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Contra la comunicaci6n. Contra la comunicacién Mario Perniola Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid CColocadn Némadas CConto fa comuricatione, Maria Peraioia © Giulio Binaud eaitore spa, Turn, 2004 ‘raduscdn: Carlo R Mlinge! Meroe (© Todos los derechos de la een en castellano recervados por ‘Amsarort editores Bapafa SL, San Andete, 28 28004 Medd ‘Amorrort editares S.A, Paraguay 1225,” piso GJOSTAAS Bue- ros Air \ -wwamorrortueditones com ‘La epreducei total parcial de ete Ubroen forma déntin 00+ Aida por cualquler bedlo mecdnico,slecrénico oiaormético, incluyendo fotacopa, grabado, dgitalizcion o cualquier sisters de almaceoamiento y recuperacin de inftrmacifn, no autorizada por los editores, ila derechos reservados. ‘Queda hecho el depsite que proven la ley x 1.728 Industria argentina, Made in Argentina ISBN-10, 84.610-9005-5 ISBN-18: 978-64.610 0008-1 ISBN 88-06-6820, Turin, eden original ‘Peraole, Mario ‘Contra la comunicacén.- 1* of, -Busnoe Aires :Amarrorty, 2006, 1d p: 20x82 em, - (Coleen Nomads) ‘Trades de: Carlo R, Molinari Marotta ISBN 61610-90055 1, Filaefie otétic, 2. Comuniacin, Minas! Marotta, carlo, trod. I Titulo ‘eDp 100: 111: 302.2 ‘Impreso en los Tallres Grificos Calor Bf, Paso 182, Avclleneda, provincia de Buenos Are, en agota de 200, ‘Tirada de cota edicin: 2.000 eemplare, Cualquier clase de polémica es extrafia, desde un principio, a la actitud del pensamiento, El rol del pensamiento no es el del polemista, Pues el pensa- ‘iento solo piensa cuando sigue a aquello que habla para una cosa. Las palabras combativas no tienen ‘qué otro sentido que el de proteger Ia cosa. ‘Martin Heidegger indice general M1 Primera parte 111, Pequefias historias sobre la comunicacién 14- 2, Bs la comunicacién una ideologia? 18 8. Comunicacién y secreto 23° 4, Comunicacién y violencia 28 5, Comunicacién y new economy 31 6, Comunicacién y valores 34 7. Comunicacién y vida 38 8, Comunicacién y pornografia 41 9, Comunicacién y fascismo 44 10. Comunicacién y psicosis, 48 11, Comunicacién y agresividad 51 12, Comunicacién y conflicto 60 13, Comunicacién y ambivalencia 65 14, Comunicacién y desexualizacin 69 15. Comunicacién y oblicuidad B 73 8 83 91 98 101 106 109 2 15 uy 120 123 127 132 137 Segunda parte 1. Pequetas historias sobre la estetica 2, gBs la estética una ideologia? 3. Bstética y desinterés 4, Estetica y sobreinterés 5, Estética y discrecién, 6. Bstética y moderacién 7. Estética y desatio 8, Hstética y moneda viviente 9, Rstética y admiracién 10. Bstética y agalma U1. Estética y mundo fluctuante 12, Bstética y profundidad 13, Hstética e ingonio 1M, Estética y rito 16. Bstética y globalizacién Bibliografia eseneial 10 Primera parte 1. Pequerias historias sobre la comunicacién A modo de comienzo, relataré tres pequetias historias ejemplares. La primera se refiere a un seminario sobre nuevas tecnologias. Tras cuatro horas de acalorada discusién, de la que partici- paban unos veinte operadores culturales de di- versas profesiones y especialidades, uno de ellos exclamé, provocando un breve desconcierto en Jos presentes: «{Se puede saber de qué estamos hablando?». La pregunta no tuvo respuesta; to- dos la consideraron irrelevante y la discusién se prolongé cuatro horas mas. integramente gra- bado en video, el seminario pas6 a formar parte de un curso de new media que se comercializé en DVD aun precio clevade. La segunda historia concierne a la actuacién del jefe de un partido, quien formulé publica- mente una afirmacién provocadora y agresiva en relaci6n con un grupo socio-profesional, cosa que escandalizé e indigné a muchos. Pocas ho- ras después retoms el tema, retractandose par- By ‘Manto Peawio1a cialmente. Al dia siguiente sostuvo que el dicho en cuestién era humoristico, carente por com- pleto de intenciones ofensivas. Esa misma no- che afirmé que el dicho, en todo caso, Yenfa algo de verdad. Al tercer dfa dijo que lo habfan malin- terpretado. Por la tarde agregé que, al fin y al cabo, él se habfa constituido tan séloen portavoz de una opinién muy difundida que no compar- tia. No obstante, permanecié durante tres dias on primer plano en los medios. Protagonista de la tercera historia es un im- portante marchand del arte contempordneo, que habfa logrado por fin instalar su nueva gale- ria permanente en la zona més distinguida dela capital, ¢ hizo que la inauguracién tuviera una campatia publieitaria sin precedentes. Movido por la inteneién de tornar verdaderamente po- pular el arte contempordneo, dispuso en lujosas salas obras de artistas de tendencias y orienta- ciones de lo més diversas, que tenfan en eomtin no requerir ningiin esfuerzo de interpretacién; en efecto, su estrategia implieaba que el nuevo arte debfa hacer impacto sobre el espectador por su cardcter directo y realista. Los visitantes de su galeria, que pagaban Ia entrada a un precio bastante alto, obtenian asi el doble resultado de entretenerse como en un parque de diversiones y participar en un ritual elitista. 2 Cons 14 comunicncioy Estas tres pequefas historias se sitéan en contextos diferentes: el del saber y el conoci- miento la primera, el de la accién politica la se- gunda, el del arte y 1a cultura la tercera. No obs- tante, las tres muestran por igual que en las tra~ dicionales actividades de la ciencia, la politica y elarte es posible introducir una desviacién abe- rrante que permite dirigirse direetamente al pi- blico, pasando por alto y ridiculizando las reco- nocidas mediaciones del método cientifico, del periodismo y de la eritica. Hl aspecto inquietan- tey engafioso de las operaciones que nos ocupan consiste en el hecho de que no se las puede des- cartar como torpezas, fanfarronadas 0 impostu- ras, En el interminable seminario sobre nuevas tecnologias se dijeron muchas cosas no s6lo plausibles, sino también inteligentes; las mani- festaciones del jefe de partido tenfan sin duda un contenido politico y expresaban necesidades ciintereses concretos; muchos delos artistas yde Jas obras de arte del marchand podian adquirir enotrocontexto un valor artistico propio. Pero el seminario resultaba nulo desde el punto de vista cientifico, dada su absoluta falta de orden y de método; la actuacién contradictoria del jefe de partido, lena de desmentidas y rectificaciones, resultaba desatinada desde el punto de vista po- Litico; la organizacién promocional y el plantea- 13 ‘Manto Pexososa miento absolutamente acritico de la exposicién: Ja privaban de todo valor estético. En realidad, ninguna de las tres iniciativas aspiraba a una aceptacion basada en tales criterios. Se situa- ban en otra dimensién, queno es la de la ciencia, nila de la politica, nila del arte, sino la de la co- municacién de ma: Es esta la varita magica que parece transformar factores de debilidad, como la inoperancia, la retractaci6n y la confu- sidn,en demostraciones de fuerza, y quesustitu- ye la educacién y la instruccién por edutain- ‘ment, la politica y la informacién por infotain- ‘ment, el arte y la cultura por entertainment. Al estar destinado directamente al piblico, el con- junto adquiere, por lo demas, una apariencia muy democrdtica: no es casual que para desig- nar este fenémeno se haya acufiado el término democratainment. 2. g's la comunicacién una ideologta? He situado estas pequefias historias en el pa- sado, no porque no puedan ocurrir hoy, sino por- que la 6poca de la comunicacién ha aleanzado ya su momento culminante: ha sido como una en- fermedad en relacién con la cual las sociedades més cultas y de més prolongada tradicién demo- 4 Cones 14 comuricacion crética estén desarrollando anticuerpos. La eo- municacién muestra hoy acabadamente sus efectos deletéreos en todos los émbitos sociales; se hace posible asf, por fin, rehuir la intimacion extorsiva con la que se impuso en la tiltima dé- cada del siglo XX, un periodo de extraordinaria y tumultuosa innovacién teenolégica, De todas Jas mistificaciones de la comunicacién, la mayor fue sin duda presentarse bajo la ensefia del pro- gresismo democréttico, cuando en realidad cons- tituye la acabada configuracién del oscurantis- ‘mo populista acriticamente adoptadas como sostén de la ac- in politica. Ast pues, nuestra 6poea Ho Se ca- “racterizaria en modo alguno por el ocaso de las ideologias (es decir, de los llamados «grandes ro- latos» que pretenden ofrecer una explicacién to- tal del mundo, tales como el comunisme, el libe- ralismo, el fascismo, ete.), sino, acaso, por su simplificacién y extrema banalizaciéa, un me- noscabo del aspecto conceptual en favor de la emocionalidad. La publicidad comercial —sefia- la Fitoussi— tiene su contrapartida objetiva en 15 FE ‘Manto Pensrovs €l producto que promueve, el cual puede de: mentirla; en cambio, la nueva comunicacién ideolégica careceria por completo de la posibili- dad de verification y de prueba: de hecho, en verdad no se vishumbra el modo de someter a andlisis racional los argumentos de quien se proclama paladin de una guerra infinita del «bien» contra el «mal», |e ideologia en una nueva forma de poder, que da | por sentado un consenso plebiscitario fundado andlisis era un fendmeno andlogo al que descr be Fitoussi. Me pregunto ahora si podria consi- derarse la comunicacién como esa nueva forma de ideologia que bauticé con el nombre de «sen- sologia». Por ejemplo, {cabe considerar como neoideologias (segtin sugiere Fitoussi), o como sensologias —lo cual no supone una gran dife- rencia—, las orientaciones colectivas en las que la comunicacién jugé un papel muy importante, como el neobelicismo y el neopacifismo, la globa- lizacién y la antiglobalizacién? {0 bien la comu- nicaciOn es un fenémeno diferente, que no se de- ja atrapar en un mensaje determinado y relati- vamente estable, en un modo de sentir, si no eo- herente, al menos relativamente constante? 16 Conmea ta comnnrcacion Pertenezco a una de las generaciones a las que el discurso belicista de Bush impresion6 co- mo algo inaudito. Pero, al mismo tiempo, perte- nezeo a una generacién que atin sabe qué es una ideologia (o sensologia) belicista. Esta implica, por ejemplo, la conscripcién obligatoria yla mili- tarizacién de la sociedad, opciones que la socie- dad de la comunicacién no podria soportar. Por 50 el belicismo comunicativo priva de signifi- cado a la palabra «guerra», asi como, por lo de- mas, el pacifismo comunicativo priva de aignifi- cado a la palabra «paz». No por casualidad se envian tropas ofensivas junto con ayuda huma- nitaria. Andlogo razonamiento vale para todas las cuestiones tratadas de manera comunicati- va: los opuestos se mezclan y se confunden, y cuanto mas extremo, intransigente y radical es ‘un planteo, tanto mds estimula y reclama el planteo opuesto. Pues ambos estan en un con- texto que anula su oposicién. ferencia profunda entre la ideologia (ola sensologia), por una parte, y la comunicacién, porla otra, consiste en quea primera’ “menos iénaSi bien las logias y las sensologias artificiosas y estan preconfeccionadas (y ciertamente no son fatalidades), conservan si- quiera cierta persistencia, La ideologia (y con wv # ‘Mazio Penwoxs mayor raz6n la sensologia) se parece a la moda: dura algunas temporadas y no tiene la constan- cia del «espiritu de los tiempos» (del que habla la filosofia idealista de la historia), pero durante Gierto lapso es (o al menos pretende ser) una co- sa determinada, ie Lacomun clude toda do aquello que est en el medio entre ambos ex- | fremos. Es por ende totalitaria, en una medida mucho mayor que el totalitarismo politico tradi- cional, pues comprende también y sobre todo el antitotalitarismo. Es global en el sentido de que incluye también aquello que niega la globalidad. 3. Comunicacién y secreto Si buscamos un antecedente histérico de la comunicacién, no debemos orientarnos hacia el espectéculo, sino hacia lo que parece su exacta antitesis: el esoterismo, especialmente en sus manifestaciones degradadas. De hecho, el es- ectculo es més afin a las ideologias ya las sen- sologias: su eficacia depende también de cierta cohesién formal, por mas postiza y decorativa que sea. De los tres tipos de espectsculo social 18 (Conrea ta conrentcacron tinguié Guy Debord —concentrado, ¢ 50 ¢ integrado—, este tiltimo es el que mAs se ocultar las identidades, pues se caracteriza por’ el secreto; No obstante, no parece que el secret _ sea el aspecto distintivo de la comunicacién, ya que esta no abole el mensaje mediante su ocul- tamiento, sino por medio de una exposicién ex-_ cesiva ¢ incontrolada de todas sus variantes, En el secreto hay un contenido que se ha de preser- en cambio, a la di- ‘Solucién de todos Tos contenidos, Ahora bien, cierta afinidad con el esoterismo existe, sobre todo cuando este adopta la forma su distorsién, Partiendo de la premisa de que to das las ideas contienen una semilla de verdad, aunque se contradigan, la semiosis hermética 6n de analogia, continuidad y semejanza entre todas las cosas del universo. De este modo, cualquier afirmacién resulta ina- decuada y requiere que la completen todas las otras: dado que estas ultimas son infinitas, se priva asi al lenguaje de la posibilidad de decir al- 19 Mazto Penviota go sensato, Todo esto no se traduce en una acti- tud de humildad y respeto ante las opiniones de los demés. Antes bien, el partidario de la semio- sis hermética piensa que posee él secreto del universo: el hecho de que este secreto sea inex- presable lo pone a cubierto de cualquier verifica- cién 0 control, potencidindose asf su arrogancia. Eco ha rastreado el origen de la semiética ‘hermética, que se remonta a una degeneracién del neoplatonismo religioso de la Antigiiedad. } Asi, la comunicacién, que se acompafia de un a neofuturista y juvenilista (amén n [daval de la innovacién tecnolégica y del desarro- {Tio econémico), tendria como precedente la co- ‘rrupcién de las religiones mistéricas antiguas. ‘Sin apartarnos de la época actual, no deja de lla- marla atencién que el primer contexto en que la comunicacién arraigé haya sido precisamente el dela religion: ¢l movimiento de la new age repre- 1 | senta, a la vez, la versién moderna del esoteris- ohn sefilado con razén queen impositle deseribir la new age como una suma de compo- nentes simples: confluyen en ella tendencias que no tienen relacién alguna entre si, de modo 20 plina alguna en sus personalisimas elucubracio- | “nes Teligiosas y morales. Cones na couunrencray que el movimiento globalmente considerado re- sulta multiforme e indefinido. En efecto, la new age nace de una mezcia de componentes prove- nientes del esoterismo, de las contraculturas ju- veniles y de diversas formas de espiritualidad oriental, como también del mundo de las tera- pias alternativas; se caracteriza, ademas, por un bajo perfil tebrico e intelectual y porla ausen- cia de una normativa moral rigida, factores es- tos que indudablemente facilitan su difusién so- cial: Tiende a anular la percepcién de la oposi- cin y del conflicto: presenta una imagen del ‘mundo en que las controversias se superan en la experiencia individual de la pacificacién y del sosiego. Este rechazo del conflicto leva a la new age a eludir toda determinacién. ¥ puesto que ‘omnis determinatio est negatio, es propio del es- piritu de la new age sustraerse a la identifica- ci6n, evitar cualquier definicién. Llama Ja aten:] cin la afinidad entre la figura del alma bella» del siglo XVIII, que Hegel hizo objeto de sarcds-| ticas observaciones, y la modalidad transperso- nal delineada por la psicologia de la new age.Pa-| )/ \ ra Hegel, se trata de un alma que se hace pasar| | por elevada y divina para alejar todo de sf, en cuanto indigno de ella, y para moverse sin disci- | 21 ‘Manio Perenors Efectivamente, el punto de Hegada de la psi- cologia transpersonal no consiste en Ja estabili- zacién de una identidad personal, sino, por el contrario, en superar todas las ideftidades y al- canzar un fondo del alma, una region subterré- nea de la mente que conlleva un sentimiento de profunda tranquilidad y de superioridad con respecto a todo. La new age constituiria, asi, la primera manifestacién social de la semiosis her- ‘mé toda détéfminacién en tanto inadecuada, priva al longuajede todo poder, aun, confiriendo a su adepto, a un tiempo, la pres | eign de poseer el seereto del mundo y de la felici- | dad. Pued i, asi, tornarse portavoz de un opti- | mismo irresponsable rayano on la necedad: esta | representa un aspecto primordial de su éxito. | Asf pues, la afinidad entre comunieacién y esoterismo es mayor de lo que parece a primera vista. Se podria afirmar, entonces, que también en la comunicacién hay un seereto: este consiste en tornarse invisible por exceso de exposicin. ‘También aqui, no obstante, surge una diferencia relevante con el espectaculo: buen actor es quien sabe interpretar de manera coherente muchas partes de una comedia; buen comunicador es quien, aun sin interpretar bien ninguna, logra | estar siempre en el centro de la escena, 22, Cov ts connnencion 4, Comunicaciény violencia No hay que sobrevalorar, sin embargo, el as- pecto conciliador de la ecomunicacién. Su triun- falismo supone, precisamente, una voluntad de vencer a toda costa que implica la adopciéa de actitudes violentas. Junto con la new age, que constituye el aspecto sosegado, relajado y seudo- _miento,En esta, el maximo énfasis esté puesto” ‘en el aspecto energético, segéin el modelo de la actividad deportiva, Se elabora un estilo de vida cuya dinémica se caracteriza por el logro de nue- ‘vos récords 0 la mejora del handicap. Corho se- fala Alain Ehrenberg, el deporte ya ha suplan- tado a la escuela, eonvirtiéndose en uno de los principales referentes de la excelencia social y de la gusta» competencia. Sin embargo, esta di- mensién no se acompafia de un redescubrimien- to de la individualidad, de la singularidad, de la creatividad subjetiva: no entra en conflicto con el asf llamado «sentido comin igualitario», por- que es un proceso absolutamente impersonal Mazo Peewo.a | La tonalidad bdsica de la cultura del rendi- K \ miénto no se orienta a la obtencién del placer, ino al mantenimiento de la excitacién,Seha se- { fialado que la gratificacién que ld acompaiia no puede describitse en términos hedonistas: este tipo de experiencia puede caracterizarse mojor mediante una expresi6n del slang inglés, high, que es una especie de estado euférico mas proxi- moa una adiccién que a un sentimiento intimo. ‘Lo que sorprende es la enorme eapacidad de impregnacién social de la adiecién, Esta nocién, originariamente vinculada casi exelusivamente al consumo de alcohol y de drogas, se ha extendi- do en los tiltimos afios de manera ilimitada, has- ta convertirse en una forma general del sentir que puede referirse a cualquier contenido: se puede ser adicto al cigarrillo, a la comida, al se- x0, pero también al trabajo, a la gimnasia, jal amor! Estos contenidos son intereambiables: a menudo un individuo lucha para vencer una adicci6n sélo para terminar sucumbiendo a otra. La cultura del rendimiento tiene a veces un ito, Pero esta violencia es cualitati- ( | Vamente distinta de la violencia funcional en- tendida como medio para obtener algo que no se Jogra en forma pacifica: es justamente una vio- lencia comunicativa Joseph H. Kupfer la dife- rencia claramente de la violencia tradicional, 24 Cones 14 conuncacron que es una especie de violencia préctica elegida como medio para objetivos tales como el dinero, la carrera, el poder, la venganza o la celotipia, ,/ ‘También la violencia politica es de tipo tradicio nal, en tanto dirigida al logro de un objetivo. Aqui nos vemos, en cambio, frente a un tipo de com- portamiento aberrante. La violencia no tiene otro objetivo que el de incluir al yo en la imagen | del mundo. B] acto violento hace entrar por ia fuerza al individuo en la escena pttblica y trata de hacerlo permanecer ) “El deporte de las ditimas décadas del siglo XX nos brinda los instrumentos de comprensién més adecuados. Como observa Ehrenberg, el fitbol no es tan sélo un deporte, sino un punto de vista acerca de la vida. En este aspecto, la til- tima generacién de fanaticos ofrece elementos de juicio particularmente interesantes; en efec- to, ellos difieren tanto de los «hinchas» tradicio- nales como de los hooligans de las décadas de los sesenta y de los setenta, que tenfan como factor de cohesién una suerte de solidaridad comunita- ria, aun cuando distorsionada. Los nuevos hooli- ans no constituyen una multitud, sino que son, p actuar én Ia miultitud. En otros términos, no / constituyen una masa informe y peligrosa, si que manifiestan la voluntad de que s6lo ellos) 25 ‘Mano Penwo.a mismos aparezcan visibles. Los socidlogos los definen como casual hooligans, porque ademas son, por lo general, de una extraccién social y cultural mas alt que la de los hooligans, perte- necientes en su mayorfa a la clase obrera. Para aquellos, la violencia no es un desahogo, sino un signo cultural, en que la apariencia importa mas que la sustancia. El término inglés aggro (on francés, acero) refleja bien esta dimensién que ‘une aggravation y aggression. Fue precisamente Alain Ehrenberg quien re- nové en estos términos la reflexién sobre el fend- ‘meno del fanatismo futbolistico en su totalidad, rechazando las tres explicaciones habituales de Ja violencia en el fitbol: el opio del pueblo, una nueva comunidad, el regreso de la horda pri- mitiva, La primera explicacién es, para Ehren- berg, el subprodueto de una racionalidad politi- ca empobrecida, que considera a las clases su- bordinadas como marionetas, presas ficiles de manipulaciones politieas: el discurso politico de critica del deporte formula una reactualizacién del viejo desprecio burgués hacia el pueblo que prefiere el vino al trabajo. Conforme a la segun- da explicacién, en el fanatismo deportivo se ma- nifestaria la nostalgia del ser juntos comunita- rio: el fitbol seria la gran misa de la sociedad sin Dios; pero este modelo tradicional, reflotado 26 eee eyes cay eeu saree eee eueu sevice eraser eee meee Comma 14 comencacidn como aetual, no comprende la dinémica seudo- individualista que esté en la base del nuevo van- dalismo, en el que se manifiesta de manera exas- perada el deseo de protagonismo y de afirmacién. Por tiltimo, la tercera explicacién considera la violencia futbolfstica como una regresién a un estadio primitivo irracional, en el que la razén es sofocada por instintos salvajes; lo que esta ex- plicacién olvida es que los fanstticos no son mar- cianos, sino que pertenecen a nuestra sociedad. De hecho, el black bloc, esto es, ella viclenta del movimiento antiglobalizacién, constituye a un tiempo el desarrollo de la violencia deportiva y la plena manifestacién de su cardcter comuni- cativo, Su principal objetivo es introducir a los contestatarios en el escenario de la informacién mundial: su aspecto comunicativo es, por tanto, mucho més importante que el politico. La vesti- menta negra, la rapidez y el caréeter inesperado de las acciones, el espéritu guerrero que las ani- ma —muy distinto del burocratismo del viejo te- rrorismo—, la eleceién de arremeter contra co- sas simbélicas y no contra un enemigo fisico, la falta de un interés personal, confirman que es- tamos ante un tipo de violencia muy distinto de laviolencia politica. Todos estos factores aumen- tan la fuerza de su impacto psicolégico y la tor- nan impermeable a cualquier mediacién, Tam- 27 Manto Penwcra bién los black bloc se dirigen directamente al pu- blico, omitiendo las mediaciones de las teorfas dela revolucién y prescindiendo por completo de los intelectualek orgénicos. | El resultado es la abolicién de toda diferen- |ciacién: este tipo de violencia puede desencade- { narse contra. ‘cualquier cosa, pues —como en la Semiosis hermética— cualquier cosa puede con- siderarse simbolo de cualquier otra. Aquellos | manifestantes que en los afios setenta destruye- | ron en Roma un negoeio de paraguas y sombre- | ros que hallaron en su camino, porque | \ cia que esos eran objetos «burguest rten {can ya al mundo de la comunicacionEn reali- dad, los black bloc son extraiios a la légica de la violencia funcional, ast como el jef’ de partido que se desdice continuamente es extratio ala po- litica tradicional. 5. Comunicacién y new economy Una de las principales causas del éxito de la comunicacién es su pretendido vineulo con una transformacién del capitalismo operada en las tres iltimas déeadas del siglo XX: Ja new econo- Cones 1a cowuntcacion tura, El conjunto de los asi lamados intangi- bles, a saber, entidades tales como las competen- sias, los know-how, las patentes, las relaciones fiduciarias y la red de vinculaciones personales, se introducer en una dinamica de valorizaciin y desvalorizacién econémica, Esto implica una verdadera revolucién de las relaciones entre sa- ber y poder, que derriba la tradicional separa- cign entre estructura material y superestructu- ra ideolégica, y brinda a investigadores, pensa- dores creativos, artistas ¢ imnovadores intelee- tualesy técnicos, nuevas y extraondinarias pers- pectivas de intervencién y de afianzamiento en el mundo, ala vez que los expone al riesgo del s0- metimiento y la proletarizacién como nunca an- tes en la Edad Moderna, Para describir esta re- volucién, de aleance mundial, aparecen las no- ciones de recursos humanos, capital cultural, so- ciedad posindustrial, sociedad del conocimiento; habria, pues, un espacio preferencial reservado para quienes puedan actuar superando barre- ras nacionales y continentales, y configurando su actividad segtin una estrategia global, que pueda reflejar también, a la vez, las particulari- dades locales, No esta errado Jeremy Rifkin al considerar el capital intelectual como la verda- dera fuerza propulsora de nuestro tiempo. 29 Manuo Perwsous Ante este viraje propio de nuestra época, la ‘comunicacién representa Ia reaceién del viejo ‘mundo, de la old economy, queintenta confundir todo con todo para abatir la nacierite importan- cia estructural y efectiva del nuevo saber. En ‘tiempos pasados, en cuanto las nuevas ideas y ios nuevos conocimientos adquirian cierta | tacién e influencia, se los combatia abiertamen- poder efectivo dependia de su transforma: 2n ideologias o sensologias. Hoy, las nuev: ideas, los nuevos éonocimientos, las nuevas ex periencias, tienen un potencial econémico y efec- tivo que ya no est mediado por la ideologia, y ‘por este motivo hay que evitar de cualquier mo- ‘do que adquieran una dimensién auténoma, La mejor manera de apropidrselos es sofocarlos en if el caos comunicativo, que anula la idea misma de demostracién de grandeza sustituyéndola por la de demostracién de fuerza. Las ideologias conservadoras y reaccionarias son inadecuadas | para combatir la emergencia y la afirmacién de i la sociedad del conocimiento, en cuanto perma: | necen ligadas a una idea de grandeza, si bien di- ferente de aquella de la new economy. Asi, los ! viejos poderes estan obligados a demoler tam- | ~y{) | bign el patrimonio del saber legitimado y las "| fuentes de su legitimacion (destruccién de la es- / "| euela, dela universidad y de la investigacién), el i 30 Cownea ta conantcacion patrimonio del ‘truccién dela separacién de fos tres e gislativo, ejecutivo y judicial) y él patrimonio ar- {iStico-cultural (destriceién dela preeminencia ¢/ de los intelectuales y los artistas).A través dela //* comunicacién, el «civilizadisimo» Occidente se convierte en el lugar por excelencia del oseuran- | “t” tismo, del despotismo y de la barbaric, iNada més mistificador, entonees, que juzgar ‘que hay proximidad entre comunicacién y new economy! La comunieacién es la defensa de la old economy que se siente amenazada en su pro- pio terreno: el de la efectividad econémica y el poder. 6. Comunicacién y valores El devastador y demoledor ataque que la co- municacién emprende contra la tradicién se va- le de una estrategia de incorporacién omnicom- prensiva que aspira a anular incluso la percep- cién de un conflicto. Se equivoca quien concibe la | ‘comunicacién como una eleccién consciente dele | 7 efimero, lo provisorio, lo momenténeo, pues ella | pretende también ser duradera, constante ¢ in- @luso inmortal. El organizador del seminario so- bre nuevas tecnologias se autoclogia en un lujo- 31 SRR Ege ‘Manto Penwoxa so libro cuyas copias son numeradas y no estan a la venta, Bl jefe de partido que se desdice conti- nuamente se atribuye un papel histérico provi- dencial. La galeria del marchand de arte con- tempor4neo se presenta como una exposicién: permanente. Pues bien, los partidarios de la tra- dicién, que apelan a los valores, a lo clasico, al canon, son desplazados por estos fundmbulos, estos malabaristas, estos acrébatas que hasta quieren perpetuarse en bronce y mérmol. 7Y quién puede asegurar que no lo lograrén? Hay siempre una caterva de ingenuos preparados para escribir la historia de la tiltima idiotez, pa- ra solemnizar las estupideces, encontrar signifi- cados recénditos en las menudencias, incluir en la ensefianza de todo orden y nivel también las tonterias, pensando que hacen una obra demo- cratica y progresista, que van al encuentro de los jovenes y de la gente, que hacen realidad el encuentro entre la escuela y la vida. Asi pues, no parece que la comunicacién pon- ‘ga fuera seh los valores oponiéndose a ellos, ise sla combat cot a la edad idealégica y sensol6gica, en la que abe identificarse con una tinica «verdad>, Los 32, Cownea ta comuracscion predicadores y los profetas, de buena o de mala fe, deben mantener siquiera cierta eoherencia de discurso, mientras los comunicadores pres- cinden de ella por completo. De este modo, los comunicadores pueden, por asi decir, robar su parte a los radicales y a los intransigentes, trans- formarse en un instante de palomas en halco- nes, convertirse luego en algo intermedio y te- fiirlo todo de un color indefinido. Para la new economy, la fuente de la valoriz ci6ri es la mediacién: los paradigmas de la red, {el transito, de la conexién, son los ‘delante, La new economy es conexionista, reticu- \ 932 iar y proyectiva; la comunicacién es vitalista, |“ instanténea y repen = “La new economy, sobre el telén de fondo de la. mundializacién, supone una profunda revolu- cién en la determinacién de todos los valores. Este cambio radical provoca dos reaeciones. La primera es el idealismo antieconomicista, que rehusa considerar cualquier relacién entre la cultura y la economia y se atrinchera en posicio- nes metafisicas y morales. Esta reaccién no tie- 33 ‘Mario Prawtoia ne efecto alguno, no logra incidir en las nuevas dindmicas de valorizacién y desvalorizacién, {Ms eficaz resulta la segunda reaccién, la comu- ferendia (y por ende ne tara que deena manera iaabia ae dastrayen los viejos valores, se tira al nifio con el agua del baniador, por asi decir; pero, en definitiva, gqué importancia tiene? Lo esencial no es restable- cer los viejos valores (empresa muy ardua), sino obstruir el avance de los adalides de la sociedad del conocimiento, mediante el rechazo de todo discurso sobre grandeza y valores, y la propues- ta del universo de la comunicacién, esto es, un mundo sin juicios y sin pruebas legitimas, donde Jos fuertes, detentando poderes no especificados (ya menudo no especificables, en cuanto ilega- Tes), Hevan enseguida la mejor parte. 7, Comunicacién y vida Si bien sus lejanos origenes, como vimos, se remontan aa semiosis hermétiea dela Antigite- dad, la comunicacién confluye con una modali- dad de pensamiento que tuvo una enorme difi- sién en los dos tiltimos siglos{el vitalismo) La idea central del vitalismo es la de derribar toda 34 Corns 14 comunncacio logica y racionalidad en nombre de la inmedia-_ -0.La percepeién de los opuestos es considerada | como una jaula de la cual es preciso liberarse, ‘una prisién que impide la libre expresién del es- piritu creativo, un obstdeulo que hay que abatir con un empellén: de ello se sigue la exaltacién de la fuerza y la irrisién hacia aquello que aparece como meramente formal, mecénico, repetitivo, mediato, de progresién lenta, ritual, o siquiera dotado de una identidad precisa, La vida es, en realidad, esto y aquello, sin exclusions ni impe- dimentos: imprevisible, contradictoria, irracio- nal, desborda todas las barreras y no tiene que justificar ante nadie su tumultuoso curso, Entre los siglos XIX y XX, el vitalismo ejerve una enorme influencia sobre la cultura, la poltti- cay la literatura, e impregna el modo de sentir de algunas generaciones, sin aleanzar atin la he- gemonia, en cuanto debe ajustar cuentas con la burocracia, de la que dependen el orden de la s0- ciedad y la efectividad de las acciones, Recién en! 4, dela expontancidad, de la.creacién desdle.co jisaros engaiiar, pues, por la dureza que av ‘Manso Perwnoes lotro no es mas que una imagen de su respecti- \vo yo. Naturalmente, otras muchas rela diddicas, como psicoanalista y paciente, [tector y beneficiado, dovente y discente, ostan ‘eujetas a Ja captacién imaginaria. No debernos kes adquicren e80s confictos: ella depende de la lagresividad implicita en el estadio de |son «verdaderos» conflictas, porque les falta pre- |cisamente la experiencia de lo opuesto, Si pasamos de los contextos comunicativos personales y privados a los piblicos, la sustan- cia de las cosas no cambia; incluso empeora sen- siblemente, pues el ptiblico mismo (al que algéin ‘ingenuo atribuye el papel de tercero que juzga) queda atrapado en la captacién imaginaria. De hecho, la comunicacién, cuando adopta la forma de un debate pitblico, no es una arena donde dos contendientes se enfrentan, y menos atin una disputa entre dos maestros de la universidad medieval. Se basa en un presupuesto técito y universalmente aceptado: la exigencia dirigida al piiblico de que se identifique con uno u otro de los antagonistas. Ast, en forma de conflicto, re- surge el aspecto esencial de la comunicacién, que ya pusimos de relieve a propésito de la new lage: sui ineapacidad de pensar una «verdadera» ‘oposiciGn y de sostener un «werdadero» conflicto. 50 Cones xa comusncacion 12. Comunicacién y conflicto No hay que confundir la agresividad con la experiencia y el conocimiento de lo opuesto. La filosofia no es agresiva y nunca lo fue. Herdclito, no obstante attibuir el origen de todas las cosas a la guerra, afirmaba la existencia de algo co- muin a todos aquellos que estan despiertos, Pla- tén, cuyo pensamiento se forma justamente en. competencia con varios poderosos candidatos a la sucesi6n de la épica homérica, separa radical- mente el método filoséfico del método eristico de Jos sofistas, para quienes todo método retérico era bueno si aseguraba la victoria sobre los ad- versarios. Incluso Agustin, magnifico e ineansa- ble polemista enfrentado con los herejes, recuer- da a un magistrado imperial que no tiene dere- cho de vida y muerte sobre los cismaticos. En tiempos mucho més recientes, Hannah Arendt exhorta a reconocer los méritos de personas de cuyas ideas se discrepa. ‘Empero, no ha de confundirse la moderacién| de la filosofia con un eclecticismo semper iaridad en la que todos los gatos son! pardos, La plurimillenaria historia de la filosofia occidental puede entenderse como un esfuerzo 51 ‘Manto Peronota por concebir la relacién de oposicién de manera cada vez mas radical: la trama fundamental de esta problematica ya habia sido delineada con. meridiana clatidad por Aristételes, quien distin- ,- $uié cuatro clases de oposicién: » 1) lacorrelacién, en la que hay una mutua referencia entre los opuestos, como, por ejemplo, | entre el doble y la mitad; 4 2)la.contrariedad, en la que existe un térmi- 2 \ no medio entre los opuestos, como entre el blan- | coy el negro; » 3) larelacién entre posesién y privacién, en la | que se destaca la falta de algo que deberfa estar, | como, por ejemplo, entre la vista y a cegueray be 4) la contradiecién, en la que todo término \gnedio esta excluido, como, por ejemplo, entre una afirmacién y una negacién. Como es sabido, Aristételes privilegia la con- trariedad sobre los otros tipos de oposicién. Plo- tino y Agustin sustentan una concepcién mas enérgica del conflicto, segiin la cual la principal ‘oposicién se produce entre el bien concebido co- ‘mo ser y el mal concebido como ausencia. Por , timo, es Hegel quien produce el viraje de \\cy | para la filosofia moderna, al considersr que “\ contradic cién no sélo esté en el movimiento de del | pensamiento, sino tamk ‘realidad, dela historia, del 52. Cones 1a couutencioy mis, todos los flésofos que han pensado el con- flicto han tenido que confrontarse con Hegel. El pensamiento de Nietzsche gira en torno a un eje que cabe individualizar como un intento de pensar la oposicién de una manera cada vez més radical, que supere las cuatro modalidades especificadas por Aristételes y, por tanto, tam- bién la dialéctica hegeliana, cuyo resultado final le parece, en definitiva, bastante conciliador. Stu reflexion se desarrolla como una eritica radical a la métafisica occidental, a la que atribuye una verdadera ineapacidad de concebir lo opuesto. .de considerar a b sche como el primer critico radical ant eer dela zana Ta ociedad dela coma al Seguin su modo de ver, la metafisica nace dé un error fundamental, derivado de concebir lo opuesto en funcién de lo idéntico, de modo queno concibe verdaderamente lo opuesto, sino tan sélo otro idéntieo que se op-pone al primero, Por con ‘siguiente, la metafisica nunca tiene ua conoci fro, ino sélo de un alter ge de una experiencia original de lo opuesto, sino sélo de una reaccién, una recuperacién, el inten- 63. ‘no eontYario, Su concepcién de lo puesto no sur-! ‘Mawto Penwto.s to de reconducir lo otro a sf misma. En su libro Humano, demasiado humano, Nietzsche brinda una amplia fenomenologia de las distorsiones propias de und razén que necesita realizar y mantener diferenciaciones donde no querria ha- cer ninguna. En su época, el wagnerianismo constituia la manifestacién de este seudopa- cifismo, que pretendia abolir todo contraste, y por esta razén fue objeto de una aspera impug- nacién por parte de Nietzsche, que le atribufa tres rasgos: la brutalidad, el artificio y el candor , (0 idiotez). Wagner seria, asi, el primer misico | que considerd idiota a su oyente, inaugurand¢ (4 | | una condicién psicolégica y social que se califica y | como «inocencia entre los contrarios» ena | conciencia de la mentirary Indudablemente, es condicién, en cuanto reactiva, implica una gran agresividad: en ella se centrara Nietzsche en sus escritos posteriores, considerdndola causada por el resentimiento, que impide que surja la novedad y favorece la supremacia del pasado sobre el por- ‘venir; la comunicacién pondria asi en primer pla- no a los individuos més llenos de resentimiento, esto es, los més reacios a cualquier innovacién. 64 Cones ta cowunicacron sxtrema consecuencia, Indudablemen- te, su andlisis priva a la comunicacién de cual- quier tinte progresista y vagamente futurista, atribuyendo al problema entero una solemnidad epocal que afecta el destino de la civilizacién oc- cidental: la comunicacién seria reaccionaria, en. el sentido literal del término, en cuanto carece por completo de originariedad y de creatividad. En ol camino que abrié Nietzsche, el siguien- te paso lo da Heidegger, cuyo pensa origen y la de diferencia. Nada originario puede ‘aparecer en la comunicacién, que en el los casos se configura como chéchara (Gerede), Originario en el sentido més literal es, en cam- bio, el arte: este no tiene origen, sino que es 0 gen, salto, proveniencia esencial. Lac idn serfa la forma extrema del alejamiento de st ‘misma dela obra de arte, iniciado mucho tiempo antes, con su historizacién y colocacién en mu-, «~ 300s. El arte —dice Heidegger— no tiene histo= ria (Historie), porque é1 mismo es historia (Ges- chichte), en cuanto fanda la historia, es aconte- cimiento (Ereignis), acaccimiento de lo que le es més propio (eigen). Heidegger da un paso importante también respecto de la cuestién filoséfica de la oposicién, introduciendo en la experiencia del arte un tipo 66 ‘Manso Penwious de conflicto mas radical que el dialéctico (funda- do en la contradiccién). Ast pues, en este aspeo- to, la orientacién general de su pensamiento no se aparta de lalinea principal de la filosofia occi- dental, la cual —eomo vimos— avanza hacia una creciente radicalizacién de esa problemati- ca. En la experiencia del arte hay una lucha rreposo. La otra nocién clave del pensamiento heideg- geriano es la de diferencia. Su relacién con la problematica de la oposicién es menos evidente, en cuanto no es obvia la antitesis entre identi- dad y diferencia, en la que Heidegger fanda su reflexién. Ha sucedido asi que el término «dife- rrencia», de gran difusién en los tltimos afios, ha sido utilizado, por lo general, fuera de lugar y en. un sentido opuesto al de la filosofia. Varias ideo- logfas se lo han apropiado con Ia intencién de reivindicar la «diferencia» de este o aquel asunto politico, social o sexual, pero esta decodificacién. aberrante atribuye al término el significado de 66 Conmes 1a comunacacio una reivindicacién de identidades opuestas a otras identidades. No se debe, entonces, hablar| de «diferencia» en este caso, sino de sdiversidad» yf o alo sumo de «distineién». " ‘La nocién filoséfica de «diferencia» tiene su ‘sustrato en la 'teologia: diferente en el mas fuer- te sentido de la palabra fue considerado, antes que nada, Dios, entendido como lo otro absoluto en relacién con el hombre, con el mundo y con la logica. Esta primera atribucién me parece pro- pedéutica respecto de cualquier uso posterior, en cuanto confiere a la nocién un estigma inde- leble: no se podré nunca afirmar que determi- nada sustancia, determinado sujeto individual o colectivo es «diferentes, porque la nocién implica ‘una toma de posicién antisustancialista y anti- subjetivista por exeelencia, tradiceién y de tercero ex- ‘luido,yni siquiera la logica de la contradiccié la voluntad yi al sentimiento ‘humanos de una ‘manera tan radical que no puede experimentar- se ni siquiera como un opuesto, entendido con arreglo a una de las cuatro formas de oposicién especificadas por Aristoteles, Resulta evidenté™ que semejante idea de diferencia pudo durante \__ milenios ser atribuida solamente a Dios, oen ge- eT Manio Peevsous neral a la experiencia de lo divino, Esta expe- riencia permeé profundamente las confesiones religiosas mas «doctas» de Occidente, a saber, el judafsmo y el protestantismo, que ho por casua- idad fueron las que contribuyeron en mayor medida a la formacién de la filosofia moderna y contemporénea, La secularizacién de la nocién y de la expe- / \ riencia de Ja diferencia 8¢ produce re ¥ siglo XX, en dos Ambitos principales: la on - Al: gia, especialmente con Heidegger, y Ja literatu- ra, especialmente con Blanchot: Diferente, es decir, incompatible con todo lo que se inseribe en ‘una légica racional y mundana, no se considera yaa Dios, sino el ser (para Heidegger) y la litera~ tura (para Blanchot). Subyace a la primera op- |ciém la repulsa del modo como la metafisica occi- i ‘dental (esto es, casi toda la filosofia occidental ldesde Platon hasta Hegel) pens el Ser (como \y/ [deramente el ser como ser, sino que, de una ma- fate ‘mucho mas restrictiva, pensé el Ser como ‘uso instrumental y funcional que Ta téeniea mo- ‘dema yen parlicular, los medios de comuniea- ‘cin de masas hacen del lenguaje, y Ia decara- | cion inflexible del cardcter auténomoy no sabje- 58 Conmna xa comoniaxcran tivo de la palabra postica, Se trata, en ambos ca- 308, de un rechazo radical de todos los aspectos no sélo ideolégicos, sino incluso institucionales, organizativos, econémicos y mundanos dela cul- tura y del saber. Elimpacto de estas dos orjenta- clones, que se revelan como convergentes, ce or Es oportuno destacar que el rechazo de la racio-” nalidad aristotélica y hegeliana por parte del pensamiento de la diferencia no tiene nada de «mistico». No se trata en absoluto de anular las identidades en una unidad indiferenciada que suprima todas las oposiciones; se trata, por el contrario, de radicalizar la tendencia del pensa- miento occidental, orientado desde la Antigtic- dad a concebir formas de conilicto cada vez ma- yores: por esta razén, el pensamiento de la dife- rencia no rechaza el pasado de manera futurista o dadaista, sino que se dedica también a un obs- tinado trabajo de lectura y comentario de los textos clasicos de la tradici6n filoséfica y litera- ria (trabajo que obviamente no justifica y no au- toriza su recuperacién para la metafisica o para el canon). 59 Mano Peesota 13. Comunicacién y ambivalencia Alo largo de itinerarios ajenos a la filosofia, Freud renueva or completo la problematica de Ja oposicién, al considerar el psiquismo como un campo de batalla donde se enfrentan y contra- ponen permanentemente sistemas que se rela- cionan de manera asimétrica. No estamos ya ante la oposicién de un elemento positive y uno negativo, sino ante la lucha entre dos entidades (clsistema preconsciente-consciente por un lado y el inconseiente por el otro), una de las cuales (precisamente el inconsciente), por definicién, zo aparece nunca en cuanto tal, sino tan sélo de manera enmascarada y distorsionada a través de formaciones de compromiso (los suefios, los sintomas neur6ticos, los lapsus, los actos falli- dos). Freud inaugura un escenario conceptual y ‘emocional de relevancia epocal, caracterizado por el estudio de nuevos tipos de conflicto que ni Ia tradici6n filos6fica ni la tradicién religiosa habian imaginado. En efecto, su investigacién | no se limita a la individualizacién de provineias | psiquicas asimétiicas, sino que se extiende al es- | fio de los conflicts entre fuerza petquins (pulsiones del yo y pulsiones sexuales) y de las | formas de circulacién de la energia psiquica | (placer-displacer). Como es sabido, esta primera 60 Conrea xa comuteacion articulacién de los conflictos en los tres planos (t6pico, dindmico y econdmico) seré sustituida posteriormente por el propio Freud con una se- gunda articulacién, que se configura con la indi- vidualizacién de tres provincias psfquicas (Ello, Yo y Supery6), dos nuevas fuerzas (pulsiones de vida, por una parte, y pulsiones de muerte, por la otra) y nuevas formas de circulacién de la energia (placer-displacer, por una parte, y re- duccién a cero dela energia, porlactra). Sobre la base de estos esquemas epistemalé- gicos, Freud descubre una gran cantidad deme: ‘canismos y fenémenos que abren un panorama ptual vastisimo, complejo y de enorme re- levancia filos6fica; de hecho, Freud halla formas distintas e inéditas para presentar el problema, /)\\\ nuclear de la filosofia occidental: gedmo pensar “* los opuestos? Su pensamiento constituyé asf, W~ para todo el siglo XX, una formidable barrera contra el confusionismo fraudulento y oscuran- tista de la comunicacién, Una critica dela comu- nicacién que no tome en consideracién el psico- andlisis sera ingenua e insuficiente, y asi ha de permanecer. El psicoandllisis extendié enorme- | mente el simbito de accién de la razén y revelé yh ‘muchos mecanismos por medio ‘comunicacién desarrolla su engafiosa y tenden- ciosa actividad. 61 ‘Marto Penstosa ‘Me centraré en uno de esos mecanismos: la ambivalencia, Eugen Bleuler, de quien Freud toma esta noci6n, la consideraba como el sinto- ma fundamental de la conitofrenta, Aprimera. | vista, la comunicacion pa | enfermedad psiquica, que se caracteriza por la, incoherencia del pensamiento (discordancia), de © | la accién (disociacién) y del sentimiento (disgre- gacién), e implica una generalizada regresién intelectual y afectivai Se genera ambivalencia ‘cuando se enuncia simultsneamente una propo- sicién y su contraria, se quiere a un tiempo una cosa y su opuesto, se ama y se odia ala vez a al- guien. No obstante, Freud considera la ambiva- Tencia como una caracteristica propia de una fa- se normal del desarrollo psiquico del nifio (la fa- se sddico-anal), caracterizada por pulsiones an- tagénicas de igual fuerza. La ambivalencia no serfa, sin embargo, un conflicto dialéctico, por- que ambos opuestos hundirfan sus rafees en sis- temas psiquicos diferentes; por lo demas, la for- maci6n de los sintomas neuréticos implica la prevalencia ce un opuesto o el otro y, por ende, una especie de solucién de la ambivalencia. En cuanto a los agentes de la comunicacién, no impresionan como esquizofrénicos en el sén- ‘ido que Bleuler daba a este término, Una hipé- | esis plausible podria ser la interprotacién,de Ta. e Cones 1a conuntcacion ‘un sindrome de ree puerilidad, como |, yahabfa sefialado Ortega y Gasset en 1925, Otro aspecto interesante de la ambivalencia, puesto en evidencia por Freud, es la coexistencia de significados opuestos en el lenguaje de los primitivos. Apelando a una teorfa lingiiistiea hoy muy controvertida, Freud observa que las més antiguas raices de las lenguas histéricas contendrian un doble sentido antitético, esto es, con una sola palabra designarian dos conceptos ‘opuestos: por ejemplo, el término sacer significa- riaa un tiempo sagrado y maldito; altus, ala vex alto y profundo, y asf sucesivamente. En el pen- samiento primitivo existiria una especie de am- bivalencia, de indistincién de los opuestos, en ‘consonancia con el rechazo de lo negative que, segtin Freud, caracterizaria al inconsciente, Bfectivamente, grande es la tentacion de ex] plicar la comunicacién como un retorno a eno formas; itivas de pensamiento y de accién, Est % Masvo Peawtoua \ instantaneidad), que la diferencian profunda-, ‘Tente de la sociedad moderna, que fue homogé- (_nea, simple, lineal, jerdrquica, visual y explosiva. Ahora bien,\por mas que esta interpretacién sea sugestiva y constituya la flor en el ojal de los adalides de la comunicacién, en cuanto le confic- re un aspecto vagamente antropolégico y alter- nativo, elimina por completo, sin embargo, elhe- cho de que Ja sociedad de la comunicacién de ‘masas no podria existir sin la teenociencia, que es precisamente un producto de esa sociedad moderna de la que querria renegar. | Meinelino a pensar, por tanto, quela ambive Jencia en [as tres versiones a las que he aludido —esquizofiénica, pueril y neoprimitivista— no | es una nocién apropiada para explicar el fené- meno de la comunicaci6n de masas. En la comu © | nicacion de masas no se manifiesta una forma | alternativa de pensamiento, algo completamer | te diferente del pensamiento occidental, sino, a ‘ostimo, una desviacién y corrupeidn de ese pen- {samisnto, que parece dispuesto a autodestruir- |se y destruir sus conquistas intelectuales, politi |casyy sociales, con tal de evitar dar nuevos pasos. 64 ‘Ta del psiquismo, que a primera vista presenta Correa ta comeoneacion 14, Comunicacion y desexwalizacion La estructura conceptual del discurso de La- can implica una especie de desestabilizacién de las oposiciones propuestas por Freud, e incluso del planteamiento dual que caracteriza al psico- andlisis. Ninguno de los pares antitéticos espe- cificados por Freud resiste al andlisis de Lacan, empezando por la oposicién fundamental entre conciencia e inconsciente. La distincién lacania- na preferencial es, de hecho, la que Se estable- ce entre el yo (moi, ego), que es una formacién que pertenece a lo imaginario—por ende, de ca- récter ilusorio y sintomatico—, y el sujeto (su- Jet), al que Lacan priva por completo de caracte- risticas tales como la autotransparencia y la au- toposesién que le atribuye la tradicion espiritua- lista y subjetivista de la flosofia. En su opinin, ttura simbdlica, de la que provienen su impersa} ~~ nalidady su relacién con el gran «Otro», Induda- 2 ‘blemente, esta nueva descripeién dela estructu- aspectos paraddjicos, tiene una mayor conso- nancia con la sociedad de la comunicacién de masas que las dos t6picas freudianas; En otros | términos, es intitil buscar, en el mundo de la co- municacién, personas que posean autonomia e 65 | coandlisis no consiste en adaptar a las personas: | | ‘Manto Penwro.a individualidad, o bien esperar que sus perturba- ciones psiquicas mejoren por haberles reforzado ‘su «yo» y haberlo vuelto auténomo: en el contex- to que nos ocuba enfrentamos sélo «yoes» imagi- narios y narcisistas en relacién especular, y mu- chos pequerios «otros» yoes. El eometide del psi- al statu quo social y comunicativo, sino en rest blecer su relacién eon el orden simbélico (supo- niiendo que esto sea efectivamente posible), Otro tanto ocurre con el deseo sexual, que en la primera tépica freudiana aparece como lo ‘opuesto por excelencia, objeto de la represi6n y motor del excesivo conflicto entre conciencia e inconsciente, Aunque Lacan afirme que el deseo siempre es sexual, no obstante —bajo la influen- cia del pensamiento de Hegel que le transmitié Alexandre Kojéve-—, tiende a desplazar la no- cin de deseo del ambito de la sexualidad al dela lucha por el reconocimiento, Este deslizamiento parece traer aparejada una especie de socializa- i6n del deseo, en cuanto su dinémica no ha de buscarse en la naturaleza de la cosa deseada, sino en el hecho de que ella es deseada por otro: al desear lo que otro desea, yo hago que el otro reconozea mi derecho a poseer ese objeto. Sin embargo, para Lacan, el deseo no esté en. cin con un objeto, sino con una falta, y por eso, a 68 Cowra 14 comurencion diferencia de la necesidad, es infinito e insaciz leraciones son muy.titiles para | comprender la dindmica que subyace en la . 80- ie ciedad de la comunicacién de masas, que se.ca-| /\' racteriza, como hemos sefialado, por una dese- sualizacién que no es represiva, de cufio autor tario y patriarcal, sino de muy distinto tipo. No~ hay en ella represién del deseo sexual, sino dese- xualizacién del deseo e imposibilidad de satisfa-_ cerlo: como si todos desearan el reconocimiento |. ya la'vez ninguno pudiese obtenerlo, pues se ha derrumbado por completo la estructura simbé! ‘ca quie To hace posible, Desde un punto de vista més general, me pa- rece que el pensamiento de Lacan no se caracte- riza por el estudio de los conflictos intrapsiqui- cos y la btisqueda de formas de oposicién mas profundas que las clésicas, al estilo de Freud. De la obra de Lacan se desprende la impresién de un creciente deslizamiento (glissement, slip) de Jas nociones. Esto guarda correspondencia, por lo demas, con la tesis de que el inconsciente, y por ende el orden simbélico, es como el lenguaje, una estructura de significantes (y no una rela- cién entre significantes y significados). La condi- cién que earacteriza a algo como un significante es que esté inscripto en un sistema en el que ad- quiere valor sélo en virtud de su diferencia con or Manso Penson Jos otros elementos del sistema. Por esta razén, l significante no puede tener nunea un signifi- cado univoco y fijo, sino que se caracteriza por el deslizamiento)por la metonimia, por el meca- nismo que Freud definié como desplazamiento (Verschiebung). Aunque la posicién de Lacan im- plique una enérgica afirmacién del orden simb6- lico, este no se constituye bajo el signo de la iden- tidad, sino dela diferencia; en otros términos, no es posible retorno alguno a la metafisica y al pensamiento de la identidad. Bl lenguaje tiene, no obstante, también una dimensién imagina- ria, que cree tener una relacién con el significa- do y, por consiguiente, distorsiona e invierte el discurso simbélico. Asi pues, la obra de Lacan brinda instrumen- tos mucho més sofisticados y penetrantes que los de Freud para comprender los mecariisms aberrantes de la comunicaci6n. Pero también est expuesta a un riesgo: cl de situarse en una relacin de rivalidad mimétiea con la comunica- ign. Lacan transmite sus teorfas de una mane- ra alejada de la prudencia, la cautela y la clari- dad con que Freud expone sus hipétesis inter- pretativas y sus resultados tebricos. Ello se de- be, en parte, al cardcter oral e improvisado de su extenso Seminario; en parte, al efecto de sorpre~ sa y asombro que quiere provocar, ¥, por tiltimo, 68 (Cones 14 coMunteacion también al papel de «maestro absoluto» que él encarné, Con todo, me pregunto si para captar toda la locura» de la comunicaciénly de la época que Ja hizo posible no habra sido necesario, en cierto modo, ser secretamente participes. 15. Comunicacién y oblicuidad Acuna conclusién andloga se puede legar al considerar la obra desmesurada del'otro gran pensador «posconflictual», por decirlo asf, de los ‘iltimos decenios, Me refiero a Jacques Derrida, que se sitia, en relacién con Heidegger y Blan- chot, en una posicién andloga a la de Lacan en relacién con Freud. También en su caso, la biis- ‘queda de una oposicién mas fuerte que la con- tradiccién dialéctica, caracteristica del pensa- miento heideggeriano, se complica y queda atra- pada en una inagotable fecundidad textual que se ramifiea en todas direceiones y parece esta- blecer una relacién de rivalidad mimética con la comunicacién de masas. El pensamiento de Derrida gira en torno a la recusacién de los presupuestos filoséficos en los que se funda la comunicacién; en este aspecto, sigue a Nietzsche y a Heidegger, radicalizando atin més su rechazo de la metafisica, que en el 69 Manto Peau anélisis de Derrida se configura como logocen- trismo, esto es, pensamiento del ser como pre- sencia. Consecuencia del logocentrismo es, pre- cisamente, la dfirmacién de la priimacia de la v da, de la inmediatez, de la historia entendida como desarrollo lineal, y la consideracién de la escritura como algo subordinado y secundario. Maximo representante del logocentrismo fue Rousseau, quien dio prioridad absoluta al senti- miento, entendido como autoconciencia del suje- to, de modo que puede considerdrselo el padre de la comunicacién de masas. También la nocién heideggeriana de origen queda atrapada en el mito logoeéntrico de la presencia, razén por la cual Derrida retoma la nocién de diferencia on- tologica, acentuando su radical alteridad me- diante la acufiacién de una palabra que no pue- de decirse, sino sélo escribirse, la différance, que se pronuncia de la misma manera que différence (diferencia), pero contiene implicaciones filos6fi- cas més extremas. Derrida enfrenta el problema fundamental que ya anteriormente fue motor del pensamien- to de Nietzsche, de Heidegger y de Freud: jcmo pensar una oposicién mayor que la contradic- cién?, o bien: geémo puede la filosofia pensar su otro? En realidad, ella viene desde siempre pen- sando su otro. Efectivamente, le filosofia no ha 70 Covers ta comuntencion sido tan s6lo pensamiento del ser, de la presen- Gia, del yo, esto es, metafisica; en ella hubo siem- pre una especie de inconsciente tedrieo, precisa- mente un impensado, que surge de la decons- truccién de sus textos. ;Cémo es posible oponer- se a lono filos6ficoy a lo antifiloséfico sin caer en ‘una oposicién ingenua, en un rechazo atempe- rado, en una forma de antismo dialéetico, en el que los opuestos se subsiguen y se trocan uno en lotro? {Cémo evitar dejarse romper los timpanos por el estruendo de la comunicacién? En el curso de la lucha contra sus enemigos, la filosofia si- guid dos estrategias distintas: la afirmacién de una jerarquia, mediante una ontologia general a la que todo se subordina, o bien la apropiacién (enveloppement) de aquello que se le opone, me- diante su asimilacién, Segin Derrida, adopta- ron la primera estrategia Aristételes, Descartes, ‘Kant, Husserl, Heidegger; la segunda, Spinoza, Leibniz y Hegel. Ambas resultan inadecuadas ante el ruido ensordecedor de la comunicacién. Por un lado, no se logra que esta tenga cabida en un discurso teérico riguroso, sistematico y cohe- rente; por el otro, ella es demasiado asimiladora y devoradora como para que la filosofia pueda provalecer tomando este camino. Para Derrida, Ja estrategia de la filosofia en su lucha contra la 1 ‘Manso Penwiois inmediatez logocéntrica y comunicativa no pue- de ser sino oblicua, La polémica contra el mundo actual se mani- fiesta en Lacan al modo de un infinito comenta- rio de Freud; en Derrida, al modo de una decons- ‘truceién infinita de la filosofia occidental. En ambos casos se trata de focalizar el significado contrastante de estas tradiciones, abriendo ca- minos indirectos que se apartan de la comunica- ci6n y de los te6ricos cémplices de ella. Es dificil, sin embargo, evitar la impresién de que Lacan divaga a veces en abstrusas formulaciones me~ tapsicol6gicas, y Derrida, en abstrusas cuestio- nes metafiloséfieas, En realidad, los ardides te6- rricos de ambos autores son demasiado refinados y Sutiles para los vulgares tiempos que vivimos, de modo que muchas veces existe el riesgo de que no se capte el aspecto mas importante de su pensamiento, que en Lacan es la afirmacién del orden simbélico, y en Derrida, el rechazo del vi- talismo, En el trabajo de ambos hay una deses- perada voluntad de contraponer a la desmesura de Ia comunicacién la desmesura del diseurso psicoanalitico y filoséfico, pero este es el «perni- cioso infinito» del productivismo autodestruc- tivo. 72 | i | \ Segunda parte 1. Pequefias historias sobre la estética Para continuar, relataré nuevamente tres pe- ‘quefias historias ejemplares. La primera se re- fiere a un libro de filosofia: el editor queria que Ja obra no superara cierto mimero de paginas, insuficiente para su contenido y su valor. Ante una condicién preliminar como esta, que rehisa @ priori tomar en consideracién las virtudes y los defectos del libro, y prescinde incluso de ex- presar un juicio sobre sus cualidades 0 sobre as- pectos especificos, preseribiendo rigidamente cierto numero de paginas o de caracteres sobre la base de eéleulos de marketing muy impreci- sos, {cémo puede defenderse el autor? La res- puesta es simple: por medio de la estética. ;Cudl? La tiniea estética que este editor —como la in- mensa mayorfa de las personas de escasa cultu- ¥a— es capaz de entender: la estética pitagorica, Styuiere némeros, néimeros se le darén, Nues- tro autor hizo, pues, un libro estructurado en ca- pitulos que tienen el mismo ntimero de caracto- res, de palabras, de lineas y de pérrafos, de mo- 3 ‘Mario Peewrors do que nada puede cambiarse sin derribar tanta armonfa, simetria y respeto de las proporciones, Estas son, en efecto, las eualidades que, segxin la estética pitagdtiea, constituyen la-esencia de lo bello. ;Cusl no sers el poder de lo bello! El editor, abrumado por tanta belleza, no se atrevié a opo- nerse y el libro fue impreso en su integridad. La segunda historia se refiere a la politica. El comitente de un trabajo intelectual alega pretex- tos para demorar el pago del honorario profesio- nal correspondiente, aun declarandose satisfe- cho con la manera en que aquel fue realizado, En este caso, la estética pitagérica se muestra insu- ficiente. En efecto, el acreedor tuvo la idea de presentar una factura en la que aparece un nii- ‘mero de oro, esto es, un ntimero queha sido obte- nido separando una cantidad en dos partes desi- guales tales que la relacién numérica entre la menor y la mayor es idéntica a la relacién numé- rica entre esta tiltima y la suma de ambas: en ‘términos algebraicos, a es ab como b es ala su- ma dea +b. Se considera que el valor de la rela- cin buseada, convencionalmente designado con la letra griega @, es el mimero més armonioso, ¥ por ello en el pasado se lo definié como proportio divina, Pero este artificio, por el cual el acreedor pide un suplemento que se ha de sumar a la re~ muneracién acordada, no es apreciado en abso- 14 (Conrea 1a conveacion uto por el deudor, que al parecer pertenece a una civilizacién estética més evolucionada que la pitagorica. [No se lo inducira a pagar sobre la base de una ingeniosidad cognoscitival En este ‘caso, el poder de lo bello se debe manifestar de una manera inés tangible, como una accién 0, mejor, una cuasi accién, o al menos la amenaza deesta, Elacreedor le comuniea entonces al deu- dor que se ha enterado de que la falta de pago se debe a motivos politicos. Estas dos palabras de- sencadenan en la mente del deudor, cuya activi- dad depende en gran medida de la benevolencia de los administradores piiblicos, un torbellino de hipétesis mas o menos fantasiosas, pero sobre todo lo aterra la idea de que se le atribuya una postura politica definida y estable, conforme a la cual puedan individualizarse amigos y enemigos politicos reales (en el sentido que Carl Schmitt Jes da a estos términos). Se pereata de que esta atrapado en un dilema: por un lado, le resultaria 4til saber qué motivos politicos se le atribuyen, pero, por el otro, cuanto mas intente indagar y més demore el pago, mAs se difundiré el rumor de que él tiene un perfil politico definido e indele- ble, Decide entonces saldar la denda enseguida, por cierto sin el suplemento pitagdrico. Cua no serd el poder de lo bello! En este caso, en vez de laidea dela belleza como armonia y consonancia 6 Manto Peasrora entre los opnestos, atribuida a Pitsgoras, preva- leci6 la idea de lo bello como conflicto, atribuida a Herdclito. No sé bien & qué idea de lo béllo referiré la tercera historia, que conciemne al arte, El hecho es que, como todos saben, desde hace al menos dos siglos el arte se ha divorciado de la belleza, raz6n por la cual la respuesta debe buscarse en el émbito de una estética considerada como filo- sofia del arte. La historia refiere de qué manera una anciana artista logeé vender algunos eua- dros, Trasladada en invierno a la casa de campo de un coleccionista coeténeo de ella, que cuaren- ta afios antes habia adquirido algunas de sus ‘obras, le propone que adquiera doce trabajos por cincuenta mil euros. El la recibe muy amable- mente, pero se niega a realizar la compra, por cuanto en su fuero interno est convencido de que esas obras pertenecen a un perfodo ya supe- rado de la historia del arte. No ests en condicio- nes de evaluar si las obras son vélidas en sf, pero él siempre quiso estar ala vanguardia y no quie- re renunciar a esta eleccién, realizada cuando joven, a la que ha permanecido fiel a lo lango de los afios, ateniéndose a las diversas modas ar- tisticas que se fueron sucediendo de una mane- ra cada vez més vertiginosa. La artista, no obs- tante, no parece dispuesta a desistir, se acerea a 76 Cones xa conencactow Ja chimenea y arroja seis cuadros al fuego. El co- leccionista queda perturbado ante este acto que atribuye a un rapto de locura, y recordando una méxima de su padre segin la cual nunca hay ‘que empujar a las personas a la desesperacién, se declara dispuesto a comprar las seis obras restantes por veinticinco mil euros. Pero la ar- tista rechaza indignada la oferta y arroja otros tres cuadros al fuego, afirmando que los tres res- tantes siguen costando cincuenta mil euros. A esta altura, el coleccionista, cada vez mas per- turbado, acepta comprarlos sin intentar nego- ciar més, paga con un cheque y despide pronta- mente ala artista. Estas tres historias, que atentamente consi- deradas se revelan como especulares respecto de las referidas a la comunicacién, muestran el poder de la estética. Esta constituye —eomo lo sostendré en esta segunda parte— no s6lo la més s6lida alternativa a la comunicacién de ma- sas, sino también, probablemente, la inica posi- bilidad de revertir la locura autodestructiva que aqueja a la sociedad occidental. 1 ‘Manto Penwo.a 2. ¢Bs la estética una ideologta? Qué razén hay para atribuir precisamente a a estética esta poder? {No bastan la légica y la moral para hacer frente alas absurdidades y aberraciones de la comunicacién? {Por qué la 16- gica y la moral se muestran tan indefensas e insuficientes en relacién con la agresin medis- tica? gPor qué la comunicacién ha legado a ob- nubilar las mentes y aplacar las conciencias? Cémo logré heredar todos los poderes de la religién, de la polftica y de la economia, hasta el punto de corroer sus bases? Antes de responder a estas preguntas seré necesario reflexionar sobre las particulares vi- cisitudes de la estética, especialmente sobre las razones de su importante papel en el marco de la cultura occidental a partir del siglo XVII. La extratieza de este éxito reside en la cireunstan- ‘cia de que una sociedad caracterizada por el fun- cionalismo técnico y la utilidad capitalista haya conferido una enorme relevancia —en la teori- zacién de sus pensadores y en la vida de sus cla- ses cultivadas— a un tipo de experiencia que, por definicién, aparece como aut6noma y desin- teresada. Ademds, este tipo de experiencia —se- Hala Terry Eagleton— provey6 la base antropo- I6gica para la oposicién revolucionaria al utilita- 78 Cowmra ta courumicacien rismo burgués, como lo muestran las obras de Marx, Gramsci, Lukes y otros. Naturalmente, por «estética» no se entiende aqui tan sélo la dis- ciplina filoséfica que hallé su maxima realiza- ci6n en la Critica del juicio de Kant; de hecho, para Eagleton el verdadero objeto de indagacién ¢s lo estético, entendido como una dimensién so- cio-antropolégica del modo de ser occidental, que tendria un doble aspecto: por un lado, perte- necerfa esencialmente al orden burgués, quene- cesita crear un enclave ajeno, en principio, al egofsmo y la explotacién; por el otro, implicaria una concepcién de las energfas humanas como fines y no como medios, base de toda emancipa- ciGn. Eagleton considera, pues, que lo estético no es una ideologia entre otras, sino, por asf decir, Ja quintaesencia de la ideologia 0, mejor, de lo ideolégico, que no tendria como objetivo asignar una identidad relativamente estable, sino que abrirfa un horizonte arménico dentro del cual todaé las oposiciones —libertad/necesidad, na- turaleza/cultura, particular/universal— ten- rian conciliacién y resoluci6n. E] andlisis de Eagleton es importante por muchas razones. En primer término, focaliza una cuestién estética decisiva para la compren- sién de la sociedad de los tres viltimos siglos: épor qué esta garantiz6 un terrain vague, un es- 79 Masto Prwtoua pacio auténomo, independiente de la légica y de la moral, en abierta y problemtica relacién con lo bello, con el arte, con la filosofia y con los esti- los de vida? BX segundo términd, quien habla de «ideologta» se refiere, por lo general, también al aspecto efectivo de las ideas, al hecho de que tengan consecueneias pricticas: lo estético no serfa entonces algo contemplativo y espiritual tan s6lo, sino algo vincalado también a la accién yalla vida material, Més atin, la contemplacién y la espiritualidad de lo estético ocuparian un lugar importante en la economia general de la vida individual y colectiva de la sociedad occi- dental. No obstante, estos dos aspectos generalmen- te atribuidos a la ideologia —el de una perspec- tiva apologética de la sociedad y el aspecto fun- cional de la asuncién de una identidad polémi- ca— son concepciones degradadas de lo estético, antes que aspectos esenciales de ello. Lo que en realidad hace falta es atribuir un poder auténo- mo a lo estético: como charme, légica del presti- gio, economfa de los bienes simbélicos, guerra de ‘obsequios, magnificencia, energia emocional, si- mulacro, enigma, objeto de culto, estilo de vida ejemplar, rito vinculante, capital cultural, préic- tica ingeniosa, sentido de la situacién del mun- do, ejercicio de la discrecién y la moderacién, 80 Coven ta comuncxcron apasionada dedicacién, ascetismo mundano, biisqueda de lo maravilloso Mientras se piense In estético como ideolégico, ser4 inevitable su re- duccién a superestructura, decoracién, epifend- ‘meno 0 —como dijo Carlo Augusto Viano hace ‘unos aiios— recreacién dominical. Por otra par- te, me parece asimismo restrictiva la idea que atribuye a lo estético la prefiguracién de una so- ciedad futura libre y justa, pues inevitablemen- te termina por incluirlo en una eoncepeién uto- pists de la historia; por el contrario; es preciso mostrar eémo y por qué lo estético ha sido direc- tamente efectivo en muchas sociedades y cul- turas del pasado y sigue siéndolo hoy. Lo esen- cial es que lo estético provoque efectos, no impor- ta si grandes o pequefios. No hay que dejarse en- ilar por las lentes de aumento de la comunica- cign, que presenta con visos de impacto global y epocal las historias relativas a grandes meet- ings, declaraciones de jefes de partido u opera- ciones de marchands de arte. En los grandes congresos no se descubre ni se crea nada nuevo (en verdad, no ocurre nada interesante, fuera de algtin ocasional encuentro sexual); ningtin poli tico seria elegido fuera de su naci6n, o incluso fuera de su regién; yen cuanto a las grandes ex- posiciones, en su mayorfa son intttiles, dado que en el arte, como en cualquier aspecto dela cultu- 81 ‘Masso Penwo1a ra y del saber, serén siempre unas pocas perso- nas, y no la multitud del piblico que paga, las que accionardn los refinados mecanismos que hacen aumentar o disminuir el valor de las pro- ucciones. En Brasil se dice: hay que desconfiar de los manda-chuvas, esto es, de quienes se de- claran tan poderosos como para controlar el tiempo meteorolégico y hacer que lueva. Las pe- quefias historias de la estética son més signifi- cativas que algo que pretende ser global sdlo porque ocupa algunas paginas en la prensa na~ cional. La dificultad que enfrentan hoy la légica y la moral —por no hablar de la religién, de la poli- tica y dela economfa—, ante la accién disolvente de la comunicacién, deriva en parte del hecho de que tienen, en general, demasiadas pretensio- nes. Asi pues, cabe desconfiar también de quie- nes despotrican porque el mundo no es racional ni moral, pues, o bien no son precisos, esto es, no conocen el mundo, 0 bien tienen mala fe, esto es, Jo conocen demasiado pero de modo unilateral. Entre la impotencia del deber ser (que noes) yla idolatria del hecho cumplido (que a menudo sélo es tal en apariencia), hay una tereera via, que es justamente la de lo estético, 82. Conrea ua conrmcacion 3, Estética y desinterés En la historia de la estética moderna, la no- cién de desinterés ocupa una posicién central, debido en gran medida a la célebre definicién de Kant, segtin la cual la complacencia que deter- mina el juicio de gusto no tiene interés alguno. Asi, la experiencia estética difiere claramente tanto de la utilidad, que halla interés en la exis- tencia efectiva de lo agradable, como de la mo- ral, que halla interés en la existentia éfectiva del bien. Queda, de este modo, fundada y garan- tizada con méxima energia la autonomia de la estética, en contra de las pretensiones de hege- monfa de la religién, la politica, la economia y, ahora, la comuniecacién. No obstante, esta postu- va presenta el riesgo de relegar la estética a un Ambito puramente inefectivo y supramundano. En el pasado era todavia plausible vincular la autonomfa de la experiencia estética a un proce- so educativo de alto nivel y de amplioaleance, en el que aquella se tornaba el camino por excelen- cia hacia el mejoramiento y la transfiguracién de la vida cotidiana; por ejemplo, Lukes crefa que el arte ejercfa una influencia profunda y du- radera en quien gozaba de él, y lo consideraba la maxima potencia cultural. Hoy, ante la agresivi- dady la inmediatez de los efectos que la comuni- 83. Manio Peeves cacién pone en practica, esta tesis adquiere un cardcter, si no olitista (término que recupera un significado positivo precisamente en virtud dela degradacién sbciocultural general), seguramen- te esnobista. Nos hallamos, por ende, frente a un dilema: 0 bien seguimos considerando que la especificidad del placer estético reside en el desinterés, renun- ciando asi a toda efectividad, o bien negamos esa especificidad, empujando a las produeciones de calidad a una competencia en la que serén de- rrotadas por todo el desecho que la comunieseién vuelca en las librerias, en las galerias de arte, en Jos diarios, en las salas cinematogréficas y ahora también en los teatros, en las aulas universita- ras, en las salas de conciertos (por no mencionar la radio, la televisi6n e Internet). Ast pues, el poe- ta, el artista y el cultor de la estética tienen dos alternativas: ser anacoretas 0 minusvélidos, Para encontrar otro camino hay que exami- nar més profundamente dos antecedentes histé- rricos que constituyen el telén de fondo sobre el ‘cual se forma la nocién de desinterés estético, a saber: el interés mundano y el desapego religio- so, Ambos son mucho més problematicos de lo ‘que parece a primera vista. ‘Tal vez sea cierto que —como dice un prover- bio— «el interés no miente». Pero hay que com- 84 ‘Cowrea ta cowunncacion prender lo esencial, esto es, en qué consiste el terés, que ya desde un punto de vista etimol coes bastante ambiguo, pues, qué significa «es- tarentre», challarse en el medio? Podemos in- terpretarlo en sentido aristotélico, como un ea- mino intermedio entre dos extremos; pero si amn- bos contrarios se subsiguen y se transforman el uuno en el otro —como sostione Nietzsche—, en- tonces, el «estar-entre> serd una posicién extre- ‘ma que revela la falsa oposicién de los dos térmi- nos. Ademds, en latin, la forma impersonal in- terest significa «importa, urge, cuenta, hay dife- rencia entre»; por tanto, tiene estrecha relacién con la problematica de la diferencia, euya enor- me relevancia filoséfica hemos destacado.en la primera parte del presente libro, Aun considerando el significado mas comin de la nocién de interés, el econémico, sorprende descubrir que en ol siglo XVI se la utilizaba to- davia con una doble acepcién, no sélo como si- nénimo de beneficio, utilidad, fruto del dinero, sino también en el sentido opuesto de perjuicio, detrimento, daiio, Ciertamente, pecariamos de ingenuidad si creyéramos que el interés es tan s6lo el interés econémico: las vicisitudes del mundo son demasiado imprevisibles, enigméti- cas y laberinticas como para que la bisqueda del interés propio pueda considerarse un pro- 85 ‘Marto Peawous yeeto claro y preciso, Bs, por el contrario, un mo- vimiento a tientas en el que tratamos de com- binar el coraje con la prudencia, la imaginacién con la lucidez, Por eso no se puedé reducir la no- cién de interés al mero émbito de lo efectivo, ex- cluyendo la dimensién afectiva. No es caswali- dad que lo interesante se convirtiera, a comien- zos del siglo XIX, en una categoria estética de gran importancia, En el polo opuesto al del interés mundano se suele ubicar el desapego religioso. Esta nocién es también problematica, no s6lo por la sospe- cha de que ese desapego del mundo y de sus de- leites no sea tan absoluto como quiere parecer, sino porque la posibilidad de una recompensa ultramundana invalida la pureza de dicho de- sapego. Desde una perspectiva més sustancial, cierta indiferencia con respecto al resultado de los emprendimientos e inieiativas mundanos re- sulta, paradgjicamente, funcional para su éxito, Cuando se ha hecho todo lo posible, sin desaten- der nada, para que algo ocurra, es oportuno ale- Jarse afectiva y psicologicamente de la espera del resultado, y estar preparado con la misma serenidad para cualquier eventualidad. No sélo se evitan asf errores debidos a la ansiedad, sino que se obtiene una vision més realista de uno mismo y de la situacién. 86 Conres ta counntcacien Hay que agregar que en las sociedades tradi- cionales, como también en las del ancien régime, las acciones desinteresadas constituyen la regla sobre la que se establecen y desarrollan las rela- ciones de parentesco y amistad. Dado que impli- can una correspondencia, son efectivas, y hasta constituyen a menudo la tinica via hacia la efec- tividad, mientras una actitud negociadora serfa contraproducente y perjudicial para el logro de la relacién, Bsas sociedades se basan en una eco- nomia fundada en el don, que adopta procedi- mientos distintos de la contratacién capitalista. As{ pues, por un lado, el interés no es siempre obstinadamente interesado y, por el otro, el de- sapego no es siempre puramente desapegado. En el primero hay una suspensién implicada en la idea misma de estar-entre; en el segundo, la conciencia de formar parte de una red de relacio- nes que se basan en la reciprocidad. Si se quiere atribuir a la dimensién estética alguna efectivi dad, poniendo un dique al diluvio eomunicacio- nal, el primer paso es la desestabilizacién del in- terés mundano, por una parte, y del desapego religioso, por la otra. Pero también es posible desestabilizar el de- sinterés estético, mostrando queno es tan desin- teresado como parece a primera vista. As{ lo ha- ce el sociélogo francés Pierre Bourdieu, segtin el 87 ‘Manto Perwtoss cual la experiencia estética constituye el para- digma de una economia distinta de la economia capitalista, dotada de una racionalidad auténo- ma. Bs la ecoriomia de los bienes’simbélicos, ca- racterizada, precisamente, por la indole desin- teresada de los comportamientos, de las accio- nes, del estilo de vida que la guia; ella supone la existencia de una microsociedad estética donde el desinterés halla reconocimiento y recompen- ssa, Esta economia se funda en la suspensién del interés econémico, entendido en sentido estric- to, y en la conversién estética de principios que también pertenecen a la sociedad occidental, como el intereambio por medio de regalos, el res- peto hacia parientes y amigos o hacia quien re- viste especial dignidad (el aidos griego), la eti- queta, el reconocimiento hacia los benefactores, elhonor. De este modo, Bourdieu socializa y des- objetiviza el desinterés estético: este no se fun- da en una facultad que reside en el individuo, sino en una institueién social la adquisicién de un bien simbélico— que ha gobernado desde siempre todo lo ajeno a la economia restringida de la negociacién y del contrato. La definicién kantiana del placer estético como una compla- cencia sin interés por la existencia del objeto se- ria, asi, el dispositivo que rige no sélo la expe- riencia estética de la naturaleza y del arte, sino 88 Conmea ta comuntcacton todo aquello que en las sociedades humanas ha sido independiente de la economfa restringida del capitalismo, No obstante, sila estética fuese solamente es- to, aparecerfa atin como la supervivencia de si- tuaciones de atraso (sociedades arcaicas, primi- tivas, tradicionales, del ancien régime) ¥ se po- dria pensar que inevitablemente sera erradiea- da por el proceso de desencanto y secularizacién que desencadené el capitalismo moderno, Ahora bien, para Bourdieu, la economia de los bienes simbélicos no regula tan sélo esas sociedades, sino también el mundo de la burocracia, de las profesiones cultas, de la investigaciGn cientifica y de la enseftanza; en otros términos, el «desin- terés interesado», del que la estética constituye a formulacién mas radical y coherente, seria el dispositive sobre el que est construido el mun- do moderno. Una eritica de la comunicacién hecha sélo en nombre de principios epistemolégicos (la légica) 0 éticos (la coherencia) permanecerd débil, has- ta tanto se entienda que también la ciencia y la moral son valores simbélicos regidos por una economfa distinta de la capitalista. El capital cultural del investigador cientifico, del burécra- ta, del profesional, del docente, sigue los mismos criterios que reguilan la formacién del capital es- 89 Ce Mario Pensto.s tético del artista: su fundamento es un habitus desinteresado que induce a un reconocimiento y una recompensa, precisamente en virtud de que prescinde tel interés econémico. Una socie- dad que ya no esté dispuesta a corresponder al don desinteresado de sus investigadores, burd- cratas, profesionales, doventes, artistas, estaré condenada a perecer, al igual que una familia, una iglesia o una amistad que ge rija exclusiva mente por vinculos comerciales negociados. Ademas de las sociedades tradicionales, fun- dadas en el intereambio de dones y en los ritua- les, ¥ de las sociedades modernas, fundadas en Ja burocracia y en las profesiones cultas, existe, por tiltimo, un terver sostén decisivo de la esté- tica proveniente de la sociedad posindustrial, en que el capital cultural representard cada vez més la fuerza propulsora de la economia, segrin una corriente de pensamiento que va de Daniel Bell a Jeremy Rifkin. La posibilidad de que la estética logre oponer- se eficazmente a la comunieacién depende de su capacidad para reunir en torno a ella un frente social aparentemente muy heterogéneo, confi- gurado de manera transversal respecto de las tradicionales separaciones poltticas, destinado a agrupar a quienes no ven incompatibilidad en- tre valor simblico y satisfaccién de las necesi- 90. (Coreen ta conemicacion dades. La estética ocupa un espacio intermedio entre la pureza absoluta e inefectiva de una mo- ral demasiado desencarnada y Ia idolatrfa de la efectividad y del éxito a toda costa. No olvida que el ser humano es un ser infinitamente nece- sitado, para quien los aspectos materiales de la existencia y el deseo de reconocimiento juegan ‘un papel esencial; al mismo tiempo, no obstante, es muy consciente de que el camino mas seguro para obtener esos resultados es, paradéjicamen- te, el del desinterés. ;Que no los subyuguen los predicadores de la pureza absoluta, ni los fand- ticos del resultado inmediato, en toda clase de précticas y de relaciones! El «desinterés intere- sado» de la economia de los bienes simbélicos se apoya en el pasado, en el presente yen el futuro, 4. Estética y sobreinterés Lo estético, entendido como dimensién socio- antropolégica mas amplia que la disciplina esté- tica, no se agota, sin embargo, en el desinterés, incluso interesado. Hay en lo estético algo més enérgico y vigoroso; de ello fueron portavoces especialmente los poetas, cuya posicién se confi- gura, paradéjicamente, como una anti-estética, de la que el poeta francés Charles Baudelaire 91 Marto Pensroua fue el primer exponente radical. El origen de esta anti-estética puede buscarse, va a fines del siglo XVII, en las eriticas que los poetas y escri- tores dirigian & la estética acadéinica: le repro- chaban que encerrase el arte y la belleza en un armaz6n escolar. Mientras los pensadores perfi- laban el ideal de una sociedad estétiea donde to- dos los conflictos se conciliaran en una armonia superior, los literatos del Sturm und Drang ini- ciaban una revuelta poética contra la estética académica, que se ha prolongado hasta nuestros dias, Blanco de esa polémica fue, desde un princi- pio, el concepto de desinterés estético, esto es, la idea, comin a muchos pensadores de la estética dieciochesea, de que el juicio de gusto es indepen- diente de cualquier interés cognoscitivo y priicti- co, Para los escritores, en cambio, lo bello debe despertar el maximo interés, porque—como afir- ma Stendhal—no.es otra cosa que la promesa de la felicidad. Heine y Baudelaire se refieren con sareasmo a los modernos «profesores-jurados> (professeurs-jurés) de estética, que pretenden hacer que lo bello desaparezca de la faz. de la Tie- za, confundiendo todos los tipos, todas las ideas, todas las sensaciones, en una unidad monétona y ‘anénima, inmensa como el tedio y como la nada, Enel lugar del desinterés estético, la anti-es- ‘tética pone otra clase de relacién con el mundo, 92. Cova ts conunrcacro caracterizada por una suerte de sobreinterés: Poo describe en un cuento la fuerza de la imagi- nacién, capaz de revestir todo el mundo exterior con una intensidad dada por el interés. Baude- laire funda en esta observacién una verdadera teorfa del surnaturalisme: se puede percibir la naturaleza entera con un interés sobrenatural que confiere a cada objeto un sentido especial- ‘mente profundo, voluntario y despético. Contra- diciendo a la estética dieciochesea, el énfasis ya no est puesto en el desapego y en la ajenidad respecto de todo deseo, sino en la intensidad del sentir y en el esplendor de lo que se ofrece a la imaginacién. El surnaturalisme rechaza tanto el subjeti- vismo como el naturalismo, No tiene nada que ver con una fantasia arbitraria carente de rela- cién con el mundo, que se pierde en las brumas dela trascendencia: la imaginaciénes la reina de Jo verdadero, y lo posible es una provincia de lo verdadero, No por casualidad el més importante ensayo de Baudelaire se titula El pintor de la vi da moderna; Ja imagen de artista que propone esla del chombre demundo», esto es, del mundo entero, que comprende el mundo y las razones misteriosas y legitimas de todas sus costum- bres. La escena de la vida exterior es el eje en tomo al cual gira el surnaturalisme. Los paisa- 93 Manso Perot jes dela gran ciudad, el esplendor de la vida civil y militar, la alternaneia de seriedad y vanidad, las multiformes imagenes de la belleza equivo- a, los desafioa del dandismo, las seducciones de loartificial, el charme del horror, son los elemen- tos de una nueva sensibilidad, a aftos luz de la contemplacién desinteresada de la estética dca- démica. A este tipo de sensibilidad se llega en virtud de una ascesis mundana cuya maxima expresién es el dandi. Este representa una sin- tesis de los tres tipos culturales que, segin Bau- dolaire, ejercen la maxima atraccién: el gue- rrero, el monje y la cortesana. Los dandis tienen del primero el espfritu heroico, asi como su dis- posicién para morir en cualquier momento; del segundo tienen el dominio de si mismo y la indi- ferencia hacia el dinero, y de la tercera, el culto de la apariencia y de la provocacién. Extraita mezcla de serenidad y audacia, frialdad y ardor, autocontrol y desenvoltura, en definitiva, nin- guno de los tres se identifica fntimamente con su cuerpo, al que consideran como si fuese una vestimenta. El surnaturalisme esta, pues, aleja- do del subjetivismo exangiie de la estética die- ciochesea: es un yo insaciable del no-yo, al que a cada instante expresa en imagenes mas vivas que la vida misma, siempre inestable y fugitiva. Implica la dualidad permanente, el poder de ser 4 Coens ta courtesan uno mismo y otro a un tiempo, que es la esencia de la risa y de lo cémieo absoluto (distinto de lo cémico significativo, que, dado que tiene como blanco a los otros seres humanos, aparece para Baudelaire como ingenuo y carente del vértigo del desdoblamiento). El surnaturalisme esté, asimismo, alejado de cualquier naturalismoo realismo que reduzca el arte a una imitacién de las cosas bellas. Las co- sas no son bellas o feas en si mismas, no hay en- tre ellas una jerarquéa natural. Baudelaire eom- bate la poética neoclésica, segiin la cual s6lo puede ser bello lo solemne, ampuloso y antiguo, Reivindica el cardcter poético de la vida moder- na: la vida parisina es fértil en temas poéticos y maravillosos. Lo maravilloso nos envuelve y nos ‘empapa como la atmésfera, pero no lo vemos si carecemos de imaginacién. De hecho, el univer- 80 visible no es sino un depésito de imagenes y de signos a los que la imaginacién debe atribuir ‘un lugary un valor relativo, una suerte de nutri- mento que la imaginacién debe asimilar y trans- formar. La experiencia postica y artistica pierde el respeto de sf misma cuando se postra ante la realidad externa vista en su bruta inmediatez. Sélo a través del filtro de la memoria y de la ima- ginacién poética, lo fantéstico real de la vida puede provocar interés y asombro; cabe someter 95 | eee are eee ee eu esere ere ee eu esere reece erusuaeiee reese eemumrae Manto Panto. cualquier aspecto del mundo a una traduccién Tegendaria que lo torne eneantador. Asi pues, el surnaturalisme antiestético de Baudelaire re- presentaria ellverdadero viraje éultural capaz de otorgarle intensidad y vivacidad a todo. He aqui, entonces, algo que se puede oponer eficaz- mente a los aspectos agitados y paroxisticos de ia comunicacién. También atiende Baudelaire a Jas experiencias heterodoxas y hasta patologi- cas de la toxicomania y dela psicosis, pero estas son transfiguradas en un mundo simbélico que Jas hace comprensibles y las vincula a otros as- pectos del sentir y del pensar. El desinterés estético, como vimos, fue formu- lado de manera rigurosa por Kant. El sobreinte- 163 antiestético, si bien atrajo la atencién de los {ilésofos (entre ellos, Wittgenstein), no ha sido objeto de una teorizacién tan precisa, Acaso la nocién freudiana de sobreinvestidura (Uberbe- setzung) pueda aportar elementos para profim- dizar su caracterizaci6n. Lo que Hama la aten- cign en el concepto freudiano de investidura es su aspecto cuantitativo antes que cualitativo: indica que una cantidad de energia psiquica puede ocupar determinada representacién, pero puede asimismo destigarse de esta y desplazar- sehacia otra. Para Freud, todo el fncionamien- to del aparato pafquico puede describirse en tér- 96 (Cowra ta couunienctees minos econdmicos como un juego de investidu- ras, desinvestiduras, contrainvestiduras y so- breinvestiduras. Por consiguiente, no es posible establecer si un objeto externo del mundo real es digno de mayor o menor interés sobre la base de sus cualidades: cualquier cosa puede tornarse extremadamente «interesante», aunque se lle- gue a ella tan sélo por medio de una cadena aso- ciativa de representaciones. Si todo puede ser objeto de investidura afecti- va, todo admite culturizaciGn; asf, la antiestéti- ca abre una perspectiva al parecer tan amplia como la estética, Ahora bien, la nocién de desin- terés estético y la nocién psicoanalitica de inves- tidura tienen algo en comtin: en principio, am- bas son formales y no contenidistas. El vinculo entre el desinterés estético y las bellas artes es un paso posterior que histérica- mente se dio recién en la segunda mitad del si- glo XVIII; la actitud estética del desinterés no implica necesariamente que existan objetos «de- sintoresados» cuyas dimensiones cognoscitivas y précticas deban considerarse irrelevantes. En otras palabras, el desinterés estético es una acti- tud mucho més general que la admiracién y va- loracién de las obras de arte. Andlogas consideraciones cabe efectuar en tomo a la investidura psicoanalitica, que puede 97 Mazio Penwio:s afectar a cualquier representacién. La sobrein- vestidura es, sin embargo, algo mas, implica una intensificacién, un importe adicional de energia psiquica. Aunque Freud no ahond6 en esta nocién, no deja de ser sintomatico que en. Totem y tabi aparezca con referencia no sélo al mundo mégico primitivo, sino también al arte, La omnipotencia de los pensamientos —escribe Freud— se ha conservado en nuestra civiliza- cién Gnicamente en un Ambito, el del arte. Sélo en el arte acontece todavia que un hombre al cual atormentan imperiosos deseos pueda crear algo afin a la realizacién de esos deseos, y que esta ficcion —gracias a la ilusi6n artistica—ten- ga el poder de evocar las mismas reacciones afectivas que la realidad. 5. Estética y discrecién La basqueda de las caracteristicas especifi- cas de lo estético, contrapuesto a la comunica- cién, halla en su camino la experiencia y la no- cién de la diserecidn. Este término, apropiado para alejarnos de la insensatez y la vulgaridad de la comunicacién, encierra en un marco estéti- colas dimensiones intelectual, préctica e incluso erstica, 98 Cones ts conutencian En efecto, discrecién significa, en primer lu- gar, discriminacién, discernimiento, capacidad de percibir las diferencias. Cosa dificil desde siempre, en cuanto el bien y el mal nunca fueron esencias iguales a sf mismas en contraposicién absoluta; sin‘embargo, en la época en que las ideologias brindaban una identidad, al menos habia palabras de orientacién general. En la completa disgregacién de la comunicacién, por el contrario, todo est en continuo movimiento. Quien permanece ligado a una sola voz nio puede comprender la magnitud de la devastacién en curso. La ides del interés econémico no sirve tampoco como guia. Moralistas y utilitaristas son derrotados por la comunieacién, que cobra vvietimas con facilidad, pues es cambiante y pro- teiforme. En segundo lugar, diserecién significa tam- bién moderacién, mantenerse dentro de limites apropiados, obrar y pedir con mesura. En la co- municacién, en cambio, hay siempre algo no ex- cesivo sino exagerado, no radical sino extremis- ta, consecuencia de su aspiracién despética y totalitaria. Ella sélo concibe dos posibilidades: dostruiral adversario o fagocitarlo, Fanatismo y crisol, agresividad exasperada y confusionismo seudopacifista se dan la mano en una babel don- de todo se confunde con todo. 99 ‘Mano Pareno.s El marco de la diserecién es estétieo: sobrie- dad, buen gusto, reserva, capacidad de respetar una confidencia. Cualidades que pertenecen por excelencia a lad civilizaciones estéticas, son aje- nas por definicién a la eomunicacién, la cual se hace pasar por transparente cuando en realidad es tuirbida y oscurantista, De hecho, la nocién de discrecién esta implicita en la de transparencia. La cualidad de los materiales transparentes de- riva de que constituyen tn filtro para el paso de Ja luz, Afirma Georg Simmel que incluso en las relaciones mas comprometidas, como la amis- tad, el amor y el matrimonio, la discrecién es condicién de la transparencia, pues precisamen- teelcardcter interminable de la relacién implica que se difiera algo para més tarde. Por tiltimo, hay un sentido del término «dis- crecién» que parece contrario a los que hemos examinado. En frases como «EI tratado se rea- liza a diserecién del vencedor o bien de comin acuerdo», «Pan y vino a discrecién» u otras simi lares, «discrecién» significa «a voluntad», sin ne- gociaciGn previa. Este uso del término, que es a la vez militar, erético y idieo, contiene la idea de desaffo, de someterse a una prueba. Quien en un contexto erético dice

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