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tied Ras crores Dirigida por Jorge Rodriguez Maud Mannoni, Ronald D. Laing, David Cooper, J-L. Faure, Edmond Ortigues, René Tostain, Ginette Raimbault, Sami-Ali, D. W. Winnicott, Rosine y Robert Lefort, P. Martin y Jacques Lacan Psicosis infantil ccién de Aurora Pérez y Frida Dimant Nueva Visién res Los articulos que integran el presente volumen fueron publicados en In revista Recherches, en dos niimeros dedicados a la Enfance Alienée, setiembre de 1967 y diciembre de 1968. 10,89 Traduccién de Héctor Yankelevich © 1980 por Ediciones Nueva Visién SAIC Tuoumin 3748, Buenos Aires, Repiblica Argentina Queda hecho el depisito que marca In Tey 11.723 Anpresy op Ie Argentinn / / Printed in Argentina trohibida Ia reproduceién total o parcial Prefacio En octubre de 1967, se reine en Paris un grupo de especialistas para Hevar a cabo un coloquio sobre la infancia alienada, cologuio promovido y organizado por la psicoanalista francesa Maud Man- noni, Le revista Recherches publicé dos ntimeros especiales dedicados al coloquio, El primero, de septiembre de 1967, incluye todos los trabajos preliminares. El segundo, de diciembre de 1968, titulado La infancia alienada. El nitio, la psicosis y la institucién, transcribe Ja totalidad de los trabajos presentados y las conclusiones de las diferentes mesas redondas. Las presentaciones siguen bésicamente dlos lineamientos: 1) aspectos tedricos conceptuales; 2) aportes fundamentalmente clinicos. Nuestra seleccién sc orienté hacia los trabajos cuya exposicién estaba directamente relacionada con Jos aspectos teéricos © con- coptualizaciones sobre “la infancia alienada”. La eleccién dio como resultado un conjunto de trabajos donde se dice lo que se piensa y lo que se ha alcanzado a comprender sobre Ia psicosis en los nifios, y también sobre los Factores que, segiin se cree, enferman al nifio, Desde la comunicacién del concepto hasta Ja transmisién de la ideologia subyacente y explicita, hay en cada autor una asuncién de su postura planteada como un compromiso personal y polémico, Los autores se hablan y se discuten entre si. Por eso 7 quisiéramos subrayar dos tipos de valores, los conocimientos que transmiten y el modo como los comunican. Especialmente este modo de decir las cosas, que muestra gran respeto a la posibilidad de pensar libremente y expresarlo, aun en aquellos autores cuyo grupo de pertenencia podria por si mismo hacerles obvia una expresién individual. . Hay algo més en estos articulos que vale la pena destacar, y es Jo que tiene que ver con la coherencia entre la posicién tebrica y la conducta de Jos autores. Algo asi como Ja conjuncién natural entre la palabra y la accién. En cuanto la idea que tienen sobre la locura es que Ia sociedad misma en que vivimos nos aliena, ellos se Cy nos) replantean cl ejercicio del rol profesional, Encararlo como un compromiso total de su persona les leva a plantearse qué se encubre, qué hay detrés de Ja consulta a un servicio pst quidtrico, por ejemplo, y a dar como respuesta que tal pedido de atencién es mas bien la denuncia de un sistema que dafia y mutila Y que, inclusive, ni permite tomar conciencia de tal situacién. ‘Alertan al profesional para que tenga en cuenta el problema de ‘esta manera, con el objeto de no sumarse a la “forclusién” bur- guesa. En esta linea, Ginette Raimbault expresa que “ser nece- sario rescatar el rol subversivo del psicoandlisis”. Aurora Pérez y Frida Dimant Prefacio para la edicién argentina Maud Mannoni Esta recopilacién contiene una parte de Jos textos presentados en as Jornadas de estudio sobre Jas psicosis en el niiio (Paris, 21-22 de octubre 1967) y publicados en Enfance Aliénée (setiembre de 1967) y Enfance Aliénée II (diciembre de 1968). * El eje de csas Jornadas fue la confrontacidr entre las concep- ciones estructurales del grupo francés y las concepciones existen- ciales del grupo inglés representado por David Cooper y Ronald Laing, E] coloquio cuestioné Jos fundamentos mismos de la psiquiatria clésica, ya que los autores prefirieron sustituir la clasificacién sistemética de las entidades nosolégicas por el estudio del sujeto que habla Cese sujeto que desaparece en Jas clasificaciones). Al colocar el término “cnfermo” cntre paréntesis fenomenolé- gicos se logra abandonar cl estudio de Ja enfermedad para tener acceso mas justo al “enfermo”, Pero —nos recuerdan los autores— todavia es preciso no caer en la trampa de una ideologia fundada en criterios adaptativos. ; Los participantes denunciaron el achatamiento sufrido por la teorfa freudiana, reducida durante estas tiltimas décadas a una pura’técnica del comportamiento. Las nociones de “yo fuerte y 4 Editorial Recherches, 73, rue Buffon, Paris. auténomo”, la creencia en la necesidad de un rol parental “asegu- rador” y “s6lido”, toda esa estrategia adulta desnaturaliza el: psico- andlisis y lo reduce a no ser més que una herramienta al. servicio de un ideal de rendimiento. La psiquiatria y el psicoandlisis estin en un tris de asumir histo- ricamente el relevo de la Policia y Ja Iglesia como defensoras de la moralidad, en cuanto proponen a los “pacientes” valores standard. En el dominio de Ja investigacién toda innovacién se enfrenta con tabties, y el psicoanalista o el psiquiatra se ven trabados por el imperio que sobre ellos ejerce una tradicién médica opuiesta a todo cambio y guardiana del saber recibido. El malestar expresado en octubre de 1967 por los participantes Cuniversitarios, médicos, enfermeros, educadores, psicoanalistas de todas las escuelas de psicoandlisis) puede considerarse, a la distan- cia, como el preludio de una impugnacidn global que’estallé con fuerza en la revolucién de mayo de 1968. ‘Los estudiantes unieron el problema de la renovacién de Ja psiquiatcfa a la impugnacién de la forma del régimen* y Ja politi- zacién de la accién estudiantil permitié develar una verdad suscep- tible de prometer un progreso cientifico. El movimiento de despo- Iitizacién iniciado al finalizar esos quince dias propuso reformas, con la esperanza de poner fin con ellas a la impugnacién que habia permitide un movimiento masivo de desmitificacién del personaje médico y de su poder. La despolitizacién hizo el juego a quienes no renunciaban al mantenimiento de sus privilegios, que alimentan en el médico una suerte de creencia mistica en su “misién”, que harfa de él con pleno derecho el heredero de una funcién sagrada. La demanda social deja un lugar para el “personaje” del “pa- trén”. * De la respuesta del médico —aceptar o no ubicarse en ese 2 Cf, Maud Mannoni, Le psychiatre, son. “fou” et la psychanalyse, ‘Seuil, Paris, 1970. * En Francia se denomina “patrén” al jefe de un servicio hospitalario. IN. del T.] lugar (aunque mas no sea cn el plano imaginario)— va a depender el tipo de relacién terapéutica que instaure con el “cnfermo”, principalmente en psicoanilisis. Por Freud sabemos que la ttnica formacién vélida para un ana- lista descansa en su propia capacidad de identificarse con cl “en- fermo”. Ahi es donde ha de situarse el origen de una instauracién ho segregativa en las relaciones médico-enfermo. Ahora bien, Ja ensefianza de la medicina est concebida para defender al estu- problemas cruciales hayan sido planteados por los estudiantes durante los acontecimientos de mayo muestra que se sentfan direc- tamente implicados en cllos. En su impugnacién de la psiquiatria destacaron —sin conocer- los— los mismos temas que en octubre de 1967 en Paris habjan cexpues'o Laing, Cooper y el grupo de la Philadelphia Association: su efecto escandaloso Ilevé al piiblico (o a las autoridades univer- sitarias) a ocultar una verdad insoportable.* La referencia sociolégica y aun “humanitaria” de ciertos anti- priquiatras norteamericanos no podia, sin embargo, ser mas recha- zable, Pero la cuestién no residia alli. Los psiquiatras y psicoana- listas Franceses se refugiaton detris de objeciones tedricas justas para rehusarse mejor a escuchar un material clinico rao Cse trataba del reconocimiento por los antipsiquiatras norteamericanos del rol que ocupa la categoria de goce en Ja relacién con el “enfermo mental”). Nadie se detuvo entonces (salvo Lacan en su discurso de clau- sura) en el aporte positive que constituia ese testimonio depurado de todo el aparato convencional que constituye nuestra proteccién contra Ta Jocura. ‘Aqui hay una cuestién importante que atafie a los problemas mds actuales y més candentes referentes a la transmisién del saber yal modo como, en nuestro sistema, el saber debe quedar vaciado © Mediante el sesgo de las reformas en el caso de los estudiantes, 0 pot el cechazo inasivo del dictamen de Jos psiquiatras Iuego del Congreso. i dle todo poder de transformacién real, lo que no deja de tener efecto sobre la orientacién académica dada a la investigacién. En su preocupacién por cambiar el modelo médico al que se refiere la psiquiatria, los estudiantes de mayo y los antipsiquiatras buscaron evar su interrogacién no tanto sobre el “enfermo” sino sobre el discurso mutilante en el que éste ha sido apresado, La cuestién asi planteada es Ja de los derechos del individuo, zHay que continuar defendiendo a Ja sociedad’ contra Ia locura 0 es Ja libertad del loco Ia que necesita ser defendida contra una sociedad que no lo tolera? ¢Debemos dejar a la locura la libertad de hablar Carriesgindonos a poner en peligro a la sociedad, 0 debemos crear una sociedad menos alienante (mientras se tapona en cl individuo lo que trata de expresarse como decir de verdad)? La alternativa esti siempre e1 nosotros. Estamos tentados de rechazar nuestra locura, y es eso reprimido cn’ nosotros o que nos interpela en cl decir de Ia locura del otro. Por eso el mecanismo de censura (y de exclusién) interviene de modo tan brutal. Si bien estas cucstiones fundamentales pudieron plantearse en mayo de 1968 (como también en las revaluciones del pasado) después no tuvieron consecuencias, Las reformas introducidas proceden de la preocupacién por reglamentar Jos estudios y el sistema de asistencia, pero no aportan ningiin cambio verdadero al espiritu mismo de la psiquiatnia. En Jugar de examinar cudl es Ja actitud de la sociedad frente ala “enfermedad mental”, nos encontramos ante opciones admi- nistrativas que tienden a defender cl menopolio. de la asistencia cuyo riesgo es que contribuyan en particular a agravar Jos pro- blemas de la infancia, psiquiatizindoles, Entonces en la era de los “servicios psiquidtricos obligatorios” con un ritmo tal que no seria sorprendente que una “enfermedad psiquiatrica” —vinculada con el abuso de los rastreos y consulltas de higiene mental— viniera a superponerse al inicial malestar de vivir del paciente. En ciertos casos Ja inndaptacién puede ser Factor de salud. Que 12 en nuestra sociedad la verdad no pueda expresarse sino en Ja delincuencia o la locura ilumina Jo que hay de falso en nuestro sistema. En, nuestros dias el trabajo clinico del psicoanalista puede inscri- irse en un sistema médico-administrativo que participa de una alienacién social. En los dispensarios se “psicoterapiza” en cadena 4 nifios que no saben por qué Jos Ilevan alli. A los padres gencral- mente se los coloca fucra de juego, y los psicoanalistas, en su ma- yorla mujeres, tienden inconscientemente a “raptar” al nifio del “padre malo”, sustituyendo a menudo al padre (considerado dema- sindlo débil, demasiado fuerte, demasiado ausente, en suma, siempre demasiado “algo” que es molesto). Por consiguiente, toda indi- eacibn de psicoterapia en un servicio publico deberia ser discrimi- nada de entrada de Ja demanda social en la que el pedido de consulta se encuentra, desde el comienzo, preso y pervertido. El cuadro en el que el psicoanilisis se ve levado a desplegarse compromete casi siempre las condiciones necesarias para su misma oxistencia, lo que se hace sentir ms ain en el dominio de las piscosis del nifio. Este es objeto de un monopolio de “cuidados” que en’los hechos excluye al psicoanilisis, va que a éste sélo se lo jolera esclavizado por un sistema que lo aliena. ‘Tan pronto como una sociedad se propone crear una organiza- elén de “cuidados”, Ja funda en un sistema de proteccién que gntes que nada es rechazo de Ja Jocura. De una manera paradojal, “el orden que cuida” promueve asf Ja “violencia” en nombre de Ja adaptacién. Es licito preguntarse sino es Ia preocupacién por curar® las 4 0. Mannoni, Freud y el descubrimiento del inconsciente, Galera, Buenos Aires, 1970, p. 167: “En sus primeros comienzos, el psicoanslisis, fn los propios términos de Freud “was no more than a new medical proce- dure for influencing certain mental diseases”, y este campo limitado de Jos. primeros comienzos, el eee ee siendo mis tarde y siempre el nico dominio en el que podia verificar sus proposiciones y perfeccionarse... No se puede, si no es metaféricamente, hablar de salud mental como se habla de salud corporal. De ningin modo es obvia, no es 13 “enfermedades nerviosas” la que esta en el origen de Ja actual confusién en psiquiatrfa, preocupada ante todo por dar a la salud ‘mental el status atorgado a la proteccién de la salud fisica. Se intenta rastrear la anormalidad allf donde hasta hace poco se rastreaban Ia tuberculosis y las enfermedades venéreas. Ahora bien, al privilegiar el aspecto médico, el que cura se ha dejado enrolar en las potencias de la represién, y esta verdad se ve simple- mente ocultada detrés de las tomas de posicién sociales de los diferentes movimientos psiquidtricos modernos. La psiquiatria comunitaria deja intacta y abicrta la cuestin de los “cuidados” que se dispensan como remedios (el “enfermo” v su familia se encuentran a menudo sometidos a una plétora de eximenes y cuidados que van de la quimioterapia al psicoandlisis, pasando por la socioterapia y las dindmicas de grupo). Un saber tecnocrético de la “enfermedad mental” ha venido a taponar aque- Ho que necesitaba hablar a través de Ja locura. La psiquiatria institucional espera simplemente Ja curacién de Jas instituciones mismas, suefia con una ciudad ideal en donde podria tener lugar Ia Jocura (una “locura” cuidada por médicos). Para Ja antipsiquiatria, por el contrario, la cura es un proceso nonmal que no necesita tetapia alguna, Basta dejar a ese proceso la libertad de desarrollarse. El verdadero mite pasa entonces entre Ja psiquiatria y Ia antipsiquiatria, que niega la nocién misma de | “enfermedad mental”. Por otra parte, vamos a dejar de lado un puro activismo de] que no-est4 siempre exenta, que transformarfa a los psiquiatras en superasistentes sociales, y que carece de interés nuestro estado natural como lo es esta iiltima, y no se puede imaginar que Ja tarea del analista sea conducir a ese antetior a quienes se hhan apartado por un accidente... No se trata de dos sectores de una Yinica medicina sino de dos érdenes de los que sélo uno es mélico.... Reducir el analista a médico y el neurético a enfermo.., serla actual- mente alinear al analista entre les potencias represoras... (EI hombre) esté expuesto a alienarse tanto en las barreras protectoras de Ja ‘salud? como en los vagabundeot de a ‘locura’.” 4 ya que es independiente de la cancepcién que tenemos Ia paturaleza de Ja locura. y sociedad {@bmo entienden los distintos movimientos psiquitricos Ja natu- wileza de Ja locura? Para los institucionalistas es indispensable que haya un encuadre (las instituciones, esto es, el lenguaje, la ley, las relaciones inter- Pervonales, la estructura familiar) para Ja constitucién de una personalidad, Donde es necesario actuar es precisamente sobre ese encuadre en el cual el paciente se encuentra “atrapado”. De ahf Ja importancia que se asigna a la creacién de toda una variada red tle encuentros en cl interior del hospital (mediante clubes y dife- fentes asociaciones). De ah{ también la atencién que se presta a Jos que cuidan, que serin los soportes de la locura, que necesita condiciones precisas de acogida, desde su entrada en la institucién. La antipsiquiatria se ubica de modo exactamente inverso. Al desembarazar al sujeto de todo encuadre le da la posibilidad de yeencontrarse, por un proceso que se concibe como interior y es ppontineo Cde hecho, de lo que se trata es de un grupo y entonces, f pesar de todo, de un encuadre), La cuestién que se podria enunciar con los términos de loctra y sociedad recibe pues respuestas muy. distintas: = para Ja psiquiatria comunitaria la locura es lo antisocial; — para la psiquiatréa institucional, Ia creacién de una microsocie- dad tiene valor terapéutico; — para la antipsiquiatria la locura es, contra la sociedad, una proteccién vilida pero fallida. E] objetivo revolucionario de Ja antipsiquiatria participa sin embargo de una utopfa.® Creer que con Ia libertad no-habria © Que encontramos ya en los escritos de Saint-Just. més locura ¢s falso. Hay clerta ingenuidad en pensar que Ja revor Tucién permitiria ubrir tanto los manicomios como las prisiones, Todas las Iocuras no se vinculan con las mismas estructuras de Ja sociedad. El problema es quizi social, pero no politico en ol sentido de que la revolucién permitiria resolver las cuestiones plan teadas por la locura." Los paises revolucionarivs han conservado a menuclo sespecto de Ia “enfermedad mental” una actitud por To menos conservadora y segregativa, como si los hombres tuvieran necesidad de designar sus hechiceras y sus locos para ponerse a s mismos a resguardo del peligro. En Francia, el problema planteado por Ja debilidad mental y la Tocura esti unido a las estructuras de una sociedad mecanizada presta a defenderse contra Ja asimilacién de aquellos que no satis- facen sus criterios de rendimiento.? Seria preciso que nos ocupé- ramos:de desperfeccionar In sociedad, es decir, de reencontrar las formas arcaicas en funcién de las cuales el tetrasado 0 cl loco tenfan su lugar en Ia aldea. Finalmente estén en cuestiin la familia moderna y las formas especificas de inseguridad unidas a la contraccién ® de la institu- cién familiar en nuestra sociedad destribalizada. © La politizacién del movimiento psiquidtrica y psicoanalitico tiene sen: tido en la medida cn que permite abrir las cuestiones que la ideologia burguesa ha intentado forcl La obra politica que psicoanalistas v psiquiatras han de emprender con: sistirfa en un trabajo cle teflexién tedrica Cbasado en una realidad clinica) para discernir aquello que en los prejuicios burgueses y actitudes. conser- vadoras mantiene una situaciin de hecho sin ninguna salida. 7 La desaparicién del medio artesanal hace cada vez mis dificil ubicar en un taller a un muchacho intelectualmente disminuido pero dotado de habilidad manual, ya que en lugar de ponerlo en un medio normal para sus 14 afios, la administracién presiona para mantenerlo en un medio espe- cializado donde la formacién se otienta con demasiada frecuencia en el sentido de una mera adquisicién de automatismos para robots de fébrica © Los antropélogos han renunciado a considerar a nuestra familia conyu- gal como,un retorno a la “familia” bioldgica, y la comprenden como una reduceidn de la familia compleja de la antigiedad y de las poblaciones “primitivas”. Su naturaleza, como lo subraya Lacan (Encyclopédie Francaise, 16 Ja locura y el campo del lenguaje Fim Lacan, el problema que el nifio debe abordar y en el cual el Jedtico ha Fracasado se plantea, de algiin modo, en la relacién lel _nifio con la palabra de los padres. Fl centro de sw interrogatorio lo constituyen las relaciones del sujeto con el lenguaje, en tanto éste preexiste a Ja aparicién de agi! y, pedemos decirlo, también lo engendra. Para dar un ejem- plo, antes de su nacimiento, el niho ya posce un jugar en el Aiscurso de los padres, ya tiene asignado un nombre y le “habla- nin” cn Ja misma medida en que lo harin objeto de cuidados; Ja eorencia de éstos, a la que cn ocasiones se le ha asignado tanta Importancia Clas Frustraciones), esti lejos de tener tanto efecto como la naturalez: y los accidentes del discurso en el cual esta nmerso, E] medio propiamente humano no es biolgico ni social; 1s lingitistico, Esa atencién dirigida a la palabra de los padres se halla en el contro de los principales trabajos norteamericanos, pero por falta dle competencia lingiiistica las investigaciones s6lo se realizan en ¢} nivel de los datos empiticos, lo que limita su aleance. Los trabajos del grupo de Palo Alto® han marcado profunda- mente a la nueva generacidn de psiquiatras, psicdlogos y socidlogos norteamericanos, cansados de una literatura analitica de inspiracién hiologizante 0 médica. {. VIII, “La vie mentale”), se comprende mejor por su relacién con las antiguas instituciones que por “la hipétesis de una familia elemental que no se encuentra en ningiin lado”, ® Paul Watzlawick, Janet Helmick Beavin, Don D, Jackson, Pragmatics of human communication, Norton, Nueva York, 1967. Las investigaciones del grupo de Palo Alto han inspirado trabajos muy pertinentes sobre la teoria de Tos juegos. En ellos se analizan los efectos interpersonales y so- ciales de actitudes inconscientes que remontan a la infancia (Eric Berne, Games people play, Penguin Books, 1964). 17 E] psicoanilisis clésico, al confinarse en el estudio de la teoria de Jos procesos intrapsiquicos, de algiin modo se habia esclerosado. Al centrar Ja atencién sobre una “enfermedad” situada “en” un individuo, se Hegaba a descuidar la dindmica de una situacién tal como podfa aparecer en el discurso del “paciente” (y més all4). EI grupo de Palo Alto (que en esto coincide con Lacan) no consider’ al paciente como un ser aislado sino como un lugar de relaciones, renovando asi Jas nociones hasta entonces en uso rex pecto del entorno. Estos autores sustituyen los criterios psicosocio- Iégicos tradicionales por criterios légicos, conservando sin embargo, ‘en su método de trabajo, el recurso de la encuesta psicosocioldgica, Los investigadores de Palo Alto emplean modelos tomados de la electrénica para explicar, en términos de lugares, los problemas de la comunicacién. La nocién de realimentacién, el, estudio del sujeto como lugar de input y output Cconcepto de caja negra) y la teoria de Carnap sobre el lenguaje permitieron el desarrollo de una investigacién que lleva a los psiquiatras a reinterrogar a las teorfas cientificas que hasta ahora habjan provisto a la marcha clinica de su soporte. Anthony Wilden? cree ver en el movimiento anglosajén una suerte de convergencia con las posiciones de Lacan. Nos dice que los teéricos de la comunicacién deberian disponerse a interpretar as cosas en la perspectiva Jacaniana de Jas categorias de signifi: cante, simbélico, imaginario y real. Efectivamente, alrededor de ese eje Cy de su ausencia) se ordena lo que separa la investigacién norteamericana de la francesa, ya que el uso de las mismas referencias logicomatematicas (Frege, Boole, Gédel, Russell, etcétera), ha Ievado en los EE.UU. una direccién. diferente de la. francesa. 3 Anthony Wilden, The language of the self, John Hopkins, Nueva York, 1968. Este trabajo sitia la obra de Lacan en cl movimiento del pensamiento moderno. Destinado a los lectores de lengua inglesa, no tiene cequivalente. 18 Valdria la pena profundizar el sentido de las respectivas di- reociones. i oe sr erase Ie palabra dich, y el lenguse, reducdo a la comunicacién, os ‘considerado por ellos como una variedad del comportamiento, Jo ‘que los mantiene en una perspectiva behaviorista. Postulan la exis- fencia de un cédigo informulado que permitirfa que la comuni- eacién funcione como un cilculo cuvas reglas serfan observadas en toda comunicacién lograda y.transgredidas en toda comunicacién perturbada, Se postula entonces que un orden andlogo al nivel estructural de la légica domina la conciencia humana y determina el cono- cimiento que el hombre adquiere de su universo.En esa perspec- tiva, la neurosis y la psicosis son concebidas como efectos de una situacién creada por una contradiccién Iégica del discurso en el que el sujeto se encontr6 atrapado. La respuesta “loca” es estu- diada como réaccién a un contexto “comunicacional” que el sujeto no puede mantener. E] andlisis de Ja situacién es ante todo anilisis de un sistema de paradojas. La terapia, que se concibe como una cstrategia, tiene por objetivo la creacién de nuevas paradojas, como por ejemplo “prescribir el sintoma”. La debilidad de esta teorfa “Cpor otra parte muy interesante) descansa en la concepcién que sus autores tienen del lenguaje. Al privilegiar desde el comienzo el comportamiento y considerar al Jenguaje como uno de sus aspectos, no Hegan a captar lo que ‘std en juego en el discurso. De ahi que su investigacién esté cen- trada en las reglas de la comunicacién, en un registro que no tiene en cuenta Ja funcién simbélica inherente a todo discursd. El sistema légico utilizado por el grupo de Palo Alto funciona en el plano de una realidad perceptiva (las palabras dichas) que no remite a nada no-dicho. El discurso presente en el inconsciente no cs interrogado en ningin momento. El método experimental twedo Hega a una simplificacién Creduccién) en los desarrollos tedricos, simplificacién cuyos efectos no dejan de ser peligrosos. 19 Al poner el acento en Ja paradoja * en el mero nivel consciente, se corte el riesgo de desconocer Ja importancia de la distancia que separa el discurso consciente del inconsciente. Lacan, por el contrario, estudia al lenguaje en la relacién del sujeto con el significante, Desarrolla una légica del significonte que se articula en la teorfa de] deseo: al estudiar e] discurso. incons- ciente que duplica el discurso consciente, pone el acento en el rol que esté Iamada a desempefiar en el mundo del nifio la alter- nancia de la presencia y la ausencia. El objeto que el nifio se ve Hevado a descubrir es un objeto que falta, ‘un objeto ausente. En esta perspectiva, el discurso no puede articularse por si mismo sino porque hay que Henar brechas. Est unido a Ja falta. La teorfa anglosajona, preocupada por los meros datos de una realidad experimental, cscila entre la referencia a criterios légicos y el recurso a la encuesta psicosociolégica, El discurso que sus autores sostiencn privilegia el orden que nosotros lamamos ima- ginario y desconoce ‘la verdad que se desprende de lo simbélico. E] mérito de esos trabajos es el de haber liberado a Ja psiquiatria icacién de tipo botinico, pero sus autores corren el ituirla por otra forma de clasificacién o de ideologia. No se trata tanto del comportamiento del psicético Co del neuré- tico) como de su palabra. Lacan nos recuerda que la Traumdeut- ung descifra al inconsciente como un lenguaje. Y Freud, en una Gpoca en la que alin reinaba la “filologia”, se habia anticipado a Ia Jingufstica de Saussure para formular tma teorfa del inconsciente. EI inconsciente s6lo fue conccbido por un momento como reser- vorio de pulsiones e instintos con la intencion de convertitlo en el punto de unién de la biologia y 1a psicologia, y ese intento resulto estéril. De hecho, es el sujeto de la palabra, Si esto esté oculto en ©: neurético o en el hombre normal por el control del yo, * Aqui se refiere a la teoria del doble vinculo donde la paradoja seria el desacuerdy entre mensaje y, meta-mensaje, pero siempre conscientes. IN. del E.] i ra 20 en el psicético se muestra directamente. El yo, como se sabe, tiene 44; fuente en lo imaginario, como se ve al considerar el “estadio del fapejo” (Lacan). Sobre tales bases tedricas, que é&te no es lugar de exponer, hemos mostrado"! que no es posible aislar el sintoma jile presenta el nifio “enfermo”, no ya de su propio discurso sino también del discurso que lo constituye, esencialnente el diseurso le los padres. El sintoma del nino ocupa, en el discurso familiar, el vacio que era una verdad que no se dice. De tal modo el sintoma es nece- sario para quienes tienen que protegerse contra el saber de la ver- acl en cuestién, Al querer tratar el sintoma, ¢3 al nifo al que we rechaza. Estas comprebaciones valen también para el anilisis de adultos , on particular, para cl enfoque de las psicosis (donde son sin embargo sistematicamente desconocidas). En Ia relacion con el psicético se tiende a olvidar un punto esencisl: ante un llamado que el sujeto no puede responder més, hace surgir una abundancia de modos de ser que soporta un cierto lenguaje como tal. Lo que se articula en cl delitio cons- tituye verdaderamente el eres del psicotizado, Se atiene tanto mas 4 Ja forma de Ja palabra yal juego con las palabras cuanto que la bra, de hecho, ha desaparecido, Esta abundancia imaginaria, “antecdmara de la locura”, tiene necesidad de que la entiendan, ya que recubre lo que en el sujeto trata desesperadamente de ha- cerse reconocer en una articulacién simbélica. Al contrariar un delirio, se lo fija irremediablemente, o mas bien w le corti al sujeto la Gnica via en Ja que una no intervencién pucde dejar libre el camino a un proceso restitutivo de cura Cya que deja intacta la posibilidad de un reconocimiento del sujeto en su autenticidad simbélica. De ahi el interés por lugares que permitan el desarrollo de un laud Mannoni, L’enfant, sa “maladie” et les autres, Seuil, 1967. Temas desurrollades por J. Lacan en su seminario del 16 de noviembre de 1955. 21 rolucién imaginaria. En la relacién afectiva asi creada el @ convierte en el ser de puro deseo, pero también en el ser jecién: de ahi el lugar que tiene el surgimiento de la ividad en el campo donde se despliega 1a locura. in delimita Ia entrada en la psicosis alrededor del momento quie, desde el campo del otro, llega el Hamado de un signifi- fe esencial que no puede ser recibido, De lo imaginario surgen fs que se imponen al sujeto, y él se aferra a ellas ya que lo 4 una “humanizacién” que esté por perder. Tin ese registro se pueden situar las tentativas de “redencién” que vemos en Jos casos relatados por Laing), que surgen para x al sujeto en su narcisismo amenazado, Lo que en ese momento se despliega sobre la escena como ion de imégenes terrorificas no se debe aprehender sino w relacién del sujeto respecto del significante. Es siempre en momento en que la relacién con el otro imaginario se ha con- ‘Yertido en una relacién mortal cuando el sujeto opera una recons- icién dé todo el sistema significante como tal, desprendido de relacién significada Cy acompafiado por una descomposicién del aiscurso interior), Lo que el sujeto trata de reconstituir es lo que 0 ha podido ser asimilado en el momento del choque con el icante. 1es no lo repetitemos nunca bastante: en ¢] momento en que ‘el psicdtico se ve obligado a ponerse de acuerdo con los signifi- antes, en esas precisas condiciones realiza un esfuerzo que desem- ‘Boca en el desarrollo de una psicosis. HJ, Lacan, Seminario del 4 de julio de 1956 Cinédito): ‘Wsledes y yo mismo con ustedes estamos insertos en ese significante mayor se Hama Papé Noel... Papé Noel, eso se arregla siempre... y diré no s6lo se arregla siempre sino que se aregla bien... ¥ bien, el co tiene sobre ustedes a desventaja, pero también el privilegio, de wt en una relacién planteada de un modo distinto. £1 no lo ha hecho , no se ha extraido del significante, Se encontré ubicado un poquito través. A partir del momento en que lo intiman a ponerse de acuerdo ‘esos significantes, es ntcesario que haga un esfuerzo de retrospeccién widerable que desemboca en el desarrollo de una psicosis™ delirio sin agresién medicamentosa (por eso la orientacién clinice de Laing merece el mayor interés). “Cuando un tipo delira el médicp se asusta, No obstante, I mejor que se puede hacer es dejarlo correr, ése es el mejor cuida- do”. Asi se expresaba no hace mucho un intcrnado en Ville Evrard. Nosotros aceptamos intelectualmente esa posicién; en los hechos, en la realidad clinica es haber tomado al pie de la letra cl dicho de Freud: “El delirio es un proceso restitutivo de curacisn”. Si la tentativa inglesa encuentra sus limites, si sus posici teéricas son de lo més discutibles, no por ello deja de ser menos precisa en el nivel de una investigacién clinica que cuestiona la relacién del hombre con la locura. La originalidad de sus bisquedas consiste en dar a la locura Ia posibilidad de hablar. Recibir la psicosis Lo que asi habla es una palabra que se presenta al sujeto como tal, pero que no es él, Es porque el paciente, en su relacién con el otro, se busca como objeto, por lo que llega a perderse como sujeto.!® La palabra que entonces surge no es més la suya, es elt (que habla en una situacién en la que el otro como tal ya no puede ser reconocido por el paciente). En esas condiciones hay una teduccién de la sitwacién a una 48 Jy Lacan, Seminario del 27 de junio de 1956 (inédito); “Seria preciso hhacer comprender que en esa relacién él es el objeto, a fin de cuentas, y por lo mismo que se busca como objeto, se ha perdido como sujeto.”” 44" J, Lacan, Seminario del 27 de junio de 1956 Cinédito): &Por qué ara el sujeto mismo ello (ca) habla, es decir que se presenta como una palabra y que esa palabra es ello? Ello no es , Hemos intentado centiar ‘esa cuestién en el nivel del ti... El i es un significante, una puntuacién, algo por Jo cual el otro es fijado en un punto de la significacién.” 2 23 Esa psicosis no tiene tanta necesidad de ser “cuidada” (en el sentido de una detencién) como de ser recibida. Lo que el paciente busca es un testigo y un soporte para esa palabra extrafia que se Je impone, El problema de “la alienacién” en el nifio se presenta de un modo un poco diferente y Yinicamente se lo puede comprender delimitando el modo en que su “locura” ha sido retomada en la vida fantastica de cada uno de sus padres. Para que el nifio reen- cuentre propiamente una palabra personal, necesita antes que nada poder desprender su verdad de los deseos de muerte y de las miiltiples formas de alienacién en las que x¢ perdié cn la fijacién con oto. Para que el analista legue a situarse en un discurso en el que &l participe, le hace falta poder distinguir Jo que separa el registro de lo real del de lo imaginario y de lo simbdlico, sin Jo cual arries: ga confusiones, equivocaciones y contrasentidos tragicémicos.~ Eso ingsley Hall de Londres nald D. Laing formal mas bien que dos improvisaciones. He aqui dos hipétesis: etanoia: Algunas experiencias en el Se me pidié que para esta conferencia hiciera una presentaciée es lo que los autores de esta recopilacién se esforzaron por delimitar. 24 1. Lo que desde e] punto de vista clinico se diagnostica como Céquiizofrenia aguda o brote esquizofreniforme puede ser en si mismo un recurso del cual un ser humano se aferra cuando todo J demas parece imposible. 2. Si es posible cambiar (con referencia al modelo del hospital Piquidtrico) la actitud colectiva (set) y el encuadre (setting), la ‘experioncia puede transformarse de manera tal que ya no sea nece- farlo seguir considerindola como “psicética”. Permftaseme una analogia. Originariamente se consideré al LSD-25 como una sustancia psicomimética. Propongo que ese viaje que dura de 6 a 12 horas, Inducido por medios bioquimicos, tiene su andlogo natural en lo {jue sugiero lamar viaje metanoico (de metanoia: cambio animi- €0). La naturaleza del viaje metanoico puede ser “buena” o “mala”, lo que depende en buena parte de la actittd colectiva y del encua- the. En el hospital psiquidtrico se define ipso facto este viaje como Tcura per se, y en funcién de ello se lo trata. El encuadre de una tlinica y de un hospital psiquidtrico promueve en el personal y en 25 tonas. Las personas que fabrican ese conjunto de atributos mn que demostrar que se refiere 2 algo real. Con las pruebas qque se dispone hasta la fecha, lego a la conclusién de que no han conseguido. Mientras tanto podemos plantear algunas cuestiones. En qué fiteunstancias algunas personas ponen en juego exe conjunto de Biributos en relacién con otras personas? La etiologia de la “esqui- pofrenia” viene a ser Ia etiologia de ese conjunto de atributos. Dixlo que son especialmente los psiquiatras los que fabrican ese 0njunto de atributos, parece que ellos padecen de “‘esquizofrenia” Por lo menos en la misma medida que la gente a quien le adju- dican tal conjunto de atributos. “En qué situaciones sociales y por mediacién de qué relaciones personales se reinventa ese conjunto le atributos? Los psiquiatras y psicoanalistas suclen decir que la Sxquizofrenia se presenta en un paciente cuando otra persona empieza a conducirse de mdnera tal que exhibe los sintomas de exjuizofrenia que inducen a los psiquiatras a hacer ese diagnés- fico, El argumento es totalmente circular. Ya desde que se Jo plantea cae en una peticién de principio. La cuestién es: zen qué circunstancias piensa un psiquiatra que otra persona padece el estado que define ese conjunto de atributos? Para nosotros, por el contrario, la etiologia de la esquizofrenia ha de buscarse en cl estudio de las situaciones y circunstancias sociales en las tuiales se pone en juego tal atribucidn. Se la pone en juego cuando auige una peculiar disyuncién en virtud de la cual dos seres humanos por lo menos, uno psiquiatra, paciente el otro, terminan Por enfrentarse a través de una complejisima falla, o de una serie de fallas, de comunicacién. Dentro del marco de esta presentacién no es posible detallar n qué consiste tal falla de comunicacién, Me referiré sélo a uno # dos aspectos de la misma. .Para cuando alguien, trétese de-un pifto o de un adulto, viene a vernos, ya hay una cantidad de gente que ha percibido a esa persona como alguien que manifiesta algu- fi clase de desviacién, alienacién o perturbacién; en cualquiera los pacientes Ja actitud colectiva més apta para que el viaje meta: noico deje de ser un viaje de descubrimiento del si mismo —cuya naturaleza es potencialmente revolucionaria Y que potencialmente Puede desembocar en un resultado liberador— para convertirse en tuna catéstrofe: en un proceso patolégico del cual hay que curar @ una persona. Nos preguntamos qué sucederia si empezéramos Por cambiar nuestra actitud colectiva y nuestto encuadre, para considerar lo que sucede como un proceso curative potencial a través del cual, idealmente, se puede guiar a una persona y durante el cual es posible protegerla, Tal es la simplicidad esencial del Problema. Sin embargo en la ptéctica son tales los tabies que Prevalecen en nuestra cultura que es muy dificil instalar y man- tener un lugar donde se puedan poner a prueba las hipétesis men- cionadas. En medida limitada, hemos conseguido establecer tres lugares de ese tipo en Londres, en los tiltimos tres afios, No tengo noticia de que en otra parte cxistan lugares semejantes, Sin em- argo, Ia teoria esté “en el aire” y un némero significative de nuestros contemporincos piensa de la misma manera, No ha de tomarse la falta de una revisién de la bibliografia contempordnea como una pretensién de prioridad teérica. 1 eDénde esti Ia esquizofrenia? La respuesta tradicional es que la esquizofrenia se encuentra en algunas personas més que en otras, ya sea en su mente, en su cuerpo-o en su estilo de vida. Sin em- argo es posible que tal respuesta sea parte de un proceso social que por sf mismo genera la esquizofrenia que nos proponemos curar, La “esquizofrenia”, si adoptamos una posicién nominalista, €s un conjunto de atributos que algunas personas, expertas en Ia fabricacién de ese conjunto de atribuciones, adjudican a otras 1 Las tres fuentes siguientes proporcionan Jas més relevantes entre las referencias recientes, a saber: Bowers y Freedman, 1966, pp. 240-48; Laing, 1967; Silverman, 1967-69, pp. 21-31. 26 27 de esos casos se supone que algo anda mal en él. Para cuando el individuo viene a vernos, existe ya una enorme brecha a través dela cual somos espectadores de alguien que se mueve demasiado répido 0 con demasiada lentitud, mucho 0 muy poco, y que dice demasiado 0 no dice Jo suficiente o usa una manera de hablar que a los demas les parece peculiar. Es posible que para ese momento esa persona intente decimos algo que no es Jo que esperamos oir de una persona cuerda. Por ejemplo, puede parecernos que esté de alguna manera “enfermo”, y es frecuente que el mismo indi- viduo procure decimnos que no es asi. Eso se convierte en una nueva manifestacién de su enfermedad, es decir, el hecho de que le falta insight para saber que esté enfermo. Si uno esti enfermo desde nuestro punto de vista, y no cree estarlo desde su propio punto de vista, eso es un nuevo indicio de hasta qué punto esté enfermo. Si uno ha perdido el juicio, es claro que no tiene el jlticio que puede permitirle apreciar que lo ha perdido. Es decir que el hecho de que uno piense que no ha perdido el juicio no es més que una nueva confirmacién del hecho de que lo ha perdido. Y como uno no ha perdido el juicio, no tiene la sensacién de necesitar ningiin tratamiento; pero eso signi- fica que si lo perdi6. Si uno no se siente enfermo, eso significa que lo esté. El tratamiento de un estado que, desde el propio punto de vista de uno en cuanto esquizofrénico, no existe, seré para el individuo una intrusién, una violacién de su integridad, una persecucién, Percibiré como persecucién nuestros bieninten- cionados esfuerzos por ser benévolos; nuestra bondad Je parecerd una conspiracién 0 una complicada burla, En ese caso, sera tam bién paranoico, ya que convierte los esfuerzos mejor intencionados de quienes no se proponen otra cosa que ayudarlo en un complot refinadamente insidioso destinado a destruirlo. Lo Ilevardn al hos- pital por una enfermedad que no existe; lo pondran en cama cuan- do se siente bien. Averiguarén su estatura (para el féretro, sin duda) y su peso, y después le preguntarén cudnto es 100 menos 7, a lo cual el individuo contestar que & no hace las cosas al revés. 28 Be interpretaré entonces que es homosexual y que si no responde 93 es evidente que debe padecer un déficit afectivo-cognoscitivo simbdlico. A esta altura las disyunciones multiples entre los dos 0 piss conjuntos de personas ya son enormes y nos encontramos ante Un tipico esquizofrénico con todas sus caracteristicas, que se mata ide risa frente a todo este asunto tan serio porque piensa que es tin chiste muy divertido, 0 si no se Jo toma con mortal seriedad y gran azoramiento porque considera que probablemente sc trate tle una grave conspiracién en contra de él; no llega a tener con- ‘wiencia del hecho de que esté enfermo ni muestra gratitud alguna por todo lo que se ha hecho por él. {Qué se puede hacer con esta situacién? Nosotros, en Londres, hemos establecido algunos lugares donde no entrames en el juego dle decir que no somos uno de ellos, 0 uno de ustedes. Cambiamos ¢) paradigma, Cuando alguien esti metido en una desesperada estrategia de liberacién dentro de Ja situacién microsocial en que se encuentra, no tratamos de detener eso que se llama “un episo- dio esquizofrénico agudo”, sino de seguir su movimiento y ayudar. Hay una cantidad de esos movimientos ante log cuales nuestra weiedad reacciona poco menos que con terror, y a menudo con horror. El mas evidente de ellos es la regresién. Uno puede “ir adelante”, estar “fuera de si", andar por Ins alturas © por las profundidades, girar en cfrculo y hasta quedarse en Ja misma po clén; pero si alguien, en un sentido existencial, tine que darse vuelta y regresar, practicamente no hay lugar donde pueda estar. INo sé si en Francia hay algdin lugar donde. uno pucda ir si quiere simplemente escabullirse, desmoronarse en un estado de indife- Jenclacién y no integragién, y en donde ese movimiento sea respe- tudo, sin considerarlo necesariamente como patolégico; un lugar onde la gente intente guiarlo a uno a través de ese movimiento, si cs que necesita guia, y se ocupe de uno mientras dure el viaje. En los lugares que tenemos en Londres he visto varias personas en diferentes etapas de ese viaje. Procuraré desarrollar un poco mis e! concep:o de una transfor- i 29 macién de naturaleza potencialmente liberadora. Sugiero para el el nombre de meianoia, que es un término tradicional que se ‘pl fondo es un defecto, una defensa, una evasién, una falta de trata de una mujer que hace dos afios y medio que esté en Hall, Era directora asistente en un hospital general, una Je de sargento mayor femenino: una‘ enfermera de hospital , rigida, eficiente, organizada, consagrada a su trabajo, Se- dijo, habia empezado a sentir que en algin momento de su se haba perdido a si misma. No sabia exactamente cuéndo, sentfa que habia sido mucho tiempo atris. Tenia la sensaci6n gue tenia que retroceder hasta donde se habla perdido para lyer a encontrarse y de que tinicamente retrocediendo tendria pposibilidad de encontrarse y de vivir de una manera que no falsa, Pocos dfas después de haber venido a Kingsley Hall taba retrocediendo de manera considerable, como jams lo he Visto hacer a nadie, Se iba a trabajar, volvia, se desvestfa y se acos- tuba sobre un colchén en el piso; durante la noche no retenia Ja sina ni la materia fecal; a la maftana se levantaba a las seis, se aba y se iba a trabajar y cumplir con todas sus obligaciones. alude a un cambio animico. Algunos cambios an{mices estin prohibidos. A la persona se la one en “tratamiento”, aunque provocarfa menos confusién decir que se la castiga mediante ¢l “tratamiento”. Sabemos que si vamos a permitir que tales cambios sucedan, tenemos que consentir tam- bién que dentro de nosotros mismos se produzcan cambios de natu- raleza reciproca o complementaria. Un cambio que se produce en luna persona cambia Ja relacién entre esa persona y las demés y por consiguiente cambia a las demés, a menos que éstas se resistan al cambio, institucionalizandose en una rigida postura profesional. No basta con pensar simplemente, por ejemplo, que una sola per sona entra en un movimiento regresivo, La teorizacién psicoanalt- tica propende mucho a aislar los movimientos en el interior de una sola persona. Cualquier cambio semejante en una persona esté causado por sucesos que pertenecen al campo social y a su vez Jos ocasiona. Cualquier transformacién que se da en una persona Pprovoca en las otras personas transformaciones para adaptarse. Pero contamos con elaboradisimas estrategias de exclusion y de aisla- miento para precavernos ante tales eventualidades, que amenazan con una microrrevolucién. Estas posibilidades revolucionarias estan dandose continuamente, y las fuerzas de la contrarrevolucién y de la reaccién son enormes. La mayoria de las microrrevoluciones sociales de esta indole son “destruidas en germen”. El movimiento de retroceso (regresién) es uno de los. més prohibidos. En Londres, en el Reino Unido y en Jos Estados Uni- dos no hay pricticamente Jugar alguno donde una persona pueda retroceder (regresar), sin que tal actitud sea, en el mejor de los casos, tolerada con inquietud como un proceso patolégico que po- demos admitir durante un tiempo si es que se produce “al servicio del yo”. Se lo considera, pricticamente siempre, como algo que una carta perfectamente convencional en Ja que pedia licencia por tun tiempo. Concedida la licencia, se quedé en Kingsley Hall y eniré répidamente en la regresién més completa, A medida que Ftrocedia Teg a encontrarse tan desvalida que habia que alimen- ila con biberén cada dos o tres horas, y esa era la tinica alimen- icién que aceptaba. Se embadurnaba con su propia materia fecal, ‘ensuciéndose de manera extraordinaria. Es facil hablar de esto, Pero no fue Fécil vivirlo, La mujer adelgazé hasta sér casi un esqueleto, Dejé de hablar Y no podia mantenerse en pic. Cuando ya cstaba muy debilitada, “tina hemorragia uterina hizo que hubiera que intemarla en un hospital. Nadie supo por qué habia sucedido tal cosa. En el hospi- fol presenté un bolo fecal que fue necesario extraer digitalmente. Cuando se Je pregunté si todo andaba bien, ella contesté que si y 30 - 31 ‘que queria continuar. El doctor Berke, que hoy est entre nosotros, Ja vio con regularidad durante unos dos afios y, junto con otras personas, ayudé a atenderla, Si lo considera apropiado, puede dar més detalles. Segin su propio relato, la mujer regresé hasta antes de haber nacido, y de hecho dijo que queria retroceder incluso hasta antes de haberse encamado, En el momento de regresion mas extrema que alcanzé queria que ‘nos -apoderaramos completamente de su cuerpo, queria entregarnos su cuerpo para que viéramos que la comida entraba y las heces salian. No queria siquiera tener que defecar. Queria abandonar completamente su cuerpo. Al ob- servarla en esa época se tenfa la impresién de que lo habfa logrado en medida considerable. En ocasiones el cuerpo estaba muy frio, como si estuviera acercdndose a un estado muy préximo a la ver dadera muerte fisica. Si es que se ha de permitir que este tipo de cosas sucedan, es posible que uno tenga que correr el riesgo de que Ja persona se acerque mucho a la muerte fisica, lo mismo que a Ja muerte en un sentido simbdlico, De acuerdo con lo que expre- san ella y otras personas, el movimiento de retroceso no sélo puede Hegar a la infancia y a la época prenatal, sino a la ant encarnacién. No me ocuparé por el momento del sentido en que han de ser entendidas esas expresiones. Sin duda, la gente puede sentir la regresién como un retorno a la concepcién (no simple: mente a Jos primeros meses 0 afios de vida extrauterina, ni siquiera al nacimiento), antes de que puedan una vez mas darse vuelta y venir hacia adelante, Cabria llamar neo-génesis a ese movimiento hacia adelante, un movimiento nuevo de cuyos principios y regularidades muy poco subemos. En general parece que fuera mucho més répido que la regresién: he visto personas que retornan al presente a través de ahos en el término de horas, dias, semanas, La mujer que aos ocupa lo hizo en un periodo de cinco a sei era un poco més maduta y organizada, Mientras una persona retor- na al presente, puede volver a regresar. Podemos encontrarnos frente a un movimiento oscilante; el gré ior a la semanas. Dia a dia 32, fico puede mostrar subidas y bajadas y no es necesariamente ute p-ribola suave hacia atrés y hacia adelante, En el camins se pue- dlon observar regresiones dentro de regresiones, o puede haberlas en el curso del movimiento neogenético hacia adelante. Si supié- fimos més de estas cosas, podriamos prestar asistencia de manera nis eficaz. Dado el estado actual de nuestros conocimientos, ser’ piudente que nos limitemos a ser espectadores y guardianes. Sélo fen aspectos muy limitados podemos presumir de ofrecer una guia informada, Ellos estén haciendo el viaje. Yo nunea lo he hecho, y es posible que no lo haya hecho ninguno de los que estamos aqui presentes. ¥ como en la gran mayoria de las unidades psiquidtricas no se permite que ese viaje se realice, es seguro que somos muy pocos Jos que lo hemos visto siquiera alguna vez. Ninguno de nosotros puede hacer otra cosa que confiar en ot proceso. Desde que volvié de su viaje, la mujer a que me referi ha trabajado mucho en pin- ura y escultura, y también modela y escribe. Al terminar les leeré lin cuento muy tipico que eseribié hace un afio. Otro modo de transformacién potencial que generalmente se piwhibe y se repudia en Jas comunidades torapéuticas es Jo que en huestra jerga Hleva el desagradable nombre de acting out. Se trata le algo que puede constituir una investigacién de posibilidades que dificilmente uno se permite o le permiven los demas, Daré un ejemplo. Un joven de 25 afios que vivia en Kingsley Hall tenia {error a que lo vieran, Sentia que su cuerpo estaba muerto y, ade- Wiis, que del lado izquierdo era femenino y del lado derecho mas- quilino, Sentia que era'a Ja vez un hombre muy viejo y una mujer Muy joven, y que de alguna manera él no era para nada un ser Humano sino un monstruo ahumano, J.a estructura de su expe- iencia corporal era muy complicada y no intentaré detallarla ahora. Se la podia considerar como un cementerio en el cual +habian sido enterrados los familiares muertos de varias generaciones. Tanto sy padre como su madre hablan perdido a sus respectivos padres mientras todavia eran nifios y ambos los habfan proyectado, en 33 iltarse. Pues entonces entré en fa cocina el muchacho con el ijiro en la cabeza. Tan pronto como vio a David, capté el quid Ja situacién con gran rapidez y sin pérdida de tiempo sac una la Luger y se la disparé sobre los genitales. Habia pasado lo . Duran. una fraccién de segundo, ni David ni yo tuvimos menor idea de si el arma estaba ‘cargada o no. Era una pistola veras y el ruido fue de veras, pero en realidad no éstaba cargada. vid miré hacia abajo y vio que sus genitales seguian ahi. En segundos siguientes perdié mas o menos el 50 por cicnto de su ygustia de castracién y jamés volvié a estar tan aterrorizado, En incidente su angustia de castracién disminuyé tanto como en cuatro afios durante los cuales yo habia es.ado viéndolo en isis. Ninguna interpretacién podia ser tan primitiva como esa cién dramatica completamente impredecible ¢ imposible de repe- fir, En Kingsley Hall tenemios Ja esperanza de contar con un lugar donde puedan ocurrir cosas semejantes. cierto sentido, sobre su hijo. El muchacho habia sufrido dos opera: ciones de hernia inguinal y le aterrorizaba que lo castraran. modo que estaba muerto, era un hombre y una mujer de diferen edades, como un arlequin derrumbado, y le aterrorizaba que castraran y que lo mitaran, Mientras estaba en Kingsley Hall dex ciaié que alii iba a hacer lo que més temfa, ideé una estrategia “contrafobica” y procedié a “actuarla” (act out). Se quité la ropa y empezé a andar desnudo. Empezé a pintarse la cara y el cuerpo, Se transformaba la cara en el rostro de seres muy extrafios, por ejempio en el de una vieja prostituta, y entonces asumfa sus gestus, su entonacién, eteétera. Algunas de esas transformaciones eran totalmente clemonfacas y asustaban a los demds. El trataba de que Ja gente viera cémo se sentia y de transformar en una rulidad dramética compartida los objetos “interos” que siempre Je habjan provocado el terror de que la gente los conociera, al mismo tiempo que el deseo de darselos a conocer, El impacto de semejante forma de comunicacién era cien veces més intenso que decir “Me siento per © “Siento que soy una prostituta”. Me doy cuénta de que la brevedad de esta comunicacién plantea iis preguntas de las que responde. Es posible que sea virtual ‘mente ininteligible sin referencia a las publicaciones que Cooper, Histerson y yo mismo hemos hecho en Ics tiltimos ocho aos, Tuxlos fenemos conciencia de la enorme tarea que nos espera, tanto en 1 aspecto tedrico como en el préctico. ‘Terminaré con-un cuento muy corto escrito por la mujer a quien pies me refer’, que me lo ofrecid como regalo de cumpleaios el \» pasado y que se lama: Mientras ese hombre seguia alli Jlegé otro joven de 19 anos que habia pasado un afio en un hospital psiquidtrico, y que se paseaba con un gran péjaro atado sobre la cabeza, en un sombrero plano. Los dos no se habian conccido. Yo estaba sentado en la cocina y Jack (el fantasma) estaba en Ja pileta, desnude y todo pintado, ‘Tenia una lata de talco y estaba espoivoredndose os gemitales. Se habia acostumbrado a pasearse un rato con Ia lata de talco, espolvoredndose los genitales, Como tenia mucho miedo de que les pasara cualquier cosa a sus genitales, procuraba caminar muy erguido, en contraste con su porte habitual. Antes de asumir Ja desnudez contrafébica se mantenia habitualmente en todo mo- mento envuclio en muchas capas de ropa, un impermeable y en- cima de todo un pesado abrigo demasiado grande para él, Todo eso servia para que sus genitales estuvieran completamente a salvo bajo las cubiertas, Caminaba como un viejo, salvo que ahora pro- curaba hacer exactamente lo contrario y se exhibia antes que 1 drbol hueco Habia una vez un drbol en el bosque, que se sentia muy triste olitario porque su tronco estaba hueco y su cabeza se perdia en niebla. A’ veces la nicbla pargeia tan espesa que sentfa como si liviera la cabeza separada del tronco, A los demas Arboles les pare- Ja que era muy fuerte, pero un poco distante porque nunca el dento les acercaba sus ramas. Sentia que si se inclinaba se rom- ia, pero Ilegé a estar muy cansada de mantenerse erguida, Por 34 35 so sintié gran alivio cuando una poderosa tormenta la derribé al suelo. El arbol estaba partido, sus ramas dispersas, arrancadas su: raices y la corieza carbonizada y ennegrecida. Se sentia aturdid y aunque tenfa la cabeza libre de la niebla, sintié que su savi se secaba y que su mortal inereia quedaba al descubierto cuund cl hueco de su tronco quedé abierto al ciélo. Los demés Ac! miraron hacia abajo, boquiabiertos, sin saber bien si debfan apartai cortésmente sus ramas hacia otro lado o intentar cubrir con verde y su castafio tanta vaciedad y negrura. El érbol lord por propia vida y temié que fuera sofocada por Ja de ellos. Sentia q) necesitaba estar desnuda y abierta al viento y al sol y que'a tiempo volveria a crecer desde Ia tierra, parda y lozana. Y con | humedad de la Iuvia eché rafces nuevas y con el calor del sol k crecié madera nueva. En el viento sus ramas se inclinaron hacia Jos otros drboles, y mientras sus hojas susurraban y murmuraban en la oscuridad, se sintié amada y rié con la vida.” * 1 ¢s hhablarles de las nuevas comunidades Mamadas \ihospitales” que hemos creado en Londres, para aquellos a Julenes se Tama “esquizofrénicos”. Como mi colega Roriald Laing halla entre nosotros, pteficro exponer algunos aspectos tedricos le esta antipsiquiatria, y dejarle a Laing el abordaje clinico del blema. El hablar de Ja naturaleza y del funcionamiento de ys comunidades. ‘Aun en Tos medios psicoanaliticos de vanguardia se tiende a nsiderar a la esquizofrenia como una enfermedad de origen cons: jicional. La “fisura en Ia formacién del yo” seria asf la marca un ‘defecto de fébrica”. lo que permite a la psicopatologia jor alegremente su lugar a una suerte de patologia de labora- Jo... Segin nuestra experiencir, el diagnéstico médico de “es: fzofrenia” casi no se justifica en los hechos. Aun diria que toda yximacién al “enfermo” corre el riesgo de falsearse sii mante- nos Tos métodos de rotulucién condicionndes por In sociedad, Hodos o précticas que han creado entidades rigidas como “esqu firénico", “psiquiatra”, “enferpo”. En Londres nuestro grupo ha centeado sus esfuerzos ene} ludio de Jas formas especificas de interaccién Familiar que deter Jun el decic y el actuar de aquel a quien se lama “esquizo- nico”. La alienacién social se superpone cast siempre a las di Bibliografia Bowers M. y B. y Freedman D. X., “Psychedelic” experiences in acui psychoses”, en Archives of General Psychiatry, 1966, 15. Laing R. D., The politics of experience and the birds of Paradise, Pengui Books, Londres, 1967 Pantheon, Nueva York; Felsen Milde; Sub Kamp, Alemania). Laing R. D. y Esterson A., “Familics of Schizofrenics”, en Sanity, madness and the family, Tavistock Publications, Londres, 1965, vol. 1 Silverman J., “Shamans and acute schizofrenia”, en Amer. Anth te te schizofrenia”, e1 . Anthropol, 37 tintas formas “de alienacién mental”. Acosado por su familia, el sujeto es “atrapado” por la sociedad. Para comprender lo que esté en juego en la dindmica familiar Cel esquizofrénico, es necesario levar el estudio hasta la tercera generacién y asir alli Jo que esté en germen como factor psicoti- zante. En funcién de su propia historia personal (de ese “acci- dente” que sobrevino en la relacién con sus ascendientes), los Padres se encuentran en situacién de no poder reservar a su descen- dencia otto lugar que el de esquizofrénico, y éste, dado el lugar que ocupa, es Tlamado a instituirse como portaestandarte, chivo emisario de un mal que sufre la sociedad. El loco —en esta pers- pectiva— es aquel que nosotros necesitamos para poder definimos como sanos de espfritu, Nuestros trabajos nos han permitido ponet de manifiesto que quienes son admitidos en el hospital psiquidtrico no yan tanto porque estén enfermos como porque protestan de manera mds 0 menos adecuada contra el orden social. EI’ sistema social que los atrapa refuerza ast los datios producidos por el sistema familiar en que crecieron. La autonomfa que tratan de afirmar resprcto de una microsociedad actiia como reveladora de una alienacién masiva ejercida por toda la sociedad, En un momento dado, a menudo en el acmé de una crisis, nos encontramos frente a un sujeto que bruscamente toma conciencia de la violencia de aue era objeto. Es eso lo que generalmente lo precipita en el hospital psiquidtrico para la “admisién de urgencia”.,. Y es ah donde nuestro “enfermo” se va a encontrar agarrado en el sistema “binario de la vida pstquidtrica convencional (Gmédico-enfermo, Toco-no loco), sistema que reproduce los dafios de esas familias lamadas “esquizofrenégenas”, donde todo genera ese sentimiento de culpa que fija al sujeto en sus dificultades o Io enclava en un nudo de contradicciones. talvo de todo reproche, ya que algunos psicoanalistas no hacen fundar su técnica en una ideologia burguesa, ofreciéndose lagégicamente a sf mismos como ejemplo, como el “sano de fritu”, el “feliz”, que se opone Ccemo la tradicién psiquidtrica quiere) al “enfermo mental”, es decir, a aquel cuya funcién ‘ocupar el lugar de loco. Para mf, la “normalidad” no es mis que el estado de alienacién Wun individuo Hevada a su maximo. Es el estereotipo de la perso- lidad “bien equilibrada” que se encuentra valorizado en todo sistema burgués v neoburgués que se describe como socialismo e] segundo mundo Ces decir In URSS y los pafses socialistas del ‘europeo). De tal modo, yo nada puedo hacer p>r aquellos que vienen a mf io el disfraz. social de “enfermo mental”, si los acoio con mi raz de psiquiatra analista. Eso quiere decir que no puedo ser ‘Hicaz. sino en Ja medida en que, en lo més profundo de mf mismo, jeda ofr la rebelién que atraviesa el “enfermo mental”, Jo que ne que vo renuncié a todo fin de readaptacién, Mi propésito es otro que Ia liberacién de aquel que viene a buscarme. Esa \cién puede tomar formas muy distintas y encontrar sentido compromisos polfticos, es decir, en la trasposicién social de problema personal. Es posible entonces liberarse uniéndose a guerras de liberacién, sean en Vietnam, en’ América latina 0 cualquier otro lugar, segiin Ja Tinea trazada por el Che Guevara iécis Debrav. De lo que se trata es de mantener a través de la lién una forma de toma de conciencia que se sostenga en un ibate a realizar. La salud mental, como yo la concibo, es la posibilidad de que ser humano se comprometa no sdlo hasta el corazén de la a, sino también hasta el corazén de toda revohicién, encon- lo por ese camino una solucién para la preservacién del “yo”, De tal modo la psiquiatrfa, en Ia relacién que ha instituido entre Ia salud mental y Ia locura, se contenta con salvaguardar Je Hamada salud mental haciendo violencia a la locura que pretende curar por electroshock y otros “tratamientos”. El psicoandlisis mismo no est4 38 39 do! punto de partida fenomenolégico formulado por Ronald D. ing, para quien la esquizofrenia no es una entidad en el sujeto slo en el psiquiatra que diagnostica en nombre de Ia socie- | cuando de lo que se trata es de que algo “Falla” en el complejo 1a de rélaciones donde est preso el pretendido esquizofrénico, que no esté en éf sino entre él y los otros y que lo convierte ol chivo emisario de las generaciones. Que se trate, por un Jado, Jy subversién del sujeto clésico pretendidamente unificado, que fevolucién psicoanalitica volvid a poner en tela de juicio al erlo aparecer dividido, y por el o'to de la subversién de roles we se ha de Icgrar mediante una revolucién social, explica bas ite Ja dificultad de confrontar esos dos:puntos de vista sin hacer ie fatalmente se excluyan. Enfoque de la locura J. L. Faure y Edmond Ortigues Toda posicién revolucionaria es estimulante a priori. Después ser criticada y analizada, pero lo importante es no oponerle de entrad! un rechazo. La experiencia del doctor Cooper y sus colegas en Ia nuevas comunidades experimentales para “aquellos a quienes lama esquizofrénicos”, en Londres, ocupé el primer plano de debate que intenté aproximarse a Ja naturaleza misma de la locura La locura como fenémeno social, como término usado para relegat como definicién impuesta por el grupo social, incluso como efect de una forma de sociedad de la que surgen cierto tipo de psiquiatr y de institucién psiquidtrica: el tema no es nuevo, pero la origh nalidad de la tentativa de Cooper en su alcance “antipsiquiatrica” es que lleva las consecuencias hasta el fin, y probablemente has Ja paradoja para nuestros expfritus académicos impregnados di orden latino. Desde hace atios Jacques Lacan mantiene su escuela psicoana Iftica de Ia subversién dol sujeto v la quiebra del sujeto cartesiana, en Ja perspectiva de una investigacién estructural sobre el sujet mismo, sobre el lenguaje y el inconsciente, sobre Ia neurosis y psicosis, Con Cooper, oimos hab!ar de subversién de roles y aut de subversién de la sociedad, con referencia a Ja creatividad ret Iucionaria del “Che” Guevara o de’ los dirigentes del “Black Pt wer”, sin una apertura a una comprensién estructural, a no Ty que denuncia Ja experiencia de Cooper y de sus amigos es hipreresfa cémoda y autoprotectora de Ja relacién binaria entre quiatrfa y enfermo mental, no Ico y I9co, y aun entre psico- jyalist:. v analizado; es la imposibilidad de salic de ela en el ro de las instituciones psiquidtricas tradicionales, segregativas alicnantes, inamovibles. Es también la enormidad que significa iuar Ja normalidad en el punto mas alto de la alienacién en la Jedd, 0 dicho de otto modo, de 1a sumisién al orden estable- lo. La salud mental est més alld de esa sumisién y de alguna jnera se reiine con Ja Jocura, que esté més acd y protesta: de ahi posicién generosa de estar con los locos y, concretamente, de \der Ia psiquiatria y las etique‘as para aprehender su pro- Jocura e irse a vivir con los locos, sin beneficio financiero y pagdndose lo: gastos, a esas pequefias comunidades experi- tales, donde ellos tienen algo que ensefiamos, no sdlo sobre sino también sobre nosotres mismos y pueden dirigir y orga- yr mejor que nosotros su vida si no‘los.alienamos con nutestras ficaciones. gNo se trataré del efecto terapéutico de los exquizo- iicos sobre los psiquiatras? Tis ciertamente una leccién y una invitacién a la autocritica para lp psiquiatra demasiado remachado en sus defensas y en cierta 40 41 Jal: ante esto cl analista, salvo que adopiara la dudosa posicién Instalarse cémodamente en el conformismo y en el mito social forma social. Pero las objeciones no faltan, primordialmente la d idealismo y todo lo que se relaciona con él o habitualmente Io acompafia: desconocimiento de las motivaciones del psiquiatra e "Ja adaptacién”, no podrfa sentir zepugnancia, aunque él no Ja materia, de su culpa por permanecer “del lado bueno” y sali yh dado los primeros golpes. Lo que lo inquieta es que el com- del apuro, de su agresividad inconsciente que trata de anular iden piniso “atitipsiquidtrico” no esté sometido al andlisis y que sélo tificdndose con el agredido Cahf donde probablemente el psiquia Te diga que es asunto de psiquiatras, que lo asumen porque tradicional se iden‘ificaria con el agresor), de su malestar en ren, porque sienten Ja opresién suftida por los locos v reservan que tespzcta a las relaciones de poder, negativizado aquf por él ‘agresividad para los sistemas estatales “‘racistas”. Una cosa “compromiso”. También Ja obiecién de cierta “ingenuidad” Caun aliosa sin duda— es ser penosamente afectado por Ja discri si ésta forma parte del recistro fenomenolégico) ante la experienc én que se le aplica al loco, “sufrir con los que sufren”, no que parece no haber recibido todavia ni andlisis ni elaboracién con. x su “bien” segiin normas preestablecidas, rechazar el sistema, ceptual. La chjecién, en fin, al hecho de buscar en una mod incluso renunciar a Ja propia proteceién contra el peligro de Ficacién de Ja realidad sovial el esclarecimiento y Ia solucién de Io lentificarse con el psicético, Otra cosa es saber el lugar que ocu- que en Ia locura provendrfa en realidad de una particular # Ja locura y el loco en Ia propia Fantasfa de quien se ha decidido halizacién” de Jo imaginario y de Jo simbélico, o incluso de la péi Afrontarlos, lo que es inconcebible sin poner primero en cuestién dida o no emergencia de la simbolizacién. ¢No es demasiado cor J pujeto mismo, esto es, sin andlisis. Ahora bien, esta dimensién fundir Ia alienacién mental —alienacién por lo mental— con WO parece monifestarse en lo que formulan Cooper y sus colegas: slienacién social —por Jo social? Ciertamente, quien dice “mental” Posicién de guerrillero no se aviene sin duda a que se ponga dice también “palabra de] Otro”. y quien dice “alienacién” di euestién al sujeto mismo, va que éste necesita su unidad, v no. “-Fenacién por Ia palabra —y el deseo— del Otro”, cosa que parec ¢ondcimiento perturbador de aquello que Jo funda como sujeto, ‘bastante evidente en numerosos casos de psicosis infantil. Me Ta borra que al mismo tiempo To divide —por Ia existencia del instamente, lo que se aplica terapéuticamente en tales casos no ificante— entre Io que él quiere significar a sus propios ojos una yana manipulacién de Ja realidad, aue se ha vuelto indife: porn el otro y To que de él es inconscientemente sienificado 0 a Tente para esos nifios, sino una restitucién de lo simbélico ahi donde sr de é! significa para el otro. A partir de ah{ podria plantearse el suieto se encontraba anonadado en un imaginario terrorffi Pilestién, motivada en forma muv personal, del poder tan grat probablemen'e presimbélico, de Jo cual se defendia coh el autismo lertos psiquiatras (“zmédico jefe o jefe médico?”, nos pregun- pricético (Winnicott). un dia}, sutilmente ejercido por otros al amparo de una i i 3 ae y iid actitud no directiva, temido y eludido por algunos, pero EI compromiso paradoial, a contracorriente de la realidad soci Brice ha duel atitna ea stat a Ons gees comtinmente admitida, Teva siempre consigo un dejo de herofsma lMuctura institucional, ¢Es posible escamotear el problema, 0 se- que halaga en nosotros alguna fibra de rebelién, que algunos rel ilr negindose a asumir poder alguno (lo que vendria a ser sin scionarén con el poema de la adolesoencia. De ahi lo que tet ia ejercerlo de modo negativo u opaco), o limitarse a repudiar de seductor, Pero una ver superada la seducctén, lo que hace ler al que se tacha de represivo para sustituirlo por otro Tla- 8 un analista freidiano Je choque la posicién de Cooper no eis: éSc puede, si se rechazan —con justicia— las estruc- que su compromiso cuestione la psiquiatrfa y la misma estru 42 4B turas sociales consideradas responsubles de la alienacién, a través de Ja familia o del mantenimiento en la institucién, no oftecer Jos psicéticos estructura alguna, confiando en Ja que podrd surgi entre ellos para que los lleve a una mejor comprensién de si mis mos? Y si asi sc liberan, geran yerdaderamen‘e psicéticos (por mds que se sep: todo Jo que puede recubrir Ia etiqueta efectivamente abusiva y obturante de “‘esquizofrénico”)? Muchos de los psicoanalistas franceses que participaban en el debate vicron en Ia negativa del ‘“#siquiatra” (del antipsiquiatra, como dice Cooper) a asumir un poder una negacién de su funcién y, para salir del dilema liberalisma centralismo, uno de ellos 7p puso a los analistas que trabajan en instituciones que se compro metieran en el andlisis institucional en forma contractual, haciendo evolucionar Ja demanda que les fue planteada para “pacientes” hacia Ja organizacién de una comunidad, v obligéndose éon el riesgo de una interrupeién del contrato a proporcionar 1a interpre: tacién de las resistencias, a buscar su origen v a preocuparse po Jas instancias en juego —Direccién u oposicién a la Direccién- sin ponerse en su lugar (so pena de cortar toda posibilidad d desbrozar lo que sucede en los planos simbdlico e imaginario). En lo que Cooper y sus colegas pudieron decir de su experienci: no aparece este andlisis institucional, como tampoco el anilisis de Ta posicién del “‘psiquiatra” antipsiquiatra v de lo que se desarrolla entre los miembros de Ja comunidad. Sin duda la experiencia apenas comienza, pero ino se da una parte demasiado omplia a la “‘comprensién” no verbalizada y a s8 insight que operaria por la simple mediaciin de discusion espontingas “de persona a persona”, sin intento psiquidtrico interferie con la manera de sor del otto? Tod una generazién dé Psiquiatras Franceses trata de instituir en los hospitales psiquidtri a medida de lo posible, de la “psiquiatrizacién” de los roles so ciales y de la dicotomia entre unoque-cuidaquelosabe-todo y unocuidado-quenosabe-nada), especialmente entre cl “enfermo’ ” dhituales de la jlo el lugar del psiquia:ra 0 del analista como aquel lugar desde Fido se podrfa eventualmente otorgar al sujeto cierto status de jlo; mientras que, identificéndose con el agredido, negando el ypio sadismo y desplazdndolo defensivamente sobre la sociedad mo objeto odiado Cinterpretacisn de uno de los patticipantes en Hebaie), el psiquia H¢ mediador numéricamente indispensable que es el enfermero, si ¢s0 ya es dificil cn una institucién grande, acorazada y yijuizada desde hace tiempo hasta en el uso de galones, gsigni- #40 que es suficiente? Nadie se atreverta a afirmarlo, y se esté Hatin del verdadero anilisis de Jo que sucede. No se podria is lejos en este andlisis, preci mente en el interior de comu- les mds reducidas, menos burocrdticas y menos jerarquizadas tanto a las funciones y a 10s roles? Seria lamentable no hacerlo se en una nueva desestructuracién de las relaciones tradi- wjales y de las formas sociales, sin estudiar a través de un andlisis modos posibles de relacién, que serian estructurantes Cen mr de ser Ginicamente estructurados a priori segin los modelos sociedad cuestionada) y que sefialarian probable- , on efecto, no ocuparia ya el lugar de y volverfa a una posiciin “religiosa”, In del den y de : jen ese sentido si que serfa muy antipsiquiatra! inalmente el debate desembocs... en lo que era su objeto Hero: Ja cuestién misma de Ia locura, que en realidad fue enfo- |) desde bastante distancia Cel titulo de la discusién era, peuden- nic, cl de aproximacién). Si se admite sin gran dificultad que Pfermedad mental” es una concepeién Cpor no decit un puro Ieplo) de los médicos psiquiatras avalados por el cuerpo social fetiparse de los que se desvian de ¢l, eso no significa resolver Wiestién de la locura que, por otra parte, serfa demasiado sim 4 reducir a la “secrecién” de una sociedad vieiada concentrada Th familia, bien la tesis organicista de la locura ha recibido serios golpes que no quita valor a la accién puramente sintomética, excitante son sino benditos “neutrépicos”. ..), éello nos autoriza a recurH a modelos puramente sociolégicos? No parece que alguien pueda arriesgarse a considerar, con y Cooper —aun estando de acuerdo— que la,locura no se red a una “enfermedad”, a la que se llama esquizofrenia o como fuer en el sujeto, sino que es algo que “existe” en la familia en exte sim y a través de muchas generaciones, 0 sea en toda una Ta social, En el orden de las formulaciones de Maud Mannoni, psicético es considerado como prisionero del deseo del Otro, y I psicosis como palabra alienada presa en las redes de la palaba alienante de] Otro, Que el lugar de ese Ouro pueda ser ocupad por la madre, el padre, Ja institucién, la sociedad, todos estama dispuestos a pensarlo, y a pensar, ademés, que uno u otro de Ig padres condensa en él Jo que ya viene de la generacién anterio Pero ese lugar del Otro es esencialmente el lugar de tn discurso, tun sujeto no puede ser definido y estructurado como tal sino él a medida en que exista un discurso, esto es, ua orden significant A panir de esto, estamos autorizados para considerar no sblo ¢ discurso conereto que enuncia la familia o la sociedad (discurs jue puede ser aprisionante, negador, homicida o carente, perd siempre alienante), sino también para preguntarnos qué es lo q frente a ello aparece como estructura del sujeto psicético, 0 m bien como la no emergencia de una estructura sibilidad de decix alga de si mismo, o de deci psicosis definici6n eficaz de locura no podria ser sino estructural (y n orginica, ni siquiera clinica, que no superan la mera compro bacién); es decir que la cuestién primordial es la de la particula simbolizacién o no simbolizacién, global o con més frecuencis parcial, que puede caracterizar al sujeto psicético, a partir sin duda de_una falta fundamental (forclusién, “fisura”) 0 de un Gistorsién en el orden significante que le ha sido impuesta 0 q ha captado, De ahi se explica que lo real escape a su simbolizaci6n % Ja via comtin, libréndolo a representacion’s del puro imagi- o de las que se defiende como puede, lo que hace que pueda yputérsele una “pérdida de’ contacto con la realidad”, pobre wlacién cuyo aleance se limita a designar una discordancia Jo que los ott0s en su mayorfa afirman que es la realidad. 47 4% mostraton satisfechos con aportar la nocién de estados deficitarios, disarménicos graves, en los que “la intrincacién de sintomas de Ja forie deficitaria y de las perturbaciones relacionales crea un todo indisoluble” (1), para oponerla a los estados de atraso Iamados simples. En los articulos publicados en Recherches nos encontramos en- frentados con un punto de vista radicalmente nuevo respecto de @stas preocupaciones nosogréficas, Ya no se trata de discutir la exactitud de un diagnéstico y menos atin de querer formular uno 44 toda costa. Por el contrario, como propone Faure, es cuestién de suber evitar un diagnéstico en forma apresurada, desconfiar de In apariencia que una palabra definitiva cristalizaré como verdad. | atte del diagnéstico —nos dice— es discriminar, distinguir, dis- ¢emir, pero sobre todo, es un recortido por realizar que asegure el acceso, mAs alld del signo, 2 Io que un sujeto puede tener que decir. Hacer un diagnéstico de un caso, es hacerlo ingresar en una clasificacién en Ja cual el sujeto desaparece, mientras que es preci- sumente él quien nos interesa y a quien se trata de hacer aparecer. Esta preocupacién por evitar el diagnéstico, que Eeclaire en otro contexto Hama Ta “esquiva” (2), y que consiste en negarse a leer en el cuadro clinico —por més completo y revelador que sea— el nombse de la enfermedad, pareceré a algunos una carencia cienti- fica, y es sin embargo la condicién previa de todo abordaje del inconscien’e, En su estudio critico de la psiquiatria descriptiva, Martin va més lejos, pues cuestiona al observador mismo, quien "caracterizando al delirante como ‘otso' por no tener acceso al sentido en el que él mismo en tanto observador se sittia, lo designa fomo extrafio radical, como negativo de su existencia, como su pposicién, a partir de donde se constituye para el alienado una ruptura radical”, Problemas tedricos y clinicos plantead por la cura de psicéticos René Tostain Como encargado de presentar Ia recopilacién preparatoria de To trabajos de estas jomadas en relacién con sus aportes especifica: mente psicoanaliticos al planteo de las psicosis del nifio, quisier tratar de discriminar las grandes Iineas directrices de este conjunto, Pjenso que al haberlo leido todos lo habrin encontrado muy homogéneo. Tos problemas del diagnéstico, de la estructura y de la terapii fueron desarrollados esencialmente a propésito de observacione clinicas detalladas. Al abordarlos, volveremos necesariamente sobr numerosos puntos ya discutidos. Es problema diagnéstico, pues, el que se plantea desde el co: mienzo en cuanto se habla de psicosis del nifio, problema que, segtin la confesidn de las actualizaciones més recientes, deja tras lucir la mayor’ confusién. Atrasido, débil, prepsicdtico, autista, psicdtico, desarmonia ev lutiva, estado psicstico de aspecto oligofrénico, son las expresions ccrrientemente mis empleadas para designar los diferentes sindro: mes observados desde que en fecha reciente se renuncid, com recuerda Cas‘ets, a plantear el problema de las psicosis del niti en términos de demencia de origen orgénico, Desde exe momento, el observador que desconoce su represen- lucién puede decir “él no es yo, yo soy lo que él no es”, o incluso alecir a un tercero, como propone Ortigues, “entre nosotros, él es loco”. Heredera de la época clisica en que pordioseros y delirantes Mis exactamente, lo que Iamé la atencién fue la distinciéh entre atraso y psicosis y sus Mmites respectivos. Algunos autores 48 49 Mientras escuchan el texto global sostenido por los diferentes jembros de una familia, reconstituyen lo que llaman la “carrera esquizofrénico”. Desde ese momento, el sujeto aparece prisio- iro de las fantasfas paterna y matema, en la imposibilidad de rer algo para y por si mismo, En Ja familia Abbotts, sélo los res “saben” por su hija, que forma parte de los érganos mater- , en la que los sintomas aparecen como eco del discurso de padres, Muestran que en tanto toda demanda materna se duplica en n deseo contrario, Ja tinica posibilidad dejada al nifo es una jimisién al propésito materno: que no nazca al deseo. Al considerar a la locura como una imputacién social imperativa bre un individuo, precisan que el enfermo no toma el rol de fermo sino porque ha sido rotulado como tal. so de Brian: nifio de cuatro afios (3), abandonado sin yplicacién por su madre a sus padres adoptivos, que construiré 4 vida sobze la conviccién: “ahora que scy reconocido como malo, i) me queda mas que ser malo”. Reccgen aqui el andlisis que hace Sartre a propésito de Jean Eenet (4): el nino contra natura seria un inoportuno, un mal aclo a quicn se convence de ser en lo mis profundo de s{ mismo Dit diferen e de si, al afirmar la prioridad del objeto que es para adultcs sobre el sujeto que es para si. eran designados como enfermos mentales, separados en antigu: leproserias, la psiquiatsfa descriptiva, apenas liberada de las nocio nes de falta y redencién, intenta volver a poner orden en esa anarqufa de la Jocura reduciéndola a no ser objetivamente sino trastorno del cuerpo. Probablemente a que la formacién psicoanalitica nos permite tolerar esta especie de revelacién de una integridad espectacular herida, se deba que nos mostremos menos ansiosos de etiquetas pro tectoras, de lesiones del parénquima cerebral, de anomalias d radio del créneo o de] electroencefulograma, de apreciaciones de! cocientes intelectuales seguidas con angustia como hojas de tempe-| ratura o blandidas como atrasos definitivos, e incluso de esperar de los nifios de Piaget las respuestas a Jos enunciados que su enunciacién exigia. Enfrentados con esos “nifios que no son como) los otros”, negéndonos a inferir de la creencia en que los hij del incesto son idiotas, que los idiotas son hijos del incesto, inten- tamos prestar, para retomar la expresién de A. L. Stern, “oid atento” al escdndalo de su significado imposible. En esta suspensién metédica del juicio seguimos a nuest ainigos ingleses, como surge de la lectura del libro de Laing y terson: Sanity, madness and the yamily. Al interrogarse sobre el sig nificado del diagnéstico con respecto a la esquizofrenia, los autores insisten en el hecho de que Ja etiqueta nosogrifica sirve para ocul tar nuestra ignorancia, Esta enuncia una serie de predicados que convertimos en atri butos. Los autores se niegan a hacer atribuciones, proponen ad mas poner “esquizofrenia” entre comillas, con Jo cual la enfers medad se convierte en apelacién o alegato. La identidad de nuestros puntos de vista no se limita sdlo a esta preccupacién, Como nosotros, se niegan a tratar de dar explicg: ciones en el cuadro de una tcorfa cualquiera del desarrollo o a encontrar en un discurso objetivado los estigmas de un yo fuerte © débil que se opondria a fuerzas instintivas més o menos potentei Ellos interrogan a los hechos. Expulsado en el momento mismo en que se lo echa al mundo, leriorizando progresivamente la sentencia de los adultos, el nifo niega a oir la voz del cogito, y no se reconoce como ser sino en ito es percibido, Los autores ingleses también insisten en el modo en que el nifio tnodificado por el medio, al ser atrapado en una palabra adulta ante, Su preocupacién es menor en Io que respecta a la teorla pn la eficacia, y oponen al término “to cure”, que quiere decie fat, cl de "to heal”, que equivaldria a cuidar. Quedan por sacar iE consecuencias politicas, sociales e incluso éticas de su punto 50 51 de vista, que han sido en parte abordadas a propésito de los prd blemus institucionales. Nosotros somos menos prigmiticos, y podriamos interrogarné sobre la oportunidad de la preocupacién teérica del grupo francés no en cuanto a su contenido, en constante desarrollo, sino en cuai to a su orientacién, Freud sostuvo s mpoitancia que era conveniente aco dar a la singularicad del factor infantil en Ia ontogénesis. Corr tamente conducido, el andlisis infantil debe permiti: desarroll Jus bases teéricas sobre las que se funda el anilisis. mpre la Veremos cémo los autores franceses no buscan en absolut hacel encajar Jo que entienden en un sistema doctrinal que se le adapt estrechamente, como para probar que esti bien fundado, sino qu en una marcha dialéeti Inversa, gracias al conocimiento de un estructura: topolégica subjetiva, con sus puntos firmes sefalade en un discurso movedizo, puctlen vir sélo Jo que es susceptible d hacer progresar una cura. Hasta estas jornadas, muy pocas comunicaciones 0 trabajo! habian mostrado hasta qué punto un aporte tedrico nacido lenta mente del psicoanilisis de lus neurosis del adulto podia, sim m yores modificaciones, transformar el planteo de las psicosis del nif Toda una corriente doctrinal en psicoandlisis ha querido enco trar en la frustraciin de la necesidad cl origen de una regresi6 masiva a estadios pregenitales, de Jo cual se derivaria légicamenti una terapia basada en la compensacion de esas frustraciones, ejemplo, con manzanas. 2 Winnicott (7) nos recordaba ayer que al considerar cl cuad de autismo en téminos de regresién sdlo se gana en oscuridad, también que el mito analitico de la primera infancia con situacié de satisfaccién de una crogenidad oral ha muerto felizmente ha tiempo. Es preciso renunciar a la pretendida nostalgia de unt unidad primitiva, arrullada al ritmo de las pulsaciones de la sati foccién en una relacién alimenticia. El ejemplo de la anorexia di Jactante es prucba sufiviente de que ¢s aquel cuyas necésidad 52 son més diligentemente colmadas quien menos lo soporta, por I imposibilidad de su madre de tener un desco exterior a él. Los autores de las diferentes comunicaciones presentadas en es- tas jornadas se refieren también a la distincién fundamental entre frustraci6n en Io real, que crea un dafio imaginario, y privacién mbélica, que crea una ruptura con Jo real, como también a los diferentes registros esenciales que hay que preservar so pena de desembecar en Ja impasse de la gratificacién, de la necesidad, de la demanda y del deseo, La necesidad apunta al objeto, v en él se satisface. No se for- mula y por tanto no existe en estado puro. No podemos tomar conocimiento de ella, salvo cuando se articula en la demanda. Fsta demanda aparentemente apunta a In satisfaccién de In necesidad, pero en tanto es verbalizada, es un recurtir al otro, Es demanda de una presencia o de una ausencia, relacién primordial con Ta madre, ese Otro al que hav que situar mis acé de 1a nece- sidad que puede Tlenar. Tal apelacién al Otto debe abrirse en una apertura, Su naturaleza es permanecer insatisfecha. Si Ia madre no puede soportar esa falta, ese vacio desde el cual el nifio lanza sus Hamados, Ja salida simbélien de Ins necesidades hacia Ta palabra queda bloqueada. Aquf, entre Ta necesidad y su formulacién, se sittia el deseo. Alicnado en Ta necesidad, no puede articularse en 1a demanda: es 1) mediador, Recordemos Ia definicién de Lacan: “F] deseo es lo 1o se manifiesta en el intervalo que profundiza la demanda mAs ooh de sf misma, en tanto que el sujeto, ol articular la cadena signi- ficante, saca a Ja luz Ia falta de ser (marae a étre) con el impulso de recibir de ella el complemento del Otro, si el Otro, Iugar de |) palabra, es también cl ugar de esa falta (6)”, Si es por su relacién con cl lenuaie que el deseo nace on el Hombre, para el psicético, sea porque jamés hava podide pedir nada, forzado como estaba a responder ante toda demanda como tuna mera boca para alimentar, sea porque no haya podido encon- rar en el Otro otra falta que la que él debfa Mlenar, el acceso al 53 deseo se encuentra bloqueado (barré) desde los origenes, con él el acceso a la realidad, si el deseo es su esencia, i J. Aubry y G. Raimbault nos hablan de los lactantes ubicados desde las primeras semanas en una sala comin, donde el biberén spacigua el hainbre en el anonimato: “E] bafio de lenguaje en que el ser humano’ se desde su nacimiento, para 30s nifios no es més que una ‘cacofonfa’, los gritos y lloros de los otros, los intercambios verbales entrecortados de las enfermeras entre ellas, que no se dirigen nunca al nifio y en quienes éste no puede nunca encontrarse representado, ni encontrar un Otro representado si no oF es mendes fragmentos, estallidos fulgurantes de vor, de miradas, de cuerpos, estallidos nunca idénticos, referidos si imei ticos, los siempre Se sabe qué importancia tuvo para nosotros Ja observacién de ca ie 0 el nifio aprende por el juego a dominar Ja ausencia Winnicott ya evocaba esta preponderancia de lo negativo en nuestra existencia cuando decia, a propésito del objeto transicional: “el hecho de no ser el pecho o la madre, aunque sea real, es tan importante como el hecho de que represente al pocho 0 a la Madre”. Pues justamente, para Saussure, el modo de no ser es signifi ante, ya que los valores de lenguaje hacen sensible como tal la paradoja de la diferencia. sf Freud reconocié en el inconsciente y en las | ue lo rig esta estructura del lenguaje donde le falta Gnas “4 _A los mecanismos estructurales del significante que son la subs: titucién y la combinacién, cortesponden en el significado la meté- fora del sintoma y Ja metonimia del deseo, En el intervalo que ‘€s0s mecanismos permiten, se origina para nosotros el sujeto. _ Intentaré darle representacin —como tal rechazable— en ese juego Iamado el “diablillo”, En un tablero rigido se disponen las letras del alfabeto, que Seupan todos los casilleros, salvo uno, libre para permitir su despla- 54 yamiento. El nifio puede poner las letras en orden, escribir uns palabra, o bien, si es hébil, escribir muchas, que se recortan como en las palabras cruzadas, Es facil darse cuenta de que el juego funciona gracias al casillero vacfo que permite Ia traslacién y la permutrcién de las letras. Este juego puede servir para representar el discurso del Otro estracturado como un lenguaie, Los significantes, representados faquf en su forma mfnima, la letra, responden a la conmutatividad esenci-] a su principio, v a ese efecto, de sentido susceptible de surpir para clerta articulacién significante, que en si misma es sempre 1ébil. EI casillero vacfo, esencial, es el corte entre los significantes, sin e] cual nada existe, es Ja falta del Otro. * Por este orificio, por este intervalo siempre recomenzado, todo se origina. A veces: se eye decir que el loco tiene un casillero vacio, Probablemente seria necesario decir que, porque y en cuanto vive, intenta ser un casi- pro vacio. Congelado todo su cuerpo, tratado desde siempre como nhjeto, o bien en su delirio como una imposible. vigesimoséptima Jotra, o bien en el silencio, parecido a sos calderones de Ia notacién musical, no ha podido encontrar “esa palabra orificio, esa palabra “ausencia’, que habrfa convencido de lo imposible” (8). Se podria evocar igualmente, a propésito de este jugar, al objeto pequefio Ca) de} psicoandlisis, ese testo que cae por el corte, ese tinico testigo de la falta del Otro y como tal causa del deseo. Aqui, se materia: Nizarfa por esa pérdida metélica muy real y sin embargo jamés gsible que habria cafdo cuando, al fabricar el juguete, se lo extrajo del famoso casillero. Sabemos cémo el obsesive no se permite descanso para asegu: turse su dominio, conocemos la angustia del fobico que hace de todo para garantizar su cardcter ultimo. Si el pervergo, por lo menos e] masoquista, s6lo puede testimoniar de él siéndolo, en el * Aqui et sentido es que el Otro. posee una falta que lo constituye en {unto tal y que To instituye como lugar del cédigo, y no que el Otro: falte. Vale decit, el sentido del genitivo es tinicamente subjetivo. [N. del T.} 55 Psicdtico el status del objeto da cuenta de la precariedad o de ausencia del corte que garantizaria la falta de ser (manque a é en el nivel del discurso del Otro. Se ha subrayado mil veces q el psicético tiene un contacto demasiado facil e inmediato con objeto, © por el contratio, una total ausencia de contacto. Por fal de todo desarrollo imaginario o simbilico, el objeto tiene un cari ter desesperadamente real, que hacé que el nifo, por ejempl manipule sus excrementos sin que ello sea para él Ja menor fuent de goce. En la imposibilidad en que se halla de relacionar objeto con ninguna causa, éste se encuentra privado de su vall exbtico. Este examen teérico, que intenté ilustrar de modo imperfecto, no es en manera alguna abstracto, Ha nacido de Jn experiencia 9 tod-s las observaciones publicadas se refieren estrechamente a ella, M. Mannoni distingue el discursy cerrado, objctivante, que na deja lugar a Ja palabra del sujeto y cierra Ia pusrta a Ia verdhd, y.el discurso dramético y sin apelacién de Ios deseos (voetrx) homi. cidas de les padres, que —como lo planteaba aver Winnicnt™— sue peran Ja capacided del nifio para dominarlos Pra ella Ja alternativa no es mds que suicida u homicida, O. incluso en ausencia de todo corte, ser el érgano que falta a Ja madre. boca para alimentar, ano para Ilenar. El discurso de los padres bloquea para siempre al nitio el acceso a su propia palabra, excluido como esti de toda posibilidad de entrar on una estructura triangular. “Si de eso pudiera morir”, docia Ja madre de Tedn, Cada vez que Christiane manifiesta deseo de autonomia, st madre interviene en el plano de Io real para lograr aun todo corte sea para siempre imposible. Induce cl lamento somitico de su hia a través de lavados, de medicamentos dados a escondidis, si que el médico Jo sepa. Acecha sus disposiciones, vigila su alimento: su hija no puede escapar. “Es necesario que vo esté ahi para que ella sepa dénde pone 1 pic”. Presa en Tas redes dle Ta mirada ma- terna, Christiane es la pequefia bola que suspende su caida, el 56 elo que se abre o se cierra. Su madre, objeto persecutorio del rio de su propio padre, reduce a su hija a se. su objeto sexual, renovar con ella un tipo de lazo edipico. No nifio, Lucien, dice: “Mueéstrame cémo se hakl muéstrame nu se dice, Yo no sé cémo se habla, No sé mis. No sé nada. ay cansado, usted es el que sabe”. Habitado por la palabra del Otro: harto, forzado, acosado desde flac! mds tiema por la presencia continua de un adalto que no suelta, Lucien se identifica por momentos con un fragmento J cuerpo matemo, con el que forma un todo, realizando sobre mismo una plenitud que de hecho es exclusién de’ su propia istencia, R. y R. Lefort buscan en los padres de Simén el incesto, que podria Hamar negacién del corte, Muestran cémo la cuestién I cdipo del padre es determinante en la psicosis del hijo y per- jinece en el primer plano de la situacién terapéutica. En Ja impo- ibilidad de dialectizar su devenir en forma simbélica, al nifio no e le deja otra salida que ser el puro significante de la verdad de i) padre. Los Lefort evocan ese objeto que no Io abandona, ese tillo (vis) que leva siempre consigo: “Uno puede desvestirlo revisarlo todo lo que quiera —dice el padre—; sea como fuere, él eonservara Finalmente su tomillo”. Pero ese tornillo es sobre todo Wn “pas de vis?* que podré ceder a su terapeuta cuando él, lempre silencioso, pronuncie algunas palabras. No puedo desarro- llar esta hermosa observacién que seria necesario estudiar en detalle, El caso de Luc, también de los'mismos autores, cuyas frases no ferminan con una caida normal del tono, sino que permanecen ‘omo colgadas en el aire, 0 como si el corte sobreviniera no al- Tinal, sino en el medio de Ja frase. Luc dibuja un‘ esquema de una @larided pasmosa, en el que un altoparlante difunde lo que una sbhora dice por el micréfono “con dos hilos, uno de ida y otro ‘le vuelta, para que eso vaya y vuelva, sin ellos no funcionaria”, * Pas de vis significa en francés paso de rosca, Traducido literalmente yeria “no hay tornillo”, © “no tornillo”, JIN. det T.] 25 Eso es su voz y eso es Jo que él es, una pura méquina para habl de un Otro que sin él “no funcionarfa”, pues es necesario que emisor reciba del receptor su propio mensaje en forma inverti Faure precisa que en el Otro se hace al nifio un lugar partic ar: sea que no haya encontrado hugar, y haya quedado alienadg y extrafio a ese Otro, sea que haya sido designado para cierto © que represente la sancién de una falta, ofreciéndose a un dese (voeu) homicida. En todos los casos, el nifio o es un significant particular, o es excluido. Faure distingue dos formas de alienacién’ = rdical: “yo” que no es; —relativa: averse el loco 0 Jo que el Otro necesite para aniquilarse. Lo indeseable cn el nifio hace que no tenga lugar y no pued funcionar ms que como otro objeto que él no es, incapaz de sit bolizar Ja red del Otro en Ja que ha sido atrapado, No pued menos que negarse a entrar en el sistema significante —por cons fusién se lama a esto “pérdida de la funcién de lo ré4l”— ponienda cen su Tugar otra cosa: estupor, autismo, modo de abstraerse qi oculta su angustia de inexistencia y de destruccién. En cuanto a Mathis, plantea cémo en el suicidio el sujeto ubicarfa en el lugar de cierto discurso de la madre. Es en el lugar mismo de la muerte donde el nifio da su respuest a lo que el Otro quiere de él, Respuesta ambigua, pues probable mente no es a él a quien apunta, sino al Otro, en particular la medre. El anoréxico indicarfa en su sintoma el carécter mortifero de aquello a Io que su madre Jo reduce: ser una boca. EI nifio expuesto a esta relacién dual con la madre, ligado a servicio sexual exclusivo, no puede separarse de ella si no es por Ia intervencién del nombre del Padre, segin el principio de Ia Lev que instituye el deseo por la interdiccién del incesto. Se sabe que para Lacan (9) 1g psicosis se desencadena si el nombre del Padre forcluido, * esto, es, que nunca ha Megado a ugar del O.r0, es Hamado ahf en oposicién simbélica al. sujeto. Las diferentes observaciones insisten en el poco caso que las dres de €308 nifios hacen a la palabra del pailre, es decir, que servan poco lugar al nombre del Padre en la promocién de la Ley. De hecho, éte es sisteméticamente recusido, o aun anulado, Los Lefort desarrollan esto respecto de Luc. Luc no quiere ser ily amor del registro simbélico. a Io real. Para evitar su propio Incesto, Luc es ubicado por su padre en la posicién del significante En el tratamiento de Annette aparece una preocupacién que eoncieme a una serie de nombres, cuva tiltima letra es Ja primera We su nombre de pila. Pero en su biisqueda imaginaria tropieza n Ja imposibilidad de encontsar en exe registro el pivote de su structura con Ja forma del nombre del Padre. Quando Adrien es levado por su padre a la consulta de nifios pfermos, en ese momento privilegiado, A. L. Stern piensa que | cor'e cuya verdad esté en cuestién no es cl corte quirdirgico v parador del pene del hijo, sino el simbélico y separador del falo } padre. * Audouard nos rclata que Emmanuel, en su terapia, se debate fm conservar una paternidad natural que no descansa sobre “la V0 la fe”, sino, aunque parezca imposible, al modo de la mater- iidad, sobre una filiacién corporal inmediata, En un suefio apa- Fee en un subterréneo un pequefio muro que separa las algas les de una especie de fango, Estrecho muro, en efecto, el que esenta al padre en su verdadera dimensién, que —nos dice iouard— Je impide a Emmanuel ser una caca sin importancia, parchar entre las algas y el fango, no estar ni de un lado del juro ni del otro, ni sometido a C1 ni a C2, ser el movimiento Ip la division misma, * Véase Forclusion, N, del T., p. 144 de este volumen. 58 59 Pues precisamente es la funcién paterna la que instituye el c Corte que vimos en cuanto a la letra, pero también en lo que rp0, que sobreviene en el momento estructurante d refiere al cuei estadio del espejo, cuando: el nifio enfrentado con su imagen asume buscando un reconocimiento en Ia mirada del Otro que | Para M. Mannoni, Ja confrontacién en el espejo entrafia en psicético Ia autodestruccién, la destruccién o la negacién del Ot Léon se sentfa en peligro ante la mirada de sus padres, como al ser visto corriera riesgo de muerte. No podfa soportarse en espejo porque el espectéculo de si visto por otro lo remitfa a I deseos de muerte del adulto. Los Lefort nos hablan de Ja mireda de Simén. Una mirada e Ta que toda relacién con el otro esti ausente. Su madre Io habfi no‘ado desde los primeros ‘meses, cuando al darle el biberdn, mirada erraba por el techo sin fijarse nunca en el restro ni el entrar Ja mirada de su madre. A Tos ocho meses, se aterrorizé al ver una botella de leche en Ia que habfa un rostro de nifio, Los Lefort nos dicen que su compo sién_ del “er ecto” Coinciden con la opinién de P. Aulagnier, para quien Jo qu el psicdtico ve en el espejo es su cuerpo como en Ia realidad visto por el OTRO: el lugar de Ja castracién, Ella opone cuerp fantascado y cuerpo imaginado, citando las palabras do uno esos pacientes: “Ia imagen en el espejo es los ojos de los otr que la poscen” (10) Todas estas refercncias clinicas se relacionan firmemente con divisién inaugural del sujeto entre un yo imaginatio y el Ot lugar del inconsciente estructurade como un lenguaje, divisi necida y mantenida por Io instancia del nombre del padre, 60 jo, pero sobr todo que en ese Tugar se asenté cl horror por To real, ese real qui no tiene nombre, que no habla, » que se debe oponer a Ta dimen: E] privilegio de esta concepcién estructural surgida de nuestra praxis es que leva consigo consecuencias terapéuticas rigurosas. La cuestién de Ja transferencia en Ja cura del psicético, insoluble en términos de intersubjetividad, se hace accesible si se admite que es la puesta en acto de la realidad del inconsciente como mo- mento sin cesar referido a aquello por lo cual el sujeto se consti- tuye en el lugar del Otro. Sélo el escuchar psicoanalitico permite descubrir efectivamente en qué esté aprehendido el nifio: anhelo homicida provocado por Ja herida que provoca su atraso —para Faure—, y en ese anhelo el nifio ocupa el lugar de Ja muerte. M. Mannoni piensa que los sintomas Cautismo, catatonia) aparecen como eco al discurso de los pedres, cuya palabra aprisiona al nino. Lo que da a entender Sichel es que lo que en su delitio Slaude dice de sus persegui- dores, recuerda Jo que su madre dice de su padre. Es el Otro y la ausencia de corte en su discurso lo que esti en cuestién en Ia locura del nifio. Por eso en él el pénico aparece durante cl tratamiento o cuando sobreviene una perspectiva de curacién. La madre de Christiane interviene en Jo real interrumpiendo la terapia cuando su hija entra en ella por su cuenta. El padre de Leén tiene opisodios depresives cuando Ja terapeuta entrevé una posible curacién. El padre de Simén se vuelve bulimico y cesa toda actividad sexual durante la terapia de su hijo, ¢Cémo puede intervenir el analista en situaciones tan complejas como las que estén en cl origen de la psicosis del niio, situaciones que conservan un equilibrio precario si la lecura se mantiene? En Ja cura de las neurosis, Freud decia que lo que el médico tiene que esperar es que toda esa subjetivided se desplome al Ieconocer que sus problemas no Je pertenecian, y que desde el origen estaba cercada por ellos. 5 Aqui, el analista debe saber que, puesto que en primer término su palabra es un mensaje para el sujeto, es desde el lugar del Otro 61 EI sintoma, palabra inadecuada, es un nudo de sufrimiento que tiene como causa la verdad. Verdad censurada y reprimida en la neurosis, incansablemente repetida cambiando de registro en Ja psicosis, esté en estado bruto innegable, imposible de enmascarar con palabras. Para retomar la formula de M. L. Mondzain: “Ello dice ‘da’ o ello es ‘fort’ pues ‘fort’ no se puede decir”. Es.a verdad que surge aqui como si fuera inaccesible a los otros, porque es incompatible con el engafio en que nos situamos, se nos da si podemos la. In si todavia hoy, como lo querfa Freud en el final de su Esquema, una parte may pequena de todo esto es accesible a nuestra conciencia, nos queda la posibilidad, o mas bien el deber de intentar dar la palabra y escuchar Jo que un sujeto que habla puede tener que decirnos, pues sélo al decirlo se constituye como sujeto de la palabra, Segin esta Gptica el informe presentado por G. Michaud en estas reuniones sobre una experiencia impensable con esos desheredados, csos ineluctables de los ineluctables, para hacer y para decir demuestra completamente, en su extremo des- pojamiento, la oportunidad de nuestro intento, donde tiene que articular su discurso, Debe expetar, pues, que aparezca esa verdad que es Ja articulacién del sujeto con el signi- ficante, para poder entrar en el orden significante de la identidad imposible. Tiene que permitir que apareaca en profundidad la felta de ser (manque a étre) entre necesidad y deseo, tratando de situarse en un punto intermedio, nodal, de restauracién de lo real, En el caso de Mathis, se reintroduce una faceta de orden simbé- Tico en la relacién mortifera dual entre madre ¢ hijo, en la que estd situada la muerte de la-que no se habla: la del padre. Es lo que hacen J. Aubry y G, Raimbault cuando yen al nifio autista repetir incansablemente Jas mismas conductas, los mismos fragmentcs de secuencia que testimonian su incapacidad de descar inciuso un objeto parcial. La repetici6n de las sesiones en un lugar privilegiado con una persona privilegiada que lo nombra, sittia al ito en un discurso, Jo reconoce como infans, da a sus repeti ciones el valor de los primeros juegos de ocultamiento, “el valor liberidor de toda separacién o destete en cuanto tal”, El momento decisivo del tratamiento se da cuando el nifio descubre su imagen en el espejo, y, asistide por Ja mirada del terapeuta en quien se ye mirado y por Ja voz pot la que es nombrado, puede asumirla, Winnicott nos planteaba ayer la cuestién-de si es conveniente inrentar devolver su vulnerabilidad a esos nifios protegides. por Su autismo contra el retorno de una “angustia impensable” muy Primitiva, devolucién que se traduce por un acrecentamiento del safrimiento. @Vale la pena arriesgarse para logtat un débil mejo- ramiento del estado del nifio? zNo tendremos que decir, como el médico de Lady Macbeth, “que se trata de un mal més all4 de Ducstra préctica”? Freud, sin embargo, ya respondié a esta. pre- gun'a con su famoso “Wo Es war, soll Ich werden”, * al cual daba un matiz ético, ya que se trata “de una tarea civilizadora, como el desecamiento del Zuiderzee”, Ribliografia 1. Mises R., “Le concept de psychose chez enfant”, en L’évolution Jrychiatrique, octubre-diciembre 1966. 2, Le:laite S., “Compter avec Ja psychanalyse”, Seminario de I'Ecole Normale Supérieure, 1965-66, Protocolo de A, Grosrichard cn Cahiers pour Funalyse, n? 1, J, Laing R. D., The self and the others, Tavistock, 1961. : 4, Sarre JeP., Jean Gendt, comediante y mértir, Losada, Buenos Aires. . Saussure F. de, Curso de lingéiéstica general, Losada, Buenos Aires, 1045. * Lacan traduce esta cons'gna del tratamiento analitico destacando el valor del imperfecto: “Donde ello era, debo yo advenir”, y haciendo notar la ausencia de articulos determinantes, en contraste con el titulo de la obra El Yo y el Ello (Das Ich und das Es). (N. del T.] 63 62 6, Lacan J., “La direction de la cure et les prineipes de on pousni"® Eerits, p. 589 |Lscritos, Siglo XXL, Mesicn, 1971]. 7. Winnie.tt D, W., “Objetos transicionales y_fendmenos transicionules” en Revista de Psicoanilisis, Buenos Aires, 1967, m1? 4. 8, Duray M., “Le raviseinent de Lol. V. Stein”, 9. Lacan J., “Dune question pecliminaire & tout traitement possible d Ja Psychise”, Eerits, p. 381 10. Aulagnice P., “Remarques sur laystructure paychotique”, en La Psy chanalyse, n? 8. El psicoanalista y la institucién Ginette Raimbaule “Y justo cuando este lenguaje se muestra en estado desnudo, pezo se hurta al mismo tiempo més all de toda significacién como si fucra un gran sistema despético y vacio, cuando el Deseo reina en el es.ado salvaje, como si el rigor de su regla hubiera nivelado toda opvsicidn, cuando la Muerte domina toda funcién psicolégica y se mantiene por encima de ella como su norma tinica y devas- tadora —entonces reconocemos la locura bajo su forma presente, Ja locura tal como se da a Ja experiencia moderna, como su verdad y su alteridad. En esta figura empirica y, sin embargo, extrafia a todo aquello Cy en todo aquello) que podemos experimentar, nues- ia conciencia no encuentra ya, como en él siglo xvx, Ja huella de otro mundo; no comprueba ya la rutina de la razén desencamina- da; ve surgir lo que nos esté, peligrosamente, més préximo —como si, de pronto, se perfilara en relieve el hueco mismo de nuestra existencia; la finitud, a partir de la cual somos, pensamos y sabe- os esti, con frecuencia, ante nosotros, existencia a la vez real © ‘posible, pensamiento que no podemos pensar, objeto de nuestro suber pero que se le escapa’ siempre. Por ello, el psicoandlisis en- cucntra cn esta locura por excelencia —que los psiquiatras Jaman equizofienia— su tormento intimo y mas inveneible: ya que en 65 ~ Psicoandlisis de la relacién entre el adulto y el nifio enfermo 0 esta locura se dan, bajo la forma absolutamente manifiesta yal iobti Jutamente retirada, las formas de Ja finid hacia las cuales avai de ordinario indefinidamente Cy en lo interminable), a partir aquello que le es ofrecido voluntaria e involuntariamente en Jenguaje del paciente. De manera que el psicoanilisis ‘se recon allf, cuando esth colocado ante esas mismas psicosis a las q sin embargo (0 mejor dicho por esta misma raz6n) no tiene nin acceso: como si Ja psicosis expusiera en una iluminacidn cruel diera de un modo no demasiado lejano, sino justo demasiado cano, aquello hacia Jo cual deberia caminar el andlisis Jentamente, relacién entre el médico y el nifio enfermo, Iuego entre el pedagogo o el educador y el nifio psicético. Finalmente modalidades y nivel de intervencién del psicoana- lista en a Institucién consagrada al Nifio Alienado, Por qué elegimos en lugar de psicético el término alienado, Be Seuticy casi, lil que califica segdn Lalande a lun individuo peligroso e irresponsable? Esta eleccién implica desde ya toda una perspectiva teérica sobre la psicosis, que Lacan indica de la siguiente manera: “gCudl es pues el fenémeno de la creencia dlclirante? Nosotros decimos que es el desconocimiento, con todo Jo que este término contiene de antinomia esencial. Pues desconocer supone un reconocimiento, como lo manifiesta e] reconocimiento sistemdtico en el que es preciso admitir que lo que es negado sea de algtin modo reconocido. . . Este desconocimiento se manifiesta en la rebelién, por la que ] loco quiere imponer Ja ley de su corazén: empresa ‘insensata’ No porque sea una falta de adaptacién a Ja vida... sino porque ¢] sujeto no zeconoce en el desorden del mundo la manifestacién misma de su ser actual y porque lo que él destaca como la ley de su corazén no es sino Ja imagen tanto invertida como virtual de ‘ee mismo ser”.? * Miche] Foucault, Las palabras y las Esta_pfgina admirable de Michel Foucault nos introduce en corazén del problema que es objeto de estas jornadas, presentin: donos al psicoanalista fascinado y rechazado a la vez por el discur psicético. Esta dificultad de acceso al discurso psicético no bat sino que se ve efectivamente duplicada por el hecho de trata de nities, imposibles de abordat, segiin expresa Freud, para qui no se las haya visto, mediante el propio anilisis, con el nifio que hay en sf. La tercera dificultad de nuestro propésito es que se trata nifios psicéticos que el psicoanalista encuentra en institucion Bien se sabe que Ja Institucién, por su cardcter inevitablement estético, conservador y aun represivo, es casi antinémica con espiritu subversivo del psicoandlisis. No hay ms que pensar en Jos altereados de los psicoanalistas con sus propias instituciones, que por ser de inquictante actualidad, no han terminado de rimentarlos.. . La ectura de Jos trabajos preparatorios permite discernir prine cipalmente Jos siguientes temas: 66 J. Lacon, “Critique d'une théorie organiciste de ta folie’ ile Ia psychogenese des névroses et des psychoses, 1950. * En este pasaje Lacan alude a la Figura hegeliana de Ja ley del corazin Bs deeper eeu ret ace sues espiritu, (CAA) jizin. (N. del T] . 67 1 Psiconndlisis de la relacin entre adulto y mitio enfermo o psicdica gy Vt* Co” ¢l deseo en juego en ese complejo de castracion edipieo”. Gravel subraya, en su perplejidad acentuada con una interro- cién, la “confusién del especialista” ante ese nifio: “Se trataré le una psicosis?” Nos hace participar también en sus dificultades nntratzansferenciales ante el nifio y en sus tentativas de recurrir Ja panoplia del psiquiatra: Hhospitalizacién, neurolépticos, con- yltas a Jos mayores, Tuego consultes a una autoridad Cen la ma- rin), luego a una eminencia... Todo esto para ofr que el nifio Te dice que él estarfa “mas satis- lecho si su padre tomara medidas enézgicas con él, Je propinara ina buena reprimenda 0 lo pusiera de patitas en la calle” y que ido a buscar en otra parte Ta realizacién de su deseo. Padres, educadores, pedagogos y pediatras, sin saberlo, fundan sus opiniones sobre creencias y mitos més que sobre la ciencia: “el nifio Hega como soporte de las creencias del adulto” CO, Mannoni), Por otra parte, los adultos se solicitan colaboracién cuando hay un nifio entre ellos: sea la colaboracién entre pedagogos y psi analistas, o en un nivel cronolégicamente anterior, entre los padres y los otros, Es decir que el nifio atrapado en el campo del deseo de] adulto tiene una funcién de objeto a en la relacién de los adule tos,entre s{,#* Esta funcién del nifio pide ser definida, A. L, Stern se interregas "ZQué nos hace pedir wna consulta por un nifio que "no es conto los oiros’? “Es algo orginico que caus algo psiquico. Esa pequefia cosa en Ia que puede reconocerse al objeto a esté en relacién precisa con e! problema de Ja castracién y del Edipo... Carne de la came de su madre, el nifo afirma y deniegn a la vez la castracién de ella... El mensaje que pide Consejo se dirige a algunos sujetos de supuesto saber, * saber qué iabia A la-luz de su formacién y de su experiencia analitica, Benoit *) interroga sobre el significado del acto médico en el momento & que “como médico instruido en las cuestiones del internado y aecstumbrado a reverenciar el genio de los maestros, el facultativo Ilvmado a tratar a la pequefia Eve se sintié feliz v hasta triunfante 4] reconocer que Io que habfa aprendido durante sus estudios baio #] titulo de ‘mixedema congénito’ estaba bien fundado. Por el fontrario, en sus diversas incursiones fuera de las sendas transi- fides se vio en dificultades con su supervd, provectado sobre la Pinjestad del conjunto del saber médico. En cada rodeo de sus fentativas terapéuticas de normalizar el funcionamiento cerebral fle la pequefia Eve lo asaltaba Ja idea de que si los vieios maestros Tpbian proclamado en forma tari diferente —en el plano de Ia yolucién del aparato psiquico— el prondstico de la enfermedad seaiin que fuera tratada en forma precoz o tarda, sus buenas y vilidas razones habrfan tonido para ello, Simulténcamente, el fre- 2 GE André Green, “E] objeto (a) de J. égic i feadin, en Cahiers pour Hache Se eseie dee aed * Pata Lacan Jos objetos parciales son parciales no porque sea tte. de gape al oars neat ae 1h funeion que los product, ya que la pulsién isla Ja zona erégena del metabolism de Ja funcién (cfr, “Subversion du sujet et dialectique du deésie”, Eerits, pp. 817-818), Estos abjetos parciales sirven de meliacicn a Ia selacién que el Sujeto mantiene con ell Oro a través de su yo (min), EI objeto (a), exponente en cl campo del Otro, por las experiencias de castracién, estructurantes en sui recurtencia, eaerd de la cadena significante para aleanzar la posicién de objeto del deseo (eft, “Remarques sur le apport de Dane Lagache' Fev, 682), En su artical, René Tosain. en la pag. 55 describe analdgicamente la génesis in estrus slate al ii genesis y Ia Funcidn estructural * “Sujet supposé savoir” signitica al mismo tiempo “‘sujeto que se supone. que sabe” y “supuesto sujeto que sabe, Este doble sentido encierra en st 1 referencia al Otro simbolico, lugar del tesoro del significante, ue instaura, por mediacién de Ja demanda a un sujeto real en la equivoca {posicién de sujeto del saber. "Se supone” que sabe porque en verdad el que sabe es el Otro, y tink mente cuando el sujeto real admite que de lo que se trata ex de Ja verdad y no del saber puede advenir a la verdadera direccién de la cura. IN. del T.] 69 ‘cuente recurso a los tests psicolégicos indicaba que un hombre de Ia duda buscaba nuevas seguridades que provinieran de nueva proyeccién del superys”. ‘Como lo formula A. L. Stern, hay un malentendido que pers! pot una parte, en el intervalo entre el pedido y el deseo de que consultan, y por la otra en Ia fisura entre la vocacién de se que se supone que sabe legitimamente y Ia verdad de 2 Psicoandlisis de la relacién entre pedagogos reedscadores y el nitio psicético “no escolarizable” Sufouan y Mannoni abordan este segundo problema mediante una confrontacién entre a ideologia filoséfica de la, pedagogia y los eonceptos estructurales de Lacan, y a propésito del protendido ideslismo de Rousseau y Platén escriben: “La ambigitedad o més hbien la ambivalencia Je Rousseau, como también la de Platén, en uanto a Ia evaluacién de sus resnectivas doctrinas, esa oscilacién jue las sittia ora del lado de lo real, ora del lado de Jo ideal, proba- Hlemente resida en que los dos se preocupan menos por trazar la imagen de una educacién ideal que por reflexionar sobre el ideal de una educacién. Si, por ejemplo, el ideal de una Escuela Cen el »estido de la construccién) es un ideal que no existe, eso no quiere decir que su funcién sea nula. Pues este ideal, en tanto actiia, nos dicta Jo que en ese momento calificamos como una escuela Ideal, en el sentido de un ideal realizado. La cuestién serla pues ber Cero es algo que por el momento dejamos de lado) si esta Scilacién no se origina en una intencién de algdin modo imposible =por ello no explicitada— de superar lo que en el hombre debe jernamente funcionar como centro de deficiencia, esto es, de abolir jp que en psicoandlisis hemos aprendido a designar como ‘hendi- Jento? del sujeto.” * "Sea como fuere, esta dimensién de ‘lo ideal, la subordinacién Ja educaci6n a un fin, es un rasgo comtin a todas las doctrinas lagégicas, vengan de donde vinieren. Por otra parte, el médico puede intervenir antes o después cenflicto entre el.maestro y el nifio psicdtico o su familia, confli que por lo general no Hega muy lejos, pues se admite que l ni no es escolarizable. Tosquelles estudia Ia problematica del pedagogo, para el ci el maestro, ante el nifio psicético. Seguin 1, por sus funciones maestro se ubica en el tridngulo edipico del lado de la funci Patera y como derivado de ella; es el que sabe mds que el padi Ante el nifio psicdtico, se convence répidamente de que no pur encargarse de su educacién. “Cuando se trata de un nifio ign el adulto se siente tocado por su ignorancia respecto de él v todo lo que se refiere al saber como tema separado”, decia Mannoni durante las reuniones preparatorias de este Congres Ante la problemética creada por el comercio con el nifio psicéti el maestro podria poner una contracatexia sobre la “materia”, “técnica” y las “operaciones” obligatorias ligadas ala estructu “exterior” de su trabajo, El maestro que de tal modo contraca‘ectiza su funcién arricega a pasar de la sublimacién operatoria de sus. propios flictos al establecimiento de formaciones reactivas fobicas u ob: sivas Cuno de los riesgos profesionales del oficio), verdadera medi de higiene mental para él, pero al hacerlo propone al nifio u modelo cultural Cobsesivo), cuvas consecuencias dependen de estructuracién intrapsiquica del nifio en cl momento en que entbla la relacién pedagégica, pero que son particularmente grosas cuando el nifio presenta una estructura psicé:i 7 ‘Traducimos por “thendimiento” el concepto lacaniano de “refente”, racién que designa el reencuentro del sujeto en el deseo del Otro de equivalencia de lo que € mismo es como sujeto del inconsciente, esto . In falta constituyente introducida en el sujeto, como causa por el efecto || lenguaje. Sinté:icamente, el “hendimiento” es la posicién original del joto, en tanto que éste no representa nada, sino que es representado. por significante y sélo para otro significante (cfr, “Position de Vinconscient”, is, pp. 835-844), [N, del T.] ca. ” “En cuanto a nuestros autores modernos, al leerlos se tiene mentido Ja impresién de que pari ellos no sélo se trata de describii a imagen de una educacién ideal, destinada a formar un nifio qu no To sea menos (el nifio adaptado a Ia vida de Dewey o ol nif buen ciudadano, suizo por anadidura, de Claparéde), sino qu muy a menudo ese ideal condiciona ya la orientacién de los resul tados que ellos piensan obtener por via de Ia observacién o del andlisis experimental. ile realizar aprendizajes compensatorios que basten para una adap- tocién relativa. i EI pedagogo cree tener en cuenta las necesidades y los intereses viel nifio sin cuestionarse que esas necesidades y ess intereses son antes que nada los suyos, en tanto adulto. Tosquelles analiza la dinémica intiapsiqui r Tecuerda que Ja aparicién de los educadores es una deamatiza 4 mentido en forma culposa, del cuestionamiento de la familia que ha fracasado. Esta mafiana, Winnicott nos decia que es ya “bastante duro tener un nifio autista, y que si los padres deh:n sentir ademés que ton ellos Tos que han provocado ese estado, sit carga puede llegar ‘entonces a ser intolerable... Dz todos modos, los padres se sienten culpables cuando su hijo es anormal”. Segtin Tosquelles la incapacidad de Ja familia es un presupuesto bsico del educador y de los asistentes sociales C¢cu4l es entonces el presupuesto bdsico del oficio de los psicoterapeutas institucionales>) Ja voluntad de reparacién de las relaciones familia-nifio surge de una contratransferencia diferente de la que tienen Jos maestros con una verdadera reaparicién de afectos libidinales y mortfferos. A diferencia’ de las formaciones teactivas de los maestros, hav a menudo una verdadera puesta en escena de actitudes depresivas ‘ueriles, de compottamientos con connotaciones pregenitales que, sin embargo, si son reconocidos y asumidos por el educador v el medio profesional, pueden favorecer Ia relacién con el psicético. Ante el psicético, el educador se ubica como doble de la madre. Esta “sustitucién materna” puede analizarse en el plano de Ja medre, a quien su: hijo Te ha sido robado. v cn el del educador/a que roba al nifio. Este conflict’ madre-edicxdora en un nivel consciente y preconsciente se articula con un verdadero conflicto inconsciente, cuya Frecuencia prrece autorizar su generalizacién como un conflicto mediatizade por la fantasia que hace, aparecer al nifio como “el hijo del incesto”. (Para ol educador se da en su ficio, de modo “constitutive”, un metabolismo paralelo de esa misma fantasfa). “La convergencia de las fuentes fantésticas que 73 a de la educacién, y én, “Nosotros encontramos el verdadero sentido de esta oposicién, al verdadero Himite que separa Tas doctrinas Hamadas ‘filosdficas de las Iamadas ‘cientificas’, Ts decir aue tanto la Remiblica dl Platén como 1 Enrilio de Rousseau testimonian una reflexién aue heblando con propiedad, se ha de considerar ética, en Ia medida en que en sal reflexiin... cl sujeto intenta aprehenderse més alld de su relacién con To social. . “Nadie mejor que Rousseau_nos permite poner el dedo en a necesidad de substituir Ja dualidad Natursleza-Sociedsd por 1a trhida naturaleza-sociedad-lenguaie y comprender que es por sil relacién con el lenguaic como nace en el hombre'el deseo, Mos. “La tarea de Ia doctrina de los deseos oral, anal, Filico, etcétera, a partir del apresamiento del sujeto en Io constituvente de Ja cadena significante”. Safouan’ y Maud Mannoni disciernen asi Ja relacién que esta Mamada a recomponer Ia accién analitica € indican de ese modo Ja linea que Ia sopara de la acciin pedagégica o de toda acciin social Cpolitica, religiosa u otra). Siu ser antisocial, Ta sitnaciéir onalitica es asocial, Pasemos a los problemas planteadas por la prdetica pedaadgica: EI que se ocupa preferentemente de nities aevcolares Cno escola: tizables) psicdticos, comprueba cl fracaso de los hitos tedricos de Ia ensefianza que ha recibido en una posivién.basada sobre criverios de adaptacién, Tradicior mente, lay téenicas educativas tratan esencialmente 7 EI anélisis critico del beneficio y de la concepcién de las estructuras institucionales en sus efectos patolégicos o tera- éuticos sobre los enfermos y el personal que los cuida, con el establecimiento eventual de estructuras mejor adaptadas (Oury, Tosquelles, Michaud, A. Vésquez). Benoit describe el aleance de Ia intervencién del analista. “La jevelacién dindmtica de las mallas estructurales que soportan lo Humano no puede surgir en una encuesta, sino que slo puede ser ¢] fruto de una situacién clinica constituida por una demanda en ¢] instante en que, de algin lado, aparece el deseo.” multiplica su poder explosivo, es el verdadero telén de fondo Jos acontecimientos que se dramatizan en la institucién y que adquieren su sentido de los engafios que pueden ofrecer”. Cuando los educadores se sienten superados Jaman al terc personaje: al psicoterapeuta, y el pedido que se formula en nom del nifio es de hecho, muy a menudo, una demarida personal d sxducador. Ubicado como sustituto familiar, es quien ¢s:4. mej ubicado para ser cuestionado en su trabajo... éQuién es pues el psicoterapeuta? «Cul es su rol? gNo es pre ciso disociarlo del psicoanalista? En efecto, Lacan observa al pas “que no hay ninguna definicién posible de terapia como no s }h restitucién de un estado primero. Definicién justamente im, sible de plantear en psicoandlisis”, A. L. Stern Jamenta, a propésito de esos momentos médico- prdficos, en Ios que se encuentran v literalmente se inscriben en el cuerpo de un nifio el deseo (o la intencién) del pediatia v el tleseo de alguno de los padres, “la extraordinaria resistencia de los pediatras a confiar al analista cases para los cuales de todos modos se rcconocen impotentes”. Los eiemplos clinicos nos demuestran de manera probatoria que “la intervencién del analista nose un aleance considerable, v lo que hav que subravar cs due Jo deter- mninante no es Ia Hamada intervencién del analista 0 del nsiquiiatra sino el nivel en que ha sido ofdo el discurso de los padres”. EI psicoanalista es para “el Otro” aquel de quien ce supone qu sabe; “es'é obligado, dice Maud Mannoni, a soportar las. proy clones agresivas y perecutorias de les colaboradores a quienes en peligro, del mismo modo como el psicoandlisis pone en peli @ quien se compromete en él. De lo que se trata, es de un cuentro con una verdad que amenaza con surgir y a la que desearfa conservar oculta. Ese miedo a la verdad es esencialment 1h confrontacién del Inconsciente con el Mito Edipico”. Dado que esto es asi, Cémo hacer ofr, entonces? :Se deberin “analizar todos los pediatras"? Si esta solucién en el plana individual es probable- mente la mas benéfica —de lo que Benoit da testimonio—, equé Inicer en Ja institucién hospitalaria? :Serd necesario agregar un psicoanalista a toda consulta médica? {Eseindir en dos a In consulta y al enfermo? concluir que su_propio cuerpo se identifica a su vez con las materias fecales. - De tal modo se esboza, miis act del motivo inmediato de repa- jacién, el primer planteo de una ecuacién simbélica: revista= madre=materias fecales=propio cuerpo. Es precisamente el propio cuerpo el que permite esta reduceién original a lo idéntico de don- de nace el stmbolo. También es revelador que en el juego se intro- duzca inmediatamente un segundo término, En el curso de Ja misma sesién, tomando una revista en cada mano, las separa y Juego las acerea hasta hacerlas coincidir. Hay que completar pues Ja ecuacién: revistas=Mart identificacién_narci- Por eso le pido a Ia 91 sist hubiera vuelto a ponerse en mor amadre que coma en el plato de Martin y que le dé de comer el suyo, intorcambio alimentario que lograra en poco tiempo identificacién en el plano simbélico. En adelante la madre ya ser esa comida mala que hincha sin satisfacer; se convertir4, a edad en que esté el nifio, en lo que debe ser; juna boca capaz desmenuzar, pues ambi con Ia boca de Ja madre se puede com Se cumple un’ gran paso, pues Martin acepta masticar y c cualquier alimento. En Ja transferencia Ja actividad muscular atentta durante algunas sesiones en beneficio de la vocalizaci Martin se ingenia para variar, extender v matizar la gama de soni dos de que hace gala. Son a veces ruidos de origen anal que est Tan por sacudidas, un ronroneo de auto, “Papapis”, “Mamamés ¥ otros sonidos indefinibles. Y como cada vez aue se emite tuido, yo To imito devolviéndolo, se entabla un verdadero “di Sin embargo, Martin no se aueda quic'o, se aleja, sc aproxim se sfenta, se levanta, como si buscara asegurarse de que su v puede tener una existencia auténoma fuera de los diferentes prt tos que su cuerpo ocupa en el espacio en relacién conmigo. Paso a Ia novena sosién, Alerta v radiante, Martin retoma el suelo su juego favorito, Me lanza revistas, una muieca qi frajo. Yo se los devuelva pregunténdole: “¢Qué se hace hoy Emite un sonido, “Entonces se habla”, le digo. Sigue un “didlog cempues'o de muchos ruidos de expulsién anal y sin. matice De repente la voz se modifica, se endulza, se vuelve més expresi Aparecen los. sonidos agudos, Martin parece encontrar su regist normal. En Io sucesivo la palabra puede habitarlo. a Pero se detiene pata hacer correr bolitas de papel sobre un hoja inclinada. Lucy, oculténdose Ia cara detrés de la hoja, ret }a “conversicién”. Finalmente, transporta las revistas al divi donde se instala de espaldas. Juega, me “habla”, De pronto deja deslizar hacia el suelo, se apors contra el divin y, por pr mera vez, me mira a la cara, Me “habla” sin esfuerzo, con vor dulce que serfa la suya si realmente hablara. Respondo en mismo tono. Se precipita sobre el divin, gesticula, se contorsio1 se da vuelta para todos lados, como en una explosién de alegrl 92 Sv calma, salta sobre mf, me rodea la cabeza con el brazo y tira, jwientras me curvo para seguit cl movimiento, Me olfatea los ea- ellos en la parte posterior de la cabeza, me suelta, me agarra de huevo y trata de hacerme caer. Me resisto y le digo: “Ah, ¢quieres pelear conmigo?” Me deja y se aleja para volver mejor a Ia carga. Durante esta agitada sesién en que termino por convertiime en o| objeto directo de las pulsiones agresivas y libidinales, es notable comprobar que el mismo proceso de puesta en ccuacién simbdlica posigue en profundidad, a nivel preverbal. En efecto, se verifiea que las revistas destruidas son otsos tantos objetos sustitutivos que ciesignan a la madre, a quien Martin puede atacar por mi inter mnedio sin angustia de perderla, Pero entonces ese curioso juego de hacer deslizar pequeios objetos a lo largo de un plano inclinado “idquicre también una significacién precisa: represensa cl cuerpo 11 cuerpo que acaba cle producirse cn In transferencia, «Aunque se sitan por medio del cuerpo propio sobre ‘Jos planos paralelos, gets se remitcn unos a otros v se vuelyen simbélicos, y los Ljetos, intercambiables porque estin impregnados del mismo sen- Jo, encaman el mismo objeto. De ahi una doble evolucidn: por una parte, la ampliacién del proceso de incoxporacién simbélica que so extiende a una nueva gma de objetos. Por otta, la emergencia en un mundo exterior que se solidifica, de Jo que yo llamo objetos simbélicos perma- nentes, es decir representantes privilegiados de Ia madre en tanto objeto interiorizado, Comencemos por el primer punto. Martin es sorprendidy en cl jardin, ‘su dominio”, bebiendo agua de Iuvia en un cubo de plisti¢o, Su madre se da cuenta de lo insdlita que es Ja situacién: gno es acaso la primera vez que se leva algo a la bea sin que lo cbliguen? Al dia siguiente otra hazaria del mismo sentido. A través de Ia ventana abierta la madre le da Jos buenos dias con la mano, Martin responde haciendo el mismo gesto, que repetiri 1 tiv sus abuelos, "Esti muy satisfecho de su persona” dice la madre. Ahora acepta imitar”. Tal imitacién no conduciré a una disper- en ca 93 wentatse en el suelo detrds de mf, Arranca hojas de papel, las recorta, Se ubica en el mismo sitio que yo, toma mi lugar. Gracias a esta identificacién que se expresa en términos de topografia, el espacio cambia una vez més de estructura; primero cerrado, luego abierto, helo aqui por fin provisto de un centro simbélico consti- tuido por el objeto materno a cuyo alrededor se aprietan y dilatan Jas Iineas de fuerza que lo atraviesan. Queda el segundo punto de mi demostracién, Se trata de teco- ner un campo de fenémenos ambiguos que s sitian entre lo subjetivo y Jo objetivo, los actos y su acabamiento en el mundo exterior, Ahora bien, 10s objetos simbélicos no aparecen, no de- yienen permanentes sino en la medida en que prolongan una actividaa que tiende a cristalizarse en formas fiyas. Describiré estas Ailtimas, De la misma manera que el espacio dentro del cual se desarrolla, también el comportamiento de ivlartin, menos caético a partir de Ja décimotercera sesién, va organizdndose alrededor de un centro, La inestabuidad cede a una constancia que se traduce por fa prose- cucién, de una sesin a otra y en el curso de cada una, de una actividad simbélica invariable, Tal el caso del juego de la hoja y de las bolitas de papel, que el nino practica sm cambiar de material durante la auodécima, décimocuarta y décimoquinta se- siones. Liegar a levarse una de Jas bolitas, como realizando un intercambio con sus juguetes olvidados en mi casa, (Sesién ciécimonovena.) Lo mismo se comprueba en el dominio de la palabra, Los soni- dos se afinan y ganan en matiz lo que pierden en contraste. La gama se vuelve menos extensa pero més sutil y los estallidos agre- sivos -desaparecen poco a poco. Particularmente después de la sesion décimosexta, Martin sélo me habla mirdndome, y con unos “ym-um” que articula con dulzura. Lo esencial de nuestras “‘conversaciones” se reduce a esa serie sién identificatoria sino que, por el contrario, creard un lenguaj gestual durable, Pero donde se intensifica la introyeccidn es en la transferenci El cuerpo a cuerpo seré en lo sucesivo el modo privilegiado d un contacto durante el cual me olfateard, me tocaré, me manipuleai y eventualmente me agrediré. Ademés, me imitaré como yo sie: Pre lo imité, Jo que dard lugar a nuevas posibilidades de inter cambio, Desde este punto de vista merece ser evocada la duodécim sesion, De pie, Martin Janza una serie discontinua de “Akh! jAkh antes de ir a buscar Jas revistas. Desgarra algunas y termina elegic una hoja sobre la que hace rodar algunas bolitas de Por primera vez este juego no variaré durante toda la Cuando tiene que desplazarse leva consigo la hoja y las bolita cosa que nunca sucedié hasta ahora. | Alternativamente juega al lado de la ventana y luego en el sillén. De vez en cuando habla mirando a la hoja, como si dirigiéra la palabra, También me “habla” a mi, en vou baja apacible, haciendo tienos “um-um-um” que imito, Sin callarse viene a pegar cl rostro junto a mi cabeza, me olfatea Iargamente Juego se destiza detris de mi sillén. Bruscamente, me da un puiies tazo en la cabeza, To bastante fuerte para que yo exclame “Ay! a si yo te hiciera lo mismo?” Le devuelvo el golpe. Lo festeja, sfe a carcajadas y, gesto significativo, se golpea él mismo la cabeza, con Jo que representa su propio rol y cl mio. Se tiende en el divén. Al cabo de un momento se vuelve dé improviso y me lanza a Ja cara, para intimidarme, unos salvajes ‘jAKh! jAkhl” que repreducen mi “jAy!", que debié de sorpren derlo y atemorizarlo, FI resto de la sesin lo dedicé a manipula las bolitas de papel. Poco a poco, el espacio sufre una nueva transformacién. A pa tir de la décimocuarta sesién Martin renuncia a jugar frente a tanto en el suelo como sobre el divin. Se arrastra boca abajo, se mete bajo mi sillén, gatea a mi Jado dindome Ia espalda, va a 94 r apariencias de frases que quieren decir algo. Los ruidos aislados 95 dle sonidos, que, més seguides y més coherentes, se ordenan en son reemplazados por conjuntos sonoros y Ia actividad verbal se generaliza: Martin acompafia todo Jo que hace con_un_canturrea i la e z o si reflejara Ja continuidad de las cosas. La madre me que_asi_canturreaba Martin antes de la fa del_ama |. sintesis de las cosas, Se trata de una sintesis inicial.que apunta 4 constituir objetus simbélicos estables cn un espacio abierto al cro, Obran dos procesos simétricos: por una parte, poniéndose en cl lugar de los distintos objetos que alternativamente manipula (por cjemplo al precipitarse como un proyectil sobre el divin donde acaba de lanzar una revista), el nifio crea entre los objetos y su cuerpo una relacién de equivalencia: todo objeto se convierte en cl propio cuerpo y el propio cuerpo en todo objeto. Y como por (tra parte esta reduccién a lo idéntico esté alimentada por una relacion transferencial a la que refleja y concreta, el segundo pro- ceso subyazente a la constitucién de los objetos no puede ser sino | progresiva introyeccién de la madre, Introyeccién que se efectiia cn los niveles més arcaicos, oral y anal, pero también téctil, olfa- tivo, visual, auditivo y motor, Y esto en la medida en que la madre no desaparece, por més que sea para el nino el blanco directo de una agresividad que tiende a romper una relacién fusional, En otra pare he subrayado Ja importancia de esta situacién para la

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