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SU PALABRA NO VOLVERÁ VACÍA

Objetivo del Programa:


Mostrar que si trabajamos por Cristo, unidos, su Espíritu Santo se derramará y su
Palabra no volverá vacía.

Sugerencias para el Director:


1. Consiga doce hermanos para que representen a los discípulos de Cristo, y
vístalos según la costumbre antigua. Entrégueles sus partes del diálogo con tiempo,
para que se lo aprendan.

2. Tenga una mesa preparada en algún lugar de la plataforma, donde los


discípulos desarrollarán su diálogo. Colóquele alguna jarra antigua (de barro) y
algunos panes redondos.

3. Haga, por lo menos, un ensayo con todos los participantes.

4. Consiga, también, quién haga el papel de Dorcas y del paralítico del templo
"La Hermosa". Por supuesto, vístalos como los orientales.

5. Procure que los mismos que hagan el papel de discípulos, sean los que
presenten el relato misionero y la promoción Marcando el Rumbo. Si es posible, que
estos mismos sean los que presenten las alabanzas especiales del programa.

6. Procure que el narrador sea una persona con buena voz y buena dicción.

Servicio de Cantos:

Bienvenida:
Hoy queremos recordar un tiempo glorioso, un tiempo de grandeza: El comienzo de
la Era Cristiana.
Los apóstoles contagiaron, a todos los que les rodeaban, con el gozo de la salvación
en Cristo Jesús. Había alegría, hermandad y, sobre todo, mucho amor.
En esta mañana especial, podemos respirar el mismo ambiente que existía en
tiempos de antaño. Estamos deseosos de que todos los que hoy nos honran con su
exquisita presencia, se contagien con ese gozo, con ese amor y con esa esperanza
que nos ofrece Cristo Jesús.

Hemos preparado un programa especial, y deseamos que se sientan bienvenidos en


este lugar, que es la casa de Dios.

Himno Inicial:
No. 378, "¡Firmes y Adelante!", del Himnario adventista.

Oración de Rodillas:
Nada influyó tanto en el desarrollo de la obra que los apóstoles emprendieron, como
la oración. Para recibir el poder de Dios y ser llenos del Espíritu Santo, se
consagraron y pasaron largos ratos orando, pidiendo ser perdonados y reclamando
las promesas de Dios.

En esta mañana especial, queremos pedirles a todos que nos arrodillemos para
reclamar la presencia de Dios en este lugar.
Informe Secretarial:

ESCENA I

(Mientras se hace esta narración, los que representan a los discípulos, van
dramatizando, para luego comenzar el diálogo, que se desarrollará en una mesa
preparada para la ocasión.)

Narrador: (Con fondo musical.) La historia que a continuación escucharemos, ocurrió


hace casi 2,000 años. Jesús, siendo Dios, había venido a esta Tierra como hombre,
humillándose hasta lo sumo, para salvar a una raza que sólo tenía como destino la
muerte. Estando en la Tierra, escogió a doce hombres, que fueron sus discípulos.
Pero en la hora cumbre de su misión, cuando más necesitaba el apoyo de estos
amigos, el Salvador se encontraba solo. Uno, lo traicionó; otro, lo negó; y los diez
restantes, huyeron a esconderse por temor.

Cristo, finalmente, murió, pero resucitó, asegurando así la salvación de todos


aquellos que lo acepten por fe. Su resurrección cambió todo.

Cambió el destino de la humanidad, cambió la era de los hombres y cambió también


las mentes de aquellos discípulos que habían participado de la obra que Jesús vino a
hacer en este mundo.

Antes de ascender al cielo para encontrarse con su Padre, Cristo le habló a estos
hombres, a quienes amaba y por los cuales había orado en tantas ocasiones. Estuvo
con ellos cuarenta días y, por fin, fueron al Monte de los Olivos. Allí, estos discípulos
observaron, con tristeza y emoción, cómo su Maestro y Salvador se iba alejando.

(Con alegría.) Pero después, el camino de regreso, del Monte de los Olivos hacia
Jerusalén, fue más una danza que un paseo. Mientras corrían, el sudor pegaba las
ropas a su piel curtida por el sol. Pero ya nada podía deprimir sus espíritus.

Los transeúntes curiosos, señalaban y murmuraban. Debían estar tristes,


desalentados, impactados, pero no; estaban alegres y se escuchaba por doquier:
¡Hosanna! ¡Bendito sea Dios!

La gente, simplemente no entendía lo que pasaba. ¡Lástima! Pero lo entenderían


pronto. Llegaron al lugar donde Jesús les había indicado debían ir para recibir el
poder: El Aposento Alto. ¡Cómo había cambiado en pocas semanas! Ahí estaban
sentados, mirándose y recordando. Ahí estaba el impulsivo Pedro, el amante Juan, el
desconfiado Felipe, María, la madre de Jesús, los hermanos y los demás discípulos.
La noche afuera era húmeda y fría. Cada bocado de comida, parecía requerir doble
esfuerzo para masticarlo, y, tragarlo, era una verdadera tarea. La vergüenza
interrumpe de repente sus reminiscencias. ¡Cuánto habrían herido a Jesús sus
conversaciones esa noche, discutiendo sobre quién habría de ser el mayor, cuando
Dios mismo se había inclinado para lavarles los pies!

Las palabras surgieron fragmentadas e interrumpidas por los sollozos. Es Pedro


quien habla.

Pedro: Juan, hermano, lo siento. Yo estaba celoso de ti.


Narrador: La cabeza del apóstol se inclina, sus lágrimas se asoman a sus ojos y
corren libremente por su tosco rostro. Juan coloca sus brazos alrededor de los
temblorosos hombros de su amigo y hace una confesión similar.

Juan: (Asombrado.) ¿Tú tenías celos de mí? Y yo ardía de envidia por ti, mi amigo.

Pedro: ¿Tú, envidia de mí? ¿Por qué? Tú eras quien siempre estaba cerca de Jesús.
¿Qué hice yo que tú no superaras? Tú eras su preferido. ¿Qué podías envidiar?

Juan: Tú caminaste sobre las aguas, Pedro. Yo deseaba ir esa noche hacia Jesús por
encima del agua, pero fue a ti a quien llamó.

Pedro: Fue sólo porque yo fui quien lo pidió. De hecho, por poco me ahogo, por
mirarlos a ustedes con desprecio. Pero Él me salvó. (Lo dice sollozando)
Juan: ¿Me perdonas? (Tocando ligeramente el hombro de Pedro.)
Pedro: Me apena que tú me pidas perdón. Claro, hermano. ¿Y tú me perdonas por
haber tenido celos de ti? (Se abrazan)

Juan: Sí. Seguro que sí.

(Felipe se levanta)

Felipe: Yo también deseo que me perdonen. Yo no vivía de la envidia que sentía,


porque Jesús los llevó al Monte de la Transfiguración y a mí no. Con ustedes tenía un
trato especial. ¿Me perdonan?

Pedro: Claro, Felipe.

Juan: Sí, hermano. (Se abrazan)

Narrador: Dice la Palabra de Dios en Hechos 2:1-4: (Leerlo)


Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, salieron a proclamar el mensaje de Cristo
Jesús y ayudaban a las multitudes.
(Salen)

Marcando el Rumbo:
Así como los apóstoles y los cristianos ayudaron a la comunidad, la promoción en
esta mañana nos habla sobre cómo

Poesía o Alabanza:

ESCENA II

(Esta escena se desarrolla frente al templo "La Hermosa". Un hombre aparece


sentado en el piso, representando al paralítico.)

Narrador: ¡Qué momentos más hermosos vivieron los primeros cristianos! Pedro,
Juan y los demás, comenzaron una obra y obtuvieron resultados tremendos, no
calculados por ellos.

(Pedro y Juan entran)


Paralítico: Amigos: Soy paralítico, y he oído hablar de Jesús. Pero necesito algo de
dinero. ¡Por favor, ayúdenme con un poco de dinero!

(Pedro y Juan se paran frente a él y lo miran fijo.)

Narrador: Pedro y Juan lo miraron y vieron su necesidad. El amor de Cristo salió a


través de estos hombres y, aunque no tenían dinero, estaban llenos de la mayor
riqueza que pueda tener un ser humano: el Espíritu Santo.

Pedro: "No tengo plata, ni oro; mas lo que tengo, eso te doy. En el nombre de
Jesucristo, a ti te digo: Levántate y anda".

Paralítico: ¡Puedo levantarme! ¡Puedo caminar!

Juan: ¡Alabado sea el Señor! ¡Gloria a Dios!

(El paralítico sale exclamando su agradecimiento. Pedro y Juan también salen.)


Paralítico: ¡Gloria a Dios! ¡Hosanna al Hijo de David!

Alabanza:

Relato Misionero:
Muchos fueron alcanzados por el mensaje de los apóstoles. Muchas personas le
dieron la espalda a todo lo que poseían, se olvidaron de las cosas de este mundo y
emprendieron el viaje de la salvación. Así mismo, al igual que en aquel tiempo, hoy
hay personas que están dispuestas a dejarlo todo por Cristo Jesús. Y es acerca de
eso que tratan las noticias misioneras.
(Al concluir el relato misionero correspondiente, Pedro y Juan entran conversando y
Dorcas aparece.)

ESCENA III

Pedro: ¿Cómo estás Dorcas? ¿Qué noticias nos traes?


Juan: Hay muchos necesitados.
Dorcas: Mis hermanos: En verdad hay muchas personas con necesidades materiales
y espirituales, pero con la ayuda y generosidad de los hermanos, estamos supliendo,
en la medida de las posibilidades, las necesidades de muchos. Les arreglamos ropas,
compartimos alimentos, cuidamos enfermos y muchos quieren sumarse a la iglesia.
(Entra Felipe)
Juan: ¿Cómo estás Felipe? ¿Qué noticias traes?
Felipe: Todos venden sus posesiones para ayudarnos con dinero, casas, animales y
negocios. Mira, este dinero es parte de las donaciones de los hermanos. (Lo entrega)
Muchos han venido porque quieren escuchar la Palabra de Dios.

Narrador: Pedro comenzó a hablarles del amor de Cristo, relató el sacrificio de su


Maestro y de cómo, con su muerte y resurrección, todos tenemos derecho a la
salvación. Y terminó diciendo:

Pedro: Hermanos: Cristo decidió morir por ti y por mí. ¿Hay alguien en esta mañana
que desee entregarle su corazón?

(Mientras algunos se levantan, se pone una música de fondo y el narrador concluye.)


Narrador: El relato bíblico nos dice, en Hechos 2:46, 47: "Y perseverando unánimes
cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor
añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos".

Oración por los Maestros:

Estudio de la Lección de Escuela Sabática:

Himno Final:
No. 214, "A Jesucristo ven sin tardar", del Himnario adventista

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