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dicotomia hecho-valor y olros ensayos Si la filosoffa desempefia alguna tarea en el mundo es la de clarificar nuestro pensamiento y despejar las ideas que nos obnubilan la mente. En este libro, uno de los filésofos mas importantes de la actualidad se enfrenta a algo que ha hallado un lugar en exceso destacado en la cultura popular y el pensamiento filosdfico: la idea de que si bien las afirmaciones facticas pueden ser establecidas o refuta- das racionalmente, las afirmaciones sobre valores son. enteramente subjetivas, no susceptibles de argumentacién racional a favor o en contra. Pese a que en ocasiones sea importante y util distinguir entre afirmaciones facticas y juicios de valor, Hilary Putnam argumenta que la distincién se vuelve netamente perjudicial cuando se identifica con una dicotomfa entre lo objetivo y lo puramente «subjetivo>. Retrotrayendo el problema a Ja concepcién de Hume de una «cuestién de hecho», as{ como a la distincién kantiana entre juicios (la longevi- dad, la salud, el acceso a la educacién a varios niveles, la oportu- nidad de crear y disfrutar de obras de arte, etc.), ello implicaria que Sen nos est4 pidiendo de nuevo la tarea imposible de razonar acerca de lo que es meramente subjetivo, 0 cuanto menos total- mente relativo a una cultura. Mi tesis es que ahi subyace una vez mas una dicotomia indefendible y que, de hecho, la objetividad que Habermas atribuye a las normas presupone la objetividad de por lo menos algunos valores. 18 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR [...] En el capitulo 2 invoco el argumento de que (como sefialan Peirce y el resto de los pragmatistas clasicos) la ciencia misma pre~ supone valores —de que los valores epistémicos (coherencia, sim- plicidad y semejantes) son también valores, y estan en el mismo barco que los valores éticos con respecto a la objetividad—. El ca- pitulo 8, el capitulo final, desarrolla este argumento mediante una ojeada a la filosofia de la ciencia del siglo xx y la penosa historia de sus intentos por evadir esta cuestion. PRIMERA PARTE EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR Capituto 1 LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS éDonde esta la cuestién de hecho que aqui llamamos 7 men?; sefialadla; determinad el momento de su existencia; describid su esencia o naturaleza; exponed el sentido o la fa- cultad a los que se manifiesta. Reside en el alma de la persona ingrata; tal persona debe, por tanto, sentirla y ser conscien- te de ella. Pero nada hay ahi, excepto la pasién de mala vo- luntad o absoluta indiferencia. Mas no podemos decir que siempre y en todas las circunstancias estas cosas sean cri- menes. No; sdlo son crimenes cuando se dirigen contra per- sonas que previamente han expresado y manifestado buena voluntad para con nosotros. En consecuencia, podemos in- ferir que el crimen de la ingratitud no es ningtin hecho indi- vidual en particular, sino que surge de una complejidad de circunstancias, las cuales, al ser presentadas al espectador, provocan el sentimiento de censura segiin la estructura y constitucién particulares de su mente. . Davin Hume. Todos y cada uno de los presentes han ofdo alguna vez a alguien preguntar: «¢Se ha de considerar esto un juicio de hecho o un juicio de valor?». Lo que se est presuponiendo con este «rompecabezas> es que si es un «juicio de valor» no puede ser en absoluto un [enun- ciado de] «hecho», y un presupuesto afiadido es que los juicios de va- lor son «subjetivos». La concepcin de que los juicios de valor no son afirmaciones facticas y la inferencia de que, dado que no Jo son, en- tonces deben ser subjetivos, tienen una larga historia. Muchos cientf- ficos sociales de nuestro siglo han aceptado ambas ideas, y ello con 22 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR consecuencias de enorme importancia, como veremos con detalle en el capitulo 3 (en conexién con el caso particular de la economia). Antes de examinar con més detalle la dicotomia entre hechos y valores resultard titi] observar una distincién diferente, que también se ha exagerado hasta alcanzar el rango de dicotomia y se ha mane- jado como si comprendiera una clasificacién exhaustiva de todos los juicios posibles, a saber, la distincidn entre lo analitico y lo sintético. «Analitico» es un término técnico del lenguaje filos6fico que, bajo la presién de ciertas tendencias imperantes en los primeros tiempos de ja filosoffa analitica, llegé a ser considerado el nombre idéneo para la clase de verdades que son «tautologias» 0 «verdaderas meramente en.virtud de su significado». Un ejemplo recurrente de este tipo de verdad supuestamente analitica es «Todos los solteros son no casa- dos» (los positivistas, al emplear los términos «analftico» y «sinté- tico», estaban tomando prestado el vocabulario de Kant —vocabu- Jario heredado a través de Frege y transformado por él en ese proceso—).! Los positivistas légicos sostenfan que las matematicas consisten en una serie de verdades analiticas, «Sintético» era el tér- mino de Kant para las verdades no analfticas. Su sorprendente afir- macién era que las verdades mateméticas son a la vez sintéticas y necesarias (a priori). En el siglo xx, los adversarios positivistas de Kant intentaron ampliar la nocién de lo «analitico» hasta abarcar la totalidad de las mateméticas (que segitin ellos eran, en efecto, meras convenciones lingiifsticas que no tenfan nada que ver con los he- chos). De modo que, para los positivistas, ambas distinciones, la dis- tincién entre hechos y valores y la distincién entre analftico y sin- tético, contraponen «hechos» a otra cosa: la primera distincion contrapone los «hechos» a los «valores» y la segunda contrapone los «hechos» a las «tautologias» (o «verdades analiticas»). Existe un amplio reconocimiento del desplome de esta forma caduca de la dicotomfa analftico/sintético desde que Quine la ata- cara en 1951, (Quine arguy6 que los enunciados cientificos no po- dian ser divididos de modo tajante en «convenciones» y «hechos»). En el capftulo 2 describiré el fenémeno (0, mas precisamenite, los fenémenos) que he llamado «la imbricacién de hecho y valor», y explicaré por qué la existencia de una tal imbricacién socava por completo la idea de un abisme omnipresente y fundamental entre LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 23 los juicios de valor y los Ilamados «enunciados de hecho».? Me ba- saré en este fenémeno para aducir que esta dicotomia se desmo- rona de un modo totalmente andlogo a como lo hace !a dicotomia analitico/sintético (en efecto, esta dltima distincién también se de- rrumba a causa de una imbricacion, la de convencién y hecho).? En el capitulo 3 (que, cuando estos tres capitulds fueron expues- tos dentro de las conferencias Rosenthal, era la conferencia final), examinaré la obra de un gran economista y filésofo, Amartya Sen, con la finalidad de ver cémo la naturaleza misma de la «teorfa clasica» en economia se transforma en sus manos y cémo esta transtormacién es funcién directa del desplome de la dicotomia hecho/valor. Una versién de cada una de estas dicotomias, la dicotomia he- cho/valor («es» frente a «debe») y la dicotomia analitico/sintético («cuestiones de hecho» frente a «relaciones de ideas»), tuvo ca- rcter fundacional para el empirismo clasico, as{ como para su heredero del siglo xx, el positivismo légico. De modo que llegar a pensar sin estos dogmas es entrar en una auténtica «posmodemi- dad»: entrar en un campo totalmente nuevo-de posibilidades inte- lectuales en todas las esferas importantes de la cultura. Empezaré con algunas observaciones generales sobre dicoto- mias y distinciones, y luego abordaré en concreto las dicotomfas analitico/sintético y hecho/valor. UNA DISTINCION NO ES UNA DICOTOMEA: LO ANALITICO Y LO SINTETICO El punto de vista con respecto a la relacién entre «hechos» y «valores» que defenderé en este libro es el que John Dewey defendié practicamente a lo largo de toda su larga y ejemplar carrera. Lo que atacaba Dewey no era la idea de que, para ciertos propésitos, pueda ser util trazar una distincion (entre, digamos, «hechos» y «va- lores»). El blanco de su critica era mas bien lo que él Ilamaba el «dualismo» hechos/valores, uno de los muchos dualismos filoséficos que Dewey estaba interesado en identificar, diagnosticary exorci- zar de nuestro pensamiento. Una confusién que siempre tiende a provocar su obra (tal como he aprendido al ensefiarla) es la de 24 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR que cuando Dewey ataca lo que él llama «dualismos» esta atacan- do todas las distinciones filoséficas asociadas a ellos. Nada mas lejos de la verdad: el caso de la dicotom{a analitico/sintético, pese ano ser uno de los ejemplos de dualismo filos6fico pernicioso fa- voritos de Dewey, ilustra la importancia de respetar la distincién entre un dualismo filosdfico y una distincion filosdfica. Los positivistas légicos introdujeron una célebre clasificacién tripartita de todos nuestros presuntos juicios dividiéndolos en «sin- téticos» (y, por ende, segtin los positivistas légicos, verificables o falsables empiricamente), «analiticos» (y, por ende, segtin los po- sitivistas légicos, «verdaderos [0 falsos] con arreglo sélo a las reglas [légicas]») y por ltimo —y esta categoria incluye especialmente todos nuestros juicios éticos, metaffsicos y estéticos— «carentes de valor cognitivo» (aunque puedan tener una funcién practica como imperativos, modos camuflados de influir en las actitudes de otros, etc.).* Aunque nuestro lenguaje ordinario es confuso y vago, de modo que algunas de sus oraciones pueden no ser clasi- ficables con claridad como analiticas 0 sintéticas (0 incluso como. dotadas 0 carentes de valor cognitivo), una vez que queda claro lo que el hablante quiere decir —tal vez después de haberle presen- tado un conjunto de precisas formulaciones alternativas en un lenguaje artificial—, la formulaci6n (0 «reconstruccién racional») clara que él escoja de lo que esta intentando decir, sea ésta cual sea, sera 1) verdadera (o falsa) en virtud de las reglas (0 conven- ciones) mismas del lenguaje artificial, 0 2) comprobable median- te la confrontacién con «oraciones observacionales», o 3) un me- ro sinsentido «cognitivamente hablando». Lo que he dicho antes acerca de la dicotom{ia hecho/valor, a saber, que se concebia como un «abismo omnipresente y fundamental», se podria decir tam- bién de la dicotomia analitico/sintético tal como la concebian los positivistas légicos. Decir que es «omnipresente» es decir que esta distincién se.concibe como aplicable absolutamente a todos los juicios significativos y absolutamente en todas las 4reas. Es mas, si un juicio no puede ser clasificado asi, entonces esto bastar4 pa- ra demostrar que el supuesto «juicio» es en el mejor de los casos ambiguo, que el hablante no tiene claro cud] de entre varios jui- cios diferentes quiere hacer 0, en el peor de los casos, que no se da LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 25 en absoluto un auténtico juicio. Esta «distincién analitico/sintéti- co» (0, para usar la expresién de Dewey, este «dualismo» de lo analitico y lo sintético) es una ilusién metafisica. Decir que la dis- tincién analitico/sintético resulta «fundamental» es decir que, una vez que esta distincién (0, mas bien, este dualismo) fuese acepta- da, todos los problemas filoséficos.quedartan por ello mismo re- sueltos de inmediato. Los tinicos problemas por resolver serian técnicos, tales como los que los mismos positivistas logicos plan- tearon. Esta transicién crucial —de la que Dewey intenté alertarnos— de una inocente distincién a un dualismo metafisico puede obser- varse ya en la manera en que Kant concebia la distincién entre juicios analiticos y juicios sintéticos, pues Kant forz6 la pregunta: «Las verdades matematicas, ¢son analiticas 0 sintéticas?» (asi como preguntas similares acerca de muchos otros casos dificiles, por ejemplo, el principio de causalidad), Kant consideraba que los principios de las matemiaticas eran a la vez sintéticos y a priori, tesis que ha resultado anatema para los empiristas. La réplica de los positivistas légicos fue que los principios de las matematicas son efectivamente necesarios (como pensaba Kant), pero no sinté- ticos, sino analiticos.* Sin embargo, a fin de dar esta réplica, los positivistas légicos forzaron la nocién de analiticidad hasta ha- cerla afticos. Una vez que la categoria kantiana de lo sintético a priori deja de estar disponible, pasa a ser importante considerar la posibilidad ~~ante la que muchos metaffsicos se muestran atin reticentes— de que los principios de las matematicas sean distintos de los ejem- plos paradigmaticos de verdades analiticas («Todos los solteros son no casados») y también de los de verdades puramente des- criptivas («Los petirrojos tienen plumas»). Esto sirve para ilustrar una diferencia entre una distincién ordinaria y una dicotomia metafisica: las distinciones ordinarias tienen ambitos de aplica- cidn y no nos sorprende que a veces no sean aplicables. Los positivistas légicos no s6lo seguian a Kant al suponer que Ja forzada pregunta «¢analitico o sintético?» debe tener sentido apli- cada a las matematicas, sino que también pensaban que era aplica- ble a todo enunciado particular de la fisica tedrica. Por lo tanto —pe- 26 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR se al hecho de que consideraciones de elegancia (en Jas que los positivistas légicos verfan la introduccién de un elemento de «con- vencién»), asf como la necesidad de que nuestras teorias fisicas en conjunto cuadren con los experimentos (con los«hechos», en la jerga de los positivistas légicos), conforman el modo en que desa- xrollamos y empleamos los conceptos en fisica—, tienen que sos- tener que la pregunta por, digamos, el caracter «analitico o sinté- tico» del principio de conservacién de la energia no es sélo una pregunta significativa, sino que ademas es una pregunta que hay que responder si queremos embarcarnos en el proyecto de ha- cer que muestra fisica sea (enteramente) «racional». Quine critic a los positivistas, en primer lugar, por su «fracaso en apreciar que este rasgo legislativo [en otras palabras, el elemento de conven- cién] es un rasgo de las hipdtesis cientificas de una manera muy general»® (mds que una propiedad de ciertas proposiciones cienti- ficas particulares y no de otras) y, en segundo lugar, por su «fraca- so en apreciar que es un rasgo del acontecimiento pasajero mas que de la verdad por él instituida» (en otras palabras, el hecho de que una proposicién sea inicialmente aceptada como una convencién no implica que no haya que someterla luego al tribunal del expe- rimento, al igual que el resto de las oraciones de la teoria). Resu- miendo todo esto en una brillante metaéfora, Quine escribié: «El saber de nuestros padres es un tejido de proposiciones. En nues- tras manos se desarrolla y modifica a través de retoques y afiadi- dos mds o menos 'arbitrarios y deliberados por nuestra parte, mo- tivados mds o menos directamente por la continua estimulacion de nuestros érganos sensoriales. Es un saber gris pélido, negro por el hecho y blanco por la convencién. Pero no he encontrado razo- nes de peso para concluir que haya en él ninguna hebra lo bastan- te negra ni lo bastante blanca».” Quine, sin embargo, fue demasiado lejos en su ataque inicial a Ja distincién‘en su famoso ensayo «Dos dogmas del empirismo»,* donde perdia de vista el punto principal al negar, de hecho, que tenga sentido alguno distinguix una clase de verdades analiticas (por ejemplo, «Todos los solteros son no casados») de las verdades sujetas a comprobacién observacional («Todas las estrellas de la secuencia principal son rojas»). Y, en efecto, gran parte de la filo- LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 27 sofia de las matematicas de Quine parece ser un intento de asimi- lar la verdad mateméatica a las verdades de la fisica (lo cual, mas que implicar que la cuestién «analitico o sintético» sea irreme- diablemente confusa, parece implicar que las proposiciones ma- tematicas son «sintéticas» en el sentido de Kant). Otros, sin em- bargo, empezando por mi mismo, hemos argumentado que puede aceptarse la intuicién de Quine (que hay amplias categortas de pro- posiciones que no pueden clasificarse simplemente como verdades analiticas 0 como enunciados de hechos observables) y a la vez no abandonar la modesta idea de que hay también casos que caen en uno u otro lado de la siguiente distincién especificable: enuncia- dos de un cierto lenguaje que son trivialmente verdaderos en vir- tud del significado de sus palabras y enunciados que no lo son; posteriormente, Quine mismo concedié que yo tenia razon e in- tenté enunciar la diferencia con precisién."® Yo afiadirfa que reco- nocer una diferencia entre tales enunciados trivialmente verdaderos ~—independientemente de cémo caractericemos lingitfsticamente esta clase— y otros tipos de enunciados no implica que todos los demas tipos de enunciados se subsuman bajo una tinica clase de «enunciados acerca de cuestiones de hecho» (Hume) o de «enun- ciados sintéticos» (Kant). En resumen, doinesticada de este mo- do, la nocién de enunciado analitico resulta ser una nocién modes- ta y en ocasiones Util, pero ya no esa poderosa arma filoséfica capaz de funciones tan maravillosas como la de explicar por qué las verdades matematicas no representan ningtin problema en ab- soluto para el empirismo.' Otro punto acerca de la dicotomfa analitico/sintético, que ya he mencionado de pasada pero que quiza merece la pena repetir, es que, al concebirse dicha dicotomia como filoséficamente obliga- toria, se interpretaban ambos lados de la distincién como géneros naturales, cada uno de ellos una categoria cuyos miembros posefan una propiedad «esencial» en comin. Para los positivistas, esto sig- nificaba no sélo que todos los miembros de la (asf inflada) catego- ria de lo analitico tenfan supuestamente la propiedad de ser «ver- daderos [meramente] en virtud de las reglas del lenguaje», sino también que todos los miembros de Ja clase complementaria, los enunciados xo analiticos, tenfan la propiedad de ser «descripcio- 28 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR nes de hecho», tomando como modelo original el tipo de hecho empfrico que uno puede figurarse.” La posibilidad de que hubiera muchos géneros de enunciados «no analiticos» y la de que identi- ficar un enunciado como no «analitico» no equivaliera (todavia) a identificar un género de enunciado filosdficamente interesante que- daban descartadas desde el principio. ‘La HISTORIA DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR La historia de la dicotomia hecho/valor es en ciertos aspectos paralela a la de la dicotomia analitico/sintético. Al igual que esta Ultima, es anticipada por una dicotomia humeana: la implicita en Ja famosa doctrina de Hume de que no se puede inferir un «debe» a partir de un «es».'3 Aunque son muchds los autores que suscriben sin reparos la afirmacién de Hume de que uno no puede inferir un «debe» de un «es» (a veces se habla de la «ley de Hume»), las razones aducidas en su favor por el propio Hume no son en absoluto aceptadas por quienes le citan de manera tan aprobatoria."* Una pista de que la afirmacién «no se puede inferir un “debe” de un “es”» presupone una metaffsica sustancial (y que no se tra- ta, por el contrario, de una simple observacién légica) es que na- die, ni siquiera el mismo Hume, la ha tomado nunca como una mera afirmacién sobre la validez de ciertas formas de inferencia, andloga a la de que «no puede inferirse “p” y “g” de “p” 0 “q”». Efectivamente, si la afirmacién fuese simplemente acerca de la forma de ciertas inferencias, prohibiria inferir «debe hacerse x en tales-y-cuales circunstancias» de «hacer x en tales-y-cuales cir- cunstancias es bueno y evitar hacer x en esas mismas circunstan- cias es malo». Por supuesto, muchos filésofos contestarian este a ejemplo diciendo que no entra en conflicto con el dictum de Hu- me porque es un caso de inferencia de un «debe» a partir de otro adebe», Pero ésta es precisamente mi tesis. La capacidad de‘estos mismos filésofos de reconocer enunciados del tipo «hacer x en ta- les-y-cuales circunstancias es bueno, y evitar hacer x en esas mis- mas circunstancias es malo» como casos de «debe» no descansa LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 29 en ninguna caracteristica propia de la forma del enunciado, sino mas bien en la comprensién de su contenido. ‘Tampoco la entiende el mismo Hume (ni ninguno de sus lecto- res) como una afirmacion sobre los cdnones de la inferencia formal. Hume presuponia mds bien una dicotomia metafisica entre «cues- tiones de hecho» y «relaciones de ideas» (la dicotomia que constituye su anticipacién terhprana de la «distincién analitico/sintético»), Lo que Hume queria decir era que cuando un juicio con «es» descri- be una «cuestién de hecho», no puede derivarse de él ningtin jui- cio con «debe». La metaffsica humeana de las «cuestiones de he- cho» constituye todo el fundamento de la supuesta inderivabilidad de los «debe» a partir de los «es». Sin embargo, el criterio de Hume para las «cuestiones de he- cho» presupone lo que podriamos lamar una «seméntica figura- tiva».'* En la teorfa de la mente de Hume, los conceptos son un tipo de «idea», y las «ideas» son ellas mismas figurativas: el tni- co modo en que pueden representar cualquier «cuestién de hecho» es asemejdndose a ella (aunque no necesariamente en sentido vi- sual —las ideas pueden ser también tdctiles; olfativas, etc.—). Las ideas también tienen, no obstante, propiedades no figurativa: pueden entrafiar o estar asociadas a sentifnientos, es decir, emo- ciones. Hume no dice tan sélo que no podemos inferir un «debe» de un «es»; afirma, en sentido mas amplio, que no hay «cuestién de hecho» acerca de lo correcto ni cuestién de hecho acerca de lawvir- tad. La razén de ello es que, si hubiese cuestiones de hecho acerca de la virtud y el vicio, entonces tendria que ser el caso (si acepta- mos la «seméntica figurativa») que la propiedad de la virtud fuera figurable en el modo en que lo es la propiedad de ser una manzana. La conclusién de Hume de que no hay cuestiones de hecho de ese tipo era la correcta, dada su concepcién semdntica. Mas atin, da- do que las «pasiones» 0 «sentimientos» eran las tinicas propieda- des remanentes de las «ideas» que Hume creia tener a su alcance para explicar por qué tenemos una impresion tan fuerte de que exis- ten tales cuestiones de hecho, eva bastante razonable que llegara a Ja conclusién de que los componentes de nuestras «ideas» que co- rresponden a juicios sobre la virtud y el vicio no son nada més que «sentimientos» suscitados en nosotros por la «contemplacién» de 30 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR las acciones pertinentes debido a la «estructura y constitucién par- ticulares» de nuestras mentes.'7 La doctrina de que «no puede inferirse un “debe” a partir de un “es"» posee una caracteristica que hemos observado en relacién con la dicotomia analitico/sintético: un lado de la distincién de- signa una clase con una caracteristica mas o menos distintiva. En el caso de la filosofia moral de Hume, la clase en cuestién es la de Jos juicios que contienen «la idea» del debe. Asi descrita, esa clase presupone el desacreditado discurso de los siglos xvil y XVIII acer- ca de las «ideas», pero si queremos desinflar la dicotomia implici- ta en los argumentos de Hume, podemos corregir este defecto ha- blando en su lugar de la clase de juicios que incluyen la palabra «debe» en uno de sus usos éticos. En realidad, asi descrita, esta clase es algo vaga (dado que no esta claro cuando un uso de «de- be» es un uso «éticos), pero al igual que en el caso de la nocién de una «verdad analiticas, seria prematuro negar que haya tal clase en absoluto sobre la base de la mera vaguedad de sus limites. Mas atin, guiados por las propias observaciones de Hume en su Inves- tigacién sobre los principios de la moral, podemos ampliar esa cla- se incluyendo en ella los juicios que contienen no sélo la palabra «debe», sino también las palabras «correcto», «erréneo», «virtud», «vicio» y derivados tales como «virtuoso» y «vicioso», al igual que «bueno» y «malo» en su uso ético."* La clase resultante —llamé- mosla clase de los juicios de valor paradigmdaticos— contendria la gran mayoria de los ejemplos que aparecen en los escritos de los partidarios de lo que estoy llamando «dicotomia» hecho/valor. Con- ceder que efectivamente existe una clase (aunque con limites algo vagos) de verdades que pueden llamarse «analiticas» 1) no parece, en si mismo ni por sf mismo, conducir a la soluci6én de ningin problema filoséfico, 2) no nos dice exactamente qué es lo que los miembros de la clase tienen en comén ni 3) tampoco nos obliga en absoluto a aceptar que el complementario de tal clase (la clase de las verdades y falsedades no analiticas) sea un género natural cuyos miembros poseen algun tipo de esencia comin. De modo similar, conceder que hay una clase de juicios (paradigmatica- mente éticos) que contiene quiz nueve, diez o una docena de pa- labras éticas familiares 1) no resuelve ningiin problema filos6fico, LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 31 2) no nos dice qué es exactamente lo que convierte una palabra ex palabra ética, 3) ni tampoco nos obliga a aceptar que todos los jui- cios no éticos pertenezcan a uno o incluso dos 0 tres géneros na- turales, El papel de Kant en la evolucién subsiguiente de lo que habia de llegar a ser la dicotomia hecho/valor contempordnea es dema- siado complejo para abordarlo aqui con detalle, porque su filoso- fia misma es demasiado compleja como para despacharla en un breve repaso. Baste decir que muchos filésofos morales kantia- nos han interpretado —y han estado de acuerdo con esta inter- pretacién— que la tesis de Kant era que los juicios de valor tie- nen el cardcter de imperativos (Kant mismo habla de «reglas> y «méximas», as{ como del famoso «imperativo categérico»). Se- gun ellos, «El asesinato esté mal» es un modo de decir «No mata- ras», y ésta no es una descripcién de hecho alguno (en este pun- to, por tanto, Kant —asf interpretado— acaba concordando con ume). Pero, en cualquier interpretacién plausible de la concep- cién de Kant, semejante observacién no puede ser sélo la expre- sion de un «sentimiento» ni tampoco la simple mezcla de un jui- cio (que se dan determinadas circunstancias) y de la expresién de un «sentimiento» (en relacién con dichas' circunstancias). Aqui Kant esta en rotundo desacuerdo con Hume. Todos los intérpre- tes de Kant piensan que éste sostenia que los enunciados morales pueden ser justificados racionalmente; de hecho, la totalidad de la filosofia moral de Kant es una explicacién de cémo puede ser és- te el caso, Aunque hay algunos destacados filésofos morales (por ejemplo, Barbara Herman y Christine Korsgaard) que piensan que la con- cepcién kantiana —por lo menos tal como la reconstruye John Rawls— es bdsicamente correcta, la mayoria de los fildsofos con- temporaneos consideran que la filosofia moral de Kant depende excesivamente del resto de la metafisica kantiana, una metafisica que pocos filésofos se ven hoy capaces de aceptar, si es que hay al- guno que lo haga.’ ¥ del mismo modo que el desplome de Ja cre- dibilidad filoséfica de la nocién kantiana de «verdad sintética a priori» llevé a los positivistas légicos a volver a una version enor- memente exagerada de la idea de Hume de que un juicio o es ana- 32 EL DESPLOME DE LA DICOTOM{A HECHO/VALOR litico (trata de «relaciones de ideas») o sintético a posteriori (trata de «cuestiones de hecho»), y también a ampliar lo analitico (dado que el intento del empirismo clasico de demostrar que las mate- maticas son sintéticas a posteriori no funcioné), asi el desplome de la credibilidad filoséfica de la nocién de Kant de una «raz6n pura. prdctica» (y con ella la de la variedad kantiana de una ética a prio- ri fundamentada en esta nocién) llevé a los positivistas légicos a volver a una version enormemente exagerada de la idea de Hume de que los juicios éticos no son enunciados de hecho, sino expre- siones de sentimiento o bien imperativos disfrazados.” En esta ul- tima idea resulta atin evidente una influencia residual kantiana, pero con un giro humeano: para el positivista, estos imperativos no pueden ser justificados racionalmente, sino que simplemente reflejan, en el fondo, el estado «volitivo» del hablante. Esta exclusién de los enunciados éticos del dominio del discur- so racional recibe expresién vehemente por parte de Carnap en su pequeiio libro The Unity of Science."' Tras explicar que todos los problemas no cientificos son «una confusi6n de [...] pseudopro- blemas», escribe: Todos los enunciados pertenecientes a la metafisica, la ética re- gulativa y la epistemologia (metafisica) tienen este defecto: son de hecho no verificables y, por tanto, acientificos. En el Circulo de Vie- na estamos acostumbrados a describir tales enunciados como sinsen- tidos (siguiendo a Wittgenstein). Esta terminologia debe entenderse en el sentido de que implica una distincién légica, no psicoldgica, por ejemplo; con su uso se pretende tinicamente aseverar que los enunciados en cuestién carecen de cierta caracteristica légica co- miuin a todos los enunciados propiamente cientfficos [a saber, la verificabilidad. HP]; no pretendemos aseverar Ja imposibilidad de asociar concepcidn o imagen alguna con estos enunciados no va- lidos Idgicamente. Las concepciones pueden ser asociadas con cual- quier serie de palabras arbitrariamente compuesta; y los enunciados metafisicos son altamente evocadores de asociaciones y sentimien- tos tanto en los autores como en los Jectores,?* . Tanto en la distincién analftico/sintético como en la de hecho/ valor (que se han inflado hasta alcanzar el estatus de dicotomias LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 33 metafisicas) puede observarse que cada uno de sus miembros de- signa una clase con una caracterfstica mas o menos distintiva. Los casos paradigmaticos de la clase de verdades que constituian el la- do analftico de la distincién analitico/sintético en Kant eran verda- des de la forma «Todos los A son B», donde el sujeto ‘A «contiene» la propiedad denotada por el término predicado B, por ejemplo, «Todos los solteros son no casados», y sus consecuencias légicas, por ejemplo, «No hay solteros casados», etc.** La distincién o dicotomia hecho/valor nacié de manera algo distinta en.tanto que Hume no introdujo ningin término tnico para lo que hoy llamamos «juicios de valor» (aunque tenia a su disposicién el término «moral»). En lugar de ello, Hume examina términos valorativos particulares, como «crimen», «debe», «virtud» y similares. Pero el contexto es siempre el contexto de la ética. Asi, la clase de términos valorativos en discusién es, casi invariable- mente, la clase de los términos que protagonizan los ejemplos de juicios éticos en los escritos de los filésofos. Desde Hume, el hecho de que haya muchos tipos de juicio de valor que no pertenecen a una variedad ética (o «moral») tiende a ser obviado en las discusiones filoséficas sobre la relacion entre los (llamados) valores y los (llamados) hechos. Esto es especial- mente cierto en el caso de los positivistas. Por lo general, Carnap no habla de «juicios de valor» sino sélo de enunciados de «ética regulativa» (0 «ética normativa»). Reichenbach, cuando se ocupa del miembre «valor» de la dicotomta hecho/valor, escribe sobre «La naturaleza de la ética».* ¥ en el libro de Charles Stevenson ti- tulado Facts and Values no hay una sola referencia a juicios de va- lor fuera de la ética. No es que estos autores quieran negar que los juicios, digamos, estéticos sean casos de juicios de valor; para la mayor parte de ellos se trata ante todo de rechazar la supuesta objetividad o racionalidad de la ética, y creen que al deshacerse de ella proporcionan una explicacién que abarca asimisme todos los demas tipos de juicio de valor Si desinflamos la dicotomia hecho/valor, lo que obtenemos es esto: que hay que trazar una distincion (una distincion util en al- gunos contextos) entre juicios éticos y otros tipos de juicios, Este es indudablemente el caso, al igual que es indudablemente el caso 34 EL DESPLOME DE LA DICOTOM/A HECHO/VALOR que hay que trazar una distincién (que también resulta util en al- gunos contextos) entre juicios quimicos y juicios que no pertene- cen al campo de la quimica. Pero no se sigue nada metafisico de la existencia de una distincidn hecho/valor en este (modesto) sentido. EL Labo «PACTICO» DE LA DICOTOMIA Una manera de resumir la conclusion precedente podria ser és- ta: la dicotom{a hecho/valor es, en el fondo, no una distincion si- no una ‘esis, a saber, la tesis de que la «ética» no trata de «cues- tiones de hecho». En el caso de Hume, esta tesis no se entend{a en. el sentido de proscribir Ja posibilidad de que un filésofo escribie- ya un manual sobre moral, mientras que, con toda certeza, Carnap si Ja entendia en ese sentido. (En el fragmento de The Unity of Science citado mas arriba, a las expresiones éticas no se les conce- de més significado que a «una serie cualquiera de palabras com- puesta arbitrariamente».) Hume era capaz de combinar su no cog- nitivismo en ética* con la fe en la existencia de una cosa tal como la sabiduria ética, porque compartia la tranquilizadora presun- cién dieciochesca de que toda persona inteligente y bien informa- da que dominase el arte de pensar acerca de las acciones y los problemas humanos de un modo imparcial experimentarfa los «sentimientos» adecuados de aprobacién y desaprobacién en las mismas circunstancias, a menos que hubiese algun defecto en su constituci6n personal. Esto ha Hlevado a muchos comentaristas a interpretar a Hume como si sostuviera que «bueno» significa «tal que obtiene la aprobacién de la mayorfa de las personas imparcia- les y bien informadas»; pero se trata de una interpretacién erré- nea, Hume pensaba que la mayoria de las personas imparciales y bien informadas aprobarian todo aquello que fuera bueno, pero nunca afirmé que éste fuera el contenido de la «idea» de lo bueno; de ser asi no habria afirmado que no hay ningtin «hecho» que sea el * El no cognitivismo con respecto a la ética es ta posicién segiin la cual los juicios éticos, en la medida en que carecen de valor veritativo —no pueden ser verdaderos ni falsos—, no son cognoscitivas. (N. det t.} LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 35 hecho de que algo es una virtud, un vicio, etc., y lo afirmé clara- mente. Por ejemplo, Hume escribe con respecto al concepto de crimen en el sentido dieciochesco de «falta moral grave» (no en el sentido meramente juridico en que se usa en la actualidad): «El crimen de ingratitud no es ningtin hecho individual, sino que sur- ge de un complejo de circunstancias que, al presentarsele al es- pectador, provocan el sentimiento de censura segin la estructura y constitucién particulares de su mente» (cursivas en el original). Sin embargo, el interés de Hume por el caracter (no cognitivo) de los conceptos éticos formaba parte de un interés mds amplio por la ética en cuanto tal.” Su andlisis de la naturaleza de los juicios éticos era preliminar al tratamiento general de toda una rama au- ténoma de la filosofia —la moral—a cuya adecuada reconstrucci6n atribuia implicaciones sociales y politicas de envergadura. Este in- terés mas general se ha desvanecido considerablemente cuando lle- gamos a alguien como C. L. Stevenson, y esta intencionadamente ausente en Carnap y en muchos de sus seguidores.”* El propésito de Carnap era expulsar la ética del dominio del conocimiento, no reconstruirla. Pero la confianza de los positivistas logicos en que po- drian expulsar la ética del dominio de lo racionalmente discutible de- rivaba en parte del modo en que, en sus manios, los dualismos anali- tico/sintético y hecho/valor se reforzaban mutuamente. Segtin los positivistas, para constituir conocimiento, las «proposiciones» éti- cas deberian ser o bien analiticas, cosa que manifiestamente no son, 0 bien «facticas». Y el convencimiento de los positivistas de que no podian ser facticas, al igual que el de Hume de que «el cri- men de la ingratitud no es ningtéin hecho individual», derivaba del convencimiento de que sabian exactamente qué es un hecho. En Jos escritos de los positivistas, tanto en el caso del dualismo de enunciados analfticos y facticos como en el del dualismo de juicios éticos y facticos, es la concepcién de lo «factico» la que hace todo el trabajo filos6fico. Pero la ciencia ha cambiado radicalmente desde los dias de Hume, y los positivistas se vieron cada vez mas forzados a aban- donar su noci6n inicial de hecho, en cierto modo similar a la de Hume, con el fin de hacer justicia a la revolucién cientffica de la primera mitad del siglo xx. Y, como demostraré, al revisar su no- 36 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR cién de hecho destruyeron el mismisimo fundamento sobre el cual habfan erigido la dicotomia hecho/valor. En tiempos de Hume, todavia era razonable mantener que no habia predicados cientificamente indispensables referidos a enti- dades no observables por los sentidos humanos.” Si bien los «to- mos» figuraban en una parte importante de la especulacién cienti- fica de la época (principalmente la britanica), Locke sostenia que nunca podremos saber nada sobre ellos, y Berkeley y Hume esta- ban absolutamente determinados a descartar tales especulaciones por ininteligibles, del mismo modo que consideraban (filoséfica- mente) ininteligible hablar de puntos en geometria o de infinitesi- males en cdlculo.” En efecto, la nocién humeana de «hecho» es simplemente la de algo de lo que puede haber una «impresién» sensorial. Cuando Hu- me se pregunta, por ejemplo, cual es el componente factico en la nocién de causalidad y qué es lo que afiade al hecho mediante al- gtin tipo de proyeccién, y decide que lo que la proyeccién afiade es la idea de necesidad (en otras palabras, de causacién), todo lo que tiene que hacer a continuacion es preguntarse si hay tal cosa como una «impresién» de necesidad. (Resulta ciertamente intere- sante que tantos filésofos contempordneos, que siguen pensando que Hume «mostr6» que no hay nada que se pueda considerar un hecho ético, rechacen los argumentos idénticos propuestos por el mismo Hume en conexién con la causalidad...) La situaci6n era, sin embargo, muy distinta en la época en que se constituy6 el Circulo de Viena. Se sabia que existfan cosas ta- les como las bacterias, no «observables» en el sentido de los posi- tivistas logicos (pero sf con la ayuda de un microscopio), y, a pe- sar de que antes de los experimentos de Perrin de 1909 sobre el movimiento browniano algunos de los mejores fisicos del mundo negaban la realidad de los «Atomos», tras estos experimentos ca- si todos los fisicos en activo (aunque no fisicos-filésofos como Mach y Bridgman) estaban dispuestos a considerarlos cosas per- fectamente reales. Es mas, en esa época se estaba descubriendo con rapidez la estructura interna de los 4tomos —electrones, pro- tones y neutrones, seguidos de positrones, mesones y una multi- tud de otras particulas, pasaron a formar una parte importante

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