad, hasta parecer salvaje en su feroz individualismo, es uno de los rasgos de estas almas, EI hogar del Maestre de Campo sufrié tun serio quebranto con el fallecimiento de la esposa, dofia Magdalena Juiré de Loaiza, sefiora descendiente de los primeros con- quistadores. El desgraciado suceso ocurrié en 1614. La atencién de Ia guerra en la plaza de Arauco impidié al soldado man- tener su hogar en San Bartolomé de Chi- lin y viése obligada a concluir con la casa. Las dos hijas fueron enviadas a San- tiago para ingresar en el convento de las agustinas, donde una profess. El varén, Francisco, fué Ilevado por el progenitor a la plaza ‘de Arauco. Tenia’ los. jesuitas aqui una casa de residencia y un colegio, al que ingresd Bascutan cuando contaba con seis o siete afios de edad. A los dieciséis abandoné la clausura y el colegio, a causa =como é! mismo lo dice— de “ciertos ju- veniles desaciertos que suelen servir de escollos que obligan a amainar las velas al ingenio que con mas pompa y lucimiento surea el inmenso mar de Ia sabiduria.” Buenos maestros como los padres Rodrigo Vasquez, Agustin de Villaza y Juan del Cubillos, martir de los indigenas del Pa- raguay, influyeron en la formacién. inte- lectual de Bascufidn, cuya inteligencia fér- til, imaginativa, vivisima, clara, recibié una esmerada educacién. Adquitié exce- lentes conocimientos de latin y fué un buen conocedor de ese idioma, Las tra- ducciones de los textos de los escritores del Lacio con que ha lenado su libro, acredi- tan la versacidn de Bascufin. Los Padres de la Iglesia no tuvieron secretos para él. Las sagradas escrituras las profundizé en el curso de teologia, y las nociones de filo- sofia que se impartian en las escuelas de los jesuitas, las adquirié con verdadero lucimiento. Entre los jévenes que en ese tiempo ingresaron al ejército, Bascuisn, por su cultura intelectual y literaria, era una excepcién, En el medio comiin de las gentes de la colonia, su superioridad. era considerable, A los dieciséis afios, en 1623, senté Bascufiin plaza de soldado en el ejér- cito espafiol de la Frontera. “Fui a cumplir —escribe en El Cautiverio— el mandato de mi padre al Estado de Arauco con toda presteza, porque el fiel obediente, como Bankos ARANA, HISTORIADOR dijo San Bernardo, no conoce tardanza. Procuré hacerme capaz en breve tiempo de lo que a un milite de obligaciones le es forzoso y conveniente, y que procura no quedarse atris en el ejercicio que profesa. En algunos afios que asisti en aquel Esta- do, ocupé el puesto de Aiférez de Ia Com- pafifa del Maestre de Campo del tercio, Cabo y Gobernador de ella cerca de dos aiios, y después el de Capitin de infanterfa éspafiola, hasta que por disposicién y acha- que que me sobrevino, habietsto vuelto a cobrar salud a casa de mi padre, quedé reformado. Y habiéndolo solicitado con todo desvelo, porque volviese a continuar 1 real servicio, me hizo volver a él, como lo hice, asistiendo siempre cerca de lx per- sona del Presidente, Gobernador y Capitin General de este Reino. Y habiendo suce- dido algunos desastres y no bien afortu- nados acaecimientos en encuentros con el enemigo, me mandaron volver a servir otra compaiiia da infanteria espaftola en 1 tercio de San Felipe de Austria, que era entonces el blanco donde el enemigo soli citaba hacer sus tiros. Y por ser parte mas peligrosa y mayor riesgo, estimé el favor que se me hizo, y Je 2dmici con todo gusto por el amor y yoluntad con que deseaba acertar a servir aS. M., y perder la vida én su servicio se me ofrecieron ocasion.” ‘Tales fueron los primeros seis altos de Bascuftin en la carrera de las armas. En 1629, a fos veintidés afios, era Capitin, Pertenecia al tercio de San Felipe de Aus. tria, con residencia en San Bartolomé de Chillin. El cacique Lientur, que habia servido a los castellanos, se encontraba ai frente de los araucanos dirigiéndolos con buen éxito, en vigorosas campafias guerre- tas. Desde 1627 habia comenzado €l ata- gue. En abril de 1629, Hegaba, después de pasar el Bio-Bio, a los aledaios de la civ: dad chillaneja. A sw paso, todo lo que en- contré fue destruido: Los campos y sem- brados, talados; los graneros, vaciados; los ganados conducidos al interior de las cor- dilleras. EI 10 de mayo, en un intento de repeler al invasor cortindole la retirada, el Corregidor de Chillan sufria una derrota. Quedé en el campo con sus dos hijos y mis de ochenta soldados, de los ciento cien- cuenta que le acompaftaban, Era el comien- zo del fin de una desgracia mayor para el cjército espadol. Ei regimiento de San Fe lipe de Austria, el tercio de Bascuiian, salié a detener las huestes de Lientur, excitadas por la derrota infligida al Corregidor, y 151 sicudbase frente al fuerte del ejército, a la distancia de una legua, en el paso del este- ro llamado “Las Cangrejeras’. En esta ac- cin de guerra, el soldado-escritor cayé prisionero. El cautiverio que més tarde ha- bria de referir en la ancianidad data de entonces. “Pocos rasgos ~dice Barros Ara- na-, ofrece la obra de Bascuflin mejor trazados que la historia en que perdié la libertad. ‘Lo reproducimos ‘integro para que sirva de muestra de la elegancia y Iu- cidez con que estan escritas las paginas de aquel libro admirable”. Al efecto, tepro- duce de Bascuiiin el siguiente trozo: "Su- cesivamente, a los 15 de mayo del citado afio, se nos vinieron a manos mis de ocho- cientos enemigos después de haber saquea- do y destruido muchas estancias. Las 1 grimas nos vienen a los ojos al recordar esta desgracia y la pérdida de tantos com- pafieros, considerando, sobre todo, que sucedié por falta de gobierno y buen con- sejo. En aquel tiempo, lo sé por experien- cia, los consejos de los ancianos, hombres de ciencia y experiencia, eran poco oidos y_menos apreciados: “que eran muy a [o Viejo lo que hablaban”, decian los que eran aconsejados sin lisonja. Asi sucedid a mi padre el Maestre de Campo, General Al- varo Niifiez de Pineda, con el Gobernador don Luis Fernindez de Cérdoba, e) cual con la noticia de la muerte del Corregidor de Chillin y de sus dos hijos, habia venido con prisa de la Goncepcién y se habia alo- jado en casa de mi padre, que se hallaba retirado en el pais, al cabo de servicios Iar- gos de algunas dichas y de muchos traba- Jos, con una pierna y un ojo menos, sobre todo, muy pobre. “Sé por experiencia, dijo mi padre, al Capitin General, previendo | ataque de los araucanos del 15 de mayo; sé por experiencia que Jos enemigos vol- veria a fa carga con fuerzas respetables contra el tercio de San Felipe de Austria; porque saben también, como nosottos, las pocas fuerzas que tenemos; y seria bueno marchasen apercibidos.” “Piensa Ud. muy a Jo vieja, senior Pineda,” respondié el Go- bernador. Es verdad que este refrin de aduladores palaciegos s¢ le escapé por dis- traccién, pues reparando en la persona del anciano’ Maestre de Campo, en las trazas visibles de sus buenos servicios, aiiadié: “No descutidaré el aviso, Ya las medidas estin tomadas para resguardo de las fron- teras.” Esto dijo; pero no por eso dejé de volverse muy ajeno de pensar 1o que iba a suceder, 152 ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE “En efecto, los ochocientos araucanos, matando, talando y saqueando, nos aguar- daron en el desfiladero Ilamado de “Las Cangrejeras”. El Sargento Mayor, al ver el atentado de los enemigos, destacd caballe- ria para reconocer por dénde se retiraban. La gente que salié del tercio serian unos sesenta. Dirigiéndose, pues, al citado des- filadero, en el cual nos aguardaban los araucanos, sabiendo perfectamente que to- da muestra fuerza se reducia a doscientos hombres mal avenidos y peor disciplina- dos. Al emboscar, un accidente fortuito fué como un presagio lo que nos iba a suce- der; un arcabuz se disparé casualmente y maté un soldado que estaba delante. No sé por qué no me maté a mf, pues me ha- aba a su lado codo con coo. Los indios se habfan formado en columnas separadas a alguna distancia, Nuestra caballeria car- g6 la primera, que era de unos doscientos hombres; pero perdimos diez muertos y cinco prisioneros, y los dems tuvieron que retirarse a uma loma rasa para aguardar por la infanteria que iba bajo mi mando. Me Ilegé el parte de lo sucedido, puse la caballeria que pude a caballo y legué con cuanta celeridad me fué posible. En las tres compafias de infanteria no habia ochenta soldados, los cuales con las dos de caballeria componian un total de poco mas de ciento sesenta; al paso que los ene- migos eran ya entonces mas de mil, habién- dose concentrado, Me situé en la’ loma, a donde se habia retirado nuestra caballeris, y vi desde luego que algunos trozos de los enemigos echaban pie a tierra para venir a atacarnos. Bajé de mi caballo, me puse a la cabeza de la vanguardia como capitin més antiguo, ¢ interpolando las picas en Jos arcabuces, marche en este orden con- tra el enemigo, segiin el buen consejo del Maestre de Campo Pineda, que me habia dicho muchas veces cuin bien le habia te- sultado el atacar a los indios resueltamen- te, sin darles tiempo a contar o caleular nuestras fuerzas. Ya fe habriamos salido mejor librados, si en esta ocasién me hu- biesen creido, y hubiésemos cargado infan- teria y caballeria, con lo cual nos hubié- ramos hecho duefios de 1s posicién. Iba, pues, ya a ejecotar esta carga, cuando de repente, lega un capitan de caballeria ligera con orden cle que me detenga y for- me en redondo mi infantetfa. Le respondi que era una listima el perder el tiempo y que nuestra evolucién consistia en la rapi- dex de nuestros movimientos; pero a ésto me respondié que la temeridad producta rara vez buenos efectos, y sobre todo no hacia mas que cumplir con las Srdenes que le habian dado. Obedect y mientras yo ejecutaba la evolucién mandada, suce- ié Io que yo con razén tema, a saber, que el enemigo aguardé a que mi infanteria concluyese el movimiento, y la atacé en media luna, con la infanteria. en el centro, y la caballerfa en las alas. Pos mayor desgracia, el tiempo nos era con- trario; la Iluvia apagaba nuestro fue- go, y muy luego fuimos envueltos por Auestros mumerosos enemigos, habiendo sido abandonados por nuestra caballe. ria, Qué podiamos ochenta contra mil? Asi es que nuestros capitanes y soldados, por mas que se defendian valerosamente, caian muertos a lanzadas o eran extermi- nados por las terribles macanas de los arau- canos. Ea cuanto ami, herido en la mu- fieca de una lanzacla, quedé en la imposi- bilidad de continuar defendiendo mi vida. De un golpe de macana me derriba- ron, me atravesaron el pecho con una lan- zada, pero el arma que yo Mevaba era buena, y no me mataron. En fin, perd{ el sentido, y cuando volvi en si, me vi caus tivo.” E] texto del relato que transcribe Barros Arana, como muy bien cuida de estable- cerlo, no es propiamente el de Bascunin, Es una adaptacion del original del manus- ito del escritor, hecha por Claudio Gay para el capitulo LIL, pags. 433-436, del to- mo II de la Historia Fisica y Politica de Chile, publicada en Paris en 1854, y al cual Barros Arana introdujo, todavia, algunas leves alteraciones. La insercién de este tro- zo fué el que sirvié al critico de Bascufian para justificar el juicio literario sobre la obra, cuando su autor en 1850 contaba cor 20 afios de edad. Decia Barros Arana en- tonces: —"Desde aquel dia comenz6 el cau- tiverlo de Bascuiiin, Cautiverio Feliz, si hemos de dar crésite a su relacién y hasta al titulo de su obra; empieza la interesan- te narracién de todo lo que vi6 entre los araucanos y muy en particular en casa de su amo Maulicin, Todo cuanto en ella ve- mos esti leno de animacién y colorido. Las descripciones de costumbres, las con- gquistas que, hacia ef eautivo para la fe de isto, no hay rasgo, en fin, que no nos interess. Las. digresiones hist6ricas, sus recuerdos y citas que podian hacer pesada € indigesta su obra, no hacen mis que av Barros ARANA, HISTORIADOR mentar su importancia, Dificilmente se do haber encargado a una mano mds fabil ta ejecuctén de wn cuadro tan cool pleto y de tan variado colorido. En la obra de Bascufiin hallamos bosquejada la civi- lizacién chilena a principios del siglo XVIL Al leerla se nos presenta a nuestra vista la vida colonial con todas sus imper- fecciones y defectos, junto con la dulzura y.tranquilidad que Ie son caracteristicas.” “No por eso ¢s menos animada e impor- tante por lo que respecta a los araucanos. Todos los hechos que conocemos 0s los pintan en la vida publica, en esos momen- tos supremos en que el hombre no aparece tal como es, en que se esfuerza por presen- tarse grande. Bascufiin parece haber co- nacido este vacio y lo ha Menado admira- blemente. Su obra, bajo este punto, es acreedora al titula de poema que le da el padre Aranguiz (Fray Buenaventura), en el elogio de una de las copias existentes en la Biblioteca Nacional.” “La obra de es uno de esos raros monu- mentos de nuestra pobre literatura; uno de esos libros que reclaman con més ins. tancia los honores de la impresién. No es s6lo la importancia hist6rica la que lo hace interesante, sino también su mérito litera- rio. En ella se hallan intercalados traduc- ciones en versos octosilabos de poetas lati- nos 0 espaftoles que escribieron en latin, como también algunas poestas originales en que prueba mucha facilidad para ver- sificar y no poco ingenio.” Barros Arana volvié a ocuparse de Bas- cufiin y El Cautiverio Feliz, en 1863, al reimprimir 1a obra en la Coleccién de His- toriadores de Chile (tomo Il). Trazé en esta ocasién una biogtafia mds completa del escritor y emitié un juicio en que aten- dié de preferencia al mérito histérico del libro. La critica suya es esta vez mis pon- derada, Bascufian ~segiin Barros Arana— ‘ocupé los tiltimos afios de su vida en escri- bir la obra que habria de perpetuar su nombre. El manuscrito tiene como fecha de término 1673, 0 sea, cuando el autor alcanzaba Jos sesenta y seis afios. Poseedor de los conocimienos més vastos que era posible adquirir en la colonia, como ya lo yemos dicho, habiase aficionado a esa lite- ratura empalagosa que se cultivaba en Espaiia en el siglo XVII, Ilena de referen- cias, consideraciones morales y_citaciones teolégicas y biblicas, que tanto daiio hicie- ron al gusto literario, afeando el mérito 153, real de obras verdaderamente notables. De no haber seguido 1a moda literaria de su tiempo, y si Bascuiidn, como viejo solda- do de las guerras de Arauco, se hubiera propuesto solamente contar sus campafias en sencillo recuerdos, habria escrito un li- bro tan valioso como el de otro conquis- tador de Chile, el del soldado Alonso de Géngora y Marmolejo; 0 bien como ese otro monumento de sinceridad y candor de Ia Iengua espafiola debido al conquista- dor de México y Guatemala, Bernal Diaz del Castillo. Estos dos escritores —como se sabe-, carentes de toda formacién litera- ria, legaron dos libros admirables a las letras por la sencillez singular y esponté- nea del relato, la fidelidad extrema con que contaron los hechos, y la aprecia- ble cantidad de preciosos datos histéricos que vaciaron en sus piginas de un valor inestimable para la crénica. “Pero Bascu- iin dice Barros Arana al mejorar su juicio de 1850 en 1868— era demasiado li- erato para que siguiera ese ejemplo: quiso ostentar sus conocimientos, y nos dejé un libro informe en que lo titil esté perdido en medio de paginas caya lectura fatiga nuestra atencidn.” En seguida, rectifica su opinién de juventud de 1850, ‘cuando dice en 1863: "El propésito de Bascuitin fué s6lo referir su cautiverio entre los indios araucanos después de la batalla de “Las Cangrejeras”; pero no quiso contar simple- mente sus aventuras, sino moralizar sobre cuanto veia y buscar en los autores que conocfa un fundamento para sus morale- jas. Este sistema lo arrastré demasiado le- jos, y se vi6 precisado a alargarse en digre- siones initiles que interrumpen el discurso y aburren al lector. Después de estudiar su obra se siente uno tentado a creer que esas digresiones constituyen su verdadero fon- do, y que 1a narracién de su cautiverio es solo la parte accesoria, Siguiendo este si tema, Bascuflan despojé a su libro de la mayor parte de su mérito.” La opinién de Barros Arana sobre el mérito histérico de El Cautiverio es muy superior a la de 1850. Encuentra que elector. cuidadoso del Ii bro puede descubrir casi siempre en cada pagina curiosas noticias para la historia nacional. Las mds importantes son las que se refieren a los araucanos. Durante el cau- tiverio entre los barbaros, que duré seis 0 siete meses, aprendié Bascufiin la lengua de los naturales, y con ese instrumento de conocimiento llegar a penetrar profunda- 154 mente en las costumbres, en los habitos, en la religién, en las preocupaciones y en la organizacién social de los araucanos. To- dos esos aspectos, segiin Barros Arana, Bas- cufiin “os da a conocer —como dice— con bastante exactitud, porque por mis que haya puesto en ejercicio todos los recursos de su imaginacién para engalanar sus cua- dros, el lector distingue en ellos la verdad y la descarga de los adornos retéricos. Las fiestas de los indios, sus juegos y borrache- ras, su vida doméstica, su sistema de gue- rra, su industria, su organizacién politica, y hasta su cardcter, estin bosquejados con gran recatgo de pormenores y con cierto Arte que hacen interesantes sus descripcio- nes.” Veintidin afios mis tarde, en 1884, en la Historia General de Chile (tomo I, pag. 112), Barros Arana daba mayor solidez a tuna nueva critica acerca del libro de Bascu- rin como preciosa fuente de informacién histérica sobre los araucanos.. “Bascufiin —escribié entonces— habia leido algunos poetas de la antigiiedad, y crefa como cosa verdadera los cuentos de la edad de oro de Is sociedades primitivas, donde s6lo_ha- brian reinado las sencillas virtudes, Ia Teal- tad, la pureza y la honradez. Habiendo conocido personalmente a los indios, ob- servindolos groseros, feroces, falsos, em- busteros y ladrones, se persuade y aun tra- ta de probarlo de que estos vicios eran nuevos en ellos, y que los habian_adquiri- do después de la conquista, Bascuiiin, que es un escritor de cierto talento, es uno de Jos muchos autores de que ofrece tantos ejemplos Ia historia de las letras, que por poseer una ilustracién detectuosa e incom pleta, se han dejado extraviar por sus pro- pios conocimientos literarios. Con menos ecturas —concluye~ Bascufiin habria des- crito sencillamente lo que vid y nos habria Iegado un libro mis verdadero y menos pesado por sus pedantescas digresiones, re- cargadas de citas de antiguos escritores 0 padres de la Iglesia, que no tienen nada que ver con la cuestién de que se trata.” Volvamos, por fin, al juicio de 1863 del historiador, que completa y mejora el suyo de 1850. Habla del hombre de letras y di- ce: —"Como escritor, el autor del Cauti- verio Feliz, debe ocupar un puesto impor- tante en 1a modesta historia de nuestra literatura colonial. Bascuian es difuso, vulgar, pesado cuando entra en sus eternas digresiones morales y filoséficas; pero su estilo toma un aire de sencilla animacion "ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE cuando recuerda ciertos pormenores de la vida doméstica, o cuando describe algunas ocalidades. En las traducciones que hace de algunos poetas, se encuentran a veces Giertos versos cuyo candor nos hace agra- dable su lectura. Para apreciar mejor el mérito literario de su libro, es menester transportarse por la imaginacién a la épo- ca en que él escribié, en medio de la obs- curidad colonial, y cuando en Ja misma Espafia habian Hegado las letras a un esta- do de asombrosa postracién y decadencia.”” En las tres ocasiones en que Barros Ara- na escribié sobre Bascufiin —1850, 1863 y 1884, los puntos de vista del critico, en general, fueron los mismos. Literariamen- te, variaron en la apreciacién de la obra, € histéricamente fueron. mantenidos. Sin embargo, en ninguno de ellos capté ta fi- sonomia de Bascuflan. Se desconcerté ante un soldado que no era rudo ni grosero; no comprendié que en ese soldado, ademas del literato, habia un espiritu fino, deli- cado, sensible al arte y la belleza. En el ensayo de 1863, nos dice: —"Don Francisco de Bascufién es uno de esos soldados Ile- nos de honradez y de buen sentido que escaseaban en el ejército de Chile del siglo XVI, y que se distinguen por la modestia y la probidad.” La personalidad de Bas- cutidn era mas que eso. El espiritu que le animaba fué el que Barros Arana no com prendis, No adivind Ia sensibilidad que abia en el soldado, en él escritor, en el hombre que vivid en el siglo de la més tremenda masculinidad. El Cautiverio es la obra menos masculina de la literatura de ese siglo. EL GUARTO Estupio: LAS NoTictAS BtocRA- Ficas pet Generar José DE San MARtiN. (1850).—La noticia de! fallecimiento del Ge= neral San Martin, ocurrida en Francia, en Boulogne sur Mer, a los setenta y dos aiios, el 17 de agosto de’ 1850, se conocié en San- tiago el 22 de noviembre de ese mismo ao. Por lo menos, {ué entonces cuando La Tii- Yuna, el rotativo en que escribia Barros Arana sus estudios hiistéricos, informé al piblico del suceso. En el editorial decia el diario: “El nombre del General San Martin no resuena por fortuna en los oidos chilenos como un reproche. Chile habia cumplido piss Con el grande hombre sus debercs Jace diez afios que sin reclamo, sin soli- citacién alguna, el Gobierno de Chile, obe- deciendo a un sentimiento de justicia y de dignidad, reparando 1a injusticia, la nece- BARROS ARANA, HISTORIADOR sidad o el error de las pasiones del mo- mento, rehabilité el nombre del ilustre guerrero, y puso su espada al frente del Ejército ‘de la Republica.” El juicio his- térico acerca de la personalidad del gue- rrero estaba condensado en estas palabras: “...después de haber recorrido victorioso la mitad de la América, parece que le hu- biera sobrado un pedazo de vida que ha ado voluntariamente en Ja expatria- Gin. Su nombre fué borrado literalmente de Ia historia contempordnea de la Amé- rica, y a la injusticia de su época respondié con’ un obstinado silencio y una obscuri- dad de vida de cerca treinta afos. Si la generacién que le sucedia podia hacerle alin cargos sobre los medios de que usd para libertar la América de la dominacién espafiola, en Ja plenitud del poder de las armas, en la impulsién que la necesidad imponia a la voluntad de los hechos, este acto de abnegacién, de anonadacién, bas. taria para hacernos cautos. Lo que él ha hecho nadie 0 poquisimos lo han hecho antes que él. San Martin es una de las ms grandes fisonomias de la América del Sur, y su nombre ocupaba ya en la opinién e todos los pueblos del mundo un lugar no inferior al de Bolivar, a quien cedid su titulo de Libertador”. Ademis del edi- torial, La Tribuna reproducia, en home- naje_al Libertador de Chile, un articulo de El Comercio, de Lima, en el que se daba cuenta del fallecimiento. Insertabase también la carta que Mariano Balcarce, hijo politico de San Martin, habia dirigido, al Presidente del Pert, Gran Mariscal Ra- mén Castilla, informandole del deceso. A continuacién, publicaba el decreto del Go- bierno de Lima que ordenaba honores fi- nebres al emancipador del virreinato y al primer jefe del nuevo Estado, el Protector. En los dias 23 y 25 de noviembre, el diario santiaguino entregaba al conocimiento de sus lectores, 1a traduccién del francés de un articulo intitulado Necrologia. El General San Martin, debido a la pluma de un amigo del Libertador, el periodista A. Gerard, director y redactor de L’Impar- tial de Boulogne sur Mer, aparecido el 22 de agosto. Todavia, en su deseo de exal- tar la memoria del hombre ilustre, La Tribuna daba a conocer en la edicién del 26 de noviembre, el decreto supre- mo del Ministerio de Guerra de Chile, firmado por el Presidente Manuel Bul: nes y el Ministro Pedro Nolasco Vidal, por él cual estableciase un luto de quin- BB ce dias para, el eército. Reproducia, a la vez, él oficio del Encargado de Ne- focios de Chile en. Francia, Francisco vier Rosales, dirigido al Ministro de Relaciones Exteriores desde Paris, con fe- cha_12 de septiembre, en que participaba al Gobierno la defuncién del General. Ro- sales habia sido e! nico americano de los paises liberados por San Martin, que, con cardcter oficial, se encontré a su lado en el momento de rendir el anima. Al saberle gravemente enfermo, habjase ido a reunir con la familia del General, su hija, las nie- tas y el yerno, El ultimo suspiro lo did el Libertador de Chile en presencia de un chileno. Las declaraciones acerca de la muerte, fueron hechas oficialmente ante el Ayuntamiento y la Parroquia, en represen- tacién del Gobierno de Chile por el agente diplomatico Rosales. En el traslado de los restos, desde la casa mortuoria del Ge- neral hasta la béveda de la Iglesia de Nuestra Seiiora, en la que reposaron por largos afios, el duelo fué despedido por el yerno de San Martin, el Encargado de Ne- gocios de Chile y su ‘buen amigo el perio- dista francés Gerard. El articulo de Gérard era bastante com- premsivo para day wna idea general del hombre que tan decisivamente habia con- tribuido a la libertad de la América me- ridional, Mas que un articulo informati- vo, el de Gerard asumfa los caracteres de un ensayo por la amplitud de alguna de las consideraciones, el propésito de pene- trar en el pensamiento politico y la inten- cién de descubrir los méviles de las accio- nes de San Martin, Naturalmente, el autor era un admirador del soldado. Pocos dias después, La Tribuna complementaba ese articulo con otro que insertaba en la edi- cién del 27 de noviembre, tomado de una correspondencia del diario El Mercurio de Valparaiso. Escrito en Paris, el 29 de agos- to, su autor era el joven argentino Félix Frias. El titulo del trabajo: Muerte del General San Martin. Contaba el curso que habia seguido la enfermedad del General, las alternativas de ella, y lo stibito e ines perado del deceso, cuando nada parecia anunciarlo. En la misma edicién del 27 de noviem- bre, La Tribuna publicaba un suelto de erdnica que decia: —"Nuevos apuntes bio- graficos sobre el General San Martin aca- ban de comunicarnos y los publicamos con placer, porque rigurosamente exactos, uazan el derrotero glorioso del ilustre gue- 156 rrero de la Independencia de estas regio- nes. La biografia que también publica- mos, escrita en Francia por el huésped y amigo del General, es un trabajo rapido, hecho en presencia de los libros; Ia qu ahora reproducimos, es la crénica recogi- da de los que ain viven.” Tales eran las lineas que precedian la serie de articulos intitwlados Noticias bio- gréficas del General José de San Martin. Publicdronse en los nimeros correspon- dientes a los dias 27 al 30 de noviembre de 1850. Su autor era Barros Arana. Por las noticias y recuerdos que tradicional- mente se conservaban en el hogar de su fa- milia, y principalmente en la memoria de su padre, amigo de San Martin y colabo- rador suyo en las empresas del Ejército de Los Andes y de la Expedicién Libertado- ra, el historiador mantenia en la memoria en forma muy fresca, los rasgos morales y fisicos del guerrero. La simpatia que San Martin desperté en su familia, cuyo ca ricter tan bien encajaba con el’ del patri- ciado chileno, le fué traspasada con mucha fuerza a Barros Arana. En la misma forma inconsciente habria de ocurrirle con la ra de O'Higgins. Por desgracia, Barros Ara- na en la biografia eludié los datos inter- nos y se contenté con trazar un simple cuadro de esa vida. ¢Qué recuerdos exis- tian de San Martin en Chile en 1850? ¢C6- mo el guerrero habia visto los hombres y las cosas donde se asenté su fama? El ven- cedor de Maipo, después de haber abdica- do la direccién del Estado de! Pera, ego a Valparaiso el 12 de octubre de 1822 en el bergantin “Belgrano”. El Vicealmirante Cochratie, su enemigo mortal, izaba la in- signia de Jefe de la Escuadra en la fragata “O'Higgins”. Se creyd que el Lord deten- in Martin, poniéndolo en arresto, Los cargos que le formulaba eran tremen: «los. Usurpacin por Ia fuerza de la suprema autoridad del Peri; estuerzos para seducir las tripulaciones de la Escuadra de Chile; injustiticable apropiacién de algunas fra tas para ponerlas bajo las banderas del Peré y actos manifiestos y probados de hostilidad contra la Repitblica de Chile. Cochrane no cometié, sin embargo, nin- guno de los actos que temerariamente se Te supusieron. El mismo dia de Ia Hegada de San Martin, dirigié Cochrane al Direc- tor Supremo O'Higgins un oficio propo- nigndole una investigacién acerca de la conducta del General, la que naturalmen- te no prosperé ni habia interés por el Go- ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE bierno en ilevar a cabo, a fin de no da- iar el prestigio de la Revolucion america- na en Europa. Pero las cosas habian varia- do considerablemente desde aquel 20 de agosto de 1820, en que San Martin, ra- diante de gioria, como Capitin General del Ejército de la Repiiblica de Chile, Je- fe del Ejército y Comandante de la’ Es- cuadra Libertadora, habia abandonado el puerto de Valparaisc para llevar la Inde- pendencia al Pert. Los sentimientos de gratitud que su nombre hasta entonce ha- bian despertado, se encontraban en el mo- mento de su regreso, adormecidos. Sen- tianse traicionados. La popularidad del héroe de Maipo habia rodado muy bajo, Los acontecimientos del Perit lo presenta ban ante la conciencia publica popular co- mo empefiado en destruir el prestigio de Chile. Habia pospuesto a los jefes y ofi- ciales del ejército chileno. Habla intenta- do la desercién de las tripulaciones de la Escuadra para formar la peruana. Preten ié sobornar a los jefes y aniquilar la Ar- mada de Chile bajo el mando de Lord Cochrane. Muchos de los buenos amigos de San Martin se habian hecho eco de estos abu- sos del Protector, y calificado su conducta de pérfida y desleal. Los miembros del Senado Conservador de 1820, que habian querido que el Ejército y la Escuadra Li- bertadores fueran conducidos por el pro- pio O'Higgins y no se dejara a San Mar- tin como jefe de fuerzas colecticias con demasiada independencia del Estado, al cual efectivamente debia el mando, soste- nian la prudencia de la doctrina que en- tonces aconsejaron, la que habria evitado a Chile tan_ingratas humillaciones. Era un Capitén General de] Ejército de Chile el que en el Pera se habia levantado con- tra la Repiiblica, decian. EI Gobierno no s¢ hizo eco de estas mur- muraciones. Lord Cochrane, que con sus reclamos contra San Martin habia contri- buido a poner en su contra la opinién, no logré variar la conducta de O'Higgins y de algunos de los Ministros que lo esti- maban, y creian digno de merecer la gra- titud de la Patria por sus eminentes servi- cios. La opinidn publica adversa a San Martin, presentaba a Cochrane como el defensor del prestigio de Chile y como el sostenedor de la autoridad del Gobierno ante el del Peni. Barros ARANA, HISTORIADOR 157 El Gobernador de Valparaiso, al des- embarcar San Martin, era el General Jo- sé Ignacio Zenteno, su antiguo secretario del ejército de Mendoza, sa amigo y con- fidente. Lo recibié con las consideraciones debidas a su rango y con aquellas demos- traciones que sinceramente nacian de una vieja amistad, alojandolo en el palacio de la gobernacién. Los rumores mas infun- dados comenzaron a difundirse apenas San Martin tocé tierra. Quienes hablaban de su fuga del Peri; quienes, de los in- mensos tesoros que trafa ocultos. Otros difundieron el rumor de que el propio Zenteno lo habia puesto preso y sometido a juicio. Lo cierto era la atmésfera hostil jue le rodeaba y que no logré despejar el KGibimiento del Gobierno, en todo ajeno e505 Tumores y a esas cibalas. Desde San- tiago, O'Higgins le envid el coche del Go- bierno para que lo empleara en su trasla- do a la capital. El General Prieto, oficia- les de alta graduacidn y un piquete de tropa, fueron encargados de pasar a salu- dar y cumplimentar a San Martin en nombre del Gobierno. Una escolta de ho- nor le acompaiié en el viaje. Ya en la ca- pital, O'Higgins lo hospedé en el Pala- Cio Directorial. Pero “un dolor reumético en un brazo”, luego lo lievé a los Baitos de Cauquenes. El 31 de octubre de 1822, O'Higgins le escribia en medio de un cal- deado ambiente politico, en el que toda- via hacia frente a las durisimas preocupa- ciones que le atormentaban por la situa- Gién de encontrarse impagas. Jas tripula ciones de la Escuadra: —"Celebro infini- to —Ie decia— la mejoria de salud que me indica en su apreciable del 26 del que ex- pira, ciertamente el sosiego y esas aguas maravillosas le darin una nueva existen- cia... Aqui tiene Ud. esta casa —(la del Palacio Directorial)~ para que venga a descansar. Y en ello dari un placer a mi familia; también le dejo a Ud. la chacra del Conventillo que, aunque no esti adornada como Ud. lo merece, tiene co- modidades de campo y se disfruta de las de la ciudad, por estar en ella misma, ‘También he encargado a mi Edecin don Domingo Arteaga se componga una casa que he conseguido a media cuadra de la plaza y enfrente de las monjas que fue- ton de este nombre, para que tenga ese desahogo mas si le’ agradase.” A la de- licada insinuacién de O'Higgins, San ‘Martin prefirié aceptar la casa de ja cha- cra_del Conventillo, a su regreso de los Bafios de Cauquenes. Enconirabase alli, cuando fué atacado por un violentisimo chavalongo —fiebre tifoidea— que puso en peligro su vida. O'Higgins y su familia le atendieron con abnegacién. En el pue- blo, hubo respeto para con el enfermo. Lo reconocié el mismo San Martin cuando veinte afios después, el 22 de julio de 1842, le escribia a Zenteno estas palabras: “-, Jamis olvidaré las demostraciones de interés que me manifest la poblacién de esa capital en la grave enfermedad que tuve a mi regreso del Perit...” Dos meses habia durado la enfermedad. Fl 26 de di- ciembre de 1822 partia para la ciudad de Mendoza, desengaftado de los hombres, abatido por las dolencias fisicas, triste por el especticulo de anarquia y turbulencia que presentaban los pueblos que habia contribuido a emancipar, y contrariado, en el fondo de su conciencia, por los ac tos de injusticia que habla cometido con- tra Chile, cuyos hombres no quisieron vengar en su persona los agravios, respe- tindolo como ‘a uno de sus libertadores. La prensa, desbordada a la caida de O'Higgins, también lo respetd. eCuindo comenzé para San Martin la rehabilitacién histérica? Dice Mitre que “Chile Jo lamé extranjero, borrando el nombre de su libertador de su historia por treinta largos aiios” (Mitre, Compro- baciones Histéricas. Segunda Parte. Bue- nos Aires, 1882, pag. 206). Violentamente atacado en 1831 por Manuel José Ganda- rillas en los Apuntes histdricos sobre la Revolucién de Chile, publicados en et pe- riGdico oficial El Araucano, el reconoci- miento histérico se inicié “catorce aitos después que San Martin abandoné el pais. En 1836, en efecto, se escribié en Chile la primera biografia'“del General. El fraile franciscano José Javier de Guzman la pu- blicé en el croticén auspiciado por el Gobierno, £1 Chileno instruido en la his toria topografica, civil y politica de su pats, edfado. en Santiago de Chile. (To. mo If, leccién 78, pags. 554-631). Es, en verdad, un modesto ensayo. El modelo que lo inspiré fué la elegantisima Biogra- fia del General San Martin, publicada en Londres en 1823, por el granadino Juan Garcia del Rio, quien oculté su nombre bajo el anagrama de Ricardo Gual y Jaen, Guzman era chileno. Miem- bro desiacado de la sociedad santiaguina 158, "ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE y, del clero, habia conocido a San Mar- tin y nos ha dejado su retrato fisico, que en gran manera coincide con el de la es- critora_y viajera inglesa Maria Graham en su Diario de residencia en Chile, 1822. Guzman lo describié asi: —"EI sefor don José de San Martin es alto de cuerpo, bien formado y compartido en todas sus partes, de un aire majestuoso al presentar- se y bastantemente airoso al andar; el co- lor de su rostro es un blanco pilido que tira a moreno; sa modo de mirar, agra- dable, pero imponente: sus ojos negros rasgados, vivos y penetrantes; su nariz Targa y seguida; su boca agradable al ha- blar y sus palabras enérgicas y expresi- vas; pero su guturacién algo aspera. Su conversacién es animada, fina e insinuan- te, correspondiente a un hombre de buen trato que ha andado mundo. Las amista- des que contrae son sinceras y constant pero con todos se manifiesta franco y ob- sequioso, Sus costumbres sencillas, poco dispendiosas y sin ostentacién, son nobles y generosas. Una de las cualidades que mas distinguen a este héroe, es a mi ver aquella instanténea penetracién con que con una sola mirada penetra el corazén del hombre con quien trata. El, en fin, no se paga de la adulacién ni de Ia lisonja; sabe distinguir el mérito personal dle los sujetos, apreciar los talentos y de cada uno lo que le corres- ponde de justicia, 1a que yo le hago en la descripcién de su caricter.” En el correr del tiempo, desde el aleja- miento de San Martin de Chile en 1822, como dijimos, el sentimiento nacional fué decantindose en su favor y su nombre se incorporé al acervo de las glorias de la pa- tria, San Martin advirtié ‘ese cambio fa- vorable. Los chilenos que Hegaban a Paris, los hijos de los hombres que habian hecho la Revolucién, consideraban un deber po- co menos que sagrado enviarle sus hijos a visitarlo y presentarle sus respetos. En los afios de 1825, 1830, 1845 y hasta el de su muerte en 1850, visitaron a San Martin los hijos de las siguientes familias patricias: Carlos Pérez Rosales, Juan Enrique Rosa- les, Santiago Rosales, Vicente Pérez Rosa- les; Lorenzo y Ramén Jaraquemada y Ca- rrera; Antonio y José ‘de la Lastra; José Manuel Ramirez, Ruperto del Soiar;~Ca- lixto, Lorenzo y Victor Guerrero; Rafael, Santiago y José Larrain Moxd; Bernardo, Domingo, Alonso y Nicasio Toro; José Manuel equierdo; Manuel Talavera y Garfias; José Luis Borgofio y Luis Borgo- fio Vergara; Ramén Undurraga; Manuel Ramirez; Pedro Palazuelos Astaburuag: Manuel Antonio Tocornal; Miguel y Juan de la Barra y Anibal Pinto. Vicente Pérez Rosales, alumno del Colegio de Silvela en Paris, conocié a San Martin en 1829 (Fe- li Cruz, Vicente Pérez Rosales, Ensa Gritico, Santiago, 1946, pags. 16 y 17). “EL General San Martin, el héroe de los An- des en 1817 —escribe-, el soldado que des- eché en Chile una presidencia y en el Pe- ri una corona, aquel abnegado patriota que, segtin emponzofiadas lenguas, habia acumulado en el Banco de Inglaterra cau- dales debidos a su puesto y a sus no muy honrados manejos durante la brillante epo- peya de nuestra Independencia, prolonga- ba atin en Europa, solo, ignorado y pobre, el voluntario destierro que con tanta fuer. za de voluntad se habia impuesto, cuando ya no tuvo en América enemigos que ven- cer. San Martin acababa de volver de un colegio de Bruselas donde habia consegui- do una beca de gracia para su tinica e inte- resante hija Mercedes, que Ievé consigo cuando salié de Buenos Aires para Euro- pa; y en cuanto supo que existia en Paris un colegio espafiol-americano en el cual se educaban muchos argentinos, chilenos y peruanos, se dirigié presuroso a visitar en 41 a los hijos de sus antiguos compatieros de glorias y trabajos. La presencia de San Martin en el Colegio caus6 a los chilenos y argentinos la mis viva alegrfa, a los pe- ruanos taciturnidad, y a los espafioles des- contento. El General llegé a pie al Cole- gio, a pesar de la distancia que le separaba de ‘su modesta casa habitacion; vestia levi- ton gris rigurosamente abotonado, llevaba guantes de ante del mismo color y se aj yaba sobre un grueso bastén ...” “Al pri cipio no me conocis; mas, como viese que yo me lanzaba a abrasarle, tlamAndole con gritos de contento: “|Mi Generalt”, des- pués de abrazarme con efusién, de separar- me un poco, dle mirarme con atencién y de pregantarme de dénde era y a qué familia pertenecia, con mi contestacién me pare- Gié ver brillar en aquellos ojos tan serenos y altaneros con que con tantas veces supo despreciar la muerte en los campos de ba- talla, una ligrima de ternura. Fué aquella escena de demostraciones de carifio, en la cual uno a uno iba estrechando en sus brazos a los colegiales que acudieron a sa- ludarle, la mas perfecta imagen de lo que acontece en una familia cuando inespera- damente vuelve a la casa un padre querido. Barkos ARANA, HISTORIADOR Maravilloso era el alcance de Ja memoria de este hombre singular; pues casi no que- 46 miembro de nuestras familias por el cual no preguntara con solicito interés.” En otra parte del relato, aporta Pérez Rosales detalles intimos acerca de las pre- ‘ocupaciones de San Martin por el juicio que su conducta merecia en Chile, a los propios hombres de su época y a la gene- racién que le habia sucedido, “Nunca de- j€ de acompafiar hasta su alojamiento al General querido que siempre iba a visitar- nos —continua el memorialista—, y un dit tuvimos, entre otras, la siguiente conversa- cién, paseando con él a la sombra de los hermosos arboles de las Tullerias... Qué se decia en Chile de los argentinos, cuan- do Ud. salié- para acé? ¢Se acordaban del Ejército de los Andes? Sefior, le contesté, acontecimientos hay que no puedez ser ol- vidados, y el paso de Los Aades es uno de ellos, —Bien esti, repuso; pero es0 no era precisamente lo que queria averiguar. Me quedan atin en Chile (1826) los pocos amigos sinceros que dejé al salir? ... Con la entrada de Freire al poder, contesté conmovido por el aspecto que asumid el semblante del General al terminar su fra- se, muchos de los amigos intimios de Ud. por serlo también de O'Higgins, han en- mudecido, y otros como (Felipe Santiago del) Solar, (casado con la madre de Pé- rez Rosales, en segundas nupcias), cuya casa frecuentaba Ud. tanto, han sido arran- cados entre gallos y media noche del seno de sus familias, para hacerlos pagar en el destierro el crimen de la amistad que pro- fesaban al héroe de Rancagua, —2De ma- nera, repuso San Martin, con viveza, que mi pobre reputacién, por igual motivo, no andaré de lo mejor parada por alli? “Asi es la verdad, contesté, porque... no me atrevo... Adrévase Ud, querido, dijo en- tonees animindome, haga Ud. cuenta que esta hablando con ‘un condiscipulo suyo. ePor qué... decia Ud.? —Porque asi como O'Higgins, prosegui diciendo con timider, tiene sus enemigos por allé, a Ud. tampo- co le faltan, pues son contados los hijos de la Patria Vieja que no atribuyen a Ud. y a don Bernardo fa desastroza muerte de los Carreras, cuya ejecucién califican de in- itil y de atroz asesinato; ni faltan tampo- co malas lenguas que atribuyen a Ud. po- ¢a pureza en Ia administracion de los di- neros que Chile ponia en sus inanos para jue atendiese con ellos a la libertad det (Pérez Rosales, Recuerdos del Pa- ert 159 sado, Edic. de 1910. Biblioteca de Escrito- res de Chile, cap. V, pigs. 94 y 95). Estos juicios eran’Ia expresion de la pasion de partido y del desconocimiento de hechos que la historia habria de discriminar y dejar en claro, en un y otro caso. Pero el nombre de San Martin no suirié, no fué denigrado con las atroces injurias que el puebio argentino le prodigé. En 1827, des- de Bruselas, San Martin’ recordaba’ que se le habia tratado en Buenos Aires como a un “Ecce Homo y saludado con los ho- morables dictados de ambicioso, tirano y ladrén.” “glgnora Ud. por ventura —decia desde Montevideo el 27 de abril de 1829— que en el aiio 1828, cuando por ceder a las instancias de mi mujer de venir a darle el Weim adiés, resolvi en mayo venir a Bue- nos Aires, se apostaron partidas en el_ca- mino para prenderme como a un fascine- x00, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dié por un individuo de la misma administracién —jy en qué épo- ca! en la que ningin gobierno de la re- volucién ha tenido mds regularidad y fi- j (Carranza, San Martin, su corres- pondencia. 1823-1850. Edic. de 1914, pigs 169 y 173). Nada de esto le habla ocurrido en. Chi- le: habiasele guardado la consideracién a que era acreedor por sus eminentes servi- ios. Su conducta militar la habia sancio- nado el Senado el 20 de enero de 1820, al ordenarle ponerse al frente de la expedi- cién al Pert, Ese mismo Senado le habia acordado la ‘designacién de Capitin Ge- neral del Ejército de Chile, vinculindolo al Gobierno, Los sueldos de su empleo siguiéronle corriendo, y para cobrarlos, San Martin did poder al General Zenteno y al co- merciante inglés Ricardo Price. Bero des- pués de su conducta con Chile en el Pert €] mismo Senado, a quien debi el ascenso a Capitin General, ef mando del Ejército y de la Expedicién Libertadora, la desaprobé. Lo propio hicieron las legislaturas posterio- res, Entonces le fueron suspendidos los sueldos correspondientes a su tango. Mitre exagera cuando escribe: “En 1841 la me- moria de San Martin estaba obscurecida en Chile, y si acaso se recoraba, era con axiio y con desprecio, como por muchos afios lo fué en la tierra de su nacimiento, que lo ificé de desertar y cobarde, en Ios. pe- riddicos después de lamarle ebrio y ladrén en Jos panfletos” (Mitre, Gomprobaciones historicas, citadas, pag. 212). En el afio a 160 ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE que Mitre se refiere, Miguel de la Barra escribia a San Martin desde Santiago, el U4 de diciembre de 1841: “*... hoy disiru ta Chile de la mis profunda calma —Ie di- ce~ sin que se descuiden las mejoras dige- ribles, pues nadie las quiere prematuras 0 expuestas, hay bastante moderacién y cor- dura generalmente hablando, y nuestro go- Dierno con todo lo que le rodea forma un buen juste-miliex. Tal es en globo —con- tintia diciéndole— el estado del pais, que todo parece ssegurar que sera s6lido y du- radero. En estas circunstancias escribe a Ud. el Presidente (Bulnes) convidindole con un retito honorable en el seno de sus amigos de aqul, que no dejan de set bas tantes, fuera’ de los muchos de la nueva genericign que veneran y aprecian debida- mente el recuerdo de los bienes y gloria que proporcioné Ud. al pais. Una conse- cuencia de su venida seria el goce de sus honores y sueldos de General; y ain sin que Ud. se decidiese a ella, ya se habria promovido en las Cimaras por el Ministe- Tio una pensién en favor de Ud., a no ser por el temor de luchar contra la mas que severa economia de nuestros actuales Se- nadotes: se espera una ocasién mis propi- cia, Entre tanto, el sefior O'Higgins, res- tituido a su rango y honores hace tiempo, debe venir en el curso de este mes, habien- do retardado su viaje. Supongo que escti- bird a Ud. desde Chile, y le hablar exten- samente del estado del pais” (San Martin. Su_correspondencia) Desde Paris —Grand Bourg— San Mar- tin contestaba a de la Barra, el 22 de julio de 1812: "... he recibido la carta que Ud. me anunciaba de ese sefior Presidente; puedo asegurarle que al leer su contenido, mi corazén rebosaba de satisfaccién; en ella no s6lo aprueba mi conducta militar en Chile, sino que noblemente me ofrece una nueva patria, que sdlo las mas funes- tas circunstancias no me permiten aceptar en él dia. Ya habré Ud. sabido In muerte Tepentina, en Asturias, de mi mejor amigo el seiior Aguado, el 12 de abril. Por su testamento, me nombra no sdlo su primer albacea, sino también tutor y curador de sus dos hijos menores en consorcio de la madre. Ud. que sabe cules eran los infi- nitos titulos de reconocimiento que yo te- nia para con este buen amigo, debe supo- ner lo imposible que me era, sin la mas es- pantos2 nota de ingratitud, declinar su il- tima voluntad y hacer todo'lo que depende de mi, para lenar su confianza; hay mas: hasta después de su muerte ha querido de- mostrarme la amistad que me. profesabz dejandome heredero de todas sus joyas y condecoraciones de st uso personal. Con- cluida esta sagrada misién que me ha en- cargado, quedaré en libertad para ir a esa y tener ia satistaccién de presenciar la pros- peridad y orden de ese sensato pueblo, con- traste bien remarcable con el resto de los nuevos Estados Americanos” (San Mar- tin, ibidem, pag. 214) La carta del Presidente de Chile, el Ge- neral Bulnes, a que tanto de la Barra com mo San Martin se referian, hablasela hecho Hegar a este ultimo su invariable amigo el general José Ignacio Zenteno. El 22 de ju- flo del mismo aiio 1842, y con igual fecha en que habia escrito a’ de la Barra, San Martin le decia a su antiguo secretario: “La carta que Ud, me remite del General Bul: nes, me ha Ienado de la mis completa sa- tisfaccién. En ella no sdlo me ofrece una nueva Patria, sino también aprueba del modo mis lisonjero mi conducta militar en Chile. Yo le manifiesto mi sincero recono- cimiento en Ia que le incluyo, y ruego a Ud. que si se le presenta una oportunidad, se lo haga presente igualmente en mi nom: . E| vivo interés que toma Ud. en que fije mi residencia en Chile, es una nueva prueba que recibo de su amistad. Yo no corresponderia a ella, si sobre este particu. lar no le hablase con la franqueza de un amigo. He aqui los motivos que me lo im- iden hacerla en el dia. El 12 de abril del yresente afio ha muerto repentinamente en Bspafia, a donde habia ido a ver una gran- de explotacién de minas de carbén que habia establecido en Asturias, mi antiguo amigo y compafiero de regimiento en Es- pafia, don Alejandro Aguado, Marqués de las Marismas. Por su testamento no s6lo me nombré su general albacea, sino tam- bién tutor y curador de sus hijos menores. Sin la més horrible nota de ingratitud yo no podia declinar este cargo que la mis profunda amistad me ha legado; y satisfe- cho de haber desempefiado este sagrado de- ber, quedaré libre para disponer de mi y de mi futura suerte, Si, mi amigo; las ven- tajas que me proporciona mi establecimien- to en Chile no las desconozco: 1%, porque en ningiin otro punto de América he te- nido ni tengo el_nimero de buenos ami- gos como alli: O'Higgins, Ud., los Genera- Tes [Joaquin] Prieto, [José Maria de la] Cruz, [Francisco Antonio] Pinto, [José Ma- uel] Borgoito y [Manuel] Blanco [Encala- Bapros ARANA, HIsTORIADOX dal los sefiotes [Manvel de} Salas, [Pedro] Palazuelos [Astaburuaga], (Miguel de la] Barra, [José Joaquin] Pérez, [José Bernar- do] Caceres, [el Conde de] Quinta Alegre, [Juan Agustin Alcalde], [Francisco Ruiz] ‘Tagle, (Joagain] Larrain [Echeverria], (Mi guel de] Zafiartu, [el Coronel José Santia- £0] Sanchez, [el General José Santiago] Al- dunate, etc. Hay mis: env ningin otto pais he recibido de los particulares mis demos- traciones de sineero afecto, como lo com- prueba la eleccién, que Ud. me anuncia (y que a esta fecha atin no he recibido el aviso), de miembro del Consejo de [In So ciedad Nacional de] Agricultura; y lo que jams olvidaré, las demostracionés de in- teré que me manifest la poblacién de esa capital en la grave enfermedad que tuve a mi regreso del Peri: y atin aho- ra mismo me lo dice Ud. y lo confir- ma la carta de ese sefior Presidente, el interés de esos habitantes en que fije mi residencia en ésa. Interés tanto mas desin- teresado cuanto que esta invitacién se ha- cea un viejo enfermo, y cuyos servicios son de una absoluto nulidad al pais, Por otra parte, el carécter formal y consiguiente a los chilenos, simpatiza completamente con el mfo. A esto se agrega la belleza del sue- lo, salubridad y dulzura del clima, afectos we contribuyen muy eficazmente a la fe- licidad de la vida; pero sobre todo, la in- apreciable ventaja para mi es la garantia de orden y estabilidad que presenta ese pais, y la pura satisfaction que gozaria siendo testigo ocular de su bienestar y pros- peridad. Ya esto se afiaden las considera- ciones (que Ud. me dice y yo no duo) que tendrian con un viejo veterano de nuestra Independencia, consideraciones que por fi- Idsofo que uno sea, no se puede prescindir de apreciar con satisfaccién y reconocimien- to, Otra ventaja de no menos interés para mi, seri Ia de poder seguir una vida inde- ppendiemte y retirada, cefida a la sociedad le unos pocos y viejos amigos, con los que los recuerdos de ntiestros. pasacos trabajos contribuirin a hacer mis levaderos los ma- les de la vejez. A lo expuesto se agrega lo que Ud. me dice de que en el momento de pisar las playas de Chile, seria considerado con el empleo y sueldo de mi grado, como también la probabilidad de ganar el pleito de la chacara, y yo agrego que con mi pro- ximidad al Pert tendria casi seguridad, si no de que me pagase el todo de la per sién de 9,000 pesos que me sefialé el pri mer congreso, a lo menos una gran parte 161 de ella. Pero no son las ventajas pecunia- rias las que me decidirin a fijar mi resi- dencia en Chile, y st las que dejo expues- tas, Hace pocos afios que mi situacién fué sumamente critica en Europa. Ella fué tal que sélo la generosidad del amigo que ven- go de perder me libert6 tal ver de morir en un hospital, Esta generosidad se ha exten- dido hasta después de su muerte, dejindo- me heredero de todas sus joyas y sus dia- mantes, cuyo producto me puso a cubierto de la indigencia en el porvenir. Si a lo que dejo expuesto se afiade lo violento que siempre me ha sido vivir en Europa, sobre todo después de la pérdida de mi buen amigo y de que el porvenir de las Rept blicas Argentina y Peruana no presenta por muchos afios la menor esperanza de tranquilidad, todo, en fin, demuestra que yo no puedo encontrar ningtin otro pais como Chile para concluir tranquilamente mis (San Martin, ibidem, pigs. 223- 226). Sentimientos iguales, si no més decido- res, expresibale San Martin al antiguo Ca- pellin de la hacienda “Lo Beltrin”, situa- da al oriente de Santiago, en Nuftoa, que el Gobierno le habia tegalado en 1817. Desde el Grand Bourg también, el 9 de junio de 1843, le decia al canénigo Juan Antonio Bauzi, su viejo amigo: —*;Loado sea Dios que ha prolongado sus diss, y yo espero nos los continuara a ambos para que tenga el placer de abrazarlo en su feliz patrial... de aqui a cuatro afios, me diri- giré a Chile con toda mi familia, con le firme resolucién de dejar en él mis huesos. Un aiio antes de mi partida, me precederd mi hijo politico (Mariano Balearce}, con el fin de hacer la adquisicién de una pe- queiia quinta y tenerme todo preparado para mi Megada. Ud. no puede figurarse cual es mi satisfaccién al ver la marcha de prosperidad y orden que sigue Chile. Qué Contraste no presenta esta brillante situa- cién con la anarquia y desorden que devora a los otros estados limitrofes? Ellos podfan tomar por modelo su felicidad, debida a su orden, moderacién y al patriotismo de los buenos hombres que como el General Prieto han trabajado con tesén en favor de su patria... Mi salud ha sufrido mucho desde el afio 1837, pero en el dia me he restablecido; sin embargo, las piernas co- mienzan a flaquear, pero no dudo que con el benigno temperamento de Chile y la sociedad de mis viejos amigos, mis dias se prolongarén en tranquilidad 'y contento” 162 (Boletin de la Academia Chilena de la His- toria, Santiago de Chile, 1942, III Trimes. tre, N° 23, pigs. 81-82). Al General Joaquin Prieto le escribia el 30 de agosto de 1842: —“Veo no solo con el mayor placer, sino también con orgullo, la marcha préspera que sigue Chile. He dicho con orgullo, porque al fin los traba- jos empleados y Ia sangre que se ha vertido por Ia Independencia de América han si- do, si no perdidos, por lo menos malogra- dos en la mayor parte de los nuevos Es- tados, excepto su patria de Ud., mi buen amigo, que con su gros bon sens, como di cen los franceses, ha sabido no alimentarse con ilusorias teorias y si derechos positi- vos... Por fortuna de Chile, sus habitantes han tenido el buen juicio de mantener las barreras que separaban las diferentes cla- ses de la sociedad, conservando la prepon- derancia de Ia clase instruida y que tiene que perder: y esto unido a su situacién geogrifica, lo ha salvado” (San Martin, tbidem, pigs. 198-199) Contestabale Prieto desde Santiago el 14 de agosto de 1843: —"Hace poco tiempo tuve el grato placer de recibir su aprecia- ble de 18 de noviembre hasta 24 del mismo que debié haber sido conducida por nues- tro antiguo compaiicro el General Borgo- fio, Ella me hace ver, con el mayor gusto, su resolucién de venirse a nuestro’ feliz Chile... Quiera el cielo, mi amado Gene- ral, mantener a Ud. en su resolucién y con la salud y fuerzas necesarias para Ilevarla a efecto y a sus amigos de por acd, en cuyo niimero me cuento uno de los primeros, el indecible gusto de abrazar a Ud. feliz en esta patria adoptiva y que le debe su exis tencia politica y muchos otros bienes que recuerdan con entusiasmo todos los buenos y honrados chilenos.” Le recomendaba, en seguida, a su hijo: —“Espero que a la fecha Te decia— mi amado hijo Joaquin haya tenido el gusto y la honra de“haber presen- tado y conocido al virtuoso y honrado Ge- neral San Martin, restaurador de su patria, de quien le habia hablado con entusiasmo tantas veces, y Ud., mi apreciado General, de haber visto hombre a su pequeito hiji- to, que celebré tanto y sentd en sus rodillas muchas veces en ésta su casa, cuando nos honraba con sus estimables visitas. El ha- bra manifestado a Ud. nuestros agradables y Tespetuosos recuerdos por un amigo ta caro a esta reconocida familia, que ‘no olvidado a su amable protector nunc (San Martin, ibidem, pigs. 199-200). ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE En febrero de 1813, hasta San Martin habian llegido las informaciones de un acto del Gobierno de Chile que debié lle- narle de la mas intima satisfaccién por su doble significado moral y _pecuni: Una ley lo habia declarado en el ejercicio activo de su grado de Capitan General; mandiibale pagar los sueldos insolutos, pu iendo redbir los nuevos en. cualquier uunto donde se encontrara fuera de la Re- publica, Al General Guillermo Miller le manifestaba desde Paris el 25 de febrero de ese afio: —"Aunque no he recibido el aviso oficial a esta fecha, un amigo me re- mite el decreto que copio, impreso en el diario de Valparaiso, el 11’ de octubre del afio pasado —(1842)—: —"Por cuanto ¢, Congreso Nacional ha discutido y aproba- do ef siguiente Proyecto de Ley: —Articulo iinico: Al General don José de San Martin se le considerard por toda su vida, como en servicio activo en el Ejército, ¥ se le abonari el sueldo integro correspondiente a su clase, aun cuando resida fuera del te- rritotio de la Repiblica. Por tanto, de acuerdo con el Consejo de Estado, mando se promulgue como ley y se cumpla en to- das sus partes.— Santiago, octubre 6 de 1842—Bulnes—José Santiago Aldunate. A Miller —quien en carta escrita desde Londres el. 15 cle junio de 1841, le habia dicho que “Chile en su concepto era el pais més feliz y mejor gobernado”—, San Mar- tin le manifestaba el fondo de su pensa- miento frente 2 lo que consideraba la re- habilitacin de su vida publica en este pais. “Confieso a Ud. que este decreto me ha Ilenado de satistaccién —le decta—, por las razones que voy a exponer: Ud. ‘sabe que diez dias después de mi salida de Lima para Chile, el primer Congreso del Pert no solo me concedié una pensién vitalicia, sino también me colmé de honores, que yo no creia merecet, sino por los buenos de- seos con que he servido la causa de la In- dependencia de Sud América. Dos legisla- turas de la Republica Argentina después de las acciones de Chacabuco y Maipti, me honraron igualmente con su aprobacién y otras distinciones, y aun las de Colombia y México me declararon ciudadano de estos Estados; solo las legislaturas de Chile no habian hecho jamds la menor mencién del General San Martin; olvido que, confieso a Ud, me era tanto mas sensible cuanto no habiendo tenido la menor intervencién en su gobierno interior, yo s6lo deseaba la aprobacién de mi conducta militar en esa BARROS ARANA, HISTORIADOR Repiiblica. El decreto que dejo citado, me ha sido tanto mis satisfactorio cuzmto él no solo ha sido nunca solicitado por mi, sino que jamds he manifestado a persona alguna mis sentimientos sobre el particu- lar” (San Martin, ibidem, pags. 97-98). {No recordaba San Martin que su con- ducta habia sido aprobada por el Senado Conservador y el Director Supremo de Chile? En la sesion de este cuerpo del dia 20 de enero de 1820, el acta dice: —"did cuenta el seflor vocal don Francisco Anto- nio Pérez del resultado de la diputacién para que fué elegido cerca del Supremo Gobierno, sobre el modo y forma con que debia acordarse la expedicién al Pert; y manifestando las sesiones que intervinie- ron en el desempeito de su misién, con la iniciativa que hizo al Supremo Jefe para inclinarle a que se dirigiese bajo sus drde- nes, como una expelicion propia de Chile, haciéndole ver que los pueblos descan- sarian en la ejecucién de esta providencia, contando con la satisfaccién de que al fren- te del Ejército Expedicionario fuesen su- jetos de entera confianza, seria un honor para el pais ese temperamento, el mas and- logo a nuestro estado y circunstancias; pero que negandose absolutamente a admitir el cargo del Ejército, ni con la investidura de generalisimo, ni con la de segundo ge- neral, habia quedado enteramente conclui- iscusion. Con este conocimiento acordé S. E. (el Senado) que la expedicién marchase al cargo del sefior Brigadier don José de San Martin, inclinando al Supre- mo Director, a quien le titula nuevamente General de los Ejércitos Unidos, a fin de que, organizandolos como antes, los ponga en estado de expediciones...” (Letelier, Sesiones de los Cuerpos Legislativos de 1a Repriblica de Chile, Santiago de Chile, 1887, tomo ILL, pag. 511, y tomo IV, San- téago de Chile, 1888, pig. 227). Gon esta decision del Senado, la conduc ta militar de San Martin quedé ampli mente aprobada, También fueron testimo- nio de la confianza y aprecio del gobierno y del pueblo, los ascensos que le fueron conferidos en el escalafén militar. El 20 de marzo de 1819, se le designé con el ran- go de Bragadier General, y el 15 de agosto de 1820, se le nombré Capitin General de los Ejércitos de Ia Repiblica, la distincién maxima en la graduacién militar. O'Hig- gins, San Martin y Freire fueron los tinicos Capitanes Generales del Ejército Chileno. Habla algo, sin embargo, que Saa Mare 163 omitia contarle al Coronel Guillermo Mi- ler. Era la desaprobacién que en Chile habia merecido su conducta politica en el Perit como Protector, y que las legislaturas nacionalles, el propio Senalo de la admi- nistracién de O'Higgins y las que siguie- ron, condenaron. Pero todo esto habia pa- sado, y veinte afios después, esos hechos amargos eran un recuerdo lejano y borroso. Los buenos amigos de San Martin parecian haber olvidado’ esos momentos. ingratos. Por lo menos, la correspondencia no in- dica que la herida sangrara. Al contra- rio, para con el desterrado habia graticud, agradecimiento y respeto. Un dia 27 de septiembre de 1848, le escribe desde San- tiago de Chile el General Prieto y le habla de la ley que lo repone en su grado y en el goce de su sueldo. Le dice: —"Con su apre- ciable de Ud. de 1? de abril, he recibido el placer de saber de su importante salud y del aprecio con que ha recibido la trans- cripcién de la ley de nuestro Congreso en favor de Ud., y aunque ella no es un com- pensativo suficiente al mérito de Ud. y a To mucho que lle debemos los chilenos, me lisonjeo siquiera el que haya sido del agra- do de Ud., y lo felicito, mi amado Gene- ral, por todo, deseindole a Ud. toda clase de’ satisfacciones y felicidad, y sobre todo el gusto de ver realizado su propésito de ver a Ud. por acé con la honra y distincién a que lo hacen tan acreedor sus virtudes y amor a Chile y a toda la América.” “La carta que Ud. me ineluyé para don Ricar- do Price fué entregada inmediatamente, y hablé al Gobierno sobre el poder de Ud, que lo veria para el cobro de sus sueldos caidos, a fin de que no hubiera trabacuen- tas por haberse presentado ya el General Zenteno con un poder general que decian tener de Ud. Mr. Price habré contestado a Ud., dandole cuenta de lo que haya ocu- rrido a este respecto, que todo ello debe haberle sido muy facil y sencillo, pues ‘nuestros pagos contindan aqui tan exactos y cotrientes como no se puede desear mis” (San Martin, ibidem, pigs. 201-208). Los amigos de San Martin consideraron como una obligacién moral el que sus hi- jos que viajaban a Europa fe visiteran en Paris. El General Francisco Antonio Pinto es acaso el mejor ejemplo de este noble sentimiento de ta gratitud nacional. El 8 de diciembre de 1845 desde Santiago de Chile le escribe a San Martin: —"Marcha a Europa —le dice— mi hijo Anibal, en la Legacién que va a Roma, y al pasar por 16f Parfs tiene que cumplir con la obligacién que incumbe a todo chileno de besar la mane de quien nos did patria, Sirvase Ud., mi General, echarle su bendicién, que es la tinica que ambiciono para él y que le serviri de un poderoso estimulo para no desviarse jamés de la senda del honor.” “Nuestro ‘pafs sigue su marcha pacifica, tranquila y progresiva, y me parece que resolveremos el problema, que se puede ser repitblica hablando Ia lengua casteflana Pero Ud. que conoce la fisonomia de nues- tro pais, habri advertide, que munca lo haremos a la manera de la democracia de los Estados Unidos, sino republicanos a 1a espaiiola” (San Martin, ibidem, pag. 191). Con un considerable atraso respondié San Martin a Pinto. El 26 de septiembre de 1846, le contestaba: —"Puedo asegurar a Ud. que al abrazar por primera vez a su apreciadisimo hijo Anibal, no pude menos que recordar con placer que el primer chi: Teno que conoci en América fué Ud.; trein- ta y tres afios van transcurridos desde aque- Ia poca, y jqué mutacién en las cosas y en Jas ideas! Tiene Ud. razén: su afortunada patria ha resuelto el problema (confieso mi error, yo no lo cret) de que se puede ser republicano hablando la lengua espa- fiola; sin duda, todo hombre encontrar en nuestras repiblicas anomalias inconce- bibles: gpero qué importa el que uno se lame el cuidadano San Martin, o don J. San Martin, 0 Marqués 0 Conde de tal? Como la esencia de las cosas Henen el ob- jeto, lo demas es sin importancia. A. pro- : Ud. debe recordar (creo que se hallaba en Lima en esa época) el desafio de dos americanos. El caso es que debia celebrarse con una comida el aniversario de la Independencia de Estados Unidos; todos los individuos de esta nacién se di- vidieron en diferentes secciones: una de ellas, la mds aristocratica, no convidé a entrar en el escote a uno’de los america- hos, que por su posicién se creia con dere- cho ala clase elevada. De aqui el conflicto, en que el Gobierno tuvo que intervenir seriamente para evitar una desgracia. Que las notabilidades de un Estado sean las del dinero, del talento o del nacimiento, ello es que han existido, existen y existirén siempre, y estas barreras son tan marcadas en Estados Unidos como en Inglaterra, lo que comprueba que el hombre en todo género de gobierno es el mismo, es decir, sujeto a las mismas pasiones y debilidades. En resumen: el mejor gobierno no es el ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE mis liberal en sus principios, sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen”” (San Martin, ibidem, pags. 191-192). ¢Qué prueban todas estas cartas, tanto las de San Martin como las de los patricios chilenos? Que mucho antes de la muerte del vencedor de Maipti se le habia hecho cumplida justicia, y que su rehabilitacién ante la Historia habia comenzado antes de su fallecimiento. Esta rehabilitacién coinci- di cuando los jovenes de a generacin que siguid a la de los amigos y compaiieros de San Martin, propusiéronse escribir los ana- les de la historia de Chile, especialmente los de Ia Independencia nacional. “Antes que Jos mismos escritores argentinos hicieran la debida justicia a los olvidados héroes de su emancipacién —ha escrito Mitre— y antes que ninguno de ellos hubiese consignado sus gloriosos hechos en ‘las paginas de la his- toria, la nueva escuela histdrica de Chile nos enseiié a admirarlos y empez6 a hacer debida justicia..." (Mitre, Comprobacio- nes, tomo II, pag. 213). La nueva escuela historica de que habla Mitre era 1 formada por la Universidad de Chile con Lastarria, Benavente, Tocornal, Garcia Reyes y San- fuentes, como precursores, pero cuyos mis altos exponentes serian los tres historiado- res clasicos del siglo XIX: Amunategui, Barros Arana y Vieuiia Mackenna. Ya en el mismo aio del fallecimiento de San Martin —1850—, e inmediatamente después de ella, los historiadores de la nue va escuela habianse dedicado con predilec- cién a estudiar la historia de la Indepen- dencia, en Ia cual, en algunos de los sucesos principales, la influencia del soldado argen- tino fué decisiva. Hemos recordado que la primera biografia de San Martin fué éscrita en Chile en 1836 por un cronista pertene- ciente a la orden franciscana, José Javier de Guzman, La segunda se debio a tin dis- tinguido jefe espanol. Llamabase José Ro- driguez Ballesteros, y era Coronel. En ene- ro de 1850, firmaba el primer volumen de un extenso manuscrito intitulado Historia de la revolucién y guerra de la Indepen- dencia del Perti desde i818 hasta 1826, que nosotros publicamos en 1946 en la Colec- cién de Historiadores de la Independencia de Chile (tomos 82-34) , en la cual ese cro- nista consagraba a San Martin una suscinta biografia. Como en la de Guzman, la fuen- te principal de informacién era la de Juan Garcia del Rio. Fi tercer estudio biogré- fico de San Martin lo escribié Barros Ara- na, Hoy dia no tiene ninguna importancia, BARROS ARANA, HISTORIADOR nj puede asignarsele el menor valor. Pero estos estudios, cuando ellos han sido supe- tados por otros en el largo proceso del desenvoivimiento histérico, asumen la sig- nificacién de medida para apreciar los pro- gresos de los conocimientos historiografi- Cos. Con qué elementos contd Barros Arana para trazar la biografia de San Martin? zDe qué materiales documentales se valid? Los unos y los otros fueron esca- sisimos. La investigacién no habia reve- lado los secretos de una existencia que ain no entraba en el dominio amplio de la historia, y que por muchos anos, hasta en los auestros, preséntase con inte rrogaciones y enigmas no resueltos. Apoya- do en las mejores informaciones, en los tes- timonios del General Miller en sus Memo- rias, de Garcia Camba en las suyas, en las de los Generales Arenales y Paz, ‘el bid- rafo pudo trazar la vida de San’ Martin. {fos mismuos asertos errados en que habia incurrido Garcia del Rio, que se considera- ba fuente preciosa por haber sido el gra- nadino amigo, consejero y confidente de San Martin, los repite Barros Arana respec- to de Jz juventud del guerrero. Para la fecha del nacimiento da la sefialada por su primer bidgrafo: 1778, Entonces se igno- raba que el mismo San Martin, con sus pro- jas alirmaciones habia contribuido al fon: jusionismo. José Miguel Irarrdzabal ha se- fialado que el General situd su nacimiento entre los afios de 1776 y 1781. Al celebrar matrimonio, declaré bajo la responsabili- dad de su firma, el 29 de agosto de 1812, te- ner treinta y un afios. Seguin esta afirma- cién, habria nacido en 1781. Este afo es el que aparece en su foja de servicios de 1808 yen el pasaporte otorgado en Lille en 1828. Son estos datos del propio San Martin. Lo son igualmente estos otros que contradi- cen a aquellos. La foja de servicios de 1803, indica el afio de 1780. Las de 1804 y 1806, el de 1779, El pasaporte de Buenos Aires, de enero de 1824, indica ese afio también. En la carta que escribié en 1848 al Presi dente del Peru, el Mariscal Ramén Casti- lla, precis6 el aio 1777, y es cutioso que de otro pirrafo de la carta sea perfectamen- te posible determinar el nacimiento en 1776. La familia de San Martin situé con precisin el affo en que vino al mundo: 25 de febrero de 1778. Hizo estampar este dato en el acta de defuncién y es el mismo que antes habian_proporcionado Juan Garcia del Rio y el General Miller, a quienes evi- dentemente San Martin iniormé. ‘Cuando Barros Arana escribia la biogra- 165, fia del soldado, ni siquiera se sospechaban estas contradicciones en que habia caido el propio héroe, a la verdad inexplicables. El padre, el espafiol Juan de San Mar- tin, administraba en 1767 una estancia en la Calera de las Vacas. Habia sido propie- dad de los jesuitas, y en 1775, 0 sea, acho aiios mas tarde, era designado teniente de gobernador de Yapeyi, departamento del territorio de Misiones, tugar en que los je- suitas desarrollaron un bien organizado plan de colonizacién. Laborioso, honrado, sensato y circunspecto, el capitin Juan de San Martin, casado con la sefiora éspafiola doiia Gregoria Matorras, permanecié en Yapeyit hasta 1784. Volvidse a Espafia en ese aiio, con sus cinco hijos y su esposa. El obis- po de Buenos Aires, Manuel Antonio de la Torre, recordaba a Juan de San Martin como de una “especial econémica aplica- cién” “y campesino de cuatro suelas, de quien se dice —apunta el mismo obispo—, y ¢s cuanto se puede decir, haber excedido a los padres jesuitas en Ix economia.” Sin duda, algunos de estos rasgos afloraron en el hijo: frugal, econdmico, metédico, seve- ro en las costumbres, sobrio en los habitos, enemigo de la ostentacién, Al fallecer el padre, en 1796, los cuatro hijos varones encontrabanse colocados en los ejércitos peninsulares. En 1789, el futuro Liberta- dor, cuando tenia algo asi como once atios, en ¢l caso de haber aacido en 1778, ingre- saba al Regimiento de Murcia como cade- te. Pero antes de haber dado este paso, los bidgrafos de San Martin habian sostenido como algo cierto e indiscutido que el hijo de] “campesino de cuatro suelas” recibié educacién_en el Seminario de Nobles de Madrid. Esta afirmacién no se puede ya sostener ante lo que prueban los libros del colegio. En 1984, el Director del Archivo Historico Nacional de Madrid, certificaba ue San Martin nunca habia sido semina- rista del colegio durante los afios de 1770 a 1779. Recordamos el hecho, porque Ba- rros Arana lo dié por indubitable, y aun con Mitre discutié el cardcter de 4a ense- fanza que dabase en aquel seminario, si era militar 0 literaria, Habiase dicho tam- bién por los bidgrafos del General, que su carrera de las armas en el ejército espafiol habia sido répida. La empez6 en 1789, co- mo se ha visto y la concluyd en 1808 con el tango de Teniente Coronel graduado de caballeria, dispencado por Fernando VIT. Definitivamente se retiré del ejército espa: fiol después de veintidés afios de haber per- 166 manecido en sus filas. En la metrépoli, S: Martin vivid mas de un cuarto de siglo, exactamente veintisiete afios. Ellos exten- diéronse desde 1784 a 1811. Los que se han apuntado son sdlo algu- nos de los muchos datos que la investiga- cién histérica contemporinea de nuestro tiempo ha podido establecer en la biogra- fia de San Martin al rehacerla con sentido critico. En 1850, cuando escribia Barros Arana la suya, los sillares en que ella se sostenia eram endebles, y atin no habia estallado desenfrenado, 'incontenible, el nacionalismo argentino, que mucho mas y mis habria de embrollar esa vida. El nom- bre de San Martin hacia esa fecha de 1850 no despertaba grandes simpatias en el pue- blo argentino, pera no se le consideraba tampoco, como en sus propios dias, “deser- tor y cobarde”, “ebrio y ladron”, con que Jo denostaron los periddicos y panfletos de su patria de que habla Mitre (Comproba- ciones, Il, pag. 214). Con todas las limita- cones’ y'‘deficiencias que se nos ocurra concederle a las noticias biograficas san- mattinianas, escritas por Barros Arana, se- rfa una injusticia apreciable no reconocer- las como de las mejores de su completas, en cuanto a su permanencia en Chile, que las proporcionadas por Garcia del Rio; muy deficientes acerca de sus dias en el yeirreinato bonaerense; y ordenadas, relativamente, en cuanto a su desempefio en el Pert, Lo que escribié Barros Arana fué un esboz0, un bosquejo, una noticia, en fin, del General. EI orden en el plan del trabajo, la seriedad en [os datos obte- nidos en las mejores fuentes de informa- cién que pudo disponer, y el buen sentido para escogerlas, seleccionarias y, finalmen- te, aprovecharlas, son los hechos que dan telieve al estudio, En sus noticias biogrifi- cas reducidas a un bosquejo, a un esbore, Hheg hasta donde en 1850’ era humana: mente posible alcanzar. La loza de la sepul- tura del personaje histérico apenas se habia cerrado y Ia posteridad habia comenzado en ese mismo instante a juzgarle con crite- rio histérico. Sin embargo, en el estudio falta algo para quien sabe que su autor se encontraba en posesién de datos y ante- cedentes preciosos sobre el caricter de San Martin, debido a que el padre del escritor como hemos dicho, lo habia conocido en la intimidad, y esus rasgos debié el histo- riador consignarlos. Ni pensar haya que hizo tal. El retrato que escribié no lo indi- vidualiza. Se inspira literariamente en al- ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE Ci gin modelo latino y hace del personaje uno convencional, Véase la representacién, de la estampa moral caracterizada en estas palabras que forman un juicio de ropa hecha: “Pronto en concebir, audaz en eje- cutar, infatigable en los trabajos y padeci- mientos, constante y tenaz para llevar a efecto lo que una ver meditaba, he ahi en pocas palabras, su retrato militar. San Mar- tin tenia el rafo talento de predisponer en su favor a toda persona con quien trataba. Franco, sencillo, modesto, cortés, no llevé estas cualidades’ hasta perder su dignidad que miraba en mucho para empafarla. No se creyé lisonjeado por la popularidad de que gozara, sino por el contrario, supo hacer de ella el uso conveniente y nunca mas. Su amistad era sincera, su conversa- ciénanimada, sus costumbres _sencillas, sus maneras dignas, su ingenio pronto en producit y su valor rayaba hasta en la te- meridad. San Martin era, no solo un buen militar, sino también un profundo -pensa- dor en politica; sus prondsticos sobre la suerte de América se han cumplido antes de su muerte. En su concepto, el Pert necesitaba una testa coronada, a quien una Constitucién contuviera en sus legitimos limites. San Martin era aficionado a kes letras y los partes oficiales y su correspon: dencia, escrita de su pufio y letra, prueban que escribia con facilidad y elegancia el espafiol.” Antes habia dicho: —“Asi ha con- cluido sus dias el General San Martin a la edad de setenta y dos aiios, retirado de la carrera piblica de mucho tiempo atras, en medio de la modestia que formé su vida. Cuando en 1817 quisieron los chilenos pagarle la libertad que acababa de asegu- aries, dindole el cargo de Supremo Di- rector, se negé a admitirlo, porque ain no habia cumplido todo cuanto se prometicra al abrazar la carrera de las armas, esto ¢s, libertar a la América de sus opresores. Cuando esta obra estuvo al concluirse, cuando habia dado libertad ¢ instituciones al Peri, no quiso admitir el gobierno que pudo haber tomado, porque estaba abu- rrido de oir decir que queria hacerse sobe- rano. El General San Martin al recixarse a la vida privada dié uno de esos ejemplos raros en ia historia y que ha tenido pocos imitadores ...”; "Lo hemos visto luchando ‘por la Independencia de la peninsula espa- fiola, organizando tropas y combatiendo en su propia patria, cruzando los Andes para Gar libertad a Chile, derrotado en Cancha Rayada, victorioso en Maipo, y, sobre to- BARROS ARANA, HISTORIADOR do, dando libertad y una existencia poli- tica al Imperio de fos Incas, Cuando San Martin hubo satisfecho sus deseos, cuando: te hallé cargado de lauros y troleos, cuan: do vid a la América libre de la dominacién espafiola, dice que el estandarte de Pizarro que existia en su poder habia recompen- sado con usura diez afios de revolucion y de guerra. Estas palabras, dignas de un Cincinnato o de im Washington, forman su mayor elogio y no necesita de comenta: rio alguno.” En la historiografia de la Independen- cia americana, la noticia biogrifica acerca de San Martin esctita por Barros Arana, asume otra importancia, El autor pertene. cia a la generacién casi inmeciata que efec- tué la liberacion. Con empené acintirable y una pasion’ cientifica ardiente por los estu- dios historicos, varios escritores de esa gene- racién, y aun de Ia anterior que nacid en el fragor de la guerra misma, habiase pro- puesto conocer la historia de la indepen- dencia chilena y sus relaciones con la del otro lado de los Andes. De este modo, “antes que los mismos escritores argentiaos hiciesen la debida justicia a los olvidados héroes de su emancipacidn, y antes que ninguno de ellos hubiese consignado sus gloriosos hechos en las paginas de la histo- Fia como escribe Mitre, la nueva escue- la historica de Chile nos enseié a admi- rarlos y empez6 a hacer justicia a los tra- bajos de nuestra patria para dar libertad a Ia suya.” En Chile, después de Guzman, Barros Arana fué el segundo bidgralo de San Martin. Rodriguez Ballesteros, aunque escribié en el pais sus apuntes sobre la vida del vencedor de San Lorenzo, era es- pafiol. Gracias a Gay, a Bello y a la Univer- sidad de Chile, habja nacido una escuela histérica, la escuela historiogrilica de que habla Mitre, en la cual se formaror fos historiadores nacidos en fos treinta :prime- ros afios del siglo XIX, con excepcién de uno de ellos: Diego José Benaven- te (1789-1867). Los historiadores que es- tudiaron los enlaces de la Revolucién Chilena con la Argentina, fueron en el or- den cronoldgico de los sucesos histéricos, Manuel Antonio Tocornal (1817-1867), autor de la memoria sobre El primer Go- bierno Nacional, publicada en 1847. La influencia de la Revolucién de Mayo en los sucesos que determinaron la de Sep- tiembre de 1810, unié hombres de ambos paises en una misma accidn solidaria: Al varez Jonte, Dorrego, Vera y Pintado, por 167 el lado argentino, trabajaron en Santiago con el designio inquebrintable de lesionar el sistema espafiol, junto con los chilenos juan Martinez de Rozas, Manuel de Salas, Joe Miguel Infante, Agustin de Eyzagui- tre y Juan Antonio Ovalle. En lo militar, Andrés de Alcazar, soldado de Concepcién, contribuyé « sostener el Triunvirato argen: tino, como Balcarce y Las Heras, la revolu- cin’ chilena en sus momentos criticos. EL segundo lugar lo ocupa Antonio Gar- cia Reyes (1817-1855), que en 1846 did a la estampa el libro la Primera Escuadra Nacional, donde debié relerirse al Protec- tor del Peru, El tercer lugar, lo llena Barros Arana con la biografiz de San Martin, crita 2 raiz de su fallecimiento en 1850. Aunque este ensayo constituya un acciden: te en Ia historiografia de la Independencia de Chile, sefiala la preocupacién nacional por uno de los libertadores del pais, pre- ocupacién que absorbe en su juventud, a los veinte arios, a uno de los futuros ms grandes historiadores chilenos de su siglo, el cual habria de agorar mas tarde el tema de la accién de San Martin en Chile y sus vastas proyecciones exteriores. Es de ese mismo afio de 1850, pocos dias después de haber escrito Barros Arana la biografia de San Martin, en los tiltimos dias del mes de noviembre, ‘cuando aparece la obra del es- critor y poeta Salvador Sanfuentes (1817- 1860), presentada en diciembre a [a Uni- versidad de Gite, con el titulo Chile des- de Ia batalla de Chacabuco hasta la de Maipo. Un aio, un mes y cinco dias com- prende la memoria de Sanfuentes —(12 de febrero de 18175 de abril de 1818)—, corto petiodo, sin duda, pero en el cual ocurrieron sucesos determinantes para .la marcha de la Revolucién Chilena en su unidad con la de Jas Provincias Unidas del Rio de fa Plata. Bajo la inspiracién de San Martin, O'Higgins y Puyrredén, se concierta la expansion del movimiento i bertador hacia el Pert, concluyendo en el virreinato el poder espaitol. Los hermanos Miguel Luis y Gregorio Victor Amunitegui dieron a conocer al afio siguiente de la aparicién de lu memo- ria de Santuentes, esco es en 1851, otra de un interés y mérito notables. Intituléronla La reconquista espafiola. El tema que desenvolvieron en este acabado estudio los dos jévenes autores, fué el comprendido entre el 1? y 2 de octubre de 1814, afio de la caida de la Revolucién chilena en la batalla de Rancagua, hasta Ia liberacién del pais por San Martin y O'Higgins en la 168 batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817. El organizador del Ejército de los Andes ocupa en estas paginas un Iugar tan principal como destacado. El mérito de San Martin como creador de una audat con- cepcién militar y politica, resalta en la plu- ma de los Amunategui con fuerza muy va, y mas todavia Ia ejecucién de la arries- gada empresa. Miguel Luis Amundtegui Fué autor més tarde de un curioso y docu- memtado estudio publicado en 166 en los Anales de la Universidad de Chile, con el titulo El General San Martin considerado protector de las letras en Chile (Tomo XXVILL, pags. 197-204). En 1853, Barros Arana habia consagrado su nombre de un modo definitivo como hhistoriador al publicar la Historia Gene- ral de la Independencia de Chile, que Mi tre llamé “admirable, sobre todo, por su exactitud”. La cronica mis completa que hasta entonces se habia escrito sobre la hi toria de la Revolucién chilena, era cuida- dosamente recogida en este libro. En él superaba a sus antecesores en el relato de los accidentes, en Ia complementacién de los hechos, en la precision de toda suceso y en la verificacién obstinada de Ia docu- mentacién. Cinco afios después de haber visto la tuz piblica el tomo primero de la Historia, el escritor entregaba en 1857 el tercero, y en 1858, el cuarto. En el capitulo Wi del tomo IIL, abria Barros Arana fo que podriamos Hamar la Era de San Martin en Chile. Comenzada en Mendoza con Sa organizacién del Ejército de los Andes, conforme a su plan emancipador america- no, haciala Hegar Barros. Arana hasta que O'Higgins Tieva a efecto la organiza- cign de la Escuadra Nacional que da a Chile 1a superioridad en el Pacifico, asun- to del tomo cuarto de la Historia, y con el cual cerré el ciclo de la Independen- cia. En ese capitulo, Barros Arana volvid a escribir la biografia de San Martin. No es posible establecer una comparacién en- tre este ensayo biogrifico y el publicado en La Tribuna en 1850. El sentido critico del historiador, la petspicacia del erudito y la frialdad de su espiritu investigador, lo colocan ahora cautelosamente frente alos hechos con que debe reconstruir ta_vida de San Martin, “Vagas noticias se tienen hasta ahora —dice— acerca de la primera mitad de la vida de San Martin, Las me- morias Wristéricas se ocupan solo de sus til- timas proezas, y nada nos dicen de los pri- meros hechos que le abrieron el camino ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHfLe para acometer mayores y mds importantes empresas. Por este motivo —continia—, asumimos en este capitulo el rol de bié- grafos.” Los elementos de que se valié para trazar la vida del caudillo cuidé de indi carios: "Muy poco —dice— habria_acla- rado acerca de los primeros afios del Ge- neral San Martin, si me hubiese limitado a apuntar las noticias que contienen las obras citadas (el articulo de Gerard, la Diografia de Juan Garcia del Rio de 1823, después adicionada por Juan Bautista AF berdi y las Memorias del General Miller) . Para escribir mi relacién he consultado a un sinniimero de personas que lo trata- ron con intimidad (Freire, Pinto, Prieto, Bulnes, Las Heras, Campino, Aldunate, Cruz, Blanco Encalada, Maruri, Beauchef, entre los militares; su padre, Alcalde, Ruiz Tagle, J. Tocornal, Rozas, J. S. del Solar, Benavente, Palazuetos, Vial _Santelices, Errazuriz (Fernando y Ramén) , entre os civiles, y al seftor don Gregorio Gomez, que lo conocié desde Ia escuela en Buenos Aires; y he tenido a la vista infinitos do- cumentos acerca de los servicios prestados a Ja Revolucién argentina antes de 1815. Con la ayuda de éstos, he podido ampliar debidamente esta parte de mi trabajo. Lo gue queda sentado sobee Ia revolucién de Zadiz estd en todo conforme con la aplau- dida historia de Toreno y otras obras, aun- que en ellas faltan los detalles puramente personales sobre San Martin que dejo es- critos.” Estos detalles, como Io asevera el mismo Barros Arana, Ie fueron proporcio- nados en las conversaciones que mantuvo con uno de los testigos presenciales de Ios sucesos ocurridos en Cadiz, el escritor y Hiterato, Ministro de Estado y Secretario del Senado, Ventura Blanco Encalada, En su ayuda también vinieron para esclarecer la patticipacién de San Martin en la re- organizacién de las logias consagradas a luchar por la Independencia, las Memo- rias ppdstumas del General José Maria Paz y_ las Observaciones a esas memorias del General Gregorio Araoz de Lamadrid. El bidgrafo, por otra parte, sentiase compla- cido por haber ilustrado con nuevos ante cedentes Ja permanencia de San Martin en el Ejército del Alto Pera durante el tiempo que lo tuvo bajo su mando para reorganizarlo después de las derrotas en las, batallas de Vilcapugio y Ayohuma. Al lle- gar a esta parte de sit Historia, escribe: "He querido contar con alguna deten- én los sucesos del mando de San Martin Barros ARANA, HISTORIADOR en el Ejército del Alto Peri, porque hasta ahora no se ha escrito nada sobre el par- ticular, Creo asi revelar algunos detalles enteramente desconocidos de este persona- je. aprovechando en parte una multitud de memorias y documentos que he reuni- do sobre esa época obscura de su vida y de la historia argentina.” Incuestionablemen- te, hasta la publicacién del libro de Mi- tue, la Historia de San Martin y de la eman- cipacién sudamericana, cuya primera edi- cién vié la luz en el afio 1887, en Buenos Aires, Ja biografia del précer debida a la pluma de Barros Arana, fué la mas com- pleta y la més digna de crédito. El autor, como ya se ha visto, suspendia en la Histo- ria de la Independencia la relacién biogré- fica en el momento en que O'Higgins organizaba la Escuadra Nacional en 1818 y preparaba la ocupacién del Pert en es trecha colaboracién con San Martin. Pero Ia tenacidad del historiador no habria de dejar de mano un solo momento la inves- tigacién historica de la_enigmética perso- nalidad del Protector. Entre 1853 y 1857, habia mantenido corresponsales_ en Men- dora para que del Archivo de la ciudad cuyana, casi destruido por las revoluciones, disgregado por la incuria de los gobiernos y atrumbado en cualquier sitio, se le en- viaran copias de documentos. Le sirvieron en esta tarea Vicente Gil y el memorialista Hudson. En Buenos Aires, habia consegui- do que su to carnal, Felipe Atana, diigie- a en el Archivo Nacional ciertas pesquisas € Investigaciones, relacionadas igualmente con San Martin y el Ejército de Ios Andes. En 1858, personalmente registré esos dos ar- chivos, como Iuego habremos de verio, y encontrindose en Paris en 1860, el hijo de San Martin, Mariano Balearce, le fran- queé el archivo de su padre politico. Le permitié leer la documentacion y tomar copia de cuanto papel le interesara, Fué el primer americano que tuvo acceso a ese archivo, siéndolo después Vicufia Macken- na. Con ese arsenal de documentos inéditos y con otras valiosas informaciones, pudo publicar un articulo sensacional en’la Re- vista Chilena en 1875 (tomo II), de la cual era director en compania de Miguel Luis Amundtegui. Ese articulo, que con- tenia revelaciones histéricas de 1a mayor importancia, Ievaba por titulo La des- obediencia del General San Martin. Narra- ba la conducta del Libertador cuando el Gobierno argentino le exigié el repaso de os Andes en’ 1820 con el ejército, para ser- 169 vir a la defensa de Buenos Aires, amena- mado por la tevolucién, momento que aproveché para renunciar la investidura de su cargo y ponerse a disposicion de sus soldados en Rancagua, pasando él y su ejército a formar parte del de Chile, a fin fe Hevar a cabo la invasién del Pera. In- Jormaciones mis secundarias, pero Henas de interés para complementar el cuadro de la vida de San Martin en miles de acciden- tes, dié a luz Barros Arana en innumera- bles articulos histéricos y biogréticos. En- tre los primeros, deben recordarse los inti- tulados Asalto ‘de Taleahuano en 1817 (1853) ; las Notas biogréficas acerca de al- gunos generales esparioles que combatie- ton contra la Independencia de América (1873); el Desastre de Cancha Rayada (1887) y La Batalla de Maipo narrada por un cucaldn, también de ese afio. Pero sin duda en los estudios biograficos consagra- dos por el historiador a las figuras de la guerra de la Independencia que estuvie- Ton a las érdenes de San Martin, es donde encuéntranse rasgos de 1a personalidad del Libertador que pueden ser aprovechados en Ia interpretacién de su caricter. En el ensayo sobre Benavides (1850), los hay bien particulares y abundantes, como tam- bién en el de Freire, de que luego nos ocu- paremos. En los estudios consagrados en 1856 a los coroneles Pedro Nolasco Vidal y Santiago Ballarna; en las biografias de Jos Generales Francisco Antonio Pinto, Jo- sé Manuel Borgofio y Joaquin Prieto, ‘de 1858; y en la del genéral polaco Bellina Skupieski, de 1875, se hallan esparcidos sos datos que tanto contribuyen a Ia re- velacién del cardcter de una personalidad. Aungue ellos no los reunié Barros Arana en una obra especial, encontraron amplia y magnifica acogida en la Historia General de Chile. El nombre de San Martin apare- ce referido en varias incidencias a partir de los voltimenes VIII y IX publicados en los afios de 1887 y 1888. En el X, editado en 1889, Barros Aranz volvié a trazar pot tercera vez la biografia de San Martin con un soberbio material de informacién. El capitulo TIT de ese volumen contiene un relato pormenorizado de la vida de San Matin hasta el momento en gue intervie- ne en 1814, en los sucesos de Chile, a raiz de la derrota de Rancagua, al atravesar la cordillera hacia Mendova, la emigracién patriota. Sobre las fuentes de que dispuso para escribir esas piginas, ha escrito en una nota: “Habiendo examinado prolijamente el copioso archivo del General San Martin, 170 a que nos dié entrada en los tiltimos meses ‘de 1866, st hijo politico don Mariano Bal- carce, que lo conservaba cuidadosamente en su casa de campo de Brunoy (en los al- rededores de Paris), tomamos copias 0 ex- tractos de casi todos los documentos que creimos interesantes para nuestra Historia; y de muchos de un cardcter esencialmente biogrifico, que podriamos utilizar ahora para ampliar estas noticias. Este trabajo se- ria en cierto modo extrafio a un libro como el nuestro; y ¢s por otra parte innecesario. desde que en el momento presente el dis- tinguido historiador argentino don Barto- lomé Mitre tiene preparada una extensa y completa Historia del General San ‘Martin —(la segunda edicién de 1890), jue nos ha permitido conocet en pruebas A imprentar y que, por To. tanto, hemos podido utilizar con provecho al ex estas paginas. Teniendo nosotros que re- dlucir y estrechar este bosquejo biogriifico, hemos debido, sin embargo, agrupar cier- tas noticias de interés e ilustrarlas con la reproduccidn 0 eb extracto de algunos do- cumentos inéditos hasta ahora.” En los otfos voltimenes de la Historia, desde el XI hasta el XVI, que publicironse en 1890, en 1892, en 1894, en 1897 y 1902, Barros Arana cont6, con la erudicién mas pasmosa, la accién de San Martin en Chi- Ie, sus relaciones con las Provincias Uni- das del Rio de la Plata y la expansion de su obra libertadora en el Pert. Nada des- conocié de la bibliogratia y de la docu. mentacién publicada’ en e308 afios. en América y en Europa. $e puede decir que las informaciones contenidas en los 9 vo- Kimenes de la Historia, vaciaron el cono- cimiento historiogrifico sanmartiniano en eb siglo XIX de un modo excelente, bri- ante por el método de la exposicién sis- tematica de los hechos, admirable por la erudicién y espiritu critico con que ellos fueron, con severo rigor, estudiados y ana- lizados. La posicién en que el autor se co- locé para juzgar los sucesos, fué de una extrema independencia, ausente de toto sentimiento nacionalista, Verdaderamente superior. Lo que en esas nutridas paginas arrojaba Barros Arana era eb resultado de una incesante investigacién sobre la Independencia de Chile y de América, sos tenida durante mis de medio siglo (1856- 1902), sin un dia de descanso ni fatiga. No cabe duda que supers a Mitre en mu- chos casos; que sit criterio no formulé te TANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE sis, ni para nada hizo sentir lo convencio- nal del patriotismo en la historia de la Revolucion Americana. Cuando hemos dicho que Barros Ara- na vacié en su Historia todo Io que hasta en- tonces en él siglo XIX se conocia sobre San Martin, hacemos una afirmacién per- fectamente ‘cierta y atin ella habria que ampliarla a Bolivar y al conjunto de la Independencia de América. En 1865 habia publicado la Historia de América en dos voltimenes. En el segundo, de un modo original, sistemético, con un criterio tan propio como seguro, habia estudiado en as mejores fuentes €l movimiento eman- cipador de cada una de las secciones de las colonias espafiolas. Desde ese afto, si- guid el desarrollo de la investigacién his- térica sobre la Independencia en cada pais, con apasionante interés. En lo que a Chile se refiere, incorporé en la Histo- ria General cuanto de valor habia produci- do 1a historiografia nacional. Las aporta- ciones de Gonzalo Bulnes en dos de sus obras de valor incuestionable, intitulada una de ellas, Historia de a Expedicin Li- bertadora del Peri (1817-1822), aparecida en Santiago de Chile en dos voltimenes en los afios de 1887 y 1888, y a otra, Ultimas camparias de la Independencia del Peri, Santiago de Chile, 1897, fueron absorbi- das_por Barros Arana en los tomos X (1889), XI (1890), Xt (1892), XII (1891), XIV_(1897)y XV, de ese ‘mismo aio, de la Historia General y, aun toda- via, eb historiador pudo afadir de su propia cosecha nuevas y valiosas atesti- guaciones documentales. Esta demas decir que entre étas conté de una manera muy especial con el archivo dei General O'Higgins, que le puso a su disposicién el_hijo. del Director Supremo, Demetrio O'Higgins, que s6lo pudo conocer en par- te en 1854 y en I861, y después muy am- pliamente cuando aquella riquisima can- tera de informacién histérica vino a pa- rar a las manos de Benjamin Vicufa Mackenna. El nombre de este ilustre his- toriador no puede dejar de mencionarse como al que mais debi Barros Arana la complementacién de sts informes sobre San Martin, y es justo sefialar que él fué en América’ el primero que inicié la cam- pafia popular de la rehabilitacién histori ca del Capitén de los Andes en los paises que libert6, colocindolo en el mismo pla- no que Bolivar, sino con superiores vir tudes. La obra ‘histérica de Vicufia Mac Barros ARANA, WISTORIADOR Kenna en esta empresa constituye una verdadera biblioteca. Como casi todos los hombres de su generacién, Vicufia Mackenna, asi por la influencia de su ho: gar, de sus abuelos y de sus padres, que cercanamente conocieron a San Martin, sintiése atraido hacia esa personalidad. EI estudio convirtié la atraccién en sim- patia, y mds tarde, cuando penetré la in- dividualidad del hombre en sus papeles intimos, surgié espontinea la admiraciér Vicufia’ Mackenna fué de los primeros hi toriadores americanos, seguramente el pr mero, que investigd en los archivos de Buenos Aires y de Mendova las huellas de San Martin. Datan estos trajines de 1855. Al afio siguiente, ya en Santiago de Chi- le, publicd la hoja volancera intitulada Estatua sud americana del General don José de San Martin erigida en la vecindad del campo de la batalla de Maipo. Un simple proyecto, pero que tuvo eco algu nos afios ms tarde. En ee mismo aio 1856 did a luz El Ostracismo de los Ca- rreras, en el cual conté con datos curiosos y muy interesantes, generalmente desco- nocidos, las relaciones de los tres herma- nos con el General San Martin. En 1859, en Paris, obtuvo que el hijo politico del héroe le proporcionara copia de valiosos papeles de su archivo, los que recibid en Lima en 1860. Encontribase todavia ese afio en la ciudad de los virreyes cuando publicd él libro La Revoluctén de la In- dependencia del Perii desde 1809 a 1819. Introduccién histérica... Lord Cochrane y San Martin, Sélo 1a primera parte de este libro interesa directamente al tema sanmartiniano, en la parte de la discusién planteaéa por Vicuiia Mackenna en cuan- to al juicio de Lord Cochrane en sus me- morias acerca del Protector. Desgraciada mente, por querer probar mucho, pro- bé poco en la refutacién al Lord.’ Vicu- fia Mackenna no era un polemista ni te- nia paciencia para la discusién de un or- den ‘de asuntos como el que debatia. Sin duda, la historia no puede menospreciar una serie de antecedentes que proporcio- na el historiador para refutar a Cochrane en beneficio de San Martin, pero esto es poco y no es lo fundamental, En cambio, el material que se encuentra en otro li- bro del esctitor publicado ese mismo aio de 1360 en Valparaiso con el titulo de El Ostracismo del General don Bernardo O'Higgins, resulta de primer orden para seguit la ‘trayectoria de San Martin en 1m Chile en la Jabot libertadora solidaria que emprende con el vencedor de “EL Ro- Die”. Libro bien. investigado, con extra- vios sensibles en 10s juicios, lo anima, sin embargo, una profunda buena fe y un se- rio afin'en favor de la verdad. San Mar- tin encontrd en estas paginas los primeros cimientos de sv pedestal. Con el propési- to de obtener, como un deber de la grax titud nacional, la realizacién del monu- mento al Libertador, reprodujo nuevamen- te la hoja suelta de 1856, para hacer am- biente al proyecto del monumento al sol- dado. Le did el titulo: Estatua sudameri- cana del General don José de San Mar- tin, 1816. Dos afios debfa esperar Vicuiia ‘Mackenna ver hecha una realidad su aspi- racién, En 1863, mediante su_esfuerz su labor incansable y su voluntad sin desfallecimiento, el héroe era esculpido en el bronce. Peto no se contenté con esta empresa magna, obra casi exclusivamente suya, sino que afladié otra de caricter tan duradera como aquélla, pero de indole histérica y literaria. Ese afio de 1863. pu- blicé en un folleto en 89%, de 98. paginas, el primer estudio orginica y completo he: cho en América sobre el soldado argenti- no, basado en ta preciosa documentacién de’ su archivo, folleto al cual did el visula siguiente: -El General San Martin consi- derado segin documentos enteramente inéditos, con motivo de la inauguracién de su estatua en Santiago de Chile el 5 de abril de 1863. En la Advertencia, decia Vicufia Mackenma. —“La presente resefia biogrifica, 0 mas bien coleccién de docu mentos inéditos sobre la carrera militar y politica del General San Martin, ha sido acopiada en diversas épocas, sea en el ar- chivo del Gobierno de Mendoza en 1855, sea en [0s papeles de familia del General San Martin existentes en Paris, de los que debimos a su digno hijo politico, el senor don Mariano Baicarce, interesantes copias en 1860, sea, en fin, en los archivos pibli- cos de Lima, o en los papeles privados del General O'Higgins que consultamos en_el valle de Cafiete durante aquel tltimo afio. No ofrecemos, pues, wna biografia del gran soldado americino, sino notas imco- Texas, si se quiere, pero ilustrativas en gran manera y especialmente caracteristi- cas de la vida intima de aquel ilustre cau- dillo. Por eso, apareceré més bien de re- lieve el hombre que eb capitén en estas anotaciones, y por consiguiente, el interés que ellas despterten seré tanto mis vivo 172 cugnto mis ignorada es aquella faz de su existencia, El General San Martin es en verdad el hombre menos conocido del Nuevo Mundo. Sus bidgrafos, hasta aqui, han querido contar sus grandes hechos y s6lo han referido las anécdotas vulgares de su carrera de soldado o las genialidades casacteristicas de su espititu.” EI plan esbozado por el historiador fué cumplido rigurosamente y realzado con la publicacién de piezas tan nuevas y origi- nales que presentaban un San Martin que la historia por primera vez conocié, ya que una tradicién interesada en mantener en- cendidas las pasiones, principalmente en su patria, habia deformado los pertiles de su cardcter. A partir, pues, de la publica- cidn del estudio de Vicufia Mackenna pue- de decirse que la vida del Libertador entr6 en un terreno verdaderamente firme, y que ésta fué el punto de partida de futu- ras investigaciones. Todavia, circunscrito a completar detalles de la permanencia de San Martin en Chile, en lo relativo a Jas campafias deb sur, sin que ¢] fuese el personaje central, ni mucho menos, de has paginas del ‘libro. presentado como memoria historica a la Universidad con el titulo La Guerra @ Muerte, publicado en 1868, pueden extraerse tasgos que contri- buyen a completar el retrato. De un ca- ricter semejante al libro anterior, aunque menos directamente relacionado con el personaje, es La Corona del Héroe. Reco- pilacién de datos y documentos para per- petuar la memoria del General don Ber- nardo O'Higgins, obra que dejé de ser de circunstancia puramente apotedsica, en atencién a la gran cantidad de estudios y documentos de primer orden que en ella incluy Vicufia Mackenna en 1872, al ser: le encargada por el Ministro de la Gue tra Francisco’ Echaurren Huidobro, con motivo de Ia repatriacién de las cenizas de O'Higgins destle Lima en ese afio. Hay todavia otros libros que deben_ mencio- narse, En 1876 dig. a luz fa serie de articu- los, mucho mas tarde recogidos en un to- mo (1917), con el titulo El Almirante Manuel Blanco Encalada, en el que refi- rid la, amistad del captor de la “Maria Isabel” con e] Protector del Pert, en mo- mentos en que das relaciones de éste con Lord Cochrane eran dificilisimas. La se- gunda edicién de El Ostracisino del Gene- ral O'Higgins fué dada a luz y completa- da en 1889, en un volumen, al que dié Vi- cufia Mackenna el nombre de Vida det ‘ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE Capitan General Don Bernardo O'Hig- gins, Brigadier de la Repriblica Argentina 9 Gran Mariscal del Peri. Aqui ocu- pa, naturalmente, San Martin Jugar desta- cado en Jas campafias de la Independen: cia. Cuando hacia trece afios que Vicutia ‘Mackenna habia fallecido en 1886, cuan- do todavia los escritos del incansable his- toriador aparecian como péstumos, en 1883 se editaba El Washington del Sur. Cuadros de la vida del General Antonio José de Sucre, libro incompleto, en el cual Ja figura de San Martin encuentra mas de una referencia de valor. Pero atin mis, Hacen parte de ia literatura sanmartinia- na del excritor, en la cual hay siempre algo nuevo, sus esctitos periodisticos. A fin de completar esta resefia para llegar a esta- blecer todas las fuentes de informacién que Bartos Arana tuvo sobre San Martin al redactar los tomos ya citados de la Historia General de Chile, estamos obli- gados a recordar cudles fueron estos es- critos, La serie se inicia en 1871. En El Mercurio de Valparaiso de ns dias Ly 12 de noviembre de ese afio, con el titulo general de Cartas del Gironda, publicé el ensayo El General San Martin en Europa (Revelaciones), que después reprodujo en el tomo II de sus Relaciones Histéricas y en el segundo también de su Miscelénea. En las Relaciones aparece otto estudio de junio de 1878: San Martin en marcha al Peri. Con trece cartas autdgrafas ¢ inédi- tas, En el I de éstas ya citadas Relaciones Historicas, el historiador insert6 los. si- guiente articulos; de septiembre de 1876, El General San Martin después de Cha- cabuco. (Lo que un genio puede hacer en sesenta dias); de abril de 1877, La Batalla de Maipo (Contada al pueblo segin nue- vos datos) y de mayo de ese mismo afio es el trabajo El General San Martin antes de Maipo (Ocho cartas autografas del Gene- ral San Martin al General O'Higgins en 1817). Son del ato 1878 otras publicacio- nes sanmartinianas de Vicufia Mackenna Taneadas en el diario santiaguino BI Fe- rrocarril: e] 24 de febrero aparecié El Ca- pitin General de Chile Don José de San Martin. Resefia popular de su carrera; el 26 de ese mismo mes, El centenario’ de San Martin. Simulacro de ateque; el 23 de marzo. El centenario de San Mavtin en Buenos Aires. Telegrama a la Comisién del centenario, Virta del Mar, mensaje que fué enviado por el telégrafo’ tansandino; e124 del mismo, Aleance a las cuentas dei BARROS ARANA, HISTORIADOR Gran Capitin (Tres cartas inéditas del General San Martin sobre su vida y po- breza en Europa), y, por tltimo, el 20°de agosto, La partida del Ejército Libertador al Peri, En otro diario de Santiago, El Nuevo Ferrocarril, daba a luz el 18 de sep- tiembre de 1881 ‘eb asticulo Los grandes caracteres de la gran edad. Martinez de Rozas, Carrera, O'Higgins, Mackenna, In- fante, San Martin, conipletindose la serie de estos wabajes sobre el capitan de los Andes con tres articulos editados en El Mercurio. de Valparaiso, en el afio de 1882. E] 20 de mayo vié la luz el intitula- do La memoria y la rehabilitacién de San Martin ea Chile; el 22 de ese mismo mes, San Martin Libertador: Las estatuas det General San Martin como tributo de gra- titud y admiracion de los chilenos; y en junio, San Martin y el repaso de los An- des. Un gran misterio histdrico puesto en plena luz. Advertiremos que todos estos estudios histéricos fueron reunidos en 1938 en el volumen VIII de las Obras Compleias de Vicuria Mackenna, que lle- va por subtitulo: Sun Martin y'la Revo- iucién de la Independencia del Pert. Guando se considera la Tabor de los his toriadores chilenos del siglo XIX para destacar a Ia luz de la verdad, la época de la Independencia nacional, en si misma primeramente, después en sus enlaces con la Revolucidn Argentina y en seguida en su expansin para obtener la libertad del Pert, parecen justicieras las expresiones de Bartolomé Mitre, al referirse a la escuela historica chilena, Dice con ponderacién: —"Son los nuevos historiadores de Chile, os que después de realzar Ja figura de nuestros héroes, en tierra extrafa, -han contribuido a levantar en ella Ia estatua del més grande de nuestros héroes, al cual wibutaron este homenaje antes que lo hi cigsemos nosotros.” En seguida escribe: "Son ellos los que han suministrado a la América y al mundo los elementos del juicio consciente de la posteridad a su Tespecto; son ellos los que han generalizs- do el conocimiento de las documentos fe- hacientes en que se funda; y considerada Gel punto literario, su obra es lo mis se- rio que hasta el presente se haya escrito sobre la historia de esa época memora- dle” (Mite, Comprobaciones, Il, 216). Barros Arana fué parte principalisima en este proceso de la rehabilitacién san martiniana: lo inicis a los veinte afios, con Ia Diografia que hemos estudiado; lo’ con- 173 tinud a los veintisiete en el tomo III de la Historia General de la Independencia de Chile; a los cuarenta y cinco arroj6 fut vivisima en 1875 sobre un acto de la vida del Libertador, al desobedecer al Gobier- no argentino; y entre los cincuenta y siete 1, ios stents y dos afos, (1887-1902) per- feccioné ese proceso. Es decir, toda sit vida fué consangrada al estudio de San Martin, y el resultado de ese trabajo, sin un _mo- ‘mento de fatiga, fué dado a conocer brillan- temente en la Historia General de Chile, en los voldimenes que ya se han indicado, donde levanté al Libertador un monu- mento, Et Quinto Estupto: LA ceitica wisTORica A LA opRA DE José IcNacio Victor Eyza- cuirre, Histbina Eourstisrica, Porfrica y Lrreraria DE Cute (1851) —Desde Val- paraiso le escribia Juan Maria Gutiérrez a Barros Arana, el 25 de marzo de 1851: ="Me patece muy bien su determinacién de criticar la Historia de Eyzaguirre; pero tengo a mal que lo haga Ud. con fnimo hostil y por venganza politica. En su edad, es preciso cultivar la generosidad y la elevacién en las mitas. No vea Ud. en Eyzaguitre mis que un literato y agote Ud. su raciocinio y su erudicién para mostrar que se ha equivocado en algunos puntos, 0 que no ha trabajado todo lo que el asunto le exigia. Asi, su triunfo serd mayor y mayor el dafio que sufra el historiador en su reputacidn,” ¢Por qué, en razén de qué motivos, este dnimo hos- til y esta venganza politica del escritor contra el autor de la Historia? Eyzaguirre era un sacerdote vinculado a la mas ran- cia aristocracia santiaguina. Sus antepasa- dos mas inmediatos, a los que Tlamé “pa dres de la Independencia” —José Alejo, Arzobispo de Santiago, y 10s. patricios Agustin, Miguel, Domingo y José Igna- cio—, habian. prestado servicios distingui- dos al pais durante el coloniaje y la gue- rra de la emancipacién. Al organizarse la repiiblica, conforme a sus antecedentes aristoctiticos y profundamente religiosos, agtupironse en torno al partido pelucén, que, fepresentaba la tendencia conser lora opuesta a la pipiola o liberalizante. El presbitero Eyraguirre, espiritu inquie~ to, ansioso de nombradia y popularidad, inteligente, culto, orador facil y elegante, habia abandonado el campo de los suyos, y politicamente buscé en las filas libera- es un puesto de lucha y de combate. En

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