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Extraído del libro: Burin, Mabel; Jimenez; Lucero y Meler, Irene (Comp.) (s/d)
Precariedad laboral y crisis de la masculinidad. Impacto sobre las relaciones de
género. Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales UCES, Buenos
Aires. Págs. 45 a 68.
Escenarios de inequidad
La globalización y el cambio de papel del Estado en las últimas décadas
han impactado en el mercado de trabajo. Se incrementaron las desigualdades
sociales basadas en el empleo, a través de complejos procesos de exclusión e
inclusión de trabajadores, que han impactado de forma diferencial a jóvenes y
adultos, a mujeres y a varones.
Las políticas neoliberales aplicadas en los últimos años han producido
un fuerte deterioro de las condiciones de vida de miles de mujeres y varones al
cercenar el ejercicio de uno de los derechos humanos: el empleo, al disminuir
sus posibilidades de acceso al mismo 1. La instalación de condiciones de trabajo
precarias y la fragilización y el desfondamiento de las instituciones sociales,
que fueron vaciadas de sentido, se hicieron más visibles en Argentina a partir
de la inédita movilización social de diciembre de 2001.
En tales escenarios, caracterizados por procesos de vulnerabilización2
social, se han incrementado los índices de pobreza e indigencia, que aunque
en los últimos dos años han ido descendiendo, son todavía un problema mayor
para Argentina. Según datos del INDEC difundidos el 20 de septiembre de
2006, a pesar de la mayor actividad económica y la baja del desempleo, uno de
cada tres argentinos sigue viviendo en un hogar pobre. Aún contemplando la
ayuda económica que reciben las familias por medio de los planes sociales, el
nivel de pobreza es de 31,4% (era del 45,7% en octubre 2002 EPH, INDEC) y
el de indigencia es de 11,2% (era de 27,5% en octubre 2002, EPH, INDEC).
En las últimas décadas las mujeres se han incorporado al mercado de
trabajo, algunas como un modo de desarrollar sus potencialidades y un
proyecto personal y muchas otras como una forma de reducir el impacto de la
crisis económica en sus condiciones de vida y la de sus familias. Si bien esto
se puede constatar, la inserción laboral femenina está lejos de ser equitativa
2
ambos géneros, afecta de manera más severa a las mujeres: el desempleo, las
formas precarias de inserción laboral, las formas de trabajo no remuneradas y
la exclusión de las oportunidades para desarrollar sus potencialidades.
Inequidad y exclusión
Los estudios realizados con el enfoque de género acerca de las actuales
transformaciones del mercado del trabajo, realizan una relectura de los
indicadores de empleo desde la perspectiva de la exclusión social y distinguen
entre las siguientes condiciones:
a) la exclusión del mercado de trabajo
b) la exclusión del empleo
c) la exclusión de empleos de calidad y de puestos de trabajo asignados
según estereotipos de género, así como sus impactos en los salarios.
6
En los empleos de baja calidad se insertan más las mujeres que los
hombres. Si se toma la definición utilizada por CEPAL de empleos de baja
productividad (ocupación en microempresas, empleo doméstico y trabajadores
independientes no calificados) se advierte que existen notorias desigualdades
entre hombres y mujeres en todos los países del Cono Sur.
Sin embargo, en esta última década, en términos relativos, los hombres
han empeorado su situación en comparación con las mujeres. Esta mejoría
relativa de las mujeres respecto a los hombres puede atribuirse a que la
población activa femenina aumentó su nivel de instrucción, pero también en
alguna medida podrían estar incidiendo otros factores tales como la
“formalización” del servicio doméstico, un sector que emplea un porcentaje
importante de mujeres, lo cual no siempre significa incremento de la calidad en
todos los aspectos.
Por otra parte, la situación entre las trabajadoras se ha polarizado
aumentando la heterogeneidad entre ellas.
Es así que, en la última década, un sector se ha venido incorporando a
empleos que exigen niveles altos de instrucción – aunque con remuneraciones
bajas – en los servicios educativos y en la salud y también se han abierto
oportunidades de empleo en el sector más moderno de la banca, los seguros y
las finanzas.
Todavía hoy los puestos ocupados por la mayoría de las mujeres son los
de menor reconocimiento, los peor pagos y la desigualdad de salario por el
mismo trabajo continúa vigente aún en cargos jerárquicos. Son las mujeres de
hogares pobres las que tienen las mayores dificultades para integrarse al
mercado de trabajo.
Todavía siguen vigentes los bajos salarios que se perciben en los
sectores en que podrían trabajar de acuerdo a los niveles educativos
alcanzados, la falta de oportunidades de capacitación, la carencia de servicios
de cuidado para los niños más pequeños y para los mayores, tal como se
señaló anteriormente.
En las últimas décadas, las mujeres ingresaron masivamente al mercado
de trabajo remunerado. Para el año 2004, la mitad de las mujeres mayores de
14 años se encontraban activas, ya sea por estar trabajando o por estar
buscando empleo.
La tasa de ocupación efectiva de los varones es mayor que la de las
mujeres, siendo éstas más afectadas por el desempleo. Así, mientras el 12,6%
de los varones activos se encuentran desocupados, este problema afecta al
17,1% de las mujeres en igual situación.
Tasa de
Desocupación 14,6 12,6 17,1 1,4
De tal modo, la división sexual del trabajo afecta y produce una realidad
material diferencial para varones y mujeres. Esto se registra en sus relaciones
dentro y fuera del ámbito de trabajo y produce cuerpos y prácticas que hacen
posible su perpetuación.
presencia, por tener las energías para estar disponible todas las horas que se
requieran en el trabajo y para atender los requerimientos de hijos, hijas,
esposos y esposas. Mujeres y varones deberán responder a las exigencias de
juventud, belleza, rendimiento y prosperidad vigentes, en ambos casos, nunca
será suficiente lo que logren, con lo cual el circuito se mantiene activo de forma
permanente. Este circuito es reconocible en los sectores medios y altos, y en
los sectores bajos opera como la meta que se anhela, aunque se intuye
imposible de alcanzar, en tanto el consumo y la estética que lo acompaña se
han instalado como un eje ordenador en la sociedad.
Otro eje ordenador en la sociedad es la idea de performance,
organizadora de comportamientos, de ilusiones y de proyectos; la adhesión es
prácticamente total. La convocatoria a sobrepasar los propios límites, es una
consigna unánime en las corporaciones, tal como se mencionó previamente. Y
las palabras que operan regulando resuenan desde múltiples focos instando a
ser siempre más eficaces, estar más en forma, a ser más jóvenes, más
sexualmente activos, con más memoria, más control del sueño y “más felices”.
La ultra performance se impone como un valor social positivo, sinónimo
de éxito. Las exigencias se verifican en el trabajo, el deporte, el estudio, con
ritmos difíciles de sostener con actividades cada vez más exigentes y que en
muchas personas lleva a la ingesta de alcohol, tabaco, café, drogas lícitas o no,
y también a apelar a los complementos alimenticios para luchar contra el stress
y la fatiga, que contribuyen –ilusoria o efectivamente – a poder ir más allá de
los propios límites de las capacidades físicas e intelectuales.
La apariencia y el rendimiento corporal exceden los aspectos
meramente estéticos. En estos escenarios se puede considerar que forman
parte del capital social (Bourdieu, P., 1998, 1993) imprescindible para circular
socialmente, no sólo para “estar a la altura” de la imagen de determinados
trabajos sino también para lograr aceptación social y reconocimiento.
Y la aceptación acrítica de pautas hegemónicas que promueven cierta
forma de vida instalándola como la única posible, como la única deseable,
imponiendo asimismo modos de trabajo que no son cuestionados sino que se
los acepta e incluso anhela, son formas de una violencia simbólica (Bourdieu,
P., 1993) que opera desde diferentes frentes. Bourdieu señala que este tipo de
violencia se aparta de la idea de violencia física o directa para remitir a una
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los hombres sean una parte integral del diseño, implementación, monitoreo y
evaluación de políticas y programas en todas las políticas económicas y
sociales, en todas las esferas y a todos los niveles; así, mujeres y hombres se
beneficiarán equitativamente y no se perpetuará la inequidad. De tal modo, el
objetivo último de la transversalización de género es alcanzar la equidad de
género.
Dado que aún hoy, y aún contando con la adhesión a pactos y tratados
internacionales vinculados con la igualdad entre varones y mujeres, todavía
prácticamente no se habla de políticas para equiparar los sueldos de hombres
y mujeres ni de revertir otras desigualdades ¿qué puede aportar la inclusión de
la cuestión de género en las políticas sociales?. Teniendo en cuenta lo
mencionado previamente, las intervenciones sobre la cuestión de género no
consistirían en orientar programas hacia las mujeres como destinatarias de las
políticas, lo cual no haría sino sostener un lugar “inferior” en una organización
asimétrica, sino en elaborar programas que incidan en el sistema de género,
que produzcan cambios positivos en la estructura que vincula las posiciones de
mujeres y varones en la sociedad, las que si no se modifican van a continuar
reciclando inequidades.
Las intervenciones sobre el género suponen pensar en acciones
transversales, de allí la importancia estratégica de la transversalización de
género (gender mainstreaming). En tal sentido es necesario ser concientes de
que el sistema de género atraviesa la estructura económica, la estructura de
poder, la división sexual del trabajo y el sistema de reproducción biológica y
social. Entonces, analizar las políticas desde el sistema de género pone de
manifiesto que las intervenciones sobre cada uno de estos ámbitos reproducen
o transforman la posición relativa y las relaciones jerárquicas entre mujeres y
varones.
Señalar que hombres y mujeres se ubican de forma diferencial en el
mercado de trabajo, tienen distinto grado de cobertura en los sistemas de
seguridad social y que su status y poder fuera y dentro de la familia es
diferente, no implica ignorar que los varones padecen injusticias, que tienen
sueldos indignos o que son víctimas de un modelo económico y laboral que los
perjudica. Hay autores, entre otros José Olavarría (1997), que han
desarrollado un enfoque que articula el poder social de los hombres con la
22
Bibliografía
www.eclac.org
www.cepal.org
www.ilo.org
www.indec.mecon.ar
1
Así como a la salud, la educación, la seguridad, entre otros derechos ciudadanos.
2
Se utiliza aquí la expresión “procesos de vulnerabilización” en lugar de vulnerabilidad, pues después de distintas
investigaciones realizadas (“Política y subjetividad. Estrategias colectivas frente a la vulnerabilización social” (UBACyT
P052) Directora: Ana M. Fernández, Co-Directora: Mercedes López. 2004-2007. “Microemprendimientos autogestivos de
jóvenes. Dispositivos de acción colectiva frente a la vulnerabilización social” (UBACyT P705) Directora: Ana M. Fernández,
Co-Directora: Mercedes López. 2004-2005. “Grupos de vulnerabilidad social: transformaciones en los imaginarios sociales y
las prácticas comunitarias. Un estudio en el barrio de Balvanera” (UBACyT P/047) Directora: Ana M. Fernández 2001-2003)
hemos llegado a considerarla más adecuada ya que los mismos son resultado de políticas de vaciamiento funcionales al
vaciamiento económico y político del Estado y sus instituciones.
3
Esta situación, induce por ejemplo a los políticos a incluir demandas de mujeres en sus plataformas electorales; a que se
creen organismos de Estado para diseñar políticas públicas en relación con las necesidades del colectivo femenino; a que
se discuta el grado de representatividad de mujeres en sus listas de candidatos, legisladores, etc. aunque estas situaciones
son distintas según países y zonas. Pero aún en los lugares donde mayores avances se han logrado el problema persiste,
pues de no ser así no serían necesarias las acciones político institucionales y legislativas que todavía se llevan a cabo.
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Equidad de género remite al logro de iguales derechos, responsabilidades y oportunidades de mujeres y varones, niñas y
niños. Equidad no quiere decir que mujeres y hombres van a llegar a ser lo mismo, sino que los derechos de unas y otros,
responsabilidades y oportunidades no dependerán de si nacieron hombre o mujer.
Plantear la equidad de género no implica bregar por el mismo tratamiento para unas y otros. Si la equidad de género fuera
vista como el requerimiento de que hombres y mujeres sean tratados igual, podría llevar a que las mujeres se tengan que
adaptar a los parámetros masculinos, que ellas se conformen a las normas o requerimientos centrados en los varones y
esto no haría sino reforzar la idea de que la noción de diferencia es igual a desventaja.
La discriminación sexual puede ser abierta o directa, o más sutil, lo que se llama discriminación indirecta. Por ejemplo, los
empleadores pueden discriminar contra las mujeres directamente limitando la convocatoria a ciertos trabajos sólo para
hombres o sólo para mujeres. La discriminación es indirecta cuando los empleadores imponen a los postulantes criterios o
características específicas que no están estrictamente vinculadas con los requerimientos inherentes del trabajo. Muchos
trabajos aún persisten en considerarse como exclusivamente “masculinos” o “femeninos”, por asimilárselos con los
estereotipos de género.
5
Datos tomados de OIT, Promoción de Género, 2000.
6
Experta de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lo presenta
en el artículo “Dimensiones de la pobreza y políticas desde una perspectiva de género”, publicado en la Revista de la
CEPAL N° 85.
7
Esta convicción es especialmente significativa en Argentina, donde históricamente el acceso a mejor educación implicaba
mejores oportunidades de trabajo y ascenso social, aunque hace algo más de una década ha dejado de tener vigencia. Si
bien la educación es un capital importante, ya ha dejado de ser un reaseguro de empleo de calidad y/o ascenso social.
8
El varón « feminizado » se describe con un perfil infantil, sin proyectos de crecimiento, pasivo y dependiente.
9
A los que clasifica en: coercitivos, encubiertos o de crisis.
10
Estos temas/problema vienen siendo indagados en varias investigaciones: López, Mercedes « Percepciones, significados
y valores en el management de Argentina de fin de siglo », Tesis Doctoral, Facultad de Psicología, UBA, 2000. Altschul,
Carlos, Holzer, Marina, López, Mercedes, Preziosa, María M. y Ruffolo, Flavio “Crisis de la dirigencia: íconos argentinos de
conducción y respuestas adaptativas de la jefatura”, Proyecto GLOBE, Escuela Wharton de Negocios, Universidad de
Pensilvania, USA, 2001. López, Mercedes“Subjetividad, grupos y organizaciones en los nuevos escenarios de Argentina.
Estrategias y dispositivos de conducción”, UNC, 2004-2005.
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En un trabajo de campo realizado, en el que se hicieron entrevistas a Directores Médicos de corporaciones
internacionales, indagando sobre las consultas que reciben y sobre los modos de trabajo y sus consecuencias sobre el
personal, señalaban que las consultas que reciben habitualmente las realizan tanto los niveles gerenciales como los no
jerárquicos y son por distintos síntomas: gastroenteritis, dolor de cabeza, enfermedades ocasionales, según uno de ellos por
un estudio realizado han llegado a la conclusión que “más del 50% está vinculado con tres cosas: sobrepeso, hipertensión y
sedentarismo, vinculadas con las características del trabajo, y entre las personas que tienen más de 35 años están
perdiendo de vista el correcto balance entre trabajo y vida personal”. Si bien las horas de trabajo normales son entre 9 y 10
por día, hay habitualmente situaciones que exigen mayor tiempo. Respecto a la presencia de trastornos tales como el
síndrome del domingo (malestar por comienzo de semana) y/o presentismo patológico, el médico admite manifestaciones de
esa naturaleza (especialmente en gente joven). Al igual que sucedía con los gerentes entrevistados, también el Director
Médico se escuda en argumentaciones que procuran justificar tanto la presencia de fuertes presiones como la
responsabilidad puesta sobre los individuos singulares, dejando excluida del razonamiento a la intervención de la propia
organización en la gestación y reciclamiento de tales conductas y sus resultados.
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El involucramiento puede ser muy intenso pudiendo ejemplificarse con la siguiente ecuación: a mayor inversión afectiva
mayor disposición a “matar o morir” (sic) en relación con la identidad corporativa.
13
« Cama caliente » es un modo de denominar a una modalidad de trabajo esclavo, por la cual los trabajadores viven y
trabajan en el mismo espacio compartiendo los lechos de modo tal que cuando uno va a dormir el otro se levanta a
continuar la actividad. Este ciclo se continúa ininterrumpidamente a lo largo de las 24 hs.
14
Esto se está investigando desde hace algunos años en varios proyectos: “Política y subjetividad. Estrategias colectivas
frente a la vulnerabilización social” (UBACyT P052) Directora: Ana M. Fernández, Co-Directora: Mercedes López. 2004-
2007. “Microemprendimientos autogestivos de jóvenes. Dispositivos de acción colectiva frente a la vulnerabilización social”
(UBACyT P705) Directora: Ana M. Fernández, Co-Directora: Mercedes López. 2004-2005. “Grupos de vulnerabilidad social:
transformaciones en los imaginarios sociales y las prácticas comunitarias. Un estudio en el barrio de Balvanera” (UBACyT
P/047) Directora: Ana M. Fernández 2001-2003.
15
La noción de estrategias biopolíticas (Foucault, 1978) remite a un conjunto heterogéneo de elementos materiales y
simbólicos que operan como poder sobre la vida de las personas, sus cuerpos, emociones, voluntades.