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30. EL SIMBOLISMO_ —jEsté loco! —exclamé Ursula con un grito—, Por qué nose ‘va de ahi hasta que haya pasado el ren? ‘Gudrun miraba a Gerald con ojos dilatados, magnetiza- dos. Pero él seguia en su sitio, radiante y obstinado, foreando ‘ala yegua que giraba y se revolvia coro el viento, sin conse guir sin embargo liberarse de ta fueraa de su voluntad, ni tam- ‘poco escape al loco estépito de terror que resonaba a través de ‘todo su. cuerpo, a medida que los vagones pasaban despacio, pesados, aterradares, uno tras otro, persiguiéndose, sobre las vias del cruce. La locomotora, como si quisiera verificar sus fuerzas, fre- ‘né-y los vagones recularon hacia atvs, rebotando en los to- jes de hierto, rsonando como cimbalos horrible, chocando ‘cada vex mas cerca en una serie de golpes aterradores, estr- dentes, La yegua abrié la boca y se alzé despacio, como si la izara un viento de terror, Luego, sus manos se levantaron de tun salto, como si quisiera escapar, en una riltima conv sidn, al horror que tenia ante ella. Se ed atrds, y las dos j6- ‘venes se abrazaron, creyendo que la yegua se iba a caer hacia atrés aplastando al jinele. Pero él se incliné hacia adelante, con el regocijo brilléndole en la cara, y consiguié dominarla finalmente, hundirla, y Uevarla al punto de partida. Pero tan fuerte como la presion de su fuerza y dominio era la re- prulsion provocada por el terror absotuto que la obligaba a re- troceder y a vechazar la via del tren, de forma que empers @ girar como una peonza sobre las dos patas como si estuviera en el centro de un remolino. Al verlo, Gudrun se desuanecié 207 EL siMpouisMo on un mareo intenso que parecia penetvarle hasta el co- razén, D-H. LAWRENCE, Mujeres enamoradas (1921) ‘Traduccién de Maria Lozano. Agrandes rasgos, ctualquier cosa que sesté en lugar des otra cosa es un simbolo, pero el proceso opera de mu- chas maneras diferentes. Una cruz puede simbolizar el cristianismo en un determinado contexto, por sui aso- ciacién con la Crucifixién, o un cruce de caminos en otro, por similitud diagramatica, El simbolismo litera- Tio no es tan ficil de descifrar como esos ejemplos, ya que intenta ser original y tiende a una rica pluraliclad, incluso ambigtiedad, de significado (cualidades que se. rian indeseables en las sefiales de trafico y los iconos re- ligiosos, especialmente en las primeras). Si una meté- fora o simil consiste en manifestar la semejanza de A con B, un simbolo literario es una B que sugiere A, 0 cierto ntimero de A. El estilo poético conocido como simbolismo, que empez6 en Francia a finales del siglo x1x en la obra de Baudelaire, Verlaine y Mallarmé, y ¢jerci6 considerable influencia en la literatura inglesa del xx, se caracterizaba por una brillante superficie de significados sugeridos sin un meollo denotativo, No obstante, alguien ha dicho que el novelista de- berfa fabricar verdadero pan y verdadero vino antes de Convertirlos en simbolos, Jo cual parece un buen con= Sejo para un escritor que aspire a crear «una impre- sin de vida» o algo por el estilo. Si el pan y el vino son introducidos en Ja historia tan sélo, y demasiado ob- Viamente, por su significado simbélico, ello tenderd a 208 EL sIMBOLISMO, sabotear la credibilidad de la narraci6n en tanto que acci6n humana. D, H. Lawrence se mostré con fre- cuencia dispuesto a asumir ese riesgo a fin de expresar intuiciones visionarias, como cuando—en otro episo- dio de Mujeres enamoradas—su protagonista se revuclca desnudo por la hierba tirando piedras al reflejo de la luna. Pero en el pasaje aqui citado mantiene un buen equilibrio entre la descripcién realista y la sugerencia simbélica. El «pan y vino» en este caso es una accion compleja: un hombre que controta una yegua asustada por un tren minero que esta cruzando tn paso a nivel, mien- tras dos mujeres contemplan la escena. El hombre es Gerald Critch, hijo del propietario de las minas del h- Sar, que dirige el negocio y lo heredara a su debido tiempo. El lugar es el paisaje del condado de Notting. hamshire en el que Lawrence, hijo de un minero, se cri6: un agradable paisaje campestre cicatrizado y en- negrecido en ciertos lugares por las minas y sus ferro- carriles. Podtia decirse que el tren «simboliza» la in- dustria minera, que es un producto de la cultura en el sentido antropologico, y que la yegua, criatura de Ja Naturaleza, simboliza el campo. La industria ha sido impuesta al campo por el poder masculino y la volun- tad del capitalismo, un proceso que Gerald reproduce simbélicamente por la manera en que domina a su ye- gua, forzando al animal a aceptar el espantoso ruido metalico del tren, E Las dos mujeres que contemplan la escena son her- manas: Ursula y Gudrun Brangwen, la primera maes- tra, la segunda artista, Han salido a dar un pasco por e! campo cuando presencian la escena en el paso a nivel 209 BL siIMnoLIsMo Ambas se identifican compasivamente con la aterrori- zada yegua. Ursula est escandalizada por el comporta- miento de Gerald y dice lo que piensa. Pero los acon- tecimientos son descritos desde el punto de vista de Gudrun y su reaccién es mas compleja y ambivalente, Hay simbolismo sexual en la manera en que Gerald controla a su. montura—«consiguié dominarla final- mente, hundirla, y levarta al punto de partida»—y hay ciertamente un elemento de exhibicionismo machista en su ostentacién de fuerza delante de las dos mujeres. Mientras Ursula se siente simplemente asqueada por el, especticulo, a Gudrun la excita sexualmente, casi a su pesar. La yegua «empez6 a girar como una peonza so- bre las dos patas como si estuviera en el centro de un. remolino. Al verlo, Gudrun se desvanecié con un ma- reo intenso que parecia penetrarle hasta el corazén», Poignant («intenso») es un epiteto transferido, que 16- gicamente pertenece al suftimiento de la yegua; su aplicaci6n, bastante sorprendente, a dizziness («ma- reo») (pues poignant significa ante todo ‘conmovedor, patético’), expresa el torbellino de las emociones de Gudrun, y hace hincapié en el significado etimolégico de poignant (‘punzante, penetrante’) que, junto con apenetrar» en la oracién siguiente, da un énfasis pode- rosamente félico a la descripcién entera. Un par de pa- ginas mas adelante, Gudrun es descrita «atontada men- talmente por el peso indomable del hombre dejando sentir su fuerza en el cuerpo vivo del caballo: los mus- los fuertes, indomables del hombre rubio atenazando el cuerpo palpitante de la yegua con control absolute» La escena entera es profética, realmente, de la relacién sexual apasionada pero mutuamente destructiva que se 210 EL SIMBOLISMO se desarrollard més adelante en la novela entre Gu- drun y Gerald, Ese denso caldo de cultivo simbélico seria, sin em: bargo, mucho menos eficaz si Lawrence no consiguiera al mismo tiempo que nos representemos la escena en todos sus vividos, sensuales detalles. El feo ruido, el mo- vimiento de los vagones cuando el tren frena, son re- gistrados con una dicci6n y una sintaxis onomatopéyicas: clashing nearer and nearer in frightful strident concussions («chocando cada vez més cerca en una serie de golpes aterradores, estridentes»), seguidas por una elocuente imagen de la yegua, elegante incluso bajo el efecto del panico: «La yegua abrié la boca y se alz6 despacio, co- mo sila izara un viento de terror», Sea cual sea nuestra opinién sobre los hombres y mujeres de Lawrence, éste siempre fue brillante describiendo animales. Vale la pena subrayar que el simbolismo es genera- do de dos maneras distintas en este fragmento, El sim- bolismo naturaleza-cultura se basa en Ios tropos cono- cides como metonimia y sinécdoque. La metonimia sustituye la causa por el efecto o viceversa (Ia locomoto- ra representa la industria porque es un efecto de la Re- voluci6n industrial) y la sinécdoque toma la parte por el todo o viceversa (el caballo representa la naturaleza porque forma parte de ella). El simbolismo sexual, por otra parte, se basa en la metéfora y el simil, en que una cosa equivale a otra por cierta semejanza entre ellas: el dominio de Gerald sobre su yegna es descrito de tal manera que hace pensar en un acto sexual hu- mano. Esa distincién, originalmente formulada por el estructuralista ruso Roman Jakobson, acta en todos Jos niveles del texto literario, y de hecho también fuera EL SIMBOLISMO de la literatura, como mi protagonista Robyn Penrose demostr6 a un escéptico Vic Wilcox en ;Buen trabajo!, mediante el andlisis de anuncios de cigarrillos. Para ver, més ejemplos de cémo opera todo ello en el simbolis- mo narrativo, vedse el pasaje de Graham Greene anali- zado bajo el titulo «Lo exético» en la seccién 35. Bh. LA ALEGORIA No obstante, por lo que pude colegir en forma concreta, com- prendi que tenian dos clases distintas de moneda en circu- lacién, cada una regida por sus propios bancos y su peculiar igo mercantil. Uno de los das sistemas (el que regia en los Bancos Musicales) considerdbase como el verdadero y la mo- eda que amitia como la moneda legal en la que habian de concertarse todas las operaciones financieras; y por lo que pu- de ver, todas las personas que querian pasar por respetables tenian una cuenta corviente, de més 0 menos importancia, abjerta en esos bancos. Por otra parte, si hay algrin detalle del cual puedo estar mas seguro que de todo lo demas, es de que el importe de esas cuentas corrientes carecia de todo valor comer- cial verdadero fuera del banco. Estoy convencido de que ls di- rectores'y cajeras de las Bancos Musicales no cobraban su suel- do en su propia moneda. Et sefior Nosnibor solia ir a esos bancos, 0 mejor dicho al gran banco central de la capital, en alguna que otra ocasién, pero no muy a menudo, En cambio era el mejor sostén de tno de los otros bancos, si bien parece ser que desempeiiaba asimismo algiin cargo, de poca importan- cia, en los Bancos Musicales. Las setoras iban alli solas, por regla general; lo mismo ocurréa, ademés, en todas las fami- lias, salvo en las grandes ocasiones. Hacta tiempo que queria obtener més pormenores de esa extraiia organizacién 9 que sentéa el mds fuerte deseo de acompariar a la esposa de mi huésped y a sus hijas. Habialas visto salir casi todas las maranas desde mi llegada y habia ‘notado que levaban sus bolsilias en la mano, no diré que con 213 LA ALEcoria astentacion, pero si de tal modo que las personas que crusa- ee 4a calle comprendiesen a qué lugar se dirigéan, Hasta aquel dia, sin embargo, nunca me habian pedi acompaiiase. St ee SAMUEL BUTLER, Erewhon (1872). ‘Traducci6n de Ogier Preteceille, La alegorfa es una forma especializada de narrativa simbélica, que no se limita a sugerir algo més alld de su significado literal, sino que insiste en ser descifrada en términos de otro significado. La alegoria mas famosa en lengua inglesa es Fl peregrine de John Bunyan, que alegoriza la lucha cristiana para aleanzar la salvacton en forma de un viaje desde la Ciudad de la Destruce ci6n, a través de obstaculos y distracciones tales como el Abismo de Ta Desesperacidn y la Feria de las Vanida. des, hasta la Ciudad Celestial. Se personifican las virtu. des y los vicios: son personajes que Cristiano, el prota. gonista, se encuentra por el camino. Por ejeinplo. Ahora, cuando habia alcanzado la cima de la colina, lego ds hombres coven agenda oe de €l estaba; el uno se lamaba Asustadizo, y el otro Desconfiado; a los cuales Cristiano dijo: Seitores, zqué ocurre? Corren ustedes en direccién contraria, Asusta. dizo contesté que estaban yendo a la Ciudad de Sién y ue habian superado ese dificil obstéculo; pero, dijo, Santo mds sranzamos, mis peligro nos enconte mow: de modo que hemos dado media wellay extames Puesto que el desarrollo de una narracién alegérica es- ay LA ALEGORIA td determinado en cada momento por su correspon- dencia univoca con el significado implicito, tiende a obrar en contra de lo que Henry James llamaba «la sen- sacién de vida» en la novela, Asi pues, en las obras lite- rarias no especificamente alegéricas la alegoria, cuan- do alguna vez aparece, lo hace en relatos interpolados ‘como suieiios (el mismo Peregrino se presenta como un suefio) © historias que un personaje le cuenta a otro. Un caso acabado de Graham Greene, por ejemplo, in- cluye un cuento infantil narrado por el protagonista Querry a la pueril Marie Rycker: La historia, en torno a un cinico joyero que ha triunfado, es una alegorfa transparente de la carrera profesional de Querry en tanto que famoso arquitecto catdlico que ha perdido la fe religiosa; es también irénicamente aplicable a la pro- pia vida y carrera literaria de Greene: ‘Todo el mundo decia que era un artesano extraordi- nario, pero también era muy elogiado por Ia seriesiad dle sus temas porque encima de cada huevo haba una cruz de oro con pedacitos de piedras preciosas incrus tados en honor de! Rey. Las obras en que la alegoria se usa no de forma ocasio- nal sino como un recurso narrativo central suelen ser Fibulas didécticas y satfricas, como Los viajes de Gulliver de Swift, Rebelién en la granja de Orwell y Eravhon de But- ler, En esas obras maestras un realismo superficial en la presentacién confiere a los acontecimientos fantésticos una especie de extraiia plausibilidad y el juego de co- rrespondencias se desarrolla con tal ingenio y agudeza que nunca se vuelve aburtidamente predecible. El titue 215 LA ALECORiA Jo Erewhon es nowhere (‘en ningtin sitio’) deletreado al revés (0 casi), Butler sittia asf su libro en la tradicion de la Utopia (‘no lugar’, en griego) de Tomas Moro, des- cripcién de un pafs imaginario que presenta instructi- vas similitudes y diferencias respecto al nuestro, Un jo- ven inglés cruza una cadena de montafias en una lejana colonia del Imperio (que recuerda Nueva Zelanda, donde Butler pasé varios afios) y por azar descubre un pais hasta ese momento desconocido. Sus habitantes han alcanzado aproximadamente el mismo estadio de desarrollo que la Inglaterra victoriana, pero su sistema de valores y creencias parece extravagante y perverso al narrador, Por ejemplo, consideran la enfermedad un delito, cuyo culpable es castigado y separado de la gen- te respetable, y el delito una enfermedad, que suscita la conmiseracién de amigos y parientes y requiere costo- 80s tratamientos imparticos por compasivos médicos lla mados «rectificadores». Pronto captamos la idea fun- damental—Frewhon exhibe la moral y buenas costum- bres de los victorianos en formas desplazadas o inverti- das—; pero es importante que no la capte el narrador. Parte del placer que nos proporciona ese tipo de narra- tiva es que nuestra inteligencia se ejercita y se siente ha- lagada por la interpretacion de la alegoria. Los «erewhonianos» no tienen ninguna creencia re- ligiosa, y atribuyen la observancia de la fiesta del Sefior por parte del protagonista a «un ataque de introver- siGn que segiin sus observaciones me daba cada siete dias». Lo que tienen en ver de fe son Bancos Musicales, Hamados asi porque «todas las transacciones mercanti- les se hacen con acompaftamiento musical... aunque la amiisica en cuestidn resultaba odiosa a un ofdo euro- 216 LA ALEGORIA peo». Los edificios en que dichas transacciones se de- sarrollan estén vistosamente decorados, con revesti- mientos de mirmol, esculturas, vidrieras, etc. Las per- sonas respetables como los Nosnibors (Robinsons), que apadrinan al narrador, efectiian pequefias transac- clones financieras en esos bancos y lamentan que tan poca gente use todas las posibilidades que dichas enti- dades ofrecen, aunque todo el mundo sabe que la mo- neda que en ellas circula no tiene verdadero valor, Lo que se nos esté dando a entender, con toda cla- ridad, es que la religién victoriana era en gran parte un ritual social y que, al mismo tiempo que acataba en teoria los principios del cristianismo, la burguesia ingle- sa gestionaba en realidad sus asuntos con criterios totalmente distintos, criterios materialistas, Pero si lee- mos y disfrutamos Erwhon, no es por su mensaje, bas- tante obvio, sino por la comicidad surrealista y la co- herencia con que desarrolla las analogias, tan ricas en significado. Es cierto, por ejemplo, que los bancos, es- pecialmente los que son grandes ¢ importantes, pare- cen iglesias 0 catedrales, en cuanto a su arquitectura y decoracién; lo acertado de la analogia nos obliga a re- flexionar sobre la hipocresia y falsas pretensiones tanto de las instituciones financieras como de las eclesiasti cas, ¥ el comportamiento discretamente autocompla- ciente de las sefioras que se dirigen al Banco Musical, Hevando sus monederos «no diré que con ostentacién, pero side tal modo que las personas que cruzaran en la calle comprendiesen a qué lugar se dirigfan», es mu- cho mas divertido de lo que seria si fuesen personajes en una novela realista evando misales. La alegoria es una forma mas de desfamiliarizacién, a7

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