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1 Yaa, Fe Os ee, eel Gee Om Oe ee OS Ger by Ary as an pee ay Go Ge Car Pas aero 2) POOL dep kOe PoWsims ll hope c sia ae (C. Jul ost in Ree SOE) ete] ia ete ara ala COTE ERMC Rete Rte lca politica, Confucio renuncié repentina- mente a su Cargo y se puso en camino sin ninguna perspectiva y con muy poco CTT com Oy ss ERM Chae ROM CatC once ey OTetoiem meterecoRrilo sm mere le Ko cate co} Ce aririeced PCat core oats eer teste EUs Con mn nniacek (cM thie e cecum Leto) Petey ie Stam CCOIEME cot sm TORT rma Croce Mermeterse Mtr Mt CmS EC) PrcreMee ese can toners Ocott rat PUL ye Re oo ORS ea Ceo a ee proximo a los niveles mas elevados, aunque no por los motivos habituales. No buscaba unos nuevos ingresos ni un cargo Ces Wa Tota Gs Co STE Ta Cer TC POS e CRN e Ttln CM oct heer ts Pata ccs ey eee Cennanenter Ons tem petro in Bere Reenter ica enter ccem enn iteG) concibié su pensamiento sobre la palabra hablada con todos los matices de la Soar mee ter Mente Cnn Otic ae a eecet raccoon como nadie lo ha hecho hasta ahora.» Harold Bloom ISBN: 978-84-8 Wi Annping Chin, doctorada en Matemiaticas por la Universidad de Michigan y en Pensa- miento Chino Clasico por la Universidad de Columbia, es una de las mas reconocidas especialistas en cultura, filosofia y tradicién. chinas. Profesora en la Facultad de Historia de Yale (EE.UU), donde ensefia Confucia- nismo, Taoismo e Historia, es autora de va- rios libros y articulos donde analiza las raices y la evolucién de la cultura china desde la Antigiiedad hasta nuestros dias. Disefio de acubiert:Jason J. Heuer Imagenes dela cubierta: Idemitsu Museum of Arts ‘Adaptacin del cubierta: Jordi Gonzilez Castells Sineiiatia Asotin Nei Roan ANNPING CHIN E] auténtico Confucio Vida, pensamiento y politica TRADUCCION DE JOSE LUIS GIL ARISTU [pp EDICIONES PENINSULA BARCELONA 1 jal inglés: The Authentic Confucius © Annping Chin, 2007 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacién escrita de los titulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informético, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo pablicos. Primera edicién: febrero de 2009. © de la traduccién: José Luis Gil Aristu, 2009 © de esta edicién: Grup Editorial 62, $.L.U., Ediciones Peninsula, Peu de la Creu 4, o8001-Barcelona. correu@grup62.com grup6z.com victor 1Gvat - fotocomposicin LIMPERGRAF - impresin DEPOSITO LEGAL: B. 864-2009 IsBN: 978-84-8307-810-5 Para Jonathan, Meimef y Yar «y Bruto, cuando el cielo y la tierra conspiraban contra ély contra la libertad romana, robaba algunas horas de sus ron- das nocturnas para leer y anotar a Polibio con total seguridad. MICHEL DE MONTAIGNE Sobre la experiencia {NDICE Agradecimientos Dinastias chinas Prélogo Introduccién Adiés al hogar Familias y politica Los compafieros Andanzas EI regreso Ensefianzas Los ritos de la vida y de la muerte . Los defensores Epilogo Swany Ps Notas Nota sobre las fuentes Bibliografia Indice temitico 11 13 15 19 29 45 93 119 159 187 223 245 279 281 31I 313 321 AGRADECIMIENTOS Las personas a quienes més debo son mis padres, que crearon para nosotros un mundo, primero en Tainan (Taiwan), y luego en Richmond (Virginia). Ellos me transmitieron el amor por los textos clasicos y la fuerza para valerme por mi misma. También han sido importantes para mi los estudiosos a quienes conoci en China y Taiwén en los tiltimos cinco afios, asi como los que pertenecieron a tantas generaciones anterio- res a ellos. Es dificil expresar en palabras la influencia que han ejercido sobre este libro. El hecho de hallarme en su presencia bastaba para imbuirme de responsabilidad y afiadir apremio a mi trabajo. Mis propios estudiantes han resultado igualmente estimulantes. Su interés por Confucio me hacia mantenerme concentrada en la labor. Me siento especialmente agradecida a John Delury, con quien mantuve numerosos debates sobre los primeros fildsofos. John me acompafié, ademas, en mi viaje a Qufu. Nuestra gira se vio obstaculizada por las nieblas y estu- vo llena de riesgos, pero nunca carecié de amenidad. Es proba- ble que sin John no hubiese hallado el camino de vuelta a casa. Como en otros momentos del pasado, Andrew Wyliy me apoyé del principio al fin. Nan Graham y Samantha Martin me brindaron sugerencias importantes e hicieron que el libro ganara en claridad. Janet Fletcher fue, una vez més, perspicaz y meticulosa en la correccién del manuscrito. Obtuve un gran provecho de los comentarios de Li Feng y Liang ‘Tao. Tao Yang, Ya-hwei Hsu y Masato Hasegawa me ofrecieron una 13 AGRADECIMIENTOS ayuda fundamental en la fase final del libro. También tuve la suerte de contar con el apoyo de Abraham Parrish, conserva- dor de mapas de la Yale Library, cuya generosidad con su tiempo y su paciencia no pudo haber sido mayor. Finalmente, doy las gracias a mi esposo, Jonathan, y a mis hijos, Meimei y Yar. Ellos me han hecho més rica. También son la causa de que me sienta inquieta ante el temor de no ha- ber estado a la altura de sus expectativas. A ellos les dedico este libro. 14 DINASTIAS CHINAS Dinastia Shang (1570-1045 a.C.) Dinastia Zhou (1045-221 a.C.) Zhou occidental (1045-771 a.C.) Zhou oriental (771-221 a.C.) Periodo de Primavera y Otofio (771-481 a.C.) Periodo de los Reinos Combatientes (481-221 a.C.) Dinastia Qin (221-207 a.C.) Dinastia Han (202 a.C.-220 d.C.) Han occidental (202 a.C.-9 d.C.) Han oriental (25-220) Seis dinastias (220-589) Dinastia Sui (589-618) Dinastfa Tang (618-906) Cinco dinastias (907-960) Dinastia Song (960-1279) Song del norte (960-1126) Song del sur (1126-1279) Dinastfa Yuan (1279-1368) Dinastia Ming (1368-1644) : Dinastia Qing (1644-1912) EL AUTENTICO CONFUCIO PROLOGO Confucio dirigié todas sus fuerzas a vivir lo mejor que sabia. Su tinico deseo era que se le concediesen unos pocos afios mas de vida. Asi, «si llego a los cincuenta», decia, «seré quiz4 capaz de comprender los principios del cambio y podré librarme de cometer errores graves». La instruccién y el deseo de perfec- cionarse, junto con la conciencia de que la vida presente era la uinica oportunidad que tenia de satisfacer su deseo y su pro- mesa, fueron, por tanto, sus rasgos distintivos. Tal vez hubo otras personas, otros contempordneos suyos, que quisieron lo mismo, pero nadie lo ansiaba con tanta fuerza como Confucio ni estaba decidido a examinar tan atentamente todos los cono- cimientos que le habian sido transmitidos—historia, poesia practicas rituales y musica—para poder entender qué habia de esencial y duradero en la naturaleza humana y cuél era el des- tino de la humanidad, y «librarse de cometer errores graves». Los hombres como Confucio no estén destinados a la fama. Sus preocupaciones carecian de atractivo inmediato. En efecto, ¢quién querria, en definitiva, trabajar duramente para llegar a conocerse y reformarse, cosas ambas que no brinda- ban ni un alivio frente a la inseguridad de la vida ni un con- suelo cuando la muerte pareciese inevitable? Hasta los propios admiradores de Confucio le decian que sus fuerzas se agota- ban cuando intentaban seguir su camino. Sin embargo, el he- cho de contar con unos pocos oyentes dispuestos a reflexionar sobre lo que se les habfa dicho y exponer al mundo los méritos 19 PROLOGO encerrados en aquellas palabras iba a dar al hablante una opor- tunidad de demostrar su importancia incluso después de su muerte. Esto es lo que ocurrié con Confucio, quien, no obs- tante, se habria sentido asombrado al comprobar el alcance de su influencia con el paso del tiempo y la altura del arbol plan- tado por él en un mundo que dejé en un pasado lejano. Tam- bién Je habria inquietado el uso desmedido de cada una de sus declaraciones y las historias escritas sobre él—incluso las des- tinadas a exagerar su estatura. Hasta mediados del siglo xx, China era tan inseparable de la idea de Confucio que el proyecto de gobierno y sociedad de ese pais, su concepcidn del individuo y de las relaciones hu- manas y su modelo de cultura e historia parecian tener su ori- gen exclusivo en la mente del pensador. Para personas ajenas, como nosotros, Confucio evoca no sélo China sino también determinadas nociones como las de familia, educacién, maes- tro, estudioso, erudicién, refinamiento, humildad, civilidad, orden, obediencia, padre, mujeres oprimidas, represién de los impulsos, aquiescencia, timidez y debilidad. Le atribuimos to- dos los errores y aciertos de China porque, en realidad, no lo conocemos. Esta es la razén que me ha Ilevado a escribir el presente libro. Deseaba conocer a Confucio y queria que el li- bro fuera un descubrimiento. Desde el inicio de mi carrera docente me atrajo su pensamiento, su amor por el aprendizaje y su esfuerzo por poner la idea de la moral al alcance del ser humano. Pero, al mismo tiempo, deseaba tenerlo a él a mi al- cance; queria que me introdujera en sus ensefianzas. Y asi, du- rante dos décadas, recorrf libros antiguos, junto con sus co- mentarios, explorando pistas que pudieran aportar algo més sobre Confucio. Mientras escribia mi libro, ese impulso se con- virti en una bisqueda més rigurosa de un Confucio auténtico. Confucio nacié en 551 a.C., hacia el final de una época de- signada por los chinos con la expresién de «la Primavera y el Otofio». Su apellido familiar era Kong; recibid como nombre propio el de Qiu, y como nombre de cortesia el de Zhongni. 20 PROLOGO Desde el siglo xvn, el maestro Kong, o Konfuzi, ha sido cono- cido en Occidente por la forma latinizada de Confucio. La re- gién que consideraba su patria era Lu, un Estado regional del nordeste de China—uno de los muchos vinculados a la corte imperial de la dinastia Zhou por la historia, la cultura, los la- zos familiares y el deber moral—. Disponemos de material su- ficiente sobre el estado de Luy la historia de los Zhou—espe- cialmente para la segunda mitad de esa larga dinastia, la Zhou © Oriental, periodo perteneciente a nuestra época histérica—, pero las fuentes relativas a la vida de Confucio escasean, pues . tuvo una débil vinculacién con los poderosos de su tiempo y un cometido poco importante en sus empresas politicas, por lo que es raro que se le mencione en sus documentos. Aun asi, ° tomé desde muy pronto la decisién de que la historia que de- seaba contar deberfa provenir de esas fuentes. Si eso significa- ba la existencia de lagunas importantes en mi versién, tendria que aceptarlo. La laguna més notoria es la relativa a la esposa y al matri- . monio de Confucio. Algunas exposiciones tempranas sobre la vida de Confucio dan a entender que su matrimonio acabé en divorcio, pero no podemos saber con certeza si fue asi, pues esas fuentes fueron escritas al menos trescientos afios después de los hechos. Nuestra tinica posibilidad es presentar el divor- cio como una hipotesis entre otras. Més atin, determinados asuntos, como las relaciones matrimoniales y el divorcio, que para nosotros son de gran interés, no lo eran necesariamente para Confucio y sus contempordneos; y, aunque lo hubiesen sido, no sabemos en qué sentido y medida lo fueron. Sin em- bargo, estas lagunas no constituyen una terrible pérdida. Po- demos decir, incluso, que son el antidoto para la presunci6n. Asi lo pensaba el propio Confucio, quien dijo, «Soy lo bastan- te viejo como para haber visto escribanos (shi) que dejaban un espacio en blanco cuando no estaban seguros acerca de una palabra, y duefios de caballos que encomendaban la conduc- cién a profesionales. Hoy en dia no se dan tales casos». En 21 PROLOGO China, los escribanos asumian a veces las responsabilidades de los historiadores. Si tenemos en cuenta la observacién de Confucio sobre los escribanos de su tiempo, no deberfa sor- prendernos encontrar historiadores que tres siglos mas tarde hacfan lo mismo que ellos: rellenar los vacios que deberfan ha- ber dejado en blanco. Una vez aceptado que sélo disponemos de fragmentos, se- remos mis capaces de centrarnos en lo que tienen que decir- nos: tal vez no divulguen muchas cosas sobre la vida personal de Confucio, pero ofrecen unos fundamentos y unas bases mas que suficientes para descubrir a nuestro hombre. Las dos fuentes fundamentales de este libro son las Analectas (Lunyu) y el Comentario de Zuo (Zuo zhuan). Las Analectas son la obra mas estrechamente asociada a Confucio. Mas que de un libro, se trata de una recopilacién poco trabada en veinte secciones, en la cual se pueden encontrar muchos tipos de informacién so- bre Confucio: fragmentos de un diario de sus actividades y su ocio; partes de conversaciones mantenidas con personas a quienes conocia muy bien 0 con las que se encontraba por ca- sualidad; observaciones y valoraciones suyas (a veces descon- textualizadas), y de otros acerca de él. Esta recopilacién nos permite por si sola saber qué pensaba Confucio de los héroes antiguos y de sus contempordneos; qué le indignaba o irritaba, qué le encantaba o embelesaba, qué le parecian las competi- ciones de tiro con arco, la misica y los misicos, la poesia y la charla, y cual era su concepcién de la naturaleza y las capaci- dades humanas. En conjunto, las Analectas se niegan a presen- tar a Confucio como agente de sus propias ensefianzas: en ellas no se hermoseaba ni se privaba de provocar sorpresas. En consecuencia, nos beneficiamos de la sensibilidad de sus edi- tores, pero también Confucio sale beneficiado. La idea de reunir esas informaciones en una coleccién se plasmé, probablemente, durante los cien afios, mas o menos, que siguieron a la muerte de Confucio. Ignoramos quiénes pudieron haber sido sus primeros compiladores. S6lo un pu- 22 PROLOGO fiado de sus seguidores aparecen con bastante claridad al co- mienzo y al final del libro. Sospechamos, pues, que fueron los iniciadores del proyecto—que aquellas personas llevaron a cabo el primer intento de transmitir su conocimiento de un hombre que no deseaban ver olvidado por el mundo. La segunda fuente, el Comentario de Zuo, cubre el periodo de Primavera y Otofio de la historia china, del afio 722 al 468. Se trata de un zhuan, una serie de explicaciones y comentarios alos Anales de la Primavera y el Otomo, crénica oficial del Esta- do de Lu. Al ser un documento oficial, la crénica recoge tini- camente sucesos con derivaciones politicas relevantes: asuntos entre Estados, bodas y defunciones de soberanos regionales, pormenores acerca de los consejeros principales, éxitos y fra- casos de misiones importantes, pactos y expediciones, destie- rros y ejecuciones, levantamientos y usurpaciones, sacrificios a los antepasados y presagios de la naturaleza. La estructura, sin embargo, es esquemitica, y el contenido tan conciso que deja de lado casi cualquier drama humano. El Comentario de Zuo in- tenta completar los detalles—explicaciones del tipo de por qué estallé una guerra o fue despedido un consejero—. Pero, a pesar de que la organizacién de esta obra complementa la cr6nica a cuyo servicio se compuso—siguiendo una serie en- trecortada de entradas individuales—, la mayor parte de lo es- crito en cada entrada posee las caracteristicas de una narra- cion. En esta historia destacan los didlogos y los discursos, que dan vida a los hombres y mujeres que aparecen en ella y nos permiten deslindar lo débil de lo fuerte, lo auténtico de lo pro- bable. Y lo logran sin artilugios retoricos. En este sentido, el Comentario de Zuo tiene mucho en comin con las Analectas, cuya fuerza radica también en lo que las personas se decian y en lo que otros les oyeron comunicarse. El Gomentario de Zuo explica también la procedencia de Confucio; no sus antepasa- dos familiares, sino sus orfgenes culturales y el acicate de sus impulsos morales: cual fue, por ejemplo, el motivo de que Confucio pensara que un conocimiento profundo de la poesia 23 PROLOGO podfa incrementar el capital moral de la persona y, al mismo tiempo, favorecer su posicién politica. Confucio no pretendid ser original. Y nos lo hizo saber cuando dijo: «Soy un trans- misor, pero no un creador. Me agrada mucho la antigiiedad porque tengo fe en ella». En cierto momento, cuando mi proyecto se hallaba ain en paiiales, me planteé la posibilidad de incluir muchas mas his- torias sobre Confucio escritas antes del siglo 1. Pensé utilizar- las como se hace con las fuentes primarias y permitirles que me ayudaran a dar forma a la vida de Confucio. Pero una lec- tura més atenta me convencié de que la mayorfa de aquellas historias eran inventadas y, por tanto, abandoné la idea, excep- to en casos en que mi instinto y mi conocimiento de la época me persuadieron de que la imaginacién del narrador habia captado algo verdadero. Mi guia en esos casos fueron las Ana- lectas. Esta fuente no es, en absoluto, un auténtico informe, pero nos dice mucho acerca de Confucio ya que esboza lo que parece ser una semblanza suya. Sin las Analectas como criterio para juzgar su persona, el Confucio histérico se habria desva- necido en las creaciones posteriores que lo plasmaron, por mas espléndidas que puedan ser. Finalmente debo mencionar la obra de Sima Qian, histo- riador de la dinastfa Han, en el siglo 1 a.C., y el primero en in- tentar componer una larga y ambiciosa biograffa de Confucio que sigue siendo el criterio normativo de la historiografia chi- na. Dado que Sima Qian se hallaba cronolégicamente mucho més cerca de Confucio que nosotros (quinientos ajios, frente a dos mil quinientos), si cuestionamos su exactitud en algtin punto, deberemos estar en condiciones de decir por qué la po- nemos en duda. Sin embargo, segtin sabe quienquiera que lo haya leido, Sima Qian era un historiador sumamente dispues- to a utilizar la imaginacion para que le ayudara a recrear el pa- sado. En su busqueda de una anécdota y de sus personajes, no dejaba que le pesaran las trabas de la historia ni que le pertur- baran los vacfos existentes en las crénicas. Su vida de Confu- 24 PROLOGO cio fue sdlo uno de los mas de cien estudios biogrdficos que in- tegran su obra. Nuestro conocimiento de su manera de traba- jar nos permite contemplar con mayor cuidado las cuestiones que pas6 por alto, pues, para él, inventar hechos nuevos o aportar algunos pasajes de transicion constitufa un empleo del tiempo mejor que el dedicado a la busqueda de la veracidad. Una parte importante de mi versién de la vida de Confucio es, por tanto, una respuesta a la de Sima Qian. Mi exposicién no es un relato continuo como el suyo; las lagunas de mi libro re- flejan las existentes en las fuentes. Mi narracién arranca alrededor del afio 500 a.C., momen- to en que Confucio aparece en los documentos histéricos. China se hallaba en un periodo deprimente. Se sentfa vieja y abatida, y su impaciencia por cambiar era tal que estaba dis- puesta a renunciar a cuanto tenia de bueno y a todo lo que le habia servido y dar una oportunidad a cualquiera. Confucio se hallaba entonces en la cincuentena. Habja reflexionado mu- cho sobre qué era la virtud y qué practicas de gobierno podian ser justas y eficaces, y acababa de implicarse en actividades po- liticas serias. Tras haber calculado mal la fuerza de sus adver- sarios en un enfrentamiento en [a corte de Lu, opté por mar- charse. La primera mitad del presente libro trata de sus afios de andanzas y de los tres o cuatro hombres que le siguieron rumbo a lo desconocido. Aunque estas personas se referian a si mismas como discipulos suyos, eran mas bien una especie de aprendices convencidos de que, si se instrufan con Confucio y se mantenjan a su lado, también ellos podrian adquirir sus des- trezas y su manera de ser. En el curso de este viaje, Confucio se habria sentido perdido sin sus compaiieros, y sus atributos habrian sido menos definidos si quienes viajaban con él no hu- biesen estado presentes para sacarlos a la luz, Al comienzo de mi libro, intento también situar a Confu- cio en la historia de su Estado natal durante el periodo de Pri- mavera y Otofio en un capitulo que titulo «Familia y politica». Confucio era consejero. También tenia conciencia histérica 25 PROLOGO del pasado. Sélo la historia de los primeros consejeros, en es- pecial la de los de su propio Estado, puede ayudarnos a enten- der por qué siguié aquella vocacién y qué relacién tuvo con sus ensefianzas. La segunda mitad del libro comienza con el regreso de Confucio al hogar tras catorce afios de un exilio autoimpues- to. Mi exposicion lo Ileva hasta su retiro de la politica y hasta los tltimos afios de su vida; a partir de ese momento, seguiré describiendo lo que, a mi entender, fueron sus ensefianzas. EI libro concluye con su muerte y con la presentaci6n de dos pensadores de los siglos 1v y u1a.C., Mencio y Xunzi, quienes, partiendo de la visién original de Confucio, trazaron unas sen- das més claras para quienes pretendiesen llevar una vida mo- ral. Ambos fildsofos disentian en muchas cosas, pero sus dife- rencias fueron agrandadas considerablemente en los terrenos intelectual y politico durante los dos mil trescientos afios si- guientes, lo cual los hace merecedores de nuestra atencién. Mientras trabajaba en este libro ocurrieron en China cosas extraordinarias en el campo de la arqueologia y los estudios textuales al salir a la luz dos lotes de manuscritos sobre la prac- tica de la moralidad y el pensamiento politico escritos en tiras de bambi: uno, desenterrado por arquedlogos; y el otro, sus- traido por ladrones de tumbas y vendido luego en los merca- dos de antigiiedades de Hong Kong, hasta que las tiras fueron compradas por el Museo de Shanghai en lotes sucesivos. Los textos habfan sido escritos hacia la época de Mencio y Xunzi, en el afio 300a.C. 0 en fechas previas, antes de la unificacién de China, en un tiempo conocido en la historia como periodo de los Reinos Combatientes. Desde su descubrimiento en 1993, los paledgrafos los han examinado minuciosamente y han de- batido sobre el significado de su insélita caligrafia y la serie de sentencias, en especial cuando los textos estan incompletos o tienen lagunas evidentes 0 cuando una tira de bambi consti- tuye s6lo un fragmento de su anterior estado. Entretanto, his- toriadores y filésofos especializados en la China primitiva han 26 PROLOGO seguido con gran interés los estudios publicados sobre esos materiales, pues saben que los textos desenterrados pueden contarnos un ctimulo de cosas sobre la mente china antes del inicio de la época imperial. Creen, ademas, que dichos textos cambiardn nuestra manera de entender la literatura de la tradicién heredada, incluidas las Analectas de Confucio, el Co- mentario de Zuo, los clasicos confucianos y los escritos atribui- dos a muchos fildsofos del periodo de los Reinos Combatien- tes. También yo he participado en pequefia escala en esta empresa colectiva durante los tiltimos seis afios. Entre los cua- renta y cinco textos publicados (dieciocho del primer lote, y veintisiete del segundo), Confucio se halla presente en ocho, a menudo junto con un discipulo. Estos textos atrajeron mi in- terés, como es natural, pero todo cuanto aparece en las dos co- lecciones ha influido en el presente libro. Un paledgrafo chino a quien conocf me hablé de los ries- os que se corrian al retirar del bambi la vieja capa de sucie- dad. Mientras las tiras se hallan en la soluci6n detergente, de- cia, y las palabras comienzan a surgir, algunas se separan, literalmente, de la superficie de bambu en un intento de esca- par o liberarse desapareciendo. Es la imagen que mejor me ha hecho concebir las palabras como cosas vivas. Algiin tiempo después, expresé un deseo. Aunque acepto la transitoriedad de la vida, dije entonces, quiero que las palabras sean una excep- cién; no todas, pero si, sin duda, las palabras de los clasicos y de la historia, las palabras de los poemas antiguos, las palabras de los filésofos y las palabras de Confucio. Deseo que pervivan a nuestro alcance para que podamos degustarlas una y otra vez y jugar en nuestra mente con su fragancia. 27 INTRODUCCION En una visita reciente a China tuve la oportunidad de hablar con un grupo de estudiantes de ensefianza media de Zoucheng, ciudad de la provincia de Shandong situada a sélo veinte kil6- metros de Qufu, lugar de nacimiento de Confucio. Zoucheng fue la patria de Mencio, el seguidor de Confucio. Aquellos estu- diantes querian saber qué pensaba de la ultima campajia de su gobierno para crear «una sociedad armoniosa» que mantuviera «vinculos arménicos» con el mundo exterior: si guardaba algu- na relacién con las ensefianzas de Confucio y si el conjuro de su nombre en dicha campaiia tenia algo que ver con el Confucio histérico. Y como dedicaban casi todas las horas de su existen- cia a preparar el examen ferozmente competitivo de ingreso en la universidad, preguntaron también si lo que hacian afectaba de alguna manera a la btisqueda de la armonia en un Estado co- munista y a la posibilidad de encontrar en él a Confucio. Aquellos estudiantes deseaban saber mi opinién, aunque conocian las respuestas mejor que yo, pues eran agudamente conscientes de la desavenencia entre la vida que Ilevaban y lo que sus dirigentes afirmaban imaginar para ellos. Por mds en- cantadoras que fuesen sus promesas, ningtin objetivo estatal colectivo podfa proporcionarles consuelo, a*ellos y a sus pa- dres, si el resultado de su examen de ingreso acababa en de- cepcién. La China en que viven es nueva, y esos estudiantes han superado el marxismo. Si Confucio viviera, habria com- prendido su angustia y su miedo al fracaso. 29 INTRODUCCION Los estudiantes de esa parte de la provincia de Shangdong han dedicado més tiempo a pensar en Confucio que los de cualquier otra comarca china. Estan més al tanto acerca de él porque Confucio procedia de esa regidn: era uno de los su- yos. En realidad, el orgullo de Shangdong estuvo ligado du- rante més de dos mil afios a su nombre, su perspicacia moral y su sagacidad politica. En el tiltimo siglo, sin embargo, esa asociacién se ha vuelto ambigua. En las décadas de 1910 y 1920, y bajo la creciente presién para transformar su pais en un estado nacional moderno, los intelectuales y reformadores chinos debatieron abiertamente la cuestién de Confucio: si sus doctrinas seguian siendo apropiadas para una China fati- gada y vulnerable debido a la explotacién extranjera; y lo que es mas importante: si la ética confuciana era susceptible de un mal uso por parte del Estado y los gobernantes 0 de cualquier persona politica y socialmente superior; si quienes tenfan el poder forjaban preceptos como el deber filial y el respeto fra- terno para poder blandirlos a modo de armas con el fin de ga- rantizar la desigualdad. Durante ese periodo se cruzaron pa- labras duras entre la derecha y la izquierda, pero el desacuerdo no desembocé en una violencia generalizada. Los estudiantes podian ser expulsados por profanar el altar de Confucio de su escuela, pero los actos de desafio declarado eran, en conjun- to, casos aislados. Las diferencias se saldaban sobre todo en el papel y dentro de los limites del civismo. La reconsideraci6n de Confucio adopté muchas formas, en obras de teatro y de ficcién, en estudios histéricos y por medio de la erudicién critica. Fue, en parte, un examen de conciencia de la propia China. El ataque a Confucio continué hasta los afios del comunis- mo posteriores a 1949. Pero para entonces la ofensiva no fue ya de correccion sino de destruccién, y se descontrolé por completo en el otofio de 1966, al comienzo de la Revolucion Cultural. La campaiia exigia barrer «el viejo pensamiento, la vieja cultura, las viejas costumbres y los viejos habitos». Los 30 INTRODUCCION radicales y los fandticos, carentes de pensamiento e imagina- cién, entendieron la propuesta como una libertad sin limites para brutalizar y maltratar a hombres y mujeres instruidos, aplastar las reliquias culturales y arrasar los lugares sagrados. Eran duefios de su propio destino, pero esclavizados a una idea inhumana; y asi, cuando pusieron manos a la obra, aque- llos j6venes no mostraron ningiin miramiento. Saquearon las mezquitas de Xinjiang, sometieron a vandalismo los templos de Shanxi y Shaanxi, incendiaron las estatuas de Buda de He- fei y Loyang, y tampoco perdonaron el Templo, la Mansion y la Tumba de Confucio, tres emplazamientos sagrados de Qufu, su condado patrio. Cuando llegaron los forasteros, las autori- dades de Qufu y los residentes mds antiguos se defendieron de todas las maneras a su alcance. Pero los estudiantes de las es- cuelas locales vacilaron: no sabian con seguridad dénde debfan situarse en aquel conflicto. Al final, muchos sucumbieron al simple peso de la revolucién. Los estudiantes no incendiaron el Templo de Confucio, pero abrieron su tumba «para decla- rarlo muerto sin lugar a dudas». Ocho aiios mas tarde, Confucio volvié a ser arrastrado por tierra y comparado con Lin Piao en la campafia «contra Lin Piao, contra Confucio». Lin habia sido el camarada més inti- mo de Mao y la persona designada para sucederle durante los primeros afios de la Revolucién Cultural. En 1971 murié en un accidente de aviacién. Seguin informaciones oficiales habia traicionado a Mao, y cuando su plan de asesinarlo no se mate- tializ6, él y su familia intentaron huir a la Union Soviética en un avién militar, pero el aparato se estrellé en Mongolia. Lin fue acusado péstumamente de traicién. Tres afios después, en medio de otro movimiento de masas dirigido explicitamente contra Confucio, Lin Piao fue calificado de «Confucio de la China contempordnea», pues, segtin ciertos investigadores, habia colgado en su estudio un rollo con cuatro caracteres to- mados de las Analectas confucianas. Hubo otras acusaciones con las que se intenté explicar de manera forzada por qué se 31 INTRODUCCION colocaba a Lin Piao y a Confucio bajo la misma bandera y se les sometia a las mismas sesiones de critica. En la década de 1980, una vez concluida formalmente la Revolucién Cultural, la erudici6n y la cultura clasica regresa- ron lentamente a las universidades e instituciones de investi- gacion patrocinadas por el Estado. Las Analectas de Confucio fueron reintroducidas en las aulas, junto con los clasicos con- fucianos. Desde mediados de Ja década de 1990 hasta hoy, el descubrimiento de los textos del 300 a.C. escritos en tiras de bambi ha estimulado el campo de los estudios confucianos, pero una gran parte de los trabajos y debates se llevé a cabo dentro de los limites del mundo académico. Lugares como Qufu han recibido més visitantes en las dos tiltimas décadas, pero, para los chinos, no es lo mismo contar con una industria turistica mds animada en estos centros confucianos que leer en la prensa que los dirigentes de su partido promocionan las vir- tudes de una sociedad confuciana y que su gobierno se halla en vias de establecer Institutos Confucio para ensefiar el idioma chino en Africa, Europa, Asia Sudoriental y América del Nor- te y del Sur. Este ultimo proceso es una bendicién ambigua para la gen- te de Qufu. Muchos de ellos recuerdan todavia lo ocurrido en el otofio de 1966. Algunos tomaron parte en la profanacién del lugar de enterramiento de Confucio. Unos pocos viven to- davia con los fantasmas que debian desenterrar, segin pensa- ban entonces, por la ignominia en que habjan incurrido dichos fantasmas. Ahora, en cambio, deben darles la bienvenida como espiritus benignos—y como una presencia tranquiliza- dora—en esta nueva ronda de politica virtual. Al menos, la po- Iitica no es otra embestida ideoldgica. Los Institutos Confucio ensefian chino a gente de todo el mundo. Han sido concebidos como agentes de la expansién pacifica de China—como heral- dos de buenas noticias. Es probable que Confucio no esperara nunca ser asociado con el aprendizaje de idiomas. Aunque las Analectas decian 32 INTRODUCCION que, cuando recitaba obras de los Clasicos de la poesia o del Clasi- co de los documentos, «empleaba siempre pronunciaciones correc- tas», su interés por el lenguaje se situaba en un nivel mds pro- fundo. La expresién «pronunciaciones correctas» se refiere en este caso a como deberian sonar, por ejemplo, las palabras de un poema cuando se cantaban por primera vez ante la corte real de Zhou. Como lo harfa un exégeta, Confucio creia poder acercar- se més al significado de poemas y escritos antiguos una vez res- tablecida su «pronunciaci6n correcta». No consideraba correc- to recitar las odas con pronunciacién contemporénea o en el dialecto de Lu, su Estado de origen, pues en tal caso se perderia necesariamente algo esencial o algtin matiz. Confucio no habria deseado que China ampliara su influencia haciendo mis accesi- ble su idioma. Esto no formaba parte, sencillamente, de su pen- samiento politico, y habria estado en contradiccién con sus ide- as sobre las palabras y el habla. Nunca se puede ser demasiado cuidadoso cuando se ensefia a los demés a hablar, dice Confu- cio: las palabras son una prolongacién del pensamiento, y cuan- do se pronuncian deben ser apropiadas. Sin embargo, su recien- te retorno a través de esos institutos internacionales de lengua no es un completo absurdo. Al fin y al cabo, su fama como maestro es lo que aporta cierto respeto a esos centros docentes. Confucio es conocido en China como xianshi, «el primer maestro», «el maestro anterior a todos los maestros». Sin em- bargo, en la vida real no se convirtié en maestro hasta haber cumplido los sesenta y cinco, sdlo unos pocos afios antes de su muerte. Hasta entonces, su ambicion era salvar al mundo de la decadencia mediante la influencia politica. Su familia no le brind6 ningin apoyo. Era hijo de un caballero corriente, un shi, lo que significaba que su posicion social dependia por en- tero de lo que hiciera con su vida, de a quédedicara su tiempo ya qué aplicara sus destrezas y su conocimiento.* Confucio no * La palabra «shi» es distinta de «sbi, que significa . No pensaba que un hidalgo necesitara ser tan compe- tente en tareas de condicién social inferior, pero, segin decfa, no le habia quedado mas remedio, pues «era pobre y de baja extracci6n> y no pudo ingresar en el servicio funcionarial con tanta facilidad como los jévenes de familias destacadas; por tanto, el mero hecho de sentirse preparado «no le per- mitié demostrar su valia en la funcidn publica». Asi pues, si- guié adelante pacientemente con su trabajo y sus tareas y fue ascendiendo paso a paso desde el oficio de contable y guar- dian del ganado a puestos de relativa importancia en la buro- cracia estatal. Cuando accedié al cargo de ministro de asuntos penales Confucio contaba ya con un grupo de seguidores entre los que se hallaban Zigong, Yan Hui y Zilu. En primer lugar, la mayo- rfa de aquellos hombres tenfan pocos recursos. Aunque proce- dieran de familias adineradas, si no eran los primogénitos, sdlo solian recibir una minucia de la herencia tras la muerte de sus padres, nunca lo suficiente, desde luego, para poder vivir. Asi, al convertirse en aprendices de un caballero y recibir sus ense- fianzas, esperaban valerse por sf mismos algiin dia, tras adqui- rir las aptitudes y la profesién caballeresca. Entretanto confia- ban en su maestro para que les proporcionara apoyo material y contactos que les ayudasen a emprender una carrera politica. Los discipulos de Confucio crefan que podria hacer de ellos lo que él mismo habia Ilegado a ser. Y como aprendices de un oficio, pasaban ajios al lado de su maestro, emulandolo y cui- dando de él como si fuera su padre. Optaban por vincularse a quien, por su condicién de maestro, era de por si un sefior en pequefio. De ese modo, cuando Confucio decidié marchar de 48 ADIOS AL HOGAR Lu el afio 497, no sélo abandoné su empleo, sino que corrid también el riesgo de perder a todos sus seguidores. Las Analectas, que son el primer documento que tenemos sobre Confucio, mencionan sélo una vez el asunto de su mar- cha por sorpresa: Los hombres de Qi ofrecieron un presente de cantantes y bai- larinas. Juhanzi acepté a aquellas muchachas y no acudié a la corte en los tres dias siguientes. Confucio se marché. Mencio, discipulo de Confucio de cuarta generacién, da una explicacién distinta: Confucio era el ministro de Asuntos Penales del Estado de Lu, pero [el soberano] no adopts las medidas propuestas por él ni aproveché su talento. Confucio, no obstante, participé en un sacrificio oficial. A continuacién no le dieron una porcién de carne del animal sacrificado. Asi pues, se marché de inmediato y no tuvo siquiera tiempo de quitarse su gorro de ceremonias. Acontinuacién, Mencio afiade: Quienes no entendian a Confucio pensaban que estaba resen- tido por no haber recibido su parte de carne. Pero quienes le entendfan sabfan que tenfa que marcharse porque [la élite go- bernante de] Lu habia actuado en contra de los ritos. Cuatro siglos mas tarde, Sima Qian, historiador de la dinastia Han, unié las dos versiones, incluy6 unos pocos detalles esca- brosos, eliminé las incoherencias y presenté un relato mas completo. Segtin su versién, en el afio 497 Confucio habia al- canzado tal éxito en su administracién que «los vendedores de carne de cordero y cerdo dejaron de cobrar precios desorbita- dos, las mujeres y los hombres caminaban por lados distintos de la calle, nadie recogia del suelo cosas dejadas en los cami- nos y los extranjeros que llegaban a la ciudad no tenian que 49 EL AUTENTICO CONFUCIO buscar funcionarios que los alojaran, pues todos les hacian sentirse como en casa». Los consejeros del Estado vecino de Qi observaban aquella situacién con preocupacién creciente. ‘Temian que, con Confucio al cargo del gobierno, el soberano de Lu pudiera «convertirse muy bien en el siguiente caudi- Ilo», lo que significaba que su pais serfa el primero en ser de- vorado, pues era el mds cercano a Lu. Con el fin de impedir que ocurriese, los hombres de Qi decidieron frustrar los pla- nes de Confucio: Escogieron a ocho bellas muchachas de Qi, las vistieron con ropajes espléndidos, les ensefiaron a bailar al son de la musica de Kanglo y las enviaron con sesenta parejas de caballos pintos ante la puerta de Gao, al sur de Ja ciudad. Jihuanzi, que salié disfrazado varias veces para dar una ojeada, cay6 en la tenta- cién de aceptar los presentes. Convencié al duque Ding para que diera una vuelta con él por el camino real a fin de echar un vistazo a las bailarinas. Los dos se entretuvieron el dia entero observando a las muchachas y descuidaron, por tanto, los asuntos de Estado. Al llegar a ese punto, Sima Qian nos cuenta que Zilu, seguidor de Confucio, inst a su maestro a abandonar su puesto y mar- charse a otra parte. Confucio, sin embargo, se mostré reticen- te, pues deseaba conceder otra oportunidad al soberano y a su principal consejero, y dijo a Zilu: «Hoy se celebraré un sacri- ficio en las afueras de la ciudad. Si nuestro soberano compar- te porciones de la carne sacrificial con los funcionarios de la corte, me quedaré». El episodio concluye explicando que «no se ofrecié carne a los funcionarios», y Confucio, decepciona- do, abandoné Lu. A pesar de su desdichado final, se trata de una historia op- timista; en realidad, resulta demasiado estimulante para ser creible. El autor desea hacernos creer que, si se le hubiese au- torizado a hacer llevar a cabo sus planes, Confucio habria sido 50 ADIOS AL HOGAR capaz de realizar hazafias impresionantes. Asi, cuando tuvo a su disposicién el cargo de ministro de Asuntos Penales, nos dice Sima Qian, Confucio consiguié imponer en el plazo de tres meses el orden civil y la armonja social en un mundo en el que las transgresiones habfan sido endémicas durante tanto tiempo que la gente comenzaba a aceptar como norma la falta de honradez y la discordia. Sima Qian debié de haber exage- rado o maquillado las cosas, lo cual es comprensible, pues es- cribia en un momento en que China estaba unificada tras mu- chos siglos de divisién politica, y las ensefianzas de Confucio habjan resultado especialmente utiles para los tedricos y ges- tores del nuevo orden. A pesar de su acendrada independen- cia, Sima Qian no podia mostrarse totalmente libre de la in- fluencia de un punto de vista confuciano. Asi, al igual que la mayorfa de sus contempordneos, respaldaba a Confucio y pro- yect6 sus expectativas en su biografia de aquel hombre. Mencio era menos optimista. Fue el heredero mas impor- tante de Confucio, pero, segtin escribe, cuando Confucio era ministro de Asuntos Penales, el soberano no aprovech6 su ta- lento. Como Mencio era también discfpulo del nieto de Con- fucio en segunda generacion, debié de haber estado mejor in- formado que Sima Qian. Mencio nos dice asimismo que Confucio esperaba una excusa para dejar Lu, por lo que, nada més producirse «una infraccién menor» del ritual, desapare- cié del mapa. Esta explicaci6n parece encajar mejor con la ver- dad respecto al comportamiento de Confucio en 497 a.C., pero Mencio oculta, no obstante, alguna cosa. :Por qué se mar- ché, por ejemplo, con tanta prisa? Si sabia en todo momento que debia irse porque su soberano no habia considerado im- portantes ni a él ni sus planes, zpor qué no se preparé para aquel momento inminente? En cuanto a las bailarinas de Qi, tal vez formen parte de otra historia. La interacci6n entre estas tres fuentes tempranas y sus evidentes contradicciones representan a la perfeccién el difi- cil problema de introducir orden y significado en nuestra 51 i. EL AUTENTICO CONFUCIO comprensién de la vida de Confucio. Podriamos comenzar con los Anales de Primavera y Otofo, la crénica de Lu, Estado natal de Confucio. Pero como la estructura de los Anales es esquemiatica, y sus entradas estén reducidas al minimo, tene- mos que utilizar esta fuente junto con el Comentario de Zuo para comprender algo sobre los tejemanejes del periodo de Primavera y Otofio. Y este documento contempordneo dice que, en 498 a.C., el afio anterior a la partida de Confucio, una sublevaci6n interna estuvo a punto de provocar la destruc- cién de Lu. Durante un tiempo parecié que a los rebeldes les habia faltado poco para eliminar a su soberano junto con los cabezas de las tres familias hereditarias, quienes no eran sdlo los principales ministros del consejo gobernante sino también los parientes més préximos del soberano. Si los rebeldes hu- biesen tenido éxito en su enfrentamiento y hubiesen conse- guido coronarse, ello habria supuesto la ruptura formal de los vinculos feudales de Lu con el rey Zhou. En otras palabras, Lu no habria seguido siendo un Estado feudal del reino de Zhou, y su historia se habria visto obligada a iniciar un nuevo capitulo. Sin embargo, las cosas no terminaron de ese modo. Segiin el Comentario de Zuo, Confucio desempefié una fun- cién decisiva en aquellos acontecimientos, y lo hizo, en reali- dad, mucho antes de que la rebeli6n llegara a materializarse. Segin comprobamos, las Analectas pueden corroborar una gran parte de esta historia. Los Anales de Primavera y Otoio, sumamente esquemati- cos, a los que se adjunta el Comentario de Zuo, tienen once en- tradas para el afio 498. Tres de ellas tratan de asuntos de otros Estados—la muerte y el funeral de un sefior feudal; las haza- fias militares de un Estado contra otro. Una menciona una ce- remonia celebrada en otofio para rogar por la Iluvia; otra, un eclipse de sol en el mes undécimo. Las restantes entradas alu- den a la depravacién y la violencia existentes en Lu durante aquel afio: en primer lugar, el jefe de la familia Shusun se puso al frente de un ejército y arrasé una ciudad que habja sido el 52 ADIOS AL HOGAR bastion familiar durante generaciones; luego, poco después, el cabeza de la familia Jisun—el consejero principal Jihuanzi— intento hacer lo mismo con su propia ciudad. El Comentario de Zuo explica que Zilu, discipulo de Confu- cio, era uno de los administradores del clan Jisun y que fue él quien animé a las familias hereditarias a destruir sus ciudades al decirles que seria mejor comenzar de nuevo que permitir que los rebeldes se hicieran con el control de sus bases de po- der. Siguiendo el consejo de Zilu, los Shusun arrasaron su ciu- dad de origen, y los Jisun estaban a punto de hacer otro tanto con la suya cuando uno de sus administradores, Gongshan Bu- niu, «tomé el mando de los hombres de Bi y lanz6 un ataque por sorpresa contra la capital de Lu». Desesperados, «el du- que y los cabezas de las tres familias», sigue diciendo el Co- mentario, «entraron en los terrenos del palacio de los Jisun y subieron a la terraza Wuzi». Los rebeldes intentaron «apre- sarlos, pero no lo consiguieron». «Las flechas pasaban rozan- do al soberano» mientras éste aguardaba su fatal destino. En ese momento, Confucio, por su condicién de ministro de Asuntos Penales, ordené a dos oficiales del Estado encabezar un asalto contra el bando insurgente. «Los hombres de Bi hu- yeron al Norte. Las tropas del gobierno los persiguieron y aplastaron en Gu. Los dos dirigentes rebeldes huyeron al Es- tado de Qi. Inmediatamente después, el clan Jisun destruyé su fortaleza de Bi». La tercera familia, los Mengsun, cambiaron, sin embargo, de opinién. Cuando les Ilegé el turno de des- mantelar su base de poder, el administrador principal conven- cié al cabeza de familia para que no lo hiciera. «La ciudad de Cheng es la seguridad de los Mengsuh», dijo aquel hombre. «Sin ella, los Mengsun dejarén de existir». A finales del 498, el soberano envié un ejército para rematar lo que la familia Mengsun no habia podido Hevar a cabo por si misma, pero la expedicién fracas6. Fuentes posteriores en uno o dos siglos al Comentario de Zuo afirman que fue Confucio, y no su seguidor Zilu, quien 53 EL AUTENTICO CONFUCIO estuvo tras los planes para arrancar de raiz las Tres Familias. Una de esas fuentes dice: Cuando Confucio trabajaba al servicio del clan Jisun, tras ha- berse mostrado décil durante tres meses, les dijo que un hogar particular no debia tener un arsenal de armas; que una ciudad de distrito no debia disponer de murallas de cien zi de longi- tud. A continuacién capitaneé una division militar y destruyé en primer lugar la ciudad de Hou, y luego la de Bi. Otra versién Ilegé incluso a atribuir a Confucio el mérito de «haber repuesto al duque en su cargo y haber asestado un duro golpe a las familias particulares». Pero las informaciones del Comentario de Zuo, que es la fuente mis fiable, suponen que los trastornos de 498 no reforzaron al soberano de Lu ni debi- litaron significativamente a las Tres Familias. El comentario no atribuye un gran mérito a Confucio. Sin embargo, al afir- mar que Zilu fue el instigador de la destruccién de las ciuda- des, implica a su maestro. En las Analectas, Confucio sefiala en més de una ocasién que Zilu era el discipulo que haria cual- quier cosa por él, y también el mas necesitado de su aproba- cin. Esto, no obstante, no le granje6 su carifio. En cierta oca- sién, en un momento de angustia moral, Confucio exclamd6: «Si no puedo seguir el camino adecuado en este mundo, me haré a la mar y me dejaré llevar a la deriva en una balsa de bambi. La persona que me siga seré Zilu>. Seguin se nos cuen- ta, Zilu se sintié extremadamente contento al oir esas pala- bras, mostrandose dispuesto a que se pusiera a prueba su leal- tad y fortaleza, sin darse cuenta de que su maestro habia hecho aquella observacién con fines retéricos. Confucio, respon- diéndole con frialdad y sarcasmo, le dijo: «Zilu ama el valor mis que yo, pero es demasiado burdo para entender cualquier sutileza». Confucio era ministro de Asuntos Penales cuando Zilu guid diestramente a las Tres Familias hasta la primera fase de 54 ADIOS AL HOGAR su autodestrucci6n haciéndoles creer que la drdstica accién que estaban a punto de emprender era su tinica opcién para salvarse. Como Zilu carecia de tacto y de juicio, sospechamos que debié de haber consultado a Confucio sobre la manera de proceder. ¢O se traté de una idea del propio Confucio? Ade- més, dado que Confucio era la primera autoridad legal, debie- ron de haber sopesado los riesgos y constatado que su plan po- dia desembocar en una insurreccién. Las Analectas informan sobre el conocimiento de Confucio acerca de la actividades de los insurgentes en Lu y su relacién con los dirigentes rebeldes. Uno de los lideres, Gongshan Fu- rao, habia invitado a Confucio a trabajar con él poco antes de su nombramiento formando parte del gobierno del duque. (Este Gongshan era el mismo Gonshan Buniu cuya incursién en la vida politica desencadené la crisis de 498). En ese mo- mento, Confucio era consciente de las ambiciones de aquel hombre: Gongshan era el administrador principal de la fami- lia Jisun, y contaba, probablemente, con apoyo suficiente en el ejército privado del clan familiar y entre los residentes de la ciudadela como para organizar una toma del poder. La acepta- cién de la oferta de Gongshan habria significado que Confu- cio estaba dispuesto a derrocar un poder politico antiguo y confiar el destino de su pais a aquel advenedizo mas joven y mas duro. Cuando Zilu supo que su maestro mostraba deseos de considerar la oferta, se preocupé y pidié a Confucio que lo pensara de nuevo. Zilu le dijo: «Tal vez nos hallemos al final de nuestro camino, pero, ¢por qué debemos acudir a Gongs- han?>. La respuesta de Confucio reyela su gran ambici «Ese hombre debia de tener en su mente algtin propésito cuando me llamé. Si él puede utilizarme, :no puedo yo, quiza, hacer realidad una dinastfa Zhou en el este?». Aunque no tenia adénde ir, Confucio no se planteé nunca la posibilidad de hacerse a la mar. En cambio, si tomé6 en con- sideracion la cueva de los bandidos. No es que pensara con- vertirse en uno de ellos, pero sf en c6mo aprovechar la opor- 55 EL AUTENTICO CONFUCIO tunidad que se le ofrecia para intentar llevar a cabo lo que es- peraba conseguir. Confucio deseaba igualmente que «se le sa- cara partido». Entre sus seguidores es probable que sélo Zilu interpretase equivocadamente su anterior declaracién acerca de dejar el mundo y la considerase sincera; también fue él quien més se preocupé por la disposicién de Confucio a tra- bajar con gente de mala fama o conducta deshonesta, o inclu- so a reunirse con ellos. Cuando, en otra ocasi6n, Zilu se en- caré con Confucio por su manera de juzgar un asunto similar citando en su apoyo las palabras del propio maestro, éste le respondié que, desde luego, era verdad que habja dicho: «Un auténtico caballero no entra en la propiedad de alguien que ha actuado personalmente de forma no virtuosa». Pero con- tinud: Acaso no se ha dicho también: «Es duro lo que no se deja tri- turar», y «Blanco es, desde luego, lo que puede resistir un tin- te negro»? Ademés, :podria ser yo como una calabaza seca que cuelga del extremo de una cuerda para que nadie la coma? Pocos hombres eran tan duros, tan oscuros o tan peligrosos como Yan Hu, otro administrador de la familia Jisun. No mu- cho antes de que Gongshan abordara a Confucio, Yan Hu ha- bia intentado hacer lo mismo. En esa primera ocasién, el pro- pio Confucio se mostré cauteloso e intenté de la mejor manera posible evitar encontrarse con él cara a cara. Asi, cuan- do Yang Hu le envié un cochinillo como obsequio, Confucio aguardé a que Yang Hu saliera de su casa para ir a presentarle sus respetos. Pero ambos se tropezaron en el camino de vuel- ta. Yang Hu fue el primero en hablar: «jVen aqui!», le dijo a Confucio. «Quiero hablar contigo». Y a continuacién le solté un discurso: ¢Llamarias benevolente a un hombre si mantuviese aferrada en su seno una joya preciosa mientras dejaba que su hacienda 56 ADIOS AL HOGAR se hundiera en el desorden? Yo dirfa que no. {Llamarias sabio a un hombre que, ansiando participar en el gobierno, dejase escapar sus oportunidades una y otra vez? Yo diria que no. Los dias y los meses pasan deprisa. El tiempo no esta de tu lado. Cuando Yang Hu hubo terminado, Confucio dijo: «Muy bien. Tendré que aceptar el cargo». La respuesta de Confucio a Yang Hu es elusiva. No nos permite saber si se limité a secundar Jo que habia dicho Yang Hu para evitar un enfrentamiento, 0 si estaba seriamente dis- puesto a aceptar su oferta de empleo. Sin embargo, lo que si se deduce con claridad de esa breve anécdota es la relacién de Confucio con Yang Hu. Confucio temia reunirse con él, y, a pesar de sus conocimientos y su buen cardcter, no era lo bas- tante fuerte como para superar su incomodidad y su miedo a Yang Hu. Confucio, por tanto, traté de eludirlo y jugar con él, y cuando se vio pillado, tavo que escuchar en silencio la dis- quisicién de Yang Hu sobre moralidad y sabiduria. La crénica antigua—los Anales de Primavera y Otono—no dignifica a Yan Hu dandole un nombre, sino que se limita a re- ferirse a él como «el bandido». Sin embargo, aquel hombre no era un simple bandolero. Dominé la politica de Lu durante cinco afios, por lo menos—del 507 al 502—, sin la menor con- sideracién hacia las Tres Familias. Yang Hu habia tenido un predecesor en Nan Kuai, otro administrador que habia traba- jado para la familia Jisun veinticinco afios antes. Aquel hom- bre habia formulado planes para reorganizar el clan, expulsar a los miembros principales de la familia y reforzar la posicién del duque de Lu. Sus intenciones tal vez fueran nobles, pero él era un chapucero y tan evidentemente incompetente que has- ta la gente de su localidad natal se mostraba escéptica. Se bur- laban de la «simpleza de su plan» y del «enorme engreimien- to» que suponia que el administrador de una familia pudiera sofiar con «ayudar a un soberano a planificar su futuro». En visperas de la rebelidn, dos de sus principales lugartenientes lo 57 EL AUTENTICO CONFUCIO abandonaron. Asi pues, la conjura se deshizo sin haber tenido siquiera una oportunidad. Yang Hu era més audaz e inteligente que Nan Kuai. Ade- mas, el mundo estaba dispuesto a aceptar a alguien como él. Dispuso durante un tiempo de apoyos fundamentales en las tres familias y del manejo del gobierno, hasta que pensd en usurpar el poder. Y estuvo a punto de completar el trabajo ini- ciado por Nan Kuai. Pero, a diferencia de éste, Yang Hu actué siempre al servicio de sus propios intereses y nunca fingié mi- nar la fuerza de las familias hereditarias con el fin de fomentar la posicién del soberano. A Yang Hu le habria gustado proba- blemente hacerse él mismo con el poder. Ninguna cuestion de decencia habria conseguido retenerlo. Cuando Confucio se topé con él, Yang Hu era todavia un administrador, pero esta- ba ya dispuesto a comportarse como un rey. Llamé a Confucio a su presencia y quiso saber por qué se mostraba reticente a servir al Estado. Confucio debié de haber entendido la pre- gunta en el sentido de por qué no se habfa puesto al servicio de Yang Hu. El Comentario de Zuo nos ofrece un vivo relato de la muer- te politica de Yang Hu en el afio 502: El primer dia del décimo mes, durante el invierno, se ofrecie- ron sucesivos sacrificios y oraciones por los sefiores feudales fallecidos del Estado de Lu. En la segunda jornada, el sacrifi- cio di se celebré colectivamente en el templo del duque Xi para todos los sefiores feudales difuntos. En la tercer jornada, Yang Hu preparé un banquete para la familia Jisun en el jardin Fu y ordené a los soldados y los carros de la capital ponerse en pie de guerra diciéndoles: «El cuarto da esté a la vuelta de la esquina». El plan de Yang Hu consistfa en asesinar a Jihuanzi, el conse- jero principal, mientras acudfa al banquete, y lanzar luego un ataque contra los demas miembros de las familias Jisun y Shu- 58 ADIOS AL HOGAR sun sirviéndose del ejército del Estado. Al tercer dia, Yang Hu marché directamente al lugar del festejo; Jihuanzi viajaba a cierta distancia en un carruaje rodeado por una escolta militar leal a Yang Hu «que portaba espadas y escudos anchos». El hermano de Yang Hu vigilaba con sus hombres la retaguardia de la comitiva. Jihuanzi sabia que se estaba acercando al final de su trayecto. De pronto se volvié al cochero y le dijo: «Tus antepasados han servido en mi familia como buenos adminis- tradores. No puedes continuar su tradicién?». El cochero res- pondié que era demasiado tarde para que Jihuanzi le plantea- ra semejante demanda: «Yang Hu esté al cargo del gobierno. Todo el mundo le obedece en Lu. Oponerse a él es un suici- dio.

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