Presentacién
Experiencias hist6ricas contemporsneas obligan a repensar o resignificar otras relati-
vamente distantes, y el juego de espejos que se plantea entre unas y otras puede resultar
licido, si al historiador no lo deslumbran los radiantes anacronismos que le saldran al
paso al comparar a unas con otras. El lector que se adentre en el libro, Pasadosy presentes
de la violencia en Colombia. Estudio sobre las Comisiones de investigacién (1958-201),
saldri de él con la sensacién de haber hecho una travesia problemitica einspiradora. Los
iltiples y sucesivos pasados de la violencia, aprehendidos por sucesivas comisiones de
diferente mandato, perspectiva y composicién, no solo interpelan nuestro presente sino
que en estos tiempos sirven como referente para la construccién de un futuro inmediato
para Colombia, acicateado por un contexto de dislogos de paz
Sin desconocer el amplio niimero de experiencias de verdad y de memoria que
hha habido en el pais, el autor despliega sus reflexiones a partir de tres hitos: el de la
Comisién Investigadora de las Causas de la Violencia, en los albores del Frente Na-
cional; el de la Comisién de la era preconstituyente, conocida como la “Comisién de
los violentélogos”; y, por tltimo, el de la trayect
Grupo de Memoria Histarica.
Se trata en los tres casos de mecanismos y recursos institucionales y sociales que
pretenden dotar de sentido el pasado de las violencias que abordan, con una explicita
vocacién transformadora. Las comisiones referidas no son exteriores a los procesos
que registran e interpretan, sino que son parte del proceso mismo de biisquedas de
sentido. En los tres casos tienen origenes institucionales, pero no son necesariamen-
te oficiales, precisamente porque son resultado de las luchas sociales o los debates
politico-culturales que las precedieron y alimentaron. No expresan. por lo tanto.
voces oficiales, sino, como lo dice el socidlogo Jefferson Jaramillo, el autor de este
libro, tramas que articulan relatos diversos. Leidos a distancia, no son textos para set
tomados al pie dela letra, sino pretextos para promover la controversia y la conciencia
piiblica de nuestros pasados vividos pero no resucltos.
La Comision Investigadora de 1958 asociaba su funcién de esclarecimiento con la
de Ia intervencién en algunas zonas en conflicto abierto, como gestora de iniciativas
seconciliadoras o “micropactos de paz en las regiones”,segsin sus propios comisionados.
mas procesual y acumulativa delJefferson Jaramillo Marin
Diagnéstico y propuestas de politica puiblica fueron dos componentes explicitos en
la ercacidn de esa primera Comisién, a tal punto que el presidente Alberto Lleras se
mantenia a la expectativa de los resultados de sus viajes y diagnésticos locales y re-
gionales, que leirian proveyendo elementos para la toma de decisiones politicas sobre
Ja marcha. Mas que escuchar a las victimas, la Comisién escuchaba a las pablaciones
—en su hererogeneidad, sin ejercer sobre el restimonio esa taxonomia rigurosa a la
cual hoy en dia somos allegados—, con las bondades y menoscabos que tuvo dicho
acercamiento general, asi como a todas las fuerzas politicas y a las autoridades de
todos los rangos. Sus periddicas informes del trabajo en el terreno le fueron dando un
cardeter integrador a uno de los conflictos més fragmentados que haya tenido el pats.
Por otro lado, uno de los rasgos mas interesantes, abundantemente documentado
aqui, es que la Comisién Investigadora era recibida como Comisién de Paz en muchas
localidades ¢ incluso por dirigentes y grupos guerrilleros. Deahi la ambigiiedad en su
caracterizacién: si se la vela como investigadora habia recclo frente a ella en muchos
citculos politicos; si se la erigia como pacificadora, era recibida con multitudinario
tusiasmo, esperanza y expectativa. Los comisionados, nos dice el autor, “mas que como
investigadores, fungieron como oidores de necesidades insatisfechas’, lo cual rendria
un enorme impacto en un pais recién salido de afios de ejercicio de miltiples formas
de censura. Aunque, como comenta cl autor, “la Comisién Investigadora practicé un
ejercicio arqueolégico del pasado y de inventario de atrocidades enmarcado en parte,
por las condiciones impuestas por el Frente Nacional”, también es cierto que lo que
interesaba a esta experiencia era la pacificacién. Ea ese sentido, no habia formulacién
de responsabilidades. Aun asi, la Comisién fue mucho més allé. Y su investigacién
queds plasmada, unos afios mds tarde, en el libro admirable e inagotable, titulado La
Violencia en Colombia, publicado como subproducto derivado més que como propésito
inicial de la Comisién Investigadora.
La Comisin de Estudios, a de los Violentdlogos de 1987, tuvo un origen y marco
‘muy distinto: mds que un diagndstico investigativo, e le pedia proponer qué hacer para
superar la violencia: las recomendaciones eran lo esencial. Recuerdo que eso fue lo que
nos dijo que queria, en la primera reunién que cuvimos, el Ministro Fernando Cepeda
Ulloa: un pequefo folleto de recomendaciones. Habia una perspectiva muy prictica,
diria que instrumental del trabajo encomendado. Por ello, el elemento testimonial no
estaba en el centro, salvo el testimonio de analistas o funcionarios ubicados en cargos
estratégicos. El equipo tomé muy en serio su trabajo y decidimos ir mas allé de lo que se
nos habia pedido, pese al cortisimo tiempo de que disponiamos: entre tres y cuatro meses.
Esto planteaba retos complejos, pues el modelo del texto icénico de German Guz-
‘man pesaba mucho como referente: se esperaba, en consecuencia, que nuestro registro
tuviera una amplia dese incluso un registro visual de impacto
para la opinién piblica. ¥ no seria asf: se tratarla de un informe de expertos que
delos horroresgenerarfa recomendaciones que no fueron de recepcién inmediata. Sus efectos, no
obstante, se fueron incorporando geadualmente en la institucionalidad. El contexto
politico posterior, inchuidas la negociacién con el M19 y la Constitucién del 91, re-
porenciaron la incidencia del Informe.
En aquel entonces los intelectuales, no sin razones, eran extremadamente caute-
losos y escépticas sobre la seriedad con la que se podian tomar sus recomendaciones.
Este recelo se reflej6, como anécdota, muy significativa por cierto, en el hecho de
que decidiéramos hacer la entrega del informe cuando ya lo tuviéramos editado en
Ja imprenta de la Universidad Nacional. No queriamos dejar espacio a que se nos
modificara una sola coma. El Presidente Barco, por su parte, mostré la misma eautela,
recibiendo el informe en un acto privado, del cual no hubo siquiera un comunicado
piiblico. La divulgacién se hizo por iniciativa nuestra.
El elemento compartido del equipo y determinante en la perspectiva de los postulados
cra la creencia en hs virtudes de la solucién negociada del conflicto. Las recomendaciones
que haciamos no estaban divigidas hacia un Estado mas eficaz militarmence sino mis
democritico, porque secreia que la violencia solo era derrotable con més democracia. La
Comisin del 58 se enfrentaba al hecho desnudo de la violencia, en tanto que la del 87
se propuso dar cuenta delas enormes tensiones entre violencia y democracias, recogidas
en el titulo: Colombia: violencia y democracia. La violencia patecta muchas veces encap-
sulada en un discurso insticucionalista que invisivilisaba sus raices en las desigualdades
y bloqueos ala participacién politica y la movilizacién social.
El contexto del Grupo de Memoria Histérica fue muy distinto de los anteriores.
El Grupo nacié en tiempos del discurso de la justicia transicional, en un inusual y
paradgjico periodo marcado, inicialmente al menos, por un discurso de posconflicto
bajo el ruido de las armas y in negociaciones, y dentro de una estructura institucional
cuestionada en su conformacién —la Comisién Nacional de Reparacién y Recon-
ciliacién—, de la cual recibié la delegacién de las tareas de esclarecimiento exigidas
porla Ley de Justicia y Paz, una ley igualmente controvertida. Esto planted dos retos
claves: conformar un equipo de investigacién que, amparado en la trayectoria de sus
integrantes, fortaleciera la credibilidad de la Academia y las organizaciones de derechos
humanos en medio de un gobierno —el de Uribe Vélez— que se habfa caracterizado
por deslegitimarlos a ambos. El reto de construir legitimidad a partir de un contexto
tan impugnado desde la misma Academia y las organizaciones de derechos humanos,
por otra parte, llevé al Grupo a emprender un camino muy
Jas Comisiones de Verdad 0 Memoria para llegar al informe general: el largo camino
de los casos embleméticos como estrategia impuesta, no solo por las dimensiones y
la diversidad del conficto colombiano contemporineo, sino también por el déficit de
legitimidad que teniamos como punto de partida. La consigna bajo la cual comen-
zamos a operat pudiera traducitse en estos términos: vamos a trabajar de modo que
istinto al habitual deJefferson Jaramillo Marin
en el proceso mismo procuremos ganar la credibilidad y legitimidad que no nos da el
contexto. Hasta qué punto se logré no me corresponde decitlo, Pero lo cierto es que el
Grupo, alimentado por el largo proceso social de construccién de memoria y verdad
que lo antecedié, contribuyé a poner en la esfera piiblica y en la insticucionalidad el
derecho y el deber de memoria.
El Grupo conformado no tenia ningiin vinculo con el gobierno de entonces, &
incluso muchos de sus integrantes eran criticos reconocids del mismo, que en sus
columnas, investigaciones o intervenciones habfan manifestado amplias razones de
su oposicién frente ala politica de seguridad democritica. Si se revisan sus documen-
tos fundadores (el Plan Estratégico de febrero de 1987), cuyos presupuestos se han
mantenido vigentes hasta el dia de hoy, se vera que el proyecto de esclarecimiento del
Gait apuntaba al extremo opuesto: a una solucién negociada del conflicto armado,
aunque esta no fuera inminente cuando inicié labores en el 2007. La seguridad de-
mocritica era una quebrada caparazén que incomodaba al Grupo recién constituido,
pero no condicioné o fungié como marco inspirador de sus actuaciones. Mas bien
considero que la direccién opuesta que tomé el Grupo fue posible gracias a que el
gobierno de entonces se vefa en cierto modo obligado a responder los reclamos de
Ia sociedad que, como dije antes, ya venia adclantando fragmentarios, y no por ello
menos fundamentales, procesos de construccién de memoria y verdad. Qué lugar
ocupé entonces el Gatti dentro del espectro politico en el que fue creado, no dejaré
de ser una pregunta inquietante para el historiador, y no me corresponde aventurar
aqui tuna respuesta protagénica. En esta direccidn, me distanciaria de la apreciacién
de Jefferson segsin la cual el Grupo de Memoria Histérica habria que mirarlo como
parte del “macropacto politico de la seguridad democratica”.
El segundo reto del cat fue formalizar, desde el inicio de sus funciones, compro-
misos de autonomia académica de los resultados, la cual se consages en la Primera
Plenaria de la Comisién Nacional de Reparacién y Reconciliacién, que en la fecha
mencionada le dio vida al Grupo. Y la tercera condicién expresa era la libertad de
didlogo del Grupo con todas las vertientes del espectro politico, de las victimas y de
los actores del conflicto. La auronomia era una apuesta muy fuerte del Grupo y un
desafio que la cx, visto a la distancia, acepté con generosidad. Porque no era fil
hacer una delegacién tan amplia del mandato y al mismo tiempo hacerse responsable
de los productos generados en el marco de ese mandato, a sabiendas de que dentro de
la propia cer habia quienes estaban lejos de compartir nuestras visiones.
El Grupo tenia que resolver tambin la tensién entre una visidn caleidoscépica,
fragmentada, y la tarea de un informe general —insistimos en no llamaclo informe
final— que integrara los resultados y el mapa del horror, de los perpetradores y de
las vietimas del conflicto armado en més de medio siglo. Ese pendiente se culminé
en un aulevo contexto institucional y politico —el del gobierno de Juan ManuelSantos— y se materializé en el Basta Val: Colombia memorias de guerra y dignidad, y
en el documental que lo acompasia, titulado No hbo tiempo para la tristeza.
A diferencia de las comisiones de otras latitudes en las cuales el informe final es un
momento de cierre simbélico del conflicto, en Colombia, el ;Basta Yaly la creacién del
Centro de Memoria Hist6ria, abrieron paso, segiin me lo advirtié un colega espafol,
a una especie de comisién de la verdad en permanencia; el informe es el hito de un
perpetuo recomienzo frente a las demandas, expectativas y deudas de memoria de
Jas victimas, regiones, y contendientes armados que en este momento estan sentados
en una promisoria mesa de negociaciones en la Habana. Puede ser anticipado este
diagnéstico, pero lo cierto es que en a Colombia de hoy las tareas de investigacién
tienen una sorprendente vitalidad y continuidad, en el mundo institucional y en el
mundo social, El horizonte previsible de una Comisién de la Verdad no anularia sino
que redinamizaria estos procesos. La pluralidad de escenatios sociales, regionales y
de formas de victimizacién hace todavia dificil la valoracién del trabajo del Grupo.
Lalectuta del libro de Jefferson me ha llamado a salir una vez més en defensa, ya
no solamente del trabajo del Grupo de Memoria Histérica sino de aquellasiniciativas
sociales que provenientes del Estado se constituyen bajo premisas que se inspiran
en estrictos marcos de competencia internacional en materia de derechos humanos.
En ese horizonte, invito a pensar si el Estado mismo no ha lagrado redefinirse, al
‘menos en parte, con una mayor 6 menor conciencia, através de su didlogo con otras
instituciones, como la Academia y las oxganizaciones de derechos humanos, 0 as co-
iisiones estudiadas en este libros y aun agregarfa que es necesario comenzar a pensar
en estas palabras que escribiera Boaventura de Souza Santos en una de sus Cartas a
las Lequierdas: “el Estado es un animal extraito, mitad angel y mitad monstruo, pero,
sin él, muchos otros monstruos andarfan sueltos, insaciables, a la caza de Angeles
indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca’.
Su lectura también me hace considerar quella ley de Victimas no es una trampa tendida
por manipuladores astutos, sino resultado de huchas sociales y del campo democritico
forjados a pulso durante décadas. En este excenario, la produccién de la verdad judicial,
es un campo de debate, de lichas por la memoria. Pignsese no més eémo un encuadre
tan adverso para las victimas en sus formulaciones iniciales, fue transformado por ellas
en el curso del debate publico. De hecho, en esa confrontacié
Jn las organizaciones de vie-
timas lograron ocupar un lugar ceneral en la escena politica, como nunca antes lo habjan
hecho. Los contextos no son inmunes alas estrategias de los actores. En esa direccién, es
preciso reconocer que el gobicrno nacional, Ilimese cxRR, Ikimese Grupo de Memoria
Historica, no puede ser inmune al reclamo de las vietimas. Este reclamo ha sido en lo
fundamental parte de una larga conversacién, un lugar para la palabra que pone frente a
frente al narrador y al que escucha en un impredecible juego de reciprocidades, del que
ambos, a veces sin ser muy conscientes de ello, salen transformados.Jefferson Jaramillo Marin
Finalmente, una de las mayores virtudes de este trabajo, es que las ini
verdad y de memoria en el pais no volveran a ser ni miradas, ni valoradas, ni juzgadas
de la misma manera después de este balance, pues, en los sucesivos planos del juego de
espejos en el que el autor nos ha invitado a reflejarnos, ha logrado adentrarse, con ho-
nestidad y rigor, en los nudos de las legitimas controversias que alimentan los eercicios
académico-politicos que son las comisiones de investigacidn sobre nuesteas violet
Gonzalo Sanchez G.
Director Centro Nacional de Memoria Histérica, ColombiaPrdlogo
Desde la segunda mitad del siglo xx, los colombianos hemos sido testigos de tres
manifestaciones de violencia impactantes por sus dimensiones politicas y por la mag-
nitud de sus secuelas sociales. La primera de esas manifestaciones, la Violencia, fue un
enfrentamiento armado entre liberales y conservadores, ocustido entre 1946 y 1965, que
dejé como saldo mas de 190.000 vietimas, sobre todo campesinos (véase Oquist 1978).
La segunda de estas manifestaciones fueron las violencias de los afios ochenta. A
diferencia dea época de la Violencia, en los afios ochenta, los méviles politicos no fueron
Jos tinicos responsables del caos. Al contratio, en esta época, nos encontramos frente a
Jas estructuras del crimen organizado, responsables de los altos niveles de homicidios en
el pais, en especial en las zanas urbana. Estas estructuras criminales lograron permear
varios sectores de la sociedad y de la institucionalidad.
Latercerade estas manifestaciones correspondea lo que los expertos laman el conflicto
armado intemo, Esta expresién, aunque polémica, permite dar cuenta de lahucha insusree-
cional guerrilera, de las reacciones legales c ilegales del Estado frente a esa insurreccién y
de los grupos paramilitares. Con el concepto de conflicto armado interno, se ha buscado
rnombrar, més alld de un enfrentamiento entre partidos politicos o de unas modalidades
deaceién criminal, un proceso de disputa histrica (prolongado y degradado) entre actores
institucionales eilegales con diversas légicas de organizacién e intereses.
Estas tres manifestaciones condensan hitos histéricos nacionales de ruptuea y tres
pasados recientes que han sido representados y gestionados mediante diversas narrativas
y dispositivos oficiales. Las comisiones de estudio sobre la violencia han sido uno de los
instrumentos institucionales que han servido para tal fin. De estas comisiones, que no
son ni comisiones de la verdad ni comisiones extrjudiciles las mas importantes han
sido la Comisién Nacional Investigadora de las Causas y Situaciones Presentes dela Vio-
lencia en el Tersitorio Nacional (1958), la Comisién de Estudios sobre la Violencia (1987)
y el Grupo de Memoria Histérica (2007-2011). Este libro analiza estas tres comisiones,
Nuestro principal interés es detallar cémo estas comisiones han sido vehiculos de
‘memoria histérica que han articulado dos operaciones centrales para la comprensién
de lo ocurrido en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx. De una parte,
ofrecer maneras de procesar y gestionar oficialmente las secuelas de la violencia,Jefferson Jaramillo Marin
oliticas, como la pacificacién, la rehabilitacién, la cultura de la
nal. De otra parte, contribuir a la seleccién de unas narrativas
dominantes sobre el pasado y el presente de violencia. Estas narrativas permiten que
distincos actores (gobiernos, expertos, prensa, etc.) administren pablicamente los
sentidos politicos y sociales sobre lo ocurrido en el pais.
A lo largo de este libro, destacaremos eémo, alrededor de estas comisiones y
de sus narrativas, se evocan y omiten responsabilidades en la escena piblica. Los
dispositivos oficiales objeto de nuestro estudio han permitido pactar acuerdos para
cerrar el pasado, realizar anatomias académicas de las violencias o generat politicas
de memoria contra el olvido. A través de estas tecnologias institucionales, mostrare-
‘mos cémo ciertos grupos y algunos asuntos antes no tratados dentro de los debates
nacionales son movilizados como capitales narratives. En sintesis, este libro es una
apuesta analitica para tratar de comprender la naturaleza de la administeacion y
de la produccién institucional de los pasados y presentes de la violencia en el pafs,
reconociendo que este proceso de recuperacién y tramite de la memoria historica
de nuestras violencias no es una preocupacién reciente.
El libro esté estructurado en cuatro capitulos. En el primer capitulo, analizamos
la Comisién Investigadora (1958). Este capitulo da cuenta de los protagonistas, del
marco politico nacional ¢ internacional del momento, de las estrategias de procesa-
miento institucional de las secuelas de la Violencia y de los mecanismos de pacificacién
y tehabilitacién propuestos por la comisién. En el segundo capitulo, analizamos la
Comisin de Expertos (1987). Este capitulo da cuenta de su formacién, de la coyuntura
en la que surgié, de las caracteristcas y alcances del diagnéstico de la situacién del
pais realizado por los comisionados, de la polémica alrededor de la tesis de la cultura
de la violencia, de la idea de un nuevo pacto democritico y de las caracteristicas de
Jas narrativas construidas por la comisién. En el tercer capitulo, analizamos el Grupo
de Memoria Histérica (2007-2011). Este capitulo da cuenta del vinculo con las na-
srativas humanicarias y los discursos transicionales, de los alcances y limitaciones del
trabajo de este grupo, de su novedad respecto a las otras comisiones y del papel de los
expertos dentro del grupo. En el cuarto capitulo, a modo de conclusién, realizamos un
balance comparativo de las tres experiencias, preguntindonos en qué medida estas tres
comisiones fueron tecnologfas de administracién y produccién de sentidos histéricos
y politicos sobre el pasado, el presente y el futuro, en medio de las violencias del pais.Introduccién
En este libro, defendemos la idea de que las comisiones de estudio sobre la violencia
son tecnologias o artefactos institucionales de construccién de memorias historicas
sobre lo ocurrido en Colombia desde mediados de los afios cuarenta hasta hoy. En ese
sentido, pensamos que las comisiones de estudio sobre la violencia han funcionado, en
medio del conflicto, como corteas transmisoras de narrativas de pais, como intentos de
gestidn piblica de las violencias y como dispositivos de produccién histérica de versiones
sobre el conflicto, en unos marcos temporales que son vivides de diversas maneras por
Jos actores involucrados (véase Rufer 2010). Examinemos con més detalle esta idea.
Las comisiones como vehiculos de tramas narrativas
Las comisiones de estudio sobre la violencia abordadas en este libro son dispositivos
oficiales que tienen efectos en la manera como reconstruimos el pasado, como diagnosti-
camos el presente y como imaginamos el futuro, en medio del conflicto histbrico (vase
Villaveces 1998). Las comisiones de estudio sobre la violencia permiten comprender que
Jos pasados nacionales son marcos temporales que dejan una huella! en Jo que somos.
En nuestro caso, estos pasados condensan diversas narrativas bélicas* que merecen ser
“reabiertas, reavivando [en ellas} las potencialidades incumplidas, prohibidas, incluso
destrozadas’ (Ricoeur 2009, 953). Los pasados ayudan a tejer una visién sobre el presente
y el futuro, entre lo que es vivido y el horizonte de las expectativas de una sociedad.
*Lanocén de huella es erucal en la representacion del pasado. Segtin Ricoeur hay tes tipos de hue
lias: las cerebrales (dl ells tratan las neurociencias) las psquicas, relacionadas com las impresiones
«que han dejando en nuestros sentidos yafects los acontecimientos traumticas (de ellas se ocupa
el psicoanliss y las documentales, relacionadas con ls improntas escritas yarchivadas (de llas
se ocupa el historiador) (vase Ricocur 2010, 30-32). Las dos éltimas son ls que os interesan,
Pata el caso de as guerrseviles en Colombia, las narratvashaicas han sido trabsjadas por Ube
y Lépex (2010)Jefferson Jaramillo Marin
Partimos de una lectura de ls comisiones de estudio sobre la violencia como inieiai
oficiales “que traman los acontecimientos de los que hablan” (White 2010, 483) 0 inicia-
tivas oficiales que ensamblan experiencias histrico-temporales, a través de operaciones
narrativas en el tiempo, dado que “lo narrado sucede en el tiempo y lo desarrollado tem-
poralmente puede narrarse” (Ricoeur 2000, 190). Para lograr esa trama y ese ensamble,
Jas comisiones de estudio sobre la violencia producen narrativas que permiten seleccionar
y disponer acontecimientos heterogéneos sobre las violencias y el conflicto.
La trama, tal y como es concebida en este libro, proporciona a la experiencia hu-
‘mana una inteligibilidad narrativa y una estructura, es decie, la trama transforma los
acontecimientos temporales en relatos més o menos integradores (no tinicos) de lo que
ha sucedido, En ese orden de ideas, las tramas presentes en las comisiones de estudio
sobre la violencia no producen relatos homogeneizantes de pais, sino que articulan di-
versos discussos dentro de marcos temporales c histéricos. La nocién de trama sugiere
que los ingredientes de la accién humana, muchas veces discordantes y mudos (por su
caricter traumético), son ensamblados institucionalmente, para otorgacles un grado
de inteligibilidad (véase Ricoeur 2000) o para agregar un “contenido idcoldgico a la
narrativa histérica” (White 2010, 486) que generan.
Las tramas también funcionan, de acuerdo con Jean-Luc Nancy (2002), como
‘mecanismos que tienen la capacidad de hacer sentido del mundo, especialmente para
quienes viven los rigores de la violencia y del conflicto armado. Esto quiere decir que
Jas tramasarticulan tiempos histéricos, narrativas histéricas y contenidos ideol6gicos
fracturados por la guerra, y aytudan a construir explicaciones sobre lo que ha acontecide
de forma traumatica (véanse Malkki 1995; Castillejo 2010).
Ahora bien, estas tramas solo se encuentran en las comisiones de estudio sobre la
violencia? No necesariamente. Por ejemplo, ellas pueden estar presentes en imaginarios
nacionales (como ef de la cultura de la violencia), en los instrumentos de gestién y
administraci6n social y politica del pasado (como el Frente Nacional, la politica de
seguridad democritica o la Ley de Justicia y Paz), en los relatos autobiogrificos sobre
Jos periodos de violencia (como los producidas en los aft cincuenta en nuestro pais)
cn las memorias del cautiverio de policias y politicos, en los informes de expertos, en las
narrativas de los grupos hegeménicos (las élites politicas o militares) y en las narra-
tivas de los colectivos sociales de resistencia (movimientos y organizaciones sociales,
asociaciones de familiares de victimas, etc).
El potencial analitico de las comisiones de estudio sobre la violencia permite, de
un lado, articular significados, en contextos en los que los actores armados transfor
man las categorias rectoras del mundo cotidiano (véanse Nordstrom 1997; Castillo
2010), y, de otro lado, trazar unas coordenadas de orientacién (véanse Rabotnikof
2007a, 20076), para comprender las capas temporales del confficto y la profundidad
de sus impactos y significados.