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HISTORIA DE BELGRANO Y DE LA NDEPENDENCIA ARGENTINA CAPITULO PRIMERO INTRODUCCION LA SOCIABILIDAD ARGENTINA 1770-4796 Proemio. — El Vireinato del Kio de la Plata, — La colonizaciéa Argentina y la fusin de las razas. — Antecedentes histéricos sobre la sociabilidad Argentina. — La constilucién geogréfico-argentina, — El sistema colonial espanol. — Las leyes prohibitivas en violacién de las naturales. — El con- trabando, — El comereio americano. — Revolucion economica. — El co- mercio libre. — Buenos Aires mercado americano. — Bosquejo del Rio de la Plata ft fines del siglo XVIIL — La familia y la educaciéa colonial. — Manuel Belgrano. — La ciencia econdmica y el derecho piblico en Espa- fia. — Ereccién del Consulado de Buenos Aires. — Nuevos horizontes. Este libro es al mismo tiempo la vida de un hombre y la historia de una época. Su argumento, es el desarrollo gra- dual de la idea de la Ixverenvencta pet Purwio AncExrixo, desde sus origenes 4 fines del siglo XVIII y durante su re- volucién, hasta la descomposicién del régimen colonial en 1820, en que se inaugura una democracia genial, embriona- Tom. ‘ 2 INTRODUCCION. — CAPITULO 1. ria y anarquica, que tiende 4 normalizarse dentro de sus pro pios elementos orginicos. Combinando la historia con la biografia, vamos a presen- tar, bajo un plan légico y sencillo, los antecedentes colonia- Jes de la sociabilidad argentina, la transicién de dos épocas, las causas eficientes de la independencia de las Provincias Unidas del Rio de Ja Plata, las acciones y reacciones de los elementos ingénitos de la nueva sociedad politica; el movi- miento colectivo, el encadenamiento ligico y cronoligico de los sucesos; los hombres, las tendencias, los instintos, las ideas, la fisonomia varia de esa revolucién de un pueblo emancipado, que lucha, busca su equilibrio y se trasforma obedeciendo a su genialidad, ‘éndonos de hilo conductor al través de los tiempos y de los acontecimientos, la biogra- fia de uno de sus més grandes protagonistas, precursor, pro- motor y campedn de la idea de independencia que, como se ha dicho, constituye el argumento del libro. En unos casos, Ja historia contempordnea servird de fondo 4 la figura prin cipal del cuadro, y en otros apareceré confundida entre las grandes masas 6 perdiéndose en la penumbra del grande es- cenario. En ambos casos serii un tipo de virtudes republica- nas copiado al natural, cuya grandeza moral, sin exceder el nivel comtin, haré converger hacia ella los rayos luminosos de Ja historia. Para dar unidad y colorido 4 la narracién historica, para hacer comprender el modo como la transicién de un sistema 4 otro se produce, para presentar en su verdadera luz el cuadro de las acciones y reacciones de la revolucién argen- tina, es indispensable ante todo, hacer conocer el teatro y el medio en que esas grandes evoluciones se operan. Esto ¢s lo que haremos, procurando ligar las causas 4 sus efectos, al dar una idea de la constitucién social, politica y geografica del pais en que los sucesos que vamos a narrar se desenvuelven, obedeciendo 4 la ley fatal de su organismo propio EL VIREINATO DEL PLATA. — CAPITULO I. I Lo que al finalizar el siglo XVIII se lamaba el Vireinato del Rio de la Plata, dentro del cual se ha constituide como nacién independiente la Reptibuca Argentina, era un vastisi- mo territorio, que ocupaba la cuarta parte de la America del Sur. Situado en una extremidad del nuevo continence, se ex- tendia, sin solucién de continuidad, desde los 53 grados de latitud sur, hasta cerca de los 10 grados dentro del trépico de capricornio. Casi todos Ios climas del globo se encerraban en él, y todas las producciones de Ia tierra crecian en su suelo. Abierto por el oriente y su extremidad austral & las comuni- caciones con el resto del mundo, por un extenso litoral mari- timo que media més de la mitad de su extensin longitudinal, estaba limitado al poniente por la gran cordillera de los An- des, accidentes que modificaban favorablemente sus condi- ciones climatolégicas. Los terrenos, ascendian gradualmente, desde las pampas horizontales de la cuenca del Plata, hasta la cumbre de las elevadas montafias del Allo Perit, que di den los dos grandes sistemas hidrogréficos de la América Meridional, Sus grandes rios en la parte austral, corriendo de norte d sur por sus planos inclinados, articulaban admirable- mente el territorio, formando un magnifico sistema fluvial, que ponia en comunicacidin a los paises mediterraneos con el litoral maritimo, derramandose todos ellos en el gran estua- rio del Plata al cual podian traer por tributo, juntamente con el caudal de sus aguas, todos los productos de las zonas alter- nadas que atravesaban. La gran porcién que hoy constituye la Republica Argenti- na, las Republicas del Paraguay, del Uruguay y de Bolivia actualmente, formaban parte integrante de este inmenso im- perio territorial. & EL VIREINATO DEL PLATA. — CAPITULO TI. Dentro de los limites de estas inconmensuradas regiones, asentibase la colonizaci6n raquitica de una metrépoli en de- cadencia, que las habia descubierto, conquistado y poblado, imponiéndoles su civilizacion, su ley y la indole de su socia- bilidad. La poblacién, diseminada en esta vasta extensidn de terri- torios, apenas sumaba un total de 600,000 almas al finalizar el siglo XVIII, correspondiendo mis de la mitad 4 las cuatro Provineias del Alto Peri y sus cireunscripeiones de Moxos y Chiquitos; una sexta parte proximamente al Paraguay, y como un quinto del todo, 4 las Provincias que propiamente componen el pais argentino, incluyendo en ellas las Misio- nes jesuiticas del Parana y Uruguay despues despobladas, y la Banda Oriental constitufda posteriormente en nacidn inde- pendionte. Al estallar la revolucién argentina en la primera década del siglo XIX, la poblacién de todo el Vireinato ape- nas alcanzaba 4 800,000 habitantes, pudiendo computarse en poco menos de la mitad el numero de indigenas salvajes 6 reducidos a vida civil que contribufa 4 formar la suma total (1). Con esta poblacién diminuta, y heterogénea, se inicié la reyolucién de la Independencia Argentina, que ha fundado en (1) Faltando datos estadisticos para determinar con exactitud 1a po- blacién del Vireinato del Rio de la Plata, 4 fines del siglo pasado y en 1810, hemos recopilado los que sobre el particular traen : Cosme Bueno en sus « Descripciones; » Azara en sus « Viajes; » los « Informes» de los Vireyes del Pera y del Rio de la Plata; el «Censo» de Vertiz; los datos de Helms en sus « Travels » ; los estudios de don Manuel Ricardo Trelles insertos en el « Registro Estadistico de Buenos Aires » ; el « Lazarillo de Giegos Caminantes »; Wilcocke, « History of the Viceroyalty of Buenos Aires »; una obra manuscrita (itulada « Colonias Orientales del Rio de la Plata» escrita en 180% por D, Miguel Lastarria, secretario del Virey Arre- un documento igualmente inédito sobre la estadistica de la in de Buenos Aires, confeccionado por los afios de 1770. Con estos materiales comparados y combinados, hemos establecido las cifras aproximativas de 1a poblacién en esas 6pocas, con la conciencia de que ellas no se alejan mucho de la verdad aritmética. COLONIZACION ARGENTINA. — CAPITULO I. 5 el continente sud-americano seis repablicas, constituyendo con los elementos incoherentes del antiguo vireinato, cua- tro naciones independientes, que hoy suman cerca de seis millones de habitantes. it Dos corrientes humanas contribuyeron 4 fundar esta colo- nizacién, depositando por el espacio de cerca de tres siglos en el seno de su bastarda poblacién, los gérmenes de la ci- vilizacién europea que leyes fatales debian modificar. La una, venia directamente de la madre patria, la Espatia, atra- vesando los mares, y ocupaba y poblaba los litorales de la cuenca del Rio de la Plata en nombre del derecho de descu- brimiento y de conquista, fecundindola por el trabajo. La otra, venia del antiguo imperio de los Incas, ya sojuzgado por las armas espafiolas, explorando el interior del pais, que cruzaba desde el Pacifico al A fico, ocupando los terri- torios con los mismos derechos, y explotdndolos bajo un sistema de servidumbre feudal. Las dos corrientes fueron tan sinerénicas, que el mismo aflo (1513) en que Diaz de Solis descubria el Rio de la Plata por el Atlintico, tomando tierra en una isla del Plata, los expedicionarios que seguian las huellas de Vasco Nunez de Balboa en el mar del Sur, pisaban la isla de las Perlas en el Pacifico, estableciendo esa doble corriente encontrada. Unos y otros buscaban la extremidad del continente americano (suponiéndolo de menor extensidn de lo que realmente era), 6 por lo menos un estrecho que comunicase ambos mares (2). _ Ast, en 1527, después de descubierto el Pert, Pizarro se es- (2) Véase W. Irving « Compafieros de Cristébal Coldn, » y Navarrete, «Gol, de Dor. », tomo III, pag. 48. 8 SINCRONISMOS HISTORIGOS. — CAPITULO 1. tablecia provisionalmente en la isla del Gallo, y trazaba con su pufial aquella famosa raya de oriente 4 poniente, mientras que sus asociados iban i Panama 4 buscar nuevos auxilios para conquistar la tierra descubierta. En el mismo afio de 1527 se establece Gaboto de igual modo sobre las margenes del Parana en el Carcarafid, levantando los muros del fuerte Sancti-Spiritus, primer estableeimiento europeo en estas re- giones, mientras envia « Espafia algunos de sus compatieros en busea de mis recursos para colonizar el pais. En el mismo ano de 1535 se fundaban las ciudades de Buenos Aires y de Lima, centros de esas evoluciones del descubrimiento y la conquista; y treinta y ocho anos después, simultineamente y en el mismo aiio de 1573, los conquistadores del Pera fun- daban la ciudad de Cérdoba del Tucuman, & sesenta leguas del Parana, mientras los del Rio de la Plata fundaban la eiu- dad de Santa Fe sobre las margenes del mismo rio, como pr mera escala de las comunicaciones maritimas con la madre patria. Poco tiempo después, los del Perti se acercaban al Pa- en busca de un puerto para comunicar por otra via con spafla, y unos y otros nte adam dose ambas co- ites, y estableciéndose asi las primeras comunicaciones terrestres entre el Atlintico y el Pacifico. sneontraban inop' en el puerto de Sancté-Spiritus, confunt A su vez, la corriente que partia del Pacifico se bitureaba en las altiplanicies de los Andes, siguiendo los antiguos ca- minos de as de los Incas. Después de implantar alli la colonizaciin espanola del Alto Pert, y bajar & las pampas argentinas por los desfiladeros orientales de sus al- tas montafias, se extendia por las orillas del Pacifico faldeando la cadena oceidental de la cordillera, Ocupaba y problaba el reino de Chile, llevaba la guerra hasta las tronteras de Arauco, atravesaba la gran cordillera a ka misma latitud de Buenos Aires, y asi al mismo tiempo que en un extremo se consolidaba la ocupacién del Paraguay, se fundaba en el CORRIENTES ETNICAS. — CAPITULO T. iz otro, al oriente de las montafias, la provincia de Cuyo, abriendo asi un nuevo camino terrestre entre el Atlintico y el Pacifico. En el mismo afio (1547) en que el caudillo de la conquista chilena regresaba al Peri para tomar parte en sus discordias intestinas, el caudillo de la colonizacién argentina cruzaba el Gran Chaco y Megaba a Chuquisaca, dando por resultado esta expedicion, y fundar a Santa Cruz de la Sierra entre los gran- des valles del Amazonas y del Plata. Por el norte, las corrientes opuestas de la colonizacién es- patiola y portuguesa se encontraban y se chocaban, fundin- dose al mismo tiempo los establecimientos que debian com- plicar en Jo futuro Ja politica internacional. Entonces se eru- zaron por la primera vez en el nuevo mundo las espadas de ambas conquistas, sobre la misma linea dit isoria trazada por la bula de Alejandro VI, encontrindose asi la Espana y el Portugal, limitrofes en Europa y limitrofes en América, y en antagonismo en los dos hemisferios (3). Estos sincronismos, que no eran meras coincideneias, sino efectos de causas que debian repetirse bajo otra forma, a la par que establecfan los puntos de contacto, y la accién reciproca 6 antagénica de la colonizacién espanola en la América meridional, trazaban los encontrados itinerarios del comereio colonial y los caminos futuros de la revolucién continental. Confundianse las razas, agrupabanse 6 divi- dianse los intereses, y determinando las afinidades de las diversas partes, creabanse de este modo nuevos centros de atraccién y repulsion reciproca. La colonizacién peruana y argentina de los primeros tiem- (3) A excepcisn de ésta, que es famosa, y dela de Cordoba y Santa Fe, inguna de las demas coineidencias ha sido senialada por los historiado- res, no obstante La influencia visible que han tenido en los acontecimien- 8 COLONIZACION AMERICANA. — CAPITULO I pos, aunque impulsada por los mismos méviles, diferia mente una de otra, asi en su organismo, como en sus medios y fines mmediatos. La peruana, lo mismo que la de Méjico, implantada en un imperio conquistado y explotando el trabajo de una raza dominada, se imponia como el feudalismo europeo, distribuia entre los conquista- dores el territorio y sus habitantes, teniendo exclusivamente en mira la explotacin de los metales preciosos. Tal fué el tipo en que se modelé la colonizacién del Alto Pera (hoy Bolivia) y cuyo cardcter y fisonomfa conserva todavia. Trasladada al territorio chileno con el mismo objetivo, esa colonizacién, conservando sus rasgos caracteristicos , se modificaba notablemente al chocar en son de guerra con la varonil raza indigena que defendia su suelo, teniendo que prover por el trabajo 4 las primeras necesidades de la vida; y se hacia agricola la vez que minera, constituyendo de hecho el niicleo de una sociabilidad mas espontinea. esent Iv Los conquistadores, 6 més bien dicho colonos del Rio de la Plata, ocupaban un pais, poblado por tribus némades sin cohesion social, sin metales pr proveer 4 las exigencias de la vida civilizada. Los indigenas ocupantes del suelo, obedeciendo 4 su indole nativa, se plegaban mansamente; los unos bajo el yugo del conquis- tador; los mas belicosos intentaban disputar el dominio de las costas, pero 4 los primeros choques cedfan el terreno y se refugiaban en la inmensidad de los desiertos mediterré- neos, donde sélo el tiempo y la poblacién condensada podria vencerlos, prolongando indefinidamente la guerra de la conquista. psos y sim recursos para La colonizacién del Rio de la Plata tuvo, pues, de especial LA PRIMITIVA COLONIA. -- CAPITULO 1. 9 ser la dnica en la América del Sur, que no debié su estable- cimiento, su formacién y su desarrollo gradual, al aliciente de los metales preciosos, aun cuando este fuera el incentivo que la atrafa. Bautizada con un nombre engafador, que sélo el porvenir debia justificar, defraudada en sus esperanzas, todo su capital se componia de llanuras cubiertas de malozas, donde tinicamente el salvaje podia existir; montaias estériles que la limitaban en los confines; bosques virgenes poblados de animales feroces, terrenos casticos 6 pantanosos que matizaban la vasta extensién del territorio, y por todo recurso los productos silvestres y una agricultura primitiva que apenas bastaba 4 las premiosas necesidades de los indigenas. Asi nacid y ereeié la colonizacién argentina en medio del hambre y la miseria, pidiondo 4 la madre tierra su sustento, y se fortaleeié en medio de dolorosos sufrimientos, ofreciendo en Sud América el anico ejemplo de una sociabilidad hija del trabajo reproduetor. Esta colonia, estaba sin embargo condenada 4 perecer 6 & vegetar en la oscuridad y la miseria, si no hubiese encerrado en sus propios elementos un principio fecundo de vida y de progreso, producto de la combinacién de los hombres y de las cosas y resultado ldgico de las leyes naturales, como va & verse. Los indigenas sometidos, se amoldaban 4 la vida civil de los conquistadores, formaban la masa de sus poblaciones, se asimilaban 4 ellos, sus mujeres constituian los nacientes hogares, y los hijos de este consorcio formaban una nueva y hermosa raza, en que prevalecia el tipo de la raza curopea con todos sus instintos y con toda su energia, bien que llevara en su seno los malos gérmenes de su doble origen. De este modo, los indigenas sujetos @ servidumbre social y no & esclavitud, compartian con sus amos las ventajas y las penu- rias de la nueva vida civil, trabajando para ellos y con ellos, pero comiendo del mismo pan. Y como la falta de minas de 10 LA CONQUISTA. — CAPITULO I. oro y plata que explotar eliminaba un elemento de opresién, la tiranfa de su trabajo forzado en forma de mita, no pesaba sobre ellos como en el Perd. Las mismas encomiendas (lotes de tierras y hombres que tocaban 4 los colonos europeos 4 titulo de conquistadores), no revestian el cardcter feudal que en el resto de la América espanola, limitada por otra parte su duracién & sdlo dos vidas de encomenderos, tendiendo por consecuencia todos los elementos humanos 4 refundirse en la masa de la poblacién, bajo un nivel comin. Esta suma menor de opresién relativa, esta limitacién & la explotacién del hombre por el hombre, que nacia de la naturaleza de las cosas; esta especie de igualdad primitiva que modificaba el sistema feudal de la colonia y neutralizaba el rozamiento de los intereses encontrados, hacia que la conquista fuese comparativamente mas humana y se impusiera con menos violencia, De aqui proviene que la conquista del Rio de la Plata no ofrezca el especticulo de esas hecalombes humanas que han ensangrentado el resto de la América, ni ese consumo espantoso de hombres que sucumbian por millares conde- nados al trabajo mortifero de las minas, sometidos 4 un régimen inhumano. De este modo, la raza indigena, sin extinguirse totalmente, se disminuia considerablemente, y su sangre mezclada con la sangre europea, fecundaba una nueva raza destinada 4 ser la dominadora del pais. Lo contrario sucedia en la colonizacién peruana, en que la raza indigena prevalecia por el cruzamiento y por el namero, sin asimilarse 4 los conquistadores. Asi se ve, que 4 los treinta y ocho afos de ocupado el Rio de la Plata, los hijos de los espaiioles y de las mujeres indigenas, eran considerados como espanoles de raza pura y constitufan el nervio de la colonia. Ellos reempla- zaban & los conquistadores envejecidos en la tarea, & ellos estaban encomendadas las expediciones més peligrosas, con ellos se fundaban las nuevas ciudades, como sucedi Fe, ellos tomaban parte en las agitaciones de la vida pitblica CONSTITUCION GEOGRAFICA, — CAPITULO I. i inoculandoé la sociedad un espiritu nuevo. De su seno nacian os historiadores de la colonia, los gobernantes destinados & regirla, los ciudadanos del embrionario municipio, y una individualidad marcada con cierto sello de independencia selvitica, que presagiaba el tipo de un pueblo nuevo, con todos sus defectos y calidades (4). En tal orden de cosas, como los dones gratuitos de la naturaleza y los frutos del trabajo eran mas 6 menos el patri- monio de la comunidad; como la vida civil era poco compli- cada y el roce de Los intereses menos aspero; como en realidad no habia pobres ni ricos, siendo todos mas 6 menos pobres, resultaba de todo esto una especie de igualdad 6 equilibrio social, que entraiiaba desde muy temprano los gérmenes de una sociedad libre, en el sentido de la espontaneidad humana. v La constilucién geogratica contribuia poderosamente 4 estos resultados. La pampa inmensa y continua daba su unidad al territorio. El estuario del Plata centralizaba todas las comu- nes. Los prados naturales convidaban & & la industria pastor sus habitantes Su vasto litoral lo ponia en contacto con el resto del mundo por medio de la navegacién fluvial y (# Un contemporaneo, el tesorero Hernando de Montalvo, que vino al Rio dela Plata con la expediciin de Zarate en 1376, y fué después cabil- dante de Buenos Aires en 1587, dice en un informe inédito que tenemos 4 la vista: — « Estas provincias han menester gente espaiiola sobre todo, » porque es muy poca, y van cada dia en mis crecimiento los hijos de la » tierra, ansi criollos como mestizos, que de cinco partes de la gente las » euatro son de clivs y van cada dia en mayor aumento, Los criollos y » mestizostienen muy poco respeto & la justicia, hacen cada dia mu- » chas cosas dignas de castigo y no se castiga ninguna, tienen muy poco » respelo 4 sus padres y mayores, son muy curiosos en las armas,gran= » des areabuceros, y diestros a pie y dcaballo; son fuertes para el traba- » jo y amigos de la guerra... y muy amigos de novedades cada dia. » M.S de 4579. 12 POBLADORES AMERICANOS. — CAPITULO 1. maritima. Su clima salubre y templado, hacia mas grata-la vida y més reproductivo el trabajo. Era, pues, un territorio preparado para la ganaderia, constituido para prosperar por el comercio, y predestinado & poblarse por la aclimatacion de todas las razas de la tierra, Asi se ve, que la ocupacién util del suclo empieza & realizarse por medio de los ganados traidos por tierra del Peri y del Brasil; que las corrientes comerciales del interior van convergiendo poco 4 poco hacia el Plata; que la abundancia y el bienestar se difunde por este medio, y que el primer acto externo de los colonos después de la fundacién de Buenos Aires en 1380, es la exportacién de un cargamento de frutos del trabajo propio (eneros y anicar), que provoca el comercio de importacién y la inmi- gracidn (5). De este modo se establece la doble corriente del intereambio de productos, y se crea el centro de atraccién al cual debian afluir los inmigrantes en grandes masas, & pesar del sistema colonial que contrariaba su desarrollo y de las leyes prohibitivas que tendian & obstruir los canales naturales del comercio, como se veré después. A este resultado contribuyeron en no pequefia parte, asi el temple moral de los conquistadores, como las aptitudes de los principales caudillos de la colonizacién. La América espanola fué poblada en su mayor parte por aventureros intrépidos, avidos y rapaces, y 4 esto debe atri- buirse en mucho los prematuros gérmenes de descomposicién que inocularon su colonizacién. Agréguese que ella no tuvo su frente verdaderos colonizadores, y se tendré la explicacién de los vicios de conformacién del molde en que las nacientes sociedades fueron vaciadas. El mismo Colén, el eS eee ) Este hecho, de que hace mencién Barco de Centenero en su « Are gentina », Canto 24, esta camprobado ademas por los documentos inédi- tos del Archivo de Indias, en los cuales se hace igualmente mencién de {a plantacién de cafaverales y fabricacidn de esta primera cantidad de azitcar en el Paraguay. M. S, de 4380, POBLADORES DEL PLATA. — CAPITULO 1. 43 grande descubridor del nuevo mundo, no obstante su eleva- cin moral, crefa que la América y sus habitantes debfan ser tratados como pais conquistado y como esclavos (contra lo cual para honor de la humanidad protests Isabel la Catélica), y poseido de esta idea, fué un desgraciado colonizador de las ‘Antillas. Las Casas, imbutdo de la idea opuesta, no fué més feliz en su empr ida civil & los indigenas, creando en el nuevo mundo el tipo de las misiones apostoli- cas, que eran la continuacién de la barbarie bajo otra forma, y aconsejando la importacién de esclavos negros. Cor Pizarro fueron més bien extraordinarios hombres de accién, que dilataron su genio en un vasto teatro, luchando con una semi-civilizacién orgdnicamente débil, que no contenfa ningdin germen progresive, en cuyo tronco podrido injertaron la Asi, pues, si se exceplia & Valdivia en a y Garay en el Rio de la Plata, funda- oscuras y pobres colonias del nuevo mundo, puede decirse que la conquisia espanola no cuenta con verda- deros colonizadores, en el sentido de poblar y desierto y barbaro, y dotarlo Los descubridores y exploradores del Rio de la Plata establecieron los primeros j esa de reducir 4 civilizacién europe Chile y & Martinez In dores de las m ie Jementos de vida propia. ones de su colonizacién. Diaz de Solis, uno de los primeros navegantes de su tiempo, descubre el Rio de la Plata, y bautiza con la sangre del martirio el suelo destinado 4 recibir la semilla de la civili- zacién humana. Magallanes, en el primer viaje de circun- navegacidn del mundo, da su nombre 4 Montevideo, mar- cando uno de sus futuros empo Sebastiin Gaboto, que disputa 4 Coldén, con mejores titulos que Américo Vespu- cio, la gloria del primer descubrimiento del continente americano, deposita en el seno de Ia tierra el primer grano de trigo que fructificé en estas regiones, y funda su pri- mer establecimiento, iniciando su ocupacién y conquista. os pobladores del Rio de la Plata, sin ser 44 EXPEDICIONES COLONIZADORAS. — CAPITULO I. menos dyidos ni menos toscos por lo general, que los hom- bres de su época y la masa del pais 4 que pertenecian, fueron més bien que aventureros, verdaderos inmigrantes reclutados en las clases y en los lugares mas adelantados de la Espafa, que en razn de su clase y procedencia, y dadas las condiciones especiales en que se encontraron, debian influir en su organizacién coeténea y en los destinos futuros de la colonia, Procedentes en su mayor parle de las Provincias de Vizcaya y Andalucfa, trafan en su tem- peramento étnico las calidades de dos razas superiores altiya y varonil la una, imaginativa y eldstica la otra. Na- cidos y criados una gran parte de ellos en comarcas labo- riosas, en puertos de mar como Cadiz, Sevilla y San Litear, en ciudades como Madrid, Toledo, Valladolid, Cérdoba, Zaragoza y Salamanca, (6) trafan en su mente otras nocio- nes pricticas y otras luces, que faltaban 4 los habitantes de los valles y aldeas de Estremadura, de Galicia 6 de Castilla la Vieja, que dieron su contingente & la colonizacién del Per, en la que su mas grande caudillo no sabia ni esc bir su nombre. La primera expedicién colonizadora del Rio de la Plata en 1535, fué organizada en Sevilla en una grande escala, enrolandose bajo su bandera mis de ochocientos guerreros y trabajadores, muchos de los cuales yenian acompafiados de sus mujeres 6 hijos, « muy buena gente y lucid como dice el eronista Herrera, A’ su cabeza se puso un gentilhombre que habia militado en Malia, enriqueciéndose en el saco de Roma bajo las érdenes del Condestable de Bor- bén. Acompanibanle muchos veteranos de las,guerras de Flandes y Alemania, entre los cuales venia como simple » (6) Todos estos datos son tomados de los documentos originales que existen inéditos en el Archivo de Indias de Sevilla y cuyas copias obran en nuestro archivo, GERMENES DE SOCIABILIDAD. — CAPITULO 1. 5 soldado el primer historiador de la colonia, un hermano de leche del Emperador Carlos V, un hermano de Santa Teresa de Jesis y muchos capitanes y oficiales, « gentes que fueron sin duda (dice Azara) los mas distinguidos é ilustres entre los conquistadores de Indias. » Provista de armas, herra- mientas, municiones y viveres, esta expedicin traia ademas cien yeguas y caballos, que debian servir de base 4 la fabu- losa riqueza pastoril del Plata. La segunda expedicién de Alvar Nufiez Cabeza de Vaca, fué concebida bajo el mismo plan, trayendo en sus elementos personales nuevas fuerzas morales & la colonia. La tercera expedicién, de la misma procedencia, y la més notable por su composicién, trajo un gran mimero de labradores, artesanosy hombres de ciencias y letras, entre los cuales se encontraba el Homero ramplén de aquella trabajosa odisea, Ademis importé un mimero cre- cido de mujeres jévenes, rico contingente que venia 4 vivi- ficar la sangre europea, que operaba la conquista pacifica por la fusién de las razas. Estos nficleos de poblacién asi compuestos, entrafaban otros tres elementos de lucha, de conservaeién y de vida, que debian desenyolverse con energia en el nuevo medio, en el sentido del bien y del mal: — el espiritu guerrero, que @ la vez de pelear con los indigenas, promoveria disturbios en la colonia naciente; — el espiritu municipal, que encontraria su aplicacién en la actividad de la vida colectiva, — y la preparacién para el trabajo, que para ellos era condiciGn de existencia. VI Todos estos elementos mancomunados y hasta cierto punto ponderados, constituian una democ idimental, turbu- lenta por naturaleza y laboriosa por necesidad, con instintos 16 IRALA Y GARAY. — CAPITULO I. = de independencia individual y de libertad comunal, 4 la vez que con tendencia 4 la arbitrariedad, en que la fuerza y la opinién intervenia activamente, con mas eficacia que en el resto de la América. Asi vemos pasar la colonia, de la anar- quia al orden, del absolutismo al sistema electivo, y que, cuando faltaron & su cabeza los mandatarios legales, por acefalfas ocasionales 6 por efecto de revoluciones, el sufragio popular dié razdn de ser & sus gobernadores 6 caudillos, los que, apoyados en esta sola fuerza moral y material, se man- tuvieron por largos afios en sus puestos, sin provisién real y contra las provisiones del monarca metropolitano, dominando & todos con su popularidad y su elocuencia, & la vez que con su habilidad y energia. Esta grosera reptblica municipal en embrién, tuvo la for- tuna de tener 4 su frente, en los primeros dias de su fundacién y en la primera época de su dilatacién por el litoral del Plata y sus afluentes, dos hombres dotados del verdadero genio colonizador y de grandes calidades. Fueron estos Domingo Martinez de Irala y Juan de Garay, vizcainos ambos, fundador el primero del Paraguay, y el segundo de Santa Fe y Buenos Aires. Ambos eran capitanes notables, hombres sagaces y perseverantes, administradores entendidos y desinteresados, tan firmes como moderados en el mando, que obraron cons- cientemente teniendo en vista grandes proyectos, segtin lo acreditan los documentos contempordneos que originales se conservan. Irala, el mas grande de los dos, 4 quien Azara califica de « eardcter maravilloso », dieiendo de él « que » aventaja 4 todos los conquistadores en que redujo y civilizé » un pais barbaro en sumo grado, dictindole leyes las més » humanas, sabias y politicas », es el verdadero colonizador del Rio de la Plata, siendo el autor de su organizacién muni- cipal y el reformador del sistema colonial en estos pafses, & los que supo dar el temple viril de su alma. Garay, dilatando metédicamente la ocupacién del pais, complementando la ley IRALA Y GARAY, — CAPITULO I. 0 agraria de Ja colonia y fundando su riqueza pastoril, conso- lids la obra de Irala, y dejé por herencia & la posteridad la ciudad de Buenos Aires, la Alejandria de Sud América, reedificada por 60 soldados, con lo que aseguré la organiza- cidn del futuro Vireinato del Rio de la Plata, dentro del cual debia constituirse més tarde la nacién argentina, indepen- diente, libre y rica (7). Aun cuando la colonizacién del litoral del Plata, no siempre fué acertada en la cleccién de los lugares que se poblaron y en los medios que al efecto se emplearon, ella obedecia empero 4 un plan preconcebido, que tenia en vista la pro- duecién, el comercio y la poblacidn. No ast la colonizacién mediterrénca del pais, debida 4 la corriente del Pert, la cual, teniendo siempre presente su modelo, marchaba por instinto tras las huellas de la antigua civilizacién quichua desde Salta hasta Cordoba, y fundaba sus ciudades al acaso, sin consultar las condiciones geogréficas, ni tener en mira ninguna idea econdmica para el futuro. Asi, las dos colonizaciones, aun cuando después se han amalgamado por Ia influencia del eo (7) La importancia futura de Buenos Aires no se oculté & su fundador. Garay decia en uno de los documentos de su fundacidn : « La poblacién « del Puerto de Santa Maria de Buenos Aires, tan necesaria y convenien- «te para el bien de toda esta gohernacién y de Tucumin ». M. S. Auto proveido de Juan Garay en 1580. Alonso de Vera, apellidado el Tupy, que estuvo presente ala fundacién de Buenos Aires, dice comentando las anteriores palabras de Garay, aun- que con errados conocimientos geogrificos, lo que copiamos de un docu- mento inédito que tenemos a la vista: — « La poblacién que de nuevo » se hace por mandado de S. M. en este puerto que agora se puebla de » Buenos Aires, serd una plaza la mas importante que se habra poblado » en Indias, y mas en aumento del patrimonio real, por estar tan cerca » como estan los Reynos de Chile dél y estar 4 70 leguas la Mar del Sur, » camino muy bueno que se camina con carretas, y de allid todas las In ‘as del mar del Sur por la mar en menos de quince dias se ponen en » la ciudad de Jos Reyes, y en otro en Arica puerto de Potosi y de la » Provincia de Charcas, interesara al Real Patrimonio cantidad de Pe » sos, tiempo, costas y grandes rieszos por la carrera que se sigue » (se relieve a la del Istmo de Panama). M. S. Carta al rey de 4390. Tom. 2 48 DIVISION DEL PARAGUAY, — CAPITULO I. medio, la continuidad del territorio, la comunidad de intereses y sus afinidades politicas y sociales, tenfan una constitucién distinta, siendo la consecuencia més notable de esto la des- igual distribucién del progreso. Estas dos colonizaciones independientes, conocidas en la historia bajo la denominacién colectiva de Provincias del Rio de la Plata, eran dos cuerpos informes, sin cohesin y casi sin vitalidad, que crecicron lentamente en medio de la pobreza, bajo la dependencia del gran Vireinato del Pert, resolvién- dose sus negocios politicos en Lima y sus litigios en la audiencia de Chareas, VII En 4617 se dividié en dos la gobernacién, Hamada pro- piamente del Rio de la Plata, El Paraguay, bajo la denomi- nacion de Provincia del Guayré, formé una circunscripcién separada con su gobernador independiente, dentro de los limites que actualmente ocupa la Republica del mismo nom- bre, Bajo la denominacién de Provincia de Buenos Aires, se igié ota, de que formaba parte la Banda Oriental del Uruguay, el Entro-Rios, Corrientes, Santa Fe, la Patagonia, el Gran Chaco (y las Misiones jesuftieas del Parané y Uruguay poco después), con jurisdiccién superior en lo econémico dentro de los limites de la antigua gobernacién, La Provincia de Cordoba del Tueuman, conservs la misma organizacién, incluyéndose entonces en ella, ademas del territorio de 6rdoba, el de Salta, Jujul, Tucumin, la Rioja, Calamarea, Santiago del Estero y parte del Chaco. Los territorios de San Juan del Pico y Mendoza de la Frontera, hasta la Punta de San Luis, bajo la denommacién de Provincia de Cuy tinuaron por entonces bajo la dependencia inmediata de Chile, que la habla fundaoo. EVOLUCIONES COLONIZADORAS. — CAP. I. 19 La divisién de la gobernacién del Rio de la Plata, respon- diendo 4 necesidades nuevas, marca una de las mis trascen- dentales evoluciones en el desarrollo de su colonizacién. Iniciada ésta cerea de la embocadura del gran estuario, en €poca en que se tenian en mira las comunicaciones con el Oriente por el Estrecho de Magallanes, fué trasladada mas tarde al interior del pais buscando una comunicacién con el Perd, y fijandose su centro de operaciones en Ia ciudad de la Asuncién. Por el espacio de mas de cuarenta aiios (1338- 1580), fué la cabeza de esa colonizacién, & la que sélo el genio de Irala pudo dar alguna consistencia, haciendo germinar en su seno elementos expansivos. Garay, al reedificar la ciudad de Buenos Aires en 1580, después de fundar Santa Fe en 1573, la vivificd sacindola del aislamiento en que se atrofiaba, yla puso en comunicacién con el mundo y en contacto inme- diato con la que adelantaba por la parte de Chile y del Pera. Asi se articulaba la poblacién futura del Rio de la Plata, volviendo la colonizacién al punto de partida. Desde entonces, el Paraguay empez6 a decaer, en la misma proporcién en que el puerto de Buenos Aires iba prosperando. Las corrientes del comercio maritimo fueron sucesivamente convergiendo hacia el nuevo establecimiento, se establecieron comunicaciones regulares de intercambio con las costas del Brasil y eon el interior del pais, haciéndose mis faciles las de la metrépoli; se multiplies su produccién, y la inmigracién europea fué paulatinamente afocdndose en él, Asi, antes de cumplirse los euarenta anos (1580-1617) que habia durado la supremacia paraguaya, Buenos Aires era el centro de la poblacién del Rio de la Plata, su verdadera capital y su tinico mercado. Alli residian por lo coman los gobernadores, alli estaba centralizada la contabilidad, alli acudian 4 proveerse de mereaderfas europeas los habitantes del interior del pats. Mientras tanto, el Paraguay, aislado, redueido sus pro- pios elementos, privado de las corrientes vivificadoras de la 20 MISIONES DEL PARAGUAY. — CAPITULO I. inmigracién y del intercambio de productos, se inmovilizé y dejé de ser el centro de una civilizacién expansiva y fecunda. En contacto con la civilizacién portuguesa por la parte del Sur del Brasil, choes con ella en las fronteras del Alto Parané, y hubo de retroceder vencida, viendo devastada por Jos colonos brasilico-portugueses de San Pablo, la Provincia del Guayra, donde se asentaban tres cindades que desapare- cieron para siempre. Concurrié simultaneamente 4 esta deca- dencia, otro elemento de descomposicién, el cual aunque condenado 4 eterna esterilidad, se inoculé por entonces 4 su sociabilidad. Nos referimos & las famosas Misiones jesuilicas, que en aquel tiempo (1617) ya constitufan un imperio teocra- fico, compuesto exclusivamente de elementos indigenas , sujelos & un régimen comunista y 4 una disciplina monds- fica. La influencia de estas reducciones, favorable hasta cierto punto en el sentido de oponer un dique 4 las invasiones del Portugal por el Brasil, fué funesta al Paraguay. Ella detuvo el impulso de la colonizacién por el predominio del elemento europeo, el tinico que Hevaba en sus entratias el don de la reproduceién, Puso un obstéculo & la fusién de las razas, que operaba la conquista pactfica, y sustrajo 4 los indigenas del contacto con la inmigracién europea. Ocupé una gran parte del pais con una pob! cién artificial, que entranaba toda la debilidad y todos los vicios de la barbarie, combinados con los del gobierno ecle- sidstico, Paralizé asi sus fuerzas antagonismo, y enervé la constituci¢ bilidad, Empero, los instintos del individualismo, que Irala habia inoculado 4 la colonia eran tan vigorosos, que por mucho tiempo pudieron luchar con ventaja, aunque circuns- criptos al recinto de la ciudad de Ia Asuncidn, donde se man- tuvo enérgico el espiritu guerrero y municipal de los primi- tivos conquistadores. Merced & esto, las semillas vivaces de Ja civilizacién europea en el Paraguay, no fueron del todo sofocadas por la semi-barbarie diseiplinada del jesuitismo. (in inconsistente y una civiliza- ici entes, cred un nuevo in de la naciente socia- HERNANDARIAS DE SAAVEDRA. — CAPITULO I, 2 La obra de Irala y de Garay habia sido continuada por un hombre de la misma familia, el célebre Hernando Arias de Saavedra, conocido en la historia bajo el nombre de Hernan- darias, cuya fama ha sido algtin tanto exagerada por los his- toriadores jesuiticos por espiritu de proselitismo. Era un hijo do la tierra, el primer criollo que en América fué levantado al gobierno por sus méritos y servicios. Nombrado primera- mente Gobernador por eleccién popular con arreglo 4 la cé- dula de Carlos V de 1537, y posteriormente por provisién de los Vireyes y reales cédulas, Hernandarias completaba su quinto periodo gubernativo (en el espacio de cerea de 30 aiios), cuando tuyo lugar la division de la provincia, tocdndole 4 61 quedar al frente de la del Paraguay. Hombre dotado de genio emprendedor y animado de gran celo por el progreso de la colonia nativa, habia asegurado su poblacién y tenia ya me- dida toda su extension desde los Xarayes hasta las tierras Magallanicas, cuando esa divisién tuvo lugar. Para llegar 4 estos mezquinos resultados, los pobladores habian tenido que luchar con los indigenas duefios del suelo, con Ja naturaleza bruta, con el hambre, el aislamiento, la pobreza, y sobre todo, contra la madre patria, que mal inspi- rada, hizo todo lo posible por ahogar en su cuna esta colo- nizacién robusta, que sdlo se salvo de una temprana muerte merced a su propia vitalidad. VIL EI sistema de explotacidn, basado en el monopolio comer- cial, que la Espaiia adopté respecto de la América casi in- mediatamente después de su descubrimiento, tan funesto a la madre patria como a sus colonias, lo fué més ain para el Rio de la Plata. Caleulado erradamente para que todas las ri- quezas del nuevo mundo pasaran Espafia, y que esta fuese 22 FLOTAS ¥ GALEONES. — CAPITULO I la tnica que la proveyese de productos europeos, toda la le- gislacién de la metrépoli tendié exclusivamente 4 este objeto desde los primeros tiempos. A este fin se prohibieron en América todas las industrias y cultivos que pudieran hacer competencia a la Peninsula. Para centralizar el monopolio, se cred la famosa casa de Contrataciin de Sevilla (1503), decla- rando que era la tinica puerta de Espafia por donde podian_ expedirse buques con mereaderias para América y entrar los productos coloniales de retorno. Para asegurar la exclusiva, hasta del tnifico intermediario, los mereaderes espanoles, se prohibis toda comunicacién comercial de las colonias en- tre si, de manera que todas ellas convergiesen aisladamente 4 un centro unico. El sistema restrictivo se complemento con la organizacién de las flotas y galeones lamadas de Tierra Firme, reuniendo en un solo convoy anual 6 bianual, todas Las naves de comercio (escoltadas por buques de guerra), que al principio se despachaban sueltas por la Casa de Contrata- cidn, y declarando que a su vez la América no tendria para su tnifico con la madre patria sino una sola puerta de en- trada y de salida (1338-1361). Fijose ésta en Portobelo por el lado del Athintico, y en Panam por el del Pacifico, puntos donde en época fija del afio, tenfan lugar dos ferias de cua- renta dias. Alli se verificaban los cambios, atravesando mercaderias el Istmo del Panama y retornébanse por la mis- ma via los productos con que se cargaban la flota y los galeo- nes, que regresaban inmediatamente. Pasado esto, se echaban los cerrojos de ambas puertas, y la América y la Espafia que- daban comercialment estiindolo perpetuamente las colonias entre si. Las mereaderias europeas asi introducidas por el Istmo, proveian 4 Venezuela, el Reino de Granada, Pert y Chile, haciendo eseala las iiltimas en el Callao; de alli se Hevaban a omunicadas por un ato 6 dos mis, Chile las que le correspondian, y a Arica las que é lomo.de mula debian introducirse en el Allo Pert, central ‘indose en EXPLOTACION COLONIAL. — CAPITULO 1. 23 Potosi. A este mercado, finalmente, debian acudir & proveerse los habitantes de las provincias del Rio de la Plata y Cordoba del Tucumén, teniendo éstas sus puertos secos para el caso de internacién, recibiéndose las mercaderfas en los tiltimos pun- los con un recargo de 500 % 600 por ciento y atin mis, sobre su costo primitivo. Tal era el ilinerario y el sistema comercial, que en viola- cidn de las leyes de la naturaleza y de las reglas del buen go- bierno, estaba en vigencia cuando se poblé el Rio de la Plata, y especialmente cuando se reedifics Buenos Aires. Excluida por élla concurrencia, suprimida en realidad la navegacién, recargados arlificialmente los fletes, exagerados los pre de los productos europeos y envilecidos los de los ami nos, tasado el consumo y limitada la produceién Jos capitales, desaler fomentando la corrupcién administrativa en la metropoli y las colonias, y creando intereses sérdidos que lo explotaban en dafio de la comunidad, tal sistema ios ca pstancados ando el trabajo, provocando el abuso, envolvfa la ruina de la Espaiia y de la América @ la vez. Asi, antes de trascurrir un iglo, la poblacisn de Espaiia estaba reducida & la mitad, sus fabricas estaban arruinadas, su marina mereante no existia sino en el nombre, su capital habia disminuido, su comercio Jo hacfan los extranjeros por medio del contrabando, y todo el oro y la plata del nuevo mundo, iba & todas partes, menos a Espaia. Ix istema El error fundamental ¢ slonial de Espafia, no empero una invencién suya: era la t némica de la época reducida a pr xplotacion de adic on én antigua, ictica. La era la teoria ¢ Inglaterra, en la América, tendié si ese mismo resultado, propendiendo por sus colonias del norte de 2 MONOPOLIO COMERCIAL. — CAPITULO 1. medio de leyes coercilivas a que la metrépoli fuese la tiniea que las proveyera de productos europeos, la tinica de donde partiesen y é donde retornasen los buques destinados al tra- fico, cometiendo mayores errores teéricos en la institueién de compaiiias privilegiadas, i las cuales entregaba el territo- rio como propiedad, a titulo de conquista, y é sus habitan- les indigenas como esclavos, reservindose el monarca la ab- solula potestad legislativa. En la priictica, sin embargo, estos errores tenfan su correctivo. Los resultados que buscaba la Inglaterra realizdronse sin gran violencia, con ventajas para la madre patria y beneficio de las colonias. Sus leyes de na- vegacin (1630-1666) dieron é la marina inglesa la suprema- cia y sus puertos Ia exclusiva, al desterrar de sus merca- dos la competencia extranjera, quedando de mejor condicisn sus fabricantes y negociantes, y monopolizando de hecho y de derecho el comercio colonial. Este monopolio, explotado por un pueblo apto para el tréfico mercantil, con poblacin superabundante, marina mercante libre en su esfera, con fie bricas suficientes para abastecer sus colonias, con instintos de conservacién para acrecentar el capital sin cegar las fuen- tes de la riqueza misma, con tradiciones de propio gobierno que trasplantaba 4 sus colonias, sin que un absolulismo co- mo el de Carlos V 6 Felipe II las sofocase, y con una ener gia individual no coartada por la minuciosa tirania fiscal de la Espatia, este monopolio deciamos, entregado a otras ma- nos, funds la colonizacién norte-americana, y corrigid de he- cho sus errores, sin incurrir en sus abusos. Acabé por im- primirle un sello moral, la colonizacién libre de los que, hu- yendo en Europa de la tirania religiosa, buscaron en Amé- rica la libertad de conciencia, estableciendo en ella de hecho y de derecho el gobierno del pueblo por el pueblo, sobre bases més sélidas y mis justas atin que en la misma madre patria. De todos modos, el sistema colonial espaol, tan absurdo CLAUSURA DEL PLATA. — CAPITULO | 25 y brutal como era, satisfacia hasta cierto punto, al principio, las necesidades de una parte de sus posesiones, proveyéndo- las de algo de lo que necesitaban; hacia posible el inteream- bio de las que tenian oro, plata, perlas y piedras preciosas que exportar; daba alguna participacion en sus beneficios, a los mas inmediatos 4 la puerta legal de entrada y salida, que producian el cacao, tabaco, aniil, la cochinilla, la va sustancias tintdreas, la quina y otros articnlos, que concu- rrian a las ferias y soportaban el recargo. Ademis, favorecia directamente al Peri, constituyendo en el Callao un nuevo monopolio, «i cuya sombra se realizaban inmensas ganancias. Sus efectos desastrosos, no se sentian desde Iuego en el Alto Pert, pais mediterrineo, condenado de todos modos veerse por las vias terrestres, que solo explotaba minas con pro- el trabajo de los indios, exportando tinieamente barras de plata, y ganaba en los repartimientos de las mereaderfas que con ellas adquiria el doble de lo que le costaban, quedando bajo su dependencia comercial las provineias de Cordoba del Tucumin y Rio de la Plata, En cuanto é CI oro que cambiar por el camino maritimo, al menos hasta Pa- nam, y el Pacifico era una especie de mar clausurado, aun después de conocido el Estrecho de Magallanes e, como tenia u situacion mientra era soportable, y por lo pronto no aspiraba a mi no se descubriera el pasage por el Cabo de Hornos, que debia redimirlo de esa eselavitud. El Rio de la Plata estaba totalmente exeluido de esos bene- 8, hacian posible el ficios, que aunque parciales y tran comercio, 6 cuando menos alimentaban la vida. No teniendo plata, oro, ni productos preciosos de poco voliimen que tras- portar por tierra al través de toda la América Meridional, no le era posible acudir ai las ferias de Panama y Portobelo, ni aun a la del Callao, hasta donde sus cueros, sus sebos y sus cereales no podian llegar. No podian venirle por esa via las sustancias alimenticias, como el vino y el aceite, ni menos el 26 ViAS DE COMUNICACION, — CAPiTULO 1 ferro, y las ropas mismas les legaban con un recargo que las ponfa fuera del aleance de su pobreza, teniendo que acu- dir por ellas 4 Potosi, el mercado mas caro de Sud-Amé- rica. (8) No pudiendo realizar sus frutos por esa via, ni pro- veerse de lo necosario por ella, carecia ademas hasta de la materialidad de la moneda para comprar, pues estaba prohi- hido que ella pasase de Potosi, ni que Megara al Rio de la Plata el oro 6 1a plata, aunque fuese en forma de hajillas; ni Se permilia a los pasajeros que transitaban de una provincia 4 olra evar mas cantidad de moneda que la indispensable para el viaje, previo permiso y registro en la aduana seca de Tucumén, la cual tenfa orden hasta para no dejar pasar en esa forma ni el producto de la venta de mulas que los de Buenos Aires realizaban on Salta (9), - x. Buenos Aires, lave de un sistema geogriifico que se ligaba por la navegacién fluvial al Paraguay y por la via terrestre con el Alto Perti y Chile, lindero con el Brasil, colocado a es (8) D. Juan Ramirez de Velasco, nombrado por el Virey del Perit Go- hernador del Rio de la Plata en 1395, escribia al Rey desde la ciudad de }a Plata (Chuquisaca) lo siguiente : « Estas dos gobernaciones (la de Tu- » cumin y Rio de la Plata) serin inavitables, porque si se ha de llevar » desde Potosi la ropa siendo la mis cara plaza de las Indias, no se po- » drian sustentar por estar i 200, 4 300 y 400 leguas, y valia antes una » vara de paiio 30 pesos, y una de terciopelo 50, y de raso 20, y tafetan » 40, vara de Ruan 4, de Olanda 40, una libra despecias 30, una botija » de aceite 30 y de vino 25, y & este respecto todos los demas articulos » de Castilla, y el herrar un caballo vale 6 pesos, que se puede conside- » rar que siendo menester mil caballos para cada jornada ya se sabe lo » que costar el herraje, y con hacer merced V. M. d estas Gobernaciones » de lo que digo (comercio con el Brasil) podrian venir &-costo de Tierra » Firme 6 Nueva Espaiia. »M.S. Carta al Rey de 1595 en nuestro archivo. (8) Véase « Recopilacién de Leyes de las Indias. » Lib. VII, tit, xv. « De las Aduanas. » Ley 2., 9.8 y 10.4 — Véase tam- bién Azara « Viajes », VIAS DE COMUNICACiON, — CAPITULO I. a7 frente al Cabo de Buena Esperanza, escala necesaria de las comunicaciones por el Estrecho primeramente, y por el Cabo de Hornos después, situado a la inmediacién del mas vasto estuario del mundo, centro del més admirable y vasto sis- tema hidrogrifico de la América del Sur, y en franca y di- recta comunicacién maritima con la Europa, era sin duda el punto més digno de Hamar la atencién de la metropoli, si Gsta hubiera tenido entonces un gobierno previsor, 6 por lo menos una opinién ptiblica que corrigiese sus estravios. Pero la Espaiia, despojada de sus libertades municipales, era presa del més atrasado absolutismo, y como se ha dicho, cuando el Rio de la Plata se descubris, ya estaba planteado el absurdo sistema colonial que debia arruinar & la vez 4 la América y la Espaiia. Cuando empezé a poblarse en 43 casi simultineamente el trifico de flotas y galeones de Firme, euyo itinerario y efectos hemos sefialado. Por tillimo cuando se reedifies Buenos Aires, teniendo sus fundadores en vista los grandes objetos que se ocultaban a la cegue- 5, se establecis ra dad del gobierno espafiol, el sistema del monopolio exclusi- vo por medio de los comerciantes de Sevilla y las ferias de Portobelo, imperaba en todo su vigor, y los intereses sér- didos y los abusos por él fomentados, eran més podero- 0s que el mismo monarea, en cuyo imperio no se ponia el sol. La Espaiia, preponderante en Europa por la politica 3 armas, seiiora de las Antillas, de la América del Sur y parte de la del Norte hasta la Florida, con posesiones en Asia, ha- las biendo incorporado 4 sus dominios al Portugal y sus colonias y por consecuencia el Brasil, las Molucas y la Costa de Africa (Guinea y Angola, segiin las denominaciones geogrilicas de la época,) arbitra por algiin tiempo del comereio de las Indias Orientales, poseyendo la primera marina militar del orbe, constituia el conjunto mis colosal de paises situados bi mis diversos climas, y el mis ri 0 los o que la imaginacién pu- 28 PUERTO DE BUENOS AIRES. -- GAPITULO 1. diera concebir. (10) Con sélo dejar crecer y multiplicar sus productos, y permitir que se cambiasen entre sf, rindiéndole sus tributos, la Espafia pudo y debis ser la nacién mas pode- rosa y mas préspera de Ia tierra, i haber permitido que se cumplieran las leyes de la naturaleza, aun sin poner de su parte, inteligencia ni trabajo. No lo hizo asf, porque le faltaba hasta el instinto de la propia conservacin. Por lo tanto, no es extrafio que aplicara a la oscura y miserable colonia del Rio de la Plata, la regla a que estaba sometido todo el impe- rio, y que le negara hasta el derecho de navegar para vivir, que ella se negaba & si misma para engrandecerse y perpe- tuarse en los tiempos. Los que de estos hechos han sacado argumentos para acriminar 4 la Espatia, alribuyéndole entra- jas de madre desapiadada para con sus colonias, no han sido equilativos. A un absurdo sistemitico, que refluia princi- palmente en daiio propio, no puede negarse la inconsciente buena fe, XI El puerto de Buenos Aires, sefialado por la naturaleza para ser el emporio de la América meridional, fué considerado por la Espaiia como un presente funesto, y como tal se declaré puerta condenada, aun para el uso de sus propios habitan- tes, Por el espacio de més de un siglo, toda la legislacién espafiola 4 su respecto, no tuvo més objeto que impedir la navegacién y el intercambio que por él podia efectuarse. Prohibiase bajo severas penas, la entrada y salida por esta via de hombres y mercaderias, y especialmente de los meta- les preciosos, declaréndose expresamente que los frutos del (10) Véase Scherer. Histoire du Commerce de toutes les nations », t. M, pig. 197 y sig. Ed. de 1857. PROWIBICIONES. — CAPITULO 1. 29 pais estaban incluidos en la prohibicién absoluta, Dabase por razén para ello, que no produciendo el pais oro ni plata, alli acudirian atraidos por su comercio los caudales de Potosi, saliendo con més facilidad que por la via de Panama; que las mercaderias entrarian por esta puerta franca a Chile y al Peri, con més de un 30 por ciento de economia en los pre- cios, y otro tanto en los fetes y gastos, lo que perjudicaria al comercio de flotas y galeones de Tierra Firme, que tenia que luchar con mayores obstaculos y mas gastos; y por ultimo, que siendo cl pais sano y abundante, sus habitantes podian pasarse sin vender sus frutos, y que si por ello sufrian, era menos malo esto que el que se amenguaran las ganancias de las ferias de Portobelo (I). Por el espacio de cerca de medio siglo (1333-1380) subs tié en todo su rigor esta prohibicion absolula. Durante ese periodo, la colonia solo se proveys de instrumentos de tra- bajo y de las cosas esenciales a la vida, por medio de las ex- pediciones que segiin las capitulaciones con los Adelantados (11) Todo esto esta consignado en Ia legislacién y consta de documen- tos piblicos, Un historiador del comercio espaiiol en América, decia en 1797 : — « Restringido estuvo el comercio del Rio de la Plata, y ningin » otro puerto de a dominacién espafiola en América tuo. menos liber- » tad de ejecatarlo. — Los comercios de Espaiia y del Peri, ambos in- » clinaban & que nada seria tan conveniente como la absoluta prohibi- » cidn-de registros, funddndose en que eran perjudiciales 4 la negocia- » cidn general que se hacia por Tierra Firme, y en que las Provineias » del Rio de la Plata tenian todo lo necesirio para la vida humana, y » podian pasar sin la venta de sus efectos. Aiiadian que éstos no eran de » mucha consideracién, y que de no extraerlos no les resultaria mucho » perjuicio ; pero que si experimentasen alguno, era menos malo que lo » que sufriesen ellas. » (Memorins histéricas, etc., de Antunez y Acevedo, Parte 2.*, art. VI). — Véase ademas Informe de los Vireyes del Peri, es- pecialmente la « Relaciém» de don Luis de Velasco al Conde de Monterey en 1604, los del Consejo de Indias, Casa de contratacion y Consultado de Sevilla sobre lo mismo, un «Memorial» de Leon Pinelo en 1623, los Me- moriales del Consulado de Lima y del Apoderado de Buenos Aires en 1744 y 4780, documentos en que se da por razén para cerrar el puerto de Buenos Aires, sus mayores ventajas naturales y la baratura de las merea- derias y fletes terrestres. 30 NAViOS DE REGISTRO. — CAPITULO I. conducian 4 los mismos pobladores. Por acaso, alguna de las naves destinadas a las Molucas 6 al Estrecho de Magallanes, arribaba al solitario puerto, y expendia en él parte de su cargamento pagando el almozarifasyo (derechos de aduana) fandando la violacidn de la ley escrita en 1a ley natural (12). En fuerza de la ley de la necesidad unas veces, por pre- miar servicios de conquistadores otras, 6 por mero favor determinadas personas, se empezaron 4 conceder un afio antes de reedificado Buenos Aires (1579) algunas permésiones (13) de navios de registro, 6 sea buques sueltos, que con li- cencia expresa, pudieran ir hasta Cidiz 6 Sevilla 6 comer- ciar con Ja costa del Brasil, entonces dependencia de la corona de Espafia bajo el cetro férreo de Felipe I. Por esta via pudieron los colonos proveerse de fierro, acero, ropas y anicar, que era lo que mas necesitaban, introduciéndose 4 la vez algunos negros esclayos con licencia especial. Este trafico, mis bien consentido por gracia 6 tolerado por nece- sidad, que reconocido como derecho, tuvo su sancién legal en 1387 en que se reconocié la imposibilidad de que los habi- ntes del Rio de la Plata acudieran al mereado de Po- tosi (14). Desde entonces, la corriente de importacién se regu- larizé algin lanto, y no obstante disposiciones que mediaron en contrario, se mantuvo por el espacio de diez y seis aiios (12) El primer acto aduanero de este género que se registra en los ana- les del Rio de la Plata, tuyo lugar en 1538 subsistiendo la 1.* poblacién de Buenos Aires, segitn consta de un M. §. de 1543. Antonio Leon Pinelo sostuvo esta teoria en 1623 con relacidn 4 Buenos Aires, segun se vera mas adelante. (13) Fl tnico autor que cita esta fecha es Antonio Leon Pinclo en su «Memorial» de 1623, afirmando que el 1.° de Julio de 1379 fué «la pri » mera permisién que tuvo el Rio de la Plata como consta por Real cé- » dula (de 4.° de Julio de 1789) de dos navios para Sevilla 6 Cadiz.» (14) Cédula de 20 de Noviembre de 1587. El iinico que invoca este do- cumento desconocido es Antonio Leon Pinelo, en su « Memorial » citadc, diciendo que por él se declard «que los de Buenos Aires no fuesen pre- sos por el privilegio general del Perit, » agregando « que en 1623 ya no se guardaba. » CORRIENTES COMERCIALES. — CAPITULO I. 3 hasta el comienzo del siglo XVIL (1586-1602.) Empero, muy poco aprovecharon de estas limitadas franquicias los po- bres pobladores del puerto de Buenos Aires, quienes sin salida para sus frutos, carecian como se ha visto de moneda, tenfan que contentarse con recoger algunas migajas de este festin comercial, que beneficiaba principalmente 4 los mer- caderes del Pera, los cuales no obstante las prohibiciones acudian 4 aquel mercado & comprar las mereaderias con oro y plata sonante (1 Hemos dicho que esta corriente se mantuyo no obstante disposiciones que mediaron en contrario. En efecto, en 1394 y 1593 recrudecieron las prohibiciones, ordenindose nueva- mente que « si fuese posible » no entrase ni suliese nada ni nadie porel Rio de la Plata (16).La corriente de la importacion marilima, no se interrumpid, empero del todo, porque como los rescriptos del rey lo prevetan, la prohibieién absoluta era imposible. Contribuyd 4 darle nueya actividad el asiento de negros (mereado de esclavos con privilegio) que por enton- ces se establecié en Buenos Aires (1395 4396). Aunque al asentista general y 4 los factores del asiento, les era prohi- hido comerciar ni atin con el sobrante de las ropas y vive- res destinados 4 los negros « bajo pena de la vida, » sin embargo, como tenfan autorizacién para introducir hasta 600 negros en buques propios, bajo la proteceién del pabe- Mén_ negrero pasaba el contrabando. Como ademés podian yender licencias sueltas, que se explotaban por segundas manos, con buques patentados por el asiento, el tritico fué (15) Véase « Registro Kstadistico de Buenos Aires,» vol. Il de 1860, pag. 14 (asi como el tomo 2.° de 1858) en que se hallan insertas las im Portantes investigaciones historicas de D. Manuel Ricardo Trelles sobre el puerto de Buenos Aires y origenes de su comerci (16) Cédulas de Felipe Il de 28 de Enero de 130% y 30 de Noviembre de 1598 en el Pardo. — Véase ademis Viewiia Makenna «Mlistoria. de Valparaiso,» t. 1, pig. 237 y 238. 32 RAZAS ARGENTINAS. — CAPITULO I. ensanchindose gradualmente, poniendo al Rio de la Plata en contacto con la costa de Africa (17). Este establecimiento, fla vez que activé su comercio, introdujo un nuevo elo- mento étnico y social en el micleo primitivo de la coloniza- cidn argentina. Tres razas concurrieron desde entonces al génesis fisico y moral de la soviabilidad del Plata: la europea 6 caucasiana como parte activa, la indigena 6 americana como auxiliar y la etidpica como complemento. De su fusién, resulté ese tipo original, en que la sangre europea ha prevalecido por su su- perioridad, regenerandose constantemente por la inmigra- cidn, y 4 cuyo lado ha crecido mejorandose esa otra raza mixta del negro y del blanco, que se ha asimilado las cuali- dades fisieas y morales de la raza superior (18) En cuanto 4 la esclavatura como institucién, ella alteré muy poco las condiciones econémicas y morales de la na- ciente sociabilidad. El negro era simplemente un nuevo co- lono, que entraba 4 formar parte en cierto modo de la fami- lia con que se identificaba, siendo tratado con suavidad y soportando un trabajo facil, no mas penoso que el de sus amos, en medio de una abundancia relativa que hacia grata la vida (19). A esto se debis el espontaneo movimiento aboli- cionista, que en el espacio de menos de dos siglos (1596-1776) (17) Veitia Linage «Norte de Ia Contratacisn de las Indias,» lib. I, cap. XXXII, Nos. 44, 42, 13 y 14. (48) Véase Azara «Voyages, elc.,» t. II, pag. 269, (49) Un viajero inglés, hablando de la condicidn de los esclavos en el Rio dela Plata, decia en 1808: « Es un hecho que abona mucho en favor » de los hispano-americanos del Sud, el tratamiento suave, humano y » benévolo que dan 4 sus esclavos, el cual contrasta con su crueldad para » con los animales. La condiciin de los africanos es indudablemente mis » feliz aqui que en ninguna otra parte del mundo, y hasta me avanzo & » decir que més feliz ain que en su pais natal, Rara vez se le: = un castigo severo: su tarea es leve, y pueden desempeiarla fac » En verdad, apenas parecen esclavos. » Noles of the Viceroyally of la Platu, pag. 98. NUEVAS PROHIBICIONES. — CAPITULO 1. 33, produjo el resultado proporcional de 174 libertos por cada 100 eselavos, siendo la proporcién de la poblacién general de un hombre de color, por cada cinco blancos, segiin lo com- prucha laestadistica del Paraguay y Buenos Aires en aquella época (20). Esto explica también por qué, cuando Ilegé el dia de la in- surreecidn de la colonia, los antiguos libertos y los esclavos, tomaron las armas como hijos y hermanos de sus antiguos amos domésticos, se hicieron ciudadanos de la nueva demo- eracia, formaron el niicleo de sus batallones veteranos, y derramaron generosamente su sangre al lado de ellos, se- Mando con ella el principio de la igualdad de razas y de- rechos, proclamado por la revolucién de la independencia argentina. XIL El primer ano del siglo: XVII (1601) comenzé para la co- lonia del Rio de la Plata con una Real Cédula, reforzando las antiguas prohibiciones de todo comercio por el puerto de Bue- nos Aires, las cuales debian renovarse mas tarde « bajo pena de ejemplar castigo (21). » Al mismo tiempo, se fundaba la primera escuela para ensenar a leer y eseribir 4 sus nifos, y su primer molino de viento para moler sus trigos (22). No obstante esto, sus progresos habian sido lentos en cl espacio de veinte y dos anos. En 1602 la poblacién del puerto de Buenos Aires no pasaba de 500 vecinos, sin contar los indios repar- tidos y los negros esclavos, correspondiendo el aumento so- bre los sesenta primitivos pobladores, razon de un hombre (20) Véase Azara obra citada, tomo I, cap. (21) Cédula de 6 de Abril de 1601, (22) « Registro Estadistico de Buenos Aires» por M. R. Trelles, tomo It de 1860, pag. 15. TOM. 1. 3 pig. 266 y siguientes. oF LOS PUEBLOS CERRADOS. — CAPITULO I. de armas por afio (23). Aunque la produccién se habia acre- centado por el procreo de los ganados, y la agricultura habia hecho algunos progresos, segtin lo prueba la fundacién de un molino, como los frutos del pais no tenian salida, ni va- Jor venal, su accidn se limitaba 4 servir de moneda para las transacciones domésticas, y en el Paraguay el lienzo fabri- cado en la tierra y la yerba mate hacian el mismo oficio. No por esto desmayaban en su fatigosa empresa los animo- sos pobladores de la ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa Marfa de Buenos Aires, en cuyo blasén municipal, dado por su glorioso fundador, se ostentaba « una dguila negra pin- » tada al natural, con su corona en la cabeza, con una cruz » eolorada sangrienta saliendo de la mano, y con cuatro hi- » jos debajo demostrando que los cria (24). » Los aguiluchos habian crecido, y el instinto de su propia conservacién los alentaba é la lucha y al trabajo, persiguiendo la tradicidn de abrir los pueblos cerrados, como ellos decian. Los pobladores nombraron procurador que los represen- tase en la Corte 4 un sobrinoilustre de San Ignacio de Loyola, y apoyados por su gobernador Hernandarias de Saavedra, su- plicaron y reclamaron de las prohibiciones, alcanzando al fin que el sistema colonial se duleificase & su respecto. En aten- cidn 4 « la pobreza de la tierra, & lo poco que se aumentaba » su poblacién por falta de todo lo mas preciso para la vida » humana, y no tener con qué proveerse sus habitantes por » estar prohibida la entrada y salida por su puerto y los » demas de toda su costa» el Rey, mas por conmiseracién (23) «Registro Estadistien de Buenos Aires» por MR. Trelles, t. If de 1860, pag. 18. (24) Auto de D. Juan Garay de 20 de Octubre de 1380, en que dice : «Estas dijo que sefialaba y seftalé por armas de esta ciudad, la razin de » la cual (la cruz) y del blaséa es el de haber venido & este Puerto con » fin y propésito firme de dar ser y aumentar los pueblos de esta Gober- » nacién, que hii euarenta estén poblados y eerrados é ivan en gran dis- » minucidn. » M.S. (Archivo de Ia Andiencia de Chareas.). PERMISIONES DE NAVEGACION. — CAPITULO I. 35 que por justicia, expidis en 1602 una eédula modificando las restricciones comerciales (25). Por esa cédula, manteniendo en todo su vigor el prineipio de que « no conventa que por las » provincias del Rio de la Plata se abriese puerto 4 la con- tratacién con Espana, ni con ninguna otra parte, y que la » prohibicidn se garde inviolablemente y que no entren ni » salgan personas sin expresa licencia del Rey, » se concede, empero, por merced, que los pobladores puedan por tiempo de seis aiios extraer de los frutos de su cosecha y en buques propios y por su cuenta hasta 2.000 fanegas de harina, 500 quintales de cocina y 500 arrobas de sebo, y conducirlas al Brasil, Guinea y otras islas cireunvecinas, pudiendo intro- ducir de retorno « las cosas forzosas y necesarias, » Del be- neficio de esta concesién, fue excluida la Provincia de C6 doba del Tucuman, no obstante la opinion en contrario de la Audiencia de Chare ordenandose por cédula posterior, que no se permitiera que de ninguna ciudad del inte se llevase 4 Buenos Aires harina, cecina, ni bizcochos, ni otros bastimentos 6 frutos, sino en cosa de gran necesidad, yen la cantidad estrictamente precisa (26). Expirado el término de la permisién, renovéronse las sti~ plicas y reclamaciones; y como la razén suprema de la nece- sidad subsistia siempre, hubo de prorogarse y renovarse Por tres veces consecutivas, en 1608, en 1614 y 1618, exten- ndose & los cueros al pelo, no obstante la oposicién del Perd empetiado en el mantenimiento de las prohibiciones (27) La gracia estaba tasada con tanta mezquindad, que de- ior, (25) Rubaleava «Tratado de el comercio de tas Indias, » cap. XIII, Ne 211, y Cédula de 20 de Agosto de 1602 despachada en Valladolid. D. Manuel R. Trelles ha dado publicidad & este documento, inserLindolo {ntegro en el tomo I del« Registro Estadistico de Buenos Aires », pig. 43. (26) Cédula de 29 de Enero de 1606, (27) Gédulas de 19 de Agosto de 1608; de 19 de Octubre de 46165 y de 5 de ‘Soliembre de 1618, La de 1608 fué simple proroga de Ia de 1602 que expiro el 7 de Febrero de 1612: las otras dos fueron renovaciones, 36 PERMISIONES DE NAVEGACION — CAPITULO I. biéndola gozar en comin el Paraguay y Buenos Aires, enla distribueién proporcional que se hizo de la carga, cupo & cada habitante un cuero y medio de vaca! (28) Bien se al- canza que en proporcién de tan pobre exportacién debia ser el retorno, y que éste apenas bastaria 4 llenar las mas pre- miosas necesidades de la vida. Tanto en el sentido de la exportacién como de la importacién, la gracia era insufi- ciente y precaria, y 4 veces ilusoria, por la condicién im- puesta de que, el doble trifico debia verificarse en buques propios y no fletados, y por cuenta y riesgo de los vecinos, que no tenian més moneda permitida que los cucros y la yerba mate. Para conciliar las imperiosas necesidades de los poblado- res, con las tirénicas exigencias de las prohibiciones y la clausura del puerto, se determin por la cédula de 1618, que pudiesen importar y exportar hasta 200 toneladas anuales, en dos buques que no excediese cada uno de 100 toneladas, con sélo 40 toneladas de tolerancia, pena de decomiso. Al mismo tiempo se autorizaba la introduccin de algunas de las mereaderias de retorno, al Tucumén y al Pera; pero con la precisa condicién de que se estableciese una aduana seca en Cordoba, que cobrara nuevo derecho de importacion, 4 razon de 50 por ciento, aforando los géneros & los pre- cios del Pert, con el objeto de equilibrar los del forzado comercio por Panamé. De este modo, las mereaderias in- trodueidas por el puerto, ademas de pagar derechos de extraceién en Espana, sufrir los quebrantos del cambio for- zoso, volver & pagar derechos en Buenos Aires y cargar con los fletes maritimos y terrestres, tenfan que abonar un 50 por ciento mas & precios de aforo por Panama, los cuales representaban el doble de su costo al llegar & Cordoba, 6 eels Sw Se eee (28) Testimonio del Gobernador de Buenos Aires don Diego de Gén- gora en 1648, remitido al Consejo de Indias, apud Pinelo. LEON PINELO. — CAPITULO I. a7 sea un 300 & 400 por ciento del valor de fabrica. Tan ab- surdo era el sistema del monopolio por Tierra Firme, tan natural y yentajosa la via comercial obstruida por la ley, que 4 pesar de esto, las mercaderias introducidas por el Plata, soportaban cl recargo, y podian compelir ventajosa- mente con las de las flotas y galeones una vez puestas en Cordoba! Esto indujo 4 la Corte 4 restringir la merced 4 los tér- minos mis cstrictos, diclando nuevas ordenanzas para el puerto, en que hacia depender las licencias del beneplicito especial del monarea, debiendo ser los buques de menor porte, no pudiendo la moneda de plata de Potosi legar ni 4 veinte leguas antes de Cérdoba,-y abonar, ademas de los otros derechos, los correspondientes al almojarifazgo en Sevilla bajo las penas mis severas (29). En esta ocasién se levanté en Espaha, una voz autori- zada abogando por los derechos de Buenos Aires, decla- rando injustas las nuevas ordenanzas, imposible su ejecu- cion, y sosteniendo ante cl Monarca su derecho natural, aun con violacién de la ley escrita. Fue éste el famoso An- tonio de Leén Pinelo, relator del Consejo de Indias y pro- curador nombrado por la ciudad de Buenos Aires al efecto. En un Memorial que con tal motivo dirigié al Rey ledect — « Anos h& que & Buenos Aires se hizo esta merced con » alguna largueza, que fué bastante para sustentar la tierra, » sin cometer excesos, los cuales fueron naciendo al paso » que la merced limiténdose , que como Ia falta de lo ne- » eesario suele compeler 4 lo ilicito (Cap. licet de servis) » nunea esti mis mejorado aquel puerto que cuando se le » concede lo que no excusa, y falténdole, como necesitas re ee (29) Nuevas ordenanzas de 7 de Febrero de 1622. Fueron insertas en la Recopilacién de Leyes de Indias, fgurando en las iiltimas ediciones en el lib, VII, tit. XIV. 38 LEON PINELO. — GAPITULO I. » earet leges, carecen de ley y de orden las cosas de Buenos » Aires, cometiéndose algunos excesos, que requieren més » el remedio que la pena... y no habiendo permisién habrit » de ser sin ella. » ¥ refiriéndose @ la injusticia de la ley escrita y @ la prohibicién de la moneda, agregaba con fir- meza — « Es rigor obligar 4 unas Provincias & que por » beneficio de otras compren mas caro lo que han menes- » ter; que se prohiba el comercio por alli & efecto de que lo » tenga por Portobelo, que esté mil doscientas leguas, por » el beneficio de los mercaderes de Sevilla. » — Mandanse » cosas que no se pueden ejecular, porque las leyes han de » ser conformes é la naturaleza, sitio y naturaleza dela tierra, » y lade aquella no esté-bien entendida, por haber sido mal » explicada en lo que ha de consistir la conservacién. — Pu- » diera representar los inconvenientes imposibles que ha » de tener la ejecucién de las nuevas ordenanzas que el ano » pasado (1622) se cnviaron para aquel puerto y para la » ciudad de Cérdoba, donde se mand formar una aduana; » por lo cual no sélo se prohibe comercio de Buenos Aires » con Tucumén, siendo tan justo y necesario como se ha » tocado, sino que se imposibilita el tener los vecinos de aquellas dos gobernaciones, lo que » introdujo, que es la moneda » (30). En condiciones tan violentas, el contrabando tenia nece- sariamente que corregir tamaiios errores y tanlas injusticias, revindicando el legitimo derecho de vivir; y asi fué como mpezaron a difundirse las sanas ideas del buen gobierno, & formarse ese espiritu de resistencia, y a establecerse por su | derecho de las gentes (30) « Solicitud de la ciudad de Buenos Aires para que se le concediese permiso para nayegar los frutos de su cosecha,» firmado por Antonio de Leon en 1623.— No se conoce de este docamento, sino un solo ejemplar impreso, que existe en el Archivo de Indias. Azara es el ‘inico autor que lo cita de paso. EL CABO DE HORNOS. — CAPITULO 1. 39 via natural Ja corriente comercial que debia engrandecer al Rio de la Plata, preparando la insurreccién econdmica. Tal era el estado del Rio de la Plata al tiempo de divi- dirse en dos provincias en 1617, y su situaciin econémica en 1623, XU Un aio antes de la division de la Provincia del Rio de la Plata, descubrié (1516) Guillermo Schouten el estrecho de Lemaire y el paso del Cabo de Hornos. Este acontecimiento memorable, destinado a operar una revoluciin comercial, abrid 4 la navegaciGn de todas las naciones el cerrado mar del Sur, que hasta entonces era una especie de lago, sobre el cual la Espaiia se consideraba con derecho exclusivo, pre- tendiendo atravesar cadenas en el Estrecho de Magallanes, pasaje que por otra parte era apenas frecuentado por sus di- ficultades y peligros para la navegacin a vela. La Europa Soportaba impaciente la arrogante pretensién de la Espana, de que, en ambos mares « el viento slo habia de soplar so- bre sus velas, y sus aguas humedecer no mas que sus qui- Mas.» La Holanda sublevada en Europa contra la domina- cin de la Espatia, fué la primera en enarbolar la bandera de la libertad de los mares, cuya doctrina formulé Hugo Grocio en paginas inmortales. Tras las huellas de Schouten se lan zaron las invencibles ureas holandesas, coronadas de caito- nes, tripuladas por marinos resueltos, cargadas de armas y mercaderias, y dominaron ambos mares. En menos de trece aftos (1623-1636) bots a la mar més de 800 naves haciendo arrear su pabellén a cerca de 330 buques espaiioles cargados de oro y plata. En 1630 se apoders del Brasil desde Bahia hasta el Amazonas, estableciéndose asi 4 pocos dias de nave- gacion del Rio de la Plata. 40 EL CONTRABANDO. — CAPITULO I En 1680 el Portugal recobré su autonomia sacudiendo el yugo de la Espatia, y poco después recobraba sus colonias del Brasil, expulsando 4 los holandeses y abriase en ellas un yasto mercado, destinado principalmente 4 surtir Buenos Aires por el contrabando. Asi se inicis la gran revolucion comercial, de que los veci nos de Buenos Aires fueron oscuros promotores, 4 que el descubrimiento del parage del Cabo de Hornos di mas an- cho campo de aceién, y que el Portugal 4 la par de las mari- nas de las demas naciones de Europa debian completar, lan- zando el comercio por sus caminos naturales, El comercio de flotas y galeones por Panamé podria existir legalmente un siglo mas; pero desde ese dia queds herido de muerte. La Inglaterra, los filibusteros de las Antillas, los corsarios fran- coses de Saint-Malo, debian darle el ultimo golpe, al mismo tiempo que el emporio del Rio de la Plata se levantarfa triun- fante del antiguo monopolio, redimiendo a una parte de la América meridional de su eautiverio come al. Los Portugueses, nuevani ron el avance sobre |; te duetios del Brasil, continua- s fronteras, unas veces en paz y olras en guerra, hasta situarse rio de por medio frente Buenos Aires en la Colonia del Sacramento a distancia de diez leguas. Alli levantaron una fortificacién, que fu de un siglo la ciudadela del contrabando organizado. Al mismo tiempo, otras naciones comerciales de la Eu- to, y provetan 4 la por el espacio de mas ropa acudian al gran estuario antes desi colonia 4 cambio de que la Espafia en su do lo que por der varios cargamentos chados por la adu realizé en cambio u cuero} _ recogiendo los Gpimos frutos eguedad se negaba 4 si misma, negan- 4 sus vasallos. En 1660, fueron ptiblicamente despa- ho natural debia holand de Buenos Aires, y uno solo de ellos, 1 valor de tres millones de pesos fuer tes, lo que levanté el crédito del nuevo mercado. Mercado se Hamaba el Gobernador de Buenos Aires entonces, y aunque COLONIA DEL SACRAMENTO. — CAPITULO I. a severamente reprendido por esta transgresién escandalosa de la politica colonial, puede decirse que fué la mano de la mis- ma autoridad la que derribé las puertas del monopolio en el Plata, abriéndolas de par en par al ilicito y necesario comer- cio del mundo. Asi se cumplia la prediccién de Leon Pinelo cuarenta afios antes; « que la necesidad no tiene ley, y que » & falta de licencia los colonos se habian de pasar de ella, » porque tenian derecho a vestirse, & alimentarse, a exis- » tir Los portugueses, que al principio habian elegido la pe- quena isla de San Gabriel frente a la Colonia del Sacramento, como centro de sus operaciones, a donde acudian los pobla- dores de Buenos Aires & proveerse por medio del contra- bando, se fijaron definitivamente en la misma Colonia, po- niendo sus navios bajo cl amparo de los caiones. El punto en que se asentaba el nuevo establecimiento, correspondia al ferritorio de la banda oriental del Rio de la Plata, ence- rrado entre el Uruguay y el Cabo de Santa Maria en la embo- cadura del estuario, y aunque perteneciente por derecho & los dominios de Espana, era una continuacién de el del Brasil, con el cual lindaba inmediatamente. Apenas ocupado por los colonos espanoles en uno que otro punto del litoral del Uruguay, los ganados habianse multiplicado en sus fe- races campos, los cuales eran considerados como una servi- dumbre de los veeinos de Buenos Aires. Asi que tuvo conocimiento de esta poblacién el gobernador de Buenos Aires, que lo era entonces don José de Garro, lla- mado el « santo » y que era un hombre justo y animoso, piisose a la cabeza de 260 hombres de armas y gran niimero de indios misioneros, con los cuales tom6 por asalto la for taleza (7 de Agosto de 1680) quedando prisionera de guerra toda la guarnicién portuguesa. Esta fué la primera hazana militar de los argentinos, como lo dice un historiador na- cional. az GUERRAS EUROPEAS. — CAPITULO 1. La Espana decadente bajo el reinado del deerépito Carlos II, que gozaba perezosamente de la estéril paz 4 tanta costa alcanzada en Nimega, ilégica como siempre, reprobé la hazana de sus colonos, que aseguraba su politica de mono- polio, y mandé devolver Ia plaza desmantelada & los por- tugueses. Desde entonces, el contrabando constituys el ver dadero comercio, y sus operaciones se efectuaron com la regularidad de un acto licito’al amparo del interés comin. Los mercaderes del puerto, tenian agentes para el efecto en Rio Janeiro y en Lisboa, y hasta en Sevilla, y recibian con seguridad sus cargamentos, desembarcdndolos ya en las costas inmediatas 4 la ciudad, ya procurandolas al costado de los buques en embarcaciones construidas propdsito. La autoridad era impotente para contener ese trifico y tuvo que tolerarlo 6 consentirlo, como un hecho 6 como una necesidad. La guerra de sucesién que estallé 4 principios del siglo XVIII (1701), indujo 4 Felipe V a ceder la Colonia del Sa- cramento, 4 trueque de una alianza con el Portugal. Em- banderado mas tarde éste (1704) entre los enemigos del nieto de Luis XIV, que habia suprimido los Pirineos, el Virey de Lima, comprendiendo mejor que la metrépoli sus intereses, mandé al gobernador de Buenos Aires apoderarse & lodo trance de la plaza. Este cumplié la orden con las milicias de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, reunidas 4 4,000 indios misioneros, y obligé 4 la guarnicin 4 eva- Ala terminacién de la guerra de p anos, la Colonia del Sa- cramento fué nuevamente cedida por el tratado de Utrech (1713) & los portugueses, quienes la volvieron & ocupar en 1716. La bandera vencedora del contrabando flames desde entonces en las aguas de la Colonia, y & su sombra conti- naé el trifico en mas vasta escala que antes. Durante la guerra de sue: cuar la plaza por agu sucesién, que duré cerea de tr ASIENTO DE NEGROS. — ¢ PiTULO 1. ss flotas y galeones a Tierra Firme, se interrumpieron de he- cho, y durante trece anos las ferias de Portobelo permane- cieron desiertas, sin que se divisara una vela espafiola en los mares americanos. En este interregno, los franceses, aunque aliados de la Espana, se encargaron de proveer las colonias, cambiando en el Rio de la Plata eueros por negros que traian de Africa, y corrompiendo 4 sus gobernadores, cuya complacencia compraban a precio de oro (31). A la terminacion de la guerra, los ingleses, & titulo de aliados, obtuvieron por el tratado de Utrech la concesisi de concurrir & las ferias de Portobelo que ya la Espana no podia alimentar con sus productos. De este beneficio parti- ciparon muy luego de hecho los holandeses y las demas naciones manufactureras de Europa. Asi, legs un dia en que de las once partes del valor total del come io por esa via, diez correspondieron 4 los extranjeros, que haeian el contrabando en complicidad con los mercaderes espanoles y con la técita autorizacién del gobierno de la metrépoli esto qued6 reducido cl comercio por Panama. La Inglaterra obtuyo por el tratado de Utrech otra con- cesin, y fué establecer asientos de negros en las poses espanolas de la América. Uno de esos asientos se establecié en Buenos Aires, y & la sombra de él se abrid una nueva al contrabando organizado, con sus reales, sus privile- gios y sus depésitos, dentro del mismo puerto, que todavia la Espafia se empehaba en mantener cerrado. Las guerras que sobrevinicron poco después entre Inglaterra y Espana, ensancharon y consolidaron e: io ilicito. Siendo los derechos que se cobraban en Portugal mas bajos que en Espana, y los costos menores, las mercade- rias de esta procedencia, abastecian con ventaja, no sdlo A iones te come: (31) «Journal d'un Voyage sur les cOtes d'Afrique et aux Indes d'Es- Pagne en 1706,» pag. 32%. u“ D. BRUNO DE ZAVALA. - CAPITULO I. las provincias del Rio de la Plata, sino también & Cordoba del Tueumén, Cuyo, Chile y el Alto Perd, levandolas hasta Lima. Asi, mientras la Espana surtia sus vastos dominios en América, compuestos de ochenta provincias y cincuenta ciu- dades, con el cargamento de seis i ocho embarcaciones, en viando al Rio de la Plata una expedicisn cada cuatro aiios (32), los portugueses con sdlo cinco ciudades en el Brasil, despa- chaban de 105 4 120 buques cargados cada aio (33). Los ingleses 4 su yez, convirliendo los asientos de negros en factorias, abusaron de la licencia de introducir géneros para vestir los esclavos, alimentando con ellos el comet clandestino, al amparo de sus inmunidades. Al mismo tiem po, sus audaces contrabandistas expendian sus cargamentos bajo la proteccién de sus canones, levando algunos de sus buques por retorno més de dos millones de pesos fuertes & los puertos de la Gran Bretana (34). El sistema del monopolio colonial entraba en el perfodo de su descomposicién. Pocos afios mis, y la iiltima flota de ga leones Hegaria é rra Firme, levantandose Buenos Aires en el extremo opuesto como un nuevo empo XIV Al cumplirse un siglo de la division de las dos gobernacio- nes del Rio de la Plata (1717), fue nombrado gobernador de Buenos Aires don Bruno Mauricio Zavala. Era el hombre des- tinado & poner orden en las cosas de la colonia, si el desorden no hubiese residido en las cosas mismas. Vizeaino como Irala (82) Ustariz, « Tedrica y Practica de Comercio,» cap. DXXI, pig. 21. (83) Heros « Representacién al Rey sobre el comercio clandestino en América, » en el «Semanario Erudito, » t. XXVII. (3#) Funes «Ensayo de la Historia del Paraguay, Buenos Aires y Tucu- man,» t. Hl, pag. 3 MISIONES JESUITIGAS. — CAPITULO I. 6 y Garay, guerrero de nota y de buena escuela, administrador probo, magistrado firme y justiciero, estaba animado de un verdadero celo por el bienestar del pais, que procuraba con- ciliar eon los derechos de la corona. En medio de las empresas y trabajos titiles que Zavala levo & buen término, tocéle presidir un perfodo de descomposicion y agitacion, en que los intereses & la par de las pasiones con densadas, intervinicron con una perseverancia y una violen- cia cual nunca se habian manifestado antes. A los poeos afios de estar en posesién del gobierno (1721), estallaron grandes disturbios en la provincia del Paraguay, que por orden del Virey del Perit le fué encomendada, reuniéndose asi en sus manos la direccién de ambas gobernaciones del Rio de la Plata. El Paraguay, después de constituido en provincia separa- da, habia continuado agiténdose, presa del antagonismo del antiguo espiritn municipal de sus fundadores, ecombinado con los intereses sdrdidos de los encomenderos de indios, en pugna con el sistema de las misiones jesu cia era aislar la influe eas, cuya tenden- ia espatiola, para hacer prevalecer el elemento indigena semi-birbaro, subordinado a un gobier- no eclesiistico. Lo que propiamente se Hamaba en aquella época el Paraguay, era hostil al jesuitismo y sus Misiones, como que éslas no eran sino un obstaculo puesto al desarro- Ilo logico de la conquista y de la civilizacién europea, con todas sus consecuencias. Las ruidosas controversias entre el famoso Obispo del Paraguay Fr. Bernardino Cardenas, pu- sieron de manifiesto este antagonismo que fermentaba laten- te. El Obispo se declaré contra los Jesuitas, y el pueblo en masa se declaré en favor del Obispo. La cuestién no era del episcopado contra el apostolado, sino del elemento europeo y.del espiritu municipal formado por el desarrollo de la con- quista, contra el proselitismo que acaudillaba ol elemento indigena, organizado y armado en forma de reducciones de 46 COMUNEROS DEL PARAGUAY. — CAPITULO I. salvajes, sometidos 4 un régimen teocrdtico, que entranaba la barbarie, sin evar ningin principio fecundante en su seno. Con todas sus insanias y sus extravios, el pueblo adopto por su caudillo al Obispo Cardenas. La conmocién profunda que esto produjo, se extendié hasta Corrientes, y amenazaba invadir el resto de la gobernacion de Buenos Aires hasta Santa Fe. El resultado fué, que el gobernador del Paraguay, depuesto por el pueblo, fuese repuesto por fuerza de armas, bajo los auspicios de los Padres dela Compania de Jestis, al frente de sus bandas de catectimenos armados. Esta fué la segunda gran derrota que experiments el elemento dor del Paraguay, en Incha eon Ia semi-barbarie. indigena, organizada y armada por los Jesuitas, bajo la apariencia de n artificial. viliza- una semi-civilizac Durante el gobierno de Zavala, el odio ncentrado, pero nitas, estalls no domado, del Paraguay contra los Je un voledn, iluminando con fuegos siniestros los horizontes dela futura democracia del Rio de la Plata. Con motivo de las contestaciones entre el gobernador del Paraguay nom- brado por el Rey, y el Cabildo de la Asuncién que invocaba los antiguos fueros municipales de los fundadores de la colo- nia, entré @ figurar en la escena de la historia el famoso An- tequera, fundador del partido de los Comuneros del Para- guay, que enarbolando el pendén de Padilla caido en Villa- lar, proclamaron a voz en cuello, que « la autoridad del pueblo cra superior a la del Rey ». Con esta bandera y este credo, el Paraguay se levants como un hombre, més que en defensa de sus fueros, en contra de los Jesuilas. Con esta bandera y este programa se dieron batallas, se hizo una ver- 1, siendo el resultado, que los Jesuitas vol- vale dadera revoluci vieron & reponer al gobernador del Rey, ha cer la influencia absolula de su orden, y la fuerza bruta de enas por ellos disciplinada. Los Comuneros perecie- de lesa ndo pr los ini ron unos en un cada, losotros expiaron sus crime! MONTEVIDEO Y BUENOS-AYRES. — CAP. | a magestad en las prisiones 6 se salvaron en cl destierro, mar- tires de una causa del porvenir, de que no tenian verdadera- mente conciencia, no obstante su osadia y sus proféticos pos- tulados. La causa comunal recibic el ultimo golpe, aboliendo Zavala el privilegio de los primitivos colonizadores del Rio de la Plata, que conservaba el Paraguay como fuero mu- “nicipal, de nombrar por eleceién popular sus gobernadores en caso de acefalfa, con arreglo @ la célebre eédula de Car- los V de 1537, de que ya se ha hecho mencidn antes. Con la autoridad moral que le daba este triunfo, Ia par de su cardcter recto y severo, emprendié Zavala la funda- cién de la ciudad de Montevideo en 1726, después de haber expulsado del terreno & los portugueses, que intentaban for- tifiearse en él, lo mismo que antes en la Colonia del aera- mento. El objeto del Gobernador era simplemente contener Ia invasion del contrabando por esa parte, debiendo 4 esto su origen esta colonia filial de Buenos Aires, que debia ser con el tiempo el segundo emporio del Plata. Animado de igual celo, prendis a los factores del asiento embargando sus propiedades, en ei prop ) inglés de Buenos Air prevision de las hostilidades que los ingleses intentaban con- tra Espafia, y que después de una guerra de corta duracién, debia reponer las cosas al estado anterior, con mas desafuero atin que al principio. Empenado con la porfia de un vizeaino, en extirpar el con- trabando, Zavala embarg6 mas de 200,000 cueros en la época de su gobierno, decomisé en una sola ocasién como 8000 marcos de plata pifia salidos de Potosi, impuso castigos, re- doblé su actividad y vigilancia ; todo fué en vano. Las mer- caderfas del contrabando, trasportadas por naves inglesas y portuguesas, # almacenadas en la Colonia del Sacramento, continuaron surtiendo 4 Chile y al Pert; la plata de Potosi, ndo al puerto del Plata y saliendo al extran- continué afluy jero por canales ocultos, y el espiritu de re istencia contra 48, NUEVAS ViAS COMERCIALES. — CAP. I. las malas leyes econémicas se vigorizé cada dia mas y mas. Asi decia por ese tiempo el Virey del Peri: — « Es Buenos » Aires ruina de los dos comercios, la puerta por donde se » huye hoy la riqueza, y la ventana por donde se arroja al » Pert. » (33) Era que el contrabando, protesta en accion contra un absurdo monopolio, se habia convertido en una funcidn normal, como la circulacién de la sangre vital, que tenia por agentes 4 la mitad de la América Meridional, man- comunada por el interés reciproco. XV Concurrieron 4 esto muchas causas mis 6 menos media- tas 6 inmediatas, todas las cuales venian 4 converger al puerto de Buenos Aires. El sistema del monopolio colonial por medio de las flotas y galeones de Tierra Firme, sélo pudo ser concebido por la demencia de un poder absoluto, y soportado por la inerci de un pueblo esclavizado, La ruina de la marina y de las fa- bricas espanolas, la miseria consiguiente de la metrépoli y sus colonias, las guerras insensatas con holandeses, ingleses y portugueses, el ensanche que con tal motivo tom6 la marina y la colonizacién francesa en las Antillas, y sobre todo, el contrabando, que era una necesidad de vida para los ameri- canos, acabaron por destruir totalmente el comercio que se efectuaba por la via del Istmo de Panama. Desde el primer aio del siglo XVII habia cesado de hecho el sistema de flotas y galeones Tierra Firme. La diltima feria de Portobelo que recuerda la historia, tuvo lugar el ano de 1737. Cuando la Espaiia, aleccionada por Ja experiencia, quiso (33) « Memoria de los Vireyes que han gobernado en el Perit. — Rela- cidn de Armandaris. » t. IIl, pag. 258, CHILE Y PLATA. — CAPITULO I. 0 reaccionar contra su ruinoso sistema, ya era tarde: estaba irremisiblemente perdida como metrépoli, y la América para ella como colonia. Ni el vineulo de la fuerza oficiente, ni el del amor, ni el de interés siquiera, ligaba los hijos deshere- dados 4 la madre patria. Desde entonces la separacién fué un hecho, y laindependencia de las colonias americanas, una simple cuestidn de tiempo y de oportunidad. El descubrimiento del Estrecho de Magallanes primero, la fundacién de Buenos Aires después, y la nueva ruta sena- Jada por el Cabo de Hornos fillimamente, al lanzar la naye- gacién y elcomercio por nuevos caminos, y abrir dos grandes puertas en ambos mares 4 la extremidad opuesta, por donde podia comunicarse con mas facilidad y baratura con mas de la mitad de la América del Sur, hicieron materialmente imposi- ble cl monopolio por el Istmo. Buenos Ai tancia de la Europa respectivamente, y en inmediato contacto terrestre con los paises 4 que esta revolucién natural debia fayorecer, se hizo gradualmente el centro del nuevo movi- miento, y empez6 & ser el verdadero mercado amente: Chile, interesado en la navegacién directa y las relaciones terrestres con Buenos Aires; el Paraguay, que 4 re- cogia los beneficios de este ultimo tréfico segtin se verd des- pués; el Allo Pera, que encontraba mayores ventajas en surlirse por Buenos Aires y traer allé su plata, levando en cambio las mercaderias que necesilaba ; la provincia de Cor- doba del Tucuman, que veia en Buenos Aires su puerto natu- ral; todos aspiraban 4 emanciparse del predominio enervante de Lima, y hacfan causa comin habitantes del Rio de la Plata, para quienes el to era una condi- cién de vida. Asi deefa el Virey del Pert: — « El comercio » de este reino, aunque ferias, se volvia a es, 4 menos dis- no. su y omer agolaba con sus » llenar con sus expendios, » donde daba & Portobe » bir de Potost y de las demis min: iendo Lima la tiniea mano por » sus millones, los volvia 4 reci- 8, hi & que abierta por tom. 1. ‘ 30 CHILE Y PLATA. — CAPITULO 1. » la codicia la pueria del Océano, se comenzaron & salir por » ella » (36). Chile, & la vez que empezaba & gozar por el contrabando de los beneficios del comercio directo por el Cabo de Hornos, encontraba su conveniencia en el trifico por la cordillera con el Rio de la Plata, adonde enviaba su oro y sus vinos (y més tarde sus cobres), en cambio de mercaderias, recibia ademas de retorno la yerba del Paraguay por esa via, & cuyo efecto se declaré puerto preciso el de Santa Fe. El Alto Perd acu- dia al mercado del Plata con sus pastas preciosas, y Hevaba en cambio mereaderias y mulas, desligindose casi entera- mente del de Lima, Le provincia de Gérdoba del Tucumén, so identificaba cada vez més con Buenos Aires, y éste expor- taba con vent sus frutos, que la ganaderia habia multi- plicado prodigiosamente, provocando la demanda y determi- nando la oferta. Este niicleo de intereses legitimos, minaba por su base el poder colonial fundado en intereses sérdidos, presagiando la futura alianza con Chile, establecia corrientes simpaiticas con el Alto Pera, que mis tarde se convertirian en relaciones poli- ticas y militares, y condensaba los elementos que debian com- poner en lo futuro la nacionalidad argentina, consolidando por lo pronto un mereado, que algiin dia habia de encontrar para independizarse, el apoyo de las naciones comerciales, con las cuales iniciaba sus relaciones amistosas por medio del contrabando, Asi, pues, el contrabando era una funcién normal del or- ganismo econdmico, un hecho superior al poder del Rey de Espana y de sus autoridades subalternas en América, y en la lucha de intereses vitales, la ley natural tenia necesariamente que prevalecer, como en efecto suced (26) Armendaris « Memorias de Vireyes del Perit», t. 11, pa. REFORMAS COMERCIALES. — CAPITULO 1. at XVI Con el adyenimiento de la casa de Borbdn al trono de las Expatias, nucvas ideas econsmicas penetraron 4 los consejos de su gobierno, duramente aleccionado por la experier Extinguido el comercio de flotas y galeones por Panama, la Espafia adopts el sistema de navios de registro, con licen cias especiales, después de trasladar la contralacion de S villa al puerto de Cadiz, que sin duda ofrecia mayares fa dades para el trifico interocednico. El derecho de comereiar con América, que hasta entonces habia sido exelusivo de los castellanos, se hizo extensiyo ai todos los espaitoles. Pero los mereaderes peninsulares, ereyéndose como antes en pose de la excl in va, siguieron el viejo sistema de escasear las mereaderias y retardar los envios, pa los precios, de manera que en realidad dejaban libre el campo al contraban- do lo mismo que antes. Asi, los navios espatioles de registro que doblaban el Cabo de Hornos 6 arribaban al Rio de la Plata, encontraban los mercados coloniales abarrotados de mercaderias extranjeras, las cuales activaban el com interior del Paraguay, Tucumén, Chile, Alto Pert y hasta del Peri mismo cn su centro principal, que era el Callao, con ventaja de los paises que se constituian en agentes de ese trafico. ra eleva 0. ‘Tres grandes estadistas se sucedieron por estos tiempos en el gobierno de Espaiia, después del ministerio historico de Alheroni, que inicié el movimiento reformador: Patiito, bajo Felipe V, el Marqués de Ensenada bajo Fernando VI, y Galvez bajo Giirlos II. Bajo sus inspiraciones, el sistema colonial fué radicalmente reformado, si bien no se abolid del todo el mo- nopolio de la madre patria, pues, como lo observa un histo- riador del comercio universal (Scherer), « el espirilu de la 6poca no lo permitia. » 32 FRANQUICIAS COMERCIALES. — CAPITULO 1. Patino, apellidado el « Colbert de Espatia, » simplificé el sistema aduanero. Sostituyé el palmeo, 6 sea el cobro de de- rechos por la capacidad medida en palmos ctibicos que ocu- paban las mereaderias, aboliendo el complicado proceder del tonelaje, a la vex que redujo todas las contribuciones mari- timas (averia, San Telmo, sefiorio, tonelada, almirantazgo, millones, etc.) a un yeinte por ciento de derecho especifico, 4 mis del derecho del palmeo, que era de cinco reales vellon por palmo. Ensenada abolié las licencias especiales, rompiendo con la Vieja rutina que tasaba el consumo, renunciando a la tutela que hasta entonces se habia atribuido al soberano, consi- guiendo luchar hasta cierto punto con el contrabando. Ultimamente, bajo Carlos IIL, rompiendo con la tradicién del privilegio exclusivo de Sevilla trasladado & G tablecié una linea de avisos entre la Coruiia y el Rio de la Plata, autorizando a los comerciantes & ocupar la mitad del cargamento con mercaderias espaiolas y tomar de retorno una cantidad igual de frutos del pais. Esta medida fué pre- cursora de la célebre ordenanza, que derribando las barreras artificiales, autorizé & los doce pucrtos principales de Espafia (con excepcién de los de Vizcaya) «i comerciar directamente con las colonias americanas. Estas reformas sucesivas, cuyo complemento debia levan- tar su apogeo el mercado de Buenos Aires, lo fueron colo- cando gradualmente en las condiciones de un verdadero em- porio, categoria é que le daban derecho su situacién geogré- fica y los intereses continentales que con él se ligaban. Desde 1748 4 1753 se exports por el puerto de Buenos Aires por lor de 1,620,752 pesos fuertes, estando representada la pro- duccién del pais por 150,000 cueros al pelo, y lo demas en oro y plata de Chile y del Perti. Desde 1754 a 1764 (vispera de la gran reforma) el valor de los metales preciosos ascen- did 4 35,811,519 pesos fuertes, figurando el oro por mis de diz, se es- ESPANA Y PORTUGAL, — CAPITULO I. 33 10 millones y la plata por cerca de 25 millones. De 1748 4 1753, la exportacion de Chile y cl Pera por esta via, ascen- did en el quinquenio 4 5,967,151 pesos fuertes, representa dos en pastas prociosas 6 monedas de oro y plata, y el resto en cacao, quina, lana de vieuila, cobre y estaio, correspon- diendo como la mitad al Rey y la otra mitad a especuladores particulares (37). A pesar de todo, el contrabando continué luchando con éxito, obteniendo sobre el comereio permitido, utilidades que aleanzaban 4 un 64 por ciento. XVIL Durante mas de medio siglo, toda la ateneiin de la Espa- fa en el Rio de la Plata, se concentré sobre dos puntos: el contrabando y la cuestién de limites con el Portugal por la parte del Brasil. Estas dos cuestiones, se reducian a una sola: el antagonismo de ambas naciones, La colonia del Sacra- mento, fué tomad veces, sin dejar por esto de ser el foco del contrabando. Sus limites fueron sucesivamente adelantados por una y otra parte, fijados por tratados 6 treguas pasajeras, volviendo una y otra d empuiar las armas en Europa y América para diri- mir sus cuestiones, sucediendo 4 veces que las hostilidades continuaban en un hemisferio, cuando la paz estaba ajustaba en el otro. El tratado de 1750, producto de un acuerdo entre las fami- ada varias , arrasada, devuella y reedi lias reinantes de Espaia y Portugal, parecié poner en paz & los contendientes, aunque sin resolver sus cuestiones. La Es- Ey D. PEDRO ZEBALLOS, — CAPITULO I. paiia reconocié implicitamente por él 4 los portugueses de- rechos de soberania sobre la Colonia del Sacramento en el he- cho de aceptarla por via de cesién, dando en cambio los siete pueblos de Misiones situados & la margen izquierda del Uru- guay, cuya entrega resistieron con més previsién que el mo- narca los Padres de la Compania de Jesis. A la anulacién de ese tratado por el convenio de 1761 (que no debe confundirse con el llamado pacto de familia del mismo aio), se siguié muy Tuego el estado de guerra declarada, Fué entonces que hizo su aparicién en la historia argentina el famoso don Pedro Zeballos, de quien se ha dicho que fué la viltima Hamarada de la grandeza espanola en América. El fué quien rindié la Colonia por capitulacion y reconquisté el Rio Grande, invo- cando la letra del antiguo tratado de Tordesillas. La paz, la- mada de Paris, en 17 otra vez. 3, devolvié la Colonia 4 los portugueses La guerra volvié 4 estallar en 1776, y entonces la Espana se decidié & hacer un esfuerzo supremo, para dirimir defini- tivamente sus cuestiones pendientes en el Rio de la Plata. Con tal objeto se erigis el Vireinato del Rio de la Plata que se formé de las tres gobern raguay y Cordoba del Tucumiin, 4 que se agregaron las pro- vineias del Alto Pera y Cuyo, cuya constitueién geografica y antecedentes hemos bosquejado y ciones de Buenos Aires, Pa- Don Pedro Zeballos fué colocado 4 su frente, en calidad de Virey y general en Jefe de la gran expedicion de 9,000 hom- bres salida de la Peninsula, que debia fijar sus limites con la espada del vencedor. La gran empresa de Zeballos fué coronada por la vietoria. La Colonia, rendida 4 discrecién, vié volar sus murallas, cayendo asi ‘a siempre la ciudadela donde habia flotado por cerca de un siglo la bandera triunfante del contrabando. La guerra terminé por el tratado de 1777, llamado de San Udefonso. APOGEO COMERCIAL. — CAPITULO I. 88 Resuelta asi la cuestién de limites y del contrabando, por la espada y por la diplomacia, Zeballos contrajo su atencién a colocar el comercio del Rio de la Plata en sus condiciones normales. Hasta entonces, la Espana habia dado por motivo para no extender todas las franquicias comerciales al Rio de la Plata, la permanencia de los portugueses en la Colonia, siendo asf, que era el sistema prohibitive el que daba razén de ser al comercio ilicito. Removido este inconveniente, Ze- ballos por siy 4 pelicién del Cabildo de Buenos Aires, diets un auto inmortal declarando libre el comercio del Rio de la Plata con la peninsula y las demas colonias, abriendo sus puertos 4 las naves mei . .¥ permitiendo la franca introduccién de mercaderias ultramarinas a Chile y al Pera (38). Como un rio detenido al que se rompen repen- tinamente los diques, el comercio se_pr que busea su nivel, derramando 4's pité como raudal uu paso la riqueza y la abundancia. — Este auto memorable, aprobado y ampliado por la Corte, precedié al famoso reglamento del « Comercio libre » que la metropoli dicté para sus colonias en el aito si- guiente, incluyendo en él sin restricciones al Vireinato del Rio de la Plata (39). La guerra que en el aio sign nte (1779) estallé entre In- glaterra y Espana, con motivo de la revolucién de los norte- americanos apoyada por la dllima, coineidiendo con la gran sublevacién de los indios del Perd, neutraliz6 por el momen- to los saludables efectos de esta reforma trascendental. La estagnacin de frutos y caudales con tal motivo, & la vez que la consiguiente caren 4 otorgar una nueva franquici, permitiendo el comercio del Rio de la Plata por la via del Brasil, bajo pabellén neu- de mereade! obligé & la Corte (38) Auto de D. Pedro Zeballos de 6 de Noviembre de 1 (39) « Revlamento para el comercio libre de Espaiia é Ind Octubre de 1778, » pag. 2. jas de 12 de 6 APOGEO COMERCIAL. — CAPITULO 1. tral, de acuerdo con la Gorte de Lisboa (40). La paz de Versalles en 1783, en que qued6 reconocida por la Ingla- terra la independencia de los Estados Unidos de América bajo los auspicios de la Espana, ala vez que restable corrientes del comercio, proclamé ante el mundo el derecho que tenian las colonias americanas 4 insurreccionarse, eman- ciparse de la madre patria y constituirse en naciones inde- pendientes y libres. Aqui empiezan los grandes dias del apogeo comercial para el Rio de la Plata, Buenos Aires, cabeza de linea respecto de la metrépoli, se convertia en el gran mereado de una parte defla América meridional, al mismo tiempo que Sevilla, la antigua reina de las Indias, se convertia en un puerto enfan- las gado yen una cial. Emancipado de laser , (aunque no rescatado del todo del monopolio de los comerciantes de Cadiz), el Allo y Bajo Pera, Chile, cl Paraguay y las Provincias del interior, le enviaban sus par de los puerta los cargamentos que Hegaban de Cadiz, Barcelona, Malaga, Santander, Vigo, Gijon, San Luear, la Habana, Lima, Guayaquil y Guinea, la par que el asiento de negros de los ingleses contribuia por su parte alimentar esa doble co- rriente. En 1791 se amplis el comercio con la costa de Africa, estableciéndose el comercio directo, limitado hasta entonces & la trata de negros. En 1792, los productores ganaderos pidicron completa libertad de salida para sus frutos, y en el idad abandonada por el movimiento comer- idumbre de Lim icos productos, que exportaba & la introduciéndose suyos, suvez por la mis ma (40) Informe del Virey Vertiz de 12 de Marzo de 478%. M. S. del Ai chivo general. — Al principio, esta franquicin fué gracia especial otor- gada 4 una casa de comercio de CAdiz, que extrajo por Janeiro dos millo- nes do pesos fuertes y 180 mil eueros. Muy luego sv hizo extensiva & todo el comercio. ESTADISTICA COMERCIAL. — CAPITULO I. aT aio siguiente fué concedida por eédula firmada por el minis- tro Gardoqui (41). Durante los anos de 1792 4 1795, llegaron al puerto de Buenos Aires $3 buques de la peninsula y salieron 47, reci- biéndose y despachindose ademas varios cargamentos que hacian el tralico de la Habana, de Guayaquil y del Callao. El valor de las importaciones y exportaciones ascendid en ese periodo 4 7,879,968 pesos f computar el de los pro- ductos de Ia companin de las pescas, que elevaban la cifra 4 mas de ocho millones, quedando & favor del comercio local més de un tercio de su totalidad (42). Ala vez, el comercio interior era activisimo: Mendoza expendia en el mercado central mas de siete mil trescientos barriles de vino por aio; San Juan mis de tres mil ertes, jes de aguardiente; Tucumin dos y sus tejidos, el Para- 1 tabaco y maderas, .vendiéndose mas de con destino al Pert, El solo comercio del Paraguay con Buenos Aires, ascendia 4 327,000 pesos fuertes contra gran cantidad de sus cueros eur guay su hierba, s sesenta mil mulas 55,000 de retorno (siempre al aio). De los productos del Paraguay, Chile consumia anualmente ciento cincuenta mil arrobas de hierba mate, recibiéndose en cambio oro y cobre, que ac ‘aba la circulacién (43). La exportacién del pais estaba representada por productos del reino animal, principalmente; cueros al pelo, de toro, de caballo y curtidos, que tenian una demanda universal; la de carnero, que empezaban a ser apreciadas en Europa por su largura(44),y carne salada (¢asajo)preparada por un nuevo proceder recien introducido en el pais, ademas de otros pro- ductos de menos importancia, como el sebo, las plumas y (41) Cédula de 40 de Abril de 1703, (42) Azara, « Voyages», |. il, pag. 314 4 346 y cuadro adjunto. (43) Azara, lee cif. — V, V. Muckenna, «Historia de Valparaiso». (44) Campomanes, «Apéndice de la Educacién Poputsr,» tM, 3. 332. 38 ARISTOCRAGIA COLONIAL. — CAPITULO IL. peleterfas, cuyo valor reunido ascendis en el mencionado quinquenio 4 cerea de cinco millones. La poblacién de sélo la provincia de Buenos Aires (incluso Ja Banda Oriental, Entre-Rios, Corrientes y Santa Fe) que era sdlo de poco més de 37,000 almas antes del comercio libre, se habia casi mas que triplicado en el espacio de 22 afios, alcanzando al finalizar el siglo XVIII la cifra de 170,000 almas, segiin Azara. Asf se enriquecia, se poblaba, se regeneraba y se educaba por el manejo de los propios negocios y por su contacto con el mundo, este micleo robusto de una nacién futura, al cual algunos han Hamado « poderosa aristocracia » y otros « inte- ligente burguesia ». Era simplemente una asociacién libre de estancieros y mercaderes, en que los agricultores no dejaban de figurar en segunda linea; en que bajo el pie de una igual- dad que la dignificaba, gozaban todos 4 la par de los dones gratuitos de la naturaleza y del trabajo remunerador, eons- tituyendo una demoeracia de hecho, que se organizaba en la vida civil, y se desarrollaba esponténea y selvatica en las campatias, con un templo de independencia genial. XVII No obstante este bienestar general, esta condensacién de los elementos de la vida orgénica, de este nuevo espiritu difundido en todas las clases sociales, el Vireinato del Rio de Ja Plata, como cuerpo politico y social, era una masa incohe- rente, sin afinidades intimas, sin arti esa unidad arménica que es el resultado del equilibrio de la vida, que se distribuye igualmente en toda la economfs Buenos Aires era el alm laciones poderosas, sin nforme la cabeza de este cuerpo pero ni su espiritu penetraba la masa general, ni su accién se hacia sentir simul! eamente en las extremidades. DEMOGRACIA GENIAL. — CAPITULO I. Lo que constituia su verdadero niteleo, que eran las Pro- vineias Argentinas, constituidas después en cuerpo de nacién, disenaban ya su caracter democratico. Méjico y el Pera fueron verdaderas cortes coloniales, con aristocracia de condes y marqueses, que profesaban el eulto de la nobleza y sostenian la institucidn con todas sus consecuencias. Chile, medio agri- cultor y medio minero, aunque constituido sobre bases menos aristocraticas, habia implantado en su suelo la institueién de los mayorazgos, y mantenia un sistema semi-feudal de seriores del suelo y arrendatarios, cuya influencia se hizo sentir ain después de la revolucin. El Alto Perd, euya colonizacién estaba calcada sobre la del Perit, como queda explicado, con- servaba en su seno una clase desheredada, que representaba mas de la mitad de su poblacién, dividiendo asi & la sociedad en amos y siervos. La influencia de este sistema se hacia sentir en las Provineias Argentinas del norte, colonizadas en Jos primeros tiempos por el Per’, y se complicaba en el Para- jones guay, por los gérmen* 3ue le habfan inoculado las Mis mitivos dela eonquista, no corregidos jesuiticas y los vicios p ya por el espiritu: muni del Rio de la Plata presentaban la homogeneidad de una democracia genial, en que todos eran iguales de hecho y de derecho, Sin nobles, sin mayorazgos, desprec Linto los titulos de nobleza, sin clases desheredadas, sin antagonismo de razas ni de intereses, viviendo en un clima templado y una tierra abundante, que alimentaba la fuente de la vida con un trabajo facil, y animados de un espiritu de igualdad nativa, un mismo nivel pesaba sobre todas las cabe- zas. El Virey no era sino un alto funcionario de la armazén artificial del gobierno colonial; no tenia mas corte que la de sus empleados, ni mas apoyo real que el de los espanoles aban el pais. Un profundo observador, por aquel tiempo, decia de los criollos pal extinguido, Sélo las Provincias indo por ins- peninsulares que hal que estudiaba el pi argentinos: « Tienen tal idea de su igualdad, que creo que, 60 DEMOCRACIA GENIAL, — CAPITULO 1. » aun cuando el rey acordase titulo de nobles 4 algunos » particulars, ninguno los consideraria como tales. El » mismo Virey no podria conseguir un cochero 6 un lacayo » espanol » (criollo) (45). El mismo escritor agrega : « Existe » una especie de alejamiento, 6 mas bien dicho, aversion » decidida de los criollos 6 hijos de espanoles nacidos en » América, hacia los europeos y el gobierno espaol. Esta » aversion es tal, que la he visto r pan inar entre el hijo y el » padre, entre el marido y la mujer, cuando unos eran euro- » peos y los otros americanos. Los abogados espe » se distinguen por este sentimiento. » Esta sociabilidad naciente, con instintos democraticos, entrafiaba empero todos los vicios esenciales y de conforma- cién de la materia originaria y del molde colonial en que se habia vaciado, @ la par de los que provenian de su estado embrionario y de u propia naturaleza. Los desiertos, el aislamiento, la pereza, la despoblacién, la falta de cohesion moral, la corrupeién de las costumbres en la masa general, la ausencia de todo ideal, y, sobre todo, la profunda igno- rancia del pueblo, eran causas y e una semi-barbarie tos, que produciendo I lado de una eivilizacién débil y enfer- miza, concurrian @ vieiar el organismo, en la temprana edad en que el desarrollo se iniciaba, y cuando el cuerpo asumia las formas externas que debia conservar. El comereio que nutria | toreo que imprimia un sello especial & la poblacién dis nada por las campana marcado que se manifestaba en Los criollos, el temple eivico de ciertos carfeteres, Ia energia selyatica de la masa de la poblacién, la aptitud para todos los ejercicios que desenvuel- ven las fuerzas humanas, el valor native probado en las riqueza en las ciudades, el pas- emi- s, el sentimiento de individualismo (43) Azara « iajess» LH, pag. GERMENES REVOLUCIONARIOS. — CAPITULO I, 61 guerras con dios y portugueses, al antagonismo secreto entre la raza criolla y la raza espaiola, cl patriotismo local que no se alimentaba en la Iejana fuente de la metrépoli, la indiseiplina, el desprecio de toda regla, eran otros tantos estimulos y gérmenes de independencia inconsciente; pero no constituian atin por si una sociabilidad orginica, niu lizacin progresiva. Tenia en s act brazo la fuerza que destruye, sin abrigar en su cabeza la idea que edifica, ni el poder ereador dentro de sus propios elementos. Antes ‘de ponerse en la via del verdadero progreso, antes de dilatarse en la atmosfera vital de los pueblos socialmente bien constituidos, tenia muchos dolores que sufrir, mucho camino que andar, muchas enfermedades que curar y muchos elementos nuevos de vida durable que inocularse, as en el orden étnico como en el orden intelectual y moral. Lleyaba fatalmente la revo- lucién en sus entra ias fecunda: y la revolucién, emanci- pandola de hecho, debia prolongarse en la sociedad misma, por acciones y reaccione tipo defini tiempos. La colonia y la metrépoli no constituian una sustancia ho- mogénea. Entre una y otra no es que la pers ternas, que al fin fijarian su dola en via de perfeccionarse en los vo, pon tia mas vinoulo de unin ona del monarea, armado de un poder absoluto, que exeluia Ja idea de una patria comin, De aqui la debi- lidad organiea de la dominacién espaiola en América, de que surgiria més tarde la teoria revolucionaria, como se veri en el curso de este libro, Asi, durante las largas y ruinosas guerras que sostuyo Ia Espaiia en los siglos XVII y XVII, la Amériea fué neutral, 6 mas bien indiferente, sin que su coraz6n se agi sucedia en las patria, jase por el sentimiento del patriotismo, como colonias inglesas idenlificadas con la madre La unidad de creencia religiosa, era lo tinico que daba cierta cohesién a la sociabilidad, dispersa en una inmensa 62 EL CLERO AMERICANO. — CAPITULO I. extensidn de territorio. Pero el clero, poderoso en el resto de la América, se hallaba con raras excepciones, bajo el nivel comin en el Rio de la Plata, sin prestigio geraérquico, sin poder eficiente y sin accién sobre las masas semi-néma- des. Asi todo el clero argentino, fué revolucionario y repu- blicano el dia en que la colonia se insurreccioné contra la madre patria, 4 la inversa de lo que sucedié en el resto de Ja América, dondé fué el agente mas activo de la contra- reyolucidn, atin en Méjico, donde los curas acaudillaron las masas populares levantando el pendén de la independencia. En lo administrativo, el Vireinato del Riode la Plata, cuya organizacién fué improvisada para hacer frente al Portugal en América, era una maquina pesada, cuyas ruedas mal en- granadas, mas eran las fuerzas que desperdiciaban por el roce, que las que utilizabani por su continuo movimiento es- téril, Ella no respondia & un sistema politico en sus partes componentes y carecia de armonja en su conjunto, La Orde- nanza de Intendentes expedida en 1782, le dié una constitucién administrativa de forma, una regularidad més aparente que real, y bosquejé en el mapa algunas de las futuras divisiones; pero sin radicar las nuevas autoridades ereadas en el espi- rita municipal de las localidades, que més bien tendia & sofocar. El Virey y la audiencia, dominando en lo alto, fiscalizan- dose y contrapesindose en representacién de la autoridad ab- soluta de la corona, y los Cabildos, sombra de la sombra de los antiguos Cabildos libres de la madre patria, representando nominalmente el comercio del pueblo, tal era en bosquejo la constitucién colonial. Los Cabildos fueron la tnica institucién de la antigua constitucién espanola, borrada con sangre de martires por Carlos Vy Felipe I, que la madre patria legé 4 sus colo- nias, despojada de su antiguo significado y de su importan- cia, con privilegios més aparentes que reales, aunque auto- CONSTITUCION COLONIAL. - CAPITULO 1. 63 rizada con la ficeién de una eleccién popular, y con Jos atri- butos y formas externas de las corporaciones libres; empero, los Cabildos de América, ejereian funciones de propio go bierno en cuanto 4 la gestién de los intereses comunes y é la administracién de la justicia popular. Eran en teoria los re- presentantes del pueblo, tenfan el derecho de convocarlo 4 son de campana, podian & veces levantarse como un poder independiente ante los representantes de la corona, y en ocasiones solemnes el pueblo reunido en congreso era Hamado 4 decidir de sus deliberaciones por el voto directo como en las democracias de la antigiiedad. Traian la tradicién histé- rica de las arrogantes comunidades de Toledo y Aragén en el pasado, y entranaban el principio de 1a soberania popular en lo futuro, por el simple hecho de ser en ellos reconocido en teoria, bien que en ¢ fera limitada y como mera formula, De su seno debfa brotar la chispa revolucionaria; desde lo alto de su humilde tribuna habia de proclamarse en un dia no lejano el dogma de Ia soberania del pueblo; porque basta que una representacién se reconozea, aunque sea en teoria, y que se ponerse en a ometa una atribucién popular que pueda ‘én, aun cuando por el momento no tenga eficacia, para que la representacisn y la atribucién se con- vierta en realidad, el dia que las fuerzas populares concu- rran 4 darle nervio y punto de apoyo. Asi sucedié con los comunes de Inglaterra, humildes representantes de los con- quistados, que con esta sola representacién se convirticron en el omnipotente Parlamento de la Gran Bretaia y ejercie- ron sus altas atribuciones el dia en que la opinién pablica y las fuerzas populares les dieron su punto de apoyo y los invistieron de su autoridad inmanente, La verdad de esta pri bada en Ia misa se vera précticamente compro- paginas de este libro. oF FAMILIA BELGRANO. — GAPITULO 1. XIX En el seno de esta sociedad asi constituida, existia por los afos de 1760 una familia, extranjera en parte por su origen, y con cierta notoriedad en el municipio y el comercio. Era su jefe don Domingo Belgrano y Peri (conocido por Perez) natural de Oneglia en la Liguria, que trasladado en 1750 4 Cadiz con el objeto de buscar fortuna en el comercio, pasé a América en 1759, después de obtener del Rey carta de natu- ralizaci‘n (46). Constituyé en Buenos Aires su hogar, casiin- dose alli con doiia Maria Josefa Gonzilez Casero, ewya fami- lia radicada en el pais fund6 el Colegio de Nios Huérfanos de San Miguel, base de la Sociedad de Benoficencia, que ins tarde debfa Hamar a la mujer & compartir las tareas del gobierno en la esfera de su gencrosa actividad. Aunque ex- aser tranjero naturalizado, el italiano Belgrano y Peri, He Regidor de Cabildo y Alferez Real de la ciudad de Buenos Aires. Favorecido por la fortuna en sus especulaciones co- merciales, « adquirié riqueza (como lo dice uno de sus des- » cendientes en sus Memorias), para vivir emodamente y dar » & sus hijos la educacién mejor en aquella época. » De este enlace fecundo nacieron once hi ole varones y cuatro mujeres (47). Los primeros siguieron eon honor las distintas (46) Con posterioridad 4 1a publicacién de nuestra « Historia de Bel- grano » ¥ con motivo de ella, se publicé en Halia una genealogia de la familia de Belgrano bajo el titulo de «fl Generale Emanuele Belgrano e la sua origine italiana, con apunti genealogici » per il Cav. G. B. de Crollalanza, traducida'y anotada en Buenos Aires poco después por el Dr. don Aurelio Prado y Rojas. — De este optisculo tomamos al presente estas noticias. (47) He aqui sus nombres. El mayor don Carlos fué Teniente Coronel en tiempo del Rey, don Francisco, don José Gregorio, don Domingo (va- nénigo), don Agustin y don Joaquin, y las hermanas dofia Maria Josefa, dofa Rosario, dofa Juana y doha Florencia PREDIGCIONES. — CAPITULO 1 65 carreras de las armas, del sacerdocio, de Ia magistratura y del comercio, ocupando alguno de ellos elevados puestos en la administracién del Estado y en las Asambleas Legisla- tivas. Uno de estos siete hermanos era en 1787 maestro en artes y colegial del Consistorio de Monserrat, en la ciudad de Cor- doba del Tucuman. Regentaba este establecimiento un tedlogo profundo y un inspirado orador sagrado, hijo de Buenos Ai- res, llamado Fr. Pantaleén Garcia. En la dedicatoria de un Panegirico de Santa Catalina de Sena, que corre impreso en Cadiz, el sabio maestro decia al joven discipulo: « En todo » se nos presenta un joven ajeno a las puerilidades de la » primera edad. ; Yo descubro el tesoro que se oculta! Un en- » tendimiento sano y leno de luces, bellas cualidades que » entre los hombres son un género de felicidad que parece » los diviniza. El temor de Dios, que Hama la Escritura, ya » el principio de la sabiduria, ya la sabiduria misma, ya la » plenitud de la corona de la sabiduria, es el movil de sus » acciones. Aleanzara sin duda a ser un hombre cual todo los » deseamos, itil « Dios yal mundo, 4 la religién y al Es- » lado. » Estas verdes promesas, que el elocuente orador eoloeaba sobre la cabeza de su joven discipulo, inspiradas por la con- templacién extatica de la belleza moral, debian ser cumplidas en toda su plenitud por otro hermano menor, que a la sazin no habia cumplido los diez y anano, el cual al leer aquellas alentadoras palabras, debié sin duda sentirse impulsado & obrar grandes cosas, realizando las esperanzas de aquel apdstol de la verdad, que le revelaba la grandeza del destino de los hombres que se consagran al bien de sus semejantes. Hay pal den de los destinos fuluros. En los escritos y acciones poste- riores de Belgrano, se nota mas de una vezia marea de fuego que la prediccién de bras que en la primera edad deci- antaledn Gareia debié estampar Tow 1 66 BELGRANO EN ESPANA. — CAPITULO 1. en su alma juvenil, blanda cera que se modelaba bajo la mano de aquel grande artifice de hombres. Manvex Bercrano habia nacido en Buenos Aires el 3 de Ju- nio de 1770 y era uno de Jos menores entre sus hermanos. Fué bautizado en la Iglesia Catedral de la misma ciudad al dia siguiente de su natalicio, con el nombre de Manuel Joa- quin del Corazon de Jestis. Puso sobre su frente el Gleo sa- grado, el Dr. Juan Baltasar Maciel, eélebre por sus escritos y sus desgracias, y poseedor de la mas rica biblioteca de los co- nocimientos humanos que hasta entonces cido en el Rio de la Plata. Belgrano crecié en afios bajo el amparo del ala mater- nal. Cursé en Buenos Aires las primeras letras. A la edad competente estudio en la misma ciudad cl latin y la filoso- fia, siendo su maestro en el Colegio de San Carlos el Dr. Luis Chorroarin, de quien recibio lecciones (4 1a par de otros futuros hombres ilustres) en los ramos de légica, fisica, metafisica, étiea y literatura, segdn el orden de los estu- dios de entonces. No tenfa atin diez y seis afios y ya habia aprendido cuanto podia enseftarse en las aulas de aquella época. Notando sus bellas disposiciones, decidiéronse sus padres 4 enviarle ¢ Espaiia, para que completara alli sus estudios. Por el atio de 1786 pasé Belgrano a Espafia, donde estudis leyes en la Universidad de Salamanca, matriculindose en ella el & de Noviembre de 1786. El joven estudiante debié formar un triste concepto del saber geograifico de sus maestros res- pecto de la América, cuando al rec icado de ma- tricula, que original tenemos 4 la vista, ley que se le Ma- maba natural de la ciudad y obispado de Buenos Aires en el reino del Pert. En Febrero de 1789 graduése de bachiller en Valladolid, en cuya chancilleria se recibié de abogado el 31 de Enero de 1793, después de haber pasado algiin tiempo en Madrid bul cono- su cer EDUCACION DE BELGRANO. — CAPITULO I. 67 completando sus estudios profesionales, y cullivando otros ramos de los conocimientos humanos 4 que se sentia més inelinado (48). « Confieso, » dice Belgrano en su auto biografia, « que mi » aplicaeién no la contraje tanto 4 la carrera que habia ido 4 » emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la » economia polities y el derecho piblieo, y que en los pri- neontrar hom- » meros momentos en que tuve la suerte de » bres amantes del bien puiblico, que me manifestasen sus » ideas, se apoderd de m il deseo de propender en cuanto » pudiese al provecho general, y el de adquirir renombre con » mis trabajos hacia tan importante objeto, dirigiéndolos par- » ticularmente a favor de mi patria, » Su ambicién juvenil debia estimularle naturalmente al cul- livo de aquellas ciencias que eran casi totalmente desconoci- das en las colonias espaiiolas, y en especial de las que tienen por objeto la mejora y Ia felicidad de Ia especie humana, La idea de importar & su patria ciencias nuevas y de aplicarlas algin dia & su engrandecimiento, debid halagar sus tempra- ulé sin duda @ nas aspiraciones a la gloria, y esto le es contraerse al estudio de las ciencias sociales, y con particula- ridad 4 Ia economia politica. En la Universidad de Salamanea se habia iniciado en sus principios, y merecid ser nombrado miembro de su « Academia de Economia Politica, » adelan- tando sus conocimientos en la materia con la lectura de los mejores libros y el trato con los hombres de letras durante su permaneneia en Madrid, Alli fué donde se ligé con otra socie- nta Barbara. dad del mismo género, denominada de « § os que lo puso en contacto con algunas notabilidades espaiiolas, en mérito, tanto de sus conocimientos econdmicos, cuanto de (48) Fe de bautismo, cerlificados de estudio,diplomas, ete. M. S .S.ori- ginales de los papeles de la familia Belgrano.

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