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@PabloMM
30 de Diciembre de 2017
En 1984 Londres es una ciudad plomiza en la que el autoritarismo del Partido controla hasta los
aspectos más triviales de la vida de sus ciudadanos. George Orwell imaginó una arcadia distópica
donde la perversión del lenguaje funciona como una herramienta de control mental para enaltecer el
fervor de los convencidos y corregir los pensamientos disidentes. Una simplificación de las palabras
bautizada como neolenguaje que ha traspasado las páginas de la ficción para germinar en el
argumentario político y en el discurso de los medios de comunicación. De esta forma, dilapidar 2.000
millones en carreteras fantasmas es una "inversión" en infraestructuras, rescatar a la banca, una
"inyección" de liquidez, pero aumentar un 2% el presupuesto para la dependencia, un "gasto" social.
Refuerzo positivo para enmascarar las tropelías y semántica perniciosa para demonizar los anclajes del
estado del bienestar.
2017 ha sido el año de la infamia en el que la prensa ha engrasado la máquina del fango para disfrazar
la miseria y la precariedad con un neolenguaje de terminología barroca y anglicismos hipsters.
"No salir de casa rebaja la ansiedad e ilumina la mente". Es el eslogan del nesting, un palabro fabricado
por una consultoría internacional para renombrar el hecho de quedarse todo el fin de semana en casa
porque el salario de miseria de tu contrato basura no permite el alarde de tomarse una cerveza.
Sinkies, acrónimo de “single, income, no kids” (solteros, con ingresos y sin hijos): jóvenes que viven
en pareja, sin planes de tener hijos, que trabajan pero que juntando sus salarios no llegan al umbral de
un ingreso decente. Es la primera generación europea en décadas que vivirá en peores condiciones que
sus padres.
De los creadores de coworking (espacio de trabajo compartido) llega ahora el coliving, una tendencia, o
eso dicen, procedente de las grandes urbes de occidente y que consiste en compartir el espacio vital
(hostales y albergues) entre los emprendedores que trabajan juntos en un mismo recinto. Es una
consecuencia más de la precariedad laboral y los bajos salarios que impiden a los jóvenes una
emancipación plena.
Arropado con el mantra de que el dinero no lo es todo, ha desembarcado en nuestras vidas el bautizado
como salario emocional. El empleador ofrece una menor remuneración a cambio de flexibilidad de
horarios, conciliación familiar y buen ambiente de trabajo. O sea, convertir lo que debería ser exigible
a cualquier empresa en un privilegio para el trabajador.
Las trabacaciones es el nuevo argumento de un discurso antiguo. El descanso es una conquista de los
trabajadores cuya defensa está más vigente que nunca en una época de ataques constantes a los
derechos laborales donde todo se mide en cifras de productividad. Este nuevo concepto supone dedicar
parte del tiempo de las vacaciones a realizar tareas de trabajo, por miedo a un despido o a no cumplir
con las expectativas del jefe.
La prensa se pregunta si trabajar 12 días seguidos es saludable, mientras los expertos de no se sabe qué
aseguran que, además, es necesario hacerlo con estrés.
Los treinteenagers, como su propio nombre indica, son personas en la década de los treinta que viven
como adolescentes: sin casa, ni hijos, ni trabajo "pero felices". Es la nueva fórmula que han encontrado
los medios para difuminar el grave problema del desempleo entre los estratos más jóvenes de la
población.
Los millennials tampoco quieren jubilarse, a diferencia de los altos ejecutivos, que siguen recibiendo
una compensación millonaria cuando lo hacen.
4. Infravivienda.
Si no te convence echar raíces en un espacio más reducido que el de una celda puedes probar suerte
con una autocaravana. No tener acceso a una vivienda no te impedirá ser feliz.
Ya lo advertía el suplemento Verne de El País: "No se puede tener todo en la vida y en el alquiler
tampoco".
5. Friganismo.
Winston Smith acabó amando al Hermano Mayor. Había sucumbido ante el poder omnipotente de la
tiranía y la perversión de la neolengua. Orwell escribió la novela como advertencia para las
generaciones venideras; el uso de las palabras nunca es gratuito. Los medios de comunicación
dependientes del capital son una pieza más del engranaje de los grandes poderes fácticos, que esconden
tras un discurso aparentemente inocuo la simiente con la que pretenden dar un cariz de normalidad a
las desigualdades estructurales. El primer paso para doblegar la resistencia es convencer a los que
resisten de que no hay nada por lo que luchar y en esa tarea la palabra es un arma poderosa. Se trata de
la imposición del pensamiento positivo como corriente dominante, para rebajar nuestros anhelos y
anestesiar nuestras frustraciones.
Autor
• @PabloMM
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http://ctxt.es/es/20171227/Politica/16970/precariedad-1984-orwell-
infraviviendas-mini-jobs.htm