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claude lévi-strauss i 5 ANTROPOLOGIA ESTRUCTURAL mito sociedad humanidades X | ‘attiune editores 1. EL CAMPO DE LA ANTROPOLOGIA?* Sefior administrador, ‘queridos colegas, Fue hace poco més de un aiio, en 1958, cuando el College de Fran- ce decidié crear en su seno una cétedra de antropologia social. Esta Ciencia atiende demasiado a las formas de pensamiento que llamares supersticiosas cuando las encontramos entre nosotros, para que no s¢ me permita réndir a la supersticién un homenaje lim'nar; lo propio de los mitos, que ocupan un lugar tan grande en nuestras investiga- ciones, zno es evocar un pasado anulado y aplicarlo como un enrejado sobre la dimensién del presente, a fin de descifrar en éste un sentido donde coinciden las dos earas —Ia histérica y la estructural— que ‘pone a! hombre su propia realidad? Séame también permitido, en esta oportunidad en que todos los caracteres del mito se encuentran para mi reundes, proceder segin su ejemplo, tratando de discernir el sen- tido y la leecién del honor que recibo en algunos acontecimientos pasados, entre los que la fecha misma de la deliberacién de ustedes atestigua, queridos colegas —por la singular recurrencia del niimero ‘ocho, ya ilustrada por la aritmética de Fitégoras, la tabla periédica de los cuerpos quimicos y Ia ley de simetria de las medusas—, que, propuesta en 1958, la creacién de una citedta de antropologia social renueva una tradicién a la cual el que habla, aunque lo hubiese que- rido, no habria podido escapar. tuenta afios antes de esta decisiOn inicial, Sir James Frazer pronunciaba en la Universidad de Liverpool Ia leccién inaugural de la primera céitedra de antropologia social instituida en el mundo. Cincuenta afios antes —acaba de hacer un siglo— nacfan, en 1858, dos hombres, Franz Boas y Emile Durkheim, de quienes la posteridad hhabré de decir que fuercn, si no les fundadores, cuando menos los maestros de obras que edificaron, el uno en América, el otro en Fran- cia, la antropologia tal como la conocemos el dia de hoy. Era conveniente traer a cuento aqui estos tres aniversaris, estos 4 Leccién inaugural de Ia eftedra de antropologia social, impartida en el Gollage de France el martes § de enero de 1960, Publicada inicialmente por el Gollége de France en su coleceién de lecciones inaugurales, con el némero 31, m7 10 vraspectvas tres nombres. Los de Frazer y Boas me ofrecen la ocasién de testimo- niar, asi sea en pocas palabras, todo lo que la antropologia social debe al pensamiento angloestadounidense, y todo lo que yo le debo perso- nalmente, puesto que fue en unién estrecha con él come fueron con- cebidos y elaborados mis primeros trabajos. Pero nada tendré de par- ticu'ar que Durkheim ocupe mayor lugar en esta leccién: encarna lo exencial de lo que fue la contribuciéa de Francia a la antropologia social, con todo y que su centenario, celebrado con lustre en numero sos paises extranjeros, haya pasado entre nosotros casi inadvertido y ain no haya sido sefalado por ninguna ceremonia oficial” .Cémo explicar esta injustcia hacia él, que es también una injus- ticia hacia nosotros mismos, a no ser como una consecuencia secun- datia de ese encarnizamiento que nos empuja a olvidar nuestra propia historia, incluso a tenerle “horror” —segin la expresién de Charles de Rémusat, sentimiento que expone hoy a la antropologia social a perder a Durkheim, como ya perdié a Gobineau y a Démeunier? Y con todo, queridos colegas, unos cuantos de ustedes, a quienes me unen recuerdos lejanos, no me desmentiran si evoco que alre- dedor de 1935, cuando nuestros amigos brasilefios querian explicarnos Jas razones que os habfan conducido a elegir misiones francesas para formar sus primeras universidades, citaban siempre dos nombres: pri- mero, claro esté, el nombre de Pasteur; después el de Durkheim, Pero al reservar a Durkheim estas pocas reflexiones, obedecemos a otro deber. Nadie hubiese sido més sensible que Marcel Mauss a tun homenaje que se dirige a él al mismo tiempo que al maestro del cual fue discipulo y de quien llegé a ser continuador. Desde 1931 hasta 1942, Marcel Mauss ccupé en el College de France una cétedra consagrada al estudio de la sociedad, y fue tan breve el paso por esta casa del desventurado Maurice Halbwachs que se diria posible, sin faltar a la verdad, considerar que al crear una cétedta de antropologia social es la de Mauss la que han querido ustedes restaurar. En todo «aso, quien les esta hablando debe demasiado al pensamiento de Mauss para no complacerse con esta imaginacién. Es cierto que la citedra de Mauss se titulaba “Sociologia”, pues Mauss, que tanto trabajé, a la par con Paul Rivet, para hacer de la etnologia una ciencia de pleno derecho, no lo habia logrado del todo hacia 1930. Pero, a fin de atestiguar el nexo entre nuestras ensefiancas, bastard cen recordar que, en la de Mauss, la etnologia iba ocupando un lugar creciente; que, desde 1924, proclamaba que el “lugar de la sociologia” estaba “en la antropologia"; y que, si mo me equivoco, Mauss fue, en 1938, el primero en introducir la expresién “‘antropo- 2 Hubo una conmemoracién en la Sorbona, el 30 de enero de 1960. i aL castro ie LA avrRoPoLocia n logia social” en la terminologia francesa. No se habria retractado de alla hoy. ‘Aun en sus itinerarios més audaces, Mauss no tuvo jams el sentimien- to de alejarse de Ia linea durkheimiana. Acaso mejor que € nos damos ‘cuenta hoy en dia de cémo, sin traicionar una fidelidad afirmada tantas veces, supo simplificar y flexiblizar la doctrina de su gran precursor. Esta no ha dejado de asombrarnos con sus imponentes pro- porciones, su rebusto andamiaje l6gico, y por las perspectivas’ que bre a horizontes en los que tanto sigue por explorar. La misién de Mauss fue terminar y organizar el prodigioso edifiio surgido del suelo al paso del demiurgo. Habia que exorcizar algunos fantasmas metafi sicos que seguian arrastrando por alli sus cadenas, que ponerlo defi- nitivamente a resguardo de los vientos helados de la dialéctica, del _ trueno de los silogismos, de los relmpagos de las antinomias... Pero-E Mauss previno a la escuela durkheimiana contra otros peligros. 3 Durkheim fue probablemente el primero en implantar en las cien- cias del hombre esa exigencia de especificidad que habri tha renovacin de la que casi todas ellas se beneficiaron —s'n te la lingiistica— a principios del siglo xx. En el caso de.n'nguna fore © ‘ma de pensamiento y actividad humanos es posible plantear cusstiones de naturaleza ni de origen antes de haber identificado y.ana‘izado los “= fenémenos, y de haber descubierto en qué medida las relaciones que “jos unen bastan para explicarlos. Es imposible discutir acerca de un ‘bjeto, reconstruir la historia que lo hizo nacer, sin saber antes qué 41; dicho de otra manera, sin haber agotado el inventario de sus de- terminaciones internas. Con todo, cuando relee uno hoy Les ragles de la méthode sociolo~ ‘gique no se puede dejar de pensar que Durkheim aplicé dichos prin- Cipics con cierta parcialidad: recurrié a ellos para constituir lo social en categoria independiente, pero sin cuidarse de que esta nueva cate- goria llevaba consigo, a su vez, toda suerte de especificidades corres- Pondientes a los diversos aspectos como la aprehendemos. Antes de afirmar que la légica, e! lenguaje, el derecho, el arte, Ia religién son proyecciones de lo social, zno convenia esperar que ciencias particu- lares hubiesen ahondado, a propésito de cada uno de los cédigos, su modo de organizacién y su funcién diferencial, permitiendo asi com- render la naturaleza de las relaciones que sostienen unos con otros? ‘A riesgo de ser acusados de paradoja, nos parece que en la teoria del “hecho social total” (tantas veces celebrada luego, y tan mal com- prendida) la nocién de totalidad es menos importante que la manera articularisima como Mauss la concibe: hojaldrada —digimoslo 8 rensrrenvas {— y formada de una multitud de planos distintos y adheridos. En lugar de aparecer como un postulado, la totalidad de lo social se ma- nifiesta en Ia experiencia: instancia privilegiada que se puede apre- hhender al nivel de la observacién, en ocasiones bien determinadas, cuando se “‘ponen en movimiento... la totalidad de la sociedad y de sus instituciones”. Ahora bien, esta totalidad no suprime el carécter especitico de los fenémenos, que permanecen “a la vez juridicos, eco- némicos, religiosos y hasta estéticos, morfoldgicos”, dice Mauss en el Essai sur le don; al grado de que acaba por consistir en la red de las interrelaciones funcionales entre todos estos planos. Esta actitud empirica de Mauss explica que superara tan pronto la repugnancia que Durkheim empez5 por experimentar hacia las inda- gaciones etnogréficas. “Lo que cuenta, decia Mauss, es el melanesio de tal o cual isla...” Contra el tedrico, el observador debe tener siem- pre la iltima palabra; y contra el observador, el indigena. Por w'timo, detrés de las interpretaciones racionalizadas del indigena —que con frecuencia se hace observador y hasta teérico de su propia sociedad— se buscardn las “‘categorias inconscientes” que —escribia Mauss en tuna de sus primeras obras— son determinantes “en magia, como fen religién, como en lingiifstica”. Pues bien, este andlisis en profundi- dad habria de permitir a Mauss, sin contradecir a Durkheim (puesto que serfa en un nuevo plano), restablecer hacia las demés ciencias del hombre puentes cortados a veces imprudentemente: hacia Ia his, toria, ya que el etnégrafo acampa en lo particular; y también hacia Ja Biologia y la psicologia, en cuanto se reconoce que los fenémenos sociales son “ante todo sociales, perc también, a la vez, al mismo tiempo, fisolégicos y psicolbgicos”. Seré suficiente llevar bastante ade Jante el andlisis para aleanzar un nivel dende, como también dice Mauss, “cuerpo, alma, sociedad, todo se mezcla”. Esta sociologia tan de carne y hueso considera a hombres tales y como los pintan los viajeros y los etnégrafos que han compartido su existencia de manera fugitiva 0 prolongada. Los muestra comprome- tidos en su devenir histérico propio y alojados en un espacio geogri- fico ccncreto. Tiene, dice Mauss, “por principio y por f'n... ver el frupo entero y su comportamiento entero”. Si la desencarnacién era uno de Jos peligros que acechaban a la sociologia durkheimiana, Mauss la proteyié con igual fortuna contra otro riesgo: el del automatismo. Gon demasiada frecuencia, después de Durkheim —y aun por parte de algunos que se crefan exentos de su embargo doctrinal—, la sociologia se presentaba como producto de una redada, presurosa, a expensas de la historia, de la. psicolo- sla, de la lingiistica, de Ia ciencia econdmica, del derecho y de la et- nografia, La sociologia se conformaba con agregar sus recetas a los BL cautro DE LA AwrnoPoLoata 13 frutos de este saqueo: cualquiera que fuese el problema que se le plan- teara, podia tenerse la seguridad de recibir una solucién “sociol6gica” vorefabricada, Si ya no es asi, se Jo debemos en gran medida a Mauss, a cuyo nombre hay que asociar el de Malinowski, En el mismo momento , sin duda, ayudéndose el uno al otre— mostraron, Mauss como tedrice,, Malinowski como experimentador, lo que puede ser la pre- sentacién de la prueba en las ciencias etnolégicas, Fueron los prime: ios-en-entender con’ claridad.que..no basta descomponer y.disecar Los hechos sociales no se reducen a fragmentos dispersos, son vividow por-hombres -y esta conciencia subjetiva, tanto como sus caracteres objetivos, es una forma de su realidad ‘Mien.ras Malinowski instauraba la participacién intransigente del etnégrafo en la vida y el pensamiento indigenas, Mauss afirmaba: que lo esencial “es el movimiento del conjunto, el aspecto vivo, el instante fugitivo en el que la sociedad adquiere, los hombres adquieren, con- ciencia sentimental de ellos mismos y de su situacién frente a los otros". Esta sintesis empirica y subjetiva ofrece la iinica garantia de que el analisis previo, empujado hasta las categorias inconscientes, no ha dejado escapar nada, Y, por supuesto, la prueba seguird siendo en gran medida ilusoria: ‘nunca sabremos si el otro, con quien en todo caso no podemos con- fundirnos, opera, a partir de los elementos de su existencia social, una sintesis exactamente superponible a la que elaboramos nosotros. Pero ‘0 es preciso ir tan lejos; s6lo hace falta —y para ello basta el sen: timiento interno— que la sintesis, apreximada y todo,,patticipe. de la experiencia humana, Debemes asegurarnos de ello, puesto que estu- diamos a hombres; y como nosotros lo somos, nos es posible. El modo ‘como Mauss plantea y resuelve el problema en el Essai sur le don cone duce a ver, en la interseccién de dos subjetividades, el orden de ver- dad mis préximo a aque! al que pueden aspirar las ciencias del hom- bre cuando se enfrentan a la integridad de su objeto. No nos engafiemes: todo esto, que parece tan nuevo, estaba im- plicitamente presente en Durkheim. A menudo se le ha’ reprochado hater formulado, en la segunda parte de las Formes élémentaires, una tecria de la religién tan vasta y tan general que parecia volver supsr- fluo el minucioso andlisis de las religiones australianas que la habia precedido y —se hubiera esperado— preparado. La cuestién es saber si el hombre Durkheim hubiese podido legar a esta teoria sin haberse empefiado previamente en superponer a las representaciones religiosas recibidas de su propia sociedad las de hom- bres de quienes la evidencia histérica y geogréfica garantizaba que eran, de punta a cabo, “otros”, no cémplices 0 acélitos insospechados. Tal es por cierto_el recorrida del etndgrafo. sande se. traslada al, a a a eee eteaen, pono hace falta que fuione, pues a ent ps, anzpcaa scl Onder ‘mi parecer, ha estado més cerca de definirla —asi ser wail" Henn de une und roma aaa eac* Fombre de someilogi y le erbuye por objeto de extol fa vida de les signos en el seno de Ja vida social 21 mismo, por lo de- a eee ie Tetra allabeto de lr srdamucs, =x ritos simbélicos, a las formas de cortesia, a las oe mil ares, ot? Nadie discutiré que la antropologia cuenta dentro de au campo propio near et nse sae tment en caande moe es a dans ee y ger de me caro DE LA svrHoroLooin compone el ritual, reglas matrimoniales, sistemas de parentesco, consuetudinaria, ciertas modalidades de intercambior econsimicos Concebimos pues la antropologia como el ocupante de buena fe de ese dominio de la semeiologia que In lingistica no ha reivindicads como suyo; y esto en espera de que, cuando menos por lo que stare 8 algunos sectores de dicho dominio, se constituyan cienciss especiales en el seno de In antropologia No ctstante, hay que precisar esta definicién de dos manera Primero que nada, nos apresuraremos a reconocer que algunos de Jos hechos que acabainos de citar competen asimismo a clencias pars ticulares; ciencia econdmica, derecho, ciencia politica, Con todo, Gas disciplinas consideran sobre todo los heches que estin mas cerce de nosotros, que nos ofrecen ast interés privlegiade. Digamos que ls ane tropo'ogia social los aprehende sea en sus manifestaciones mis lja, nas, sea desde el punto de vista de su expresion mas general, Por cote ikimo lado, nada puede hacer de ‘itil sin colaborar estrechanente con las ciencias sociales particulares; pero éstas, pgr su parte, no portion aspirar a la generalidad de no ser gracias al concurs del antrepSloge, Ainico eapaz de aportarles censos e inventarios que procura hacer cca, pltos. La segunda dificultad es mis seria, pues es posible preguntarse s todos los fenémenos en que se interesa Ia antropologia focal exhiben de veras el caricter de signos. Esto es bastante claro para los proble, mas que estudiamos més frecuentemente. Cuando comiderames tal o cual sistema de creencias —el totemismo, digamos—tal’0 cual forma de organizacién social —clanes unilinales, matrimonio bilateral la euestin que nos planteamos es por cierto: \zque significa todo esto?" —y para contestar nos empetamos en traducir a nuestra lengua, re. las primitivamente dadas en un lenguaje diferente Pero gacontece otro tanto con los demas aspectos de la realidad social, tales como las herramientas, las técnicas, los modes de produc. cin y de consumo? Se diria que aqui nos las viésemos con objetes, m con signos —siendo el signo, de acuerdo con In eélebre definnion de Peirce, “aquello que reemplaza alguna cosa para alguien”. ¢Qué feemplaza, entonces, un hacha de piedra, y para quién? La objecién es valida hasta cierto punto y explica la repugnancta que inspira algunos admitir en el campo de la antropolagia social fendmencs tocantes a otras ciencias, asi la geografia y la tecnslogia, O sea que la expresién “antropologia cultural” es apropiada para deigasr esta parte de nuestros estudios y subrayar su origalidad. Con todo, es bien sabido —y fue tino de los ttulos de gloria ‘| leyes Mauss el haberlo establecido, de acuerdo con Malinowski— que, bre todo en las sociedades de las que nos ocupamos, mas también en 6 ait ian uses tu ina muses ine Joa tulsa en muy gran media's obj. Teac trast Gisladamente pueden apatecer como algo dado en bruto, legado his téreo 0 Teniltado de una componenda entre las neceidades del hom- Se iets Bl oe. To camo we tcn ee Mla in sire sop ae serra Saute tjo muna ey puto een goo ane eo ser oe lap sr aa nue sd, oe ty aod den ro. Torta) enue postiidades cuyo cuadro habra gue exablecer. se midorcdapee get pe deta te hac pe a ame trea docminne ope ope Se a td me mae fe 8 ee wine See ie eet one mise " ‘Gop ello asa steers de uns soci pin este re a ft, abe rmiot SEM tlm co ere dene ton eal cao on conjumo de elcione sigieativas,compatbes_ san ee te cogs your cae ames perfodo de su desenvolvimiento, se ha visto conducida a realizar (ie otras, estos dominios estin como impregnades de significacién. pelogia sozial no tiene la intencién de separarse a los reali eGimo teacones marae” No trp etn does decorate que ks corresponden, La jlogia social no se.acantona en ana que —hasta su muerte, acaecida en 19! hizo tanto por otorgar HL CAMPO DE LA ANTROFOLOOIA ” Segtin las visiones siempre maravillotamente limpidas del maestro inglés, la antropologia social seria una ciencia inductiva que —-come Jas demds ciencias de este tipo— observa hechos, formula hipétess, las somete al control de la experiencia, para descubrir las eyes generales de la naturaleza y Ia sociedad. Se separa pues de la etnologia, que se exfuerza en reconstituir el pasado de las sociedades primitives, pero ‘con medios y métodos tan precarios que no puede aportar la menor ensefianza a la antropologia social, En la época en que fue formulada, alrededor de 1920, esta. con- cepeién. —inspirada en la distincién durkheimiana entre circumfusa y Practerite— sefalaba una reaccién salutifera contra los abusos de ie escuela difusionista. Pero de entonces acé.la “historia conjeturat”™ ~ como decia Radcliffe-Browa, no sin desdén— ha perfeccionado y afinado sus métodos, gracias, en particular, a las excavaciones estrath, sraficas, a la introduccién de la estadistica en la arqueologia, al and. lisis de los pélenes, al empleo del carbono 14, y sobre todo gracias a la colaboracién cada dia més estrecha que se instaura entre los etné, logos y soci6logos por una parte, los arquedlogos y prehistoriadores por otra. De modo que puede uno preguntarse si el recelo de Radclivies Brown ante las reconstituciones histéricas no corresponderia, ‘a una etapa del desarrollo cientfico que no tardaré en ser superada, En cambio, varios de nosotros alimentamos, acerca del porvenir de la antropologia social, esperanzas més modestas que las estimuladas Por las grandes ambiciones de Radcliffe-Brown. Hablo de quienes 0 representan la antropologia social no segin el modelo de las cienciae inductivas tal como eran concebidas en el siglo xtx, tino mis bien la manera de una sistemitica cuyo fin es identifiear y establecer ol repertorio de tipos, analizar sus partes constituyentes, establecer entee ellos corvelaciones. Sin este trabajo preliminar —del cual es initl cultarse que apenas ha sido atordado—, e! método comparativo pre- conizado por Radclffe-Brown corre en efecto el riesgo de marccr el Faso en el sitio: o bien los datos que se propone uno comparar son tan préximos por la geografia o por la historia que nunea tiene uno Ja seguridad de vérselas con fendmenos distintos,o bien son demasin, de heterogéneos y Ia confrontacién se torna ilegitima cosas que no pueden ser comparadas. Hasta estos iltimos afios, se admitia que las instituciones aristor criticas de Polinesia eran hechos de introducci6n reciente, que databon de apenas unos sigs y se debian a grupos reducidos de conquistado: res llegados de otras partes. Pero he aqui que la determinacton de le radiactividad residual de vestiios ergénivos procedentes de Melane, sia y Polinesia revela que la separacin entre lax fechas de ocupacién de Tas des regiones es menor de lo que se suponia: por lo misma dee por aplicarse a bben ser modificados los conceptos relativos a la naturaleza y Ia unidad del sistema feudal, pues, al menos en esta parte del mundo, no esti extluido, después de las hermosas investigaciones de Guiart, que fuese anterior a la legada de los conquistadores, y que ciertas formas de feudalismo pudieran nacer en humildes sociedades de horticultores. El descubrimiento, en Africa, del arte de Ifé, tan refinado y sabio ‘como el del Renacimiento europeo pero acaso tres o cuatro siglos an- terior a éste, y precedido desde muy atris, en la propia Africa, por el arte de Ia civilizaci6n llamada de Nok, influye sobre la idea que po- demos hacernos de las artes recientes del Africa negea y de las cultue ras correspondientes, donde ahora sentimos la tentacién de ver réplicas empobrecidas y como rsticas de formas elevadas de arte y civilizacién. "El acortamiento de la prehistoria del Viejo Mundo y el alarga- rmiento de la del Nuevo —que el carbono 14 permite considerar— lle- vard tal vez a juzgar que las civilizaciones que se desenvolvieron en Jos dos lados del Pacifico fueron atin més parientas de lo que parece, y —considerada cada una por su cuenta— a comprenderlas de otro ‘modo. Hay que examinar hechos de este género antes de abordar cual- quier clasificacién © comparacién. Pues apresurindose a postular la hhomogeneidad del campo social y entregéndose a la ilusién de que es inmediatamente comparable en todos sus aspectos y en todos sus ni- veles, se dejar escapar lo esencial. No se tendré en cuenta que las coordenadas requeridas para definir dos fendmenos en apariencia muy parecidos no son siempre las mismas ni en igual mimero, y se creer formular leyes de Ia naturaleza social cuando que no se pasaré de escribir propiedades superficiales de enunciar tautologias. ‘Desdefiar la dimensién histérica, so pretexto de que los recursos ton insuficientes para evaluarla de no ser en forma aproximada, con- duce a darse por contento con una sociologia enrarecida en donde los fendmenos estin como despegados de su soporte. Reglas e institucion nes, estados y procesos parecen flotar en un vacio en el que se afana uno por tender un reticulo sutil de relaciones funcionales. Esta faena bsorbente por completo. Y se olvidan los hombres, en euyo pen- samiento se establecen dichas relaciones, se desdefia su cultura concre- ta, ya no se sabe de dénde vienen ni qué son. No basta, en efecto, que determinados fenémenos puedan ser Ila- tmados sociales para que la antropologia se apresure a reclamarlos eomo tuyos, Otro de esos maestros que nos damos el Iujo de olvidar, Es- pinas, tenia ciertamente razén, desde el punto de vista de la antro- pologia social, cuando ponia en tela de juicio que las formaciones desprovistas de raices bioldgicas tuviesen el mismo coeficiente de rea- Iidad que lax ottas: “La administraci6n de una gran compafiia ferro- Viaria —escribia en 1901 (p. 470)— no es una realidad social... ul ejército tampoco.” oy La formula es excesiva, puesto que las administrac va, puesto que las adminstraciones 1on objee to de esudin profs, oil, empresa yen teas ciencias particulares; pero nos ayuda a precnar I difernca gue ee para la antropologia de tas disciplinas precedentes: los hechos sactn, Jes que estudiamos se manifesan en socedaden, cada tna de ie coals un ser total, concreto'y juntivo. Nanea perdemos de vista gos lee sociedades existents son el resultado de la grandes transformaconas ccurtidas en la expecie humana en determinatlos momentos de le wre sora y en srt puntor dei Tera y que una cadens inintere Pida de’ acontecimientos reales liga esod hechos a los que pedenos observar. * " Nor gue Pa Esta continuidad eronoligica y espacial entee el orden de Ta natu ralezay el orden de la cultura, en la que Espinas insists tan vac mente en un lenguaje que ya no es el nuestro (y que por ea rsdn nos es dill a veces de entender), fundaments atimizno el hisors ciamo de Boas. Explca por qué la antropoloya, a ea social, te pres lama solidaria de la antropologiafisica, cuyos hallaryos actcha ‘esa tuna especie de avides. Pues, aun silos endmenos sociales achon a provisoriamente aislados del resto y tratados como a conceraien tn nivel especifien, sabemos bien que de hecho, y hasta de derecho Ja emergencia de la cultura segura siendo pars el hombre ue reine, Ho mers no s consign determina, ene nivel bilgi as med acon: de erciray de fnconaiento del eri, da gu I cultura fue simulténeamente resultado natural y: modo expect’ de aprehensién, creando de paso el medio intemubjetivo.indgeeroabie para que sigan adelante transformaciones, anatbmmeas y fitplosees {i pero que no pueden ern dtinias ni tte ease s6lo al individuo. intose Esta profesin de fe historiadora podé sorprender, pues s€ nos ha reprothado en ocasoner evar cerrados la historia y senate une parte desdefable en nuestros tabajs, No la pracicanis nade pore itsitmos en rservare un derechos, Creemos solamente que, ences Beriodo de formacinen que s enewenta la anopoigta toa, naa sera mis plo gue un clecianoenedador ue aara de cat sar la ilusin de una cienciaconcluss, confundiendo las tasty tee Te ‘sus programas. , ora, resulta que en antropologia la experimental : a expeimentacion precede a la vera la observacion y a la hipoveds. Una de ns ongivabede las poquetassoiedades que extudiamos reside en que cada una cove ® pensPecrivas tiuye una experiencia hecha y derecha, en razin de su senile relat Taeliseunients Pero, por otra parte, tes tocedader en vives y iar al wempe nln medi de actar sobre elias. En com eee coves natural, datas ée une, ventaje 7 olcemos dun inconvenient: Halaes nuts experienc ya cet eon ingobemabie Ex pues normal que nen efor. erepivor masituiras con models, es decir sistemas de simbolos que Pes propiclader carscenicas de ln experiencia, peo op erencia Je ta tenemen el poder de manipula se cee de al proceder er snembargo compensa por [a hie ein opis ein a sade a ies ta em riled Petespdoge, Absrdonando su palo nu hogae duran Prot a entegeedo sun hibits, sus ereenin y nis conv vent Pel amacton de a que se hace comple al aninin, sn cons ne el raecunia infec, ln forma de vida de "una aan ates cl antcopslogo practica la olmervacn Sntgrs, dex eee ee eis hay naa teloa nose la above defini — al de Cun chscnador per el objeto de on bmervaco, I tale tes fate dow meses al deductivo ye eo amagensia que aplicamon a, pricica de tno emo Ye ncuron y cdmo purficade, dan 2 la antopologta seen a Geis clencm, sn dda, que ace dela subjeividad mls Fa ani os de demonuacin cbjiva, Pus er clevtamente un fa esa epi, que se abandon6 ala expeienia = eo ae or ells, tome teatro de operaciones mentale 1 ee resi ecdente y sin exibargo taforman Ia experen- Gut amet Me Prune poses otra operaciones mentale: A fin Si wowvanlslea de esas tlmas te funda en la 0- oe ara corde qulen puede dec como el psjaroexporador Sea seezal ete tal Cone re pas, inno creeds ea” Fe ore ctisibn constants entre la tcoriay 1a observacién cor gr don pss inn Sie Pave a a re tee ca la dinkmiea, al orden de la estructura o al orden del scone andan, pero tampoco es atacatia decir (com0 To Sine gual le de uy eng cov eae wn pe Tango; que ciertos hechos participan de un tiempo estadistico e irrever~ nthe, i gton de un tiempo mecanico y reversible: y que la idea de una HL CAMPO De LA ANTROPOLOntA ai historia estructural no tiene nada que pueda chocar a los historiado- res. Una y otra van a la par, y no es contradictorio que una historia de simbolos y de signos engendre desarrollos imprevisibles, aunque ponga por obra combinaciones estructurales cuyo nuzmero es limitado. En un calidoscopio, la combinacién de elementos idénticos da siem- pre nuevos resultados. Pero es que la historia de los historiadores est, presente —asi fuese en la sucesién de capirotazos que provocan las eorganizaciones de estructura y que son précticamente nulas las probabilidades de que reaparezca dos veces la misma disposicin, De modo que no pretendemos echar mano, en su forma primera, de la distincién introducida por el Cours de linguistique générale en- te el orden sincrénico y el orden diacrénico, es decir el aspecto mis- mo de la doctrina saussuriana del que, con Trubetzkoi y Jakobsori, se ha apartado més resueltamente e] estructuralismo moderno; aquel, también, a propésito del cual documentos recientes muestran cémo los redactores del Cours pudieron alguna vez forzar y esquematizar el pensamiento del niaestro, Para los redactores del Cours de linguistique générale, existe una oposicién absoluta entre des categorias de hechos: por una parte, la de la gramética, de lo sincrénico, de lo consciente; por otra, la de la fonética, de lo diacrénico, de lo inconsciente, Sélo el sistema cons- ciente es coherente; el infrasistema inconsciente es dinamico y desequi- librado, formado a la ver del legado del pasado y de tendencias del porvenir todavia no realizadas. Es que, en efecto, Saussure atin no habia descubierto la presencia de los elementos diferenciales deirés del fonema. En otro plano, su posicién prefigura indirectamente la de Radcliffe-Brown, convencido de que la estructura es del orden de Ia observacién empirica, cuando que cae més alld. Esta ignorancia de realidades escondidas acarrea en tuno y otro conclusiones opuestas, Saussure parece negar la existencia de una estructura alli donde no es inmediatamente dada; Radeliffe- Brown la afirma, pero, viéndola donde no esti, quita a la nocién de cstructura su fuerza y su aleanee. ‘Tanto en antropologia como en lingiistica sabemos hoy en dia {que lo sincrénico puede ser tan inconsciente como lo diacrénico. Ya en este sentido la separacién entre los dos disminuye. Por otra parte, el Cours de linguistique générale plantea relaciones de equivalencia en’ve lo fonético, lo diacrénico, lo individual, que for- man el dominio del habla; y entre lo gramatical, lo sincrénivo, lo co Jectivo, que son del dominio de la lengua. Pero hemes aprendido en Marx que lo diacrénico podia estar también en lo colective, y en Freud que lo gramatical podia consumarse en el seno mismo de lo individual, Jos redactores del Cours ni Radeliffe-Brown se dieron cuenta tuficiente de que la historia de los sistemas de signos engloba evolu- clones légicas, atinentes a niveles de estructuracién diferentes y que 8 preciso aislar ante todo. Si existe un sistema consciente, no puede resultar més que de una especie de “media dialéctica” entre una mul- tiplicidad de sistemas inconscientes, cada uno de los cuales concierne ‘2 un aspecto 0 a un nivel de la realidad social. Ahora, estos sistemas no coinciden ni en su estructura légica ni en su adherencia histérica respectivas. Estin como difractados en una dimensién temporal cuyo espesor da a la sincronia su consistencia, y a falta de la que se disol- verfa en una esencia tenue e impalpable, un fantasma de realidad. No se adelantaria mucho, pues, sugiriendo que, en su expresién oral, la ensefianza de Saussure no debia andar muy lejos de estas pro- fundas observaciones de Durkheim que, publicadas en 1900 (p. 190), parecen escritas hoy: “Sin duda que los fenémenos que conciernen la estructura tienen algo de més estable que los fenémenos funciona- les, pero entre los dos érdenes de hechos no hay sino diferencias de grado, La estructura misma se encuentra en el devenir... Se forma y se descompone sin cesar; es la vida llegada a cierto grado de conso- lidacién; y distinguirla de la vida de la que deriva, 0 de la vida que determina, equivale a disociar cosas inseparables." En verdad, es la naturaleza de los hechos que estudiamos Ja que nos incita a distinguir en ellos lo que atafe a la estructura y lo que per- tenece al acontecimiento, Por importante que sea la perspectiva his- ica, no podemos alcanzarla sino a su tiempo: después de largas investigaciones que ni siquiera —como lo prueban la medida de la radiactividad y el estudio de los pélenes— son siempre de nuestra ine cumbencia. Por lo contrario, la diversidad de las sociedades humanas y su mimero —todavia varios millares a fines del siglo xix— hacen ue se nos aparezcan como desplegadas en el presente. Nada tiene de sorprendente si, respondiendo a esta solicitacién del objeto, adopta~ ‘mos un métado que sea més bien de transformaciones que de fluxiones. Existe en efecto una relacién muy estrecha entre la nocién de transformacién y la de estructura, que tan gran lugar ocupa en nues- tros trabajos. Radcliffe-Brown la introdujo en la antropologia social inspirdndose en las ideas de Montesquieu y de Spencer; la usaba para designar la manera duradera como los individuos y los grupos estan ligadés en el interior del cuerpo social. Para él, por consiguiente, la estructura pertenece al orden del hecho; es dada en la observacién de cada sociedad particular. Esta visién procede sin duda de cierta concep de as cencas naturales, pero ya no hubiese sid ae para un Cuvier. ae Mp acptats Hoy por hoy, ninguna cienia puede coniderar que las estrucni- fa peeecentes i dominio se reducen a dap can auiera de partes cualesuiera. Sélo eta stuctrada, Ie dignity gue obedece a dos condiciones: es un sitema, gia po ane Teen intema; y esta cohesin, inacotsibe a le abseteaniee de wanes ailade, se revela en el estudio de las vansfornaciones gris gue se descabren propiedad silanes en snore oe epee ie rentes. Como escribia Goethe: * a ‘Todas las formas se parecen, ninguna es igual a otra, ‘mas su coro guia hacia una ley oculta sta convergencia de las perspetivascienttcas ex muy reconfor- tanie_para_tas ciencias. semeiolouicas, de las. que forma parte aan, tropoogia soil, pues. que los signos y ly simbolos wi, Pen Aesempetar iu papel en tanto pertentcen a sistemas. mildas noe Jes internas de implication y de excutén, y puesto que'lo propo de tn sistema de sgnos es ser transformable, dicho de otto modo, edae sible al Yengiaje dé oto sistema con ayada de mmitaciones El ae una @onepeign tal haya podide nacer en la paleontlog ince & la antropologia social a alimentarie de un seeelo sues pevtonece 4 ts cence humans sk nombre lo prolama de sha, peo, Fesigna a pasar su purgatoro junto alas ciencias wacale, es pangs no devespera de despertar ene las ciencias naturales a hea, del ico inal ‘Tratemos de mostrar, con dos cjemplos,ebmo trabaja la antropos lost social para jostificr au programas > “seal 18 antopm Es sabida la funciin que desempefa Ia prohibcién del incesto en las sciedades primtivas, Proyectando, si putde decive a, as hermes nas y las hija afuera del grupo consanguine, y asigndndoles espoce Procedentes por su parte de ottor grapes, anuda enue ees erases faturales laos de alanza, los primeros que puedan calilicane eo Giales. La prohibicién del inceto funda as la sociedad humana, 9 en un sentido, es Ia sociedad, a Para junificar esta interpretacién no se ha procedido de manera inductiva. ¢Cémo se hubiera podido,tratindese de fenémence capa Contelacin es universal, pero entre los que las divenas socedades fe ventan toda suerte de conexiones heterbclitas? Por adadidurs, ao we trata aqut de hechos sino de sigifcacones, La cuestiin que nes plase teabamos era la del sentido de la prohbicién del incest (lo ae on €1 siglo xa se ubera Hamado su “exprty”), y no de ns ersladsn % penspeerivas reales o imaginarios. Hacfa falta pues, para cada nomenclatura de pa- rrentesco y para las reglas de matrimonio correspondientes, establecer su carfcter de sistema. Y esto sélo era posible al costo de un esfuerzo suplementatio, consistenie en elaborar el sistema de estos sistemas, y poniéndolos entre ellos en una relacién de transformacién. Desde ese punto, lo que no era ain mds que un inmenso desorden se organizaba ‘n forma de gramética: enunciado apremiador de todas las maneras concebibles de instaurar y de mantener un sistema de reciprocidad. ‘Abi estamos. Y ahora, gcémo deberemos proceder para contestar la pregunta siguiente, que es 1a de la universalidad de estas reglas ‘en el conjunto de las sociedades humanas, incluyendo las sociedades contempordneas? Aun si no definimos la prohibicién del incesto a la manera de los australianos o de los amerindios, existe también entre nosotros, pero jes todavia con la misma funcién? Pudiera ser que nos apegiramos a ella por razones muy diferentes, tales como el descubri- miento tardio de las consecuencias nocivas de las uniones consangui- reas, Pudiera ser también —como pensaba Durkheim— que la institu- cin no desempefiate entre nosotros papel positivo, y que s6lo subsistiese como un vestigio de ercencias en desuso, ancladas en el pensamiento colectivo. gO no seré més bien que nuestra sociedad, caso particular en un género mds vasto, depende, como todas las demés, para su cohe- rencia y su existencia misma, de una red —vuelta entre nosotros infinitamente inestable y complicada— de lazos entre las familias consanguineas? En caso afirmativo, ¢hay que admitir que la red es homogénea en todas sus partes, 0 reconocer tipos de estructuras, di- ferentes segiin los medios, las regiones; y variables en funcién de las tradiciones hist6ricas locales? Estos problemas son esenciales para la antropologfa, puesto quo la respuesta que se les dé decidirs acerca de la naturaleza intima del hecho social y de su grado de plasticidad. Ahora bien, es imposible decidir con ayuda de métodos tomados de la logica de Stuart Mill. No podemos hacer variar los Iazos complejos que supone una sociedad contemporinea —en los planos técnico, econémico, profesional, poli- tico, religioso y biolégico—, interrumpirlos y restablecerlos a volun tad, con la esperanza de descubrir los que son indispensables para la existencia de la sociedad come tal, y aquellos de los que en rigor po- dia. prescindir. Pero, entre los sistemas matrimoniales cuya funcién de reciprocidad est mejor establecida, podriamos elegir los més complejos y los me- nos estables; podriamos construir modelos en el laboratorio, para de- terminar cémo funcionarian si implicaran un miimero creciente de individuos; podriamos también deformar nuestros modelos, con la es- peranza de obtener modelos del mismo tipo, pero mis complejos ¢ AL cantro DE LA axrRoPoLosiA. 3 {inestables todavia... Y comparariamos los ciclos de reciprocidad asi ‘obtenider con los mis sencllos que sea posible observar en el terreno, en las sociedades contemporfineas, por ejemplo en las regiones caracte- tiaadas por enclaves aislados de pequefias dimensiones. Por medio de trnsitos sucesivos del laboratorio al terreno y del terreno al labora torio, tratariamos de colmar progresivamente el vacfo entre las dos teries, la una conocida, la otra desconocida, intercalando una serie de formas intermedias. A fin de cuentas no habriamos hecho sino elaborar tun lenguaje, cuyos inieos méritos serian el ser coherente como todo lenguaje y dar razin, mediante un niémero reducido de reglas, de fené= ‘menos tenidos hasta entonces por muy diferentes. A falta de una inac- essible verdad de hecho, habriamos alcanzado una verdad de razin. El segundo ejemplo se refiere a problemas del mismo tipo, abordados fen otro nivel: seguird tratindose de ia probibicién del incesto, pero no ya en su forma reglamentaria sino como tema de reflexién mitica. Los indios Iroqueses y Algonquinos cuentan la historia de una joven expursta a los propésitos amorosos de un visitante nocturne {que ella cree ser su hermano, Todo parece denunciar al culpable: apa- iencia fisica, vestido, mejilla arafiada que testimonia la virtud de la heroina, Formalmente acusado por ésta, el hermano revela que tiene un sosias, 0 mas exactamente un doble, pues el nexo es tan fuerte entre ellos que todo accidente sobrevenide a uno se trasmite automé- ticamente al otro: ropa desgarrada, herida en la cara... Para con- vencer a su herriiana incrédula, el joven asesina delante de ella a su doble, pero con ello pronuncia su propia sentencia de muerte, ya que los destinos de los dos estin ligados. En efecto, la madre de la victima querré vengar 2 su hijo; es una poderosa bruja, ama de los buhos. Unico modo de despistarla: que la hermana se una al hermano, que se hard pasar por el doble al que mat; el incesto es tan inconcebible que la vieja. no podré sos- pechar la supercherfa. Los bubos no se dejaran engafiar y denunciarén 1 los culpables, que conseguirén no obstante escapar En este mito, el oyente occidental descubre sin esfuerzo un tema que la leyenda de Edipo fij6: las precauciones tomadas para evitar el incesto, haciéndolo, de hecho, ineluctable; en los clos casos el golpe teatral resulta de 1a identificacién de personajes primero presentados como distintos. :Es una simple coincidencia —y causas diferentes ex- plican que, aqui y alld, aparezean arbitrariamente reunidos los mismos motivos—, o la analogia ataiie a razones més profundas? Efectuando Ja confrontacién no hemos puesto la mano sobre un fragmento de conjunto significante? Si hubiese que responder afirmativamente, el incesto del mito iro- qués, entre hermano y hermana, constituiria una permutacién del in- esto edipico entre madre e hijo, La coyuntura que hace inevitable el primero —doble personalidad del héroe masculino— seria una per- mutacién de la doble identidad de Edipo, dado por muerto y sin embargo vivo, nifio condenado y héroe triunfante, Para completar Ia demostracién habria que descubrir en los mitos americanos una trans- formacién del episodio de la esfinge, que constituye el ‘inico elemento de la leyenda de Edipo que falta ain Pues bien, en este caso particular (de ahi que lo hayamos escogido de preferencia a otros) la prucba seria verdaderamente crucial: tal como Boas fue el primero en observarlo (1891, 1925), las adivinanzas © os enigmas son, con los proverbios, un género casi enteramente ausente entre los indios de América del Norte. En caso de que s fencontraran enigmas en los alrededores del mito americano, no se trataria pues del efecto del azar sino de la prueba de una necesidad, En toda América del Norte no se encuentran més que dos situacio- nes ‘‘con enigmas” cuyo origen sea indiscutiblemente indigena: entre Jos indios Pueblo de! sudoeste de Estados Unidos existe una familia de bufones ceremoniales que plantean enigmas a los expectadores y que los mitos describen como nacidos de un comercio incestuos0} por otra parte, se recordard que la bruja del mito antes resumido, y que amenaza la vida del héroe, es un ama de los buhos; ahora bien, precisamente entre los Algonquinos se conocen mitos en que los buhos, 1a veces el antepasado de los buhos, plantean, so pena de muerte, enig- mas al héroe. También en América, por consiguiente, los enigmas presentan un doble carcter edipico: por la via del incesto, por una parte; por la otra, por la del buho, en quien nos vemos conducidos ‘8 ver una esfinge americana en forma traspuesta, De modo que en pueblos separados por la historia, la geografia, Jn lengua y la cultura parece existir Ia misma correlacién entre el enigma y el incesto. Para permitir la comparacién, construyamos un modelo del enigma, que exprese del mejor modo sus propiedades cons- tantes en las diversas mitologias, y definamoslo, desde este punto de vista, como una pregunta a la que se postula que no habré respuesta Sin considerar aqui todas las transformaciones posibles de este enun- ciado, conformémonos, a titulo de experiencia, con invertir sus tér- minos, lo que da: una respuesta a la cual no hubo pregunta, He aqui, en apariencia, una férmula completamente desprovista de sentido. Y, con todo, salta a la vista que existen mitos o fragmen- tot de mitos de los que esta estructura, simétrica e inversa de la otra, constituye el resorte dramitico, Faltarfa tiempo para contar los ejem- plow americanos. Me limitaré por eso a recordar la muerte del HL CAMPO DE LA aNTROFOLOGIA 2 Buda, vuelta inevitable porque un discipulo deja de formular la pre- gunta esperada; y, mas cerca de nosotros, las viejas mitos remodelados en el ciclo del Grial, donde Ia accién pende de la timidez del héroe en presencia de la vasija mégica, de la cual no se atreve a preguntar a quién sirven gTienen estos mitos una existencia independiente, 0 hay que con- siderarlos a su vez como una especie de género mas vasto, del cual los mitos de tipo edipico constituyen solamente otra especie? Repi- tiendo e| anterior proceder, se buscard si es posible, y en qué medida, reducir los elementos caracteristicos de un grupo a transformaciones (que serin, aqui, inversiones) de los elementos caracteristicos del ctro grupo. ¥ tal es por cierto lo que ocurre: de un héroe que abusa del comercio sexual, puesto que lo lleva hasta el incesto, se pasa a un casto que se abstiene de aquél; un personaje sutil, que conoce todas Jas respuestas, deja el lugar a un inocente, que no sabe ni plantear preguntas. En las variantes americanas de este segundo tipo y en el cicio del Grial, el problema por resolver es el de la “tierra yerma”, es decir del verano revocado; pues bien, todos los mitos americanos del primer tipo, es decir el “edipico”, se refieren a un invierno eterno que el hérde revoea cuando resuelve los enigmas, determinando asi la legada del estio. Simplificando mucho, Parsifal aparece pues como un Edipo al revés: hipétesis que no nos hubiésemos atrevido a con- siderar de haberse tratado de confrontar una fuente griega y otra céltica, pero que se impone en un contexto norteamericano donde los dos tipos estin presentes en las mismas poblaciones. Sin embargo, no hemos legado al término de Ia demostracién, En cuanto se verifica que en el seno de un sistema semAntico la casti- dad guarda con “la respuesta sin pregunta” una relacién homéloga de la que guarda con “la pregunta sin respuesta” el comercio inces- tuoso, debe admitirse también que los dos enunciados de forma socio- bioldgica guardan por si mismos una relacién de homologia con lot dos enunciados de forma gramatical. Entre la solucién del enigma y el incesto existe una relacién no ya externa y de hecho sino interna y de razén, y es de fijo por eso por lo que civilizaciones tan distintas ‘como las de la Antigiiedad clisica y de la América indigena pueden asociarlos independientemente. Igual que el enigma resuelto, el incesto acerca términos destinados a permanecer separados: el hijo se une a la madre, e] hermano a la hermana, como lo hace la respuesta al salir, contra todo lo esperado, al encuentro de la pregunta. Asi, en la leyenda de Edipo el matrimonio con Yocasta no sigue arbitrariamente a la victoria sobre la Esfinge, Aparte de que los mi- tos de tipo edipico (de los que proporcionamos de este modo una defi- nhicién precisa) asimilen siempre el descubrimiento del incesto a la tolucién de un enigma viviente personificada. por el héroe, en_planos yy lenguajes diferentes, sus diversos episodios se repiten, y suministran Ia misma demostracién que aparece en los viejos mitos del Grial en forma invertida: la unién audaz de palabras enmascaradas, 0 de consanguineos disimulacos a ellos mismos, engendra la putrefaccién y la fermentacién, desencadenamiento de las fuerzas naturales —pién- sese en la peste tebana—, como la impotencia en materia sexual (asi como en anudar un didlogo propuesto) agota la fecundidad animal y vegetal A las dos perspectivas que podrian seducir a su imaginacién, las de un verano 0 de un invierno igualmente eternos pero que serian, el tuno, desvergonzado hasta la corrupcién, el oiro, puro hasta la ester lidad, el hombre debe decidirse a preferir el equilibrio y ia perio- dicidad del ritmo estacional. En el orden natural, éte responde a la misma funcién que cumplen, en el plano social, e] intercambio de las mujeres en el matrimonio, el intercambio de las palabras en la con- versacién, a condicién de que uno y otra se practiquen con la inten- cidn franca de comunicar, es decir sin astucia ni perversidad y, sobre todo, sin segunda intencién, Nos hemos contentado con esbozar aqui las Iineas generales de una de maostracién —a la que volveremos en detalle en un curso de un afio venidero—* para ilustrar ese problerna de la invariancia que la antro- pologia social trata de resolver a la par que otras ciencias pero que, fen ella, aparece como la forma moderna de una pregunta que siem- pre se ha propuesto: la de la universalidad de la naturaleza humana. No volwemos la espalda a esta naturaleza humana cuando, para deslindar nuestros invariantes, reemplazamos los datos de la experien- cia por modelos en los que nos entregamos a experiencias abstractas, como el algebrista con sus ccuaciones? A veces se nos lo ha reprocha- do, Pero, a més de que la objecién tiene poco peso para el prictico —que sabe con qué fidelidad puntillosa a la realidad concreta paga la libertad que se concede de sobrevolaria por breves instantes—, qui- siera recordar que, procediendo de esta suerte, Ia antropologia social sencillamente vuelve a tomar por su cuenta una parte olvidada del Programa que Durkheim y Mauss le trazaron. En el prefacio a la segunda edicién de las Régles de la méthode sociologique, Durkheim se defiende contra la acusacién de haber se- parado abusivamente lo colectivo de lo individusl. Tal separacién, "Ct, nuestra revefia de eneefianza de 1960-1961, Annuaire du College de France 1961-1962, pp. 200-203. aL camro DE LA anrnoPoLootA 9 dice, es necesatia, pero no excluye que en el porvenir “se llegue a cencebir la posiblidad de una prcologia del todo formal, que seria una especie de terreno comin a Ia puicologia individual yale wool gia..- Lo que haria falta —prosigue Duttheim — es Buscar, por la omparacin de los tema mitco, de ls leyendas y de las trediiones pepulares, de las lenguas, de qué manera ls repre‘entaiones socal S atraeny se excluyen, se fsionan unas con otras ose disnguen Esta indagacén, oberva al conclin, ten ins bien a la lien abe. tract. Es curio notar cudn cerca hubria estado Lévy-Brull de ene programa, wi no hubiese optado primero. por relegar las representa Siones micas a In antecdmara de la lien, y sno hubiers vuelto iremediable la separacion cuando renuncié nus tarde a la nocién de pensamiento preligio; pero solamente para tra, come dicen fw ine fess, el mio con el agua del bailo: negendo a la “mental pri Tita” el carketer copntiva que le conceca al principio y reeha ndola entera al eno de la alectvidad, Mas fie ala coneepeiin durkheimiana de una “oscurapecologt” subyacente ala realidad socal, Mauss orienta a antropolgia “hata Ta bisqueda de To. que ex comin a los hombres. Los hombres a comunican por simbolos-- pero ‘no pueden tener «os simbols y co municarse con ello mis que porque tienen los mismes instnton” Semejante concepeién, que es también la nuestra, gno presenta el flanco a otra erica? Si el timo fin de usted, se ded, ey aleamzar cierias formas univerale de pensamiento y de moralidad (pues el Esai sur le don se cera con conchisiones de moral), por Gul sto gar un valor privilegindo las sociedages que llama used primitives? No se habia de llegar, por bipStes, a ls mismos resutadon par. tiendo no importa de que soiedades? El timo prebema que dees: via comiderar antes de poner término a una leelgn ya larga Esto es tanto mis necetasio ruante que, entre low etnlogos y 30 cidlogor que me escchan, lov habr, de quienes estudian et sale dades en tansformaciin rapida, que acaso\dicutan el concepto que parezco implctamente hacerme ‘de las sociedades primiteat, Sos retendidos caracteres distintvos, pudieran creer, se imitan a Una iasin, efecto dela ignorancia en que nos encontramos acerea de I ‘que realmente sucede; objetivamente no corresponden a in realidad Es indudable que el catdcter de las investigacions ciogrdfiea rmodifica a medida que las pees tnbus salvaje que esudigbamos én otro tiempo desaparecen,fundiéndose én conjuntos inde vastos et donde los problemas tenden a asemejarse a los nucatrs. Perot ct verdad, como not lo ene Matty, que Ia einologia es un modo Briginal de conocimiento, mejor que tna fuente de’ conocimientor Dartculares, concuiremos silo que hoy la etnologa se admoninira de dos maneras: pura y diluida. Procurar ahondarla alli donde su mé- todo se mezcla con otros métodos, donde su objeto se confunde con ‘otros objetos, no es cosa de una sana actitud cientifica, De modo que esta cétedra seré consagrada a la etnologia pura, lo cual no significa {que su ensefianza no pueda ser aplicada a otros fines, ni que se vaya ‘a desinteresar de las sociedades contemporéneas que, en ciertos nive- les y ciertos respectos, se prestan directamente al método etnolégico. ¢Cudles son, entonces, las razones de la predileccién que experimen- tamos por esas sociedades que, a falta de término mejor, llamamos primitivas, aunque de fijo no lo sean? La primera, confesémoslo francamente, es de orden filoséfico. Como escribié M. Merleau-Ponty, “cuanta vez el sociGlogo [pero es en el antropélogo en quien piensa) retorna a las fuentes vivas de su saber, 1 lo que, en él, opera como medio de comprender 1as formaciones culturales més alejadas de él, hace espontaneamente filosofia” (1960, . 138). En efecto, la investigacién en el terreno, con la cual comienza toda carrera etnolégica, es madre y nodriza de la duda, actitud filo- séfica por excelencia. Esta “duda antropolégica” no consiste nada mis en saber que no se sabe nada, sino en exponer resueltamente lo que se crefa saber, y la ignorancia misma, a los insultos y a los men- ‘que infligen, a ideas y hébitos muy queridos, las ideas y hébitos que pueden contradecirlos en mayor grado. Al revés de lo que las apariencias sugieren, es, pensamos, por su método mas estrictamente filestico por lo que la etnologia se distingue de la sociologia. El s0- _Gélogo.objstiviza, de miedo de engafiarse, El etndlogo no siente tal temor, puesto que la sociedad lejana que estudia no es nada suyo, y ie-condena.de antemano a.estiparle todos los matices y todos los fltalles, y hasta los valores; en sina palabra, todo aquello en lo que EL observador de su propia sociedad corre el riesgo de estar implicado, ‘ALelegir un sujeto y un objeto radicalmente distantes uno de ott, la antrapglogia_corre-sin-embargo..un peligro: que el_conocimiento aviquitide-del-objeta no. alcance. sus.propiedades intrinsecas sino que se limite a expresar.Ja posicién relativa y siempre cambiante del sujeto or a él, Ex harto posible, en efecto, que el pretendido co- nnocimiento etnolégico esté condenado a seguir siendo tan extravagante © inadecuado como el que adquiriria de nuestra propia sociedad un visitante exético. El indio Kwakiut que Boas invitaba a veces a Nueva York para que le sirviese de informante era indiferente al espectécu- Jo de los rascacielos y de las calles surcadas por automéviles. Reser- vyaba toda su curiosidad intelectual a los enanos, a los gigantes y a las mujeres barbudas que eran exhibidos entonces en Time Square, a las mAquinas que proporcionan autométicamente p'atillos cocinados ya las bolas de latén que adornaban el principio de los tramos de HL CAMPO DE LA axiRoPoLocta 31 escalera, Por razones que no puedo traer a cuento aqui, todo aquello hacia interven su propia cultura, y era éta, y nada mas, Ia que tr, taba de reconocer en algunos aspectos de la ‘nuestra. do 4B aneray zno ceten los etnélogs a ln misma tentacién.cuane lo se permiten, como tantas veces lo hacen, interpretar de nucva cuenta fas costmbrese isctonsindigenss, cone fn incon de hacer que encajen mejor en las teorias del dia? El problema del totemismo, que varios de entre nosotros tenemos por didfano e insus- tancial, ha gravitado durante afios sobre la reflexién etnologica, comprendemos ahora que esta importancia provenia de cierto gusto por lo bscena y Io grotesco, que es como una enfermedad infanl de la ciencia religiosa: proyeccién negativa de un temor incontrolable a lo sagrado, del cual el propio investigador no ha conseguido des- Drenden. Ax la tora dl totmiso se he conttaldo See nee t1os", no “en si", y nada garantiza que, en sus formas attuales, no siga procediendo de una slusién parecida Los etnélogos de mi generacién quedamos confundidos ante la repulsién que inspiraban a Frazer indagaciones a las que habia con. tagrado su vide: “evinica tiga tela de Jos crores de jombre: locuras, empefios vanos, tiempo perdido, esperanzas,fruse emo Lévy-Bruhl consideraba los mitos, que segin él “no tienen ya sobre nosotros ninguna accién... relatos... extrafios, por no decir ab» surdos ¢ incomprensibles... tenemos que hacer un esfuergo para ine teresarnos en ellos...” Si, hemos adquirido un conocimiento directo de las formas de vida y de pensamiento exéticas que faltaba 2 aque. los precursores, pero gno es también que el surrealismo —es decir Algo que se desarrolld dentro de nuestra sociedad— transformé nues- tra sensibilidad, y que le debemos el haber descubierto o redescu bierto en el corazén de nuestros estudios un lirismo y una probidad? __ Resistamos pues a las seducciones de un objetivisino ingenuo, pero Sin desconocer que, por su precariedad misma, nuestra posicién de observador nos aporta prendas inesperadas de objetividad. Es en la medida en. que_las sociedades llamadas primitivas estén muy aparta- das de la nuestra como podemos llegar en ellas a esos “hechos de” funcionamiento_general” de. que. hablaba Mauss, que. bien. pudieran” ser “més universales” y tener “mayor realidad’. En esas sociedades —-y ‘go ctando a Mauss “se captan hombres, grupos y comportamien” 0s... se los ve moverse como en mecinica, se ven masas y sistemas", diferencias de naturaleza entre esas sociedades y las nuestras: la as. tronomia no exige solamente que los cuerpos celestes estén lejos; tame bign es preciso que alli no corra el tiempo al mismo ritmo, sino la

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