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GUILLERMO FELIU CRUZ Barros Arana, Vu LA INICIACION DEL ESCRITOR (1848-1850) Con la instructién instieutana def hijo, el padre no se manifesté insatisfecho. Antes de mucho, pudo compararla con la que se daba en otras partes fuera de Chile y apreciar la superioridad de la que habia recibido el jo- ven. Desde Santiago le escribia el 30 de di- ciembre de 1850 para decirle: ~""Te incluyo un cuadernito de un estudiante de Cérdoba —(Argentina)—, el que me mandan como tuna prueba de los adelantos que ha hecho un alumno en seis aos de estudio, y me fi- ‘guro que cualquiera lo pudiera haber hecho aqui en seis dias”. El padre, sin embargo, bas- tante inteligente y observador de las aptitu- des intelectuales del futuro escritor, al reti- rarlo en marza de 1850 de los estudios de le- yes, habia comprendido que en ellos no es- taba el porvenir del muchacho. Dos factores los contrariaban seriamente. Era uno, la po- breza fisioldgica de su contextura, Le era ci- fcil resist ef régimen interno de vida esta- blecido en el Instituto. Era el otro, la desor- denada curiosidad intelectual del joven. Es- ta llevabalo a buscar en cauces més amplios la formacién de su cultura, Todavia nacurai- amente no habla encontrado su verdadera orientacién. Pero la precocidad lo destacaba (1) Véase Anales, primer y segundo trimestre de este afio, adimeros 109110. Historiador en el conjunto de los compafieros. A. veces, obraba como un rebelde, Discutia los bene- ficios de la ensefianza con un criterio opues- to a lo que ella prometia como una pana- ‘cca capaz, de proporcionar sabiduria y con- ducir las inteligencias. En las clases de gra- mitica le habian ensefiado que para escribir bien, era necesario conocer y tener muy pre- sente sus regla. Rebeldias contra las reglas del arte de es cribir—B1 muchacho no pensaba asi. Anoté alos diez y siete afios en un papel: —“Obje. ciones contra las reglas para escribir. 1 No son necesarias para escribir bien. 2* Muchos hay que, a pesar de las reglas, no pueden hacerlo. 3° Coartan la imaginacién y el in- genio. 42 Algunos poetas sin conocerlas han. hecho obras inmortales. 5. Estas reglas pue- den variarse al antojo del autor”. Siempre le costé escribir. El caso et cu rioso, porque fué la suya una inteligenci agudisima, penetrante, incisiva, Tener un es- tilo como él lo deseaba, sencillo, claro y ele- gante, fué un sacrificio. La imaginaciSn tam- poco se la dié la naturaleza, En 1857, le decfa a su buen amigo el argentino Juan Maria Gutiérrez, que en otro tiempo habia sido el mentor de sus Iecturas de obras cldsicas “no tengo gran facilidad de redaccién, ni mucha confianza en m{ mismo para escribir de carrera". La constancia en el manejo de la pluma lo hizo duefio de la sobriedad esti- listica a que aspiré para narrar historias, componer textos didacticos y ser critica li- ter 128 Bannos Arana, Hisronsanon Poeta-—Pero fué un fScil versificador. Ni haya que pensar que tuvo vuelo. Fué inten- cionadamente satirico. No tienen este carde- ter los primeros versos moceriles de los diez y scis afios. Son puramente rominticos. He aqui éstos inéditos que nada agregan a su fama literaria: jCuinto deploro yo mi triste suertel Vivie amando yuestcos ojos belfos Cuando conozco que la misma muerte Extoy bebiendo, trago a trago, en ellos. Y una desgracia por demés amarga Mi corazén con su dolor aqucja Y es esa horrible tormentosa carga Que de su lado sin cesar me aleja. Pues lo que yo deseo, lo que quiero Es respirar ese aire embalsamado Que se desliza suave, placentero. Por entre vuestto labio nacarado. Mas del destino rudo la pujaaza Del bien més suspirado me retica Y vos queréis tener en la experanza Mi corazén que del dolor expira. Ensuefios poéticos—Solia otras veces tras- ladar a la prosa los ensuefios radiantes y luminosos de una adolescencia que se extin- guia para dar paso a una juventud confusa en sus deseos, en los cuales la mujer es ya un tormento, Escribié Mi primer amor. Dice en esta pégina también inédita: —“Para todos el amor no ha sido més que una mezcla de encantos y de angustias: el mfo se ha de- jado ver como una estrella Iuminosa que fija en un rincén de mi pecho lanzaba su resplandor sobre todo él. Su luz me ha de- jado ver mil cosas hasta entonces ignoradas. Jamés habia supuesto que existiera en mi tanto fondo de sensibilidad ni que fuera per- mitido aproximarme tanto al bello ideal, y todo se ha hecho gracias a tu benéfica luz, astro de amor! “ZTu brillo see siempre puro? Nunca deberd eclipsarse? Hasta ahora sélo lo ha si- do por una que otra ligera nube que suspen- fa tu fulgor por un instante para que pron to te ostentaras més radiante que nunca. Anais 29 “Y tG, joven celestial, cuya mano prolija hha hecho brotar la flor de la esperanza en un pecho tan frido como el desierto, jcuin lejos estoy de poder darte a conocer! {Cémo podrfa explicar ese no sé qué de angélico que forma tu naturaleza! ¢O transmitir con palabras ese grato temblor que agita mis ner- vios cuando nuestras miradas se encuentran? “[Reliz, mil veces, el mortal que puede li- bar en vuestros labios de néctar las primicias de vuestro amor celestial, M.! jOh! Si, ese sera tan feliz como yo desdichado. No me sera permitide m4s que mirarnos de lejos. El des- tino ha interpuesto una mano inexorable en- tre nosotros. ¢Quién podria unir el fanebre: ciprés a la aromitica rosa?” Afio? 1847. Diez y siete lindas primave- ras, No hay nada que agregar. ¢Para qué re- ferirse al estado emotivo y sentimental del joven en plena época romintica? Pero en el pliego de papel que contiene esta declaracién {ntima, hay copiadas, en francés, encendidas estrofas de amor de Beranger, de Musset y de Heine. El idioma inglés——Dominaba ese idioma. {Lo habia aprendido en el Instituto? 2Era el resultado de la constancia? El inglés fué ct fruto de su voluntad. El 20 de marzo de 1851 le decfa a su entrafiable amigo Gutié- rez: —“mis multiplicadas atenciones, de las cuales no es la menor el estudio del inglés, que me quita seis horas por dia...” El pa- dre le habfa puesto a su dispesicién un pro- fesor para su estudio, “Después que ta te {uistes le dice desde Santiago el 16 de oc- tubre de 1852— me pregunté Richard si se gufas en el inglés y le contesté que si, y que ara que no se perjudicase, corria el tiempo que ti estuvieras ausente: por consiguiente esperamos tu vuelta, y todo se allanaré”. A su hermano le escribfa cartas en las que in- corporaba frases en este idioma. Lo hacia pa- ra ensayarse en su manejo. En 1849, José le escribia: —“Otra vez que se te ocurra poner acépites en inglés, anda anotando al pie, por- ae que, a decir verdad, es muy poco lo que en tiendo”. Afios de indecisibn. Las bellas artes. Son estos afios de indecisién. Se encuentra atin en la busqueda del propio destino inte- Tectual, Le aburrié el colegio? Sentin pasién por ¢) arte. La sociedad santiaguina estaba afectada por el snobismo artistico. Se habia fundado en 1842 la Escuela de Bellas Artes. Cicarelli, Monvoisin, Mochi y Rugendas, da- ban a conocer sus telas y dibujos. Los patr- cios, agricaltores de la rancia aristocracia, comenzaron a retratarse. En seguida, sus mu- jeres y sus hijos fueron trasladados al lienzo. Quedé en esas telas el genio de una oligar- quia y también fué representada le belleza de mujeres extraordinarias y de hombres de una suprema distincién. Francisco Mandiola y Ramirez Rosales fueron discipulos de aque- lios maestros y continuaron retratando una sociedad que comenzaba a europeizarse a impusos de [os vientos del romanticismno. El teatro, la misica, el canto, 1a dpera, desper- taban entusiasmo. Habla un lenguaje roman- tico y una postura roméntica. Barros Ara- na habia demostrado condiciones singulat- mente especiales para el dibujo, para el arte pictérico. Tenfa gusto por él y fué siempre tun entendido en pintura. Dibujaba a la per- fecciéa. La caricatura era su preferencia. Un pariente suyo, José Luis Bargoiio, profesor de dibujo, 1o empujaba a enrolarse en la ca- rrera del arte pictérico, Pero fué seducido por otra forma de la expresién artistica, Un poco industrial, sin duda. Vacilaciones del rouchacho, Giorgi, el excendgrafo teatra, tan pintorescamente evocado por Pérez Rosales con satirica crueldad y tan enaltecido por el argentino Tomés Erias en sus absurdas criti cas teatrales, acababa de llegar a Santiago. Barros Arana concurria asiduamente a la con- feccién de los telones y admiré la facilidad de la técnica, primorosa a su juicio, para re- presentar escenas ¥ motives. Quiso ser pin- tor, dibujante, escendgrafo. En resumen, ar- tista. En su hogar, la eleccién soné a escin- dalo. Un pintor por esos dfas, cuando recién "ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE cl gusto artistico tomaba apenas cierto rango, parecié al padre y 2 la familia, que era con- vertirse en artesano poco més o menos, Era romper con demasiada violencia con las tra- diciones que se respetaben en {a casa. EL 17 de diciembre de 1853, escribfa en su periédico E] Museo un articulo intitulado Bellas Artes, en el que teazé el cuadro del desarrollo artistico de Santiago. “Las bellas artes —dlecfa— han contribuido con sus pre- ciosos dones al impulso del progreso que nos rodea. La pintura, la escultura, la arquitectu- ray la mésica eran casi desconocidas en el pafs algunos afios atrés. Malos borrones eran nuestros cuadros, pobres casuchas nuestros edificios y no sabfamos apreciar un busto ni gustar del lenguaje de infinitas armon‘as de Rossini y Meyerbeer. Hoy poseemos y apre- ciamos trabajos artisticas de un mérito dis tinguido en todos estos ramos. El artibo a Chile de M. Monvoisin, sefiala la época del nacimiento del gusto por la pintura entre nosotros. Sus hermosfsimos cuadros, tan Hle- nos de imaginacién y propiedad, dieron alien to a los primerus aficionados y despertaron la admiracién por el arte divin de Rafael y Rubens. Comenzéronse a hacer hermosos retratos, a apreciarse debidamente los bue- nos pintores y muchos de nuestros jévenes guisieron manejar ef pincel que tan prodi- gioso y magnifico se ostentaba en las dies tras manos del habil pintor. Los primeros dis- cipulos de M, de Monvoisin se hicieron no- tar antes de mucho tiempo por distinguidas dotes artésticas. Mile. Filleul, diseipula apro- vechada de Monvoisin, ha revelado en vatios retratos muchas de las cualidades de su emi- nente profesor. El sefior Ciccarelli, llamado ‘a Chile por nuestro gobierno a presidir fa Escuela de Pintura, forma la segunda escala del incremento del arte entre nosotros. Sus trabajos abundan en expresivo colorido y en un conocimiento perfecto de las reglas del arte. Su pincel ha dado ya acho cuadros a Ja Gateria Nacional de la Repiiblica: son es- tos los retratos de Colén, Valdivia, don Gar- cia Hurtado de Mendoza, el Toqui Caupoli- Bannos Arana, Historsapor cén, don Pedro Cortés, el poeta Ercilla, el general San Martin y los jesuitas Lacunza y Molina. Sus discipulos han hecho rapidos pprogresos en el dibujo preparatorio bajo su direccién. “AL hablar de Jas Bellas Artes en Chile, se hace preciso recordar el nombre de M. Des- madryl, pintor distinguido y grabador de nota, maneja el Mipiz litogedfico con ‘a macs- tela de Juliéa, Maurin y Lemercier. Sus re- tratos se distinguen por la expresién fiso- ‘némica, sus grabados por la excesiva finura de su buril y sus litografias por el acertado empleo de las sombras y claros. El retrato del sefior Arzobispo de Santiago y del sefior Be- Ilo bastarian para hacer su gloria. Los bille- tes de banco que ha grabado en acero para Ja Casa de Moneda, son un trabajo de acaba- da delicadeza y perfeccién que habrfa recibido aplausos en la misma Europa. Las litogra- $ias que acompafian a la Galeria Nacional de biografias que publica en la actualidad, han contribuido poderosamente a aumentar el aprecio que se hace de la obra. De su lépiz son os buenos retratos litogrificos que cono- cemos en el pais: entre étos ha dado élti- mamente los del Ministro Rengifo, Mitre y Lavalle, De sus manos han salido también un mapa de la provincia de Coquimbo, pa- ra servir a un informe sobre el ferrocartil del ingeniero Campbell, y una carta de los luga- res y alrededores de Santiago. Tenemos, ade- mis, otros dos talleres de litogratia en el pais: el acreditado establecimiento de M. Le- bas en Valparafso y el de M. Gillet en San- tiago. “Recientemente comienza a tener admira- dores el arte magnifico de Cellini y Canova. El busta en yeso de don Pedro Palazuclos hecho por el sefior Ciccarelli Ilamé la. ates ign hacia este arte, y el arribo del sefior Chelli con el suntuosisimo aitar de marmol, gue ha trafdo para la iglesia de la Recoleta Dominica, y algunas estatuas de exquisito gusto, ha dado a conocer la importancia y valor de 1a escultura. Uno de los discipulos de Ciccarelli ha hecho admirables adelantos. M. Brunet de Baines es el introductor de la buena arquitectura entre nosotros. Sus edifi- cios se distinguen por la armonfa de sus di versas partes y la exquisita elegancia con que sabe revestitlos: en ellos hay gusto y genio artistico hasta en los detalles més insignifi- antes, El ha sabido formar en la Galeria del Comercio, un monumento indestructi- ble que conservaré su nombre mientras se mantenga en pie, y en el teatro de la Muni- cipalidad, cuya primera piedra se pondrd el 18 de septiembre, creard el més bello teaba- jo arquitecténico de la capital. Sus obras haan sido imitadas con feliz. acierto, “Hace pocos afios ha que desconoxiamos casi completamente las bellezas del arte li- rico, La miisica que posefamos aleanzaba muy poco més alld de un paso doble de mal gusto, cuyo prestigio no podian borrar las Tecciones de algunos buenos maestros. La épera, el Conservatorio de Misica, los mo- delos de M. Barré, M. Desjardins y otros hé- biles artistas, y las visitas que nos han hecho Sivori, Herz, Lubeck, Coenen y Miss Hayes, hhan desarrollado a aficién por la misica, Los recuerdos de los tres tiltimos son re- cientes. El piano de Lubeck, el violin de Coe- nen y el canto de Miss Hayes han sido las mis agradables distracciones del afio de 1853. La melancélica y vaporosa poesia del prime- ro y la potente y variada gravedad del se- gundo, fueron aplaudidas ardorosamente. La delicada maestria y la exquisita habilidad de ‘Miss Hayes, que indemnizan con usura las pequefifsimas faltas de dotes naturales, reci- bieron los més elevados homenajes de admi- racién y aplauso. La aficién del gusto y la aficién por el arte de las melodfas, han avan- zado muy poco en las composiciones musica- les originales, pero la ejecucién de las pro- ducciones europeas es casi siempre artistica. Esta misma carencia de originalidad se nota en todas las ramificaciones del arte. Nada se rea: nuestros trabajos son imitaciones, pero no de a naturaleza, sino de modelos mds 0 menos acabados. Las bellas artes son de ayer en el pais; se las cultiva con gran aficién y poco estudio, “Cultivar las artes, ha dicho Keratry, ¢s imitar: la naturaleza nos rodea de modelos, lo esencial es escogerlos. Si esto ¢s verdad, pocos pueblos de la tierra tienen més hermosos modelos que ¢l nuestro, La nevada cordillera de montafias inmensas, nuestras selvas y Aorestas regadas de corren- tosos rfos, y un mar tranquilo, forman una buena parte de los elementos que pueden exi- girse. Falta si el desarrollo que debe dar el tiempo y el estudio, porque somos todavia novicios en la carrera artfstica. Mucho tene- mos que esperar del porvenir en las artes y Jas letras: cuarenta afios atrés no éramos na- da ante el mundo, y hoy nos lamamos chi- Tenos con dignidad y orgullo. Dios vela por Ja Repiiblica: la felicidad preside los pasos de ésta: trabajemos con fe y confianza”. ‘Nuevas poesias—Siguié versificando. Hi- zo poestas y las publicé hasta los veintitrés affos, en que se convencié que no era poe- ta. Los epigramas, recuerdo de su trato con Marcial en la clase de latin del Instituto, las charadas, las cuartetas punzantes, las versai- ‘as bufas, brotaron anénimamente de su plu- ‘ma hasta los tiltimos afios para denostar al enemigo. A veces, publicaba en los periédi- cos estas expansiones de su ingenio para echar lefia a la hoguera politica desde la oposicién cen que casi siempre se encontr6. En El Pais y en La Actwalidad, diatios que costeé y redac- 16, di6 a luz, sin firma, muchos versos de este género. 2Se sintié poeta de verdad en los afios mozos? En El Museo. Periddico cienti- ffco y literario, que comenz6 a publicar en diciembre de 1853, Barros Arana ocupé ¢sas paginas con sus versos. No son muchos. Con- sagré un soneto a Guillermo Matta en su ‘cumpleafios. Lleva la firma de Los emplea- dos de la imprenta, y dice: FE libro de la vida os abre ahora Una pigina aveva; quicra of cielo Las sombras del dolor y el desconsuclo De ella apartar con mano bienhechors. Luzea brillant el sol de vuestra aurora Sin que lo enlute nebuloso velo; ¥ de la vide de este este suelo "ANALES DE LA UNivenstpap o CHILE Los bienes y esperanzas que atesora, Felices, muy felices nos creeremos Si las dichas sus bienes os presenta, Si coronada vusstea frente vemos Con los laureles que la gloria ostenta. Estos los votos son, que al cielo hacemos, Los cajstas y empleados de la imprent Manuel Blanco Cuartin, colaborador de El Museo, haba consagrado a Barros Arana tuna poesfa satirica intitulada La Vida, que comenzaba incitindolo a definirla. Le decia: Unos dicen que la vida Corre alegre y presurosa, Y otros muchos que es morose Y amarga como la hiel. Estos nos cuentan sus penas Sus lloros y sus quebrantos, Aquéllos goces y eacantos Mis sabrosa que la miel Opiniones tan contrarias Sobre Ia misma materia Me hace ver que es algo seria, Diego amigo, esta cuestién, Explicame, ti, si puedes, Ex decir pensando un poco Quin es el cuerdo 0 el loeos ZBI dichoso o el lorén? Recapacita te roego (Como sobre un pergamino Con tw prudeacia y tine) Antes de dar tu opinién. Sin demora respondié Barros Arana. Con el titulo A mi amigo Manuel Blanco Cuar- tin, en contestacién a su epistola pottica in- titulada “La Vida", e escribié: Ya que tu musa maldita Me ba puesto en el duro aprito De estar al metro sujeto Al darte contestacién; A tu opistola chistosa Sobre lo que es esta vida, ‘Aunque tches de atrevida, Yo te expondeé mi opinién, En esta comedia humana Siempre el necio es el que lora: Vale més seine a toda hora Barzos- Anana, Hisrontapon Y despreciar ef latin Que stultus lama al que rie. Vivir formal es resabio Del que aparenta ser sabio Sin saber més que un rocin. EL mis feliz es ese hombre Que ne conoce pesares, Y que cruzando estos mares No lo abandona el reis: Ese a quien nada le allige, Ni dolor, ni sentimiento, Y pasa siempre contento, Sabe dichoso vivir. Si este mundo es defectuoso, ‘Tiene de bueno un costado: Eszojamos el buen lado Y burlemos el dolor. Querer torcerlo es capricho De algiin pobre mentecato Que se devana insensato En busca de otro mejor. Con Tucides explicaste Las miserias de esta vidas a¥ quieres que no te pida ‘Tu buena cooperacién? Pues sfbete que El Museo Entre los suyos te cuenta, Escribe que en vez de renta Obrendrds su aprobaciéa. Olvide, Manuel quero, Lo que dices det empleo, Y escrbe para Fl Museo Buenos sarcasmos con sl. Que si me pongo a hacer versos ‘Aunque escribier primores No hallaria suscriptres Que pag nun real YY me despido con esto TG sabes que de poeta Dios no me dié la chaveta, Ni jota de inspicacién. Prosa si, tomo tras tomo ed Te escribiré si wi quieres, Que las Musas son mujeres Y 6 sabes lo que son! Poco después dié a luz unos Epigramas, género al cual fué aficionadisimo, Uno de ellos dice: La encantadora Mercedes iene sus cosas de gata...! Pretende haciendo de beata Alcanzar reputacién EI dia entero lo pasa Rezindole a San Antonios Maz que la aguante cl demonio En sonando la oraciéa. El otro: No se hacta de diserar Et doctor don Ceferino: eQuién Te aclare ha de faltae Que bien se pueden aunar Académico y pollino? El Gltimo, dedicado 4 un mal poeta que comenzé la traduccién del “Infierno” del Dante, re2a como sigue: ‘Cuando Hlegues al inierno Con tw mala tadvecién Deja en tu pretensin; ‘Que merece ef fuego eterno Esa infame produccién, Tales son los versos. Hacfa tres afios que habia abandonado el Instituto Nacional, don- de, en el trance de la adolescencia a la ju- ventud, habja comenzado a escribirlos. No merecen que los comentemos. A Blanco Cuartin ya se lo habia dicho: "TG sabes que de poeta Dios no me dis la chaveta, Ni jota de inspiracién, No volvié més a publicar versos con su firma. Traductor de novelas histdricas—El ex tudiante del Instituto Nacional, lector de no- velas y de estudios histéricos en las horas que dejébanle libre las consagradas a la en- sefianza, habla comenzado a trabajar en 1847 en la traduccién de una novela, asocia- do con su hermano José. Era de Alejandro Dumas. Las novelas de este autor, el Ariosto ise del romanticismo francés, como lo ha lla- mado Jorge Brandes, habjan irrumpido en Chile, dispersindolas por todos Jos émbitos desde Valparaiso, fa imprenta de un infatiga- ble editor, quien las lanzé en la misma can- tidad industrial en que su autor las produjo literariamente. En ese afio de 1848, habia Publicado cuatro suyas. Primero habjan vis- to la luz en los folletines del diario E! Mer- curio. Estas eran: Los cuarenta y cinco, No- vela histérica, en tres Voldmenes, en 8°; La dama de Monsoreau, traducida del francés al castellano por Nemesio Fernindez Cues- ta, en dos volmenes, en 8.°; Las dos Dianas, en tres voliimenes, en 8°, y, finalmente, La guerra de las mujeres, en dos voldmenes, en "Todas reimpresiones de ediciones espa- fiolas. El éxito de libreria que el editor al- canz6 con estas obras, ¢ratandose de Chile donde ef placer de la lectura era bien escaso todavia, fué un acontecimiento. En la juven- tud, Dumas habia despettado un apasionado y delirante interés. Era el del novelista “un talento turbulento ¢ intnediato, un tempe- ramento gigantesco que habia manifestado en la literatura —como lo juzga Brandes— disposiciones heredieas como su padre en tas guerras de la Reptblica, Durante cua- renta afios escribié sin pausa, tragedias, dra- mas, novelas, cuentos, descripciones de viaje y memorias. Seria un absurdo burlarse de tan extraordinario don imaginative, de una fe- cundidad tan increfble. En sus escritos se advierte la sangre francesa-africana, algo del despreocupado sentido criollo y algo del sen- sual ardor de la raza negra. Con ayuda de nltiples colaboradores, muy sometidos a él Mend con productos de su espfritu los esce- narios de los teatros, los estantes de las li- brerfas y los folletines de los periédicos. Las méquinas de las imprentas crujieron y gé- mieton para poder mantener ef ritmo con su fuerza de produccién. Debe lamentarse el sentido ligero del mundano que no le per- mitié llegar a ningtin desarrollo, Sélo en. su primera juventud fué artista. En la época ro- mintica comenz6 como roméntico. En una ‘ANALES DE LA UNIvenstoap ne Grice, época industrial, fué industrial”, Pero en el escritor todos los defectos eran nada y se los Ilevaba la fuerza de las condiciones inveros(- miles del narrador, en primer término, En segundo lugar, el poderoso narrador, conocta como nadie la fascinacién que en el lector ejercia el didlogo. Donde quiso lo introdujo para aligerar el relato que intuitivamente comprendié débil y {leno de observaciones superficiales. Con el didlogo, de una senci- Ilez encantadora, se defendia y cautivaba a Jos lectores, Ademis, supo evocar el pasado y darle un color que sus personajes, mas que las cosas, mantienen con mucho realce. “Bl Caballero de Harmental” de Dum: Por esos dias de 1847, Barros Arana habjase convertido ext fector de Dumas. No sélo de- voraba las novelas que en castellano publica- ba Santos Tornero en la imprenta de El Mercurio de Valparaiso, sino que le solici- boa las ediciones francesas que alin no habian sido traducidas. Con Tornero tenfa Barros ‘Arana un poderoso elemento de influencia en su padre. Por este medio [leg6 a sus ma- nos la novela El Caballero de Harmental, publicada en 1843, primero como folletin del diario Le Siégle de Parfs. Dumas has- ta que se edité esta obra habia escrito seis novelas. Un dfa Gerardo de Nerval le en- vi6 a su casa un profesor que conocia bien la historia. La frecuentaba en esos rinco- nes intimos de les archivos que dan tan. tas sorpresas y caractetizan con tanto relieve los hombres, los hechos, las cosas y las cir. cunstancias, El profesor se Ulamaba Augusto Maquet. Era hombre de ideas, sabfa idiomas y era un gran lector. Ademiés, escribia nove~ las histéricas. En manos de Dumas puso la Gitima que habia compuesto. Aburrido del mal éxito de sus otras novelas, quiso conocer fa opinidn del autor del drama histérico Henri III et sa cour. Maquet habia dado a su relato el titulo de BY bueno de Bu- vat o la conspiracién de Cellemare. Este he- cho histérico ocurrido después de 1a muerte de Luis XIV, contenfa una intriga apasio- nante. En la novelacién de Maquet, era pe- Bainos ARANA, HisTomapon sado, sin movimiento. Los caracteres de los personajes de alvésimo relieve, se perdian. El asunto interesé a Dumas inmediatamente. El manuscrito de Maquet fué transformado a la manera como el escritor entendia rela~ tar un episodio y de él resulté la novela El Caballero de Harmental cn, dos volimenes. Maquet recibié mil doscientos francos. La novela tuvo de inmediato varias ediciones, y Dumas decia que er2 la més divertida que habla escrito. Barros Arana se propuso traducirla, Aso- ci6-a la empresa a su hermano José, dos afios menor que él, nacido en 1832. Una suerte infausta persiguié a este joven dotado de las mas brillantes cualidades. Fué un alumno notable en el Instituto Nacional, de clari- sima inteligencia y de ur amor sin Iimi- tes por Ja lectura. Su padre le consideraba més capaz que Barros Arana, mfs profundo en los conocimientos y con mayores aptitu- des para el estudio. E] mismo juicio tenia el hermano. Lo estimé como el prodigio de la familia. “Mientras ninguno de los mios ima- ginaba que yo pudiese ser algo en la vida le dijo en una conversacién intima a su sobrinonnieto Carlos Orrego Barros—, todos extébamos seguros de que Pepe serfa un gran- de hombre que prestaria muchos servicios a la patria”. Ilusién que muy pronto quedé desvanecida. José Barros Arana fué atacado de una tuberculosis violenta y fallecié a los diez y ocho afios, el 5 de octubre de 1850. El francés lo dominaba cabalmente, y por eso Barros Arana quiso emprender con él la traduccidn de la novela de Dumas. Hubo un momento en que ésta corrié sélo a cargo de José. Por una carta suya de 5 de junio de 1848 escrita desde Pudahuel a su hermano Diego, que se encontraba en Santiago, sabe- mos que se ocupaba en este trabajo. Le dice: —“Querido hermano: jcon que ¢s tal tu da que se han hecho raros, raros en clla esos momento de grato ocio que consagramos 2 fos recuerdos de lo pasado y a las comuni- caciones amistosas! Lisonjeébame no poco la esperanza de que yo entraria como parte i 5 dispensable en tan interesantes confidencias y de que cartas tan tiernas y correctas como todas las que de tu fecunda mano salieron, me traerian el retrato vivo de tu alma, y el cuadro animado y pintoresco de Jas encon- tradas pasiones que se a disputan. Figueé- ame que iba a ver en elas a Cupido mismo arrchatindote adormecido del regazo de las musas para tener 4 también la gloria de avasallarte, y crefa verte a veces arrastrado, por un impulso quijotesco a la liza politica, a donde entrabas solicito para endesezar al tuerto Vial —(el Ministro del Interior, ene- migo de su padre). Grande y muy grande ha sido mi sorpresa y sentimiento al ver que sin duda por tus ocupaciones, s6lo me llega de ti una escasa cuartilla de un pliego que por Jo menos debias Ilenar, y en ella mas de un renglén en que dejas libre campear tu fan- tasfa, cuando mas una chispa extraviada y pr6fuga de tan espléndido foo... En cuan- to ala traduccién, te diré que Martina —(su hermana)— me escribe una carta et que mi ‘Tatita —(su padre)— y mi mama Mercedes ame prohiben que la continde, porque pudie- ra hacerme mal, jDeplorable fatalidad que persigue a Javier —(el recadero del fundo)— que no le permite ni aun decir nada que la razén pueda aprobar! En cuanto a esto es pero saber qué partido tomas. En segundo lugar, te digo que sélo Ilevo escrito cinco pliegos, de los cuales te mando cuatro. Hay en ellos algunos puntos que van marcados con una cruz y en cuya traduccién tengo po- co confianza”. En la postdata, le agregabs —“Més prudente me parece ahora que Be- navides ~(su futuro estudio histérico)— te deja en paz, te hagas cargo de concluir Ia traduecién”, Asi lo hizo Barros Arana. La revis6 hasta completarla y dejarla en condiciones de ser entregada a las prensas. La publicacién fué convenida con Santos Tornero, el propieta- rio de El Mercurio de Valparaiso, Este dia- rio habfa pasado a manos de este habil Libr. 10, de origen espafiol, que desde entonces convirtidse en editor, por la compra que de 36 Ja imprenta habfa hecho a un compatriota suyo, Manuel Rivadeneyra, fundador en Chi- le del arte tipogréfico y cuyo nombre des- pués se hizo célebre con Jz publicacién de la monumental Biélioteca de Autores Espa- oles, editada en Madrid. Tornero tenfa con el padre de Barros Arana algunas relaciones comerciales, derivadas de la venta de libros que se hacfan en su almacén, segiin lo ates- tigua alguna correspondencia. Esta circuns- tancia fué la que le permitié 2 los hermanos Barros Arana, publicar en los folletines de EI Mercurio la novela de Dumas, El Caballe- ro de Harmental. Alli aparecié en el ntimero 6,187 de 9 de junio y concluyé de publicarse en el néimero 6,276 de 22 de septiembre de 1848, con algunas interrupciones, en el cur- so de ella. La primera edicién castellana habia sido publicada en Madrid en 1846. La chilena de Valparaiso, hecha a base de la composi- cidn tipogeifica del diario El Mercurio, fué editada en 4 voltimenes, en 12°, con este th tulo: —“El Caballero de Harmental”, novela histbrica por Alejandro Dumas, autor de “La guerra de las mujeres”, “La hija del Regen- te”, etc. Traducida para “E? Mercurio” por un joven chileno y seguida de un Ensayo Hintbrico sobre la Regencia del Dugue de Orleans, por el traductor. Tomo ... Impren- ta de “El Mercurio”, Valparaiso, calle de la ‘Aduana, nimeros 22 y 24 de junio de 1848. Los cuatro volfimenes en tamafio 12° forma- ban un conjunto de novecientas setenta pagi- nas en tipo apretadisimo, El tomo I era de 222 phginas; el II de 260; el IL de 242, yel IV de 246. Son detalles nimios to dos étos? Segiin el caso en que nos colo quemos. Ninguna importancia tendrian si se tratara de un traductor cualesquiera o de un profesional. Pero uno de los traductores era tun muchacho que atin no cumplia los diez y ocho afios. Era, ademés, un estudiante. La traduccién demostraba un dominio bastante regular del idioma francés y el castellano era manejado con algin desenfado en una gran parte de la obra. Es curioso: esta soltura de ‘ANALES pz ta UNtvinsipan pr Cate Ja propia lengua no ser exhibida después en los primeros trabajos originales debidos a Ja pluma de Barros Arana, Naturalmente, cuando sabemos que en Ja traductidn inter- vino su hermano José, cabe_preguntarse, écual fué la pasticipacién de Diego? Como en toda obra de colaboracién literaria es du- dosa la determinacién. Pero, éno hay un cam- bio sensible en la prosa a partir del tomo se- gundo? {No esti entrabada, desde aqu, la agilidad del didlogo? No es més dura y seca la expresién? Casi puede sefialarse con exacti tud donde comienza este cambio, donde apa- rece otra mano. La sentimos, la notamos. Ba- ros Arana traductor, se distancia de su her- mano José en la ausencia del conocimiento del idioma. Traduce demasiado literalmente, Asi y todo, al iniciarse Barros Arana en la carrera de las letras con una traduccién, se- gua las normas de la antigua doctrina im- puesta por Bello desde el comienzo de su ma- gisterio intelectual en Chile. No se habia cansado de recomendar a los jvenes que se dedicaban a las fetras, la conveniencia de leer ce su respectiva lengua, los buenos modelos literarios y para alcanzar el dominio del pro- pio idioma, traducirlos como el procedimien- to més adecuado para dominar el castellano, ¥ con este ejercicio, captar las bellezas de las imagenes de los grandes escritores. Casi to- dos los discfpulos de Bello y aun aquellos que como Barros Arana recibieron indiec- tamente su influencia, hicieron suyo el con- sejo y asf se formé una verdadera tradicién literaria. Tal fué el caso de los escritores: Salvador Sanfuentes, José Victorino Lasta- rria, Jacinto Chacén, Floridor Rojas, Hermé- genes de Irisarri, Francisco Solano Astabu- ruaga, Miguel Luis Amundtegui, Guillermo Matta, José Antonio Torres, Manuel Antonio Matta, Manuel Miquel, Guillermo Blest Ga- na, Manuel Carrasco Albano, Felipe Santia- go Matta, Santiago Urata, Francisco Bilbao, Santiago Lindsay, Anibal Pinto, Miguel Cru- chaga Monet, Valentin Magallanes, Manuel Blanco Cuartin y los propias hijos de Bello, Francisco, Juan, Emilio y Carlos. Banuos Arana, Hisroriapor EL primer ensayo histérico original —Sin embargo, Barros Arana al lanzarse en el cam- po de las letras fué a un mismo tiempo tra- ductor y autor. En este segundo aspecto, ope 6 desde el primer momento como historia- dor al escribir un complemento histérico pa- ra la traduccién de la novela de Dumas. Tal fué el estudio sobre la regencia del Duque de Orleans, Aparecié en El Mercurio de Val- parafso en los nimeros 6,276 y 6,277 de los dias 22 y 23 de septiembre de 1848. Publi Ase después en un folleto de 26 paginas, en 12° con este titulo: ~“Ensayo historico sobre la Regencia del Dugue de Orleans (I715- 1723)"; escrito por un joven chileno para ser- vir de continuacién al “Caballero de Harmen- tal”, de Alejandro Dumas. Valparaiso. Im- prenta de “El Mercurio”, calle de la Adua- na, nitmeros 22 y 24, septiembre de 1848. En lun apretadisimo cuadro, perfectamente orde- nado en la sucesién de los hechos —caracte- ristica de todos los escritos del historiador més tarde— Barros Arana narraba la histo- ria de la Francia durante los ocho afios que siguieron a la muerte de Luis XIV, hasta que ocurrié la de Felipe Duque de Orleans. Es tun perfodo movido, convulso, leno de dra- maticidad. Luis XIV, en sus dltimos afios, después de més de medio siglo de reinado, casi octogenario, vela llegar su fin sin dejar asegurado el trono. Su hijo, el Gran Delfin, habia muerto. Sus nietos, el Duque de Bor- gofia y el Duque de Berry, también habjan sucumbido, El otto nieto, el Duque de An- jou, sostenide por él, ocupaba el trono de Es- pafia con el nombre de Felipe Vy renun- ciado a los derechos de sucesién de Ya corona francesa. El bisnieto, el futuro Luis XV, se encontraba en la infancia. Un golpe del des- tino en su débil vida y la falta de descendencia, obligarfa a buscar el sucesor entre los colate~ rales del Rey. En 1714 y 1715, Luis XIV hizo reconocer por el Parlamento a los dos hijos que habia tenido en Mme. de Montespan. Fueron legitimados y obtuvieron tos dere- chos a Ya sucesién del trono, Eran éstos el Duque de Maine y el Conde de Tolosa, En a su testamento, el Rey dejaba establecido un Consejo de Regencia. Contra su voluntad, ese consejo debja presidirlo, por ser el pri- mer principe de la sangre real, su sobrino Felipe, Duque de Orleans, y formar parte de Al los hifjos legitimados par el Parlamento con derechos a la sucesiéa del trono. De Fe- lipe tenfa Luis XIV muy mala impresién. Habia intrigado en Espafia contra Felipe V. Habfa sido frondista. Gozaba de mala repu- tacién, en concepto del Rey, por sus ideas —las nuevas ideas que Montesquieu y Vol- taite habfan importado de Inglaterra— y lo tenfa —jcosa curiosa!— por un_libertino. ‘Apenas el Duque de Orleans asumié la re- gencia, anulé el testamento de Luis XIV. Los excindalos y las situaciones politicas diflci- les que sufrié la Francia con esta medida, que acepté el Parlamento, forman parte de Ia intriga histérica de la novela de Dumas, asada en la conspiracién de Cellemare, en Ja que intervinieron el Duque y la Duquesa de Maine, el Duque de Richelieu, el Conde de Polignac y muchos otros altos personajes de la nobleza francesa y aun de la espaiiola, comprometida a través del Cardenal Albe- rani. El historiador chileno de la Regencia destaca en sus paginas el contraste que repre- senté el Duque de Orleans con la politica de Luis XIV. Apenas el difunto rey habia sido evado solo, sin pompa y maldecido por la muchedumbre a la iglesia de San Dionisio, cayeron todas las barreras que habfa estable- cido. La vida del regente, sus costumbres, su politica, sus ideas, su manera de ser, todo dejé ver, desde ese dia, que nada de comin habia entre el reinado anterior y el que se iniciaba. Barros Arana present6 el cuadro de esa épo- a con sencillez en sus Kneas generales, den- tro de un plan perfectamente ordenado. En la introduccién escribié: ...“muchos nove- listas imitando 2 Sir Walter Scott, que con tan buen éxito ha dado impulso a la novela histérica presentando periodos enteros de la historia de Inglaterra y Escocia bajo la cor- teza del més hermoso y moral romance, han iS censayado su ingenio en dibujar esta época en interesantes novelas. Nuestra prensa se ha cocupado en la impresién de cres de ellas, no se diga las tres mejores, esto es La Circacia na, por M, A. de Lavergue, La hija del Re- gente por M, A. Dumas y la presente del mismo autor. Esta circunstancia, unida a la curiosidad que la novela hist6rica nos deja por conocer lo que es verdad o ficcién en un argumento que naturalmente nos interesa, es Jo que me ha hecho emprender este trabajo que el piiblico sabré apreciar en su justo va- lor. Hubiera agradado mis, estoy seguro, la traduccién de algin buen escritor, pero en- contré para ello los siguientes obsticulos. La traduccién de un escritor de alguna historia general de Francia era imposible hacerla por- que incesantemente esti haciendo relacién, 2 los acontecimientos anteriores; la de una historia particular de la época seria demasia~ do larga y detendrfa al lector en digresiones que no tendrfa para él interés alguno y del todo extrafias a los acontecimientos sobre que versa la novela. No quedaba otro remediv sino que yo mismo emprendiese este trabajo. después de haber estudiado con sobrada de- tencién 2 los historiadores que mejor han escrito sobre esta época, como Voltaire, Mar- mont, Lementey, Anquetil, Capefigue y otros; poner entonces en mi trabajo los acon- tecimientos verdaderos de que se hacia men- cién en Ia novela, y otros que demasiado se saben, ahorrando a los lectores el trabajo de leerlos en las historias en que, aunque se ha- Ilan bien tratados, estén confundidos con otros cuyo conocimiento ¢s stiperfluo ¢ intitil, y.esto es lo que he hecho”. Como informa- cién complementaria de le novela de Dumas, a! estudio del joven historiador Hlena su ob- jeto y evidencia un conocimiento bastante amplio de la historia francesa en un mucha- cho, estudiante afin, que no habja alcanzado los veinte afios, Dividié el Ensayo en cuatro partes: I. La organizacién de la Regencia; H. La politica de la Regencia; Il. Law y su sistema econémico y dltimos tiempos de la Regencia, y IV. Conclusién. En este diltimo ‘ANALES DE LA Universipap DE CHILE parrafo, Barros Arana siguié muy de cerca Jas conclusiones que el estudio de la Regen- cia de Felipe de Orleans habja merecido a Michelet en el Compendia de la Historia Moderna, que ese affo de 1848 habia comen- zado a circular en Santiago traducido por Juan Bello. Pero el método de [a exposicién, que es sin duda excelente, no esth de acuer- do con el estilo del autor. Dificilmente se en- contrar4 otro escritor chilena de este tiempo que en mas pobres condiciones literarias se halla presentado al piblico. La redaccién es lastimosa. Constituye un sufrimiento seguir- fo en su frase descuidada y torpe. Es deses- perante la ninguna consideracién que tiene para con su lengua, Escribe bajo la infiuencia del giro y de la construccién francesas. Me- diante un esfuerzo constante, siempre muy intenso, su frase coma forma y se acomoda a Ia pretensin de ser sencilla. Pero esta sen- cillez es afectada, porque no germina espon- téneamente. Barros Arana la buscé para ¢s- cribir en castellano lo que debié hacer en francés, Su lengua de este modo es birbara- mente maltracada. Como elemento de juicio ppara apreciar las aptitudes de Barros Arana como escritor, lo natural y esponténco que cen Al habia, el Ensayo es un documento pre- cioso. Escasas, casi nulas eran sus aptitudes de escritor. “Piguillo Altaga” de Eugenio Scribe—Casi un mes antes de haber aparecido en el diario EI Mercurio de Valparaiso la traduccién de El Caballero de Harmental en junio de 1848, Barros Arana, en compafiia de su hermano José, habia publicado, en mayo, fa versién de otra novela que no fué insertada en los folletines de ese periédico y que circulé tam- bign sin el nombre de los traductores. Era Gta la Gnica novela histérica que escribié el fecundisimo autor dramitico francés Eu- genio Scribe. En Jo histécico, era arbitraria ¢ inverosimil, como fueron casi sicmpre las del género que produjo cl romanticismo en aguel pais, donde la imitacién de Walter Scott degeneré en libros de caballeria, o bien, como en este caso, por el tema espafiol del Banos Arava, Hisronanon asunto, en novela picaresea, pero de un inte- és tan apasionante y sostenido que su publi- cacién convirtiése en un éxito literario y en un espléndido negocio de librerfa, no obstan- te las injurias a la representacién de la época. Publicada en Paris en 1847, en varios voliime- nes, Scribe habfa aprovechado para el relato el suceso verdaderamente trdgico a que habia dado lugar el fanatismo religioso catélico de los tiempos de Felipe III, al decretarse en Espafta Ia expulsi6n de los moros, y de ese penoso y birbaro acontecimiento, tejido una intriga animadisima cuyos héroes principales fueron el confesor del Rey, fray Luis Aliaga, que en la novela figura como Piquillo Alia~ ga, y los moros Aija, Yezid y Pedralvi. En enero de 1848, José Barros Arana habia comenzado la traduccién. “El papel en que te escribo —le decfa a su hermano Diego— cs del ‘timo que me quedaba, gastado en perjuicio de la traduccién del Piquillo, En cuanto a ella, te digo francamente que no me inspira confianza, pues hay en la obra puntos dificiles y no poco frecuentes. Asf, cuando Ileve escritos unos scis pliegos, te los mandaré para que los presentes a (Juan Marfa) Gutiérrez, a fin de que te diga si me- rece publicarse, pues mucho me temo traba- jar en vano. Sin duda, el escritor argentino autorizé con su consejo la traduccién, por- que ella era anunciada en El Mercurio, El 31 de mayo de 1848, en el nuimero 6,179 de- clase que “habiéndose publicado todo lo re- ferente a la novela de Dumas Los cuarenta y cinco, no desagradaria a los suscriptores de la Biblioteca de Amena Literatura que se diera a luz la novela que en 1847 se habia publicado en Francia con un éxito extraor- dinario y merecido muchos elogios de la prensa, Esta novela se intitula Piguillo Alia- go 0 los moras en tiempo de Felipe Ill, por Eugenio Scribe”. El 21 de junio en otro avi- so, se expresaba que “el Piguillo Aliaga se entrega todos los sabados en cuadetnillos de 80 paginas en 8.° mayor”. La obra aparecié en tres volimenes como parte de la Biblio- teca de Amena Literatura que editaba la Li- 139 breria del Mercurio, El titulo copiado exac- tamente era el siguiente: —“Piguillo Aliaga, Los Moros en tiempo de Felipe III". Por Eu- genio Scribe. Tomo ... Valparatso: Impren- ta del Mercurio, calle de la Aduana, 22 y 24 1848. En mayo, se did a luz el toro I con 312 paginas; en junio, aparecié el II con 360, y en julio, el TIT con 462. En total 1,134 paginas. Como en el caso de El Caballero de Harmental, cabe preguntarse, frente a esta la primera traduccién, emprendida por los dos hermanos, Zcudl fué la participacién del joven Diego? En una y otra empresa fué su hermano José quien tomé la iniciativa. ¢Bra el més preparado en el arte de traducie? Si hhemos de juzgar por los resultados de sus cexdmenes de francés en el Instituto Nacio- nal, en los que alcanz6 altas distinciones, hay que suponerlo dotado de excelentes apti- tudes. No as{ Barros Arana. Si consideramos el testimonio de lo que arrojan sus promo- ciones en este mismo idioma, la situacién es menos distinguida. Recordemos que el 10 de diciembre de 1845, en el examen de primer aifo de francés, fu aprobado, y que el 16 de novierabre de 1846, al rendir el final de este idioma, obtuvo aprobacién undnime, Por otra parte, mientsas en la versién de E? Caballero de Harmental es posibie distinguir dos traduc- tores, en el Piquillo Aliaga sélo apatece uno. Esta es [a impresién que deja la Tectura, Es una traduccién correcta, en la cual aparecen expresiones propias espaffolas, de un use po- co frecuente entre nosotros y que responden a la época en que se desarrolla el relato. La atribucién de ser las dos novelas traduccién de Barros Arana, fué hecha al bibliégrafo Victor M. Chiappa por otro tan competente como Luis Montt. Le expresé que le consta- ba eran obra del historiador. Debemos remi- fir esta informacién hacia 1906, por lo me- nos. Muchos antes, en 1866, Vicuiia Macken- na habfa dicho: “Hasta entonces (1849) solo hhabfa publicado en los folletines de los dia- ios algunas traducciones de novelas fran- esas, tarea en que lo acompafiaba un her- ‘mano menor, don José Barros, muerto a los 10 diez y ocho afios, sepultando en su nifien una esperanza”. Del propio Barros Arana no poseemos ninguna declaracién. Sélo aho- 1a, mediante los documentos que hemos da- do a conocer por primera vez, es posible saber que en el caso del Piguillo Aliaga y en el de El Caballero de Harmental, fut Jo- sé Barros quien inicié las traducciones. La primera posiblemente la condujo hasta su término, Barros Arana debid haber tenido en esta traducién muy escasa participaci6n. En a segunda, en la del Caballero de Harmen- tal, es visible y palpable a nuestro juicio la obra de su pluma. “Historia de treinta horas’ —En la misma Biblioteca de Amena Literatura, se publicé otra traduccién de Barros Arana, segiin ex- plicita atribucién de Luis Montt. Se intitula: —"Historia de Treinta Horas 0 Revolucién de febrero de 1848”, escrita en francés por Pie- tre et Paul. Traducida al castellano de la se- gunda edicién por D. M. y P. Valparaiso. Imprenta del Mercurio. Calle de la Adana, nslmeros 22 y 24. Diciembre de 1848. Forma un folleto en 4° menor de 91 piginas, Las iniciales que se encuentran en la portada =D. M. y P— se alteran en la pagina de El traductor a sus lectores, quien firma con las siguientes: —M. D. y P. 2Error de im- prenta? ;Deliberada alteracién? En el. pr6- logo se dice: —“Una feliz casualidad trajo a mis manos el original francés de esta obri- ta, y desde Iuego formé el proyecto de tra- ducitla a nuestro idioma como la obra més a propésito para dar una exacta idea del triun- fo de la repablica francesa sobre el trono de Luis Felipe en la importante revolucién de febrero, E] piblico, mejor que yo, juzgaré del valor intrinseco de la obrita que le ofrez~ 0; bésteme decir que aunque publicada ba- jo un seudénimo, creo sea trabajo de alguna notabilidad a juzgar por su estilo puro y por ‘Awates pe 14 UNiverstDap pe Catz su bien dirigido republicanismo, La Francia literaria ha recompensado a su autor con el agotamiento de dos ediciones que en menos de un mes se han hecho”. Firma: M. D. y P. Crénica movida, casi diaria, de los hechos politicos que determinaron la cafda de Luis Felipe en un movimiento incontenible de la opinién pablica contra un régimen incapaz, clla ilustra sobre los acontecimientos del mo- mento, pero no alcanza a mostrar las conse- cuencias a donde Ievarfan los sucesos. La traduccién —de cualesquiera de los dos her- manos a quienes se la adjudiquemos, o bien Ja supongamos debida a una mutua y estre- cha colaboracién— cs limpia, fécil, animada y conserva la espiritualidad del original que le di6 su autor. Es en esta cualidad y en la penetracién bastante intencionada como pro- funda de los hombres, en lo que reside el miérito y valor de la Historia de treinta horas. ‘Antes de editérsele en un pequefio librito, habja sido publicada como folletin de Ef Mercurio del 14 al 20 de diciembre de 1848, cen los ntimeros comprendidos desde el 6,347 al 6,352. En Parts en 1860 y la traduccién de la no- vela de Dumas—En 1860, Barros Arana se encontraba en Parfs, Allf tuvo la satisfaccién de ver impresa por la Librerfa de Rosa y Bouret una edicién en dos volimenes de El Caballero de Harmental. El tomo primero ha- bia aparecido ese afio; el segundo, en 1861. La traduccién era anénima. Doce affos antes, Barros Arana habia iniciado su vida litera- ria con la versign de esta novela de Dumas, que ahora e! historiador encontraba de actua- lidad en esa ciudad para el mundo de la lengua castellana. Grande debié ser su satis- faccién ante este hecho evocador de su pri- mera jornada literaria. (Continuard)

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