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4, APOGEO Y DECADENCIA DEL DETERMINISMO RACIAL La declaracién de que «todos los hombres son creados en la igualdad> es ufid_de_los més conocidos efectos subversivos del pensamiento de John Locke. Quien insistié en la frase fue Thomas Jefferson, aparentemente no sin_reservas. En sus Notes on the State of Virginia (1785) se hacia eco de 1a Sospecha de que «los negros, bien porque sean una raza originalmente distinta 0 bien porque se hayan hecho distintos con el tiempo y con las circunstancias, son inferiores a los blancos en las dotes corporales y espi- rituales» (citado en Gosser, 1963, p. 42). Aunque més tarde Jefferson cam- bid de opinién, la cuestién de las diferencias raciales iba a plantear un conflicto cada vez més claro a las ideas igualitarias de Locke sobre la men- te como un egabinete vacio». En el apogeo de la reaccién contra la Revo- Tucién francesa, la opinién culta se desplaz6 incesantemente hacia el ex- } ‘tremo opuesto; hacia mediados del siglo x1x ninguna verdad resultaba mas ( evidente que la de que todos los hombres habfan sido creados desiguales. >y- Y ninguna «verdad iba a tener més nociva influencia en el desarrollo de la { ® historia social. El determinismo racial fue la forma que tomé la ola creciente de Ja cien- cia dé Ta cultura al romper en las playas del capitalismo industrial. Bajo ese disfraz fue como Ia antropologia tuvo un papel activo y posifivo, junto a Ja fisica, 1a quimica y las ciencias de la vida, en el mantenimiento yen la difusion de 1a sociedad capitalista. Algunos marxistas (cf. Cox, 1948) insis- ten en que en sf mismo el racismo es propio en exclusiva de la época caj talista, mas esa opinién no tiene apoyo en los hechos etnogréficos. El ra: cismo folk, un sistema popular de prejuicios y discriminaciones dirigido contra un grupo endégamo, probablemente es tan viejo como la humanidad misma. Mas el fenémeno de que trata este capitulo es Ia elevacién de esas ideas antiguas a una dignidad cientifica preeminente. Antes del siglo XIX, ninguna nacién habia recompensado nunca a sus sabios por probar que la supremacia de un pueblo sobre otro pueblo era el resultado inevitable de las eyes biol6gicas del universo. Segiin la doctrina del racismo cientifico, todas las diferencias y las se mejanzas socioculturales de importancia entre las poblaciones humanas son | variables dependientes de tendencias y actitudes hereditarias exclusivas de | cada grupo. Las explicaciones racistas suponen, pues, una correlacién entre ( las dotes hereditarias y las formas especiales de conducta de un grupo. La } gran debilidad y a la vez la tentacién de la perspectiva racista reside en las dificultades con que tropieza la identificacién de los componentes heredi- tarios. Como observar los factores hereditarios es imposible, se hace pre- Marvin Harris + su existencia bastindose en los rasgos de conducta que se supone explican. El-determinismo racial resulta un sustituto tentador de eoria sociocultural auténtica precisamente porque, al resuiltar los com- ssies hereditarios inaccesibles a la observaciOn directa, es posible trans- losen la cantidad 0 cvalidad de influencia que se precisa para dar Gaenta de los rastos especiales en cuestién. Si Jo que quetemos explicar es 1 complejo del caballo entre los indios crow y blackfoot, zcabe solucion més facil y més invulnerable contra toda contraprueba empirica que la de atri buirlo a un «instinto ecuestre»? el lugar que ocupaban los negros estaba més préximo al de los monos que al de los caucdsicos. Aunque personalmente se oponia a la esclavitud, su libro recogia todos los estereotipos racistas de los colonos de las Indias Occidentales y hasta les prestaba un halo cien- tifico poco merecido. Las afirmaciones de White de que los negros tenian el cerebro més pequefo, los érganos sexuales més grandes, olfan a mono y eran insensibles al dolor, como animales, fueron repetidas con frecuencia por partidarios de la esclavitud. Se podria pensar que los esclavistas hubieran debido sentirse atrafdos por el poligenismo y, a la inversa, los antiesclavistas por el monogenismo. Mas, como el historiador William Stanton ha demostrado (1960), el polige- nismo, pese a ofrecer una justificacién racional para tratar a clertos gru- pos humanos como animales de otra especie, jamas llegé a imponerse como ideologia del esclavismo. VIL EL POLIGENISMO Y LA ESCUELA AMERICANA DE ANTROPOLOGIA EI que el poligenismo no Ilegara a imponerse en el sur de los Estados Uni dos no se debié desde luego a falta de interés por el tema. La defensa del poligenismo, y una defensa vigorosa, constituyé el tema central de la pri- mera escuela de antropologia especificamente americana que aparecié en los Estados Unidos. Conocida y respetada en toda Europa, la «Escuela Ame- ricana» fue fundada por Samuel George Morton, médico y profesor de ana- tom{a de Filadelfia, Morton basé sus conclusiones en la coleccién de cré- neos humanos que habia comenzado a reunir hacia 1820. En Crania Ame- ricana (1839), Morton publicé catorce mediciones distintas de 276 especime- nes representativos de tipos caucésicos, malayos, americanos y etfopes. En 7 Marvin Harris sus conclusiones afirmaba que cada una de esas razas tenfa una filogenia srada que se remontaba a varios miles de afios. Inicialmente se abstuvo Gecir que aquellas razas no tenian un origen unitario y se evadié de la cuestién, como lord Kames, dando a entender que se habia producido una intervencién divina posterior a Adan para introducir las diferencias racia- les. De ese modo, a la vez que sostenfa que «entre los hombres existia una diferencia originale que ni el clima ni la educacién podian borrar, eludia el conflicto directo con los dogmas teoldgicos dominantes. Pero en 1849 sos- tuvo ya que, a pesar de su capacidad de engendrar hibridos fértiles, las razas humanas eran especies separadas, y de hecho ya habia adoptado una teorfa completa de la poligénesis divina. Una de las razones que le movie- ron a este cambio de opinién fue el descifrado en 1821 de la piedra Rosetta, gracias al cual se comenzaba a intuir la gran antigiiedad de los restos egip- cios. En su segundo libro, Crania Aegyptica (1844), Morton atribuyé gran importancia al hecho de que en pinturas egipcias que tenfan varios milenios de antigiiedad aparecieran representados tipos negroides y caucasoides: el lapso entre la creacién y las primeras dinastias era demasiado corto para gue esos tipos raciales hubieran podido evolucionar desde un antepasado comin. Después de 1846, la postura de Morton conté con el decidido apoyo de una prestigiosa figura, el naturalista de Harvard Louis Agassiz, a quien le parecia emucho més en armonia con las leyes de Ia naturaleza» el admitir que «en un principio el Creador ha dispuesto diferentes especies de hom- bres, Io mismo que ha hecho con todos los otros animales, para que ocupen ‘ istintas regiones geograficass. Pero Agassiz no fue el més fiel discipulo de Morton; ese titulo corresponde a George R. Gliddon, que mientras fue vicecénsul ‘en El Cairo recogié para Morton los créneos egipcios, e igual- mente a Josiah Clark Nott, que es probable que fuera el primer cientifico americano que expresé piblicamente la conviccién de que en el momento de la creacién Dios habfa hecho varias especies humanas diferentes (cf. STAN- TON, 1960, p. 69). Nott y Gliddon (1854) colaboraron en un voluminoso estu- dio, titulado Types of mankind, en el que sostenfan que las razas humanas eran especies distintas creadas separadamente y dotadas cada una de ellas de una naturaleza fisica y moral «constante y sin desviacioness, que slo po- dfa modificarse por hibridacién. VIII. LA ESCUELA AMERICANA Y LA ESCLAVITUD Aunque Morton consideraba que la raza negra era inferior a la caucasoide, negé todo interés en contribuir al mantenimiento de la posicién de los par- | tidarios de la esclavitud. Nott y Gliddon, por su parte, hicieron una abierta defensa de Ia esclavitud, baséndola en que para una especie inferior la es- clavitud era la forma de vida mas humana. Agassiz completa el cuadro de las diversas opiniones entre los poligenistas de la Escuela Americana con su insistencia en que el origen poligenético del hombre no constituia una justificacién de la esclavitud, dado que todas las razas comparten una El determinismo racial 1° naturaleza humana genérica comtin, En privado, sin embargo, tampoco Agas- siz ocultaba su desprecio por los negros. Para negar la existencia de una correlacién entre los poligenistas y los esclavistas, William Stanton se basa sobre todo en el hecho de que John Bachman (1850), que fue el més influyente de los adversarios de la escuela de Morton, fue’a la vez un ardiente defensor de esa «peculiar institucién» surefia. Bachman, colaborador de John Audubon, fue pastor de una congre- gacién Iuterana de Charleston, en Carolina del Sur. No se limit a luchar contra la doctrina de las creaciones separadas, sino que, junto con ella, rechaz6 los argumentos complementarios que podian haber resultado titiles para los esclavistas, ridiculizando, por ejemplo, la idea de que los mestizos de negros y blancos fueran estériles, 0 la de que entre las razas se dieva tuna aversin sexual natural. Pero por lo que le interesaba oponerse al po- ligenismo no era, desde Iuego, por favorecer la abolicién, sino, al reves, por salvar la justificacion biblica de Ia esclavitud. La Sagrada Escritura cuenta que Noé bendijo a los descendientes de Sem, haciendo de ellos «los padres de la raza caucésica, progenitores de los israclitas y de nuestro Salvador». Los mongoles eran descendientes de Jafet, y muchos de ellos seguian vivien- do en tiendas, como la Biblia habia predicho. Cam era el tercero de los hijos de Noé y el antepasado de los negros, raza de «siervos de los siervos>. En la esclavitud, Ia raza superior, la blanca, conduce como de la mano a ia raza negra, inferior, protegiéndola y mejoréndola. Esta exégesis biblica de Bachman era el principal alimento intelectual al que los esclavistas recu- rrfan para su sustento moral. Nott y Gliddon, que también defendian abier- tamente la sabidurfa del esclavismo, parecian més interesados en «despe- lejar a los clérigos» que en defender al sur. Su poligenismo amenazaba a todo el edificio de Ia civilizacién cristina, puesto que no sdlo ponfa en duda el origen de las razas, sino a la vez la autoridad del sacerdocio cristiano y la autenticidad de las Sagradas Escrituras de Occidente, Incluso para la defensa de la esclavitud resultaba un precio demasiado alto: En 1854, el director del Enquirer, de Richmond, un periédico ardientemente secesionis- ta, sospechaba que muchos aceptaban de buen ‘grado la doctrina simpla» de la diver- Sidad porgue parecia sfavorccer el sistema de la esclavituds. Mas el sistema no puede ermitivse defensores tales como Nott y Gliddon si «el precio que tiene que pagar por ellos es la Biblia, La Biblia, sostenta el Enguirer con cierta perspicacia, ees hoy cl gran objeto de los ataques de los abolicionistas, porque ellos saben que es Ia fortaleza e los principios sudistas [..] Destraid la Biblia y habréis entregado a nuestros eneml gos la chudadela misma de nuestra fuerza [..] No dejemos que se nos arrebate este fuerte scudo mientras no tengamos algo que poner en su lugars. La Biblia prestaba un apoyo Considerable a la esclavitud, pero también la ciencia hubiera podido hacerlo. El que el Sur eligiera Ia Biblia fue una seal de su profundo compromiso con la religidn. Hasta ese momento su posicién no habia sido necesariamente antiintelectual. Mas cuando la cuestion se planted abiertamente, ef Sur le volvié la espalda a la unica defensa inte. Tectualmente respetable del esclavismo que hubiera podido adoptar [StaNr0N, 1960, p& gina 194]. Desde Iuego que no era verdad que los abolicionistas hubieran hecho de la Biblia «el gran objeto de sus ataques». Esto no era mas que retérica. Tan- to el norte como el sur sacaban de la Biblia sus principales argumentos; se Marvin Harris qué interpretacién era la correcta, y no si la Biblia en s{ misma era bie. Y aqu{ es importante sefialar que, a diferencia de los esclavistas, abolicionistas hubieran querido apoyarse en una justificacién cientt- fica de su posicién no habrian podido hacerlo: no habfa en los Estados Unidos ninguna escuela de antropélogos que se opusiera a Morton y a la esclavitud. Ni la habfa entonces ni iba a haberla en los cincuenta afios si- guientes. Asi, las principales armas de los abolicionistas eran argumentos morales extraidos del Nuevo Testamento. La importancia de la autoridad de la Biblia para ambas partes, partidarios y enemigos de Ia esclavitud, hace comprender anticipadamente Ia tormenta ideolégica que iba a desencade- narse cuando Darwin intentara desacreditar a la Biblia de una forma més vigorosa y més completa. TX POLIGENISMO Y DARWINISMO (Casi todos Ios libros antropolégicos escritos en Europa y en los Estados y, ) Unidos entre 1800 y 1859 se ocupan de la controversia entre el poligenismo y el monogenismo. Como en 1863 sefialaba James Hunt, muchas personas crefan todavia que «la etnologia trata sélo de resolver la cuestién de si diferentes razas humanas tienen un origen unitario». Podrfa pensarse que con la publicacién en 1859 de Origin of species la disputa entre los polige- nistas y los monogenistas terminé abruptamente. Desde el punto de vista de la nueva teoria, las dos partes estaban equivocadas. Si la humanidad te- nia un antepasado comin, ya no era Adén, sino alguna especie de mono. gPor qué discutir sobre si era el mismo mono para todos? De hecho, Tho- mas Huxley adopté la postura de que la teorfa de Darwin habia tenido como resultado «conciliar y combinar todo lo bueno de las escuclas mono- genista y poligenista» (citado en Hunt, 1866, p. 320). Los monogenistas con- servaron su comin humanidad y su progresivismo; los poligenistas se vie- ron apoyados en su critica a la Biblia y en su cientifismo. Pero en realidad Ia reconciliacién que por obra de Darwin se produjo no fue tan decisiva como Huxley pretendia. James Hunt, presidente de la Sociedad Antropolé- gica de Londres, estaba presto a aceptar todos los puntos principales de la tesis darwinista, pero acusé a Huxley de ser un monogenista disfrazado. Seguin Hunt, las teorfas de Darwin hacian més probable que nunca la idea de que las razas humanas contempordneas pertenecfan en realidad a espe- cies diferentes. Ademés, algunas de ellas estaban destinadas a extinguirse a manos de otras en una lucha por la vida andloga a la que se da entre los miembros del mundo animal. Aunque gradualmente egé a aceptarse que todos los grupos humanos ; contempordneos pertenecfan a una misma especie, la controversia monoge- nismo-poligenismo tampoco terminé aqui. Subsistia ain Ia cuestién de por cuanto tiempo las razas han mantenido dentro de la especie una filogenia separada, Dentro de la antropologfa fisica hay una tradicién ininterrumpida que enlaza a James Hunt y a los poligenistas anteriores a Darwin con fi- guras del siglo xx, tales como Ernest Hooton y Carlton Coon. Para Hooton, El determinismo racial 81 Ia separacién de los no caucasoides de la Iinea hominida central (que él creia representada por el hombre de Piltdown, posteriormente denunciado como un fraude) se produjo hace casi un millén de afios. El tipo khoisdnida se habfa separado en el Plioceno, o sea, antes incluso de que comenzara la diferenciacién especifica de los gorilas y los chimpancés, Coon (1962) se_i serta en esta tradicién y sostiene que ios principales tipos raciales han su- frido_una evolucién paralela en la transicién de los australopitecos al homo Sapiens. Debe sefialarse que todos estos intentos de salvar Ia genealogia se- Parada de los caucasoides son pura especulacién en el momento en que aducen antigiiedades del orden de decenas de miles de afios. Los fésiles no nos dicen nada del color de la piel, la seccién del cabello, el tamafio o la forma de la nariz y de los labios o los pliegues epicénticos, que son precisa- mente los rasgos en que se basan los constructos raciolégicos tradicionales. Aun con estas supervivencias poligenistas en el siglo xx, es mucho lo que se puede decir en favor de la opinién de Huxley de que el darwinismo habia salvado todo lo «bueno» de la rivalidad entre el monogenismo y el poligenismo. Sélo que es preciso tener cuidado de entender ese «bueno» como funcionalmente adaptado al contexto de mediados del siglo x1x en que escribian Huxley y el propio Darwin. Como la teorfa de Darwin no se plan- tea directamente la cuestién de la monogénesis y la poligénesis, a primera vista da la impresién de que constituye un aspecto separado de la historia intelectual. Pero tanto Darwin como los monogenistas y los poligenistas se movian por un conjunto de necesidades ideolégicas bésicamente similares. En un sentido funcional, Origin of species era la culminacién de una s rie ininterrumpida de intentos de satisfacer esas necesidades, una culmina- cién a la que tanto los monogenistas como los poligenistas aspiraban tam- / x bién, sin poderla lograr por su incapacidad de romper los estrechos confi- nes del discurso inspirado en la Biblia. X. LOS COMPONENTES DE LA SINTESIS DARWINISTA

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