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1. LA NOVELA
a) LA NOVELA NOVENTAYOCHISTA
En los primeros años del siglo XX continúan su labor literaria los autores más importantes del
Realismo y Naturalismo: Benito Pérez Galdós publica, en 1904, El abuelo; en 1902, aparece
Cañas y barro de Vicente Blasco Ibáñez.
Serán los escritores de la Generación del 98 (Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz -Azorín-,
Pío Baroja, Ramiro de Maetzu, Antonio Machado y Ramón María del Valle-Inclán) quienes
muestren un mayor interés por renovar la literatura en todos sus géneros. Cultivaron teatro y
poesía, aunque serán figuras destacadas como autores de novela y ensayo, cauces idóneos
para la expresión de sus preocupaciones.
Junto a la situación política de España, tras la pérdida de las últimas colonias de ultramar, su
preocupación principal será la superación de la literatura del siglo anterior; de esta manera,
frente a la objetividad de sus antecesores, propugnarán el subjetivismo como forma de
mostrar la realidad que los rodeaba.
Los escritores de esta generación tienen en común un espíritu rebelde, pesimista y
contestatario que les hará buscar soluciones a los problemas del país; este hecho será el que
determinará los temas más frecuentes en sus obras, sin olvidarnos de que el carácter de cada
uno de ellos será el que aporte la visión personal del autor.
Así, por ejemplo, podemos hablar de temas recurrentes en todas sus obras: lo popular y lo
cotidiano como esencia del país, la búsqueda de la verdad y el tema de España (representada
en Castilla); pero estos temas aparecerán con distintos tratamientos en cada autor: lo popular,
para Unamuno, es la intrahistoria (son las gentes de un pueblo las que hacen a un país, con su
trabajo diario y desconocido); en Azorín, el lirismo del paisaje, sobre todo, castellano;
mientras que Baroja mostrará las costumbres y los tipos populares.
También en el estilo mostrarán una característica común: la sobriedad; claridad y sencillez
serán las notas predominantes: léxico claro, con presencia de términos locales o populares;
sintaxis austera y sencilla.
Será Pío Baroja el gran novelista de esta generación, quien se dedicó casi exclusivamente a
este “oficio”, a pesar de sus diferentes estudios y trabajos (Medicina, Literatura, empresario…)
Parte de la extensa producción literaria de Baroja aparece agrupada en trilogías:
La lucha por la vida, constituida por La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja
(1905).
La raza, con La dama errante (1909), La ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la ciencia
(1911)
Tierra vasca, formada por La casa de Aizgorri (1900), El mayorzgo de Labraz (1903) y
Zalacaín el aventurero (1909).
En sus obras aparece la vida en toda su variedad: humor, política, aventuras, etc. La novela,
según él, parte de la observación de la realidad y debe reflejar, de forma espontánea, todo lo
que se observa. Estos dos principios tienen como consecuencia dos características de sus
obras: la presencia de protagonistas variados, aunque siempre inconformistas con un destino
adverso, y un estilo que puede parecer descuidado, con una prosa clara y directa.
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Rocío Ruiz Braña
2º de Bachillerato
LOS TRES TEMAS DE LA NARRATIVA ESPAÑOLA
Para terminar con los novelistas más destacados de esta generación, podemos citar a Azorín,
quien, al igual que los anteriores, repartió su quehacer literario entre la novela y el ensayo.
Los temas de sus obras seguirán la línea de los de su generación: los hombres de España, los
paisajes castellanos y el recuerdo de sus vivencias de infancia y juventud.
En sus obras -La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) o Confesiones de un pequeño
filósofo (1906)-, la trama argumental es escasa, tomando como base el retrato de paisajes y
caracteres; el estilo se caracteriza por su sencillez, por su sobriedad. Todo ello hace que los
límites entre la novela y el ensayo se difuminen, de ahí el subtítulo de “novela” que el propio
autor pone a algunas de sus obras.
1.- Crítica de los males de España: se escribe contra el caciquismo, las glorias pasadas y
los males nacionales: el hambre y la ignorancia.
2.- Pesimismo ante la situación histórica: la pérdida de las últimas colonias es tomado
como el desmoronamiento de los valores sociales y espirituales.
3.- Influencia de la filosofía: frente al dogmatismo aparecen los planteamientos
existencialistas de Kierkegaard y Schopenhauer en los que predominan la falta de sentido
de la vida, la duda existencial y el escepticismo.
4.-El dolor de España: nace de un profundo patriotismo, centralista y casticista,
representado en Castilla.
5.-El subjetivismo: la realidad queda teñida por la sensibilidad personal.
6.-Renovación estética o estilo: huyendo de las formas retóricas burguesas del XIX como
el romanticismo y el prosaísmo, se busca la sobriedad, usando palabras tradicionales y
castizas; los géneros que cultivan son la novela (Unamuno, Baroja, Azorín), el ensayo
(Unamuno y Azorín); y en menor medida el teatro (Valle-Inclán) y la poesía (Antonio
Machado y Unamuno).
7.- En la novela destacan:
El subjetivismo o antirrealismo. No se persigue, como en la estética realista, la
reproducción exacta de la realidad, sino la expresión de la realidad interior.
Concepción totalizadora. La novela es un género multiforme, en el que tienen cabida
también la reflexión filosófica, el ensayo, el lirismo... (Azorín habla de ‘novela permeable')
En 1914, surge un nuevo grupo de escritores conocidos como novecentistas o Generación del
14: José Ortega y Gasset, Eugenio D´Ors, Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Ramón Pérez de
Ayala, Gabriel Miró, Wenceslao Fernández Flórez y Juan Ramón Jiménez.
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Todos ellos tendrán una sólida formación intelectual, de corte más universal y europeísta que
los del 98, que les hará analizar la situación del país de una forma más rigurosa y objetiva,
huyendo de todo dramatismo. De la misma manera, mostrarán una mayor preocupación por
la forma, con un estilo cuidado.
Como novelistas, destacan Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala Y Ramón Gómez de la Serna.
Los tres autores suponen una superación de los patrones o esquemas narrativos anteriores,
aunque cada uno por un camino distinto: el lirismo (Gabriel Miró), la ironía o el humor
(Ramón Gómez de la Serna), el intelectualismo (Pérez de Ayala) o la deshumanización.
De Gabriel Miró destacan sus obras Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso
(1926), que forman un bloque. Transcurren en Oleza (trasunto de Orihuela), representación
de un mundo nebuloso, casi desaparecido, que el autor pretende rescatar. Las cerezas del
cementerio (1910) y El abuelo del rey (1915) son otras obras importantes.
Ramón Pérez de Ayala comienza escribiendo en una estética noventayochista para pasar
después a la novela "intelectual": Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G. (1910), La Pata
de la raposa (1912), Troteras y danzaderas (1913) y Belarmino y Apolonio (1921). Pérez
de Ayala pretende "reflejar la crisis de la conciencia hispánica desde principios de este siglo".
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2. EL ENSAYO
Es, en el siglo XX, cuando el ensayo alcanza su máximo esplendor como género literario, y
serán los autores de la Generación del 98 quienes fijen sus características al utilizarlo como
cauce de expresión de los temas que más les preocupaban: el problema de España y la
búsqueda del sentido de la vida.
Aunque todos los autores de esta generación cultivaron este género (Juan de Mairena, de
Antonio Machado; Defensa de la Hispanidad, de Ramiro de Maetzu, o Castilla, de Azorín)
podemos destacar como ensayista a Unamuno.
En sus ensayos, de forma más evidente que en sus novelas, aparece manifiesta la intimidad del
autor, con un fuerte subjetivismo que se manifiesta tanto en los temas como en el estilo.
España y sus gentes aparecerán en Por tierras de Portugal y España (1911), producto de sus
viajes por estas tierras y sus consiguientes impresiones.
Sus meditaciones sobre la fe, el hombre o Dios se muestran en Del sentimiento trágico de la
vida (1913) o en La agonía del Cristianismo (1926).
Si los autores del 98 le dan una configuración definitiva al género, serán los novecentistas, y
sobre todo Ortega y Gasset, quienes lo lleven a su máximo esplendor.
Fundador de la Revista de Occidente, vehículo de transmisión cultural y artística de la época,
José Ortega y Gasset tratará, entre otros, el tema de España en sus ensayos, abogando por la
europeización del país.
Según los ideales estéticos que él mismo defendía (arte para minorías, alejado de lo humano),
sus ensayos presentan un estilo marcadamente literario, complejo: abundantes metáforas,
empleo de cultismos y tecnicismos, … Entre ellos, podemos destacar: La España invertebrada
(1921), La deshumanización del arte (1925), que será clave para la Generación del 27, y La
rebelión de las masas (1930).
La mayor parte de los autores del la Generación del 27 cultivarán el ensayo, con un tema
fundamental: la literatura. Ejemplo de ello son Crítica y poesía, de Gerardo Diego; Lenguaje y
poesía, de Jorge Guillén; o Poetas españoles contemporáneos, de Dámaso Alonso.
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Las nuevas condiciones políticas y la pobreza cultural que impera tras la guerra civil
condicionan totalmente la producción literaria, que se hace COMPROMETIDA. Los principales
condicionantes fueron:
- Fuerte censura externa y autocensura.
- Desconocimiento de los novelistas jóvenes de muchos de los autores españoles y
extranjeros, prohibidos por el Régimen; esto supuso la ruptura con la narrativa anterior.
- Esa ruptura es agudizada por la muerte de escritores como Unamuno, Valle o Lorca, el
agotamiento creador de Baroja o Azorín y el exilio de un grupo de jóvenes valiosos, como son Sender,
Max Aub, Francisco Ayala, etc.
El pesimismo se refleja en las obras, en consonancia con la pobreza y las duras condiciones de
vida que imperan en la sociedad. Pero la CENSURA NO PERMITE UNA CRÍTICA DIRECTA, así que se
traspone el malestar a la esfera de lo personal y existencial, tratando temas como la soledad, las
miserias del ser humano, el tiempo, la muerte, la lucha por sobrevivir, etc. (los llamados
UNIVERSALES del sentimiento); pero sin explicitar la época, el lugar, los personajes históricos
criticados,... Algunos se centran en los aspectos más desagradables de la realidad y presentan el medio
social como condicionante del que no puede escapar el individuo (TREMENDISMO), pero cuidando no
realizar una denuncia abierta.
Los temas predominantes son: angustiada concepción de la existencia humana, pesimismo,
amargura, desconfianza en el género humano, aunque los seres individuales inspiran a veces ternura.
En cuanto al estilo, impera la técnica realista y la ausencia de innovaciones formales. No
obstante, la aparición de La familia de Pascual Duarte rompe la pobreza cultural imperante. Dos obras
marcan la entrada de la novela existencialista:
La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela (1942).
Nada, de Carmen Laforet (1945).
La sombra del ciprés es alargada, M. Delibes (1947).
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Autores destacados son: JUAN MARSÉ, JUAN BENET, CELA, TORRENTE BALLESTER, DELIBES...
Las obras más representativas son: San Camilo, 1936 de C. J. Cela (1969 ), Cinco horas con Mario, M.
Delibes (1966), Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé (1966), Volverás a Región, Juan Benet (1967),
Señas de identidad, Juan Goytisolo (1966).
a) Introducción
El ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española tras la muerte del
general Franco (20 de noviembre de 1975), permitió un mejor conocimiento de la literatura española
en Europa y de la literatura occidental en España. El fin de la censura trajo consigo la esperanza de
que por fin pudieran publicarse las obras maestras que la censura había mantenido ocultas. Sin
embargo, la realidad evidenció que tales obras no existían, bien porque los autores habían burlado la
censura con ingenio o editando en el extranjero, bien porque se habían acomodado a ella mediante la
autocensura. Con gran deseo de entender lo que sucedía a su alrededor y carente de las novelas que
respondieran a sus expectativas, el público se volcó en la crónica y el ensayo.
En los setenta hay autores que siguen cultivando la novela experimental e intelectual que tiene
su origen principal en Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. Suelen prestar más atención a la
forma que al contenido, ya que el argumento llega a casi desaparecer. Abundan las historias
fragmentadas y los monólogos interiores. Este tipo de novela está dirigido a un lector inteligente y
culto, con formación suficiente para comprender las dificultades sintácticas que los autores plantean.
Es la llamada generación de 1975 o también generación de 1968 (mayo del 68): Eduardo Mendoza,
Jesús Torbado, Lourdes Ortiz, José Mª Guelbenzu, Félix de Azúa, Juan José Millás, Vicente. Molina Foix,
Soledad Puértolas, Adelaida García Morales, entre otros.
Las principales características del momento son:
La mayoría de los autores de este periodo se muestran contrarios al régimen de Franco y comienzan a
publicar entre 1968 y 1975.
Con la llegada de la democracia, la novela se hace más fácil y accesible de manera que se comienza a
extender y a popularizar como el género más importante del final del siglo XX.
Una gran parte de los autores vuelven a la narración tradicional, al estilo de los autores realistas del
XIX o de los escritores de la Generación del 98.
Comienzan a surgir nuevos subgéneros dentro de la novela con la finalidad de ampliar el panorama
literario. Así, encontramos desde finales de los años setenta novelas policíacas, novela negra, de
intriga, de ciencia-ficción, de aventuras, rosa, de espionaje...
El mercado impone su peso a la literatura, de manera que se comienza a publicar con la finalidad de
vender una gran cantidad de obras. El término inglés best seller se asienta entre nuestros autores
como sinónimo de calidad y triunfo.
En los últimos veinte años ha crecido espectacularmente el número de publicaciones a causa de la gran
cantidad de premios literarios que existen actualmente y del comercio que las editoriales han
instaurado a través de grandes cadenas de distribución, como la Fnac, La Casa del Libro, El Corte Inglés
o Círculo de Lectores.
En suma, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta
años:
a) El carácter aglutinador. Acoge prácticamente todas las tendencias, modalidades, discursos, temas,
experiencias y preocupaciones personales.
b) La individualidad. Cada novelista elegirá la orientación que le resulte más adecuada para encontrar un
estilo propio con el que expresar su mundo personal y su particular visión de la realidad.
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c) Corrientes o escuelas:
Por otra parte, no resulta fácil discernir en la nueva narrativa unas corrientes o escuelas definidas; sí
es posible, no obstante, identificar ciertas tendencias temáticas. Las más relevantes son estas:
Novela policíaca y de intriga. Este subgénero resurge con especial fuerza. Entre sus cultivadores
destacan Manuel Vázquez Montalbán, autor de una serie protagonizada por el detective privado
Pepe Carvalho, y Arturo Pérez-Reverte, con La tabla de Flandes (1990), El club Dumas (1992), La
piel del tambor (1995) o La Reina del Sur (2002).
Novela histórica. Se pueden citar como ejemplos El oro de los sueños, de José María Merino; El hereje
(1998), de Miguel Delibes, y La vieja sirena (1990), de José Luis Sampedro, así como la saga
protagonizada por el capitán Alatriste, de Pérez-Reverte, ambientada en el Siglo de Oro. En los
últimos años son frecuentes las novelas históricas contextualizadas en épocas cercanas, especialmente
en la Guerra Civil, como Soldados de Salamina (2001), de Javier Cercas; La voz dormida (2002), de
Dulce Chacón, o El nombre de los nuestros (2004), de Lorenzo Silva, sobre las guerras de África de
los años veinte.
Novela de la reflexión íntima. Este tipo de narrativa se centra en la búsqueda personal y la reflexión
sobre la propia existencia. Obras representativas de esta tendencia son Mortal y rosa (1975), de
Francisco Umbral, sentida reflexión sobre la muerte escrita con brillante estilo, o El desorden de tu
nombre, de Juan José Millás, que combina la introspección psicológica con la reflexión literaria. En La
lluvia amarilla (1988), Julio Llamazares narra el abandono de los pueblos a través de un largo y
emocionado monólogo.
Novela de la memoria y del testimonio. La memoria de una generación y el compromiso son los
temas básicos de esta corriente, en la que se encuadran novelistas como Rosa Montero, con Te
trataré como a una reiOna (1981), defensa de la condición femenina, y Luis Mateo Díez, con La
fuente de la edad (1994), crítica lírica y humorística de la vida provinciana.
Enfoque realista. Tras el furor del experimentalismo, algunos autores han vuelto a recuperar para la
novela el arte de narrar. Eso sí, desde una perspectiva mucho más amplia y abierta, que abarca
también el mundo onírico, irracional o absurdo…En esta línea cabría mencionar el realismo
carnavalesco de Luis Mateo Díez o el realismo imaginario de Luis Landero (Juegos de la edad
tardía).
Novela culturalista. En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes que hacen una
novela que se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la cultura occidental desde unas
posturas bastante eruditas. Eso es lo que hace Juan Manuel de Prada con Las máscaras del héroe o La
tempestad.
Otras tendencias en la novela de los autores más jóvenes es la de hacer una novela que trata los
problemas de la juventud urbana con una estética muy cercana a la contracultura (Historias del
Kronen, de José Ángel Mañas, Ray Loriga con Héroes o Lucía Etxebarría en Sexo, prozac y dudas).
d) ALGUNOS NOVELISTAS
Entre los novelistas de este período sobresalen, por la coherencia de su trayectoria y el
reconocimiento crítico, tres autores: Eduardo Mendoza, Javier Marías y Antonio Muñoz Molina.
EDUARDO MENDOZA (Barcelona 1943) publicó en 1975 La verdad sobre el caso Savolta, título que, en
buena medida, puede considerarse el punto de partida de la narrativa actual. Sin renunciar al empleo
de técnicas experimentales, el autor ofrece en esta novela de corte policíaco un argumento que atrapa
la atención del lector. En obras posteriores, Mendoza ha mostrado su excepcional capacidad paródica:
Sin noticias de Gurb (1992), El laberinto de las aceitunas (1998) y El misterio de la cripta embrujada
(1995) actualizan y subvierten de forma hilarante los tópicos de tres géneros consagrados: la novela
de misterio, la novela negra o policíaca y la novela de ciencia ficción. La ciudad de los prodigios (1986)
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es la más ambiciosa de sus obras y probablemente la más lograda; en ella se recrea la evolución
histórica y social de la ciudad de Barcelona en el período comprendido entre las exposiciones
universales de 1888 y 1929, tomando como hilo conductor la progresión en la escala social del
protagonista. Esta novela retoma y renueva con maestría algunos de los presupuestos de la novela
realista decimonónica: el propósito de reflejar y explicar el mundo real y el pormenorizado análisis
psicológico de los personajes.
La obra de JAVIER MARÍAS (Madrid 1951) constituye una de las apuestas más originales de las
últimas décadas. Las novelas y cuentos de este autor se distinguen por la presencia de una serie de
temas obsesivos, como el misterio de la identidad personal y la reflexión sobre el tiempo: «El que aquí
cuenta lo que vio y le ocurrió no es aquel que lo vio y al que le ocurrió». Su estilo, muy elaborado,
posee una rara capacidad envolvente, que difumina y transforma la realidad. Entre sus obras destacan
Todas las almas (1989), Corazón tan blanco (1992) y Mañana en la batalla piensa en mí (1994). El
tiempo y la identidad personal son temas que aparecen con fuerza en sus últimas novelas, como en
Negra espalda del tiempo (1998), juego entre la realidad y la ficción literaria, o en la trilogía Tu rostro
mañana.
En la narrativa de ANTONIO MUÑOZ MOLINA (Úbeda 1956) se conjugan de forma armónica el rigor
en la construcción del relato y la preocupación por elaborar un argumento atractivo para el lector.
Destaca asimismo la calidad de la prosa, intensa, que se desarrolla en períodos amplios, de ritmo muy
cuidado. Sobresalen entre sus obras El invierno en Lisboa (1987), una magnífica novela de intriga; El
jinete polaco (1991), evocación autobiográfica que juega hábilmente con los tiempos del relato; y
Plenilunio (1997), acertado intento de remozar el género policíaco. Sefarad (2001) huye del argumento
tradicional y desarrolla en clave de literatura personajes y situaciones históricas.
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