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EN QUE CONSISTE PENSAR HISTORICAMENTE?! LEOPOLDO Moscoso* La ciencia ao es boy un don de visionarios y profetas que distribuyen bendiciones y revelaciones, ni parte integrante de la meditacién de sabios y filosofos sobre el sentido de! mundo. Si de nuevo en este punto surge Tolstoi dentro de Uds. para preguntar que, puesto que la ciencia no lo hace, quién es ef que ha de respondernos a las cuestiones de qué es lo que debemos hacer y 6mo debemos orjentar nucstras vides, o [...] quign podra indicarnos a cual de los dioses he- mos de servit, habra que responder que sdlo un profeta o un salvador. Si ese profeta no existe o si ya no se cree en su mensaje, es seguro que no conseguirin Uds. hacerlo bajar de nuevo a la tierra intentando que millares de profesores, como pequefios profetas pagados o privilegiados por el Es- tado, asuman en las aulas su funcidn. Por ese medio sélo conseguirdn impedis que se tome plena conciencia de la ver- dad fundamental de que el profeta por el que una gran parte de nuestra generacién suspira no existe. Max Wener, Wissenschaft als Beruf? ‘Tan importante es el tema sobre el que versa este libro y tan célebre su autor que es dificil discernit si el comentario que sigue es de reci bo porque se trata de un libro sobre historia o porque se trata de un libro de Josep Fontana. Todavia peor: Introduccié a Vestuds de la bis- orig (1H) es una obra de cardcter general. Y frente a una obta in- troductoria y general todo comentarista corre el riesgo de ordenar sus observaciones en tomo al insidioso argumento dle cémo orras personas (0 acaso él mismo) habrian escrito el libro. No sé si seré capaz de sortear tantos peligros. En todo caso, IEH no es otro mas de los vehementes y controver: tidos libros de Josep Fontana sobre historiografias, teorias 0 filoso- fias de la historia. Se trata, por el contrario, de una introdzectiin cle * Socidlogo. 1 Esta nota se origind en un comentatio, que nunca vio le luz, al libro de Josep Fontana, Introduccié a U'estudi de la historia, Barcelona, Critica, 1997, 293 pp... con indice de contenidos ¢ indice alfabético (bibliografias al final de cada capitulo), Agradezco a Julio Pardos su infinita paciencia, que este texto nunca podré compen: sar por completo 2? Max Weber. E/ politico y ef céewtéfico, Madrid, Alianza, pp. 226-227. 3 LroPoLDa Moscoso mental y, como tal, desprovista de toda carga polémica (excepcidn: cba, eso sf, de toda aquella que pueda desatarse en tomo a la inicia- tiva de escribir un libro como éste). En principio, por tanto, una salu dable iniciativa en un contexto en el que (aquf tanto como en otras lax tudes} los libros de Introduccidin se centean con frecuencia, y con nis bien poco éxito, en las mas complejas y controvertidas cuestio- nes de las historiografias o las teorias de la historia, El de Josep Fon- tana es, por el contrario, un manual, clésico, sobrio y de buena facta. ra. Y, como manual, se encuentra bien centrado en st objeto: se trata ~ wna introduccién a la historia come objeto del conocimiento y no de una introduecién al pensamiento de los historiadores. | PROBLEMAS «HISTORICOS» |. historia en tanto que objeto del conocimiento no es examinada en WH, sin embargo, si como una secuencia de acontecimientos ordena. ‘oy ctonoldgicumente. Este «no es un manual de historia en cl sen tido habitual» —advierte el autor (Fontana, 1997: 13)—. No se trata de hacer ninguna sintesis que recoja los acontecimicntos mas impor- sintes de la historia mundial, de Espaiia 0 de Catalufia, y que los or slene cronoldgicamente desde la prehistoria hasta nuestros dfas. Ni ‘© (rata tampoco de un manual cuyo sumario se ajuste a las divisio- ues interdepartamentales del trabajo al uso en las faculeades y escue- las: la historia politica por un lado, la historia econémica por otro, a historia «social, la historia «cultural... Se trata, por el contrario, de bbordar fos grandes problesnas. ‘1 enfoque es, mas bien, el de presentar una historia general no, por asi decir, bistortaeda, como cabria esperar de un libro de histo- \. sino como un racimo de problemas que han influido a Jo largo ic los tiempos sobre la vida en sociedad. Fl autor afirma que la his- soria trata en realidad de los grandes problemas que afectan a los hombres y a las mujeres que viven en sociedad. Esos problemas son sld pasado, pero también del presente y, previsiblemente, de un fu- turo al menos inmediato. Es decir que la historia deja de ser una ac- ‘vidad de reflexi6n, investigacion o especulacién sobre el pasado, st pasar a ser casi un equivalente del tiempo. Y esos problemas sie nos persiguen desde el pasado, que siguen hoy con nosotros y que lo seguirin estanclo, no pueden ser abordados mas que desde 4 EN QUE CONSISTE PENSAR HISTORICAMENTL? una prespectiva temporal, evolutiva, que es, segrin cl autor, la pres- pectiva que a la historia le es propia Los grandes problemas a los que tht pasa revista son examina- dos, segiin Fontana, del mas sencillo al mas complejo. La lista inclu- ye los escenarios fisicos de los asentamientos humanos y las repre- sentaciones que los hombres han generado de esos escenarios, los movimientos demograficos, la agricultura, los mercados, Ia indus- tia y el crecimiento econdmico, las formas sociales de inchusidn y exclusién (como el sexo, la raza, 0 las clases...), las formas de organi- zacién colectiva (como el estade moderno, la nacién, el estade-na- cin o el imperio...), a violencia, el poder, la actividad bélica o la re- presién, las religiones, Ia cultura, la civilizaci6n, la ciencia, y las culturas populares, La lista de «problemas», desde lucgo, intimida acnalguiera. ‘Aqut es donde empezamos a correr peligros. Pues, tras dar lec- tura a la lista de Fontana, resulta dificil sustraerse a Ja tentacién de poner en pic una critica centrada sobre cl argumento de las presen- ias impertinentes y de las ausencias inaceptables, Pero es verdad ‘que se trata de un tipo de critica que a menudo sélo pone de relieve las propias preferencias del comentarista y no los errores —si algu no hubicre— del autor. No haremos aqui nad de es0, pese a que algunas afirmaciones del autor sobre su propio sumario podrian antojarse discuribles (por ejemplo, cuando afirma en la p. 13 que los problemas seriin abordados del mas sencillo al mas complejo) Més acertado seria, tal vez, objetar no la lista sino la misma divi- sin tematica. Pues, como con harta frecuencia han recordado esos historiadores a los que llamamos contextualistas, lo Gnico que mo esti. claro en semejante divisién de los problemas es que éstos no respon- dan simplemente a nuestras obsesiones de hoy. En otras palabras, que ni la economia ha sido siempre economia, ni la politica ha sido siempre politica, ni el estado fue siempre el estado. Pero Josep Fontana esta bien al corriente de todos estos proble- mas. Avisa a sus lectores de la polisemia de las palabras que enuncian su lista de problemas, y advierte de los cambios que ha experimenta. do su significado a través del tiempo (sobre la célebre cuestin del estado, por ejemplo, en pp. 183-184). ¥ al contrario también. Ni si uiera es ajeno Fontana al hecho de que los conceptos con los que hoy representamos los problemas sociales han sido expresados de formas muy distintas en diferentes sociedades y épocas. Puede, por 5 LROPOLDO Moscoso consiguiente, que después de todo, esta actividad a la que alude Fon- tana desde el principio, el pensar bistoricamente, no consista sino en teatar de aprehender qué sentido han tenido esos problemas para los, actores 60 las distintas épocas y sociedades. I. gPARA QUE PENSAR «HISTORICAMENTES? Pensar hissdricamente ayuda —escribe ef autor— a combatir los t6- picos y los prejuicios bisééricos que obstaculizan la comprensici anunda en ef que vivimos. Se trata de una actividad orientada a esti- mular a pensar la historia y el mundo de una manera critica y perso nal (Fontana, 1997: 14) Abora bien, ga qué propésito habrian de servir todas estas ad- vertencias? de las interpretaciones habituales (podemos hablar de disonancia cognoscitiva) 0 bajo condiciones de enorme —e irte- ductible— distancia culeural. ‘Asi vistas, ambas imagenes de la observacién, sin embargo, tam- ign comparten un rasgo. Las dos dan por descontado que es nece- rio un cierto distanciamiento de los abservadores con respecto @ Jos observados. Pero el distanctamiento o bien es un artefacto para representar al observador @ es inevitable. Sucede, en primer lugar, que semejante capacidad de distanciamiento no puede darse por descontada. Detris de tan discutible asuncién se encuentra el iso- morlismo mimético de las ciencias del hombre con las ciencias de la naturaleza. La sociogénesis (y la psicogénesis), asi como las condi- 18 JEN QUE CONSISTE PENSAR HISTORICAMENTR? ciones que han hecho posible esa «transposicién» del sedtodo ciest fico al conocimiento de la sociedad se encuentran bien descritas. Se ha hablado de una «trinidad de controles»: primero los controles sobre el self, las tecnologias del yo fundacional de la filosofia moter na, el autocontrol; segundo, los controles sobre fa socicdad; y por tikkimo, el control y el uso de las fuerzas de la naturaleza"®. El distas ciamiento del observador podria, por consiguiente, verse como ct resultado natural de la convergencia y de la superposicién entre es- tas tres formas de control Pero semejante «distanciamiento» no corresponde de suyo al observador, sino mas bien ala imagen que de él nos hemos hecho. Las tareas a las que cl observador se entrega consisten, si, en clesctt brir e6mo y por qué se conectan entre si los acontecimientos obscr vados. Pero, a diferencia de las ciencias naturales que tratan de cl. rificar los nexos entre acontecimientos prchumanos, las ciencias sociales se ocupan de conexiones entre los hombres. En este sector del conocimiento organizado, los hombres se encuenirat (65, mismos y con los demas; los «objetos» son al mismo tiempo «sje tos», toda vez que los mismos investigadores se encuentran insertos en sus propios modelos, No pueden evitar vivirlos desde dentro!’ Las observaciones prececlentes tienen implicaciones directas so: bie el primer escenario descrito. Si el observador se encuentra cen to de la escena, su modo de razonar no podré distinguirse neta- mente de su modo de actuar, Sus razonamientos sobre el mundo estarin destinados a encontrarse invariablemente con su propia for ima de scr. Su procedimiento de cxplicacién habra de recurrir a fas imagenes familiares procedentes de su forma de actuar. De ahi, cl replegamiento de las explicaciones racionales sobre si mismas y las paradojas a las que éstas nos conducen cuando nos abstinamos en convertitlas en explicaciones comunicables. Porque no se trata de que los actores obren «racionalmenter. Lo dinico que los actores pueden hacer «racionalmente» es pensar y ello, Idgicumente, debe incluir el pensarse a si mismos. La explicacién del «obscrvador gua participante» no adopta un formato «racional> porque «racional> © Norbert Ilias, Cosiroofainnenio ¢ Distacco (Saga! di Sociotngia della Comoscen 21), Bologna, Il Mulino, 1988, pp. 94-96 (sobre la attansposiciény), y p. 98 sobre hi satinidad» de contoles) "Ibid, pp. 104-105, 9 LEoPoLDe Moscoso sea el modo de obrar de los actores. Al contrario, es el modo de obrar de los actores el que termina por revestirse de todo su halo de «tacionalidad», porque es «racionalmente» como sus acciones han sido pensadas por el observador, Pero es, en realidad, el proce- dimiento del observador el que asume que sea posible establecer una nitida distinci6n entre su modo de pensar y su modo de set. La imagen del observador de la naturaleza se desliza entre uno y otto. Como si el observador se encontrase observando algo distinto de si ‘mo, privado de capacidad de autoobservaci6n, Negandose la vi- sidn de si mismo, el observador/participante puede ahora consumar cl programa de mimesis frente a la imagen que posee del proced miento de las ciencias fisicas, esto es, sobre el modo de actuar de los cientiicos naturales. Y, en lugar de observar y comunicar lo que los cieatilicos hacen, opta por repetir lo que los céentificos di cen, perdiendo asi de vista su propia constitucién. El juego, desde el momento en que empieza a ser jugado, no puede ser un juego de comunicacin, No se trata de comunicas, se trata de actuar!. Si el vbservador/participante se obstina en convertit su saber en un saber organizado, comunicable, no estard haciendo mas que reificar como teoria (elevar a la categoria de explicacién) lo que no es sino una forma de proceder, un modelo de decisién. Pero puede suceder, en segundo lugar, que el distanciamiento sea la condicién inevitable de la operacion intelectiva {por ejemplo, ea las situaciones de derrumbe de estados de reconocimiento, 0 en lus situaciones de inconmensurabilidad cultural antes menciona- clas). Si los riesgos apenas deseritos radican en que el observador no consiga (o.n0 dese) ser consciente de su grado de implicacién con cl escenario observado, el peligro inverso se encuentra al acecho que el observador no consigue reconocet la distancia que ada vei " Norbert Elias (Coinvolgimento e Distacco, op. eit. pp. 114-115) es mas explici- to, si cube, ccstudo sefala que, transferidlo a las eicncias sociales, el mismo método (cl cmnctode eientifico») es con frecuencia utilizada para cetuciar problemas y wear. 1s ke son propuestas y examinadas bajo la influencia de un fuerte grado de implica cin (o de compromiso). Por ello, el empleo de un mécodo similar al desarrollado en lus eiencias fsicas con frecuencia confiere «los socislogos la apariencia de un eleva do grado de distanciamiento o de wobjetividad> que, en realidad, se eneuentsa por el contatio ausente en todos aquellos que se sirven ie tal método, mientras que eveu un distunciamicnto fingido detras del cual se esconde, por el eontrario, una implica. 20 gEN QUE CONSISEE PENSAR HISTORICAMENTE? en efecto le separa del escenario observado. Porque encontrarse obligado a adoptar una posicién objetiva y no conseguitla {o rehu sar buscarla) de suyo implica el cortocircuito de la comunicacién entre el observador y su audiencia, esto es, ¢l fracaso de la opera cidn de «traduccién» cultural que esa posicién leva implicita. De este observador que produce un saber recidentificwste no sv espera que tenga la habilidad de interactuar con los sujetos observados (con los nativos, si se prefiere). No se espera de él la eapacidad de observar una accién o acontecimiento y la facultad de poder situar (aiadir) la acci6n o el acontecimiento observados dentro de una clase general de acciones o acontecimientos, Semejante faculiad, que sirve para actuar, pero no para decir, sélo la posee el mative. Nunea el observador. Este no puede reconstruir el saber nativo 0 eb juego de lenguaje de los actores bejo observacién. Ni puede repro. ducir, replicar, el proceso intelectivo de los participantes que son quienes consprenden, El observador solo puede explicar, esto es, reidentificar a los sujetos con sus propias categorias culturales, con ellenguaje reconocible por su auditorio. Ello implica que las clasiti- caciones de acciones y acontecimientos que el observaclor covauistea a su auditorio serén por fuerza distintas de las clasificaciones que Jos nativos usen para seguir procediendo. ¥ de ahi también se der va la renuncia, por parte de la comunidad de observadores, « la comprensién especifica de una accién. Por lo demis, semejante operacién (suponiendo que fuera viable) ni tendria sentido ni servi ria a propésito alguno a quienes no tienen ninguna necesidad de en- trar en relacién con los nativos. El juego de lenguaje jugado por la comunidad de observadores es o1r0 distinto, que se juega exclusiva- ‘mente con los miembros de la comunidad interpretante, Estos pre cisan de la dislocacién de las rexlas de los sujetos observados y su rearticulacién posterior en el context de un juego mis general Visto desde el lado de la audiencia, sin embargo, el problema de la ceguera ante el distanciamiento es similar al anterior problema dela ceguera ante Ja propia involucraci6n, pues, al renunciar al dis- tanciamiento frente a su objeto, cl observador en realidad se niega a reconocet que su scr ha de encontrarse implicado en otro lugar, a saber, que su verdadero lugar de insercién es Ja audiencia frente a la que acta, ala que ha de comunicar (esto es, explicar) las otras, formas de ser. Y para poder hacerlo no puede renunciar al propio modo de ser y de razonar. au Lropoi.ne Moscoso Ahora bien, gqué papel le aguarda al bistoriador o al socislogo del pasado, una vez que volvemos a ser conscientes de este dilema? Para empezar a clarificar el panorama, convendra tener presente que cl historiador se encuentra privado de toda posibilidad de «decidir» sobre el pasado, o de intervenie en él, No conoce ninguna posibili- dad de control experimental de sus propias observaciones, Sus ac- ciones, consistentes en producir «historia», han de encontrarse por fuerza insertas, y han de sustir efecto en el marco del juego de fuer- vas del presente, de la comunidad interpretante, Ello implica que el historiados, en tanto que penerador de léxicos de reidentificaciér, no puede pretender ni estar en [2 arena en la que actiian los sujetos ob- servaclos, pues en tal caso estar elevando un procedimiento de ac- tuacién a categoria teérica, ni tampoco eludir su insercién en el teji- do social de la comunidad de intérpretes, pues en tal caso su actividad comunicativa (de «traduccién cultural») carecerfa de sen- ido, Resulta patente, desde este punto de vista, que observador y participante no son distintos por el tipo de explicacién al que recu- tren, sino mas bien por los objetivas que sus respectivas explicacio- nes acarrean, Y esos objetivos, independientemente de los resulta- dos que obtengan, son los que dan sentido a sus actividades. VIL. EL, MONOPOLIO DE LA HISTORIA SOBRE EL PASADO ‘Otra cosa es advertit que la lista de problemas abordados por 1EH incumbe a muchas otras disciplinas ademis de la historia, Pues no es evicente que sean los historiadores los tinicos capacitacos para pensar bistéricamente. Economistas, socidlogos, antropélogos, ju- ristas 0 cientificos fisico-naturales pueden todos ellos —y de hecho lo hacen a menudo— pensar histéricamente la economia, la socie- dad, Ia cultura, el derecho, la medicina o las ciencias fisicas. En la medida, es decir, en que todas estas disciplinas poscen una cierta inteligibilidad reflexiva de su propia trayectoria, todos sus practi- cantes pueden dedicarse a la historia econémica, a la sociologia histérica, a la historia de fa cultura, del derecho © de la medicina. Desde este punto de vista, dedicarse a la historiografia desde la his toria parece un cjercicio posible. Sin embargo, y a no ser que uno reivindique aquel método filolégico-critico tan querido de Leo- pold von Ranke, dedicasse a la historia desde la historia como disci 22

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