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EL HISTORIADOR Y LA HISTORIA EL HISTORIADOR, SU PRESENTE Y FL PASADO HISTORICO Como acabamos de ver en el capitulo precedente, Ia historia —o la historiografia— no puede entenderse al margen del historiador. De 1 depende y ha dependido siempre el tipo de historia que se realiza, el método utilizado, las teorias histéricas y, en definitiva, el produc- to historiogréfico resultante. De tal manera que no puede entender- ¢ el conocimiento histérico sin el historiador. Pero el historiador, ese hombre como cualquier otro hombre que vive en una sociedad, se acerca al conocimiento del pasado a partir de su propio presente. La historia, asi, «es la relacién, la conjun- Gién establecida por iniciativa del historiador, entre dos panos de la hhumanidad: el pasado vivido por los hombres de otrora y el pre- sente en que se desarrolla el esfuerzo por la recuperacién de aquel pasado para beneficio del hombre actual y del hombre venidero» Carr establecia a misma relacién cuando definfa Ia historia como ‘«un proceso continuo de interaccién entre el historiador y sus he- chos, un didlogo sin fin entre el presente y el pasado». EI historiador, pues, se enfrenta a un pasado que trata de com- prender a partir de su presente. Su punto de partida es, inevitable- mente, el presente en que se halla, cuyos problemas, motivaciones y vivencias proyecta hacia el objeto de su estudio. Comprender esta relacién supone comprender, en primer lugar, el cardcter de toda Obra histérica, en el momento preciso en que fue elaborada. El his- toriador briténico Collingwood escribié que «san Agustin vio Ia his- toria desde el punto de vista del cristiano primitivo; Tillamont, 1. Marrow: E1 conocimiento histérico, pég. 3 2 Cann: Qué es ta historia?, pig. 40, 4 EI historiador y la storia desde el de un francés del siglo xvi; Gibbon, desde el de un inglés del xv; Mommsen, desde el del aleman del siglo x1x; a nada con- duce preguntarse cual era el punto de vista adecuado. Cada uno de ellos era el sinico posible para quien lo adoptés.’ Desde esta perspectiva, la ciencia de la historia —en cada mo- mento de su evolucién— se comprende a partir de la época en que se inscribe, del propio presente del historiador. ¥ por eso es fun- damental, antes de penetrar en una obra historiogréfica, conocer su marco histérico. En el ejemplo de Collingwood, «el punto de vista» sobre Ia historia de cada uno de los autores citados se configura, Pues, a partir de las preocupaciones y motivaciones de su época co- rrespondiente. En 1938, Croce formulé ideas parecidas, que han motivado hasta el presente arduas polémicas, cuando situé el conocimiento histéri- co a partir de la estricta contemporaneidad del historiador. Para Croce la historia era «el acto de comprender y entender, inducido por los requerimientos de la vida préctica»,' requerimientos que po- dian situarse en el plano moral, econémico, estético o intelectual, pero que, en cualquier caso, «el conocimiento de “la situacién ac. tual”, como se le llama, se refiere al curso que la vida real ha seguido para llegar a este punto, y en cuanto asi lo hace, es conocimiento hhist6rico»’ La conclusion a que Megaba Croce no dejaba lugar a dudas: «Los requerimientos pricticos que laten bajo cada juicio histérico, dan a toda la historia cardcter de “historia contemporé- nea” por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos por ella referidos; 1a historia, en realidad, esté en relacién con las nece- sidades actuales y la situacién presente en que vibran aquellos he- choss! La tesis crociana, ciertamente, afirma con rotundidad que toda historia es contempordnea, en la medida en que responde a los in- centivos que Ie plantea su presente al historiador. Quiz queria decir 1o mismo el historiador argentino José Ingenieros cuando afir mé que cada generacién debe repensar la historia, Los hombres envejecidos se la entregan corrompida, acomodando los valores histéricos al régimen 2 lado por Cum: Thi ne. 3 {_Soumeo Core! La storia como hacaia de ta libertad, México, Fondo de Cultura Econémica, 1960, pag. 9. » Fone Sid. nae 6: ei Pas EI historiador, su presente y el pasado histérico 4 de sus intereses creados. Es obra de los jévenes transfundirle su sangre nueva, sacudiendo el yugo de las malsanas idolatrias. La historia que de tiempo en tiempo no se repiensa va convirtiéndose de viva en muerta, reemplazando el zigzagueo dramético del devenir social con un quieto panorama de leyendas convencionales? En la historiografia espafiola més reciente el peso del presente ha sido determinante incluso a la hora de escoger los temas de es tudio y andlisis. En 1952, Vicens Vives recordaba el triste panorama de la historiografia académica del momento, lamentando «tanto Is rigidez de los viejos moldes que todavia constrifien su expansién [se refiere a la historia de Espafial, como las faciles estructuras ideologistas con que se pretende poner remedio, por parte de algue nos, al evidente colapso del pensamiento espafiol».’ En 1960, si bien Vicens podia ya resefiar avances historiograficos importantes, adn tenia que referirse a aquellos historiadores «que descienden a la palestra con odios politicos y lanzan sus dardos parapetados en co modos e inmerecidos reductos oficiales»? Recientemente, el historia dor catalin Miquel Izard ha puesto de relieve cémo a partir de los ‘afios 60 se produjo entre los historiadores jévenes un acrecentada interés por la historia del movimiento obrero espafiol, y destacaba que este interés respondfa a una forma de militancia antifranquistai «sus cultivadores nos interesamos casi exclusivamente por 10s, mo vimientos de resistencia, y en especial por los que tuvieron una participacién més destacada en el bando tepublicano de una guerra civil que degeneré en la dictadura que estébamos padeciendor.” Des: de este mismo punto de vista, Ia polémica sobre si en Espafia se habia producido 0 no Ia revolucién burguesa en el siglo x1x estaba viciada desde sus origenes: en el fondo, enfrentaba andlisis distin tos sobre la significacién del régimen franquista, y de estos. andlisis se derivaban estrategias diferenciadas para la lucha antifranquista, Por otra parte, la influencia del presente en el historiador se ma nifiesta también en la utilizacién de las categorfas dél lenguaje. Es sabido que en historia, como en cualquier otra ciencia de la. socie: 7, Citado por Foxtaxa: La Historia, pigs. 3031. 8, JauMe Vicexs Vives en el Prélogo a la primera edicién de la Aproxime cién a ta historia de Espafa. Barcelona, Teide, 1952, pég. 6 9, "En el Prologo a la segunda ediciOn dela misma obra, publicado por Ed, ‘Vicens Vives, Barcelona, 1960, pig. 11. 0. -Miocr, Tznp: hace cien afios), sino que’ contiene una pauta descu- drible y que avanza continuamente (no retrocede, no describe circulos ni da saltos inexplicables), en términos generales, de una fase inferior fa una fase superior de desarrollo. Aprendi, asimismo, que las vidas y ac. ciones de la gente comin constituyen el contenido mismo de la historia, ¥ que aun cuando los factores «materiales» tienen precedencia sobre los institucionales 0 ideologicos, las propias ideas se convierten en una «fuer- za materials al entrar en Ja conciencia activa de los hombres. Mas ain, también aprendi de Engels que, por excelentes que sean los «sistemas» hhistéricos (como el suyo propio y el de Marx, por ejemplo), «toda la historia debe ser estudiada de nuevo». A principios de la década de los afios 70, el historiador briténico Eric J. Hobsbawm sefialaba también con gran rotundidad la inciden- cia de los fenémenos politicos contemporéneos en la historiografia y, en especial, en el ascenso experimentado por la historiografia mar xista: La extraordinaria importancia de los historiadores marxistas en 1a ac tualidad, 0 de los historiadores formados en la escuela marxista, se debe sin duda, en gran parte, a la radicalizacién de los intelectuales y'los estu- diantes en la pasada década, al impacto de las revoluciones del Tercet Mundo, la desintegracién de ias ortodoxias marxistas opuestas al trabajo cientifico original, y también a un factor tan simple como la sucesién de Jas generaciones.” Pero si nos apartamos del campo especifico de 1a historiografia marxista, la relaci6n y las interinfluencias entre politica-ideologia € historiograffa son también evidentes. ¢Hasta qué punto el papel que desempefié Marc Bloch en Ja historiografia europea de entreguerras fue la causa de que el gran historiador galo acabase sus dias tortu- rado en los campos de concentracién nazis? ¢Pudo Bloch diferen- ciar, en su misma persona, su actitud frente a la vida —y por lo tanto st antifascismo— de su concepcién histérica? El historiador norteamericano Thomas Garden Barnes, tras relatar sus experien- cias militantes como miembro de la Unién Liberal de Harvard y ‘como vicepresidente de la Sociedad de Harvard por Ios Derechos de 16, Ibid, ibid. 17, B,J” Hoasanwa: «La contribucién de Karl Marx a la historiogratiay, en RRonttt BLACKBURN (ed.): Tdeologla y ciencias sociales. Barcelona, Grijalbo, 1977, ae. 316. 0 EI historiador y la historia Jas Minorias, concluye con la Japidaria evidencia segin la cual «es- cribir historia siempre es hacer un ensayo de Ia experiencia, y por ello es la historia de uno mismo tanto como una historia del inde- pendiente objeto del estudio." Situémonos ahora a la derecha del espectro de Ia politica: hoy en la historia de la historiografia contempordnea se puede hablar de Ia existencia de una historiografia fascista-racista estrechamente vinculada a la estrategia politica, al modelo de sociedad y a la con- cepcién del mundo elaborada por el fascismo. En la Alemania nazi, era materia de estudio en Tas escuelas y Universidades la ensefianza de la superioridad aria a lo largo de la historia, hasta el extremo de que Jakob Graf, aplicando a la historia las ideas raciales de Ludwi Ferdinand Clauss, profesor de la Universidad de Berlin, llegé a es- cribir que «en todas partes el poder creador nérdico ha construido imperios y expandido la cultura y lenguas arias por una gran parte del mundo» y que «la raza nérdica ha producido mucha. mayor cantidad de grandes talentos que ninguna otra raza." Sin llegar a estos extremos, en la reciente historiografia espafiola, uno de los historiadores que se precia de ser el historiador que ha vendido mas millares de ejemplares de libros de historia que ningin otro —nos referimos, claro esta, al profesor Ricardo de la Cierva— no ha ocul tado jamés su militancia en la derecha espafiola, concretada en los muchos cargos politicos que ha desempefiado tanto durante el fran- quismo como después de la dictadura. Con estos ejemplos concretos queda claro, creemos, el hecho de que la adscripeién ideolégica, la militancia politica y la. situa- cién de clase actiian como condicionamientos inevitables sobre el historiador. Pero cabria precisar més sobre un aspecto que conside- ramos importante: Ja influencia del marco cultural que se deriva, tanto de la situacién social (0 socie-familiar) del historiador, como de su contexto, nacional, En cuanto a la primera vertiente, es evi- dente que la pertenencia a una clase determinada imprime a su formacién cultural unos caracteres de clase concretos. Que la cul- tura es siempre clasista (de la clase que sea) es de una obviedad in- discutible, aunque el hombre —y por supuesto el historiador— sea capaz de romper los limites y las barreras de su cultura originaria 18, ‘THowas Ganex BARNES: «Sin mucho respeto a conceptualizaciones ante- rloress, en FI taller det historiador, pag. 17. 18. ‘Véase Goonce L. Masse: La’ cultura nati. La vida intelectual, cultural y social en ef Tercer Reich, Barcelona, Grijalbo, 1973, pa. 10? Los condicionamientos sociales y culturales st y asumir comportamientos culturales diferentes a los propios de su Clase. En este caso nos hallamos ante un fenémeno cominmente Ila- mado de desclasamiento. Pero en cualquier caso la cultura de clase muy a menudo adquirida en el ambiente familiar— representa otro condicionante para el historiador. No siempre se posee la var lentia de reconocer este influjo, tal y como lo hace el historiador norteamericano Lynn T. White, Jr: ‘Mis propias aficiones me hacen atribuir el mayor peso al poder condi- cionante del ambiente religioso. Después de todo, soy hijo de un liberal r de ética cristiana, y entre mi graduacién en Stanford en 1928 ym de la Uni6n, a los pies del mas apasionado neoagustiniano de nuestros tiempos, Reinhold Niebuhr: tengo una mens naturaliter theologica” En mi caso concreto, y por primera vez hablo en primera per- sona, mis condicionamientos culturales originarios tienen mucho que ver con el aislamiento y las estrecheces de Ia sociedad rural catalana de los afios 50 y principios de los 60, con una escuela repre- siva y alienante desde todos los puntos de vista, con el brasero de carbonilla en invierno y, ;c6mo no!, con la leche en polvo repartida en las escuclas, «regalo» de los americanos al gobierno espatiol como compensacién a Jas bases militares que se estaba pafia. Ni que decir tiene que durante muchos afios de mi infan leche fue uno de los alimentos que mis legué a odiar. Esta breve injerencia personal me lleva a plantear los condicio- namientos nacionales —de cultura nacional— del historiador. Porque, efectivamente, la historiografia catalana —y es s6lo un ejemplo— no ha podido sustraerse durante los tiltimos siglos de la margina- cién a que la ha condenado, y en buena medida sigue condenando, la cultura espafiola hegeménica. Los mismos condicionantes, aunque desde una posicién de hegemonia, rigen, qué duda cabe, el que- hacer historiografico de los historiadores espafioles. Los, ejemplos de los condicionamientos nacionales son también muy numerosos ¥ van desde 1a historiografia roméntica del siglo x1x, cuando la histo- ria erigié auténticos monumentos nacionales que servian a Ios com- bates nacionalistas de la época, hasta las mAs recientes historias na- cionales de Bretafia 0 Irlanda, el Quebec, Cataluria o el mas pequefio de los Estados africanos de reciente independencia. La cultura na- 20, Lyxw T. Witte, Jr: «Historia y clavos de herradura», en El taller del historiador, pag. 83. 2 EL historiador y la historia ional, y la lengua en primer lugar, impone al historiador una forma determinada de ver el mundo, la realidad més inmediata que le rodea y la propia historia. ;Cudntas veces los historiadores catalanes ‘se han quejado por el hecho de que las «historias de Espafia», escri- tas muchas veces desde Madrid por prestigiosos historiadores cas- tellanos, se limitasen a ser una historia del y desde el Estado, que obviaba la periferia peninsular! * Un historiador neoyorquino, Lawrence W. Levine, especiatista en temas relacionados con la historia de los negros, se lamentaba del reproche que le habian hecho, segin el cual, «como hijo de padres lancos, tengo pocas probabilidades de comprender el pasado ne- gro».” Y después de sefialar que «los estudiantes negros suelen apartarse de las clases de historia negra ensefiada por hotabres blan- cos» y que «los intelectuales negros proclaman a voz en cuello que ellos ‘son los inicos capacitados para estudiar ¢ interpretar la hi toria negra»,” rompia una lanza en favor de la superacién de las influencias culturales: Si demasiados historiadores se han enredado en el cordén umbilical de su propia cultura, es porque eran malos historiadores, y no porque fuc- ran tragicas victimas de una inevitable miopia cultural, El historiador que no puede trascender en grado considerable la cultura de su juventud, las necesidades de su presente y las esperanzas de su futuro al enfrentar ‘se al pasado, merece todo repudio, pero debemos tener cuidado de no transformar sus fracasos en leyes inflexibles que gobiernen a todos los historiadores.* Sin duda, el voluntarismo del parrafo de Levine y las conclusio- nes tan radicales que extrae parten de su propia y amarga expe- riencia personal, pero también parten de la posicién hegeménica y dominante de la cultura blanca en los Estados Unidos. Y no se trata, quede claro, de prejuicios raciales, sino de condicionamientos cultu- ral-nacionales, implicitos en la propia naturaleza del hombre y de las sociedades. Puesto que el hombre es también su propia cultura, y 21, ste es el caso de los dos iltimos intentos colectives:. el de la Histor ria de Espana publicada a principios de los aos 10 por Eds, Alfaguara Alianza Editorial; y el de algunos volimenes de la Historia de Espana que, dirigida por Tusién de Lara, ha publicado Ed. Labor desde 1980 Lawnexcr W. Lavine: o la obra historica es siempre un producto socialmente determinado en la misma medida en que el Proceso cognoscitivo que leva al conocimiento histérico esta tam- bién socialmente determinado, por el hecho de que el historiador —como todo hombre— ees un conjunto de relaciones sociales». La actividad social que representa el conocimiento histérico es al mismo tiempo una actividad historica —conereta en el tiempo y en el espacio—, y en la accién que el historiador ejerce sobre su objeto de estudio invierte todas las sensaciones de su concienci formadas por la influencia que el mundo exterior ejerce sobre él. De esta manera, el historiador llega a conocer su objeto real mediante tuna actividad préctica, en Ia cual su conciencia social juega siempre ‘un papel de primer orden. Pero, por otra parte, el objeto de su estu- dio transforma, modifica y amplia su propia conciencia. En su polémica con Althusser, E. P. Thompson destaca la impor- tancia que para el conocimiento histérico —y en realidad para cual- quier forma de conocimiento— pose el didlogo entre el ser social y Ja conciencia social, en el momento en que dentro del ser social surge esponténeamente la experiencia, como consecuencia de que ‘los hombres y las mujeres (y no sélo los filésofos) son racionales y piensan acerca de Io que les ocurre a ellos y a su mundos.” De esta manera la «experiencia es determinante, en el sentido en que ejerce presiones sobre la conciencia social existente, plantea nuevas cuestiones y proporciona gran parte del material de base para los 38. Kam, Manx: Et Capital. Libro primero, volumen 1. Barcelona, Grijalbo, 1976, pig. 193. El subrayado es mio. P. P. 39." Canvoso: Introduccién al trabajo.., pag. 27. 4%. Tuowreos: Miseria de la teorla, pg. 19. Historia e ideologia 9 ejercicios intelectuales mis elaborados»." Pero, al mismo tiempo, la conciencia social actiia y modifica al ser, puesto que «del mismo modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido; los seres hue manos, dentro de ciertos limites, pueden vivir las expectativas socia- les © sexuales que las categorias conceptuales dominantes les im- ponen>.* En el caso del conocimiento hist6rico, este esquema cognos de Thompson presupone Ia existencia de dos tipos de acciones y reacciones que se implican mutuamente: el diélogo entre el ser y la conciencia del historiador, por una parte, y la accién de la concien- cia sobre su objeto real de estudio, por la otra, que a su vez estable- ce otro didlogo, cuyo resultado sera el conocimiento hist6rico. Et complejo sistema de interrelaciones no puede estar sintéticamente mejor descrito: El objeto real...) ¢s epistemoldgicamente inert, es deci, no puede im- ponerse ni deve eh mimo a cnocimint: to ene ugh deze Eat pensamiento y de sus procedimientos. Pero no. quiere decir que Sherfe tn otros aspectos: no necesita ser soclologica 0 ideoldgicamente inerte, ¥ como temate hay que decir que To real no esta «ahi fuera, ticntras que el pensamiento estaria en la tranqulla sala de conferencias de nuestras caberas,raqul dentro. El pensar Yel ser habitan un solo y tnismo espacio, y este espacio somos nosotros mismos. As{ como pets Ios, tambien tenemos hambre y sentimos odio, enfermamos 0 amamos, Jia conciencia esta entremezciada con el ser; asf como contemplamos 19 Zeal; experimentamos nuestra propia palpable realidad. De modo, que ios problemas gue las materias primase presentan al pensamiento onsisten a menudo precisamente cn sus mismisimas cualidades activas, fndicativas e Instructivas, Pues el ddlogo entre conciencia y ser va adquie Hondo mas y mas compiejidad —verdaderamente, alcanza. pronto un or- “er diferente de compleidad, que ofrece un orden distinto de problemas Spistemologicos— cuando la conciencla erica acida sobre una materia rime hecha del mismo material que ella misma: Tos artefactos intelec Eines, las Telaciones sociale, el acontecimlento historico” Historia & IwEOLOGIA El hecho de que el conocimiento histérico esté condicionado social mente implica que toda obra historica pose necesariamente un ca ag. 21 48. Tbid., pags. 3657. 6 EL historiador y la historia ricter de clase, en la medida en que aparece a través de la accién de la conciencia social del historiador sobre un objeto de estudio determinado: la historiografia. surge como una de las actividades intelectuales de una conciencia social determinada. Durante mv chas décadas, desde el marxismo se hablé de «ciencia histérica bur- guesa» —y también de «ciencia burguesa»— para designar aquella his- toria producida en los circulos académicos y universitarios que pre- tendian un profesionalismo a ultranza y una eneutralidad> politica € ideol6gica, pero que en el fondo respondian a unos intereses de cla- se muy concretos.* Desde esta perspectiva la historiograffa aparece como una forma mis que adopta la ideologia de los hombres: la historia surge como tuna actividad de la conciencia de los hombres y al mismo tiempo pasa a formar parte de su conciencia, En este punto se impone defi nir los conceptos y las relaciones entre conciencia social e ideologia. Es conocido que Marx y Engels definian la conciencia tinica- mente como «el Ser conscientes, como «el desarrollo de los reflejos ideoldgicos y de los ecos» del proceso de Ia vida real de los hom- bres. En sui tantas veces citado prefacio a la Contribucién a ta cr- tica de la economia politica, Marx escribié que la estructura econé- mica era la ebase realy de la sociedad, esobre la cual se eleva una superestructura juridica y politica y a'la que corresponden formas sociales determinadas de conciencias,* una conciencia que en Et 18 Brumario de Luis Bonaparte habia definido como «sobreestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida y plasmados de un modo peculiar». En 1890, en su conocida carta ‘a J. Bloch del 21 de septiembre, Engels hablaba de «los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes; las teo- rias politicas, juridicas, floséficas; las ideas religiosas»," que repre- sentaban, sin duda, elementos constitutivos de la conciencia social de los hombres. Siguiendo estas Iineas interpretativas de Marx y 4, Grono Lanics wii a menudo este concento en Historia ¥ consienia de clase, Barcslons, Grijalbo, 1919. Cabe seflar que, si bien los historadores sect han temtocade. eayeriacamente a eis eaepie; on buses Dalia alee gar taeda tee oh i ils uncer "Sis! Lota somone na. 227, Mana Pefacio'a ln Contibucdr a fe eritea de la economia pote, as : ie otis, ‘Manx: E118 Brumario de Laie Bonaparte, Barcelona, Ail 168, nS ‘& Bumucn eocuse storia, economia, cries, sect Hoof, earax arelons, Peninsla, 16, pag. LSE, Historia ¢ ideologia Engels, Franz Jakubowsky, en su ensayo clisico sobre Las superes: tructuras ideolégicas en la concepcién materialista de ta historia, ‘ecctibi6 que «el concepto de conciencia coincide con el coneepto de Superestructura ideol6gica, con las representaciones humanase/" y definia las superestructuras ideolégicas como «la forma en que los hombres legan a ser conscientes de sus luchas».” ‘in embargo, para los clsicos marxistas, coniencia © eae no responden al mismo contenido, Para Engels ideologia (Jez Tora.sky: Metodologia de la histo- ria, Madsid, Cétedra, 1982, pag. 21). Por su parte, Mario Bunge define al mé- {odo como ‘«un procedimiento. para tratar un conjunto de problemas», ¥ di tingue entre método general de la ciencia («un procedimiento que se aplica al ciclo entero de Ia investivacion en el marco de cada problema de conoce ‘mientos) ¥ métodos especiales («la invencién 0 la aplicacign de procedimicntos especiales adecuados para los varios estadios del tratamiento de los problemas, esde el mero enunclado de éstos hasta el control de las soliciones propues- tase); véase Mano Bunoe: La investigacién ctentifiea, Barcelona, Ariel, 198 ag, 24, Para Cardoso «'método” designa a los procedimientos ordenados que preciso empiear para alcanzar algin objetivo previamente establecido», mi tras el método cientiico haria referencia a «los medios de que dispone Ta Giencla para plantear problemas veriicables (contrastables) y someter a la prueba las ‘soluciones propuestas para tales problemas». CaRooso: Introdue- Cidn al trabajo de la investigacian histérica, pags. 4346 66. Ademds de tas obras citadas en Ia nota anterior, pueden consultarse el ‘manual sclisico» de Maurice Duvencsk: Méfodos de lat oienclas sociales, Bar- ccelona, Ariel, 1976, y los tres volimenes de RavMoxo Bovoos v Paul LaZans rap: Metodologia de tas ciencias sociales. Barcelona, Lala, 1973197. EI historiador y sus métodos a hombres es merecedor de ser considerado fuente histérica: desde —jevidentemente!— los documentos escritos —impresos 0 manus- critos—, hasta los restos arqueol6gicos, las tradiciones orales y el folklore, las huellas que la accién de los hombres hayan podido de- jar sobre la naturaleza, el arte en sus més variadas facetas, Ia lite- ratura —tantas veces ignorada por el historiador, y que en muy pocas ‘ocasiones se la ha considerado como documento escrito; los res- tos iconogréficos més variados son, sin duda, fuentes histéricas que cl historiador en ningtin caso debe despreciar. Para la historia. con- tempordnea més reciente, la memoria oral, la fotografia, el cine y todos los recursos que proporciona el mundo de la imagen —el vir deo incluido— proporcionan al historiador nuevas fuentes hasta ahora inexplotadas. Pero ante esta variedad de material histérico el historiador debe utilizar métodos de estudio adecuados. En primer lugar, porque no siempre las fuentes son objetivas. La «objetividad» que puede pre- sentarse en una moneda romana, en unas hachas neoliticas 0 en la fotografia de una conferencia diplomdtica internacional puede desa- parecer cuando se trata de documentacién escrita. Thompson pone de relieve que «la mayoria de fuentes escritas tienen valor sin de- ‘masiada relacién con el “interés” que haya movido a registrarlas»* ‘© sea, cuando se recogen datos sin intencionalidad alguna de trascen- dencia futura, Pero, en otros casos —aunque sea en una minoria— os documentos escritos pueden poseer una intencionalidad precisa: ¥y as{ sucede, por ejemplo, con todas las crénicas reales. Ademés, no siempre Ia documentacién utilizada es la documentacién existente. EI historiador cubano Moreno Fraginals destaca eémo los historia- dores cubanos anteriores a la revolucién de 1959 tuvieron especial interés en fabricar unos mitos histéricos en funcién de los intereses de la burguesia criolla dominante durante largas décadas. Y para ello se efectué una depuracién y seleccién sistematica de las fuentes que sirviesen para fabricar y perpetuar estos mitos* * En todos los casos, pues, el historiador en la bisqueda de: las fuentes —también Hamada heuristica— debe ser consciente de los 61, THowrsox: Miseria de ta teoria, pis. 50. 68. Monano Faacisais: «La historia com a armas, en L/Avene (Barcelona), ns 2, mayo 1977, pags. 7680, Los tres mitos o dogmas fundamentales que destaca i autor en la historiografia cubana son los del antiespafiolismo, el escamoteo fel problema negro ya presentacién de la burguesia criolla como el grupo treador de la nocionalidad. 6 EI historiador y la historia problemas que plantean o pueden plantear aquéllas, y deberd aplicar Jos andlisis eriticos adecuados para verificar su autenticidad y apre- ciar su contenido, de acuerdo con la época y el lugar preciso en que se inscribe el documento o fuente estudiada. De esta manera, el historiador establecera el dato histérico, como primer paso de su investigacién. No. pretendemos establecer todos los pasos precisos de la investigacién histérica que han sido tratados ya por estudios mis especializados.” Slo queremos destacar que el método que wi liza el histoviador hasta Negar a precisar el dato histérico, a partir del. cual. verificaré sus hipétesis y construira sus interpretaciones, osee validez universal. Los métodos eriticos de verificacién y autentificacién de fuentes suelen plantearse de manera distinta segtin la naturaleza de la fuen- te historica, y asi mismo sucede con los métodos concretos utiliza- dos en las distintas areas de especializacién de la historia. Cuando en 1961 un vasto equipo de investigadores franceses publicd, bajo Ja direccién de Charles Samaran, una de las aportaciones colectivas ‘més importantes realizadas en Francia en las wltimas décadas sobre teoria y metodologia hist6ricas,* procuraron presentar de forma ex- haustiva la totalidad de métodos de trabajo que debe conocer el his- toriador especialista en las diferentes etapas histéricas y en las distin. tas dreas de especializacin. Destacaron especialmente el lugar que ‘ocupan Jas Iamadas ciencias auxiliares de la historia en los procesos de investigacién: desde los métodos arqueoldgicos, hasta la filologta, Ja epigrafia, la paleografia, la diplomacia, ete, Apuntaban también la importancia de las: nuevas orientaciones que iban apareciendo en Ja historiografia: la relacién entre historia y linglistica, la importan- cia de los datos demograficos y estadisticos, el nuevo tratamiento que se-empezaba a practicar en la historia de las mentalidades, etc. A partir de la década de los afios 60 han abundado las obras de- dicadas a los métodos especificos que deben aplicarse en los esti dios sobre historia demogréfica, econémica 0 social. Faire de Vhistoi- re, publicado en Francia en 1974, bajo la direccién de Jacques Le Goff ©. Véanse, en especial, el ‘obra de Canpeso: Indroduccion Hea. 70. Histoire et ses méthodes. Brujas, Gallimard, 1961, Como dato signif: cativo destaquemos las 1771 péginas de que consta el Volumen y el hecho de que entre otros autores escriben Henri-inénés Marrou, Georges Sadoul, Marcel Cohen ¥ Georges Duby. ro de Toro.sky: Metodologia de Ja historia; la t trabajo... ¥ PURRE SMMOX: Historia y crt E] historiador y sus métodos o sre Nora petendla ser una reactuaizal6n de os prolemas Ihstorigraicos muctos que habian sparecido desde 196, aunque el ae sa en es tfernte dl de nda por Sanara Lak SASS Sperinentados ona apacio de lon metodosetatos $"Saottatwon hn sido espectcusres yan bene expecia mente a los estudios demograficos y a Ia historia econémica.” Una descripcién detallada de la enorme bibliografia aparecida em los il ince ator sobre as métodoy dea itt merece sn ga 8 ds un pres Ylumen? cee enorme producign bibliogrica pone de relic el protesio alamo 9c igor qu ea do apoderano dea nia Msi Talat dserdne etodloicass de que hala Thompson exsen Sasa ls ny co pole wera i valde dew ‘pode niwoies ue uli e storador. : soe wares incrdacipimaidad entre Ia historia y el ro to nae doninsscne, que parels tn fil de contogl, ba Sveteado cn proporcions consdesies La pen icorporeci6n de ingle lon eteio Motone ha dado ga a peobitra wees a as rlaoncsetents ents! hombre laura ita inego ela historio La demograin a encla de cootare ves nonbitsy'a econo ue a meno aparecen tan gaa 2 tConadas son indpenabes pa ctnguer sali de Sutucar eonnice’y sal de povesoe tie Loe meodon 11. Paire de Uhistoie. Paris, Gallimard, 194, Existetraduccidn castllana en ‘ait PY ‘on paticlar, Wiran Kens: Problemas y mdiodos de ta historia econ: acclona, eniula, 175, Retaice Plo ‘Metodos cuantttives cra storadores. Madr Alisa Editors, 178. y, ee publicacién mas Beiter GR nw Economtes for historias, Londres, Cambridge University Press, 1980. " yros ya mencionados en notas anteriores, véase EMMA+ oe Sone: ie tetote de Phctorin. Pats, Calimard, 197419, SSirata de una voluminosa bra de tor volimenes. Para fos fetores dee fun castllna deSemon detec i fopertanca de Ta obra de Cohen v Pani Brrestcc Las metodos de ta, historta, centrada especialmente en la historia conomica, demograicay soca aaah in’ ol tereeno. dee demorrala Moti se ha svanzado enor en ins utimas decadas, tien no todos los itofiadore te Ia racian rten ds fos mismo renupucstos En fechas reatvamentefecieney lis Tolndos italano Mt LiveBece! ofr, con ls siguientes trminos, cdl ert el Gere In demografia istnen a, obiacion © un amerade dnd Sao 'lamte se repiten dela misma manera: son arabes y mutabln, Estas felaciones © vinculos son el cemento que determina el grado de cohesién Ce Facsorsaclin oss densidad moral, (..) su resstenca frente a una crisiy » EI historiador y Ia historia aportados por Ia sociologia en los estudios sociales deben ser cono- cidos y utilizados por el historiador social como métodos propios. Muchas veces es dificil precisar dénde acaba la historia y dénde empieza la antropologia: el comportamiento humano en’ todas sus miiltiples facetas es objeto de estudio por parte de ambas discipli nas. La historia de las mentalidades requiere la aplicacién de los mé- todos de la psicologia social. Y ya sefialamos la importancia de la Uingiifstica para el estudio de la historia, El andlisis integrador de todos los fenémenos hist6ricos fuerza, evidentemente, a esta interdisciplinariedad, y si bien es cierto, segin Jas palabras de Pierre Vilar, que «la historia debia ser considerada como 1a tinica ciencia a la vez global y dinamica de las sociedades, Y Por lo tanto como la tinica sintesis posible de las demas ciencias hhumanas»," no es menos cierto que, para que ello sea posible, el historiador debe conocer todos los métodos y técnicas de trabajo del resto de las ciencias del hombre, Sin método, pues, no hay historia ni ciencia posible. Pero ya he- ‘mos indicado que sin teoria tampoco. Y este wltimo aserto es mas importante de lo que a simple vista parece. Demasiadas veces se ha querido absolutizar Ia importancia de los métodos para destacar la validez del producto histérico. Se ha querido medir el profesiona- lismo y el rigor aplicando el baremo de las técnicas de trabajo. Un ejemplo claro de ello lo ofrece la escuela norteamericana New Eco- nomic History, una «nueva historia econémica», que ha desarrollado hasta tal punto los métodos econométricos, que ha reducido la his- toria a una mera secuela de tecnicismos deshumanizados donde han desaparecido la riqueza de matices de las actividades humanas y los hombres mismos. El método debe estar siempre en funcién de la teorfa que el historiador profesa, y la teorfa de la historia —ya he- ‘mos insistido en ello— apareceré como valida en la medida en que nos sitva para comprender el presente como totalidad historic. ‘Sin embargo, las espadas siguen en alto. Y muchos historiadores acusan al profesionalismo de otros de mera argucia que pretende defender una neutralidad de la ciencia que en su practica no existe. expacidad de reaccién. El anélisis de estas relaciones es Ia tarea central de Im demografia historieas, En La socidtd italienne devant fes crises de mortalite, Florencia, 1979, pig. 64. Véase, ademas, Ia obra clisica de. A. Wascuny: His: ‘oria y poblacién. Madrid, Guadarrama, 19), 15, Press Vian: «Problemas teoricos de la historia econémicas, en La His. toria hoy. Barcelona, Avance, 1916, pag. 144. EI historiador y sus métodos 1 Este es el caso de Jean Chesneaux, quien sittia el profesionalismo tecnicista de muchos historiadores actuales como una «falsa eviden- cia del discurso histérico».* Para Chesneaux el rigor cientifico, el edeseo de precisiOn, control de los hechos respecto de la realidad, conocimiento objetivo, investigaciones de los principios, de los enca- denamientos y de las leyes»” es indispensable en la historia. Pero «el criterio esencial del saber cientifico sigue siendo el vaivén entre teoria y préctica. ¥ Ia historia, por definicién, no puede realizar este vaivén sino al contacto del presenter.” La conclusién nos remite inevitablemente al presente, puesto que la historia «no puede ser plenamente ciencia mas que si deja de encerrarse en el pasado».” De esta manera, s6lo en el presente, desde el presente y para el pre- sente la historia y los métodos que utiliza el historiador hallan su raz6n de ser. Cutesweaux: zHacemos tabla rasa del pasado?... pags. 7186, Toi, pgs. 8485. Thid., pag. 8. Toid., ibid. Bea

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