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Comisión 7922- Derechos Reales – Highton-Molina Quiroga – TP 1

TRABAJO PRACTICO Nº 1: POSESION

CONSIGNAS:
1. Enumere los actos posesorios mencionados en el fallo, diferenciando los efectuados por la
parte actora y por la parte demandada.
2. En el caso de que el Sr. Guiñe hubiere pagado impuestos, ¿es esto un acto posesorio?
Justifique.
3. Habiendo Tecnicagua S.A. presentado un título de propiedad sobre los terrenos en cuestión
¿por qué la SCJ de Mendoza consideró a Guiñé como poseedor?, ¿qué relevancia tuvo dicho título?
4. Nombre las diferencias entre posesión y tenencia. Cree un ejemplo ajeno al fallo analizado.

POSESIÓN - Carga de la prueba del "animus domini" - Eficacia de las posiciones en rebeldía
Sup. Corte Just. Mendoza, sala 1ª, 02/02/1993, Tecnicagua SA vs Guiñe, Gerardo, JA 1993-II-572;
LA LEY 1993-C,414)
Mendoza, febrero 2 de 1993.
1a.- ¿Es procedente el recurso de inconstitucionalidad interpuesto?
2a.- En su caso: ¿Qué solución corresponde?
3a.- Pronunciamiento sobre costas.
1ª cuestión.- El Dr. Romano dijo:
1. Se interpone recurso extraordinario de inconstitucionalidad, en contra de la resolución dictada por
la Cámara 4ª en lo Civil de esta Primera Circunscripción Judicial en los autos 31.590, caratulados
"Tecnicagua S.A. v. Gerardo Guiñez o Guiñe, ord. reivindicación", originarios del Primer Juzgado Civil
de la Tercera Circunscripción Judicial, solicitando que, al acoger el recurso intentado, declare la
nulidad de dicha sentencia en cuanto, revocando la sentencia de primer grado, acoge la demanda
reivindicatoria articulada en esta causa.
A los fines de fundamentar la tacha constitucional intentada, expresa el recurrente que la sentencia
apelada ha sido dictada en violación a su derecho de defensa al desconocer prueba rendida en el 1
expediente que reviste relevancia decisiva para la resolución de la cuestión, como así considerar
probado lo que no se probó y valorar arbitrariamente hechos y circunstancias del proceso, por lo que
encuadra sus agravios con fundamento en lo dispuesto por el art. 150 Ver Texto inc. 3 CPCC. (1).
El recurrente, al respecto, estima arbitraria la sentencia porque parte de afirmaciones dogmáticas,
que lo llevan a apartarse de las constancias de la causa. Así, en el punto de partida del razonamiento
judicial, se afirma que "presentando el reivindicante título de propiedad anterior a la posesión del
demandado, que no presenta título, se presume iuris tantum la propiedad y posesión de aquél" (art.
2790 Ver Texto CCiv.). Que ello constituye una premisa equivocada que no condice con la prueba
aportada, de la que se desprende que Guiñe es poseedor desde el año 1953 y la titularidad del
dominio de la actora recién la adquiere en 1962 y ello es la razón de la cláusula que se inserta
expresamente en la escritura, respecto a que la propiedad se transfiere en el estado posesorio actual,
lo que es aceptado por el comprador, no respondiendo el vendedor por vicios redhibitorios,
saneamiento de títulos, etcétera.
Que la construcción inicial de la sentencia, conduce a prescindir de hechos relevantes, los que
debieron ser ponderados en su conjunto, sin restarles valor a través de la discriminación que se
realiza. Sin perjuicio de admitir que los jueces no se encuentran obligados a valorar cada una de las
pruebas, entiende que ello debe serlo armónicamente, en su conjunto, de acuerdo a las reglas de la
sana crítica, ya que de lo contrario se caería en un voluntarismo de los jueces. En tal sentido sostiene
que la Cámara recurrida no analizó la inspección ocular realizada, ni las testimoniales de Nemesio D.
Palma, Duarte, Martín, Ianotti, Allaime, ni tampoco la absolución de posiciones de Francisco Díaz
Telli. Además, cuando analiza las testimoniales de Pozo y Fernández, las saca de su contexto, al no
merituarlas armónicamente y en su totalidad, sino en cuanto alguna parte de estas declaraciones
conviene a la construcción del voto.
Destaca el recurrente que la Cámara analiza la confesión ficta del demandado, llegando a la
conclusión de que como los testigos Fernández y Pozo (testigos de la demandante) han manifestado
hechos contrarios a las pretensiones de su parte, da por decaídos todos los actos posesorios
realizados por Guiñe, por considerar que los mismos fueron desvirtuados por la absolución ficta,
aseverando que se trata de actos que normalmente convienen a una tenencia. Considera de
gravedad el hacer primar la confesional ficta por sobre la prueba, tanto como el afirmar que los actos
posesorios de Guiñe convienen a una tenencia en desmedro de la prueba rendida.
La empresa accionante se opone a la procedencia del recurso intentado, destacando la
excepcionalidad del remedio y la insuficiencia del error en la decisión, dado que ello no constituye una
tercera instancia ordinaria.
Que en relación a la aplicación del art. 2790 Ver Texto CCiv. efectuada en la sentencia, entiende que
la ley no refiere solamente al título del directo poseedor, sino al título que resulta de unir su posesión
a la de sus causantes. Que su posesión se traslada a más de cien años lo que descalifica la
pretensión de Guiñe que dice trasladarse al año 1953 y no prueba que se hubiera instalado por su
propia voluntad, sino que lo habría hecho para trabajar a las órdenes de un Sr. Héctor Berni y habría
construido allí su vivienda juntamente con otros obreros.
Que los actos del demandado son coincidentes con los realizados por Mario Rogelio Pozo,
reconociendo este último que la tierra es de propiedad de Tecnicagua, no obstante habitar allí por
más de 40 años, por lo que reconoce razón al Tribunal para decidir que Guiñe no es poseedor animus
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domini, sino simple tenedor de la cosa, ya que para atribuirse tal calidad debió realizar actos
trascendentes durante el lapso que la ley indica.
Que se ha acreditado el tendido de una línea de energía eléctrica, como también una escuela
albergue donados por la actora. Que el único acto posesorio del demandado es la ejecución de una
mensura y su manifestación de considerarse poseedor, que fuera rechazada en base a lo dispuesto
por el art. 2353 Ver Texto CCiv. y que provoca la demanda.
En igual sentido, el Procurador General entiende que el recurso intentado es improcedente.
2. Las expuestas son, sintéticamente reseñadas, las razones por las que el recurrente intenta la
nulidad del decisorio dictado en grado de apelación, y la actora dice de su improcedencia,
sosteniendo la validez del fallo criticado.
Suficientemente conocida es la configuración dada por la jurisprudencia -tanto de la Corte Suprema
de la Nación, como de esta provincia respecto al concepto mismo de sentencia arbitraria, tipificándola
como aquella que no reconoce otro fundamento que la voluntad de los jueces (LS 157-397), refiriendo
a casos excepcionales en los que median graves defectos que hacen a su razonabilidad y que, en
definitiva, la descalifican como acto jurisdiccional (Corte Sup., 15/5/1984 Ver Texto , Rep. ED 18-909-
415, entre otros). En igual sentido la doctrina ha establecido que "hay una garantía innominada a la
no arbitrariedad que fluye del art. 33 Ver Texto CN. (2) y que comprende a todo el ordenamiento
jurídico. Esa garantía o protección constitucional, se traduce para los justiciables, en una exigencia de
razonabilidad (Vanossi, Jorge Reynaldo A., "Recurso extraordinario federal", Control de
constitucionalidad, 2ª parte, cap. II, p. 147, Ed. Universidad, 1984).
Es en base a este temperamento y en los límites del recurso en tratamiento que analizaré los
agravios que configurarían la supuesta lesión de la garantía constitucional de la defensa en juicio.
El primer tópico propuesto a consideración de este Tribunal, lo constituye la tacha a la afirmación de
la alzada, respecto de la presunción legal admitida en función del art. 2790 Ver Texto CCiv. en razón
de reconocer al reivindicante título de propiedad anterior a la posesión del demandado, lo que no
condice con las constancias de la causa que revelan que la titularidad del dominio por Tecnicagua lo
fue por escritura celebrada en 1962, siendo que Guiñe poseía desde 1953. 2
Sin perjuicio de que la afirmación involucra una cuestión fáctica, como es la constatación de la
antigüedad de ambas posesiones, en este aspecto, el agravio se nos presenta formalmente
improcedente, desde que la lesión constitucional lo sería como consecuencia mediatizada de una
determinada interpretación y aplicación al caso de la ley común, criterio éste técnico jurídico que
interesa excluyentemente al recurso normado por el art. 159 Ver Texto CPCC., también opuesto por
el interesado.
Es por ello que, por este primer aspecto, al margen del acierto o error normativo en que se hubiera
incurrido en el dictado del pronunciamiento, la censura efectuada, no puede ser acogida, por cuanto
la misma, excede del ámbito recursivo de inconstitucionalidad que, de suyo, tiende al amparo de la
Constitución, pero no a reparar cualquier equívoco en la subsunción normativa, pues no se trata de
una tercera instancia de plena jurisdicción ordinaria.
No ocurre otro tanto con los restantes agravios que, por reconocer un sustrato primordialmente
fáctico, sí resultan canalizables por el presente y reconocen entidad suficiente para autorizar el
remedio articulado. Según creo, en punto a los tópicos que integran el basamento de estos últimos, la
decisión impugnada revela defectos graves de razonamiento, omitiendo la consideración de
circunstancias decisivas en la solución del conflicto e introduciendo elementos de mérito que no se
acomodan a la prueba rendida en la causa, todo lo cual descalifica a tal pronunciamiento con entidad
suficiente para tipificar la ofensa constitucional.
Partimos, para avalar tal conclusión, del hecho mismo de la posesión invocada por el demandado
como defensa. Ella es un hecho, pero que produce efectos jurídicos, es un poder que se ejerce sobre
la cosa en virtud de un derecho real o, simplemente con apoyo en los propios hechos, con intención
de someterla al ejercicio de un derecho de propiedad (art. 2351 Ver Texto CCiv.).
Por el contrario, el accionante, como fundamento de su pretensión reivindicatoria, sostuvo al
demandar que el Sr. Gerardo Guiñe, como su padre y hermanos, resultaban meros tenedores del
campo, por cuanto si bien radicaban como puesteros, lo hacían con autorización de la actora y
reconociéndole a ésta la propiedad del mismo (art. 2352 Ver Texto CCiv.).
Queda de tal modo planteada en tan simple descripción, la complejidad del conflicto.
Inclinándose en su convicción por la segunda hipótesis, el pronunciamiento criticado meritúa
confesión ficta del demandado, frente a la incomparecencia de éste a la audiencia fijada al efecto;
aceptando que el último, reconocería que vive en terrenos de la actora en virtud de una autorización
de ésta. Asimismo, si bien admite el valor relativo que debe otorgarle a la misma, en razón, se dice
que no puede prevalecer la ficción sobre la realidad, no encuentra elementos de juicio que la
contradigan.
Desde esta primera aproximación al mérito de la causa, no podemos compartir el criterio de la
Cámara.
Conforme lo establece el art. 188 Ver Texto CPCC., el apercibimiento por no comparecer a absolver
posiciones sin justa causa, se limita a tener por cierto los hechos contenidos en el pliego, salvo
prueba en contrario. Por consecuencia, no se puede tener por confeso ni más, ni menos que lo que
refieren las posiciones puestas en ese pliego; y, del mismo no surge, como lo refiere la Cámara, que
el demandado Gerardo Guiñez o Guiñe reconocería que vive en terrenos de la actora en virtud de
una autorización de ésta, sino su padre, don Pedro Guiñe, que vivió en el lugar que actualmente
ocupa el absolvente (ver posición 3 del pliego de f. 54).
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Y bien, si su padre Pedro Guiñe, según lo admite la Cámara, ingresó al puesto por un señor Berni
según surgiría del instrumento obrante en fotocopia a fs. 8/14 -que no es otro que la escritura
traslativa de dominio a Tecnicagua- y el contrato de arrendamiento de Berni a la fecha de la escritura,
"se encuentra vencido y sin vigencia legal ni real alguna" (ver f. 11), no puede sino concluirse que
Pedro Guiñe, ingresó a ocupar el campo, con anterioridad a la adquisición del dominio por la actora,
por lo que mal pudo ésta autorizarlo como propietaria, convirtiendo a Guiñe en tenedor, antes de
adquirir la propiedad, recién en el año 1962.
Como puede advertirse, a la confesional ficta, no puede asignársele la trascendencia que le otorga la
Cámara; por el contrario, como lo afirma el recurrente, contiene afirmaciones marginadas de las
constancias de la causa.
De otro lado, el sentenciante entiende que tampoco se prueban por parte del demandado, los
extremos que debió acreditar en sustento de su defensa, en tanto en su favor, declaran testigos que
concretan la realización de actos comunes a toda ocupación, como ser el cultivo, introducción de
mejoras, teniendo en él ganado, etc., que lo único que significan es una revelación del corpus de los
puesteros, tratándose de actos que normalmente convienen a una tenencia.
Al definir nuestro codificador a la posesión en el art. 2351 Ver Texto CCiv., claramente deja ver que
en ella contempla los dos elementos esenciales: el corpus o elemento material, cuando exige el tener
una cosa bajo su poder, y el animus, o elemento psicológico o intelectual. La Cámara niega la
existencia del segundo de los elementos; veamos si ello es verdad.
Desde ya que entendemos que ambos aspectos merecen de la debida demostración, lo cual no
implica necesariamente, que deba extremarse la exigencia probatoria para constatar la intención
posesoria. Si bien de la prueba del corpus no siempre resulta la demostración del animus, más de
una vez ambas van unidas. Como sostuviera Savigny, en quien se inspirara el codificador en el tema,
el poseedor que tenía una cosa, "debía comportarse como un propietario" (Tratado de la posesión,
aparecido en 1803), tal como lo consigna el referido art. 2351 Ver Texto , en el caso estimamos que
existen sobradas razones para juzgar que la conducta del demandado se ajustó a tal supuesto.
Ello así, en tanto, los propios actos merituados por la alzada, apreciados en conjunto y apropiados a 3
las características del inmueble, se han repetido durante un lapso más que suficiente para la finalidad
pretendida de usucapir, con anterioridad y posteriormente a la adquisición del dominio por parte del
reivindicante, sin interrupciones y denotando por parte de quien los ejerció una conducta exteriorizada
como dueño frente a terceros y en el propio predio por la construcción de mejoras permanentes, de
entidad suficiente que no revelan otra intencionalidad que la de sentar un señorío sobre las mismas.
Por tanto, no puede razonablemente concluirse que ello sea una mera manifestación del corpus,
como lo interpreta la Cámara, sino la prueba misma del animus rem sibi habendi.
La omisión de mérito de estas circunstancias, emergentes de la prueba manejada por el
pronunciamiento de alzada, entraña una inconciliable discrecionalidad, por demás rigurosa, en la
selección de los elementos de convicción, que prescinde de la finalidad última que los inspira, en
detrimento de la verdad que surge objetivamente de los mismos.
La controversia suscitada en doctrina y jurisprudencia acerca de si los actos que menciona el art.
2384 Ver Texto constituyen la materialización de una posesión o simplemente, por su carácter
enunciativo sólo reconocen una presunción de la posesión que admite prueba en contrario, no
alcanza para negar la existencia del imperativo legal. Si de la prueba rendida, sobre todo de la
inspección ocular realizada en el terreno, surge sin contradicción de parte, la evidencia de la
existencia de netos actos posesorios, como son la construcción de una vivienda, con vestigios de la
existencia de una anterior, corrales para animales, la construcción de un pozo para la extracción de
agua y, por sobre todo la ocupación con las particularidades descriptas en la norma, sin elementos de
juicio que permitan suponer que los mismos fueron realizados con autorización o mera tolerancia del
propietario, fuerza es concluir, que en el caso concreto, la materialización de esos actos, revelan la
existencia de algo más que una mera tenencia, surgiendo claramente de ellos, una neta conducta
posesoria en cabeza del excepcionante.
Por lo demás, en el gran desierto mendocino y para el común de la gente de la zona que se han
dedicado a la explotación de esos campos, como lo sostiene el juez de la instancia de origen, sin
alambrados ni límites definidos, era normal que se instalaran en esos lugares, los llamados puesteros
que explotaban esos campos en su propio beneficio, en lo poco que de ellos podían extraer,
dedicándose sobre todo a la cría de ganado agreste, adaptado a tan dura geografía.
No es extraño entonces que los testigos hayan referido que los Guiñe se comportaban como dueños
del campo (f. 273 primera ampl.), o exteriorizado actos que permitan suponer la intención de serlo,
como ser la actividad ganadera y otros tipos de explotación -extracción de madera y venta de guano-
por su cuenta y sin dependencia o contrato alguno con el reivindicante, conforme al pliego de f. 322.
No le asiste duda a quien opina que Guiñe, durante toda la antigüedad que refieren los mismos
testigos, a más de la detentación material, él mismo se ha comportado en el predio como dueño, es
decir, haber acompañado la ocupación de la voluntad de tratar a la cosa como propia, o como refiere
la doctrina, "que, quien posee no sólo debe estar en condiciones de disponer físicamente del objeto,
sino que también debe obrar con la firme intención de comportarse como propietario, opinio domini,
no interesando si la cosa pertenece o no al poseedor o si éste tiene o no la convicción íntima de ser el
verdadero propietario" (Peña Guzmán, Luis A., "Derecho Civil. Derechos reales", t. I, p. 205, 1973).
Incluso testigos de la actora que reconocen al declarar que tienen relación de dependencia con la
misma, por lo que sus dichos deben ser merituados con rigurosidad, nos resultan ilustrativos, sobre
todo para entender el inicio de la posesión de Guiñe y la tan mentada relación con un presunto
encargado del Banco Nacional, precedente de la titularidad de Tecnicagua. Entre ellos se encuentra
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el dicho de Ángel Custodio Pozo, quien luego de reconocer una relación de dependencia con la
actora desde 12 años atrás, refiere, al contestar a la cuarta ampliación, que él conoció al puesto como
"Las Blancas", que fue campamento de hacheros de Héctor Berni. Que hicieron el pozo para darles
agua a las mulas de las tropas de carros y después vino el Sr. Pedro Guiñe que anteriormente vivía
en El Algarrobo que estaba a cargo de un señor de nombre Pedro Stocco y desde entonces él quedó
ahí e hizo casa con un señor Juan Robledo; cuando se fue don Pedro Guiñe quedaron los hijos y le
pusieron "La Chilca". Agrega al contestar a la 5ª ampliación que "...cuando levantaron las hachadas,
el Sr. Pedro Guiñe quedó en el puesto `cree' que con la autorización del Banco o del Sr. Héctor
Berni". También refiere este testigo respecto a la continuación de la posesión de don Pedro Guiñe
sosteniendo que éste no permanece en el puesto desde hacen aproximadamente 12 a 15 años y
dejó, "en primer momento a su hijo Pedro"... "de ahí en más el Sr. Pedro Guiñe no volvió nunca más
al puesto, quedando en poder del mismo el hijo Gerardo Guiñe y los otros también Guillermo y
Pedro". Como se advierte, desde el inicio de la ocupación por el progenitor del demandado, mal
puede hablarse propiamente de la existencia de una tenencia. El Sr. Guiñe, una vez levantado el
campamento de hacheros, éste "se quedó" en el puesto, sin poder precisar en qué carácter, por
cuanto el testigo no puede precisar fehacientemente que lo fuera por autorización y, en su caso, dado
que Berni no era el representante, sino un contratista del Banco, si ese permiso lo fue para que
ocupara el terreno como dueño, en tanto se acababa su contrato para la extracción de leña. Todo, en
base a meras hipótesis, por cuanto en autos no existen mayores precisiones respecto a tal
arrendamiento del referido Berni, fuera de lo expresado en la instrumental de f. 8 y el testigo Pozo
simplemente cree que existió dicha autorización.
Como se advierte, no existe en autos prueba con suficiente fuerza de convicción, para poder afirmar,
como lo hace la Cámara, que Guiñe ingresó al puesto como mero tenedor. Por el contrario, desde los
términos en que se concreta la demanda, en donde se invoca una mera tolerancia hacia la radicación
de los puesteros y no la continuación de una relación contractual con el referido Berni, pasando por
los testimonios analizados y definiendo el status posesorio del demandado por los actos materiales
que exteriorizan el carácter de su ocupación, como lo hace el pronunciamiento de 1ª instancia, estimo 4
acabadamente probados los extremos necesarios para el progreso de la excepción opuesta por el
demandado.
Así entonces, la decisión de grado anterior, no se sostiene como acto jurisdiccional válido, ya que la
misma resulta carente de razonabilidad y apartada de las circunstancias emergentes de la causa, por
lo que juzgo como derivada de un uso irregular de las formas, en el sentido de su no adecuación a
prueba rendida la solución que de ellas se obtiene. Ello me lleva a concluir que, en la especie, se
hace procedente el recurso intentado, debiendo confirmarse la decisión de 1ª instancia, que en lo
sustancial, meritúa como determinante para discernir la procedencia de la defensa de usucapión, la
demostración de haberse operado el plazo necesario de la posesión pública, pacífica e ininterrumpida
por parte del demandado Gerardo Guiñe; todo lo cual conduce al rechazo de la acción intentada en
autos.
Por ello, propicio a mis colegas de sala, en caso de que mi criterio resulte compartido, que el recurso
intentado sea acogido. Así voto, por esta 1ª cuestión, por la afirmativa.
La Dra. Kemelmajer de Carlucci dijo:
Adhiero a la solución que propicia mi distinguido colega de sala el Dr. Fernando Romano; mi voto
está destinado a formular algunos fundamentos ampliatorios.
1. El animus posesorio y su prueba
a) Aclaración inicial
La cuestión traída a este proceso es de aquellas en que las motivaciones fácticas y jurídicas están
inescindiblemente imbricadas. En efecto, la respuesta a los agravios deducidos contra la sentencia,
exige tratar previamente un tema estrictamente normativo, cual es, a quién incumbe la carga de
probar el animus domini.
Debo ingresar en él, no obstante ser ajeno al recurso de inconstitucionalidad pues, en este caso
particular, saber si la prueba ha sido o no arbitrariamente interpretada depende del punto de partida
del tribunal a quo referido a la carga de la prueba del animus.
b) El animus o intención del poseedor
No corresponde a la tarea del juzgador sino a la del doctrinario pronunciarse sobre si el codificador
siguió o no el pensamiento savigniano a conciencia y en toda su pureza. Bien se ha dicho que ésta es
una tarea bizantina y estéril. "El intérprete, apoyándose en la ley, debe tratar de que las soluciones
sean las que mejor respondan al estado actual de nuestra sociedad" (Dassen-Vera Villalobos,
"Manual de Derechos Reales", Bs. As., TEA, 1962, p. 71).
No obstante, como la sentencia recurrida parte de la base de que el demandado ha probado el corpus
pero no el animus y la queja del recurrente califica de arbitraria a esa conclusión, es imprescindible
desarrollar, brevemente, algunos conceptos previos.
La primera advertencia es que, aun en la tesis savigniana, el elemento intencional no atiende a la
voluntad íntima, sino, por el contrario, a la voluntad exteriorizada del poseedor. "La teoría subjetiva,
que es la de nuestro Código, impone indagar el animus corporizado", pues las voluntades, las
intenciones no exteriorizadas, no cuentan (doctrina art. 913 Ver Texto CCiv.) (López de Zavalía,
Femando, "Derechos Reales", t. 1, Bs. As., Zavalía, 1989, p. 558; conf. Arata, Rodolfo Victoriano, "La
prueba del animus en la prescripción adquisitiva" , JA 1982-I-431). Por eso, se ha dicho con gran
realismo que lo que realmente decide las contiendas judiciales en materia posesoria no es el estado
de ánimo de las partes, sino las relaciones jurídicas que las vinculan y su conducta objetiva con
respecto a la cosa" (Dassen-Vera Villalobos, "Manual de Derechos Reales", ob. cit., n. 27).
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En esta línea se ha resuelto que "aunque la intención de tener una cosa para sí es un estado de
ánimo interno del sujeto, se exterioriza a través de determinados actos"; si se ahonda el análisis se
comprueba que todo acto jurídico o todo hecho del hombre destinado a producir efectos jurídicos,
nace en su fuero interno y permanece en él hasta tanto se manifieste por alguna de las formas
establecidas por la ley; el animus domini no es una excepción a la regla general; si bien nace en el
ámbito interno del usucapiente, se exterioriza por actos idóneos (C. Civ. y Com. Lomas de Zamora,
sala 1ª, 4/11/1980, "Pellizzeri v. País" Ver Texto , JA 1982-I-427).
c) La prueba de animus
"El que no prueba, sucumbe", se ha dicho con gran patetismo. El aserto es tan cierto en materia
posesoria que fue, justamente, el que llevó a Ihering a enfrentar sus ideas a las de Savigny (ver
Ihering, R., "La voluntad en la posesión, con crítica del método jurídico reinante", trad. de Adolfo
Posadas, Madrid, 1896, ps. 31 y ss.).
Pues bien ¿Quién debe probar el animus domini? Probado el corpus, ¿el animus se presume? ¿Qué
se presume, la posesión o la tenencia?
Por supuesto que este problema sólo se presenta cuando, de la prueba producida, sólo resulta lo que
López de Zavalía ha llamado un "corpus indiferente", o sea, un corpus que puede contentar tanto a
una como a otra especie de detentación (posesión o tenencia) (López de Zavalía, ob. cit., t. I, p. 560).
Ello es así, pues las reglas de la carga probatoria sólo revisten importancia práctica ante la ausencia
o insuficiencia de elementos probatorios susceptibles de fundar la convicción judicial en un caso
concreto; el juez busca guía y mandato en las normas sobre distribución de la carga de la prueba
cuando advierte que una circunstancia controvertida, de importancia en la causa, ha quedado sin
justificar (ver fallo de esta sala del 14/2/1990, "Spinello en Ahorro Moto S.R.L. v. Spinello" Ver Texto ,
ED 139-645 y citas doctrinales y jurisp. allí contenidas [3], en esp., Palacio, Lino, "Derecho Procesal
Civil" , Bs. As., ed. Perrot, 1972, t. 4, n. 409; Eisner, Isidoro, "Carga de la afirmación y de la prueba en
el juicio civil", LL 1989-D-105).
La jurisprudencia se encuentra dividida en dos posturas antagónicas y una intermedia, que analizaré
conjuntamente con la primera (Jurisprudencia en uno y otro sentido puede compulsarse en Alterini, 5
Jorge H., en Llambías-Alterini, "Código Civil anotado", t. 4, vol. A, Bs. As., Perrot, 1981, p. 125; Arean
Díaz de Vivar, Beatriz, "Juicio de usucapión", Bs. As., Hammurabi, 1984, n. 329/332; Calegari de
Grosso, Lydia, "Estudios sobre usucapión", Bs. As., Ed. Némesis, 1988, p. 117; Highton, Elena,
"Dominio y usucapión", 2ª parte, Bs. As., ed. Hammurabi, 1983, ps. 193 y 211 y ss.; Laquis, Manuel
A., "Derechos Reales", t. 1, Bs. As., Depalma, 1975, ps. 254 y 260).
1.- Para un sector, del corpus no puede deducirse o presumirse el animus.
Esta tesis, seguida por la sentencia recurrida, se funda del siguiente modo:
"Los actos mencionados por el art. 2384 Ver Texto CCiv. son equívocos; es decir, pueden ser
realizados tanto por el propietario, o el poseedor, como por un arrendatario o comodatario, o un
simple ocupante o por un acto de tolerancia del dueño; en consecuencia, nada aportan para
demostrar el animus domini de quien los realiza (es la posición tradicionalmente seguida por la Corte
de la Prov. de Bs. As., y consecuentemente por sus tribunales provinciales inferiores, decididamente
influenciada por el pensamiento de Acuña Anzorena y de Mercader) (ver, para el análisis de estos
fallos, Morello, Augusto, "El proceso de usucapión", Bs. As., A. Perrot, 1960, p. 65).
Ubico en esta posición, por ser la materia de este fallo, una tesis intermedia, que considera que la
presunción de posesión sólo puede invocarse en los juicios que canalizan acciones o interdictos
posesorios, no así en los de usucapión, en los cuales, quien pretende haber adquirido la propiedad,
debe acreditar también el animus (Ver Weinberg, Inés, "La prueba de la posesión en la prescripción
adquisitiva", ED 44-545; comparte esta posición, Alsina Atienza, según citas de Alterini, ob. cit., t. 4, p.
124).
2.- Para otro grupo importante, doctrinalmente mayoritario, en cambio, probado el elemento externo
de la relación posesoria, en caso de duda, debe presumirse que existe posesión y no tenencia.
Los argumentos comienzan por recordar el art. 2230 Ver Texto CCiv. francés que dispone: "Se
presume siempre que se posee para sí y a título de propietario si no se prueba que se ha comenzado
a poseer por otro". El art. 1141 del cód. italiano de 1942 contiene una norma análoga pero menos
imperfecta (ver De Matino, F., "Possesso. Denuncia di nuova opera e di danno temuto", 4ª ed.,
Bologna, ed. Zanichelli, 1970, p. 15).
Esta presunción fue elogiada por Ihering, para quien, como es sabido, basta acreditar el poder de
hecho sobre la cosa para que se presuma la posesión, salvo en los casos en que el legislador ha
negado la protección posesoria, en los que sólo hay tenencia; consecuentemente, el que niega la
posesión, debe probar la existencia de una causa jurídica de tenencia (causa detentionis). Por eso, se
ha dicho que, en realidad, toda la obra de Ihering está consagrada a determinar cuándo la posesión
queda reducida a mera tenencia; consecuentemente, su libro "La voluntad en la posesión" está
dedicado a explicar cuándo falta la posesión y no cuándo la posesión existe (ver Hernández Gil,
Antonio, "La posesión", Madrid, Civitas, 1980, p. 70).
La regla del código francés, explica Troplong, nace de considerar que el hombre es libre en el empleo
de sus facultades y dueño de la materia sobre la cual las ejerce. Para suponer que está al servicio de
otro, son necesarias las pruebas. En la duda, es por la libertad, por el derecho pleno y absoluto, que
la razón se pronuncia (Troplong, M., "Droit Civil Expliqué. De la prescription"; 3ª ed., París, Ed.
Hingray, 1838, t. I, n. 372, p. 507).
López de Zavalía ha criticado la formulación excesivamente amplia del código francés. Dice, con
razón, que no cabe decir que siempre se presume la posesión; por el contrario, hay que afirmar que
la presunción funciona en caso de duda.
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Con estos alcances, y aunque nuestro Código Civil no contiene esa presunción en favor de la
posesión, la doctrina mayoritaria la induce de varios artículos; tales son:
El art. 2363 Ver Texto , según el cual el poseedor no tiene obligación de producir su título a la
posesión; "él posee porque posee"; por eso, si alguien pretende lo contrario (o sea, que es tenedor),
debe probarlo.
El art. 2384 Ver Texto califica a los allí enumerados de actos posesorios; cómo estos actos pueden
ser cumplidos tanto por el poseedor como por el tenedor, el hecho de que la ley los califique de
posesorios suministra un argumento a favor de que, en caso de duda entre posesión y tenencia, la ley
presume la primera. En otros términos, los hechos que exteriorizan la voluntad interna del sujeto son
los del CCiv. art. 2384 Ver Texto .
Por eso, la dificultad probatoria a la que aludía Ihering no es de gran entidad; dice Allende: "Actúo en
la cosa sin tener en cuenta para nada al propietario: luego, soy poseedor. ¿Cómo demuestro ello?
Muy fácilmente pruebo que alambré, edifiqué, cultivé por mi cuenta... Prueba, la mayoría de las
veces, fácil de producir. ¿Cómo probaría la contraria que no soy poseedor? Pues: a) probando que
soy locatario; b) que cuando mandé alambrar el campo solicité autorización al propietario, o que éste
pagó tal alambrado, etc." (Allende, Guillermo, "La posesión", Bs. As., Abeledo Perrot, 1959, ps.
24/27).
El art. 2375 Ver Texto dispone que la posesión se adquiere con la mera aprehensión, lo que debe ser
entendido, no en el sentido de que se prescinda del animus, sino en el de que, de la exterioridad
expresada resulta el animus domini con prevalencia al de tenencia.
De los arts. 2782 Ver Texto y 2783 Ver Texto resulta que quien afirma en otro la existencia de
posesión tiene una posición privilegiada en cuanto a la prueba, correspondiendo al otro, a quien la
niega, indicar el nombre del poseedor.
El art. 1817 Ver Texto y su nota ponen a cargo de quien lo alega probar que el demandado es
tenedor a título de depósito, préstamo, etc.; consecuentemente presume que la donación (que
transmite posesión) ha existido.
(He compilado todos los argumentos esgrimidos, pero la doctrina que comparte la solución, que a 6
continuación cito, a veces, sólo acepta algunos de estos razonamientos. Compulsar, en esta
tendencia, López de Zavalía, Fernando, ob. cit., t. I, p. 560; Salvat, R., "Tratado de Derecho Civil
argentino. Derechos Reales", t. I, Bs. As., TEA, 1961, n. 25; Lafaille, Héctor, "Derecho Civil", t. III,
"Derechos Reales", vol. 1, Bs. As., Ediar,1943, n. 150; Valdez-Orchansky, "Lecciones de Derechos
Reales", t. 1, ed. Lerner, p. 46; Papaño-Kiper-Dillon-Causse, "Derechos Reales", t. 1, Bs. As., ed.
Depalma, 1989, p. 51; Laquis, Manuel A., "Derechos Reales", ob. cit., p. 295, aunque desecha que
esta presunción surja del art. 2384 Ver Texto CCiv.; Highton, Elena, "Derechos Reales", vol. 1,
"Posesión", Bs. As., Ariel, 1979, p. 74, pero rechaza el argumento del art. 2363 Ver Texto ; Valiente
Noailles (h), Luis, "Actos Posesorios. Presunción de animus domini", LL 115-909; Garrido-Andorno,
"Código Civil anotado, Libro III. Derechos Reales", t. 1, Bs. As., ed. Zavalía, 1972, p. 234; Levitan,
José, "Prescripción adquisitiva de dominio", 2ª ed., Bs. As., Astrea, 1977, p. 76; Mariani de Vidal,
Marina, "Curso de Derechos Reales", Bs. As., ed. Zavalía, 1973, p. 107; no obstante, no está claro si
para la autora esta presunción sólo rige para la possessio ad interdicta o también para la possessio
ad usucapionem. En opinión de Salvat, la presunción de posesión y el peso de la prueba en quien
pretende que la relación es de simple tenencia habría sido sostenida por la Corte Nacional en viejos
fallos, aunque sin enunciar el principio. Ver sentencia del 12/9/1918, Fallos 128:22, cit. por Salvat, ob.
cit., n. 27 nota 17).
d) Posición a la que adhiero. La prueba de la causa de la detentación
Por mi parte, adhiero a la última tesis expuesta, con la siguiente aclaración, estrechamente vinculada
a la litis en la que debo pronunciarme.
Ihering sostuvo, en una primera formulación de su teoría, que el animus no es un requisito específico
independiente que pueda servir para trazar la línea divisoria entre detentación y posesión. El paso de
una a otra no viene determinado por un criterio subjetivo, sino por un criterio objetivo: la causa
possessionis (ver evolución del pensamiento de Ihering en Hernández Gil, "La posesión", ob. cit., p.
66).
Pero no es necesario recurrir a Ihering: el auxilio de la causa no es extraño a la teoría savigniana; aun
dentro de ella, no hay dudas que la manera más segura de probar el animus es acreditando la causa
de la detentación. Dice el profesor José Luis de Los Mozos, siguiendo a Martín Pérez, que la
búsqueda del animus no se identifica con la de la indagación interna de la voluntad del que tiene la
cosa, sino con la determinación de "la causa jurídica por la que ha surgido su relación con ella, no
reconociéndose un animus del sujeto en contradicción con el que la causa autoriza. Así, ante un
usufructuario o arrendatario, no tiene sentido preguntarse por su concreta voluntad, porque la causa
de su tenencia no le autoriza a dominar la cosa con independencia y para sí; dicho en otros términos,
la intención, como animus, o su apariencia externa, viene dado por la causa possessionis" (De Los
Mozos, José Luis, "Notas para una reconstrucción del concepto del animus posesorio en el derecho
moderno.", Madrid, ed. Reus, separata de la Revista General de Legislación y jurisprudencia, 1965,
ps. 14 y 30, y en "Estudios sobre derecho de los bienes", Madrid, Montecorvo, 1991, ps. 319 y ss.;
conf. en el derecho argentino, interpretando las fuentes romanas, Russomano, Mario, "La posesión
en el derecho romano", Bs. As., ed. Esnaola, 1964, ps. 64 y ss.; Lafaille, Héctor, "Derecho Civil", ob.
cit., n. 151; Borda, Guillermo, "Tratado de Derecho Civil, Derechos Reales" [D ], 3ª ed., Bs. As.,
Perrot, 1984, n. 26).
Esta tesis se funda en el art. 2353 Ver Texto CCiv., que siguiendo la regla de Paulo "neminen sibi
ipsum causam possessionem mutare potest", dispone: "Nadie puede cambiar por sí mismo, ni por el
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transcurso del tiempo, la causa de su posesión. El que comenzó a poseer por sí y como propietario
de la cosa continúa poseyendo como tal, mientras no se pruebe que ha comenzado a poseer por otro.
El que ha comenzado a poseer por otro, se presume que continúa por el mismo título, mientras no se
pruebe lo contrario".
En tal sentido ha dicho el Superior Tribunal de la Rioja, el 2/11/1981, in re "Pérez, Aldo" Ver Texto (JA
1983-I-181): "Tiene fundamental importancia la demostración del hecho originario por el cual se entra
en posesión de un inmueble, porque se aúna al hecho posesorio el animus ocupandi que debe
acompañarlo para que no sea un hecho sin consecuencias jurídicas".
En suma, en los casos de duda sobre cuál ha sido la causa por la cual una persona comenzó su
poder de hecho sobre la cosa, quien pretende que era una causa detentionis, que sólo daba lugar a la
tenencia, debe probarlo.
e) Otras pautas probatorias. La teoría de las cargas probatorias dinámicas
1.- Decía Ihering, respecto del corpus, que su determinación se reduce a un problema de sentido
común, de sensata apreciación, en cada caso concreto, de acuerdo con el destino económico de las
cosas y no se puede reducir a la aplicación de criterios rígidos. En tal sentido explicaba: por
exterioridad del dominio entiendo el "estado normal externo de la cosa bajo el cual cumple el destino
económico de servir a los hombres. Este estado torna, según la diversidad de las cosas, un aspecto
exterior diferente: para las unas, se confunde con la detentación o posesión física de la cosa; para las
otras, no. Ciertas cosas se tienen ordinariamente bajo la vigilancia personal o real; otras quedan sin
protección ni vigilancia. El labrador deja sus mieses en pleno campo, el arquitecto deja en sus obras
los materiales destinados a la construcción; pero nadie trata así sus objetos preciosos, sus muebles,
etc.".
Estas mismas circunstancias geográficas y económico-sociales, son las que, a veces, hacen presumir
la tenencia o la posesión. Dice Zenón Martínez: "Nadie llamará poseedor de una casa al portero que
la cuida; ni de la granja, al mayordomo que la administra... Ninguno atribuirá la posesión del palco al
espectador que lo ocupa; en estos casos y en muchos otros semejantes, la misma forma en que se
ejerce el poder físico sobre la cosa revela, por sí sola, sin necesidad de probar la causa detentionis, o 7
bien que no se trata de una posesión, o que quien ejerce el poder físico es sólo el agente de una
posesión ajena. Pero, en la duda no despejada por la prueba de si el que detenta la cosa lo hace
nomine proprio o nomine alieno, no habrá razón lógica que determine la conclusión de que alguien
que ha detentado la cosa un largo tiempo, realizando en ella actos de posesión, ha de ser tenido por
precarista y no por poseedor animus domini".
En tal sentido, hasta la Sup. Corte de Just. de la Prov. de Bs. As. (que, como he explicado, ha sido la
conductora de la tesis jurisprudencial que obliga a probar el animus) ha dicho: "La lógica y el sentido
común indican que quien ha sembrado, plantado árboles, cercado, alambrado, construido una
vivienda -aunque esta última lo fuere en una de las manzanas linderas- persistiendo en esa conducta
a lo largo de más de 35 años en forma pública y pacífica, lo ha hecho con ánimo de tener la cosa
para sí (arts. 2384 Ver Texto , 2375 Ver Texto CCiv.)" (Sup. Corte Bs. As., 26/4/1988, "Dolaray de
Dalpone v. Trejo" Ver Texto , LL 1988-E-137).
2.- Hay, en el fondo, un problema de equidad procesal. Es más difícil para el poseedor probar el
animus domini que para el que pretende que es tenedor acreditar la causa detentionis (Esta frase
pertenece a Manuel Argañarás, que tanto influyó en la corte bonaerense, en sus anotaciones a la
obra de Salvat, ob. cit., n. 26).
3.- Algunos fallos descartan la situación económica como elemento a tener en consideración (C. Civ.
y Com. Lomas de Zamora, sala 1ª, 4/11/1980, "Pellizzeri v. Pallas" Ver Texto , JA 1982-I-427).
No comparto esta posición; toda prueba debe ser valorada de acuerdo a las particularidades de cada
caso; en tal sentido, entiendo que las posibilidades económicas también pueden ser ponderadas, ya
sean escasas o abundantes, para robustecer o debilitar la prueba en cuestión. Bien se ha dicho que
la prueba debe ser valorada de acuerdo a las especiales particularidades de cada caso y en atención
a las circunstancias y posibilidad, aun económicas, del propio poseedor (Lapalma Bouvier, Néstor, "El
proceso de usucapión", Santa Fe, Ed. Rubinzal, 1979, p. 160). Esta conclusión es de suma
importancia, hoy que se propicia una especie de traspaso de la concepción clásica a la usucapión
como un proceso social (ver Morello, Augusto Mario y Berizonce, Roberto, "De la usucapión clásica a
la usucapión como proceso social", ED 126-935).
4.- En suma, como enseña Jorge Peyrano ("Doctrina de las cargas probatorias dinámicas", en
"Procedimiento civil y comercial", Rosario, ed. Juris, 1991, p. 75), también en esta materia habrá que
estar al orden normal de las cosas y a quien está en mejores condiciones de producir la prueba.
2. Aplicación de estos principios a lo sucedido en esta causa
a) El punto de partida del tribunal de grado:
La Cámara de Apelaciones partió del criterio de que la posesión no se presume, que es justamente el
opuesto al que sostengo como válido.
Con ese punto de partida analizó la prueba rendida, pero se desentendió de las pautas lógicas antes
señaladas.
Explicaré, en los puntos sucesivos, por qué esa valoración es contraria a la manera como las cosas
ocurren, razonablemente, en el desierto mendocino; de qué modo el tribunal de grado puso la carga
sobre quien estaba en peores condiciones de probar y omitió constancias decisivas para resolver el
conflicto.
b) Prueba en la que se apoya la sentencia:
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En definitiva, el decisorio de la Cámara, revocatorio del de 1ª instancia, se funda en la siguiente
prueba: la absolución de posiciones en rebeldía del demandado, dos testimoniales de personas que
son dependientes de la actora y un instrumento público.
1.- La absolución de posiciones de la demandada en rebeldía.
Tiene dicho esta sala que "respecto de los alcances de la confesión ficta, el juzgador no sólo debe
tener en cuenta la prueba en contrario sino el sistema probatorio que surge de la ley de fondo. Así,
las reglas procesales relativas a la carga de la prueba son inaplicables frente a las presunciones
creadas por la ley de fondo, naciendo este aserto de la unidad sistemática del derecho y del carácter
instrumental del derecho procesal, que impone su aplicación e interpretación acorde con los principios
que emanan de la ley de fondo" (14/2/1990, "Spinello, A. en Ahorro Moto S.R.L. v. Spinello" Ver Texto
, ED 139-645).
Ya he explicitado por qué la ley de fondo presume la posesión y no la tenencia. La absolución de
posiciones en rebeldía, en consecuencia, sólo pudo tener un valor extremadamente debilitado, sobre
todo, porque la prueba técnico-instrumental, realizada por cuenta y orden del demandado, desconoce
absolutamente tal reconocimiento presunto, a tal punto que Tecnicagua S.A. ni siquiera figura entre
los propietarios limítrofes en el plano levantado por agrimensor a pedido del demandado.
Por lo demás no debe extrañar demasiado que gente de escaso nivel cultural, prácticamente
enterrada en campos inhóspitos, deje de acudir a absolver posiciones a un tribunal al que no tiene
fácil acceso. El demandado estaba, en cambio, en su casa, al momento de practicarse la inspección
ocular.
2.- La testimonial: Los testigos que declaran atribuyendo al demandado carácter de tenedor son
empleados del actor.
Si todos los puesteros ubicados en un terreno de más de 100.000 has. reconocen el carácter de
propietarios del reivindicante, no obstante que, en la zona donde se ubica el puesto del demandado
no realizó ningún tipo de obras según la testimonial de sus propios dependientes, me pregunto cuál
es la razón por la cual esos puesteros no fueron ofrecidos por la actora para declarar en este
proceso. 8
3.- La escritura traslativa de dominio: la escritura por la cual el actor adquiere en subasta un inmueble
de gran extensión hace mención al arrendatario Berni; pero, la relación entre Berni y el padre del
demandado sólo la mencionan los dependientes de la actora. Falta, entonces, el nexo entre el
arrendatario y el causante.
¿Quién estaba en mejores condiciones de probar?
De todo lo expuesto surge que quien estaba en mejores condiciones de probar era la actora; según
sus propios dichos, decenas de puesteros actuales le reconocen como propietaria; muchos de ellos,
seguramente, pudieron testimoniar que el padre del demandado ingresó como "hachero" del
arrendatario, pero no lo hicieron.
c) La no probada causa de la detentación:
La debilidad de la prueba aportada por la actora es absolutamente insuficiente para hacer caer la
presunción de posesión, sobre todo, que ella ha sido apoyada, como lo señala el voto del ponente, en
una inspección ocular que muestra la existencia de construcciones actuales y vestigios de anteriores.
La Corte Nacional ha dicho que "las construcciones efectuadas revelan en forma fehaciente la
realización de actos posesorios en los términos del art. 2384 Ver Texto si se considera la naturaleza y
el destino de la cosa poseída (Corte Sup., 3/4/1986, Rep. ED 20-B-1410 `Club de Comunicaciones v.
Universidad Nac. de Bs. As.' Ver Texto )" (4).
Para esta conclusión tengo especialmente en cuenta circunstancias relevantes de la causa que han
sido totalmente omitidas en la sentencia recurrida.
1.- Estas grandes extensiones de terrenos desérticos (basta sobrevolar la zona para apoyar lo que
expreso), originariamente eran de propiedad de una entidad bancaria nacional; terminaron siendo
subastados, como tantos terrenos que en aquellas épocas (y también en éstas) las entidades oficiales
reciben "en pago". Es natural, entonces, que los puesteros que allí se instalaban las consideraran,
como dice el recurrente, "tierra de nadie", desde que aquellos bancos generalmente no exteriorizaban
a través de actos posesorios, el poder de hecho en que podían fundar en su título. Tan es así, que en
la escritura de venta, convienen con el comprador en una cláusula que los exonera de reclamos de
terceros ocupantes.
2.- A eso se suma que, desde su adquisición en 1962, Tecnicagua no ha realizado en los terrenos
aledaños a los del puesto del demandado, ninguna obra que muestre efectivamente su dominio sobre
la cosa (testimonial de sus propios dependientes). Durante 23 años (el juicio se inició en 1985) el
demandado hasta construyó una vivienda, sin que la titular registral efectuara reclamo alguno.
3. Conclusiones
Todas estas motivaciones me llevan a compartir la solución del voto precedente por la afirmativa. Es
obvio que habiendo sido opuesta la usucapión como excepción, esta sentencia sólo niega el derecho
del actor a reivindicar pero no otorga al demandado título que predetermine extensión ni linderos. Así
voto.
El Dr. Llorente adhirió por los fundamentos a los votos que anteceden.
2ª cuestión.- El Dr. Romano dijo:
De conformidad al resultado a que se arriba en el tratamiento de la cuestión anterior corresponde
hacer lugar al recurso de inconstitucionalidad interpuesto en autos. En consecuencia, cabe revocar el
pronunciamiento de alzada, confirmando la sentencia de 1a instancia.
Así voto.
Los Dres. Kemelmajer de Carlucci y Llorente adhirieron al voto que antecede.
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3ª cuestión.- El Dr. Romano dijo:
Atento lo resuelto en las cuestiones anteriores corresponde imponer las costas de alzada y de esta
instancia a la parte actora recurrida vencida (art. 36 Ver Texto inc. 1 CPCC.).
Así voto.
Los Dres. Kemelmajer de Carlucci y Llorente adhirieron al voto que antecede.
Por lo que resulta del acuerdo precedente, se resuelve:
1. Hacer lugar al recurso de inconstitucionalidad interpuesto a fs. 16/33. En consecuencia
corresponde revocar el fallo de fs. 437/442 de los autos 31.590, caratulados: "Tecnicagua S.A. v.
Gerardo Guiñez o Guiñe ord. reivindicación" disponiendo en su lugar lo siguiente:
"1) Rechazar el recurso de apelación deducido a fs. 411, confirmando el pronunciamiento de fs.
401/409"…..
Fernando Romano.- Pedro J. Llorente.- Con ampliación de fundamentos: Aída R. Kemelmajer de
Carlucci.

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