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, PALLOS DE LA CORTE SUPREMA forma simple de acuerdo con la jurisprudencia estable- eida por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, teniendo en cuenta que el actor trabajé en juria- diccién de esta provincia, por lo que invoca en su fa- vor el efecto liberatorio de aquel pago. Que, no desconocido por el aetor (fs, 44) ni por la sentencia recurrida (fs. 47), que el paga fué hecho por la demandada de conformidad con In interpreta- eién prevaleciente en el lugar en que se origind, desen- volvié y extinguié la relacién laboral, y que fué reci- bido por aquél sin observacién inmediata alguna, es indudable que dicho pago obsta a una nueva reelama- eién, como lo ha declarado esta Corte en situaciones anilogas (Fallos; 234: 753; 235: 140, entre otros). Por ello, y habiendo dictaminado el Sr. Procura- dor General, se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido objeto del recurso, dAnrrepo Orcaz — Manver J. ArcaSanis — Ewnique V. Gatui — Cantos Herrera — Bexgamix Vinuecas Basavr.- BASO, RAUL OSCAP MOUVIEL Y OTROS CONSTITUCION NACIONAL; Derechos y garantias. Defensa en juicio, Ley anterior y jusces naturales. La “ley anterior’' del art. 18 de la Constitucién Nacio- nal y del principio ‘“nullum crimen, nulla poena sine Iene’*, exige indisolublemente la doble precisién por la ley de los hechos punibles y de las penas a aplicar. CONSTITUCION NACIONAL: Principion generales, En el sistema representativo republicano de gobierno adoptado por la Constitueiin y que se basa en el prin- DE JUSTICIA DE LA wacii 637 cipio de la divisiGn de los poderes, el legislador no puede delegar en el Poder Ejecutivo o en reparticiones admit trativas la total eonfiguracién de los delitos ni la libre eleceién de las penas, pues ello importaria la delegacién de faeultades que son por exencia indelegablea. Tampoco puede el Poder Ejecutivo, so pretexto de facultad regla- mentaria, sustituirse al legislador y dictar, en rigor, la ley previa que requiere el art. 18 de la Constitueién. FALTAS ¥ CONTRAVENCIONES. El art. 27 del Cédigo de Procedimientos en lo Criminal sélo ha conferido a las autoridades municipales y policiales la facultad de jugar las faltas y contravenciones y no la de configurarias o definirlas, facultad osta dltima de estricte cardecter legislative y ajena a los érganos de apli- cacién o juzgamiento, CONSTITUCION NACIONAL: Constitucionalidad ¢ inconstitucio- nalidad, Leyes nacionales. Administrativas. Es contrario al art. 18 de la Constitucién Nacional y al sistema de gobierno establecido ella, el precepto del art. 7%, ine. a), del deereto 33.265/44, ratifieade por la ley 13.030, que faculta a la Policia Federal a emitir y aplicar edictos dentro de la competencia asignada por el Cédigo de Procedimientos en lo Criminal. La atribueién de emitir edictod para reprimir actos no previstos por las leyes excede la facultad simplemente ‘‘reglamenta- ria’' del Poder Ejeeutive o de las reparticiones adminis- trativas ¢ importa la de legislar en materia exclusiva- mente reservada al Congreso, Dicramen pew Procurapor GexeraL Suprema Corte: Rail Oscar Mouviel y otros han sido eondenados en estos autos a sufrir penas de arresto por infraccién a los edictos policiales sobre ‘‘Desérdenes’’ (art. 1°, ine. ¢) y ‘'Eseandalo” (art. 1°, inc. a), agraviéindose la defensa del fallo respectivo por considerarlo viola- torio de los arts. 29; 68, ines. 11, 26 y 27; 83, ine. 3°; y 90 de la Constitucién Nacional. ad FALLOS DE LA CORTE SUPREMA El tema no es novedoso, ni incierta la jurispru- dencia existente al respeeto, La validez de los edictos emanados del Jefe de Policia ha sido reconocida inva- riablemente a partir del caso de Fallos: 155: 178 (ver én: 169: 200; 175: 3LL; 191: 388; 192: B81; 193: 395; 208; 253). embargo, tan autorizadas han sido las obje- ciones levantadas contra este eriterio (Jiménea pe Asta; Tratado de Derecho Penal, t. II, p. 325; Ricanpo C, Newez: La ley, unica fuente del Derecho Penal Argen- dino), tal es el grado de amplitud que ha llegado a eo- brar en la actualidad el conjunto de Jas normas asi dictadas, y tan fresco permanece todavia en Ja memo- ria el recuerdo de las funestas consecuencins que para ol oj io legitime de la libertad tuvo su aplieacién cn los Gltimos afos, que considero necesario examinar nuevamente la euestién con la amplitud que su impor- tancia exige. sistema cotstitucional argentino se afirma en el pri ‘ipio: de la divisién de poderes. De acuerdo a este principio, el poder legislative dicta las leves; el poder ejecutivo las ejecuta y hace cumplir; el poder Judicial las interpreta y apliea cuando se suseitan con- troversins, Nuestra Carta Fundamental, a diferencia de la de los Kstades Unidos de América, que no contemplé el punto en forma expresa, previé la necesidad de que la rama ejecutiva colaborara con el Congreso para la mejor ejeeucién de las leyes, estableciendo en su art. 83, ine, 2*, que el Presidente de la Nacién “expide Ins instruceiones y reglamentos que sean necesarios para la ejeencién de las leyes de la Nacién, euidando de no alterar sn espiritu con excepciones reglamentarias. . ."', No es, pues, por delegacion legislativa sino en uso do una atribucién que le pertenece de modo exelusivo que DE JUSTICIA DE La wacidN oo el poder ejecutivo reglamenta, en este pais, Ins leyes) dietadas por el Congreso, ee Sin embargo, la existencia de esta atribucién re- glamentaria no debe inducir a la errénea ereencia de que en algin modo el poder ejecutivo tiene faeultades concurrentes con las que son propias del poder legisla- tivo. Ya establecié V. E., en el tomo 1, pig. 32, de su coleccién de Fallos, que “siendo un principio funda- mental de nuestro sistema politico la divisidn del go- bierno en tres grandes departamentos, el Legislativo, el Ejecutive y el Judicial, independientes y soberanos en su esfera, se sigue forzosamente que las atribueio- nes de cada uno le son peculiares y exclusivas; pues cl uso concurrente o comin de ellas haria necesariamente desaparecer la linea de separacién entre los tres altos poderes politicos, y destruiria la base de nuestra forma de gobierno”’, Es preciso, por lo tanto, ser muy cautos en la apre- ciacién de los limites de la facultad reglamentaria con- ferida por el art. 83, inc. 2°, y sobre todo no olvidar jamis que su correcto ejercicio presupone el contenido de una ley neeesariamente preexistente, Reglamentar es tornar explicita una norma que ya existe y a la que el poder legislativa le ha dado una substancia y contor- nos definidos ; y ello, solo en la medida que sea necesario para su ejecucién, euidando siempre de no alterar si: espiritu con excepeiones reglamentarias. “*Para establecer las cosas en un terreno firme que impida al Poder Ejecutivo arrogarse atribuciones legislativas al tiempo de dictar decretos, —diee Hv- xevvs comentando un precepto similar al nuestro—, sdlo se necesita Vigilancia activa de parte del Congreso y de parte de los tribunales, eada uno en su esfera de accion... Ejecutar las leyes no es dictarlas’’ (Obras, ® edic., Santiago de Chile, 1891, t. IT, pig. 48). Efec- tivamente, el poder reglamentario se da para hacer 0 FALIOS DE LA CORTE SUPREMA posible la ejecucién de la ley, por donde resulta evi- dente que todo intento de reglamentar lo que no ha sido materia de ley constituye una pura y simple usur- pacién de atribuciones legislativas, y no ejercicio le- gitimo de Ia facultad conferida en el art. 83, inc, 2°, de la Constitucién. Es preciso agregar también que lo que no puede hacer el poder ejecutivo por si sole, tampoco lo puede aunque cuente para ello con una autorizacién legal, porque de acuerdo con el art. 41 de la Constitucién el Congreso esti investido del poder legislative y no puede delegarlo sin violar la prohibicién del art. 20. “Ciertamente —dijo V. E. en Fallos: 148: 430— cl Congreso no puede delegar en el Poder Ejecutive o en otro departamente de la administracién, ninguna de las atribuciones o poderes que Je han sido expresa o implicitamente conferidos. Es ese un principio unifor- memente admitido como esencial para ¢l mantenimiento ¢ integridad del sistema de gobierno adoptado por Ja Constitucién y proclamado enfiticamente por ésta en. el art. 29 (actual art. 20). Wimiovensy, pag. 1317. Coorey, C, L., 7* ed., pag, 1637", La diferencia entre una indebida delegacién de atribuciones legislativas y una simple remisién al po- der reglamentario de] Presidente de la Repiblica para reglar pormenores y cuestiones de detalle, se estable- eié con toda claridad en el reeién citado caso de Fa- llos: 148: 430, al expresarse: ‘‘Kxiste una distincién fundamental entre la delegacién de poder para hacer Ja ley y Ja de conferir cierta autoridad al Poder Bje- ecutive o a un evuerpo administrativo a fin de reglar los pormenores y detalles necesarios para la ejecucién de aquélla. Lo primero no puede hacerse, lo segundo es admitide ain en aquellos paises en que, como los Es- tados Unidos de América, el poder reglamentario se halla fuera de la letra de la Constitucién’’. DE JUSTICIA DE LA NACKIN 1 Precisamente, el recuerdo de dos fallos célebres en los anales de la jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos, erco que eontribuira a preeisar epal es el limite de validez del ejercicio del poder regla- mentario acordado a la rama ejecutiva. El primero es el caso Panamd Refining Co. Ryan fallado el 7 de enero de 1935 ( 293 U. S. 388, ver traduc. en J. d., t. 49, sece. jur. extr., pig. 6), en el que se declaré inconstitucional la seecién 9", parrafo e¢), del titulo I de la ley de reconstruccién de la industria nacional (N.I. R.A.) de junio 16 de 1983, que autori- zaba al Presidente de los Estados Unidos a prohibir al transporte interestadual y con el extranjero del pe- tréleo producido o retirade de depésito en exceso de la cantidad permitida por la legislacién de lox estados partieulares y establecia, al propio tiempo, que toda violacién a una orden del Presidente en tal sentido se- ria castigada con una multa no mayor de mil délares o con prisién que no excediera de seis meses, o con am- bas conjuntamente. El chief justice Hvcnes expuso la opinién de la mayoria del tribunal y merecen destacarse, entre otros, los siguientes parrafes de su exposicién: “la seecién #, c} no éstablece si, o en qué circunstancias, o bajo qué condiciones, el Presidente deba prohibir el trans- porte de la cantidad de petréleo y sus derivados pro- dueida exeediendo la permitida por el Estado. No es- tablece criterio alguno que gobierne el rumbo del Pre- sidente, No exige fundamento alguno por parte del Presidente como condicién de au aecién. El Congreso en la seecién #, ¢), no proclama, pues, polftiea alguna acerca del transporte de la produccién excedente, An cuanto a esta seceién se refiere, eonfiere al Presidente una autoridad ilimitada para determinar Ia politica y para hacer efectiva o no la prohibicién, como lo crea conveniente. Y la desobediencia a sus Grdenes es cali- oe FALLOS DE LA CORTE SUPICESLA fienda de delito eastigado con multa y prisién,.."’ Kl Congreso dejé el asunto al Presidente, sin normas ni reglas, para que lo manejara a su placer. El esfuerzo de proporcionar un criterio mediante una ingeniosa y diligente interpretacién permite atin tal amplitud auto- rizada de accién que equivale en esencia a conferir al Presidente las funciones de una legislatura, mais bien que las de un funcionario ejecutivo o administrative que lleva a cabo una politica legislativa deelarada. Nada hallamos en la seceién 1*, que limite o controle la autoridad conferida por la seeci6n 9, ¢),..". ‘Ein todos los casos en que la cuestién ha sido planteada, la Corte ha reeonocido que existen limites de delegacién que no pueden constitucionalmente ser excedidos mos que la seecién 9, ¢), va mas alla de dichos En lo que se refiere ‘ul transporte de la produccion de petréleo excedente del permiso del Estado, ¢] Congreso no ha hecho deelaracién de politica alguna, no ha ¢s- tablecido norma alguna, no ha sentado regla alguna. No existe ningtin requisito, definicion de eircunstan- cias o condiciones conforme a lo que el transporte debe prohibirse o permitirse’’. Kl segundo de los fallos a que he heeho alusion 6 en el Mamado ‘caso de las aves de corral" echter Poultry Corp, v. United States, 295 U. & ver traduc. en J. A., t. 50, seec. jur, extr., pag, 37) guid de cerca al anterior, como que fué dietado el 27 de mayo de 1935. También se trataba de una de las ¢ integrantes del plan de la N. I. BR. A., la cual auto- zaba al Presidente a aprobar ‘‘eédigos de competen- cia leal”? para las diversas ramas de la produecién, a solicitud de una o mas asociaciones o grupos represen- tantes de una industria o eomercio. La sentencia que declaré inconstitucional la dis- po: 1 respeetiva fué dictada por unanimidad, pero con la disidencia parcial de fundamentos del justice DE JUSTICIA DE LA NacION 643 Canvozo a los que adhirié el justice Srose. El chief jus- tice Huenes expresé también en este caso la opinion de la Corte, resumiendo el punto relative a la delega- eién de las facultades legislativas en los siguientes términos: ‘la seceién 3 de la ley de reconstruccién no tiene precedentes. No proporeiona norma alguna res- pecto de ningiin ecomercio, industria o actividad. contempla la imposicién de reglas de conducta para ser aplicadas a situaciones de hecho dadas, determinadas mediante los proced ntos administratives adecun- dos. En lugar de prescribir reglas de conducta, auto- riza la redaccién de codigos que las establezean. Para tal empresa legislativa, la seccién 3 no sienta normas, fuera de la expresién de los propésitos generales de rehabilitacién, correeci6n y expansién sefialados en In seceién 1. En vista del aleanee de esa amplia deelara- eién y de la naturaleza de las pocas restricciones que se le imponen, el arbitrio del Presidente para aprobar o preseribir Cédigos y sancionar asi leyes para el go- bierno del ecomercio e industria en todo el pais carece virtualmente de teda traba. Creemos que la autoridad para dictar eédigos asi conferida importa una delega- cién inconstitucional de facultades legislativas’’. El justice Canvozo, que habia votado en disidencia en el caso Panamd Refining Co. v. Ryan por conside- rar que no mediaba alli una delegacién indefinida que permitiera al Presidente ‘‘vagar a voluntad entre to- das las materias posibles del transporte interestadual, tomando ¥ eligiendo a su placer’, fué categdérico al ex- poner su opinién en este segundo asunto: ‘tel poder delegado para legislar que ha encontrado expresion en este cédigo —dijo— no ha sido canalizado entre taludes que le impidan su desborde. Es ilimi i preciso, si se me permite repetir mis pri de una sentencia anterior (Panamd Refining Co. v. Ryan, 293 U.S. 388, ete... .)'". ow PALLOS DE LA CORTE SUPHEMA Podra ser objeto de duda actualmente, hasta qué punto se aceptan en todo su rigor las consecnencias que derivan de la doctrina establecida en estas decigioncs, pero me parece indudable que los principios en que ella se asienta deben considerarse inconmovibles cn materia penal, y constituyen, por lo tanto, una guia se- gura para orientarse en la cuesticn de autos. | Qué otra cosa, en efecto, que una verdadera auto- rizacién para dictar un eédigo de faltas implica la fa- cultad reconocida al Jefe de Policia, primero, por la jurisprudencia sentada a partir de Fallos; 155: 178 y, posteriormente, mediante la sancién del art. 7°, ine, a), del Estatuto de la Policia Federal (decreto n? 35.265/44) ratifieade por Ja ley 13.0307 Confieso que no aleanzo a comprender cémo, pre- cisamente a través de la clara doctrina establecida en Fallos: 148: 430 ha podido Megarse a declarar la vali- dez ‘de los edictos policiales en 155; 178. Prescindo de que el art. 27 del Cédigo de Procedimientos en lo Cri- minal, invocado entonces como fuente de la facultad de emitir estos edictos, no es més que una norma atribu- tiva de competencia; y prescindo también de que el Jefe de Policia no es el titalar del poder reglamentario acor- dado por la Constitucién al Peder Wjecutivo, Pero, no encuentro explicacién para la afirmacién, contenida en el 7° considerando, de ‘*qne cuando el P, E. es llamado f ojereer sus poderes reglamentarios en materia de po- liefa de seguridad a mérito de una ley que lo ha auto- tizado para ello lo hace no en virtud de una delegacién de atribuciones legislativas, sino a titulo de una facul- tad propia consagrada por el art. 86, ine. 2, de la Cons- titucién y cnya mayor o menor extensién queda deter- minada por el uso que de la misma facultad haya heeho el Poder Legislativo’’. Y bien: si ello es asi, preciso serd reconocer que el Congreso podria autorizar al Poder Ejecutivo, no DE JUSTICIA DE LA NACION 645 digo ya al Jefe de Policia, a dietar también un Cédigo Penal, sin otra cortapisa que la fijacién del maximo de las penas aplieables; y que, en tal caso, dada la existen- cia de una autorizacién legal, cl Presidente no usurpa- ria atribuciones legislativas sino qua procederia en ejer- cicio del poder reglamentario, Evidentemente no se ha reparado en que la facul- tad genériea de reglamentar las leyes acordada por el art. 83, ine, 2, exige algo mas que una simple autori- zacién legislativa para que su ejercicio resulte valido ; que es necesaria la existencia de leyes dictadas por el Congreso lo snficientemente definidas y precisas, como para que ese ejercicio no se traduzca —empleando la expresién del justice Cannozo— en un “‘vagar a volun- tad entre todas las materias posibles’’ de lo que cons- tituye el objeto de la autorizacién. En el caso que se examina, ese objeto es la policia de seguridad, como lo sefialé V. E. en Fallos: 155: 178, y tal cual resulta ahora del texto expreso del art. 7°, ine. a), del Estatuto de la Policia Federal, que entre las facultades de la misma, o mejor dicho de su Jefe, prevé la de “‘emitir y apliear edictos, dentro de la com- petencia asignada por el Cédigo de Procedimientos en lo Criminal (ley 2372), para reprimir actos no previstos por las leyes, en materia de policia de seguridad; y dic- tar las reglas de procedimiento para su aplicacién’’, 4 Puede darse algo mas indefinido que esta vaga re- ferencia a la policia de seguridad? La medida de sus posibilidades la da, en todo caso, el ntimero actual de edietos: veintieuatro, es decir exactamente el doble de los titulos que integran el Libro II del Cédigo Penal dedicado a Ia eonsideracién de los delitos en particular. Pareceria que on una correcta interpretacién cons- titucional la facultad de dietar el Cédigo de Faltas de- biera considerarse exclusiva de la rama legislativa, y, sin embargo, la Capital Federal cuenta en Ia actualidad 6 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA con un auténtico Codigo contravencional dietado por la sola voluntad del Jefe de Policia. Lo que no hubiera podido hacer el Presidente de la Republica, ni por su- puesto los Ministros del Poder Ejecutivo, a quienes In Vonstitucién prohibe tomar resoluciones que no concier- nan al ee némico y administrativo de sus res- peetivos departamentos, lo ha venido haciendo en cam: bio un funeionario admi rativo que, ademas, reine los poderes de ejecutar y juzgar en los mismos casos cme legisla. He dicho que la Capital Federal eventa en la ae- ilidad con un verdadero Cédigo de Faltas como pro- dueto de la actividad legislativa que en forma diserecio- nal le la sido reconocida al Jefe de Policia, y no he exagerado por cierto al afirmarlo asi. El conjunto de los edictos contenidos en el R.B.P.F. 6 de la Policia Federal constituye, en efecto, un cuerpo legal orgdnico que hasta cuenta con un parte general y otra dedieada al procedimiento. La ‘‘parte general’’ consta de ochenta y cinco ar- ticulos y de los diversas capftulos que la componen cabe mencionar, a titulo de ejemplo, los que corresponden a imputabilidad, tentativa, complicidad y encubrimiento, diversas clases de penas, reineidencia, condena eondi- cional, ejereicio vy extincién de las acciones, resultando interesante destacar que, de acuerdo al art. 10, en las avenciones se aplican, ademas de las penas de mul- ta y arresto, previstas en el art. 27 del Codigo de Proce- dimientos en lo Criminal, las de amonestacién e inha- bilitacion. in cuanto a los veinticnatro edictos a que antes hice referencia versan sobre los més variados tépicos, © intezran lo que con propiedad podria llamarse *'par- te especial’? de este verdadero eddigo de faltas. Largo ‘a enumerarlos, por lo que baste sefialar que en ellos se legisla toda suerte de materins, desde la referente a DE JUSTICIA DE La waciin aT asilados politicos hasta la relativa a seguridad eeond- mica ¥ reuniones deportivas, pasando por turismo, jue- sos de naipes y seguridad publicas, en un total de 148 articulos. Sea, pues, por su metodologia, o por la variedad y n de los temas contemplados, pienso que no es una hipérbole la afirmacién de que el R.R.P.F. 6 confi- gura un eédigo, Hiperbélica si me resulta, en cambio, la pretensién de que todo ese amplio cuerpo de dispo- siciones es consecuencia legitima del poder reglamen- tario ejereido en torno a las eseuctas e imprecisas dis- posiciones del art. 27 del Cédigo de Procedimientos en lo Criminal o del art. 7%, inc. a) del Estatuto de la Po- licia Federal. Puede aqui repetirse una vez mas, con el justice Canvozo, que ‘tel poder delegado para legislar que ha encontrado expresién en este eddigo, no ha sido eana- lizado entre taludes que le impidan su desborde'’, y atin agregar con las mismas palabras empleadas por este gran jurista en el ya citado caso de Schechter Poultry Corp. v. United States que ‘‘esto importa una delegacién desenfrena Pero, no solamente desde el punto de vista del juego correcto del principio de la divisién de poderes son objetables los edictos policiales. Esta de por medio cl significado que tiene en nuestra Constitucién la garantia de que nadie puede ser peando sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso. En este sentido, y refiriéndose precisamente a una pena de $ 100 de multa impuesta por una contravencién policial, ha dicho V, EB. con pa- lnbras sefieras que nunca seran recordadas lo bastante y que resultan totalmente contradictorias con el eri- terio seguido en Fallos: 155: 178 que “‘la configuracién de un delito por leve que sea, asi como su represion, es materia que hace a la esencia del Poder Legislativo as FALLOS DE LA CORTE SUPREMA y eseapa de la érbita de Jus faeultades ejeeutivas. Na- die esta obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de lo que ella no prohibe (art. 19 de la Cons- titucién). De ahi nace la necesidad de que haya wna ley que mande o prohiba una cosa, para que una persona pueda incurrir en falta por habcr obrado w omitido obrar en determinado sentido, Y es necesario que haya, al mismo tiempo, una sancién legal que reprima la con- travencién para que esa persona deba ser condenada por tal hecho (art, 18), Estos dos principios funda- mentales y correlativos en el orden penal, imponen la dad de que sea el Poder Legislativo quien esta- blezea Ins condiciones en que una falta se produce y In suncién que le corresponde, ya que el Poder Ejecu- tivo solamente pnede reglamentar la ley, proveyendo a su cjeeucion, pero caidando siempre de no alterar su sentido (art. 86, ine. 2°). Asi, en el caso del t, 178, p. 355, con motivo de una sancién penal creada por el Poder Ejeeutivo Nacional de orden pecuniario, esta Corte dijo: Toda nuestra organizacién politica y ci- vil reposa en la Jey, Los derechos y obligaciones de los habitantes asi como lag penas de cualquier clase que sean, sélo cxisten en virtud de sanciones legislativas y el Poder Ejecutive no puede crearlas ni el Poder Ju- dicial aplicarlas si falta la ley que las establezea'’ (Fallos: 191: 245). No se diga, pues, que la eirenustancia de no ha- berse nltrapasado en los edictos el limite de las sancio- nes. nadas en el art. 27 del Cédigo de Procedi- miontos, basta para validarlos, porque tan inconstitn- cional resulta Ia delegacién del poder para fijar penas como Ia del de definir acciones a los efeetos de imponer esas penas, El precepte penal es inescindible y se in- tern con ambos elementos, uno y otro del exclusive recorte del Poder Legislative, como lo ha destacado V.E. en el fallo que acaho de citar. DE JUSTICIA DE La NACION oy Por otra parte, la garantia del art. 29 asegura que ‘‘ningin habitante de la Nacién puede ser eondenado sin juieio previo fandado en ley anterior al hecho del procesu , y en el texto constitucional cl término ‘‘ley’’ no puede tener més que un sentido: el de ley formal, o a de acto emanado de la rama del gobierno que esta westida del Poder Legislativo (art. 41), en el modo estableeido por el art. 69 y sigs. para la ‘‘formacién y sancién de las leyes’’, Por ello, no creo posible soste- ner que una disposicion emanada de una simple auto- ridad administrativa o de un poder que no detenta la atribueién de legislar, sea la ‘ley’? que la Constitu- vién ha exigido en algunos casos especiales como eon- dieién necesaria para autorizar, en homenaje al inte- 3 general, el menoscabo de algtin derecho funda- mental de los individuos. Cuando el art. 38 de la Constitucién dice que ta expropiacién por causa de utilidad piiblica o interés eral dehe ser calificada por ‘‘ley'’ vy previamente ninizada, me parece evidente que se ha referido a una ley del Congreso y no sé que se haya sostenido o resuelto lo contrario (conf. J. V. Goxziiez, Manual de la Constitucidn Argentina, ® ed., p. 127; Mowres pr Oca, Leecianes de Derecho Constitucional, atio 1917, t. 1, p. 389; A. pe Vepra, Constitucién Argentina, ano 1907, p. 88). i Habra de coneluirse entonces que la Constitucién ha protegido con mayor vigor la propiedad que la li- hertad y que, si es necesaria una ‘ey’? para privar a una persona del goce de sus bienes, no lo es en cambio para encareeclarla; que a este ultimo efecto basta con una disposicién dictada por el Jefe de Policia? No ha sido éste, en todo caso, el criterio que informé lo re- suelto en Fallos: 136: 200, donde V, .B. senté los si- guientes principios: ‘Que es una de las mas preciosas garantias consagradas por la Constitucién la de que 650 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA ningun habitante de la Nacién puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del pro- ceso. Que en el presente caso ha sido violada dicha garantia desde que se han aplicado penas fundadas en simples deeretos del Poder Ejecutivo provincial, que no tienen fuerza de ley dentro de nuestro régimen cons- titucional, Que no cabe admitir que la legislatura de Mendoza haya podide confiar o delegar en el Poder Ejecutivo la faeultad de establecer sanciones penales por via de reglamentacién de las leyes dictadas por aquélla, dado lo que al respecto dispone el art, 19 de la Constitucion’*. Desde otro punto de vista seria erréneo pretender que son aplicables al problema de que vengo tratando los principios que justifican la validez de las que on doctrina se denominan leyes penales en blanco. En esta categoria encuadran algunas disgosiciones como la del art. 6, 1° parte, de la ley 12.930 ojla de los arts. 205 y 206 del Cédigo Penal, en los que las eonductas punibles sélo resultan genéricamente determinadas, remitién- dose la ley para su especificacion a la instancia legis- lativa o bien a la administrative. Por supuesto, no existe problema cuando Ja ley penal en blaneo se remite a otra ley. Pero, cuando la remisién es a la instancia administrativa conviene dis- tinguir dos situaciones: una, en la que la conducta pu- nible esté deseripta en la ley penal, pero la figura debe ser integrada con un elemento de hecho cuya especi- ficacién se defiere al Poder Administrador, como ocu- rre en el caso de la infraceion a la ley de precios ma- ximos (art. 2, ine. c, de la ley 12.830); y otra, en la cual Ia conducta punible no se especifiea sino por re- ferencia a normas dictadas por el Poder Ejeeutivo, La primera de estas formas de legislar no puede, en principio, dar lugar a objeciones de earacter cons- titueional. Pero, importa dejar bien sentado respecto DE JUSTICIA DE LA NACION 651 de la segunda, que ella sélo es admisible si el Poder Ejeeutivo ha dietado la norma a que la ley se remite en ejereicio legitime de la atribucién reglamentaria que le confiere el art. 83, inc. 2, de la Constitucion, porque en tal caso dicha norma es como si fuera la mis- ma ley reglamentada puesto que la integra. De otro modo, no se respetaria la garantia del art. 29 de la Constitucién ya que, en definitiva, aunque por via indirecta, resultaria que la descripcién de la eonducta punible no estarfa hecha en la “ley?’ sino en una disposicién autonoma del Poder Ejecutivo, Superfluo es observar a esta altura del dictamen que ni el art. 27 del Cédigo de Procedimientos en lo Criminal, tal como ha sido interpretado én Fallos: 155: 178, ni el art. 7%, ine, a) del Estatuto de ln Policia Federal satisfacen las exigencias apuntadas, No se argumente, por ultimo, que la materia le- gislada en los ediet: . policiales es de menor euantia porque el monto de las sanciones resulta pequeiio. Aparte de que ello no bastaria para despojarles de su auténtieo caraeter de disposiciones penales, es un he- cho comprobado, del cual conservamos desgraciada- mente muy recientes recuerdos, que evando se quiere subvertir el régimen republicano y demoeratico, cuando se pretende coartar el libre ejercicio de los mas ele- mentales derechos individuales, las simples contraven- eiones resultan ser uno de los principales instrumentos de que se valen los gobiernos dictatoriales para sofocar Ja libertad, Sirva esta reflexion para reafirmar que, dentro del mareo constitucional, sélo la prudencia del legislador, nunca la voluntad de un funcionario ejecu- tivo, pnede asumir la delicada y trascendente funcién de describir acciones a los fines de imponer penas. La jurisprudencia sentada, entre otros, en Fallos: 210: 554; 215: 159 y 257; 217; 689, me obliga a abor- dar la cuestién de si el cumplimiento de la pena con- usa FALLOS DE LA CORTE SUPREMA vierte en abstracto el caso, determinando la improce- dencia del recurso extraordinario, Disiento en forma absoluta con este criferio. La condena es un acto juridieo que sobrevive a la ejecu- cién de la pena, aearreande una serie de consecuencias que impiden sostener con fundamento que no haya in- terés en la decision. Basta sefialar los efectos que ella tiene en materia de reincidencia y condena de ejecu- eién condicional, aun en el actual régimen de edictos (ver arts, 54 y 58 de las Disposiciones Generales del R.R.P.F. 6), para comprender que existe un real inte- rés juridieo en el fallo, aunque la pena esté cumplida. Los exeesos a que puede Mevar la tesix contraria los patentiza el caso de Fallos: 231: 35 en el que se Ilegé hasta negar la procedencia de un reeurso extra- ordinario tendiente a establecer el aleance de una ley de amnistia so pretexto de que el cumplimiento de la pena tornaba irreleyante para el beneficiario la de- claracién de que la ley era aplicable a su situacién, En otras palabras, el hecho de haber cumplido la pena se consideré obstaculo para que se alcanzara el fin pri- mordial de la ley que no era otro que el de desineri- minar la conducta que motivé la condena. En el mismo orden de ideas, no debe olvidarse tampoca, el sonado caso Grondona Sienz Valiente » otras, resuelto por la Corte Suprema el 8 de octubre de 1948, que no he podido encontrar en Ja coleceiin de Fallos. Los apelantes pretendian la revisién de la sentencia de un Juez de Faltas de la Municipalidad de Buenos Aires que se decia dictada con violacién de la gorantia de la defensa en juicio. Pero, habiendo envindo el inferior una comunicacién en la que infor- . maba haber sido puestas en libertad las interesadas por haber eumplido la eondena impuesta, fué deeidide que en tales condiciones carecia de objeto y resultaha abstracto todo pronunciamiento sobre las cuestiones DE JUSTICIA DE LA NACION 653 plauteadas en el recurso extraordinario, invocindose al efecto como fundamente lo resuelto en Fallos; 197: 821 y los alli citados. Pues bien: basta leer este fallo y los que en él se citan (Fallos: G: 316; 155: 248; 193: 260) para per- eibir que se refirieron a una situacién totalmente di- versa, como que en ellos no se trataba de condenas definitivas sino de recursos de habeas corpus earen- tes de todo objeto por haber sido el detenido puesto en libertad o hallarse fuera de la jurisdiccién argenti- na la persona de cuyo ampuro se trataba. En cuanto al primero de los casos que cité al co- mienzo, o sea el de Fallos; 210; 554, se apoya en 209: 337 y ol sumario de éste remite a su vez a 203: 312. Pero, también aqui la sitnacién resulta distinta de la que se plantea en caso de condena, puesto que V. E. se a declarar improcedente el recurso extraordina- rio interpuesto contra una resolucién de la Direceién General de Espectaculos Piiblieos que dispuso clausu- rar durante dos dias un cinematégrafo por haberse cumplido efectivamente la medida y no tener en conse- cuencia objeto su revocatoria, Como se observa, se ha ido extendiendo en forma que estimo indebida Ia apli- eacién de un principio que si resulta razonable en los casos de medidas que no acarrean por su naturaleza modifieaciones en el estado juridico de las personas, aparece como notoriamente injusto cuando se trata de decisiones judiciales que declaran a alguien responsa- ble de una infraceién penal, resultando contrario in- cluso a la garantia de la defensa en juicio. Que subsiste un interés juridico digno de protee- cion, aunque Ja pena se haya cumplido, lo demuestra la disposicién del art. 552 del Cédigo de Procedimien- tas en lo Criminal, cuyo espiritu es evidentemente opuesto al que inspira la jurisprudencia a que me he referido: ‘El recurso de revision —dico este texto— SON. aM PALIAS DE LA CORTE SUPREMA podraé promoverse por el condenado o por su cénynge, descendientes, aseendientes o hermanos y por el Minis- terio Fiseal. La muerte del condenade no impide que se deduzca para rehabilitar su memoria o procurar el eastigo del verdadero culpable’. Por lo expuesto, opino que los edietos policiales sobre ‘‘desérdenes’’ y ‘‘escindalo’’ sobre cuya base se han dictado las condenas de autos son viclatorios de la garantia establecida en el art. 99 de la Constitu- eién Nacional y del principio de la separacién de po- deres en que se funda el régimen republicano de go- bierno. Corresponderia, en consecuencia, revocar la sentencia apelada en cuanto pudo ser materia de re- curso extraordinario, Buenos Aires, 25 de abril de 1956. — Sebastidn Soler, FALLO DE LA CORTE SUPREMA Buenos Aires, 17 de mayo de 1957. Vistos los autos: “‘Ratil Osear Mouvicl y otros s./ Desordenes, art. 1° ine. ¢) — Esedndalo, art. 1° ine. a)", en lox que a fs, 52 vta. se ha coneedido el recurso extraordinario contra la sentencia del Juex Nacional en lo Penal Correeeional letra N de fecha 22 de noviembre de 1955, ¥ Considerando; (Que consta de autos que el Jefe de Policia de la Capital, por resolucién del 12 de noviembre de 1955, impuso a los acusados “In pena tmica ¢ individual de 30 dias de arresto no redimibles por multa, por “‘desérdenes"’, art, 1°, ine, ¢) y ‘‘Esedndalo”, art. 1°, inc. a) y aplicacién n® 36 del R.R.P.F. 6 y circunstan- cia agravante establecida en el art. 3° del Edicto sefia- lado en primer término, faltas de distinta naturale- DE JUSTICIA DE LA wactGn 655 za (n° 13 del Reglamento eitado)’’ (fs. 28/29); resolu- eién que fué posteriormente confirmada en lo princi- pal por sentencia del Juez en lo Penal Correccional (fs. 45). Que contra esta sentencia el defensor de los impu- tados interpuso reeurso extraordinario para ante esta Corte, sosteniendo que ‘‘el régimen de faltas vigente ¥ las sentencias de primera y segunda instancias son violatorias de los arts. 1°, 29, 68, ines. 11, 96 y 27; 83, inc. 3 y 90°" de la reforma de 1949 (1°, 18, 67, ines. 11, 27 y 28; 86, ine, 3; y 95 de la Constitucién vigente), dado que la concentracién de las facultades judicial, ejecutiva y legislativa en materia de faltas por parte del Jefe de Policia, violaria el principio de la divisién de los poderes establecido por la Constitucién (fs, 48). Que esta Corte, en decisiones anteriores, ha de- elarado la constitucionalidad de los edictes policiales eon el fundamento de que ‘'no hay delegacién de fun- ciones legislativas al conferir al Poder Administrador o a ciertas reparticiones, la facultad de fijar especifi- eas normas de policia, crear infraceiones y fijar las san- eiones correspondientes, dentro de limites establecidos por la misma ley, sino ejercicio de la facultad regla- mentaria que preceptia el ine, 2°, del art. 86 de la Cons- titucién Nacional eonformada, es claro, al espiritn y letra de la ley reglamentada”’ y de que el edicto policial no vulnera Ia garantia establecida por el art. 18 de la Constitucién, que requiere para la validez de una san- cién penal la existencia de una ley anterior, pues cons- tituye una simple consecuencia de la autorizacién legis- lativa contenida en el art. 27 del Cédigo de Procedi- mientos en lo Criminal, y es tan obligatorio, por con- siguiente, como la ley misma (Fallos: 155: 178 y 185; 156: 323; 169: 209; 175: 311; 191: 388 y 497; 192: 81; 193: 244; 199: 395; 206: 293; 208: 253, entre otros). Que, sin embargo, este Corte ha establecido tam- bién en causas que versaban sobre materias andlogas, 656 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA que ‘‘es una de las més preciogas garantias consagra- das por la Constitucién la de que ningiin habitante de la Nacién puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al heeho del proceso” (Fallos ; 136; 200) ; que: #Toda nuestra organizacién politiea y civil repo- sa en la ley. Los derechos y obligaciones de los habi- asi como las penas de cualquier clase que sean, ten en virtud de sanciones legislativas y el Po- der Ejecutivo no puede erearlas ni el Poder Judicial aplicarlas si falta la ley que las establezea’’ (Fallos: oO}; y que ‘*La configuracién de un delito por leve que sea, asi como su represion, es materia que hace ala esencia del Poder Legislativo y escapa de la Grbi- ta de las facultades ejecutivas. Nadie esta obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de lo que ella no prohibe (art. 19 de la Constitucién), De ahi nace la necesidad de que haya una ley que mande o prohiba Una cosa, para que una persona pueda incurrir en falta por haber obrado u omitido ebrar en determinado sen- tido. Y ea necesario que haya, al mismo tiempo, une saucion legal que reprima la contravencion para que esa persona deba ser condenada por tal hecho (art. 18). Estos dos prineipios fundamentales y correlatiyos en el orden penal, imponen la necesidad de que sea el Po- der Legislative quien establezea las condiciones en que una falta se produce y la sancién que le corresponde, que el P. E, solamente pnede reglamentar la ley, pro- vendo a su ejecucién, pero cuidando siempre de no alterar su sentido (art, 86, ine. 2°)" (Fallos: 191 °245). Que la necesidad de que el régimen de faltas tenga earacter legislativo y emane, por consiguiente, del Con- greso como legislatura local para la Capital y Territo- rios Nacionales, y de las Legislaturas provinciales para sus respectivas jurisdieciones, fué asimismo reconocida y destacada en los anteeedentes del Codigo Penal en vigor (Confr., Rovoreo Moreso, miso, El Codigo Penal y sus antecedentes, t, I, nims, 93 y siguientes). DE JUSTICIA DE LA NACION “aT Que, conforme a esta doctrina, la ‘ley anterior”’ de la garantia constitucional citada y del principio “nullam crimen, nulla poena sine lege’’, exige indisolu- blemente la doble precision por la ley de los hechos pu- nibles y de las penas a aplicar, sin perjuicio de que el legislador deje a los érganos ejecutivos la reglamenta- cin de las cireunstancias o condiciones eoncretas de las acciones reprimidas y de los montos de las penas dentro de un minimo y miximo (Fallos: 148; 430), En el sis- tema representativo republieano de gobierno adoptado por la Constitueién (art, 19) y se apoya fundamen- talmente en el principio de la division de los poderes, el legiclador no puede simplemente delegar en el Poder Ejecutive o en reparticiones administrativas la total configuracién de los delitos ni la libre eleccién de las penas, pues ello importaria la delegueién de facaltades que son por esencia indelegubles. Tampoco al Poder Bjecutive le es licito, so pretexto de las facultades regla- mentarias que le concede el art. 86, ine, 2°, de la Consti- tncién, sustituirse al legislador y por supuesta via regla- mentaria dictar, en rigor, la ley previa que requiere la garantia constitucional del art. 18. Que el art. 27 del Codigo de Procedimientos en lo Criminal, en cuanto dice: ‘El juzgamiento de las faltas o contravenciones a las ordenanzas municipales o de po- licia, corresponde, respectivamente, a eada una de estas administraciones, cuando Ia pena no exceda de un mes de arresto o cien pesos de multa’’, sélo ha coneedido a esas adminiatraciones la facultad de juzgar las faltas o contravenciones, como surge de su propio texto, y no la de configurarlas o definirlas, facultad esta altima de estricto caracter legislative, como ya se ha dicho, ajena a log érganos de aplicacién o de juzgamiento. Que, en consecuencia, es también elaramente con- trario a la garantia constitucional antes aludida y al sistema de gobierno establecido por la Constitucién, el precepto del art. 7°, ine. a), del deereto 33,265/44, ratifi- ‘O58 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA eado por la ley 13.030, que faculta a la Policia Federal, con exclusi6n del territorio de las provincias, para “Eimitir y aplicar edictos, dentro de la competencia asignada por el eddige de procedimientos en lo criminal (ley 2372), para reprimir actos no previstos por Jas leyes, en materia de policia de seguridad; y dietar las reglas de procedimiento para su aplicacién’’, desde que tal facultad de emitir edietos para reprimir actos no previstos por las leyes va mucho més alld de In facultad simplemente ‘*reglamentaria’’ que corresponde al Poder Ejecutive o a las reparticiones administrativas, en su caso, ¢ importa la de legislar en materia exelusivamente reservada al Congreso (art. 67, ine, 11). Que es innegable la necesidad de mantener estric- tamente la vigencia del principio “nullum erimen, nulla poena sine Iege"’, contenide en la garantia consagrada por el art. 18 de la Constitneién, no sélo porque se trata de un principio constitucional —y esta tinica conside- racién bastaria para aquel efecto— sino, también, por- que es notorio que Ins modernas formas de autoritaris- mo o despotismo utilizan los edictos policiales como uno de los instrumentos mas efieaces para la opresidn de los eindadanos y la restriceién de las libertades pii- Dlieas. Que en atencién a los fundamentos precedentes, earece de interés examinar los demés agravios invoea- dos por los apelantes. Por ollo y las consideraciones concordantes del me- ditade dietamen del Sr. Procurador General, se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido materia del re- curso, Atrnevo Oncas — Maxve, J. AncaSanis — Exnigve V. Gatir — Cantos Herrera — Beszamix Viniecas Basavit- BASO.

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