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PRLOGO
Clarice Lispector. El texto-ovillo
Elena Losada Soler
1Lispector, Clarice, A paixo segundo G. H., Florianpolis, Editora da UFSC, 1988, coleo
Arquivos, edicin crtica de Benedito Nunes, p. 9. [Traduzco de esta edicin los fragmentos para
las citas. E. L.]
2Lispector, Clarice, A paixo segundo G. H., Florianpolis, Editora da UFSC, 1988, coleo
Afirmaba Eduardo Subirats que el gran drama filosfico del siglo XIX fue la
constatacin de la bancarrota de la subjetividad en la Edad Moderna4.
Hurfanos de Descartes y de Kant, los modernos transitaron por un camino
comn de infelicidad, de individualidad desdichada, de fragmentacin, que
encontramos en Leopardi, en Baudelaire o en Fernando Pessoa, que es por
cierto el nico autor portugus que Clarice Lispector, tan reticente a mostrar sus
lecturas, reconoce haber ledo. Uno de los nombres de esa infelicidad es la
constante insatisfaccin que Baudelaire describi en Anywhere out of the
World y que Clarice Lispector define a travs de Virgnia, la protagonista de
ese texto interesantsimo, poco y mal ledo, que es La lmpara: Pero, por qu
ese instante no la apaciguaba con la satisfaccin del fin logrado... 5. Nunca se
obtiene esa satisfaccin del fin logrado porque, como deca Basarov en la novela
de Turguniev Padres e hijos, solo se est bien donde no se est6 y sa es la
tragedia moderna: tedio existencial y soledad.
Todos los personajes de Clarice Lispector estn solos: G. H. (La pasin segn G.
H.), enfrentada a la cucaracha que le ensear la leccin de lo neutro vivo;
Martim (La manzana en la oscuridad), huyendo del crimen que cree haber
cometido; Macabea (La hora de la estrella), que, en su simplicidad cercana a
ese it, a ese neutro-vivo, ignora incluso que est sola. Pero esta soledad se
acenta en los casos de Virginia (La lmpara) y Lucrecia (La ciudad sitiada).
Ambas novelas tienen rasgos en comn. Fueron escritas durante los aos del
exilio europeo de Clarice Lispector, cuando acompa a su marido en los
inicios de su carrera diplomtica a Npoles, Berna y Torquay entre 1944 y 1946.
En su soledad ruidosa en Npoles, silenciosa en Berna compone estas dos
novelas que la crtica de su tiempo no supo apreciar.
siempre con una cara de lo ms seria, sin saber por qu y pensando en Dios sabe
qu8.
una ciudad, sea entre la niebla o de otro modo, resulta siempre para m una cosa
ms enternecedora que el rayar de la aurora sobre los campos 11. sta es ya una
belleza nueva, no natural. La belleza de la metrpolis.