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© Blliciones Akal, S.A. 1997 Los Berrocales del jarama ‘Apdo. 400- Torsejon de Ardoz, ‘Madrid - Espa ‘Telfs 656 56 11 - 696 51 57 Fan: 656-49 11 ISBN. 84-490-0812-2 Depésito legal: M. 28334-1997 Impreso en Grefol,§. A. Mésioles (Madrid) ; Habia en la época de Lutero dos grandes Elvoluntarismo escuelas: la via antiqua, representada, sobre todo, por sto, Tomés, y, en parte, por Duns Scoto (1270-1908), y la via moderna, surgida de la doctrina de Guillermo de Ockham (1300-1349). Si Lutero hubiese estudiado, por ejemplo, en Leipzig, seguremente se hubiese adherido al tomismo. Pero Lutero estudié en Erfurt, donde reinaba la via moderna, y fue, por tanto, deudor de una formacién ocamista ¥, por ende, nominalista. Veamos brevemente las doctrinas de estos dos filésofos: Duns Escoto y Guillermo de Ockham. Duns Escoto es un buen filésofo y un hombre de fe, y, como tal, quiere establecer las rela- clones entre teologia —con fundamento en la Revelacion—y filosotla metalisica —con funda- ‘mento en la razén—. La primera cuestin es saber hasta dénde puede llegar la razén en sus con- ceptualizaciones teol6gicas: es decir, determinar los limites de Ta raz6n en cuestiones de fe. Esto es asi porque la teologia en tanto es ciencia en cuanto utiliza conceptos cientifieo-floséficos. Ahora bien, la filosoffa nos da un conocimiento de Dios y de st infnitud, pero no puede decidir sobre los motives por los que Dios creé el mundo. Los conocimientos de la metafisica proceden «del mundo ya creado y, por consiguiente, el hombre no puede conocer lo que Dias ha decitido por su propia voluntad. Y, ademés de la creaciGn del mundo, pertenece a la libre voluntad de Dios el destino del hombre a un fin scbreratural. En consecuencia, la salvacién s6lo puede ser crefda, no conocida racionalmente. ¥ la e sélo se puede fundar en la voluntad libre y absoluta de Dios que hace lo que le «parece». La ciencia pertenece al conocimiento teérico que busca la necesidad de las cosas. La fe pertenece al terreno de lo prictico que se funda en la voluntad libre. Con esto se fundamenta el «voluntarismo» que tanto influiré en la teologia luterana. La salvacién del hombre 8 cosa exclusiva de Dios, al que sélo se puede acercar por la aceptaciéa libre de la revelacién en unacto de fe, Por consiguiente, la revelacién esté fundada en la autoridad libre de Dios. ‘A semejantes conclusiones llego Guillermo de Ocktam. Baste, para constatarlo, una frase concluyente de su Logica (IT, 1): «Los artfculos de fe no son principios de demostracién, ni con- Clusiones, y no son ni siquiera probables..». Su voluntarismo, en cuestiones de salvacién, se deduce precisamente de st negacifn de la revelacidn como ciencia demostrativa. Todo depende de la voluntad omnimoda de Dios: las cosas son buenas porque Dios asilo quiere. Por lo tanto, e! destino sobrenatural del hombre depende exclusivamente de la voluntad de Dies. No obstante esto, Ockham concedea la voluntad natural del hombre capacidedes que parecen acercar su postura al pelgianismo. «Ei hombre puede actuar loable o reprensistemente, y, por consiguiente, merecer o desmerecer, porque es un agente libre y porque muchos actos le son imputables» (Quodi. IH, q, 19). Sin embargo, su zntipelagianismo es evidente. Si Pelagio concedia ue las obras del hombre conseguian por si mismas la salvacién, para Ockham no hay nada que pueda obligar a Dios a salvar aun hombre (In Sert. 1,d. 17, q. 1). Laaceptacié de las obras huma- nas por parte de Dios es condicién indispensable para la saivacin. Esta aceptacién divina de forma absoluta (de potentia absotuta) no esta determinada por ninguna accién del hombre, aunque de forma -ordenzela» (de fotentia ordinata) Dios se «comprometes libremente a aceptar las obras buenas del hombre. Pero como esta aceptacién es algo que pertenece a la voluntad de Dios en exclusiva, las obras det hombre son initiles para la salvacién. Dios puede conceder la selvacién incluso al que no tiene fe. . El tema de la gratia, como don de Dios al La gracia redentora hombre por el que obtiene la salvacién, es indis- pensable para conocer bien Ia postura de Lutero y de la Reforma, en general. Intentemos aclarar un poco este concept. El amor de Dios es la nica razin plausible de que Dios se dria al hombre pecador. El mismo Dios, pues, en cuanto se dirige al hombre, es la gracia increata u operante (gratia increata, ope rans). El atror de Dios benevolente en cuanto acti antes que el hombre, ofrecisndcle ayuda, es Ja gracia antecedente (gratia pracveniens). La gracia, en cuanto regalo de Dios, es la gracia gra tuila Gratia gratis data). Bl efecto que la gracia produce en el hombre es la gracia subsecuente (gratia subsiquens). ¥ como este efecto de la gracia hace al hombre digno de Dios, la gracia reci- bird el nombre de gracia gratficante (gratia gratum feciens).Y el hombre, Ya en posesidn de este don divino, de esta qualilas, puede ser considerado, 2 su vez, como una especie de regalo o don: es la gracia creada (gratia creata) La gracia en cuanto cualidad inherente en el hombre es la gra- cia infusa (gratia infuza) que ce obtiene por los sacromentos, Es bien sabido que Lutero hace hincapié en Lafides Ja fe sola sin obras. Veamos brevemente lo que la teologia escoléstica decia sobre la fe y que Luter recogié de ella Late es la respuesta del hombre a la gracia de Dios que se revela al hombre para salvarlo. Si ‘el pecado es apartarse de Dios, sumo Bien, y, por end, de su fin sobrenatural que es Dios mismo, cel hombre se muestra incapacitado, por razén del pecado, para querer este bien. El primer efec- to de la gracia es la airicion, es decir, apartarse del pecado y acerearse a Dios, por lo menos, por ‘miedo z la condenacién eterna. Este primer resultado de la gracia se suele llamar fe informe (fides informis), ya que to tinico que hace el hombre es lo que estd en su poser (lacere quad in se est). Las buenas obras producen méritos de congro, todavia incapaces ¢e llegar al Dios dela salvacién sobrenatural. Lo mas que hacen es disponer al hombre para recibir la fe informada por la caridad (des caritate formata), por la cual el tombre obtiene meritos de condigno, es decir, capaces de set aceptado totalmente por Dios. Esta formula fue siempre negada por Lutero por consideretla smo. Podriamos decir que Lutero niega no s6lo la mediatién sacramental, sino tam- bién la mediacién salvifica y moralizante postulada por Erasmo. Por medio de os signos sacramentales, Dios concede a los hombres la gracia (gratia infisa). Las sacramentos Sto. Tomas habia concebido los. sacramentos como una especie de instrumento (insirumen- tum separatum) en manos de Cristo (instrumentum conitenctum) a través delos cuales Dios actiia eficazmente la salvacién, Esta es el objeto (res) de la accién sacramental, mientras que el signo es el material (szcramentum). Sacramento es, pues, la participacien de los méritos de Cristo por medio de la Iglesia que los dispensa. El sacramento del Bautismo es el primero que inicia al hombre en el proceso de salvacién por la infusion de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Mediante el Bautismo el hom- bre queda redimido de la Pena merecida por el pecado original. El sacramento de la penitencia perdona la culpa de los pecados personales, gracias a los méri- tos de Cristo, Sus ministcos son los saverdotes. El sacramento de la Eucaristia no es la repeticiGn del sactficio de Crist, sino el «memorial» de su inico y supremo ofrecimiento. La Iglesia regula y ofrece por medio de los ministros orde- nados el sacrificio de la Misa. Por aquel entonces habia en la Iglesia catélica la costumbre de no ofiecer a los icles e! cdc consagrado, sino sdloel pan. La reivindicacién luterana de la comunién bao las dos especies de pan y vino se convirtié en un signo de pertenencia ala Iglesia reformada. La Iglesia, pues, es le que regula y conserva el dep6sito de la fe y a institucién por Cristo de los sacramentos, asi como sus méritos La negativa luterana de negar todo tipo de meciaciones eclesiales le lev6 a organizar una Iglesia sin los sacramentos tradicionales, pues veia en ellos un intervencionisme de la Iglesia. La salvacién se obtiene por i fe, gracias al (nico «sacramento», Cristo, del que el bautismo, la Cena y la penitencia son solo signos. La promess de Cristo de estar presente bajo las espacies de pan ¥ vino vale, para Lutero, para todos los files, siendo ests promesa la razon de la consagracicn ¥ no la mediacién sacerdotal. De aqui que se riegue el sacerdocio ministerial y se instituya el sacerdocio de todos los fie- Jes, eliminando el sacramento del orden.

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