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2 APOLOGIA PARA LA HISTORIA mnocimiento. [Ya tuve la ocasién de dar un ejemplo de ello mas vestigacin, aunque se tate de los mas particulares en aparien- cia, resulta indispensable [saber] unirlos [, con un trazo perfect mente seguro, al conjunto de tendencias que se manifiestan, en el mismo momento en las otras disiplinas, Ahora ben st 3s métodos en s{ mismos constituye, a sut manera, una Ccpeitidd, cas trees Haman soe. Estee an lo al que me esté vedado aspirar. A causa de esta lng de mi mea formacién, probablemente este ensayo perderé mucho, lo mismo en precision de lenguaje que en ampli cle horzonte No puedo presentarlo sino como lo que es: el compendio de un artesano a quien siempre le ha gustado meditar sobre su tarea co- tiiana, la ibreta de un obrero que por muchos aos ha mane do la toesa y el nivel, sin por ello creerse matematico.!? usp a eran cde vista posta eer = siete Benton nis celobac recite fas, las verfcaco ie} jue reclamarian las propias leyes del oficio cuyas pricticas: I. LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 1, LA FLBCCION DEL HISTORIADOR La palabra historia es una palabra muy vieja, {tan vieja que a veces hha cansado, Cierto es que rara vez se ha llegado a querer eliminarla del vocabulario.] Hasta los socidlogos de la escuela durkheimia- na le hacen un lugar, pero para relegarla en el ultimo rincén de las ciencias del hombre: suerte de mazmorras donde arrojan los hechos humanos considerados a la vez como los mas superficia. les y los mas fortuitos, mientras que reservan a la sociologta todo quello que les parece susceptible de anélisis racional. Por el con. trario, aqui conservaremos su significacién més amplia. [De ante- mano la palabra no veda ninguna direccién hacia la cual se pueda orientar la investigacién: sea de preferencia hacia el individuo o hacia la sociedad, sea hacia la descripcién de las crisis momenté- neas 0 hacia la biisqueda de los elementos més durables; no en. lerra en s{ misma ningtin credo; no compromete, conforme con stt etimologia primera, a nada mas que a la “investigacién”,] Desde que aparecié hace mas de dos milenios en los labios de los hom. bres, sin duda ha cambiado mucho de contenido. En el lenguaje, five es el destino de todos los términos que realmente tienen vida Silas ciencias tuvieran que buscarse una nueva denominacién cada vez que logran una conquista,jcudntos bautismos habria y cusnto tiempo se perderia en el reino de las academias! No obstante, al weguir siendo serenamente fiel a su glorioso nombre helénico, uestra historia no seré la misma que escribia Hecateo de Mileto, como la fisica de lord Kelvin o de Langevin no es la de Aristoteles, [Sin embargo, qué es la historia? No tendria ningtin interés empezar este libro, centrado en torno i\los problemas reales de la investigacin, con una larga y rigida tlefinicién. ¢Qué trabajador serio se ha preocupado alguna vez de femejantes articulos de fe?!] Su meticulosa precisién no slo deja JPor lo que respecta a fondo, al hablar del trabajo del hstoriador, todos esta Hin de acuerdo en que noes inti empezar por formarse una idea un tanto prea st APOLOGIA PARA LA HISTORIA escapar lo mejor de todo impulso intelectual, entiéndase: las sim- ples veleidades en el impulso hacia un saber todavia no determi- nado, el poder de extensién. Su mayor peligro es definir con tanto cuidado para delimitar mejor. “Este tema o esta manera de tratarlo”, dice el guardian de los dioses términos, “es lo que probablemente puede seducir. Pero ten cuidado, joh efebo!: eso no es historia” zAcaso somos una juraduria de los tiempos antiguos para codifi- car las tareas permitidas a las gentes de oficio y, una vez cerrada la lista, reservar el ejercicio a nuestros maestros con patente? Los fisicos y los quimicos son més sabios; hasta donde yo sé, jamas se les ha visto pelear por los derechos respectivos de la fisica, de la quimica, de la quimica-fisica 0 —suponiendo que este término exista— de la fisica-quimica, No es menos cierto que frente a la inmensa y confusa realidad, el historiador necesariamente es llevado a delimitar el punto par- ticular de aplicacién de sus herramientas; por ende, a hacer una eleccidn, la cual evidentemente no serd igual a la del bislogo, por jgempo; sino que srs propiamente la elecion de un historiador. Este es un auténtico problema de accién. Nos acompafiara a lo largo de nuestro estudio? 2. LA HISTORIA Y LOS HOMBRES Algunas veces se ha dicho: “La historia es la ciencia del pasado” Lo que [a mi parecer] es una forma impropia de hablar. [Porque, en primer lugar,] la idea misma que el pasado, en tan- to tal, pueda ser objeto de una ciencia es absurda. :De qué mane- ra se puede tratar como materia de conocimiento racional, sin previa delimitacién, a una serie de fenémenos cuyo tinico pun- to en comiin es el no ser contemporéneos? ;Podemos imaginar, de manera similar, una ciencia total del Universo en su estado actual? sa del objeto desu tabs. Pero es necesrio que ese reconocimiento del terreno dlsemboque newsariament en una dfiniion de diccionario Toda esa exposicion figuraba de manera diferent ena primera redaccin al final del ntroduesén.Posteriormente el paaje ue rescrity hoya subsist dos hojas maruscritas,numeradas F112, que sirvieron para a wiceanogata de a redaccién definitiva. y "ly doblemente.Dejemos, po el momento lafalsedad que hay ene isa que se pretende decretar as{ entre el pasado y el supuesto presente | 1 LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 35 Probablemente en los origenes de la historiografia, los viejos analistas no se cohibfan con estos escrtipulos. Narraban aconteci- mientos diversos, cuyo tinico vinculo era haber ocurrido aproxi- ‘madamente en el mismo momento: los eclipses, las granizadas, la aparicién de impresionantes meteoros mezclados con las bata- las, los tratados, las muertes de los héroes y de los reyes. Pero, en esta primera memoria de la humanidad, confusa como la per- cepcién de un nifto pequeno, un esfuerzo de andlisis sostenido poco a poco ha realizado la clasificacién necesaria, Es verdad que el lenguaje, profundamente tradlicionalista, con facilidad otorga el nombre de historia a cualquier estudio de un cambio en la dura- cidn. La costumbre no es peligrosa porque no engaiia a nadie. En este sentido hay una historia del sistema solar, ya que los astros que lo componen no siempre han sido tal como los vemos. Esa historia incumbe a la astronomfa. Hay una historia de las erup- ciones volcdnicas, que estoy seguro es de enorme interés para la fisica del globo, No pertenece a la historia de los historiadores. ‘Oal menos no le pertenece sino en la medida en que, de alguna ‘manera, quizé sus observaciones se vendrian a encontrar con las preocupaciones especificas de nuestra historia de historiadores. {Cémo se establece en la prctica la reparticién de las tareas? Pro- bablemente con un ejemplo comprenderemos mejor que con muchos discursos. Eri el siglo x de nuestra era, un golfo profundo, el Zwin, en- cajaba en la costa flamenca. Después se cegé. A qué campo del conocimiento habria que asignar el estudio de este fenémeno? De entrada todos responderan que a la geologia. Acaso esta ciencia no fue creada y trafda al mundo para tratar asuntos como el me- canismo de 10s aluviones, el papel de las corrientes marinas, los, cambios en el nivel de los océanos? Indudablemente. Sin embar- go, sise examinan de cerca, las cosas no resultan tan sencillas. (Se trata ante todo de escrutar los origenes de la transformacién? He aqut a nuestro biGlogo obligado a hacerse preguntas que ya no son estrictamente de su competencia. Porque probablemente el fenémeno fue favorecido cuando menos por la construccién de diques, por la desviacién de canales, por desecaciones, todos ellos actos humanos, nacidos de necesidades colectivas y que s6lo se hicieron posibles gracias a una estructura social dada. En el otro extremo de la cadena hay un nuevo problema: el de %6 APOLOGIA PARA LA HISTORIA las consecuencias. A poca distancia del fondo del golfo habfa una ciudad: Brujas, que se comunicaba con él por un corto trecho de rio. Por las aguas del Zwin recibia o expedia la mayor parte de las mercancias que hacfan de ella, guardadas todas las proporciones, el Londres 0 el Nueva York de aquellos tiempos. Era notable cémo dia a dia el terreno se iba cegando. A medida que la super- ficie inundada se alejaba, los muelles de Brujas se iban adorme- ciendo, por més que la ciudad adelantara cada vez: més sus ante- puertos hacia la embocadura, Ciertamente no fue ésa, ni con mucho, la tinica causa de su decadencia. ;Acaso la fisica incide sobre lo social sin que su accién esté preparada, favorecida o permitida por otros factores que provienen del hombre mismo? Pero en el movimiento de las ondas causales, no cabe duda de que esa causa cuenta como una de las mas eficaces Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica el suelo don- de vive segtin sus necesidades es, como todos lo sentimos por ins tinto, un hecho “eminentemente hist6rico” {Las vicisitudes de un poderoso centro de intercambio también lo son. En un ejemplo muy caracteristico de la topografia del saber tenemos, por una parte, un punto de interseccin donde la alianza de dos discipl na result indispensable para cualquier tentative de explain , por la otra, un punto de trénsito en el que, una vez que ya se Badado cuenta de un fenémeno y solo sus efectos han quedado sin definirse, una de las disciplinas lo cede definitivamente a la otra, Qué sucedié en cada caso para que la historia haya apare- cido de manera tan imperiosa? Aparecié lo humano. En efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasados, un Michelet, un Fustel de Coulanges, nos ensefiaron a reconocerlo: el objeto de la historia es, por naturaleza, el hombre. Mejor dicho: + Sin aikonar a Mare Bloc, cso que se puede ol agu a nota a pie de pina qu dl fabla pvt: "ase de Cougs, lcsn de apertra de 18 Enin ete dey hare 11,10), p30; Mh, cto de scl Noma 125, lado pr © Movod, tp. Nos ccoparnon aa wer det tin del hombre individual se a Sls y del etaio det hombre soci, ssn ala hari Convienapear qu ds aane Ft leona mala tals conanyplenalo qu ln open uc ee ncaa de ee no hae sno comer far La Nth mo to aml ds sonecnins de cake etre Ia gue ocreon ere pusdo Es acne a olddata’ Pere tn elo wernos uct a ce reduzea al exao spt el indivi ena Rotor elhonbe creda yas soca deo son dou none examen LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL. TIEMPO ” los hombres. Mas que el singular que favorece la abstraccién, a tuna ciencia de lo diverso le conviene el plural, modo gramatical de la relatividad. Tras los rasgos sensibles del paisaje, flas he- rramientas 0 las maquinas,] tras los escritos en apariencia mas frios y las instituciones en apariencia mas distanciadas de quienes las establecieron, la historia quiere captar a los hombres. Quien no lo logre nunca ser4, en el mejor de los casos, sino un obrero manual de la erudicién. El buen historiador se parece al ogro de la leyenda. Ahi donde olfatea carne humana, ahi sabe que esté su presa, Del cardcter de la historia como conocimiento de los hombres se desprende su posicién particular frente al problema de la ex- presién. 2Es “ciencia” o “arte”? Hacia 1800, a nuestros bisabuelos les gustaba disertar gravemente sobre este punto. Més tarde, al- rededor de/1890, empapados en un ambiente de positivismo tn tanto rudimentario, se pudo ver cudnto se indignaban los espe- cialistas del método porque en los trabajos hist6ricos la gente dba una importancia, segtin ellos excesiva, a lo que llamaban la “forma”. [Arte contra ciencia, forma contra fondo] una de tantas querellas que bien vale mandar engrosar el expediente de la es- coléstica. No hay menos belleza en una ecuacién exacta que en tuna frase precisa. Pero cada ciencia tiene su propia estética del Jenguaje. Los hechos humanos son, por esencia, fenémenos muy delicacos y muchos de ellos escapan a la medicién matemstica. Para trachicirlos bien, y por lo tanto para penetrar bien en ellos (Porque cacaso es posible comprender perfectamente lo que no se sabe decir?), se necesita una gran finura de lenguajel, un color justo en el tono verbal]. Ahf donde resulta imposible calcular, se impone sugerir. Entre la expresidn de las realidades del mundo fisico y la expresi6n de las realidades del espiritu humano, el con- traste es, considerindolo bien, el mismo que entre la tarea del obrero que trabaja con una fresadora y la del laudero: ambos tra- bajan al milimetzo, pero el primero usa instrumentos mecénicos de precisién y el segundo se guia, ante todo, por la sensibilidad de su ofdo y sus dedos. No estaria bien que el obrero se contentara con el empirismo del laudero, ni que el laudero se pusiera a imi- tar al obrero. {Se podré negar que asf como existe un tacto de la ‘mano, existe un tacto de las palabras?

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