GUILLERMO FELIU CRUZ
Barros Arana,
Vu
LA INICIACION DEL ESCRITOR
(1848-1850)
Con la instructién instieutana def hijo, el
padre no se manifesté insatisfecho. Antes de
mucho, pudo compararla con la que se daba
en otras partes fuera de Chile y apreciar la
superioridad de la que habia recibido el jo-
ven. Desde Santiago le escribia el 30 de di-
ciembre de 1850 para decirle: ~""Te incluyo
un cuadernito de un estudiante de Cérdoba
—(Argentina)—, el que me mandan como
tuna prueba de los adelantos que ha hecho
un alumno en seis aos de estudio, y me fi-
‘guro que cualquiera lo pudiera haber hecho
aqui en seis dias”. El padre, sin embargo, bas-
tante inteligente y observador de las aptitu-
des intelectuales del futuro escritor, al reti-
rarlo en marza de 1850 de los estudios de le-
yes, habia comprendido que en ellos no es-
taba el porvenir del muchacho. Dos factores
los contrariaban seriamente. Era uno, la po-
breza fisioldgica de su contextura, Le era ci-
fcil resist ef régimen interno de vida esta-
blecido en el Instituto. Era el otro, la desor-
denada curiosidad intelectual del joven. Es-
ta llevabalo a buscar en cauces més amplios
la formacién de su cultura, Todavia nacurai-
amente no habla encontrado su verdadera
orientacién. Pero la precocidad lo destacaba
(1) Véase Anales, primer y segundo trimestre
de este afio, adimeros 109110.
Historiador
en el conjunto de los compafieros. A. veces,
obraba como un rebelde, Discutia los bene-
ficios de la ensefianza con un criterio opues-
to a lo que ella prometia como una pana-
‘cca capaz, de proporcionar sabiduria y con-
ducir las inteligencias. En las clases de gra-
mitica le habian ensefiado que para escribir
bien, era necesario conocer y tener muy pre-
sente sus regla.
Rebeldias contra las reglas del arte de es
cribir—B1 muchacho no pensaba asi. Anoté
alos diez y siete afios en un papel: —“Obje.
ciones contra las reglas para escribir. 1 No
son necesarias para escribir bien. 2* Muchos
hay que, a pesar de las reglas, no pueden
hacerlo. 3° Coartan la imaginacién y el in-
genio. 42 Algunos poetas sin conocerlas han.
hecho obras inmortales. 5. Estas reglas pue-
den variarse al antojo del autor”.
Siempre le costé escribir. El caso et cu
rioso, porque fué la suya una inteligenci
agudisima, penetrante, incisiva, Tener un es-
tilo como él lo deseaba, sencillo, claro y ele-
gante, fué un sacrificio. La imaginaciSn tam-
poco se la dié la naturaleza, En 1857, le decfa
a su buen amigo el argentino Juan Maria
Gutiérrez, que en otro tiempo habia sido el
mentor de sus Iecturas de obras cldsicas
“no tengo gran facilidad de redaccién, ni
mucha confianza en m{ mismo para escribir
de carrera". La constancia en el manejo de
la pluma lo hizo duefio de la sobriedad esti-
listica a que aspiré para narrar historias,
componer textos didacticos y ser critica li-
ter
128Bannos Arana, Hisronsanon
Poeta-—Pero fué un fScil versificador. Ni
haya que pensar que tuvo vuelo. Fué inten-
cionadamente satirico. No tienen este carde-
ter los primeros versos moceriles de los diez
y scis afios. Son puramente rominticos. He
aqui éstos inéditos que nada agregan a su
fama literaria:
jCuinto deploro yo mi triste suertel
Vivie amando yuestcos ojos belfos
Cuando conozco que la misma muerte
Extoy bebiendo, trago a trago, en ellos.
Y una desgracia por demés amarga
Mi corazén con su dolor aqucja
Y es esa horrible tormentosa carga
Que de su lado sin cesar me aleja.
Pues lo que yo deseo, lo que quiero
Es respirar ese aire embalsamado
Que se desliza suave, placentero.
Por entre vuestto labio nacarado.
Mas del destino rudo la pujaaza
Del bien més suspirado me retica
Y vos queréis tener en la experanza
Mi corazén que del dolor expira.
Ensuefios poéticos—Solia otras veces tras-
ladar a la prosa los ensuefios radiantes y
luminosos de una adolescencia que se extin-
guia para dar paso a una juventud confusa
en sus deseos, en los cuales la mujer es ya un
tormento, Escribié Mi primer amor. Dice en
esta pégina también inédita: —“Para todos el
amor no ha sido més que una mezcla de
encantos y de angustias: el mfo se ha de-
jado ver como una estrella Iuminosa que
fija en un rincén de mi pecho lanzaba su
resplandor sobre todo él. Su luz me ha de-
jado ver mil cosas hasta entonces ignoradas.
Jamés habia supuesto que existiera en mi
tanto fondo de sensibilidad ni que fuera per-
mitido aproximarme tanto al bello ideal, y
todo se ha hecho gracias a tu benéfica luz,
astro de amor!
“ZTu brillo see siempre puro? Nunca
deberd eclipsarse? Hasta ahora sélo lo ha si-
do por una que otra ligera nube que suspen-
fa tu fulgor por un instante para que pron
to te ostentaras més radiante que nunca.
Anais
29
“Y tG, joven celestial, cuya mano prolija
hha hecho brotar la flor de la esperanza en
un pecho tan frido como el desierto, jcuin
lejos estoy de poder darte a conocer! {Cémo
podrfa explicar ese no sé qué de angélico
que forma tu naturaleza! ¢O transmitir con
palabras ese grato temblor que agita mis ner-
vios cuando nuestras miradas se encuentran?
“[Reliz, mil veces, el mortal que puede li-
bar en vuestros labios de néctar las primicias
de vuestro amor celestial, M.! jOh! Si, ese sera
tan feliz como yo desdichado. No me sera
permitide m4s que mirarnos de lejos. El des-
tino ha interpuesto una mano inexorable en-
tre nosotros. ¢Quién podria unir el fanebre:
ciprés a la aromitica rosa?”
Afio? 1847. Diez y siete lindas primave-
ras, No hay nada que agregar. ¢Para qué re-
ferirse al estado emotivo y sentimental del
joven en plena época romintica? Pero en el
pliego de papel que contiene esta declaracién
{ntima, hay copiadas, en francés, encendidas
estrofas de amor de Beranger, de Musset y
de Heine.
El idioma inglés——Dominaba ese idioma.
{Lo habia aprendido en el Instituto? 2Era el
resultado de la constancia? El inglés fué ct
fruto de su voluntad. El 20 de marzo de
1851 le decfa a su entrafiable amigo Gutié-
rez: —“mis multiplicadas atenciones, de las
cuales no es la menor el estudio del inglés,
que me quita seis horas por dia...” El pa-
dre le habfa puesto a su dispesicién un pro-
fesor para su estudio, “Después que ta te
{uistes le dice desde Santiago el 16 de oc-
tubre de 1852— me pregunté Richard si se
gufas en el inglés y le contesté que si, y que
ara que no se perjudicase, corria el tiempo
que ti estuvieras ausente: por consiguiente
esperamos tu vuelta, y todo se allanaré”. A
su hermano le escribfa cartas en las que in-
corporaba frases en este idioma. Lo hacia pa-
ra ensayarse en su manejo. En 1849, José le
escribia: —“Otra vez que se te ocurra poner
acépites en inglés, anda anotando al pie, por-ae
que, a decir verdad, es muy poco lo que en
tiendo”.
Afios de indecisibn. Las bellas artes.
Son estos afios de indecisién. Se encuentra
atin en la busqueda del propio destino inte-
Tectual, Le aburrié el colegio? Sentin pasién
por ¢) arte. La sociedad santiaguina estaba
afectada por el snobismo artistico. Se habia
fundado en 1842 la Escuela de Bellas Artes.
Cicarelli, Monvoisin, Mochi y Rugendas, da-
ban a conocer sus telas y dibujos. Los patr-
cios, agricaltores de la rancia aristocracia,
comenzaron a retratarse. En seguida, sus mu-
jeres y sus hijos fueron trasladados al lienzo.
Quedé en esas telas el genio de una oligar-
quia y también fué representada le belleza
de mujeres extraordinarias y de hombres de
una suprema distincién. Francisco Mandiola
y Ramirez Rosales fueron discipulos de aque-
lios maestros y continuaron retratando una
sociedad que comenzaba a europeizarse a
impusos de [os vientos del romanticismno. El
teatro, la misica, el canto, 1a dpera, desper-
taban entusiasmo. Habla un lenguaje roman-
tico y una postura roméntica. Barros Ara-
na habia demostrado condiciones singulat-
mente especiales para el dibujo, para el arte
pictérico. Tenfa gusto por él y fué siempre
tun entendido en pintura. Dibujaba a la per-
fecciéa. La caricatura era su preferencia. Un
pariente suyo, José Luis Bargoiio, profesor
de dibujo, 1o empujaba a enrolarse en la ca-
rrera del arte pictérico, Pero fué seducido
por otra forma de la expresién artistica, Un
poco industrial, sin duda. Vacilaciones del
rouchacho, Giorgi, el excendgrafo teatra, tan
pintorescamente evocado por Pérez Rosales
con satirica crueldad y tan enaltecido por el
argentino Tomés Erias en sus absurdas criti
cas teatrales, acababa de llegar a Santiago.
Barros Arana concurria asiduamente a la con-
feccién de los telones y admiré la facilidad
de la técnica, primorosa a su juicio, para re-
presentar escenas ¥ motives. Quiso ser pin-
tor, dibujante, escendgrafo. En resumen, ar-
tista. En su hogar, la eleccién soné a escin-
dalo. Un pintor por esos dfas, cuando recién
"ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE
cl gusto artistico tomaba apenas cierto rango,
parecié al padre y 2 la familia, que era con-
vertirse en artesano poco més o menos, Era
romper con demasiada violencia con las tra-
diciones que se respetaben en {a casa.
EL 17 de diciembre de 1853, escribfa en su
periédico E] Museo un articulo intitulado
Bellas Artes, en el que teazé el cuadro del
desarrollo artistico de Santiago. “Las bellas
artes —dlecfa— han contribuido con sus pre-
ciosos dones al impulso del progreso que nos
rodea. La pintura, la escultura, la arquitectu-
ray la mésica eran casi desconocidas en el
pafs algunos afios atrés. Malos borrones eran
nuestros cuadros, pobres casuchas nuestros
edificios y no sabfamos apreciar un busto ni
gustar del lenguaje de infinitas armon‘as de
Rossini y Meyerbeer. Hoy poseemos y apre-
ciamos trabajos artisticas de un mérito dis
tinguido en todos estos ramos. El artibo a
Chile de M. Monvoisin, sefiala la época del
nacimiento del gusto por la pintura entre
nosotros. Sus hermosfsimos cuadros, tan Hle-
nos de imaginacién y propiedad, dieron alien
to a los primerus aficionados y despertaron
la admiracién por el arte divin de Rafael
y Rubens. Comenzéronse a hacer hermosos
retratos, a apreciarse debidamente los bue-
nos pintores y muchos de nuestros jévenes
guisieron manejar ef pincel que tan prodi-
gioso y magnifico se ostentaba en las dies
tras manos del habil pintor. Los primeros dis-
cipulos de M, de Monvoisin se hicieron no-
tar antes de mucho tiempo por distinguidas
dotes artésticas. Mile. Filleul, diseipula apro-
vechada de Monvoisin, ha revelado en vatios
retratos muchas de las cualidades de su emi-
nente profesor. El sefior Ciccarelli, llamado
‘a Chile por nuestro gobierno a presidir fa
Escuela de Pintura, forma la segunda escala
del incremento del arte entre nosotros. Sus
trabajos abundan en expresivo colorido y en
un conocimiento perfecto de las reglas del
arte. Su pincel ha dado ya acho cuadros a
Ja Gateria Nacional de la Repiiblica: son es-
tos los retratos de Colén, Valdivia, don Gar-
cia Hurtado de Mendoza, el Toqui Caupoli-Bannos Arana, Historsapor
cén, don Pedro Cortés, el poeta Ercilla, el
general San Martin y los jesuitas Lacunza y
Molina. Sus discipulos han hecho rapidos
pprogresos en el dibujo preparatorio bajo su
direccién.
“AL hablar de Jas Bellas Artes en Chile, se
hace preciso recordar el nombre de M. Des-
madryl, pintor distinguido y grabador de
nota, maneja el Mipiz litogedfico con ‘a macs-
tela de Juliéa, Maurin y Lemercier. Sus re-
tratos se distinguen por la expresién fiso-
‘némica, sus grabados por la excesiva finura
de su buril y sus litografias por el acertado
empleo de las sombras y claros. El retrato del
sefior Arzobispo de Santiago y del sefior Be-
Ilo bastarian para hacer su gloria. Los bille-
tes de banco que ha grabado en acero para
Ja Casa de Moneda, son un trabajo de acaba-
da delicadeza y perfeccién que habrfa recibido
aplausos en la misma Europa. Las litogra-
$ias que acompafian a la Galeria Nacional de
biografias que publica en la actualidad, han
contribuido poderosamente a aumentar el
aprecio que se hace de la obra. De su lépiz
son os buenos retratos litogrificos que cono-
cemos en el pais: entre étos ha dado élti-
mamente los del Ministro Rengifo, Mitre y
Lavalle, De sus manos han salido también
un mapa de la provincia de Coquimbo, pa-
ra servir a un informe sobre el ferrocartil del
ingeniero Campbell, y una carta de los luga-
res y alrededores de Santiago. Tenemos, ade-
mis, otros dos talleres de litogratia en el
pais: el acreditado establecimiento de M. Le-
bas en Valparafso y el de M. Gillet en San-
tiago.
“Recientemente comienza a tener admira-
dores el arte magnifico de Cellini y Canova.
El busta en yeso de don Pedro Palazuclos
hecho por el sefior Ciccarelli Ilamé la. ates
ign hacia este arte, y el arribo del sefior
Chelli con el suntuosisimo aitar de marmol,
gue ha trafdo para la iglesia de la Recoleta
Dominica, y algunas estatuas de exquisito
gusto, ha dado a conocer la importancia y
valor de 1a escultura. Uno de los discipulos
de Ciccarelli ha hecho admirables adelantos.
M. Brunet de Baines es el introductor de la
buena arquitectura entre nosotros. Sus edifi-
cios se distinguen por la armonfa de sus di
versas partes y la exquisita elegancia con que
sabe revestitlos: en ellos hay gusto y genio
artistico hasta en los detalles més insignifi-
antes, El ha sabido formar en la Galeria
del Comercio, un monumento indestructi-
ble que conservaré su nombre mientras se
mantenga en pie, y en el teatro de la Muni-
cipalidad, cuya primera piedra se pondrd el
18 de septiembre, creard el més bello teaba-
jo arquitecténico de la capital. Sus obras
haan sido imitadas con feliz. acierto,
“Hace pocos afios ha que desconoxiamos
casi completamente las bellezas del arte li-
rico, La miisica que posefamos aleanzaba
muy poco més alld de un paso doble de mal
gusto, cuyo prestigio no podian borrar las
Tecciones de algunos buenos maestros. La
épera, el Conservatorio de Misica, los mo-
delos de M. Barré, M. Desjardins y otros hé-
biles artistas, y las visitas que nos han hecho
Sivori, Herz, Lubeck, Coenen y Miss Hayes,
hhan desarrollado a aficién por la misica,
Los recuerdos de los tres tiltimos son re-
cientes. El piano de Lubeck, el violin de Coe-
nen y el canto de Miss Hayes han sido las
mis agradables distracciones del afio de 1853.
La melancélica y vaporosa poesia del prime-
ro y la potente y variada gravedad del se-
gundo, fueron aplaudidas ardorosamente. La
delicada maestria y la exquisita habilidad de
‘Miss Hayes, que indemnizan con usura las
pequefifsimas faltas de dotes naturales, reci-
bieron los més elevados homenajes de admi-
racién y aplauso. La aficién del gusto y la
aficién por el arte de las melodfas, han avan-
zado muy poco en las composiciones musica-
les originales, pero la ejecucién de las pro-
ducciones europeas es casi siempre artistica.
Esta misma carencia de originalidad se nota
en todas las ramificaciones del arte. Nada se
rea: nuestros trabajos son imitaciones, pero
no de a naturaleza, sino de modelos mds 0
menos acabados. Las bellas artes son de ayer
en el pais; se las cultiva con gran aficién ypoco estudio, “Cultivar las artes, ha dicho
Keratry, ¢s imitar: la naturaleza nos rodea
de modelos, lo esencial es escogerlos. Si esto
¢s verdad, pocos pueblos de la tierra tienen
més hermosos modelos que ¢l nuestro, La
nevada cordillera de montafias inmensas,
nuestras selvas y Aorestas regadas de corren-
tosos rfos, y un mar tranquilo, forman una
buena parte de los elementos que pueden exi-
girse. Falta si el desarrollo que debe dar el
tiempo y el estudio, porque somos todavia
novicios en la carrera artfstica. Mucho tene-
mos que esperar del porvenir en las artes y
Jas letras: cuarenta afios atrés no éramos na-
da ante el mundo, y hoy nos lamamos chi-
Tenos con dignidad y orgullo. Dios vela por
Ja Repiiblica: la felicidad preside los pasos
de ésta: trabajemos con fe y confianza”.
‘Nuevas poesias—Siguié versificando. Hi-
zo poestas y las publicé hasta los veintitrés
affos, en que se convencié que no era poe-
ta. Los epigramas, recuerdo de su trato con
Marcial en la clase de latin del Instituto, las
charadas, las cuartetas punzantes, las versai-
‘as bufas, brotaron anénimamente de su plu-
‘ma hasta los tiltimos afios para denostar al
enemigo. A veces, publicaba en los periédi-
cos estas expansiones de su ingenio para echar
lefia a la hoguera politica desde la oposicién
cen que casi siempre se encontr6. En El Pais y
en La Actwalidad, diatios que costeé y redac-
16, di6 a luz, sin firma, muchos versos de este
género. 2Se sintié poeta de verdad en los
afios mozos? En El Museo. Periddico cienti-
ffco y literario, que comenz6 a publicar en
diciembre de 1853, Barros Arana ocupé ¢sas
paginas con sus versos. No son muchos. Con-
sagré un soneto a Guillermo Matta en su
‘cumpleafios. Lleva la firma de Los emplea-
dos de la imprenta, y dice:
FE libro de la vida os abre ahora
Una pigina aveva; quicra of cielo
Las sombras del dolor y el desconsuclo
De ella apartar con mano bienhechors.
Luzea brillant el sol de vuestra aurora
Sin que lo enlute nebuloso velo;
¥ de la vide de este este suelo
"ANALES DE LA UNivenstpap o CHILE
Los bienes y esperanzas que atesora,
Felices, muy felices nos creeremos
Si las dichas sus bienes os presenta,
Si coronada vusstea frente vemos
Con los laureles que la gloria ostenta.
Estos los votos son, que al cielo hacemos,
Los cajstas y empleados de la imprent
Manuel Blanco Cuartin, colaborador de
El Museo, haba consagrado a Barros Arana
tuna poesfa satirica intitulada La Vida, que
comenzaba incitindolo a definirla. Le decia:
Unos dicen que la vida
Corre alegre y presurosa,
Y otros muchos que es morose
Y amarga como la hiel.
Estos nos cuentan sus penas
Sus lloros y sus quebrantos,
Aquéllos goces y eacantos
Mis sabrosa que la miel
Opiniones tan contrarias
Sobre Ia misma materia
Me hace ver que es algo seria,
Diego amigo, esta cuestién,
Explicame, ti, si puedes,
Ex decir pensando un poco
Quin es el cuerdo 0 el loeos
ZBI dichoso o el lorén?
Recapacita te roego
(Como sobre un pergamino
Con tw prudeacia y tine)
Antes de dar tu opinién.
Sin demora respondié Barros Arana. Con
el titulo A mi amigo Manuel Blanco Cuar-
tin, en contestacién a su epistola pottica in-
titulada “La Vida", e escribié:
Ya que tu musa maldita
Me ba puesto en el duro aprito
De estar al metro sujeto
Al darte contestacién;
A tu opistola chistosa
Sobre lo que es esta vida,
‘Aunque tches de atrevida,
Yo te expondeé mi opinién,
En esta comedia humana
Siempre el necio es el que lora:
Vale més seine a toda horaBarzos- Anana, Hisrontapon
Y despreciar ef latin
Que stultus lama al que rie.
Vivir formal es resabio
Del que aparenta ser sabio
Sin saber més que un rocin.
EL mis feliz es ese hombre
Que ne conoce pesares,
Y que cruzando estos mares
No lo abandona el reis:
Ese a quien nada le allige,
Ni dolor, ni sentimiento,
Y pasa siempre contento,
Sabe dichoso vivir.
Si este mundo es defectuoso,
‘Tiene de bueno un costado:
Eszojamos el buen lado
Y burlemos el dolor.
Querer torcerlo es capricho
De algiin pobre mentecato
Que se devana insensato
En busca de otro mejor.
Con Tucides explicaste
Las miserias de esta vidas
a¥ quieres que no te pida
‘Tu buena cooperacién?
Pues sfbete que El Museo
Entre los suyos te cuenta,
Escribe que en vez de renta
Obrendrds su aprobaciéa.
Olvide, Manuel quero,
Lo que dices det empleo,
Y escrbe para Fl Museo
Buenos sarcasmos con sl.
Que si me pongo a hacer versos
‘Aunque escribier primores
No hallaria suscriptres
Que pag
nun real
YY me despido con esto
TG sabes que de poeta
Dios no me dié la chaveta,
Ni jota de inspicacién.
Prosa si, tomo tras tomo
ed
Te escribiré si wi quieres,
Que las Musas son mujeres
Y 6 sabes lo que son!
Poco después dié a luz unos Epigramas,
género al cual fué aficionadisimo, Uno de
ellos dice:
La encantadora Mercedes
iene sus cosas de gata...!
Pretende haciendo de beata
Alcanzar reputacién
EI dia entero lo pasa
Rezindole a San Antonios
Maz que la aguante cl demonio
En sonando la oraciéa.
El otro:
No se hacta de diserar
Et doctor don Ceferino:
eQuién Te aclare ha de faltae
Que bien se pueden aunar
Académico y pollino?
El Gltimo, dedicado 4 un mal poeta que
comenzé la traduccién del “Infierno” del
Dante, re2a como sigue:
‘Cuando Hlegues al inierno
Con tw mala tadvecién
Deja en tu pretensin;
‘Que merece ef fuego eterno
Esa infame produccién,
Tales son los versos. Hacfa tres afios que
habia abandonado el Instituto Nacional, don-
de, en el trance de la adolescencia a la ju-
ventud, habja comenzado a escribirlos. No
merecen que los comentemos. A Blanco
Cuartin ya se lo habia dicho:
"TG sabes que de poeta
Dios no me dis la chaveta,
Ni jota de inspiracién,
No volvié més a publicar versos con su
firma.
Traductor de novelas histdricas—El ex
tudiante del Instituto Nacional, lector de no-
velas y de estudios histéricos en las horas
que dejébanle libre las consagradas a la en-
sefianza, habla comenzado a trabajar en
1847 en la traduccién de una novela, asocia-
do con su hermano José. Era de Alejandro
Dumas. Las novelas de este autor, el Ariostoise
del romanticismo francés, como lo ha lla-
mado Jorge Brandes, habjan irrumpido en
Chile, dispersindolas por todos Jos émbitos
desde Valparaiso, fa imprenta de un infatiga-
ble editor, quien las lanzé en la misma can-
tidad industrial en que su autor las produjo
literariamente. En ese afio de 1848, habia
Publicado cuatro suyas. Primero habjan vis-
to la luz en los folletines del diario E! Mer-
curio. Estas eran: Los cuarenta y cinco, No-
vela histérica, en tres Voldmenes, en 8°; La
dama de Monsoreau, traducida del francés
al castellano por Nemesio Fernindez Cues-
ta, en dos volmenes, en 8.°; Las dos Dianas,
en tres voliimenes, en 8°, y, finalmente, La
guerra de las mujeres, en dos voldmenes, en
"Todas reimpresiones de ediciones espa-
fiolas. El éxito de libreria que el editor al-
canz6 con estas obras, ¢ratandose de Chile
donde ef placer de la lectura era bien escaso
todavia, fué un acontecimiento. En la juven-
tud, Dumas habia despettado un apasionado
y delirante interés. Era el del novelista “un
talento turbulento ¢ intnediato, un tempe-
ramento gigantesco que habia manifestado
en la literatura —como lo juzga Brandes—
disposiciones heredieas como su padre en
tas guerras de la Reptblica, Durante cua-
renta afios escribié sin pausa, tragedias, dra-
mas, novelas, cuentos, descripciones de viaje
y memorias. Seria un absurdo burlarse de tan
extraordinario don imaginative, de una fe-
cundidad tan increfble. En sus escritos se
advierte la sangre francesa-africana, algo del
despreocupado sentido criollo y algo del sen-
sual ardor de la raza negra. Con ayuda de
nltiples colaboradores, muy sometidos a él
Mend con productos de su espfritu los esce-
narios de los teatros, los estantes de las li-
brerfas y los folletines de los periédicos. Las
méquinas de las imprentas crujieron y gé-
mieton para poder mantener ef ritmo con su
fuerza de produccién. Debe lamentarse el
sentido ligero del mundano que no le per-
mitié llegar a ningtin desarrollo, Sélo en. su
primera juventud fué artista. En la época ro-
mintica comenz6 como roméntico. En una
‘ANALES DE LA UNIvenstoap ne Grice,
época industrial, fué industrial”, Pero en el
escritor todos los defectos eran nada y se los
Ilevaba la fuerza de las condiciones inveros(-
miles del narrador, en primer término, En
segundo lugar, el poderoso narrador, conocta
como nadie la fascinacién que en el lector
ejercia el didlogo. Donde quiso lo introdujo
para aligerar el relato que intuitivamente
comprendié débil y {leno de observaciones
superficiales. Con el didlogo, de una senci-
Ilez encantadora, se defendia y cautivaba a
Jos lectores, Ademis, supo evocar el pasado
y darle un color que sus personajes, mas que
las cosas, mantienen con mucho realce.
“Bl Caballero de Harmental” de Dum:
Por esos dias de 1847, Barros Arana habjase
convertido ext fector de Dumas. No sélo de-
voraba las novelas que en castellano publica-
ba Santos Tornero en la imprenta de El
Mercurio de Valparaiso, sino que le solici-
boa las ediciones francesas que alin no habian
sido traducidas. Con Tornero tenfa Barros
‘Arana un poderoso elemento de influencia
en su padre. Por este medio [leg6 a sus ma-
nos la novela El Caballero de Harmental,
publicada en 1843, primero como folletin
del diario Le Siégle de Parfs. Dumas has-
ta que se edité esta obra habia escrito seis
novelas. Un dfa Gerardo de Nerval le en-
vi6 a su casa un profesor que conocia bien
la historia. La frecuentaba en esos rinco-
nes intimos de les archivos que dan tan.
tas sorpresas y caractetizan con tanto relieve
los hombres, los hechos, las cosas y las cir.
cunstancias, El profesor se Ulamaba Augusto
Maquet. Era hombre de ideas, sabfa idiomas
y era un gran lector. Ademiés, escribia nove~
las histéricas. En manos de Dumas puso la
Gitima que habia compuesto. Aburrido del
mal éxito de sus otras novelas, quiso conocer
fa opinidn del autor del drama histérico
Henri III et sa cour. Maquet habia dado
a su relato el titulo de BY bueno de Bu-
vat o la conspiracién de Cellemare. Este he-
cho histérico ocurrido después de 1a muerte
de Luis XIV, contenfa una intriga apasio-
nante. En la novelacién de Maquet, era pe-Bainos ARANA, HisTomapon
sado, sin movimiento. Los caracteres de los
personajes de alvésimo relieve, se perdian. El
asunto interesé a Dumas inmediatamente.
El manuscrito de Maquet fué transformado
a la manera como el escritor entendia rela~
tar un episodio y de él resulté la novela El
Caballero de Harmental cn, dos volimenes.
Maquet recibié mil doscientos francos. La
novela tuvo de inmediato varias ediciones, y
Dumas decia que er2 la més divertida que
habla escrito.
Barros Arana se propuso traducirla, Aso-
ci6-a la empresa a su hermano José, dos afios
menor que él, nacido en 1832. Una suerte
infausta persiguié a este joven dotado de las
mas brillantes cualidades. Fué un alumno
notable en el Instituto Nacional, de clari-
sima inteligencia y de ur amor sin Iimi-
tes por Ja lectura. Su padre le consideraba
més capaz que Barros Arana, mfs profundo
en los conocimientos y con mayores aptitu-
des para el estudio. E] mismo juicio tenia el
hermano. Lo estimé como el prodigio de la
familia. “Mientras ninguno de los mios ima-
ginaba que yo pudiese ser algo en la vida
le dijo en una conversacién intima a su
sobrinonnieto Carlos Orrego Barros—, todos
extébamos seguros de que Pepe serfa un gran-
de hombre que prestaria muchos servicios
a la patria”. Ilusién que muy pronto quedé
desvanecida. José Barros Arana fué atacado
de una tuberculosis violenta y fallecié a los
diez y ocho afios, el 5 de octubre de 1850.
El francés lo dominaba cabalmente, y por
eso Barros Arana quiso emprender con él la
traduccidn de la novela de Dumas. Hubo un
momento en que ésta corrié sélo a cargo de
José. Por una carta suya de 5 de junio de
1848 escrita desde Pudahuel a su hermano
Diego, que se encontraba en Santiago, sabe-
mos que se ocupaba en este trabajo. Le dice:
—“Querido hermano: jcon que ¢s tal tu
da que se han hecho raros, raros en clla esos
momento de grato ocio que consagramos 2
fos recuerdos de lo pasado y a las comuni-
caciones amistosas! Lisonjeébame no poco la
esperanza de que yo entraria como parte i
5
dispensable en tan interesantes confidencias
y de que cartas tan tiernas y correctas como
todas las que de tu fecunda mano salieron,
me traerian el retrato vivo de tu alma, y el
cuadro animado y pintoresco de Jas encon-
tradas pasiones que se a disputan. Figueé-
ame que iba a ver en elas a Cupido mismo
arrchatindote adormecido del regazo de las
musas para tener 4 también la gloria de
avasallarte, y crefa verte a veces arrastrado,
por un impulso quijotesco a la liza politica,
a donde entrabas solicito para endesezar al
tuerto Vial —(el Ministro del Interior, ene-
migo de su padre). Grande y muy grande ha
sido mi sorpresa y sentimiento al ver que sin
duda por tus ocupaciones, s6lo me llega de
ti una escasa cuartilla de un pliego que por
Jo menos debias Ilenar, y en ella mas de un
renglén en que dejas libre campear tu fan-
tasfa, cuando mas una chispa extraviada y
pr6fuga de tan espléndido foo... En cuan-
to ala traduccién, te diré que Martina —(su
hermana)— me escribe una carta et que mi
‘Tatita —(su padre)— y mi mama Mercedes
ame prohiben que la continde, porque pudie-
ra hacerme mal, jDeplorable fatalidad que
persigue a Javier —(el recadero del fundo)—
que no le permite ni aun decir nada que la
razén pueda aprobar! En cuanto a esto es
pero saber qué partido tomas. En segundo
lugar, te digo que sélo Ilevo escrito cinco
pliegos, de los cuales te mando cuatro. Hay
en ellos algunos puntos que van marcados
con una cruz y en cuya traduccién tengo po-
co confianza”. En la postdata, le agregabs
—“Més prudente me parece ahora que Be-
navides ~(su futuro estudio histérico)— te
deja en paz, te hagas cargo de concluir Ia
traduecién”,
Asi lo hizo Barros Arana. La revis6 hasta
completarla y dejarla en condiciones de ser
entregada a las prensas. La publicacién fué
convenida con Santos Tornero, el propieta-
rio de El Mercurio de Valparaiso, Este dia-
rio habfa pasado a manos de este habil Libr.
10, de origen espafiol, que desde entonces
convirtidse en editor, por la compra que de36
Ja imprenta habfa hecho a un compatriota
suyo, Manuel Rivadeneyra, fundador en Chi-
le del arte tipogréfico y cuyo nombre des-
pués se hizo célebre con Jz publicacién de
la monumental Biélioteca de Autores Espa-
oles, editada en Madrid. Tornero tenfa con
el padre de Barros Arana algunas relaciones
comerciales, derivadas de la venta de libros
que se hacfan en su almacén, segiin lo ates-
tigua alguna correspondencia. Esta circuns-
tancia fué la que le permitié 2 los hermanos
Barros Arana, publicar en los folletines de
EI Mercurio la novela de Dumas, El Caballe-
ro de Harmental. Alli aparecié en el ntimero
6,187 de 9 de junio y concluyé de publicarse
en el néimero 6,276 de 22 de septiembre de
1848, con algunas interrupciones, en el cur-
so de ella.
La primera edicién castellana habia sido
publicada en Madrid en 1846. La chilena
de Valparaiso, hecha a base de la composi-
cidn tipogeifica del diario El Mercurio, fué
editada en 4 voltimenes, en 12°, con este th
tulo: —“El Caballero de Harmental”, novela
histbrica por Alejandro Dumas, autor de “La
guerra de las mujeres”, “La hija del Regen-
te”, etc. Traducida para “E? Mercurio” por
un joven chileno y seguida de un Ensayo
Hintbrico sobre la Regencia del Dugue de
Orleans, por el traductor. Tomo ... Impren-
ta de “El Mercurio”, Valparaiso, calle de la
‘Aduana, nimeros 22 y 24 de junio de 1848.
Los cuatro volfimenes en tamafio 12° forma-
ban un conjunto de novecientas setenta pagi-
nas en tipo apretadisimo, El tomo I era de
222 phginas; el II de 260; el IL de 242,
yel IV de 246. Son detalles nimios to
dos étos? Segiin el caso en que nos colo
quemos. Ninguna importancia tendrian si se
tratara de un traductor cualesquiera o de un
profesional. Pero uno de los traductores era
tun muchacho que atin no cumplia los diez
y ocho afios. Era, ademés, un estudiante. La
traduccién demostraba un dominio bastante
regular del idioma francés y el castellano era
manejado con algin desenfado en una gran
parte de la obra. Es curioso: esta soltura de
‘ANALES pz ta UNtvinsipan pr Cate
Ja propia lengua no ser exhibida después
en los primeros trabajos originales debidos a
Ja pluma de Barros Arana, Naturalmente,
cuando sabemos que en Ja traductidn inter-
vino su hermano José, cabe_preguntarse,
écual fué la pasticipacién de Diego? Como
en toda obra de colaboracién literaria es du-
dosa la determinacién. Pero, éno hay un cam-
bio sensible en la prosa a partir del tomo se-
gundo? {No esti entrabada, desde aqu, la
agilidad del didlogo? No es més dura y seca
la expresién? Casi puede sefialarse con exacti
tud donde comienza este cambio, donde apa-
rece otra mano. La sentimos, la notamos. Ba-
ros Arana traductor, se distancia de su her-
mano José en la ausencia del conocimiento
del idioma. Traduce demasiado literalmente,
Asi y todo, al iniciarse Barros Arana en la
carrera de las letras con una traduccién, se-
gua las normas de la antigua doctrina im-
puesta por Bello desde el comienzo de su ma-
gisterio intelectual en Chile. No se habia
cansado de recomendar a los jvenes que se
dedicaban a las fetras, la conveniencia de leer
ce su respectiva lengua, los buenos modelos
literarios y para alcanzar el dominio del pro-
pio idioma, traducirlos como el procedimien-
to més adecuado para dominar el castellano,
¥ con este ejercicio, captar las bellezas de las
imagenes de los grandes escritores. Casi to-
dos los discfpulos de Bello y aun aquellos
que como Barros Arana recibieron indiec-
tamente su influencia, hicieron suyo el con-
sejo y asf se formé una verdadera tradicién
literaria. Tal fué el caso de los escritores:
Salvador Sanfuentes, José Victorino Lasta-
rria, Jacinto Chacén, Floridor Rojas, Hermé-
genes de Irisarri, Francisco Solano Astabu-
ruaga, Miguel Luis Amundtegui, Guillermo
Matta, José Antonio Torres, Manuel Antonio
Matta, Manuel Miquel, Guillermo Blest Ga-
na, Manuel Carrasco Albano, Felipe Santia-
go Matta, Santiago Urata, Francisco Bilbao,
Santiago Lindsay, Anibal Pinto, Miguel Cru-
chaga Monet, Valentin Magallanes, Manuel
Blanco Cuartin y los propias hijos de Bello,
Francisco, Juan, Emilio y Carlos.Banuos Arana, Hisroriapor
EL primer ensayo histérico original —Sin
embargo, Barros Arana al lanzarse en el cam-
po de las letras fué a un mismo tiempo tra-
ductor y autor. En este segundo aspecto, ope
6 desde el primer momento como historia-
dor al escribir un complemento histérico pa-
ra la traduccién de la novela de Dumas. Tal
fué el estudio sobre la regencia del Duque
de Orleans, Aparecié en El Mercurio de Val-
parafso en los nimeros 6,276 y 6,277 de los
dias 22 y 23 de septiembre de 1848. Publi
Ase después en un folleto de 26 paginas, en
12° con este titulo: ~“Ensayo historico sobre
la Regencia del Dugue de Orleans (I715-
1723)"; escrito por un joven chileno para ser-
vir de continuacién al “Caballero de Harmen-
tal”, de Alejandro Dumas. Valparaiso. Im-
prenta de “El Mercurio”, calle de la Adua-
na, nitmeros 22 y 24, septiembre de 1848. En
lun apretadisimo cuadro, perfectamente orde-
nado en la sucesién de los hechos —caracte-
ristica de todos los escritos del historiador
més tarde— Barros Arana narraba la histo-
ria de la Francia durante los ocho afios que
siguieron a la muerte de Luis XIV, hasta que
ocurrié la de Felipe Duque de Orleans. Es
tun perfodo movido, convulso, leno de dra-
maticidad. Luis XIV, en sus dltimos afios,
después de més de medio siglo de reinado,
casi octogenario, vela llegar su fin sin dejar
asegurado el trono. Su hijo, el Gran Delfin,
habia muerto. Sus nietos, el Duque de Bor-
gofia y el Duque de Berry, también habjan
sucumbido, El otto nieto, el Duque de An-
jou, sostenide por él, ocupaba el trono de Es-
pafia con el nombre de Felipe Vy renun-
ciado a los derechos de sucesién de Ya corona
francesa. El bisnieto, el futuro Luis XV, se
encontraba en la infancia. Un golpe del des-
tino en su débil vida y la falta de descendencia,
obligarfa a buscar el sucesor entre los colate~
rales del Rey. En 1714 y 1715, Luis XIV hizo
reconocer por el Parlamento a los dos hijos
que habia tenido en Mme. de Montespan.
Fueron legitimados y obtuvieron tos dere-
chos a Ya sucesién del trono, Eran éstos el
Duque de Maine y el Conde de Tolosa, En
a
su testamento, el Rey dejaba establecido un
Consejo de Regencia. Contra su voluntad,
ese consejo debja presidirlo, por ser el pri-
mer principe de la sangre real, su sobrino
Felipe, Duque de Orleans, y formar parte
de Al los hifjos legitimados par el Parlamento
con derechos a la sucesiéa del trono. De Fe-
lipe tenfa Luis XIV muy mala impresién.
Habia intrigado en Espafia contra Felipe V.
Habfa sido frondista. Gozaba de mala repu-
tacién, en concepto del Rey, por sus ideas
—las nuevas ideas que Montesquieu y Vol-
taite habfan importado de Inglaterra— y lo
tenfa —jcosa curiosa!— por un_libertino.
‘Apenas el Duque de Orleans asumié la re-
gencia, anulé el testamento de Luis XIV. Los
excindalos y las situaciones politicas diflci-
les que sufrié la Francia con esta medida,
que acepté el Parlamento, forman parte de
Ia intriga histérica de la novela de Dumas,
asada en la conspiracién de Cellemare, en
Ja que intervinieron el Duque y la Duquesa
de Maine, el Duque de Richelieu, el Conde
de Polignac y muchos otros altos personajes
de la nobleza francesa y aun de la espaiiola,
comprometida a través del Cardenal Albe-
rani. El historiador chileno de la Regencia
destaca en sus paginas el contraste que repre-
senté el Duque de Orleans con la politica de
Luis XIV. Apenas el difunto rey habia sido
evado solo, sin pompa y maldecido por la
muchedumbre a la iglesia de San Dionisio,
cayeron todas las barreras que habfa estable-
cido. La vida del regente, sus costumbres,
su politica, sus ideas, su manera de ser, todo
dejé ver, desde ese dia, que nada de comin
habia entre el reinado anterior y el que se
iniciaba.
Barros Arana present6 el cuadro de esa épo-
a con sencillez en sus Kneas generales, den-
tro de un plan perfectamente ordenado. En
la introduccién escribié: ...“muchos nove-
listas imitando 2 Sir Walter Scott, que con
tan buen éxito ha dado impulso a la novela
histérica presentando periodos enteros de la
historia de Inglaterra y Escocia bajo la cor-
teza del més hermoso y moral romance, haniS
censayado su ingenio en dibujar esta época en
interesantes novelas. Nuestra prensa se ha
cocupado en la impresién de cres de ellas, no
se diga las tres mejores, esto es La Circacia
na, por M, A. de Lavergue, La hija del Re-
gente por M, A. Dumas y la presente del
mismo autor. Esta circunstancia, unida a la
curiosidad que la novela hist6rica nos deja
por conocer lo que es verdad o ficcién en un
argumento que naturalmente nos interesa, es
Jo que me ha hecho emprender este trabajo
que el piiblico sabré apreciar en su justo va-
lor. Hubiera agradado mis, estoy seguro, la
traduccién de algin buen escritor, pero en-
contré para ello los siguientes obsticulos. La
traduccién de un escritor de alguna historia
general de Francia era imposible hacerla por-
que incesantemente esti haciendo relacién,
2 los acontecimientos anteriores; la de una
historia particular de la época seria demasia~
do larga y detendrfa al lector en digresiones
que no tendrfa para él interés alguno y del
todo extrafias a los acontecimientos sobre que
versa la novela. No quedaba otro remediv
sino que yo mismo emprendiese este trabajo.
después de haber estudiado con sobrada de-
tencién 2 los historiadores que mejor han
escrito sobre esta época, como Voltaire, Mar-
mont, Lementey, Anquetil, Capefigue y
otros; poner entonces en mi trabajo los acon-
tecimientos verdaderos de que se hacia men-
cién en Ia novela, y otros que demasiado se
saben, ahorrando a los lectores el trabajo de
leerlos en las historias en que, aunque se ha-
Ilan bien tratados, estén confundidos con
otros cuyo conocimiento ¢s stiperfluo ¢ intitil,
y.esto es lo que he hecho”. Como informa-
cién complementaria de le novela de Dumas,
a! estudio del joven historiador Hlena su ob-
jeto y evidencia un conocimiento bastante
amplio de la historia francesa en un mucha-
cho, estudiante afin, que no habja alcanzado
los veinte afios, Dividié el Ensayo en cuatro
partes: I. La organizacién de la Regencia;
H. La politica de la Regencia; Il. Law y su
sistema econémico y dltimos tiempos de la
Regencia, y IV. Conclusién. En este diltimo
‘ANALES DE LA Universipap DE CHILE
parrafo, Barros Arana siguié muy de cerca
Jas conclusiones que el estudio de la Regen-
cia de Felipe de Orleans habja merecido a
Michelet en el Compendia de la Historia
Moderna, que ese affo de 1848 habia comen-
zado a circular en Santiago traducido por
Juan Bello. Pero el método de [a exposicién,
que es sin duda excelente, no esth de acuer-
do con el estilo del autor. Dificilmente se en-
contrar4 otro escritor chilena de este tiempo
que en mas pobres condiciones literarias se
halla presentado al piblico. La redaccién es
lastimosa. Constituye un sufrimiento seguir-
fo en su frase descuidada y torpe. Es deses-
perante la ninguna consideracién que tiene
para con su lengua, Escribe bajo la infiuencia
del giro y de la construccién francesas. Me-
diante un esfuerzo constante, siempre muy
intenso, su frase coma forma y se acomoda
a Ia pretensin de ser sencilla. Pero esta sen-
cillez es afectada, porque no germina espon-
téneamente. Barros Arana la buscé para ¢s-
cribir en castellano lo que debié hacer en
francés, Su lengua de este modo es birbara-
mente maltracada. Como elemento de juicio
ppara apreciar las aptitudes de Barros Arana
como escritor, lo natural y esponténco que
cen Al habia, el Ensayo es un documento pre-
cioso. Escasas, casi nulas eran sus aptitudes
de escritor.
“Piguillo Altaga” de Eugenio Scribe—Casi
un mes antes de haber aparecido en el diario
EI Mercurio de Valparaiso la traduccién de
El Caballero de Harmental en junio de 1848,
Barros Arana, en compafiia de su hermano
José, habia publicado, en mayo, fa versién
de otra novela que no fué insertada en los
folletines de ese periédico y que circulé tam-
bign sin el nombre de los traductores. Era
Gta la Gnica novela histérica que escribié
el fecundisimo autor dramitico francés Eu-
genio Scribe. En Jo histécico, era arbitraria
¢ inverosimil, como fueron casi sicmpre las
del género que produjo cl romanticismo en
aguel pais, donde la imitacién de Walter
Scott degeneré en libros de caballeria, o bien,
como en este caso, por el tema espafiol delBanos Arava, Hisronanon
asunto, en novela picaresea, pero de un inte-
és tan apasionante y sostenido que su publi-
cacién convirtiése en un éxito literario y en
un espléndido negocio de librerfa, no obstan-
te las injurias a la representacién de la época.
Publicada en Paris en 1847, en varios voliime-
nes, Scribe habfa aprovechado para el relato
el suceso verdaderamente trdgico a que habia
dado lugar el fanatismo religioso catélico
de los tiempos de Felipe III, al decretarse en
Espafta Ia expulsi6n de los moros, y de ese
penoso y birbaro acontecimiento, tejido una
intriga animadisima cuyos héroes principales
fueron el confesor del Rey, fray Luis Aliaga,
que en la novela figura como Piquillo Alia~
ga, y los moros Aija, Yezid y Pedralvi.
En enero de 1848, José Barros Arana habia
comenzado la traduccién. “El papel en que
te escribo —le decfa a su hermano Diego—
cs del ‘timo que me quedaba, gastado en
perjuicio de la traduccién del Piquillo, En
cuanto a ella, te digo francamente que no
me inspira confianza, pues hay en la obra
puntos dificiles y no poco frecuentes. Asf,
cuando Ileve escritos unos scis pliegos, te
los mandaré para que los presentes a (Juan
Marfa) Gutiérrez, a fin de que te diga si me-
rece publicarse, pues mucho me temo traba-
jar en vano. Sin duda, el escritor argentino
autorizé con su consejo la traduccién, por-
que ella era anunciada en El Mercurio, El
31 de mayo de 1848, en el nuimero 6,179 de-
clase que “habiéndose publicado todo lo re-
ferente a la novela de Dumas Los cuarenta
y cinco, no desagradaria a los suscriptores de
la Biblioteca de Amena Literatura que se
diera a luz la novela que en 1847 se habia
publicado en Francia con un éxito extraor-
dinario y merecido muchos elogios de la
prensa, Esta novela se intitula Piguillo Alia-
go 0 los moras en tiempo de Felipe Ill, por
Eugenio Scribe”. El 21 de junio en otro avi-
so, se expresaba que “el Piguillo Aliaga se
entrega todos los sabados en cuadetnillos de
80 paginas en 8.° mayor”. La obra aparecié
en tres volimenes como parte de la Biblio-
teca de Amena Literatura que editaba la Li-
139
breria del Mercurio, El titulo copiado exac-
tamente era el siguiente: —“Piguillo Aliaga,
Los Moros en tiempo de Felipe III". Por Eu-
genio Scribe. Tomo ... Valparatso: Impren-
ta del Mercurio, calle de la Aduana, 22 y 24
1848. En mayo, se did a luz el toro I
con 312 paginas; en junio, aparecié el II con
360, y en julio, el TIT con 462. En total 1,134
paginas. Como en el caso de El Caballero
de Harmental, cabe preguntarse, frente a esta
la primera traduccién, emprendida por los
dos hermanos, Zcudl fué la participacién del
joven Diego? En una y otra empresa fué su
hermano José quien tomé la iniciativa. ¢Bra
el més preparado en el arte de traducie? Si
hhemos de juzgar por los resultados de sus
cexdmenes de francés en el Instituto Nacio-
nal, en los que alcanz6 altas distinciones, hay
que suponerlo dotado de excelentes apti-
tudes. No as{ Barros Arana. Si consideramos
el testimonio de lo que arrojan sus promo-
ciones en este mismo idioma, la situacién es
menos distinguida. Recordemos que el 10 de
diciembre de 1845, en el examen de primer
aifo de francés, fu aprobado, y que el 16 de
novierabre de 1846, al rendir el final de este
idioma, obtuvo aprobacién undnime, Por otra
parte, mientsas en la versién de E? Caballero
de Harmental es posibie distinguir dos traduc-
tores, en el Piquillo Aliaga sélo apatece uno.
Esta es [a impresién que deja la Tectura, Es
una traduccién correcta, en la cual aparecen
expresiones propias espaffolas, de un use po-
co frecuente entre nosotros y que responden
a la época en que se desarrolla el relato. La
atribucién de ser las dos novelas traduccién
de Barros Arana, fué hecha al bibliégrafo
Victor M. Chiappa por otro tan competente
como Luis Montt. Le expresé que le consta-
ba eran obra del historiador. Debemos remi-
fir esta informacién hacia 1906, por lo me-
nos. Muchos antes, en 1866, Vicuiia Macken-
na habfa dicho: “Hasta entonces (1849) solo
hhabfa publicado en los folletines de los dia-
ios algunas traducciones de novelas fran-
esas, tarea en que lo acompafiaba un her-
‘mano menor, don José Barros, muerto a los10
diez y ocho afios, sepultando en su nifien
una esperanza”. Del propio Barros Arana
no poseemos ninguna declaracién. Sélo aho-
1a, mediante los documentos que hemos da-
do a conocer por primera vez, es posible
saber que en el caso del Piguillo Aliaga y
en el de El Caballero de Harmental, fut Jo-
sé Barros quien inicié las traducciones. La
primera posiblemente la condujo hasta su
término, Barros Arana debid haber tenido en
esta traducién muy escasa participaci6n. En
a segunda, en la del Caballero de Harmen-
tal, es visible y palpable a nuestro juicio la
obra de su pluma.
“Historia de treinta horas’ —En la misma
Biblioteca de Amena Literatura, se publicé
otra traduccién de Barros Arana, segiin ex-
plicita atribucién de Luis Montt. Se intitula:
—"Historia de Treinta Horas 0 Revolucién de
febrero de 1848”, escrita en francés por Pie-
tre et Paul. Traducida al castellano de la se-
gunda edicién por D. M. y P. Valparaiso.
Imprenta del Mercurio. Calle de la Adana,
nslmeros 22 y 24. Diciembre de 1848. Forma
un folleto en 4° menor de 91 piginas, Las
iniciales que se encuentran en la portada
=D. M. y P— se alteran en la pagina de
El traductor a sus lectores, quien firma con
las siguientes: —M. D. y P. 2Error de im-
prenta? ;Deliberada alteracién? En el. pr6-
logo se dice: —“Una feliz casualidad trajo
a mis manos el original francés de esta obri-
ta, y desde Iuego formé el proyecto de tra-
ducitla a nuestro idioma como la obra més
a propésito para dar una exacta idea del triun-
fo de la repablica francesa sobre el trono de
Luis Felipe en la importante revolucién de
febrero, E] piblico, mejor que yo, juzgaré
del valor intrinseco de la obrita que le ofrez~
0; bésteme decir que aunque publicada ba-
jo un seudénimo, creo sea trabajo de alguna
notabilidad a juzgar por su estilo puro y por
‘Awates pe 14 UNiverstDap pe Catz
su bien dirigido republicanismo, La Francia
literaria ha recompensado a su autor con el
agotamiento de dos ediciones que en menos
de un mes se han hecho”. Firma: M. D. y P.
Crénica movida, casi diaria, de los hechos
politicos que determinaron la cafda de Luis
Felipe en un movimiento incontenible de la
opinién pablica contra un régimen incapaz,
clla ilustra sobre los acontecimientos del mo-
mento, pero no alcanza a mostrar las conse-
cuencias a donde Ievarfan los sucesos. La
traduccién —de cualesquiera de los dos her-
manos a quienes se la adjudiquemos, o bien
Ja supongamos debida a una mutua y estre-
cha colaboracién— cs limpia, fécil, animada
y conserva la espiritualidad del original que
le di6 su autor. Es en esta cualidad y en la
penetracién bastante intencionada como pro-
funda de los hombres, en lo que reside el
miérito y valor de la Historia de treinta horas.
‘Antes de editérsele en un pequefio librito,
habja sido publicada como folletin de Ef
Mercurio del 14 al 20 de diciembre de 1848,
cen los ntimeros comprendidos desde el 6,347
al 6,352.
En Parts en 1860 y la traduccién de la no-
vela de Dumas—En 1860, Barros Arana se
encontraba en Parfs, Allf tuvo la satisfaccién
de ver impresa por la Librerfa de Rosa y
Bouret una edicién en dos volimenes de El
Caballero de Harmental. El tomo primero ha-
bia aparecido ese afio; el segundo, en 1861.
La traduccién era anénima. Doce affos antes,
Barros Arana habia iniciado su vida litera-
ria con la versign de esta novela de Dumas,
que ahora e! historiador encontraba de actua-
lidad en esa ciudad para el mundo de la
lengua castellana. Grande debié ser su satis-
faccién ante este hecho evocador de su pri-
mera jornada literaria.
(Continuard)