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Seccidn: Ciencia y Técnica i ‘Thuillier: jes a Einstein Las caras 0 n cientifica, 1 Umea Tisalo original: D'Arc vt bee Porvention sci 7 : Treduccor: Amali Libraitie Archémie Fayard 1998 Alianza Editorial, 5. A., Madrid, 1590 Calle Mildn, 38, 28043 Madcid; seléf, 2000045 ISBN: 8$.206-9535.0 (Obea completa) ISBN: 84.206.0487-9 (Tomo 1) Depésizo Tegal: M. 42.695-1990 Papel fabricade por Snisce, 5. A. rampesicign: EECA, S.A. Doctor Fedetico Rubio y Gi nen _Lavel. Les Lianos, n Spain (, 16, 28039 Madi ave 6, Humanes (Wl cachées Introduccion iencia, considerada como un proyecto que’ se realiza progresiva- ence, es tan subjetiva y estd tan con- jonada psicoldgicamente como a0 'orta qué ovs empresa hamanan, Einstein eQué es la ciencia? ¢COmo ha nacido? gf nera elaboran sus teorias los cientificos? ¢D) tun emétodo» establecido de una vez para siempre que garantice la everdad» de su saber? gEs cierto que la ac- tividad de los fisicos y de los bidlogos es totzlmente «objetivay y . De forma ideal, por supussto, los hombres de ciencla tienen como objetivo sacar a la luz el funciona- tiento real de Ja navucaleza; y esto les lleva, en particu Jar, a multiplicar Los cuestionarios sobre todo lo puede observar y expecimentar. En este sentido, el gendatio «método experimental» expresa cierta ve Jos hombres de ciencia tienen un proyecto precisa y petan determinadas zorms (como aquella que exige conirontacién estrecha y seria de la teoria com los fem menos 2 los que concitrne). No obstante hay que ees tei diferencia ene 1s lenis Le qu al eso 3s poseer en el fin de los tiempos, y [a ciencia efec- ae muy a menudo esté muy lejos de la perfeccién. Uno de los objetivos del presente libro o pesamee trar con algunos ejemplos concretos (ver especial- fuente los eapituios VIL TX, % XI y XH) hates qué punto es dificil hacer dialogat las teotias y los hechos En principio no hay mas que seguir ef Método. Sin em- bargo, en la préctica, el asunto no es tan sencillo. Sin entcar en detalles, y s6lo con el fin de orientar Ia lecwura, voy a resaltar algunas euestiones, alas que se enfrentan los investigadores. :Cémo elegir los hechos 10s entre todos los hechos disponibles? Por «hechos jos» entendamos aquellos que son significativos, as que presentan de Eornis bien caracterizada ba variables «pertinentes», los fendmenos «fundamentalese, ando una woria ha sido aceprada, desde hace mu ¢ tiende a subestimar la importancia de este as. € Let 3 ays ce 2 Deas problema. Las sesiones de «los crab. nuestro sistema de enseftanza contribuyen por otra parte a falsear las perspectivas. En efecto, los escudiantes ex- perimentan la mayor parte de las vec darse cuenta de la amplitud del erabajo que ha sido ae- cesario para perfeccionar las nociones y los insttumentos que utilizan. De forma espontinea creen que es0 es «evi- dente»; su nico problema es realizar correctamente la manipulacién. Para los iniciadores, para aquellos que introdujeron innovacionés en el anlisis de la caida libre, de los fené- menos de combustiéa.o de los mecanismos de Ja heren- ia, la siquacién era muy diferente. Su labor no se redueta a que les «saliese bien» una experiencia, En primer lugar, debjan concebirla... No solamente cenian que localizar los «hechos buenos» entre todos aquellos que podian conocer, sino que 2 menudo debfan forjarlos en todos sus aspectds (por ejemplo, constrayendo nuevos ap 108). ¥ no solamente debfan identificar las cbuenas va- ables», aquellas que permititfan formular celaciones fe- cundas, sino qué al mismo tiempo. debian definir mevas nociones y nuevos ésquemas teéricos. Nunca lo resalea~ Fémos demasiado: una vez logradas, todas esas manio- bras parecen sencillas. «No habia mas que... Bastaba on...» Pero en Ia exploracién de terrenos que son nue~ vos por definicién, los riesgos de equivocarse son gran- des. Nada garantiza que se esté en el buen camino. Uni- camenté en los relatos posteriores de ciertos historiado- Fes, las investigaciones resultan ser totalmente «l6gicas> y el didlogo entre Ja hipdtesis y la experiencia aparece cecory lumincso eae “En primer lugar, es muy raro que los «hechos» con- firmen dé fornia completa e inmediata la validez de una teoria, ya que a los bechos positivos es casi siempre po- sible oponer hedhos negarivos (es decit, desfavorables a , se sefiala con discrecién. Para hablar como algunos especialistas de la antropo- logia cultural, rodo sucede como si la Ciencia fuese una actividad sagrada y protegida por estrictos tabi. 7 dadano corriente podria pensar que la ciencia es humana, muy humana —a veces demasiado humana—. Por este ‘motivo urge afirmar su cardcrer trascedente. De cara al conocimiento profano, debe aparecer como el resultado de una busqueda que muchas veces he sido descrita ex- plicicamente coma religiosa. Basta consultar los textos para encontrar tantos ejemplos como se quiera. Asi, el astrénomo Camille Flammarion, al final det siglo x1x, pefar la ciencia en «el mundo del espiritus. Al propo- nernos el slogan «jVerdad! jLuz! (Esperanzal», utilizaba audazmeiite la dialéetica de lo Puro y de lo impuro en beneficio del conocimiento cientifico: «Estamos en una gpoca en la que los errores de la ignorancia, los famtas~ la noche, ios suefios de la infancia humana, deben recer; la aurora difunde su pura luz; el sol sale rmanidad despierta; pongdmonos en pie ante \gamnos en lo sucesive mas que uns divisa pr ls ciencial ¢ Termier, entre las dos guerras mun- 2 diales, rambién atacaba duro. Comparaba decididamence Ja afuncién por completo sublime» del sabio a la del sacerdote. La ciencis, segin él, nos lleva hacia la Verdad y lo Absoluto, Tomando prescada una frase de Léon Bloy, Termier describie asi al hombre de ciencia: «Va en Ja inmensidad, levando ante él su corazéa como una artorcha,» Ea su lirismo, ao vacilaba en emplear las me- tiforas mas audaces: «En el rorrente de las alegrias fu- turas, ln alegria de conocer seri tal ver el raudal prepon- deranter... En todo caso, una cosa era segura: «La vida est hecha para saber y, sin fa clencia, a0 vale la pena de ser vivida.» En cuanto al médico Rémi Collia, glori- ficaba en 1941 2 los chéroes» y «mértires» de la ciencia y sivuaba esta Gitima wen la categoria de los grandes mis- ticoss. Algo mas tarde el fisico Leprince-Ringuet ento- naba a su vez un himao entusiasta: «El verdadero sabio, escribia, es humilde, modesto, enamorado de le ciencia, al desarrollo de la cual contribuye (...) Es un gran con~ templativo, en el sentido més amplio-de la palabra (..).» ‘Una vez més, se destaca la analogia con Ia religi6n: «En- te la vocacién cientifica y Ia vocacién religiosa y apos- 6lica, hay mas de un punto en comin», etc. De este modo toda una large tradicién invita a los profanos a venerar la ciencis como una actividad supe- Hlor; y todavia hoy, aunque él estilo haya podido evo~ lucionar hacia la sobriedad. Este tipo de prosa no es muy dificil de encontrar. Desde el punto de vista epistemo- légico, estos elogios de la Ciencia Pura no dejan de tener sus consecuencias, y2 que implican que el Sabio, a fin de cuentas, es al feliz poseedor de etrucos» casi milageo- sos. Trucos gracias 4 los cuales y empleando los mismos rérminos del profesor Leprince-Ringuet, puede contem- plac «con satisfaccién la gran obra creada en fa que des- eubre la trama, en la que percibe sspectos maravillosos que habian permanecido ocultos hasta entonces» FOTOCOPIADORA Las caras oculeas de la invencié Pero ise nos describe con exactitud el mée permite tales logros? ¢Gémo se las arreglan los cos en Ia prictica para descubrir y percibir la trama Jas cosas? Se nos habla de «contemplacién». Pero ges realmente fa contemplaciéa la que ha permitido desc brir las leyes de In gravitacién, los étomos, los genes, particulas elementales, la relatividad y la tecténica cas? Estos grandes discursos, si bien se’miran, zao cierran incongruencias ¢ incluso contradicciones? En re sumen ino nos ocultan algunas caras del saber cientifico? Si reflexionamos, es bastante evidente que la concep «misticas de la ciencia no es mis que la cranspo: engalanada de la concepciéa empiridsta. En Tos dos ca- $08, s¢ sobreestima la percepcién de Tos no fuesen episcemolé- | gicos més que superficialmente. En lo més recéndito, si se me permite decirlo ast, el verdadero cema es una cues- | tién ética y politica. A saber: gcdmo hay que percibir | el mundo, integrarse y comportarse en él? El culto 2 «la ciencia», en estas condiciones, no es més que la expre- sién de una conviccisn filoséfica: al estimar que poseen la mejor concepsién del mundo y la mejor concepcién del hombre, jlos occidentales se imaginan que pueden, | por la misma caz6n, exhibir los «mejores» conocimien- | tos, cualesquiera que sean! Casi no merece Ia pena decir que este gran razonamiento permanete implicito la ma- yoria de las veces. Pero, en copgreto, todo sucede como si escaviese en la base del comportamiento. De donde se deduce que cualquier otro tipo de saber se evaliia toman- do como referencia las nozmas y los criterios que domi- nan én una sociedad obsesionada por Ja «racionalidad» de la eficacia, del rendimiento y del. provecho. Todo lo que puede servir 2 Ia realizacin de este proyecto tan particular se presenta como «racional»; y el resto es arro- jado a las tinieblas exteriores (mentalidad primitiva, irca~ ’ cionalismo, magia, misticismo, etc.). Unicamente habria ” que estar seguro de que el concepto de racionalidad asi definido tuviese ua valor absoluto. Por qué los hom- bres no podrian inventar diversos tipos de discurso «ra- cional>? Entenddmonos: aquf no se trata de afirmar que todos los discursos vienen a ser lo mismo —ni de dar a enten- der que se puede decir no importa qué...—. Sino sugecir que fa «Racionalidad cientifica» no es necesariamente La ‘inica forma de racionalidad. Existen muchas maneras de hacer méisica o de pintar; muchas maneras de concebir a naturaleza humana o la vida social, muchas maneras de escribir. Pero.se nos dice {que no hay més que una 1 1UCOPTAD, f Bl, p, Las caras ocultas de la invencién elentifea, 1 A, 3 manera «racional de hacer Ciencia! ‘Tal vez sea un pun- to de vista demasiado estrecho —y menos «racional» de fo que podria creer en un principio— ya que conduce en derechura a interpretaciones culeurales (entre otras) discutibles en el plano historico. Es bastante frecuente escuchar que la astrologia, precisamente, ha declinado porque habia sido ? ¢Cémo 2s posible creer, por ejermplo, que New- ton hays inventado Ja teoria de la gravitacién con él tni- co fin de servis « los intezeses materiales de Ia burguesa | erecienté? 4 Quisiera tcanquilizar a los que se siencea tentados a formular criticas de este tipo. Tracar de dar una vis més realista de «la ciencia» ao significa en modo alguno’ que se adopte una perspectiva groseramente utilicarista, | No ha habido complot, no ha habido concervacién mas. © menos maquiavélica organizada por las auroridades. | Los empresarios no se han dicho una hermosa mafiana: «Vamos 2 crear In ciencia moderna con el fin de mejorar los disparos de Is artillerfa y el rendimiento de las ma-.4 quinas.» Por supuesto que no falraban las preocupacio~ nes pricticas incluso desempefiaron un papel muy im=" portante (ver, entre otros, el capitulo sobre Leonardo de | Vinci). Pero en modo alguno era necesario ayudar a los, empresarios de la época para sentir la necesidad de un | nuevo saber y para trabajar en Ia elaboracién de una‘ ciencia més realista. Era toda la cultura la que estaba cambiando. El riba humano se revalorizaba y todas las personas conocedo: ras de alguna técnica (ingenieros, arcistas-ingenieros, etc.) # ocupaban una posicién cada vez mis predominante. La organizaci6n de fa produccién se racionalizaba; los ho: bres de negocios y los banqueros descubrian el maravi- lloso uso que podia hacerse de las matemicicas, En este’ contexto cultural es donde hay que tratar de comprender | Ja génesis de un nuevo estilo de saber. La obsesién del rendimiento y del beneficio ya se manifestaba; pero, pa- ralelamente, hacfan su aparicién o se perfeccionaban nv vos instrumentos intelectuales. Y una nueva concepciin de la naturaleza, independientemente de toda preocupa cién utilitaria inmediata, se imponia en numerosos espi i Les cars oculas de la iavenci6n cichfes, 1 ” gitus, El ejemplo de la Filosofia meca sobre la que ahora no deseo insistir, es de los més significacivos. En ese mundo en el que desde hacfa algunos siglos se raul- diplicaban las maquinas, he ahi que de pronto pareciese evidente que la misma Naturaleza funcionase mecénica- mente, Sobre la base consticuida por ese presupuesto esencial y por algunos otros més del mismo tipo, era posible (¥ eminentemente deseable) inventar otra ciencia, mas experimental, més cuantitativa, més analitica, Indu- dablemente, uno siempre es el reduccionista de alguien. Pero no creo que sea irrazonable o escandaloso presentar fa misma ciencia como un invento, —como una forma especial de apropiarse del mundo imaginario mediante temas humsnos situados histéricamente. Tanto més cuanto que, como muchos historiadores, ceconozco plenamente el papel que desempefian diversas tradiciones, Ix importancia de diversos préstamos tanto de Ja cultura arabe como de [a cristina. No hay mas gue remitirse, por ejemplo, al cspitulo TI consagrado a Ja «revolucién cientifica del siglo x1» (relativo entre otras cosas el uredescubrimiento» de la Antigdedad y a la asi- milacién de la culcura tientifica de los arabes) y el capi. tulo VI (en el que se aborda el problema siempre «can- dente» de las relaciones entre Ia ciencia y la Tg télica). Las simplificaciones mas caricaturescas desde ht go no provienen de aquellos historiadores que

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