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CAMPO GENERAL 1A UN MIGUELIN que vivia con su madre, su padre y sus manos, lejos, lejos de aqui, pasando la vereda del Pollo de y otras veredas sin nombre o poco conocidas, en un lu- remoto, en el Mus. En medio de los Campos Generales, ro en una abertura, un paso entre matorrales, de tierra ne- al pic de la serrania. Miguelin tenfa ocho afios. Cuando smpli los siete, salié de ahi por primera vez: el Tio Terez lo leva caballo sobre la sll al frente, para que lo confirmaran cl Sucutiyi, por donde pasaba el obispo. Del viaje, que du- muchos dias, habia guardado aturdidos recuerdos, embro- jos en su cabecita. De uno de ellos, nunca pudo olvidarse: en que ya habia estado en el Muctin habla dicho: —"Es bonito lugar, entre cero y certo, on muchas canterasy mu- vvegetacin, distance de todas partes; y siempre llueve.” © Pero su madre, que era linda, con el cabello negro y largo, dolia de la tristeza de tener que vivir all, Se quejaba, prin- ipalmente en los demorados meses luviosos, cargados de bes; todo tan solo, tan oscuro, el aire ahi era mds oscuro; bin en el tiempo del esto, cualquier dfa por la tarde, ala ran que el sol se mete. —“Hluy. ah, el rise rincén." ella Jamaba. Aun asi, mientras estuvo fuera, silo con el Tio Te- rer, Miguelin padecié tanta nostalgia, de todo y de todos, que fa veces ni podia llorar y se sofocaba. Fue y descubrié por si Tmismo, que humedeciendo la nari2.con un nadita de saliva se aliviaba un poco de aquellaafliccidn. De ahi que le pidiese fal Tio Terez que le mojara cl pafuelo; y Tio Terez, cuando da- an con un riachuelo, un manantial oun pozo en las piedras, ws “4 ‘caMPo GENERAL sin apearse del caballo bajaba el vaso de hueso, en la punea de una cadenita, y subia un pufiado de agua. Pero casi siempre eran secos los caminos en las lanuras, y para esas ocasiones ‘Tio Terex tenia un guajecito entreejido con liana, que era una smaravlla. —"Sieve para beber, Miguelin..", decta Tio Tetez ‘en broma. Miguelin rambin ria y preferia no beber su pate, la dejaba para empapar el pafiueloy refescar la nari ala hora del sofoco. Queria al Tio Terez, hermano de su padte. Cuando regres6 a su casa, su més grande pensamiento era la buena noticia‘que le darfa a su madre: Io que el hombre habia dicho — que el Musin era un lugar muy bonito. La ma dre, cuando oyera esa certeza, se alegraria, seria consolada Era un regalo; ylaidea de poder llevarlo asi, de memoria, co ‘mo una salvacién, lo dejaba febril hata en las piernas. Tan- ta gravedad, tan grande, que ni se lo quso decir ala madre en presencia de los demés, pero suftia por tener que esperar; y tan pronto como pudo estar con ella a solas, se abrax6 a su cuello y le cont6, estremecido, aquelli revelacién. La madre no le dio importancia, lo miré con tristeza y sell cerro; de- cia: "Siempre pienso que alld, més atrés, ocurren otras co- sas, que ese cerro me las tapa y que yo nunca las vere.” Era Ia primera ver que la madre hablaba con él de un tema tan serio. En el fondo de su corazén él no podia, sin embargo, estar de acuerdo, por mucho que la quisiera: le parecia que cl joven que habia dicho aquello era el que tenia la razén. No Porque él, Miguelin, le viea al Murin alguna belleza — no sabia distinguir un lugar bonito de uno feo. Pero nada més, por el modo en que el joven habl6: lo lejos, lev, sin ningin interés particular; por el modo contraro de su madre — agrs- vado por la melancolia y esparciendo suspiros, lastimosa. Al comienzo de todo habia un error — Miguelia sabia, poco en- tendia. Entre tanto, el bosque, ahi cere, casi negro, verde os caro, le daba miedo. ‘CAMPO GENERAL us Con lo aligido que estaba de quedarse a solas con su ma- re pata darle la noticia, Miguelin debié de haber procedi- mal y disgustado al padre, cosa que no queria, de ninguna yanera, cosa que lo dejaba en un aturdido arrepentimiento de in, De nada seria, porque el padre ceca, rabioso: —"Es- nfo es un mal agradecido, Todos estos dias que estuvo fue- se pased, se pase, fue al Sucuriy, y cuando regress, parece ue ni me estima, no quiere saber de mi..” La madre lo casti- , por él: —"Déjate de cosas, Bero. El nifio esté nervioso...” r0 el padre se enfurecié ain mds, y como al orro dia era do- ingo, llevé al mont6n de hermanitos a pescar al arroyo: y iguelin se cuvo que quedar en casa, catigado. Pero Tio Te- , de buen corazén, lo ensefé a poner trampas para atrapar ajartos. Atraparon muchos sinsontes, aquellos péjaros sua- 3s, azulosos, que después dejaban i, porque no es un jaro jaula. —"ZEn qué piensas, Miguelin?”, preguntaba Tio Te- —"Pensaba en Padre." respondi6. Tio Terez ya no pre- snt6 y Miguelin se puso triste, porque habia mentido: no ba en nada, pensaba en lo que sentian los insontes cuan- le que estaban atrapados,separados de sus mpaferos, les tenia listimas yen el momento en que Tio Te- le pregunté, salié de la boca aquella respuesta. Mas los sin- nes segufan cantando, volaban y se posaban en el papayo, smpre cafan en la trampa, de nuevo los soltaban y todo con- uaba. Memorable era el obispo — rey de bondad, tan rico los colores de aquellos trajes, sus medias rojas, con hebi- en los zapatos, v el anillo, el aillo milagroso, que no habia -mpo para verlo bien, que se besaba de rodillas. —Tio Tere, ce parece que el Musin es un lugar bonito o feo? _ —Muy bonito, Miguelin. Me gusta vivir aqui Sin embargo, Miguelin no era del Mutin. Habia nacido més Aejos ain, ambién en un agujero en el matorral, un lugar que se se daban cuent Ms (CAMPO GENERAL, llamaba Palo Morado, a orillas de Sarrién. De all, por sepa rado, recordaba desaparecidas cosas, recuerdos que todavia lo asustaban, Estaba al pie de una cerca, en un patio, desde donde un nio grande le hacfa muecas. En aquel patio habia tun pavo que gorgoteaba y hacfa la ronda, pasedndose, pul: pufo —el pavo era la cosa més vistosa del mundo, de pron- {o importante, como en un cuento—,y el nfo grande de- fa: —*jEs mio!” Y —"Es m(o..”, repetia Miguelfn, para complacer al nifio grande. Entonces el nifio grande levanta- ba con dos manos una piedra y hacfa una mueca més fea ai: —*;Aua.” Después, la confusin, lo cargaban, la madre llo- : —"iMataron a mi hijl.”, y Miguein no pola ver, una cosa caliente y pegosteosa le escurra dela frente, tapdndole los ojos. Pero el recuerdo se mezclaba con otro, de una ocasién fen que estaba desnudo dentro de la palangana, y su padre, su madre, Abuela Isidra y Buela Bienvenida a su alrededor, y cl padre ordenaba: —“Traigan la cosa...” Trafan un armadi Ilo que chillaba y lo mataban con el cuchillo, para que la san- gre escurrira sobre su cuerpo, en la palangana, —" Fue ver ddad, Madre2”, l habia indagado, mucho tiempo después; y la madre lo confirmé: decia que él estaba muy débil, que apenas habia saido de una enfermedad, y que el batto de Ia sangre viva del armadillo era para que pudiese recofar. De Palo Morado conservaba otros recuerdos, tan huidizos, «an Iejanos, que parectan formar un suefio. Unas jovenes olorosas limpias, las clara risas bonitas lo atrapaban, lo Ilevaban al borde de una mesa, lo ayudaban a probar, de una taza grande tragos de un de-beber caliente, que ola a claridad. Después, cen la alegrfa de un jardin, lo dejaban gatear en el suelo, en medio de aque frescor de hojas; le gustaba el olor de atic tra, de las hojas, pero lo mejor de todo eran la frutitas rojas escondidas entre las hojas — olor que goteaba, regoteaba risuefo, olor de alegrita... La fruta que uno coma. Pero It ‘cao GENERAL w madre explicaba que aquello no habia sido en Palo Morado sino en Pindatbas de Abajo y de Arriba, la gran hacienda de ‘Jos Barbor, adonde habian ido de paseo. Del vigje en el que legaron al Mutin, muchos cuadros en- fexjaban exactos en la memoria. La madre, él y los hermani- cons de bucyes con toldo de cuero y estera de ima, llena de hats, bolsas, canta cosa — se podia jugar allt Blas escondds. De vr en cuando comian comida aladao eocadas, dulce de leche 0 queso descortezado, Uno de los her- Imanos, apenas recordaba cual de ellos, comaba leche de cabra, por eso venia la cabrita blanca caminando, atada a un yugo en la parte trasera de la carrea. Los cabrititos venian dentro, junto con todos, y berreaban por su madre todo el tiempo. La ppobrecita de la eabrita — zqué no se cansaba? —Va bien, {con los pechos leno, que se le escurre.." alguien deci. ;Qué squerian, pobrectos de todos ellos, que deara que su pobre le 3 se derramara en el camino, en las piedras, en el polvo? El [padre ibaa caballo, ladeando. Tio Teres también debié de es- ahi, pero de eso Miguelin no se acordaba. Se habfan eruza- ddo con una barbaridad de bueyes embravecidos: jla manadal Y pasaron por muchos lugares. -¥ qué me trajiste del Sucuriyd? —e pregunté Paca —Te trae esta esampica.. Era la figura de una joven recortada de un peribdic. Es bonita. {Tela dio el obispo? Si =a para mi jg¥ para mitt —reclamaban Dito y Toma- Pero Miguelin ya no tenia nada més. Puso la manita en el ral: encontré solamente un pedazo de cordén y las boitas resina de un almécigo, que habia arafado con las ufas, a de un riachuelo, Lo traia en un paquete, muchas cosas... Se cayé en el aro- yo, el agua lo hundié... Dentro del arroyo habia un yacaré, de. or Manin, (Mien ceva i al inferno! —decia Dena, la mayor, que no habia pedido nada y que se habia mance do apare. No, 20 me voy al inferno, ya me confirmaron, juste des nol —Si ya te confirmaron, zeémo te llamas? —Miguelin Bobo! Yo me llamo Maria Andrelina Cessin Caz. ;Papa se llama Bernardo Caz! Maria Francisea Cessin Caz, Exped 10 José Cessin Caz, Tomds de Jess Cessin Caz... Ti eres Mi sulin Bobo “Tomasio, que tenia cuato ais, ingenuo, le pedia que con: tara mds del yacaré grande dentro del arroyo. Dito escupia en Ia direecién de Drelina — res mala esis maleratando a Miguelin! Paca, que habia entrado corriendo a la casa a mostrar lo que habia rcibido, regresaba ahora sollozando. —Mamé agarré mi estampica y la rompis... Me dijo que no era una estampa, que era pecado. Drclna se empinaba frence a Miguel —jzNo te dije qu te ibas a irl infierno? Drelina era bonita: tena el pelo largo, rubio. Dito y Toma sito eran pelitojes. Sélo Miguelin y Paca tenian el pelo ne 70, como el de la madre. Dito se parecta mucho al padre Miguclin era el retrato de la madre. Pero habia otro herma no, el mayor de todos, Liobaldo, que no vivia en el Mutin [Nadie se acordaba de sus facciones. —"Mamé esté haciendo natlla de coco, Rosa esté piando tipas de cerdo para asarlas..” Tomasito, que habia ido ala cocina a espar,llegaba con los ojos desconfiados, escon ddiendo algo en la mano. —"izQue es eso que te robaste, Tom ‘CAMPO GENERAL Ww sito!” Fra lo que quedaba dl recorte de periédico. —"Tiralo! &No te das cuenta que es pecado?” —"No me lo voy a queda. Lo voy a guarda.” Tomasito todo lo scondla, como los pettos. Eran tantos os perros. Gigén — el més grande, totalmen- te negro: decian que era muy capaz de exzarjaguares: le gus- taba jugar con los nos, los defend de todo. Los tres vena- eros blancos: Sunombre, Pepe Rocha y julito de Talia — José Rocha y Julico de Tulia, on nombres de personas también de Palo Morado, que el padre de Miguelin odiaba: pero, con el tiempo el odio exhal6, nadie mencionaba lo antiguo; los dos [perros eran Cerréy ulin. Los cuatro cazadores de paca, de co- rea, diferentemente rayados, tes machos y una hembra que ‘nunca se separaban, pequefios y redondos: Carécter, Catita, Soplado y Floresto. ¥ el perdiguero Riobello, que habia muer- to loco, por comerse un bicho venenoso. Pero, segiin el sentir de Miguelin, la mas principal era Gota de Oro, una petra bondadosa y sin duefo, que lo queria a él. indo se escondia en el fondo de la huerta para juga slio, lla se aparecia, sin estorbat, sin ladrar, cerca, como si enten- ira. Siempre estaba toda flaca, enferma dela salud; decian ue se estaba quedando ciega. Pero tuvo pertitos. Todos se urieron, menos uno, que era tan lindo. Jugaba con la ma- ¥ munca se haba visto a Gota de Oro tan alegre. El cachorrito era del mismo color que Gota: los dos en allo y blanco, llovidits. Else estraba, raspaba, con las ttas al frente, arancaba tierra negra fofay la traba lejos, ia atris, en el rosal, como si quisiese sacar de adencro del 9. del fondo, aquel buen olor de luvia. Después hacia ma- as, rodaba de espaldas, se sentaba y se sacudla, sus dien- cos brillaban hacia muchas distancias. Mordia la cara de madre, y Gota de Oro se empinaba — el hijo colgado al are. onces se echaba a correr, la boquita abieta,reviraba,salta- sobre la madre veinte veces. Gora de Oro mordta una ra- 150 ‘CAMPO GENERAL sma, él coreia para tomaa, ladraba enojadito si ella lo mordia con fuerea. Contentto, sin pasar vergienzas, nada le daba pe- ra, jamas cerraba la boca, hasta se rela. Después, pasaron por el Muni unos eroperos se quedaron muchos das porque sus burrs estaban cas! todas mancos. Cuando retomaron el cami no, el padre de Miguelin les regal la perra, que jalaron ama- rrada a una cuerda, el prrtoloriqueando dentro de un canas- to, Iban adonde iban. Miguelin lloré contra el piso, pagé la tristeza, sollozé muchas veces. Alguien dio que ocurtla que pe- ros regalados regresaban siempre a casa. Entonces le crecieron| esperanzas: Gota de Oro iba a tegresae. Esperé, esper6, senso, ‘Aun por la noche, pensaba que era ella, cuando un petro empe- zaba a larar. Quién le ibaa abrir la puerta para dejara pasar? Legaria eansads, con sed, con hambre. —"Esa ya no sabe re~ sgresar, ya estaba casi cicga..” Entonces, siya estaba casi ciega, {por qué el padre se la habia regalado a extrafios? :Y sila malta tasen? Miguelin era tan pequefo que.en pocas semanas se iba a consol. Pero un dia le contaron la historia del nipo que en contré en el bosque una cuca, que los demas le arrebataron y Ja mataron. El nin triste cantaba,llorando: Mi Cuca, déndeestd mi Cuca? Mi Cuca, dénde esté mi Cuca! Ay, mi Cuca {que dl bosque me dial El no sabfa, nadie sabfa lo que era una cuca. ¥ se acondés més ain de Gota de Oro: y lloé tanto, que de pronto le pu 50 4 Gota de Oro ese nombre de Cuca. Desde entonces nun case olvidé de ella —Padre se est peleando con Madre. Le insulta ofensas, ‘muchas, muchas. Tengo miedo, quiere pegarle a mamé.. ‘CAMPO GENERAL i Era Dito tionedndole de un brazo. Dito era el menor pero sabia de lo serio, pensaba répido las cosas, Dios le habia dado todo el juicio, Queria mucho a Miguelin. Cuando lo de la ‘Cuca, Dito le pregunté un dia: —";Quién sabe y no sea peca- do sentir nostalgia de un perro.” Dito queria que ya no llo- rara por Gota de Oro, porque siempre que lloraba, a Dito le daban ganas de lora con —Yo creo que Padre no quiere que Madre converse nunca smds con Tio Tercz.. Madre sollora en llanto, demasiado. Miguelin entendis todo tan répidamente que le cost6traba- jp entender. Acomodaba el suftimiento. Dito se asusté: —"Va- ‘mos al aroyo, a ver emo nadan los patits..", agregaba. Que- sacar a Miguelin —No, no... No puede pegarle a mamé, no puede Miguclin broté en llanto. Lloraba a gritos. De pronto salié cia la casa. Dito no lograba retenerlo. Frente al padre, que tenia la ira de una fier, Miguelin no do decir nada, emblaba y sollozaba; corrié hacia la madre, ue estaba arrodillada, ecostada en la mesa, con las manos indole el rostro. A cllase abraz6, Pero de abt ya lo arranca- ‘padre, golpeéndolo, bramando. Miguelin ni grtaba, slo taba de proteger la cara y las orejas; el padre se habla qui- jo el cinturdn y con él le golpeaba la piernas, que ardian, fan como muchas quemaduras; Miguelin zapateaba. Cuan- ppudo respirar, lo habian puesto sentado en el taburete,cas- igado. Le temblaba todo el cuerpo. El padre tomé el som- roy sali, La madre, en el cuarto, Horaba més fuerte; en esas ocasio- se enfermaba y pedfa todo el consuelo, Nadie habia queri- defender a Miguelin. Ni Abuela Isdra. Y eso que hasta el ie parecia tenerle miedo a AbuelaIsidra. Ella era flaca y , nunca dejaba de enojase con todos, por todo. Con el ca- ‘que hacia no se quitaba el fic negro. —"jEn lugar de gol- 132 ‘CAMPO GENERAL pearlo, debian de ver por la salud de este nifio! Cada dia es 1d mds flaquito..” Siempre que golpeaban a alguien, Abucla Isidra vena a regatar para interceder por se. AbuelaIsidra tomaba la almohadillay se iba a hacer sus deshilados, rezaba {yrezongaba en su cuarto, que era el peor, siempre oscuro; alld tenia tantas cosas que uno ni se ls imaginaba; Abuela Isidra casi nunca abrfa la ventana, via en la oscuidad. Los hermanos ya estaban acostumbrados, ni dejaban los juegos para ver a Miguelin sentado en lo alto del raburete, en paz. Sdlo Dito, de lejos, distante, por la puerta espiaba, Leal Pero Dito no iba a ven, no queria que Miguelin pasara ver- gilenza. zAdénde habria ido el padre? Miguelin no se quejaba por ‘estar de castigo. Lo dejaban, lo malo habia terminado, las pier nas dejaban de dolerle, podia jugar a pensar, all, en la quie~ tad, tocando las cuentas que tenia en un hilo al cuello y que de vez en cuando debta bess, salando la boca con lo timo de sus ligrimas. El perro Gigén caminaba hacia la cocina, despa cio, caberén, con su eterna jeta, todo él grueso. Nadie coria a Gigén de la casa porque el padre decia: —"£ nos salv6 la dal"; dormia al pie dela puerta del cuarto y una noche lade despertando al mundo: una vibora enorme habia entrado, una uurutdi que el padre mat6. El dia estaba embrutecido de calor, Miguelin tenfa sed, pero no queria pedir agua para beber. Siempre que uno estaba de castigo y necesitaba pedir algo, aunque fuese agua, los dems le daban, mas quien daba, aun- ue fuera la madre, deeia por lo menos una palabra de re- gai, que lo avergonzaba a uno todavia mds. Miguelinesta- ba sucio de sudor. Después se fij6 que al momento debié de ‘empezar a hacer pipi en los pantalones; pero ahora ni tena ganas de hacer. La madre suspiraba,sollozante, un pequeio, Tanto sin verdad, triste: si él pudiera estarfa en ese momento regresando al huerto, no habia ofdo todo aquello como abo- ‘caMro GENERAL ss 1a, vela alas hormiguitas entrando y saliendo y trenzando, los ‘aracoitosrodeando las hojas, en el sly en la sombra, por don- dd sc arrastraban dejaban aquel rstro blanco que brillaba. Mi guclin restregaba un pie en el oto, le picaba: otro bicho; cuan- do crecia se embolsaba bajo la piel, se le agrandaban los os, yyla madre se lo sacaba con un alfler. AbuelaIsidra clamaba: —" Ya estuvieron jugando cerca del chiquero! Las craturas de- brian usar zapatos... Sélo tenia un par de zapatos, los de la ‘onfirmacién; ten‘a también un par de pequefias alpargatas de cuero crudo, porque habia que guardar el par de zapatos. El ‘obispo era tan grande, en los morados, daba un miedo a la ho- ta de besar el aillo, Al que mas veces dejaban de castigo era a 4, Miguelin; pero ala que le aban més palizas era ala Paca. Ls Paca renfa mal genio —todos decfan—. Ella armaba sus ca prichos, etraba al piso, pataleaba, mordia, no respetaba ni al padre. Pero su padre no deberfa de andar diciendo que un dia iba a ponerloa el, Miguelin, en el peor castigo, atado a un 4r- bol, al borde del camino. Si eso hiciesen zmoriia del estran- gulamiento del miedo? Del matorral que estaba sobre el cero bajaban jaguares. ;Cémo podia su padre imaginar esos casti- g0s, atara un nifio en la oscuridad de un monte? Los padres de Hansel y Gretel slo hicieron en el cuento: el padre yla ma- dre los llevaron a los dos para perderls en el bosque, distan- tes, porque no tenan que dares de comer. Miguel sua tan- 10 por Hansel y Gretel, que le regresaban las ganas de llora. Dito se acercaba al revés,fingiendo que no. Cuando uno de cllos estaba castigado, los demés no podian hablar con ése. Pero Dito decia todo en vor muy baja, y viendo al otr lado, el que los viera no podia acusarlos, porque no estaba, lo que se dice, conversando con Miguelin. Va allover. El vaquero Je dice que a vaa desilover un tre= smendo aguacero, porque en el corral el pdjaro dela lluvia se 154 ‘CAMPO GENERAL std lanzando contra las mariposa... El vaquero Je vino por toy héctico ni tsico, don Aristo?” —"Cillae la boca, no di: gs tantas ronteris, mi compadre Miguelin: nunca of otra tan ‘CAMPO GENERA 1 grande. ;No se da la tsica en estos Generales, el ate de aqui no Jo consiente! Lo que tienes es mucha salud que no empluma..” Padre llegaba y don Aristo le explicaba: —"Mi amigo Mi- guclin extrané de repente la mejor salud que tiene. Eso, ¢s0 es: hay que ajustar las piernitas al compds..” Estipulaba que ahi en los Generales no se daba la tisca, pero aun la tisica la podia curar con berros y el caldo de los animalitos de los ca- racoles —era:j2as-tras!— y los milagros que aquello obra- ba... Miguelin no necesitaba de ningin remedio, estaba lim- pio del todo. Ejercicios con juicio eran buenos: podria ir de ‘aceria.. Porque don Aristeo habia ido por ahi para avisarles| ‘los cazadores: un tapir enorme andaba sin rumbo, desatado, tun tapir negro de planicie: don Aristeo se habia topado con a willa del rastro, habia atinado con el atajo principal revia- jaba de meseta en meseta y habia bajado en tres veredas: en el Tipin, en el Terentén, en la Rancheria — asneando, solo, seguramente habia perdido a la hembra, o alguien ya la habia tmatado. Era necesario emplazar una buena caceria.. —".¥ c6- smo van las abejas, don Aristeo2” —"De miel en mie, bien y mal, Nor Berno, pero siempre en diligencias, me respetan ‘como a su rey; saben que soy el Rey Bemol... Només aye, sé, saben, una colmena dio un enjambre, un enjambre enorme: tuno ve rodar una nube negra, el diablo hubiese querido es- tar en medio, grufiendo... Ey, Miguelin, esto es para ti, que necesitas saber de las cosas: primero fue en un matorral donde encontré a unos monos durmiendo, entonces se des- pertaron y se pusieron a conversar conmigo. Después, si ves 41un pelirrojo que estornuda tres veces y si él trae cuchillo y pide agua para beber, pero primero se limpia la boca y escu- Pe, ja ése nada le pidas” Don Aristeo rchus6 almorzar. Pero sacepeé un aguardience. ;Oh, hombre! Trafa un ramivo de ay- ide-mi en flor en la copa del sombrero y no se remangaba los pantalones. Només decfa aquellas cosas bailadas en el aire, la 12 ‘CAMPO GENERAL casa se espaciaba mucho més de alegrias,y hasta Abuela Isi- dra, como tenfa boca, tenfa que rirse. Miguelin deseaba po- der pasear con él — a su vera uno tenia ganas de of las lindas historias. Al momento de irs, al final, don Aristeo abraz6 a Miguel: —"Oyeme, mi Miguein, ve curaste asi, mira {No voy y voy y voy y voy y vuelvo! ‘Porque iyo fuera Porgue si yo fuera Porque si yo fuera he de reprsa. Y exto se canta bien répido, como pola.” Después y tanto, abrazé a Dito; dijo: —"Traten a este nucs tro hombrecto con anicares, fue él el que vino y me lam..." La caceria, la persecucién del rapir, quedaba para un do- ‘mingo, si Dios quiere. ‘Ahora Miguelin tenia tanta hambre que comié demasiado, se sintié débil: después de comer se puso Frio y sudado. Mas levantaba buenos colores. El barro se sec6. Padre dijo: —"Mi- guelin debe hacer ejrcicio trabajando, mafana me va a llevar el almuerzo a la rora". A Miguelin le gust eso, mucho: Padre creia que él servia para ayudar, Padre le habia hablado sin regafiarlo, La aegria de Miguelin era altsima —{Tii me ensefas a bailar, Paca? —Si, pero tino aprendes. —Si aprendo, Paca —Fue Rosa la que me dijo: Dito sf aprende, Miguelin, no, Por qué, Paca? Porque td naciste en dia viernes con los pis en el siba do cuando ests alegre por dentro ests triste por fuera. Rost fue la que me dijo. Ti tienes pies de chocolatera. ‘CAMPO GENERAL 193 AA dia siguiente, dia lindo, por la mafiana, el sol llamalla- ‘mando, se ofa hermoso cl grlgril de los loros, al primero, a segundo, al tercer paso de ellos, hacia el palmar de las veredas Por cualquier cosa, que no se sabe, las sariemas gritaron, certo abajo, cerro arriba, casi una hora entera. El vaquero Sats s3- ‘aba leche, Dito lograba ayudarlo. La becerrta de la vaca Pi znaera de del becerro de la Teompera era de Tomasto, el de a Nobleza de Drelina, el de la Mascaraia de Paca: de él, Migue- lin, el de la vaca Sitena. El Rio Negro no se apartaba de la Ga- diada, que debia estar al comien2o de calor. Toro torvo, feo, cara de tonto, tan malo, De vez en cuando volteaba la cabe- ota para lamers lacharnela — porque estaba lleno de larvas. —"Por culpa de que aqui es puro campo, al pie de la serrania, fen medio de los Generales no se da...” — castigaba por él el vvaquero Salis. Dito preguntaba la continuacién. Dito de todo queria aprender. Después, Madre y Rosa arteglaban bien la comida, en la bandeja de madera con diferentes agujeros —no se necesitaba plato, ni fuente de servir, ni vajilla—; él, Miguelin, podia ir on cautela, llevérsela al padre. Malo que Dito no lo acom- Paflaba, porque con dos nifios no result, hacen travesuras. El ‘eaminito bajaba bordeando la gruta. ;Pon los ojos al frente, ‘Miguelin! Iba contento, llevaba un brfo, levaba destino, se ria del grucso grito de los papagayos voladores, no se detuvo para merecer la vista de una enorme guacamaya azul comien- ddo brotes del érbol, ni para of el guaco de cola amarilla que cantaba diferente, a veces no cantaba, una estancia: nada més piaba para llamar ala hembra. De ahi Miguelin tenfa que cru- tar un tramo de matortal. No cultivaba el miedo, si estaba tan cerca de casa. Asi, el mes era mediados de noviembre, pero fas frutitas dl ciruclo saltaban, cayendo al suelo. La jacaranda florecia en morado — sus morados pafiuelos chismosos. Ni habia tamanduds, que tienen su residencia en las grutas, les 194 ‘CAMPO GENERAL, gustan los lugares donde hay bambiies, porque arafian las cortezas de los Arboles. Ademés de tonto, dl, el tamandu, tie- rnc un ronquido que es un jadeo, como puerco, un jadeo como sollozo. Miguelin no tenia miedo, ningin miedo, ninguno, no debia de. Miguelin slia del monte, destemido. Enfrente tuna garza sobre el vuelo,silbaba — ibaa ver el agua de las la- jgunas. El cardenal todavia recantaba en el primer drbol cerca del macoral. Miguelin no voteaba la cara para espa, le fala- ba tiempo. Los pajartos son as, a propésito: bonitos porque no son de uno. Para no temerle a todo, era necesaro tener una “obligacién. Caminaba més répido, un rato, legaba a la roza Alli estaba el padre, escarbando, el sol relumbraba en el azadén. Padre estaba sudado, le gust ver a Miguelin que le- faba con la comida. Todo estaba bien, muy bien. Padre no regafiaba. Se sentaba en un tronco para comenzar a comer. Mi- guelin se sentaba cerca, en el pasto. Queria a Padre, lo que ra hasta por el ruidito cuando comia lo de comer. Pade co- ‘mia y no conversaba. Miguelin mirabaLa roza era un lugarcito descansado, bonito, cercado con una pequefia cerca de va- 135, de modo que los animales no lo destrozaran. Mas vola- ‘ban muchas mariposas. Clavada en la cerca habia una ca- lavera completa de bucy, los cuernos grandes, blancuzca, para la buena suerte. Estacados en otros palos de la cerca, habia otros cuernos de buey, desaparejados, sucltos — jporque alli nadie iba a echar mal de ojo! Las facciones de aquellac vera grande de buey eran muy serias. Por ahi una fanducita iba saliendo, se iba, caucelosa; con las piernitas en el pasto, 1pasé por debajo del portén. La fanducita todavia quiso re- ‘mirar hacia atrés, destacaban aquellos ojos color de herrum- bre. Padre habia plantado mai, frijol, camore y unas matas de pimienta. Pero en otras partes también plantaba arcor, al godén, y tenfa un gran mandiocal. Miguelin se quitaba los abrojos de la ropa. Las hojas del camote estaban picadas: era ‘CAMPO GENERAL 195 un escarabajto amarillo que todo lo agujereaba. Padre tenfa tuna lata de agua, una calabaza con tapén de hoja de maiz y un ccuenco para beber. Muchos mosquitos, abejas y avispas sona- ban sin descanso, su ruidito zumbaba. Padre no hablaba —Padre, cuando usted erea que yo puedo, también vengo ‘a ayudarlo a limpiar la roza Padre no respondia nada. Miguelin tem‘a haber dicho una tontera, faltindole al respeco. —Estoy comido, felicidad del cuerpo y bondad de Dios. ‘Ahora regrésace a casa, nifio, y ten prudencia para no hacer travesuras en el camino Miguelin tomaba la bandeja vacia,recibia la bendicién de Padre, iba de regreso. Cuando Hlegara a casa, le conta euento a Dito, pero un cuento todo nuevo, de él, inventado on su juicio: la sefiora landucita, que habta hecho un roza- do, después venta a cosechar en su ro2a, la Sefora Nanduci- ta, era una ver! Un cuento, es asf un cuento — zn podia? Si podia! — pensaba en don Ariste... Siempre pensaba en don Aristeo — entonces le daban unas ganas de ideas, de poder saber hacer un cuento, il cenia muchos! No debia de tener miedo de atravesar el monte ocra vez, era una matita boba, matita cualquiera, porquerfaen balde. Pero él estaba nervio- 60, le transparecia que habia algo, alguien, escondido por al- {guno, esperando que él pasara,;serfa una persona? ;Si, y eral Un bulto, un hombre, salfa por detris de la jacaranda — se abalanzaba sobre Miguelin — jy era Tio Tee. Miguelin no lograba formar una palabra, mas Tfo Terez lo abrazaba, decidido, catiioso. —";Tio Teter, ya no me voy a tmorit!” Miguelin desexclamaba, como sien una cantidad de aos no hubiese hablado. —"iPor supuesto que no te vas a morit, Miguelin!;Siem- pre has sido mi amigo? Cuenta nosicias de casa: zedmo estd Madre?” Miguelin todo contaba, mas Tio Tere tenia pris, de ver en cuando sacaba la cabera para escuchar. Miguelin sabia que Tio Terez le tenia miedo a Padre. —"Escucha, Miguelin, ze acuerdas que un dia juramos que fbamos a ser amigos de ley, leales, amigos de verdad? Te tengo tanta confianza...", y Tio Terer tomé el mentén de Miguelin, enderezindole la cara pa- ta que se vieran. —"Ve, Miguelin, se lo llevas, le entregas sto 4 Madr, bien escondido, ime lo garantiza? Dile que puede en- tregarte ati la respuesta, que mafiana estaré aqui, te espero. ‘Miguclin ni paz, ni pudo, ni pregunté, ni ruvo tiempo, Tio Te rex mientras hablaba desaparecia entre los érboles. Miguelin| desaparecié con el rcado en el boll, salié corre que corre, cuanto podia, no queria aflojar el pensamiento de aquello, 6 lollegara casa, descansa, beber agua, estar bien lejos de ahi, de alli, del matorrl, —Miguelin, Jess, nino, que sucedi62,:por qué esa cara? Nada, Madre. Me gusts ir a la roza, mucho. Padre se co- sid la comida. El recado estaba doblado, en el bokillo, El corazén de Mi- guelin tocaba un solo con el latido, Cada vez que pensaba, Fecomenzaba aquella duda en la respiracién, y era como si ‘estuviera sin tiempo. —"/Miguelin, ests escondiendo alguna travesura!” —"No, Abuela Isdra. Tuvo que cruzar matorrales, le dio miedo el diablo...” ‘Ahora iban a ayudar a Madretina a arrancar yucas para los puercos. Buscaban yuca en la huerta, Madretina cavaba con cl azadén, eran unas yucas enormes. Madretina se deren agarraba la tierra con sus dedos del pie, decia cosas demasi do serias, Casi nada de lo que hablaba, con la boca y con las dos manos negras, se entendia, Mascaba tabaco y se mecia la mecha de tabaco por la nara ra un vicio. —"Dito, por qué le dlijisce 30 a Abuela Isidra?” —";Qué no te auxiliéa tiempo, Miguclin2” —*;Pero por qué inventaste lo del diablo, Dito? ‘CAMPO GENERAL 7 jpPor qué!” —*Porque al diablo todos lo respetan, hasta Abue~ Ia Isdea.” Dito nos metia miedo — que sn ser, sin saber, dl to- ddo lo atinaba. Pero no podia contarle nada a nadie, ni a Dito, por haberle jurado a Tio Terez, jNi a Dito! Le costaba no te- ner el poder de decirlo, lp desorientaba, e dolia a uno la ca~ beza. Pero no podia entregarle el recado a Madre, ni pasarle tuna palabra, aquello no se podia, era pecado, era una maldad ‘on Padre, ni era lo correcto. Alguien podfa matar a alguien, resultar en una pelea terrible, Abuela Isidra habia predicho aquellas cosas, arrodillada ante el oratorio — del demonio, de Cain y Abel, de la sangre derramada de un hombre. No hablaria. Romperia el recado en pedacitos y los traria en el arroyuelo, los rasgaria bien pequehitos. ZY Tio Terez? El le habia prometido al Tio Tere, entonces no lo podta romper. En el recado podian estar escritas cosas importantes y exac- tas, el recado no era suyo. Y Tio Teter estar esperando alli, al dia siguiente, saiendo por detris de los &rboles. Tio Terez habia hablado como en un cuento: —"...;Amigos de todo guerrear y de no entregar la armas, Miguelin?” Enconces, en- tonces, no iba air, al dia siguiente, no ibaa llevare la comida a Padre ala roza, iba a decir que estaba enfermo, no iba a it. Mismamente que habia terminado el arrancado de las yu- ‘2s, y Madretina nos llamaba, jalaba, resumiendo una conver- sacién répida, rezongada, aquel feo hablar, los dos debfan de ir con ella ala puerta del agregado. Que qué queria? Pues va, ‘movia en sus guardados y venia con el rodajén de cobre de ‘cuarenta reales en la palma de la mano, mostraba aquel dine- 1 sucio, hablaba, hablaba, las fosas abierta, enderezada ha- sa arriba. —"iLo que quiere es aguardiente! Que estédicien- do que da el cobre y nosotros le hurtamos un trago, un vaso, del destilado que Padre tiene..” Dito lo aleraba para que co- ttieran, los dos se escapaban, Madretina parada, desde alld, loca, zapateaba, levantaba por ofensa la falda, presentaba las nalgas, aquellas piernas negra, piemas flaca, flacas. —" Qué le estén haciendo a la negra? —ritaba Rosa—.jLes va a echar tun maleficio en el ato, pone lo que pone!” Rosa temia cual- {quiee tipo de maldicin y hechiceria En el corral el vaquero Je ya habia reunido a todos los bu- ros y caballos a los que curaba; el cabalito pampa parecia enfermo, le sangraban las encias y habia desistido de sacudir las riendas. —*Aprende, Dito: la lastimadura que més cuesta sanar es en el rifén y en la charnela...” A Miguelin le gustaba esperar cerca del pesebre, cerca de ellos — los caballos que soplan caliente. En los mis mansos, el vaquero Je nos dejaba ‘montar, en pelo, uno a uno. —"Me van a respetar,;eh? No se descuiden...” Desde, desde, se iba hasta alléadelance, al puer- to de los coqueros y se regresaba. Volaba una alegria. Era la mejor cosa. Dito montaba a Comeviento, que era un bayo amarillo, color de terra de Ivtings; Miguelin montaba al Ne- 70, que era bien negro, pero Madre queria cambiarle el nom- bre a Diamante. El vaquero Je le data a cada uno una rama verde para golpear. Tomasito se escaldaba, encaprichado de coraje por no poder montar solico. Miguelin, todo el tiempo casi no pensaba en el recado, resolvia dejarlo para pensar al dia siguience, remprano. Uno que otto gavilin gritaba cuando se posaba. Alto, los altos, unos buitres. — "Ve a hacer tu casa zopilote!;Llegé el tiempo de lluvia, zopilot...” Esos si que iban. —"Epa, ;apostar a quién corre més, Miguelin?” —"No, Dito, el vaquero Je dijo que no debemos corter..” Después del zacate con aquellas verdes puntas, quella flores amarilas, principiaba el pasto, después de la jacaranda violeta. Estaban aquellos érbols... Por lo pronto habia un buey rojo, buey na- ranjo, parados debajo del alto tamarindo. ;Tantos colores! “Tronado, grueso, el muu de algin otro buey. Dito enconces los arreaba, Miguelin queria ver ms cosas, todas las que la ‘mirada no alcanzaba a ver. —"Padre es el duefio, Dito, el que ‘CAMPO GENERAL, 198 ‘manda en est, ah, los ganados... pero Padre se desanima de galopar, no le gusta vaquear las manadas...” —“Padre no es el duefo, Miguelin: el ganado es de un hombre, sefior Cin tra, Padce se arreglé para cuidarselo, en parce con el vaquero Salis.” "Si sé, Dito. Yo lo sabia... Entonces estd mal, esti mal...” —"Pero Padre no puede montar mucho, no aguanta la montada. Padre padece de constipacién.” —“Yo lo sabia, Dito. Me habia olvidado...” Dito conducfa endiabladamen- te bien a las ress, como si fuese un hombre experto. —"Di- to, zi erees que soy tonto de verdad?” —"No, Miguelin, de ‘ninguna manera. Eso si que no eres. Tu juicio estd por otros Iados..” Iban regresando, se cruzaban con el vaqueto Je, mon- tado en el caballo Acitrén, cargando a Tomasito adelante y a Paca en la grupa. Paca se ponia los deditos en la boca, taba besos. —" Quin leenseié a hacer eso a Paca?” —"iMadre me ere ai” Pas ea arable on graces, sempre modo "Dito, godmo es que uno sabe, seguro, cémo no se debe de hacer una cosa, aunque los dems no te vean?” —"Uno sa- be y listo.” Cerréy Julin perseguian alas gallinitas de guinea. ‘Tomasito tiré una piedra en la pierna del Floresto, que salicndo, quejéndose. Tomasito tuvo que ser eastigado. En el castigo, en el taburete, él no loraba, dejaba de molestar: pero de pronto se volvajuicioso, serio— tan chiquitito y espanta- ‘baa todos con una cara sensata de criminal. —"Rosa, cust do sabe uno que una cosa que no vaa hacer estd mal hecha "Cuando el diablo anda cerca. Cuando el diablo anda cerca, ‘uno siente el olor de otras flores...” Rosa limpiaba el aicar, ‘moviéndolo en el perol. Miguelin se quedaba con un ped: a0 en punto de listén,enfriado en un cuenco con agua; lo di vidla con Dito. —"Madre, qué hace uno si esté mal, si esté bien, cémo es que uno sabe?” —"Ah, mi hijto, todo lo que ‘uno cree que es muy bueno, sle gusta a uno hacerlo, entonces 200 (CAMPO GENERAL ya se puede saber que estd mal hecho...” El vaquero Je pela~ ba una pita casi blanca, les daba un pedazo, —"Vaquero Je: cbmo se sabe lo que esté mal hecho?” —"Los nifios no tie- nen por qué saberlo, Miguelin. Los nifios, todo lo que hacen cestd mal hecho...” El vaquero Salis aparecta arreando a los becerros, las vacas que berreaban lo acompafiaban. El vaquero Salis venia cantando bonito, era un valiente de los Genera~ les. A dl Miguelin le preguntaba. —",S¢ slo sé, Miguelin? En «50 nunca pensé. Creo que cuando los ojos de uno slo quie~ ren ver hacia dentro, cuando no se tiene disposicién para en- carar a los otros, cuando se le tiene miedo alas sabidurfas Entonces, esd mal hecho.” Pero Dito de oft y ofr ya se enoja- ba. —"Oye, Miguelin, deja de estar preguntando, van a pen- sar que le hurtast algo a Padre.” —“Burradas. Al diablo que no hurté nada!” —"Mira: pues ahora ya lo sé, Miguelin. Todo lo que hay, antes de hacers, a veces esté mal hecho; pero des- pués que ya esté hecho, entonces todo esté bien hecho..." Cla- 10, porque no era con él Si fuese con é, Dito no se buraria de ese modo. Estaban jugando al tcjo, en el patio, por la tardecita. Era con dos tronquitos, de pie, uno de cada lado. Uno tenia que derribarlos, acertando con una herradura vieja, a distancia. De tun lado Dito y el vaquero Sabi, del otro lado Miguelin y el vvaquero Je. Pero Miguelin no jugaba bien, nunca acertaba a dertibar. —*No importa, Miguel, hoy s dia de san zor: los blancos pierden y los negros ganan...”, el vaquero Je lo consolaba. Pero Miguelin no vefa bien el tronquito, tal vez porque trafa el recado en el bolillo, porque no queria pensar Constante en Tio Terez. A esa hora Padre ya habia regresado de la roza, estaba adentro, cansado, acostado en la hamaca blandita de palma, cerca de Madre, as{ era como dormitaba. Miguelin forcejeaba, no queria pero la idea de uno no tiene fin. Aquello, auello. Todos los pensamientos bajaban por ahi CAMPO GENERA am ys ban. Entonces, no queria, no iba a pensar — pero necesi- taba cerrar la slida:prestarle mucha atencién a la cosas que ‘estaban sucediendo, en lo mas bonito, y todo debia de ser bo- nito, para que él no pensara — entonces las horas de aquel dia quedarian como las del da més largo de todos los dias. Gigén holgazaneando con Tomasito, los dos rodaban en el suelo, sobre la paja. Aque hilar fino de los sinsontes y carde- nales entorpecia, el pecho amarillo se habia ido a dormir, de ‘vez en cuando un bienteveo que todavia gritaba. Cere6, Juin xy Sunombre estaban echados todo el tiempo — lo que po- dia ser anuncio de lluvia; se dice que lluvia llegando, perro sofiando, Pero Caricter, Catita, Leal y Floresto cortian por ahi, bien lejos, queriendo agarrar las boberias del viento. Mi- guelin pensaba en la conversacién con Dito. Cuando Dito hablo, viéndolo despacio, podia parecer justo: Dito sabia tan tas cosas sacadas de las ideas, a Miguelin lo asombraba. Pero ahora no. Ahora, dudaba, porfiaba que no era nada més ast, lo de Dito, le parecia que era al revés. A ver, con él, Miguelin, cera al contrario. Lo mis dificil que habia era que uno pudiese saber hacer todo lo cortecto, para que los demas no repafiasen, no quisieran castigar. Primero a Miguelin le daban miedo los Dueyes, pastorear a las vacas. Padre tronaba, decfa: —"Cuan- ‘do uno es miedoso el ganado te extraia, la res sabe cuando tie- nes pavor, cualquier recelito, entonces es cuando hasta la mas ‘mansa se vuelve brava, con ganas de golpear..” Por eso, en otra ‘oportunidad, Miguelin sabia que si uno no tuviese miedo no habria peligro y no le imports, caminé por en medio de la ma- nada, de una manada recién llegada, polvo de bueyes. Fue un susto, vino Padre, los vaqueros vinieron con las varas, loca fgaron al cobertizo, mucho que lo regataban. —";Nifio, de- ‘monio, diablin!jgT te metes en medio de ese ganado bruto, ajeno, todos bravos de los Generales! ;No sé c6mo no te cla- varon los cuernos, no te aplastaron!...” Desde ese momento

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