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El Soda frunci el entrecejo. Ya tena una buena ancdota para contarles a los
muchachos y la cosa vena lo suficientemente interesante como para
continuarla. Se levant resoplando, se baj las medias y camin despacio hasta
pararse al lado del viejo.
Vea usted el viejo seal ahora hacia el arco contrario, al que estaba por
llegar un crner el relumbrn intenso de las camisetas nuestras, amarillo
cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia
de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume tambin ese
azul por la transpiracin, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas
giles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un
Bacon. Entrecierre los ojos y aprcielo as Bueno Eso, eso es la pintura.
El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero slo vea que los rivales se
venan con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del rea defendida por
De Len.
El Soda aprob con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando l les
contara aquella charla inslita con el viejo, luego del partido, si es que les
quedaba algo de nimo, porque la derrota se cerna sobre ellos como un ave
oscura e implacable.
Cobr penal? abri los ojos el viejo, incrdulo. Dio un paso al frente,
metindose apenas en la cancha. Qu cobrs? grit despus, desaforado
. Qu cobrs, refer y la reputsima madre que te pari?
El Soda lo mir atnito. Ante el grito del viejo pareca haberse olvidado
repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El
viejo estaba lvido mirando al rea, pero enseguida se volvi hacia el Soda
tratando de recomponerse, algo confuso, incmodo.