Lectura: Descubriendo lo encubierto
(Ejemplo tomado del libro de Watzlawick y colab. Change.
principles of problem formation and problem resolution, N. York,
Norton, 1974. En espaiiol: Cambio, Barcelona: Herder, 1982).
Un hombrede medianaedad y su mujer iniciaron conjuntamente una
psicoterapia familiar debido a que se enzarzaban constantemente
en mondétonas peleas verbales, que hacfan muy desgraciada a
la esposa y la dejaban muy preocupada por las posibles reper-
cusiones sobre sus hijos, atin de corta edad. Se puso muy pronto
de manifiesto que sus disputas surgian a través de una especie
de “trabajo en equipo”: el marido (el cual admitia que mas bien
gustaba de pelearse y que, por ejemplo, no perdia jamas ocasién
de hacerlo con camareras u otro personal de servicio) utilizaba
siempre un modo de provocacién sutil, pero eficaz, y la mujer
reaccionaba entonces de una manera que le permitia dar rienda
suelta a su temperamento y atacarla. No es preciso afadir que ella
consideraba su propia reaccién como el tinico modo de defenderse
contra las provocaciones de él y de evitar una pelea. Asi pues,
ambos, pero en especial ella, no se daban cuenta del hecho de
que, sin esta reaccidn especifica de evitacidn, la disputa no podria
tener lugar. Mientras estaébamos sopesando cuéal habria de ser la
intervencién més adecuada, un incidente nos proporcionéd una
excelente ocasi6n para una prescripcién de comportamiento. Lo
que sigue es una transcripci6n del registro magnetofénico de la
sesién de psicoterapia familiar consecutiva a la intervencién:
Psicoterapeuta: ;Siguié usted el domingo mis instrucciones?
Padre: Si.
Psicoterapeuta: Muy bien, cuéntenos lo que paso.
Padre: No encontré a nadie que colaborase conmigo.Como podemos ver, la intervencién ejercié dos efectos. Situé
al marido en una paradoja del tipo “jsé espontdneo!”, por lo que
respecta a las peleas esponténeas, y ademas hizo que la mujer
fuese mds consciente de cémo contribuia a su problema, mas de
lo que cualquier explicacién o interpretacidn orientada en senti-
do de “insight” hubiera podido lograr.
O consideremos el frecuente caso del adolescente que se com-
porta mal y cuyo comportamiento parece ajustarse exactamente al
problema marital de sus padres. Asif, por ejemplo, una hija puede
comportarse de un modo muy irrespetuoso con su madre, la cual
reacciona de un modo que no hace sino profundizar su mutua hos-
tilidad. Se comprende que la madre espere que el padre afirme su
autoridad y le ayude a corregir el comportamiento de su hija, pero
encuentra que su marido es demasiado “indulgente” cuando ella se
queja de la hija. Con razén o sin ella, le queda la impresién de que
hombre, son sélo tres pavos”. El repuso que tenfa que pagar
una hora extra aunque no me habia retrasado mds que cinco
minutos. Me dijo que la tarifa era por hora o fraccién. Me carg6
50 centavos y yo traté de discutfrselo. Me dijo: “No puedo
discutir con usted; todo el mundo me protesta por estas cosas,
pero yo no puedo hacer nada. Escriba usted a la direccién”. Yo
le dije: “Aqui es usted la direccién. Le voy a dar tres délares
y voy a sacar mi automévil”. A lo que replicé: “Haga lo que
quiera. Voy a apuntar su matricula y se la mandaré al jefe y que
él se las entienda con usted”. Seguramente tiene que tratar con
montones de gente que hace igual que yo y que busca pelea.
Asi que él tampoco quiso pelear, pero yo hice el esfuerzo seguin
usted me dijo. A lo mejor es por seguir sus instrucciones por
lo que no hice tan bien el esfuerzo por pelearme. Pero de todos
modos me preparé dos ocasiones en las que si alguien hubiese
querido hacerme el juego, habria tenido una buena bronca.
Psicoterapeuta (Mirando fijamente a la madre): Claro, si
alguien hubiese querido hacerle el juego, si.
Padre: Creo que si hubiese logrado que aquel tio hubiese salido
de sus casillas, le habria liquidado. Y lo mismo me hubiese
pasado con el camarero del bar.padre e hija mantienen una oculta coalicién contra ella, es decir,
que el padre se alegra en secreto y alienta el comportamiento de la
muchacha, acusaci6n indemostrable que él rechazaria airadamen-
te si ella se la expusiese. En estos casos hemos hallado muy Util
decirle al padre (en presencia de la madre) que puede restablecer
la paz en su hogar facilmente, si acepta hacer algo que le pareceré
més bien raro: echar mano a su portamonedas y darle a su hija 10
centavos cada vez que se muestre insolente con su madre. Deberé
llevar a cabo esta instruccién en silencio y como si fuese lo mas
natural del mundo, y si la hija insiste en saber por qué lo hace, se
limitard a decir: “Es que tenfa ganas de darte diez centavos”. Al
impartir esta prescripcién el psicoterapeuta evita quedar envuelto
en una argumentacién sin salida acerca de si el padre siente “real-
mente” hostilidad hacia la madre, y si la hija acttia “realmente” de
modo tan hostil ante la secreta satisfaccién del padre. Las vagas
implicaciones simbélicas de la prescripcién constituyen una moda-
lidad de ‘técnica de confusién” por lo que se refiere a la mucha-
cha, y por otra parte proporcionan a la madre la impresién de que
el padre esta haciendo algo para ayudarla contra la hija, si bien su
propésito permanece lo suficientemente poco claro como para evi-
tar que lo utilice en sus argumentos.