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2. EL PANORAMA DE LA INFORMACION stro alrededor, la informacién explota con tal ria y la A tecnologia de la informacién cambia a una velocidad tan pasmosa, que nos enfrentamos a un problema fundame tal: éc6mo orientarnos en el nuevo panorama? Qué ser por ejer plo, de las bibliotecas de investigacién a la vista de una maravilla tecnolégica como Google? iCémo podemos entender todo esto? No tengo respnesta a «sta interrogante, pero puedo proponer un punto de partida: estu- dliemos a historia de las formas en que se ha transmitido informa ci6n, Simplificando radicalmente ls cosas, podriamos decir que desce que los humanos aprenciimos a hablar lia habido cuatro siones en que la tecnologia de la informacién ha cambiado de man ra fandamental ‘Alrededor del aio 4000 aC. Jos humanos aprendieron a escri- bir. Los jeroglficos egipcios se remontan al 3200 a. la eseritura alfabética al r000 a.C. Segtin investigadores como Jack Goody, la invenci6n de a escritura fue la innovacién tecnol6gica mas impor tante en la historia de la humanidad, Transformé la relacion de la humanidad con el pasado y abrié el camino a la emergencia de los libros como una fuerza de la historia, La historia del ibro condujo al segundo cambio tecnol6gico cuando el cédice sustituyé al rollo de pergamino, poco después del ‘comienzo de la era cristina. Enel tercer siglo aC, los cédices-esto 36 ¢, los libros con paginas que se podian volver, al contrario de los, rollos de pergamino que habia que desenrollar- se convirtieron en un factor clave para la difusi6n del cristianismo. Cambié la expe- riencia de la lectura: surgié la pagina como unidad de percepcién y los lectores podfan hojear un texto claramente articulado, y que acab6 componiéndose de palabras diferenciadas (separadas por rrafos y capitulos, a la vez. que sumarios, indices temé- ticos y otras ayudas al lector. El cédice fue a su vez transformado por la invenci6n de la prensa de tipos méviles en los affos 1450. Es cierto que los chinos desarrollaron la imprenta con tipografia m6vil sobre 1045, y que hacia 1230 los coreanos preférian utilizar caracteres metélicos en lugar de bloques de madera. Pero el invento de Gutenberg, al con- trario de los del Extremo Oriente, se propag6 como la pélvora acer- cando los libros a un pablico lector cada vez. mis amplio. La tee- nologfa de la imprenta no cambié en casi cuatro siglos, pero los lectores se hicieron c rnumerosos gracias a la mejora de la alfabetizaci6n, la educaci6n y el acceso a la palabra impresa, Panfletos y periédicos, impresos en prensas de vapor sobre papel fabricado a partir de pulpa de madera y no de trapos, extendieron el proceso de democratizacién, de forma que durante la segunda mitad del siglo XIX naci6 un patblico de masas lector El cuarto de los grandes cambios, a comunieaci6n electr6ni- a, surgi6 apenas ayer, o anteayer, segiin lo queramos calcular. Inter net data de 1974, al menos en cuanto término. Se desarroll6 a par tir de ARPANET, que databa de 1969, y a partir de experimentos anteriores de comunicacién entre redes de ordenadores. La Red ccomenzé a funcionar como medio de comunicacién entre los fisi- cos en 1981. Las paginas web y los motores de bisqueda se con- virtieron en algo usual a mediados de la década de 1990. A partir de ahi, todos conocemos las marcas que han hecho que la comu- nicaci6n electr6nica se haya convertido en una experiencia coti- diana: Netscape, Internet Explorer, Safari, Yahoo o Google, que fie fandada en 1998. As{ dibujado, el ritmo del cambio deja sin aliento: de la ese tura hasta los c6dices, 4.300 aos; del cbdicea los tipos maviles, 1.150 37 de los tipos mOviles a Intemet, 524 aflos; de Intemet a los moto | china de los Estados Unidos: creen que igual que conducimos tes de biisqueda, 19 afios; de los motores de biisqueda a la clasifica: coches descapotables vivimos en edificios descapotables. cién por relevancia mediante algoritmos, siete afios, y Zquién sabe Otras historias sobre el y «muy importantes, y titud puesto que yo también la he sacado de Intemet. Como expe- demas. La noticia no es lo que pas6 sino el relato de lo que pas6, Onin, escribi6 que un arquitecto ‘Naturalmente, muchos periodistas hacen todo lo posible por rimento, un periddico satiico, The habla creado un nuevo tipo de edificio en Washington D.C, un edi- ser veraces, pero tienen que adaptarse a las convenciones de su ficio con capula descapotable. En los dias soleados, bastaba apre~ oficio, y siempre hay un desfise entre las palabras que eligen y la tar un bot6n para que la capula se plegara y el edificio pareciera naturaleza de un suceso segtin lo viven o lo perciben otros. Basta tun campo de fitbol. En los dias de Ihuvia parecfa el Capitolio. La « ccon preguntar 2 cualquiera relacionado con un suceso convertido historia vigj6 de paigina web en pagina web hasta que llegé a China, cen noticia: nos dirfn que en la historia publicada en el peri6dico donde la publics el Bejing Eveming Nezs. Después fue recogida no se reconocen ni a si mismos ni lo que pas6. En la Union Sovié- por Las Angeles Times, el San Francisco Chronicle, Reuters, CNN tica los lectores sofisticados aprendieron a desconfiar de todo lo ‘Wired.com e innumerables dlags como una historia sobre la visién «que se publicaba en Prevda,e incluso a entender que si algo no se # 39 mencionaba, significaba que estaba pasando. Cuando el 31 de agos to de 1980 Lech Walesa firmé el acuerdo con el gobierno polaco ppor el cual se creaba el sindicato independiente Solidaridad, los pola- cos al principio se negaron a creer la noticia: no porque no les Ile gase, sino porque la daba la televisi6n controlada por el ‘Yo también he sido periodista. Recibi mi formacién basica do estudiante cuando cubrfa la jefatura de policia de Newark en 1959. Aunque habia trabajado en los periédicos del colegio, no sabfa qué era una noticia, esto es, qué sucesos podian convertirse en historias y qué combinaci6n de palabras acabaria impresa tras pasar la inspecei6n del redactor de noche. Cuando un suceso Ile- gaba a oidos de la jefatura, generalmente lo hacia en forma de «parte de incidenciass, o informe mecanografiado de las llamadas recibidas en la centralita. Los «partes de incidencias» abarcaban de todo, desde perros extraviados hasta asesinatos, y se acumulaban a raz6n de una docena cada media hora. Mi trabajo consistia en pedir estos papeles al lugarteniente del segundo piso, leerlos por sihubiera algo que pudiera ser noticia, y anunciar la noticia laten- tealos periodistas veteranos de una docena de periédicos que juga ban al péquer en la sala de prensa de la planta baja. Uno de ellos decicla sivalia la pena investigar lo que yo habfa seleccionado. Yo mismo hacia la investigacién, generalmente llamando por teléfo- no a departamentos clave como la brigada de homicidios. Si la informaci6n era lo bastante buena, informaba a la mesa de poquer, cuyos componentes informaban por teléfono a sus redacciones de la ciudad, Pero tenfa que ser algo realmente bueno ~esto es, algo «que la gente normal considerase malo para que valicra la pena interrumpir el interminable juego. El péquer era lo que mas inte- resaba a todos, excepto a mi: no podia permitirme jugar (las car- tas eran a un délar la apuesta, un mont6n de dinero en aquel enton- ces) y necesitaba desarrollar mi olfato para las noticias. Pronto aprendi a descartar los DOA’ («ingresado cadaver», que significaba muerte ordinaria) y los robos en las gasolineras, pero tardé en dar con algo realmente , como un atraco en una DOA, eo inglés ad on ava (N. del'L) 49 tienda respetable o la ruptura de una tuberia en un sitio céntrico. ntré un parte de incidencias que era excepcional -com- binaba una violaci6n y un asesinato~ y me fui derecho a la brigada de homicidios en lugar de informar antes a los del péquer. Cuan- do se lo mostré al teniente de guardia, me miré con asco: «Chico, des que no lo ves?». Sefialaba con el dedo una ‘B’ que habfa entre paréntesis detras del nombre de la victima y del sospechoso. Sélo entonces me di cuenta de que todos los nombres ban seguidos de tuna B o una W. No sabia que los crimenes en que s6lo estaban invo lucradas personas de color no eran noticia. ‘Como he aprendido a redactar noticias, desconfio de ls perié- dicos como fuente de informacién y con frecuencia me sorprende que haya historiadores que los tomen como fuente primaria para saber qué sucedi6 realmente. Creo que hay que leer los periddicos como fuente de informaci6n sobre cbmo los contemporiineos cons- truian los sucesos, antes que como fuente de informaci6n sobre los, hechos mismos. Una investigacién sobre las noticias durante la Revolucién Americana realizada por un estudiante mio de segun do ciclo, Will Slauter, nos da un ejemplo. Will siguid el recorrido de las erénicas reflejadas en la prensa americana y curopea sobre la derrota suftida por Washington en la batalla de Brandywine, En el siglo XVIII las noticias tenfan forma de parrafos aistados més que de chistorias» como las que conocemos actualmente, y los peri6- dicos fasilaban la mayorfa de sus parrafos,afiadiendo material nuevo «que sacaban de las tertulias de los cafés 0 de los capitanes de barco «que volvian de un vigje. Un periédico leal ala corona inglesa publi- 6 las primeras noticias sobre Brandywine junto con una carta de ‘Washington informando al Congreso de que las tropas inglesas, bajo el mando del general William Howe, le habian forzado a reti- rarse. Un ejemplar del peri6dico viaj6 por barco desde Nueva York a Halifax, Glasgow y Edimburgo, donde tanto el parrafo como la carta fueron publicados en el peri6dico local. A continuaci6n, las reimpresiones de Edimburgo fueron reim- presas a su vez. por varios periédicos londinenses, suffiendo suce- sivos pequefios cambios. Estos cambios eran importantes porque los especuladores estaban apostando enormes sumas en la guerra n 2, Beary bulls" uchaban en la Bolsa y el gobierno est a punto de presentar un presupuesto al Parlamento, donde la opo- i6n proamericana amenazaba con derrocar al primer ministro, Lord North. A una distancia de 3.000 millas, de cuatro o seis sema~ nas de viaje en barco, los sucesos en América eran no obstante cruciales para el desenlace de esta crisis politica y financiera. Pero qué habia pasado? Los londinenses habian aprendido a desconfiar de sus periédicos, que muchas veces distorsionaban las, noticias cuando se copiaban parrafos unos a otros. Que el pirrafo original proviniera de un periédico americano lea a la corona ingle- sa lo hacia sospechoso a ojos de los lectores. Su tortuoso camino lo hacia atin mas sospechoso, ya que, épor qué iba Washington a anunciar su propia derrota si Howe atin no habia anunciado su vie~ toria en un despacho enviado directamente desde Filadelfia, cer cana al escenario de la accién? Ademés, algunos informes sefiala- ban que Lafayette habia sido herido en Ia batalla, algo que a los lectores briténicos les parecfa imposible pues crefan (equivocada- ‘mente, a raiz de informes anteriores y poco exactos) que Lafayet- te estaba lejos de Brandywine, luchando contra el general John Bur- goyne cerca de Canada Finalmente, una lectura atenta de la carta de Washington reve- 16 ciertos toques estilisticos que no podian proceder de la pluma de tun general. Uno de ellos ~el uso del término «formar» en lugar de edisponer> las tropas- ms tarde result6 ser un error tipogrifi- co. Asi, muchos londinenses concluyeron que el informe era una falsficaci6n hecha con el fin de promover los intereses de los espe- culadores de a fracci6n de los éullsy los politicos del partido ‘Tory, y sobre todo porque la cobertura por la prensa fue inflandose cada ‘vex mas en el curso del proceso de plagios sucesivos. Algunos periédicos londinenses proclamaron que la pequefia derrota habia sido una gran catéstrofe para los americanos y que habfa acabado con la aniquilaci6n del ercito rebelde y la muerte del propio Was- hington, (De hecho, en el curso de la guerra, la prensa informé de Bears and balla eestias» del mercado: Bear marie, mercado baja; Bail mar. Jes, mercado alsa. (N. de 2 su muerte cuatro veces y declaré muerto a Benedict Amold otras veintiséis.) Le Courrier de 1 Europe, un peri6dico francés editado en Lon- dres, public6 un resumen traducido de los informes ingleses con tuna nota advirtiendo que probablemente fueran falsos. Esta ver- si6n de los hechos circul6é por una docena de periédicos fan ceses publicados en los Paises Bajos, Renania, Suiza y la propia Francia. Cuando llegé a Versalles, la noticia de la derrota de Washington era considerada una exageracién. Por lo tanto, el conde de Vergennes, ministro de Asuntos Exteriores francés, seguia favor de los americanos. propugnando una intervencién militar Y en Londres, cuando tras una larga demora lleg6 al fin el despa- cho de Howe informando de su victoria (inexplicablemente habia omitido escribir durante dos semanas enteras), fue eclipsado por Ja noticia, mucho mas espectacular, de la derrota de Burgoyne cen Saratoga. Asi que la derrota de Brandywine se convirtié en un ejemplo de noticia mal escrita y mal leida, un no-suceso medi- tico cuyo significado estuvo determinado por el proceso de trans misién, igual que el Alaguca sobre la ciipula descapotable y la selecci6n de los informes criminales en Ia jefitura de policfa de Newark. La informacion munca ha sido estable, Puede que esto sea una perogrullada, pero merece la pena meditar sobre ello. Podria servir para corregir la creencia de que la aceleracién del cambio tecno- légico nos ha catapultado a una nueva era en la que la informa~ cién est completamente fitera de control. Postulo que la nueva informacién deberfa obligarnos a repensar el propio concepto de informacién. No deberiamos imaginarla como hechos sélidos o como . Pero desde entonces los biblidgrafos han explotado aquella coleccién en busca de informaci6n clave no sélo para editar las obras, sino también para ponerlas en escena, Han demostrado que 18 de las 36 obras de la Primera Edi- ion en Folio nunca se habian impreso antes. Cuatro se conocian s6lo a través de ejemplares anteriores defectuosos, conocidos como las pertenecen a una especie en peli g7o de extincién. La obsesién por desarrollar medios nuevos ha inhibido el esfuerzo por conservar los antiguos. Hemos perdido el 80% de las peliculas mudas y el 50% de las peliculas rodadas antes dela Segunda Guerra Mundial. Nada conserva mejor un texto que la tinta sobre papel -sobre todo el papel fabricado antes del siglo XIX- salvo los textos escritos sobre pergamino o grabados en pie- dra. El mejor sistema de conservacién jamés inventado es el ~anti- cuado, premodemo- libro. 5 7. Google se propone digitalixar muchas versiones de cada libro tam Hegamndo de los amagueles, como en una cadena de montaje, pero los pondré todos a dispasicion del puibico? Si es asi, Zeual pond en el primer lugar de su indice de biisque- da? Los lectores normales podrfan perderse buscando entre miles de ediciones distintas de las obras de Shakespeare, asi que dep deran de las ediciones que Google haga més ficilmente accesi bles. {Ordenaré Google su indice de relevancia de libros utilizan- do los mismos crterios de clasificacién que aplica a todo lo demas, desde la pasta de dientes a las estrellas de cine? Ahora emplea un algoritmo secreto para clasificar las paginas web segiin su fre- ccuencia de uso entre las paginas conectadas con ellas, y segura mente acabara desarrollando un algoritmo parecido para clasifi- car la demanda de libros. Pero no hay nada que sugiera que tend cen cuenta las normas recomendadas por los bibliégrafos como, or ejemplo, el hecho de que un libro sea la primera edicion impre- sao la mis fiel a la intencién original expresada por el autor. Goo: gle emplea a cientos o quiza miles de ingenieros, pero, por lo que 86, a ninggin solo bibliégrafo. El que sea claramente inocente de cualquier preocupacién bibliografica ¢s especialmente lamenta- ble a la vista de que, como ya he dicho, la mayoria de los textos, han sido inestables en el transcurso de la mayor parte de la his- toria de la imprenta, Un solo ejemplar de un bestseller del siglo XVIII no podré jamés hacer justicia a la infinita variedad de sus ediciones. Los investigadores serios tendran que estudiar y com- parar muchas ediciones en las versiones originales, y no en las reproducciones digitalizadas que Google elegiré siguiendo crite- rios que seguramente no tendrin nada que ver con la erudicién en asuntos de bibliografia 8. Incluso ila imagen digtalizada que aparece en la pantalla del onde- nnadar es exacta no padra eapturar aspectes crucales del libro. Por ejemplo, el formato. La experiencia de leer un pequefio duo- décimo (18,7 x 12,7 em), disefiado para ser cémodamente sosteni- 52 do en la mano, difiere mucho de aquella otra de leer un pesado vvolumen de tamaiio folio apoyado en un atril.Es importante poder sentir un libro: la textura de su papel, la calidad de la impresi6n, el tipo de encuademaci6n. Sus aspectos fisicos nos dan pistas sobre su vida como elemento de un sistema social y econémico; y si contiene notas al margen puede revelar mucho sobre el lugar que ‘ocupaba en la vida intelectual de sus lectores. Los libros también desprenden olores especiales. Segtin una cencuesta reciente a estudiantes franceses, el 43% piensa que el olor es una de las cualidades més importantes de los libros impresos, tan importante que se resisten a comprar los inodoros libros electréni- cos. CaféScribe, una editorial on-ine francesa, esté intentando con- trarrestar esta reaccién regalando a sus clientes una pegatina pega- dal ordenador que emite un olor mohoso, libresco. Cuando leo un libro antiguo, pongo sus paginas a contraluz ¥ muchas veces, entre las fibras del papel, dstingo pequetios citcu- Jos, que son las marcas de las gotas que resbalaron por las manos del operario que fabricé el papel, o encuentro trocitos de camisas 6 enaguas que no acabaron pulverizadas del todo en el proceso de preparacién de la pulpa. Una vez encontré la huella digital de un impresor en la tapa de la Enciclopedia del siglo XVII: testimonio de Jos trucos de los impresores, que a veces cargaban demasiada tinta sobre los tipos para que les fuera mas ficil imprimir tirando de la palanca de la prensa, Me doy cuenta, sin embargo, de que factores como la «sen- sacién> o el color» podrian volverse en contra de mi argumenta- Gi6n. A la mayorfa de los lectores les importa el texto, no el medio fisico que lo soporta, y cediendo a mi fascinaci6n por la imprenta y el papel, me expongo a que me acusen de roméntico o de reac- ‘cionar como un erudito anticuado y ultra-libresco cuyo mayor deseo es retirarse a una sala de lectura de libros raros. Me decta ro culpable, Me encantan las salas de lectura de libros raros,inclu- so aquellas en las que te hacen poner unos guantes antes de dejar- te tocar sus tesoros. Las salas de lectura de libros raros son elementos vitales de las bibliotecas de investigaci6n y son la parte mis inaccesible para Google. Pero las bibliotecas también offecen 53 al lector normal un lugar donde sumergirs tranquilos y confortables donde el cédice pue como objeto singular. De hecho, el mejor argumento 2 favor del libro tradicional es su utilidad para el lector normal. Gracias Google, los investiga dores pueden buscar, navegar, cosechar, excavar, conectarse y ras trear (los términos varian conforme va variando la tecnologia) en millones de paginas web de todo el mundo. Al mismo tiempo, cua: uiera en busca de una buena lectura puede coger un libro impreso y hojearlo a su gusto, disfrutando de la magia de las palabras con- ‘vertidas en tinta sobre papel. No hay pantalla de ordenador que resul- te tan gratificante como un libro. Pero Internet prove datos que pueden ser vertidas en el cédice clasico. Ya ha convertido la impre- si6n bajo demanda en una industria floreciente y promete hacer accesibles, a través de los ordenadores, libros que funcionan como maquinas ATM: conéctate, haz.un pedido electrénico y te saldré un volumen impreso y encuademado. Quizé algiin dia un texto sobre una pantalla que se pueda sostener en la mano resulte tan grato a la vista como las paginas de un cédice producido hace 2.000 aio. Mientras tanto, mi consejo es: apoyemos a las bibliotecas. Su ‘imoslas de material impreso. Ampliemos sus salas de lectura. Pero no pensemos en ellas como almacenes 0 museos. A la vez. que dis- pensan libros, la mayoria de las bibliotecas funciona como centro neurilgico de retransmisiGn de impulsos electrénicos. Adquieren bases de datos, mantienen archivos digitales, offecen acceso a publi caciones periédicas en formato electrénico y coordinan sistemas de informacion que penetran hasta lo més profundo de los labora- torios y los estudios. Muchas de ellas comparten sus riquezas inte lectuales con el resto del mundo permitiendo a Google digitalizar sus fondos impresos. Asi que también digo: viva Google, pero no contemos con que vaya a vivir el tiempo suficiente como para lle- gar a reemplazar a este venerable edificio de columnas corintias. Como ciudadela del conocimiento y como plataforma para aven- turarse por Internet, la biblioteca de investigacién sigue merecien- do su lugar en el centro del campus: conservando el pasado y acu- mnlando energia para el futuro. os libros, lugares le ser saboreado 54 3. EL FUTURO DE LAS BIBLIOTECAS . udl sera el futuro de las bibliotecas y cémo nos podemos EC issn nie emis pure prcer pure a dee ee ope ape can un debate estéril entre profesores y no afectan en absoluto a Ja ciudadanfa, pero no lo son. Apuntan al corazén de lo que todos los ciudadanos buscan diariamente: informaci6n y ayuda para encon- ‘Cuando quiero adivinar el futuro, suelo mirar al pasado. Exis- te, por ejemplo, una fantasta publicada en 1771 por Louis Sébastien Mercier dentro desu obra de carécter ut6pico titulada EV aiio 2440, que tuvo un gran éxito. Mercier se queda dormido y despierta en el Paris de 2440, setecientos afios después de la fecha de su naci- miento. Despierta en una sociedad ya libre de todos los males pro- pios del ncien régime. En el capitulo culminante del primer volu- men de esta obra, Mercier relata su visita a la Biblioteca Nacional. Alli espera encontrar miles de espléndidos libros como los que habia en la Brbliothique du roien tiempos de Louis XV. Sin embargo, para su gran sorpresa, s6lo encuentra una modesta sala con cuatro peque- fas estanterias. Mercier pregunta qué ha sucedido con el enorme nniimero de libros que debia haberse acumulado desde el siglo XVIII, ademas de la ingente cantidad de libros que ya existia entonces. -

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