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ALBERTO BLEST GANA MARTIN PROLOGO La GRAN LireraTura latinoamericana del siglo XIX es de indole marcada- mente burguesa. Desde las guerras de Independencia de 1810-1825 hasta la lucha de Cuba por su liberacién, a fines del siglo, en que ya asoma una nueva coyuntura imperialista, un desarrollo general se disefia en les pueblos del continente que resulta determinante para todas sus manifes- taciones culturales. Con rasgos nacionales especificos, por supuesto; con orientaciones y tongs diferentes; con modalidades genéricas que van desde el ensayo hasta la poesia civil, desde el panfleto politico hasta la Mrica in- timista; con la singularidad de sus temperamentos, los principales autores de esa centuria se hallan vinculados a las transformaciones que, con mayor o menor solidez, se producen en los distintos paises de América Latina. Aun los esctitores que alcanzan a entrever las luchas del futuro, las del presente siglo, como es el caso de Marti, siguen ligados esencialmente en lo estético, en lo cultural ¢ incluso en lo politico a formas del pensamien- to burgués. Este pone la base y el marco general a Ja cultura de la época. Por lo tanto, habrfa que utilizar de manera sostenida, como criterio de pe- riodizacién histérico-sistemdtico, esta correspondencia de Ja literatura his- panoamericana del siglo pasado con la instalacién de las condiciones eco- némicas del capitalismo, con Ja lucha entre liberales y conservadores (apa- frente en muchos casos, pero munca exenta por completo de repercusién para el afianzamiento politico de la burguesia} y con el despliegue de una ideologia también Uberal, que se hard dominante en el nivel de la cultura y en las regiones del arte y de la produccién literaria. En el cuadro de los representantes intelectuales de la burguesfa, Alberto Blest Gana ocupa un puesto significative. Junto a4 Domingo F. Sarmiento y a los demds liberales argentinos (Echeverria, Alberdi, etc.); junto al peruano Ricardo Palma; a Juan Montalvo, en el Ecuador; a Jorge Isaacs, en. Colom- bia; a José Maria de Hostos, en Puerto Rico, y a José Marti, en Cuba, inte- gra una galeria decisiva en el panorama cultural del siglo anterior. Natural- ix mente, entte las limitaciones ideoldgicas e incluso incoherencia de fondo de un Montalvo, ? por ejemplo, y el cardcter avanzado, francamente revoluciona- tlo de Marti por otto lado, Blest Gana parece situarse en un punto inter- medio, en un lugar equidistante de ambos extremos. Y en esa situacién parecen radicar tanto el mérito como la flaqueza del escritor, su seguro equilibrio de narrador por una parte y su tibieza, a veces decidida chatura de su personalidad intelectual. Entre la serenidad y la indiferencia como actitud de un novelista hay una frontera indiscernible, ante la cual los Unicos guias parecen ser un tacto y un gusto adecuados a cada obra en particular. * Esta ubicacién de Blest Gana dentro de la gama de su tiempo, se muestra mejor si se la compara, a modo de contraste, con la posicién de Palma o de Isaacs. Las Tradiciones peruanas (1872-1883) del primero miran hacia atras, pues van dirigidas a burlarse y a ironizar un orden colonial todavia imperante en el Pert en la segunda mitad del sigho XIX. Criticas y todo, y a pesar de que represcntan un primer momento en la expresién Hiteraria del liberalismo peruano, son y siguen siendo “tradiciones”.# En cambio, el proyecto novelesco de Blest Gana, su concepcidn hacia 1860 de un ambicioso ciclo histérico, se vuelca a captar las condiciones presentes de la vida chilena, desde la gesta de la Independencia hasta la decadencia de las grandes familias en el Paris de la Belle Epoque; desde las ilusiones he- roicas y populares de Durante ia Reconquista hasta la agonia, reales pas- trimerias, del credo liberal en Los srasplantados. Y¥ es que, en el fondo, la estatura artistica, cl aleance y la estela de estas obras poseen una final correlacidn con el desarrollo nacional de los paises respectivos. El cardcter regional y provinciano del liberalismo de Isaacs, por lo menos de 1865 adelante, no sdlo se expresa en el idilio que es Maria (1867), sino en la lucha dirigida contra el esclavismo todavia subsistente en los valles colombianos. El hecho mismo de que la vida de Isaacs tetmine miserablemente, hacia el fin del siglo, buscando riquezas petroliferas en la costa atlintica, revela su condicién de tatdio pionero en un pais signado por nn considerable atraso de desenvolvimiento capitalis- ta. A tal pais, tal liberal, podria decirse, no enfatizando inexistentes con- diciones de un ser nacional, sino efectivos y determinados grades en su desarrollo histérico. En su patria misma, Blest Gana convive con otros representantes des- tacados del movimiento liberal. Desde luego, el principal sigue siendo José 1 ¥. Agustin Cueva: Le literatura ecuatoriana, pp. 27 ss. Buenos Aires, Cedal, 1968. Y antes, su excelente enyaso interpretative del desarrollo cuicural del Ecuador: Entre lz ira y Ja esperanza, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1967. 2 Acerca de este punto, crucial pata ia practica narrativa y su correspondiente valora- cién, hay que volver a las siempre vigentes reflexiones de Lukacs. Die Theorie des Romans, I, 4, pp. 63 ss. Darmstadt und Neuwied, Luchterhand, 1971. 8 Sobre Palma y sus Tradiciones, sigue valido el andlisis de Maridtegui, contenido en sus Stete ensayos de interpretacién de la realidad peruana (1928); a él sé suman, mas re= cientemente, los trabajos de Adalbert Dessau sobre el liberalismo peruano del sigho KIX. x Victorino Lastartiz, que ya en 1842 encabeza un proceso de renovacién intelectual cuyc efecto necesario serd la agitacién politica de los préximos decenios. Por su obra como pensador y por su accién coma tribuno (sobre todo la que realiza hasta 1851}, Lastattia debe ser considerado como uno de los fundadores del pensamiento democratico chileno. Peto lo mismo que ocurtira con los mejores liberales europeos y americanos, también él, en Ia etapa final de su vida, su etapa parlamentaria y diplomdtica, dard paso a una creciente involucién, a un retroceso ideolégico que Io Mleva a armonizar grotescamente e] pensamiento comtiano con las condiciones de la sociedad chilena. El que comenzé siendo un epigono dinamico de la Ilustracién y que pudo ser uno de Jos demédcratas mds combativos hacia la mitad del siglo (véase, si no, su Diario Politico de esos afios), termina convertido en un ecléctico componedor del positivismo. Sus Recuerdos lterarios (1878) muestran bien este proceso de acomodamiente, de acu- mulada obsecuencia. Ea ellos no tienen cabida las tevoluciones liberales de 1851 y de 1859: es que Lastarria quiere olvidar a toda costa su juventud jacobina. Los equivalences del romanticisme de Echeverria son, en Chile, Fran- cisca Bilbao y Santiago Arcos. Ambes patticipan activamente en el levan- tamiento liberal de 1851; ambos dan cabida igualmente en sus escritos y proclamas a elementos de una nueva idcologia: al social-cristianismo de Lamennais, el primero; a aspectos del socialismo utépico, el segundo (y atin hay quienes piensan que, por el andlisis clasista contenido en su Carta desde la cdrcel, en 1852, Arcos debfa conocer el Manifiesto Comunista, de Marx-Engels *). En todo caso, los dos idedlagos han sido reivindicados por la clase obrera de Chile como precursores de sus luchas sociales. Otra figura interesantisima y muy poderosa es Vicente Pérez Rosales, exponente ante todo de un liberalismo plebeyo. Es como si, a falta de un real jacobinismo cn la arena politica del siglo XIX, se hubiera dado en Chile a través del arte memorialistico de los Recuerdos del pasado (1886), una rica visién de las energias progresistas del pais, visién desde abajo, substanciosa y potente, ligada a las muchedumbres y a la poblacién traba- jadora y aventurera dentro y fuera del territorio nacional. Desde la muerte de los Carrera, que cierra una de Jas crientaciones mds consecuentes en la revolucién de la Independencia, pasando por la experiencia de las insurrec- ciones europeas y del fendmeno masivo de la btisqueda del oro en Califor- nia, hasta la epopeya cosmopolita de la colonizacién del sur de Chile, los Recuerdos del pasado despliegan una vasta gama de empuje, de tensidn y de actividad colectiva. Sin el amplio y nmiltiple disefio de 1a produccién na- rrativa de Blest Gana, esta obra la supera, sin embargo, en fuerza y vitalidad, cualidades a las que era fundamentalmente ajeno el arte de equilibrio del autor de Martin Rivas. 4 V. Gabriel Sanhueza: Santiago Arcos, Santiago, Editorial del Pacifica, 1956. xl Una de las facetas mds valiosas entre las manifestaciones culturales de nuéstto liberalisme decimonénico es, sin duda, su produccién historiogra- fica. Historiadores como Diego Barros Arana, los hermanos Amundtegui y, mds tarde, José Toribio Medina constituyen un conjunto sdlo equiparable a la serie de historiadores argentinos (Vicente Fidel Lépez, Bartolomé Mitze...} 0, en menor grado, a los historiadores mexicanos de la época del Porfiriato. Entre todos ellos descuella, sin disputa, Benjamin Vicuiia Mackenna, no sdlo por su impetu jacobino nunca desmentido, por su sin- cero y activo civismo, sino también por su veracidad historiografica, capaz de hacer fusticia a los enemigos tradicionales del liberalismo. Puede decit- se que, a su modo y de acuerde a Jas particularidades que ef arte de escri- bir la historia implica, su biografia de Don Diego Portales (1863) es otra exptesién mds y un magnifico ejemplo de eso que Engels llamé una vez el “triunfo del realismo”. ® La obcecacién de Lastarria en no admitir la fide- lidad del retrato pintado por Vicufia revela en este punto las debilidades del maestro y la grandeza del discfpulo. II EL MEDIO FAMILIAR parece dar cuenta de algunas preferencias politicas y literarias del fututo esctitor, Alberto Blest Gana nace el 16 de junio de 1830, en el hogar formado por don Guillermo Cunninghan Blest y por dotia Maria de Ja Luz Gana. Los padtes habfan conttaido matrimonio unos pocos afios atrds, en 1827. El, nacido en Irlanda, habia llegado a Chile a comienzos de la década de 1820, cuando la reciente Independencia dei pais y el gobierno de O'Higgins abrian buenas expectativas a los inmigran- tes sajones, Médico de profesién, habia hecho sus estudios en las Universi- dades de Dublin y de Edimburgo. Muy pronto, apoyade primero por el Ministro Portales y, luego, por don Andrés Bello, contribuird a desarrollar en Chile el estudio y la ensefianza de la Medicina. Por tales conexiones, pudiera pensarse que el liberalismo de don Guillerme no era tan pronun ciado y que poseia mds bien un cufio inglés, al estilo de la Gloriosa Revo- lucién de 1688. Sin embargo, ottos hechos y, sobre todo, su participacién en el acto de tepudio organizado por algunos universitarios con ocasidn de la prohibicién del libro de Bilbao, Sociabilidad chilena, en 1844, tienden a mostrar que su moderaci6n no era tan constante. Sea lo que fuere en cuan- to a los sentimientos politicos suyos, es claro, sf, que en su hijo debieron tener fuerte influjo tanto su formacidén inglesa como su actividad médica. Las obras de Walter Scott y de Charles Dickens, por ejemplo, figuraron sin duda entre las primeras lecturas del nifio Blest Gana; y aunque la cri- 5 En ia célebre cacta a Miss Harkness, escrita originalmente en inglés y fechada en abril de 1888, Ver ahora en waducciéa francesa: Georg Lukics: Beritr de Moscos, p. 290. Paris, Editions Sociales, 1974. XI tica se haya orientado a sehalar mds bien las influencias provenientes del lado francés (Balzac, Stendhal, Sue y hasta Hugo °), parece evidente que, en sus primeras novelas, hay detalles técnicos y compositives, por no decir morales, que se deben a su temprano contacto, a la delicia de Dickens. En segundo término, es muy posible que el ejercicio médica del padre haya desarrollado en el nifio una actitud analitica que, si bien no se conciliaba mucho con la fase histérico-literaria que vivia Chile (aunque el hijo del médico de Rouen ya ha publicado Madame Bovary, esto nada tenia que ver con una novela que en 1860 sélo comenzaba a fundarse), contribuyé seguramente a formar dotes de observacién para un sereno enjuiciamiento de las cosas. Por el lado materno, Blest Gana procede de una familia de origen vasco, llegada a Chile a mediados del siglo XVIII. Se trata de una familia vinculada a Ja propiedad de ta tierra y a la carrera de Jas armas. En efecto, algunos parientes maternos suyos participaton come oficiales en las luchas de la Independencia. Y serd finalmente este aspecto de la tradicién familiar el que va a predominar en la temprana formacién del muchacho que, luego de entrar en el Instituto Nacional en 1841, ingresara en 1843 a la Escuela Militar. Los hermanos del novelista confirman igualmente el abanico de pre- ferencias existentes en la familia Blest Gana. Amén de uno que otro hijo natural, cosa corriente en esa época en Chile y dondequiera, los tres va- tones se dedican a tateas intelectuales o decididamente literarias. Alberto, ya se sabe; pero también su hermano mayor, Guillermo, y Joaquin, el menor. Poeta y dramatutgo histdrico el primero, poeta civil ¢ intimista a la vez, ha dejado tres voltimenes de escritos que, en gran medida, no han perdido vigencia nacional.* Es, casi con certeza, el més importante poeta roméntico de] siglo KIX chileno, fo cual, a decir verdad, no es mucho ponderar, dado el cardcter debilisimo de nuestro romanticismo. En tado caso, a fines de siglo, cuando Darfo visita por primera vez Valparaiso, no deja de hacer una elogiosa alusién a Guillermo Blest, que no es al parecer una pura y convencional cortesia de recién Hegado. ® Junto a su obra lite- ratia, hay que tener en cuenta su actividad politica, que lo llevé a partici- par en una conjuracién contra el gobierno de Montt en 1858 y a servir abnegada y fielmente mds tarde al Presidente Balmaceda. Lo primero esta a punto de costarle la vida, pues la condena sdlo se suspendié debido a & Los dos primeros son mencion frecuente en toda critica sobre Blest Gana. Volve- remos a ellos un poco mas adelante. Sue es menos aludido, quizi poque se teme rebajar la jerarquia liceraria del autor chileno. Sus obras, sin embargo, son muy leidas por el pablico nacional en jos diarios de mediados de siglo. (Cf. mas abajo, nota 42). El caso de Hugo ha sido tocado, como paralelismo digno de ser tomado en cuenta, en el notable trabajo de Guillermo Araya: “El amor y la revolucion en Martin Rivas’. Builetin Hispanigne (Bor- deaux), Janvier-Juin 1975, pp. 5-33. 7 Son dos yolimenes de poesia y uno de teatro, publicados a la mmerte del autor {Sanuago, 1904}. 8 ¥. Rubén Datlo: Obras de jeventud, p. 162. Sandago, Nascimento, 1927. XII Jas telaciones del padre con los cfreulos gobernantes. Debe, si, salir deste- trado al Peri, de donde podra volver en 1862, gracias a la amnistia decre- tada por el préximo Presidente. Joaquin, por el contrario, es una figura menos simpdtica. Segin todos los testimonios, parece haber sido acomodaticio y trepador. Periodista y politico, siempre supo halagar a los gobernantes de turno, lo que le permi- tié medrar a la sombra de jos ministerios y del Parlamento. Vemos, entonces, que en la familia misma de Blest Gana se expresan las condiciones del “‘contrato politico” de los clanes gobernantes. La bur- guesia profesional del padre enlaza con la propiedad oligaérquica de la madre; y el liberalisme moderade, ocasionalmente exaltado del padre, se extrema en el caso de Guillermo, pero se hace romo y chato en ta con- ducta de Joaquin. Como siempre, Alberto Blest Gana se ubica aqui de nuevo en un punto intermedio, ecudnimemente, lo que le permitird juntar en Martin Rivas y en otras novelas ambas formas de conducta politica, mostrar su contradiccién, refutando la moderaci6n con la exaltacién y viceversa... Logra asi sensibilizar en sus relatos lo que ocurria en la rea lidad social de su tiempo y en su propia familia: que, en lo que a los li- berales toca, los dos extremos se frotan entre si, se embotan mutuamente. ePunto de vista superior, objetividad de novelista? Més bien, creemos, arte del equilibrio, de la mesura y de las medidas prudentes. ;Téctica de diplomdtico mds que tacto de narrador! El propio novelista, pese a la grisalla diplomdtica en que se desen- vuelve la mayor parte de su vida, tampoco estuvo ausente de importantes acontecimientos politicos que se ptoducen en la sociedad chilena y en el mundo entero. Fue testigo directo, en efecto, de los dos episodios princi- pales de la lucha de clases entablada en Europa: fa insurreccidn de Junio de 1848 y la Comuna de Paris, en Mayo de 1871. Cuando estalla la primera gran revolucién del proletariado francés, el joven Blest Gana, que apenas cuenta con dieciocho afios, se encuentra en Versalles, becado por el gobier- no de Chile para estudiar Ingenierfa Militar. Cuando arrecia la lucha de los comuneros de Paris, el autor se halla en la misma capital francesa de- sempefiando tateas diplomdticas que tienen que ver sobre todo con la reciente guerra franco-prusiana. Esto en lo intetnacional. Dentro del pais, pudo conocer, a su regreso de Francia, los tltimos estertores del alza- miento libetal de 1851. Es evidente, entonces, que la presencia del autor en acontecimientos de maxima importancia histérica en el siglo pasado no pudo ser indiferente a su obra novelistica, tan nutrida, por lo mismo, de historia y de ideales libertarios. Por lo tanto, se hace dificil aceptar un juicio como el siguiente: ‘No lo seducia la politica, Los problemas socia- les lo dejaban frio. Pasaron sin dejarle huella sensible los hervores de 1848...".? % Alone: D. Alberta Blest Gane. Biografia y critica, pp. 38-39. Santiago, Nascimento, 1940. XIV Hay una prueba inmediata del interés con que el joven novelista con- templa los hechos que provocaron Ia cafda de la Monarquia de Julio (1830-1848). Se trata de su breve relato Los despasados, publicado poco después de su vuelta a Chile, en las paginas de la Rewista de Santiago.” Aunque su base es un melodrama amoroso, la novela nos ofrece un cuadro relativamente vivido de los sucesos parisienses: “E] 23 de junio de 1848, Paris era el teatro de uno de los mas encar- nizados combates que hayan tenido lugar en su agitado recinto: el ruido del cafién y de la fusilerfa resonaba por todas partes, las calles todas se hallaban ocupadas militarmente y el terror se veia pintado en los semblan- tes de Jos raros curigsos que se atrevian a pasar el umbral de sus habita- ciones, Una guerra atroz y sin cuartel, la guerra de los pattidos sin freno, se habia trabado en aquellos dias nefastos para la gran capital. Hablabase de legitimistas y bonapattistas coaligados para detrocat el poder de la Asam- blea Nacional: estos partidos, decfan, explotando ef licenciamiento de los obreros, habfan agitado los dnimos hasta hacer estallat el tettible motin denominado después los dias de junio; dias de sangre y desolacién, duran- te los cuales mds de diez mil cindadanos, entre muertos y heridos, fueron las victimas de aque! sacrificio estétil, aunque tenaz y valeroso’’, 7 Las figuras principales del melodrama no carecen de representatividad. Alphonse Dunoye, obstdculo insuperable para la felicidad de los dos jdve- nes, estd caracterizado en términos socialmente definidos: “Este comerciante, miembro de Ja gran familia de la bourgeoisie fran- cesa, pracias a la felicidad mercantil y al puesto de diputado de fa Asam- blea Nacional, se habia revestido de un sello de importancia y dureza que le procuraba cierta influencia en el ministerio y un impetio absoluto en todos los actos de la vida doméstica”. 1* Mas adelante, insistiendo en esta impresién, califica al mismo petsonaje como “tirano doméstico”, en claro conttaste con las acciones y la condi- cién de Luis d’Orville, el enamorado de su hija, quien aparece descrito como “pobre estudiante, sin fortuna ni apoyo”. La méxima incorporacién social que alcanza el joven héroe es llegar a ser empleado en el Ministerio de Ttabajos Piblicos, de donde es expulsado por influencia del asamblefsta. Se ve entonces con claridad que en Los desposados encontramos como pat opuesto {(Dunoye - d’Orville} lo que en Martin Rives sera dio fraguado (Damaso - Martin), y que, ademas, el joven d’Orville anticipa tanto a Rafael San Luis, por su combate directo en pro de [as ideas liberales, como a Martin Rivas, en un aspecto de su personalidad social: el de su oscura condicién. Junto a esto, es igualmente significative que el pueblo, la masa 0 Los desposados. Novela original. Fechada en octubre de 1885, aparecid en ues entregas, con un total de doce capitulos, en ia Revista de Santiago, ditigida por Diego Bacros Arana. Imprenta Chilena, 1855, pp. 659-668, 726-737 y 777-800. 11 Idem, p. 665. 12 Idem, p. 726. XV “ beligerante de las barricadas, aparezca como “turba indisciplinada y rabio- sa”, adelantando también un rasgo que le serd atribuido en la novela de 1862. iil Los pesposapos (1855) pertenere a la primera etapa de produccién no- velistica de Blest Gana. Dos afios atrés el joven ha dejado el ‘Ejército; trabaja ahora en labores administrativas, Su designio principal es [legar a ser novelista y, antes que nada, echar las bases de la literatura na cional, A través del epistolario con su amigo y camatada de viaje a Europa, José Antonio Donoso, es posible seguir, por lo menos parcial- mente, el interés y tesn puestos por Blest Gana en su trabajo cteador. En una de esas cartas, estimula a Donoso a “echar los cimientos del edi- ficio literario” que el pais necesita.1? La carta es de 1856 y corresponde a sus afios de pleno aprendizaje del autor. “Desde que leyendo a Balzac...”, escribiré mds tarde, expresiva- mente, en otra carta ahora dirigida a Vicufia Mackenna.™ Explica allf que, gracias al ejemplo ¢ inspiracién del maestro francés, abandoné el cultivo de la poesfa lirica (restos del cual se pueden encontrar todavia en las composiciones incluidas en sus primetas novelas). Con ello Blest Gana separa definitivamente su destino del de su hermano y proclama su vocacién de novelista, Sin embatgo, esta prehistoria poética, pronto apagada por su autor, quedard flotando en sus relatos mds tempranos, en una de sus figuras mds constantes: el personaje del poeta o, a lo menos, el tipo de joven sensitivo y sofiador. No es casual, por lo demds, este arranque a partir del més grande novelista europeo de la primera mitad del siglo KIX. La conexién resul- ta significativa en vatios aspectos. En primer Ingar, por el propésito ciclico que forja Blest Gana y del cual ya da cuenta en 1860; propésito ciclico que, a imitaci6n de la Comedia humana y de la historia revolu- cionaria y post-revolucionaria de Francia (1789-1848), quiere extender Blest Gana a su patria. En segundo término, este decenio de tanteos novelescos que va desde 1850 a 1860 es muy similar —guardando na- turalmente las proporciones que hay entre un coloso genial y un talen- tose escritor local— a Jos aiios iniciales de Balzac, que corren desde el esboza dramético de Cromwell, en 1819, hasta sus trabajos no firma- 18 Carta del 24 de junio de 1856. Cf. Ricardo Donoso: "Un amigo de Blest Gana: José Antonio Donoso”, p. 190. In; Homenaje da la Universidad de Chile a su ex Rector, don Domingo Amundiegui Solar, Il, pp. 177-200. Santiage, Imprenta Universitaria, 1935. 14 Se trata de una carta fechada en 1864. El texto preciso, en su pasaje pertinente, dice asi: “Tienes raz6n: desde un dia en que, ieyendo a Balzac, hice un auto de fe en mi chimeaea, condenando a las Mamas las impresiones rimadas de mi adolescencia, juré ser novelista...". XVI dos como folletinista. El arte de Balzac y la Comedia humana en patticu- Jat nacen, como se sabe, con Les chowans, en 1829, esa joyita que narra fas acciones contrarrevolucionarias de la Vendée en las provincias del Oeste francés. En tercer Ingar, se da también en Blest Gana un cielo novelesco concebido y escrito en una etapa post-revolucionaria. Lo mis- mo que Balzac escribe después de las jornadas de Julio, entre 1830 y 1848, y que Zola igualmente concibe su gran friso sobre el Segundo Imperic luego de ocurrida la Comuna de Paris, tambign Blest Gana, de un modo menor, empezard fo mds representative de su obra una vez apagados los estallidos “girondinos” de 1851 y de 1859. La novela burguesa es casi siempre —para glosar zftulos de Blest Gana— un intento de reconguista de los ideales perdidos. Vitalidad y canto del cisne se dan la mano en la mejor épica burguesa, pues la historia, en todes estos casos, potencia a la novela y ésta surge como un melancélico, a veces animado colofén de lo que ya, en Ja realidad, permanece exdnime. ¥ en cuarto lugar y finalmente: :Balzac o Stendhal? ¢Quién es, a la postre, de entre estos dos grandes realistas el de influjo mayor y decisive sobre Blest Gana? E] problema no es aqui un problema de fuentes o de modelos [iterarios; porque bien pudiera resultar que lo que es filoldgica- mente verificable, deba ser denegado en el plano, mas determinante, de las orientaciones y del sentido de esta novelistica. En categorias lukacsianas, parece claro que el espiritu liberal del arte de Blest Gana esrd en Jos antt- podas de la intransigencia jacobina de Stendhal." Y, sin embargo... Pero volvetemos a esio muy Juego, en relacién con la préxima etapa narrativa del autor, cuando aludamos a la unidad de significado que constituyen Martin Rivas y El ideal de un calavera. Por el momento, en esta su fase inicial, lo que predomina es la resistencia por parte del escritor a aceptar la reconciliaci6n con e] mundo. En esto residen los rasgos definitorios y, patadojalmente, la limitacién de sus primeras obras. Aparte de un aislado intento dramAtico (El jefe de la familia, 1858), Blest Gana escribe en este tiempo siete breves novelas, que distribuyen su ambientacién asi: 2 son de escenario parisiense (Los desposados, 1855, que ya hemos visto; y La fascinacién, 1858, enmarcada ésta en el mundo ele- gante y la vida artistica de Ja capital francesa); 4, de ambiente nacional y urbano (Una escena social, 1853; Engafios y desengafios, 1855; El primer amor, 1858, y Juan de Aria, 1859); y solamente una novela se asoma e incorpora elementos del paisaje rural (Un drama en ef campo, 1859). Sui- cidios, muerte, locura dan el tono mayoritario de los desenlaces, al par que fijah Ia nota truculenta y melodramatica de situaciones y episodios. ?* 15 V., en traduccién inglesa, sus Studies in European Realitm (New York, The Universal Library, 1964), especialmence su atticule “Balzac and Stendhal”. 26 A veces, muy a la manera de Dickens, el autor establece una correspondencia eonsciente entre la esfera de sus personajes truculentos y el bestiario febril de Ia nifiez. Este pasaje de Jaan de Aria es bien revelader: “Singular individuo, exclamd Juan en RVIL Eugtne Sue y Dickens se juntan aqui, sin divergencias nacionales, para nutrir personajes y acciones sentimentalmente recargados y deshacer el didlogo en retérica gesticulante. E] problema de fondo que afronta Blest Gana en estos relatos es la imposibilidad de conciliar sentimientos y realidad, el alma y la sociedad, el amor y el dinero. Vestigios de esta actitud persisti- ran en la préxima etapa, en relatos como El pago de las dendas (1861) y en Venganze y Martindn (ambos de 1864). Es evidente que, a estas altu- ras de su desarrollo, Blest Gana no ha logrado dar con una férmula ade- cuada para eso que él Ilama las “condiciones de la vida” y “sus incidentes ordinarios”. * Su dptica es unilateralmente idealista. Para captar la subs- tancia de la vida social, no sélo tendr4é que trabajar en las fabulas, en la técnica del didlogo y de Jas descripciones, en el trazado de caracteres, sino implantando todos estos elementos en un sdlido terreno material, en el te- rriterio histérico que le ofrece el Chile de su época. Iv EL ? DE DICIEMBRE de 1863, en carta dirigida al corresponsal ya mencio- nado, escribe Blest Gana: “aNecesitaré decirte que la mayor parte de las escenas y de los tipos de Ei ideal son tomados de la realidad? Ti sabes, o te lo diré por si lo ignoras, que desde que escribi La aritmética en el amor, es decir, desde que esctibi la primera novela a la que doy el cardcter de literatura chilena, he tenido por principio copiar los accidentes de Ia vida en cuanto el arte lo permite. Este principio lo he aplicado con particular esmero en El ideal de un calavera” 37 A la fecha de esa carta, Blest Gana ha publicado tres de sus novelas mas importantes, a saber: La aritmética en el amor (1860), Marti Rivas (1862) y El ideal de un calaverg (1863), Con posterioridad a estos aiios, sobrevendrd un extenso hiato en ‘su actividad literaria, debido principal- mente a sus funciones administrativas como Intendente de Colchagua y, mas tarde, a su trabajo diplomdtico desempefiado en Washington, Londres y Paris. Durante el perfodo -presidencial de José Manuel Balmaceda (1886- 1891) renunciard a su cargo como representante del gobierno chileno, para terminar su larga vida en Paris, en 1920. A este Ultimo periodo de su existencia pertenecen algunas grandes novelas suyas: Durante la Recon- quista (1897}, Los trasplantades (1904) y El Ince Estero (1909). Ellas sus adentros. {Qué tenemos ambos de comin? Nada por cierto, y sin embargo su vista me entristece como el anuncie de venideras desgracias. Hay en sus ojas algo de fatidico que me recuerda los monstruos que poblaban Jos suefios de mi nifez y cuando menos, parece la grotesca figura de Satands escapada de alguna vieja pintura de conyento” (Juan de Aria, p. 15. Santiago, Libreria Miranda, 1904). 18 Cf. Ricardo Donoso, art. cit, pp. 190, 199 passim. 1T Idem. p. 199. XVOI contienen una problemitica diferente, que desborda el propdsito de este prélogo. Sélo incidentalmente ser4én mencionadas mds adelante, por via de telacién con Martin Rivas. Las tres novelas mas destacadas de su segunda época poseen un rostro extremadamente unitario. Hay entre ellas interrelaciones que proyectan luz sobre cada obra en particular. Desde fuego, en su evolucién como novelis- ta Blest Gana da un paso decisivo con Martin Rivas, que —de nuevo— guarda un pesto intermedio respecto de las otras. Con La aritmética com- parte su dnimo dominante de conciliacién, con El ideal la materializacién de un trasfondo histérico-sacial que da densidad y amplitud a la narracién. Con Fortunato Esperanzano, el personaje de La aritmética, se emparenta Martin por su tropismo de encumbramiento social; y con Abelardo Man- rique, el héroe de El ideal, se hermana el deuteragonista Rafael San Luis. De este modo, la progresiva concrecién de la materia histérica determina que la figura burguesa, central en su novelistica, se desdoble en dos per- sonajes que el esctitor quiere ver como complementatios, pero que se le imponen necesariamente como antitéticos. Este Jano burgués tiene dos caras, la de] jacobino y la del liberal. Pero ellas son mas bien el alma y el cuerpo de una historia que ba exigido la muerte de unc para el triunfo confortable y prosaico del otro, El rebelde anti-portaliano de 1837 y el héroe girondino de 1851 caen vencidos en sus novelas; el burgnés, a pattir de esa misma fecha, sube vencedor en la escala social —vencedor salvado de las batallas, como Martin Rivas—. La parabola de este proceso es lo que veremos a continuacién. Vv La NARRACION de Martin Rivas transcurre entre fechas sefialadas con pre- cisién por el autor. Desde comienzos de julio de 1850 hasta fines de octu- bre de 1851 se despliega una peripecia novelesca que capta un momento politica culminante en la historia de Chile. Son los afios en que se gesta y prepara la primera revolucidn liberal, fendmeno colectivo de gran enver- gadura, que crece desde motines y sublevaciones castrenses hasta alcanzar una magnitud nacional, cuyas principales manifestaciones son Ia rebelién de las provincias nortinas, el levantamiento del Ejército del Sur y los sangrien- tos hechos protagonizados por Cambiaso en Punta Arenas. Hay un vinculo indisoluble entre estos episodios de la vida nacional y los acontecimientos franceses de 1848. Lo han destacado todos los histo- tiadores que se han referido al asunto, desde Benjamin Vicufia Mackenna hasta Francisco Antonio Encina, Este incluye, entre el conjunto de factores que explicarfa fa pénesis del movimiento, “la poderosa influencia de fa revolucién de 1848 y de la caida de la monarquia de Francia”. * Los acti- 18 Historia de Chile, t. 13, p, 139. Sandiago, Nascimento, 1949. RIX vistas de esta propagacién histdrica no son otros que los Ilamados girendinos chilenos, esos expatriados en Francia, como Francisco Bilbao o Santiago Arcos, que, en el seno de la Sociedad de la Igualdad, pondrdn un fermento de liberalistno exaltado y extremo. Esta gravitacién del acontecimiento internacional sobre la vida interna del pais la presenta claramente Blest Gana, utilizando nada menos que el pracedimiento del didlogo trenzado. Con su caracteristica frivolidad, el hijo de don Démaso se refiere a esos hechos: “En Paris hay muchos colores politicos —dijo Agustin—; los orlea- nistas, los de la brancha de los Borbones y los republicanos. —<¢La brancha? —pregunté don Démaso. —Es decir, la rama de los Borbones —repuso Agustin. —Pero en el norte todes son opositores —dijo don Démaso, ditigiéndo- se otra vez a Martin. —Creo que es lo mds general —respondidé éste’’, ** E] acontecimiento nacional es contemplado por el autor con diez afios de distancia. Sin embargo, hay que aclarar desde la pattida que el lapso que media entre el asunto histérico y su plasmacién literaria no puede ser conce- bide como un elemento puramente formal. De naturaleza histérica, por el contrario, determina que ese transcurso no sea algo homogéneo, sino que esté sometido y regido por les avatares politicos del momento. Esos diez afios que van desde 1851 a 1862 no constituyen una relacién, sino una ex- periencia; no implican meramente una distancia temporal, sino un distan- ciamiento ético. Significan un rechazo, en definitiva. Aqui reside la expli- cacién del disctimen temdtico que ha opcerado la novela sobre su materia histdrica. Efectivamente: Martin Rivas omite por complete la Revolucion de 1859 y recorta substancialmente los sucesos de 1851. Nada aparece en ella del magno levantamiento de las provincias, y toda su trama se centra en el motin de Urriola, el hecho capitalino por excelencia. El relato finaliza justa- mente en vispera de la expansién nacional de Ia sublevacién. Es, pues, este sistema de exclusiones y preferencias lo que llena de sentido esa perspectiva decenal. Y ello implica no sdlo prescindis cuidadosamente de la ingerencia familiar en Jas acciones revolucionarias (la de) hermano en 1859), sino, al mismo tiempo, privilegiar un acontecimiento dentro de un vasto y ramifica- do proceso politico. Es esta eleccién fundamental la que es necesario consi- derar con detalle. Ya es significativo lo que ocurte en La aritmética en ef amor. La critica se ha desconcertado ante su ‘segunda parte”, menos armada, segtin se ha dicho, y que no logra apresar todos los aspectos del mundo que promueve. No se ha destacado, sin embargo, un rasgo principalisimo: todo ese conjunto de inttigas que transcurre en una provincia innominada ¢s una especie de 18 Martin Rivas, p. 21-22 de esta edicién. XX

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