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Resumen Concilios de Trento y Vaticano II María Spínola Lasso

Respuesta a los reformadores y doctrina del concilio de Trento sobre la


eucaristía (s. XVI)
Trento, no quiere hacer un tratado sobre la eucaristía, sino recoger la
doctrina más común de la Iglesia al respecto y rebatir los “errores” de los
protestantes sobre cuestiones adquiridas.
La respuesta que da es concreta y clarificadora. No obstante, Trento
constituye un punto de llegada de la reflexión y praxis medieval, y un punto de
partida de la reflexión y praxis posconciliar.
La doctrina sobre la eucaristía aparece en diversas etapas y sesiones
del concilio de Trento. El cardenal Cayetano y el teólogo Schatzmayer habían
recogido los puntos de divergencia con los protestantes, sobre todo en lo
relativo a la eucaristía como sacrificio y a la presencia real. En 1547 Cervini
propone hacer una selección de los más importantes, distinguiendo tres
aspectos: el sacramento, el sacrificio y la comunión.

a. La presencia real
Se llega a una conclusión sobre esta asunto en la sesión XIII en el
“Decreto sobre la eucaristía”. Es en los cánones donde se concentra el
especial valor doctrinal del concilio. Hay dos cánones principales de los que
derivan los otros nueve. En el canon 1 se afirma “la presencia verdadera real y
sustancial del cuerpo y la sangre de Cristo”. Esto va contra una interpretación
simbolista de la presencia (Zwinglio). En el canon 2, se defiende la
transustanciación, defendiendo el cambio ontológico del pan y el vino y por lo
tanto, yendo en contra de la “consustanciación” que defendía Lutero y contra la
interpretación figurada que defendía Calvino.
El concilio al defender la “transustanciación”, no pretende definir nada sobre
el “cómo” de la conversión. Por otro lado, se reconoce que hay dos tipos de
presencia: una “natural”, Cristo glorioso, y otra “sacramental” que es la que
misteriosamente se da en la eucaristía.

b. El carácter sacrificial
La negación rotunda del carácter sacrificial de la misa por parte de Lutero y
los reformadores daba especial importancia al decreto aprobado en la sesión
XXII. El tema central es el de la identidad entre el sacrificio de la cruz y el de la
misa, que Trento fundamenta en la anámnesis, ya que la eucaristía es
“memoria”, “representación” y “aplicación” del sacrificio pascual de Cristo, al
modo como la cen pascual judía es memorial actualizador del acontecimiento
del éxodo.
La eucaristía no repite ni hace un nuevo sacrificio, es el mismo sacrificio de
Cristo, que celebra en memoria como representación de aquel único e
irrepetible sacrificio. Memoria en sentido objetivo y no en sentido de recuerdo
subjetivo, como hacía Lutero. Para Trento, la eucaristía es sacrificio porque es
“memorial”. En este sacrificio Cristo sigue siendo al mismo tiempo la víctima y
el sacerdote que permanece para siempre, y su entrega tiene verdadero valor

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“propiciatorio” para el perdón de los pecados. Con la diferencia de que aquel


sacrificio fue “cruento”, mientras el de la eucaristía es “incruento”. No se trata,
pues, de un sacrificio “absoluto”, sino “relativo” en cuanto “representativo” del
único sacrificio de Cristo.
Es justo reconocer el valor de la respuesta de Trento en cuanto al tema
tratado, pero también hay que reconocer que no supo entender de forma clara
el carácter sacramental de este sacrificio, partiendo de la distinción entre
“sacramento” y “sacrificio”, que quizás imposibilitaba dar una respuesta más
plena a los planteamientos protestantes. Por otro lado, frente a los que Lutero
calificaba de abusos en la celebración, Trento adopta una postura de defensa,
que impidió una adecuada corrección y renovación, como las misas privadas o
la lengua.

IV. LA TEOLOGÍA EUCARÍSTICA DESDE TRENTO A NUESTROS DÍAS (S.


XVI-XX)
1. Período postridentino
Después de Trento, la teología dogmática está dominada por los
planteamientos de la gran escolástica y del mismo concilio. Se intenta
responder a los protestantes y los tratados de eucaristía se articulan en tres
capítulos: la presencia real, sacrificio y comunión, sin apenas destacar su
necesaria unidad. Se sigue defendiendo la transustanciación de un modo más
bien especulativo.

a. Divergencias sin diálogo


El concilio Tridentino llevó a una profundización argumental en las
divergencias que se pretendió corregir.
La teología protestante comprende la “cena del Señor” de modo
simbólico y dinámico. En la celebración no es el signo lo más importante, sino
la fe subjetiva y la Palabra.
La teología católica, entiende que la misa es un sacramento eficaz, en el
que destaca lo objetivo ritual, la presencia real, el verdadero sacrificio. No se le
da tanta importancia a la Palabra ni a la fe subjetiva. El sentido comunitario de
la misa apenas se manifiesta, pues se considera como un acto individual.

b. Discusiones sin clarificación


Los teólogos se debate en largas discusiones acerca del “sacrificio de la
misa”. La eucaristía, decía Trento, es “memorial del sacrificio”, pero también
“verdadero y propio sacrificio”. ¿En qué medida se salva, entonces, el que se
convierta en un sacrificio “absoluto” y no se entienda como un sacrificio
“relativo” respecto al sacrificio de Cristo? Si este carácter sacrificial tiene que
manifestarse en la visibilidad del signo eucarístico, ¿cuál es este signo en el
que se expresa el sacrificio? Los intentos de respuesta se pueden ordenar en
dos corrientes:

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1. La inmolacionista, que cree que para que haya sacrificio es necesario


que haya destrucción o inmolación de la víctima, pues así aparece el
poder absoluto de Dios sobre la vida y la muerte.
2. La oblacionista, que ve el carácter sacrificial más en la oblación que en
la destrucción.
No obstante, la explicación más común entre los teólogos será la que ve en
la doble consagración (separación del cuerpo y la sangre de Cristo) una
inmolación mística, y al mismo tiempo la continuación de su ofrecimiento al
Padre. Se realiza entonces, una síntesis de la teoría inmolacionista y de la
oblacionista.

c. Praxis celebrativa sin renovación


La praxis de la celebración eucarística apenas vive ningún proceso de
renovación. El concilio de Trento encargó al Papa la edición de los nuevos
libros litúrgicos. En consecuencia, se publicó el misal de 1570, que unificó la
celebración eucarística y condujo a un uniformismo que permitió que el pueblo
siguiera sin entender la misa y sin participar, por tanto, en ella.
En 1588, de la mano de Sixto v, se creará la Sagrada Congregación de los
Ritos, lo que llevó a una centralización, a un ritualismo ordenado lejanos de la
vida que reclama la misma celebración.

2. Los preludios del Vaticano II (s. XX)


Hay que señalar algunos de los impulsos que han hecho posible el
cambio en la inteligencia de la eucaristía.
En primer lugar hay que señalar el impulso de renovación que supuso el
movimiento litúrgico, promovido desde diversas abadías. Entre ellos destaca
K. Rahner, que impulsa un mejor conocimiento de la teología sacramental en
general y de la misma eucaristía. Filósofos importantes, como Heidegger,
descubrirán nuevas categorías filosóficas y antropológicas para la comprensión
del misterio eucarístico.
En este contexto hay que comprender las intervenciones de los diversos
papas hasta el concilio Vaticano II: Pío X y Pío XII, quien recogerá estos
impulsos renovadores. La reforma litúrgica, ya iniciada por este Papa,
encontrará su pleno desarrollo en el Vaticano II, implicando una renovación en
concepción y praxis de los sacramentos, y de forma especial de la eucaristía.

3. La renovación del Concilio Vaticano II


El Vaticano II es un punto culminante del movimiento renovador de la
concepción y praxis sacramental. Estos son los aspectos centrales de
renovación sacramental en general:
• Situar los sacramentos en la dinámica de la historia de la salvación.
• Ampliación del concepto “sacramento”.
• Sacramentos como “signos” de un mysterion.
• La centralidad pascual.

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La consideración de la liturgia y los sacramentos como dimensión



centralizadora de la totalidad de la misión de Cristo y de la Iglesia.
• Insistencia en la calidad celebrativa litúrgica de los sacramentos.
• Dimensión encarnada del sacramento.
• Dimensión eclesial y comunitaria de los sacramentos.
• Relevancia de la Palabra en la celebración sacramental.
• Importancia de la dimensión personal del sacramento.
• Consideración de la pastoral o preparación al sacramento.
• Consideración de la liturgia y los sacramentos, como el “culmen y la
fuente”, el verdadero centro, de la vida y la misión pastoral de la Iglesia.
El texto más sintomático en el que aparece esta renovación es el de
Sacrosanctum Concilium.
Hay que decir que estas renovaciones no son novedades absolutas, sino
una renovación contextuada desde el cuadro de la compresión de las claves
del sacramento. Todos estos aspectos se aplican de modo privilegiado a la
celebración y comprensión de la eucaristía.

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