Josette siempre había soñado con bailar pero su esposo pensaba que ya era demasiado vieja. Secretamente practicaba ballet en casa aprovechando momentos en soledad. Observaba clases de danza llevando a su hija y aprendió mucho. Cuando su hija decidió dejar de bailar, Josette se sintió decepcionada. Después de que su esposo muriera, bailó para él usando un tutú que había hecho, finalmente cumpliendo su sueño.
Josette siempre había soñado con bailar pero su esposo pensaba que ya era demasiado vieja. Secretamente practicaba ballet en casa aprovechando momentos en soledad. Observaba clases de danza llevando a su hija y aprendió mucho. Cuando su hija decidió dejar de bailar, Josette se sintió decepcionada. Después de que su esposo muriera, bailó para él usando un tutú que había hecho, finalmente cumpliendo su sueño.
Josette siempre había soñado con bailar pero su esposo pensaba que ya era demasiado vieja. Secretamente practicaba ballet en casa aprovechando momentos en soledad. Observaba clases de danza llevando a su hija y aprendió mucho. Cuando su hija decidió dejar de bailar, Josette se sintió decepcionada. Después de que su esposo muriera, bailó para él usando un tutú que había hecho, finalmente cumpliendo su sueño.
Josette Baconnier nunca tuvo edad de bailar. Haba nacido en una familia de temperamento y de gustos rsticos, en la que cada da le prometan que bailara al da siguiente. Cuando el da siguiente lleg y pudo ir a su primer baile, conoci al hombre de su vida, que se cas con ella tras haber bailado juntos un nico tango. Le reclam otros ms, pero su esposo, que era el mejor hombre del mundo, responda a todos sus pedidos con un lacnico: Ya no es propio de nuestra edad. Josette se acostumbr a la idea de que era muy vieja para bailar... Aunque eso no hizo, que el deseo desa-pareciera. Pens que la maternidad la curara definitivamente y lo cierto es que en los ltimos meses de su primer embarazo no so ms con cabriolas, pero, no bien hubo nacido su hijo, se vio forzada a admitir que el deseo haba regresado. Y despus del nacimiento del tercero, este era ms fuerte an. Tuvo, pues, que vivir con l. Decidi bailar a escondidas. Hizo el clculo de los momentos de soledad disponibles en el da, y pens en aprovecharlos. Poda trabajar, a grandes rasgos, dos medias horas por da. Cada maana bajaba antes que los dems para preparar el desayuno en la cocina. Era el mejor momento. Mientras miraba hervir la leche, haca ejercicios de barra empleando el borde de la mesa. Los haca tan intensamente como su robustez se lo permita, y lo ms suavemente posible para no despertar a toda la casa. Su nico pesar era que deba hacerlos en pantuflas; las zapatillas de satn, asomando de su bata de nylon guatineado, no habran dejado de llamar la atencin. Para atenuar su decepcin, tena la costumbre, antes de empezar, de fingir que anudaba en torno a sus pantorrillas los lazos rosas de sus zapatillas imaginarias. Era el gesto mgico que le permita entrar en la realidad de su sueo. Los ejercicios matutinos eran muy rigurosos. Se impona a s misma una serie de ejercicios de estiramiento, luego algunas series de fouetts y de entre-chats. La fantasa y la improvisacin estaban excluidas. Al bajar por la escalera, unos veinte minutos ms tarde, sus hijos y su marido la encontraban sentada a la mesa, tranquila, la tez rozagante y el apetito abierto. En su jornada haba un segundo momento de relativa calma al regresar del trabajo, al final de la tarde, antes de que su esposo volviese y mientras sus hijos hacan los deberes en la primera planta. Entonces daba rienda suelta a su pasin, pero nunca sobrepasaba los lmites de la alfombra que sofocaba el ruido de sus saltos. Al principio, no se senta muy segura de su tcnica y no se atreva a comprar libros que hubiesen traicionado su secreto. Se las arregl por lo tanto como pudo hasta el bendito da en que su nica hija, Micheline, cumpli los seis aos. Con la excusa de que una nia debe saber bailar y que no debe aprender en cualquier lugar, fue a la ciudad y visit todos los cursos de danza que encontr. No era sectaria: le gustaba la danza en general y se dirigi tanto a las salas de danza clsica como a las de danza moderna, popular o jazz. Fue como un cuento de hadas. La pesquisa dur dos sbados que para Josette Baconnier fueron das inolvidables. Con su hija aterrorizada, aferrada a su falda, vio desfilar unas legiones de ratitas en tut corto, unas oleadas de bailarinas, delgadas como juncos y con casacas de color. En la roja penumbra de un curso de tango, vio ondular vestidos con volantes, vio combarse unas espaldas de toreros, vio brillar unos ojos achinados. Por todas partes oa una msica atronadora, esa msica esencial de la que se hallaba privada. Ya que estaba fuera de toda cuestin que ella pusiera un disco durante sus sesiones de trabajo, excluido incluso canturrear una meloda o contar en voz alta los compases. Aprovech su pesquisa para archivar la mayor cantidad de imgenes posibles, para almacenar una provisin de movimientos inditos que a continuacin repeta delante del horno. Escogi para su hija un curso de danza clsica y la acompa a su primera leccin. Muy pronto tuvo que rendirse ante las pruebas: Micheline era pata dura y nada en ella dejaba prever una futura estrella de la pera de Pars. A la pequea, de hecho, le gustaba muy poco el ejercicio, se aburra mortalmente y no entenda qu inters poda haber en estirar de esa forma los msculos de los muslos. Pero era una buena nia y se esforz. Josette aprendi mucho. Observaba tanto, tanto, y participaba con tal ardor interior que acababa las lecciones ms molida que su hija. Pronto se convirti en una especialista en ballet clsico. Mientras Micheline se duchaba y repeinaba, ella asista a los cursos de las mayores que preparaban una gran fiesta de fin de ao. La televisin tambin era para Josette una fuente de valiosas informaciones. Sin embargo deba utilizarla con ms precaucin. Cada vez que unas bailarinas aparecan en la tele, su marido deca: -Mira cmo gesticulan las imbciles! Frase que sus hijos repetan, por supuesto, para imitar a pap. Ella, por norma, sola ubicarse de pie, detrs del sof en el que todos se hallaban apoltronados, para que no pudieran ver brillar sus ojos, y no se perda ni una migaja del espectculo. As fue como descubri a Bejart, Carolyn Carlson, las estrellas del Bolshoi, Jorge Donn, Maia Plisetskaia y Les Clodettes. Una noche, una bailarina ejecut un movimiento tan perfecto y tan curioso que no pudo resistirse a la tentacin de intentarlo en el acto. Se lanz, lo ms discretamente que pudo, y cay redonda detrs del sof. Haba calculado mal su impulso. Afortunadamente para ella, la familia pens en una descompostura, la tendieron sobre el sof, le pusieron en la frente unas compresas de agua fra. Desafortunadamente para ella, apagaron tambin el televisor.
Su hija cumpli quince aos. Su figura se afin, sus piernas se
alargaron y encontr un lugar entre las grandes. Llegado el momento, prepar una gala. Josette se fue agotando. Ensayaba mentalmente de la maana a la noche cada encadenamiento, le an-gustiaba la idea de un pblico, tena miedo de que las compaeritas no estuvieran a la altura... A cuatro meses del acontecimiento, decidi no perder ni un minuto ms y confeccionar ella el tut romntico. Trabaj sin tregua. Y, como su hija no estaba all, se lo prob ella misma. La gala ira tal vez a convertir a su marido. A lo mejor, viendo bailar a su hija, se dejara llevar y cambiara de parecer; a lo mejor pronto tendra un hogar lleno de msica, en el cual todos podran bailar a su antojo... Cuando Micheline lleg en el mnibus del sbado, Josette se abalanz sobre ella, la arrastr a su habitacin y, radiante, le entreg el tut. La jovencita no mostr entusiasmo alguno. La decepcin de Josette fue terrible. Pero recibi otro golpe an ms terrible: Micheline le anunci con calma su irrevocable decisin de no participar en la gala y de no bailar ms. Fue un duro impacto. Josette envolvi cuidadosamente el tut en un papel suave, lo guard en el armario del espejo y no habl nunca ms del tema. Durante todo el fin de semana, apret en su bolsillo un pauelo hecho una bola y refunfu bastante. No estaba enfadada con ella, pero le pareca una pena haber llegado tan lejos y abandonar slo a pocas semanas de la gala... Debi pasar algn tiempo para que se recobrara de la decepcin. Ya no tena ningn motivo para asistir a los cursos y, sin pasin, se puso a bailar en sus recuerdos. Josette, volvi a tener coraje el da en que el menor de sus hijos parti tambin a la ciudad. Entonces pudo darse el lujo de correr el sof y de poner msica. Tuvo la sensacin de estar haciendo serios progresos.
Josette estaba de visita en casa de una amiga cuando su marido
muri por culpa de un pequeo mal paso en un andamio. La vinieron a buscar y corri a toda prisa hasta la obra, sin ponerse ni siquiera el impermeable. Sinti una pena espeluznante. No haba pensado que la muerte fuese as. Se habra quedado con gusto a solas con su esposo por algunas horas, pero no tuvo ni un segundo libre. Debi arreglar los detalles del entierro, hacerle firmar los papeles al doctor, lavar el cuerpo, vestirlo, ordenar la casa, encargarse de las flores, conseguir la capilla ardiente, avisar a la familia y sobre todo soportar las condolencias de todas y de todos, detenerse mil veces para escucharse decir que era una desgracia, que los mejores son quienes parten primero... Se refregaba los ojos, respiraba hondo y parta rumbo a sus obligaciones. Durante todo el da, una idea la persigui: se odiaba por no haber sido ms perfecta con su esposo. Se odiaba en especial por no haberle dicho todo y por haber guardado en secreto una parte tan importante. Cien veces haba tenido la intencin de confesarle todo, y cien veces la haba pospuesto. Ya senta instalarse un nudo de remordimientos, con el cual tendra que convivir en adelante. La jornada pas como un remolino. Micheline y los varones llegaran al da siguiente. Hubo tanto y tanto que hacer que Josette slo tuvo un respiro despus de medianoche. El pueblo estaba dormido. La capilla ardiente pona una mancha de luz anaranjada en la casa silenciosa y negra. Josette permaneci largo rato en el umbral de la pieza, a solas por primera vez. Gruesas lgrimas silenciosas corran por sus mejillas. No senta ms el cansancio, de tan cansada que estaba, y los remordimientos, all en la penumbra, resurgan para torturarla. Despus de un largo momento mirando el cadver, se dirigi al armario apoyando apenas las puntas de sus pantuflas. Se desvisti frente al espejo, conservando tan slo sus bragas y su camiseta de tricota. Abri la puerta y extrajo del papel el preciado tut. Lo at a su cintura, tir hacia atrs los cabellos que sujet con ayuda de una peineta y le ofreci a su esposo muerto su primera gala. Le mostr todo cuanto haba aprendido, todo cuanto saba, bail mejor que en un sueo, mejor que con un disco... Su tut, al girar, haca mecer las llamas de los cirios, alargando su sombra en las paredes. Mantuvo los ojos cerrados, la cabeza gacha, los bazos arqueados. Los fouetts borraron toda fatiga, las puntas alejaron sus temores. Tena en su cabeza toda la vida y toda la msica posibles, todos los violines de Viena, todas las orquestas de todas las peras, e iba llenando la habitacin silenciosa con el terrible crujido de sus rodillas.
Paul Fournel (Francia)
Breve resea sobre su obra
Escritor francs nacido en Saint-Etienne en 1947.
Fue profesor universitario, editor y director de la editorial Ramsay, miembro del colectivo de escritores Oulipo, agregado cultural de la Embajada de Francia en El Cairo. Actualmente es director literario del Centro Regional de las Letras Languedoc- Roussillon. Entre sus obras figuran L'Equilatre (1972); Les Grosses rveuses (1981); Un homme regarde une femme (1994); Foraine (1999); Timothe dans l'arbre (2003) y el ensayo autobiogrfico Besoin de vlo (2001).
El tut aparece recopilado en Nouvelles, Antologa del nuevo cuento francs editado por Pginas de Espuma.