Aunque existen varias maneras de aprovechar la energía de las aguas oceánicas
y marítimas para producir electricidad., todas ellas están en un estado muy inicial de investigación. La llamada energía mareomotriz, en tanto, saca provecho de los movimientos de las mareas, es decir de los movimientos ocasionados por las diferentes posiciones de la Tierra y la Luna. La primera gran central mareomotriz para la producción de energía eléctrica comercial se construyó en 1967 en el Estuario de Rance, Francia; es la central mareomotriz más importante del mundo, con una potencia instalada de 240 MW, un caudal de 20.000 metros cúbicos por segundo, un salto de agua de 8 metros y un dique de más de 700 m, siendo la superficie de agua embalsada de 17 km2. Una segunda forma de utilizar las corrientes marinas es el uso, bajo agua, de molinos similares a los que se usan para el aprovechamiento del viento. Como el agua es más densa que el aire, la velocidad necesaria para generar electricidad es menor. Con una velocidad de la corriente marina de 2 metros por segundo (m/s) se logra lo que en la superficie se obtiene con velocidades de viento de 12 m/s. Por otro lado, hay otra tecnología basada en el aprovechamiento del gradiente térmico oceánico, es decir de diferencia de temperaturas entre las superficie y la profundidad del mar. Es la que tiene menor desarrollo de todas. La energía de las olas es otra de las fuentes aprovechables. En este caso, en vez de aprovechar los movimientos ascendentes y descendentes del mar como el anterior, se procura utilizar el movimiento de ida y vuelta de las olas para mover un generador. Este es el caso de la tecnología Pelamis