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CONTRA LOS TECNOCRATAS Le 1972 - ARO INTERNACIONAL DEL LIBRO Granica editor Aguilar 2154, Tol 73-2854 Buenos Aivet, Argentina { | DIRECTOR: Juon Gronica | EDICIONES: Jorgo Piatigarsky ARTE: Leandro Hipélito Regueci ADMINISTRACION: José Zlachevsky VENTAS: Eduerda Butti RELACIONES PUBLICAS: Juan Ignoc SECRETARIA: Carmen Figueroa Acevedo y Rosa Brascé Coleccién LIBERTAD Y CAMBIO dirigida por Eduardo Goligorsky 1. ALEX COMFORT: Los fabrieantes de angustia (EI miedo a Ta ‘onducta sexual) 2 A. 8. NEILL: Hijos en libortad 3. BERTRAND RUSSELL, BARRY FEINBERG y RONALD KAS- RIES: Bertrand Russell responde (Seleccidn ‘do. su correspon doncia) JOHN K. GALBRAITH: Gémo controlar 2 los militares GABRIELLE HUSSHEN y HAYSOND EAN: Cas dodo esién MARGARET MEAD: Cultura y compromiso (Estudio sobre la rupture generactonal) BROOKS R. WALKER: La sootedad del adulterlo JEAN DALSAOE y 4M, DOURLEN HOLLIER: Por y cons 21 aborto 9, ERWIN KNOLL y JUDITH NIES McFADDEN (comp.): Les crimenes de guerra en Vietnam 10, MARTIN SHEPARD y MARJORIE LEE: Maratén 10 1, SLEGUS. La nueva soxualidad 12, HL, MENCKEN: Prontaro de Ts tides y los prejiis 18. Dr, BENJAMIN SPOCK: Adolescencis, agresién y politica 14, ELLEN PECK: El bebé como tramps 15. AUTORES VARIOS: La lbomeién de la mujer: Ao cero 16. BOB DYLAN: Taréatala 17, HENRI LEFEBVRE: Contra los tccnSeratss 18, JEAN GIMPEL: Contra el arte y los artistas 19. JACK WODDIS; El sequeo del Tercer Mundo 20, ROSS V. SPECK: Las nuevas fai 21, WILTELM REICH: La lucha sexual de los j6venes 22, BRIAN J. FORD: Los falsficadores de la ciencia 23, H, L, MENCKEN: Hombres y dioses ea Ta picata 24, EDUARDO GOLIGORSKY: Contra la corsonte Henri Lefebvre CONTRA LOS TECNOCRATAS B granica editor Titulo del original froneés: VERS LE CYBERNANTHROPE {Contra les technecretes) Denoél-Gonthiee, Paris, 1971 © 1967-1971 by Editions Denosl 12 edicién: setiembre de 1972 Traduceién: Serafina Warschaver © by groniea editor, 1972, Hecho el depésito que marca lo ley 11.723, Impreso en la Argentina. Printed in Argentina, Advertencia 1. TECNICIDAD Y COTIDIANEIDAD 1, Las Uuvias de la técnica 2. Los mitos de la teenocracia 3, Vida cotidiana y diversidad 4, Cotidianeidad y felicidad 5. Pasatismo, utopismo, socialismo Il. EL CONTRASISTEMA, 6, Presentacién del slstema 7. Critica del sistema 8. La nociéa de nivel 9, El antisistema Ill. gANTROPOS O CIBERNANTROPOS? 10. La especie nueva 11. Cibernantropo y robot CUASI-CONCLUSIONES INDICE 1 13 iw at 35 45 61 OL 121 Isl 163, 165 17 ADVERTENCIA Este libro, publicado en 1967, no ha per dido su sentido después de los acontecimien- tos de 1968. En efecto: la informatica y la | cibernética penetran, con ereciente fuerza, en | Ja prdctica social, en la gestién mas que en Ja produccién, Pulula el eibernmtropo, ¢No sera el “titimo hombre" anunciado por Nietasche? En ol pensamiento tedrico (0, para decirlo de otro modo, en la “prictica tedrica”), la investigacin urbanistica suplanta, utilizdndo- Jos, a Ia lingiifstica, el psicoandlisis y la eco- noma polities, Dichas ciencias tuvieron su apogeo y declinan ahora, mientras que “lo urbano” est4 en ascenso. Este libro lo habia previsto hace ya muchos ajios. AL. I TECNICIDAD Y COTIDIANEIDAD L LAS LLUVIAS DE LA TECNICA Durante cierto tiempo, ustedes habrin encontrado en la prensa una expresién curiosa, acompaiada por comentarios nO menos sorprendentes, Sefiores inteligentes y competen- tes les explicaban emo Ia produccion en sm conjunto iba a propiciar investigaciones aplicadas a los cohetes, 1 los mi- siles. Es cierto que los dispositivos mis potentes y mejor miniaturizados sesian reservados siempre a las empresas m&s vastas: exploracién de] espacio, destruccién nucle: No obstante, alguus “Iuvias” de a’ técnica caerian inevitable- mente sobre la industria que trabsja para los consumnidores. El humor sombrio de este parsalelo entre las “Ihavias’ de Ja_alta técnica y las “Iuvias” de particulas radiactivas habri sido Io que impidié que estas reflexiones recibieran la aco- ida que siempre se dispensa a las ideas aparentemente novedasas? Sin que provocara protestas, la expresiin des- apareeié en cuanto fue formulada: consagraba una situa- ‘ion dificil de aceptar, Uno (gQué uno? zB] destino? gCada uno de los hhom- bres responsables 0 0? Dejemos esta pregunta de lado), una lanza al abismo fabulosos recursos, en hombres, en medios materiales, en riquezas y en saber. gCon qué obje- to? Para preparar el arma absoluta y para’ constatar que Ja Luna es un montén de gufjarros. La aventura planetaria, intexplanetaria, galéetiea, embriaga y fascina a la gente de Ja Tierra oculténdole, al mismo tiempo, el peligro, el terror y el abandono en que viven, Pierden de vista la humilde superficie del globo, salvo cuando sus intereses limitados y feroces les hacen volver la mirada hacia ella, En ambos casos, abandonan aquello que Nietzsche denominaba el 4 HENRS LEPEDvRE, “sentido de la Tierra”. La pierden de vista. Y ya han de- Jegado esos nuevos poderes —Ia aventura, el prestigio— en una mintisoula minorla, Ios cosmonautas, Jos sabios del os- pacio, semefantes a dioses oliimpicos, a los idolos y los hom- bres que detentan el poder. Renunciamiento y dimisiin que se agregan a muchos otros, testimonios de una revolucién posible, abortada hasta ahora. La sociedad en su conjunto, en su concienein y sus relaciones sociales, no recibe de sus obras ands elevadas un principio de desenvolvimiento, La vida social, propiamente dscha, se estanea, retrocede, se enfanga en el pantano de Jo cotidiano, por encima del cual planean los espefismos “cultarales”, Mientras tanto, la pro- duccién material crece, la téenica se perfecciona trastocan- do sus propios planes. Sus resultados se alejan a la estratés- fera para volver solo a la Tierra en la forma més amenaza- dora, Y nosotros nos beneficiamos con algunas “Iuvias” eQuiere decir esto que hay que cortar las alas a Ja ima- ginaciéa, a la aventura edsmica? ,Que hay que redueir el poder de Ia accién y del conocimiento, asi como el poder politico, al nivel de jo trivial, del buen sentido y del “bien- estar"? No. Pero se impone un orden de prioridades, Es extraiio que nadie haya proclamado ptblicamente, aun- que fuere sin gran yesonancia: “No més hazafias césmicas mientras en la Tierta millones de seres humanos sufran hambre, No mis recursos colosales arrojados a los vientos del espacio mientras los problemas de la ciudad y del campo terrestres no se hayan resuelto.” Que tal orden de priori- dades ni siquiera se haya enuncisdo, que nada semejante figure en los programas politicos que se consideran auda- ces, gn0 sera ch sintoma més grave de a crisis de lo que seguimos denominando “socialismo” y de ese seudoconcepto que no podemos apoyar ni rechazar, a saber, ef humanismo? Las masas humanas que se dejan faseinay por las havafias espaciales roviven, en condiciones nuevas, un fenémeno re- ligioso. Tal vez ellas redescubren, en plena inconciencia, el hecho religioso por excelencia (mientras etndlogos, antro- pélogos, socidlogos, psicéloges, se desinteresan de esa ad- mirable inconciencia inclinéndose con delectacién sobre “el inconsciente”). ‘Esas masas participan de} sacrificio. Qué es lo que sactifiean? Su paso de lo realizado a lo posible, de su condicisa a la felicidad. Su ascenso. A qué? Ante qué altar se consama el sacrificio? Ante el infinito cbsmi- ‘TECNICIDAD Y COTIDIANEIDAD 16 co confusamente imaginado, IMimesele 0 no “Dios”. 3Y a quign sactifican? A victimas preparadas y designadas. Como entre los aztecas, esas victimas adoradas son colocadas en él rango de los diosos mientras van a la ceremonia y cuando vwuelven de ella, Tos hétoes aleanzan la grandeza irrisoria de los cantantes, las vedettes, los poderosos, Gigantescas masas s¢ inmolan con sus decepciones, sus ‘privaciones y sus frusteaciones, expianda sus mas justas oxigencias en el altar de las inaccesibles divinidades mediadoras entre Ja Tierra y el Universo. El rito sangriento no tiene lugar ya ea Jas gradas de los templos del Sol. Misiles y rampas de Janzamiento lian reemplazado a aquellos espléndidos monu- amentos. Ya no arrancan ¢l corazén a las victimas. Le arrancan los sentidos a In multitud de espectadores, La técnica més sorprendente es acompafiada asi de una extra- fia religiosidad. Asistimos al smrgimiento de una religién del Cosmos que se trashuce tanto en el fetichisme de los signos del Zodfaco y los hordscopos como en la adoracién a los astronautas, “Ella rivaliza con una religiosidad no menos fascinante y delirante por Eros. Resulta ovidente por otra parte, que el viejo término de “alfenacién” (reli- giosa, ideolégica, politica) es débil para earacterizar esta situacién a Ia vez enonstraosa y normal, intolerable y to- Jerada, abrumadora ¢ imadvertida, Bajemos nuestros ojos y nuestra mente hacia lo que nos todea. No dejemos vagar nuestra mirada, Volvamos a la superficie, la de la Tierra, la de nuestro cuerpo. Y desde allf volvamas a bajar, no hacia Jas profundidades abismales sino hacia la carne y Ia sangre. Dejemos de exmbriagantios. No mds humanidad-Ficeidn (aunque la elencia fiocion tenga tmucho que ensefiarios), Observemos nuestro mierocosmos. Anda mal. Bajo una apariencia deslumbrante, se esti des- integrando. No solo en Asia y Africa, sino alrededor de nosotros y bajo muestva piel. Las casas ocurren como si Jos amos del Cosmos, en un dia no muy lejano, tuvieran que abandonar este navio perdido, la Tierra, por un planeta mejor y ante los aplausos de fos néufragos. Las cosas ocu- rren como si la especie humana reconociera sn fracaso y se confesara perdida junto con sv morada, la Tierra, Si la hhumanidad fracasa, si se multiplican los ‘signos de Ya gran frustracién, el pensamfento Mcido es el que debe extraer Tas conelusiones, 2 LOS MITOS DE LA TECNOCRACIA Si examingramos uno a uno los sectores de 1a actividad social que conciernen al “hombre”, comenzando por uno de Jos més importantes, la medicina, comprobarfamos inme- diatamente que la crisis del “hombre” y del ltumanisme es, en primer lugar, prdctica. Ni Ia organ in de la profesién médica, ni la ensefian- za, ni las investigaciones en esta materia, Comesponden Jas exigencias de una sociedad que coloque al hombre en primer plano, Esto es tan evidente que nos abstendremos de poner el acento en ello y proseguiremos nuestra argu- mentacién en otro sentido, En esta sociedad donde las cosas tienen més importancia que el hombre hay un objeto-rey, un objeto-piloto: e] au- tomévil, Nuestra sociedad, llamada industrial técnica, po- see ese simbolo dotado de prestigio y de poder. La dictadura del auto, es decir de los lobbies que influyen, segin sus in- tereses, en las decisiones econdmicas y la opinién pablica, es una dietadura absurda. La téenica autoriza ya (lo pevini- tiria desde hace mucho tiempo si estuviera orientada 70- cionalmente) la construceién de yehiculos mis pesfectos que el coche de cuatro ruedas, el autocraft (sobre colchén de aire), por ejemplo, o diversos tipos de heliedpteros. Sobre las earrocerias de los coches se multiplican los signas de la técnica para ocultar la indigencia técnica: cromados, aletas, lineas aerodingmicas. EI absurdo resulta visible: los coches norteamericanos, capaces de velocidades considerables, en un pais donde le velocidad en las rutas esth severamente limitada, se cubren con esos signos de la velocidad. 8 HENRE CEFEOVRE, La irracionalidad va aun més lejos, Todos recordaran que un efudadano norteamericano inicié una campafia contra Jos fabricantes de esos enormes vehiculos, contra su in- creible desprecio por Ia seguridad de conductores y pasaje- 0s, Para hacer que lo escucharan, preciso, eso héroe mo- demo, afios de lucha tenaz, su calidad de abogado y el apoyo de R. Kennedy. La’ mayoria de los ataques con- tra la dictadura del antomévil (los de Lewis Munford, entre otros) dejan de lado las posibilidadas téenicas y estin teft- dos de impotente nostalgia. Pero ello no quita que hoy en Gia todo hombre culto (como se dice) sepa a qué atenerst el coche es un instrumento incomparable y puede ser irre- mediable, en los paises acocapitalistas, como elemento de desculturalizacién, de destruceién por dentro del mundo ei- vilizado. Sin embargo, este objeto-tey es anticuado. Bi automévil entra en una ostructura jerfrquica compaesta de delicadas diferencias: desde el coche pequefio al gran- de, desde el coche bien hecho y “terminado” al coche ris- tico, desde el coche vulgar al coche con personalidad. Esta jeranquia corresponde a la jerarqufa social, Ia expresa y actiia sobre ella. Fl coche es “estruetuzadc-estructurante”. Tiene sus razones que la raz6n no compyende: razones de Estado, razones econdmicas, razones sociolégicas. Reemplaza los medios de circulaciéa mas racionsles (piblicos) o mis per- fecctonados. Produce el absurdo a manos Ilenas. gPor qué influyen los lobbies del automévil? Ya conocemos fa absur- da razin. Ese bien de consumo, amado “durable”, se des- valoriza con extraordinaria rapidez y Tega a ocurrir que los fabricantes aceleron esa desvalorizacién. El objeto-rey, le cosa-piloto, se destruye a sf misma. Jamas un objeto llamado durable alcanzé un ritmo tal de “autodestruccién”. El cap tal que se invierle en su produceién alcanza, pues, una ra- pidez de rotaciin acelerada, la auténtica rapidez de circu lacién1 del automévilt Pasemos al principal problema del urbanismo moderno. Se disponen a despanzurrar las ciudades —lo que queda de ellas—, para dar paso a la avalancha de autos. Sin em- 4 Esto es uno de los procedimientos del nepeapitalismo para con tranestar la tendeneia descublerta por Mare al descenso del benefi- io medio en In industria capitalise. Algunes economistas y socid- Jogos, que no comprénden nada de lo que ocurze alrededor de elles, siguen afirmmda, sin embargo, que ol marxisino ha. cadueado, ECNICIDAD ¥ COTIDIANEIDAD 19 bargo, en Jo que concierne a Ia citculacién, estamos apenas en el balbuceo de la técnica, Algunos serios estudios reali zados, gno proporcionaran el material que permitiia la cons- truccién de calzadas zodantes répidas, material que, segén dicen, seria todavia escaso? En calles, subtes y edificios, el empleo de alfombras y calles rodantes no progresa para nada. Los procedimientos con Ios cuales se quiere mejorar Ia circulacién son anticuados, EI gran hallazgo es ocultar Jos coches ea playas subtersiineas. Construir en muchos aiveles, reservando uno de ellos a la cfreulacién, parece afin demasiado audaz, demasiado costoso, casi ut6pico. Una pa- réjisis de imaginacién completa las limitaciones burocriticas, motivadas y justifiadas por razones financicras. ‘Con relacién a las posibilidades, los planes, proyectos y programas representaa mds © menos lo que un encendedor con relacién al dispositive de encendido de un cohete. Ni los materiales, ni los procedimientos de realizacién, tienen Ia menor proporeién con lo que permitiria Ia técnica. Ni siquiera se puede afirmar que estin en retraso, que hay un desajuste. Estomos hablando de un abismo. ¢Qué se estudia, caué es lo que se elabora con gran despliegue de célculos y de aptitudes? Solo normas, reglas que limitan la aceién y el pensamiento. {Qué decir de aquello que oficialmente se denomina “urbanismo” sino que se trata, tedricamente, de una ideologia y, pricticamente, de las reglas destinada’ x paralizar la construcciéa de las ciudades en lo que hay de menos raciopal bajo la apariencia de una racfonalizacion téenical Los urbanistas se dividen en téenicos de Ia circulacién y en estetas que manejan, en planes masivos, contrastes de lineas, volimenes y colores, como si el “habitar” se definiera por el consumo de esos contrastes espectaculares, Sc ignora To que es un tiempo social, un espacio social apropiado y se quieren construir ciudades nuevas. En cuanto a Ja cons- truceién de inmuebles, todas saben qué ficil serfa transfor- mazla. Los materiales contra ruidos, por ejemplo, existen ya y también los materiales que permiten una prefabricacion amy acelerada, Bastaria producirlos industrialmente y em- plearlos en gran escala, en forma inteligente. Lo que se Ila- ana “urbanismo” no es otra cosa que un conjunto demasiado coherente —un sistema— de estipulaciones y limitaciones que mantienen esta actividad esencial al nivel estricto de un 0 HENRI LEFEBVRE ninimam téarico, Y ello, reducienco una situacién y uma aetividadl, a habitar, a una realidad bratalmente material, a una funcién: el habitat. Z La audacia, Ia aventura, es reclamar un ucbautismo a “es cala humana”, es decir, a la escaia inezquina de la aldea, do la parroquia y de? pabellén. Qué inquietante es el ein- pleo de ess expresién, “io humano’? jComo si ya se tuviers que combatir o aprobar otro urbanism? jComo si Mega- Ispolis fuese sobrehumanal Como si no hubiera que reivin- dicar, contra la ausencia inhumana de un pensamiento urba- nistico, un urbanismo a nivel de la téenica, es deeir, de lo ‘humano realizado revolucionariamente, superindose sin des- conocerse por ello. te te “oportunidad y el momento de denunciar um malen- tendido, La imagen’ del tecnécrata se ha vuelto popular. Se la acepla o se la vechaza, BI teenGerata, hombre de cono- citpientos iéenicos, detentarfa el poder o deberia tener'o, segiin unos; para otros, en cambio, habria que rechazarlo. ‘La imagen del tecnécrata es objeto de una doble critica. Segsin Ia critica de derecla, le dictadara dle Ta teenocracka deberio sbortnarse a un ideal mis clevado, patriotcn, na- cfontl, humanista, religioso. Segrin la critica de izquierda, el aan deberia a bajo cl control de los oxganis- mos de la clase obrera, los sindicatos y partidos, Nadie pa- rece dudar de la existencia del teendcrata. Es indiscutible que tilizando esta imagen de un tipo moderno, algunos grapes, animados por una ideologfa, Ta del ractonalismo tecnicista, adquieren influencia y hasta intentan obtener el poder politico de decisién. Reforzando la imagen, Ia trans- Forman en ideologia, Una pretendida “izquierda” sueia, asi, con realizar la fiecién tecnocrdtica. A los hombres calificados de tecnécratas se les atribuyen eminentes aptitudes y el don de Je eficacia, Tendrian el casi monopolio de elles. Serlan eapaces de descubrir las soluciones técnicas a los problemas precisos planteados por Ja prictica e imponer dichas soluciones (de ordenarlas). Pero, si observamos lo que ocurre en realidad, esos hom- bres no existen. Los que denominamos “tecnécratas” y que vemos actuar (sobre todo en el sector piiblice de la econo- mia y de In vida social en Francia) no dirigen, solo dispo- nen de un poder de decistén limitado, En realidad, inge- nieros convertidos en administradores, ejecutsn Ins érdenes TECNICIDAD ¥ COMDIANEipAD a1 del poder politico que dispone de “estrategias variables”, EI poder se impone a los teendcratas sin delegar las opel nes decisivas. Los teenderatas proponen soluciones a los problemas oficialmente zeconocidos y formulados y el poder estatal elige entre ellas Agreguemos a dichas consideraciones una observacién importante. De todos nuestros anilisis precedentes y los que van a continuacién, resulta que la ley de desarrollo desigual es esencial. El concepto y Ia ley de desarrollo des- igual, formulados por Lenin, se aplican a paises. regiones zonas, seetores de la economia, de la cultura, de la eiencia, a Tas ramas de la industria, a las empresas y secciones de empresas, eteétera, En particutar, la vida cotidiana const tuye an sector mal desarrollado y, al mismo tiempo, subor- ganizado (es decir, a la vez atrasndo y saqueado) de esta sociedad burocritica de consumo dirigido, El desarrollo desigual ba teemplazado Ia relativa cohe- rencia del capitalismo competitive y sus tendencias regula. dors (formacidu de tasas de beneficio medio, ete.), Pero ello signifiea quo, mis alld de eiesto Ifmite, la realidad social se desintegra, Esta tendencia y esta posibilidad explican, en parte, la ideologia reinante: el fetichisimo de la eoheron, cia, de la forma y de la estructura, En ciertas condiciones, la intervencién de un grupo definido, que entra en escena como agente socio-econdmico-politico, puede restablever, al menos provisoriamente, la coliereneia de ana sociedad que ro constituye ya una totalidad espontinea. Los grupos y elubes tecnoexiticos, gno evahian las posibilidades de dicha situacién, en Francia y en otras partes? Rs posible supo- nario, aunque para jugitr ese rol se encuentren en tna posh cién inferior a la del ejéccito o de un partido dotado de un gran aparato. Un amplio sector del, piblico cree que los teenderatas tharén reinar la técnica “pura”. La pretendida tecnocracia 8 Nociva no tanto por su acelin real como por la imagen gue da de si misma y de la sociedad, Segén esta imagen, uuna racionalidad social, al fin madura, reina yao va a rel, nar préximamente. Esta ereencia tan ‘difundida en la opis nién pabliea proviene de la propaganda segiin Ja cu ta nicionalidad social es una ideologia. Esta icleologia es el producto mental de la tecnocraeia, su justilicacién: la com- ensacién de su impotencia y de sw ineapacidad, u contri. 2 HENNE CEFEBVEE, buefén real a Ia aceién de poder. Los protendidos tecné- cratas organizan segin normas que les fijan desde afuera y por razones que nada tienen que ver con la técnica, las Giudades, Jos tervitorios, Ia cireulacién, tas comunicaciones, el consumo. Por encima de una inmensa incoherencia, pla- nea una ideologia de la coherencia (del sistema) que no tiene mis base que wna semiplanificactén econdmica, inse- ‘gura de sus objetives y recursos. La ideotogia de Sa rucio- nalidad técnica ooults Ia falta de aplicacién técnica a la vida préctica. Su pretendida racionalidad tiende a coinci- dir con su sbsurdidad. Gierta sociologia ha contribuido bas- tante a acreditar estos mitos, es decir, la ideclogia de la teenoeracia. Se ha escrito mucho sobre el “medio téenico” en oposicién al “medio natural". Se ha hablado de la “so- ciedad tecnicista”. Como tales formulaciones cayeron un poco en el] descrédito, los socidlogos las reemplazaron pot otras denominaciones que no son mucho mas yalidas: socie- dad de consumo, de placer, eivilizacién de la imagen, ete. No son mis ciue denominaciones aue, si bien son atin insu ficientes, sevelan algiin rasgo_caracteristico (por ejemplo, Ja que nosotros proponemos: “sociedad burocritica de cor sumo dirigido”). A cada perfodo, a cada ciencia Hamada “humana”, corresponden representaciones ‘lusorias, hhuma- redas que disimulan hechos y coneeptos. El mito de Ja tecnocracia tiene consecuencias que deti- van, como él mismo, del enfoaue sociolézico. Como la gente fe imagina que reina ya la teenicidad, odia a la técnica. Al treet que las nuevas ciudades responden a imperativos tée- nnicos, al iguorar quie las deficiencias son de otro orden ( munciacién, gananefas, estrategia polttica), Tos fracasos des- acreditan a la técnica. No se inerimina la insuficiencia téeniea, No se comprende que los oxganizadores y orfta- nismos cesponsables acumnulan Ios signos de la teenicilad (de la racionalizacién téonica) para disimular su ausencia. El engafio sobre sus proyecciones se vevelbe pero se inter preta en forma iluso‘ia, El desequilibrio entre las exisien- Gias y la realidad crea una desconfianza engafiosa ya que ta vida cotidiana no implica ¢l conocimiento de sus propias condiciones, AI contianio: tas disimula. Dichs deseonfianza suscita y alimenta la afforattza. Se acusa a Jos teendcratas de toda clase de errores y, por su intermedio, se ataca a Ta Yonica inisma, Se pierden de vista sus posibilidades, Lo ‘TeGNIcIDAD ¥ COTMDIANEIDAD 23, realizable parece utopia en la peor acepeién del término, La gente se repliega en un pasatismo que al mito do la tecnocracia perpetiia, Doble ventaja para Ja ideologia y ‘pars las instituciones establecidas: a su vez, el pasatismo se convierte en una idealogia, Disfrazado de culto de la calidad, un neomslthusianismo ataca las realizaciones me- diocres de la pretendida técnica. Tdeologfa de derecka, es decir, reaccionaria, disimula en segundo término fas das obligaciones que pesin sabre la vida cotidiona y su profunda miseria. Pesmite soslayar la arganizacién de la vida cotidiana y el pillaje a que la somete el neocapita- lismo. El neomalthusianismo recurre a Ja naturaleza (aban- donada por lo ficticio), al estila (perdido en el camino), a la calidad (muerta), Y asf sitve, a sa vez, de tema ideo- Vogico. La naturaloza, ol estilo, In calidad, se vuelven a encontrar durante las vacaciones. Asi da vueltas el torni- quote del absurdo, Y se pacde pasar indefinidamente de un seudohumanismo elisico 0 roméntico, que se pronuncia contza Ia técnica, a un entusiasino por la téeniea que silencia las lagunas de la teenicidad y Ja distancia que la separa de lo cotidiano. Los mitos de Ia tecnocracia mantienen una ideologia de Ja aue forman parte, En el nivel mas alto, dicha ideologia adonta la prostancia de una filosoffa. Dejamos para més adelante el andlisis del estructuralismo gue, pastiendo de la nocién cientifiea de estructura, Tega, por extrapolacién, a un neofilasofismo. Seguimos estando en Ia ideologia propis. yy dizoctamente teenicista. jCudntos pensadores y sabios estin sumergidos. en Francia, en una especie de éxtasis ante el mundo técnico! Frecuentemente, la ideologfa no aleanza un nivel de ela- poraciém. A ese nivel, sus promotores y portaestandartes se denunciarfan y ella los denunciaria revelando so tendencia 2 convertirse en una casta, en un grupo de presiin y de decisién, en una clase. Como toda ideologia, en el momento en que prolifera con toda viruleneia, es todavia difuse, mal formulada, El dia en que se formule puede sonar sa toque de agonia, Trataremos de precisar un poco sus contornos para ubjearla mejor ‘La gente llamada de detecha o “reaccionaria” parece pen sar que hay dos clases de teendcratas, los buenos y los malos, los benéficos y los peligrosos. Estos tiltimos serian los de “iz- By} HENRI LEFEBVRE, quierda” 0 Ios que obodecen al comunismo. Tendiian en reserva un ciimulo de ideas perversas, destruetoras de la sana tradicién, de los recuerdos, de las normas de la socie- dad francesa, bajo el manto de Ix téentca. Por otra parte, es posible que esta tendencia de derecha se atenée. Aun en el caso de que Ia izquierda actual desaparezca, como también la ideologia de devecha como tal, 1a “derecha” quedari. La gente de derecha sigue siendo Io que era: son los que se conservan sin cambio. Han perdido desde hace mucho tiempo la capacidad de crear ideologlas y mi- tos. La “iaquierda” los ba zelevado de esa actividad aunque actualmente esta izquierda poco productiva snefie con su pasado y ni siquiera sepa hacor su autocritica. Reconoci- ‘ble aunque disfrazada, la vieja “derecha” esté alif para reco- ger los despojos de Ia ideologia de izquierda. La imagen del tecndcrata proviene de esta tiltima, La inquierda parece pensar que el reino de la técnica vendrd gracias a ella. Segin ella, los hombres de derecha que prometen Ia efica- cia técnica no quieren y no pueden cumplir sus promes planificacién, satisfaccién de las necesidades sociales, racio- nalizacién de la vida social, internacional y nacional, ete. A la izquierda corresponde controlar Ja entrada a le tierra prometida, Ambas “tendencfas” estin de acuestio, de hecho, en una ropresentacién: el mito de la tecnoctacia. Hs por ello que nada se asemeja mas a un “tecnécrata de izquicr- da” que un “teonderata de derecha”. En cuanto a los tecnd- cratas reales, esta confusién les permite maniobrar, oscilar de uno a otto lado, superar a su manera la oposicién (segtin ellos superada) de la izquiorda y la derecha en nombre de Ta primacia de la técnica. Tenemos buenas razones para pensar que la izquierda lamada “revolucionaria” 9 “eomunista” no esexpa al mito de la tecnoeracia, Debido a la influencia soviética esté sensibilizada por el prastigio de la planificacién autoritaria y por algunas “sobredoterminaciones” ideologicas (el dog- matismo en li interpretaci6n del marxismo)- Sobre Ja técnica misma, podemos nar qne simulta neamente: a) tiende a cerrar la sociedad, a tapar el horizonte (es- pecldlmente can la eibernética, jque afianaa el “cosmos” de Ta cantidad y la cuantificacién de} cosmas!). La técnica se vuelve obsesionante y, en consccuencia, determinante. In- ‘THCNICIDAD ¥ COTIDIANEIDAD 5 ‘ade el pensamiento y Ia accién y, por Io tanto, les fija su Iineas b) amenaza con destruir ese mundo cerrado, liquidado, donde iv “nica posible se reduce al funcionamiento auto- mitico ya la estructuracién de equilibtio perfecto; ella devasta el mundo y puede legar al extremo de la destruc- cién nuclear; ) abre las puertas de lo posible a condicién de que esté invertida en lo cotidiano. Por lo tanto, Ja técnica es la que cieira y abre Ia salida, la que oscurece y despeja el hoxizonte. En cuanto a ln ideo: logia de los tecndevatas, de los socidlogos que discurren sobre la sociedad teonificada, ella bloquea ol conjunto. Ocul- ta las contradicciones (sobre todo la contradiccién entre el encierro de nna sociedad immovilizada por estructuras de equilibrio y Ia apertura de uma sociedad que va hacia To posible por las vias de la discusién y de la efervescencia). 2Qué hace falta para disipar las ieologias y los mitos? ‘Tiempo. Decepciones. Experiencias y comprobaciones. Contraataques tedricos. Audacia y paciencia, virtudes revo- lucionarias. Es verdad que en el transcurso del siglo, la ética y la estética del trabajo, Ia ideologia del trabajo y del traba- jador, la filosoffa de la actividad productiva y de la crea- cién, nos decepeionaron, es verdad que un desplazamiento masivo de afectividad y de actividad (sin hablar de las acti- idades materiales) se ha voleado hacia Ios esparcimfentos. Pero si es justo afirmar que estos esparcimientos preparan nuevas decepciones y frustraciones, ghacia dénde se orien- tarn pronto las esperanzas y los anhclos? 3 VIDA COTIDIANA Y DIVERSIDAD Las “Iluvias” de Ia téeniea aleanzan a lo cotidiano. Este se beneficia con ciertos descubrimientos sientificos. Seria ‘idfeulo negar e papel del frfo y el ealor en su aplicacion douéstica, Jo mismo que el de la eleetricidad, el agua co, sriente y el gas etileno en nuestros campos, como tambien maravillarse declarando que la vida se ha trausformmade Limitémonos a sefialar que solo han cambiado las euali, dudes mecdnicas derivadas de la técnica y en objetos cela, tivamente simples. Ta alta técnica penetra en lo cotidiano en forma de Sedget.” El estadio de una lista de los gadgets més inge- Poses, 1m euadro de su aplicacién a Io cotidiano, debe per. Br de un trabajo detallado sobre la vida cotidiana, Creonos gue de Ta acumulacién de gadgets resulta una obstruceidn que en nada modifiearé a la vida cotidiana. Cuando al gulen se dedica a la “prospectiva” con respecto a lo cot iano, cuando imagina su porvenir, se lo representa comp una enorme acumulacién de gadgets, tanto en las novelas de antiefpacién como en obras serias como Ia de Michel Ragon, Les cités de Vavenir3, To que se consume empleando un gadget s un signo de teenicidad, Aquf también el consumo de signos y significa. clones juega un rol. Se entra en lo imaginario mientras so cree estar en lo real idéntico a lo racional. zDeberia indig. namos esa mezela de suefio y de practicidad que aparece f Atefactos, mocanismas, (2, de la T.) *M. Regon: Les cités de Tavenir, Encyclopédie Plandte, 1968, 23 TENSE LEFEVRE todos Tos dias en tantas publicacfones destinadas a la mujer y-aun a los maridos? ¢Rechazaremos por principio lo ima- ginario? En absoluto. "Pero el rol del pensamiento critico es, en primer lugar, descubrir las confusiones. Lo imagina- Hio social, producido por el lenguaje, en general, sostenido ‘por determinadas imigenes y simbolismos, comporta enga- fag, ilusion, mistifieacién, A pastir de determinado estrato, Jo imaginario se separa de lo real y, precisamente entonces, es tomado como real, como lo real. El pensamiento critico debe elucidar la oscilactén entre Jos dos términos (lo real-racional, lo imaginario-ficticio), poniendo fin por el conocimiento @ ese parpadeo (que re" cuerda al del significante y del significado en el signo, pero con otra amplitud). El consumo de signos de la técnica, en los gadgets, hace olvidar que el gadget y el objeto técnico de uso corriente (comprendido el antomévil) son solo la ‘parodia de los verdaderas objetos técnicos y que la multi- plicacién de esos pilidos sirmulacros reeliza, en el mojor de los casos, algo tan complicado como Io cotidfano, que esti muy por debajo y bien lejos de ln alta complejidad de la técnica, La lectora o el lector de semanarios consumen textos pu- blicitarios. El coleccionista de Naveros acnmula los signos de la propiedad, Pero la propiedad es 0 no es. El espectador do strip-tease consume los signos del crotismo. Pero el er0- tismo no se consume mediante signos, se hace. Es un acto sieinpre diferente, es una obra lograda o irrisorfa, El con- sumo de signas, simbolos y significaciones, slo puede dejar insatisfecho. De igual modo que el consumo de los signos de Ia técnica y del poder. Los signos no son inocentes ni inofensivos: grupos y agentes sociales los lanzan 0 se apo- deran de ellos. Hacen de ellos signos de exclusion 0 de inelusign en determinado grado de jerarqufa expresada por signos que, de entrada, parecen decir otra cosa (la técnica, por ejemplo, en el caso privilegiado del autombvil). El consumo, siempre igual a si mismo, de los signos de Ja técnica forma parte de las ilusiones de los signos y del consumo. El término “sociedad de consumo” disimula un aspecto de dicha sociedad, en particular las nuevas formas de pobreza que marcan est sociedad: el escarnio de lo coti- diano, el frfo y miserable rigor de los “conjuntos” urbanos, la sitnacién dé endeudamiento y de dependencia socioeco- ‘TRONICIDAD ¥ coTMIANEMDAD 29 némica, la escasex creciente de espacio y de tiempo, etester ra, Ese término encubre una ‘deologiay us apologia Al mismo tiempo va lejos, mucho més lejos de lo que sospechan sus promotores, EI consumo real, el de lo real, es destructor, Los consu- midores devoran las riquezas y obras de veiute siglos ins cluso Is ciudad. Este consumo real se completa con un com. sumo en lo imaginario y de lo imaginario, desdoblado tam. bién él: consumo de imigenes (cine, television, reproduc. ciones) y consumo do signos. En particular los de la publi. eidad misma, bien de consumo de primera Knea, La sociedad Hamada de consumo ofrece a sus miembros el consuino de especticulos. Estas palabras significan que Ja vista y el ofdo funcionan como érganos devoradores de imdgeues y sonidos, de palabras y de significaciones, y que ese alimento audiovisual comporta a la vez una vasta infor. macién y una profunda frustracién, Aqui también hay paso del uno al otro, cobertura de una por la otra, ascilacién, parpadeo, torniquete. El mundo se da en especticulo —exteriorizado, transformado en objeto segiin el modelo de la imagen y del signo, sustraido a la participecién activa— para alimentar el consumo devorador, El consimidor de significaciones toma el significante por el significalo. Se le vende muy caro el signo de la cosa de la que eree apropiarse. El consumidor de signos téenicos es doblemente engafiado pues una técnica es una. prictiea 9 no es nada, En efecto, ese consumidor devora la ideologia de Ia tecnicidad, la misma en todas partes, siempre idéntica a s{ misma, Es innecesario repetir que esta soudoactividad absorbe y deglute sin cesar un género particular de lo que denominanios culture, La transformacién de miltiples cul- turas en mereancias de consumo monétono Tleva asimismo a su parcelacién, su dislocacién, su ideologizacién, Todo esto ya se ha dicho. Dejemos a los idedlogos especializados la tarea de discernir los “lades buenos" y “malos” de dicho pro- ceso. Tales idedlogos, especialistas del buen sentido, de la via intermedia y del justo medio, no faltan nunca.” Agre guemos aqui a los anilisis criticos esta observacién: cada Vez se acentiia mis el espectéculo uniforme de la téenica ¥> por consiguiente, de las puras y simples significeciones Que se ofrecen (y se venden) a la gente sumergi tidiano, 30 ‘HENRI LEFEBVRE En las pantallas de cine y televisiéu, como en la “reali- Gad’, o} folldore y Ia técnica se complementan con éxito y se equilibran pasando de uno al otro, Asi el especticulo del mundo, Jos esparcimientos, el turismo, conforman su estructura ante nuestros ojos. Su campo de significaciones sigue la ley de una oposicién adecuada: por un Indo, pasa- tismo, nostalgia, variedades, visitas a las bellezas muertas de Jos museos y las ciudades antiguas y medievales; por el otro, cohetes, misiles, oiudades cientificas, instalaciones pro- digiosas pero idénticas en todas ‘partes. Entre ambos, el abandono de Jo cotidisno, Concebido asf, es decir, situado en la sociedad contem- porinea, lo cotidiano aparece encajado en el hueco entre el pasado folklérico y las virtualidades de Ja téenica, Ese hhuceo podrfa y deberia Ienarse, Permanece vacio y es lle- nado falsamente con una sustaneia ambigua. Esti organi- zado como ausencia y presencia ilusorias. Agregamos que est institucionalizado y constituido y que el mas simple cambio, el més previsible y menos ineluctable, plantea pro- blemas ilusorios y aparentemente insolubles. Con este enfo- que, la pfldora ‘anticonceptiva tiene mis importancia que los cohetes interplanetarios. Suscita mis objeciones y obs- téculos que entusiasmo. Efectivamente, la pfldora resque- braja una cotidianeidad que, no nos cansazemos de repetilo, €s, hajo Ta dgida del Estado, de las jerarquias burocriticas y la organizacién protendidamente racional de la prictica social, la institucién caracteristica de nuestra época. (pig. 68). Examinemos répidamente el uso legitimo del concepto de sistema en lugar de fetichizarlo. En el eurso de una in, vestigacién, el sabio puede croarse una serie de convencio. es due definan tal o cual sistema. Debe determinar las condiciones de existencia de ese sistema, su identidad y su ‘dentificacién, las modificaciones que puede sufiir sin por- der su identidad y las que lo transformian en oto sistema, Je entrada y salida de los elementos que lo constituyen, cteétera, Un sistema asi, correctamente definido, se cont Werte on un instrumento. metodolégico y la investigacion S aplica entonces a lo que le ocutre, a las relaciones on las cuales entra, a sus consolidaciones y sus destruccioues ¢ventuales. La sociologia procedera ast a nivel microsooio. égico 0 macrosociolégico, estudiando tal grupo, tal red de relaciones. Poro Ia escuela estructuralista no se conforma con esa forma de empleo racional del sistema y del modelo. Elle Se Gesliza de la metodologia a la epistemologia, es decir, de la biisqueda de un instrumento del conocimiento al dow, matismo que declara que determinado saber es una adqii. sicién definitiva, fuera de toda discusién. Ese paso 0, més bien, ese salto de la metodologfa a la cpistemologia parece dificil y, sin embargo, se realiza con facilidad. Basta declarar que uno descubre el suelo, el ec pacio original de constitucién del saber, su mantillo, su “sé. clo”, © también que uno desprende’a los conceptos de toda ideologia, aleanzando el rigor perfecto de un conoci, nicnto liberado de toda contingencia, de toda condicién, de todo presupuesto, en una palabra, absolute, | BENRE LEFEBVRE EI pretendido zécalo epistemoldgico coincidiria con el zécalo de Ia sociedad, con la base y el fundamento inmu- fable del orden. Las normas, liberadoras con respecto a la “naturaleza” y su caos, su irvacionalidad, producirian a Ia vez el lenguaje y la vida social, Serian constitutivas de la sociedad. Ja idea de un paso de Ia necesidad a la bber- tad, de un sentimiento de Io humano y de la historia, per- derfa todo sentido. Pasamos expresimente de Ios filésofos de Ja libertad a las apologias filoséficas (sistematizadas) de Ta roglamentacién, Ia ley, Ia norma, Habria estructuras in- conscientes, a Ia vez mentales y sociales, inmanentes al len- guaje y a Ia organizacién social. L.a historia y la historieidad no son solo disentidas ¢ impugnaclas como sentido sino ani- quiladas por la intemporalidad de las estructuras. ‘Més bien que un modelo epistemoldgico, nosotros prefe- rimos extraer de la lingiifstica indicaciones metodolégicas. Mas que respuestas y dogmatismos, esperamos de ella una forma precisa de cuestionamiento. Mas que un corpus, re- cibimos de ella ciertos instrumentos de investigacién y de anilisis: las nociones meneionadas de nivel y de dimensién sobre las cuales volveremos a insistiz. Rechazamos, asf, esa epistenioiogia que, declaréndose rigurosa, encierza ‘una’ teo- ria dogmatic segtin Ia cual “el hombre”, bajo una aparente historicidad (ilusoria), est atravesado o constituide por un “impensado” que no logra pensar y ni siguiem docin Es te “impensado”, paraddjicamente, residirfa en el lenguaje; 1a ciencia del lenguaje vendrfa, por fin, a revelar este ponsa- miento “salvaje” manifestado en una especulacién virtual. Repetimos, una yez mis, que el metalenguaje no nos parece el lenguaje de Je verdad al fin descubierta sino el de la gran sedundancia, de la repeticién de mensajes del pasado por falta de capacidad para omitir mensajes nuevos. jQue los tedricos de esta situacién la pongan como perspectiva y Ja inviertan a su favor, no tiene nada de nuevo y es entera- mente normall Primera cuestién. Con respecto a todo texto social (ha- lado, escrito) y también a todo campo de significaciones (misica, pintura, paisaje, mouumento, eteétera), podemos y debesos preguntar: “Quiéa habla? ¢Quién eseribe? ;Quién actia? gQuién ha hecho eso?” Es la cuestidn del Sujeto Los filésofos clisicos formula- ron la pregunta, Pero no podian responder a clla. Mis EL. CONTHASISrEASA : 6 aun, ella les impedia buscar una respuesta, La nocién filo. sifica de Sujeto pensante (el Cogito, la Ménada, el Ego ascendental u ontolégico), transcripeidn especulativa del sujeto pensante y del Ego del filésofo, daba Ta respuesta en la pregunta, _ Ja respuesta a Ja interrogacién parte de un conoeimiento clentifico: psicolégico, sociol6gico, histérico, eteétera. No Siempre el que parece hablar o actuar es ef sujto seal, ot agente 0 el actor. Ello puede ser un aspecto de ese alguien (ese alguien como esto 0 como aquello) aunque a menwie €s algiin otro quien habla por su boca 0 que actiia por su it. termedio. Por ejemplo, el que habla cita, conscientemento 0 mor est recordanda. O bien pasa del yo al nosotros, del ‘Bice ents o al @. Salta de wn suet individual a un social, a un grupo, Pui i vos, agen- A sore :po. Pues hay sujetos colectivos, agen Sobre este punto importante es imposible no ace} testimonio de ios psicoanalistas (lo que no implica ly cpt, cibn de todos sus conceptos y sus elaboraciones teéricns), EI psicoandlisis supone y muestra que a aquel que habla 0 parece hablar hic et nune Io sustituye otro: el nifio que fue 0 el inconsciente o un cierto lenguaje. Sin apolar al psicoanilisis, el teatro y la relaciém de los tres términos que one ea essena (autos, actor, publico), muestra un juego mplejo de sustituciones. i ve a eae Hasta la simple Jectura y la Tndiscutiblemente hay sustitueiones. Entonees, el Sujeto es Jo sustituible. A? menos hasta eferto punto. "No os ys mas Io Unico y lo Total. Nosotros sostenemos que la side jetividad no es ni yo ni nosotros sino el paso, la transicion de uno al otro, y su reciproca. Por otra parte, es exacty due para el Ego Ta sustitucién comporta uns sefal, la de In muerte (sin que encierre por ello un pensamicnto de Ie muerte). “Yo soy quien muere.” Esta comprobacién, que parte del lenguaje y de la conciencia, no se separa de Ja verdad inversa: “Yo soy quien vive.” Fsicolégiea y sociolé, sicamente, fo sustituible varia sogin las situaclones: ya sea designando el sustituto y el praceso de sustitucién, abictto a toda sustitueién, ya impidiendo tal o cual snstitucion, 2 veces abierto, a veces cerrado. Es0s procesos pueden estu- diarse metédicamente a partir de la pregunta inicial, Asi la teoria antigua del sujeto se transforma en teoria de DENRE LEFEBVRE 76 jor por qué la filosoffa es sutituctones. Comprenemos mejor por qué Ja filosffa > puovle suminitrar tao los elomentes de ani de l realidad Tiamada “humana”. No tenemos que plantear los problemas en términos filoséficos 3, progontarnos ostno es a sustitieiin, eudles son las condiciones de exis Ray de intl de one Teneo gu captar empiricamente el principio y, Inego, conceptualmen- fei so oper ns Ce “I resuponen un leaguaje. Preguntas y res- estas inplieas ef eonociniento del lenguafe. Esto m0 Guiere decir que el lenguaje baste. Es pasble que Tes su itor se vineulen y se dsvineulen on wn nivel de realida Aistte que el del dseuse: por ejemplo, en e) do Ia uacioné Jlogias, Tan pronto quedan los signifi- cant noats Se ansformen Sgnicciones seis por € mn la revolucién cultural cuando ella deter- ance e tog significa lo permitido, y e] verde lo prohi- bide). ‘bien los significantes cammbian y “sentido se mantiene (por ejemplo, cuando una mujer cambia de nom bre al eanasey quiere “ronsrvar su persoaliad) ss sustitueiones se operan ya sea por dosti yo at oto, del mi al hovoind elena) 8 or satos (a pasar de un punto de vista a otro, de Ia estrategia de un. Erupo a it estrategia de otto Erupo gn el caso do comespon- denci 4 jas, etcétera). En e] deslizamiento, la sus- ttucion Goer seaen ey el interior tel ondon’corcano Grelacion del yo, del ti y dol nosotros, grupos de correspon- dencia inmediata y Gatica, familia y vegindad)- Ba el eso i i i el salto, la sustitucién de une discontinuidad miixima, el salto, i slectia en el orden lejano (las relaciones de clase, pueblo, nacién, Estado, etcétera). O en el desorden, 7 : Fl sujeto no es, pues, sustancia a la manera de} sujeto cartesiano (aunque se lo dialectice senebiéndoln como cindido, desgarrado, dividide contra si 9). Sin em! go, el soto aves nada simple eleeto del Ingo, mn stacfon de lo inconsciente, ficeién gramatical. EI sujeto sto suniibhe, determizado como tal en lon dos Srlenes © niveles articulados que presentan les sociedades: el or- den cercano (yo, ti, nosotros) y el orden lejano (ellos, se, oe jt importante serfa el des- operaein psieoldgicamente mas importante seri Tieamento que russtaye el yo por el nosotros el vosotres. EL CONTHASISTENEA 7 Sociolégicamoute, lo importante es el salto del yo al ellos, Gel mé al se, Es decir que en el orden eexeauo la suite, cién parte de In psieologia, y en el orden Tejano de la so. ciologia. Wn el orden eereano basta, tal vez, examinar Ing situaciones| En el orden lejano, lo que cuenta es la ideo. (28{ ¥ Se funcionamiento ¥ difusién mediante un lenguafe (palabra, escritura, imagen), Por otra parte, es ovidente que le sustitucién tiene sus limites. Sin ello desembocarfamos en una teorla del eae bio generalizado segiin In cual los “sujetos” circularian como cosas, como bienes, Pero uo es asi. No todo es sustituible, El limite, lo no sustituible, es, en primer Ingar, fa realidad material: el propio cuerpo. Es también el aunbiente que nos rodea, como tambiéa la ropa, los mucbles, los objetos Gue pueden, por un lado, format conjuntos coherentes y, por el otto, pueden intercambiarse, prestarse, desteuitse, Pero “nuestros” objetos Hevan nuestro sello, 1 no son coon Bletamente intercambiables ni cambiables, quedan en wn fmbigiiedad: Ia intimidad, El Ego, como organizador do Jk vida comporal y ambiental, como portador de apropiaci, nes, solo se deja desposcer por media de una avedion sien © mental. Tal vex canaliza miicleos irreductibles, nticlecs afectivos y a veces arcaicos, vinculados a simbolos, Ea lo prictico-sensible esté, pues, lo ineductible y la Sustitucfon ace que sujan xesiduos. Paradéjicamente, Jo itreduetible, con relacién al Sujeto sustituible, es el Own, Bs el Otro en mf: mi cuerpo, mi vide sensible y précticn, nls emociones; mi cuerpo que n0 es yo, mis posesiones propiedades que no son mi, pero que estin mareadas por mt, Asi, jel Otro es él Mismo! Za Sostitueién no se reduce pues a un cambio de signi- ficantes. Fl cambio no es simple comunicacién en la eae. parencia. Veremos que la sustituciéu normal es reverb Pupone una funciOn que todavia no hemos examinador Ig funeién referencial. Ella implica una légica de le tdeate dad una realidad accesible al buen sentido, una idcolesia comin y aceptada. Sin referenciales, gebmo constatar I, ustitucién? Como tomar conciencia de ella? sCbri0 vol Yer hacia atrés? Por desgracia, Ia sustituefén puede combing al referencial o destruirlo, EI roferencial que se modifi puede implicar sustituciones sin conciencia, ignoradas, EL sujet hha cambiado, al camblar do diferencial, “defindose 8 HENRI LEFEBVRE lever fuera de sus referencias pricticas o ideologicas. En- tonces, sustitucién equivale a alienacién. ; : Alguuas palabras sobre el “sujeto y Ja historia’. Fue el pronpucsto do ona flosofia de ta historia gad, no sin conflictos, a una antropologia floséfica. El sujeto era al hombre 0 el hombre total. ie Es imposible mantener esas nociones. Y, sin embargo, no es indispensable sactifear al sujeto. De It Hosoffa separa mos el concepto de aujeto para transiormarlo. El sujeto se desdobla, Por un lado, tenemos sujetas socidless grupos y clases. Bor otro, tenemos los agentes sociolégicas eapaces de elaborar y poner en accién estrategias econémius, po- eas, nities, etcAera, La sociodad no pusle definise ‘como "un sujeto sino como un conjunto de sujetos sociales (ao sin fagunas) y una ved do agentes soiol6gcos (no sin Sebildader). 1 status de la sociedad pers intermediaro entre In cohezeneia y la incoherencia, entze el sistema y la iracionalidad, ene el Too y Nadas iu i tomado Segunda cuestién. Un lo que antecede hemos ti come toma de refletion y punto de part la funcion ex. presiva, segin R Jakobson, centrada sobre el destinatario (en estado puro: 1a interjeccién). Hablando de ella se puc- de proceder a una primera divisién de los textos sociales (las_ partes expresivas referidas a su sujeto). Esa primera divisién es relativa, provisoria. Deja un enorme residuo ‘que pone en evideneta. ; Gonsideremgs ahora le funcidn fica 0 de contacto, (en estado puro: “hola, hola”, 0 bien, “ch”). 2A quién habla gules? No es seguro que yo me dine al inteloutr, en. focado y designado con un nombre propio. A tavés de é puede enfocar a algin otro. Directarnente o transhieidamen- te. Hay transferencias conscientes © inconscienter 0, nds bien, sustituciones, espontineas 0 forzadas. Asi, en Ja tele- visién, tal discurso politico se ditige a tal grupo a través de tal otro; o bien tal grupo se siente aludido a través de oto, El intedoentor caubla en ef curso de un discurso. zQué es el lector? Alguien que se modifica durante la fectura; el texto “bien eterito” toma en cuenta esas modi- ficaciones. i ‘Tercera cuestién. Pasemos a la funciéa Lsmada connati- v0, orieatada hacia el destinataria, gCan qué objeto? ,Qué EL CONTRASISTEMA. ao efecto quiere ohtener ef discurso, el texto, el acto? Se exax minaré la finalidad y racionalidad del texto o del avto ia, terrogado a través de los signos de la actividad. A menudo el objetivo esta oculto. Sin el juego de disimulos y revela. clones, los textos y discursos tienen poco efecto. Ie neve. saria la sorpresa, el desplazendiento del objetivo, cubsislo ¥ deseubrirlo, insinuarlo al sorprender. Para responder a esta cuestién se impone otra divisién: el andlisis busca ol objetivo, jalona los desplizamientos, selecciona los argu mentos. Cuarta cuestién. weimos que los niveles pueden ser articulados (es el caso de la doble erticulacién descubierta por los lingitis- {as entre los fonemas y monemas), o bien separados por ua hiato 0 “blanco” social. Citemos aqui un ejemplo. el anilisis comenzado por el Instituto de Sociologia, Urbs. a sobre el habitar, en las afueras “pabellonarias”, permitis deslindar y definir jos niveles. En ef primer nivel (esta cla- sificscién proviene del aniilisis como operacién) se dese. bre, por un lado, una cantidad de reglamentaciones que so aplican a los interosados, reglameutaciones de cardcter cox, ndmico y social , por otto lado, cierta apropiacin del espe clo Por un pequeiio grupo familiar. En ese primer nivel, el andlisis distingue otros niveles; el cercado, la sefialacién (de “xincones’, de lugares intimos 2 los que se asignan sine holos), la disposicién del espacio acupado con cievte liber- tad. Esos niveles subordinados estin bien articulados, es decir, que son inseparables, inherentes los unos a las otros dados en una unidad con’ sus diferencias. Entse el aivel de Ja apropizcién y 1 del “sueiio del pabellén”, el suche de Ja felicidad en Ja “casa propia”, hay igualments una artiou, lacién que puede captarse, El’ sueito cotidiano os una ma, 98 [HENGE CEFEBVRE, nera de hablar su vida, de hablarse su vida apartando lo a traeria desgracia, no diciendo las desgracias. El hiato se halla entre esos niveles y la ideologfa elaborada por los “pensadores” oficiales y los hombres de Kstado de la Tercera Hepébliea, por razones de alta estrategia politica y difun- didos con éxito. La ideologia penetra la utopia, la legitina, Ja acontia, pero difiere profundamente de ella, como la representacién de la propiedad puede diferenciarse de un suefio ms © menos irrisoriamente vivido por los propletarios para quienes su propiedad no es Jo que Jos define, Del Tismo modo, la ideologia penetra la apropiacién privativa al espacio pro eta ftima se vingul a conoapto de prasis mis que al de ideologia. Segia Ia investigacién realizada por el método lingilistico (entrevistas no directivas exami- nadas Tuego por un andlisis del lenguaje) cl sentido nace oscuramente, si no “inconscientemente”, en el primer nivel, €l de la apropiacida (en contlicto con Jas reglamentacio- nes), No se trata de una “reapropiacién” aunque el pabe- 3én ‘pueda parecer una supervivencia mininturizada de los antiguos espacios ocupados, En el segundo nivel, €] del “suefio del pabellén”, e) lenguaje retoma ese sentido, 6 sea, fo fntimo y la intimidad, pero lo modifica integréndolo en ‘un conjunto de oposiciones paradigmdticas (ciudad y campo, sombra y sol, naturaleza y felicidad, enfermedad y salud) ¥ de ligazones sintagmiticas (oganizacién espactal, muy mals por to demés, de las afueras). Ast parece resolverse +e] conflicto entre las reglamentaciones y la apropiacién en Ja préctica. Lo imaginario (social) desplaza el sentido de la apropiacién y lo reemplaza por un contrasentido que no nace en e]zlsmo Tuga sino que proviene de otra re La i ja de Ja propiedad introduce un suplemento (para- save) de sem gue proviene Sele socedad en so con junto. ae Alisis agudo permite discernir, pues, en este habitar, ae a ‘oriniees vista rece un hecho simple, tres capas. La primera es a In vez efectiva (prictica) y afvctiva. Parédi- camente tal Vez, caricaturescamente, es una obra. La se- gunda, parte de lo imaginario social, La tercera, de un estu- dio de lis estrategias politicas y principalmente de la estra- tegia enfocada por los politicos de Ia Tercera Repablica con l objetivo de integrar a la clase obrera mediante el “acceso a la propiedad”, EL CONTRASISTEMA 7 }- ideologia tiene por vehiculo el lenguaje. La apropiae cién efectiva y afectiva del tiempo y el espacio se expresa en cosas y expresiones. Solo el nivel intermedio tiene por soporte verdadero al lenguaje. Las oposiciones (entre la libertad del habitar pabellonario y el sometimiente de Ia gente que vive en el centro de las ciudades o en los nuevos conjunios; entre la naturaleza simbolizada por un poco de ‘hierba y lo ficticio urbano; entre la salud y Ia felicidad de Jos “pabellonarios” y la desdicha de los demis), son hechos ‘hablantes, vehiculizados por sixtagmas congelados y por vne retériea particular, Los habitantes Uenan de sigaos an espacio que liam modelado y formado en otto nivel, en otra racionalidad y otra finalidad. sos signos y_significantes se consumen en forma de un gran sueiio enfirleo, Algtin dia tratsremos de generalizar para nuestra soctedad ese esquema de los tres niveles. gNo es aplicable a la ropa, a los alimentos, a las diversiones, a la vida urbana? En el primer nivel, en cada sector 0 subconjunto, descubritfamos cierta apropiaeién conereta y préctica de un pequeiio mundo Ge objetos, de un tiempo y un espacio en conilicto eon las nonnas coercitivas, En el segundo nivel, recuperarlamos lo imaginatio soeial: el consumo masivo de oposiciones, de signos, de simbolos, vehiculizados por Tus expresiones, por Ja eseritara 0 Ja imagen (la moda y los diarios de mola, los relatos ¢ informes deportivos 0 gastronémicos, etedtera), Por ultimo, en e] nivel Superior, podriamos analizar las ideo- logias: la de la femineidad y la virilidad en la vestimenta, Ja de la compotencia, la de la cultura francesa, en la moda y Ja cocina, En cada dominio y sector, es decir, en cada stu. Conjunto desdlosado de la vida cotidiana, podemos llevar 2 cabo este anilisis, Pero aqui no es este nuestro propdsite, Los primeros niveles —lo apropiado y lo imaginado— estan ligudos con cierta cohesién, compensando el segundo las insuficiencias del primero y resolviendo en apatiencia los conflictos entre normas y actividades de apropiacién. Por el contraio, entre esos dos niveles y Ia ideologis que log engloba, hay un vaefo. Para reconocer el origen y el im. pacto de la ideologia se impone un estudio histévieo. La historicidad y la historia vuelven a ubicarse en su lugar, El andlisis permite discernir los rasgos especificos de cada nivel como también tas dos diferencias entre los niveles, la articulacién y la desnivelacién (hiato, laguna o blanco so- 100 HENRI LEPEDVRE cial). Por otra parte, descubrimos conjuntos significantes, a las diferencias que el anilisis deseubre hacen dificil hablar de sistemas. 7 ‘Lo que sefiala Michel Foucault resulta por denis exacto. El estructuralismo dagmitico y sistemitico quiere salir del juiso “desde 1 punto de vista de la norma, la regla y el sistema”,® es decir, de la coercién, Eso es ls que nosotros le reprochamnos. Se pasa en silencio la apropiacién, es decir, la obra, mediocre y ridfeula a veces pero real, que se realiza contra y a pesar de las normas. Se pasa de una filosofia de la libertad (que después de Marx retomaron J-P. Sartre, Georges Gurvitch y algunos otros), a una filosofia de Tas reglamentaciones. ¢La ciencia de la libertad habria frac: sudo con la Revohicién? Tal vez. Pero habria que demos- trarlo en otra forma que con anilisis epistemolégicos. Habra que demostrar c6mo y por qué el horizonte, en este sentido, esta tapada y por qué razones el conocimiento deberia ubiearse y aceptar el punto de vista de las normas cocrcitivas. Admitamos que haya que modificar el conoci- miento, que se proclamaba ciencia de Ja libertad y de te particular, para eonvertirlo en ciencia de lo necesario y de {9 general, pero ello no es una raz6n suficiente para valo- izar las coercioues, para legitimerlas con la apariencia de conceptos (como el de Sistema). Bs cierto que las maquiinas funcionan caleulando las com- binaciones de Jos elementos y eliminando ciertas combina. ciones segiin las imposicfones de su programa. gSeré el iuevo punto de partida del conocimiento? En nombre del Conocimiento y de sus imperatives légicos, ghabria que 1e- Gucir la ereacién al descubrimiento de una _combinacion todavia no empleada y, por consiguiente, “inconsciente”? En la presentacidn del estru ‘turalismo integral se confunden peligrosamente el punto de vista de un combinado universal Ctomado de la eibemética y de la teoria de la informaciéa) y el punto de vista de la norma, “Se dird que hay ciencia humana no en todas partes donde se habla del hombre sino en todas partes donde hay anilisis en la dimensién propia del inconsciente, de las normas, las reglas, los conjuntos sig- nificantes” (M. Foucault, op. cit., pag. 376). Las sociedades ‘pasadas, que lor métodos histéricos permiten acerear si no © Les Mots ot les Choses, pig. $72, EL CONTRASISTEMA 101 explicar, se cousideraron siempre cerrailas y cohierentes; em- pleaban Jas normas y reglas que podian imponer. Por lo ‘que sabemos de ellas, Ja Igica y la pedagogia, las prohibi- ciones sexuales y la organizacién del trabajo, convergian en un sentido: mantener las condiciones de existencia de los grupos. Los conjuntos significantes existieron en la practi- ca mucho antes de su aparieién en la literatura y la Filosofia, anucho antes de su descubrimiento teérico. Cualquier ané- isis grosero de la ciudad antigua o medieval revela tales “conjuntos significantes” (Jos monuments, e] estilo de la ciudad) y las normas y reglas que dieron’a esas ciudades una fuerte coherencia. Lo que definia wna forma limitada, Gestinada a estallar, Sin embargo, la historia parece mostrar que las sociedades pasadas no trataron de cerrarse comple- tamente salvo en los momentos en que se sentian amenaza- das desde afuera o desde adeutro. El fortalecimiento de la estructura iba parejo con su desmoronamiento, En nuestra sociedad, que data de la producciéa indus- trial (sin que se deba por ello definirla como “sociedad in- dustrial”), los hiatos han sido numerosos. Por esos huecos ypasaban las fueraas nuevas, las iniciativas de los individuos (por ejemplo, los “empresarios”), o de clases y grupos (los sindicatos obreros, los grupos patronales 0 monopolistas). Después de los periodos de mutaeién o de vevolucién, las superestructuras antiguas 0 nuevas no lograban tapar las fisuras. La ideologia de la libertad y la filosofia del sujeto tenfan una relacién con esta situacién. Ellas la expresaban tratando de agrandar las brechas. El individu, con o sin ideologfa individualista, sacaba provecho de ello, mientras que el derecho, la moral, las estrategias politicas, se empe- Faban en eezrar los huecos por los cuales aquel podia pasar, A medida que las eribas y redes —controles sociales, barre- ras institucionales, filtros de normas y del lenguaje— se volvian nsis finas, los deseos de] individuo capax de sopartar esta situacién se afinaban igualmente. Sufrfa pero duraba. Una cantidad de hombres capaces de intentar la individua- lizacién (Ja realizacién de si mismo en una obra, en un acto, en “el objeto” singular de nn deseo singular) calan en el camino, vietimas de neurosis, abendonando la lucha, Solo algunos pasaban. Pocos Tlegaban hasta la accién de retomo; modifieaban algo de esa sociedad de la que surgian, intentaban a veces transformarla. 102 HENRI LEFEVRE Poner el acento en la coercién, la norma y Ia regla, en nombre del rigor cfentifico, nos parece nn hecho extrema- damente grave. :Deben las ciencias sociales ocuparse de las instituciones, es decir de normas, reglas, y conjuntos cons- tituidos? $i, por cierto, pero no para consagrar lo insti- tucional, para darle validez y proporcionarle un certificado de legitimidad. Menos aun para facilitar su tarea y ayu- darlas a funcionar bien. El conocimiento de las instituciones implica la critica radical de las instituciones. Parece que actualmente homibres de una inteligencia pe- netrante se proponen apretar las mallas de la ted para que nadie pueda pasar, Se quiere el triunfo de una concepcién del saber que valorice los conformismos y las coerciones. gNo se ocupa cierto psicoanilisis de reenperar a los desdi- Shados atrapados en la red, que no pudieron atravesar la criba, y que fracasan en la individualizacién? Se los de- vuelve a las normas, a las instituciones existentes. Los teéri- cas proclaman el fin del individuo en nombre del Sistema, al mismo tiempo que el fin del “hombre” en general, del hhumanismo ieolégico. Esti bien. No nos cansaremos de repetir que e) nihilismo coincide con Ja sistematizacién de Jo institucional. El desdén tedrico por el concepto de nivel impide a C. LéviStiauss la comprensién de la historia. Lo que le permite nivelarla. gCémo callfiear, sino como iage- ua (a menos que no sea astuefa) su tesis que hace entrar todas Jas formas de intercambio y de comunicacién en una categoria: e] intercambio eu general, la comunicacién en general, 0 sea, el comercia, en la acepeién del siglo xvi? La famosa operacién, denunciada por Marx, con respecto a las sustancias naturales, los drboles reducidos al arbol fen general, se reltera para los perfodos histéricos y las di- versidades sociales. Es la misma “desustanciacién”, con el pretexto de un conocimiento de To general, de la forma (ver Anthropologie structurale, pags. 326 y sigs.). La sociedad ia atravesado niveles historicos de erecimien- to y desarrollo bien definidos por Marx: modos y relaciones de produccién, formas politicas, Si se retoman las tenden- cins de Marx, esta nueva elaboracién no puede realizarse sino acentuando las diferencias y no reabsorbiéndolas en las generalidades (;nivelindolas porque se ignoran los niveles!). E] pensamiento de C, Lévi-Strauss y su escuela parte de algunas oposiciones persistentes, La mas caracteristica es EL CONTRASISTEMA 103 1k oposicién “seducciénextrapolacién’, ya sefialada muchas veces. Si se llega hasta el final de su pensamiento, encontramos una curiesa predileccién casi manitica por lo inmévil, por el cuadio, el grifico. El tipo de inteligibilidad que valoriza excluye el tiempo y se basa en el espacio. En lugar de ‘buscar las insnficlencias de una matriz, de un grafico, de una tabla, para captar a movilidad, prefieren negar la’ movili- dad siegando que se trate de una preferencia. Si quiere re- ee el sistema referencial “inconsciente” de la mayoria de la gente en su cotidianeidad, presento un cuadro de opo- siciones porsistentos que delinean el espacio de la vida horizonte Ona | { re fizquierda derecba | abajo entorno Este pequefio cuadto, lejos de proporcionar la inteligibi- Yidad de lo cotidiano me muestra sus limites. Me cuidaré de consagrarlo como “espacio de la representacién”, como “espacio douce se aloja el conocimiento”, como matriz, como un “campo” jy menos aun como un tipo de equilibrio y una normal Su pobreza revela, en cierta medida, la po- breza del “espacio de In cotidianeidad”, Lejos de pasar por su estructura 0 su forma inteligible, ese estereotipo se uti-

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