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Res publica, , 1998, pp. 35-68 Carl Schmitt, el marxismo. Puntos de encuentro y de ruptura en torno a la nocién de realismo politico! Carlos Miguel Herrera A la memoria de Gustavo Herrera En un texto del viejo Horkheimer se puede leer esta aseveracién sor- prendente: «El verdadero conservador se encuentra en muchos casos, no siempre, més cerca del verdadero revolucionario que del fascista, y el verda- en el interés que existia a partir de Ja Revolucion de octubre por Lenin y los bolcheviques, Jefdos y comentados atentamente por te6ricos «burgueses» de la politica y del derecho como Max Weber 0 Hans Kelsen, A diferencia de otros «lectores» no marxistas del materialismo histori ‘co, empero, Schmitt ejercié desde muy temprano cierta influencia sobre varios pensadores que pertenecian al universo del marxismo. Todavia hoy es apreciable la estima de la que el jurista aleman goza en los ambientes teéricos de izquierda —en particular en Italia y en los Estados Unidos—, pero ya en la Republica de Weimar su auditorio marxista era significative. Sin pretender ser exhaustivos, se podrfa distinguir emtonces dos tipos de pensadores marxis- tas atrafdos por los andlisis de Schmitt en esos afios. Por un lado, encontra- ‘mos una lectura atenta de las ideas schmitianas en teGricos muy diferentes 5. Cart Sema, «Starker Stat und yesunde Winsachft, Volk und Reich, 1933, p84 y 1-90. Schmit desarrollaambién un concepto de xautoadministrciin ecomGican 6 CE Rermann Heine, «Autontiver Liberaiams» (1932), ahora en Gesammelte Sohien pp. 652-653. 7. Dan cuenta de ello el volumen edtado por et Institto Gramsci La politics oltre lo ‘Stato: Car Sci, y os trabajos amercanas sabe Seiten torno a gro de revista Tees, ‘que ha editado un aémero especial sobre el uit ulemién en 1987 ego nametesesariculos ¥ trauciones. 38 Carlos Miguel Herrera centre si, pero que tienen en comiin una actitud iconoclasta en el interior del materialismo hist6rico, como Max Adler, Walter Benjamin o ¢l ya citado Korsch, Por otro lado, podemos sefialar algunos j6venes universitarios, mili- {antes de la SPD y mas 0 menos prdximos a un marxismo reformista del que la revista Die Gesellschaft fue la expresién més importante, como era el caso de Otto Kirchheimer (que habia hecho su tesis «Sobre la teoria del Estado del socialismo y del bolchevismo» bajo la direccién del propio Schmitt en ta Universidad de Bonn en 1928) y, en menor medida, de Ernst Fraenkel y de Franz, Neumann, abogados laboralistas y oyentes de su seminario berlinés de derecho constitucional entre finales dé los aflos veinte y principios de los treinta Pero tal vez sorprenderd mas detectar una influencia de signo inverso. No han faltado comentaristas para sugerir que ciertas temiticas schmittianas, yen particular Ja critica del Estado de derecho burgués, que ocupa un lugar Central en la obra de Schmitt, eran de inspiracion marxista —en Espatia, esta idea fue sostenida, entre otros, por José Caamaiio Martinez, autor, en los ios, cincuenta, de una tesis sobre el jurista alemén que conserva todavia su inte- rés, y en la que afirma que «por toda la obra de Schmitt corre un profundo influjo de la ideologia y de Ia técnica marxistas. La actitud que adopta en su critica del Estado liberal burgués, de la situacién potitica actual, y los méto- dos de ataque que emplea son semejantes a la actitud marxista en su critica del orden existente»*, En esta misma dptica, se pueden inscribir los recuerdos, de Ernst Niekisch —amigo personal de Schmitt en los afios veinte y figura sobresaliente del «nacional-bolchevismo»— que escribfa a propésito del ju- rista alemén: «A pesar de su punto de partida burgués y catdlico, 61 se ‘encontraba con Marx en una misma toma de conciencia, Durante un tiempo, ". Ast, segtin el jurist alemén, podian distinguirse en la obra de Meinecke al menos cuatro significados 12 Gi por Sco, «2a Friedrich Melnechos “ce der Stariso» (1926), sho St poston and Beg te Kampf rit Weimar Gen-versailes Hamre 45. Far Smit Pe sap Jedsve de sranin de Esiado> teduid a ua eesti Bel 0S ar acionopolaca de por gue le perma hola de oarom de Esta inhi en =n siglo, era el principal defecto de la obra de Meinecke Carl Schmitt, el marxismo. Puntos de encuentro y de ruptura en... 41 diferentes de «razon de Estado»: primero, el maquiavelismo; luego, como politica de poder o fuerza, expresién moderna de la urazdn de Estadom aasimismo como voluntad vital y de poder de los Estados; 0 aun como el reconocimiento de la «fuerza de las cosas en la accién politica». La observa- cidn critica de Schmitt da cuenta en realidad de una plurivocidad propia al coneepto, més alla de las limitaciones puntuales de Ia historia de Meinecke. El concepto de «tealisimo politico» es, en efecto, congénitamente polisémico. En dicha nocisn aparecen ante todo dos significaciones; Ia primera de ellas hhace referencia a una tradicién doctrinaria de sesgo conservador, sinénimo de ‘Staatsrdson en tas reconstrucciones habituales. La segunda denota un compo- nente que atraviesa todas las corrientes politicas sin distinciones. Esta dife- renciaciGn remonta quiz a Boccalini que, contraponiendo Tito Livio a Téci- {0, oponia una visién que resalta las forze en la politica y otra que ponfa de relieve el arte y la sagacita'’. ta polisemia no debe en verdad asustaros. Segtin Koselleck, una palabra se convierte en un concepto si la totalidad de un contexto de signifi- caciones y experiencias sociales y politicas, en el cual y para el cual se usa la palabra, entra en esa tinica palabra’. Pero esta pretensién a la totalidad no excluye la polisemia; por el contrario, un concepto, por su pretensién a la Uuniversalidad, debe ser necesariamente polisémico ya que reine, en un con- centrado, un conjumto de significaciones, una estructura en grados. Es justa- ‘mente en esa polisemia que se inscribe Ia diversidad de la experiencia hist6- En Ia primera de estas acepciones, el realismo politico aparece como tuna doctrina politica especifica, aunque de contomos vagos, que hace refe- reneia a las conceptualizaciones nacidas al calor de la Machtpolitik bismarckiana. La biisqueda del sbien», de Ia «grandeza> o, de manera mas prosaica, del «poder» del Estado se presentan como el micleo de su programa y, desde esa perspectiva, el Estado es definido a través de la potencia. En esta verfiente encontramos a menudo también una filosofia politica espontinea implicita (0 no tanto), que a partir del hecho del poder o de la fuerza establece concepciones notmativas © ético-normativas, un naturalismo matizado de socialdarwinismo. Segiin Meinecke, el término Realpolitik aparece en 1853, en un escrito de Ludwig von Rochau, Grundsdize der Realpolitk, donde su autor escribia: «Dominar significa ejercer el poder, y s6lo puede ejercer el poder aquel que posee el poder. Esta relaci6n inmediata entre el poder y la dominacién cons- 13. FF Mmnacex, Die Hee der Statsrason in der neweron Geschichte (1924, ahora en Werke T. 1, Munchen, 1968, p91 4 salistoria de fos conceptose historia socials, shoraen Futuro Paseo, trad, ran 109. 2 Carlos Miguel Herrera tituye la verdad fundamental de toda politica y la clave de toda historia». Para Rochau, la politica, como doctrina del Estado, tiene poco y nada en comin ‘con la investigaci6n filos6fica: es sobre todo una ciencia experimental eomo las ciencias naturales (Nawurkunde) y, orrlativamente, la polftica préctica no puede tener como misidn (Aufgabe) Ia reaizacién de un sistema especulativo. Segxin Rocchau, «el estudio de la fuerza es el punto nodal de todo conoci- miento politico. La ley de la fuerza ejerce en la vida del Estado una domin: cin similar ata ley de la gravedad de los cuerpos»". Pero el representante te6rico mis earacteristico de esta corriente es tal vez Heinrich von Treitschke, dq ha sido considerado por sus biégrafos como un «predicadar» del nationalen Machistaat. Su célebre definicién del Estado —cla esencia del Estado es ante todo el poder, segundo el poder y tercero, una vez-més, el poders'*— conden sa para sus comentadores esta corriente del realismo politico. Para Treitschke, ‘en efecto, «el poder es el principio de! Estado, como la fe es el principio de la Talesia y como el amor es el principio de la familia». Siempre como sindnimo de la Machsiaarsgedanke, esta vertiente dal realismo politico se contrapone al liberalismo tanto como la otra cortiente del Pensamiento politico burgués, la conservadora, Es posible, sin embargo, que la distancia entre estas dos concepeiones sea menos importante 0, en todo caso, menos excluyente, de lo que las mediciones habituales dan a entender. ‘A decir verdad, el nacimiento de esta vertiente del realismo politico esté éstrechamente ligado a la historia del liberalismo alemén, y ante todo, a sus derrotas de 1848 y de 1866, Retrospectivamente, estos temas aparecen clara mente expresados en el libro de Hermann Baumgarten Der deutsche Liberalismus. Fine Selbstkritik, publicado en aquella fecha clave de 1866. Pera ya en 1848 aparece en Haym una definicin de accién politica que debe tomar «en consideracién aquello que es conveniente, aquello que sea aleanza- ble de forma concreta». La conveniencia, la oportunidad, la practicidad, se 15 Laduig A. vos Rociua: Grundaatce der Realpolitik, Angewendet anf die statliche Zustande Dewtschlands (1853), HU. Webler, FanklurdM, Berlin, 1972, .2, p25, Sewn Kari-Ccorg Fanon (Realpolitik als eologe- Dic Bedeutung des Janes 1866 Nu ds poltschen Denken in Deutschland, Hissrische Zeitschrift, 1986 p. 25) Rocha, con su positivism y 5 ‘aturalismo, rompe con eira tadicionorzanicista dt ibeclismo alemsin. Quisé se debers risa que la rupuraiterviene en los aspects palitio-demourdicos de ese organiismo, ya «que Roch deff al Esado como sel organism politico de Ia sociedad humana», que 5° gina y perdura alidaente por una ley natal y que no debe entrar en contrac con Io ‘que es «natura 16. En Bundestat und Bnheitstaat,pubieado en Hitrtsche und politic Aue vol IL Leipzig. 1886, p. 152 17 Poluik, Leiprg,2ed. 1899, 7.1, p. 3, Se trata de unas conferencias promunciads en {a Universidad de Beilin y edtadas por Max Comicelvs. Carl Schmitt, el marxismo. Puntos de encuentro y de ruptura en... 43 ‘van conformando como temas centrales de la reflexién politica del liberalis- ‘mo, Para Treitschke, sin Estado, ninguna propiedad y ningin orden de la propiedad puede ser pensado, Sin embargo, el historiador saj6n, militante de la Nationai-Liberale Parte, precisa que «el Estado no esté en el mundo para producir bienes con un valor pecuniario (..) El Estado puede hacer infinitas cosas para proteger la economfa, guiarla y abrirle nuevos caminos, pero la creaci6n propiamente dicha es s6lo realizaciGn de la sociedad. Contra las ideas de Marx y Lassalle, Treitschke sostiene que «todo ese charlatanismo (Gerede) sobre un reparto igualitario de todos los bienes es una extravagancia en sf mismo»; hablar incluso de clase desheredada ya es demagogie. Mas atin, Treitschke desarrolla una teorfa de Ia propiedad privada cuyo eje es la individualidad: «En el concepto de yo esta también contenido implicitamente el de propiedad; el hombre no puede afirmar y desarrollar su propia naturale- za de otro mode que con el dominio de las cosas que lo circundan. ¢..) Bl concepto de propiedad no es, en consecuencia, arbitrario, pues esté fundado en la propia naturaleza del hombre. (..) Sin propiedad no puede concebirse existencia (Dasein) realmente humana». La separacién entre Estado y eco nomfa es més clara aiin en Rochau. Para éste, «el crecimiento de la produc ign no es el objeto de la politica. Esta slo puede eliminar los obstculos en favor de la misma». Mas atin, el derecho de propiedad se erige como un limite insuperable (unberschreithare) para la accién del Estado, como tam- bién para la moral ¢ incluso para Ia economfa. Al contrario, el Estado debe garantizar la libertad de las fuerzas econémicas,climinando todo aquello que impide el desarrollo de la libre iniciativa™. En otra acepci6n, igualmente habitual, la nocién de «realismo politico» significa, ya no una doctrina, sino una aproximacién o una visién de lo politico, en particular del Estado, vacfa de toda consideracién con respecto a 18. Sobre este pono, ver Innocenzo Cee, «Realismo police iberalismo moderato in Prsia negl ani del devollo»,y sabe todo Kar. Georg Fass, a. 19 Tasmacis, ott 0, p. 379-380, p. 381 20, Rocial, 0, pp. M4614. Este liberlxme de Rochas y de Tietschke, uo slo filostico sino también politic, explcnasimismi sus reaceiones ant a legeda de Bismarck sl poder en septiembre de 1862 (todavia relacionad con el conservadirismo de fos hermas GGeriac), que no fuer saludado con entusiasme por quienes scr consierados los teicos de 1a politica realist, Para Rochau, ua llega de este hombre aja, de I manera ms riguros, ‘ike toll de la reaceién, por a gra de Dow» n peicla, Rochas nicgna Bismark ks ‘satura de hombre de Estado, califcéndolo de aventarer aque nove mis jos dela pnts de i iri Treisctke lego de a fala declaaci de Bismarck ala Comisin de Presupucsoe de 1a Cémara seria «euandoescucho a un Junko tan fivolo como ex Bismarck, que hace sande {el fiero y de Ia sangre con los que quiere dominae Aleman, I snfamia parece displ a ridiculow, Sob este puto, ef. Lothar Gat, Bismarck der weisse Revolution, id, tances, 1984, p. 268 yp. 273 4 Carlos Miguel Herrera Jos fines (morales). Se trata de una concepeién que busca comprender/descri- bir al Estado tal cual es, no como deberia ser, un anilisis en el que sélo ‘cuenta, como lo expresara Schmit, la «funcionalidad del mecanismo estaal> En este plano, «el realismo no es mis que un elemento, un componente, de todas las opiniones politics, cualesquiera sean». En esta significacion, no se ‘std lejos de una concepcidn epistemol6gica, pues como lo afirma el mismo ‘autor, «mientras se sea realist, se es neutral». Boccalin ya sostenfa que Tikcito hhabfa inventado los «anteojos» para descubrir la vida de los poderosos” En realidad, los dos sentidos que acabamos de distinguir aparecen a ‘menudo entrelazados. Asi, Rochaut subrayaba que su concepcién ponia el acento en aquello que el poder podta (kann) hacer, en oposicién a lo que debia (sollen), 1o cual era el objeto de las especulaciones filosoficas. Y un ‘atento lector de Rochaw llamado Treitschke hacia el elogio de los Grundsiize eseriiendo que no conocia libro alguno que hubiese destruido las ilusiones preconcebidas con tanta Iégica’", Pero contrariamente a lo que pueden dar a entender ciertas lecturas, ambos aspectos del realismo politico pueden apare~ cer también como contradictorios, incompatibles. Una ilustracién ejemplar la ofrece el propio Treitschke, que atacaba la concepcién de Maguiavelo, califi- céindola de «pavorosa». Si el secretario florentino habia sido el primero en oner en el centro de toda politica la gran idea de que «el Estado es poder», ‘Treitschke rechazaba empero la reine Machislehre, es decir, una concepcién sin contenidos, puramente instrumental, porque en ella «no se nos dice casi nada de los numerosos fines morales de Ia dominacién, los tinicos que justi fican la potencia conquistada duramente>, Para el pensador de la Machipoliti, ‘en cambio, la potencia debia estar adestinada a favorecer y a proteger los bienes superiores det hombrep”. Junto a estas facetas, la idea de realismo politico se presenta en otro plano, menos teGrico quizé, donde sus sentidos no son completamente con- 21. G. Saxtom, Théorie dela clémocrate (1965), tad. ra, Parts, 1973, p. 30, p. 37. 22 Manic, Die Idee der Stausrason i der neueren Geschichte

. La oposicién se hacia también en nombre de Io. que historiadoralemn Yama «ls leyescleras del orden oral universal yen la certeza de sque To constnuye ct deal de Ia vida hurnana, ef just, as come lo belo, Wo verdadero y el bien» (Git por Miastent, 06 pp. 446-447), Cart Schmitr, el marxismo, Puntos de encuentro y de rupture en. 43, mensurables con aquellos arriba aludidos, aunque siguen emparentados de cierto modo. En esta vertiente se hace referencia, sobre todo, a dos précticas, dos modalidades de ta accién politica La primera de estas acepciones pone de relieve el lugar central de 1a voluntad (de poder) del individuo que hace politica. En la medida en que la politica tiene como medio esencial a la violencia, es una actividad intrinseca- ‘mente ligada a los hombres dotados de potencia, al poderoso, al Machthaber. Max Weber no dudara entonces en comparar al (avténtico) hombre politico con un héroe, El otro significado con acentos pricticos expresa que s6lo se hace politica en funcidn de las cambiantes relaciones de poder 0, de manera mids ‘general, de las condiciones dadas, lo que se ha dado en llamar a veces «la fuerza imparable de las cosas». Todo programa politico esti, si no dado, al menos condicionado por una situacién de hecho, incluso entendida como necesidad hist6rica, de la cual no se puede escapar. Esta idea implica que ningiin programa puede levarse a cabo directamente, en su totalidad: por el contrario, toda realizacién es progresiva, gradual, Jo gue conlleva a dar un lugar central a ta idea de «compromiso» (no definitivo) con el oponente. Es en este marco que se distingue entre 1o deseable (en todo tiempo y lugar) y lo factible (en las cireunstancias concretas de tiempo y lugar)". Esta concepcién es denominada a veces, con un dejo despectivo, «posiilista» 0 La Lectura schmittiana del marxismo se desarrolia bajo el signo del realismo politico. Este aspecto del enfoque de Schmitt presenta no poca originalidad, si se piensa que una de la acusaciones mas extendidas contra la teorfa politica marxista es y ha sido justamente la de no ser tal ‘Como ya lo hemos sefialado, el interés de Schmitt por el marxismo se expresa sobre todo en el estudio de las concepciones de Lenin. Dicho interés se inicia muy pronto en la produccidn tedrica del jurista lemén; una primera expresién signtficativa se encuentra en Die Diktatur, de 1921. En su andlisis, Schmitt considera que la dictadura del proletariado presupone el concepto de luna «dictadura soberana>, pues busca suprimir un orden juridico-politico y establecer otro, distinguiéndose asi de las «ictaduras comisarias», cuyo ob- jeto se limita « una suspensién del orden politico, prevista para su conserva- Ci6n, segtin mandato preciso, Se debe subrayar desde ahora la nociGn que interesa al jurist alemén, la de dictadura del proletariado en los bolcheviques, pues esta tendré una impor- 25. Ch HL Moscexnit, Politics among Nations (1948), 4 ed, New York, 1967.3 p.7. 46 Carlos Miguel Herrera tancia primordial para el desarrollo de sus propias tesis. Para Schmitt, en efecto, la teoria de la dictadura del proletariado, tal y como Ia entienden Lenin y Trotsky, sobre todo en razén de su caréeter transitorio, permite recuperar un aspecto olvidado por el derecho piiblico burgues: la dictadura es tun medio técnico (fechnische Mitel) para alcanzar un objetivo determinado. Segiin Schmitt, este caricter técnico de la dictadura, cuyo contenido esté s6lo determinado por el interés de los resultados a obtener, implica que no puede ser definida en general como supresiOn de la demoeracia®, Esta primera referencia muestra bien a la claras que el jurista aleman es tun agudo lector de Ei Estado y la Revolucién, de 1917, ya que toda la polémica de Lenin contra Kautsky tiene por eje la nocién de dictadura del proletariado, puesto que wes con esta piedra de toque que es preciso compro- bar la comprensién y el reconocimiento efectivo del marxismo», Si para la ‘Segunda internacional, continsa el lider bolchevique, «la dictadura del prole- tariado contradice la democracia» es porque sus te6ricos olvidan que «sin revolucién violeata, es imposible sustituir el Estado burgués por el Estado proletarion” Aunque no Io cite aqué explicitamente, Schmitt parece haber lefdo también con atencién otro texto de Lenin, La revolucién proletaria y el renegado Kautsky, de 1918, que prolonga en cierto modo los andlisis de EI Estado y la Revolucion. Lenin define alli ala dictadura como «un poder que e apoya directamente sobre la violencia y que no est sujeto a ninguna ley», y denuncia que la concepcién kautskiana, por el contrario, «se ha aplicado on toda energia a ocultar al lector el rasgo dominante de este concepto, a saber, la violencia revolucionaria»*, Para los bolcheviques, en la inteligencia, de Schmitt, la dictadura del proletariado aparece como un medio (excepeio- nal) contra la burguesia, que busca conservar su papel, a pesar de haber sido sobrepasada por el desarrollo orginico de la historia; ¢s por ello que el proletariado tiene el derecho de aplicarle su violencia (Gewalt), En esta Sptica, Schmitt retoma casi palabra por palabra un juicio de Trotsky en 26 Die Dikzter (1921), Munchen, 1928, p. VI Estos ass sen ctadosy rtomedos or Mix Antst en so plémica conua Kelsen en Die Staatsaufassong des Mervin, Viens 1922, p, 198 vs. y comsttayen probablemente la primera expeesin de una lecura mrss Je Sehenit 27 Levin, El Estado y la revo, Pats, 1976 9. $3. p38. 2B Lenin, La revoluciéin proletaria el venegada Rants, en Oevires choles, Wo. 3. ‘Mosc, 1968, p. 71 En verdad, yen 1906 Lenin sstenia que la nocin ccnttica de dicta ‘0 significa nada mis que un pede sn nngune imituein, aque absoltamente ninguna ly mt ‘egla pueden consirei, que se apoya directamenie sobre ln violence (el La victoire des ‘Cadets eis dches du mouvement ourrie, Oeuvres, . 253), Esa violencia bo Se upoya, sin ‘embargo, en las hayonctas, sino sobre Ix masa del pueblo, Cart Schmitt, el marxismo. Puntos de encuontra y de rupnura en. 47 Terrorismo y Comunismo, de 1920, destinado igualmente a atacar las concep- cones polfticas de Kautsky. La Politische Theologie, de 1922, mostrara una telacién més compleja con el marxismo. Si para su autor «toda idea politica toma posicién sobre la naturaleza del hombte de una manera u otra y presupone que es “bueno por naturaleza’ 0 “malo por naturaleza’», su evaluacién del socialismo marxista en Jo que conciemne a esta axiomiitica lo Meva a distinguirlo del anarquismo. En efecto, sostiene Schmitt, si el marxismo considera el problema de la naturaleza humana como superfluo y secundario, en la medida en que el socialismo cree poder cambiar esta naturaleza con la transformacién de las condiciones econdmicas y sociales, no cae, empero, en el error de los. fanarquistas, que consideraa al hombre bueno por naturaleza®. No obstante, el ‘matiz. parece desaparecer bien pronto, pues Schmit coloca al socialismo ‘marxista junto con «los financieros americanos, los téenicos de la industria (..) y los revolucionarios anarco-sindicalistas» entre aquellos que quieren hacer desaparecer la dominacién no objetiva de la politica en beneficio de la dominacién econémica,estimada como objetiva. Para todo este grupo, siem- pre segiin el jurista alemén «solo deben permanecer las tareas técnicas, ‘organizativas, econduicas,socioldgicas; los problemas politicos deben desapa- Sin embargo, en Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamemtarismus, Schenitt scribe que la filosofia de la historia que integra el marxismo en virtud de su herencia hegeliana, representa un cambio impor- tante en relacién con el racionalismo de la Aufliirung, puesto que «la Cientificidad marxista no quiere dar a las realidades del futuro la seguridad ‘mecdinica de un suceso mecéinicamente caleulado y mecénicamente fabrica- do». Ast, los andlisis cientfico-econémicos de Marx estén dominados por una teologta metafisica™. Lo que podia quedar de racionalismo en esta construc- ign intelectual desaparecia, segtn el jurista alemin, en la lucha conereta (de los boleheviques), que tiene necesidad de una «filosofia de la vida concreta»”. 29 Poltsche Theologie. Vier Kaptel sur Lehre yon der Souverdntat, Munchen, pst 30 Poltsche Theologe, 0c. pp. 55-56. Se eneventran cbservaciones semejantes en Komischer Keholisrus urd police Form (1923), 2 ed, 1925, Sutigan, 198 31 Die geisteapeschiciche Lage des hewn Petamentarizmus (1923) 2c. Mince, 1926p. 67, 32. Segin el juristaaleméo, I inportancia del Manifesto commit residia ene] hecho ‘de haber recon toda lator de la loch de lass tua Unica ops tia, la de kr ‘burpuesa y el proetarado, lo que implica sana intnsdad considerabementeacrecemtadan. Der Begrf des Polinischen (1932), Belin, 1991, p. 7h. 33. Die geisiesgeschiculiche Lig des hewigen Parlamentarismus, 0.9.76. 48 Carlos Miguel Herrera Desde el mismo punto de vista, sostiene también que los conceptos de verdad y de ciencia en el socialismo marxista s6lo pueden ser comprendidos en relacién a una filosofia de la historia dialéctica En la segunda edici6n de El concepto de lo politico de 1932, y luego de haber enunciado su celebre formula «la distinci6n especifica de lo politico es Ja discriminaci6n entre el amigo y el enemigo», Schmit sefiala que ha apare~ ‘ido un nuevo eoncepto concreto de enemigo, el de «enemigo de clase». Para el jurista alemén, la clase social habia dejado de ser una mera realidad econémica y se transformaba en un factor politico (eine politische Groje) cuando tomaba la lucha de clases al pie de 1a letra y consideraba a su oponente de clase como a un verdadero enemigo, legando incluso en su combate ala guerra civil dentro del Estado. En este texto, Schmitt reafirma también la importancia, pars la concepcién politica marxista, de la filosofia de la historia de Hegel, que ellegaba a Lenin, via Karl Marx, y emigraba a Moscti ‘Se puede descubrit en esta comprensién schmittiana del marxismo una importante influencia de Lukacs, que habia publicado en 1923 su Historia y conciencia de clase, obra que el jurista alemén conoce sin duda bien”. En efecto, para la lectura de Schmitt, los andtisis de Lukées son otras tantas ‘luminaciones proyectadas sobre Ia obra de Lenin; en panicular en lo que respecta a la influencia de la dialética de Hegel sobre cl pensamicnto del revolucionario ruso, como asimismo al carécter puramente tctico dela lega~ lidad o ilegalidad de la accién revolucionaria —algo que el flésofo hingaro recalcaba ya en su ensayo «Legalidad e ilegalidads, de 1920, y, de manera general, a propdsito del rasgo realista que domina la concepcién politica dol leninismo, Pero los andlisis schmittianos de las ideas de Lenin y los bolcheviques que acabamos de recordar no son un mero producto del impacto de los sucesos de octubre de 1917. En una obra publicada en pleno periodo de guetta fria, Teor‘ del partisamo, la lectura de Schmitt encuentra una prolon- ‘gacion muy importante, y marca la continuidad del interés por el marxismo a To Jargo de su obra. Para Schmitt, Lenin ha comprendido que la distincién amigo-enemigo es «el proceder primario (de lo politico) y se impone tanto en la guerra como en la politica». Asi, siguiendo la concepeiéa de la guerra como continuacién 4e la politica por otros medios de Clausewitz, de quien el dsigente bolchevi- 34 Der Bepif dos Polischon, cit p38, p. 62-63. 39. Cf sHlegel und Mara (1931), Schmitiann. 1, 195, p. 52: Der Beg des Poliachem, eit, p68 36 Theorie des Parssanen, et. pp. 58-56 Carl Schmia, ef marxismo, Puntos de encuentro y de rupturaen... 49 ‘que —no lo olvida nunca Schmitt—era un atento lector”, Lenin reconduce el centro de gravedad conceptual de la guerra ala politica; yendo mas lejos atin, transforma al enemigo real en enemige absoluto, Todavia mas, en Lenin se da una realidad nueva que hace trizas todo e! mundo histGrivo europeo existente hasta la fecha, « saber: «la imegularidad de la lucha de clases, que cuestiona el edificio entero del orden politico y social» adquiriré una «conciencia filoséfica». En este sentido, el revolucionario muso realiza Ia alianza entre «la filosofia de la historia de Hegel y las fuerzas desencadenadas de las masas»" Lenin ¢s el primero en ver que el «partisano> es una figura clave de la guerra civil, como un desarrollo claro y I6gico de la nocién de enemigo y hostilidad. La figura del partisano —cuya especificidad es definida por «la imegularidad, el alto grado de movilidad, 1a intensidad de su compromiso politico y el cardcter telirico»— da para Schmitt la clave para la distincién del enemigo en la actualidad. Mao aparece ahora como el mayor impulsor de esta guerra subversiva, ya que le otorga un «fundamento telirico» més s6lido que Lenin, Si es éste quien ha descubierto la figura del partisano, es Mao quien la ha inscripto en el centro de la teor‘a politica, de modo que la determinacién del enemigo se torna menos abstracta”. En una primera estimacién de las consideraciones schmittianas sobre Lenin y el marxismo, algunos de cuyos momentos principales acabamos de resumir, podemos comsiderar que éstas presentan un doble interés. Por un lado, su mérito parece residir en el hecho de que el jurista aleman no cae en tuna comprensién del marxismo conformada por el evolucionismo y el ‘economicismo de Ia Segunda internacional —lo que no pasaba inadvertido para alguien como Walter Benjamin. Bajo este Angulo, en efecto, se nos revelan las relaciones entre Schmitt y Benjamin. Para este thtimo, la «teolo- sia> representa ante todo un valor «metodol6gico», en particular como reac- ‘cin contra la hegemonia de los métodos cientificistas en la comprehension de los fenémenos sociales, incluso en sectores dominantes del marxismo de Ja Segunda Intemacional. La influencia schmittiana es notable —como el propio Benjamin escribiré a Schmit en una carta de diciembre de 1930—en su libro sobre El origen del drama alemén, de 1928, en euyas paginas cita algunas consideraciones de la Politische Theologie sobre cl concepto de 37 0 p. $5. Para Schmit, lot evademos de notas de Lenin sobre Dr la quer de CCausewiv, et cuno des documentos rs grandosos dela historia universal y de a histor de Ta ideas, 38. 0, pp. 57.58 38 0. pp. 62565, 50 Carlos Miguel Herrera soberania, recalcando especialmente la importancia epistemolégica de la wex- ‘cepciéay™, Asimismo, rastro generalmente menos scfalado, se puede hallar también cierta influencia schmittiana en la primera tesis de «Sobre el concep- to de Ta historia», donde el maicrialismo histérico aparece como teniendo necesidad de la teologia, «hoy pequetia y fea» como un enano, para vencer (al liberalismo). Un influjo que, por cierto, enconiramas de nuevo en Ia octava ‘esis: wa tradiciGn de los oprimidos nos ensefia que el estado de excepcién (Ausnahmezustand) en el que vivimos, ¢s la regla» Por otro lado, el interés de Ta lectura de Schmitt consiste en que subraya €l caricter politico de Ia teorfa marxista, que ha sido negado a menudo y en iferentes épocas. Todavia més, considerando que Lenin toma la teoria de la guerra como una parte esencial de toda reflexidn sobre lo politico, el jurista alemén inscribe a teoria politica del marxismo en el marco del realismo politico, A través de Lenin, e1 marxismo aparece ante los ojos de Schmitt ‘como superpolitizado, no s6lo porque la distincién amigo-enemigo funda el pués de haber estimado que dos masas se oponen ala civilizacién occidental, «el proletariado industrial de las metropolis» y «el espiritu ruso», que estén en camino de unirse en la Rusia soviética, Schmitt recuerda a Ia Iglesia Fomana que ¢l liberalismo (simbolizado aqut por la figura de Mazzini) esta finalmente més préximo al catolicismo, aunque mis no sea por su carter ‘occidental, que el «socialismo ateon de Bakunin” En verdad, las tosis sorelianas sobre la violencia estén alejadas, ¢ inclu- 0 se oponen, a las concepciones de Lenin: si la violencia juega un papel central en su concepcién de lo politico y, muy especialmente, en su nocién de Jn dictadura del proletariado, esta ultima no se reduce a aquélla. Esto aparece con elaridad en un corto texto publicado en Pravda en 1919, «Saludo a los obreros hingaros», en general poco citado, pero que se revela, en su conci- sién, fundamental para el tema que nos ocupa, pues, por un lado, es uno de Jos esctitos de Lenin donde se podria develar cierto influjo de Sorel, aunque ris no sea a nivel del léxico —Ia critica del , realizada en junio de 1918 ante oficiales austrfacos, y donde distingue entre socialismo reformista y socialismo revoh cionario, este ultimo parece construido sobre los rasgos del sindicalismo, que subsume asi la estrategia de los bolcheviques en Rusia —y esto, pese a que ‘Weber les conocfa bien, por haber estudiado sus ideas en sus escritos sobre la situaci6n revolucionaria rusa‘'—, Es asf entonces que en la interpretacién schmittiana, no solamente la distincién entre Sorel y Lenin se toma minima —Ia diferencia consistitia en que Lenin es un raso y no un «romano», y por ello més feroz— sino que lle ‘a hacer del escritor francés «la clave de todo pensamiento politico hoy dian", Y a decir verdad, se trata de un Sorel lefdo a través del cristal de la Accién Francesa y de Musolini, de quien Schmitt cits, con mucha simpatfa, un diseurso pronunciado en Népoles en octubre de 1922 en el que hace referen- cia al mito de la nacion, superior, segdn Mussolini y su admirado leetor, al del proletariado, (60 «Salado a Jos ebretos hingaross, Oeuvres choises, op. cit p. 215 Ula eursva ex esta. G6 Después de haber escrito que los madiostpicos del sindicalismo son a huclga eneral ye terror, y despues de haber expres sos duds soe a capaciad dels ineectn les y sindcalisas pra digi produccn en tempos de paz lad, El gran experimento es hora: Rasian («Der Socialis, 1918, dora en Gesammelte Afstce tur Sovilogie wn Sosnipoit, Tubings, 1925, p. $V. Seguin W. Momsen, la coafetencin de Weber no estaba ‘venta de segunda intereones. 52 El jicoes de W. Lewis, en The Ar of Beng Ruled, de 1926, com el cua Schmit se eclara totatnente de acuerdo (Die gvsiesgeschichtliche Lage... cit, p. 7%). También en su Theorie des Parisaren, Schmit recalea la scoineidencia remarcables de I fcha del desu ‘mento de a figura del patsano por parte e Lenin yl publiacin de Reflerions ser la tence (op. cit, p54), 56 Carlos Miguel Herrera Iv Fl otro aspecto que hemos podido destacar en la lectura schmittiana es el de haber subrayado, a través de Lenin, el componente politico del marxis- mo. No creo forzar demasiado las paradojas si digo que el pensador alemén reconoce en Lenin una de las caracteristicas que habia develado en su andlisis, de la Iglesia romana (lo no que implica, por cierto, que sienta por aquél 1a simpatia y las afinidades culturales que tenia por ésta). Como habia escrito en relacién al catolicismo en Rdmischer Katholiziemus und politische Form —pero que, segin el propio Schmitt vale igualmente «para los sociaistas convencidos en la medida en que tienen principios radicales»—; «Todo parti- do que tenga una visién del mundo s6lida (feste) puede, en la téctica de la lucha politica, formar coaliciones con los grupos ms dispares». Y esto no hhace sino acrecentar su poderio politico, pues «desde el punto de vista de una visién del mundo, todas las formas y posibilidades politicas se convierten en ‘simples intrumentos de la idea a realizar>™. Aunque en menot medida que la Iglesia romana, que puede siempre jugar sobre el plano espiritual un papel ‘mis grande que ningin (otro) partido politico, el leninismo, debido a su lasticidad, serfa también un Complexio oppositorum. Por elo, siguiendo de nuevo a Lukées, Schmitt ve toda Ia condensacién del grado politico que representa Lenin en su afirmacién: «Aquellos que entienden por politica Pequefios pases de magia que rozan a veces Ia estafa, deben chocar con ‘nuestro rechazo més categGrico. Las clases no pueden ser engaiiadas»™. Pero incluso aquf esté presente también la impronta de Sorel quien, desde 1909, Namaba la atencién sobre cl paralelo que se podia trazar entre el catolicismo yy el proletariado, La Telesia catstica, recuerda el pensador francés, ha practi- ado siempre una «divisiGn de funciones» que le permitié representar todos los matices. Este carécter complejo es el que debe tratar de imitar el proteta- tiado®, Pero ese carter politico que Schmitt reconoce en ef marxismo no Yariaré incluso cuando en el iltimo ensayo publicado en vida, «Die legale Weltrevolution» —cuyo subtitulo, «Plusvalia politica como prima sobre la legalidad juridica y la supralegalidad», comporta un cierto guifo al marxis- mo—, aparecido en 1978, encontremos un cambio de perspectivas en lo referente al problema politico en el marxismo, 63. Rimischer Kaholicomus, ©. p 8, 64. Ch Der Beer. 0<. p63. La ets ext toma del ensayo de Luxses, Lénine, (4924), Pans, 1965, p. 116 (65 Som, Apéndice Ta Rjlevions sur la violence, Unit et Multiples, oc, pp. 278 282. Carl Schmitt, ef marxismo, Puntos de encuentro y de ruptura en... 31 En este ensayo, que retoma algunas ideas sobre la prima politica del Estado ya contenidas en Legalidad y Legitimidad, Schmitt sefiala que el eurocomunismo ha entendido que Ia legalidad estatal procura una «plusvalia politica» (algo que ya Hitler habfa percibido en 1933). El jurista aleman se tefiere ahora a las ideas del entonces lider del Partido Comunista Espaitol, Santiago Carrillo, sobre los principios del eurocomunismo, desarrolladas en su libro «Eurocomunismo y Estado», de 1977, que parecen probar que «los métodos violentos de la revolucién ilegal de Lenin y de Trotsky de octubre de 1917 han hoy dia envejecido [y] se encuentran sobrepasados, puesto que actualmente se trata del poder estatal en la sociedades industriales desarrolla- dass. Asi, sostiene Schmitt (con satisfaccién poca disimulada): «El Estado ‘std: mis vivo y mas necesario que nunca, pues se convierte en el realizador de una revolucién pacifica en tanto portador de la legalidad. Para Schmit, «la revolucién legal se convierte en permanente y la revolucién estatal permancn- te se convierte en legal». En particular, la existencia de normas supraconstitucionales hace muy dificil, en los hechos, la realizacién del metodo de insurreccién inaugurado por la Revolucién francesa y aplicado con éxito por Lenin en 1917, y que consistia en derrocar, primero, al gobierno legal, para luego establecer un gobierno provisional y, por iiltimo, convocar una asamblea general constituyente. La Jegalidad se ha vuelto un modus inevita- ble para todo cambio revolucionario. ¥ a nivel mundial, siempre segtin Schmitt, posibilidad de una revolucion violenta se tora atin més imposible. Pero esta valotizacién del papel del Estado y de la legalidad como prima politica aparece siempre en el andlisis schmittiano como fruto de una ‘comprehensién realista de las nuevas relaciones de fuerza por parte de los ‘comunistas. En ese sentido, Ia lectura de Schmitt presenta una diferencia importante con la critica del marxismo que en los aiios veinte emprendia Hans Kelsen, expresada en particular en Sozialismus und Staat, obra que nuestro autor conocia bien, y en la cual el jurista austrfaco asimilabe la teoria politica marxista al anarquismo. Si Kelsen consideraba a Lenin como el verdadero intérprete de la teoria politica de Marx y Engels, era para conven- cer a los socialistas reformistas de abandonar, por utopista y anarquista, la concepcién marxista del Estado; por eso el andlisiskelseniano conclufa con la inequivoca consigna: vuelta a Lassalle” ‘Schmitt, por el contrario, ponia el acento en el aspecto realpolitisch del marxisino, y especialmente de Lenin. En el vocabulario cientifico y politico, 6 -Die legate Weltevolutions, en Der Sat, 1978, p. 321-339, aq citamos ae pp. ary 329, {67 Sobel aspetos spotico-patidarioss de ls entica Kesniana ct. Carlos Miguel Husa, “Hans Keen y l socialism eformistan, Revista de EsudiosPaticos, 96, 1997 58 Carlos Miguel Herrera como lo recuerda Kselleck en su introduccién al concepto «Herrschaft» det Geschichte Grundbegriffe, a nocién de dominaciGn presenta un acento posi: tivo sélo en tos autores conservadores". Y se ubica habitualmente a Schmitt Como uno de Jos representantes de esta corriente en nuestro siglo XX". Sin dduda el jurista de Plettenberg se inseribe en una concepeién realista cuando firma en Der Begriff des Politischen que «s6lo los hombres o los grupos thumanos dominan sobre otros hombres y, en consecuencia, si se considera tate hecho bajo un Angulo politico, el reino de la moral, del derecho, de la economfa y de Ta norma, no tiene nunca més que un sentido politico conere= for. Si para Schmitt el poder que un hombre ejerce sobre otros hombres procede del propio hombre, sostiene asimismo que «la realidad del poder Supera @ la realidad del hombre (...) Soto digo que es para todos, también frente al poderoso, una realidad aut6nomsa, y que lo arrastra en su dialécti- En algunos de sus escritos weimarianos, Schmitt habia esbozado cierios rasgos de lo que él entendia por realismo politico. Asi, !a antropologia pe tnista aparece como el fundamento, el principio esencial, propio a todas las vauténticas teorias politica». En efecto, «en toda argumentacion tendiente a justificar el absolutismo politico @ estatal, la maldad natural del hombre es un Geschichliche Grandsbegrife:Nistorsches Lexikon car polis: secaten Sprache In Deuschland, (0. Bresiee, W. Conte, R. Koseiieck, ed), Statgart, T. UL p. 4 45. Sin embargo. no. se debe confundir a Schmitt con un simple patidario de la _Mactrsaatsgedanke. Es sobre tod Erich Kaufmann quien represenia eta comiente en eens fatten slrana de la pimera ita del siglo XX, en paniclar con sw afrmaiin de use area del Bata es el ibre desarollc del poder a través de su afirmacin en a historia, Pars ‘eattuane este desarrollo dl poder es parle al crecimiento de ts enerzas ian smeres de) Peto, EI Estado es una comunidad, Ia suprema instiucin éien que rece la fuerza een de fos peidups, dicho Esiado aparece como todo vivinte, s a «organizacion que ve da el pueblo arm expesin de un mento preciso de inertarseen [a histria universal como putseis CAPS? sete au paiculardade(p. 138. Para Kaufmann. existia una warmontaprecsablesida ene Sr poser dae) y el derechn, gue raf propio de la iden del Estado (p18) En paisa serdn Kaufmann. qu reivindicaba las concepsiones de Hegel del Ranke de los Puts aepriche sobre la pera vicvis [a guera er un ideal social avs del cal ] Ee errr cu esencia anentica, su existencia efetiva en Iabistoria universal «La guerre victorio- sont ideal social, el medio superior para sod fin supremo ef, Das Wesen des Walkers 2.6 ie clausuta rebus sic stantibus, Tubingen 191. Schmit, por cl ontario, habia acai a cideas de Koufmann para subrayar I ausencia de sustancia en su dfinicién de lo politico (nt GRhiate, 1 miltarista ni imperialist ni pacifist) Sepin el autor del Concepto de to poli, varia una incompatblidad, una incoberencia esructoral entre Ta nocion (que él califica de caantiana y liberal) de deal social y a idea de guerra (Der Begrif.. 0. p. 347-9) En sla Fempectiva, podem ver en la concepekn politica schmitiana um gto formals 2) Pest riento realista "30. Gespritch iber die Macht und den Zugang zum Machthaber (1954), Berlin, 1994. P 29,9.13 Carl Schmitt, ef marxismo, Puntos de encuentro y de ruprara en.. ct) aaxioma sobre el cual se fundamenta la autoridad estatals”. Schmitt situaba ta naturaleza de una teoria politica en el caricter conflictual, dindmico 0, por el ontrario, inofensivo, que en ella se le daba al hombre: un pensamiento especificamente politico se reconoce por la concepcién problemitica de la naturaleza humana que ella posta, donde ef hombre aparece como un ser peligroso capaz de crear riesgos” Al lado de esta antropologia pesimista, Schmitt muestra en La Dictadu- 1a otto aspecto de que podemos considerar como propio de las concepciones del realismo politico. Me refiero al tecnicismo (Techctat) —nocidn que él declara tomar del socialista Otto Neurath, Recordando las coneepeiones de Maquiavelo, Schmitt se refiere a un interés meramente técnico, que no se ‘cupa de los fines politicas ulteriores de su construccidn. «La organizacién politica del poder y la técnica de su conservacién y su ampliacién es diferente en las diversas formas estatales, pero siempre es algo que puede realizarse de tuna manera técnica objetiva>. Es en esa dptica que nuestro autor habla del interés puramente técnico del «ingeniero» en politica, al que solo le importa la construcciéa de la cosa, sin preocuparse de la utilizaciOn que se le daria la misma”, Esta concepcién le permitia definir a la dictadura como «medio téenico» para alcanzar un fin determinado, concepcién que, como hemos, visto, volvia a revalorizarse gracias a los boleheviques.. Pero la lectura schmittiana de Lenin es asimismo sintomdtica de un debate muy importante en el seno de las cocrientes reformista y revoluciona- ria del marxismo, en especial a partir de 1917, donde la idea de «realismo politico» serd reivindicada de ambos lados del movimiento obrero’. Se po- ‘dria Negar a decir incluso que la lucha seméntica, como lucha politica, de los afios que siguen el fin de la Primera guerra mundial, tend por ee la cuestién del realisiio politico —de todos modos, es siempre un arma particularinente poderosa en la lucha politica acusar al adversario de tener un programa imealizable, es decir no realista TL. Scare, Die Dita op. et, p. 9. 72. C, Scar, Der Begriff. 0p. itp. 59-61. Ya para Fiehle,e principio fandamen- tal de la politica maguiaveliana ea cl econocimiento dela maligned dels hombres. SA a, ceria © puede fonda la existencia del Estado como instinct de coaceion (Zanasanstall) Sobre Maguaveloeseritor (1807), wad. fan p. 56-57 73 Die Diktatur, 0. p 8, Algonos aio: mis ard, Schmit sotendr que el eeicismo se funda en una metafiscanetivista, en el poder iimitado det hombre para superar los Kmies ratwraes, inclso del hombre mismo, lo qe relaciona con la ereencia ge existe una posi 4 logrr una warsformaciénilinitada de as condiciones deexstencia de loshombres en pos de 4a feed. Y es em teea rsa que esta sateeligin de cen» ho sido tora en sen, 7 Es inresante recordar que Die Gesellcl la yo ead revista toric de I socal= alemana partir dela segunda mitad de Tos as vei, publics en julio de 1924 ‘algunas «bonnes feilesy dol eal final de Hbeo se Meinecke, boo el iula «Machipolitk tn Statseison ein an ett. emacs 60 Carlos Miguel Herrera La primera toma de posici6n precisa al respecto es muy probablemente la de Ledn Trotsky, en el capitulo primero de su célebre «anti-Kautsky», Terrorismo y comunismo, de 1920, en el que acusa al viejo papa del marxis- mo de defender una concepcién jusnaturalista de la democracia. Frente a las criticas de los social-demécratas alemanes en referencia a la realizacién del socialismo en un pafs atrasado como Rusia, Trotsky ataca especialmente el carécter ambiguo de la nocién de «relaciones de poder o de fuetza», pues, segtin el lider bolchevique, «la correlacién de fuerzas significa todo cuanto se quiera: el nivel de ta produccin, el grado de diferenciacién de las clases, el nimero de los obreros calificados, los fondes en caja de los sindicatos, a veves el resultado de las sitimas elecciones parlamentarias, en otras ocasio- nes el grado de condescendencia del ministerio o de impudor de la oligarquia financiera, y también, lo més frecuentemente, la impresién politica de con- junto de un pedante semiciego, que se llama politico realista, que se ha asimilado quizas la fraseologia marxista, pero que, en realidad, se inspira en Jas mas bajas combinaciones, en los prejuicios més extendidos y en vicios parlamentarios»”. Pero en 1a propia dindmica de su argumentacién, Trotsky ‘no quiere de ningtin modo abandonar al adversario la nocién de «relaciones de fuerza», de la cual ofrece una definicién «marxisia»: «La correlacién de fuerzas politicas es, en un momento dado, la resultante de los diversos facto- res de potencia y valor desiguales, y en el fondo, no se determinan mas que ppor el grado de desenvolvimiento de la produccién». La fase imperialista de las relaciones de produccién produce, en particular, un cambio en It lucha politica, Todavia més clara, o si se prefiere, menos economicista que el intento de Trotsky, aparece la defensa del realismo politico en Lukées, en lo que parece constituir también una respuesta a los andlisis de Kautsky. Lukées distinguia, por un lado, lo que él llama «la Realpolitik de la socialdemocra- ia, que trata «las cuestiones del dia como simples cuestiones del da, sin relacién con la evolucién del conjunto, sin lazos con los problemas iiltimos de Ja lucha de clases, sin superar el horizonte de la sociedad burguesan, de la denominada «Realpolitik revolucionaria». El realism politico de la socialde- ™mocracia, que comporta la supresién de] método dialéctico, no es verdadera- ‘mente tal, pues transforma el problema de realizacién del socialismo en una utopia. La Realpolitik de Lenin, que su intérprete califica de no dogmatica, fs, en cambio, una teorfa de 1a praxis, que implica una restituciin de [a dialéctica marxista y, al mismo tiempo, Ja liquidacién de toda utopia. En particular, Ia teorfa y la téctica leninista del compromiso no es sinénimo de ‘engafio, o de mera habilidad, sino la apreciacién de las Kineas de evolucién 7S Tons, Terorismo y Comutismo, 08 9.18. Carl Schmitt, ef marxismo, Puntos de encuentro y de rupture en... a real de la lucha de clases 0, més atin, ¢s una consecuencia directa de la actualidad de la revolucién. Su fundamento ultimo, «la accién concreta de ‘hombres coneretos sobre la base de sus verdaderos intereses de clase», apare- cce segiin Lukas como «la consecuencia concreia y Igica de Ia concepcién hhistorica marxista-dialética seguin la cual los hombres hacen Ia historia, pero ‘no pueden hacerla en las condiciones elegidas por ellos». Empero, mas que con referencia a Mars, la caracterizacién de realismo Politico se ha relacionado comtinmente con la obra y la persona de Ferdinand, Lassalle. En efecto, el fundador de la ADAV presenta convergencias con las variadas facetas del realismo politico. Su concepeién realista se expresaba ante todo en su anilisis de la esencia de constitucién. Para Lassalle, que declaraba oponerse a las «definiciones juridicas formales», la constifucién es «la suma de los factores reales de poder (tarsachlichen Machtverhaltnisse) ‘que rigen ese pafs». Segtin el lider socialista aleman, a es0s factores de poder se les da expresién escrita, 1o que Jos transforma en algo més que en mero poder: ellos se convierten en derecho, en disposiciones legales. Pero esta ‘«constitucion juridica», sosliene Lassalle, «de nada sirve si lo que se escribe en una hoja de papel, no se ajusta a la realidad, a los factores reales y efectivos del poder» que él lama la «Constitucién real». Por eso, para Lassalle, «los problemas constitucionales no son, primariamente, problemas de dere- cho, sino de poder (Machtfrage)”. Asimismo los lazos con las concepciones realpolitisch pueden aparecer en la vision gradualista y posibilista del cambio social, que hace del Estado uno de los ejes centrales del socialismo, como lo recordaban Kelsen y Heller, Lassalle hard una reivindicacién del Estado ‘como instrumento (la idea de Estado de Ia clase obrera) en la que se reclama de las ideas de Fiche y de Hegel. Finalmente, pueden emerger ademas en su concepeidn de la acci6n politica, que colocaba en el centro a la voluntad de poder del lider, que debia ser un Machthaber. En efecto, hemos visto que en. tuna de las vertientes del realismo politico se ponfa de relieve el ejercicio del poder personal, arbitrario, basado exclusivamente en la voluntad del indivi- duo. Esta concepcién no es un puro monopolio de las corrientes conservado- ras; Lassalle resumnia su idea del partido obrero declarando: «dcbemos (nissen) fundir nuestra voluntad en un tinico martillo y ponerlo en las manos de un hombre cuya inteligencia, caricter y buena voluntad nos inspiren confianza y ‘que sabré golpear duramente con ese martillo»”, Lukées atacard en esos afios veinte las ideas realpolitisch de Lassalle, de cara, ante todo, a su influencia en la socialdemocracia germénica, En 76 Luxscs, Lnite, 0p. 107 ys 77 F-Lassuute, Uber Verfascungrwesen, 1862, tad es, 9.92, p19, 78 Citado por R Mica, Za Sosiologie des Parteimesen in der modernen Demokraie (4911, reimp. Stagar, 1957. p. 168, 2 Carlos Miguel Herrera Particular, segdn el fil6sofo hiingaro, la concepcién lassallaniana del Estado 8 el fruto de una ruptura radical entre lo politico y 1o econémico. Asf, la ‘concepcién idealista de la dialéctica en Lassalle tiene por consecuencia la separacién entre teoria y prictica, ilustrada por su propia actitud hacia Bismarck, pero también por cl realismo politico y «guerra de posicién, ‘81 Kuciomis, «Verfasungswirkichkit und politische Zukunft der Abeiterhansex (1932), ahora en Yor der Weimar. 6. 82. A. Grasse, Quad del carceres Torino, 1975, ceundern 13, § 10, 83 Oe 1.5,$ 127, p. 658 $61, p 977. ambién el 64 Carlos Miguel Herrera YY como en los otros pensadores de esta corriente, las ideas de Gramsci tienen como base una distincién radical entre politica y moral. «Un conflicto ¢s inmoral en cuanto se aleja de los fines 0 no crea las condiciones que acerea al fin (es decir, no crea medios eficaces para su obtencién), pero no es inmoral desde otros puntos de vista ‘moralistas’. De tal modo, no se puede juzgar al hombre politico por el hecho de que sea més o menos honesto, sino por el hecho de que mantenga 0 no sus compromisos. (..) El politico es juzgado no por el hecho de actuar con equidad, sino por el hecho de que obtiene resultados positivos evita un resultado negativo»™. Es asf que para Gramsci «la ciencia politica abstrae el elemento «voluntad> y no tiene en cuenta los fines en los cuales una voluntad determinada es aplicads, Bl atributo utopistico no es propio de la voluntad politica en general, sino de las voluntades particulares que no saben conectar el medio con los fines y, por lo tanto, no son ni siquiera voluntad, sino veleidades, suefios, deseos, etcéte- ray Por esto, Gramsci insistfa en ef hecho de que cl realismo politico no debia confundirse con el escepticismo (que ilustraba con la oposicién de Guieciardini en relacién a Maquiavelo). Una teoria polftica debe «moverse en Ja realidad efectiva», haciendo abstraccién de los elementos transcendentales «¢ inmanentes en sentido metafisico: se apoya en Ja accién concreta del hom- bre, que, impulsado por sus necesidades hist6ricas, acta y transforma la realidad, Para et politico, dominar y suprimir Ia realidad efectiva implica «un debe ser realista» y no «abstracto y nebuloso»"’, Y no dejaba de impugnar tampoco la concepeién politica lassallaniana por ser «un estatismo dogmatico y no dialéctico». En particular, Gramsci se propone profundizar la idea de «relaciones de fuerza», siempre reivindicada, pero a menudo poco explorada en la tradicion politica realista, aunque ya hayamos visto un esbozo en otros pensadores ‘arxistas (como Trotsky 0 Lukes). Para el autor de los Quaderni, considerar «favorable» o «desfavorable» una relacién de fuerzas no implica ninguna precisiOn, Para lograrla, impulsaré un doble andlisis, el primero més general, y el segundo mas especifico, sobre el plano nacional. En el primer corte, Gramsci distingue varios planos (sectori) de estas relaciones, comenzando por las relaciones de fuerzas internacionales para pasar enseguida a las rela- cones sociales objetivas (es decir, el grado de desarrollo de las fuerzas productivas) a las relaciones de fuerzas politicas o de partido (el problema de Ja hegemonfa) y finalmente, las relaciones politicas inmediatas!. En este 84 O.e. IM, 14.8 51,9. 1710. 85. Occ. Il, 6 § 86, p. 782 5 Oc. R$ 84 87 Oc.1L,8, §37,p. 904 Carl Schmitt, el marsismo. Puntos de encuentro y de ruptura en 65 Contexto, apunta que las relaciones intemacionales siguen a las relaciones sociales elementales; y Ias relaciones internacionales reaccionan sobre as relaciones potitcas (de hegemonia de los partidos) En un dmbito mas especifico, Gramsci distingue tres momentos en las relaciones de fuerza. El primero esté ligado a la estructura objetiva, indepen- diente de la voluntad de los hombres, que puede ser medida con precisién, pues es sobre la base del desarrollo material de las fuerzas de produccién que se forman los grupos sociales. Un segundo momento (sucesive) tiene que ver con las relaciones de fuerza politica, es decir, la valoraci6n de la homogenei- dad, autoconciencia y organizaciOn de las fuerzas sociales. Este segundo ‘momento se puede dividir a su vez en diferentes grados: econdmico-vorpora- tivo, la solidaridad de interés del grupo social desde el punto de vista econ6- ‘ico, ¥ el partido como grupo dominante. Finalmente, el tercer momento est relaciones de fuerzas militares, en las que se puede distinguir dos el téenico-militar y el nivel politico-militar™. Pero es necesario precisar que Gramsci subraya que el andlisis concreto de las selaciones de fuerza no constituye un fin en sf sino que su significacion esté ligada con la justificacion de la accion practica. Peto mis que en sus desarrollos sobre esta cuestin, el mayor interés de Ja conceptualizacién gramsciana se encuentre quiza en su individualizacién de ciertos limites de la idea de realismo politico. Gramsci criticard al realismo politico excesivo (il troppo), que se toma mecénico y superficial, operando solamente en el marco de la realidad efectiva, con acciones a corto plazo. Por el conttatio, «et politico de accién es un creador, un suseitador, mas no de la nada ni se mueve en el turbio vacfo de sus deseos y suefios. Se basa en la realidad efectiva, pero ;, qué es esa realidad efectiva? ;Es quizas algo estitico « inmévil y no ante todo una relacién de fuerzas en continuo movimiento y cambio de equilibrio? Aplicar la voluntad a la creacién de un nuevo equilibrio de fuerzas realmente existentes y operantes, fundiindose sobre aquella que se considera progresista y reforzandola para hacerla triunfar, es moverse siem- pre en el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superatla (0 ccontribuir @ ello). El deber ser es por consiguiente 1o concreto, 0 mejor, es la tinica interpretacién realista e historicista de Ia cealidad, la tinica historia y filosofia de la accién, la vnica politicas"”. De este modo, en Gramsci, el realismo politico se confunde, como en Maquiavelo, con la politica a secas: toda politica debe ser Realpolitik. Pero el pensamiento de Gramsci conlleva una doble ruptura con respec- to a la tradicién realista, que pasa por una también doble contestacién del 88 Ov. 1.4,9 389.457 89 Oe. IIL 13,816, p. 1578 66 Carlos Miguel Herrera naturalismo del realismo politico conservador. Por un lado, y es aqut donde Gramsci ve la innovacién fundamental del marxismo en el campo de las iencias polticas, «no existe una naturaleza humana abstract, ja ¢ inmuta- ble (concepto que deriva del pensamiento religioso y de Ja transcendencia), sino que la naturaleza humana es el conjunto de las relaciones sociales histéricamente determinadas, es decir, un hecho hist6rico verificable». Por otro lado, Gramsci denuncia la creencia de que «iodo To que existe es natural que exista, que no puede menos que existir y que las propias tentativas de reformas, por mal que resulten, no interumpirén la vida porque las fueczas tradicionales continuardn actuando»" Ha perdido actualidad esta discusién? En nuestros dias, y en particular Juego de la caida de los regfmenes dictatoriles del este europeo, el renovado interés por el concepto de politica en el socialismo se inseribe mas bien en el ‘imbito de las problemiéticas del derecho natural modemo, y sobre todo en del neocontractualismo. Estos enfoques no son desde luego fundamentalmente ‘innovadores: existe toda una tradicién que, reinvindicéandose del jusnaturalismo, haa tenido hist6ricamente un importante derecho de ciudadan‘a en el seno de las cortientes socialistas. Para esta tradicién, en efecto, las concepeiones de derecho natural moderno en general son siempre consideradas bajo el signo de lo , déndole un lugar entre aquellos que llamaba «los beneméritos de la ciencia politicay, es decir, aquellos «pensadores que han instaurado 0 restaurado el concepto de fuerza» para comprender Ia politica. Después de todo, como lo reconoce Bobbio, «la originalidad de Marx consiste en el hecho de que es el primer escritor politico que redne tna concepcién realista del Estado con una teorfa revolucionaria de la sociedads", Si como lo sostiene con lucidez. el gran fil6sofo italiano, una teorfa de la politica debe dar cuenta al mismo tiempo de dos cuestiones: ;quién domina? y ,cémo se domina?™, se debe poner en el centro de la comprensién de lo politico e} problema de la doraina- i6n, y no (s6lo) en clave extica”. Pero una teorfa politica que pone en el ee de la reflexi6n de lo politico la centralidad de la dominacién (en el sentido no peyorativo de Herrschafi) {no corre acaso el riesgo, a pesar de todo, de pagar demasiado caro estas pretensiones anti-ideol6gicas, su destruccién de las ilusiones —como preve- fa Heller en 1929? ,No cactia, en el mejor de los casos, en la perspectiva « (Knechug). Sobre este punto f Clos Miguel Hensesa, Théorie juridique et politique chez Hans Kelse, Pars 1997 68. Carlos Miguel Herrera poder es siempre conservador Y de hecho, nos hemos encontrado & menvdo, aquf y alla, en malas compatias Puede que la bésqueda de la solucién deba comenzar en el interior riismo del problema. Pues ni el reconocimiento de una conflictualidad social ‘que no desaparecerd de ningn orden humano, ni el lugar central (resultante) 4c la dominacién en todo orden politic, son lo que plantean el verdadero problema, sino su lugar en el interior del dispositivo. Conteariamente a la concepciéa conservadora, que ve siempre en la conflictvaidad una amenaza (desde el exterior) a un orden considerado intrinsecamente como homogéneo, nno existe exterioridad entre dominacién y conflicto. Por el contratio, la coniictualidad no s6lo atraviesa sino también informa a la dominacién, 1o 4ue funda Ia inetuctabilidad de un método democrtico de dominacin, Pero no es la tinea conclusién que podemos sacar agut: si todo orden debe ser Pensado en terminos de conflicia, Jos niveles contractuales (reales y no como simples «formas ideol6gicas»), los acuerdos, los compromisos son siempre el producto de las relaciones de fuerzas y no de derechos. ‘Cuando se pretende defini la esencia de lo politico a taves de un neo- (© paleo-) contractualismo, una teflexién sobre los coniomos del concepto de realismo politico, y, a su vez, de sus lazos con una coneepeién democritica de la politica y sus limites heuristicos (que no podemos abordar aqui) se revela ‘més actual que nunca. Bs poco probable (pero no imposible) que aquel estudiante que habia escrito en un muro de Censier, en mayo del 68, la frase «sed realistas, pedid 1o imposible»™ hubiese lefdo a Max Weber, Pero me place pensar que quicn habia puesto en el centro de su concepcién de la Politica la dominaci6n, sostenia también; «Bs perfectamente exacto decir, y ‘oda experiencia histérica lo confirma, que no se aleanzaria nunca lo posible sien el mundo no se emprendicra siempre y sin cesar lo imposible»”, 98 Les murs on la parol. Journ mural mai 68, cp. essxcon, Pais, 1968, p. 89. 99 Max Weare, «Politik als enuf» (1919), abors en Gesarimelie oliche Schriften. ‘Tubingen 1984, p. 560. Un panicipante del seminirio (gue qvieé pueda slegar problemas de ‘onprensicn lingiftica como circunstanlastenvante) po penstr questa de ua alr ida geneal6gica y crey6 necesaio afirmar que la fase del graffiti provenia en realidad de Bakunin... Pero dejo la conclasién tal cual sin perder hs esperanaas en sus (ncertos) ectores

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