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178 LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS vir Hasta aqui, he considerado el] progreso en la cien- cia basicamente desde un punto de vista bioldgico; sin embargo, me parece que los dos puntos ldgicos siguientes sc:' de importancia decisiva, Primero, para que una nueva teoria constituya un descubrimiento o un paso adelante, debe entrar en conflicto con sus predecesoras, es decir, debe con- ducir al menos a algunos resultados conflictivos. Pero esto, desde un punto de vista ldgico, significa que debe contradecir** a su predecesora: debe derrocarla. scientific essays, pp. 200-208, MiT Press, 1970). En este escrito, Wigner hace una especie de prueba de la tesis de que la probabilidad es cero de que un sistema teérico cudn- tico contenga un subsistema que se reproduzca a si mismo (o, mas precisamente, la probabilidad es cero de que un sistema cambie de tal manera que en un momento con- tenga algtin subsistema y después un segundo subsistema que sea una copia del primero). Me he sentido intrigado por este argumento de Wigner desde que fue publicado en 1961, y en mi réplica a Motz indiqué que la prueba de Wigner me parecia refutada por la existencia de m4c™inas xerox (o por el crecimiento de los cristales) que debe considerarse como mecdnica cudntica, antes que como sis- temas “bioténicos”. (Puede afirmarse que una copia xerox o un cristal no se reproduce con precisién suficiente; sin embargo, lo mds desconcertante del escrito de Wigner es que no se refiere a grados de precisién, y que la absoluta exactitud o la “confiabilidad virtualmente absoluta, en apariencia”, como dice en la p. 208 —que no es requeri- da— parece excluida de una vez por el principio de Pauli.) No creo yo que ni la reductibilidad de la biologia a fa fisica ni su reductibilidad puedan probarse; a] menos, no en la actualidad. 25 Asi, la teoria de Einstein contradice a la teoria de Newton (aunque contenga la teorfa de Newton como apro- ximacién): en contradistincién con la-teorfa de Newton, LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS i79 En ese sentido, el progreso en la ciencia —c ai me- nos, el gran progreso— siempre es revoluci i Mi segundo punto es que e! progreso en la clencia, aunque revolucionaric vy no sélo acumulativo,*¢ en cierto sentide es siempre conservador: una nueva teoria, por revolucionaria que sea, siempre debe ser capaz de explicar plenamente el triunfo de su prede- cesora. En todos los casos en que la predecesora triunfé debe producir resultados al menos ian bdue- nos como los de aquélla y, de ser posible, mejores. Asi, en estos casos la teoria predecesora debe pare- cer una buena aproximacién a la nueva teorfa; aun- que debe haber, de preferencia, otros casos en que la nueva teoria rinda resultados diferentes y mejores que ja antigua teoria.*7 ja teorfa de Einstein muestra, por eiemplo que, ex campos gravitacionales fuertes no puede haber una orbiia eliptica kepleriana con apreciablie exceniricidad pero sic la corres- pondiente precesién del perihelio (come se cbservé en Mercurio). 26 Hasta coieccionar mariposas es algo impregnado per una feoria (“mariposa” es un término tedrico, como to es “agua”: incluye un conjunto de expectativas). La reciente acumulacién de pruebas ccncernientes a las particulas ele- mentales puede interpretarse como una acumulacién de faisaciones de la antigua tecria electromagnética de la ma- teria. 27 Puede hacerse una demanda atin mas radical, pues podemos exigir que si las teyes aparentes de la naturaleza cambiaran, entonces la nueva teoria, inventada para expli- car las nuevas leyes, podria explicar el estado de cosas antes y después del cambio, y también el cambio mismo, a partir de leyes y condiciones iniciales (cambiantes) (cf. mi [40] seccién 79, esp. p. 253). Al plantear estas normas légicas para el progreso, estoy rechazando implicitamente la sugestién de moda (antirra- cionalista) de que dos teorfas distintas, como ia de New- TOAS fa os normas légicas $ permiten decidir de desde antes de someterla a que fa anterior si pasa las ca que, en el terreno de la ciencia, contameos con algo que podria Hamarse una juzgar la calidad de una teorfa en com- paracién con su predecesora y, por tanto, una norma dj reso. Significa, asi, que el progreso en ciencia g = < , € Bueva. vainarse racionatmente.*5 Esta posibilidad ex- le on inconmensurables. Puede ser ver- dad que dos cos con una actitud verificacionista hacia sus teorfas predilectas (por ejemplc, la ffsica newto- niana y Ia eimsteiniana} no Ieguen a entenderse entre si; pero si su actitud es critica (come Io fue la de Newton y la de Einsiein}, corprenderan ambas teorfas y veran cémo se relacionan. Para esie problema, véase el excelente analisis de fa comparabilidad de las teorias de Newton y de Einstein de Troeis Ezgers Hansen en su escrito, “Con- frontacién y objetividad”, Danish Yb. Phil. 7, pp. 13-72, 1972. 28 Las exigencias Idgicas analizadas aqui (cf. cap. 10 de mi [44] y cap. § de {45]}, aunque me parecen de impor- tancia fundamental, desde luego no agotan lo que se pue- de decir del método racional de ia ciencia. Por ejemplo en mi Postdata (que ha estado en galeras desde 1957, pero ave espero que afin se publicard algtin dia} he desarroila- do una tecrfa de lo que Hamo programas de investigacién metafisica. Di mencionarse due esta teoria de ninguna manera checa con la teoria’ de ia prueba y del avance revolucionario de la clencia, que he esbozado aqui. Un ejemplo que he dado alli de un programa de investigacién metatisica es ef usc de ja teoria de is propensidn de la probabilidad, que parece iener una yasta gama de apli- caciones. Lo gue digo en el texto no debe interpretarse en ei sentido ds que la rucionaiidud depende de tener una norma de racionalidad. Comparese mi critica de las Hlosoffas de LAS REVOLUC plica por qué en Ia ci resantes las teo qué, en ci es en términos gene (La ciencia parece ser < humano Gel que puede 4 Como ya lo he dicho fico es revolucionario. En rea ser de Karl Marx: “La revolh: revoluciones cientificas son si en el sentido de que, en prince racionalmente si una nueva teoria es micjor o no que su predecesora. Desde luego, esto no sign que no podamos equivocarnos. Podemos cometer errores de muchas maneras. Un ejemplo de un srror samamente interesante nos lo ofrece Dirac.*® Schrédinger descubrié, pero no publicd, una ecuacién relativista dei eiectrén, des- pués ilamada la ecuacién Klein-Gordon, antes de descubrir y publicar la céiepre ecuacién ao telati- vista que hoy lleva su nombre. No pubiicé la ecua- cién relativista porque no le parecia que encajara con ios resultados experimentales interpretados por la teorfa preceden 4 argo, la discrepancia se debid a una interpretacién errénea ce resultados empiricos, no a una faila de !a ecuacién relativista. Si Schrédinger la hubiese pubdlicado, ap babria sur- gido el problema de la equivaiencia entre su mecd- nica ondulatoria y la mecdnica de las matrices, de O08, moras v verdad, al la norma en ef Addendum !, vol. If de mi [42]. . 29 Esto se encuentra narrado por Paul A. M. Dirac, “The evolution of the phys: 3 ph Am. 208, nim. 5, pp. 45-53, 1963; véase wi LAS REVOLUCIONES CLENTIFICA Heisenberg y Born; y la historia de Ja fisica moder- na habria sido muy distinta. Ya Gebe ser obvio que la objetividad y la racio- nalidad del progreso en la ciencia no se dan por la objetividad y la racionalidad personales de ios hom- bres de ciencia.*° La gran ciencia y los grandes cien- tificos, como los grandes poetas, a menudo son ins- pirados por intuiciones no racionales. Y también los grandes matemdticos. Como lo han sefialado Poincaré y Hadamard,** una prueba matematica pue- de ser descubierta por pruebas inconscientes, guiadas por una inspiracién de cardcter decididamente es- tético, y no por un pensamiento racional. Esto es verdadero ¢ importante. Pero, obviamente, no hace que el resultado, la prueba matemAatica, sea irracio- nal. Sea como fuere, una prueba propuesta debe soportar una discusién critica: Su examen, por ma- tematicos en competencia. Y esto bien puede inducir al inventor matematico a comprobar de manera ra~ cional los resultados a los que llegd inconsciente o intuitivamente. De modo similar, los bellos suefios pitagdricos que Kepler tuvo sobre la armonia del sistema universal no invalidan la objetividad, la tes- tabilidad, la racionalidad de sus tres leyes: ni la racionalidad del problema que estas leyes plantaron a una teoria explicativa. Con esto, concluyo mis dos observaciones légicas sobre el progreso de la ciencia; pasaré ahora a la segunda parte de mi conferencia, y con ella a ciertas 30 Cf. de mi critica de la Hamada “sociologia del co- nocimiento” en el cap. 23 de mi [42], y pp. 155 ss. de mi [43]. 31 Cf. Jacques Hadamard, The psychology of invention in the mathematical field (véase nota 13, supra). LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS 183 observaciones que pueden describirse como parcial- mente socioldgicas, y que tratan de los obstdculos puestos al progreso en la ciencia, IX Creo yo que los principales obstaculos al progreso en la ciencia son de naturaleza social, y que se pue- den dividir en dos grupos: obstdéculos econémicos y obstaculos ideolégicos. Del lado econémico, la po- breza puede ser, trivialmente, un obstaculo (aunque se han logrado grandes descubrimientos tedricos y experimentales a pesar de la pobreza). Sin embargo, en afios recientes se ha vuelto bastante claro que también Ja riqueza puede ser un obstdculo: dema- siados délares pueden ahuyentar demasiado pocas ideas. Reconocidamente, aun en tan adversas cir- cunstancias puede lograrse algiin progreso. Pero el espiritu de la ciencia esta en peligro. La Ciencia Grande puede destruir la gran ciencia, y la explosién de las publicaciones puede matar las ideas: las ideas, demasiado escasas, pueden quedar sumergidas en la corriente. Este peligro es muy real, y casi no es ne- cesario explayarse al respecto, pero tal vez deba yo citar a Eugene Wigner, uno de los primeros héroes de la mecdnica cuantica, que tristemente observé:** “El espiritu de la ciencia ha cambiado.” Este es en realidad un capitulo triste. Pero como es demasiado obvio, no diré mds acerca de los obs- tAculos econdémicos al progreso en la ciencia; en cam- 32 “A conversation with Eugene Wigner”, Science 181, pp. 527-533, 1973; véase p. 533. 134 LAS REVOLUCIONES CLENTIFICAS bio, me dedicaré a discutir algunos de los obstaculos ideolégicos. xX En genera! e] mas reconocido de os obstaculos ideolégicos es la intolerancia ideoldégica o religiosa, habitualmente combinada con dogmatismo y falta de imaginacion. Los ejemplos histéricos son tan cono- cidos que no necesito explayarme al respecto; sin embargo, cabe notar que aun ja supresién puede conducir al progreso. El martirio de Giordano Bru- no y el juicio de Galileo tal vez hicieron mas, a la postre, por el progreso de la ciencia, de lo que la Inquisicion pude hacer contra él. : El extrafio caso de Aristarco y ia teoria heliocén- trica original tal vez plantea un problema distinto. Por causa de su teorfa heliocéntrica, Aristarco fue acusado de impiedad por el estoico Cleantes. Pero esto no explica la supresién de la teoria; tampoco puede decirse que la teoria fuese demasiado audaz. Sabemos que la teoria de Aristarco fue apoyada, un siglo después de su formulacién, al menos por un respetado astr6nomo (Seleuco).** Sin em- bargo, por alguna raz6én oscura, sdlo han sobre- vivido unos pocos informes de la teoria.-He aqui un ejemplo patente de los casos, demasiado fre- cuentes, en que no se han mantenido vivas las ideas alternas. Cualesquiera que sean los detalles de la explica- cion, esta falla probablemente’se debié a dogmatismo e intolerancia. Pero las nuevas ideas deben conside- 33 Para Aristarco y Seleuco véase Sir Thomas Heath, Aristarchus of Samos, Clarendon Press, Oxford, 1966. LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS 185 rarse inapreciables y ser cuidadosamente alimenta- das, en especial si parecen un poco excesivas. No estoy sugiriendo que debamos estar avidos por acep- tar nuevas ideas sdlo por su novedad misma, pero si debemos tener cuidado de no suprimir una idea nueva aunque no nos parezca muy buena. Existen muchos ejemplos de ideas desdefiadas, como la idea de la evolucién antes de Darwin, o la teorfa de Mendel. Mucho debe aprenderse de los obstaculos puestos al progreso en la historia de estas ideas desdefiadas. Un caso interesante es el del fi- sico vienés Arthur Haas, quien en 1910 se anticipd parcialmente a Niels Bohr. Haas publicé una teorfa - del espectro de hidrégeno basada en una cuantiza- cién del modelo atémico de J. J. Thomson; atin no existia el modelo de Rutherford. Al parecer Haas fue el primero en introducir el quantum de accién de Planck en la teorfa atémica, con la intencién de derivar las constantes espectrales. Pese a que empled el modelo atémico de Thomson, Haas casi logré su derivacién; y como lo ha explicado en detalle Max Jammer, parece muy posible que la teorfa de Haas (que fue tomada muy en serio por Sommerfeld) in- fluvera indirectamente sobre Niels Bohr.?# Sin em- bargo, en Viena la teoria fue rechazada inmediata- mente; fue ridiculizada como broma estipida por Ernst Lecher (cuyos tempranos experimentos habfan impresionado a Heinrich Hertz) ,** uno de los profe- 34 Véase Max Jammer, The conceptual development of quantum mechenics, pp. 40-42, McGraw-Hill, Nueva York, 1966, 35 Véase Heinrich Hertz, Electric waves, Macmillan and Co., Londres, 1894; Dover ed., Nueva York, 1962, pp. 12, 187 ss., 273. 186 LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS sores de fisica de la Universidad de Viena, a cuyas conferencias, un tanto pedestres y no muy inspira- doras, yo asisti ocho o nueve afios después. Un caso mucho mas sorprendente, también des- crito por Jammer,°* fue el rechazo, en 1913, de la teorfa del fotén de Einstein, publicada por primera vez en 1905, por la cual recibiria el Premio Nobel en 1921. Este rechazo de la teoria del fot6n era un pa- saje dentro de una peticién en que se recomendaba a Einstein para ser miembro de la Academia Pru- siana de Ciencias. El documento, firmado por Max Planck, Walther Nernst y otros dos célebres fisicos, era sumamente elogioso, y los signatarios pedian que no se tuviese en cuenta, contra Einstein, cierto des- liz (como obviamente creian que lo era su teoria del fotén). Esta confiada manera de rechazar una teoria, que, el mismo afio, pasé una severa prueba experimental emprendida por Millikan, tiene, sin du- da su lado humoristico, y sin embargo debe ser con- siderada como un incidente glorioso en la historia de la ciencia, que muestra que hasta un rechazo un tanto dogmatico de los mas grandes expertos de la época puede ir de la mano con una apreciacién su- mamente liberal: estos hombres ‘ni siquiera sofiaron en suprimir lo que crefan que era un error. En realidad, la redaccidn de la disculpa por el desliz de Einstein resulta muy interesante y reveladora. El pasaje pertinente de la peticidn dice de Einstein: 36 Véase Jammer, op. cit., pp. 43 s. y Théo Kahan, “Un document historique de l’académie des sciences de Berlin sur V’activité scientifique d’Albert Einstein (1913)”, Archs. int. Hist. Sci. 15, pp. 337-342, 1962; véase esp. p. 340. 187 “El que a veces tal vez fuera demasiado lejos en sus especulaciores, como vor ejemplo en su hipéte- sis de los @: z (es decir, fotones), no debe pesar demasiado contra él, pues nadie puede intro~ ducir, ni aun en la mas exacta de las ciencias natu- rales, ideas que sean realmente nuevas sin correr a veces un riesgo.”*7 Esto esta bien dicho, pero resulta un eufemismo. Siempre hay que correr el riesgo de ser mal interpretado, v también el riesgo menos im- portante de ser mal comprendido o mal juzgado. Sin embargo, este ejemplo pone de relieve que aun los grandes cientificos a veces no alcanzan esa actitud autccritica que los salvaria de sentirse muy seguros de si mismos mientras erraban gravemente al juzgar las cosas. Sin embargo, una desis limitada de dogmatismo si es necesaria para ej progreso: sin una seria lucha por fa supervivencia en que las antiguas teorfas se defienden tenazmente, ninguna de las teorias en com- petencia podra mestrar su temple; es decir, su poder explicativo y su contenide de verdad. Empero, el dogmatismo intolerante es uno de los principales obstdculos para la ciencia. En realidad, no sélo debe- mos mantener vivas las teorias opuestas discutiéndo- las sino que debemos buscar sistematicamente otras nuevas, y debemos preocuparnos cuando éstas no se presentan: cada vez que una teorfa predominante se vuelve demasiado exclusiva. El peligre para el progreso en la ciencia aumenta sobremanera si la teoria en cuestién logra establecer algo parecido a un monopolio. 37 Compéarese la traduccién ligeramente distinta de Jam- mer, loc. cit. 188 LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS XI Pero existe un peligro afin mayor: una teorfa, hasta una teoria cientifica, puede convertirse en una moda intelectual, un sustituto de ia religién, una ideoiogia atrincherada. Y con esto llego al punto principal de esta segunda parte de mi conferencia: la parte que trata de los obstdculos al progreso en la ciencia; a la distincién entre revoluciones cientificas y revolu- ciones ideolégicas. Pues, ademas del problema siempre importante del dogmatismo y del problema, intimamente rela- cionado con el anterior, de la intolerancia ideolégica, existe un problema distinto y, a mi parecer, mas in- teresante. Me refiero al problema que surge de cier- tos vinculos entre ciencia e ideologia, vinculos que existen pero que han conducido a algunas personas a combinar ciencia con ideologia, y a confundir la distinci6n entre revoluciones cientificas y revolucio- nes ideoldgicas. Creo que éste es un problema realmente grave en una época en que los intelectuales, incluso los hom- bres de ciencia, tienden a aceptar ideologias y modas intelectuales. Esto bien puede deberse a la decadencia de la religidn, a las necesidades religiosas no satis- fechas e inconscientes de nuestra sociedad sin pa- dre.** Durante mi vida he presenciado, aparte de los 38 Por su estructura, nuestras sociedades occidentaies no satisfacen la necesidad de una figura paterna. He estudiado los problemas que surgieron de este hecho, brevemente en mis Conferencias William James en Harvard (1950) (iné- ditas). Mi difunto amigo, el psicoanaiista Pau) Federn, me mos- tré poco después un temprano escrito suyo, dedicado a este problema. LAS REVOLUCIONES CLENTIFICAS 189 diversos movimientos totalitarios, un numero consi- derable de movimientos con grandes pretensiones in- telectuaies, y declaradamente no religiosos, con as- pectos cuyo caracter religioso es inconfundible una vez que nos fijamos en él.*? El mejor de estos movi- mientos fue aquel inspirado por la figura paterna de Einstein. E] mejor, por causa de la actitud siempre modesta y autocritica de Einstein, asi como por su bhumanidad y tolerancia, Sin embargo, mas adelante tendré unas palabras que decir acerca de los que me parecieron los aspectos menos satisfactorios de la revolucién ideolégica einsteiniana. No soy esencialista, y no analizaré la esencia ni la naturaleza de las “ideologias”. Tan sélo diré, vaga- mente, que aplicaré el término “‘ideologia” a cual- quier teoria 0 credo o cosmovisién no cientifica que demuestre ser atractiva y que interese a la gente, inclusive los hombres de ciencia. (Asi, puede haber ideologias muy titiles y también muy destructivas, digamos, desde un punto de vista humanitario o racionalista.)*® No necesito decir mas acerca de las 39 Ejemplos obvios son las funciones de profeta desem- pefiadas. en varios movimienros, por Sigmund Freud, Ar- nold Sch6nberg, Karl Kraus, Ludwig Wittgenstein y Her- bert Marcuse. 40 Hay muchos tipos de “ideologfas” en e! sentido gene- ral y (deliberadamente) vago del término que yo he empleado en el texto y, por tanto, muchos aspectos de la distincién entre ciencia e ideologia. Cabe mencionar dos aqui. Uno es que a las teorias cientificas se les puede distinguir o “demarcar” (véase nota 41), en contradistin- cién con las teorias no cientfficas que, sin embargo, pueden influir poderosamente sobre los hombres de ciencia y aun inspirar su trabajo. (Esta influencia, desde luego, puede ser buena o mala o mixta.) Un aspecto muy distinto es el atrincheramiento: una teoria cientifica puede funcionar 190 LAS REVOLUCIONES CLENTIFICAS ideologias para justificar la clara distincién que voy a trazar entre la cienciat! y Ja “ideologia” y, ademas, entre revoluciones cientijicas y revoluciones ideold- gicas. Pero elucidaré esta distincién con ayuda de un buen nimero de ejemplos. Espero que estos ejemplos miosirarén que es im- portante distinguir entre una revolucién cientifica en el] sentido de un derrocamiento racicnal de una como ideologia si llega a atrincherarse socialmente. Por ello, al hablar de la distincién entre revoluciones cienti- ficas y revoluciones ideoiégicas, he incluido entre las revo- luciones ideoldégicas los cambios en las ideas no cientfficas que pueden inspirar la labor de cientificos, y también los cambios en e] atrincheramiento social de io que de otra manera puede ser una teoria cientifica, (Debc la formu- lacién de los puntos de esta nota a Jeremy Shearmur quien también aporié otros puntos de que se trata en esta con- ferencia.) 41 Para no repetirme demasiado a menudo, no mencio- né en esta conferencia mi sugestién de una norma del cardcter empirico de una teoria (falsabilidad o refutabilidad como la norma de demarcacién entre teorfas empiri- cas). Como fen inglés] “ciencia” significa “ciencia empi- y como ia cuestidn no ha sido suficientemente analizada en mi libro, he escrito cosas como la siguiente (por ejemplo, [44, p. 39]): “.. para ser admitides como cientificos [los posiulados}; deben ser capaces de entrar en conflictos con observaciones posibles o concebivies”. Aigu- nas personas saltaron sobre esto como un tiro (desde $932, creo yo). “;Qué me dice de su propio evangelio?”, es la pregunta tipica. (Volvi a encontrar esia objecién en un libro publicado en 1973.) Sin embargo, mi respuesta a la objeci6n fue publicada en 1934 (véase [40], cap. 2, seccién 10 y otras partes), Pude replaniear mi respuesta: mi evangelio no es “cientifico”, es decir, no pertenece a la ciencia empirica sino que es, antes bien, una proposi- cidn (normativa). Incidentalmente, mi evangelio (y también mi respuesta), es criticable, aunque no justamente por observacién, y ha sido criticado. LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS 194 teoria cientifica establecida, por otra nueva, y todos los procesos del “atrincheramiento social” o tal vez “aceptacién social” de ideologias, incluyendo hasta las ideologias que incorporaron algunos resultados cientificos. XI Como primer ejemplo he escogido las revoluciones copemicana y darwiniana, porque en estos dos casos, una revolucién cientifica hizo surgir una revolucién ideolégica. Aun si olvidamos aqui la ideologia del “darwinismo social”,*? podemos distinguir un com- ponente cientifico y uno ideoldgico en ambas revo- luciones. Las revoluciones copernicaiia y darwiniana fueron Ideoldgicas hasta el punto en que ambas cambia- ton la visién del hombre sobre su lugar en el universo. Claramente fueron cientificas hasta el pun- to en que cada una de ellas derrocé una teoria cien- tifica dominante: una teorfa astronémica dominante y una teoria biolégica dominante. Tal parece que la repercusién ideoldgica de la teo- tia copernicana y también de la darwiniana fue tan grande porque cada una de ellas chocd con un dogma religioso. Esto fue de enorme importancia para la historia intelectual de nuestra civilizacién, y tuvo repercusiones sobre la historia de Ja ciencia (condujo por ejemplo, a una tensidn entre religién y ciencia). Y sin embargo, el hecho histérico y so- ciolégico de que las teorias de Copérnico y Darwin chocaran con la religisn debe ser completamente 42 Para una critica del darwinismo social, véase mi [42], cap. 10, nota 71. 192 LAS REYOLUCIONES CIENTIFICAS ajeno a toda evaluacién racional de las teorias cien- tificas propuestas por ellos. Légicamente, no tiene nada que ver con la revolucién cientifica iniciada por cada una de las dos teorias. Por ello, importa distinguir entre revoluciones cientificas y revoluciones ideolégicas, particularmen- te en los casos en que las revoluciones ideoldgicas interacttian con las revoluciones en la ciencia. El ejemplo, especialmente, de la revoluciéa ideo- légica copernicana, puede mostrar que hasta una revolucién ideolégica bien puede ser descrita como “racional”. Sin embargo, aunque tenemos una nor- ma légica del progreso en la ciencia —y, por tanto, de la racionalidad— no parecemos tener nada simi- lar a normas generales de progreso o de racionali- dad fuera de la ciencia (aunque no debe interpretar- se esto en el sentido de que fuera de la ciencia no existe nada que pueda Ilamarse normas de raciona- lidad). Hasta una ideologia de alto grado intelectual que se base en resultados cientificos aceptados puede ser irracional, como lo muestran los muchos movi- mientos del modernismo en el arte (y en la ciencia), y también de arcaismo en el arte, movimientos que, a mi parecer, son intelectualmente insipidos, pues apelan a valores que no tienen nada que ver con el arte (o con la ciencia). En realidad, muchos movi- mientos de esta indole no son mas que modas que no se deben tomar demasiado en serio.# 43 Abundando en el empleo del vago término “ideolo- gia” (que incluye todo tipo de teorias, creencias y actitudes. incluyendo algunas que pueden influir sobre Ios cientificos) debe quedar en claro que pretendo cubrir con este térmi- no no sdlo las modas historicistas como el “modernismo” sino también ideas metafisicas y éticas serias y racional- LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS 193 Procediendo con mi tarea de elucidar la distincién entre revoluciones cientificas e ideoldgicas, presen- taré ahora varios ejemplos de grandes revoluciones cientificas que no condujeron a ninguna revolucién ideoldgica, La revolucién de Faraday y de Maxwell fue, desde un punto de vista cientifico, tan grande como la de Copérnico, y tal vez mayor, destroné el dogma cen- tral de Newton: el dogma de las fuerzas centrales. Y sin embargo no condujo a una revolucién ideoldgica, aunque si inspiré a toda una generacién de fisicos. E] descubrimiento (y la teoria) de J. J. Thomson acerca del electrén también constituyé una revolu- cién importante. Destronar la antiquisima teoria de la indivisibilidad del atomo constituyé una revolu- cién cientifica facilmente comparable a Ia realizacién de Copérnico; cuando Thomson la anuncid, los fisicos pensaron que estaba haciéndoles una broma. Pero no cre6é una revolucién ideolégica. Y sin em- bargo derrocé las dos teorias rivales que durante 2400 afios habian estado luchando por el predo- minio en la teoria de la materia: la teorfa de los atomos indivisibles y de la continuidad de la ma- mente discutibles. Tal vez deba referirme a Jim Erikson, ex estudiante mfo en Christchurch, Nueva Zelanda, quien una vez dijo en una discusién: “No sugerimos que la ciencia inventé la probidad intelectual; sugerimos que la probidad intelectual invento la ciencia.” Una idea muy similar se encuentra en el cap. Ix (“El reino y las tinieblas”) del libro de Jacques Monod, Chance and necessity, Knopf, Nueva York, 1971. Véase también mi [42], vol. I, cap. 24 (“La revuelta contra la razén”). Desde luego, podriamos decir que una ideologia que ha aprendido de este enfoque critico de las ciencias probablemente seré mas racional que otra que choque con la ciencia. ES CIENTIFICAS 134 LAS REYOLUCK teria. Para evaluar la importancia revolucionaria de este avance, baste recordar al lector que in- trodujo la estructura asi como la electricidad en el 4tomo y, asi, en la constitucién de le materia. También ja mecdnica cudntica de 1925-1926, de Heisenberg y de Born, de De Broglie, de Schrédin- ger y de Dirac fue esencialmente una teoria del electr6n de Thomson. La revolucién cientifica de Thomson condujo a !a revolucién cientifica en la tecnologia, y a la mecanica cuantica; mas espe- cialmente condujo a la fase de estado sdélido de esta revolucién tecnolégica. Pero ninguna de estas gran- des revoluciones cientificas y tecnolégicas estimuld (como lo hizo la revolucién copernicana, o la dar- winiana) una nueva ideologia semipopular. Otro ejemplo asombroso fue la abolicién, hecho por Rutherford en 1911, del modelo dei dtomo pro- puestc por J. J. Thomson en 1903. Rutherford ha- bia aceptado la teoria de Thomson segtn la cual la carga positiva debe distribuirse por todo el espacio ocupado por el 4tomo. Esto puede verse en su reac- cién al célebre experimento de Geiger y Marsden. Estos encontraron que cuando lanzaban particulas aifa contra una delgada placa de chapa de oro, unas pocas de las particulas alfa —cerca de una en vein- te mil— eran devueltas por la chapa, en lugar de ser simplemente desviadas. Rutherford se mostré incré- dulo, Como después dirfa:#* “Fue el hecho mas in- creible que me ha ocurrido en mi vida. Fue casi ian increible como si dispardsemos un proyectil de quin- 44 Lord Rutherford, “The development of the theory of atomic structure”, en J. Needham y W. Pagel (comps.), Background of modern science, pp. 61-74, Cambridge Uni- versity Press, 1938; la cita es de la p. 68. LAS REYOLUCIONES CIENTIFICAS 195 ce pulgadas contra una pieza de tejido de papel, y regresara contra uno.” Esta observacién de Ruther- ford muestra el caradcter absolutamente revoluciona- rio del descubrimiento, Rutherford comprendié que el experimento refutaba el modelo dei dtomo de Thomson, y lo remplaz6 por el modelo nuclear del atomo. Este fue el principio de la ciencia nuclear. El modelo de Rutherford llegd a ser sumamente conocido, aun entre los legos. Pero no desencade- né una revolucién ideolégica. Una de las revoluciones cientificas fundamentales de la historia de la teorfa de la materia nunca ha sido reconocida como tal. Me refiero a la refutacién de la teoria electromagnética de la materia, que ha alcanzado el predominio tras el descubrimiento del electr6n por Thomson. La mecdnica cuantica sur- gid como parte de esta teorfa, y fue lo “completo” de esta teoria lo que fue defendido por Bohr contra Einstein en 1935, y otra vez en 1949, Y sin embar- go, en 1934 Yukawa habia esbozado un nuevo enfo- que tedrico-cuantico de las fuerzas nucleares, que dio por resultado la abolicién de la teoria electromag- nética de la materia, tras cuarenta afios de predomi- nio indiscutido.*> oe 45 Véase mi “Mecdnica cudntica sin ‘el observador’”, en Quantum theory and reality (ed. Mario Bunge), esp. pp. 8-9, Springer-Verlag, Nueva York, 1967. (Formaré un capitulo de mi volumen, de préxima aparicién, Philosophy and pitysics.) La idea fundamental (que la masa inercial del electrén es explicable en parte como la inercia del mévil campo electromagnético) que condujo a la teoria electromagnética de la materia se debe a J. J. Thomson. Sobre los efectos eléctricos y magnéticos producidos por el movimiento de los cuerpos electrificados, Phil. Mag. (5+ Ser.) 11, pp. 229- 196 LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS Hay muchas otras revoluciones cientificas que no desencadenaron ninguna revolucién ideolégica; por ejemplo, ja revolucién de Mendel (que después salvaria de extincién al darwinismo). Otras son los rayos X, la radiactividad, el descubrimiento de los is6topos y el descubrimiento de la superconduc- 249, 1881, y a O. Heaviside; sobre el efecto electromagné- tico debido ai movimiento de la electrificacién a través de un dieléctrico, Phil. Mag. (5* Ser.) 27, pp. 324-339, 1889. Fue desarroliada por W. Kaufmann (“Die magnetische und elektrische Ablenkbarkeit der Bequerelstrahlen und die scheinbare Masse der Elektronen”, Gott, Nachr., pp. 143- 155, 1901; “Ueber die elektromagnetische Masse des Elek- trons”, pp. 291-296, 1902; “Ueber die ‘Elektromagnetis- che Masse’ der Elektronen”, pp. 90-103, 1903 y M. Abra- ham (“Dynamik des Elektrons”, Gott. Nachr., pp. 20-41, 1902; “Prinzipien der Dynamik des Elektrons, Annln Phys. (48 Ser.) 10, pp. 105-179, 1903 en la tesis de que la masa del electron es un efecto puramente electromagazético. (Véase W. Kaufmann, “Die elektromagnetische Masse des Elektrons”, Phys. Z, 4, pp. 54-57 [102-103], y M. Abra- ham, “Prinzipien der Dynamik des Elektrons”, Pays. Z, 4, pp. 57-63 [1902-1903], y M. Abraham, Theorie der Elektrizitét, vol Il, pp. 136-249, Leipzig, 1905.) La idea recibié el poderoso apoyo de H. A. Lorentz, “Elektromag- netische verschijnselen in een stelsel dat zich met wille- keurige snelheid, kieiner dan die van het licht, beweegt”, Versl. gewone Vergad. wis— en natuurk, Afd. K. Akad. Wet-Amst, 12, segunda parte, pp. 986-1009, 1903-1904, y por la relatividad especial de Einstein, conducente a resul- tados que se desviaban de los de Kaufmann y Abraham. La teorfa electromagnética de la materia tuvo una gran influencia ideoldgica sobre ios, hombres de ciencia por causa de la fascinadora posibilidad de explicar la materia. Se tambale6 y fue modificada por el descubrimiento del nicleo (y del protén) por Rutherford y por el descubri- miento def neutrén por Chadwick, lo que puede ayudar a explicar por qué casi pasé inadvertido su derrocamiento final por la teoria de las fuerzas nucleares. LAS REVYOLUCIONES CYIENTIFICAS 197 tividad. Ninguna de éstas tuvo una correspondiente tevolucién ideolégica. Y tampoco veo, hasta ahora, una revolucion ideolégica resuitante dei gran avance de Crick y Watson. XH De gran interés es el caso de Ja Hamada revolucién einsteiniana; me refiero a la revolucién cientifica de Einstein que entre los intelectuales tuvo una influen- cia ideolégica comparable a la de las revoluciones copernicana o darwiniana. De los muchos descubrimientos revolucionarios logrados por Einstein en la fisica, hay dos que nos interesan aqui. El primero es la relatividad especial, que derrocd la cinematica newtoniana, remplazando la invariancia de Gaiileo por Ja invariancia de Loreniz.** Desde 46 La potencia revolucionaria de Ja relatividad especial se encuentra en un nuevo punto de vista que permite la derivaci6n e interpretaci6n de las transformaciones de Lorentz a pariir de dos simples primeros principios. La mejor manera de apreciar la grandeza de esta revolucién es leer el libro de Abrabam (vol. U, al que nos referimos en la nota 45, supra). Este libro, ligeramente anterior a los escritos de Poincaré y de Einstein sobre la relatividad, contiene un andlisis completo de la situacién del problema: de la teoria de Lorentz sobre el experimento de Michelson y aun del tiempe local de Lorentz. Abraham, por ejemplo en las pp. 143 s. y 370 s., se acerca mucho a Jas ideas einsteinianas. Hasta parece como si Max Abraham estuviese mejor. informado de la situacién del problema que el propio Einstein. Sin embargo, no hay una percatacién de las potencialidades revolucionarias de la situacién del problema; todo lo contrario, pues Abraham escribe en su Prélogo, fechado en marzo de 1905: “La teorfa de la elec- 198 LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS luego, esta revolucién satisface nuestras normas de racionalidad: las antiguas teorfas quedan explicadas como apzoximadamente validas para velocidades que son bajas comparadas con la velocidad de la luz. Por cuanto a la revolucién ideolégica vinculada a esta revolucién cientifica, uno de cuyos elementcs se debe a Minkowski, bien podemos plantear este ele- mento con palabras del propio Minkowski: “Las vi- siones del espacio y el tiempo que deseo poner ante vosotros. . . son radicales. En adelante, el espacio por si mismo y el tiempo por si mismo estan condenados a desvanecerse hasta ser simples sombras, y sdlo una especie de unién de los dos conservard una realidad independiente.”*7 Esta es una afirmacion intelectual- mente estremecedora, pero es claro que no es cien- cia: es ideologia. Llegé a formar parte de la ideologia de la revolucién einsteiniana. Pero el propio Ein- stein nunca se sintid completamente satisfecho con ella. Dos afios antes de su muerte escribié a Corne- lius Lanczos: “‘jSabemos tanto y comprendemos tan poco! La cuatridimensional con la [firma de Min- kowski]. .. pertenece. a esta tiltima categoria.” El elemento mds sospechoso de la revclucién ideo- tricidad parece haber entrado hoy en un estado de desa- rrollo mds apacible.” Esto muestra cudn dificil es, aun para un gran cientifico como Abraham, prever e] desarrollo futuro de su ciencia. 47 Véase H. Minkowski, “Space and time”, en A. Eins- tein, H. A. Lorentz, H. Weyl, y H. Minkowski, The prin- ciple of relativity, Methuen, Londres, 1923, y Dover ed., Nueva York, p. 75. Para ia cita de la carta de Einstein a Cornelius Lanczos, mds avanzada en el mismo pérrafo de mi texto, véase C. Lanczos, “Rationalism and the physical world”, en R. S. Cohen y M. Wartofsky (comps.), Boston studies in the philosophy of science, vol. 3, pp. 181-198, 1967; véase p. 198. LAS REYOLUCIONES CIENTIFICA. 19S iégica einsteiniana es 1a moda del cperacionalismo o 1 visme, moda que Einstein _Cespuss rechaz6, 2cngue él mismo fue resp e ella, debido a lo que habia escrito acerca de la ieonecs operacional de la simultaneidad. Aunque, como después Einstein lo comprendié,*® el operacionalismo es logicamente una docirina insostenibie, desde entonces ina sido muy influyente en fa fisica y en especiai en la psicologia conductista. Con respecto a las transformaciones de Lorentz, no parece haber formado parte de la ideologia el que limiten la validez de ia transitividad de la si- multaneidad; el principio de transitividad sigue sien- o vdlido dentro de cada sistema inercial, aunque se yuelva invalido para la transicién de un sistema a otro; tampoco ha Ilegado a formar parte de la ideo- logia el hecho de que la relatividad general, o mas especialmente la cosmologia de Einstein, permita ta introduccién de un tiempo césmico preferido y, por consiguiente, de marcos espacio-tempcrales jocales pref feridos. aaa A mi parecer, la relatividad general fue una de jas mas grandes revoiucicnes cientificas de todos Ics tiempos, porque chocé con la teoria mas grande y 48 Véase mi [44], p. 114 (con la nota 36 de pie de pagina): también mi [42], vol. IZ, p. 20, y la critica en mi {40}, p. 440. Sefialé esta critica en 1950 a P. W. Bridgman, quien Ia recibi6 con suma generosidad. 49 Véase A. D. Eddington, Space time and gravitation, pp. 162 s., Cambridge University Press, 1935. Es intere- sante en este contexto que Dirac (en la p. 46 del escrito al que nos hemos referido en ia nota 29, supra) diga que hoy duda de que el pensamiento cuatridimensional sea una exigencia fundamental de Ja fisica, (Es un requeri- miento fundamental para conducir un auto.) 200 LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS mejor probada de todos los tiempos: la teorfa de la gravedad de Newton y del sistema solar. Contiene, como tenia que contener, la teoria de Newton como aproximacion, y sin embargo la contradice en diver- sos puntos. Arroja resultados distintos para drbitas elipticas de apreciable excentricidad, y entrafia el resultado asombroso de que cualquier particula fi- sica (incluso fotones) que enfoque el centro de un campo gravitacional con una velocidad que exceda seis décimos de la velocidad de la luz no es acele- rada por el campo gravitacional, como en la teoria de Newton, sino desacelerada; es decir, no atrafda por un cuerpo pesado sino repelida.>° Este resultado, sumamente sorprendente y de enorme interés, ha re- sistido las pruebas; pero no parece haberse convertido en parte de la ideologia. Es esta abolicién y correccién de la teoria de Newton el que, desde un punto de vista cientifico (en contraste con el ideolédgico) tal vez sea lo mas importante de la teoria general de Einstein, Esto im- plica, desde luego, que la teorfa de Einstein puede compararse punto por punto con la de Newton*! y 50 Mas precisamente, un cuerpo que cayera del infinito con una velocidad v > c/3%4 hacia el centro de un campo gravitacional constantemente ird desacelerando al aproxi- marse a este centro. 51 Véase la referencia a Troels Eggers Hansen citada en la nota 27, y Peter Havas, “Four-dimensional formula- tions of Newtonian mechanics and their relation to the special and the general theory of relativity”, Revs mod. Phys. 36, pp. 938-965, 1964, y “Foundation problems in general relativity”, en Delaware seminar in the founda- tions of physics, M. Bunge (comp.), pp. 124-148, 1967. Por supuesto, la comparacién no es trivial. Wéase, por ejemplo, pp. 52 5. del libro de E. Wigner al que nos he- mos referido en la nota 24, supra. LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS 201 que conserva la teoria de Newton como aproxima- cién. Sin embargo, Einstein nunca creyé que su teo- tia fuera cierta. Escandaliz6 a Cornelius Lanczos en 1922 diciendo que su teoria no era sino una etapa pasajera; la llamo “‘efimera’’.52 Y dijo a Leopold In- feld® que el lado izquierdo de su ecuacién de cam- po*4 (el tensor de la curvatura) era sélido como una roca, mientras que el lado derecho (el tensor de energia del impulso) era tan endeble como la paja. En el caso de la relatividad general, una idea que tuvo considerable influencia ideolégica parece haber sido la del espacio curvo cuatridimensional. Esta idea ciertamente desempefia una funcién en la revolucién cientifica y en la ideolégica, pero esto hace atin mas importante distinguir la revolucién cientifica de la ideolégica. A pesar de todo, los elementos ideolégicos de la revolucién einsteiniana influyeron sobre los cientifi- cos y, por tanto, sobre la historia de la ciencia; y esta influencia no siempre fue buena. Ante todo, el mito de que Einstein habia llegado a su resultado mediante un uso esencial de métodos epistemoldgicos y especialmente operacionalistas ejer- cid, en mi opinién, un efecto devastador sobre la ciencia (no importa si se Ilega a unos resultados —en especial buenos resultados— sofidndolos o be- biendo café negro, o aun por una epistemologia 52 Véase C. Lanczos, op. cit., p. 196. 53 Véase Leopold Infeld, Quest, p. 90. Victor Gollancz, Londres, 1941. 54 Véase A. Einstein, “Die Feldgleichungen der Gravi- tation”, Sber. Akad. Wiss. Berlin, parte 2, pp. 844-847, 1915; “Die Grundlage der allgemeinen Relativitatstheorie”, Annin Phys. (49 Ser.), 49, pp. 769-822, 1916. revoiucionaria del lucién einsteiniana, profundidad epist creencia afecté a res de la mecanic de los gran des fi Condujo al predc jetivista de la mecdni = ot oO avemmente incom ple 2cién ortedexa de 53 Creo que eo] pari “Die Gru nota 54, supra: Ei fundamente de } relatividad, The principle of relativiry, 2D. “iL. “16d: véase nota 47, supra) emplea argumenics epistemolégicos suma- mente dudoscs contre el espacio absoluto newtoniane yv en pro de wna teorfa muy import . 30 Hspeciaimenie Heisenberg y Bonr. 7 Al parecer afecté a Max Delbriick; yéase Perspec- tives tt American history, voi. 2, Harvard University Press, 1968. “Emigré physicists and the ticlogical revolution”, por Donald Fleming, p. [52-189, especialmente jas seccio- nes iv y v. (Bebo esta referencia al crofesor Mogens Blegvad.) : 58 Es claro aue una teoria fisica que no explique cons- tantes como ei quanto elemental eléctrice (o ja constante de estructura fina} es incompleta, para no decir nada de los espectros de masas de las particuias elementales. Véase mi escrito, “Quantum mechanics withcut the ‘cbserver’” al que nos hemes referido en la nota 45, supra. on 203 LAS REVOLUCIO. ideologia, En realidad es parte de una ideclogfa mo- dernista, y se La convertido en una moda cientifica que consiituye un grave obstaculo al reso de la ciencia. Ay Espero haber puesto en claro la distincidn entre una revolucién cientifica y la revolucién ideoldgica que a veces puede ir aunada a ella. La revolucién idec- légica puede servirla racionalmente o puede soca- varla. Pero a menude no es mds que una moda in- telectual. Aun si va vinculada 2 una revolucién cientifica, puede ser de un caracter sumamente irra- cional, y puede conscientemente romper con la tradicion. Pero una revolucién cientifica, por muy radicai gue sea, no puede en realidad romper con la tradi- ci6n, pues debe conservar ei triunfo de sus predece- soras. Por ello, las revoluciones cientificas son racio- nales. Con esto no quiero decir, desde luego, que los grandes cientificos que hacen las revoluciones son o deben ser seres totalmente racionales. Por to con- trario, aunque he estado defendiendo aqui la racic- nalidad de las revoiuciones cientificas, mi conjetura es que si los cientificos individuales un dfa se volvie- tan “objetivos y racionales” en el sentids de “im- parciales y desapegados”, enionces en realidad en- contrariamos el progreso revolucionario de ia ciencia ante un obstdculo insuperable. Deseo agradecer a Troels Eggers Hansen, al Rev. Michael Sharratt, al Dr. Herbert Spengler, y al Dr. Martin Wenham, sus comentarios criticos sobre esta conferencia.

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